Resumen Final de Historia Renacimiento y Edad Moderna
Resumen Final de Historia Renacimiento y Edad Moderna
Resumen Final de Historia Renacimiento y Edad Moderna
EDAD MODERNA:
los descubrimientos fueron posible gracias a la capacidad financiera de los mercaderes, a la voluntad política de los
estados y a las invenciones técnicas puestas al servicio de los expertos en la navegación, como la brújula, el astrolabio, la
cartografía y, sobre todo, la carabela, imprescindible en los primeros descubrimientos geográficos del siglo XV.
El proyecto que permitiría el descubrimiento de América y la efectiva soberanía de España sobre este continente fue
concebido por Cristóbal Colón.
La llegada de Colón en 1492 significó el descubrimiento de un Nuevo Mundo, hecho que desató un conflicto diplomático
con Portugal, que se solventó con la firma del tratado de Tordesillas (1494), que establecía el definitivo reparto del
ámbito de las exploraciones entre España y Portugal.
EL Humanismo, tomó como referencia el concepto clásico del hombre ideal, a través del cual pretendía conseguir una
nueva sociedad. Esta corriente intelectual buscó el fomento de la educación y la cultura a partir de los studia
humanitatis y de la lectura admirativa de los clásicos grecolatinos; con la intención de estudiarlo, conocerlo y adaptarlo
a los nuevos tiempos.
el Humanismo trató de subrayar la conciencia de la dignidad del hombre como centro del universo, como aquel capaz
de superar sus limitaciones y de protagonizar toda clase de aventuras materiales e intelectuales y como depositario de
valores individuales y colectivos.
Erasmo es quien ilustra el humanismo dentro del plano pedagógico como religioso.
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EN el terreno del arte, el descubrimiento de los monumentos griegos y romanos, el nacimiento de la arqueología, el
conocimiento de la plástica clásica, el auge del coleccionismo y de los museos y galerías, la recuperación de la obra de
los tratadistas y literatos antiguos, el estudio de la mitología pagana y el sentimiento de la belleza esencial que encierran
los objetos, fueron los factores primordiales que produjeron una eclosión cataclísmica del arte.
EL astrónomo Nicolás Copérnico, siguiendo las teorías de Aristarco de Samos e Hypatia de Alejandría, fue el creador de
la teoría heliocéntrica, que (frente a las concepciones geocéntricas admitidas en su tiempo) situaba en el centro del
universo al Sol, en torno al cual giraban los planetas, entre ellos la Tierra.
El físico y matemático inglés Isaac Newton descubrió la teoría de la gravitación universal, y enumero lw leas leyes de
dinámica. Sus descubrimientos, que cierran brillantemente la Revolución Científica del Barroco, dibujaron una mecánica
celeste que ya no habría de modificarse sustancialmente hasta que Einsten enunciara a comienzos del siglo XX la teoría
de la relatividad.
Por su propia esencia, el siglo del Barroco es la época dorada del teatro europeo.
La cumbre del arte dramático universal es el dramaturgo, poeta y actor inglés William Shakespeare.
EL siglo XVIII es el Siglo de las Luces o de la Ilustración. El término hace referencia a la difusión de una serie de ideas
nuevas que debían iluminar los espíritus y por esta vía alumbrar un camino que conducía a un estadio superior de la
historia de la humanidad. La principal de estas ideas era la razón, arma fundamental para ejercer una labor crítica que
no deja al margen ni al sistema político ni a la verdad religiosa.
De este modo, la Ilustración reavivaba la llama del Humanismo y del proceso de secularización. La razón se inspira a su
vez en la naturaleza, de tal modo que lo razonable es por antonomasia lo natural. También aquí las Luces recogen otra
tradición del siglo anterior, la que había propugnado que la religión o el derecho debían ajustarse a las leyes de la
naturaleza, que había impreso en los hombres los caminos de su conducta individual y social. La naturaleza permitía el
adelantamiento de la economía según propugnaba la fisiocracia, constituía la base de la sociabilidad y por tanto de la
organización política y fundamentaba la moral y la religión.
Hay una vuelta al mundo clásico donde se plantean dos leyes : unas las de la naturaleza y otras la leyes divinas.
LA razón y la naturaleza conducían a la noción de libertad. Las doctrinas del derecho natural y del pacto social
mostraban la libertad como una cualidad intrínseca del hombre.
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TEXTO: CAPITULO I: FORMAR HOMBRES Y CRISTIANOS: LA EDUCACIÓN ENTRE EL HUMANISMO Y LA
REFORMA PROTESTANTE
el cambio en las condiciones socioeconómicas –a partir del siglo XV– de los estratos superiores de la
sociedad urbana posibilitó un proceso de individualización y la emergencia de un nuevo sentido
respecto de la familia, la mujer y el niño.
el objetivo de la educación en manos de los humanistas fue formar hombres y cristianos, almas
virtuosas y piadosas.
los humanistas propusieron una educación de carácter integral y universal. Dirigida a príncipes y
cortesanos, su objetivo era combinar los buenos modales y dejar atrás las formas rústicas; alcanzar la
prudencia y la pacificación en lugar de recurrir solo al poder de las armas; recuperar el arte de la
elocuencia mediante el ejercicio de la retórica rechazando el dogmatismo escolástico.
En el descrédito de la Iglesia, comenzaron a manifestarse nuevas tendencias culturales a partir del siglo
XV. Si bien la gestación del Renacimiento y del Humanismo tuvo lugar en las ciudades-Estado del norte
de Italia, se extendió rápidamente por el resto de Europa.
el Humanismo expresaba un modo de concebir ciertos aspectos de la cultura occidental como una
renovación laica y al mismo tiempo cristiana. Coincidían en esta renovación cultural varios factores,
principalmente técnicos y económicos, tales como el reloj mecánico, que transformó la relación del
hombre con el tiempo y el trabajo y la imprenta, que permitió un salto en la difusión de las ideas y del
conocimiento, erosionando el monopolio de la educación y el conocimiento que la Iglesia detentaba en
la Alta Edad Media.
Los usos y los fines de la lectura se sustrajeron del espacio monopolizado por la Iglesia cristiana, la
nobleza y los hombres sabios y, por lo tanto, se diversificaron. El acceso a los textos sagrados o
profanos y su interpretación comenzaron a tener lugar en el ámbito privado, producto de la lectura
personal.
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¿A quien se consideraba HUMANISTA? A todos ellos pasaron por las universidades, se formaron en los
colegios internados de las facultades de artes. Los humanistas que habían padecido su formación en las
instituciones universitarias medievales y profesaban un interés particular por la cultura del mundo
antiguo.
El Humanismo y la reorganización del campo del saber: bellas letras, virtud, civilidad
El latín, respaldado por la Iglesia y los humanistas, “veía acrecentar su valor como signo de
reconocimiento social”. Como veremos a continuación, el latín y el griego, las bellas letras, se
constituyeron en las nuevas marcas de distinción y estratificación social que promovía la formación
humanista.
el aristotelismo, fuente de modelos o formas del decir y de razonar, sostenida y reproducida por la
universidad medieval (racionalizar la fe), fue blanco de críticas de filósofos, humanistas, juristas y
teólogos. En el caso de los humanistas, en nombre de las bellas letras, censuraron la tiranía de la
escolástica. Las bellas letras (gramática, retórica, poesía, literatura) fueron consideradas y estimadas
por los humanistas. Ellos se nutrirán de los autores griegos y latinos
El pasaje de una cultura verbalista, de transmisión oral, basada en el recurso de la memoria de los
estudiantes universitarios, a una cultura también erudita, pero de carácter predominantemente escrito.
Los humanistas no sólo van a buscar en los textos antiguos modelos de escritura y de virtud.
El corto tratado escrito por Erasmo planteaba tratados de educación en los que la exterioridad del
cuerpo expresa la interioridad del sujeto, su alma. Este tratado es novedoso en tres sentidos: Es el
primero en dirigirse a los niños. Ahora, el humanista, parte de una confianza en la posibilidad educativa
del niño; por lo tanto, debe comenzar cuanto antes. 2. Se dirige a todos los niños 3. el tratado quiere
enseñar un código válido para todos.
