Neuropsicología de La Conciencia

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Buenos días.

Comparto una entrada sobre la “Neuropsicología de la conciencia y sobre el


ser consciente y la autoconciencia”. En dos anteriores entradas planteamos, por un lado, el
“estar consciente” y, por otro, el problema cerebro mente para acercarnos a esta última
entrada sobre la conciencia que plantea. 1) cuando alguien sufre una lesión cerebral y se
afecta una función como por ejemplo el lenguaje pero “no es consciente”de que no puede
comprender lo que le dicen y 2) la autoconciencia más relacionada con la conciencia de
“como soy”. Reitero mi más profundo agradecimiento a Mar y a Fermin.
Paralelamente, y nunca mejor dicho, somos conscientes de que algunas de las aportaciones
que planteamos en esta nueva entrada ya han sido expuestas en alguna otra ocasión, sin
embargo, consideramos que incluirlas de nuevo en el tema que nos ocupa va a ayudar a la
recuperación de la información y a la comprensión respecto al tema que nos ocupa. Un
afectuoso saludo
SOBRE LA CONCIENCIA (y III): SOBRE EL SER CONSCIENTE
Javier Tirapu , Mar Escribano, Fermin Goñi.
En realidad, el ser conscientes “de como” somos nos sitúa ante lo que Chalmers ha
denominado “problema duro” de la conciencia y hace referencia a conceptos tan complejos
como autoconciencia, “yo neural” o introspección.
Como ya señalamos para George Prigatano la autoconciencia es la capacidad de percibirse a
uno mismo en “términos relativamente objetivos manteniendo un sentido de subjetividad”.
Sirva como ejemplo la lectura de este artículo, por un lado necesitamos saber que nuestra
comprensión del mismo se acerca a la de otros lectores pero, al mismo tiempo, preciso
poseer una interpretación personal del mismo. Esta es la paradoja de la autoconciencia, por
una parte precisamos percibir el mundo de una forma similar a la percepción de los demás y
por otro lado necesitamos un sentido de interpretación privada, subjetiva y única de la
experiencia. Este aspecto de la autoconciencia (a partir de ahora conciencia) implica un
proceso cognitivo a la vez que un estado emocional.
El estar consciente y la experiencia consciente pueden ser explicados por modelos basados
en el funcionamiento cerebral más proximal (relacionado con pautas de activación
neuronal). Sin embargo, todos convenimos en que la conciencia es algo más que esto.
Cuando decimos que alguien no es consciente de algo (por ejemplo, que una anoréxica no
es consciente de su problema con la comida) no sólo hacemos referencia al conocimiento
tácito sino a otros aspectos tan relevantes como las implicaciones de este conocimiento para
la vida.
LA FALTA DE CONCIENCIA DE “UN DEFICIT COGNITIVO” CONCRETO
Evidentemente el funcionamiento neuronal resulta un buen nivel de análisis para resolver
ciertas preguntas pero otras todavía quedan en el aire. Por ejemplo, resulta obvio que el
conocimiento debe ser almacenado para ser utilizado posteriormente y que un sistema cuya
función principal es la adaptación debe actualizarse constantemente. Por otro lado, a pesar
de que la modularidad cerebral no esté de moda se acepta la existencia de áreas cerebrales
específicas especializadas en cada módulo de conocimiento. En tercer lugar, sabemos que
pacientes afectados por ciertas lesiones presentan un déficit determinado y una alteración de
la conciencia de dicho déficit.
Por otro lado, Elkhonon Goldberg y William Barr plantean tres posibles mecanismos para
explicar la falta de conciencia de un déficit basándose en que para ser consciente de un
déficit cognitivo de dominio específico el sujeto debe tener 1) una representación interna de
lo que desea, 2) información respecto a la situación actual del sistema y 3) un mecanismo
intacto responsable de comparar la situación actual con las representaciones internas del
producto cognitivo deseado (debe saber que querer no es poder). Desde este planteamiento
previo, para estos autores existirían tres tipos de afectación de la conciencia para déficit
específicos que representarían diferentes tipos de interacción entre los factores señalados
anteriormente.
