Fructuoso Rivera
Fructuoso Rivera
Fructuoso Rivera
En efecto, mientras que Belgrano buscaba legitimar ante las potencias de ese momento la
total independencia rioplatense ante la Santa Alianza, con lo que tal alianza exigía,
gobiernos monárquicos (era el único modo que parecía viable en el año 1816 a pocos meses
de establecida la "Santa Alianza" y el restauracionismo monárquico absolutista entre las
potencias del mundo, Belgrano buscaba como solución de compromiso un país rioplatense
totalmente independiente y tras su viaje a Europa notó que las potencias sólo aceptaban
países gobernados monárquicamente, la solución inicial belgraniana fue que la
regenta Carlota asumiera como reina de las Provincias Unidas del Río de la Plata siendo
tales provincias totalmente independientes de todo poder extranjero y teniendo una
monarquía constitucional, luego Belgrano se dio cuenta de lo infundado de su optimismo en
cuanto a una regenta que también ostentaba el gobierno brasileño y optó por una solución
más audaz: que un inca –un descendiente de Tupac Amaru II, probablemente Juan Bautista
Túpac Amaru último descendiente reconocido de Túpac Amaru II– fuera el "rey" nominal
limitado por una Constitución democrática del nuevo extensísimo país constituido por los
estados rioplatenses); absolutamente por el contrario Rivera directamente se sometió a
Portugal y luego al Imperio del Brasil, convirtiéndose en uno de los oficiales de Portugal y
de Brasil en el territorio de la Provincia Oriental.
A mediados de 1818, varios jefes artiguistas comenzaron a cuestionar la estrategia
defensiva de su jefe; el único oficial notable que no se pronunció en contra del caudillo fue
Rivera, por lo que Artigas le entregó el mando de las divisiones más poderosas. Esto causó
la defección de muchos de sus subordinados, entre ellos Rufino Bauzá y Manuel Oribe, que
pasaron a Buenos Aires. Por su parte, el director Supremo Pueyrredón le ofreció el mando
de las tropas orientales, desplazando a Artigas, pero Rivera no aceptó.
No obstante, Rivera obtuvo algunas victorias en los combates de Chapicuy y Queguay
Chico, pero fue finalmente derrotado en la Batalla de Arroyo Grande.
Cuando la derrota de las tropas orientales en la Batalla de Tacuarembó el 22 de
enero de 1820, Rivera se encontraba acampando en el paraje Tres Árboles, en el Partido
de Vera de la Provincia Oriental (actualmente, Estancia Buen Retiro, en las cercanías de
Pueblo Morató, Departamento de Paysandú), sobre la costa del río Queguay. Al enterarse
de la derrota y casi desaparición del ejército oriental, licenció a parte de su tropa. Desde
Mataojo – actual departamento de Salto – Artigas le ordenó que se incorporara a su ejército,
pero Rivera, rodeado por el enemigo, celebró un armisticio con el jefe portugués Bento
Manuel Ribeiro, que se conoce como el Acuerdo de Tres Árboles, pacificando la provincia,
al acordar que a los criollos no se les quitara la tierra, protegiendo así a los donatarios
artiguistas, y que a él se lo reconociera como comandante de la campaña. Ese sitio es
conocido por los lugareños como el “Valle de la Libertad” y árboles plantados a cien años de
esa acción simbolizan ese encuentro, donde un criollo y un portugués sellaron el fin de una
conflagración, que había devastado la campaña y empobrecido a la población oriental en un
conflicto de tantos años.
Rivera, como forma de convencer al ejército invasor de su supuesta lealtad, en una carta
fechada el 13 de junio de 1820 al gobernador Francisco Ramírez, descubierta por Picerno,
Rivera se habría ofrecido a "ultimar" a Artigas, a quien consideraba un "monstruo, déspota,
anarquista y tirano".5
Hay quienes sostienen, como Manuel Flores Silva, que esta carta, publicada originalmente
por Hernán F. Gómez en su clásico "Corrientes y la República Entrerriana" (1929,
Corrientes), se "justifica" en función del contexto y las dotes de Rivera como "hombre
político", que permanentemente se adaptaba a las circunstancias. Tras la Batalla de
Tacuarembó, Artigas se encontraba derrotado y sin apoyo de Ramírez. A su vez, Ramírez
había creado la República de Entre Ríos, que incluía a Corrientes y Misiones, y tenía
relaciones con Buenos Aires.
Ya con el ejército de ocupación luso-brasileño, con dominio sobre toda la Provincia Oriental,
el año 1820, marca el fin de la Revolución Oriental, después del desastre de la batalla de
Tacuarembó, el "Acuerdo de Tres Árboles" y José Gervasio Artigas exiliado en Paraguay.
Tras firmar un armisticio con el gobernador de la Provincia Cisplatina – dependiente
del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve – Carlos Federico Lecor, se incorporó al
ejército de Portugal. Sus soldados, vencida ya toda posible resistencia, lo siguieron. En julio
de 1821 formó parte del Congreso Cisplatino que convalidó la anexión de la Provincia
Cisplatina a Portugal. Junto a Nicolás Herrera, Dámaso Antonio Larrañaga y Tomás García
de Zúñiga, formaba parte del Club del Barón.
Cuando el Imperio del Brasil anunció su independencia de Portugal, Rivera secundó a Lecor,
que siguió al Emperador Pedro I en su intención de expulsar a los portugueses de
Montevideo. A sus órdenes ingresaron algunos oficiales artiguistas que habían sido
liberados, como José Antonio Berdún y Juan Antonio Lavalleja, pero en ellos era más claro
que buscaban la independencia de Brasil de la Provincia Oriental, ubicada en la Banda
Oriental.
