Althusser, Louis - Por Marx (OCR)
Althusser, Louis - Por Marx (OCR)
Althusser, Louis - Por Marx (OCR)
LOUIS ALTHUSSER
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I N D I C E
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Prefacio: Hoy 7
I «Manifiestos filosóficos» de Feuerbach 31
II «Sobre el joven Marx» (Cuestiones de teoría) 41
1. El problema político 43
2. El problema teórico . 46
3. El problema histórico 62
III Contradicción y superdeterminación ( N o ta s para una
investigación) ' 77
Anexo 106
U v) El «Piccolo» Bertolazzi y Brecht (Notas sobre un teatro
materialista) 119
V Los «Manuscritos de 1844» de CarlosMarx (Economía
política y filosofía) 143
VI Sobre la dialéctica materialista (De ladesigualdad de los
orígenes) 1S1
1. Solución práctica y problema teórico. ¿Por qué la
. teoría? íy j
2. Una Revolución teórica en acción 164
3. Proceso de la práctica,teórica 174
4. Un todo complejo estructurado y «ya dado» 18 J
5. Estructura d o m in a n te : Contradicción y superdeter
minación 193
VII Marxismo y humanismo 211
N ota complementaria sobre «El humanismo real» 236
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Prefacio ♦
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Permítanme indicar el camino que siguen las notas que van a leer.
Este texto sobre el ]ovett Marx preso todavía en el mito de una
filosofía crítica desvaneciente, contenía sin embargo la cuestión esen
cial, que había surgido irresistiblemente en nosotros a consecuencia de
nuestras duras experiencias, nuestros fracasos y nuestra impotencia
misma: ¿qué ocurre con la filosofía marxiste? ¿Tiene derecho a la
existencia teóricamente? Y si existe de derecho, ¿cómo definir su es
pecificidad? Esta cuestión esencial se planteaba prácticamente en una
cuestión de apariencia histórica, aunque, realmente es teórica: la
cuestión de la lectura e interpretación de las Obras de la Juventud
de Marx. No fue un azar el que pareciera indispensable someter a un
examen crítico serio estos textos famosos, con los cuales se habían
cubierto todas las banderas, y todos los usos, estos textos abiertamente
filosóficos donde habíamos creído, más o menos espontáneamente,
leer la filosofía de Marx en persona. Plantear la cuestión de la filoso
fía marxista y de su especificidad en relación a las Obras de Juventud
de Marx, era necesariamente plantear la cuestión de la relación de
Marx con las filosofías que él había adoptado o penetrado, o sea, las de
Hegel y Feuerbach, y equivalía, pues, a plantear la cuestión de su
diferencia.
Fue la lectura de las Obras de Juventud de Marx lo que me había
llevado primeramente a la lectura de Feuerbach y a la publicación
de sus textos teóricos más importantes del período 39-41 (ver mis
considerandos pp. 31-39). La misma razón habla de conducirme
naturalmente a comenzar a estudiar, en el detalle de sus conceptos
respectivos, la naturaleza de la relación de la filosofía de Hegel con
la filosofía de Marx. La cuestión de la diferencia específica de la filo-
P O R M ARX 21
* Sobre dnhl# Irm a - d e la p ro b le m á tic o y de) co rte epistem o ló g ico (cisió n q u e señala
la m u ta c ió n d e una p ro b le m ática p re c ie n tífic a en p ro b le m ática c ie n tífic a ) podem os le m itlrn o i
a las págiflaa, do e x tra o rd in a ria p ro fu n d id ad te ó ric a , d e Erígela en el p refacio al segundo tom o
do E i C apítol (E . S . tom o IV , p p . 20-24). H aré u n breve com en tario en L eer E l C apital,
tom o I I .
22 LOUIS ALTHUSSF.R
24 LOUIS ALTHUSSER
1
P O R M ARX 25
* 4*
LOS
“MANIFIESTOS FILOSÓFICOS”
DE FEUERBACH
La Nouvelle Critique me pide presentar los textos de Feuerbach,
que se publicaron hace algunos meses en la colección Epimethée
(P.U .F.). Lo hago de buena gana, .respondiendo brevemente a algunas
preguntas.
He reunido bajo el título Manifiestos filosóficos los textos y
artículos más importantes publicados por Feuerbach entre 1839 y 1845:
Contribución a la critica de la filosofía de Hegel (1839), la Intro
ducción a la Esencia del Cristianismo (1841), Tesis provisionales
para la Reforma de la Filosofía (1842), Principios de la filosofía del
porvenir (1843), el prefacio a la segunda edición de la Esencia del
Cristianismo (1843) y un artículo en respuesta a los ataques de
Stirner (1845). La producción de Feuerbach entre 1839 y 1845 no
se limitó a estos textos; sin embargo, ellos expresan lo esencial de su
pensamiento en aquellos años históricos.
¿Por qué este título: Manifiestos filosóficos?
La expresión no es de Feuerbach. Yo la propongo por dos razones:
una subjetiva, otra objetiva.
Los textos sobre la Reforma de la Filosofía y el prefacio a los Prin
cipios son verdaderas proclamaciones, el anuncio apasionado de la reve
lación teórica que va a liberar al hombre de tus cadenas. Feuerbach se
dirige a la Humanidad. Desgarra los velos de la Historia universal,
destruye los mitos y las mentiras, descubre y devuelve al hombre su
verdad. Ha llegado el momento. La Humanidad está preñada de una
revolución inminente que le dará la posesión de su ser. Que los hom
bres tomen conciencia de ello y serán en realidad lo que son en verdad:
seres libres, iguales y fraternos.
Tales discursos son sin duda, para su autor, Manifiestos.
También lo fueron para sus lectores. Y particularmente para los
jóvenes intelectuales radicales que, en los años 40, se debatían en las
contradicciones de la «miseria alemana» y de la filosofía neo-hegeliana.
34 LO tJIS A LT H U SSER
¿Por qué de los años 40? Porque esos años fueron la prueba de esa filo
sofía. En 1840, los jóvenes hegelianos, que creían que la historia tiene
un fin: el reino de la razón y de la libertad, esperaban del pretendiente
al trono la realización de sus esperanzas: el fin del orden feudal y
autocrático prusiano, la abolición de la censura, la entrada en razón
de la Iglesia, es decir, la instauración de un régimen de libertad política,
intelectual y religiosa. Sin embargo, apenas sentado en el trono, el
pretendiente que se decía «liberal», convertido en Federico Guillermo
IV, entra en el despotismo. Una vez confirmada y consolidada la tira
nía, era el fin de la teoría que sustentaba y resumía todas sus espe
ranzas. La historia era, de derecho, razón y libertad; de hecho no era
más que sinrazón y servidumbre. H abía que aceptar la lección de los
hechos: esta misma contradicción. Pero, ¿cómo concebirla? Es entonces
cuando aparece la «Esencia del Cristianismo» (1841); después, los fo
lletos sobre la «Reforma de la Filosofía». Estos textos, que, por cierto,
no liberaron a la Humanidad, libraron a los jóvenes hegelianos de su
impasse teórico. La pregunta dramática que ellos se hacían sobre el
hombre y su historia, la respondía Feuerbach exactamente, ¡y en el
mismo momento de su mayor desconcierto! Vean el eco de este alivio,
de este entusiasmo, cuarenta años después, en Engels. Feuerbach era jus
tamente esa «Filosofía Nueva» que anulaba a Hegel y a toda filosofía
especulativa, que ponía cabeza arriba a un mundo al que la filosofía
hacía caminar cabeza abajo, que denunciaba todas las enajenaciones y
todas las ilusiones, y que además exponía sus razones y permitía juzgar
y criticar la sinrazón de la historia en nombre de la razón, que ponía
por fin de acuerdo la idea y el hecho, y hacía comprender la necesidad
de la contradicción del mundo, y la necesidad de su liberación. He ahí
porque los neo-hegelianos fueron, como habría de decirlo el viejo
Engels, todos fcucrbaquianos. He ahí por qué recibieron sus libros
como Manifiestos que anunciaban las vías del porvenir.