En primer lugar, una lesión puede interferir con el “mecanismo de la conciencia”, de tal
manera que si una lesión produce un déficit cognitivo del cual el sujeto no es consciente se
puede inferir que la lesión afecta tanto al lugar donde se halla la función como al lugar
donde se encuentra la conciencia de dicha función. Un buen ejemplo de esta afectación son
los cambios de personalidad debidos a lesiones frontales. En estos casos los pacientes no
refieren que haya cambiado nada con respecto a como eran antes pero su familia afirma que
se han vuelto más desinhibidos y que ahora son más infantiles. De este hecho podemos
inferir que se ha afectado la personalidad y además la conciencia del cambio producido
como resultado del daño. Y en segundo lugar, es posible que la falta de conciencia de un
déficit sea un reflejo directo de cómo opera en un organismo intacto, por lo que se asume
que un sistema cerebral normal es consciente de algunos de sus procesos cognitivos pero no
de otros. Damos por supuesto que el paciente “conocía como era antes y esto es mucho
suponer.
Estos aspectos de la conciencia relacionados con la enfermedad que señalan Goldberg y
Barr resultan muy interesantes para intentar comprender porque algunos pacientes no
pueden percibir los cambios que se producen después de una lesión cerebral. Imagínese que
usted sufre un traumatismo craneal y cambia de forma súbita su personalidad. Nosotros le
diremos que usted no es como antes ¿pero llegará a creérselo?. Realmente es muy difícil
porque lo que le pedimos es un proceso de una tremenda complejidad. Para que usted pueda
hacer esto debe tener una idea de cómo era usted antes del accidente (o como era su
personalidad), la visión que usted tiene de su personalidad debe coincidir básicamente con
como le veían los demás, debe ahora tener otra visión actualizada de cómo es ahora y debe
comparar ambos resultados. ¿no le parece muy complicado? Creo que no es necesario
padecer una lesión para que nosotros no nos veamos como nos ven los demás (casi siempre
nuestra imagen es mejor que la que tienen otros de nosotros mismos por mucho que esté de
moda lo de la baja autoestima).
Tanto el modelo de Stuss como el de Goldberg y Barr presuponen, de algún modo, la
existencia de un sistema cerebral que es el responsable de analizar la ejecución de los
diferentes subsistemas cognitivos (memoria, lenguaje, percepción, percepción de nuestro
cuerpo…etc ) por lo que la falta de conciencia para una función específica (movimiento del
cuerpo, lenguaje, memoria…) resultaría del daño de este sistema o de la desconexión entre
el sistema encargado de la función y otro sistema encargado de actualizarla. En esta línea de
argumentación, Gold (haciendo referencia a la anosognosia) han postulado la existencia de
un “sistema comparador” que chequea el estado sistema y lo compara con nuestras
intenciones de tal manera que si deseo algo y no lo puedo hacer el sistema resuelve la
discrepancia a favor de una falta de intencionalidad.
Desde estas líneas de investigación de naturaleza más neuropsicológica, se postula que
existen diferentes formas de conciencia deteriorada dependiendo de los sistemas cerebrales
que se hayan visto afectados por la lesión. Así, y de forma genérica, Susan McGlynn y
Daniel Schacter (estos son pareja) proponen que las lesiones bilaterales del lóbulo frontal se
encuentran relacionadas con la falta de conciencia sobre el comportamiento social y
funciones ejecutivas (más relacionado con el concepto de autoconciencia)
Otros autores como Langer y Padrone han planteado la falta de conciencia de un déficit en
función de tres niveles básicos de procesamiento de la información como son la
información, la implicación y la integración, o dicho de otra forma, un nivel de recogida de
información, un nivel neuropsicológico y un nivel emocional. Así, la falta de conciencia
para un dominio específico se puede producir porque el sujeto no recibe información o esta
información se halla degradada o bien porque no puede comprender el significado de la
información. En el nivel de implicación el sujeto no puede tomar el “yo” como objeto, no
puede comprender la implicación del déficit (tal vez, por que no conocía la implicación de
la función premórbida), no puede retener o recordar la información o porque el arousal para
la conciencia es insuficiente.
