Críticas Revolucionarias A La Concepción Heredada

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

Críticas revolucionarias a la concepción heredada

Tomas S. Kuhn es probablemente el autor que más ha influido en la epistemología


contemporánea, Se puede afirmar que no ha dejado a nadie indiferente. Asume
completamente la imposibilidad de hacer epistemología de espaldas a la historia
de la ciencia y ofrece una interpretación de dicha historia que asume la idea de la
carga teórica de la observación presentando el desarrollo científico como una
sucesión de paradigmas teóricos inconmensurables entre sí que constituyen,
además, el único criterio desde el cual realizar investigaciones empíricas
Kuhn sitúa en un primer plano los factores socio comunitarios a la hora de explicar
los cambios de paradigma. Se tendió a identificar la epistemología con la
sociología de la ciencia. En esta dirección se abrieron dos caminos: la derecha y la
izquierda kuhnianas, que podemos identificar con la sociología externa de la
ciencia y la sociología interna, respectivamente. La sociología externa es la de
Merton esta se dedica a analizar las condiciones institucionales de la producción
científica entendiéndolas como condiciones externas, Los sociólogos de la ciencia
mertonianos no valoran los contenidos de la ciencia, Sino que se limitan a analizar
lo que ésta tiene de organización humana colectiva
Dada la importancia actual de la sociología interna y el hecho de que constituye
una radicalización de la tendencia teoricista del desarrollo de la epistemología en
el siglo xx

Paradigmas
Aunque se ha discutido mucho sobre cómo Kuhn entiende este concepto y un
paradigma es algo así como el conjunto de presupuestos teóricos explícitos e
implícitos y de técnicas de investigación y metodologías que adopta una
comunidad científica en un momento dado. La mecánica de Newton o el
darwinismo son ejemplos de paradigmas. Ahora bien, en el proceso de asimilación
al paradigma de los nuevos fenómenos que se van encontrando surgen
dificultades. Esas dificultades aparecen al principio como anomalías que se
subsanan mediante inocentes trucos metodológicos como los que mencionamos
en el capítulo anterior: formación de hipótesis auxiliares, explicaciones ad hoc,
suposición de que lo que fallan son los métodos las técnicas de medición, el
diseño experimental. etc. Podríamos decir que en esta fase se incumplen los
criterios metodológicos más exigentes del empirismo lógico. Ningún paradigma es
mejor que otro, porque cada uno contiene sus propios criterios acerca de lo que es
epistémicamente mejor o peor. Es obvio que esta perspectiva pone en bandeja
sus argumentos al relativista, si bien el propio Kuhn siempre se mostró reacio a
admitir las interpretaciones relativistas de su obra.

La escuela de Edimburgo
Se conoce corno sociología interna de la ciencia aquella que se ocupa no ya de
las condiciones institucionales de la ciencia, sino de los valores culturales propios
de la sociedad donde se hace la ciencia y de cómo afectan a esta última a través
del trabajo de los científicos, La sociología del conocimiento de la Escuela de
Edimburgo, establecida a mediados de los años setenta del pasado siglo, es con
toda probabilidad la representante actual más importante de la sociología interna.
No hay distinción posible entre contexto de descubrimiento y contexto de
justificación, pues la elección de unas u otras teorías carece de justificación
racional y se debe a factores sociales o psicosociales.
No quiere ser una sociología débil o externa, sino una sociología de cuyo análisis
ninguna dimensión de la ciencia se libre.

Más allá de la sociología interna: la propuesta de Latour


Del programa empírico de relativismo se halla tal vez la pretensión de hacer
descender a un nivel micro social lo que el programa fuerte de Bloor planteaba en
términos macrosociales. Collins defiende, por así decir, que se vaya al detalle, que
se investigue lo que ocurre de puertas adentro en los grupos de investigación,
porque no basta con establecer correlaciones entre las teorías científicas y las
condiciones sociales generales en que se desenvuelve la ciencia. No sólo
importan las grandes directrices políticas e ideológicas que subyacen a las fuentes
de financiación de los experimentos, por ejemplo, sino también las relaciones
jerárquicas internas en los grupos de investigación o las ansias de competencia
profesional de los científicos. Laboratoty Life. Ellos se limitan a observar qué
hacen los científicos sin prejuzgar nada acerca del contenido de su trabajo, es
decir, manteniendo un punto de vista imparcial como exigía el segundo principio
de Bloor respecto a la verdad o falsedad de las teorías que se manejaban y
respecto al valor de los hallazgos empíricos. La actitud de Latour y Woolgar queda
bien representada en el siguiente fragmento: En la sección B los individuos
trabajan con aparatos de diversas maneras: se les ve contar, coser, mezclar, batir,
apretar, etc.; pero los individuos de la sección A trabajan con materiales escritos:
leen, escriben o mecanografían. Las teorías científicas son, sí, construcciones
sociales, pero también los demás componentes de la sociedad son
construcciones. Y, desde luego, eso a lo que llamamos realidad objetiva o
naturaleza, en tanto que es un producto de nuestro conocimiento científico, es
también una construcción: Lejos de intentar explicar los sólidos hechos científicos
a través de los endebles hechos de las ciencias sociales, el objetivo ha llegado a
ser el de entender cómo la ciencia y la tecnología han promocionado algunos de
los ingredientes necesarios para dar cuenta de la formación y la estabilidad de la
sociedad misma.