Añado que se trataba de Manifiestos filosóficos. Porque, con toda
evidencia, todo sucedía aún en la filosofía. Pero suele ocurrir que los
sucesos filosóficos sean también sucesos históricos.
¿Cuál es el interés de estos textos?
Estos textos tienen primeramente un interés histórico. Yo he esco
gido estas obras de los años 40, no sólo porque son las más célebres y
las más vivas (y vivas aún hoy día, hasta'el punto que ciertos exis-
P O R M ARX 33
rupturas como por sus nexos* también se puede decir que un pensador
tan exigente como Marx puede descubrirse y revelarse en su ruptura
con Feuerbacb tanto conso en sus declaraciones ulteriores. Como la rup
tura con Feuerbach ocupa el punto decisivo de la constitución de la
posición teórica definitiva de Marx, el conocimiento de Feuerbacb
representa, por esa razón, un medio de acceso insustituible, y lleno de
implicaciones teóricas, a la posición filosófica de Marx.
Yo diría, por la misma razón, que ese conocimiento puede permitir
también una mejor comprensión, de la relación entre Marx y Hegel.
En efecto, si Marx ha roto con Feuerbach, hay que considerar, por lo
menos en sus presuposiciones filosóficas últimas, la crítica a Hegel que
se encuentra en la mayoría de los escritos de Juventud de Marx como
una crítica insuficiente, incluso falsa, en la medida en que está hecha
desde un punto de vista feuerbaquiano, es decir, desde un punto de
vista que Marx rechazó ulteriormente. Sin embargo, existe la tenden
cia constante e inocente, por razones que a veces son de comodidad, a
opinar que, aun si Marx ha modificado posteriormente su punto de
vista, la crítica a Hegel que se halla en las Obras de. Juventud sigue
estando, en todo caso, justificada y que puede ser «reanudada». Pero
esto significa olvidar el hecho fundamental de que Marx se separó de
Feuerbach cuando tomó conciencia de que la critica feuerbaquiana a
Hegel era una crítica «desde el seno mismo de la filosojia hegeliana»,
de que Feuerbach era todavía un «filósofo» que había, ciertamente,
invertido el cuerpo del edificio hegeliano, pero conservando su estruc
tura y sus fundamentos últimos, o sea, las presuposiciones teóricas. Para
los ojos de Marx, Feuerbach seguía en el terreno hegeliano, seguía
prisionero de Hegel aunque lo criticara, y no hacía más que volver
contra Hegel los propios principios de Hegel. No había cambiado de
«elemento». La verdadera crítica marxista a Hegel supone precisa
mente’ haber cambiado de elemento, es decir, haber abandonado la
problemática filosófica de la que Feuerbach seguía siendo el prisio
nero rebelde.
Para resumir en una palabra, que no es indiferente a las polémicas
actuales, el interés teórico de esta confrontación privilegiada entre
Marx y .el pensamiento de Feuerbach, yo diría que lo que se juega en
esta doble ruptura con Hegel primero y con Feuerbach después es el
sentido del propio término «filosofía». ¿Qué puede ser, comparada con
P O R M ARX 39
( Cuestiones de te o ría )
\
A Auguste Cornu, que consagró
su vida a un joven llamado Marx.
1. El problema político
El debate sobre las Obras de Juventud, de Marx es primeramente un
debate político. ¿Hay que volver a decir que las Obras de Juventud
de Marx, la historia de las cuales escribió bastante bien Mehring, des
prendiendo su sentido, han sido exhumadas por los social-demócratas
y explotadas por ellos contra las posiciones teóricas del marxismo-leni
nismo? Los grandes promotores de esta operación se llaman Landshut y
Mayer (1931). Se puede leer el prefacio de su edición en la traducción
de Molitor, Editorial Costes (Obras Filosóficas de Marx, T. IV, pp.
X III-L I). Todo se dice claramente allí. El Capital es una teoría ética,
1 E s no tab le el in te rés dem o strad o p o r los jó v en e s investigadores soviéticos en el e stu d io
de las O bras de Ju v e n tu d de M arx, E ste es un d e ta llo Im p o rtan te d e la ten d en cia actual dol
desarrollo cu ltu ral en la U R SS. (V er P re se n ta c ió n , p . 4, n o ta 7 ) .
* D om inada inco n te sta b lem e n te p o r el tex to m uy n o tab le d e H o c p p n e r: “ A c e re s d e algunaa
concepciones e rró n e a s d e l tra n s ito de H egel a Marx*’ (p p . 175*190).
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44 LOUIS ALTHUSSER
•
cuya filosofía silenciosa habla en voz alca en las Obras de Juventud de
Marx.3 Esta tesis, cuyo sentido expongo en dos palabras, ha tenido un
éxito prodigioso. No solamente en Francia y en Italia, como ya sabemos
desde hace tiempo, sino también en Alemania y en Polonia contempo
ráneas, como nos lo dicen estos artículos extranjeros. Filósofos, ideó
logos, religiosos, se han lanzado a una gigantesca empresa de critica y de
conversión: que Marx vuelva a las fuentes de Marx, y que confiese por
fin que el hombre maduro que hay en él no es otro que el joven Marx
disfrazado. O, si él persiste y se obstina en su edad, que confiese enton
ces su pecado de madurez, que reconozca que ha sacrificado la filosofía
a la economía, la ética a la ciencia, el hombre a la historia. Que con
sienta o se niegue, su verdad, todo lo que puede sobrevivirle, todo lo
que puede ayudar a vivir y a pensar a los hombres que somos nosotros,
todo esto se encuentra en sus Obras de Juventud.
Esos críticos sólo nos dejan, pues, un alternativa: confesar que El
Capital (y, en general, el «marxismo acabado») es o bien Id expresión,
o bien la traición de la filosofía del Joven Marx. En ambos casos, es
preciso revisar totalmente la interpretación establecida y retornar al
Joven Marx, en quien hablaba la Verdad.
He aquí, pues, el lugar del debate: el Joven Marx. Lo que verdade
ramente se juega en el debate: el marxismo. Los términos del debate:
si el Joven Marx es ya Marx completo.
Una vez entablado así el debate, parece que, en el orden ideal de
la combinación táctica, los marxistas tengan la elección entre dos
quites.4
* V e r: O bras F ilo só ficas d r M arx, T ra d . M olitor, E d . C ostes. T om o IV. In tro d u c c ió n de
L a n d sh u t y M a y er: “ Es ev id eu te . q u e e n la b a te de la ten d e n c ia q u e h a dom inado en el
a n á lisis hecho en E l C a p ital, se e n c u e n t r a n ... h ip ó te s is tá c ita s , q u e so» d tu n a n ta l u
ú n icas q ue p u ed en d a r una ju stific a c ió n in trín se c a a to d a la ten d en cia d e la obra c a p ita l
d e M arx. . . e stas h ip ó tesi* son p rec isam e n te el tem a turm a! d el tra b a jo d e M arx a n te s d e
1847. Para el M arx d e El C apítol n o fueron erro res d e ju v en tu d , d e loa cuales se lib e ró
a m edida q u e su conocim iento g anaba en m adurez, y q u e, en la o p e ra c ió n d e sn d e p u ra c ió n
pnraimn!, h a b ía n de posarse com o esco ria in ú til. E n sus tra b a jo s d e 1840-47, M arx m ía
bx-n abarco todo el h orizonte d e las condiciones h istó ric a s y reafirm a el fu n d am en to hum ano
g en eral, sin lo cual to d a e x p lic a ció n d e las relacio n es eco n ó m icas s e ria el sim ple tra b a jo
d e uu econom ista sagaz. Q uien no haya c a p tad o esta co rrien te ín tim a do n d e se e fectú a
el tra b a jo del pen sam ien to en su s obraa d e ju v en tu d , y que atrav iesa to d a la o b ra d e
M arx, no p u e d e lleg ar a co m p ren d er a M arx. . . los p rin cip io s d e su a n á lis ii eco n ó m ico
em anan d ire c ta m e n te de la “ v erd ad era rea lid a d del h om bre, , ." (p p . X V *X V II). “ Con un
ligero cam bio, la p rim e ra frase d e l M anifiesto C om unista p o d ría red a c tarse a s ir to d a la
h isto ria pasada es la h isto ria d e la e n a je n a c ió n p ro p ia del h om bre. . (X L 1 I), e tc . En
el a rtic u lo d e P a jltn o v : “ Loa m an u scrito s de 1844 (In v estig acio n es, n o . 8Q>96) se e n c u en tra
una b u e n a re c e n sió n de los p rin c ip ale s a u to res d e esta c o rrien te rev isio n ista “ Joven M arx*'.