En la práctica clínica con pacientes afectados por daño cerebral son frecuentes los pacientes
que como consecuencia de un infarto cerebral que ha dañado su hemisferio derecho
presentan una hemiplejia izquierda total (son absolutamente incapaces de mover la parte
izquierda de su cuerpo). Lo interesante de este grupo de pacientes es que un porcentaje nada
desdeñable de los mismos (en torno al 50%) durante las primeras semanas después del daño
cerebral, parecen no ser conscientes de su problema -no se dan cuenta que tienen paralizada
toda la parte izquierda de su cuerpo-, a pesar de mantenerse lúcidos en otros aspectos de su
funcionamiento cerebral. Este interesante trastorno -la tendencia a ignorar y a veces hasta
negar vehementemente que uno tiene paralizada la parte izquierda del cuerpo- se denomina
anosognosia (“no tener conciencia de la hemiplejia). Este nombre se lo adjudicó el
neurólogo JF Babinski en 1914.
Una conversación con este tipo de pacientes sobrecoge a cualquiera.
-¿Qué tal está hoy Antonio?.
-Bueno, he dormido bastante bien.
-¿Qué tal se encuentra ahora?
-Perfectamente.
-¿Puede andar?
-Claro que puedo andar
-Puede utilizar la mano derecha?
-Pues claro.
-¿Y la izquierda?.
-También, por supuesto.
-Puede tocarme el ojo con su mano izquierda?.
La mano continúa paralizada en su sitio.
-¿Me está tocando el ojo?.
-Pues claro.
-¿Puede aplaudir con ambas manos?.
El paciente comienza a dar palmas con una sola mano creyendo que mueve las dos mientras
dice: “ya estoy aplaudiendo”.
Muchos trastornos neuropsicológicos como este demuestran que la conciencia puede
quebrarse o estrecharse y, en ocasiones, incluso dividirse, lo que posiblemente indica que
no sólo la función se ha visto afectada por la lesión, sino también la conciencia de la propia
función ¿Quieren que les contemos algo curioso con respecto a los hemipléjicos izquierdos
que niegan estar hemipléjicos? En 1987 el neurólogo italiano Eduardo Bisiach realizó un
experimento fascinante con una paciente aquejada de hemiplejia y negación de la misma.
Bisiach llenó una jeringuilla con agua helada e irrigó el oído izquierdo de la paciente. A los
pocos segundos el agua fría provoca una corriente en los canales auditivos, engañando al
cerebro haciéndole creer que la cabeza se mueve (como un vértigo) lo que provoca unos
movimientos oculares de corrección que denominamos nistagmus. Entonces, cuando la
paciente se hallaba bajo el efecto de esta estimulación, Bisiach preguntó a la paciente si
podía mover los brazos y ¡ella respondió que no podía mover el brazo¡. Cuando el efecto
del agua fría de desvanece también de desvanece el reconocimiento de la hemiplejia. Parece
ser, que el agua fría logra que el cerebro derecho afectado por la lesión “despierte”, pero lo
más apasionante de este hecho es que el cerebro conoce, de algún modo, la verdad aunque
la niegue.
De alguna manera solicitamos al paciente que haga consciente su imposibilidad de mover la
parte izquierda de su cuerpo pero no pienso que antes de la lesión el paciente se preocupara
demasiado de como se movía su cuerpo cuando caminaba (habría que estudiar la
anosognosia en las modelos). En tercer lugar, la afectación de la conciencia para un módulo
de conocimiento específico puede verse afectado por la degradación de la información que
llega al cerebro. En la afasia de Wernicke el paciente es incapaz de comprender y cree que
puede comprender y hablar correctamente. Esta incapacidad para darse cuenta de que no
comprende se parece algo a la situación que se produce cuando vamos a comprar un disco a
la tienda de música. Si ustedes se ponen los auriculares e intentan hablar sin escuchar lo que
dicen verán que terminan hablando en un lenguaje incomprensible para su interlocutor. Su
cerebro lo sabe y usted opta por hablar a grito pelado para lograr hacer consciente su
discurso dejando abochornado a su acompañante.
Luisa es una mujer delgada, de unos sesenta años de edad y de aspecto normal, muy normal.
