Génesis 37

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Génesis 37:1-20

Al reanudar la historia de la línea de descendencia de


Abraham, Isaac y Jacob, llegamos en el relato a la cuarta
personalidad destacada de esta última parte del libro del
Génesis. De aquí en adelante y hasta el final del libro, José
será la figura central, aunque aún estamos considerando el
Tema de la familia de Jacob. Se dedican más capítulos a José
que a Abraham o Isaac o a cualquier otro personaje. Y se
ocupan más capítulos con José que con la totalidad del
extenso período relatado entre los capítulos 1 y el 11. El
hecho de que se le dé a este personaje tanta importancia en
las Sagradas Escrituras, debiera hacernos reflexionar.
Hay probablemente varias razones para ello. Una primera
razón es que la vida de José fue buena, honorable y un
ejemplo viviente de las palabras que escribió el apóstol Pablo
a los Filipenses, capítulo 4:8;
"Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo
digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo
honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en
esto meditad."
Dios quiere que nuestra mente, nuestros pensamientos, se
dirijan a todo lo que sea bueno, honesto e importante. Y la
vida de José reflejó esas virtudes.
También hay un segundo y destacado motivo. No hay otro
personaje en la Biblia que, en su persona y experiencias se
parezca más a Jesucristo, que José. Sin embargo, en ninguna
parte del Nuevo Testamento se presenta a José como un tipo
de Cristo. No obstante, el paralelismo entre ambos no puede
ser casual y al ir desarrollando esta historia mencionaremos
muchas similitudes que lo refuerzan.
Es así que reanudamos la historia de la línea de descendencia
de Jacob, que es la que conduce al Mesías, a Cristo. Jacob
estaba viviendo en Canaán, y es allí donde comenzó la
historia de José. Leeremos los versículos 1 al 4, que nos
llevan a ver en
La familia de Jacob: una causa de disensión
"Y Jacob habitó en la tierra donde había peregrinado su
padre, en la tierra de Canaán. Esta es la historia de las
generaciones de Jacob: José, cuando tenía diecisiete años,
apacentaba el rebaño con sus hermanos; el joven estaba con
los hijos de Bilha y con los hijos de Zilpa, mujeres de su
padre. Y José trajo a su padre malos informes sobre ellos. Y
amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque era
para él el hijo de su vejez; y le hizo una túnica de muchos
colores. Y vieron sus hermanos que su padre lo amaba más
que a todos sus hermanos; por eso lo odiaban y no podían
hablarle amistosamente."
Aparentemente, Jacob se había trasladado al sur de Belén y
había llegado a Hebrón, donde Abraham había instalado su
casa. Recordamos aquel sitio como el lugar de la adoración y
de la comunión con Dios.
Con la excepción de José y Benjamín, los otros hijos de Jacob
eran jóvenes problemáticos, a quienes llevó bastante tiempo
aprender las lecciones que Dios se propuso enseñarles.
Observemos cómo el énfasis se desplaza de Jacob a José.
Cuando este incidente tuvo lugar, José tenía apenas 17 años
de edad; era solo un adolescente, el más joven de los
muchachos que se encontraban en el campo apacentando los
rebaños, porque Benjamín era demasiado joven y aun se
quedaba en casa. Como vemos, José no habló bien de los
otros y, por supuesto, a aquellos no les gustó el detalle y
seguramente le consideraron un chismoso.
Jacob debería haber aprendido la lección de su propio hogar.
Sabía que el hacer favoritismo traería conflictos en la familia.
Su propio padre había favorecido a su hermano mayor, Esaú,
y Jacob sabía bien lo que era sentirse discriminado. Sin
embargo aquí él estaba cometiendo precisamente el mismo
error. Podemos comprender sus sentimientos, recordando que
José era hijo de Raquel, la esposa a quien realmente amó, y
con quien vivió las experiencias más bellas de su vida.
Además, José era un buen chico y Jacob le quería muchísimo.
Con todo, y siendo todo esto cierto, su actitud era
injustificable. No debería haber tenido tantas atenciones con
él como, por ejemplo, haberle hecho aquella túnica de
colores.
Otra posible traducción para aquella prenda de vestir podría
ser "túnica larga" o "túnica con mangas largas". La túnica
normal de aquel tiempo era de una pieza larga de tela, con un
agujero en el centro para pasar la cabeza. La mitad de la tela
caía por delante del cuerpo y la otra mitad, por detrás. Se
ataba o ajustaba alrededor de la cintura o bien se cosía la tela
a los lados. Y eso era todo en una túnica corriente, que no
tenía mangas. Por eso, preparar una túnica con mangas para
alguien, era distinguirle ostensiblemente de todos los demás.
Y lo mismo ocurría en el caso de una túnica de muchos
colores.
Naturalmente, al ser el favorito de su padre, sus hermanos le
odiaban y le hablaban de mala manera o no le saludaban. Y
fue así como, también en esta familia, surgieron los
conflictos. Cualquiera que sea el tipo de familia, el pecado la
lleva a la ruina. Porque pecado echa a perder vidas y familias
enteras, destruyéndolas. El pecado arruina a las comunidades
y a las naciones. Y constituye el gran problema de nuestras
ciudades y comunidades. Hay solamente una causa. Y es Dios
quien la llama pecado.
