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El triunfo de la egolatría
¿Es arte la ocultación de un magnifico monumento o un bello paisaje? ¿Hay arte
en privar a la población de la presencia de la belleza? La exacerbación de la prohibición y el fetichismo detonaron una obra, que, en su espectacularidad, resulta vacía. La trayectoria de la pareja artística de Christo y Jeanne-Claude es antes que nada un gran ejercicio de financiación y relaciones públicas, para llevar a cabo estos gigantescos envoltorios. Iremos por partes. Christo nació en Bulgaria, se formó en ciencia y más tarde en la Escuela de Bellas Artes. Él se jactaba de que, gracias a la estricta formación de la escuela en el Realismo Socialista, sin relación con las vanguardias, había aprendido a dibujar y a trabajar en las artes gráficas con gran maestría. Al emigrar a París y luego a Nueva York, cambió su trabajo y se interesó en las modas artísticas de los años 60’s y 70’s: convertir los objetos de uso cotidiano en arte. Hasta ahí ninguna novedad, se puso hacer lo que muchos hacían, y en lo que la mayoría sigue estancada. Comenzó a envolver o empaquetar sillas, zapatos, lo que encontraba, con la intención “De crear otro aspecto que llegara a ignorar lo que había dentro”. Estos empacados se conservan, son voluminosos, violentos, anti estéticos. La envoltura carecía por ejemplo del preciosismo de la tradición japonesa de envolver regalos con el pañuelo o furoshiki. Los envoltorios de Christo con cuerdas es una manera de castigar al objeto mismo, de ocultar con rudeza su presencia. Los envoltorios son castrantes, con implicaciones sexuales, muy cercanos al sadomasoquismo. Esto, así como lo hacía, carecía de posibilidad de trascendencia, se sumaba a las decenas de cosas tipo readymade que se hacían y se siguen haciendo, sin arte y sin aportación. Eso fue evolucionando a la escala monumental, y es aquí en donde entra el arte. La obsesión de envolver se va al paisaje y los monumentos, con proyectos que implican una gran logística técnica, de relaciones públicas y financiación. Los proyectos monumentales están acompañados por una serie de bocetos, dibujos y litografías en piedra realizados por Christo, que demuestran su estricta formación académica. Estas obras en sí mismas, son más bellas e interesantes que el resultado final. Por un lado, están los dibujos y litografías, y por otro las obras, que, en su mayoría, a pesar de ser proezas técnicas carecen de belleza. Son trabajos que satisfacen la adicción social de la espectacularidad fatua. Son monstruosos, haber cubierto paisajes, ríos, islas, el envoltorio no les aporta nada, por el contrario, son crímenes ecológicos, actos de prepotencia humana contra la indefensión natural. Los monumentos cubiertos como el Pont Neuf o el Reichstag, los separa de su propia historia. Nunca el envoltorio alcanza la belleza ni la magnitud de lo ocultado, y eso lo convierte en un gesto fatuo y ególatra.