Era el año 2002, y nos la traen a consulta de urgencia porque le han notificado la muerte de
su esposo que ha ocurrido de forma súbita mientras daba un paseo. Luisa entra en la
consulta acompañada de su hija. Su expresión facial es inmutable, su mirada fija en un
punto de la pared. Parece que el mundo se ha desvanecido y que se encuentra en medio de
ninguna parte. No responde a nuestras preguntas y no parece saber donde está. No logramos
acceder a ella, sólo responde que su esposo se encuentra perfectamente y que no sabe que le
haya ocurrido nada. Aunque la hija le recuerda lo que ha ocurrido ella persiste en que nada
ocurre. Decidimos enviarla al tanatorio para que vea a su esposo y que nos la vuelvan a
traer para valorarla. A las dos horas vuelve y nos comenta que ha estado comiendo con su
esposo en un precioso restaurante repleto de ramos de flores. Decidimos citarla al día
siguiente para llevar a cabo nuestro plan ¿estará la verdad escondida en algún lugar de su
cerebro? .
Al día siguiente acude a la cita acompañada nuevamente de su hija que angustiada nos dice
que cree que su madre se ha demenciado “de repente”. Asesorados por un doctor tumbamos
a la paciente en una camilla y procedimos a inyectar un chorro de agua helada en su oído
izquierdo. Sus ojos comenzaron a moverse de un lado para otro. Entonces le preguntamos
¿Dónde está su esposo? “Falleció ayer” respondió. ¿Cómo murió? “Le dio un infarto
mientras paseaba” Sus respuestas eran lúcidas pero no sabíamos que ocurriría cuando el
efecto del “suero de la verdad” desapareciera por lo que grabamos la conversación en vídeo.
Después le pusimos el vídeo y se echó a llorar amargamente. A partir de ese momento Luisa
se curó “de su demencia” y elaboró el duelo de la muerte de su ser querido como cualquier
otra persona.
AFECTACIÓN DE LA CONCIENCIA DEL “COMO SOY”
La neurociencia en general, y la neuropsicología entendida como un nivel de análisis
integrado en las neurociencias debe comenzar a arrojar cierta luz sobre los procesos
cerebrales subyacentes a tan complejas conductas humanas. Así, es en el tema de la
conciencia donde encontramos importantes puntos de encuentro entre la filosofía de la
ciencia, la psicología y la neuropsicología. Hasta hace no mucho tiempo conceptos como
personalidad, inteligencia y conciencia se escapaban al análisis científico porque formaban
parte de la mente en contraste con el cerebro, pero esta dicotomía agoniza por lo que la
neurociencia puede comenzar a explicar los procesos mentales más complejos y que más
nos diferencian de otras especies. Posiblemente, el análisis neuropsicológico o
neurocientífico no sea suficiente para explicar la intrincada complejidad del ser humano
pero resulta un análisis necesario (aunque se nos acuse de “fisicalistas” o de reduccionistas)
para intentar explicar lo complejo (lo psicológico) en términos de sus componentes
cerebrales (lo neuropsicológico y lo neurobiológico).
La base sobre la que se sustenta nuestra afirmación es, básicamente, racional. Si deseamos
comprender un fenómeno complejo precisamos definir el perfil conductual de dicho
fenómeno, pero además, debemos intentar establecer algunos aspectos muy relevantes como
son las propiedades del fenómeno, sus componentes básicos, sus niveles de complejidad o
cómo esos componentes se organizan para formar un sistema de alta complejidad. No
pretendemos afirmar, con esto, que los fenómenos complejos quedan del todo explicados
cuando se reducen al funcionamiento de las moléculas, las neuronas, las sinapsis o los
neurotransmisores. Nuestro punto de vista simplemente aboga porque los procesos mentales
puedan ser abordados desde distintos niveles de análisis, desde niveles micromoleculares
(neurotransmisión o neuronas) y niveles macromoleculares (filosofía o psicología
evolucionista). Pero no resulta menos cierto que los niveles macro deben soportar e integrar
los conocimientos que llegan desde los niveles micro en lo que se podía denominar el
principio de la plausibilidad biológica. Los niveles de análisis, cuando nos acercamos a
realidades de tanta complejidad como el que ocupa este capítulo, deben tender a ser no
excluyentes sino integradores. Esta principio de plausibilidad biológica simplemente
plantearía que aquellas hipótesis que pueden ser ancladas en el funcionamiento cerebral son,
probablemente, más ciertas, y que ciertas explicaciones de la conducta humana en términos
humanistas o filosóficos no son del todo adecuados para explicar algunas conductas
humanas. Como señala Wagensberg “las grietas del conocimiento se rellenan con pasta de
ideología”.