Psicología e interés
A menudo se ha incluido a la Escuela de Edimburgo dentro de lo que se denomina
el giro naturalista de la epistemología del último tercio del siglo xx. La palabra
naturalista indica que las perspectivas epistemológicas a las que hace referencia
esa expresión buscan causas naturales o empíricas para la construcción de
teorías científicas, en lugar de buscar justificaciones lógicas al estilo de la
concepción heredada. Se trataría de estudiar empíricamente el conocimiento
humano acudiendo a categorías de ciencias como la psicología, la biología o la
sociología, según planteara el filósofo de la ciencia pragmatista Quine en los años
sesenta del siglo pasado. Pese a todo, las tendencias en las que resuena como
mar de fondo el rumor de una psicología irracionalista han sido quizá las más
visibles La Escuela de Edimburgo sigue esa tendencia, y también Bruno Latour lo
hace, aunque en este último caso, más que hablar de una psicología irracionalista,
hablaríamos de una negación de toda psicología. Latour ha defendido
expresamente que la distinción entre sujetos y objetos carece ya de sentido. El
programa de una psicología científica sería deducimos de ello el programa de
investigación sobre algo que no existe: el sujeto. Para Latour la psicología querría
remitir al sujeto lo que no puede ser sino objetivo, esto es, dependiente de la
dinámica misma de las cosas del mundo, entretejidas en la red de actores. Otras
tendencias, sin embargo, más ligadas a posiciones posmodernas y relativistas
radicales, son escépticas respecto a la posibilidad misma de una teoría del sujeto,
ya que éste ni siquiera existe, pues no es más que una construcción social que se
resuelve en influencias políticas, biológicas, morales, discursivas y prácticas de
muy diversa índole. Autores como Michael Foucault, Nikolas Rose o Kenneth J.
Gergen podrían servir corno ejemplos de estas tendencias que niegan la
posibilidad de un programa científico fuerte para la psicología al negar que ésta
pueda ser siquiera una disciplina diferenciada
Por otro lado, los enfoques socioculturales quizá sean hoy los principales
opositores a la psicología cognitiva , y ello nos da pie para advertir en el origen de
esta última un movimiento que no debemos dejar de mencionar, y que se refiere al
uso que se hizo de la filosofía de la ciencia kuhniana como legitimación de la
psicología cognitiva frente al conductismo.

Anarquismo epistemológico frente a relativismo socio logista


La sociología interna suele ir ligada, como hemos visto, a formas de escepticismo
o de relativismo, pues no otorga mayor valor epistémico a las pretendidas
verdades científicas que a los mitos o las creencias religiosas, por ejemplo.
Feyerabend fue quizá el más consecuente a la hora de defender el relativismo,
pues defendió un anarquismo epistemológico según el cual todo vale. Sin
embargo, Feyerabend no pertenece a la sociología interna de la ciencia porque no
procede de la sociología del conocimiento sino de la epistemología clásica, es
decir, de la misma tradición académica que el empirismo lógico. Él parece
proclamar ese todo vale corno una suene de receta metodológica, aunque suene
contradictorio. La estrategia, entonces, vuelve a ser similar a la de la sociología
externa de la ciencia, sólo que ahora se una psicología negativa según la cual los
productos científicos son foto de todo un conglomerado de intereses gremiales,
luchas por el poder académico, movimientos políticos y prejuicios culturales. Para
Merton el sujeto subyacente a la ciencia era o debería ser, porque su punto de
vista era prescriptivo un sujeto íntegro, puritano, respetuoso de las normas. Para
Feyerabend debería ser, en cierto modo, lo contrario: una especie de Libertino
epistemológico. Pero en ambos casos la psicología subyacente es positiva, pues
implica un sujeto capaz de crear, de producir conocimiento. Para la Escuela de
Edimburgo, en cambio, el sujeto siempre es sospechoso. Más que un libertino o
un puritano, es un trepa o, cuando menos, una pura marioneta de sus
circunstancias socioculturales. De ahí que la psicología implícita en la Escuela de
Edimburgo bascule hacia una psicología irracionalista, hacia una psicología del
interés según la cual es el juego de poderes lo que define cualquier actividad
colectiva humana, incluida la científica. Pero sólo asumiendo una psicología
irracionalista podríamos negar que, contextualmente, son posibles
comportamientos acordes con el ethos mertoniano. Un método así visto tendería a
confundirse con la propia racionalidad operatoria de los científicos como sujetos,
algo que quizá convergería con las pretensiones de la epistemología evolucionista
y de la epistemología genética, por cuanto que éstas suelen definir a los científicos
como sujetos naturales. De este modo, lo que hizo alguien como Piaget al
describir la construcción de los objetos mediante las acciones de los sujetos no
sería esencialmente diferente de lo que hace el epistemólogo que describe cómo
el científico construye objetos como protón, gen o estrato geológico.

