Kowai La Abuela

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Hanneke “Juana” Wagenaar

Kowai’,
la abuela

Te s t i m o n i o
Kowai’, la abuela
1.a edición digital, Fundación Editorial El perro y la rana, 2021

© Hanneke “Juana” Wagenaar


© Fundación Editorial El perro y la rana

Fundación Editorial El perro y la rana


Centro Simón Bolívar, Torre Norte,
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Caracas -Venezuela 1010

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Imagen de portada e ilustraciones


Hanneke "Juana" Wagenaar

Edición y corrección
Nagdy Guevara Valecillo

Diagramación
Odalis C. Vargas B.

Hecho el Depósito de Ley


ISBN: 978-980-14-4896-9
Depósito legal: DC2021001447
Kowai’, la abuela

Hanneke “Juana” Wagenaar


A la abuela Kowai’
y al abuelo Amoko’ auchin,
feliz por tu regreso.
Son nuestros abuelos1

1998
Kowai’ la piedra abuela
ha sido arrancada de su lecho en Mapauri.
El abuelo Amoko’
ha quedado solo en su sabana
cerquita de Kako paru.
Un escultor se ha convertido en expoliador,
su asesor, un renombrado etnógrafo,
desdeña nuestra visión del mundo
asegurando que nosotros los pemon
no descendemos ni del sol ni del jaspe.
Sin embargo,
¡Mis abuelos son Wei y Kako!
Mientras,
Kowai’ yace entre otras cuatro piedras del mundo
en un lejano jardín berlinés al otro lado del océano.
Los pemon hemos batallado protestado por el secuestro.

1 N. de la E. La supresión del uso de los acentos en lengua pemón está definida por criterios
lingüísticos investigados y preferidos por la autora. En ese sentido, en este libro, el plural
de la palabra "pemon" cuando refiera a los individuos será "pemonton", donde el morfema
"ton" aporta el plural a las palabras. Sin embargo, cuando refiera a la denominación de la
lengua mantendrá el acento ortográfico.

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Los piasan conjuran sus taren
y con sus ayuk invocan sus fuerzas naturales
Pia, Makunaimö, Maichak, Örodan, Rato,
Tönkaron, Uruturu, Chirikawai, Tamökan, Marite,
Tauna, Körume, Waranapi, Urupere, Toronkan, Kanaimö…
¡Todos abogamos por su regreso!
Y la abuela Sapo kue, se revienta y reinventa
esparciendo sus hígados por toda la Gran Sabana
convertidos en piedras de fuego.
Mientras,
Mutu’k el pájaro león
lo oculta en su garganta
para que los tüponken no se lo roben.
Kaikarua y Urödan wara
discuten y transforman en piedra
a una pareja de enamorados
con ramitas de atapi’ yek.
Igual sucede con Kowai’ y Amoko’
a quienes Makunaimö ha vuelto
¡Piedra de fuego!
¡Queremos el retorno de Kowai’ nuestra abuela Kueka!
¡No queremos más coloniaje! ¡Ni despojo ni desprecio!

HJW

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Arcos y flechas contra cadenas y máquinas

El Occidente no está en el oeste.


No es un lugar, es un proyecto.
Édouard Glissant

Kapui, la luna, se oculta; Wei, el sol, todavía no se asoma desde


el este. Mis hijos están molestos a causa del enredo que ha
ocasionado algo que los tüponken llaman tendido eléctrico. En
medio del barullo creado por la situación han llegado a nuestro
intangible espacio en Kako paru varias personas cuya lengua no
comprendo, no es la lengua del criollo, es diferente, esta golpea
mi piel. Mientras, el abuelo Amoko’ duerme en su sitio, a mi
lado. Comprendo que están conversando sobre nosotros. Los
tüponken señalan nuestros cuerpos, para ellos somos simple-
mente un par de rocas. ¡Ignorantes! pienso. No saben que so-
mos los abuelos de los pemonton. ¿Cómo van a saber, si a veces
hasta nosotros mismos desconocemos nuestra historia?
De pronto mi cuerpo percibe una sensación extraña, al
comienzo es una vibración casi imperceptible de la tierra, y
ella, Nonoi, se estremece bajo mi peso. Las voces continúan
en tono de disertación algo alterada. Me pregunto qué tra-
marán estas personas. Uno de ellos se acerca manoseando mi
cuerpo rugoso, no me gusta su aspecto, mientras me examina
de sus labios brota una sonrisa gélida. El abuelo aún duerme
profundamente y no se da cuenta de nada. ¿Qué querrá esta
gente? Ya han venido un par de veces antes. Me siento des-
protegida frente a estos seres desconocidos, a pesar de los
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taren que nos han hecho los piasan. Quedan grabadas en mi
memoria maimü, palabras y frases sueltas; piedra, escultura,
traslado, barco, océano, viaje, Berlín, cinco rocas, continentes,
reflejo, permisos, dinero… Muchas de esas palabras es la pri-
mera vez que las oigo y no conozco muy bien su significado.
Mis palabras se refieren a nuestra waipa, la de los pemonton, al
remonota, al wekta, al Tanno tei, la sabana kaipun, el lugar de
los cerros mesa en mi Gran Sabana, a mis hijos Makunaimö…
Los pemonton son hijos de Wei y Kako, del hermano sol y de la
hermana jaspe, que soy. ¡Pemón pe!
Las vibraciones se convierten en temblor evidente acom-
pañado del sonido de algún camión pesado de esos que cru-
zan la sabana de norte a sur rumbo al territorio de nuestros
hermanos makuxi. Los tüponken no lo perciben, son sordos,
solo cuando la gandola aparece y se detiene dirigen su mirada
hacia la carretera. Nos dejan solos momentáneamente a mí y al
abuelo. Los veo discutir acaloradamente, papeles van y vienen,
palabras escritas que no entendemos, no nos hace falta papel
para entendernos ni tampoco para hacer valer nuestra palabra.
Palabra maimü es lo que es. Sin embargo, no dejo de pensar
que en ocasiones puede sernos útil escribir sobre papel; hay
distintas maneras de leer y escribir, se ha dicho que no tene-
mos libros, pero eso depende de qué queremos entender por
maimü dapon, asiento de las palabras.
Un chorro de humo negro ensucia nuestro sitio, una
enorme mole amarilla se mueve lentamente reptando y re-
soplando hacia nosotros encima de gigantescas orugas que al
desplazarse desgarran la piel de Nonoi, la abuela Tierra sobre
la que descansamos el abuelo y yo. ¿Qué quieren? Me asustan.
Están cada vez más cerca. Alguien con un machete roza las
hierbas de nuestro alrededor, es un muchacho de Mapauri, lo
veo en su rostro, él es pemon pero no sospecha la historia de
nuestros orígenes. En el tiempo que se toman los bachacos en
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cruzar el sendero todo queda despejado. ¡Listo, herr Wolfgang!
Así le dicen los demás al tüponken de cabello canoso que tem-
prano me examinaba tomando medidas y calculando. A un
gesto suyo, la máquina vuelve a vomitar su chorro de humo
pestilente, esta vez levantó su enorme batea dentada. Estamos
aterrados, el abuelo Amoko’ ahora sí está bien despierto, en
medio de su sorpresa, aturdido, alcanza a preguntar “¿qué su-
cede?”. No puedo responderle, los dientes de la pala mecánica
se han clavado en uno de mis costados infligiéndome gran
dolor. Amoko’ no comprende, tampoco yo. ¡Esto no está bien!
pensamos ambos. ¡Amoko’...! Veo impotente cómo se desmo-
rona mi amado en su lecho de arena rosada. Los tüponken di-
cen que es el último día del mes de julio de su año 1998, eso
para nosotros no significa nada, hemos estado abrazados du-
rante muchísimas lunas, tantas, que no puedo traer a mis ojos
cuántas han transcurrido…

¡Kara’ka! Arrancada de su lecho por una maquinaria pesada, Kowai’, como la llaman
los niños de Mapauri, es llevada cautiva hasta el otro lado del océano.

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De nuevo el golpe, una dentellada voraz, sorprendida por
el impacto siento que se rompe mi cuerpo. ¡No, peor aún!
¡Van a separar nuestros cuerpos! La horrenda máquina ex-
hala, suspira, arremete contra mí sin compasión. Desesperada
intento aferrarme a mi abuela Nonoi, mientras ella se pone
flojita ante el embate del grotesco saltamontes amarillo al
que se asemeja la máquina. Finalmente me entrego, la lucha
acaba, me han arrancado de mi abuela Tierra y del lado de
mi amado abuelo Amoko’. Estoy profundamente herida, lace-
rada, nos han violado todo derecho a permanecer abrazados,
no hay taren que nos proteja contra estas gentes a las que
no entendemos. El monstruo me carga en sus fauces y me
lleva sujeta con unas cinchas que aprisionan mi cuerpo hasta
la carretera, esa que yo jamás había visto aunque conocía su
existencia. Diminutos trozos de mi cuerpo van quedando es-
parcidos por la sabana. El animal mecánico se arrastra pesa-
damente, su traquear me marea y su humo denso me asfixia.
Luego me suelta sobre el piso metálico de la gandola que ha-
bía estado esperando paciente, inhóspita, fría. Los hombres
se hacen señas dirigiendo la operación. Esta vez quedé fir-
memente encadenada a la plataforma. ¡Supe entonces que se
trataba de un secuestro, los hombres gélidos me arrancaban
de mi mundo! Justo antes de dejarme caer suavemente en una
consciente inconsciencia e invocar a Pia, mi origen, traigo es-
tas palabras a mis ojos: “¡Abuelo Amoko’, Nonoi abuela Tierra,
Mapauri, Kako, Wei, Tanno tei, Wekta… ¡Yawachirü!”.
Supe después que nuestros hijos y nietos prepararon sus ar-
cos y flechas siguiendo al secuestrador “herr Wolfan” y a su co-
mitiva. Durante varios días y varias lunas trancaron el paso por
la carretera principal, sus rostros pintados de rojo onoto denota-
ban su enojo, de nuevo el expolio, el robo, la extracción, el des-
precio… Mientras, el abuelo Amoko’ se quedaba desolado en su
sitio, sentado en vela al lado de un enorme hueco dejado por el
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saltamontes gigante, evidencia del despojo, con un costado roto,
herido, golpeado por la maquinaria demoledora de Occidente.
Aquí sentado sabré esperar a mi amada Kowai’. No sé cuán-
tas lunas han de transcurrir. Tiempo. ¿Qué es el tiempo? Grandes
catástrofes ocurrirán consecuencia de este secuestro, las nubes car-
gadas de agua y electricidad provocarán tormentas imposibles y
harán que las montañas del norte vomiten piedras. Enek llegará
infestando las vidas de los tüponken como una plaga. Es la ven-
ganza de los Makunaimö por el secuestro de su abuela Kueka.
Mientras aquí espero…

El abuelo de Poika, paabai, gira despacio sobre las llamas una vara para la nueva caña
de pescar de su nieta; mientras, narra las historias ancestrales sobre Kowai’,
la abuela de los pemonton.

Kowai’ la piedra abuela


El río Karrao moja los pies del Wei tepü. Los tucanes conver-
san en las profundidades de la selva. Paabai, sentado cerca del
fuego, quema la corteza de lo que va a ser su nueva caña de
pescar. Poika lo observa aprendiendo como siempre.
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—Paabai, dicen que en el tanno tei se robaron una piedra
de fuego tan grande como una waipa —le comentó la niña a
su abuelo.
—Ina, ina, eso escuché… Umüi Kaukau contó el otro día
que unos tüponken despertaron y sacaron a la abuela Kowai’
de su lugar en Mapauri, dejando al abuelo Amoko’ solo y a la
Tierra rota y muy irritada. —El asombro se apoderó de Poika,
su abuelo continuó: —Ahora la naturaleza nos enviará tem-
pestades, inundaciones, sequías, vientos tumba pájaros y quizá
hasta enek —musitó el anciano.
—¿Y cuándo se contentará la Tierra, paabai?
—Hasta que Kowai’ y Amoko’ se junten de nuevo en el
Tanno tei, mi niña.
Hacía tres noches que ümui Kaukau había regresado de su
viaje por la Gran Sabana, tenía familia en Mapauri y había pa-
sado dos lunas con ellos celebrando el nacimiento de Tukui, su
primer nieto.
Había presenciado junto a otros yese de ese poblado tau-
repan, cómo unas personas de acento extraño y ojos claros le
arrancaban un gran trozo a nuestra Tierra. La abuela de todos
los pemonton iba enredada entre cadenas, sujetada por la pala
de una enorme máquina pailoader. Ahora Kaukau se encon-
traba de vuelta al valle de Kamarata narrando lo acontecido.
—Después de una discusión entre los pemonton de Mapauri
y sus alrededores, y los recién llegados, que mostraron unos pa-
peles donde según decían, tenían el poder para sacar a Kowai’
de su morada, la gigantesca roca, —porque ellos la veían como
una simple roca, pensaba Kaukau— fue subida a una gandola
anchi-larga perteneciente a una transnacional minera, fue hecha
prisionera y encadenada a la plataforma de hierro del vehículo
—narró— No hubo forma de detener el secuestro de Kowai’.
Ningún piasan del Tanno tei, ni akawaio o de los makuxi pudo
evitarlo, a pesar de sus taren —suspiró—. Lo que sí pudimos fue
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ver cómo se formaban muchos nubarrones espesos cargados de
agua y electricidad desplazándose hacia los cerros cercanos al
mar Caribe. Algunas lunas después, llovió durante muchos días
con sus noches, hasta que la gran montaña del norte vomitó ro-
cas inmensas y ríos de tierra suelta que bajó aplastando pueblos
enteros en la costa —dijo Kaukau bajando el tono de su voz.
Así llegó Kowai’ hasta un distante puerto sobre el río
Orinoco. La abuela de jaspe fue embarcada en un navío de
carga para realizar su travesía saliendo por las bocas del río al
océano Atlántico hasta un lejano país europeo. Entonces el se-
cuestro oculto se hizo conocido, apareciendo Kowai’ en diarios
y revistas, en noticieros e internet, comenzando así la disputa
por la ancestral abuela de los pemonton. Entonces los pueblos
taurepan, arekuna, y kamarakoto, makuxi y akawaio comenza-
mos nuestro reclamo por el regreso de nuestra abuela Kueka,
o como la llaman los niños, Kowai’. Pero el perpetrador del
secuestro alega que ha pagado mucho dinero por ella y tiene
papeles que aseguran que la piedra abuela le pertenece.

Poika y paabai esperando a umüi Kaukau y al resto de la familia que regresan de la


Gran Sabana. La niña escucha fascinada las historias de su abuelo.