En primer lugar, como hemos señalado, una lesión puede interferir con el “mecanismo de la
conciencia”, de tal manera que si una lesión produce un déficit cognitivo del cual el sujeto
no es consciente se puede inferir que la lesión afecta tanto al lugar donde se halla la función
como al lugar donde se encuentra la conciencia de dicha función. Sin embargo existe otra
afectación de la conciencia más relacionada, con cambios emocionales, conductuales y de
personalidad y que muy fruentemente se ven asociados con lesiones en lo lóbulos frontales.
En estos casos los pacientes no refieren que haya cambiado nada con respecto a como eran
antes pero su familia afirma que se han vuelto más desinhibidos y que ahora son más
infantiles. De este hecho podemos inferir que se ha afectado la personalidad y además la
conciencia del cambio producido como resultado del daño. En segundo lugar, es posible que
la falta de conciencia de estos cambios nos muestren un reflejo directo de cómo opera en un
organismo intacto, por lo que se asume que un sistema cerebral normal es consciente de
algunos de sus procesos cognitivos, emocionales, conductuales y de “como es”, lo que, tal
vez sea mucho presuponer. .
Evidentemente nos referimos al ser consciente pero además nos acercamos a una propiedad
emergente del cerebro ya que este nivel sólo puede ser alcanzado en cerebros
filogenéticamente más evolucionados (¿recuerda lo del chimpancé que se borrada la cruz
pintada en su frente?). En este sentido es importante que no rehuyamos a situar la
autoconciencia en el cerebro por ser un proceso mental de alta complejidad, simplemente
debemos situarlo en el espacio adecuado y este espacio no es otro que el córtex prefrontal.
El sistema neural crítico para la autoconciencia se halla en las cortezas prefrontales, ya que
la posición neuroanatómica de estas favorece este propósito por las siguientes razones:
a) Recibe señales procedentes de todas las regiones sensoriales en las que se forman las
experiencias conscientes
b) Recibe señales de las cortezas somatosensoriales que representan los estados corporales
pasados y actuales.
c) Recibe señales de sectores biorreguladores del cerebro, entre los que se incluyen los
núcleos neurotransmisores del tallo cerebral y del prosencéfalo basal, así como de la
amígdala, el cingulado anterior y el hipotálamo.
d) Representan las situaciones en las que el organismo se ha visto implicado, es decir,
clasifica nuestras experiencias vitales.
Así pues, el córtex prefrontal resulta ser una zona de convergencia que actúa como un
depósito de representaciones de nuestras experiencias vitales. En este sentido, parece
evidente que para que surja la autoconciencia se precisa información de señales procedentes
del exterior o de nuestros propios pensamientos, se necesita tener acceso a la información
previamente categorizada (posiblemente el criterio de categorización se base en la valencia
emocional de las experiencias) y a partir de aquí creamos representaciones que se
convierten en disposiciones que son únicas, por que se basan en nuestra experiencia vital
(que también es única).
Desde esta perspectiva, para Stuss las alteraciones de la conciencia relacionadas con
lesiones del córtex prefrontal presenta algunas peculiaridades que debemos tener en cuenta:
a) las alteraciones de conciencia frontal están asociadas con el “yo” y se manifiestan de
forma genérica en el funcionamiento conductual más que cognitivo, b) estas alteraciones se
pueden presentar sin presencia de déficit cognitivos o sensoriales e incluso con una
inteligencia intacta, c) parece posible un fraccionamiento de la conciencia en relación con
conexiones específicas entre el lóbulo frontal y otras regiones específicas, d) las funciones
ejecutivas son importantes ya que son funciones más específicamente frontales por lo que
su afectación puede estar asociada con la alteración de la conciencia de los déficit en el
funcionamiento conductual , e) la autoconciencia es algo más que el mero conocimiento, es
la capacidad de reflexionar sobre las implicaciones de este conocimiento y f) la
autoconciencia no solo se refiere al pasado y al presente sino que acaba proyectándose al
futuro. En este sentido, nosotros plantearíamos que la conciencia no es sólo conocimiento
ya que no hay implicaciones del conocimiento si no se impregna al mismo de una valencia
emocional.