* E viden tem en te, ellos p o d ría n con toda tra n q u ilid a d — y e sta te n ta tiv a p a ra d ó jic a h a
le n id o lugar en la p ro p ia F ran cia— a d o p ta r (sin darse c u e n ta ) las tesis d e su s adversarios
y rec o n sid era r a M arx * través d e su p ro p ia ju v en tu d . P ero la h isto ria acaba siem pre
po r d isipar las equivocaciones.
P O R M ARX 45
2 . El problema teórico
Por ese lado llegamos al segundo problema planteado por el estudio
de las Obras de Juventud de Marx: al problema teórico. Voy a insistir
en este problema, porque no siempre me parece resuelto, aunque si
* V e r S c h a ff: “ E l v erd ad ero ro stro del Joven M arx” ( Investigaciones, p , 193)» V e r
tam bién este ex tra c to d e la “ P re se n ta c ió n ” ( p p . 7 - 8 ) : “ N o ae p u e d e tra ta r d e co m p ren d er
se riam ente la o b ra e n tera d e M arx, y el m arxism o com o pen sam ien to y como a c c ió n ,
p a rtien d o d e la co n c ep c ió n q u e M arx p o d ía te n e r He sus p rim eras obras, en et m om ento
en que las elab o rab a. S ó lo ea v á lid a la m archa inversa, a q u e lla q u e, para com p ren d er la
sig n ific a c ió n y a p re c iar el v alo r d e e sta s p rim ic ia s ( ? ) y p e n e tra r en esos lab o rato rio s
creadores del pen sam ien to m arxiata que son textos tales com o los cu ad ern o s de K reuznach
y loa M anuscritos del 44, a rra n c a d el m arxism o tal y com o M arx nos lo lia legado, y
tam bién — esto hay q u e d e c irlo claram en te— tal y com o se h a en riq u ecid o d esde h ace un
Siglo en la fo rja d e la p rá c tic a h istó ric a . A d efecto d e e llo , n ad a p u e d e e v ita r q u e ae
evalúe a M arx coa ayuda d e c riterio s tom ados del h egelianism o, c u an d o no del tom ism o.
L a h istoria d e la filo so fía se escrib e en fu tu ro p e rfe c to . N o aceptarlo, significa en fin
d e cuentas negar la h isto ria , y erigirse e n fundador d e ella o ín m anera d e H e g e l He
subrayado In ten cio n ad am en te las dos últim as frases. P e ro el lec to r las h a b rá s u b n y a d o
p o r sí m ism o, asom brado de ver a trib u ir al m arxism o la co n c ep c ió n m ism a d e U h isto ria
hegeliana d e la filo so fía y ¡p a ra el colm o d e la p e rp le jid a d !, d e verse tra tad a d e hegeliano
ei p o r v e n tu ra la rechaza. . . Verem os m ás ad e la n te que en esa co n cep ció n se ponen cu
te la de ju ic io o tro s m otivos. E n to d o caso, este tex to in d ica claram en te el m ovim iento q u e
yo he s e ñ ala d o : M arx am enazado e n teram en te d esd e las posiciones d e su ju v en tu d , se
re c u p e ra ésta com o un m o m e n to d el lodo, y se fabrica a ese fin una filosofía de la
h isto ria d e la filosofía sim p lem en te. . . hegeliana. H o ep p n er, en su a rtic u lo : “ Acerca del
trá n s ito d e H egel a M arx” (In v estig acio n es, p . 18 0 ). p one tra n q u ila m en te los pu n to s
so b re las j e s ; “ No hay q u e m irar la h isto ria de d e la n te p a ra a trá s , ni b u sc ar d e sd e lo
a lto d e l sa b er m arxisia g é rm m es Ideales en el p asad o . H ay que a rg ü ir la e v o lu ció n de!
p e n sam ien to filo só fico p a rtien d o d e la e v o lu ció n real d e la so c ie d a d .” Esta es la m ism a
p o sic ió p da M arx, p ro fu sam en te d e sarro lla d a en la Ideología alem an a, p o r ejem p lo ,
f “ P re se n ta c ió n ” , p . 7. Los co n sid eran d o s son in eq u ív o co s.
P O R M ARX 47
14 V er la nota 5.
15 E xcelen te c rític a d e esta form alism o p o r H oeppney, re firié n d o se « Kuczynsfc] ( s r t .
c it., p p . 177*178).
14 E n la lee ría d e Isa fa s o le a , el origen es lo q u e m ide el desarro llo . E n la teoría
d» laa anticip acio n es, el fin es lo que decido en c u a n to al se n tid o d e loa m om entos d e «t»
cuno.
P O R M ARX 49
*• L a p in e : a rt-, c i t . t p . 69.
í 4 LO tJIS A LT H U SSER
3. El problema histórico
Todo esto deja aparentemente en suspenso la tercera presuposición
del método ecléctico: que toda la historia ideológica se desarrolla en la
ideología. A eso vamos.
Es de lamentar que, aparte el artículo de Togliatti y el de Lapine,
y sobre todo el texto muy notable de Hoeppner,34 la mayoría de los
estudios que se nos ofrece dejen de lado, a no ser en algunos pasajes,
este problema.
Ahora bien, ningún marxista puede evitar, en último extremo,
plantearse el problema que se llamó, hace algunos años, del acamino
de Marx», o sea, el problema de la relación que existe entre los
acontecimientos de su pensamiento y esa historia real, una pero doble,
que es el verdadero sujeto de aquél. Es preciso, pues, suprimir esa
doble ausencia y hacer surgir los verdaderos autores de sus pensamien
■
’** Artículos citados.
P O R M ARX 6}
** D ig a m o s: d e v e rd a d p ed a g ó g ic a . E n cn a n to a a) c é le b re “ in v e rs ió n ' d e H egel, ee
la sim p le e x p re sió n d e la ten ta tiv a d e F e u e rb a c h . F eu erb ach fue q u ien la in tro d u jo y
consagró en Ja p o ste rid a d heg elian a. E s m uy digno de o b serv ar que M arx h iy a form ulado
prec isam e n te co n tra F e u e rb a c h , en la Id eo lo g ía alem an a, el rep ro c h e d e ha b er q u edado
prisionero de la filo so fía h eg elian a e n el m ism o m o m ento « a q u e p re te n d ía h a b e rla “ in v e rtid o " .
Le rep ro c h a b a h a b e r acep ta d o las p resu p o sicio n es, in clu so , d e las preguntas d e H egel, y
h a b e r d ad o resp u estas d ife ren te s, p e ro a las m ism as preguntas. E n filo so fía, solam ente las
preguntas to n in d iscreta s, al c o n tra rio q u e en la vida c o tid ian a , d o n d e lo son las respuestas.
S i ae h an cam biado las p reg u n ta s, ya no p u e d e h a b la rse p ro p iam en te d e in ve rsió n . C laro
q ue ai ee com para el nuevo orden relativo d e p reg u n ta s y resp u estas con el a n tig u o , to d av ía
s e p u e d e h a b la r d e v o lte o . P ero e n to n ces es p o r a n slo g ie , p o rq u e laa preguntas ya n o son
las m ism as, y los dom in io s q u e e llas co n stitu y en no son co ro p arah irs, o no s e r, corno yo
d e c ís , con fines p edagógicos.
PO R M A R X 6S
** Tem a largam ente desarro llad o p o r loa n eo h egelianps, F e u e rb a c h : Tesis Provisorias para
la R eform a d e la F ilo so fía , p á rra fo s 46 y 47 P .U .F . p p . 116*117).