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Una vez en esas remotas tierras fue montada y encadenada
por segunda vez sobre otro camión. Así, Kowai’ se enteró de
que se encontraba en una ciudad llamada Berlín donde todo
le parecía gris, y supo de la Puerta de Brandemburgo y del
Parlamento alemán. Sorprendida y temerosa se vio instalada
junto a otras cuatro rocas de gran dimensión en el Parque
Metropolitano de Tiergarten. Sus compañeras también esta-
ban cautivas, cada una con su propia historia. “¿De dónde ven-
drán?”, se preguntaría Kowai’ en muchas ocasiones durante su
larga estadía en el parque teutón.
Desde su sitio la piedra abuela pudo contemplar un gran
bloque de mármol blanco extraído de los Montes Urales de
Rusia en la misma Europa; desde África, supo que había lle-
gado el enorme trozo de granito negro que brillaba como el
azabache que ella tan bien conocía alojado en el fondo del río
Orinoco; desde Bután en Asia, llegó una gran mole de gneis
color himalaya veteada; y por último, también se encontraban
en el extraño jardín, dos cubos gigantescos de hierro traídos
desde Oceanía, sacados de algún lugar desértico de la isla.
Kowai’ notó que entre todas formaban un gran círculo, sin
comprender muy bien cuál era su sentido. Sintió frío y sole-
dad. Pensó en su querido Amoko’.
El ideólogo del secuestro de las cinco piedras monumen-
tales fue el barón de Camponegro, quien navegando todos los
mares y ambos océanos en su velero de tres mástiles, ensambló
sobre papel la temeraria pieza de arte. El propósito de la obra
escultural según el propio barón, era que un haz invisible de
luz emanaría de cada una de las cinco rocas durante el solsticio
de verano cada año, reflejándose sobre otras cinco piedras ge-
melas dejadas cada una en su país de origen, transformándose
esa luz en energía de paz para la Tierra. Kowai’ pues, tiene
una hermana en Caracas, aunque poco se conoce sobre ella y
hay quienes aseguran que es una impostora, que no viene de
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la Gran Sabana sino de otras tierras y que fue utilizada para
experimentar el tallado sobre su dura piel de granito. De cual-
quier manera, hermana o no, ella también representa un fiel
recordatorio de esta historia de pillaje.
—Paabai, ¿pero cómo es que llevándose a Kowai’ podrá
haber paz en la Tierra, si los abuelos le contaron a Kaukau que
avizoraban el enojo de Waranapi , de Rato con sus aguas tur-
bulentas y la llegada de vientos toronkan, a causa de su ausen-
cia y porque ya no está junto a su amado Amoko’?
—Solo habrá paz cuando las piedras Kueka se junten nue-
vamente, Poika.
—¿Y es cierto que un señor muy estudiado dijo que nues-
tra historia no tenía nada que ver con la abuela Kowai’ como
nos contó Kaukau, paabai?
—Sí, mi niña, un señor de barbas largas y pequeños cris-
tales ante sus ojos, dijo que en nuestra historia no entraba la
piedra de fuego ni la abuela Kowai’ ni el abuelo Amoko’ ni Kue
la abuela Sapo, se trata de alguien que se encuentra por debajo
de la altura de nuestros ojos, es un ignorante presumido —
sentenció el abuelo.
—Paabai, cuéntanos la historia de nuestros antepasados.
¿Por qué nos llaman los hijos del sol? ¿Por qué somos la gente
de la piedra del fuego? Quisiera escucharla otra vez, abuelo.
¡Innarö, innarö!
El abuelo de Poika había terminado de quemar la corteza
de su caña y ahora se disponía a preparar una para su nieta, y
girando la delgada rama comenzó a narrar la historia que tan
bien conocía:

Muchísimo tiempo hace cuando las piedras, aguas, animales y


árboles respiraban, y todo era humano y Wei, el sol, también era un
pemon.
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El barón de Camponegro, ejecutor del secuestro de Kowai’.

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Wei se levantó temprano a preparar el conuco y sembrar yuca.
Cuando quiere, navega en su curiara por el gran mar de arriba de un
ka’pia a otro, de un horizonte a otro. Pero ese día no le dieron ganas.
Wei solo se alimentaba de yuca y ocumo y por eso su piel era muy
brillante y pulida, tanto que a veces encandilaba. Ese día al terminar
su trabajo fue a darse un baño al Karrao. De pronto, sintió un cha-
poteo en el agua, pero no logró saber de qué se trataba, por eso al día
siguiente regresó calladito alcanzando ver una mujer pequeñita de
cabellos larguísimos que jugaba en las aguas oscuras. Su cuerpo pro-
tegido por la azulada cabellera se sumergió tan rápido como pudo al
darse cuenta de la presencia del sol.
Era la hija de Rato —continuó narrando paabai— dueño de
ríos y lagunas, quebradas y pozos, chorreras y cascadas, capaz de pro-
vocar remolinos y extrañas corrientes. Al otro día, Wei llegó de nuevo
muy callado a las orillas del río logrando atrapar a Tönkaron por su
larga cabellera. Ella trató de escabullirse, pero mientras más force-
jeaba, más se enredaba con el cuerpo de Wei, quien le preguntaba
quién era. La diminuta Tönkaron respondió que era una de las hijas
de Rato, el cuidador de las aguas. En seguida atraído, Wei quiso que
se quedara a vivir con él, pero ella le explicó que no era posible porque
vivía entre las aguas y Wei era habitante de la tierra y de los cielos.
Sin embargo, la muchacha al ver su tristeza le prometió ayudarlo si
la soltaba, consiguiéndole una compañera que lo quisiera. Entonces
Wei la dejó libre.
Al día siguiente llegó a su waipa una muchacha muy blanca, y
Wei le pidió que fuera a buscar agua, pero cuando la muchacha sumer-
gió la totuma en el río mojándosele las manos y los pies, poquito a poco
se fue deshaciendo. Era Tawa y estaba hecha de arcilla blanca, esa que
llamamos caolín. Mientras, Wei intrigado por su demora fue a bus-
carla, pero lo único que consiguió fue su rastro blanquecino en el agua.
Wei llamó a Tönkaron contándole lo ocurrido y al día siguiente
al regresar del conuco se encontró con una nueva muchacha de piel
muy oscura y bruñida ordenando su waipa. Para alegría de Wei ella
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sí pudo traer agua del pozo sin desvanecerse y en la tarde salieron a
quemar el monte seco de los alrededores, pero mientras la muchacha
recogía unas brazas para encender el fuego, el calor sobre su rostro
la hizo derretirse. Era Morompö y estaba hecha con cera de abejas.
Esta vez solo quedó un charco de cera derretida a los pies de Wei,
quien enfurecido llamó a Tönkaron nuevamente y enojado le dijo
que iba a secar todos los ríos, los pozos y las quebradas. Tönkaron le
prometió que no volvería a suceder y que el próximo día tendría a la
compañera que esperaba.
Al amanecer siguiente apareció una muchacha rojiza, muy bri-
llante y lisa, igual que algunas piedras del río. Llegó con una ollita
de barro entre las manos y le habló suavemente a Wei, pero él aún
estaba muy disgustado por lo que le había pasado con las otras mu-
chachas. Entonces ella molesta le dijo que si no le hablaba se iría de
vuelta a casa de Tönkaron. Wei le habló a regañadientes y le pidió
buscar agua y quemar el monte. Esta vez nadie se desvaneció ni de-
rritió y así a Wei se le fue quitando el enojo. La muchacha preparó
kachiri, ralló yuca e hizo casabe y al caer la tarde le prometió a Wei
regresar al día siguiente muy temprano, y así lo hizo. Era Kako, y
estaba hecha de jaspe. Pronto Wei le pidió que se fuera a vivir con él.
Celebrando ambos bajaron al río a bañarse y Wei fascinado pudo ver
cómo la piel de la muchacha brillaba rojiza, enamorándose más de
ella. La abrazó sintiéndola suave y dulce como la piedra que aflora en
el lecho de los ríos y en la sabana, tei pun.
Wei y Kako vivieron juntos y tuvieron varios hijos, los herma-
nos Makunaimö —continuó el abuelo:— Cuentan los ancianos, que
fueron ellos los encargados de traernos la envidia, convirtiéndose en
protagonistas, héroes y antihéroes de nuestra historia. Por eso Kowai’
es nuestra abuela. Es Kako la piedra de jaspe, la piedra de fuego,
la abuela de los pemonton. Y te digo algo más, Poika, en Mapauri
los ancianos cuentan que Kowai’ y Amoko’ fueron transformados en
una gran roca de jaspe precisamente por uno de los Makunaimö y así
también lo creen los makuxi.
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Tönkaron, la diminuta hija de Rato, dueño de todas las aguas,
quien le envía a Wei, el sol, una hermosa mujer de jaspe, Kako.

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—¿Ina na kemö? ¿Y cómo es esa historia, paabai?
Pero antes de que el abuelo de la niña pudiera responder se
escuchó un grito de saludo desde el Karrao. Por fin Kaukau y
el resto de la familia habían llegado, incluyendo a Tarikudun,
un perrito negro, buen compañero de caza. La curiara se des-
lizó suavemente quedando ajustada sobre la laja de piedra, la
aseguraron a la raíz de un gigantesco laurel que sobresalía del
barranco. La carga fue bajada y celebraron el reencuentro con
tuma y kachiri. La historia de los abuelos convertidos en piedra
de fuego quedó para el día siguiente y Poika tuvo que esperar
hasta entonces. Al bajar el sol, se contaron lo sucedido en la
travesía por el río desde sus kami. Es costumbre entre los pe-
monton contar el acontecer del día por la nochecita y con el
alba desenredar los sueños.
Los arauta despertaron al campamento con su aullar tem-
pranero. Después del baño en el río la familia se sentó alrede-
dor del tuma preparado con un aimara recién pescado, casabe
y pumui. Por fin, Poika tendría la oportunidad de conocer la
historia que había esperado.
Paabai concedió la palabra a Kaukau, el tío de Poika descri-
bió primero el poblado de Mapauri y el tanno tei, pues era di-
ferente a la selva donde se encontraban. Ellos eran kamarakoto
y vivían a los pies del Auyan tüpü en el valle de Kamarata, y
los taurepan habitan en la Gran Sabana donde morichales y
riachuelos se escurren entre lomas suaves cubiertas por una al-
fombra de hierba alta y áspera.
—El tanno tei parece la piel de una anciana —le dijo
Kaukau a la niña.
—¿Por qué, umüi? —quiso saber Poika.
—Porque Tanno tei tiene tantas cárcavas, quebradas y hon-
donadas que son como las arrugas de la Tierra, la sabana es su
piel y los cerros mesa sus hombros, así como las orillas de los
ríos son sus labios —respondió su tío.
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Es Kowai’, la abuela Kueka es de jaspe, piedra de fuego, Kako.

—¡Suena a poesía, umüi! —comentó la niña mirándolo


con ojos de ensoñación.
—Ahora, Poika, voy a contarles lo que escuché en los can-
tos de los abuelos de Mapauri sobre la historia de Kowai’ y
Amoko’:
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La piedra Koko desde siempre ha sido venerada por todos no-
sotros. Cuentan los abuelos que una vez el joven taurepan Amoko’
conoció a una muchacha muy linda, tan linda como una iweiwa
muy brillante, hija de un piasan del vecino pueblo de los makuxi de
Roroimö. Se trataba de Kökowai’ o Kowai.
Amoko’ había ido a tierras más hacia sur del río Wairen cu-
rioso por cuidar unos caballos que sabía, se criaban por allá. Fue así
cómo conoció a la hija del piasan makuxi enamorándose al verla, y
ella le correspondió.
Durante mucho tiempo anduvieron juntos, encontrándose en
la sabana y en las selvas, a orillas de las quebradas y al pie de las
cascadas. Testigos de sus encuentros fueron wakaparu, la gran ma-
riposa azul, parantarai el pájaro campanero y el diminuto tukui
besa flor. Ciertamente, ambos habían ido en contra de las costum-
bres de sus pueblos. Un taurepan se unía solo a otra taurepan y una
makuxi a otro makuxi; pero ellos enamorados, no respetaron lo

Tarikudun, perrito negro que acompaña a Kaukau en sus días de cacería. Es el primer
perro de los pemonton y Makunaimö lo hizo de cera negra de abejas para que lo ayudara a
comerse las espinas de pescado y los restos de las presas que se comía.

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establecido provocando la furia, no solo del padre de Kowai’
sino de uno de los Makunaimö, un piasan muy estricto y celoso con
sus costumbres, que al enterarse, iracundo decidió ir por ambos.
Para entonces, Amoko’ había llegado a la comunidad makuxi,
decidido a hablar con el padre de Kowai’ y el resto de la familia de
su amada, pero no consiguió ningún resultado favorable. Por eso
decidieron huir. Al descubrir la fuga de los jóvenes el enfurecido pa-
dre de la muchacha se lanzó a perseguirlos, pero ella también era
piasan y justo antes de la huida tomó unas agujas, recogió ceniza y
también unos huevos. Por eso, los makuxi en la carrera se puyaron
con las agujas y el camino quedó nublado a causa de las cenizas
esparcidas por Kowai’, mientras que los huevos se convirtieron en
lagunas, distanciando a los fugitivos de sus perseguidores. Como
Amoko’ sospechó que Makunaimö también les seguiría el rastro,
escogió ir por un camino diferente al mencionado.
Por otra parte, justo antes de iniciarse la persecución,
Makunaimö había llegado al poblado preguntado por Kowai’; las
gentes contaron lo ocurrido y al poderoso piasan le ardieron las en-
trañas de la rabia, sin embargo, se guardó su dolor y su ansiedad.
El celoso piasan les dijo a los makuxi que solo buscaba a los jóvenes
para ayudarlos y preguntó por dónde se habían ido, enfilando hacia
la dirección señalada. Caminó, caminó y caminó sin encontrar hue-
lla alguna. Sospechó entonces el cambio de rumbo de los enamorados
y envió al paipacho a buscar el rastro de Amoko’ y Kowai’.
Mientras tanto, los enamorados habían alcanzado la sabana
alta del Wairen dejando atrás el territorio makuxi, en trote alegre
bajaron la pendiente de un cerrito abrazados y felices, siguiendo el
cauce de las aguas cantarinas de Kako paru.
Makunaimö, por su lado, había encontrado su rastro siguiendo
el canto de paipacho, descubriendo a los jóvenes en la distancia.
Silencioso se les fue acercando, oculto entre las altas hierbas, y cuando
finalmente los tuvo a la vista, invocó un taren: “¡Desde ahora vi-
virán para siempre abrazados y jamás podrán separarse!”, el piasan
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entonces sopló tres veces al viento, hacia el este, cantando en el len-
guaje de los antiguos, quedando así, Kowai’ y Amoko’, abrazados
para siempre ante la invocación el poderoso Makunaimö.
—Y así quedaron transformados en piedra de fuego nuestros
abuelos en la sabana de Mapauri, muy cerca de Kako paru, la que
los tüponken llaman Quebrada de Jaspe —dijo el tío de Poika,
concluyendo su relato.
—El asunto es que no se debe desafiar el poder de un pia-
san como Makunaimö porque se rompe el equilibrio de la na-
turaleza —explicó el abuelo, quien silencioso había escuchado
junto a los demás todo el relato.
—Cuando uno les canta a los peces es para que la pesca sea
abundante. Cuando les canta a las ranitas es para que vengan
las lluvias, y así funciona el equilibrio de la naturaleza y, por
lo tanto, de nuestra Madre Tierra. El problema ahora, es que
desde que se llevaron a nuestra abuela, todo está desordenado
y no se sabe cuándo comienzan los tiempos de Kapui da’tai,
Konok da’tai o Tamökan da’tai —reflexionó el abuelo.
Al finalizar la historia Kaukau se quitó el collar que pendía
de su cuello colgándoselo a Poika. Se trataba de un trocito de
jaspe tallado y ensartado en una cabuyita de moriche. Atento a
la fascinación de su sobrina, le dijo:
—Con esta piedra nuestros antepasados prendieron fuego,
fabricaron sömari para rallar la yuca y tallaron hachuelas para
socavar los troncos y hacer las curiaras.
—¿Comprendes, Poika, la importancia de la piedra de
fuego? —preguntó Kaukau— Existe un lugar muy hermoso
cerca de Mapauri llamado Kako paru, como cuenta la historia.
Es una quebrada de agua cristalina que se escurre sobre una
inmensa laja de piedra de fuego bordeada por un bosquecillo
de galería y cuando el sol le llega por la mañana, la rojiza pie-
dra del lecho del río brilla como la piel de Kako, la compañera
de Wei, el sol. En estos días es un lugar muy visitado por los
28
Tukui iba a todas partes con Kowai’ y Amoko’,
también los acompañaba Parantarai, el pájaro campana.