Gracias a este tratado se impulsa la formación de un nuevo programa de enseñanza. Esto que se ha
denominado “estudios de la humanidad”. Esta nueva “episteme”, entendida como una nueva
configuración u organización del saber considerado socialmente válido, implicó un desplazamiento del
saber jurídico y teológico, para dar lugar a una pluralidad de disciplinas: filología, filosofía natural,
literatura, poesía, retórica, gramática, teatro, arquitectura, pintura.
Hacia fines del siglo XIV surgieron movimientos y comunidades conformadas por clérigos y laicos que
buscaron retirarse del mundo y llevar una vida contemplativa, de estricta disciplina, oración y lectura
de la Biblia. Este movimiento fue conocido como devotio moderna. Se abrieron escuelas para niños,
donde además de proporcionarles conocimientos de gramática y lógica, se los introducía en una vida
religiosa de carácter personal.
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El núcleo de la crítica de los reformadores fue la doctrina de la salvación de las almas a través de las
obras. La justificación por las obras significaba la necesaria mediación de la Iglesia, a quien el individuo
estaba sometido y debía obediencia. los reformadores proponían, una relación directa del individuo,
desde su toma de conciencia, con Dios. Por lo tanto, la salvación de las almas se realiza a través de la fe.
La práctica primordial es la oración individual y diaria con lectura de la Biblia, que generalmente se da
en el ámbito familiar.
Una nueva estrategia de gobierno de los hombres, de las almas y del propio cuerpo, se instaló en los
inicios de la Reforma: cambió el sentido de la pastoral cristiana; los individuos ya no debían su salvación
a la obediencia formal de la palabra de la Iglesia romana y sus rígidos rituales. La obediencia se
transformó en un acto de reflexión del sujeto sobre su propio accionar. Ahora cada creyente juzgaba
individualmente sus 43 obras según su propia conciencia.
un nuevo código de comportamiento social e individual intentaba difundir las voces críticas de la
Iglesia: un cristiano debe contar con un mínimo de saber, debe conocer lo que cree a través de la
lectura de la Biblia, traducida a la lengua vulgar.
Lutero propuso la creación de escuelas cristianas, junto con su interés por la formación de buenos
maestros.Los principios educativos se tradujeron en práctica educativa concreta en el seno de una
comunidad religiosa reformada y de carácter cada vez más nacional. Los principales objetivos de esta
propuesta educativa eran los siguientes:
Carácter político y fines sociales de la instrucción: la red de escuelas debía presentar una doble faz: por
un lado, una elitista –los colegios–y por otra parte las escuelas elementales.
Formación de nuevos sujetos educativos: jóvenes: “es preciso ocuparse de la educación de la juventud,
porque así lo exige la felicidad de nuestro pueblo”
Instrumentos y soportes materiales de la instrucción: La imprenta reduce los costos del libro, y gracias
al acceso individual a mayor cantidad de libros, contribuye al progreso en el estudio de las lenguas, y
otras materias.
Escolarización de los niños ricos y “pobres niños”: Lutero destacaba la necesidad de contar con
maestros bien formados .También se pronunció contra los años que un estudiante debía pasar en la
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universidad: veinte o treinta años para no saber nada, por eso destacó la importancia de aprender un
oficio en el resto del tiempo, así “trabajo y oficio irían a la par mientras los muchachos son jóvenes”.
El nuevo rol del maestro y la disciplina: la disciplina es fundamental en el gobierno de la población y del
reino. Por ello le otorga una gran autoridad al padre de familia.
la Reforma protestante proporcionó nuevos argumentos y nuevas experiencias que sentaron las
condiciones y las bases para futuras transformaciones educativas .Es posible resumir el alcance de su
legado en:
La adopción de un carácter cada vez más nacional de la educación: esto se explica por la importancia de
la lengua vulgar/nacional, junto a la necesidad de contar con pastores e Iglesias de organización
territorial.
La apelación a los poderes laicos para intervenir activamente en los destinos de la educación de niños y
jóvenes.
La idea de ofrecer una educación común a todos los niños y jóvenes en instituciones específicas y
separadas del mundo adulto, con personal especializado y organizado jerárquicamente.Se trataba de
formar hombres y cristianos, pero para ello era preciso no olvidar las almas, no descuidar los cuerpos y
las jerarquías sociales en las que se inscribían.
Texto: CAPÍTULO II La formación del Estado centralizado: entre el juego de los cortesanos y el aporte
de los humanistas
Inicio de la modernidad: centralización del poder en el rey. En la edad media el rey estaba debilitado
debido a los señores feudales. En la modernidad, la figura del rey toma fuerza, llegado a formar las
monarquías absolutas. Los señores feudales se ven debilitados.
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tiempo controlado, disciplinado y jerarquizado. La configuración de un nuevo orden político y social, las
“modernas” administraciones centralizadas, y la necesidad de una gestión “racional”, demandó una
educación para la obediencia y la sumisión a la razón de Estado.
Buena parte de Europa todavía se encontraba bajo el caparazón de una economía agrícola dominada
por un carácter feudal (con diferentes evoluciones según las regiones) y la producción de manufacturas
reglamentada por las corporaciones urbanas de oficios.
Esta expansión mercantil generó oportunidades excepcionales y una movilidad ascendente para los
estratos sociales intermedios, esto no implicó la independencia de la burguesía. Las necesidades de las
ciudades y de los mercados europeos en expansión fomentaron el auge de los Estados centralizados
(monarquías) .Al volcarse cada vez más hacia el Estado en busca de una protección (sobre todo militar),
intensificaban su poder.
mediados del siglo XIII en diferentes reinos comienza a imponerse el poder real por encima de las
soberanías y autonomías de los señoríos. Acelerado por la crisis del siglo XIV y la guerra, ya en el siglo
XV se consolida la centralización del poder , denominándose como el Estado feudal centralizado (1994).
En un entramado de poderes que se superponen y estallan en permanente conflicto, reyes y príncipes,
poderes locales y la Iglesia compiten por el control sobre territorios y el control social en un juego de
alianzas estratégicas. La corona, debió pactar su accionar con los representantes de los tres
estamentos: nobleza, clero y tercer estado (representantes fundamentalmente de una burguesía
urbana)
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el monopolio de poderes,
saberes humanistas al servicio del nuevo estado Varios factores coinciden en la emergencia de los
Estados centralizados. Además de los económicos y comerciales y la reestructuración estamental ya
mencionados, la impronta de la renovación cultural y técnica aportada por el Renacimiento y el
Humanismo fue decisiva. La “difusión” y el “uso” de la pólvora, la imprenta y la brújula (de origen
Oriental), contribuyeron a la estructuración de nuevas relaciones de poder en el mundo europeo. A
ellas debemos 56 agregar la precisión y regulación del tiempo con la difusión del reloj mecánico.
Maquiavelo se centró en las formas de secularización de la política, en la autonomía del poder del
príncipe frente al poder espiritual y secular del Papado.
Foucaulta plantea que a partir del siglo XVI comienza la emergencia de un conjunto de prácticas,
racionalidades y tecnologías de gobierno, un “arte de gobernar”, orientadas a la conducción y
autoconducción de la población, a su autorregulación. Se inicia el despliegue de una nueva racionalidad
específica, una forma de actuar y calcular, dirigida al control y administración de la producción de
bienes y circulación de productos, cargas impositivas, previsión de hambrunas, pestes, etc. y de la
población en función de una racionalidad de Estado. Comienza un nuevo “arte de gobernar”, tendiente
a lograr que esas prácticas y tecnologías sean acogidas por los gobernados como racional, que sea
internalizado que no hay nada fuera del Estado. A esta racionalidad Foucault la llamó
gubernamentalidad.
humanistas, cumpliendo funciones específicas en las instituciones del Estado o elaborando diferentes
programas de gobierno en los que definían el papel del Rey en el nuevo orden político social.