** E sta p ro b le m ática im plica en el fondo la d e fo rm a ció n d e los p ro b lem as h istó ric o s
reates, convertidos en problem a* filo só fico s. E l pro b lem a real d e la re v o lu c ió n b u rg u esa, del
lib eralism o p o lític o , de la lib e rta d de p ren sa , del fin de la cen su ra, do la lu ch a co n tra la
Ig le sia , e tc ., es transform ado en problem a filo s ó fic o ; cf del rein o d e la R azón, cuyo triu n fo
d e b e aseg u rar la H isto ria, a p esar d e la* apariencias d e la rea lid a d . Esa c o n tra d ic c ió n en tre
la R azón, que es la esencia in tern a y el fin d e la h isto ria , y la realidad de !a h isto ria
p rese n te, constituye e l problem a fundam ental d e los neohegelianos. E sta p o sic ió n d el problem a
(esta p ro b le m ática ) rige evidentem ente sus so lu c io n e s; sí la R axóu es el fin de la H isto ria
y su e sen cia, b asta darle a conocer b asta en su s ap arien cias c o n tra ria * : la so lu c ió n resid e
p u es, en la o m nipotencia c rític a de la filosofía q u e deb e to rn arse p rá c tic a d isip an d o las
a b erraciones de la H istoria en nom bre de *u v erd ad . P o rq u e d e n u n c ia r las sinrazones d e la
h isto ria rea l, n o es m ás q ue en u n ciar au p ro p ia razó n o b ran d o en s u s sin razo n es. A sí, el
E stado es c iertam ente la verdad de h echo, la e n c a m a c ió n d e la v erd ad d e la H isto ria. B a sta
convertirlo en esa verdad, p o r «eD e sta ‘" p r á c tic a ” se red u ce en d e fin itiv a a la critica
lilaaótica y a la propaganda te ó ric a : b asta d e n u n c ia r las sinrazones p a re que éstas ced an ,
y d ecir la razón pa ra q ue triu n fe . Todo d e p e n d e, p u e s, de la filo so fía , que es p o r ex celen cia
la cabeza y el corazón (desp u és d el 1840 ya s ó lo se rá la c a b e z a . .. Jel corazón se rá
fra n c é s!) de la R evolución. E sto es lo que hay sobre las soluciones requeridas por el modo
d e plantear el problem a funda m en ta l. P ero lo que es in fin ita m e n te m á s e s cla re c rd n r, de e sta
m ism a p ro b le m ática , es d e scu b rir, c o m p arán d o la con lo* p ro b lem as reales planteado* p o r la
h isto ria de loa ncohegelianoa, que esa p ro b le m á tic a , si b ien resp o n d e a problem as verdes,
no corresponde a ninguno de estos problem as rea les; q u e n ad a se v e n tila e n tre la razón y ) •
sin ra z ó n , que La sin razó n no es una sin razó n y no efl una ap a rie n cia , que el E stado no es
la lib e rta d de hecho, etc. . . , es d e c ir, que loa ob jeto s sobre los cuales e sta id eo lo g ía
a p a re n ta reflexionar a través ¿ e sus pro b lem as, n o e s tá n s iq u ie ra rep re se n ta d o s en su rea lid a d
" in m e d ia ta ” . C uando se ha llegado al térm in o de esta co m p a ra ció n , no aó lo se d erru m b an
las soluciones ap o rta d a s p o r (a ideología a sus p ro p iu s p ro b lem as (ellas no son m ás q u e 1*
re fle x ió n de estos problem as sobre sí m ism o s), sin o q u e se d erru m b a tam b ién la p ro p iv
p ro b le m á tic a , —y lo q ue surge entonces es la d e fo rm a ció n id eo ló g ica en to d a su e x te n s ió n :
m ix tific a c ió n d e las problem as y d e los o b jeto s. E n to n c es ae c o m p ren d a lo quo q u e ría d e c ir
M arx al hablar de la n ecesidad de abandonar el terrena d e la filo so fía H cgeliana, p o rq u e " n o
s ó lo en aua resp u estas, sino tam bién en las p reg u n ta s h a b ía u n a m ix tificació n * '.
** V e r: “ C arta a Ruge” («ept. 1643), E d . C ostes d e laa O bras Filo só fica# d e M arx , p , 205.
72 LO U IS A LTH U SSER
48 V er n o ta 46.
76 LOU1S A LTH USSER
CONTRADICCIÓN
Y SUPERDETERMINACIÓN
toria de otro lado, los social-demócratas alemanes de fines del siglo XIX,
por ejemplo, que se creían promovidos en breve plazo al triunfo socia
lista por el privilegio de pertenecer al Estado capitalista más poderoso,
en plena expansión económica, y ellos mismos en plena expansión elec
toral (hay coincidencias). Ellos creían evidentemente que la Historia
avanza por el otro lado, el «bueno», en el mayor desarrollo económico,
de la mayor expansión, de la contradicción en su más puro aspecto (la
del Capital y el Trabajo), olvidando que en este caso todo ello ocurre
en una Alemania armada de un poderoso aparato de Estado y dotada de
una burguesía que se había tragado desde hacía tiempo «su» revolución
política a cambio de la protección policíaca, burocrática y militar de
Bismarck y luego de Guillermo, a cambio del provecho gigantesco de la
explotación capitalista y colonialista; con una pequeña burguesía chau
vinista y reaccionaria. Olvidando que en tal caso ese simple aspecto
de contradicción era simplemente abstracto: la contradicción real hacía
en ese punto cuerpo con esas «circunstancias» y no era discernible,
identificable y manejable sino a través de esas circunstancias y en ellas.
Intentemos cernir lo esencial de esta experiencia práctica y de la
reflexión que la misma inspira a Lenin. Pero digamos primero que esta
experiencia no fue la única que iluminó a Lenin. Antes de un 1917
hubo un 190S; antes de un 1905, las grandes decepciones históricas de
Inglaterra y Alemania; antes de éstas, la Comuna, y más lejos todavía
el fracaso alemán del 48-49. Todas esas experiencias habían sido re
flexionadas en el camino18 directa o indirectamente, y habían sido
puestas en relación con otras experiencias revolucionarias anteriores: la
revolución burguesa de Inglaterra y de Francia.
¿Cómo entonces resumir esas pruebas prácticas y su comentario
teórico, sino diciendo que toda la experiencia revolucionaria marxista
demuestra que, si la contradicción en general (pero ya especificada:
la contradicción entre las fuerzas de producción y las relaciones de pro
ducción, encarnada esencialmente en la contradicción entre dos clases
antagonistas) basta para definir una situación en que la revolución está
en «el orden del día», no puede por su simple virtud directa provocar
una «situación revolucionaria» y con mayor razón una situación de
ruptura revolucionaria y el triunfo de la revolución? Para que esta18
^ Lenin llega a c o n sid e rar, e n tre las causas del triu n fo d e la rev o lu c ió n so v iética, la*
riq u ezas na tu ra le s del p a ís y la ex te n sió n d e su e sp acio , abrigo de la rev o lu ció n y d e sea
in ev itab le s “ r e tira d a s " m ilita re s y po lític a s.
21 L a s itu a c ió n do " c ris is ” ju eg a como L en in lo h a d ich o a m enudo, u n p apel revelador
d e la e s tru c tu ra y la d in ám ica de la fo rm ación so cial que la vive. L o que se d ic e d e la
situai ió n revolucionaria c o n c ie rn e, p u e s , tam b ién , con to d as 1.".b p ro p o rcio n es c o n sid erad as, a
la fo rm ación social en una s itu a c ió n a n te rio r a la crisis rev o lu cio n aría,
aa Véaae el desarro llo consagrado p o r Mao Tse Tung al tem a d e la d ijtin r ió n d e ]¡ib
co n tra d ic c io n es antagonistas (explosivas, rev o lu c io n a ria s) y las co n tra d ic c io n es no an tag o n istas
(D e Ja c o n tra d ic c ió n , (e d . P e í d a ) , 1960, p p . 67 f sig u ie n te s ).