29
karan que vienen desde lejos, precisamente a admirar al jaspe y
a escuchar sus relatos —Kaukau hizo una pausa dando chance
a que su sobrina absorbiera sus palabras. —Hay otro cuento
que te puede interesar, Poika, uno que habla de los hígados de
Kue, la abuela Sapo.
—¡Ina taure! —soltó la niña sonriéndole a su tío y a
Kachipiu, su primo, que se acercaba a ellos.
—Si ese tüponken insiste en decir que nosotros los pemon-
ton no tenemos nada que ver con el jaspe y que el jaspe no es
jaspe, sino algo que ellos llaman arenisca, le podemos contar a
través de esta historia nuestra forma de ver el mundo —inter-
vino Kachipiu mientras se sentaba al lado de Poika— Acabo
de estar en esa quebrada y es realmente hermosa. El efecto de
los rayos del sol sobre la piedra mojada estallaba ante mis ojos,
definitivamente los piasan pemon debieron reunirse en este lu-
gar en los tiempos de nuestros antepasados. Ciertamente, ellos
buscaban pequeñas piedras de jaspe para usarlas de muchas
maneras diferentes, como navajas de afeitar o para hacer inci-
siones en la piel de los iniciados para ser buen cazador y buen
pescador o para preparar buen kachiri y como yesca o pedernal
para encender el fuego.
Kachipiu esperó que sus palabras calaran en la niña antes
de continuar:
—Los árboles que crecen a orillas del río son de kapok2,
ceiba, y sus frutas tienen en el centro un algodón marroncito
que recubre la semilla, ese algodón es el que usamos para esta-
bilizar las cerbatanas ajustándolo en uno de sus extremos, tam-
bién sirve para arder con las chispas producidas por el jaspe,
por eso las llamamos piedras de fuego —Kachipiu hizo una
nueva pausa— Las ollas de barro donde hacemos los tuma las
pulimos con piedritas de kako gastadas por la acción del agua.
2 Kapok: Palabra de origen malayo, muy difundida en América, para designar ciertos árboles
cuyas semillas se encuentran envueltas en una especie de fibra semejante al algodón.

30
¿Sabías eso, Poika? También nuestros abuelos preparaban los
sömari, esos rallos para la yuca utilizando esquirlas de kako e
incrustándolas en trozos de madera con pendare, lograban
unos diseños geométricos increíbles sobre la madera.

Los celos y la envidia hicieron que el piasan transformara en piedras de fuego


a los enamorados Kowai’ y Amoko’, con la intención de que quedaran unidos
para siempre. Ni siquiera Makunaimö imaginó que una horrible máquina
los separaría muchísimas lunas después.

Kachipiu hizo una nueva pausa pensativo recordando cómo


el agua helada había corrido por sus pies contrastando con el sol
cálido acariciando sus brazos y hombros desnudos. Parantarai,
el campanero, lanzó su estridente ¡clong! y Kachipiu salió de
su cavilación momentánea, pues Poika impaciente, instaba a su
primo a continuar con el relato de Kue, la abuela Sapo.
—Bueno, el asunto es que hay lajas y trozos de jaspe aflo-
rando y regados por toda la sabana, incluso lo hay de otros co-
lores. —observó el primo de la niña— Va de blanco a gris, de
amarillo atigrado pasando por ocres, de terracota hasta rojizo,
puede ser de tonos morados y hasta negro como la piedra de
31
toque que usan los compradores de oro para saber si de verdad
es oro lo que están comprando. Kako parece dura y fría, pero
cuando se descubre y se toca es más bien lisa y suave; además,
es muy noble al tallarla y cálida cuando está en contacto con el
sol o el calor de la piel.
—¡Como la piedrita que me acaba de regalar umüi Kaukau!
—interrumpió Poika con el trozo de jaspe entre sus dedos.
—Sí, Poika, Kako siempre estará ligada a nosotros los pe-
monton porque nosotros somos los hijos del sol y de la piedra
de fuego, de Wei y Kako. Existen muchas historias sobre la ma-
dre de los hermanos Makunaimö, los que regaron la envidia
entre los pemonton en tiempos de Pia, tiempo de nuestros an-
tepasados, como contó paabai. Y el cuento sobre el origen del
jaspe en estas tierras te lo voy a echar enseguida —prosiguió
Kachipiu —escucha cómo nos dicen los abuelos, Poika:
Un día Wei, el sol, salió a las tierras de Iken a hacer true-
que. Pero resulta que transcurrió el tiempo y no regresaba. Wei
había dejado señas a su mujer e hijos para que pudieran encon-
trarlo si se tardaba, así que Kako decidió ir en su busca junto con
los Makunaimö. Pero Kaikuse, el jaguar, escuchó cuando Wei ha-
blaba de su viaje con Kako y fraguó un plan para engañarlos y
comérselos. De modo que cambió las señales de piedra dejadas en el
camino confundiendo a Kako, quien fue a parar a su casa donde se
encontraba esperando Kue, su mujer.
La abuela Sapo invitó a Kako y a sus hijos a pasar la noche
con ella. Al amanecer y para entrar en confianza, ambas mujeres
se pusieron a sacarse los piojos y, en una de esas, Kue le advirtió
a Kako que no se comiera los que tenía detrás de las orejas porque
eran venenosos. Sin embargo, Kako no le hizo caso y se los comió
envenenándose.
Mientras tanto, los hermanos Makunaimö andaban por los
alrededores a ver qué cazaban, cuando llegó un pajarito llamado
32
Kachipiu igual que yo, diciéndole a Chikö el más pequeño de los
hermanos y que entendía la lengua de los pájaros:
—¡A Kako la envenenaron los piojos de la vieja Sapo, regresen
a la casa! —pero cuando llegaron ya estaba muerta.
Los hermanos entraron en discusión con la abuela Sapo que tra-
taba de disculparse por lo ocurrido y de pronto, escucharon un fuerte
rugido, era Kaikuse el jaguar, que regresaba a su casa. Presintiendo
el peligro, los Makunaimö se hicieron rápidamente un taren, se
convirtieron en huevecillos de nigua y se metieron en el vientre de
Kako. Pero el jaguar decidió justamente comerse las tripas de Kako
y cuando descubrió los huevecillos se los qu iso comer primero. La
abuela Sapo los echó en una olla para cocinarlos, pero ellos se hi-
cieron un nuevo taren invocando en un canto la friura del mar
y la olla de barro no se calentó. Entonces, la abuela Sapo los lanzó
en un pilón tratando de pisarlos, pero ellos se hicieron otro taren y
saltaban fuera del pilón cada vez que la mano de madera trataba
de aplastarlos. Finalmente, Kue los metió en un wayare donde se
guardaba pescado, carne, ocumos, batatas, yuca y casabe.

Kowai’ y Amoko’.

33
Por lo menos, pensaron los hermanos, podrían comer bastante y
así lo hicieron. Al día siguiente la abuela Sapo no encontró nada en
el wayare. Así transcurrieron varios días y Kue se puso en guardia.
Acechó el wayare y descubrió que los huevitos se rajaban y de ellos
salían unos renacuajos que se comían las presas de carne y pescado.
Ella trató de atraparlos, pero enseguida se encerraban nuevamente
en sus huevos. Molesta y sin saber que se trataba de los hijos de
Kako, los increpó:
—¡Salgan de allí y muéstrense como son, no se coman la comida
y háganme un conuco!
Entonces los Makunaimö salieron de su escondite, creciendo y
disponiéndose a hacer el conuco. Cuando estuvo preparado y seco
llamaron a Kue y le pidieron los ayudara con la quema dándole
una especie de madera que no ardía, le dijeron que prendiera fuego
al centro del conuco mientras ellos hacían lo mismo por las orillas.
Pronto quedó cercada por la candela y al percatarse de su error, co-
menzó a gritarles que caería una lluvia de piedras incandescentes
sobre ellos donde sea que estuvieran. Mientras, los Makunaimö
habían echado a correr hacia el río y se encontraron con un caimán
tres narices. Con un nuevo taren se convirtieron en moscas y acer-
cándose a él hicieron que se los tragara. Una vez dentro del caimán,
Chikö y sus hermanos iban haciendo taren, invocando en qué se
convertirían las distintas partes de Kue. Así el ojo derecho de la
abuela Sapo sería la piedra del kusari y el izquierdo la piedra del
aimara. ¿Y sus hígados? preguntó uno de los hermanos a Chikö.
¡Sus hígados se convertirán en Kako!
Kachipiu hizo una breve pausa mirando a su asombrada pri-
mita y luego prosiguió:
—Entonces, ¡se escuchó un gran estallido! y Kue se reventó en
una lluvia de piedras de fuego, quedando desperdigadas por todo
Tanno tei, la Gran Sabana, en las cabeceras de ríos y dentro de
las quebradas. Al caer la tempestad de piedras el caimán se sumer-
gió y le cayeron algunas piedras encima, pero él no tuvo ningún
34
problema, ni con las piedras que ahora son sus escamas ni con el
agua a pesar de que hervía, y es por eso que las piedras kako sueltan
fuego. Así dicen los abuelos. —concluyó Kachipiu.
El río transpiraba niebla, el sol se había ocultado tras las
nubes y una fina garúa había comenzado a caer, como si los
Makunaimö apagaran el fuego de la ira de Kue la abuela Sapo.
Kachipiu contempló a su primita, le encantaba la fascinación de
la niña por las narraciones sobre la vida y la historia de los suyos.
—Paabai, ümui Kaukau, Kachipiu… —dijo Poika pensa-
tiva— esta historia es para que los tüponken sepan lo que está
sucediendo y nos regresen a Kowai’ a su lugar en Mapauri en
el tanno tei. Nuestras narraciones son nuestra historia, no son
cuentos infantiles como pretenden algunos, como ese profesor
no sé qué, que dice saber de nuestro pueblo porque nos estudió
desde libros escritos en una lengua que no es la nuestra, compa-
rando a nuestra abuela Kowai’ con cuentos de hadas que no en-
tiendo, tildándonos además de mentirosos —reflexionó la niña.

Umüi Kaukau piensa en darle su collar de jaspe a Poika;


Kowai’ lo observa desde la distancia.

35
—Y hay más historias, Poika, muchas más, como la del pia-
san Kaikarua y su hermana Urödan wara quien también con-
vierte en piedra a una pareja de enamorados, igual a como les
sucedió a Kowai’ y el abuelo Amoko’, pero que en lugar de un
taren utilizó las semillas y las ramas pegajosas del atapik-yek
—respondió el abuelo.
—¿Y esa cómo es?, cuéntanosla también, paabai, ¡mientras
más historias mejor! Así el enek tüponken quizá comprenda
cómo vemos el mundo nosotros los pemonton.
—Inna Poika, inna, tienes mucha razón, esta historia la lla-
maremos Kaikarua, Urödan wara arötöpai atapik yek y dice así…
El abuelo de Poika cerró los ojos, como transportado quizá
por algún maikoi, hasta el tiempo de Kaikarua:
Un gran piasan llega a mis ojos, está a la altura de ellos, de mis
ojos. Es Kaikarua. Él encontró y aprendió todos los conocimientos
del ayuk mientras ayunaba sobre una troja en una pequeña waipa
construida por él mismo en plena selva, ayudado por su compañero
kawai, el tabaco y su jugo. En la época de los antiguos, Pia da’tai,
tiempo de los ancestros, había muchos piasan que hacían visibles
a los imawariton, y Kaikarua aprendió muy bien de ellos. Existe
una cascada donde Kaikarua tenía sus tuma de barro cocido, en los
que preparaba y calentaba su ayuk. Kaikarua visitó diariamente
ese lugar durante muchas lunas, haciéndose lavados estomacales y
obligándose a vomitar para conseguir al máximo la liviandad cor-
pórea que necesitaba en su preparación como piasan. Esa cascada es
la del sapo Pörötukü, una que está subiendo al Auyan-tepü desde
el valle de Kamarata.
Cada vez que Kaikarua iba a Pörötukü, su hermana Urödan
wara lo acompañaba hasta un cruce de caminos, desde allí ella se
iba hacia el salto Aicha, un lugar de barrancos y turbulencias. Ella
también se preparaba como piasan. Entre los pemon las muje-
res pueden ser piasan igual que los hombres desde los tiempos en
36
que Wei, el sol, y Kako fueron amantes y nacieron sus hijos los
Makunaimö.
Allí en la cascada del Aicha vivía el imawari Waromareipü,
a quien Urödan wara trataba de abuelo. Durante muchas lunas
igual que Kaikarua, ella seguía el aprendizaje a través de los vómi-
tos. Pero Urödan wara no llegaba caminando al salto como persona,
sino que volaba como tukui, un tucusito pequeñito que se llama
mörö-mörö. Con el tiempo ambos hermanos se hicieron buenos
piasan, sin desistir nunca de sus sesiones de limpieza corporal, in-
giriendo los jugos que proveían los ayudadores de la selva chureta.
Fue la época en que a Kaikarua le ofrecieron una niña-mujer
para que fuera su compañera, pero al piasan no le interesaba otra
cosa que no fuera su entrenamiento. No quería que nada ni na-
die lo distrajera. Quería desarrollar sus poderes para pelear contra
Urupere, la gran culebra arcoíris que atemorizaba a los pobladores
del valle cada vez que andaban por la ruta del trueque hacia los
lados del Purpur y Uriman. No eran tiempos de unirse a ninguna

Poika espera a Kowai’ preguntándose qué podría hacer para ayudar a su regreso…
¡Hacer un libro para que los tüponken comprendan!

37
mujer. Kaikarua nunca tocaría a aquella amanon y así se lo hizo
saber a Urödan wara y a la familia de la muchacha.
Sin embargo, la joven amanon vivía en la waipa de los herma-
nos y bonita como era, se enamoró de otro pemon, joven y guerrero
como ella, cosa que no molestó para nada al piasan. No había espe-
rado otra cosa, pero a su hermana no le gustó el asunto y se propuso
a resolverlo según su propio criterio. Tampoco a los hermanos de la
amanon les causó gracia, se lo habían tomado como un desplante.
Eran incapaces de comprender que un piasan no debe unirse a una
mujer mientras trabaje o se prepare para algún viaje o batalla. Ni
siquiera se debía intentar despertar a un piasan mientras dormía
en su kami, porque no regresaría jamás como ser humano, como le
ocurrió a Mörökaware, que se convirtió en el dueño de las aimaras,
unos peces que pueden alcanzar gran tamaño y que abundan en los
ríos Karrao, Cucurital, Karoni, Antawari y tantos más. Pero esa
es otra historia…
Cuando Kaikarua salía, amanon y su enamorado se achincho-
rraban en su kami abrazados, y Urödan wara los tenía precisados.
Molesta se transformó tukui y fue en busca de kurun, el zamuro,
por los lados de la cascada del Aicha. Kurun le preguntó en qué
podía ayudarla y ella le pidió una rama del árbol atapik. El kurun
le contestó que debía prepararse y vomitar muchas veces antes de
entregarle la ramita de atapik y así lo hizo. Finalmente, la piasan
consiguió de Kurun la rama que buscaba y voló como tucusito hasta
la waipa de su hermano, donde los enamorados estaban en su kami
despreocupados, porque Kaikarua se encontraba en la cascada del
Pörötukü ocupado con sus ayudadores.
Urödan wara transformada en tukui revoloteaba sin ser no-
tada sobre el kami de los desprevenidos novios soltando su ramita
de atapik sobre sus cuerpos. Lo sucedido después hizo que quedaran
unidos para siempre. El atapik los pegó con su sangre resinosa y
comenzó a picarles el cuerpo de manera insoportable. Ambos roda-
ron tratando de despegarse, pero mientras más lo intentaban más
38
quedaban pegados luego de que la mamá de Kaikarua los descolgara
y con todo y kami los lanzara hacia el fondo de un barranco. Con
el calor de Wei, el sol, quedaron en uno solo, sudando un aceite ne-
gro y viscoso, unidos como una sola gran piedra. Cuentan que hace
mucho tiempo reventó un rayo sobre la roca del atapik y la rajó en
dos trozos. Hoy, un árbol atapik yek crece desde la raja de esa os-
cura roca, abrazándola con sus raíces para que los enamorados no se
escapen jamás.
Mientras, Kaikarua había terminado de cantar con los imawa-
riton y regresó a su waipa donde su madre le había colgado en el
centro un gran kami de algodón muy blanco. Los piasan no de-
ben acostarse en un chinchorro usado y sin lavar, dicen los abuelos,
debe estar como la claridad del alba. Había sido Kaikarua quien
pidió descolgar el chinchorro de los enamorados en su dormitar de
piasan, le molestaba el ruido de los dos muchachos tratando de se-
pararse acosados por el ardor de la resina de atapik. Fue así como
la madre de Kaikarua se llevó el kami con los novios hasta la orilla
del barranco sin saber que Urödan wara les había echado la rama
del atapik yek.
No transcurrió mucho tiempo antes de que los hermanos de la
amanon aparecieran invitando a Kaikarua a su waipa. Le ofre-
cieron kachiri, comida y bailes. El piasan aceptó la invitación, pero
sospechaba de ellos. Urödan wara le había ofrecido otra niña-mu-
jer, la hermanita menor de la que ahora era parte de la piedra del
atapik, pero Kaikarua, que conocía sus intenciones, se retiró nue-
vamente hacia el Purpur. Preparó su wayare, tomó su wöronka,
su kewei y entonando un cantar llamando a los imawariton su fue
contento por la selva del Aicha.
Kaikarua llegó anunciando su llegada a la laja de Purpur,
donde desde siempre se reunían a bailar los imawariton. Allí dio
vueltas y más vueltas junto con sus hermanas las kumaras y sus her-
manos los kavanarü, imawariton que en ese tiempo se veían como
gente. Por su parte, los hermanos de la amanon armados con arcos
39
y flechas no habían dejado de buscarlo, por el nuevo desplante. En
la distancia distinguieron al piasan bailando entre lo que parecía
ser mucha gente. Pero cuando alcanzaron la cima del cerro donde
estaba la laja ya no había nadie. Los imawariton, como toron que

Urödan wara observa en busca de las ramitas del atapi’ yek


en el la densa espesura de chureta, la selva.