Recientemente Antonio Damasio ha propuesto la división de la conciencia entre conciencia
central y conciencia ampliada o extendida. La primera proporciona al organismo la
sensación de ser en un momento (ahora) y en un lugar (aquí), el alcance de la conciencia
central es el aquí y el ahora por lo que presenta ciertas similitudes con la experiencia
consciente señalada anteriormente en la entrada sobre el “estar consciente” cuando nos
referimos al modelo de Edelman y Tononi. Sin embargo esta conciencia central no es
equiparable a la autoconciencia ya que no accede al pasado y no se proyecta al futuro. Por
otro lado, el tipo complejo de conciencia, a la que denomina conciencia ampliada o
extendida proporciona al organismo una sensación elaborada de ser (una identidad) y sitúa
al individuo en un punto de su devenir autobiográfico, consciente del pasado vivido y del
futuro anticipado a la vez que conocedor del mundo que le circunda.
La clave de la conciencia ampliada radica en su organización, los recuerdos autobiográficos
son “objetos” y el cerebro los trata como tales permitiendo que cada uno de ellos acceda al
aquí y el ahora (generan conciencia central). En otras palabras, la conciencia ampliada es la
consecuencia de dos capacidades: primera, la capacidad de retener registros de experiencias.
Segunda, la capacidad de reactivar esos registros de tal modo, que como objetos, generan
una sensación de “ser yo el que conozco”.
Por ello, la conciencia ampliada es la capacidad de ser consciente de un ámbito amplio de
entidades y sucesos generando un sentido de perspectiva individual. Por lo tanto, podemos
afirmar que generamos pulsos de experiencia consciente para un objetivo, pero al mismo
tiempo, generamos un conjunto acompañante de recuerdos autobiográficos reactivos. Sin
tales recuerdos no tendríamos sensación de pasado ni de futuro, no existiría continuidad
histórica (autoconciencia). La experiencia consciente es una necesidad cimentadora ya que
el presente, el pasado y el futuro acceden a la experiencia consciente, y sin embargo, sin
autoconciencia la experiencia del aquí y el ahora no tendría la resonancia del pasado y del
futuro. Es decir, sin experiencia consciente no puede haber autoconciencia.
Los elementos clave de la autoconciencia son los que se corresponden con nuestra
identidad, con nuestras experiencias pasadas y futuras. Para este autor la autoconciencia es
un proceso de activación coordinada y exhibición de los recuerdos personales, situados en
una red ubicua. Los elementos esenciales surgen de una red que se activa incesantemente y
que se localiza en las zonas de convergencia, situada en los córtex superiores temporales y
frontales, así como en los núcleos subcorticales como los de la amígdala. La activación
coordinada de esta red ubicua está pautada por diversos núcleos talámicos mientras que el
mantenimiento de los componentes reiterados durante periodos de tiempo más amplio exige
el apoyo del córtex prefrontal.
Cuando nos referimos al ser consciente resulta relevante hacer referencia a tres tipos de
autoconciencia planteados por Tulving que comparten su contenido experiencial y
fenomenológico como son la conciencia noética, autonoética y la cronestesia . La primera
es evolutivamente más antigua y de algún modo se relaciona con el sistema de memoria
semántico. La conciencia noética es el resultado de la interacción entre la experiencia
presente y la memoria del individuo relacionada con el conocimiento (saber). La conciencia
noética es el resultado de acceder al propio pasado pero en términos de “conocer” y no de
“recordar”. Sin embargo, la conciencia autonoética es filogenéticamente más reciente y se
sustenta en la memoria episódica, por lo que permite “re-experienciar” nuestro pasado a la
vez que tiene posibilidades de proyectarnos hacia el futuro. Cuando recordamos el pasado
somos autonoéticamente conscientes de que ese es nuestro pasado. Esta conciencia
autonoética incluye, pero trasciende a la conciencia noética.