90 LOUIS A LTH U SSFR
funio-julio de 1962
I
ANEXO1
I
PO R M ARX 115
I
PO R M ARX 117
EL “PICCOLO”
BERTOLAZZI Y BRECHT
* +
1 “ M elodram a é p ic o * ',,, “ mal tea tro p o p u lar* * .., "m iserab iliam n contagioso d e E u ro p a
c e n tr a l* '... “ el m elodram a l lo r ó n * '... “ la m ás rieii-atable se n sib le ría ” . . . “ v iejo zapato gas
t a d o " . . , “ una para P í a í'* ... "m e lo d ra m a rm acrab ilista, p u ja realista** (fó rm u la* d e l P a risién ■
lib e ré , d e Com but del Fígaro do L ib e ra tio n , P arís-P resse, L e M o n d e ).
9 A u to r d ra m á tic o m ilanéa de fine» del siglo p asad o , que hizo u n a carrera m ed io c re ; sin
d u d a p o rq u e ae em peñó en h a c er piezas “ rerisla * ” d e un estilo b astan te «inguiar p a ra
d isgustar al pú b lico que d icta b a en to n ces o! “ gusto tea tra l* ': el p ú b lic o b urgués.
122 LO U IS A LT H U SSER
# * *
* * «■
donde ella se refleja para reconocerse, el espejo que tendría que rom
per precisamente para conocerse? ¿Qué es la ideología de una sociedad
o de un tiempo, sino la conciencia de sí de esa sociedad o ese tiempo,
o sea, una materia inmediata que implica, busca y, naturalmente, en
cuentra espontáneamente su forma en la figura de la conciencia de sí
viviendo la totalidad de su mundo en la transparencia de sus propios
mitos? Yo no quiero plantear aquí la cuestión de saber por qué esos
mitos (la ideología como tal) no han sido puestos en duda en general
en el período clásico. Me basta con poder concluir que una época
desprovista de crítica real de sí misma (no disponiendo de los medios
y no teniendo necesidad de una teoría real de la política, de la moral
y de la religión) ■había de llegar a representarse y reconocerse a sí
misma en un teatro no-crítico, o sea, en un teatro cuya materia
(ideológica) exigía las condiciones formales de una estética de la
conciencia de sí. Ahora bien, Brecht rompe con estas condiciones for
males porque ya ha roto con sus condiciones materiales. Lo que él
quiere producir por excelencia, es una crítica de la ideología espon
tánea en la que viven los hombres. Por eso él tiene necesariamente
que excluir de sus piezas esa condición formal de la estética de la
ideología que es la conciencia de sí (y sus derivados clásicos: las reglas
de la unidad). En Brecht (me refiero siempre a las «grandes piezas»)
ningún personaje abarca en sí, en forma refleja, la totalidad de las
condiciones del drama. En sus obras, la conciencia de sí, total, trans
párente, el espejo del drama entero, nunca es otra cosa que la figura
de la conciencia ideológica, que en su drama tiene al mundo entero,
pero sólo en cuanto que ese mundo no es más que el mundo de la
moral, de la política y de la religión, brevemente: de los mitos y de
las drogas. En este -sentido, sus piezas son justamente piezas descen
tradas, porque no pueden tener centro, porque, partiendo de la concien
cia ingenua, cebada de ilusiones, él se niega a hacer de ella el centro
del mundo que ella quiere ser. Por eso el centro está, si puedo decirlo
así, siempre a un lado, y, én la medida en que se trata de una des
mixtificación de Ja conciencia de sí, el centro está siempre diferido,
siempre más allá, en el movimiento para rebasar la ilusión hacia lo
real. Esta es la razón fundamental por la que la relación crítica, que
es producción real no puede ser tematizada para ella misma: por eso
ningún personaje es en sí mismo «la moral de la historia», — excepto
POR. M ARX 13 y
T N o del>< creerse q u e ese rec o n o cim ien to tic sí escape n las ex igencias q u e rig en , en
ú ltim a in sta n c ia , el d e stin o de la id eo lo g ía. En efecto , el a rto ce tan to volunt.nl d e rec o n o c e ría
com n rec onocim iento de s i. En el orig en , p o r ta n to , la u nidad q u e yo doy p o r gentada (eo
lo esen c ia l) a fia (le lim ita r el ex am en , ese rep a rto d e m ito s, tem as, asp iracio n es com unes, que
crea la posibilidad de la re p re se n ta c ió n com o fen ó m en o c u ltu ra l e id eo ló g ico , esa u n id ad es
tan to u n a unidad q u e rid a o rechazada com o ca una u n idad se lla d a. D icho de o tro m odo,
en el m undo te a tra l, o m á s g e n eralm en te, e sté tic o , la Ideología n unca d e ja d e s e r, p o r
esencia, el lugar de una co n tro v ersia y d e un com bate do n d e resu e n a n , so rd a o b ru ta lm e n te ,
el ru id o y las sacu d id as de las lu ch as p o lític a s y sociales d e la hu m an id ad . C onfieso
q u e es b astau te e xtrañ o p o n e r en p rim e r p lan o p u ro s procesos psico ló g ico s (com o la iden»
tiíic a c ló n ) pa ra exp lic a r la con d u cta e sp ec ta d o ra , sa b ie n d o q u e su efecto q u ed a a veces p a r
c ialm en te su sp en d id o , sab ien d o q u e h ay esp ectad o res, profesionales o n o , q u e n o q u iere n
e n te n d e r nada, a un a ntes d e q u e se lev an te el te ló n , o q u e , u n a vez Icn v an tad o , se niegan
a reco n o serse r n la ob ra q u e se les p rese n ta o en su in te rp re tac ió n » No hay q u e ir m uy
lejo s pa ra e n c o n tra r num erosos ejem p lo s. ¿ N o fue negado Bcrtolaxal p o r la b u rg u esía ita lia n a
de fines <M siglo x u , q u e lo co n sid eró com o un fracasado y un m ise ra b le ? Y aqui m ism o,
en P a rís , en ju n io di; 1902, ¿ n o fue co n d en ad o , ju n to a S tre h lc r, sin h a b e r sid o v erd a d e ra
m en te e n te n d id o , p o r lo s d ire c to re s e sp iritu a le s d el p ú b lic o « p arisino», m ien tras que un
am plio p ú b lic o p o p u lar ita lia n o lo h a ad o p ta d o y lo reco n o ce a c tu a lm e n te ?
140 LOUIS A LTH USSER
LOS “ MANUSCRITOS DE 1 8 4 4 ”
DE CARLOS MARX
que sirven e ilustran. Habrá que entrar un día en detalles y dar una
explicación de este texto palabra por palabra: interrogarse sobre el
estatuto teórico y sobre el papel teórico asignados al concepto clave
de trabajo enajenado; examinar el campo conceptual de esta noción;
reconocer que tal noción desempeña bien el rol que Marx le asignó
entonces: un rol de fundamento imaginario; pero que sólo puede des
empeñarlo a condición de recibirlo como mandato y misión de toda
una concepción del Hombre que va a extraer de la esencia del hombre
la necesidad y el contenido de los conceptos económicos que nos son
familiares. En pocas palabras: será necesario descubrir bajo estos tér
minos velados, en la inminencia de un sentido futuro, el sentido que
los retiene aún cautivos de una filosofía que va a ejercer sobre ellos
sus últimos vestigios y sus últimas influencias. Y aunque no quisiera
abusar de la libertad de anticiparme a esta demostración, diría que,
bajo esta relación, es decir: bajo la relación de la dominación radical
de la filosofía con un contenido que-pronto devendrá radicalmente
independiente, el Marx más alejado de Marx es aquel Marx; el Marx
más próximo, el Marx de la víspera, el Marx característico: como
si antes de la ruptura, y para consumarla, hubiera sido necesario dar
a la filosofía hasta su última oportunidad, este imperio absoluto sobre
su contrario, y este triunfo teórico sin medida, es decir, su derrota.
La presentación de Bottigelli nos lleva al centro de estos problemas.