Las funciones eran consideradas como una propiedad que se compraba o vendía, cuya “inversión” se
amortizaba en algunos casos en la siguiente generación.
Una fiscalidad cada vez más centralizada, recaía sobre el llamado tercer Estado, conformado por la
burguesía y el estrato superior campesino. Nobleza y Clero, manteniendo su situación privilegiada del
período feudal, estaban exentos de impuestos. El cobro de impuestos estaba destinado, además de
sostener el peso del aparato burocrático, al ejército.
Una de las funciones más importantes de la diplomacia era la concertación de matrimonios entre los
miembros de la realeza, cuya función natural era la paz, pero en realidad las alianzas matrimoniales
estaban guiadas por una estrategia de acumulación de poder territorial por parte de los Estados.
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La confesionalización de la sociedad fue respaldada por el poder estatal y de príncipes, quienes
impusieron una doctrina y estimularon la creación de instituciones educativas orientadas a la
reafirmación doctrinaria. En este sentido consideramos el apoyo que tuvieron los colegios jesuitas y los
protestantes.
¿De qué manera se inculcó en la población la investidura del poder real? Además del aparato
coercitivo, tuvo gran importancia las formas de representación simbólica del poder y el acentuado
distanciamiento de su figura y la de los grandes nobles respecto de los sectores populares.
los monarcas conformaron en torno suyo la corte, constituida por los principales nobles y altos
funcionarios.
La corte era el centro del gobierno. No solo vivían el Rey, la familia real y los grandes nobles, sino que
en este espacio se centralizaban las funciones correspondientes a hacienda, diplomacia y justicia.
Una función estatal, una función de legitimación y validación artística y científica y una función de
regulación y autocontrol –autogobernación– de los individuos.
Dentro de la corte se establecían normas y regulaciones estrictas, al mismo tiempo que imponía una
forma de autocontrol del individuo, un proceso mediante el cual era “civilizado”, significó una parte
esencial en la autoconstrucción y representación de la identidad cortesana. El cortesano era o debía
serlo por una constante representación de sí mismo, expresada en el lenguaje corporal como elemento
de distinción: las buenas maneras, su forma de andar, hablar, los gestos, montar a caballo, comer,
reírse, permanecer callados, bailar. Es en la corte donde se adquieren estas maneras cortesanas.
Formar parte del mundo cortesano obligaba además a dominar un arte particular, el de la
“conversación”, con reglas precisas éste respondía a las necesidades y exigencias específicas de esta
sociabilidad
La corte fue el espacio por excelencia donde se configuró el “Estado teatral”. No solo era el centro del
Estado, al mismo tiempo, era el espacio en el que se representaba el juego de interdependencias entre
la nobleza y el rey como ejercicio del poder. Como en el teatro, todo se juega en el registro de la visión;
hay que ver y ser visto hay que ser reconocido, visualizado. Al mismo tiempo, el poder somete a los
individuos a una mutua y obligatoria visibilidad.
Toda conducta, aún la más insignificante, es observada por el despliegue del “aparato disciplinario” y
sujeta a humillaciones. Todo lo que no se ajusta a la regla, las desviaciones, es objeto de sanción, de
castigo.
“Sean todos quietos, modestos y bien cristianos”. Virtudes del buen funcionario
s en el siglo XVI cuando asistimos a la institucionalización de prácticas educativas que sentaron las
bases para la gestación de innovaciones pedagógicas .Es en este momento cuando emerge una nueva
forma de educación como pilar del Estado moderno en formación. La escritura y la imprenta, la retórica
y operaciones de gobierno del cuerpo, serán los instrumentos indispensables para “convencer”,
“sugerir”, “jerarquizar”, “ordenar”, disciplinar.
El nuevo orden político y social que comienza a conformarse a partir del siglo XV, implicó
reestructuraciones y una redefinición de los grupos sociales ya existentes. Emergió en este período el
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“estado intermedio”, como grupo social estamentario entre los “grandes” (la nobleza) y la latente
insubordinación y peligrosidad de los estratos empobrecidos.
Las nuevas funciones del Estado moderno requirieron la formación de un individuo con virtudes que lo
diferenciaban del código caballeresco y de los sectores populares: prudencia, moral incorruptible,
disciplina de trabajo, formas de conducta reservadas, mediana cultura.
Los colegios en particular los colegios de los jesuitas tuvieron un papel destacado en la inculcación de
conductas y esquemas de pensamiento. Fueron los colegios los que formaron a los futuros funcionarios
con los atributos del estudiante perfecto, obediente, servicial y dispuesto a cumplir fielmente el deber
asignado y los configuraron a diferencia del noble y del vulgo en su forma de hablar, andar, mirar, en
los gestos y en el vestido.
Se forma un programa educativo llamado CIVILITAS, el cual va a ser un espacio cerrado, diferenciado y
reglado.
En el marco de la disidencia religiosa del siglo XVI, los aprendizajes ya no se produjeron solamente el
espacio familiar o de la vida social, sino que tuvieron lugar en un espacio cerrado, diferenciado y
reglamentado.
Entre los siglos XV y XVI hubo un descubrimiento de la infancia aunque el hecho de que se la siguiera
vistiendo como adultos da cuenta que se la concebía, en realidad, como un adulto pequeño.
Sobre el padre de familia recayó la dirección y el control moral de todos los individuos; se convirtió en
una figura que infunde respeto.
el cuerpo simboliza el grupo social de pertenencia a través de gestos, movimientos, vestimenta, oficios
y formas del habla. A los niños y niñas “miserables” les estuvo reservado un tratamiento diferenciado.
Los proyectos educativos se propusieron reconciliarlos con su condición de súbditos, como sujetos
sometidos, desvalorizados y humillados.
Para la infancia sumida en la pobreza, sólo una pedagogía rudimentaria, memorística y empobrecida en
sus alcances respecto del saber: catecismos escritos en un lenguaje en apariencia sencillo y concreto.
Junto con esta catequesis orientada a conducir las almas, se incorpora un disciplinamiento físico
destinado a inculcar obediencia y reverencia a los superiores, humildad, sumisión y desterrar los malos
hábitos: formar filas, ayudar en la misa, cantar himnos religiosos
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Tanto en regiones alcanzadas por la Reforma protestante, como en las católicas esta educación para los
pobres se impartirá en pequeñas escuelas de caridad.
El pensamiento pedagógico humanista propuso el pasaje progresivo del ámbito privado al espacio
público (Iglesia y Estado) mediante la creación de nuevas instituciones educativas. Se inició en Europa la
escolarización de los sectores populares bajo la acción de parroquias, hospitales, albergues, sociedades
religiosas y caritativas, seminarios, capillas. Se trató de una diversidad institucional destinada a
inmovilizar la infancia vagabunda, inculcarles el modo de vida virtuoso y cristiano, así como también
habituarlos al trabajo a través de un castigo corporal humillante.
Reforma y Contrarreforma compitieron en este terreno como también en el de los colegios. Al mismo
tiempo que se expandió la enseñanza del catecismo, la lectura y a veces la escritura, se instalaron
nuevas distinciones. La pequeña escuela de pobres que comenzó a institucionalizarse se erigió, poco a
poco, al margen de la pequeña escuela de gramática, que prepara en latín para el colegio.
Surgió un micro espacio escolar donde se inculcarían los principios para ser un buen cristiano a través
de la fe, la moral, la oración y la lectura. El maestro, con su mirada atenta, ejerció el control sistemático
del cuerpo del niño, del tiempo y del espacio. Una vigilancia que también fue ejercida sobre el propio
cuerpo del maestro, ahora también sometido a reglas y mecanismos disciplinarios.
La idea de separar y proteger a los niños de las costumbres del mundo adulto llevó a la creación de
nuevas instituciones escolares, como los internados o pensionados escolares, generando dispositivos
de vigilancia y control que hicieran efectivo su disciplinamiento.
En el transcurso del siglo XVI los colegios adoptaron un estricto horario cotidiano que establecía, por un
lado, la graduación de los estudios según la edad de los grupos escolares y la permanencia y formación
de los profesores o preceptores en el mismo espacio educativo.