Así que, en este caso José, es objeto de discriminación. Su
padre le distinguió por amarle más que a sus hermanos. Y sus
hermanos le discriminaron por el odio que sentían hacia él.
Y lo peor de todo fue que la situación se complicó porque,
como veremos al leer los versículos 5 al 11,
Los sueños de José hicieron que sus hermanos le
odiasen más
"Y José tuvo un sueño y cuando lo contó a sus hermanos,
ellos lo odiaron aún más. Y él les dijo: Os ruego que
escuchéis este sueño que he tenido. He aquí, estábamos
atando gavillas en medio del campo, y he aquí que mi gavilla
se levantó y se puso derecha, y entonces vuestras gavillas se
ponían alrededor y se inclinaban hacia mi gavilla. Y sus
hermanos le dijeron: ¿Acaso reinarás sobre nosotros? ¿O
acaso te enseñorearás sobre nosotros? Y lo odiaron aún más
por causa de sus sueños y de sus palabras. Tuvo aún otro
sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí, he
tenido aún otro sueño; y he aquí, el sol, la luna y once
estrellas se inclinaban ante mí. Y él lo contó a su padre y a
sus hermanos; y su padre lo reprendió, y le dijo: ¿Qué es
este sueño que has tenido? ¿Acaso yo, tu madre y tus
hermanos vendremos a inclinarnos hasta el suelo ante ti? Y
sus hermanos le tenían envidia, pero su padre reflexionaba
sobre lo dicho."
¿Cómo podemos explicarnos aquí el comportamiento de José?
¿Por qué iba a su padre para contarle chismes sobre sus
hermanos, sabiendo que así alimentaba su odio hacia él?
Pienso que, en realidad, no sabía que en el mundo hubiese
tanta maldad. No tenía ni idea de que sus hermanos fuesen
tan malvados. Mi opinión es que en esa época él era un joven
inocente y crédulo. Le llevó mucho tiempo enterarse de cómo
funcionaban los asuntos de este mundo, aunque al fin,
ciertamente lo descubrió. Con el tiempo llegó a saber tanto
como los demás, de las cuestiones mundanas y sobre la
maldad del ser humano contra su prójimo. Pero ése sería el
caso mucho más tarde. No en aquella época.
Podemos imaginarnos cuán protegido y mimado estaba José.
Su padre concentró en él todo el cariño que había sentido por
Raquel. Se había enamorado de ella a primera vista y había
trabajado arduamente durante 14 años para poder casarse
con ella. Luego, transcurrieron muchos años antes que ella
pudiera dar a luz a un niño. Finalmente, nació José. ¡Qué
alegría debió haber sido para Jacob! Pero Raquel se había ido
y entonces él volcó todo sus sentimientos de cariño en este
joven. No debiera haberlo hecho, porque tenía otros hijos que
educar; pero la realidad fue otra y José fue amado y
protegido más que sus hermanos.
Y vino el asunto del sueño sobre los manojos de trigo que se
inclinaban ante él. Nos imaginamos los comentarios
sarcásticos de sus hermanos, porque realmente no creyeron
que él iba a tener autoridad sobre ellos. Y este asunto no
terminó con aquel sueño. Todavía quedaba otro.
A pesar de la experiencia anterior, contó su sueño y su padre
y hermanos debieron comprender claramente de qué estaba
hablando. La misma imagen del sol, la luna y las estrellas
puede compararse con la que aparece en el Apocalipsis,
último libro de la Biblia, en el capítulo 12.1. Allí se presenta a
una mujer y se la describe como vestida del sol, con la luna
debajo de sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su
cabeza. Aquella mujer representa a la nación de Israel. Sus
hermanos comprendieron que José les estaba hablando sobre
ellos mismos, los hijos de Israel.
Aquí estamos considerando a la nación de Israel en sus
comienzos. El libro del Génesis es como un brote, y la flor se
va abriendo a medida que avanzamos por las Sagradas
Escrituras. El brote que aquí vemos no se abrirá hasta que
lleguemos al libro del Apocalipsis. Por cierto, será una
floración tardía pero, en todo caso, allí se abrirá. Es necesario
que comprendamos lo que se expone, en vez de hacer
suposiciones que, por otra parte, no son necesarias cuando el
texto se expresa con claridad.
El anciano Jacob lo comprendió con exactitud, cuando
reprendió a José, diciéndole: "¿Acaso yo, tu madre y tus
hermanos vendremos a inclinarnos hasta el suelo ante ti?"
Seguramente José habrá respondido: "Así fue el sueño". Y no
trató de interpretarlo porque el significado era evidente. Sus
hermanos debieron alejarse y no prestaron más atención al
sueño pensando que, en lo que a ellos concernía, era
totalmente imposible que se cumpliese tal predicción. Sabían
que ninguno de ellos estaría jamás dispuesto a inclinarse ante
José. En cambio, Jacob quedó reflexionando sobre este
asunto.