En mi opinión, sus páginas más notables son aquellas en las que él
se plantea el estatuto teórico del trabajo enajenado, en las que com
para los conceptos económicos de los Manuscritos con los conceptos
económicos de El Capital, en las que plantea la cuestión fundamental
de la naturaleza teórica (para el Marx del 44) de esta economía po
lítica reconcentrada. Esta simple frase: «la economía política
burguesa le aparece a Marx como una especie de fenomenología»
(p. X L I), me parece decisiva, como me parece capital el hecho de
que Marx acepte precisamente la economía política tal como se ofrece
(p. LX V II), sin cuestionar el contenido de sus conceptos, y su siste
matización, cosa que él hará posteriormente: es esa «abstracción» de
la Economía la que autoriza la otra «abstracción»: la de la Filosofía,
que va a emplearse en fundamentarla. Así, el reconocimiento de la
filosofía en acción en los Manuscritos, nos remite necesariamente a
nuestro punto de partida al encuentro con la economía política, obli-
1Í0 LO U IS A LTH U SSER
gándonos a hacer esta pregunta: ¿cuál es, pues, la realidad que Marx
ha encontrado bajo cubierta de esa Economía? ¿La economía en sí?
¿O más bien una ideología económicat inseparable de las teorías de
los economistas, es decir, según la fuerte expresión ya citada, una
r fenomenología»?
Para terminar, sólo añadiré una observación. Si esta interpre
tación puede desconcertar a algunos, es debido al crédito que ellos dan
a tina confusión (difícilmente evitable, hay que confesarlo, para
nuestros contemporáneos, porque todo un pasado histórico les ahorra
la distinción) entre lo que se puede llamar las posiciones políticas y
las posiciones teóricas de Marx en su período de formación. Bottigelli
ha visto muy bien esa dificultad, y la aborda de frente al escribir por
ejemplo (p. XXXIII) que la Crítica de la Filosofía del Derecho de
Hegel (1843) «señala la incorporación de Marx a la causa del prole
tariado, o sea, al comunismo. Esto no significa que el materialismo
histórico esté ya elaborados>. Puede hacerse, pues, una lectura política
y una lectura teórica de los textos de juventud de Marx. Un texto
como «La Cuestión Judía», por ejemplo, es un texto políticamente
empeñado en la lucha por el comunismo. Pero es un texto profunda
mente «ideológico»: no es, por tanto, un texto teóricamente identi-
ficable con los textos ulteriores, que definen el materialismo histórico,
y que esclarecen hasta el fondo el movimiento comunista real de 1843,
nacido antes que ellos, independientemente de ellos, y al cual el joven
Marx se incorporó entonces. Por otra parte, incluso nuestra propia
experiencia puede recordarnos que se puede ser «comunista» sin ser
«marxista». Esta distinción es necesaria para no caer en la tentación
política de confundir las tomas de posición teóricas de Marx con sus
tomas de posición política y de legitimar las primeras por las segundas.
Pero esta distinción esclarecedora nos devuelve de inmediato a la
exigencia definida por Bottigelli: la de concebir «otro método» para
explicar la formación de Marx, y por tanto de sus momentos, de sus
etapas, de sus «presentes», en una palabra, de su transformación; para
explicar esa dialéctica paradójica cuyo episodio más extraordinario es
ciertamente esos Manuscritos, que Marx jamás publicó, pero que, por
eso, sin duda, nos lo muestran al desnudo, en su pensamiento "triun
fante y derrotado en el umbral de ser al fin él mismo, gracias a un
cambio radical, el último: es decir, el primero.
Diciembre de 1962
VI
SOBRE LA
DIALÉCTICA MATERIALISTA
Si hubiera que caracterizar con una frase las críticas que me han
sido hechas, diría que, aun reconociéndoles interés, describen mis
estudios como teórica y políticamente peligrosos.
Esas críticas señalan, con diversos matices, dos faltas esenciales:
l 9 haber «puesto el acento» en la discontinuidad1 que separa a
Marx de Hegel. ¿Qué queda, pues, del «núcleo racional» de la dialéctica,
de la dialéctica misma, del Capital por consiguiente, y de la ley fun
damental de nuestro tiempo? 1
29 haber sustituido, al proponer el concepto de «contradicción
superdeterminada», una concepción «pluralista» por la concepción
«monista» de la historia marxista. ¿Qué queda entonces de la nece
sidad histórica, de su unidad, del papel determinante de la economía
y, por consiguiente, de la ley fundamental de nuestro tiempo? 2
Dos problemas se plantean tanto en esas críticas como en mis
ensayos. El primero interesa a la dialéctica hegeliana: ¿en qué con
siste la «racionalidad» que le reconocía Marx? El segundo concierne
a la dialéctica marxista: ¿en qué consiste la especificidad que distingue
a esta última de la dialéctica hegeliana? Dos problemas que se re-
1 R. C a r a u d y r “ ...lo m a r U m ed id a d e lo que se arriesga e chsT p o r la b o rd a, al su b e stim a r
la h e re n c ia hegeliana en M a rx : no so lam en te las o b ras d e ju v e n tu d , E ngels y L en in , sino
E l C apital mismo** (p . 118).
1 G. M u ry : * '.„ n o p arece razonable a d m itir que ÍL . A .) haya in tro d u c id o , no sin e stré p ito ,
un c o n cepto nuevo para e n u n c ia r u n a v erdad c o n o cid a desde M arx y E ngels. E s m is verosím il
q u e le haya p a re c id o u rg en te in sistir en la ex isten cia d e un (oso in fra n q u ea b le e n tre las de*
term inaciones que vienen de la in fra e stru c tu ra y las d e term in acio n es q u e vienen d e la super*
e s tru c tu ra . P o r ello sin d u d a se niega a in v e rtir los polos d e la c o n tra d ic c ió n e n tre la
sociedad civil y el E stado afirm ada p o r H egel, h a c ien d o d e la so cied ad civ il, con M arx, el polo
d o m inante y d el estado el fen ó m en o d e esta esen cia. A hora b ie n , e sta so lu c ió n d e c o n ti
n uidad in tro d u c id a a rtific ia lm e n te en la d ialé c tic a de la h isto ria le im pide d iacern ir cóm o el
p rin e ip in del c apitalism o m ism o, en su s c o n tra d ic c ió n esp ec ific a , en g en d ra con su p ropio
desarrollo la e ta p a suprem a del im p erialism o , la desigualdad del progreso y la n ecesid ad del
eslabón m ás d é b il...* * (p , 4 0 ). R . G a ra u d y : “ C u alq u iera sea la co m p lejid ad d e las m e
d iac io n e s,' la p rá c tic a hum ana es u n a, y es su d ialéctica lo que co n stitu y e el m otor d e U
h isto ria . E sfum arla bajo la m u ltip lic id a d ( re a l) d e las “ s u p c rd e te rm in a c io n e i" es oscu recer
lo esencial de l C apital d e M arx que es a n te todo el e stu d io de esa c o n tra d ic c ió n m ayor, de
esa ley fundam ental del d esarru llo d e la sociedad burguesa. ¿ C ó m o es posible entonces
con cebir la ex isten cia ob jetiv a de una ley fu n d am en tal d el d esarro llo d e n u estra época, que
es la del trá n s ito al socialism o ? ” (p , 1 19). G. Bcsse su b ray a el riesgo que h a b ría “ cu p e rd e r
de v ista ’1 el c o n cepto d e c o n tra d ic c ió n fun d am en tal y en “ subestimarlo** al in sistir e n la
“ tuiperdcierm inaciói)** (p . 6 2 ).
'V
<'
ducen a uno, puesto que bajo sus dos aspectos no se trata sino de
una comprensión más rigurosa y más clara del pensamiento de Marx.
Trataré después de la «racionalidad» y de la dialéctica hegeliana.
Pero antes quisiera examinar más de cerca el segundo aspecto del pro
blema (que domina al prim ero): la especificidad de la dialéctica
marxista.
- Tenga el lector la bondad de considerar que me esfuerzo cuanto
puedo, por dar a los conceptos de que me sirvo un sentido riguroso,
que para entender esos conceptos es preciso prestar atención a ese
rigor y, en lá medida en que no es imaginario, desposarlo. ¿Puede
permitírseme recordar que sin el rigor que requiere su objeto no
puede haber teoría, es decir, práctica teórica en el sentido riguroso del
término?