Los muros de los colegios encerraron a los niños, apropiándose o más bien expropiando el tiempo y los
movimientos de los alumnos, predeterminando las horas del día (el trabajo, el recreo, las comidas, el
tiempo de dormir), las semanas, los meses, y los años, con la estricta vara de la moral del trabajo y
produciendo una obediencia a reglas impersonales.
Esta experiencia de los colegiales con el “estricto” horario se relacionada con el concepto de “ejercicio
escolar”: la forma en que debe realizarse aquello que constituye el programa de estudios, lo que el
estudiante debe saber.
Este ejercicio escolar, por lo tanto, no es solo la relación del sujeto con determinados saberes, sino el
ejercicio de sometimiento a un conjunto de reglas impersonales.
El objeto de disciplinamiento no fue solo el cuerpo de los niños, sino también el de los maestros y los
profesores: los niños debían aprender en un tiempo determinado y los maestros debían enseñar
conforme a un plan de estudios.
Desde fines del siglo XV y sobre todo a principios del siglo XVI, tempranamente diversas instituciones
religiosas organizan a sus alumnos en seis o siete clases sucesivas cada una con sus programas bien
definidos. Los primeros en organizar los estudios a partir de una graduación en clases con contenidos
bien definidos, centrados en latín y griego y las obras de los antiguos, son los Hermanos de la Vida en
Común a fines del siglo XV. La organización de sus colegios fue modelo para las instituciones educativas
de la Reforma protestante y los Jesuitas.
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En los inicios, estas clases respondían aproximadamente a la enseñanza de las tradicionales disciplinas
del trivium y cuadrivium, comenzando por:
Más allá de la “modernización” del programa de estudios, es interesante señalar el “orden” impuesto
en la enseñanza y su posterior influencia en los colegios de la Reforma y Contrarreforma:
pasaje de una clase a otra superior validado por un examen (promotio) a fin del semestre o a fin de
año en el que los alumnos más destacados recibían un premio;
horarios estrictos,
Esta gestión del tiempo y del trabajo, el método y los contenidos a inculcar, como así también el control
del cuerpo, visible tanto en colegios de la Reforma protestante como católicos, está en estrecha
relación con el surgimiento de las modernas administraciones de los estados centralizados y la
necesidad de dotarlas de un aparato de gestión “racional”. Los studia humanitatis, el conjunto de
disciplinas del programa humanista, debía formar a individuos que pudieran desenvolverse en los
nuevos espacios políticos de las cortes.
Cuerpos y comportamientos: hacia una mayor adecuación a las normas y una uniformidad impuesta
Si bien niños y jóvenes compartían espacios de sociabilidad con los adultos (la calle, la taberna, el patio
del palacio, la plaza, el mercado, la comunidad), comienza un proceso de separación y diferenciación
que posibilitan los colegios a partir de la graduación o división en clases/edades desde el siglo XV.
La nueva organización jerárquica y “paternalista” de los colegios, basada en una división graduada en
clases, permitió a reformadores protestantes y Jesuitas establecer el orden y mantener a los
estudiantes bajo la vigilancia constante de sus maestros.
El tiempo escolar, organizado en jornada escolar, es un tiempo fragmentado, pero pleno: toma la forma
de una grilla en la que el sujeto pierde el sentido de sí mismo, salvo por la permanente realización de
una actividad o un ejercicio.
Un ambiente pedagógico dispuesto para la permanente actividad; un ejercicio del control disciplinado
que atraviesa en forma vertical (la relación de cada estudiantes con el maestro del curso y la relación
de los decuriones con la autoridad) y horizontal (la relación de los estudiantes con la tarea colectiva, ya
se tratase de dictados, lecciones o conducción de disertaciones) los espacios y los tiempos en que se
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definen y transmiten los saberes del curriculum humanista. Había una graduación de contenidos: de lo
mas simple a lo mas complejo.
La imposición de un orden del tiempo, una vigilancia constante, un conjunto de medidas disciplinarias,
se realizó en estrecha alianza con el encierro y la subdivisión del espacio.
Una arquitectura que se transforma en función de los fines educativos asignados a los colegios:
operacionaliza un modo de ordenar y administrar los espacios y los tiempos y permite segregar y dotar
de una identidad específica a un conjunto de adolescentes y jóvenes. Es por ello que la clase, entendida
como grado y como aula, es el lugar donde se dirimen y toman forma los principios de poder y de
clasificación establecidos en los reglamentos de los colegios.
También son lugares cargados de afectividad y de normas en el que la constante acción disciplinaria
colectiva e individual sujeta los cuerpos a una nueva jerarquía y subordinación. En síntesis, lugar
cerrado, que establece sus propias normas y prácticas para una permanente clasificación de los
alumnos, el espacio de comparación de los resultados, “de eliminación de los débiles y promoción de
los fuertes”.
En relación con la construcción de esta cultura somática, definida bajo la categoría “colegial”, se
entrelazan dos procesos: por un lado, el enclaustramiento, el encierro en los colegios. Esto conlleva la
implementación de una nueva disciplina que tiende a la individualización de adolescentes y jóvenes
mediante la competencia, la delación, el castigo corporal y la vigilancia total y permanente dentro de
estos establecimientos educativos. El objetivo es establecer un vínculo directo con la autoridad
reconocida de los maestros y desalentar toda posibilidad de encuentro amistoso o de solidaridad entre
colegiales, entre pares.
Los colegios del momento eras solo de varones ,la niña solo se formaba en el ámbito domestico : como
ser buena hija, buena madre, buena señora, debía dedicarse a la crianza de los niños.
Comenius plantea que «toda la juventud, de cualquier sexo que sea, debe ser enviada a las escuelas públicas”. Y en su
frase «es menester que nadie sea excluido, ni Menos impedido, de aprender la cordura y de formar su espíritu» se
encuentra el principio de la igualdad de acceso a
La enseñanza y a la cultura, sin distinción de sexo, fortuna, religión u origen .social
Sus escritos con el correr del tiempo habían de influir en todos aquellos que se han ocupado de la pedagogía desde el
siglo XVII hasta nuestros días. Los principios de su filosofía han inspirado todos los grandes proyectos concebidos para
hacer reinar el orden y la paz en el mundo.
Los grandes principios de la pedagogía de Comenius se desprenden naturalmente de su concepción del mundo.
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La educación del hombre < dice Comenius debe comenzar desde su más tierna infancia porque «la juventud es la edad
en que el hombre es más apto para formarse a sí mismo». El niño es maleable. Puede enriquecerse continuamente y
aprehender una realidad cada vez más amplia en relación con su desenvolvimiento psíquico y físico. Para desarrollar a
un tiempo la sensibilidad y la inteligencia necesarias a la toma de contacto con el mundo real, será menester partir de
los elementos que se ofrecen a los sentidos y asociar siempre «la palabra a la cosa significada». «Las palabras sólo
deben ser aprendidas y enseñadas en su asociación con las cosas (¿qué son las palabras sino el vestido o la envoltura de
las cosas?)» «Cualquiera que sea la lengua que se enseñe a los alumnos, aún cuando se trate de su lengua materna, se
deben mostrar siempre las cosas designadas por las palabras.» A la inversa, hay que enseñar al niño a expresar por
medio de palabras todo lo que ve, oye, toca o gusta para que, procediendo con un paralelismo perfecto, la lengua y el
espíritu se desarrollen al unísono.
El desarrollo del espíritu está basado en el amor al estudio. Antes de ocuparse en hacer de su alumno un espíritu bien
cultivado inculcándole las reglas, el profesor debe infundirle la avidez cultural y aún mucho más hacerlo receptivo a la
cultura.
Existe la necesidad de una enseñanza atrayente ,impartida por maestros comprometidos ,en un ambiente agradable y
amoroso.
