El Poder de Las Redes Sociales

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El poder de las redes sociales

por Felipe Andino

A ntes, la hora de cenar era sagrada. Era la ocasión


cuando las familias tomaban tiempo para hablar de todo lo
que había pasado en el día; había comunión, calor humano.
Pero hoy, a la hora de cenar, si es que cenamos juntos, la
niña está ocupada con su tableta, el niño con su vídeojuego,
mordisqueando algo en la sala, la jovencita intercambia
textos con sus amiguitas, el padre, atrasado en el uso de la
tecnología, se encuentra leyendo el periódico o viendo las
noticias en la televisión, y la madre sirve la comida con el
teléfono en la oreja. ¡Oh contradicción! Nos relacionamos
más con quienes están lejos que con quienes viven bajo
nuestro techo.

No pretendo acusar a la tecnología o la Internet de los


males sociales, pues las cosas no tienen calidad moral, pero
sí quiero señalar los efectos de su mal uso. Es como el
dinero, que no es bueno ni malo, pero si un drogadicto utiliza
el dinero para comprar sustancias nocivas para la salud, le
está dando un mal uso. La misma cantidad en manos de un
filántropo o un predicador que compra biblias tiene otro valor.
Así son las redes sociales. Si se intercambian mensajes e
imágenes inmorales, son dañinas, pero si se comparte el
bien, son valiosas.

Un medio de estímulo
Abundan las personas que controlan el manejo de la
información y su contenido. Además, las redes sociales son
un fuerte medio de estímulo sensorial para los apetitos
carnales propios de la naturaleza caída. Cada palabra, cada
foto, cada vídeo y cada comentario inmoral se puede
convertir en una bomba que en cualquier momento estallará.
Considero a las redes sociales como un nuevo árbol de la
ciencia del bien y del mal. El nombre de “redes”, que da la
idea de conexión, armoniza con la idea de riesgo, pues
pueden enredar a los incautos o degradados al grado de
controlar su vocabulario, determinar su vestimenta y definir
sus relaciones.

Un medio de contagio
Nicholas A. Christakis y James H. Fowler, expertos en la
materia, en su libro Conectados afirman: “Si formar parte de
las redes sociales nos afecta y también afecta a otras
personas que se relacionan con nosotros mediante lazos
muy estrechos, es evidente que perdemos cierto poder sobre
nuestras relaciones”.
Ya no hay que pararse con un cartelón para protestar
frente a un edificio de gobierno, ya que con solo divulgarlo en
las redes sociales, en poco segundos usted conseguirá
decenas de personas con sus mismos sentimientos. Las
redes sociales son un medio de contagio. Christakis, Fowler y
otros le llaman a esto “la ola”, porque los amigos, los amigos
de los amigos, y los amigos de los amigos de los amigos se
van a encargar de divulgarlo. Si se trata de conceptos y
actividades nobles, es conveniente, pero si se trata de
calumnias, videos pornográficos o ideas satánicas, es
ponzoña para la mente y peligro para la sociedad.
Luego de varios estudios realizados por expertos, se
concluyó que la risa, la tristeza, la obesidad, el odio, la
alegría y otras manifestaciones de la conducta se contagian
mediante las redes sociales.
No se habla mucho de cómo Job, el patriarca bíblico,
alcanzó un nivel superior de espiritualidad, pero la Biblia
registra estas palabras suyas: “Hice un pacto con mis ojos,
de no mirar con codicia sexual a ninguna joven” (Job 31:1,
*

NTV).
Hay que estar muy bien conectado a la fuente de moral, la
Escritura sagrada, y en buena relación con Dios, cada vez
que entremos en cualquiera de las plataformas de la redes
sociales. Estos consejos pueden ayudar en ese propósito:

• Tener un filtro de las


personas que podemos
aceptar como amigos.
• Compartir con su
cónyuge su contraseña.
Mantener la
comunicación abierta.
• No comentar, ni dar
“Like” a nada que no le
agrade al Señor Jesús.
• Mantener una
conversación decente
mediante cualquier
plataforma.
• Evitar conversaciones
frecuentes con personas
del sexo opuesto que no
sean su cónyuge o su
familiar cercano.
• Cerrar la puerta a la
tentación y a la lujuria.
• Reforzar la relación
matrimonial o de
noviazgo.
San Pablo dio este consejo a un joven ministro llamado
Timoteo: “Huye de todo lo que estimule las pasiones
juveniles” (2 Timoteo 2:22).
Si San Pablo y Timoteo hubiesen vivido en estos tiempos,
el consejo habría sido redactado así: “Huye de las redes
sociales que estimulan fuertemente las pasiones juveniles”.
Bastan tres segundos de contemplación de una imagen
pornográfica para caer en la tentación. Por eso el apóstol le
urge a su discípulo, “huye”, como lo hizo José el soñador,
quien se alejó de la tentadora mujer de Potifar en Egipto (ver
Génesis 39:6-12). Además, el apóstol le recomienda:
“Disfruta del compañerismo de los que invocan al Sénor con
un corazón puro”, es decir, que sean espirituales (2 Timoteo
2:22).
La relación entre las redes sociales y la vida piadosa suele
ser inversamente proporcional. Mientras más tiempo le
dedica a las redes sociales, menos espiritual será el usuario,
y menos fuerza tendrá ante la tentación.
Procuremos conversar con Dios mediante la oración y
utilicemos las redes sociales para esparcir el bien.

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