' V
1. Solución práctica y problema teórico
*
P O R M ARX 161
162 lO U IS a l t h u s s e r
e x iste n te , e n tre una cie n c ia y su s co n ocim ientos. E sta ex te rio rid ad es la q u e funda la tesis
de L enin so b re la n ecesidad d e im portar la teo ría m arx ista a la p rá c tic a p o lític a esp o n tá n e a
de la clase o b rera. E-ejada a s í m ism a, u n a p r á c tic a (té c n ic a ) e sp o n tá n e a pro d u ce s o la
m ente la “ te o ría ’* d e q u e tie n e n ecesid ad , com o el m edio d e p ro d u cir el fin que le está
a s ig n a d o : esta “ teoría** no es n u n c a m á s q u e la reflex ió n d e ese fin , no c ritic a d o , no cono
c id o , en sua m edios d e rea liz a c ió n . U na “ teoría** q u e no p one en c u e stió n el fin d e quo es
el su b p ro d u cto , q u e d a p risio n era d e ese Fin y de las “ realidades** q u e le han im puesto como
fin . T ales, num erosas ram as de la p sicología y la so c io lo g ía, v e r la E co n o m ía, la P o lític a , el
A rto , e tc . Ese p u n to es c a p ita l si se q u iere id c u tific a r e l peligro id eo ló g ico m ás a m en azad o r:
la c re a c ió n y el rein a d o de p re te n d id a s teo ría s q u e n o tie n e n nada q u e v er con la v er
d ad era te o ría y no son m ás quo su b p ro d u cto s d e la a ctiv id ad técn ica. La creen cia en la
v irtu d te ó r ic a “ espontánea** de la té c n ic a tie s o su origen en esa id eo lo g ía que co n stitu y e la
esencia d el P en sam ien to T c cn o crá tico .
PO R M ARX 163
S® He ten id o o casió n d e p ro p o n er esta “ imagen teó rica* ' tom ada d e un p a rá g ra fo del
Joven M ar*, en U ¡fouveU e C ritiq u e , d iciem b re 196Q, p á g , 36,
50 E sta esp ecie de d esafío p ienso q u e d e sp ertará ecos en la e x p erien cia p o lític a d e lo i
Tnarjcietaa. P u es lan zar un d e safío cu a lq u ie ra d e cam b iar v erd ad eram en te loa efecto s s in -
ca m b ia r la ca u sa , la e s tru c tu ra fundam enta] d e te rm in a n te , p u e d e p arecerse a la c rític a del
reform israo, al d esafío d iario q u e los com unistas d irig en a todos los reform istas del m undo
q u e creen que ee p u ed e in v e rtir el o rden d e las cosas en su m ism a base, p o r ejem p lo ,
in v ertir la desigualdad social en ig ualdad so cial, la e x p lo ta c ió n d e l hom bre p o r el hom bre en
co la b o ra ció n de loa hom bres e n tre si sobre la base m ism a d e la s relacio n es sociales e x isten tes.
E l canto de lu ch a d e los tra b a ja d o re s d ice q u e “ el m un d o va a ca m b ia r d e b a s e " j ello
ca te ó rica m e n te irrep ro ch ab le!
4. Un todo complejo estructurado y “ ya dado”
188 L O U IS A L T H U S S E R
tal categoría «simple». Así, el trabajo «parece ser una categoría com
pletamente simple». La idea del trabajo en esta universalidad — como
trabajo en general— es también de las más antiguas. . . Sin embargo,
concebido desde el punto de vista económico bajo esa forma simple,
el «trabajo» es una categoría tan moderna como las relaciones que
engendran esa abstracción simple.35 De la misma manera el productor
individual o el individuo como sujeto elemental de producción que
los mitos del siglo XVIII imaginaban en el origen del desarrollo eco
nómico de la sociedad, ese «cogito» económico, no aparecía en su
«apariencia» misma sino en la sociedad capitalista desarrollada, es
decir, en la sociedad que más ha desarrollado el carácter social de la
producción. Lo mismo el intercambio, lo universal simple por exce
lencia, «no aparecía históricamente con todo su vigor más que en los
estados más desarrollados de la sociedad. Esta categoría no se abre
camino a través de todas las relaciones económicas».s“ La simplicidad
no es, pues, originaria: es, al contrario, el todo estructurado que
asigna su sentido simple o que, al cabo de un largo proceso y en con
diciones excepcionales, puede producir la existencia económica de cier
tas categorías simples.
En todos los casos estamos en un mundo extraño a Hegel: «Hegel
tiene razón de comenzar la filosofía del Derecho por la posesión, cons
tituyendo ésta la relación jurídica más simple del sujeto.. Pero no
existe posesión antes de que exista la familia, o las relaciones entre
amos y esclavos, que son relaciones mucho más complejas».37 La
Introducción no es más que una larga demostración de la tesis si
guiente: lo simple no existe jamás sino en una estructura compleja;
la existencia universal de una categoría simple no es nunca origi
naria, no aparece sino al término de un largo proceso histórico, como
el producto de una estructura social en extremo diferenciada; jamás
tenemos que ver, pues, en la realidad, con la existencia pura de la
simplicidad, sea esencia o categoría, sino con la existencia de «con
cretos», seres y procesos complejos y estructurados. Ese principio
fundamental recusa para siempre la matriz hegeliana de la contra
dicción.
“ M arx. I h íd ., p . 167.
39 M arx, In tr o d u c c ió n , p . 16?.
37 I b íd ., p . 166.
POR. M A R X 189
cepto del comienzo, que es, por ejemplo, en Hegcl el ser inmediata
mente idéntico a la nada, la simplicidad, que es también en Hegel
por donde (re) comienza indefinidamente todo proceso, que restaura
su origen, etc.) ; rechaza también la pretensión filosófica hegeliana
de esa unidad simple originaria (reproducida a cada momento del
proceso) que va a producir después, por su autodesarrollo, toda la
complejidad del proceso, pero sin perderse jamás ,en éste,39 sin perder
allí su simplicidad ni su unidad, puesto que la pluralidad y la com
plejidad no serán jamás más que su propio «fenómeno», encargado
de manifestar su propia esencia.40
La exclusión de ese ^presupuesto no sé reduce, lo lamento una vez
más, a su «inversión». Ese presupuesto no es «invertido», sino su
primido, completamente suprimido (¡sin más! y no en el sentido de
Aufhebung, que «conserva» lo que suprime . . ) y reemplazado por
otro presupuesto teórico, que no tiene nada que ver con el primero.
En lugar del mito ideológico de una filosofía del origen y sus con
ceptos orgánicos, el marxismo establece en principio el. reconocimiento
de lo dado de la estructura compleja de todo «objeto» concreto, es
tructura que domina el desarrollo del objeto y el desarrollo de la
práctica teórica que produce su conocimiento. No tenemos ya esencia
originaria, sino un siempre — dado— tan lejos como el conocimiento
remonta su pasado. No tenemos ya unidad simple, sino una unidad
compleja estructurada. No tenemos pues, ya, (bajo cualquier forma)
unidad simple originaria, sino el siempre —ya— dado de una unidad
compleja estructurada. Está claro, si ello es así, que la «matriz» de
la dialéctica hegeliana es proscrita y que sus categorías orgánicas, en
lo que éstas tienen de específico y de positivamente determinado, no
pueden sobrevivirle a título teórico, en particular las catgorías que
«acuñan» el tema de la unidad simple originaria, es decir, la «escisión»
del Uno, la enajenación, la abstracción (en su sentido hegeliano)
que unen los contrarios, la negación de la negación, el Aufhebung,
e tc . . . No habrá que asombrarse, en esas condiciones, de no hallar
Su p a la b ra m ism a no es m án q u e la in m in en cia <1e su R e su rre c c ió n , com o el V iernes
Maíllo la in m in en cia d e la G loria P a sc u al. Son los sím b o lo s m ism os d e Hegel.
i!) Indiquem o s, p ara p rev e n ir to d o m a le n te n d id o , q u é es sin d u d a y, lo que ea m á s , en
su e stad o de e x tra o rd in a ria pu reza c in tran sig en cia, esa “ d ialé c tic a h e g elian a” la q u e rein a
gloriosam ente en los M anuscritos d e 1844 d e M arx, A ñadam os q u e, p a ra p erfeccio n ar la
d e m o stra c ió n , e sa d ialé c tic a hegelian a ca ta a llí rig u ro sam en te " in v e rtid a ” . P o r ello el rigor
d r rae texto riguroso no es m&rxisfa.