En esos establecimientos, rodeados de jardines, donde los niños «gozarán de la belleza de los árboles y de las flores» la
educación será pregresiva. Cuando Comenius quiere establecer una organización de la enseñanza distingue « diversos
ciclos en que los niños son distribuidos según su edad». Cada etapa del saber debe abrazar un conjunto completo de
conocimientos, que será el punto de partida de nuevos estudios más elevados, profundos y extensos. Esta progresión en
círculos concéntricos supone que la formación intelectual ha comenzado por la enseñanza de los principios elementales
indispensables para la adquisición de conocimientos universales. Comenius quiere conducir a sus discípulos a no creer
nada sin antes pensar y a no hacer nada sin juzgar. La educación tiene por finalidad ya no solamente la adquisición de
conocimientos sino el desarrollo de la personalidad, la formación del juicio y el despertar progresivo de la sensibilidad.
Comenius se propone buscar y encontrar el método «que permita a los maestros enseñar menos y a los alumnos
aprender más». Dado que el niño es capaz «de examinar todo por sí mismo sin abdicación ante la autoridad adulta, es
necesario aplicar a su educación una pedagogía activa. Los alumnos deberán buscar, descubrir, discutir.
El maestro se limitará a vigilar y a guiar sus investigaciones. El maestro hará que sus alumnos vi¬ siten fábricas, estudien
terrenos, plantas, animales. De esta manera «los niños estarán tan ocupados con sus estudios que encontrarán en ellos
tanto placer como en el juego». La naturaleza será el objeto de sus estudios in¬ fantiles cada vez que sea posible, pues
dice Comenius: ¿por qué no abrir, en lugar de libros muertos, el libro viviente del mundo cuyo estudio nos ofrece más
placer y provecho que persona alguna podrá brindarnos? «Los hombres deben aprender su ciencia por el estudio del
cielo, de la tierra, de las encinas, de las hayas». Se les mostrarán siempre los objetos de que se habla.
Comenius ha redactado dos manuales de una importancia capital: Janua linguarum reserata y Orbis pictus. Es conocido
el éxito de Janua linguarum, si bien no es, como se piensa con frecuencia, el primer manual escolar ilustrado.
En el interior de cada imagen, los detalles están nume¬ rados de manera que a cada número corresponde una palaba
del léxico. Comenius ha indicado como espera¬ ba utilizar su «Orbis pictus», enciclopedia reducida que es al mismo
tiempo alfabeto y léxico para el aprendizaje del latín y del alemán. «Este libro expresa su autor dará un medio
maravilloso a los niños de corta edad para aprender mucho más fácilmente que hasta ahora la lectura de las letras, ya
que al alfabeto simbólico se han agregado los caracteres de todas las letras en particular y la imagen del animal cuyo
grito imita la letra.
Comenius resulta asimismo el iniciador del método global. Es también quien define la enseñanza mutua, y el trabajo en
equipo que de allí se deriva. ¿No recomienda acaso dividir la clase en grupos de 10 alumnos y colocar a la cabeza de
cada grupo un jefe para «estimular la atención y hacer aprovechar a todos los alumnos de las observaciones hechas por
uno de ellos?» «El maestro se colocará al frente de la clase sobre un estrado elevado y mirará a los alumnos, exigiendo
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que ellos fijen su mirada sobre la suya. Permanecerá en su silla, desde donde será visto y oído por todos y como un sol
esparcirá sus rayos, mientras los alumnos, con los oídos y el espíritu dirigidos hacia él, tomarán todo lo que él exponga
por la palabra, por el gesto y por el dibujo.» De ese modo se reemplazaba la enseñanza impartida individualmente por el
maestro a cada alumno enseñanza que permitía a los niños traviesos y desocupados organizar escándalos y desórdenes
memorables ' una enseñanza colectiva basada a un tiempo sobre la emulación y el espíritu de equipo.
«las paredes de las aulas estén provistas de cuadros re¬ presentando hombres ilustres y acontecimientos históricos,
mapas geográficos y otras ilustraciones, así como múltiples modelos que ayuden a la memoria a desgajar las ideas y los
hechos y que el aspecto atrayente de la clase enseñe al niño a embellecer más tarde su vivienda y a hacerla más
agradable».
El alumno no debería ir a la escuela mas de 4 horas a la mañana ,reservando la tarde para el canto ,el dibujo y la danza.
Comenius edificó una doctrina de la organización escolar. Edificó la unidad plena y efectiva de un sistema educativo en
que toda la juventud queda confiada a una sola y misma escuela obligatoria y gratuita, no solo para los alumnos
normales varones y para las mujeres, sino también para los deficientes y los anormales, desde los prime¬ ros pasos
hasta la salida de lo que el filósofo llama « escuela media» y que nosotros llamamos enseñanza secundaria o de segundo
grado. He ahí como Comenius se adelanta con su idea a las instituciones pedagógicas y a los planes de reforma escolar
del siglo XX. Escuela para todos, universalidad de métodos activos e intuitivos, constitución de una educación armoniosa
y progresiva de todas las facultades hasta los umbrales de la enseñanza superior, orientación profesional después de la
escuela media, organización concéntrica y jerárquica, sobre el plan nacional de los diversos grados de la escuela,
utilización de los métodos activos e intuitivos, constitución de los útiles escolares, formación de los maestros.
Para él, la ciencia y la organización política constituyen junto con la pedagogía, la base de la felicidad suprema de la
humanidad.
Planteaba que tanto en la educación, como en otras tareas, se trata de conducir a los hombres de lo conocido a lo
desconocido y conducir lo mismo que educar significa emplear medios pacíficos, jamás violentos.
COMENIUS PLANTEO LOS GRANDES PRINCIPIOS de una reforma que daría a los niños la enseñanza elemental
indispensable. En el primer plano de sus preocupaciones figuró siempre la transformación y multiplicación de la escuela.
El recomendaba lugares "atrayentes tanto en el exterior como en el interior" para la práctica de la enseñanza. Sería
preciso decía disponer de un lugar de recreo para los juegos infantiles y de un jardín en el que los niños puedan gozar de
la belleza de las flores.
ORBIS PICTUS Enciclopedia en imágenes es obra revolucionaria La asociación de la palabra y de la imagen es uno de los
rasgos geniales de Comenius, y constituye la base de su Orbis Pictus, el cual es una enciclopedia en imágenes o un
manual escolar enteramente nuevo en su época. Asociar a cada ilustración la palabra correspondiente es un principio
que Comenius aplica a cada capitulo.
Comenius propone en Orbis Pictus un sistema de lectura análogo al método global corrientemente utilizado en nuestros
días. Para desarrollar al mismo tiempo la sensibilidad y la Inteligencia del niño hace falta asociar siempre Comenius "la
palabra y la cosa significada"
: La Edad Moderna representa el momento en que la enseñanza de las mujeres surge como preocupación, se convierte
en tema de debate e inspira proyectos educativos. Quienes la defienden y laboran por ella persiguen un mismo objetivo:
mejorar la formación de las niñas y jóvenes para que cuando sean adultas puedan contribuir a la tarea de moralizar la
sociedad y procuren el adecuado cumplimiento de las funciones sociales que tienen asignadas.
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El discurso sobre la educación
L OS SIGLOS MODERNOS reciben de la Edad Media dos legados en el terreno de la educación. Uno, la visión social
mayoritaria de que era una inversión de cara al futuro, pues preparaba a los niños para cumplir sus
responsabilidades cuando fuesen adultos. Otro, la creciente demanda de acceso a ella que había traído consigo el
desarrollo de las ciudades y las actividades mercantiles desde el siglo XI. A lo largo de las tres décadas que nos
ocupan, la educación se va a revestir de nuevos significados; la demanda va a mantener su línea ascendente. Ambos
hechos son fruto de la conjunción de diferentes factores: la expansión económica, los avances científicos y
tecnológicos, el crecimiento de la sociedad y la cultura urbanas, la creación del Estado Moderno con su aparato
administrativo, la invención de los tipos móviles de la imprenta, la ampliación de los mercados para los bienes
culturales, etc.1 . Humanismo y Renacimiento fueron los primeros en elaborar un nuevo ideal pedagógico, tras
someter la enseñanza escolástica a severa .los humanistas entienden la educación como parte esencial de la
sociedad; el estudio y la sabiduría como claves para una vida feliz.