40
eran, se llevaron volando a su amigo Kaikarua para protegerlo de
los hermanos de la amanon. Mientras, Urödan wara se fue a vivir
en el corazón de Enwarapaimö y cuando alguien camina cerca de
ese lugar se puede escuchar el canto de una piasan que nunca logra
poner los pies en la tierra, porque ella siempre será mörö-mörö,
pero esa historia también es otra…
Paabai guardó silencio, los demás esperaron a que el an-
ciano saliera de su trance como hacedor de cuentos. Respiró
hondamente observando sonreído a su nieta diciéndole:
—Mañana habrá más historias, existen tantas que tardaría
muchas lunas en contártelas todas, mi niña… Hay la que narra
cómo Kako Epotorü, el dueño de la piedra del fuego, estalla en
pedazos cubriendo la sabana de pedernal, igual que Kue. Y hay
otra, en la que se cuenta sobre Mutu’k, el hermoso pájaro león,
ese que tiene las plumitas más largas de su cola como cha-
muscadas y que en su pecho tiene unas de color negro humo
a tanto guardar el fuego, y es que él es en realidad el que cuida
el fuego ocultándolo en su garganta, hasta un día en que los
hermanos Makunaimö lograron quitárselo después de muchas
peripecias, y fue así como conseguimos fuego por primera vez
los pemonton.
Y amaneció… Y Poika se acurrucó en el kami de su abuelo.
Él la abrazó y ella le dijo bajito en la oreja:
—Paabai, cuéntame la historia de cómo cuidaba el fuego
Mutu’k. ¿Sí?
Paabai le respondió con una sonrisa:
—¿Sabes, Poika?
—¿Au?
—Toda esta historia de nosotros debería ser escrita en la
lengua de los tüponken para que se conozca…
Poika pasó el resto del día imaginando cómo Kowai’ se
echaba de nuevo al lado del abuelo Amoko’ en la sabana de
Mapauri y que entre ambos lograban que los peces volvieran
41
a remontar los ríos y las ranitas cantaran llamando la lluvia
que atraía a los bachacos y a las termitas que tanto le gusta-
ban mezcladas con el kumachi. La pequeña quería hacer algo
que ayudara a regresar a su ancestral Kowai’ a su hogar en la
sabana. Quería que el anciano Amoko’ no estuviera más tiempo
solo sin su amada compañera; y por eso fue que escribió y di-
bujó esta historia.
Varias lunas después de que Poika contara la historia de
Kowai’, su abuela Kueka, pudo verla de nuevo en su lugar junto
al abuelo Amoko’. Ella y Kachipiu fueron a visitar a sus hermanos
en Mapauri, ¡y coincidieron justo el día de su gran recibimiento!

Ayuk, ayudador del piasan, tejiendo su poder para hacer taren.

Fueron momentos memorables de celebración, los bailes


del tukui y el parichara hacían resonar el suelo ancestral del
tanno tei. Camazas de kachiri iban y venían de mano en mano,
42
la abuela Kueka estaba nuevamente con los suyos, ahora le to-
caba a ella echar sus cuentos. ¿Cómo habían sido sus lunas en
aquella tierra extraña y fría de Berlín? ¿Cómo eran sus com-
pañeras, las otras cuatro abuelas de piedra que habían estado
con ella y que aún se mantenían en cautiverio? ¿O eran abue-
los? ¿Cuál era la historia que se ocultaba tras cada una? ¿Qué
puede contarnos Kowai’ de su terrible aventura con el pueblo
teutón? Eso es algo que Poika puede descubrirnos con el pasar
de muchas lunas, conversando con su querida Kowai’…
Así dicen mis abuelos…

Poika

43
Tiergarten , Berlín, año 2020

Hace días hay un gran alboroto en el parque, percibo un mo-


vimiento algo fuera de lo común. Esta mañana muy temprano
nos despertó el ruido impertinente de una sirena. Un con-
tingente de obreros enchaquetados de amarillo y tiras fosfo-
rescentes, un camión y una grúa, se acercan a su posición de
trabajo, en otras palabras, se acercan a mí. La sirena me pro-
duce escalofríos. De pronto, las imágenes de mi encierro en
la sentina del barco de carga, hecho ocurrido hace más de dos
décadas, suben hasta mis ojos. Todo es completa oscuridad, la
humedad, el frío y un miedo sobrecogedor recorren mi cuerpo
de jaspe nuevamente y no entiendo la razón. No sé qué pien-
san hacer conmigo. Cuál será mi destino ahora. Me veo en ese
barco que me trajo hasta el puerto de Hamburgo; claro que…
eso no lo sabía entonces.
Sé que es invierno porque los árboles están desnudos, los
días son cortos, húmedos y lluviosos, el frío penetra intransi-
gente mi cuerpo desnudo de piel. Estoy tendida boca arriba
desde hace muchas lunas en este parque berlinés. Aquí en este
lugar del mundo, las estrellas se ordenan de otro modo y no
brillan como en el tanno tei, y mi hermano Chirikawai no se ve
jamás. He tenido casi veintidós años solares para comprender a
este pueblo de teutones tan distinto al mío. He tenido tiempo
de sobra para darme cuenta de que aquí hay cuatro estaciones y
de que la que más me gusta es la primavera porque los pájaros y
las flores hablan conmigo queriendo saber cómo es mi tierra, y
yo les cuento. Todos los días me hago la misma pregunta, ¿qué
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puede haber motivado a una persona a secuestrarme, arrancán-
dome de mi casa, trayéndome a estas tierras tan alejadas de las
mías? Solo la ambición, el poder, la egolatría, la dominación.
¡Ay! Qué cantidad de palabras tan ajenas a nuestra visión he
tenido que aprender para intentar comprender lo que sucedió.
Los hombres de chaquetas amarillas y pantalones azules
que se acercan a mí armados con sus picos y palas, me hacen
recordar la lejana mañana cuando se me acercó aquel mucha-
cho de Mapauri con su machete… Pienso en cómo estará mi
amado Amoko’. Varios hombres revisan los bordes de mi es-
palda sobre la que he pasado acostada tantas lunas, demasiadas
quizá, y comienzan a hundir sus herramientas cavando el suelo
arenoso de mí alrededor. Poco a poco me siento suelta, algo
tambaleante. Me pregunto, ¿qué están haciendo? ¿Será verdad
lo que he venido escuchando entre el alboroto?, ¿que voy a re-
gresar al tanno tei al lado de mi amado Amoko’?
Hace bastantes lunas, en el año solar que los tüponken lla-
man 2018, durante el verano, vino a visitarme un pequeño
grupo de descendientes del sol y del jaspe desde Mapauri. Me
embargó una alegría indescriptible y mis esperanzas se reno-
varon, se apoderó de mí un sentimiento de agradecimiento, no
se habían olvidado de mi secuestro, el pueblo de Venezuela no
se olvidó de nuestra historia. Pasé varios días embriagada con
la noticia: el pueblo pemón y Venezuela yawachirü, se han em-
peñado a fondo en la misión de mi retorno. Los rostros de los
doce integrantes del grupo taurepan reflejan asombro ante mi
roja y bruñida desnudez, notando enseguida mis lastimaduras.
Enseguida decidieron preparar una gran ceremonia para curar
mis heridas infligidas por los esmeriles y las brocas laceran-
tes del teutón. Mis descendientes me bañaron, me cantaron,
bailaron conmigo y me sanaron poniéndome fuerte, y yo los
dejé hacer. Fue una ceremonia restauradora, su interés por mí
¡me hizo sentir grande de nuevo! Sin embargo, me he vuelto
46
incrédula y no quise dar demasiada importancia a lo que se ha-
blaba sobre mi regreso. Cuando mi gente se fue, me despidie-
ron adornándome con muchas yariküton y un tuma humeante
preparado por el piasan del grupo que debía protegerme, puri-
ficándome con sus efluvios del Tei pun.

Kowai’, Kue y Mutu’k cuidadores del fuego, ancestros pemonton.

47
Un camión se aproxima, su cabina es del color turquesa
de algunos pozos de mi añorada sabana. La grúa también se
acerca buscando posicionar sobre de mí su brazo terminado
en polea. Después de mucho esfuerzo los obreros han logrado
engancharme pasando unas cinchas naranja fosforescente por
debajo de mi cuerpo ajustándolas fuertemente; así pues, ¡es un
traslado inminente! ¡Me voy! ¿Será que voy a regresar? No lo
puedo creer. ¿Será que finalmente mis nietos, mis hijos, Pia y
su energía lograron mi vuelta? Siento el ronquido de los mo-
tores a diesel, su olor perfora mi ser cada vez que exhalan su
humo espeso, una garúa pertinaz nos acompaña durante toda
la tediosa operación. Enganchada de la polea soy levantada del
suelo arenoso de Tiergarten, muy despacio, pronto quedo sus-
pendida, ¡nokoi-nokoi! y quedo balanceándome como curiara
en río, miro hacia abajo y solo veo la huella dejada por mi peso
y un espacio vacío entre las otras piedras. Las compadezco, me
pregunto qué va a ser de ellas, cada una representa un con-
tinente, por lo menos eso fue lo que le escuché a mi captor
mientras era entrevistado hace veintidós terribles años del
sol, cuando yo era apenas una recién llegada. Eso quiere decir,
que el continente americano no tendrá piedra que la simbo-
lice. Que busquen alguna más al norte en casa mis hermanos
lakota, ¡a ver si los dejan! Ellos hoy pelean para evitar el paso
de un intempestivo oleoducto, mientras Leonard el peletero,
sigue preso en una horrible cárcel donde lleva cuarenta y ocho
años haciendo su danza del sol.
El vértigo me agobia. Estoy completamente en el aire, mi
cuerpo se balancea peligrosamente, si caigo quedaré destro-
zada, hecha añicos, a pesar de ser dueña de una increíble dureza
soy frágil ante los golpes; pero los obreros corren en mi auxi-
lio, logrando detener mi balanceo con sus manos enfundadas
en gruesos guantes de trabajo. La grúa gira, su potente brazo
me levanta aún más, avanzo medio acostada presa de la camisa
48
de fuerza que son las cinchas hacia la plataforma del camión
turquesa… Ahora estoy sobre ella, el vértigo me sigue abra-
zando, a duras penas puedo observar el encofrado de madera
que supongo será mi lecho durante el viaje, se los agradezco
en silencio, ya estoy suficientemente maltratada, porque este
resplandeciente brillo que hoy llevo, lacera mis sentidos conti-
nuamente. El tal “herr Wolfan” me torturó por demás al raspar
mi cuerpo casi por completo; según su criterio y el de sus pai-
sanos, mi piel rugosa, áspera al tacto, de tonos rosáceos y visos
oscuros casi negros, nunca podrían ser agradables a su vista;
además, yo debía reflejar los rayos del sol igual. Se nota que
estos señores nunca han visitado Kako paru, en esa quebrada sí
que brilla uno, con el palmo de agua que corre sobre su lecho
que es de jaspe como yo, hacia media mañana los rayos del sol
hacen que brille intensamente ¡haciendo que parezca de fuego!
Además, muchas manos sin escrúpulos me han rayado, escri-
biendo barbaridades… ¡Y se atreven a llamar a mis hijos sal-
vajes! Me pregunto si me permitirían llevarme de recuerdo un
trocito de la carroza que corona la Puerta de Brandenburgo…
Prontamente estuve instalada en el camión, no pude ni si-
quiera despedirme de mis compañeras de cautiverio. Todo su-
cedió tan rápido...
Una vez iniciado el recorrido por la autopista hasta el
puerto de Hamburgo me adormecí con el ronroneo del motor.
Horas después sentí de nuevo cómo las cinchas y las cadenas
me aprisionaban el cuerpo impidiéndome respirar con liber-
tad, me estaban embarcando, pero solo cuando me vi sobre
el casco del carguero, acostada sobre un armazón construido
especialmente para mi frágil cuerpo, liberada de la tensión
de mis amarras, tuve la certeza de que regresaría a mi sa-
bana junto al abuelo Amoko’. No era factible que me hicieran
abordar un barco a un nuevo lugar desconocido, debía ser a
mi tanno tei, a mi Gran Sabana junto a Amoko’; sin embargo,
49
la duda me asalta, estos tüponken creen que solo soy una gran
piedra que no entiende lo que dicen, ¡los muy tontos no saben
que soy Kowai’, la abuela de todos los pemonton! Finalmente,
logré escuchar a los marinos decir que navegaríamos por lo
menos cuarenta días con sus noches, antes de arribar al puerto
de Guanta. ¡Guanta! ¡Eso queda en el oriente venezolano!
¡Sí, definitivamente me enviaban de regreso a casa! No sabría
cómo transmitir la emoción que me embarga en este mo-
mento, mezcla de alegría, ¡auchin! y felicidad.
El clima y el mar nos favorecen, de todas formas las co-
rrientes marinas siempre conducen a las naos hasta costas
americanas, así llegaron los primeros hombres acorazados con
su carcaj de hierro.
Aquí sentado espero a mi amada Kowai’. No sé cuántas lunas
han de transcurrir. ¿Qué es el tiempo? Grandes catástrofes han
ocurrido consecuencia del kara’ka da’tai, tiempo del secuestro. Las
nubes cargadas de agua y electricidad provocaron tormentas impo-
sibles e hicieron que las montañas del norte vomiten piedras y tierra
lavada. Los incendios se tragan nuestra selva amazónica, Enek
llegó infestando las vidas de los tüponken como una plaga. Es la
venganza de los Makunaimö por el secuestro de su abuela Kueka.
Mientras aquí presiento el regreso de mi amada Kowai’…
De nuevo mis amarras me abrazan fuerte, me cuelgan y me
descuelgan, me encuentro en la más absoluta oscuridad, y es
que estoy encerrada en una especie de gigantesca caja de ma-
dera. Poco a poco me ubican sobre la plataforma de otra gan-
dola anchi-larga. Sin embargo, el clima es cálido y la calidez
no proviene solamente del sol, sino del palabreo de las gentes
que se arremolinan en el puerto curiosas ante mi presencia, del
graznido de las gaviotas, de los estibadores que dan la orden de
acomodarme con cuidado en mi último transporte. Me espera
50
un largo recorrido por carretera pero, ¡no me importa! ¡Por fin
voy a llegar al lado de mi amado Amoko’! ¡Regreso a Mapauri!
Rodamos lentamente por la carretera que conduce al sur
del Orinoco, puedo sentir la vibración que producen las ruedas
sobre el asfalto, no puedo esperar a llegar y descubrir los ros-
tros de mis hijos y nietos del sol.
Chillan los frenos de la gandola. Mi transporte por fin se
detiene resoplando. Alcanzo a escuchar una algarabía familiar y
entre varios abren mi celda de madera dejándome descubierta
ante la hermosura de la Gran Sabana, un momento inolvidable
e infinito transcurrió, Amoko’ me vio desde su lecho sonrién-
dome. Hombres, mujeres, niños y niñas, comenzaron a bailar y
a cantar a mi alrededor. Muchos eran hijos e hijas a los que yo
nunca había visto, había un buen grupo tüponken, todos estaban
contentos celebrando mi llegada con satisfacción. Mi reunión
con el abuelo significa el regreso del equilibrio de la naturaleza,
significa la paz en el planeta, significa la unión de los pueblos…
¡Kowai’ yawachirü! Enapo pö yewik ¡Regresaste!

