AFE Francisca Vergara 2019

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UNIVERSIDAD DE CHILE

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES


ESCUELA DE POSTGRADO

Premisas familiares en proceso terapéutico de una


adolescente con autoagresiones: Estudio de caso en el
sistema público de salud chileno
AFE para optar al grado de Magister en Psicología,
mención Psicología Clínica Infanto Juvenil

María Francisca Vergara Aguilar

Profesor Guía:
Dr. Claudio Zamorano Díaz

Santiago de Chile, año 2019


RESUMEN

Este proyecto de actividad formativa equivalente presenta un caso clínico


que ejemplifica un modo de trabajo psicoterapéutico en torno al fenómeno clínico
de las autoagresiones desde la terapia sistémica, con una mirada a partir de
Bateson y el concepto de „premisas‟ que éste define.

Se realiza un estudio de caso único, de una adolescente tratada en el


Hospital de día adolescentes del CRS Dr. Salvador Allende de Pudahuel, en el
que existe la problemática de los autocortes.

Es novedoso tanto porque se realiza en un dispositivo de salud pública,


mirando la realidad de este sector, como porque muestra una forma de trabajo con
significados en la familia, que están relacionados con los autocortes en la
adolescencia. Así logra darle profundidad al trabajo clínico con un fenómeno en
aumento que no ha podido ser exitosamente abordado a través de la lógica
cuantitativa que se enfoca en factores de riesgo o patrones conductuales
familiares.

Palabras clave: Adolescente, autocortes, premisas, Bateson, estudio de caso.

ii
INDICE
I.- INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................. 1
1.- Comprensión del fenómeno de las autoagresiones e intervenciones .................. 6
II.- MARCO TEÓRICO ............................................................................................................................ 9
1.- Autoagresiones y terapia familiar ........................................................................................... 9
2.- Autocortes y terapia sistémica en Chile ........................................................................... 11
3.- Premisas en Bateson ................................................................................................................ 15
III.- METODOLOGIA: EL ESTUDIO DE CASO ÚNICO ....................................................... 19
IV.- EL CASO CLÍNICO DE SAMANTA ...................................................................................... 22
1.- Samanta, su familia y las autoagresiones. ..................................................................... 22
2.- La premisa de la violencia. ..................................................................................................... 25
3.- El silencio: la premisa del corte. .......................................................................................... 29
4.- Descubriendo caminos............................................................................................................. 35
V.- REFLEXIONES FINALES ........................................................................................................... 41
VI.- REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ..................................................................................... 46
VII.- ANEXOS ........................................................................................................................................... 56
Anexo 1................................................................................................................................................... 56
Anexo 2................................................................................................................................................... 62
Anexo 3.................................................................................................................................................109

iii
I.- INTRODUCCIÓN

La autoagresión puede definirse como una autolesión intencional, incluye


tanto actos suicidas como también actos sin intención suicida. Según la literatura
estos actos tendrían numerosas funciones. Entre ellas estaría aliviar emociones
negativas como angustia, culpa o soledad. También pueden ser un reflejo de una
menor capacidad de dar cuenta o comunicar procesos psíquicos. Es frecuente que
las autoagresiones se presenten en adolescentes, y son consideradas un factor de
riesgo para suicidio posterior. De los suicidios consumados, más del 50% tienen
antecedentes de autoagresiones previas. Por lo tanto, la importancia de las
autoagresiones se basa tanto en el aumento de la frecuencia de este fenómeno en
los últimos años en población adolescente, como en su relación con el suicidio
(Saunders y Smith, 2016).

Para destacar la importancia del suicidio en población juvenil, es necesario


declarar que a nivel mundial, el suicidio es la segunda causa de defunción en el
grupo de 10 a 24 años (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2012). En Chile,
la Encuesta Nacional de Salud señala que el grupo de 12 a 24 años presenta
como primera causa de muerte las causas externas como accidentes, suicidios y
violencia interpersonal (Ministerio de Salud [Minsal], 2013). Además Chile duplica
la tasa de mortalidad juvenil por suicidio de Latinoamérica y el Caribe (Silva,
Vicente, Saldivia y Kohn, 2013). Debido a todo lo descrito, el Minsal se ha
propuesto para la década 2011-2020 disminuir en un 15% la tasa de mortalidad
proyectada por suicidio en población de 10 a 19 años (Minsal, 2011) y se ha
creado el programa nacional de prevención del suicidio (Minsal, 2013a).

1
2

Lo que actualmente muestra la evidencia es que el intento de suicidio es


uno de los principales predictores de suicidio consumado (Gibb, Beautrais y
Fergusson, 2005). Este fenómeno resulta particularmente preocupante en Chile,
dado el aumento de la prevalencia de intentos suicidas en adolescentes (Valdivia,
Silva, Sanhueza, Cova y Melipillán, 2015; Salvo, Rioseco Stevenson y Salvo,
1998; Ventura-Juncá et. al., 2010; Scocco, De Girolamo, Vilagut y Alonso, 2008).

En este continuo descrito entre suicidio e intento de suicidio en


adolescentes, se debe agregar el concepto de autoagresiones. Éste incluye tanto
las situaciones de autoenvenenamiento, por ejemplo las intoxicaciones con
fármacos; como también las de autodaño, incluyendo entre éstas los autocortes
(Hawton et. al., 2003). Como se explicó anteriormente, en la actualidad las
autoagresiones son un problema de salud pública particularmente importante en la
población adolescente, tanto por su aumento en frecuencia en los últimos años,
como por su asociación a suicidio (Hawton et al., 2015).

Los investigadores no han logrado acordar un término para los actos de


daño auto-inflingido y existen más de 30 términos reportados en esta misma
categoría de comportamientos, incluyendo la automutilación, la violencia
autoinflingida, síndrome de cortes en muñeca, autodaño deliberado (Deliberate
Self-Harm, DSH), autolesión no suicida (Non Suicidal Self Injury, NSSI), herida
simbólica, parasuicidio, autoagresiones, entre otros (Kissil, 2011). Una definición
común de autoagresión es la lesión directa e intencional del propio tejido corporal
sin intención suicida (Muehlenkamp, 2005). El autocorte es el tipo más común de
autoagresión, ocurre entre el 70 y el 97% de los individuos que se autolesionan.
Otras formas incluyen quemarse, rasguñarse, golpearse partes del cuerpo, etc.
Muchos individuos que se autolesionan usan más de un método (Kissil, 2011).
3

Dada la inespecificidad y complejidad de la terminología, es necesario


aclarar que en este trabajo nos centraremos en la más común de las
autoagresiones, que es el fenómeno de los autocortes, y tal como se usa en la
bibliografía, se usarán los términos autoagresiones y autocortes como sinónimos.

La dificultad no se presenta sólo al nombrar estos fenómenos, sino que


también en la comprensión de éstos, dentro del espectro de conductas que rodean
la ideación suicida y el suicidio consumado. Es importante entender que un
episodio de autoagresiones de un adolescente, aunque no exista en éste una
ideación suicida franca, de todas maneras constituye un riesgo para que
posteriormente exista un suicidio. Considerando las características psicológicas de
los adolescentes es comprensible que jóvenes que reconocen haberse
autoagredido, expresen como motivo el no querer vivir una situación de conflicto
específica, y no el deseo de morir. Así mismo es importante evitar la rigidez en la
evaluación de la intención de morir, cuando se quiere definir en la adolescencia,
un acto autoagresivo como intento suicida. Se necesita considerar que los actos
autoagresivos se dan en medio de episodios de crisis emocionales con
sentimientos de confusión y desesperación en los que puede surgir un deseo de
morir que posteriormente sea minimizado o negado por el adolescente (Diekstra y
Garnefski, 1995; Valdivia, 2016). Toda la complejidad descrita anteriormente hace
que algunos autores recomienden, en lo clínico, considerar todo acto autoagresivo
como potencialmente suicida hasta que se demuestre lo contrario (Pfeffer,1997;
American Academy of Child and Adolescent Psychiatry [AACAP], 2001; Valdivia,
2016).

Respecto a la epidemiología de las autoagresiones, a nivel internacional se


realizó el estudio CASE (Child & Adolescent Self-harm in Europe Study) que
incluyó población adolescente de Australia, Bélgica, Inglaterra, Hungría, Irlanda,
Holanda y Noruega. Este mostró una prevalencia de vida de autodaño deliberado,
4

llamado Deliberate Self-Harm (DSH), de 13% en mujeres y 4,3% en hombres. El


concepto de DSH hace alusión a cualquier acto autoagresivo con o sin ideación
suicida, y es usado más ampliamente en estudios de Europa y Australia. En
cambio en EEUU y Canadá se usa más el concepto Non Suicidal Self Injury
(NSSI), autolesión no suicida. Muehlenkamp, Claes, Havertape y Plener (2012)
realizaron una revisión sistemática incluyendo estudios del 2005 al 2011
reportando la prevalencia de NSSI y DSH en muestras de adolescentes a través
del mundo. Aunque se presentó considerable variabilidad entre las muestras, se
observó una prevalencia de vida promedio de 18 % para NSSI y de 16,1 % para
DSH. La diferencia en la prevalencia promedio no fue estadísticamente
significativa entre estos dos grupos de definiciones diferentes. Ellos concluyen que
estos hallazgos indican que, en muestras de la comunidad, las tasas promedio de
NSSI son comparables a las tasas de DSH. Es interesante esta constatación,
dado que en resumen, autoagresiones con o sin ideación suicida se presentan en
prevalencia similar, pudiendo hipotetizarse que son parte de un mismo continuo.

En Chile no existe epidemiología específica respecto a autoagresiones en


adolescentes. Se incluye a esta problemática en los estudios acerca de intentos
suicidas en adolescentes, posiblemente por la continuidad de la conducta suicida,
desde autoagresiones hasta suicidio. De todas maneras, según los estudios a
nivel internacional, las autoagresiones con o sin ideación suicida tienen tasas
comparables como se mencionaba anteriormente (Muehlenkamp et. al., 2012).
Diferentes estudios con población adolescente chilena tratan este tema,
mostrando continuamente cifras mayores que la literatura internacional, y con una
prevalencia de vida en aumento en Chile. Dentro de los estudios actuales está el
de Valdivia et. al. (2015), que se describió previamente, en el que se encontró una
prevalencia de vida del intento suicida en adolescentes del 25,6 %, que es de las
más altas descritas en Chile (Salvo et. al, 1998; Florenzano et.al., 2009; Ventura-
Juncá et.al., 2010; Barroilhet et.al., 2012; Valdivia et.al., 2015; Silva et.al., 2017).
5

La importancia epidemiológica de las autoagresiones obliga a revisar la


forma de enfrentamiento de estos fenómenos en los distintos niveles de atención
de salud. En nuestro sistema de salud, quienes son la puerta de entrada y por lo
tanto se enfrentan a la mayor cantidad de consultantes, son los servicios de
atención primaria. Se hace necesario que exista desde ahí, una comprensión de la
situación clínica de un adolescente con autoagresiones. La manera en cómo esa
primera respuesta se realice puede permitir o entorpecer un acceso a la atención
clínica necesaria para ese joven consultante. En investigaciones acerca de las
atenciones de adolescentes con autoagresiones se pesquiza la estigmatización
como una de las dificultades que los jóvenes tienen que enfrentar cuando deciden
consultar (Mitten, Preyde, Lewis, Vanderkooy y Heintzman, 2016).