PO R. M A R X 191
/
200 LOUIS A LTH USSER
Abril-mayo de 1963
V II
MARXISMO
Y
HUMANISMO
II
Para ver más allá de este hecho, para comprenderlo, para co
nocer el sentido del humanismo socialista, no es suficiente tomar
conciencia del hecho, ni registrar los conceptos (humanismo, socia
lismo) dentro de los cuales el hecho mismo es pensado. Es preciso
someter a prueba los títulos teóricos de los conceptos para asegurarse
de que nos brinden un verdadero conocimiento científico del hecho.
Ahora bien, la pareja «humanismo-socialista» encierra cabalmente
una desigualdad teórica chocante: en el contexto de la concepción
marxista, el concepto de «socialismo» es un concepto científico, pero
el concepto de humanismo no es más que un concepto ideológico.
Entendámonos: no se trata de discutir la realidad que el concepto
de humanismo socialista designa, sino de definir el valor teórico de
este concepto. Al decir que el concepto de humanismo es un con
cepto ideológico (y no científico), afirmamos de una vez que de
signa bien un conjunto de realidades existentes, pero que, a diferencia
de un concepto científico, no proporciona los medios para conocerlas.
Designa, de un modo articular (ideológico), existencias, pero no de
su esencia. Confundir estos dos ordenes significaría privarse de todo
conocimiento, mantener una confusión y arriesgarse a caer en errores.
A modo de aclaración, mencionaré brevemente la experiencia de
Marx, quien llegó a la teoría científica de la historia sólo al precio
de una crítica radical de la filosofía del hombre, que le sirvió de base
teórica durante algunos años de su juventud (1840-1841). Empleo
el término «base teórica» en su sentido más estricto. Para el Joven
Marx, el «Hombre» no era solamente un grito que denunciaba la
miseria y la servidumbre, era el principio teórico de su concepción
216 L O U IS a lth u sser
0 E ste e n c u en tro c a tre F cuerbach y la crista te ó ric a h acia ct <]ue la h isto ria b a h ía
a rro jad o a los jó v en e s rad ic a le s alem an es, e x p lica su entu siasm o p o r el a u to r dn la* Tesis
pro visionales, de la E sencia d e l cristianism o y d e loa P rincipios d e la filo so fía d e l fa tu ro .
E n efecto , F euerbach rep re se n ta la so lu c ió n te ó ric a a la cri$ía te ó ric a d e loa jú v c n e i inte*
218 LOUIS AI.TM USSER
tica del dinero, del poder y de los dioses. A partir de este momento,
esta revolución práctica será la obra común de la filosofía y del pro
letariado ya que, en la filosofía, el hombre es afirmado teóricamente:
en el proletariado, es negado prácticamente. La penetración de la
filosofía dentro, del proletariado será la revuelta conciente de la afir
mación contra su propia negación, la revuelta del hombre contra sus
condiciones inhumanas. Entonces el proletariado negará su propia
negación y se apoderará de sí en el comunismo. La revolución es
la práctica misma de la lógica inmanente a la enajenación: es el mo
mento en que la crítica, hasta allí desarmada, reconoce sus armas
en el proletariado. Ella da al proletariado la teoría de lo que éste es:
el proletariado le brinda, en cambio, su fuerza armada; una sola y
misma fuerza, donde cada uno se alia consigo mismo: la alianza
revolucionaria del proletariado, y la filosofía está pues, aquí también,
encerrada en la esencia del hombre.
III
tente .7 Marx jamás ha pensado que una ideología podría ser des
truida por su conocimiento: pues el conocimiento de esta ideología
(siendo el conocimiento de sus condiciones de posibilidad, de su es
tructura, de su lógica específica y de su papel práctico, en el seno
de una sociedad dada) es al mismo tiempo el conocimiento de las
condiciones de su necesidad. Por consiguiente, el antihumanismo teó
rico de Marx no suprime en modo alguno la existencia histórica del
humanismo. Antes y después de Marx se encuentran, en el mundo
real, filosofías del hombre; y, actualmente, incluso ciertos marxístas
sienten la tentación de desarrollar los temas de un nuevo humanismo
teórico. Aún más; el antihumanismo teórico de Marx reconoce, rela
cionándola con sus condiciones de existencia, la necesidad del huma
nismo como ideología: una necesidad condicionada. El reconocimiento
de esta necesidad no es un hecho meramente especulativo. Solamente
sobre ella el marxismo puede fundar una política relacionada con las
formas ideológicas existentes, sean las que fueren: religión, moral,
arte, filosofía, derecho, y, en primer lugar, humanismo. Una polí
tica marxista (eventual) de la ideología humanista, es decir: una
actitud política hacia el comunismo (política que puede ser el re
chazo, la crítica, la utilización, el apoyo, el desarrollo, o la renova
ción humanista de las formas actuales de la ideología en el campo
ético-político), sólo es factible bajo la condición absoluta de estar
basada en la filosofía marxista, cuya premisa es el anlihumanismp
teórico.
IV
que ella refuerza o modifica la relación de los hombres con sus con
diciones de existencia, dentro de esta relación también imaginaria.
De aquí se desprende que esta acción no puede ser jamás puramente
instrumental-, los hombres que se sirven de una ideología como de
un puro medio de acción, de un instrumento, se hallan encerrados
en ella y entregados a ella desde el mismo momento en que comien
zan a servirse de ella, y se creen sus dueños sin derecho a réplica.
Esto queda perfectamente claro en el caso de una sociedad de
clases. La ideología dominante es, en ese caso, la ideología de la clase
dominante. Pero la clase dominante no mantiene con la ideología
dominante, que es su ideología, una relación exterior y lúcida de
utilidad o de astucia puras. Cuando la «clase ascendente», burguesa,
desarrolla, durante el siglo XVIII, una ideología humanista de la
legalidad, de la libertad y de la razón, confiere a su propia reivindi
cación la forma de la universalidad, como si por ese camino quisiera
enrolar a sus lados, formándolos con este fin, los mismos hombres que
ella libertará sólo para explotarlos. Ahí reside el mito «rousseauniano»
del origen de la desigualdad: los ricos hacen a los pobres el «discurso
más meditado» que jamás haya sido concebido, para convencerlos de
vivir su esclavitud como si fuera su libertad. En realidad, la bur
guesía debe creer en su mito (antes de querer convencer con él a
los otros y no únicamente para convencerlos) pues, lo que ella vio
en su ideología es esa relación imaginaria con sus condiciones de exis
tencia real, que le permite a la vez actuar sobre sí misma (formarse
una conciencia jurídica y moral, y crear las condiciones jurídicas y
morales del liberalismo económico) y sobre los otros (sus explotados
y futuros explotados: los «trabajadores Ubres»), con el fin de asu
mir, cumplir y soportar su papel histórico de clase dominante. De
este modo, en la ideología de la libertad, la burguesía vivió muy exac
tamente su relación con sus condiciones de existencia: es decir, su
relación real (el derecho de la economía capitalista Uberal) pero inves
tida de nna relación imaginaria (todos los hombres son libres, incluso
los trabajadores libres). Su ideología consiste en este juego de pala
bras sobre la libertad, que descubre tanto la voluntad burguesa de
mistificación a sus explotados («libres») para tenerlos embridados,
mediante el chantaje con la libertad, como la necesidad de la burguesía
228 LO U IS A LT H U SSER
Enero de 1965
Impreso en la Fábrica 274-06-00 de
la E m p re sa Consolidada de Artes
Gráficas. La Habana, Cuba.