Ahora el relato nos explica la escena en la que
Jacob envió a José a encontrarse con sus hermanos
Leamos los versículos 12 al 20:
"Después sus hermanos fueron a apacentar el rebaño de su
padre en Siquem. E Israel dijo a José: ¿No están tus
hermanos apacentando el rebaño en Siquem? Ven y te
enviaré a ellos. Y él le dijo: Iré. Entonces Israel le dijo: Ve
ahora y mira cómo están tus hermanos y cómo está el
rebaño; y tráeme noticias de ellos. Lo envió, pues, desde el
valle de Hebrón, y José fue a Siquem. Y estando él dando
vueltas por el campo, un hombre lo encontró, y el hombre le
preguntó, diciendo: ¿Qué buscas? Y él respondió: Busco a mis
hermanos; te ruego que me informes dónde están
apacentando el rebaño. Y el hombre respondió: Se han ido de
aquí, pues yo les oí decir: Vamos a Dotán. Entonces José fue
tras sus hermanos y los encontró en Dotán. Cuando ellos lo
vieron de lejos, y antes que se les acercara, tramaron contra
él para matarlo. Y se dijeron unos a otros: Aquí viene el
soñador. Ahora pues, venid, matémoslo y arrojémoslo a uno
de los pozos; y diremos: Una fiera lo devoró. Entonces
veremos en qué quedan sus sueños."
En aquel tiempo Jacob y su familia vivían cerca de Hebrón,
que estaba situada a más de 20 Km al sur de Jerusalén y
Siquem, a una distancia similar pero en dirección al norte. Así
que los hermanos de José estaban apacentando las ovejas
bastante lejos de la casa, aunque entendemos que las tierras
de pastoreo abarcaban la totalidad de aquella extensa zona.
Ante el pedido de su padre de que fuese a comprobar si ellos
se encontraban bien, como José era un hijo obediente y que
estaba siempre disponible, inmediatamente emprendió el
viaje. Recorrió todo al camino desde Hebrón hasta Siquem y,
al llegar allí, comenzó a buscarles. Pero como era un terreno
escarpado, no pudo localizarles.
Seguramente el hombre que le habló había visto a José pasar
varias veces junto a su tienda, así que le preguntó a quién
estaba buscando. Dotán estaba situada bastante lejos, al
norte de Siquem. Hacia allí se habían desplazado sus
hermanos con los rebaños. Gracias a las indicaciones
recibidas acabó encontrándoles.
Hemos de destacar que Dios estaba preparando a José de
muchas maneras para el futuro que le esperaba. También
reconoceremos, además de su obediencia otras virtudes en
este joven excepcional. Había sido valiente al haber recorrido
una enorme distancia y completamente solo. También fue
persistente, pues no se detuvo hasta encontrarles. Y después
de sortear los riesgos de tan largo viaje, se acercaba al mayor
de los peligros, que eran sus propios hermanos. La
conversación registrada en los versículos que hemos leído nos
revela cuán grande era el odio y los sentimientos de celos y
envidia que albergaban hacia él. Y fue así que, al verle
mientras se aproximaba, comenzaron a conspirar contra él,
con la idea de destruirle.
En nuestro próximo programa continuaremos estudiando la
vida de Jose, cuya vida extraordinaria constituye una de las
biografías más apasionantes de las Sagradas Escrituras. Solo
me resta añadir algunas reflexiones finales.
Los celos y la envidia son responsables de muchas tragedias y
convulsiones en nuestra sociedad. Es evidente que muchos
siglos de progreso en todos los órdenes del saber humano y a
pesar de los enormes avances del conocimiento de la
personalidad y sus trastornos, no se han podido controlar o,
al menos moderar, estas pasiones.
En el Nuevo Testamento, los Evangelios, al relatar la vida y
obra del Señor Jesucristo, destacan que no hubo persona más
humilde que El. Sin embargo, los hombres, impulsados por
los celos, y por la envida, le condenaron a la muerte en la
cruz.
Estimado oyente, seguramente ya sabes que, cualquiera sea
la posición que ocupemos en la vida, no podemos evitar el ser
el objeto de los celos y envidia de otros, o que nazcan en
nuestro corazón esos sentimientos hacia otras personas.
Debemos tener cuidado porque estas pasiones, con su fuerza
muchas veces incontrolable, pueden destruir nuestra paz
interior, afectar al desarrollo de nuestra personalidad y
destruir relaciones familiares y amistades.
Comenzábamos el programa de hoy con una cita del apóstol
Pablo que indicaba claramente que, en un mundo donde las
pasiones destructivas operan libremente, en todos los niveles,
es posible tener una mente pura, libre, pacífica y
constructiva. Es posible vivir en paz con uno mismo y con los
demás. Pero esta aparente utopía solo se consigue
estableciendo una relación personal con Dios, por medio de
Jesucristo. Se trata de creer en El y apropiarnos
personalmente de Su victoria en la cruz. Como resultado de
ese encuentro trascendental, experimentarás en tu vida la
acción del Espíritu Santo. Y según la Biblia, ¡y confirmado por
la experiencia! El fruto del Espíritu Santo consiste en amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre y dominio propio.

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