Maimü dapon

Glosario3
Aicha: Río que baja por el estribo sur del Auyantepui formando el
salto Aicha wena, afluente del río Akanan. Aicha tei se llama la sabana
irrigada por este río.
Aimara*(Macrodón trahirá): Pez que alcanza gran tamaño y abunda
en los ríos de la cuenca del Caroní. Los pemonton lo aprecian mucho
por su carne.
3 Este glosario se construyó con base en lo aprendido entre los pemonton durante los viajes
realizados a distintas comunidades de la Gran Sabana, Kamarata y Kanaimö. Las palabras
con asterisco fueron consultadas en el Diccionario pemón de Fr. Cesáreo de Armellada y Fr.
Mariano Gutiérrez Salazar (ver bibliografía).

51
Akawaio*: Se denomina así a un pueblo caribe afín al pemón, que
habita en el lado de la República Cooperativista de Guyana, en la
región del Esequibo.
Amanon: Joven agraciada, buenamoza.
Arauta: Araguato.
Arötöpai: Equivalente a la conjunción “y” del español.
Atapik*: Especie de árbol cuyas pequeñas frutas son pegajosas.
Atapi-chi: pegarse, abrazarse, agarrarse.
¡Au!: ¡Qué!
Auchin: Contentura, alegría, felicidad.
Auyan: Auyantepui. Cerro mesa que forma parte del Macizo Guaya-
nés conocido por que sobre él se forma el salto de agua más alto del
mundo: el Körepa kupa wena (Salto Ángel). En pemón Audan tepü.
Ayuk: Ayudador principal del piasan.
Ayu’ yek; Árbol cuya corteza utilizan los piasan para preparar infu-
siones y lograr claridad en sus viajes de consulta. Con las hojas tier-
nas del ayuk se hacen manojos acompañando cantos e imitaciones
de sonidos de la naturaleza en la oscuridad.
Azabache: Madera fosilizada de color negro que se encuentra en el
lecho del río Orinoco. Frecuentemente empleada en tallas y usada
para la buena suerte.
Casabe: En pemón ekei. Tortas de gran tamaño elaboradas con hari-
na de yuca amarga. Forman parte de la dieta de los pemonton.
Conuco: Porción de tierra que se siembra para el sustento familiar.
Curiara: Embarcación fabricada de un solo tronco de árbol, por
ejemplo el laurel.
Chikö: Nigua, especie de pulga que instala sus huevos en una bolsa
bajo la piel, sobre todo de las partes blandas de los dedos de los pies.
/ Nombre del menor de los hermanos Makunaimö; se dice que era el
más astuto y audaz, el más inventador.
Chirikawai: Legendario guerrero que se convirtió en varias constela-
ciones, la más recurrente es la Cruz del Sur, vista desde la Gran Sabana.

52
Chureta: Selva, floresta; referido también a la vegetación espesa de
la montaña o que rodea los tepuyes.
Da’tai*: En el tiempo de, época, temporada.
Enapo pö: Regresar, retornar, volver.
Enek*: Bicho, animal dañino, enfermedad; extranjero.
Enwarapaimö: Tepü al sur del valle de Kamarata, en donde, según
cuentan los abuelos, vivió un gran lagarto de piel rugosa llamado
Enwarak, luego petrificado por un piasan.
Epotorü: Padre, señor. Dueño mítico de las aguas, del jaspe, de la
selva, de los barrancos, de los truenos, etcétera. También potori.
Gneis: Roca metamórfica pizarrosa, de grano grueso, compuesta por
feldespato, cuarzo, biotita y plagioclasas.
Iken: Lugar a donde iban los pemonton a realizar trueque por ma-
chetes, anzuelos, pólvora y escopetas. Hoy conocido como Guyana.
Ina: Sí.
Ina na kemö: ¿No será así? ¿Así será? ¿Es así?
Innarö: Otra vez, cuéntalo de nuevo, repítelo.
Iwarkarimö: Casa del gran mono. Tepuy del sector oriental del par-
que.
Iweiwa: Estrella brillante.
Kako: Piedra de jaspe. Roca calcedonia formada por cuarzo crista-
lizado y sílice amorfo; es opaco, de grano fino y casi siempre se en-
cuentra de color marrón rojizo. Se considera una piedra semipreciosa
y se usa en joyería y decoración. Es llamada por los pemonton “piedra
de fuego”.
Kachipiu: Pájaro pequeño con copete, “corre-por-el-suelo”.
Kachiri: Bebida de yuca fermentada con batata.
Kama: Río que baja desde Kama tepü, uno de los siete tepuyes del
sector oriental del parque y que se observa desde la Troncal 10.
Kamarakoto: Pemón habitante del valle de Kamarata y sus alre-
dedores.

53
Kamarata: Valle ubicado al sur del Auyantepui dentro del Parque
Nacional Canaima.
Kami: Chinchorro tejido de algodón por los pemonton.
Ka’pia*: Horizonte, “pie del cielo”.
Kapui: Luna.
Kara’ka*: Arrancar de cuajo, desarraigar.
Karan: Visitante, persona que va de paso. Turista.
Karrao: Río que forma la laguna de Kuyarimpa (Canaima).
Kaukau: Gato montés. Jaguarundi.
Kavanarü: Gallito de las rocas.
Kewei: Sonajero hecho con uñas de báquiro o danta y semillas.
Kökowai’: Abuelita, con cariño, con reverencia. También Kowai’.
Köko: Abuela. Piedra de jaspe. Riachuelo que nace sobre la cima del
Roraima tepuy.
Konok: Lluvia.
Kue*: Especie de sapo. / Onomatopeya de respirar, hincharse.
Kueka: Nombre de la piedra abuela.
Kumachi: Picante cuya base es el jugo exprimido de la yuca amarga,
después de hervido durante más de cuatro horas al que se le agrega
ají picante. Se lo encuentra también mezclado con termitas, bacha-
cos o pescados tostados.
Kumara: Gavilán cola de tijera.
Kumarakapai: San Francisco de Yuruani. Es el poblado pemón
más grande dentro del sector oriental del Parque Nacional Canai-
ma, localizado a orilla de la Troncal 10, única vía que comunica a
Venezuela con Brasil cruzando la Gran Sabana. / Laguna de los
gavilanes cola de tijera.
Kupa (Kupai): Laguna, pozo profundo.
Maikoi: En ocasiones se consideran seres etéreos protectores de la
selva; sin embargo, se habla de un grupo que habita la selva sin man-
tener contacto con el resto de los pemonton, llamados pichaukok, ma-
yikoyi o maikoi.

54
Maimü*: Voz, palabra, mandato.
Maimü dapon*: Asiento de las palabras; libro.
Makuxi: Pueblo pemón que habita el norte del estado de Roraima
en Brasil, es fronterizo con Venezuela.
Mapauri: Comunidad pemón taurepan ubicada cerca de la Troncal
10. Lugar donde se origina esta historia y de donde fue extraída la
piedra Kueka. Río afluente del Kukenan.
Matawi: Conocido también como Kukenan, es otro de los siete te-
puyes del sector oriental del parque. Se puede ver fácilmente desde
la Troncal 10, junto a los otros seis tepuyes: Kama, Traamen, Iru,
Wadaka Pia Pö, Iwarkarimö, y Roraima (su hermano gemelo).
Mörökaware: Piasan que quedó convertido en el padre de todos
los peces.
Mörok: pez.
Morompö: Cera muy oscura de una especie de abeja.
Mörö-mörö: El más pequeño de los tucusitos.
Mutu’k: Pájaro león, dicen los abuelos que producía fuego al carraspear.
Non: Tierra.
Nonoi: Abuela. Madre Tierra.
Paabai: Papá, aunque con frecuencia se utiliza queriendo decir abuelo.
Paipacho: Pájaro minero. Dicen que donde canta se encuentra oro.
Parantarai (Procnias vociferans): Pájaro campanero.
Parichara: Baile pemón en el que los paricharaton (bailadores) usan
largas faldas hechas con hojas de moriche y se adornan con plumas.
Se acompañan soplando el wöronka, especie de aerófono fabricado
de yagrumo. Suele bailarse al mismo tiempo que la danza del tukui,
en ruedas concéntricas, el parichara por dentro y el tukui por fuera.
Paru: Quebrada, rabín, riachuelo.
Pemón: Gente, persona. Pueblo de la nación caribe que habita dentro
del Parque Nacional Canaima y sus alrededores, al sureste del estado
Bolívar. Se subdividen en arekuna, kamarakoto y taurepan en Vene-

55
zuela, se entienden bien con los makuxi en Brasil y los akawaio en
Guyana, básicamente hablan el mismo idioma con algunas variantes.
Pendare yek: Árbol de pega. Savia pegajosa que exuda dicho árbol.
Pia: Origen. Ancestralidad.
Pia da’tai: Tiempo originario, tiempo de los ancestros.
Poika: Pájaro negro pequeño con círculos blancos alrededor de los
ojos.
Pörötukü: Especie de sapo.
Pumui: Ají picante machacado.
Purpur: Lugar entre Kamarata y Uriman siguiendo el antiguo ca-
mino de los indios.
Rato: Dueño de todas las aguas en la historia pemón.
Sakorope: Bravo, bravura. Iracundo.
Sömari: Rallo para la yuca fabricado de madera y trozos diminutos
de jaspe afilado, incrustados y pegados con peraman.
Remonota: Región de sabanas del río Branco en el estado de Rorai-
ma frontera de Brasil con Venezuela.
Roroimö: Roraima tepuy, uno de los siete tepuyes del sector oriental
del parque. También conocido como Madre de Todas las Aguas o
Gran Verde Azulado.
Tamökan: Constelación de Las Pléyades. Época en que salen los
bachacos, los peces remontan los ríos y llegan los aguaceros.
Tamökan da’tai: Tiempo en que aparece la constelación Tamökan.
Tanno tei: Gran Sabana.
Taren: Especie de invocación practicada por los piasan para proteger o
dañar a través de su propia energía con la ayuda de plantas o sin ellas.
Tarikudun*: Es el primer perro que aparece en la historia pemón.
Fue moldeado por Makunaimö con cera de abejas para que limpiara
el piso de su casa de la espinas de pescado que él iba dejando.
Taurepan: Pemón habitante del sur de la Gran Sabana, tomando
como lindero con los arekuna, el río Kama.

56
Tawa: Caolín, especie de arcilla blanca que abunda en la región. Es
empleada por los chinos desde épocas milenarias en la fabricación
de cerámicas.
Tei: Extensión amplia de sabana.
Tei pun: Gran Sabana para los pemonton taurepan.
Tepü / tüpü: Tepuy. Formación de roca granítica en forma de meseta
que abunda en la región de Guayana.
Tönkaron: Hija de Rato, dueño de las aguas, en la historia pemón.
Toronkan: Viento muy fuerte al que los pemonton llaman tum-
bapájaros.
Tukui: Tucusito, picaflor. También es un baile pemón en el que se
utilizan el sambura, tambor de dos parches, y el kewei.
Tuma: Comida preparada en una olla de barro. Cualquier presa de
cacería o pescado hervido con ají picante y sal, se acompaña con
casabe y kumachi.
Tüponken: Así se le dice al criollo. Persona que va vestida, o como
decían los frailes capuchinos: “el con vestido”.
Umüi: Tío.
Uriman: Afluente del río Caroní. Poblado conocido por sus antiguos
placeres diamantíferos, establecido al margen derecho del río y a tres
días a pie de Kamarata.
Wadaka pia pö: Uno de los siete tepuyes del sector oriental del par-
que, visible desde la Troncal 10. Árbol de la vida; en torno a este
giran varias historias de la cosmovisión pemón.
Wai: Partícula que indica reverencia; ejemplo: kokowai, abuela.
Waipa: Vivienda redonda u ovalada con techo de palma.
Wakaparu (Morpho): Mariposa azul de gran tamaño que anda cerca
de los ríos en cierta época del año.
Wayare (Akai): Especie de morral de carga, tejido de tirite o bejuco
que se usa en la espalda y se ajusta en la frente con una tira.
Wei: Sol.
Wekta: Lugar de los cerros para los pemonton arekuna.

57
Wena/Vena: Salto de agua, cascada en pemón kamarakoto. En tau-
repan es meru, para los kamarakoto, meru es raudal, rápido, chorrera.
Wöronka: Especie de aerófono fabricado de yagrumo.
Yarikü: Flor.
Yariküton: Plural de flores.
Yawachirü: Cariño, querido(a), mi amor, mi cariño, referido sobre
todo a personas y lugares.
Yek: Árbol en término general; ejemplo: atapi’ yek.
Yewik: Casa.
Yure: Pronombre personal “yo”.