Según Corrigan et. al. (2005) el estigma, en el contexto de la enfermedad


mental, se define como comportamientos o pensamientos que implican que una
persona tenga los siguientes conceptos: que la gente con enfermedad mental es
más responsable de su enfermedad que la con enfermedad física, que ella o él
está menos dispuesto a ayudar a alguien con una enfermedad mental que una
física, que la gente con enfermedad mental es más peligrosa, y que ella o él
prefieren evitar a gente con enfermedad mental. Un 40 a 70 % de las personas
con enfermedad mental enfrentan comportamientos y actitudes estigmatizadoras.
Por el estigma las personas pueden experimentar miedo, vergüenza,
desesperanza, baja calidad de vida y aislamiento social. La estigmatización puede
representar una gran barrera para la búsqueda de ayuda, el tratamiento y la
recuperación. En un estudio de Mitten et. al. (2016), el 92 % de los adolescentes
con autoagresiones vivieron situaciones de estigmatización en los servicios de
salud donde recibieron la primera atención. Ellos describen situaciones en que los
funcionarios de salud han sido prejuiciosos y han minimizado lo que les ocurre.
Mientras esto se presente en la puerta de entrada a la salud, esto hará que los
6

adolescentes que ya temen consultar, se alejen aún más de los dispositivos en


donde se les puede brindar apoyo. Si bien no existe literatura respecto a este tema
en específico en Chile, si existe en la experiencia clínica diversas actitudes que
implican estigmatización de los adolescentes con autoagresiones. Desde los
comentarios banalizadores y minimizadores respecto a „la moda de los cortes‟,
hasta el maltrato a través procedimientos dolorosos innecesarios, como
curaciones con mucho alcohol que generan dolor „para que aprendan‟.

Desde la atención en salud estas respuestas tienen directa relación con la


forma de comprensión de estos fenómenos. Es inseparable la forma en como
comprendemos algo, de la manera en como intentamos manejarlo y resolverlo.
Desde la perspectiva biomédica y desde la psicoterapéutica se han intentado
diversas comprensiones y abordajes que, como hemos visto según la
epidemiología revisada, han resultado con poco éxito.

1.- Comprensión del fenómeno de las autoagresiones e intervenciones

A pesar de la realidad descrita, según la última revisión sistemática


respecto a intervenciones para autoagresiones en niños y adolescentes de la base
de datos internacional The Cochrane Library, existe poca investigación respecto a
intervenciones para niños y adolescentes con estas conductas, y de lo revisado no
se ha podido encontrar algún tipo de intervención particularmente efectiva en la
clínica (Hawton et. al., 2015).

Desde la psiquiatría infantojuvenil, ha sido complejo encontrar hipótesis de


compresión del fenómeno que permitan mayores análisis. Se ha descrito la
sensación de descarga o alivio del sufrimiento psíquico que produce el corte una
vez realizado, y se ha puesto énfasis en pesquisar factores de riesgo relacionados
a las autoagresiones (Favazza, 1996).
7

Dentro de los factores de riesgos descritos en adolescentes están el sexo


femenino, trastornos de salud mental, experiencias traumáticas, diferentes formas
de trauma interpersonal como estilos violentos de crianza, negligencia emocional
de padres, maltrato en la niñez, abuso sexual, entre otros (Zhang, Finy, Bresin y
Verona, 2015; Miner, Love y Paik, 2016). En el metaanálisis respecto a factores de
riesgo de NSSI de Fox et. al. (2015), el factor de riesgo que tuvo más peso fue la
historia previa de NSSI, y los autores concluyen que el resto de los factores de
riesgo fue de poca magnitud por lo que según ellos esto sugeriría una utilidad
clínica limitada. Desde el enfoque biológico se han propuesto distintos
psicofármacos que pudiesen disminuir la frecuencia de presentación de las
autoagresiones. Dada la alta prevalencia de síntomas depresivos en personas que
se autoagreden, se pensó que los antidepresivos podían ser candidatos para la
prevención de recurrencia. Los estabilizadores del ánimo también se vieron como
una posibilidad dado que había evidencia del efecto antisuicida específico del litio
cuando era usado para tratar personas con trastornos afectivos bipolares. Los
antipsicóticos en dosis bajas fueron considerados especialmente en personas que
repiten frecuentemente esta conducta, para control de la impulsividad. A pesar de
todas estas hipótesis, las revisiones sistemáticas que se realizaron al respecto en
población adulta concluyen que no hay efecto significativo de estos fármacos
como tratamiento para evitar la repetición de las autoagresiones, o que su efecto
es sólo „prometedor‟, aclarando que aún existe escasez de estudios bien
controlados respecto a la eficacia de estos tratamientos (Turner, Austin y
Chapman, 2014; Saunders y Smith, 2016). Es llamativo que aunque la población
adolescente sea la más afectada por este fenómeno, la evidencia que se tiene
desde lo farmacológico a través de revisiones sistemáticas sea de estudios en
adultos, teniendo sólo estudios más pequeños en adolescentes (Hawton et. al.,
2015).
8

Desde la perspectiva de las intervenciones psicoterapéuticas los resultados


tampoco han sido muy alentadores. En la última revisión sistemática de The
Cochrane Library acerca de este tema, Hawton et. al. (2015) identificaron solo 11
estudios de intervenciones para niños y adolescentes con autoagresiones. Este
fue un número bajo de estudios considerando que la población bajo los 18 años es
la población target para intervenciones en autoagresiones, y que la suicidalidad es
un tema clínico relevante en adolescencia. En los estudios que mencionan, la
calidad de la evidencia fue calificada mayoritariamente como baja. Ni la terapia
basada en grupo ni la terapia dialéctico conductual (DBT) adaptada para
adolescentes fue asociada con una reducción en la proporción de participantes
que se autoagredieron comparado con el tratamiento usual. Pero se encontró una
reducción en la frecuencia de autoagresiones a través del tiempo con DBT. En la
revisión sistemática de Ougrin, Tranah, Stahl, Moran y Asarnow (2015) se
concluye que tuvieron mayor tamaño del efecto la DBT, la terapia cognitivo
conductual (CBT) y la terapia basada en mentalización (MBT). De todas maneras
afirman que más estudios son necesarios para evaluar estos resultados dado que
no hay réplicas independientes de la eficacia de estas terapias.
9

II.- MARCO TEÓRICO

1.- Autoagresiones y terapia familiar

Desde la perspectiva familiar se mantiene una línea de desarrollo de


investigación que sigue la lógica de descripciones de comportamiento de las
familias de los adolescentes que realizan estas conductas. Se realiza una
especificación de las características externas, manteniendo una forma de
acercamiento epidemiológico a este fenómeno (Halstead, Pavkov, Hecker y
Seliner, 2014; Zhang, Song y Wang, 2016; Wright-Hughes et. al., 2015).

En el área de la terapia familiar también se ha avanzado en investigaciones


respecto a efectividad de intervenciones. En Reino Unido se realizó el estudio
Self-Harm Intervention: Family Therapy (SHIFT) en 40 centros de servicios de
salud mental de niños y adolescentes, para evaluar la efectividad de una
intervención de terapia familiar manualizada para adolescentes con
autoagresiones (Cottrell et. al., 2018). En este estudio no se encontró beneficio de
esta intervención en comparación con tratamiento usual en reducir atenciones
subsecuentes en hospitales por autoagresiones, concluyendo que los clínicos no
son capaces aún de recomendar una intervención basada en la evidencia para
reducir autoagresiones en adolescentes. A partir de estos resultados, Ougrin y
Asarnow (2018) plantean una reflexión respecto a si esto significa el final de la
terapia familiar en autoagresiones o un nuevo comienzo. Analizan que si bien la
DBT ha tenido resultados, esto también tiene relación con una atención muy
constante del adolescente incluyendo hasta disponibilidad 24 hrs al día de un
coaching telefónico, a diferencia de 6 sesiones mensuales aproximadamente en el
SHIFT. En ese sentido plantean que la forma de intervención que se ha estudiado
con SHIFT refleja intervenciones reales que se realizan en el servicio nacional de
salud de Reino Unido y en sistemas de salud similares. Otro de los comentarios
10

tiene que ver con que el tratamiento habitual con el que se compara SHIFT tiene
una aproximación más flexible y personalización del tratamiento, para conocer las
características particulares de los jóvenes y sus familias, lo que pudo ser una
fortaleza del tratamiento habitual, lo que podría ser recogido para las próximas
investigaciones en esta área. Destacan además que de todas formas el foco en la
terapia familiar es consistente con evidencia de que el involucramiento familiar
contribuye al tratamiento en terapias psicológicas para autoagresiones. Queda
entonces abierta la pregunta a la manera de ampliar lo que las investigaciones
internacionales han podido proponer hasta ahora, manteniendo el interés en el
trabajo con la familia.

Desde una perspectiva cualitativa en ésta área, Miner et. al. (2016) plantean
críticas respecto al abordaje del fenómeno de las autoagresiones a través de
terapias enfocadas en el comportamiento. Explican que si bien esto es la regla en
las investigaciones actuales, no se considera que la existencia de este
comportamiento puede ser una manifestación de problemas estructurales de la
familia. Destacan que estas intervenciones resultan útiles en el corto plazo, pero
que la efectividad a largo plazo no está aún demostrada. Proponen un enfoque
terapéutico que se dirija a la función de las autoagresiones en el contexto familiar,
promoviendo un cambio de perspectiva de los clínicos desde lo individual y
comportamental a una terapia familiar que considere problemas estructurales.
También existen publicaciones internacionales de enfoque cualitativo respecto a
terapia familiar en adolescentes con autoagresiones, que plantean trabajar
relacionando la culpa, la vergüenza y la regulación emocional (Amoss, Lynch y
Bratley, 2016). Rogers y Schmidt (2016) plantean que un entendimiento
interaccional de las emociones puede ser usado terapéuticamente en jóvenes que
buscan la regulación emocional a través de las autoagresiones, comprendiendo
que en estos casos las autoagresiones cumplen función de conexión relacional
con sus familiares. Kissil (2011) propone abordar las autoagresiones en
11

adolescentes a través de terapia familiar basada en apego, promoviendo el


desarrollo de habilidades de autoregulación en jóvenes que aún dependen de sus
familias. Esto puede disminuir la urgencia de autocortarse y ayudar a los
adolescentes a manejar emociones y autocalmarse. Hannen y Woods (2012) dan
a conocer a través de la revisión de un caso, una intervención de terapia narrativa
para mejorar la resiliencia, el bienestar emocional y el comportamiento en
adolescentes que se autocortan.