La Reforma y, más tarde, la Contrarreforma vieron en la educación un medio útil para la difusión de sus postulados
religiosos. Lutero consideró que los fieles habían de formarse leyendo la Biblia y las obras de los reformadores.
También resaltó su valor como camino hacia una mejor integración social de los ciudadanos y una mayor difusión de
valores que favorecieran la paz y el buen gobierno4 . Por ello, instará en 1524 a los regidores de las ciudades a crear
un sistema de enseñanza gratuita. Sistema institucionalizado, aunque no de masas.
La Iglesia católica, por su parte, no tardó en tomar conciencia de las virtualidades educativas de la escuela.
Los decretos de Trento de 1546 se referían ya a la necesidad de impulsar la enseñanza popular creando centros
docentes con la misión de llevar a la práctica tales pautas.
Durante el siglo XVII, la educación se irá adaptando a las exigencias de sus principales receptores —la mediana y
pequeña burguesía— y a los cambios derivados de la revolución científica y las nuevas corrientes filosóficas.
La enseñanza que se preconiza, pues, había de ser cierta, rápida y sólida; adaptada a las capacidades de los
estudiantes, expresada en lengua vernácula y con un mayor peso de la formación técnico-profesional. La Ilustración,
en el siglo XVIII, convierte la enseñanza en tema que interesa a todos: pedagogos, filósofos, gobernantes, y a
sectores sociales cada vez más amplio.
La educación es para los ilustrados el modo de desarrollar las capacidades y el conocimiento del hombre a fin de
hacerle actuar sobre su entorno transformándolo.
Rousseau, aparecido en 1762, ocupa un lugar de honor por el importante giro que introdujo en la forma de pensar
el universo educativo, sus protagonistas, sus etapas y sus métodos. La evolución ocurrida en el concepto de
educación de un siglo a otro corre paralela a una cierta continuidad en sus contenidos y objetivos. El término
«instruir» significó siempre tres cosas: «catequizar, moralizar y, en último lugar, enseñar el ABC»5 . Y es que para los
europeos de la época la enseñanza tenía como misión primordial garantizar el cumplimiento de los deberes que el
hombre tiene para con Dios, el prójimo y sí mismo.
2. La educación femenina: una preocupación emergente
La educación era un bien de disfrute restringido. Restringido en sus contenidos a aprendizajes mínimos en la
mayoría de los casos; restringido a las ciudades más que al campo, a las elites sociales y clases medias más que a la
masa de campesinos pobres; restringido, en fin, a los hombres con casi total exclusión de las mujeres9.
La creencia generalizada en la inferioridad natural de las mujeres y en su falta de cualidades intelectivas no será
suficiente para impedir que el tema de su educación salte pronto a la palestra de la pluma de los más importantes
humanistas y reformadores.
En Ese momento , De un lado, se encontraba el bloque mayoritario de quienes rechazaban la educación femenina
porque la naturaleza no ha dotado a este sexo para ello y porque sería ir contra las diferencias existentes. De otro,
quienes, como Vives, consideran necesaria esa educación porque es absolutamente falsa la creencia general de que
la mujer virtuosa ha de ser ignorante. Antes al contrario «no hay mujer buena si le falta crianza y doctrina, ni
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hallaréis mujer mala sino la necia y la que no sabe y no considera cuán gran bien es la castidad y no piensa en la
maldad que hace si la pierde». Las letras ayudan a las doncellas a fortalecer el alma, a no rendirla al demonio . Lo
realmente peligroso es que anden ociosas, porque se dedicarán a hablar con otros o a pensar y «el pensamiento de
la mujer no es firme, móbile es y ligero y en poco espacio de tiempo corre mucha tierra y a veces mala y llena de
cien mil arriscos mortales»13. Lo que aconseja nuestro autor es dar a la niña una instrucción adecuada a partir de
temprana edad, para que «de aquel uso y plática de niñez tome el camino que ha de seguir para delante». Una edad
cuya determinación confía a «la prudencia y honradez» de los padres.
la instrucción se dirija no tanto a «hacerla letrada ni bien hablada como buena y honesta», pues el silencio es
siempre más útil a la doncella. ». Habrán de aprender «juntamente letras, hilar y labrar, que son ejercicios muy
honestos.
También han de saber cocinar de manera «sobria, templada y limpia» para «contentar a sus padres y hermanos
siendo doncellas y a su marido e hijos casadas», sin olvidar la necesaria vigilancia de las criadas cuando lo hacen..
Llegado el siglo XVII, el ya señalado creciente interés hacia la educación se traduce en tres importantes novedades
respecto a las niñas y jóvenes: la multiplicación de los centros educativos, la aparición de los primeros programas de
estudio coherentes, y el replanteamiento del tema desde nuevas perspectivas a fines de la centuria.
Frente a esta visión tradicional acerca de las capacidades intelectuales femeninas, en las últimas décadas del
período surgen voces que tratan de desmontar sus fundamentos. Utilizando el método cartesiano, muestran la
falacia de tales afirmaciones, para pasar después a argumentar a favor de la igualdad de entendimiento de los sexos
a partir del postulado racionalista de la dualidad de la substancia.
Adelantándose a los ilustrados, entienden que la sociedad en que viven está llena de prejuicios, siendo el más
señalado el de la desigualdad natural de los sexos. Cierto que hombres y mujeres difieren en su cuerpo, pero son
iguales en su inteligencia. Sólo un injusto abuso de la fuerza por parte del sexo masculino le ha llevado a atribuirse
en exclusiva los cargos, los honores y el dominio de la ciencia. Partiendo de estas premisas, consideran la educación
de las niñas tan importante para el bien público como la de los niños, porque no sólo no las desnaturalizará, como
es creencia generalizada, sino que les hará prepararse mejor para cumplir sus cometidos en la familia y la sociedad.
La mujer educada fortalece su espíritu y puede evitar las malas costumbres, la falta de gusto, la pereza, la molicie;
en una palabra, todos los defectos de los que se acusa a su sexo y cuyo origen no es otro que la falta de educación.
entendían por «buena educación» para las mujeres era una educación racional, alejada de los prejuicios de la
opinión existentes, impartida por maestras instruidas en las ciencias que han de enseñar y que responda a un
programa estricto y desarrollado desde la infancia. En cuanto a sus contenidos sus receptoras tienen capacidad
para abordar las materias más diversas: física, metafísica, medicina, lógica, matemáticas, astronomía, gramática,
elocuencia, derecho civil y canónico, teología e historia.
la ciencia de las mujeres, como la de los hombres, debe limitarse a instruirlas en relación a sus funciones» y
adaptarse a los lugares donde pasarán la vida. Así, si viven en el campo no debe permitírseles tomar gusto a las
diversiones de la ciudad, sino inculcarles las ventajas de la vida sencilla. Si pertenecen a las elites sociales habrán de
aprender, junto a los saberes básicos, conocimientos de economía, gramática, derecho, historia, latín, antes que
algún idioma extranjero, y algo de poesía, música y pintura.
Además, deberán conocer muy bien los derechos y deberes que tienen con respecto a cuantos dependen de ellas. Si
provienen de las capas medias urbanas, necesitan mantenerse en los límites de su condición. Si, en fin, desean ser
religiosas, habrán de preparar sus espíritus y cuerpos para ello.
Durante el siglo XVIII, filósofos y gobernantes tienen entre sus temas de atención el de la educación femenina.
Los ilustrados van a discrepar en las dimensiones que debe darse a esa enseñanza, pues no todos aceptan el
principio de la igualdad de entendimiento o, si lo hacen, consideran que se encuentra limitado por las cualidades
naturales distintas de ambos sexos. Para Rousseau «por la ley natural las mujeres, tanto por sí como por sus hijos,
están a merced de los hombres», de donde se deduce que su educación debe de estar en relación con la de éstos.
«Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar de ellos, educarlos cuando niños, cuidarlos cuando mayores,
aconsejarlos, consolarlos, hacerles grata y suave la vida son las obligaciones de las mujeres.
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e las mujeres debían cultivar su entendimiento «lo primero, porque puede conducir a hacer más suave y agradable
el yugo del matrimonio; lo segundo, para desempeñar completamente el cargo de madres de familia, y lo tercero,
por la utilidad y ventaja que resulta de la instrucción en todas las edades de la vida». Esa educación considera que
tiene dos partes: la física y la moral. La primera les aportará la robustez de cuerpo que precisan para parir y criar
hijos.
En cuanto a la educación moral, ha de buscar potenciar los valores del espíritu y la razón, formar el carácter e
instruirlas en las reglas del decoro que marca la sociedad.
Lugares para la educación femenina
En la Europa del período moderno conviven dos espacios educativos de características distintas: la familia y las
instituciones de enseñanza públicas o privadas.
3.1. Enseñar en el hogar
El hogar constituía el primer lugar de socialización de la infancia y el espacio de educación más común. Para nobleza
y burguesía era un signo de distinción social contar con preceptores privados que diesen una enseñanza completa a
sus descendientes varones. Para la mayor parte del pueblo llano, la instrucción doméstica era una necesidad dado
que el coste de los centros escolares los hacía inaccesibles, la cifra de escuelas gratuitas era pequeña y la aún
limitada extensión de la cultura escrita convertía tales aprendizajes en innecesarios. En el caso de las mujeres, la
educación en la casa fue la preferida desde Vives a Rousseau. Ofrecía, sin duda, las enseñanzas menos formales,
pero también las que podían llegar a ser más completas si se trataba de padres ilustrados. Las razones son fáciles de
imaginar. De un lado, las niñas no se veían expuestas a los peligros que se suponen al espacio público. De otro,
aseguraba su instrucción por otra mujer, algo que constituye un ideal deseable.
un tercer motivo para optar por la educación en el hogar: se trataba de un aprendizaje ante todo y casi
exclusivamente de carácter doméstico. Desde la infancia, las niñas aprendían a coser, a hilar y el gobierno de la casa.
Sólo algunas integrantes de las elites sociales y las de las familias reales se beneficiaban de una educación más
esmerada, bien teniendo como tutores a los profesores de los hermanos, bien contratándoles institutrices. No cabe
duda de que en cualquiera de los casos anteriores la educación femenina en el hogar es el resultado de una
deliberada opción familiar con un componente de representación social. Una opción que, a partir de los siglos XVII y
XVIII, sobre todo, se completa con estancias pagadas en casas de otros familiares y amigos, o en colegios, donde
solían permanecer unos o dos años. Ahora bien, no podemos olvidar que junto a esta cara de la instrucción
doméstica de las niñas, existe otra menos glamorosa y más generalizada que es la que corresponde a las hijas de las
capas trabajadoras.
3.2. Los centros de las elites: conventos, colegios e internados laicos
La aparición de instituciones docentes, donde se imparte una enseñanza más o menos formalizada, va a seguir una
trayectoria ascendente a lo largo del Antiguo Régimen. Se responde así al crecimiento de la demanda social de
educación, sobre todo en las ciudades. Como no existe aún un sistema educativo planificado y estructurado, los
centros forman un conglomerado en el que las funciones que cumple cada uno pueden complementarse,
superponerse o diferir30. Encontramos: escuelas elementales, de gramática, hospitales para pobres, gimnasios,
academias, colegios, universidades. Las diferencias entre ellos emanan de las materias impartidas y de la diversidad
social y de sexo del alumnado. Atendiendo a la procedencia familiar de éste, se pueden establecer dos grandes
grupos: los colegios e internados laicos para las elites sociales y las escuelas de primeras letras para el pueblo.
Por lo que hace a la educación de niñas y jóvenes, durante todo el período se entiende que el mejor sistema, si han
de salir de la casa, es el régimen de internado, al que se le atribuyen importantes ventajas. Se apreciaba de él la
combinación que permitía de la instrucción con el fomento de las virtudes cristianas, la práctica de la obediencia, la
disciplina y el control, así como el desarrollo de una programación de actividades.
Existieron internados religiosos —conventos o colegios— y también laicos —casas de particulares.
El convento es el lugar no doméstico de educación femenina más antiguo.
En el siglo XVI, los padres consideraban los conventos lugares de retiro para enviar a sus hijas con el ánimo de que
se prepararan para la vida monástica. Allí recibían enseñanzas de doctrina cristiana y religión, y se ejercitaban en la
vida en común. Estos «conventos-guardería» sólo contaban con un aula y un dormitorio para las acogidas, quienes,
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al terminar el período de aprendizaje, solían iniciar el noviciado previo a su profesión como religiosas. Desde la
Contrarreforma y, sobre todo, desde el siglo XVII, los conventos se ven, también, como lugares de instrucción a los
que acuden las muchachas antes de contraer matrimonio para estancias de uno o dos años.
Ubicados preferentemente en los núcleos urbanos, los conventos-colegios reciben por lo general dos tipos de
alumnas: internas y externas. Las primeras pertenecen a familias de la nobleza, la burguesía de negocios y los altos
cargos de la administración.
En cuanto a las alumnas externas, generalmente eran gratuitas.
En los países protestantes, los centros religiosos católicos fueron escasos, de corta duración y con características
diferentes.
Más numerosos y duraderos fueron en los países reformados los internados laicos.
3.3. Las escuelas de primeras letras
Rurales o urbanas, las escuelas de primeras letras aparecen en el panorama educativo del período moderno como
alternativa para las familias de los artesanos y comerciantes. Desde el Concilio de Trento, el interés por extender la
instrucción con fines moralizantes y religiosos conduce al establecimiento, también, de instituciones similares, con
carácter gratuito, para las capas sociales más humilde.
Aunque la instrucción se entienda dirigida sobre todo a los niños, a ellas acuden igualmente las niñas porque su
educación, desde la más tierna edad, se considera «uno de los principales bienes que los cristianos pueden hacer y
procurar, y una de las mayores misiones y de las obras de misericordia más necesarias que pueden hacer para la
salvación de las almas».
Las escuelas de primeras letras para niñas estaban, en su mayoría, mantenidas y regentadas por parroquias y
catedrales católicas o protestantes, instituciones benéficas y congregaciones religiosas.
Todos estos centros se reservaban a las huérfanas y a las jóvenes cuyos padres no podían financiar su educación. En
la práctica, ya sea por la escasa demanda educativa de estos grupos sociales, ya sea como medio de paliar las
penurias económicas en que siempre tenían que desenvolverse, empezaron a admitir alumnas de pago.
El siglo XVII aporta una significativa novedad: la aparición de congregaciones consagradas a la instrucción de las
niñas pobres.
Durante el siglo XVIII, el panorama de las escuelas de primeras letras se amplía con las que nacen por la acción de
los poderes públicos, los municipios o las instituciones surgidas al calor de los ideales ilustrados.
La maestra y su ayudanta serán seleccionadas de acuerdo con los preceptivos informes sobre su buena vida y
costumbres, y tras riguroso examen en Doctrina y Labores. La enseñanza sería gratuita para las niñas más pobres,
abonando las restantes una mínima cantidad que serviría para el pago de las maestras.
4. Instruir y enseñar: contenidos y límites de la educación femenina
La importancia creciente otorgada a la educación, en general, y a la femenina, en particular, durante el período
moderno no se va a corresponder con los logros conseguidos. Así al menos parecen confirmarlo algunos datos
estadísticos. En el Madrid de mediados del siglo XVII sólo un tercio de los varones reconocían no poder firmar sus
testamentos o declaraciones de bienes, frente a dos cuartas partes de las mujeres. En la Francia rural de la primera
mitad del siglo XVIII, sólo una de cada ocho mujeres está alfabetizada, por uno de cada tres hombres.