Dos intentos de conjugar razón e interés: la escuela de


frankfurt y la epistemología evolucionista
Tras la idea de que sólo los intereses caen dentro de lo que se considera natural
mientras que las razones se hallan fuera de la naturaleza hay un hálito platónico:
la parte racional del sujeto pertenece al mundo de las ideas y la parte natural del
mismo pertenece al mundo empírico. Así, si buscamos causas reales del
desarrollo científico sólo podemos indagar en las funciones irascible y apetitiva del
alma, por decirlo en la terminología del filósofo griego. La coherencia teórica, la
capacidad de explicar hechos o la fertilidad para anticipar nuevos hechos no
pueden ser causas del desarrollo científico, según el socio logista, porque
pertenecen al alma racional y se encuentran, por tanto, fuera de este mundo. El
argumento de este manual, en fin, pide una cierta psicología antes que otras. El
tipo de recorrido que hemos hecho por las tendencias epistemológicas del siglo
pasado no es neutral o indiferente respecto a cualquier clase de perspectiva
psicológica, sino que asume ideas de esa tradición constructivista. La dialéctica
entre epistemología y psicología, el cruce de caminos que éstas representan, se
refleja en esa imposibilidad de ser neutral, es decir, en la imposibilidad de repasar
las cuestiones epistemológicas sin contar con una psicología de fondo, y en la
imposibilidad conjugada de identificar esa psicología de fondo sin herramientas
epistemológicas. Ambos son naturales porque no pueden ser otra cosa. Los
intereses no son irracionales por definición. La razón no está fue de la naturaleza,
y naturalizar la razón no es equivalente a convertirla en algo irracional o reductible
a intereses.
Las dos vías de la epistemología del siglo xx que han representado un intento de
conjugar intereses y razones son la teoría del conocimiento de la Escuela de
Frankfurt y la epistemología evolucionista. En cierto modo elegir estas dos
tendencias es como agarrar el problema por sus extremos: el de la sociedad y la
política, por un lado, y el de la biología, por otro.

La crítica de la Escuela de Frankfurt al neopositivismo


Aunque Marx no produjo una teoría de la ciencia como tal, sí dejó repartidas por
sus escritos reflexiones sobre la función social del conocimiento científico y la
tecnología, que giran en torno al papel que desempeña la ciencia como fuerza
productiva. También existen algunos desarrollos epistemológicos inspirados por el
marxismo en la obra de autores como los franceses Gaston Bachelard o Louis
Althusser, y existe igualmente una importante tradición marxista en historia de la
ciencia representada por nombres como Alexandre Koyré, Boris Hessen o John D.
Bernal, así como una sociología de la ciencia influida por el marxismo
representada por Steven Rose o Jerome Ravetz. Aquí encontramos ya ideas que
algunas tendencias de la sociología de la ciencia actual presentan como originales
y que, sin embargo, separadas de sus connotaciones relativistas, se discutían ya
en las primeras décadas del siglo XX. La teoría crítica supone, en cambio, que las
técnicas mismas a través de las cuales se obtiene el conocimiento son
consecuencia de una determinada manera de organizarse la sociedad y, en
general, la relación del ser humano con el mundo. La conexión entre teoría y
hechos no ocurre en la cabeza del científico, sino a través de instrumentos
consumidos colectivamente. En ese sentido los productos científicos son una
construcción social, pero a diferencia de la Escuela de Edimburgo estos autores
no consideran que por eso sean una construcción carente de objetividad. Allí se
enfrentaron dos modos de entender la racionalidad humana: el dialéctico,
representado por Adorno o Habermas, y el analítico, representado por Popper y
propio del neopositivismo. Según los frankfurtianos, la razón entendida al modo
analítico es incapaz de hacerse cargo de sus propias condiciones de existencia,
pues se concibe como una actividad puramente teórica, La razón dialéctica, en
cambio, es consciente de sus propias condiciones de existencia y hace teoría al
mismo tiempo que reobra de un modo práctico sobre esas condiciones. El interés
subyacente a la razón analítica del neopositivismo, ligada a la técnica, es un
interés por dominar la naturaleza, y ese dominio se halla al servicio de una
determinada concepción burguesa de la sociedad.