2.- Autocortes y terapia sistémica en Chile

En relación a la investigación de los autocortes en adolescentes en Chile,


desde la psiquiatría, en su mayoría los estudios tratan el fenómeno desde una
visión epidemiológica centrada en el concepto de “intentos de suicidio” y no desde
una perspectiva más amplia, que permita abordar la complejidad de los autocortes
(Salvo et. al, 1998; Salvo y Melipillán, 2008; Florenzano et.al., 2009; Ventura-
Juncá et.al., 2010; Barroilhet et.al., 2012; Silva et.al., 2013; Valdivia et.al., 2015;
Silva et.al.,2017). Esta mirada del problema, si bien nos entrega información
respecto a los factores de riesgo para suicidio a pesquizar, no nos aporta en
propuestas para el manejo clínico de estos adolescentes que se autoagreden.
En el trabajo de Villaroel et.al. (2013) se analiza la evaluación diagnóstica de las
autoagresiones, describiendo lo que diferentes autores han propuesto para la
clasificación clínica y aproximación comprensiva de las motivaciones de estas
conductas autolesivas, sin llegar al planteamiento de una estrategia de
intervención. Destacan en su reflexión la complejidad de las decisiones respecto al
manejo, señalando:

El tratamiento psiquiátrico integral de un sujeto que se autolesiona


sin el objetivo de morir resulta diametralmente distinto del tratamiento de un
sujeto que decide terminar con su vida, la sospecha de intencionalidad
12

suicida obliga a un manejo clínico altamente restrictivo, en el contexto de


una intervención médica intensiva que se impone a la voluntad tanto del
propio paciente como de su familia. Implementar un manejo psiquiátrico de
esta complejidad no sólo resulta costoso, desgastador y excesivo si la
motivación del paciente no es morir, sino que además interfiere con el
vínculo terapéutico y la necesaria comprensión psicológica y relacional de la
conducta, llegando incluso a empeorar la evolución del paciente. En la
contraparte, subvalorar la intencionalidad autolítica de un paciente,
malinterpretando sus motivaciones puede conducir a la catástrofe de no
identificar ni ofrecer ayuda a un potencial suicida. (Villaroel et.al., 2013,
p.42-43)

En concordancia con la complejidad descrita, plantear nuevas formas de


abordaje terapéutico resulta particularmente importante para el sistema de salud
público chileno, dado que según la encuesta de Categorización Socioeconómica
Nacional (CASEN) del Ministerio de Desarrollo Social del 2015, el 77,3% de la
población chilena está afiliada a Fonasa, por lo que se atiende mayoritariamente
en este sistema. Si bien existe el desarrollo del programa de prevención de
suicidio (Minsal, 2013a), este contempla el abordaje de la urgencia del intento
suicida grave como prioritario, lo que es lógico por su gravedad, pero la población
que es „menos grave‟ queda en un escenario de pocas intervenciones aseguradas
que permitan aliviar su sufrimiento y alejarlas del intento suicida propiamente tal.
Esta perspectiva va a mitigar el problema más grave, pero no alcanza a trabajar
de manera más profunda en el trayecto que recorren los adolescentes que se
autoagreden hasta llegar al intento suicida grave. En este escenario es que la
propuesta de realizar un trabajo en el sistema de salud público se hace
interesante, permitiendo mostrar que es posible proponer intervenciones con
enfoques novedosos desde un dispositivo de salud mental con enfoque
13

comunitario como es el hospital de día de adolescentes, en el que está situado


este trabajo.

Respecto a la investigación en Chile en el campo de la psicoterapia, desde


la terapia sistémica se ha propuesto una aproximación diferente a esta temática.
Las publicaciones se han centrado particularmente en el abordaje de los
autocortes. Esto se condice con la evidencia estudiada que destaca a los
autocortes como la forma más frecuente de autoagresión (Kissil, 2011). Morales
(2008) propone, por medio de la presentación de casos, analizar los autocortes a
través de tres elementos: el contexto cultural postmoderno, la estructura familiar y
los dinamismos psíquicos. Vásquez (2012) analiza las narrativas de los
adolescentes que se autocortan y el proceso de construcción de identidad en el
contexto de sus relaciones familiares. Zamorano y Rojas (2017) analizan el
autocorte en adolescentes desde una perspectiva sistémica relacional, utilizando
los conceptos de mente corporizada y de lo no dicho. Para esto proponen
comprender al cuerpo como un campo de significado, donde lo no dicho sostiene
el „significado dicho‟ y da sentido de identidad. Desde esta perspectiva, en el
adolescente que se autocorta, lo no dicho no sólo le pertenece a él sino que
también a la historia familiar. Zamorano, Navarro y Sotta (2008) publicaron
respecto de la perspectiva de sentido de los autocortes, dando énfasis en la
significación individual de estos cortes en adolescentes. Exploran el significado de
los autocortes en el ámbito experiencial sistémico del adolescente. Hipotetizan
que el corte emerge de una palabra silenciada, permitiendo al dolor cambiar de
nivel, desde una dimensión psíquica a una física. Este cambio permite lidiar con
un dolor visible, aliviando el conflicto interno. Esta manera de mirar el fenómeno
plantea la pregunta del sentido que está detrás de la conducta, para ese
adolescente en particular.
14

Resulta interesante analizar cómo estos últimos estudios citados han


abierto la mirada, para pasar de la perspectiva del abordaje enfocado en
comportamientos a uno enfocado en el significado. Parte del problema de la
mayoría de las intervenciones planteadas hasta ahora, es que al basarse en
comportamientos, podría correrse el riesgo de producir efectos cortoplacistas. Si
se modifica una conducta sin abordar el significado, se podrá apagar una manera
de manifestación de sufrimiento como los autocortes, pero esta conducta
autoagresiva puede ser reemplazada por otra conducta como alguna de la
alimentación, etc. Esto es lo que en la corriente sistémica se denomina
“desplazamiento del síntoma” (Ceberio y Watzlawick, 2010). Esto toma especial
relevancia en situaciones clínicas como éstas en que en gran parte de los casos
existe sufrimiento complejo compuesto por diversas experiencias de violencia
interpersonal como vimos en la descripción de los factores de riesgo de estas
conductas (Miner et. al., 2016).

En resumen, en lo descrito se hace mención a dos aspectos a considerar


en las intervenciones en autocortes. Por una parte destaca la necesidad de
encontrar una manera de involucrar a las familias. Esto está basado en que los
factores de riesgo de autocortes en adolescentes pueden estar relacionados con
negligencia emocional en las familias, situaciones de abuso y maltrato por los
cercanos en la niñez (Miner et. al., 2016). Por lo tanto si falta involucramiento
familiar en las intervenciones, se ignora un aspecto del ambiente de los
adolescentes, que puede ser el mantenedor o el motivador de autocortes en éstos.
Por otra parte destaca la idea de considerar los sentidos de estas conductas, lo
que hipotéticamente podría ayudar a llegar al origen de la conducta, permitiendo
abordarla de manera más profunda.

Se propone en este trabajo combinar estos dos conceptos: „familia‟ y


„sentido‟, como una manera de engrosar lo que se ha avanzado en términos de
15

compresión de estos fenómenos en los sistemas familiares, al abordar los


autocortes en terapia sistémica desde una perspectiva de las premisas familiares.

3.- Premisas en Bateson

Gregory Bateson propone en “Pasos hacia un ecología de la mente” (1972)


el concepto de premisa. Se refiere a un grupo de ideas complejas que se
manifiestan, en general, de forma inconsciente, determinando en el ser humano
las creencias acerca de qué clase de mundo es aquél en el que vive,
determinando la manera en cómo lo ve y actúa dentro de él. Además sus maneras
de percibir y actuar determinan sus creencias acerca de su propia naturaleza. Las
premisas se configuran como creencias que determinan la forma en como los
individuos actuan, en base a cierto significado. Bateson (1972) señala: “El ser
humano, pues, está ligado por una red de premisas epistemológicas y ontológicas
que –independiente de su verdad o falsedad últimas- se convierten parcialmente
en autovalidantes para él” (p.220). Las premisas pueden darse en distintos
niveles, describiéndose las de hábito y las fundamentales. En relación a las de
hábito, éstas se caracterizan por ser parcialmente inconscientes, tener un carácter
abstracto, apareciendo principalmente para conducir aquellos supuestos que
aluden a verdades generales o repetitivas del día a día. Estas premisas se
originarían a partir de diversos aprendizajes de segundo orden
(deuteroaprendizajes), teniendo una mayor posibilidad de modificación al ser
confrontadas en un proceso psicoterapéutico. Respecto a las premisas
fundamentales, Bateson (1972) señala: “llamo más fundamentales a aquellas
premisas que están implantadas más hondo en la mente, que están „programadas‟
de la manera más „dura‟ y que son menos susceptibles de cambio” (p. 235). Se
sitúan en los sistemas del universo, en una posición de mayor importancia,
entendiendo que si un hombre modificara sus premisas fundamentales, los
resultados afectarían a todo su universo, ocurriendo un cambio epistemológico.
16

Dentro de la historia de la terapia familiar sistémica, se describe el


desarrollo de una de sus vertientes llamada terapia sistémica de Milán. En esta
corriente existe un momento en que la influencia del constructivismo impulsa la
evolución hacia la complejidad. Esto determina un cambio en lo enfatizado en
terapia, ocasionando un paso desde la mirada de los „sistemas de conducta‟ a la
de los „sistemas de sentido‟ (Boscolo, Cecchin, Hoffmann y Penn, 1987). Esto
quiere decir que se deja de afirmar que un “síntoma” se debe a una determinada
forma de comportamiento familiar o tipo de interacción (Bertrando y Toffanetti,
2004). Se consideran en esta nueva mirada las singularidades de la experiencia
humana, permitiendo ya no enfocarse en patrones de interacción sino que en los
significados, utilizando para esto las premisas de los miembros del sistema. El
grupo de Milán usa el concepto de Gregory Bateson sobre las “premisas”,
entendidas como valores de referencia o creencias que guían la acción (Bateson,
1972). Los terapeutas buscan la premisa que parece mantener en un lugar las
conductas relacionadas a un problema, después tratan de enunciarlo en sus
mensajes a la familia. Plantean la posibilidad de que la premisa varíe, afectando
las principales áreas de conducta familiar y produciendo lo que llaman un cambio
de segundo orden o cambio en la premisa (Boscolo, et al., 1987). Esta manera de
mirar en terapia resulta novedoso para el fenómeno de las autoagresiones en
adolescentes. Puede colaborar en la profundización de los sentidos familiares que
están detrás de estas conductas.