58
Desde la visión de Occidente

En 1942,
los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en
América,
descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado,
descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo
y a un dios de otro cielo,
y que ese dios había inventado la culpa y lo vestido,
y había mandado que fuera quemado vivo
quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja.
Eduardo Galeano

Porque el tiempo y el lugar


no tienen la misma importancia para los indios que para los no-indios.
Mis días de niño y mi juventud no están presentados de manera
cronológica,
nosotros, los indios, primeramente recogemos los aconteceres
según las estaciones y sus cambios.
Y sobre todo, los indios, no separamos los hechos históricos
y las tradiciones orales del modo tan distintivo, como lo hacen los
no-indios.
Ohiyesa, Santée-Sioux, 1902

59
Tökororimö, furia de las piedras
Kuipaderü, furia de los árboles
Sakororimö, furia de las fieras
Yepö, vengan…
Ahora la abuela Kueka regresó
¡Iyapankadakö! ¡Apacígüense!, ordenó nuestra abuela.
Lino Figueroa

60
Historia de un secuestro

Entre la “armonía del conquistador”


y el “salvaje indio caribe”
En una nueva acción de coloniaje, inesperadamente, Kowai’,
conocida oficialmente como piedra abuela Kueka, se vio con-
vertida en parte de una pieza de arte escultórico, resultado del
robo, del engaño, de la confusión, del descrédito, de desechar la
cultura de todo un pueblo, del menosprecio de la pemonidad
y de la venezolanidad, de lo caribe, de lo abyayalano y lo nues-
troamericano. Se compraron consciencias en nombre del arte,
colocando cinco rocas —una por continente— en un parque
a miles de kilómetros de distancia de la Gran Sabana al sur
del Orinoco, de donde fue arrancada la abuela Kueka para que
alguien erigiera una obra denominada Global Stone Project
(Proyecto Rocas del Mundo), y la exhibiera en Alemania hasta
el pasado año 2020.
Pero, ¡oh, sorpresa! parece que le ganamos una a la Vieja
Europa y a la idiosincrasia colonialista de gran parte de su
gente; ocasionando que, la obra artística del escultor Wolfgang
von Schwarzenfeld probablemente se desvalorice como cual-
quier acción de bolsa, por culpa de unos “indios pemonton” y
de un terco Gobierno Bolivariano empecinados en la devo-
lución de Kowai’ —como la llaman los niños y las niñas de
Mapauri—, para resarcir la transgresión al pueblo pemón.
¡La abuela Kueka ha regresado! A pesar de Europa. Lo su-
cedido no fue otra cosa que una versión moderna de pillaje,
61
ejemplo vivo de cómo el saqueo de las “Indias” no ha desapa-
recido del quehacer cotidiano de las Américas, por parte del
proyecto de Occidente. Pareciera que la época del fraile espa-
ñol Bartolomé de las Casas1 no ha cambiado, solo ha evolu-
cionado el método. Al respecto, Fernando Báez nos descubre
en su libro El saqueo cultural de América Latina, la brutalidad
expoliadora en la que nos hemos movido, muchas veces sin
darnos cuenta de que hoy continúa esa expoliación del tiempo
de los conquistadores:
Desde el siglo XVI, la expansión de los imperios europeos fue al
mismo tiempo la consolidación del capitalismo como sistema, y
fue desarrollada la penetración de mercados en tierras vírgenes
que poseían recursos abundantes, y los pobladores autóctonos
que resistieron el despojo fueron calificados paradójicamente de
salvajes. El capitalismo, entendido como “un sistema económico
cultural, organizado económicamente alrededor de la institución
de la propiedad y la producción de comodidades y basado cultu-
ralmente en el intercambio de relaciones, en la compra y venta,
que ha permeado a la mayoría de la sociedad”, no hubiera podido
jamás crear su infraestructura internacional sin procesos como el
esclavismo, la transculturización y el etnocidio. (Báez, 2008:250)

Por eso el epígrafe que usamos en el segundo apartado del


primer capítulo de este libro: “El Occidente no está al oeste. No
es un lugar, es un proyecto”, de Édouard Glissant. El caso de la
abuela Kueka es apenas un diminuto gran ejemplo de este saqueo
cultural, además del desprecio a los pueblos “no occidentales”.
Lo que originó la historia de Kowai’ la piedra abuela y este
pequeño apéndice explicativo fue una aseveración hecha por el
antropólogo y etnólogo alemán Dr. Bruno Illius, del Instituto
1 Para complementar esta información es interesante leer la Historia general de las Indias
de Bartolomé de las Casas, publicada por la Biblioteca Ayacucho. Sus tres volúmenes se
encuentran en digital.

62
de Etnología de la Universidad de Leipzig y relacionado con
el artista plástico Wolfgang von Schwarzenfeld, como su ase-
sor, en el afán de defender el proyecto Global Stones. Fue por
la indignación ante sus afirmaciones eurocentristas, que inten-
tamos encontrar un lenguaje diferente, decolonizado/decolo-
nizador, en donde la abuela Kueka es la protagonista, ya que
el profesor Bruno Illius preparó un alegato sobre el supuesto
significado —o no significado— de la piedra abuela Kueka
para los pemonton, descalificando y despreciando su cosmo-
visión, su cultura, de la que se jacta haber estudiado a fondo,
además de haber visitado la Gran Sabana en más de una oca-
sión. El grupo pemón Gran Sabana Roca Kako Paru2 alzó una
denuncia por las redes dejando en evidencia al etnógrafo, en
un ejemplo de auténtica antropofagia cultural útil para com-
prender el grado de menosprecio del Viejo Continente.
La afirmación de Illius que a continuación citamos aparece
completa en la web3 y entre otras cosas dice textualmente:
(…) además, busqué en la literatura para una historia que podría
pertenecer a la piedra (s), es decir, he leído todas las compilacio-
nes publicadas de la mitología pemón.
Los resultados resumidos, la piedra no tiene nada que ver con la
mitología o la religión de la etnia Pemón. La piedra es no es una
petrificación o encarnación de un ancestro de este grupo étnico.
Las historias de Film14 son simplemente inventados (sic) y no
tienen nada que ver con esta piedra en particular. Los mitos sobre

2 Interesante leer el “Manifiesto Antropófago” del escritor brasileño Oswald de Andrade,


Obra Escogida, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1981.
3 www.gransabanarocakakuparu “Nuestra Abuela”…
4 Bruno Illius hace referencia a una película en donde se relata una versión de Kowai’ la
piedra abuela comparándola con el cuento Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. Tam-
bién la ha comparado con la obra Romeo y Julieta de W. Shakespeare. Se puede encontrar
información sobre el caso de la abuela Kowai’ desde el punto de vista eurocéntrico y rea-
lizar comentarios en la página http://www.globalstone.de/s_index.htm del artista plástico
alemán Wolfgang von Schwarzenfeld, el secuestrador.

63
el origen de la etnia Pemón y la de sus antepasados son diferentes
de la historia contada. (Illius, 2012)

Como vemos, Illius, que además trabajó en el Instituto


Venezolano de Investigaciones Científicas - IVIC, entre 1997
y 2004, afirma que los pemonton no tienen “piedras sagradas”5
y que el jaspe, kako o piedra de fuego, como le dicen los pemon-
ton, no tiene conexión con su cosmovisión ni su cotidianidad.
¿Cómo alguien que dice haber investigado la cultura de este
pueblo y sus costumbres durante veinte meses en una serie de
visitas realizadas a la Gran Sabana, puede afirmar tal cosa?
Así pues, a partir de las afirmaciones de Illius, hicimos
memoria sobre la literatura oral pemón, cuentos que habitual-
mente les narramos a grupos visitantes de otras latitudes que
guiamos por su territorio. El primer relato que surge es una his-
toria “fundacional” que habla de Wei, el hombre sol, y Kako, la
mujer jaspe, y de cuya unión nacen los hermanos Makunaimö,
héroes y antihéroes legendarios de su cultura. Solo esta his-
toria bastaría para tumbar la barrabasada de Illius y de Von
Schwarzenfeld, porque demuestra (aunque en realidad no haya
que demostrar nada) la íntima relación de los pemonton con el
jaspe, dicho de otro modo, con la piedra de fuego.
Sin embargo, no nos bastó y seguimos hurgando entre li-
bros y anotaciones, encontrando la historia de cómo estalló
por los aires Kue, la abuela Sapo, desparramando sobre la Gran
Sabana sus hígados y convirtiéndose estos precisamente en pie-
dras de fuego, es decir, en jaspe; también encontramos el relato
de cómo fueron convertidos en piedra dos amantes kamarakoto
ante los celos de una piasan de nombre Urödan wara. Así que,
no solo existen unos abuelos convertidos en piedra en la Gran
Sabana, como relatan los taurepan de Mapauri, sino que se re-
pite el fenómeno en otros lugares del territorio pemón.
5 Publicado por: gransabanarocakakoparu “Nuestra Abuela”, 19/02/2012, bajo el título:
“Desde afuera tratan de deslegitimar nuestra justa causa de lucha por el pronto regreso de la
Kueka Abuela”.

64
Y seguimos leyendo aún más y descubrimos la historia de
la piedra abuela Kueka narrada por Melchor Flores, quien en
los tiempos del “secuestro” era itesak de Mapauri, es decir, ca-
pitán comunal. En esa historia se cuenta el origen de la piedra
abuela y se repite la transformación en piedra de una joven pa-
reja ante la envidia y los celos de un poderoso piasan llamado
Makunaimö, quien aprovecha la transgresión de los jóvenes
enamorados de sus normas culturales y los petrifica.
A diferencia del profesor Bruno Illius y del escultor
Wolfgang von Schwarzenfeld, nosotros sí podemos sumergir-
nos en un mundo de jaspe.

65
Global Stone

El proyecto escultórico de un teutón

A continuación una traducción nuestra de una parte de un


texto encontrado en la página web del Global Stone Project con
el fin de explicar a grosso modo de qué va el trabajo escultó-
rico de este artista:
Navegué por el mundo en Pegasus, un velero que construí hace
más de tres décadas que es mi herramienta principal en la aco-
metida de la misión que me he propuesto. En cada continente he
de encontrar dos piedras cuyas características morfológicas sean
únicas en cuanto a su composición, forma e historia, cada una de
ellas con un peso de treinta toneladas aproximadamente. Una de
las dos piedras permanecerá en su país de origen, mientras que la
otra “piedra hermana” viajará hasta Berlín, Alemania, al jardín
Tiergarten, muy cerca de la Puerta de Brandenburgo, el Parla-
mento y el Monumento al Holocausto.

¡¿Qué tal si nos llevamos uno de los cubos de concreto


que conforman el laberinto del Monumento al Holocausto
o disponemos de las Valkirias que coronan la Puerta de
Brandenburgo en el complejo de Potsdamer Platz?! Y continúa
el artista:
En definitiva mi proyecto consiste en la manipulación de diez
rocas [el artista las llama piedras], cinco serán expuestas en su
país de origen representando a su continente y cinco que serán

67
expuestas en Berlín, Alemania. (…) Todas las rocas han sido ins-
critas, talladas y pulidas.

El artista asegura que “cada una de las piedras dejadas en


su país de origen fue posicionada en un lugar especial, de ma-
nera que una vez al año, el 21 de junio, sus superficies refleja-
rán la luz del sol de vuelta al astro”. Según Von Schwarzenfeld,
… la luz reflejada por estas rocas viajaría en frecuencia de 16
minutos alrededor del planeta para encontrarse con sus piedras
hermanas de Berlín al mediodía. Una vez allí, los rayos del sol
reflejados por las cinco rocas continentales dibujan líneas rectas
invisibles la luz solar.

Y continúa el artista planteando el sentido de su obra


escultórica:
Espero que el espectador participe en el proceso de paz al tomar
una decisión libre de unirse a estas líneas invisibles activando su
imaginación al crear a través de ella un círculo como símbolo de
unión de la especie humana.
Los pares de rocas de cada continente representan los cinco
pasos hacia la paz. Europa, el Despertar; África, la Esperanza;
Asia, el Perdón; América, el Amor, y Oceanía, la Paz. Las rocas
en sí mismas, su historia, su talla, su cualidad de reflejo y su po-
sición tienen un sentido jeroglífico. Interpretar, entender su
mensaje intelectual, emocional o intuitivo se le deja por com-
pleto al espectador…6

El motivo de esta traducción es tener una idea de la men-


talidad euro y egocéntrica de este personaje. Por otra parte, el
escultor afirma en su discurso que las “piedras” tienen su histo-
ria y por eso fueron escogidas. Siendo así, ¿por qué no admite
6 El texto citado está basado en lo dicho por el escultor Von Schwarzenfeld, se puede con-
sultar en la página web dedicada al proyecto del artista alemán: http://www.globalstone.
de/s_index.htm. La traducción es de mi autoría.

68
la historia de la piedra abuela Kueka como parte de la cosmo-
visión de un pueblo originario caribe como lo es el pemón? Y
por otra parte sería interesante saber, ¿cuál es la historia de las
otras cuatro piedras?
Los pemonton se preguntan, y nosotros también, cómo va
a generar paz para el mundo un conjunto de rocas cuando por
lo menos una de ellas, fue sacada violentamente de su lugar de
origen y en contra de la voluntad de un pueblo. No en vano,
dicen los ancianos pemonton que la vaguada ocurrida en di-
ciembre de 1999 fue producto del secuestro de la abuela Kueka.
La Tierra está molesta por tal saqueo y si de energías positivas
se trata, no las tiene todas consigo este personaje expoliador.

69
Abuela, roca o leyenda

Jaspe, roroimita, kako o piedra de fuego


Con tantas denominaciones nos preguntamos cómo es que
Bruno Illius alega que el pueblo pemón no tiene relación
alguna con esta “clase de roca”, es algo que no entendemos.
Independientemente de los títulos que hoy ostenta la abuela
Kueka, se mantienen los mismos criterios por parte del escul-
tor y de su amigo etnógrafo. El hecho denota la más pura arro-
gancia de esa mentalidad colonialista de Europa. Coloniaje
posmoderno. Veamos pues, de qué / quién se trata nuestra pie-
dra abuela.
Suena risible en boca del artista plástico alemán llamar
“piedra” a una gran roca como lo es la abuela Kueka, puesto
que se trata de una mole rocosa de treinta toneladas de peso
y doce metros cúbicos de volumen, a la que los pemonton lla-
man “piedra de fuego” porque la emplean como pedernal junto
con el algodón del kapok o ceiba para encender sus hogueras.
Además, antiguamente utilizaban esta piedra semipreciosa
como puntas de lanzas, hachas o cuchillos y sus esquirlas eran
incrustadas sobre madera en la fabricación de los rallos para
la yuca. Hoy en día, se hacen tallas de jaspe para engastar-
las convirtiéndolas en collares y zarcillos. Los frailes Cesáreo
de Armellada y Mariano Gutiérrez Salazar —de nuevo los
capuchinos— en su Diccionario pemón, hablan de una piedra
llamada “roroimita” a la que los pemonton llaman “kako”; nos
comentan también que la usaban para hacerse incisiones en la
71
piel y que servía como yesca. Así mismo, mencionan el “mito”
de los Makunaimö, en el que se relata la historia de Wei, cuya
última mujer fue hecha de kako:
La piedra kako se encuentra dispersa por toda la región, porque
según el mismo mito de los Makunaimö, kako proviene de los
hígados de Kue, la abuela Sapo, esposa de Kaikuse el jaguar, a
quien los hermanos habían hecho reventar en venganza, espar-
ciéndose su hígado en trozos por toda la sabana. (Armellada y
Gutiérrez Salazar, 1998:86)

A raíz de estas líneas indagamos sobre el cuento en cues-


tión y encontramos que se trata de la historia de Nosandon
Pörötukü o Kue, la abuela Sapo, tan cotidiano como que al pisar
el lecho del río de la Quebrada de Jaspe se palpa ese cuento
que deja de ser cuento y nos sumerge en la realidad pemón.

Un poco de geología de la Gran Sabana


y algo más sobre el jaspe
Profundizando algo más sobre la importancia que tiene el
jaspe en esta historia, consultamos una de las tantas guías de la
Gran Sabana y encontramos lo siguiente:
Los frecuentes afloramientos de jaspe (roca volcánica) hallados
en la Gran Sabana y en general en el Escudo Guayanés, no deben
ser interpretados en el sentido de que en estos lugares hayan
existido volcanes con anterioridad, a pesar de que en la forma-
ción geológica del Grupo Roraima, se han encontrado numero-
sas intrusiones (rocas magmáticas que han penetrado en otro
tipo de roca preexistente) que dieron origen a los diques y sills de
diabasa tan característicos del paisaje fisiográfico de la Gran Sa-
bana. (Huber y Febres, 2000:106)

Resaltamos que no se ha encontrado actividad volcánica en


la región. Las cenizas volcánicas que hoy en día se presentan
72
en forma comprimida como rocas de jaspe, intercaladas entre
los estratos de arenisca, probablemente fueron lanzadas al aire
desde volcanes ubicados más al noreste del Escudo Guayanés,
probablemente en el centro-oriental del antiguo superconti-
nente Gondwana. Así mismo, se supone que desde allí fueron
arrastradas por el viento y el agua las arenas que formaron el
Grupo Roraima.
Por otro lado, algunos autores aseveran que el jaspe es tan
codiciado como el mármol. Es considerado una piedra semi-
preciosa por su solidez, y sus coloraciones varían desde gris
verdoso hasta tonos azules, de verdes hasta amarillos, de rosa-
dos a morados, ocres, marrones y de atigrados a rojos.
El jaspe se origina, en términos simples, cuando a causa de una
erupción volcánica numerosos estratos de cenizas se depositan
en el suelo y forman capas progresivamente más gruesas y con-
sistentes. Estas cenizas son cubiertas sucesivamente por otros
sedimentos (arenosos en nuestro caso) que con su peso compri-
men y solidifican las finas partículas de las cenizas volcánicas
subyacentes, en una roca dura con elevadas concentraciones de
sílice (SiO2). Por tratarse de partículas ultrafinas, la superficie de
la roca de jaspe es muy lisa y pulida lo que produce una sensación
inconfundible de que es un material muy duro y resistente, aun-
que puedo asegurar que al mismo tiempo se trata de una roca
cálida y agradablemente suave al tacto. En el pasado se intentó
explotar el jaspe de Kako Paru, pero la inclusión de esta región
como Patrimonio Natural, dentro del Parque Nacional Canaima,
hizo posible su conservación. (Huber y Febres, 2000:109)

Según un estudio solicitado a la Escuela de Geología, Minas


y Geofísica de la Universidad Central de Venezuela, la piedra
abuela Kueka es una roca de arenisca roja perteneciente a lo que
se conoce como Formación Roraima, también llamada cuarcita
roja, mejor conocida como jaspe. ¿Y por qué tanta explicación
73
geológica? Porque deja en claro el valor morfológico de este tipo
de roca, dado que es considerada por joyeros y conocedores como
semipreciosa; un agregado más al sentido cosmogónico y cultural
que tiene para el pueblo pemón. Además, una de las caracterís-
ticas que buscó Von Schwarzenfeld en las rocas colectadas para
su obra, fue la necesidad de que su superficie pudiera ser pulida
fácilmente para reflejar los rayos del sol en el momento preciso;
sin embargo, su amigo Bruno Illius asegura que esta roca no es
semipreciosa porque no se trata de jaspe sino de arenisca.