Entre las mujeres burguesas y nobles el analfabetismo es más reducido que entre las artesanas, y mucho más que
entre las capas inferiores del estado llano. Las que viven en las ciudades, a su vez, presentan mayor nivel cultural
que las residentes en las áreas rurales.
fueron muchos los obstáculos que encontraron para llevar a la práctica sus proyectos. Obstáculos de distinto
carácter: económicos, materiales e ideológicos; también, con diferentes ritmos de evolución y variable importancia
en sus consecuencias.
La penuria económica era un problema crónico que afectaba a la mayoría de los centros educativos, excepción
hecha de los costosos internados que tenían asegurados unos ingresos razonables con las cuotas abonadas por las
alumnas. Las escuelas de primeras letras, en cambio, dependían de las donaciones y legados testamentarios
recibidos, a los que se unía, cuando era posible, el producto de la venta de los trabajos realizados por las pupilas.
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Teniendo en cuenta lo que antecede, no sorprende que las condiciones materiales en que se desenvolvía la enseñanza
fuesen, por lo general, bastante deficientes52. Los lugares donde se instalaban las escuelas eran muy diversos: «una
pieza de una casa, una lonja, el atrio de una iglesia, el zaguán de una ermita, un granero, los corredores de un edificio.
Los recursos didácticos con que contaban todos los centros también solían ser limitados.
La costumbre, la moral y las normas establecían que hubiese separación de los sexos en las clases, requisito que no
siempre resultaba fácil de cumplir, sobre todo en las áreas rurales, tanto por razones presupuestarias como por la falta
de maestras fuera de las ciudades.
sí, se intentaba separar a niños y niñas colocándolos en bancos diferentes o procurando que existiese la máxima
distancia entre ellos.
Otro elemento que dificultaba el aprendizaje era la mezcla de estudiantes con diferentes edades y niveles de
conocimiento en una misma aula y a cargo de una sola profesora. Aunque la organización por cursos había aparecido en
el siglo XVI, en la práctica era poco utilizada.
Lo habitual, sin embargo, era la mezcla, y no sólo porque los problemas de espacio o el déficit de maestras dificultaran
implantar la separación. También pesaba en contra el que no hubiese establecida una edad de ingreso y de salida del
sistema escolar; ni tan siquiera existía una época del año para incorporarse, sino que cada niña entraba en el momento
que la familia consideraba oportuno. En consecuencia, era extremadamente complicado aplicar cualquier programa
común, lo que obligaba a que la evolución tuviera siempre carácter individual y resultara lenta para las receptoras,
complicada para la maestra56. Sólo a finales del siglo XVIII veremos aparecer la idea del desarrollo educativo conjunto
del grupo como método educativo. La reseñada escasez de recursos materiales constituyó, sin duda, un escollo
fundamental a la hora de impulsar el desarrollo de la enseñanza femenina y, sobre todo, de avanzar en la mejora de su
nivel cultural. Mas aún cuando esos efectos se conjugaban con el dominante desinterés educativo de las familias y el
desorganizado funcionamiento del sistema escolar.
La estancia en los centros educativos no duraba mucho, entre dos y cuatro años, mientras la de los niños oscilaba de
tres a ocho años. Ni para unas ni para otros existió un calendario escolar organizado y fijo en las escuelas. Las clases se
extendían durante seis horas en turnos de mañana —de ocho a once— y de tarde —de una a cuatro—, de lunes a
sábado. Los domingos y festividades religiosas eran días no lectivos. Una vez al año había un período de vacaciones más
prolongadas, que solía durar 3 ó 4 semanas en las ciudades, coincidiendo con el otoño. En el campo, en cambio, tenía
lugar durante el verano y se alargaba todo el tiempo que durase la siega o la vendimia. Se trataba, al fin, de facilitar la
participación de las alumnas en ellas. Fueron los colegios los que regularían de forma más estricta el desarrollo del curso
escolar y los horarios, por considerarlo, decía La Salle, imprescindible para mantener un buen orden.
otro problema era a un fuerte absentismo, mayor que el que se daba en el caso de los niños. Entre las capas populares
era frecuente que, en cuanto las chicas tenían fuerza suficiente, hubieran de ayudar a las madres en las labores
domésticas y ocuparse de cuidar a la familia cuando aquélla se ausentaba o enfermaba.
l aprendizaje se articule en torno a tres ejes esenciales e inmutables: Religión y moral, Lectura y escritura, Habilidades
femeninas. La formación religiosa y moral es la que recibe mayores atenciones, apareciendo como la más significativa y,
en no pocas ocasiones, la única recibida. Su aprendizaje se hace a través de la memorización de las preguntas y
respuestas que integran los catecismos al uso. Unidos a ella, mezclados con ella se encuentran: el adiestramiento en
todos los usos de civilidad, por la dimensión moralizante y social que contienen, y el fomento de las prácticas piadosas,
que impregnan cualquier acto del día.
l eje que formaban la lectura y la escritura es, en la mayoría de los casos, el que sintetiza todo el aprendizaje académico.
Una y otra se enseñaban sobre textos religiosos, de plegarias o relatos de las vidas de los santos.
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Si desde el siglo XVI las lenguas vernáculas van ganando terreno al latín en la enseñanza de primeras letras, a partir del
siglo XVII es un hecho generalizado que ayuda a la expansión de la escolaridad.
Las habilidades femeninas comprendían una amplia gama de actividades. La mayoría se relacionaban con las labores de
la aguja.
Asimismo, las niñas debían aprender a «guisar, limpiar, hacer la colada y las demás cosas que debe saber una mujer
para el gobierno de su casa o para servir en la ajena»60. La finalidad de estas enseñanzas era el promover que las
jóvenes adquiriesen gusto por el trabajo, algo que sin duda beneficiaría a todas por igual, con independencia de su
extracción social. Las chicas del pueblo llano tendrían la posibilidad de acceder a un trabajo que les garantizase la
supervivencia material, sino que les bastará con adquirir ciertos niveles de cualificación. Las muchachas de las elites
tendrán en estos saberes manuales una sana ocupación que las prevenga de las divagaciones de sus espíritus y sus
mentes, libres como están de toda preocupación material.
En cuanto al resto de los «saberes profanos sólo estaban al alcance de una minoría social.
SINTESIS:
la Edad Moderna representa el momento en que la enseñanza de las mujeres surge como preocupación, se convierte en
tema de debate e inspira proyectos educativos. Quienes la defienden y laboran por ella persiguen un mismo objetivo:
mejorar la formación de las niñas y jóvenes para que cuando sean adultas puedan contribuir a la tarea de moralizar la
sociedad y procuren el adecuado cumplimiento de las funciones sociales que tienen asignadas. Por ello, se pondrá
mayor énfasis en el aprendizaje religioso-moral que en el académico, reservado a una elite. Por ello, la educación se
articula con arreglo a dos diferenciaciones: de sexo y de clase. La primera, coloca la instrucción femenina en desventaja
con la masculina; la segunda, privilegia a las burguesas y nobles sobre las procedentes de las capas sociales medias y
trabajadoras. Lo que las une es que en todos los casos son las responsabilidades doméstico-familiares las que definen
sus aprendizajes y que, cuantitativamente, son siempre una minoría dentro de otra, la que representa la población
alfabetizada.
Sin embargo, no puede negarse que entre los siglos XVI y XVIII la educación de la mujer experimentó ciertos avances. Se
incrementó el número de centros dedicados a ella y se extendió la población que la recibía. Se redujo algo la tasa de
analfabetismo. Se cuestionaron los postulados sobre los que se había articulado el discurso teórico tradicionalmente y,
aunque de momento la ruptura sólo se tradujo en un modelo reformado del antiguo, es ella la que hizo posible que a
finales de siglo se alzaran voces que anunciaban una nueva lucha que estaba por llegar. La lucha por la igualdad
educativa de los sexos. Si de momento estos postulados quedaron enterrados por mor de la reacción conservadora
post-revolucionaria, no fue posible destruirlos. Volverían a surgir unas décadas más tarde, convirtiéndose en uno de los
ejes vertebradores del feminismo.
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