El equipo de investigación en familias y premisas, parte del Equipo de


Trabajo y Asesoría Sistémica (eQtasis), programa del Departamento de
Psicología, que opera en la Clínica de Atención Psicológica de la Universidad de
Chile, ha profundizado en algunos aspectos del concepto de premisa (De Castro
et.al., 2017). En su trabajo investigativo han destacado el rol de la familia como
agente que estructura la realidad y da sentido de pertenencia e identidad,
17

internalizando en sus miembros una visión del mundo, a través de una red de
premisas. Así la familia entrega una base desde la cual relacionarse con el mundo
y con el otro. Se refieren a las premisas familiares como aquello que engloba a la
familia misma, configurando sus relaciones, acciones, narrativas. En su trabajo
proponen una pauta de observación de premisas familiares, definiendo ciertas
características que puedan permitir reconocer éstas en los procesos de
intervención con familias. Dentro de las características describen que la premisa
familiar debe relacionar al menos dos elementos del contexto o de la historia que
se traducen en alguna implicancia, que su mecanismo de operación es tanto
consciente como no consciente, que engloba una serie de acciones, que es
compartida por al menos dos miembros de la familia, que aparece en los relatos
más de una vez (independiente de quién lo diga), que tiene mayor complejidad
que una creencia, que está formulada como una motivación o limitación respecto
de algunos comportamientos. De Castro et.al., (2017) explican que dentro de la
literatura quizás no se hace habitualmente referencia al concepto de „premisas
familiares‟, sino que más bien se propone el término de mito familiar, que presenta
algunas diferencias. Describen que, si bien el término „mito‟ se refiere a una serie
de convicciones compartida por todos los miembros de una familia determinada,
constituyendo identidad, por otra parte es un concepto que está limitado a la
lealtad desplegada por parte del grupo familiar en relación a una historia. Explican
que el mito permite mantener un cierto equilibrio al interior del sistema. En
contraposición, exponen que otros autores refutan esta idea, ya que plantean una
cierta posibilidad de cambio en la historia. Bagarozzi y Anderson (1989) señalan
que: “los mitos personales o familiares, al igual que los culturales y sociales,
muestran un alto grado de plasticidad. Se modifican, pero sin que quien los vive
sea consciente de ello” (en Boscolo y Bertrando, 1996, p. 209). En tanto es
circunscrito, el mito puede tener menos complejidad, pero sí permanencia en el
tiempo. Coincide con la premisa además en la característica que también operan,
simultáneamente, en un nivel consciente y en un nivel que no es consciente. De
18

Castro et.al. (2017) señalan: “Las premisas familiares entonces permiten además
justificar o sustentar las decisiones, conductas, creencias y actitudes de algunos
de los miembros de la familia, se encuentran ligadas a pautas culturales, que dan
sentido a la experiencia” (p. 7). Estos autores describen también que las premisas
pueden entregar un modelo de „ser una familia‟, dictando pautas respecto a cómo
deberían enfrentar los problemas y cómo interactuar internamente en el sistema
familiar.

A través del presente trabajo, centrado en el análisis de las premisas


familiares desde Bateson, se pretende colaborar en la profundización de los
sentidos familiares que están detrás de las conductas autoagresivas para poder
abordar psicoterapéuticamente este fenómeno de los autocortes, comprendiendo
la complejidad que lo constituye.
19

III.- METODOLOGIA: EL ESTUDIO DE CASO ÚNICO

Esta investigación se basa en un estudio de caso único, considerando que


se busca responder al “cómo” de las premisas familiares en un proceso
terapéutico particular. Resulta útil esta metodología tanto porque se debe describir
un proceso, como por el carácter de sentido de las premisas familiares,
requiriendo esta investigación, una aproximación naturalista al fenómeno dada la
complejidad de éste. Según McLeod (2013): “…un buen estudio de caso provee
una forma distintiva de conocimiento práctico que captura de manera singular la
complejidad de un fenómeno que ocurre de manera natural” (p. 382). Un caso es
un fenómeno relativamente delimitado, que se da en la experiencia histórica
concreta y cuyo sentido se constituye en función de una teoría o una categoría
analítica. Por lo tanto, un caso es siempre un fenómeno de la vida real y no una
abstracción (Yin, 2009).

Para la realización de este estudio de caso se ha seleccionado el caso de


una adolescente, junto a su madre y su padre, que residen en la comuna que
Quinta Normal. Este caso fue atendido durante el año 2017 (de Abril a Agosto, 19
sesiones) en el Hospital de día de adolescentes de Pudahuel. Este Centro atiende
cuadros clínicos agudos, en modalidad intensiva diurna, en periodos de
intervención a corto y mediano plazo, para luego realizar una derivación asistida
para seguimiento en el dispositivo de atención ambulatoria que corresponda según
residencia. El criterio de selección refiere a que es un caso representativo del
fenómeno a estudiar. Se trata de una adolescente que presentaba autocortes hace
más de dos años. Había tenido dos hospitalizaciones por ingesta farmacológica
durante el 2016 y se habia planteado el diagnóstico de trastorno del desarrollo de
la personalidad con rasgos limítrofes. Se había realizado manejo farmacológico y
psicoterapéutico en COSAM con persistencia de los autocortes y de ideación
suicida. En el ambiente familiar habían conflictos de manera continua y maltrato.
20

Todos estos aspectos reunidos muestran los factores de riesgo y mantenedores


frecuentes en estos casos (Zhang, Finy, Bresin y Verona, 2015; Miner, Love y
Paik, 2016). Los principios muestrales no estadísticos en esta investigación, tienen
que ver con elementos de la teoría. Específicamente en el muestreo en los estudio
de caso se sigue el principio de la generalización analítica (Yin, 2009). En ésta se
busca la expansión a otros casos de una teoría (en este caso una de Bateson) que
ha permitido analizar un caso concreto. Por lo tanto se trata de generalizar teorías,
no de una generalización estadística. No se pretende enumerar frecuencias, por lo
que no se buscan muestras representativas en número.

El análisis del caso contempló la revisión de diferentes fuentes de


información:
- Registros de la ficha clínica
- Registros personales/notas de campo de la terapeuta, tanto del trabajo
en sesiones como el de supervisiones del caso.
- Grabación de audio de una sesión (la cual fue transcrita)

Se utiliza la técnica de análisis interpretativo de contenido (González, 2000;


Calventus, 2008). En ésta existe un primer momento descriptivo que abarca lo que
se dice. Incluye la segmentación, la agrupación y la categorización de los datos.
Luego, en un segundo momento, se realiza el análisis interpretativo que tiene
como objetivo la producción de indicadores sobre el material analizado que
trascienda la codificación, y lo convierta en un proceso constructivo-interpretativo.
En este estudio de caso referido a las premisas familiares relacionadas con las
autoagresiones, se realiza la narración de los distintos momentos de la terapia,
reconociendo en este relato las premisas familiares que emerjen y otros aspectos
que destacan del proceso, que permiten una mayor comprensión del caso. Se
realiza su caracterización y análisis, utilizando aspectos de la teoría batesoniana
descrita. Con esto se muestra un forma de aproximación que entrega una
21

comprensión más profunda de estos fenómenos autoagresivos en el proceso


terapéutico descrito. El estudio se llevó a cabo una vez terminado el proceso
terapéutico, no estando la adolescente en atención en el Hospital de día de
adolescentes.

Esta investigación cuenta con la aprobación por el Comité de Ética del


Servicio de Salud Metropolitano Occidente. Dentro de las consideraciones éticas,
se decidió modificar los nombres de los participantes a través del escrito, con el fin
de resguardar la identidad de éstos.
22

IV.- EL CASO CLÍNICO DE SAMANTA

1.- Samanta, su familia y las autoagresiones.

Samanta es una adolescente de 14 años que vive en Quinta Normal. Cursa


octavo básico. Se cambió este año de colegio, en el anterior repitió séptimo. Es
morena de 1,65 cms de alto, de contextura media, con el pelo negro, liso, largo
con chasquilla. Viste de colores obscuros, se maquilla con delineador de ojos
negro en el párpado inferior. Tiene cicatrices de cortes en ambos antebrazos. Su
actitud cambia en las distintas entrevistas según su estado de ánimo. En
ocasiones se muestra inquieta, mueve una de sus piernas de manera repetida. En
otras oportunidades, cuando está más tranquila se muestra alegre, fluye
espontáneamente su relato. Cuando se ha realizado cortes se presenta muy
callada, evita el contacto visual. Le gusta dibujar, principalmente rostros, como
caricaturas japonesas.

Es la segunda hija del matrimonio entre Rodrigo y Elisa. Actualmente


Samanta vive sólo con ellos. El padre es técnico en construcción, trabaja como
coordinador de obra. Es descrito por Samanta como un proveedor. Mantiene una
relación distante con su hija. Con la madre está en conflicto constante. Muy
impulsivo, con episodios de descontrol, en los que la violencia crece. Elisa es
dueña de casa. Es descrita por Samanta como frágil, refiere que “tiene depresión”.
Mantiene una relación simétrica y ambivalente con Samanta, con momentos de
cercanía y otros de conflicto. El hermano mayor de Samanta se llama Rodrigo.
Tiene una discapacidad intelectual y epilepsia. Es agresivo según describe
Samanta, con quien tiene una relación conflictiva. Está casado con Eleonora que
tiene diagnóstico de Esquizofrenia, y es en relación a ese diagnóstico que,
Samanta y su familia se explican los desajustes impulsivos que presenta. Esta
23

pareja tiene dos hijos, Ignacio y Tomás. Los sobrinos de Samanta son muy
queridos por ella, mantiene una relación cercana con ellos.

Figura 1, Genograma.

Samanta refiere que la primera vez que se cortó fue a los 10 años, que era
“para aliviarse”. Existía una dinámica de violencia en las relaciones familiares de
larga data, lo que la angustiaba. También desde esa edad fue victima de acoso
24

escolar, refiere “me decían gorda, fea”. En ese tiempo no se cortaba de manera
repetida, sólo lo hizo en algunas ocasiones. Al principio se rasguñaba y luego
inició cortes en antebrazos con un sacapuntas. Durante el 2016, comenzó a
hacerlo cada vez que se sentía angustiada porque “cortarme los brazos me
calmaba”. También empezó a autoagredirse en las piernas y en el abdomen. Ese
año fue un periodo de mucho conflicto familiar, tanto por que se entera que existe
una hija de su padre fuera del matrimonio, como por que devela abuso sexual por
parte de su abuelo paterno. En ese año realiza dos intoxicaciones
medicamentosas con ideación suicida. Refiere que también se cortó en esos
episodios, pero que “esos cortes eran distintos, más profundos”. En un principio
aparecen las autoagresiones como una forma de controlar la angustia, pero se
transforman en una manera de aproximarse a la muerte en momentos en que se
siente sobrepasada.

En relación a los episodios de autoagresiones es que Samanta comienza a


tener apoyo psicológico desde el 2016, primero en atención primaria y luego en
COSAM de Quinta Normal, desde donde es derivada al Hospital de Día
Adolescentes por la persistencia de los episodios de autoagresiones, por
interpretarlo como ideación suicida persistente.
25

2.- La premisa de la violencia.

Desde el inicio de la relación de pareja de los padres, la madre describe


infidelidades de su marido, tema por el cual discutían de manera repetida. Incluso
refiere que si bien ella tenía sospechas de que su marido tenía una hija fuera del
matrimonio, recién lo pudo confirmar el año 2016, cuando ella y Samanta le
revisaron en conjunto el celular al papá, lo que provocó aún más conflictos.

En relación a estas problemáticas ha habido violencia psicológica y física


entre el padre y la madre. Además el hermano de Samanta, su cuñada y sus
sobrinos vivían junto a Samanta y sus padres hasta enero del 2017. En ese
tiempo, además de haber hacinamiento porque cuentan con una casa de solo dos
habitaciones, existía violencia psicológica y física entre todos los miembros de la
familia.