El cabildo de Montevideo invitó a Rivera a unirse a ellos en la continuidad de la dominación
portuguesa, con la esperanza de que cuando finalmente los europeos se retiraran,
concediera la independencia a Montevideo y su jurisdicción. A la invocación del cabildo al
patriotismo de Rivera, éste respondió que el patriotismo es la búsqueda de la felicidad de la
patria, que él entendía como sinónimo de paz.
En noviembre de 1823, las tropas portuguesas entregaron Montevideo al general Lecor, que
ingresó en la ciudad y proclamó anexada la Provincia Cisplatina al Imperio de Brasil. El
gobernador brasileño otorgó a Rivera el título de Barón de Tacuarembó - que no aceptó- y
lo nombró comandante de Campaña.
Por su parte, Lavalleja y otros oficiales habían partido hacia Buenos Aires. Desde allí lo
invitaron a unirse a quienes buscaban la independencia del imperio, de la Banda Oriental,
pero Rivera entregó esas cartas a Lecor.
Durante la invasión luso-brasileña y en los años que le siguieron, las fuerzas invasoras
destruyeron propiedades inmuebles y sobre todo, las que pudieran servir de defensa de los
criollos, saquearon el ganado oriental e instalaron saladeros con mano de obra esclava; la
población pecuaria, principal riqueza de la región, se redujo drásticamente.
En 1825 se produjo la gesta de los Treinta y Tres Orientales bajo el mando de Juan Antonio
Lavalleja quienes, en lo que se conoce como la Cruzada Libertadora, desembarcaron en
la playa de la Agraciada el 19 de abril de ese año. El 29 de abril Lavalleja y Rivera se
reunieron en un rancho en las cercanías del arroyo Monzón, ubicado en el
actual departamento de Soriano. Allí se produjo un abrazo entre ambos caudillos para sellar
su unión en la lucha independentista contra las fuerzas brasileñas.6
Existe controversia sobre la veracidad del abrazo entre Lavalleja y Rivera. Rivera, al servicio
de Brasil y al mando de setenta hombres, habría ido a enfrentar a Lavalleja en las
inmediaciones del arroyo Monzón, pero éste habría sido capturado por los patriotas al
mando de Lavalleja, quien le habría ofrecido sumarse a los revolucionarios bajo amenaza
de ser fusilado.
El general José Brito del Pino, en su "Diario de la Guerra del Brasil", escrito durante esa
campaña, expresó: "Se pudo ir (Rivera) al galope y cuando llegó, recién se apercibió de su
engaño y de que se hallaba prisionero de los mismos que iba a combatir. Como al verlo
todos desnudaron sus espadas, creyó que iba a ser muerto y lleno de terror le dijo a
Lavalleja: "Compadre, no me deje Ud. asesinar".6 Sin embargo, otras versiones anotan que
Rivera se unió voluntariamente y desmienten la versión anterior, ya que sería inverosímil
que Rivera se dejara atrapar tan fácilmente y con el apoyo que le dio a ese movimiento.
Fue entonces que las fuerzas acaudilladas por Rivera se incorporaron a las fuerzas patriotas
comandadas por Lavalleja y por el después general Julián Laguna.7
La incorporación de Rivera constituyó un hecho fundamental para el éxito de la campaña,
debido a su enorme prestigio, lo que determinó que el alzamiento contra la dominación
imperial se generalizara en todo el territorio de la Banda Oriental. En pocos días, la
expedición ya contaba con varios miles de partidarios. El Congreso de La Florida declaró el
día 25 de agosto la independencia de la Provincia Oriental y su unión
"...con las demás Provincias Argentinas a las que siempre perteneció."
El 4 de septiembre, Rivera fue derrotado por Bento Manuel Ribeiro, el jefe de la caballería
"gaúcha" de Río Grande del Sur, futuro jefe de la revolución antiimperial de los farrapos,
pero el 24 de septiembre logró el desquite en la Batalla del Rincón, en que derrotó al
coronel José Luís Mena Barreto (padre), que resultó muerto. El 12 de octubre, unidas las
fuerzas de Rivera y Lavalleja, lograron la decisiva victoria en la Batalla de Sarandí sobre el
coronel Ribeiro. De este modo se cerró el sitio sobre Montevideo.
Las victorias de Rivera y Lavalleja entusiasmaron a la opinión pública de Buenos Aires y del
interior, de modo que en diciembre, el Congreso de las Provincias Unidas proclamó la
reincorporación de la Provincia Oriental. Esto causó la declaración de guerra de parte del
Emperador, dándose comienzo a la Guerra del Brasil. El Congreso respondió con otra
declaración de guerra y reunificó al país, eligiendo como primer presidente del mismo
a Bernardino Rivadavia, quien se dedicó a organizar un ejército capaz de enfrentar al ejército
de ocupación.
A principios de 1826, por orden del comandante militar nombrado por Rivadavia – el
general Martín Rodríguez – Rivera atacó por segunda vez a Ribeiro, pero esta vez se negó
a capturar a los fugitivos, y cuando Rodríguez le ordenó perseguirlo hasta el río Cuareim,
tampoco obedeció la orden, e incluso dio aviso al jefe enemigo. De tantas batallas como
contrarios y de trabajar juntos después, habían construido una amistad, que a Rivera lo hizo
mirar al caudillo riograndense como su aliado, pensando en una futura República
conformada entre orientales y riograndenses. El 17 de junio, por exigencia de Lavalleja,
Rodríguez arrestó a Rivera y lo envió a Buenos Aires, informando de lo sucedido. El
presidente ordenó arrestar a Rivera, pero en el mes de septiembre, éste escapó hacia Santa
Fe, donde se puso bajo la protección del gobernador Estanislao López.8