Tulving ha añadido recientemente el término de cronestesia para referirse a la capacidad
neurocognitiva para expresar la conciencia del individuo en una dimensión temporal en
relación con su propia existencia y la de los demás (tiempo subjetivo). En este sentido, la
cronestesia haría referencia al recuerdo de hechos y eventos de nuestra vida además de la
planificación del futuro. Cronestesia y conciencia autonoética coinciden en que ambos
conceptos implican la conciencia del yo en el tiempo, pero el énfasis en los conceptos de
“yo” y “tiempo” difieren entre ambos. En la autonoesis el énfasis se encuentra en la
conciencia del yo mientras que en la cronestesia el énfasis se centra en el tiempo subjetivo.
Esta distinción, aunque impresione como banal, es importante porque da respuesta a la
clínica cuando vemos pacientes con recuerdos que no puede situar en el tiempo y otros que
se muestran incapaces de situar los recuerdos o sus planes en un tiempo subjetivo.
En cuanto al sustrato neuroanatómico de la conciencia autonoética y de la cronestesia
ambas han sido relacionadas con el córtex prefrontal. La evidencia clínica sugiere que
lesiones en el cerebro derecho anterior afectan a ambas conciencias con mayor preservación
de la memoria semántica (conciencia noética). De hecho algunos estudios con neuroimagen
funcional han comparado las redes neurales que se activan cuando a un sujeto se le
proporciona información autobiográfica o información ficticia, evidenciando que los
recuerdos autobiográficos activan la amígdala derecha y el córtex prefrontal ventral
derecho.
Estas “tres conciencias” que formarían nuestra “autoconciencia” están determinadas por las
propiedades de cada cerebro individual (por lo que presentarían una gran variabilidad
intersujetos) y por su estado fisiológico en un momento determinado. La autoconciencia
significa poseer una experiencia particular que depende tanto del estado general de la
conciencia (del estar) como de la estimulación interna y externa que es particular y única.
En cuanto al sustrato neuroanatómico de la conciencia autonoética, esta ha sido relacionada
con el córtex prefrontal. La evidencia clínica sugiere que lesiones en el cerebro derecho
anterior afectan a esta conciencia con mayor preservación de la memoria semántica
(conciencia noética). De hecho algunos estudios con neuroimagen funcional han comparado
las redes neurales que se activan cuando a un sujeto se le proporciona información
autobiográfica o información ficticia, evidenciando que los recuerdos autobiográficos
activan la amígdala derecha y el córtex prefrontal ventral derecho. La autoconciencia, la
sensación de la propia identidad parece ser el resultado de lo que se y conozco y de lo que
rememoro y recuerdo. ¿Por qué soy un ser único e irrepetible? Si lo piensa bien, nadie en la
historia de la humanidad pasada y presente tiene exactamente los mismos conocimientos
que usted y por otro lado estoy seguro que nadie ha vivido unas experiencias exactamente
iguales a las suyas.
Estos diferentes modelos de autoconciencia (Stuss, Damasio, Tulving) difieren en el modo
de acercarse a esta realidad tan compleja como es el “yo” aunque aportan dos hechos
fundamentales para establecer un discurso basado en las neurociencias. Por un lado intentan
situar la autoconciencia en el cerebro para romper así la dicotomía cerebro-mente en el acto
más complejo y sublime de la especie humana. Por otro lado, y cuando más complejo es el
objeto de nuestro estudio, los constructos hipotéticos son más frecuentes debido a que las
explicaciones son más distales (no se pueden ceñir el funcionamiento de las neuronas) y las
propiedades del objeto son emergentes (al alcanzar cierto nivel de complejidad no pueden
ser explicadas exclusivamente por modelos que satisfacen al nivel anterior). De todos
modos, convendremos en que algunas capacidades relacionadas con nuestro funcionamiento
cerebral permiten explicar algunos rasgos distintivos de la condición humana como nuestra
capacidad de anticipar el futuro, de actuar en un mundo social complejo, el conocimiento de
uno mismo y el de los demás y el control sobre la propia existencia.
NOTA: Incluimos una serie de imágenes en las que podréis encontrar una breve referencia a
las aportaciones clásicas del estudio de los lóbulos frontales, un guiño al caso de
Phineas Gage estudiado por Harlow y una serie de síntomas clínicos debidos al daño
del lóbulo frontal junto con el sustrato estructural en el cerebro La mayoría de “cerebros
dibujados” que ponemos “son nuestros” así que podéis utilizarlos, son los que, como veréis
están diseñados igual. Un afectuoso saludo

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