Samanta describe episodios en que ella intercedía en las peleas entre su


madre y su padre, y también lo hacía cuando su hermano agredía a sus sobrinos,
lo que provocaba que finalmente la agredieran a ella. Por lo mismo, respecto a
vivir con su hermano, refiere que ese periodo “fue un asco”. Por lo descrito,
actualmente la tuición de sus sobrinos la tiene la abuela materna de los niños, y su
hermano y su cuñada viven solos, con escasos recurso económicos. La violencia
también se perpetua en la relación entre Samanta y su madre. Por ejemplo ésta
no le permite realizar actividades sin su supervisión porque “no confía en ella” y
ante los reclamos de Samanta, le quita cosas que para ella resulten significativas
como su celular (lo que Samanta describe como “íntimo”). Esto genera
discusiones con insultos y provocó incluso en una ocasión una agresión física de
parte de la adolescente hacia su madre.

Samanta recuerda episodios de violencia desde su infancia.


26

En sus recuerdos se puede ver la normalización de la violencia desde


pequeña. Y también como la dinámica se perpetúa a través del tiempo. No se
realiza un enfrentamiento de los conflictos. Las diferencias entre los distintos
miembros de la familia son vividas como amenazas que hay que atacar o de las
que hay que huir. Esta premisa de significar los desacuerdos como amenazas, es
una idea profunda que se mantiene aún cuando consultan y solicitan ayuda. Les
es dificil visualizar la diferencia como una oportunidad de diálogo, o de
movimiento. Así perpetúan el sentimiento de amenaza, dado que ante la
problemática responden atacando, provocando un ambiente de mayor hostilidad
que les reafirma la amenaza que sentían.

Samanta muestra esto también en sus vivencias, desde su infancia, cuando


se enfrentó al acoso escolar de sus pares. La violencia traspasa el espacio familiar
y se instala también en otras relaciones.
27

Como se mencionó previamente, esta premisa es algo que comparten


varios miembros de la familia. Ni los padres logran resolver de otra forma las
diferencias entre ellos, ni tampoco los padres en su interacción con los hijos, ni los
hermanos entre ellos. Para el análisis de esta situación, hay que ir más allá del
hecho de la violencia, ahondar en el significado que conecta. Bateson (1979) lo
plantea de la siguiente manera: “El aprendizaje de los contextos de la vida es una
cuestión que debe ser examinada, no internamente, sino como relación […] No
tiene sentido hablar de „dependencia‟, „agresividad‟ […] todas estas palabras
tienen su raíz en lo que ocurre entre personas” (p. 118-119). En esta familia se va
construyendo una forma de llevar la diferencia. En esta forma, cada uno va
predisponiéndose a lo que “debería” suceder según la premisa de significar los
desacuerdos como amenazas. La „expectativa‟ de uno es que el otro lo ataque
ante una diferencia, y actúan en consecuencia, con violencia. En esta familia, se
va manifestando en las distintas relaciones, la manera en como opera la premisa,
a través de la violencia. Samanta propone la salida de la huida. Comprendiendo
que no se puede aislar del significado de amenaza en los desacuerdos, plantea un
escape, que para ella pudiese significar el cese de la violencia.

Esta dinámica de violencia es parte de los factores de riesgo de las


autoagresiones. Además de que Samanta presenta el factor de riesgo de
autocortes en adolescentes como es el sexo femenino, también ha experimentado
otros factores de riesgo como son las diferentes formas de trauma interpersonal:
estilos violentos de crianza, negligencia emocional de padres, maltrato en la niñez
28

y abuso sexual. (Zhang et. al., 2015; Miner et. al., 2016). Este entramado se
constituye como una experiencia de sufrimiento complejo compuesto por diversas
experiencias de violencia interpersonal, que para ser intervenido requiere de la
profundización en la comprensión del fenómeno a través de alguna teoría. En este
caso, el trabajar con las premisas desde el concepto de Bateson, posibilita el
buscar un significado que aúne la conflictiva de la violencia en esta familia. El unir
a través del significado permite tener una visión más profunda de las relaciones.
Bateson (1979) destaca la importancia de comprender la conducta a través de la
relación: “Así como la visión binocular ofrece la posibilidad de un nuevo orden de
información (acerca de la profundidad), así también la comprensión de la conducta
a través de la relación ofrece un nuevo tipo lógico de aprendizaje” (p. 119).

Desde el punto de vista del terapeuta, resulta difícil enfrentar un caso en


que una familia está enlazada a través de la violencia. Por una parte, porque
implica la contención constante de los diferentes conflictos que se van
presentando, que puede desviar el trabajo terapéutico en profundidad. Por otra
parte, porque resulta desgastante para el terapeuta enfrentarse a la violencia. Si
bien existe el cuestionamiento de hasta cuando se puede seguir intentando
contener la violencia, y cuando se debe por ejemplo judicializar un caso; es
necesario tomar en cuenta que la familia consulta y se mantiene en proceso,
porque sufre esa violencia. El no poder salir de ella, no es sinónimo de querer
estar ahí. Justamente lo que posibilita la búsqueda del significado, a través del
trabajo con premisas, es poder entrar en la violencia e intentar desmenuzarla en lo
que la compone y le permite operar. Así, a través del proceso terapéutico, se
puede abrir la posibilidad a nuevas variables de significados que permitan un
movimiento.
29

3.- El silencio: la premisa del corte.

Durante la primera etapa del proceso terapéutico, era difícil abordar el caso,
poder entrar en él. Como se describió, lo que dominaba era la violencia. Esto
volvía las interacciones muy caóticas y perpetuaba el conflicto. Esta forma de
relación es la que daba la sensación de un circuito cerrado, en que si no
funcionabas por medio de la violencia, no eras parte. Esto dio un giro en la sexta
sesión del proceso, en que sucedió un hito. Samanta asiste a sesión, posterior a
un episodio de autocortes en antebrazo derecho. Se había cortado con un
sacapuntas en el baño del colegio, una de sus compañeras la vio y le contó a su
madre, que la esperaba a la salida.

En esa sesión Samanta pudo mostrar lo oculto. En un inicio sólo me sentí


impresionada de la teatralidad de la escena, pero de a poco experimenté la
sensación de que era privilegiada de presenciar este acto, al mismo tiempo que
estaba siendo puesta a prueba. Samanta me invitaba a averiguar si yo podía
30

soportar la violencia del corte, y el silencio. Existía una relación entre el corte y el
silencio que era importante respetar. Pensé que en ella se alojaba una razón
profunda que la hacía soportar la violencia y el silencio. A medida que avanzó la
sesión ella pudo expresar, con dificultad, pero en palabras, lo que sentía. Afirmaba
que había muchas cosas de ella que no le gustaban, cuestionando tanto su cuerpo
como sus capacidades. Durante las sesiones que siguieron, se fue mostrando lo
que no podía ser visto en la primera etapa.

Como terapeuta consideré crucial respetar el silencio y darle espacio a lo que


pudiese aparecer a partir de él. Bateson (1979) plantea que en cierto contexto, la
total ausencia de un suceso indicador, puede ser el mensaje, lo explica así: “La
carta que tú no escribes, las disculpas que no ofreces, […] todos ellos pueden ser
mensajes suficientes y eficaces porque el cero puede, dentro del contexto, ser
significativo […] el receptor debe estar predispuesto para el descubrimiento
apropiado cuando este se produce” (p. 42).

Al profundizar en la historia, apareció en el relato la experiencia del abuso


sexual por parte de su abuelo paterno, y cómo esto provocó un cambio en las
relaciones. Samanta y su familia nuclear vivieron en casa de los abuelos paternos
hasta los 8 años de ésta. Durante ese período ella fue criada por su abuela
paterna, porque su madre y padre trabajaban. Posterior a esto la adolescente
seguía yendo a la casa de sus abuelos continuamente por la relación cercana
entre ella y su abuela. Esta relación se quebró el año 2016, en noviembre, cuando
Samanta develó el abuso sexual por parte de su abuelo paterno (describe
tocaciones durante fines del 2015 y hasta septiembre del 2016). El proceso de
develación fue difícil. En primera instancia le contó a su mejor amigo, luego a su
madre.
31

Samanta afirma que su abuela no le creyó, esto hizo que se alejaran y


perdieran contacto. El equipo que la atendía en el COSAM de Quinta Normal
realizó la denuncia de este abuso. Samanta sintió que la única persona de su
familia que realmente la apoyó fue su mamá. Su padre por su parte fue
ambivalente respecto a este tema. En un primer momento no le creyó, increpó al
equipo de salud que había realizado la denuncia. Luego a pesar de decir que sí le
creía a Samanta, la criticaba por evitar contacto con su abuela.

Si bien existían autocortes desde los 10 años en la historia de Samanta, en


el año 2016 éstos se intensifican, en sus palabras, se hacen “más profundos” y se
asocian a la idea de muerte. En ese año también Samanta realiza dos
intoxicaciones con medicamentos con intención suicida. Existe un desborde en lo
clínico que tiene relación con una sensación de “haber explotado”. Samanta
estaba viviendo más violencia de lo que podía tolerar. Si bien la violencia en su
núcleo familiar la dañaba, a esto se agregó la violencia del abuso sexual. Esto
agotó su fuerza, su capacidad de resistir la violencia. Existiendo un lazo muy
32

cercano con sus abuelos paternos, no pudo quebrar esa relación de confianza
entre sus padres y sus abuelos, y mantuvo silencio. Éste muestra que se está ante
algo significativo para la familia y por lo tanto a tratar con cuidado. Bateson y
Bateson (1987) describen esto de la siguiente forma: “[Existen] muchas
circunstancias en que la conciencia es indeseable y en que el silencio es oro, de
suerte que el secreto puede utilizarse como un indicador que nos dice que nos
estamos aproximando a terreno santo” (pp. 88-89).

En la familia existía la premisa de que hay temas que deben callarse porque
comunicar presenta la amenaza de quiebre en el sistema. Esto se presenta tanto
en el silencio de Samanta en relación al abuso, como también en el resto de los
famliares al enterarse del abuso. Éstos no dijeron nada, “como si no hubiese
pasado” dice Samanta. Además esto aparece en otras situaciones familiares de
conflicto, por ejemplo en el padre se presenta en su silencio respecto a que había
sido infiel y tenía una hija fuera del matrimonio. En relación a esto, también se
presenta cuando la madre sospecha de la infidelidad del padre. Hace participar a
Samanta „en secreto‟ de una estrategia para salir de su duda. La madre le saca „a
escondidas‟ el celular a su marido y le cuenta a Samanta que ha encontrado
mensajes de otra mujer. De esta forma es que Samanta se entera finalmente de
que tiene una media hermana por parte de padre, también ese año 2016,
provocando mayor tensión en ella. Así se va mostrando una manera de operar de
esta premisa del silencio. Esta permite que se mantenga cierta información en
secreto para cuidar un equilibrio frágil, pero que evita el quiebre de cierta
configuración en el sistema. A esto se refieren Bateson y Bateson (1987) cuando
señalan que la no comunicación de ciertas ideas es necesaria si se pretende
mantener lo sagrado: “La comunicación es indeseable […] porque la comunicación
de alguna manera altera la naturaleza de las ideas.” (p. 88). Rober, Walravens y
Versteynen (2012) apoyan esta idea al referirse al impacto que puede producir lo
que contiene el secreto familiar: “en los secretos familiares, la información que se
33

retiene es crítica para la persona a la que se le oculta la información porque tiene


un impacto en su vida” (p. 530). En ocasiones ese impacto es el quiebre relacional
en la familia. Al mantener lo sagrado, se evita el quiebre, pero también se pueden
mantener situaciones violentas como el abuso sexual, que aprovechan el silencio
para perpetuarse. También el silencio permite que se mantengan los engaños, que
van justificándose unos con otros. Si uno de los miembros puede ser infiel y
engañar, el otro también puede transgredir, traspasando la intimidad, quitándole
algo para averiguar respecto a sus sospechas de traición.