La naturalización del sujeto en la epistemología evolucionista


Si bien en un sentido amplio la perspectiva naturalista acerca del conocimiento
procede de Aristóteles, actualmente la expresión epistemología evolucionista hace
referencia a ciertas perspectivas epistemológicas que pretenden estudiar el
proceso del conocimiento desde categorías biológicas o psicobiológicas. Aunque
dentro de esta pretensión hay propuestas muy diversas, aquí nos basta con
centrarnos en un rasgo que comparten gran parte de ellas: la idea de que el sujeto
del conocimiento no es un sujeto abstracto como en el neopositivismo sino el
sujeto de carne y hueso del que se ocupan la biología y la psicología. Más
concretamente, la epistemología evolucionista supone que las características del
sujeto en tanto que productor de conocimiento constituyen características de un
organismo que, como tales, son resultado de una historia filogenética y no pueden
entenderse al margen de ésta. Muchos autores especifican esta idea suponiendo
que aquello a lo que Kant se refería como formas innatas del entendimiento a las
que se asimilan los datos sensibles proporcionados por la experiencia no son más
que características innatas del cerebro humano consecuencia de los procesos de
selección natural experimentados por nuestra especie a lo largo de los milenios.
Lo que el ser humano conoce viene condicionado por sus estructuras
psicofisiológicas como Homo sapiens. La construcción del conocimiento sólo es
posible a partir de los cimientos que el organismo humano impone como
condiciones trascendentales, por decirlo en lenguaje kantiano. Las epistemologías
neopositivistas utilizan esa psicología negativa para hacer una teoría de la ciencia
que cuenta con la psicología sólo a título preambular, como trámite previo a la
construcción del verdadero conocimiento: el trámite de los procesos perceptivos.
Las críticas a la concepción heredada acuden en ocasiones a la psicología para
desmentir la imagen pura de la ciencia que sostenía el positivismo lógico. Lo que
ocurre es que, entonces, es fácil vincular lo psicológico a lo impuro, o sea, a lo que
obstaculiza o contamina la construcción del conocimiento. Las versiones más
radicales de la sociología de la ciencia, como la Escuela de Edimburgo, llevan al
límite esa actitud y concluyen que, si el único referente de la construcción del
conocimiento es el sujeto y éste sólo puede ser definido en términos de deseos o
intereses, entonces no es posible el conocimiento objetivo. Lo que hace la
epistemología evolucionista es mostrar que el conocimiento va necesariamente
ligado a las condiciones reales, empíricas, del sujeto, empezando por sus
condiciones psicobiológicas de partida. Por ello la objetividad, sea lo que sea, ha
de estar entretejida con la actividad natural del sujeto. No es, por tanto, algo que
se logre eliminando o neutralizando dicha actividad. Los intereses pueden incluso
entenderse, desde un punto de vista psicobiológico, como el motor de la actividad:
el interés del organismo va ligado al logro de formas de adaptación cada vez más
potentes, y eso a lo que llamamos conocimiento incluyendo el conocimiento
científico tiene ahí su raíz. Una adecuada interpretación de la epistemología
evolucionista podría mostrar que los intereses son, desde luego, naturales y no
sólo en el sentido de responder a causas prácticas o empíricas, que es como
entiende la Escuela de Edimburgo el concepto de lo natural, sino también en un
sentido psicobiológico.

Conclusión
Psicología científica y psicología profesional
Imaginemos el caso de un futuro psicólogo convencí o de que los problemas
epistemológicos son un engorro innecesario y lo importante es ponerse a trabajar
como un profesional más, ingresando cuanto antes en el gremio. Es una formación
que les permite cono. ser las bases conceptuales de la psicología y manejar unas
herramientas de intervención en la sociedad que, aunque posean una historia
precientífica propia que en última instancia la psicología tampoco puede ser
axiológica o políticamente neutral. Si toda disciplina científica, como hemos visto,
es un producto social y al mismo tiempo contribuye a dar forma a la sociedad de la
que surge, este principio se cumple en la psicología con creces. Aunque quizá se
pudieran clasificar en algunas de esas categorías, hoy añadiríamos situaciones
como las catástrofes, los atentados o las emergencias humanitarias, el bullying, la
violencia escolar, el mobbing o acoso laboral, el acoso moral, el acoso
inmobiliario, la violencia de género, la inmigración, la seguridad vial. Es difícil
encontrar un ámbito de la actividad humana donde la psicología no ofrezca sus
servicios.

También podría gustarte