Etimología, lingüística y mucha pemonidad


Kako significa jaspe o piedra de fuego, porque como vimos sirve
de yesca o pedernal para encender el fuego. Kako paru significa
Quebrada de Jaspe en lengua pemón; en donde paru es quebrada.
Koko es abuela, Kokowai abuelita, Köwai’ o Kowai es una
contracción de la misma y wai es una partícula reverencial que
se agrega únicamente a koko o a nok, abuelita. Esta breve ex-
plicación es mezcla de la consulta hecha al Diccionario pemón
de Armellada y de lo que nos explicó Franciscowai en Iwana
meru a orillas del río Akanan en el valle de Kamarata. También
encontramos wai, por totuma o camaza para ofrecer el kachiri
en gesto de bienvenida o reverencia.
Por otra parte, kue es una especie de sapo y, asimismo,
kue es una interjección onomatopéyica que significa respirar
o hincharse. También encontramos que existe un lugar en la
Gran Sabana cercano a Kakota, lugar de las piedras de fuego,
llamado Kueka den, en donde precisamente se encuentran
grandes piedras de jaspe. Cabría suponer que fue allí donde
se originó la historia de Kue, la abuela Sapo. Por otro lado, y
es una especulación nuestra, la palabra kueka, pudiera ser una
“corrupción” de kako o koko. Las primeras transcripciones rea-
lizadas en pemón referidas a su cultura, traducidas al caste-
llano, las hizo el padre Armellada en la década del treinta del
74
siglo pasado, cuando anduvo la Gran Sabana a pie en su reco-
rrido de catequización, ganándose el nombre Emasensen tuari.
Emasensen es una especie de insecto que vuela delante de los
caminantes y tuari significa sin nada.
Un interesante relato de viaje es el realizado entre 1911 y
1913 por el también alemán Theodor Koch-Grünberg durante
una larga travesía que hizo por la región entre el río Orinoco
y Manaos en el río Negro, capital de la Amazonía brasileña.
Este etnógrafo se dedicó a escribir uno de los primeros regis-
tros referidos al pueblo pemón. Se trata de cinco volúmenes
publicados por primera vez en alemán en 1917, titulados Del
Roraima al Orinoco, en cuyo tomo I encontramos la siguiente
referencia al jaspe:
… Otra vez pasamos por rocas grandes y planas de jaspe rojo
atravesado por franjas verdosas. Un bloque de jaspe redondeado,
si se lo mira con gran fantasía, tiene forma de sapo agachado. Los
indios dicen que en un tiempo muy remoto fue un sapo de ver-
dad y que Makunaima lo había convertido en piedra. (Koch-Grün-
berg, 1917:104)

El pemón, como todos los pueblos indígenas entonces,


se consideró ágrafo, es decir, que su literatura se basaba en la
tradición oral, no tenían escritura según el punto de vista oc-
cidental. Para escribir en pemón, Armellada utilizó las cinco
vocales que conocemos, además de un sonido “ue” hoy susti-
tuido por “ö”. Tomemos como ejemplo el nombre de uno de
los tepuyes del sector oriental del parque: Wadaka pia pö, esta
forma de escritura es la actual planteada por los pemonton para
nombrar a su “árbol de todos los frutos”, en torno al que giran
varias de las leyendas de Makunaimö. Koch-Grünberg escri-
bía Wazaca para referirse a este tepuy en su obra y Armellada
hablaba del Wadaka-piapué-tepui; Vicente Kaikuse Arreaza,
escritor, dibujante y poeta taurepan, autor contemporáneo de
75
varios libros como Uyenü (Mis Ojos), Makunaimü Señor de los
Peces, y Wädaka: El Árbol de Todas las Frutas, escribe Wädaka al
referirse al mismo tepuy. De hecho la palabra tepuy en español,
también la escribimos tepuy, y tepü o tüpü en pemón. Es lo que
intenta el Alfabeto de lenguas indígenas de Venezuela – ALIV:
darle uniformidad a la reciente grafía indígena. Este alfabeto
es un valioso instrumento para contrarrestar la incidencia occi-
dental en lo pemón, dándole trascendencia a su historia escrita,
utilizando su propia herramienta: su grafía original.
Hoy en día, entre el pueblo pemón se habla de siete vocales
en su idioma: a, e, i, o, ö, u, ü, lo comprobamos en distintas oca-
siones en el valle de Kamarata y en la Gran Sabana. Igualmente,
el alfabeto pemón propuesto consta de 19 letras, sin incluir la
letra “ñ” utilizada por los pemón-kamarakoto (E. Mosonyi,
2000:495). De igual forma, los pemonton usan la letra “k” en
lugar de la “c”, como por ejemplo en Kanaimö o Kanaima en
lugar de Canaima, afirmación corroborada por la profesora de
Educación Intercultural Bilingüe, Casilda Berti, durante tantas
conversaciones al respecto, en su casa de Kanaimö.
Pero volviendo a Kako preguntamos: si en los orígenes fun-
dacionales del pueblo pemón aparece Kako, la mujer de jaspe,
como la madre de los hermanos Makunaimö, cuyo padre es Wei,
el sol, motivo por el que los pemonton son los hijos del sol y de
la piedra de fuego, o sea del jaspe, ¿cómo es que, según Illius,
este pueblo no tiene nada que ver con esta piedra? La pregunta
se nos repite convenciéndonos de un descarado y profundo
irrespeto. No podemos olvidar que ese tipo de roca se encuen-
tra en afloramientos visibles, en mayor o menor grado de ce-
mentación esparcida por toda la región del Parque Nacional
Canaima, y más allá hasta el Brasil; y que es de uso cotidiano
entre los pemonton desde su arribo a estas tierras, mucho más
atrás de los quinientos años desde donde nos quieren contar
nuestra historia.
76
Kara’ ka7 da’tai

¡Tres veces patrimonio!


¿Cómo, Kowai’ la piedra abuela? ¿Y está en un parque de
Berlín? ¡Pues sí! Veamos por qué es patrimonio:
La piedra Kueka es Patrimonio Mundial porque se ubi-
caba dentro del Parque Nacional Canaima. Este fue declarado
Patrimonio Natural de la Humanidad desde noviembre de
1994 por ser una reserva natural única, donde se levanta una de
las formaciones geológicas más antiguas del mundo: el Escudo
Guayanés, y la piedra extraída es parte de esta formación.
Es Patrimonio Natural nuevamente, porque estaba den-
tro del territorio pemón de la Gran Sabana, Canaima, decla-
rado Parque Nacional, primero en 1962 con dos millones de
hectáreas en lo que se conoce como el Sector Occidental, en
el que se encuentran Kanaimö y el valle de Kamarata, agre-
gándosele un millón de hectáreas más en 1975, área cono-
cida como Sector Oriental, es decir la Gran Sabana, por sus
paisajes, su biodiversidad y su cultura originaria derivada del
pueblo pemón.
Es Patrimonio Cultural porque la piedra abuela Kueka
—nombre oficial— es un Bien de Interés Cultural, declarada
así en el 2006 debido a su valor simbólico como elemento
sagrado dentro de la cosmología pemón.