Para Samanta no era posible que se supiera lo que estaba viviendo. El


costo de hablar y quebrar el secreto, era faltar a la premisa y romper lazos que
eran significativos. Tanto para ella era importante el vínculo con su abuela como
para sus padres. Dentro del caos que provocaba la violencia, lo que la había
sostenido era mantener contacto y apoyo por parte de su abuela paterna. Esta era
significada por ella como una figura vincular potente. Estaba mandatada al silencio
a través de la premisa de ocultar lo que puede quebrar el sistema, provocando
más tensión en ella, lo que hacía que se autoagrediera de manera cada vez más
grave. Aún así durante lo que pudo tolerar, se mantuvo en silencio, por lo
indeseable del quiebre.

El deseo de Samanta era no transgredir la premisa del silencio. Si bien no


toleraba el sufrimiento, prefería que fuese otro, y no ella, quien traicionara la
premisa. El significado era tan profundo que aunque la dañaba, no quería ser ella
la que pusiera en peligro el sistema. Es comprensible que no quisera tomar ese
34

lugar. Implicaba que se ponían en cuestionamiento significados respecto a las


relaciones, y también respecto a lo que cada una de esas figuras constituía. Esto
se refleja en lo que describen Bateson y Bateson (1987) respecto a la complejidad
de aventurarse en lo sagrado: “hay personas que consideran casi como un deber
comunicar información que causará dolor […, pero] hay que considerar las
marañas de relaciones entre estado anterior, nueva información y resultado
producido en B, la parte del sistema que recibe la nueva información” (p. 96).
Rober, Walravens y Versteynen (2012) complementan esta visión de complejidad
y lo resumen en la siguiente frase: “Tratar con los secretos es el acto de la cuerda
floja en el circo de la vida” (p. 537). Crago (1997) reflexiona acerca de esta
complejidad, analizando como la revelación del secreto puede cambiar la
configuración de la familia: “revelación de la cual puede resultar la pérdida de un
poder difícil de especificar, cuya exposición se puede considerar que conduce al
final de lo sagrado, e incluso a la parálisis: la familia ya no podrá ser ella misma“ (p
102).

Durante el proceso terapéutico se trabajó con Samanta el resignificar la


develación, rescatando los elementos que estaban subyugados al relato
dominante de catástrofe ante el quiebre familiar que significó romper el silencio.
Samanta fue logrando significar la develación como una situación de „liberación‟.
Respecto a las críticas a sí misma, intentó equilibrar ese discurso de manera
gradual, encontrando en la develación el „orgullo‟ de haber sido capaz de hablar
de algo que le era tan duro. Finalmente, junto a Bateson y Bateson (1987), se
había atrevido a entrar en ese lugar que hasta los ángeles temen pisar (p. 96).
35

4.- Descubriendo caminos

Durante el proceso terapéutico comienza a aparecer la posibilidad de


nuevos significados. En un primer momento la violencia era una niebla densa que
impedía ver, todo se trataba de ella. A medida que avanza el proceso, logra
despejarse y esto permite ver más de Samanta y su familia. Se puede trabajar con
la adolescente y con su madre para que emerjan relatos de aspectos relacionales
que permanecían subyugados al relato dominante de la violencia. Este cambio
también sucede con el silencio, que como cómplice de la violencia, la ayudaba a
ocultarse, y le permitía perpetuarse. Samanta va abriendo relatos y no callando
más. Por ejemplo, la adolescente pasa de ser la traidora que crea conflicto familiar
por hablar de lo que se debe callar, a ser la valiente que habló de lo que había
vivido.

Además con la madre (y en menor medida con el padre, que asiste menos)
se va trabajando respecto a la culpa que sienten por hacer vivir a Samanta en la
violencia, y por las distintas situaciones de conflicto y engaños a los que la habían
expuesto. Samanta al comenzar a expresar en palabras sus emociones, recalca
las situaciones en que ha sentido rabia por los conflictos familiares.
36

Se aborda la violencia como una forma de permanecer en el sufrimiento, y


se trabaja para transformar la culpa en la responsabilidad. Con esto se permite a
la madre y al padre ver la posibilidad de hacerse cargo, más que sentir culpa, y
por lo tanto de generar movimiento en las relaciones familiares.

Con Samanta se trabaja la contradicción de querer salir de la violencia pero


al mismo tiempo estar ejerciendo violencia sobre sí misma a través de los cortes.
En un primer momento esta contradicción en sesión la deja perpleja. Refiere que
no lo había visto de esta manera, y luego de tematizar respecto a esto, le hace
sentido buscar otras formas de expresión de emociones. Va utilizando para esto,
acuarelas y dibujos, en los que en su mayoría representan personajes inspirados
en las caricaturas japonesas que le gustan. Así mismo escribe poemas y
canciones respecto a sus vivencias. Va pudiendo expresar en palabras, en sesión,
la rabia que ha sentido respecto a la violencia que ejercía su padre, y también
respecto a la falta de contención y confianza, considerando que en un primer
momento no creyó plenamente en ella en relación a la develación del abuso. En
la relación con la madre reclama su falta de fuerza para poner límites a la violencia
en la familia y en vez de eso, hacerse parte. Habla de las consecuencias que ha
tenido la develación del abuso de su abuelo, especialmente el alejamiento de su
abuela paterna, que le duele especialmente por el cercano vínculo que existía
entre ellas.

Así como en un momento fui testigo de los cortes en sus antebrazos, los
cuales se abría en sesión mostrándome su angustia y poniéndome a prueba, en
esta etapa fui testigo de emociones completamente diferentes. En la última fase
de intervención, llegó un día a sesión con un perro cachorro que necesitaba cuidar
y me pide si era posible entrar con él al box de atención.
37

Nos mantuvimos un rato en el box y luego salimos a continuar la sesión en


el patio. Lo que Samanta transmitía en ese vínculo era muy diferente a lo que
había podido observar en las primeras sesiones del proceso. Se manifestaba la
tranquilidad y el amor, manteniéndose conectada con la mascota tanto a través del
cariño como del juego. Destaca la posibilidad de sentir y de expresar amor, que
resulta una nueva posibilidad en un ambiente que previamente estaba saturado de
violencia en diferentes formas. Defiende su tranquilidad con un vínculo que
armoniza lo que ella estaba viviendo, y le pone el nombre de su sobrino quien
representa el amor, y también el nombre “esperanza” mostrando nuevos
significados y expectativas.

Este predominio de sentimientos de amor y esperanza en el relato también


empiezan a aparecer en otras sesiones. Se realiza con Samanta la actividad del
Árbol de la Vida, metodología desarrollada por Ncazelo Ncube y David
Denborough, del Centro Dulwich de terapia narrativa en Australia, para responder
a varias formas de trauma y sufrimientos de las personas que atendían. Este
permite a las personas hablar sobre sus vidas de una manera que las haga sentir
más fuertes. Implica que las personas dibujen su propio árbol de la vida en el que
hablan por ejemplo de sus "raíces" (de dónde vienen), y otras partes del árbol que
van ejemplificando otras áreas de sus vidas (Ncube, 2006).
38

Figura 2, Árbol de la Vida de Samanta.


39

En la actividad destaca que Samanta pone en sus raíces y en las hojas -


que representan sus personas importantes- a su madre y a sus sobrinos, junto con
los conceptos “amor” y “solidaridad” en las raíces. También en esta área pone
“Chiloé” -que es de donde viene su padre- y “poesía: porque heredé de mi papá”, y
cuenta lo que tiene en común con su padre, recalcando un aspecto positivo.

En la tierra en que está plantado el árbol que representa lo positivo de su


presente, pone a sus sobrinos y a su perro, quienes también se repiten en los
frutos que son regalos entregados. En el tronco están sus habilidades (dibujar,
cantar, inventar poemas o canciones), las que resume como “expresión de
emociones”. Esto resulta importante como recurso a largo plazo para expresar
algunos sentimientos, en vez de que sean puestos en autoagresiones. Otro
aspecto a destacar es que en sus frutos, dentro de lo que ella ha entregado o le
han entregado como regalo, pone la madurez, el aprendizaje, el amor y la alegría.
Estos conceptos resaltan en su fuerza y significado de superación, comprendiendo
40

lo que implica sufrir situaciones traumáticas como las vividas por Samanta dentro
de su familia.

A medida que se ha avanzado en el proceso, Samanta construye su


contraposición a las premisas de la violencia y del silencio. La premisa de la
violencia se ve contrastada por el cuidado y la ternura que emergen tanto en la
relación con su nueva mascota, como en la relación con sus sobrinos. También se
ve en los relatos que muestran otros aspectos de la relación con su madre y con
su padre, lo que permite rescatar elementos valiosos para la reparación del
vínculo entre ellos. Por otra parte la premisa del silencio, se ve contrastada no sólo
por la develación del abuso, sino también por la forma en que va ocupando la
terapia, permitiéndose hablar de emociones, de desacuerdos, de sufrimiento.
Además va usando otros medios artísticos para esto como el dibujo y la poesía.
Se puede decir que cambia poco a poco desde la expresión de su sufrimiento a
través de los cortes, a otras formas de expresión, que liberan la tensión que
estaba atrapada en las autoagresiones. Bateson (1979) plantea que toda
información es la noticia de una diferencia, y que es la percepción de la diferencia
lo que desencadena todas las nuevas respuestas en los sistemas vivos. Situar los
eventos en el tiempo es importante para la percepción de la diferencia, en otras
palabras, para la detección del cambio. Bateson lo explica de la siguiente forma:
“Los órganos sensoriales humanos únicamente pueden recibir noticias sobre
diferencias, y esas diferencias, para ser perceptibles, deben estar codificadas en
sucesos que acontecen en el tiempo (o sea, deben estar codificadas en cambios)”
(p. 64). Al destacar estas diferencias en Samanta y su familia a través del proceso
terapéutico, se muestra que son diferencias que han hecho una diferencia en la
manera en como se relacionan Samanta y sus padres, pero también en como se
relaciona Samanta con sus propias emociones.
41

V.- REFLEXIONES FINALES

Este estudio de caso de una adolescente con autocortes ha permitido


aplicar en el análisis clínico el concepto de premisas de Bateson y ampliar la
discusión clínica respecto a los significados. Se ha podido utilizar el trabajo de
Bateson en distintos momentos de la terapia, enriqueciendo la reflexión con su
mirada teórica. Para mí como profesional, médico psiquiatra infantil y de
adolescentes, ha sido una experiencia reveladora, donde he podido experimentar
otras formas de abordar la clínica, fuera del esquema médico. Esto ha implicado
tomar una posición distinta, que permite una construcción con el otro,
incluyéndome. Este ha sido parte del inicio del proceso de tomar el lugar de
terapeuta, camino que seguirá en curso, pero en el que he podido incorporar una
forma distinta de mirar y comprender a la historia de Samanta y su familia.

Hacer investigación en un dispositivo de salud pública me permitió acceder


a reflexionar sobre un caso de esos que nos tocan profundamente por la falta de
privilegios, un caso de nuestra realidad más abandonada.

Por un lado porque el caso es de personas en que los determinantes


sociales de la salud tienen un gran peso, como por ejemplo la falta de recursos
económicos, educacionales, habitacionales. Además los recursos de la red salud
mental pública son escasos, y específicamente los de la red infanto-adolescente
están en mayor desventaja. El presupuesto de salud mental es el 2% del
presupuesto en salud en Chile, lo que deja a la infancia y adolescencia en una
parte de ese porcentaje, no priorizada en las garantías de atención en salud
(Errázuriz, Valdés, Vöhringer y Calvo, 2015). Por otro lado también podemos
evidenciar la falta de privilegios en que el acceso a atención, en salud mental,
tanto para Samanta como para otros niños y adolescentes, depende de que un
adulto se haga responsable, se sensibilice del sufrimiento de esa adolescente y la
42

lleve o acompañe a consultar. Otra arista importante es que el caso es de una


adolescente de sexo femenino que ha sido abusada sexualmente por su abuelo.
Esta situación de vulneración se relaciona con ser niña y con ser mujer, siendo
ambas características de riesgo y de falta de privilegio frente a un hombre que es
familiar y que puede ejercer esta dominación justamente por su posición. Nuestra
sociedad está abordando incipientemente la manera de dar protección y
ambientes seguros a niños y a mujeres, pero aún la manera en como construimos
las relaciones entre nosotros, mayoritariamente desde lógicas patriarcales, deja
expuestos a vulneraciones a éstos dos grupos.

Respecto a la realización de esta investigación en el Hospital de día de


adolescentes de Pudahuel, debo señalar que, al ser un dispositivo de atención
intensiva de adolescentes, me permitió mantener un seguimiento mucho más
próximo del caso. Gracias a una vinculación mayor con la adolescente, se pudo
construir en conjunto una profundización en los significados. Esto fue también
gracias al apoyo constante del equipo multidisciplinario, en un dispositivo que
cuenta con espacios para reflexionar respecto al caso con otros profesionales.
También existe una mayor flexibilidad para tener tiempos de atención mayores a
los que los profesionales tenemos en otros dispositivos ambulatorios. Otra arista
importante es que existen espacios de trabajo con la familia, como el taller de
familia en el que también participo, y que permite tener mayor sustrato clínico para
el caso.

El haber sido la terapeuta del caso me instaló en un lugar lleno de desafíos.


La formación médica tiene amplio espacio para dar indicaciones y para las
categorizaciones. La psicoterapia me hace ocupar otras herramientas que me
conectan con la vida de las personas y también me ayudan a comprender mejor
desde mi propio mundo de significados. Gran parte de lo que he estudiado y
practicado respecto a la psicoterapia me ha servido sobre todo para considerar e
43

incluir mis propias emociones, sentimientos y pensamientos en la práctica clínica


ya que al escuchar mis resonancias se generan mayores posibilidades para la
hipotetización y la invitación a la empatía.

Hacer este estudio me ha dado la posibilidad única de dejar testimonio del


trabajo singular que significó poder vincularme con las vivencias de Samanta. La
primera etapa de la psicoterapia estuvo dominada por la violencia, que de manera
gradual la familia fue intentando modificar y dejar fuera de sus interacciones,
construyendo nuevas maneras de resolver conflictos. Esto pudo evidenciarse en el
trato entre ellos, en la manera en que la madre y el padre intentaban contener a
Samanta, y también en la construcción de un discurso distinto al hablar de ellos
mismos. En un segundo momento del proceso terapéutico, tuve el honor de que
tanto Samanta como la madre, me permitieran entrar a su terreno sagrado. Pude
sentir que las acompañaba a conocer también como se sentían al hablar de lo que
no era posible en otros momentos. Fue también una oportunidad para mí como
terapeuta y como persona para explorar mis resonancias respecto a lo que es
permitido según mis premisas. Esta etapa dio pie a cambios importantes, que
Samanta y su madre tienen conciencia de que no son necesariamente la salida
absoluta de la violencia, pero que dieron posibilidad a nuevas formas de
aproximación y de contarse ellas mismas sus historias. Si bien el padre participó
menos, fue traído a sesión a través del relato de Samanta, destacando su apoyo y
los lugares de encuentro entre ellos. Estas nuevas versiones de las relaciones,
permitieron el tránsito hacia una continuidad de intervención psicoterapéutica en
un nuevo dispositivo. Ya no en una modalidad intensiva, pero en una terapia de
largo plazo, en el COSAM desde donde habían sido derivados, que da la
posibilidad de profundizar en estos primeros pasos hacia una nueva configuración.
Este estudio de caso me conectó con los significados de Samanta tanto para
empatizar, como para poder trabajar en conjunto. No desde un lugar de
indicaciones, si no desde uno de escucha y curiosidad. Así la reflexión sobre
44

diferentes puntos de vista, permitió tanto a mí como a ellos, ampliar lo que


comprendíamos de lo que estaban viviendo y generar movimiento.

Haber hecho esta investigación considerando la teoría Batesoniana ha sido


una experiencia que me permitió encontrar a través de una propuesta teórica una
manera de entrar en los significados personales del otro. Trabajar con el concepto
de premisas fue una manera de ligar las vivencias que pretende abordar la
psicopatología, con significados anudados en ese mundo vivencial, dándome la
posibilidad de ampliar las hipótesis comprensivas que permitieron trabajar el caso
en profundidad. Bateson plantea que la comprensión de un fenómeno está
determinada por la red de premisas y supuestos que constituyen nuestros mapas
del mundo. A lo largo del estudio de caso, pude ir abordando parte de esa red en
un caso clínico particular, conociendo los significados que se relacionaban con las
autoagresiones en esta adolescente. La mayor utilidad para mí fue poder abordar
un fenómeno tan complejo como los autocortes, que están en parte mostrándonos
una parte del otro, y al mismo tiempo ocultándonos otra. La teoría Batesoniana me
permitió abrir distintos posibles significados y así posibilitar la vinculación con la
experiencia del otro, su sufrimiento y sus esperanzas. Esto resulta particularmente
valioso en el campo de la investigación en autocortes en psiquiatría, que es amplia
en describir factores de riesgo y proponer abordajes conductuales, pero que ha
desarrollado pocos trabajos que vinculen dichos aspectos con las cualidades
sensibles y el mundo de significados corporizados de las personas que se
autocortan.

Las limitaciones de este estudio tienen que ver con lo particular del caso.
No he realizado un trabajo que permita hacer una generalización estadísticas
respecto de los casos de autocortes en adolescentes. Es una experiencia
particular, en la que pudo ser útil esta manera de abordaje. Además el realizar el
45

estudio desde un solo aspecto teórico, puede restringir el trabajo de análisis y


dejar pasar aspectos que pudiesen haberlo enriquecido.

Por otra parte, al ser yo investigadora y terapeuta al mismo tiempo, formé


parte del circulo hermenéutico del trabajo –lo cual incluyó mis propios sesgos y
valoraciones-; en este sentido, queda la pregunta abierta sobre de qué manera
otra terapeuta en la misma situación podría haber hecho otras distinciones
relevantes respecto de la vida de Samanta.

La proyección de este trabajo tiene que ver con pensar una nueva forma de
captar y trabajar este fenómeno tan complejo de los autocortes en la adolescencia.
Los autocortes están multideterminados, y por ende pueden contener múltiples
significados. Este trabajo invita a indagar y trabajar sobre los significados que
estén involucrados en estos casos, proponiendo centrar el trabajo terapéutico en
los significados y no en la conducta de autocortarse.

De todas formas queda abierta la posibilidad de ampliar a otros fenómenos


que hasta ahora también se hayan abordado en su mayor parte desde lo externo o
lo conductual, permitiendo una nueva perspectiva desde los significados.

Finalmente este ha sido un proceso de experimentar nuevas alternativas en


el trabajo clínico, ampliando mis posibilidades de comprensión del caso, pero
también de mi propia relación con éste. Al acompañar a Samanta en sus
tensiones, resistencias e ilusiones, he tomado yo también un lugar nuevo. Esta
experiencia ha sido una forma de aprender de la psicoterapia y de mí misma, que
implica lo que Bateson (1979) explica respecto de la esencia de aprender: “La
esencia de la epigénesis es la repetición predecible; la esencia del aprendizaje y la
evolución, la exploración y el cambio”.
46

VI.- REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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moderating role of personality. Journal of Family Violence, 30(2), 161-170.

o Zhang, J., Song, J., y Wang, J. (2016). Adolescent self‐ harm and risk
factors. Asia‐ Pacific Psychiatry, 8: 287–295. DOI: 10.1111/appy.12243.
56

VII.- ANEXOS

Anexo 1

DOCUMENTO DE CONSENTIMIENTO INFORMADO

“Premisas familiares en proceso terapéutico de una adolescente con


autoagresiones: Estudio de caso en el sistema público de salud chileno”

I. INFORMACIÓN

Usted ha sido invitado(a) a participar en la investigación “Premisas familiares


en proceso terapéutico de una adolescente con autoagresiones: Estudio de
caso en el sistema público de salud chileno”.

Su objetivo es describir las características de las premisas familiares


relacionadas con autoagresiones en procesos terapéuticos de adolescentes con
autoagresiones. Usted ha sido seleccionado(a) porque es parte de un proceso
terapéutico que permite evaluar los aspectos a estudiar.
La investigadora responsable de este estudio es Mª Francisca Vergara Aguilar,
de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.

Para decidir participar en esta investigación, es importante que considere la


siguiente información. Siéntase libre de preguntar cualquier asunto que no le
quede claro:

Participación: Su participación consistirá en ser parte del proceso terapéutico y


permitir el registro de manera escrita durante éste. Para facilitar el análisis, alguna
57

de las sesiones puede ser grabada en audio. En cualquier caso, usted podrá
interrumpir la grabación en cualquier momento, y retomarla cuando quiera.

Riesgos: Esta investigación no supone ningún riesgo.

Beneficios: Usted no recibirá ningún beneficio directo, ni recompensa alguna, por


participar en este estudio. No obstante, su participación permitirá generar
información para poder ampliar el conocimiento que existe respecto a los procesos
psicoterapéuticos en casos de autoagresiones.

Voluntariedad: Su participación es absolutamente voluntaria. Usted tendrá la


libertad de contestar las preguntas que desee, como también de detener su
participación en cualquier momento que lo desee. Esto no implicará ningún
perjuicio para usted.

Confidencialidad: Todas sus opiniones serán confidenciales, y mantenidas en


estricta reserva. En las presentaciones y publicaciones de esta investigación, su
nombre no aparecerá asociado a ninguna opinión particular. Estos datos serán
utilizados solo por la investigadora y solo en el transcurso de esta investigación.