7 Kara’ ka: Arrancar de cuajo, desarraigar. (ver Diccionario pemón, Fr. Cesáreo de Armellada)

77
Cronología de la extracción ilegal
de la piedra abuela Kueka
(1998 - 2020)

1993-1998 El presidente de la República de Venezuela es el


Dr. Rafael Caldera, del partido social-cristiano Copei.
1994 La Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declara al Parque
Nacional Canaima, al sureste de Venezuela, Patrimonio
Natural de la Humanidad.
1997 El escultor alemán Wolfgang von Schwarzenfeld con-
cibe el proyecto Global Stone Project, “Piedras del Mundo”.
Dos empresas estatales de electricidad, Edelca de Venezuela y
Electronorte de Brasil, firman un contrato bilateral en el que
Venezuela se compromete a realizar el tendido eléctrico por
noventa millones de dólares, para vender durante diez años el
kilovatio-hora por nueve bolívares.
18 de diciembre de 1997 Se lleva a cabo el examen de compo-
sición de la roca abuela Kueka que da como resultado “arenisca
roja del grupo Roraima”. El estudio estuvo a cargo de la Escuela
de Geología, Minas y Geofísica de la Universidad Central de
Venezuela, bajo la responsabilidad de Sebastián Grande.
1998 Comienza a ejecutarse el proyecto del tendido eléc-
trico partiendo la central hidroeléctrica desde Macagua II
79
atravesando la Gran Sabana hasta Boa Vista, capital del estado
de Roraima en Brasil. Esto provocó el levantamiento de las
voces del pueblo pemón taurepan y de los habitantes de Santa
Elena de Wairén en protesta por no consultar la ejecución del
proyecto y por no incluir a los pueblos del entonces municipio
autónomo Gran Sabana del estado Bolívar en el sistema de
transmisión eléctrica.
15 de junio de 1998 La Embajada de Alemania en Venezuela
da constancia de conocimiento del proyecto desde agosto 1997.
20 de julio de 1998 El Instituto Nacional de Parques
(Inparques), representado por Samuel García, autoriza la ex-
tracción de la piedra abuela.
31 de julio y 1 de agosto de 1998 Llegan pailoader, güin-
ches y gandola tipo Low Boy con los propósitos de extrac-
ción y traslado. La maquinaria de la corporación minera
Monarch es acompañada por el artista plástico Wolfgang von
Schwarzenfeld.
13 de agosto de 1998 Protestas en contra del proyecto
Imataca y del tendido eléctrico. Indígenas del pueblo pemón
(Federación Indígena del Estado Bolívar) detienen el camión
que lleva la roca.
La Guardia Nacional retiene la roca en el Destacamento 85,
kilómetro 88, troncal 10, estado Bolívar.
30 de agosto de 1998 Celebración del contrato de “dona-
ción” entre Inparques (representado por Héctor Hernández
Mújica), el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania y
la Embajada de Alemania Hans Peter Plischka.
14 de septiembre de 1998 La fracción parlamentaria del par-
tido Patria Para Todos, representados por Lelis Páez, envía una
80
carta al embajador de Alemania en Venezuela para manifestar
la ilegalidad de la extracción y la movilización de la roca Kueka.
30 de septiembre de 1998 El Senado de la República de
Venezuela, a través de la Comisión de Ambiente y Ordenación
del Territorio, representado por su presidenta, la Dra. Lucía
Antillano, envía carta al embajador de Alemania en Venezuela
para manifestar sobre la ilegalidad de la extracción y la movili-
zación de la piedra abuela.
4 de diciembre de 1998 El Instituto Autónomo para
Ambiente, Minería y Ordenación del Territorio del gobierno
del estado Bolívar, a cargo de Henry Barrios, autoriza la trans-
portación de la roca dentro de límites del estado.
6 de diciembre de 1998 Elecciones presidenciales en las que
surge como ganador el Comandante Hugo Rafael Chávez
Frías.
15 de diciembre de 1998 Solicitud de liberación por parte de
Inparques a cargo de Carlos Aponte.
15 de diciembre de 1998 La Comisión de Ambiente y
Ordenación del Territorio del Senado de la República de
Venezuela presenta el informe: “Ilegalidad de la extracción por
violación de Ley Forestal de Suelos y Aguas y Decreto 1640
05-06-1991”.
17 de diciembre de 1998 Acta de entrega. Liberación de la
roca por parte de la Guardia Nacional del Destacamento 58
del kilómetro 88, Troncal 10, estado Bolívar. Funcionario a
cargo Jorge Luis Rebolledo.
18 de diciembre de 1998 Análisis mineralógico - petrográfico
y químico de dos muestras de roca de Kako paru: “arenisca vol-
caniclástica”. UDO - Fundación de Egresados y Amigos de la
81
Escuela de Ingeniería, Geológica y Minas, cuyo encargado era
José Guerrero Noguerol.
23 de diciembre de 1998 Declaración de Aduana ante
el Ministerio de Hacienda por parte de Wolfgang von
Schwarzenfeld.
2 de febrero 1999 Asume el cargo como presidente electo
Hugo Rafael Chávez Frías.
A pesar de las protestas de las comunidades pemón y de Santa
Elena de Wairén involucradas, la construcción del tendido
eléctrico no se detiene por tratarse de un contrato internacio-
nal. Las consecuencias de su incumplimiento eran la demanda
a Edelca de Venezuela.
5 de marzo de 1999 Dictamen sobre la ilegalidad de la extrac-
ción de la roca ante la Procuraduría General de la República
de Venezuela.
16 de diciembre de 1999 Se desata la vaguada en el actual
estado La Guaira, dejando miles de pérdidas humanas, des-
apareciendo poblados enteros. Los pemonton atribuyeron el
desastre natural a la extracción de la abuela Kueka.
27 de marzo de 2000 Asamblea para exigir la devolución de la
piedra al Gobierno alemán e Inparques en la comunidad indí-
gena de Santa Cruz de Mapauri.
23 de agosto de 2000 Solicitud del ministro de Relaciones
Exteriores de Venezuela, Dr. José Vicente Rangel, al embaja-
dor Edmund Duckwitz para intervenir y tomar medidas con
el fin de obtener la devolución de la piedra abuela.
12 de julio de 2000 Edmund Duckwitz, representante de la
Embajada de Alemania, da declaraciones sobre la disposición
82
de su país para colaborar si Venezuela oficializa la solicitud,
además recomienda que la misma sea hecha por el Ministerio
de Relaciones Exteriores de la República de Venezuela, por
la Procuraduría General de la República de Venezuela y la
Secretaría de Personería Jurídica (Guillermo Marsiglia res-
ponsable de este último ente).
El caso es tratado como “urgente” por el Ministerio de Relaciones
Exteriores y su Dirección de Intercambio Cultural, cuyo encar-
gado era Alberto Murillo. Se calcula que el costo aproximado
del traslado Alemania-Venezuela es de 10.000,00 USD.
11 al 13 de abril del 2002 Golpe de Estado contra el presi-
dente Hugo Rafael Chávez Frías. Ese mismo año, en diciem-
bre, el golpe continúa deteniendo las operaciones y atentando
contra el corazón de Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
11 de febrero de 2003 Nota verbal (1) al Ministerio de
Relaciones Exteriores de Alemania: solicitud de Buenos
Oficios para determinar la situación jurídica. A cargo de la
Embajada de Venezuela en Alemania.
24 de febrero de 2003 Presupuesto de traslado solicitado
por la Embajada de Venezuela en Alemania a la empresa:
Hasenkamp.
11 de marzo de 2003 Presupuesto de traslado solicitado por la
Embajada de Venezuela en Alemania a la empresa: Hertling.
17 de marzo de 2003 Nota verbal (2) al Ministerio de
Relaciones Exteriores de Alemania: Repatriación. A cargo de
la Embajada de Venezuela en Alemania.
6 de mayo de 2003 Nota verbal (3) al Ministerio de Relaciones
Exteriores de Alemania: Repatriación. A cargo de la Embajada
de Venezuela en Alemania.
83
17 de junio de 2003 Presupuesto de traslado solicitado por la
Embajada de Venezuela en Alemania a la empresa: Froesch.
21 de octubre de 2003 Comunicación a la Dirección de
Asuntos Culturales sobre la “voluntad del gobierno alemán en
devolver la piedra de jaspe a sus dueños originales (el pueblo
pemón)”, manifestada por el embajador Kerll, dirigida al em-
bajador de Venezuela en Alemania, Bernabé Carrero Cuberos.
18 de febrero de 2004 Entrevista en la Embajada de Venezuela
en Alemania. La posición de W. von Schwarzenfeld: los gastos
corren por cuenta de Venezuela, otra roca a cambio, etcétera.
Días antes (12-02-04), Wolfgang von Schwarzenfeld le ha-
bía manifestado al embajador de Venezuela, Bernabé Carrero
Cuberos, que ejercería acciones para retener la roca.
2006 La piedra abuela Kueka es declarada como Bien de Interés
Cultural debido a su valor simbólico y cosmogónico para la co-
munidad pemón por el Instituto de Patrimonio Cultural.
La declaratoria de la Unesco, la del IPC y la condición de
Parque Nacional de Canaima, le otorgan a la piedra la valía de
ser tres veces patrimonio: mundial, natural y cultural.
27 de mayo de 2009 Punto de información: Fase de coordina-
ción entre el Instituto de Patrimonio Cultural, el Ministerio de
Relaciones Exteriores y la Comisión Nacional de Cooperación
con la Unesco. Recomendación: realizar el traslado en un avión
Hércules de la Fuerza Armada Nacional.
14 de enero de 2010 Gaceta Oficial N° 39.346. Jueves, 14 de
enero 2010. Año CXXXVII - mes 11. Providencia que solicita
al Ministerio del Poder Popular de Relaciones Exteriores, por
intermedio del Ministerio del Poder Popular para la Cultura,
las diligencias para concretar la restitución y el retorno efectivo
84
de la piedra abuela Kueka a su lugar originario. Petición a cargo
de la Presidencia del IPC, dirigida por José Manuel Rodríguez.
7 de junio de 2010 Memorando 529/10 de la Consultoría
Jurídica de Inparques, con Leonardo Millán como responsa-
ble, a la Dirección General Sectorial de Parques Nacionales,
dictado por la Procuraduría General de la República de
Venezuela, donde se refiere que el presidente de Inparques no
tiene la facultad de disponer de bienes naturales protegidos
bajo la figura de Parque Nacional.
18 de octubre de 2010 Exposición “Kueka, regresa abuela a tu
sitio” en los espacios de la Villa Santa Inés, conmemorando el
mes de la Resistencia Indígena con esta muestra. Ente respon-
sable: Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través
del Instituto del Patrimonio Cultural.
9 de noviembre de 2010 Jornada cultural sobre la piedra
Kueka y los conocimientos ancestrales, como elemento sagrado
del pueblo pemón. Análisis sobre la importancia cosmoló-
gica de la piedra y las gestiones emprendidas para retornarla
desde Berlín, capital alemana, hasta la Gran Sabana, por el
Instituto de Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual adscrito
al Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores
y un grupo de panelistas encabezados por el presidente del
Instituto de Patrimonio Cultural, Héctor Torres.
13 de abril de 2011 Solicitud al Ministerio del Poder Popular
para las Relaciones Exteriores en términos de Buenos
Oficios para el proceso de restitución y retorno. A cargo de la
Presidencia del Instituto de Patrimonio Cultural con Héctor
Torres como responsable.
2 de junio de 2011 Solicitud a la Embajada de Alemania de
gestiones ante autoridades alemanas competentes por parte
del viceministro de Relaciones Exteriores para Europa.
85
20 de noviembre de 2011 Remisión del expediente a la
Fiscalía General y solicitud de investigaciones. A cargo de la
Presidencia del IPC, con Raúl Grioni como responsable.
17 de abril de 2012 Inspección del sitio original (Mapauri) y
toma de declaraciones por parte del Ministerio Público.
6 de junio de 2012 Foro “Retorno de la piedra Kueka”, con
la participación del Ministerio del Poder Popular para los
Pueblos Indígenas, el Ministerio del Poder Popular para la
Cultura, Cancillería, Inparques, la Asamblea Nacional, el
Parlamento Latinoamericano y el pueblo pemón.
20 de junio de 2012 Gaceta Oficial N° 39.948 de fecha 20
de junio de 2012, donde se exhorta al Ejecutivo Nacional, a
través del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones
Exteriores, a realizar “las gestiones pertinentes ante el
Gobierno de la República Federal de Alemania para la repa-
triación de este bien patrimonial”. Asamblea Nacional.
21 de junio de 2012 Movilización del pueblo pemón para so-
licitar la repatriación de la piedra abuela ante la Embajada de
Alemania.
2 de agosto de 2012 Entrega de acuerdo publicado en Gaceta
Oficial, de repatriación de la piedra abuela Kueka al pueblo pe-
món en Mapauri, Bolívar por los diputados de la Asamblea
Nacional: Gladys Requena, Arcadio Montiel, José Luis
González y César Sanguinetti.
5 de marzo de 2013 Parte el Comandante Hugo Rafael
Chávez Frías hacia otro plano.
14 de abril de 2013 Nicolás Maduro Moros, para entonces can-
ciller de la República Bolivariana de Venezuela, gana las elec-
ciones y le da continuidad al proyecto del Comandante Chávez.
86
2014 Lino Figueroa del pueblo pemón, junto a otros escritores
indígenas, como la poeta kariña Morella Maneiro y Carmen
Medrano escritora del pueblo warao, entre otros, suscriben el
Manifiesto en defensa de las lenguas y creencias literarias, donde
vinculan su cosmogonía ancestral en demanda del pronto re-
torno de la abuela Kueka a su lugar en Mapauri. El documento
es leído y consignado en el marco del Encuentro de Escritores
Indígenas en Ciudad Bolívar; es la denuncia y el clamor de los
pueblos indígenas venezolanos por el saqueo cultural.
2015 Grupos opositores al gobierno venezolano ejecutan pla-
nes desestabilizadores exacerbados hasta el 2017, año en que
fue propuesta y elegida la Asamblea Nacional Constituyente.
12 de febrero de 2015 Es declarada procedente la repatria-
ción de la piedra abuela Kueka por el Tribunal Supremo de
Justicia de la República Bolivariana de Venezuela y el Juzgado
Superior Agrario.
20 de septiembre de 2016 Reimpulso a los procedimientos di-
plomáticos para el retorno de la piedra abuela Kueka. Omar
Vielma, presidente del IPC, en conferencia de prensa ofrece el
balance de la lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales.
7 de octubre de 2017 Santa Cruz de Mapauri disfruta el es-
treno especial de la película Kueka. Cuando las piedras hablan,
dirigida por Francisco Denis y distribuida por Amazonia Films.
5 de abril de 2018 Venezuela solicita apoyo de la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (Unesco) para que la piedra abuela Kueka pueda retor-
nar a Venezuela desde Alemania. Intermediación solicitada por
el ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas,
a la directora general, Audrey Azoulay. También forma parte
de la delegación venezolana en París el presidente del Instituto
87
de Patrimonio Cultural (IPC), Omar Vielma, quien se refirió
a los reconocimientos que ha recibido Venezuela en materia de
combate al tráfico ilícito de Patrimonio Cultural.
11 de mayo de 2018 Ceremonia de sanación de la piedra abuela
Kueka en el Parque Metropolitano de Tiergarten, Berlín, como
antesala a su repatriación. Se llevó a cabo por una delegación
conformada por doce chamanes, abuelas y capitanes pemon-
ton, que viajaron a Alemania con este fin.
15 de agosto de 2018 El canciller venezolano, Jorge Arreaza,
informa sobre el estatus de los trámites legales para la repa-
triación de la piedra Kueka. Recibe al nuevo embajador de
Alemania, Daniel Kriener, y se agilizan los trámites.
20 de enero de 2020 El canciller Jorge Arreaza anuncia el
inicio del proceso de remoción de la piedra abuela Kueka del
Parque Metropolitano de Tiergarten, Berlín, para su repa-
triación, casi veintidós años después; producto de un acuerdo
amistoso, la constancia del pueblo pemón y del esfuerzo del
Gobierno Bolivariano del presidente Nicolás Maduro.
Diciembre de 2019 Elecciones presidenciales en Venezuela.
Es reelecto Nicolás Maduro Moros.
16 de marzo de 2020 Se decreta cuarentena en la República
Bolivariana de Venezuela a causa de la pandemia por Covid-19.
16 de abril de 2020 El presidente de la República Bolivariana
de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, anuncia la llegada de
la piedra abuela Kueka del pueblo pemón, luego de que en el
año 1998 fuera extraída por el creador plástico Wolfgang von
Schwarzenfeld para que formase parte de su instalación escul-
tórica denominada Global Stone en el Parque Metropolitano
de Tiergarten, en Berlín, Alemania.
88
Arribo de la piedra abuela Kueka al puerto de Guanta en el es-
tado Anzoátegui, es recibida por el ministro del Poder Popular
para la Cultura, Ernesto Villegas Poljak, y la ministra del
Poder Popular para los Pueblos Indígenas, Aloha Núñez, entre
otros.
21 de abril de 2020 Finalmente, la piedra abuela Kueka o
Kueka pachi es recibida con cantos y bailes después de veintiún
años y ocho meses, en Santa Cruz de Mapauri por la itesak de
Mapauri, Viviana Benavides, y toda la comunidad; además de
un grupo de representantes del Estado venezolano: el gober-
nador del estado Bolívar, Justo Noguera; la ministra del Poder
Popular para los Pueblos Indígenas, Aloha Núñez; el ministro
de Cultura, Ernesto Villegas Poljak; el ministro de Turismo,
Alí Padrón; el ministro de Ecosocialismo, Osvaldo Barbera; y
el viceministro de seguridad ciudadana, Eudes Palencia.

* Cronología desarrollada con base en informes del Instituto del


Patrimonio Cultural (IPC) y hemerografía personal.

89
Referencias bibliográficas

Armellada, C. fr., Taurón Pantón II, Ediciones Universidad


Católica Andrés Bello, Caracas, 2013.
Armellada, C. fr. y Gutiérrez M. Fr., Diccionario pemón, Cámara
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93
Maimüyen: quienes hablan (1996 – 2020)

Llegandito a Ökoimö (Puerto Ucaima) desde Kamarata; contando cuentos a un grupo


karan. Juan Capistrano, Argenis, José, Mamerto, Migdalia, Yure, Balbino, Lorenzo,
Nilce, Alexander (siempre de izq. a der.).

Wilson y Nora, Carmelo, Basilio Ayuso, Sara y Joseíto, de


Paraitepü de Roroimö. José Márquez, de Kumarakapai. Carlitos
Carvajal, de Vista Alegre. Lino Figueroa (actualmente en Las
Bonitas del Chiguao), Alexander, Carmen Victoria, Boris,
Luis Antonio y Balbino Sifontes, José Leocadio Cardona,
Crucita y Hortensia Berti, Tulio Abati, Orlando y Gilberto
Abati, Enedina Sigala, Bonifacio Silva, Juan Capistrano, del
valle de Kamarata. Casilda Berti y José Simón, de Kanaimö,
95
todos pemonton… El problema de nombrar a las personas que
me han narrado sus cuentos e historias, entregándome un ca-
nalete para llevar mi propia curiara… Y es que, ¡siempre se
escapan muchos de mis ojos!

Hanneke “Juana” Wagenaar


Holanda, 1963. Residente en Venezuela desde 1964. Viajera
recurrente en este país que es su casa desde hace más de cinco
décadas. Guía turística durante más de dos décadas, vivió
cuatros años en Santa Elena de Wairén coincidiendo con los
sucesos acaecidos a la abuela Kueka. Escritora, investigadora,
artista plástica, fotógrafa. Docente circunstancial en educación
básica y secundaria en las áreas de inglés, turismo y geografía.
Ha publicado Pandon ekamanin (Fundación Editorial El pe-
rro y la rana); Barakario (Casa Nacional de las Letras Andrés
Bello); en literatura infantil venezolana Toron wakü, (Editorial
Estrella Roja-MinComunas). Colaboró con la página sema-
nal “Caracas desde adentro” en el diario Ciudad CCS durante
más de dos años. Productora artística de trabajos literario-mu-
sicales tales como El asesinato de Malcolm X de Cedismundo
Quintero; Somos todas las tribus, Peribó Urbano, Okonei es mi
nombre, Homenaje a Amiri Baraka, Celebrando a Malcolm, El
sonido de las palabras; Títeres tüponken, en la comunidad indí-
gena pemón de Kamarata, Bolívar; entre otros. Actualmente,
estudia Educación en la Universidad Nacional Experimental
Simón Rodríguez.

96
Índice

Son nuestros abuelos 9

Arcos y flechas contra cadenas y máquinas 11

Kowai’ la piedra abuela 15

Tiergarten , Berlín, año 2020 45

Maimü dapon 51
Glosario 51

Desde la visión de Occidente 59

Historia de un secuestro 61
Entre la “armonía del conquistador”
y el “salvaje indio caribe” 61

Global Stone 67
El proyecto escultórico de un teutón 67

Abuela, roca o leyenda 71


Jaspe, roroimita, kako o piedra de fuego 71
Un poco de geología de la Gran Sabana
y algo más sobre el jaspe 72
Etimología, lingüística y mucha pemonidad 74

Kara’ ka da’tai 77
¡Tres veces patrimonio! 77

Cronología de la extracción ilegal


de la piedra abuela Kueka
(1998 - 2020) 79

Referencias bibliográficas 91

Maimüyen: quienes hablan (1996 – 2020) 95

Hanneke “Juana” Wagenaar 96


Este libro se editó en digital
en septiembre de 2021 en
Caracas - Venezuela
Kowai’ la abuela
La tradición oral, la historia, el testimonio y la investigación
conforman la base de esta narración ficcionada sobre un
secuestro patrimonial. Personajes de distintas épocas dialogan
entre sí, buscan respuestas y reflexionan ante el abuso de las
potencias depredadoras. Lo que pudiera ser un pesado recuento
se transforma en literatura que pone de manifiesto la posición
de resistencia de los pueblos que han decidido defender su
cultura, dejando expuesta la mentira y la hipocresía de los
poderosos. La voz de la Abuela Kueka es la voz del pueblo que
ha sido expoliado desde hace siglos. Las ilustraciones, de la
misma autora, complementan la obra enriqueciéndola
plásticamente.

Hanneke “Juana” Wagenaar (Wageningen, Holanda, 1963)


Escritora, investigadora, artista plástica, fotógrafa, guía turística
y docente. Reside en Venezuela desde 1964. Viajera infatigable,
ha recorrido la geografía venezolana guiada por el afecto y
respeto que siente por esta tierra y su cultura. Vivió cuatros
años en Santa Elena de Wairén, coincidiendo con los sucesos
acaecidos durante la extracción ilegal de la Abuela Kueka. Fue
colaboradora de la página semanal “Caracas desde adentro” del
diario Ciudad CCS y productora artística de piezas
literario-musicales como El asesinato de Malcolm X, de
Cedismundo Quintero; Somos todas las tribus; Peribó Urbano;
Títeres tüponken, un trabajo conjunto con la comunidad
indígena pemón de Kamarata (estado Bolívar), entre muchas
otras. Es autora de los libros Pandon ekamanin (2010); Toron
wakü (2013) y Barakario (2014). Actualmente, estudia
Educación en el programa Cepap-UNESR.

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