Conocimiento de los resultados: Usted tiene derecho a conocer los resultados


de esta investigación. Para ello, se entregará un resumen de los resultados de
ésta.

Datos de contacto: Si requiere mayor información, o comunicarse por cualquier


motivo relacionado con esta investigación, puede contactar a la Investigadora
Responsable de este estudio:

Mª Francisca Vergara Aguilar


Teléfonos: 226124107
Dirección: Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Av. Ignacio
Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago.
58

II. FORMULARIO DE CONSENTIMIENTO INFORMADO

Yo, ……………………..………………………………………………..…., acepto


participar en el estudio “Premisas familiares en proceso terapéutico de una
adolescente con autoagresiones: Estudio de caso en el sistema público de
salud chileno”.

Declaro que he leído (o se me ha leído) y (he) comprendido, las condiciones


de mi participación en este estudio. He tenido la oportunidad de hacer preguntas y
estas han sido respondidas. No tengo dudas al respecto.

___________________________ ____________________________

Firma Participante Firma Investigadora Responsable

Lugar y Fecha: _________________________________________

Este documento se firma en dos ejemplares, quedando una copia en cada parte.
59

DOCUMENTO DE ASENTIMIENTO INFORMADO

“Premisas familiares en proceso terapéutico de una adolescente con


autoagresiones: Estudio de caso en el sistema público de salud chileno”

I. INFORMACIÓN

Has sido invitado(a) a participar en la investigación “Premisas familiares


en proceso terapéutico de una adolescente con autoagresiones: Estudio de
caso en el sistema público de salud chileno”.

Su objetivo es describir las características de las premisas familiares


relacionadas con autoagresiones en un proceso terapéutico de adolescente con
autoagresiones. Tú has sido seleccionado(a) porque eres parte de un proceso
terapéutico que permite evaluar los aspectos a estudiar.

La investigadora responsable de este estudio es Mª Francisca Vergara


Aguilar, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.
Para decidir participar en esta investigación, es importante que consideres la
siguiente información. Siéntete libre de preguntar cualquier asunto que no te
quede claro:

Participación: Tu participación consistirá en ser parte del proceso terapéutico y


permitir el registro de manera escrita durante éste. Para facilitar el análisis, alguna
de las sesiones puede ser grabada en audio. En cualquier caso, usted podrá
interrumpir la grabación en cualquier momento, y retomarla cuando quiera.

Riesgos: Esta investigación no supone ningún riesgo.


60

Beneficios: Tú no recibirás ningún beneficio directo por participar en este estudio.


Sin embargo, tu participación permitirá generar información para poder ampliar el
conocimiento que existe respecto a los procesos psicoterapéuticos en casos de
autoagresiones.

Voluntariedad: Tu padre o madre conoce esta investigación y ha autorizado tu


participación. Sin embargo, sólo participarás si quieres hacerlo. Además, tendrás
la libertad de contestar las preguntas que desees, como también de detener tu
participación en cualquier momento. Esto no implicará ningún perjuicio para ti.

Confidencialidad: Todas tus opiniones serán confidenciales, y mantenidas en


reserva. En las presentaciones y publicaciones de esta investigación, tu nombre
no aparecerá asociado a ninguna opinión particular. Estos datos serán utilizados
solo por la investigadora y solo en el transcurso de esta investigación.

Conocimiento de los resultados: Tienes derecho a conocer los resultados de


esta investigación. Para ello, se entregará un resumen de los resultados de ésta.

Datos de contacto: Si requieres mayor información, o comunicarte por cualquier


motivo relacionado con esta investigación, puedes contactar a la Investigadora
Responsable de este estudio:

Mª Francisca Vergara Aguilar


Teléfonos: 226124107
Dirección: Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Av. Ignacio
Carrera Pinto
1045, Ñuñoa, Santiago.
61

II. FORMULARIO DE ASENTIMIENTO INFORMADO

Yo, ……………………..………………………………………………..…., acepto


participar en el estudio “Premisas familiares en proceso terapéutico de una
adolescente con autoagresiones: Estudio de caso en el sistema público de
salud chileno”.

Declaro que he leído (o se me ha leído) y he comprendido las condiciones


de mi participación en este estudio. He tenido la oportunidad de hacer preguntas y
han sido respondidas. No tengo dudas al respecto.

___________________________ ________________________________
Firma Participante Firma Investigadora Responsable

Lugar y fecha: _________________________________________

Este documento se firma en dos ejemplares, quedando una copia en cada parte.
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Anexo 2

Sesión N°15.

Fecha: 4/7/2017
Asisten a sesión: Samanta (S), su Madre (M) y Terapeuta (T)

T: Ya, chiquillas. Entonces, hoy día yo tengo interés en que conversemos de tres
aspectos en particular, ¿ya? Porque han pasado muchas cosas en este proceso,
han habido momentos malos, tristes, ¿no es cierto? Han habido momentos de
rabia también, mucha rabia. Ha habido momentos muy felices también.

M: Sí.

T: Ha habido de todo. Entonces, a mí me gustaría que conversáramos de varias


áreas en particular. Por ejemplo, un área que creo que es muy importante de
conversar es el área de la comunicación, ¿ya? Como la comunicación en la
familia, por ejemplo. ¿ya? Y si pudiéramos pensar en una trayectoria, ¿ya? Como
una historia, así como si uno contara un cuento de un antes, un durante y un
después, por decirlo así, ¿ya?

S: El inicio, el desarrollo y el final.

T: Exacto, el inicio, el desarrollo y el final. Se nota que la señorita ha estado


estudiando, está conectada con el colegio. Más o menos, pero una conexión, por
lo menos. Si ustedes pueden, en sus palabras, en lo que ustedes han visto de
ustedes mismas o de las personas que son parte de las personas que ustedes
quieren, ¿no es cierto? Que son sus familiares, poder describir la comunicación un
poquito antes de llegar acá, de empezar el proceso terapéutico, a través del
proceso y quizás ahora o para el futuro, las cosas que quedan. Algo que tenga
63

que ver con la comunicación entre ustedes, la propia, la forma de comunicar


propia, la forma de comunicar de los otros.

S: Yo no quiero empezar, que empiece ella.

M: Bueno, yo creo que es fundamental la comunicación porque uno quisiera, no sé


po‟, a ver, con pocas palabras decir: “hija, pucha, yo te amo”, y que ella
comprenda que pese a cualquier situación que ella esté complicada, uno siempre
va a estar con ella y que ella lo entienda así. Pero ella, en muchas ocasiones, ella
se ha encerrado en su mundo y no ha querido que nadie penetre en el mundo de
ella. Y uno, yo, en mi caso particular, he procurado siempre que ella sienta que yo
estoy con ella y trato por todos los medios de entrar en ese abismo. porque yo
encuentro que siempre ella ha estado en un abismo, y yo en muchas ocasiones he
querido sacarla de ese abismo y ella no me lo ha permitido. Pero yo creo que aquí
en este lugar, en este hospital, digamos, he aprendido, hemos aprendido paso a
paso y nos ha costado en muchas ocasiones. A mí principalmente, porque me
cuesta mucho entender que ella se encierre tanto en ese abismo. Entonces, ya,
doy un paso atrás, me doy unas vueltas en la casa, me quedo tranquila un rato y
después vuelvo donde ella nuevamente y trato de entrar en ese mundo de ella. Y
en ocasiones, en muchas ocasiones procuro, la saco de ese abismo.

T: Ha podido entrar, parece.

M: Claro, he podido entrar. Entonces…

T: Es un abismo más accesible ahora, parece.

M: Claro, claro, porque ya sé que si le permito un momento de silencio, un


momento de estar sola, ella me va a permitir entrar en su mundo. Porque así lo he
64

podido, a través del tiempo, de esta instancia que hemos estado acá, lo he podido
aprender y ya yo, como le digo, me doy unas vueltas. Ya, si ella, de repente, toma
su…

S: El karaoke.

M: El karaoke, se va a su pieza y lo pone a todo el volumen. ya, yo la dejo unas


cuantas canciones y después voy nuevamente y: “ya, hija, vamos. ¿hagamos tal
cosa?”, y lo he podido, lo he podido lograr. Porque antes no, porque antes era
impenetrable. Pero ahora yo sé que lo puedo y la empiezo a mimar, que le
empiezo a tocar las piernas, que le empiezo a hacer cosquillas y le empiezo a
hablar cualquier cosa y la he logrado sacar.

T: Pero parece que hay momentos y momentos, momentos que son para eso y
otros momentos que son para tomar un poquito de distancia. ¿Qué te parece a ti
lo que dice tu, la señora Elizabeth, tu mamá? ¿Lo ves parecido? Esto que dice ella
del abismo, de los momentos en cómo ella se aproximaba antes, que parece que
siempre se aproximaba y ahora dice que parece que en este camino a veces se
aproxima, a veces se aleja y eso, las dos cosas son igual de útiles, parece. Ya,
¿qué opinas tú?

S: No sé.

T: ¿O cómo has visto tú a tu mamá? Porque ella habló de cómo te veía a ti.
Quizás tú, en este periodo, también la has visto a ella en esto mismo que ella
cuenta, de acercarse, de alejarse, del abismo o no abismo.

S: Bueno, es que, no sé. Ay, ya. No sé qué decir.


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T: No sé pu‟, quizás cómo te sientes con lo que dice tu mamá del abismo, por
ejemplo. ¿Qué opinas de ese concepto del abismo?

S: No sé. Que no es tan así.

T: Ya…

S: Pero es como un momento de estar sola.

T: Un momento de soledad.

S: Sí.

T: Ya. ¿Pudo en algún momento ser así tan malo como un abismo para ti? ¿Como
tan así, tan alejado de la gente, del cariño, de la ayuda?

S: Sí.

T: O sea, en algún momento parece que tu mamá vio bien.

S: Sí, porque a veces cerraba los ojos y sentía como que me caía, así.

T: O sea, algo había como de esa sensación de abismo que tu mamá lograba,
lograba percibir.

S: Sí.

T: Y qué bonito eso, porque, en el fondo, a veces sin comunicarse con palabras,
pensando en esto que yo les pregunto de la comunicación, sin comunicarse con
66

palabras, tú comunicabas algo, con tu lejanía quizás, con este intento de soledad,
y la mamá también sin palabras percibía eso.

M: Sí, yo, con un gesto, con una mirada, con una actitud, yo me doy cuenta
inmediatamente que a ella le está pasando algo. Yo le digo: “yo te di el ser y yo sé
que es así, yo sé que tú estás pasando por algo”. Entonces, yo me doy cuenta y
trato de animarla, trato de estimularla, de decirle que yo estoy aquí, que yo estoy
para apoyarla ante cualquier situación.

T: Y este, Samanta, este abismo o soledad, entre comillas, que la mamá lo llamó
abismo, tú lo llamaste más soledad, pero es como una combinación, ¿tiene,
entonces, algún aspecto positivo para ti?

S: Sí.

T: ¿De qué manera tiene un aspecto positivo?

S: Como de relajo siempre.

T: De relajo, ya, como de calma, de empezar a calmarte.

S: Sí.

T: Usted ve también que esa soledad a veces, no siempre, obviamente que hay
momentos y momentos, pero ¿podría tener algún aspecto positivo también?

M: Claro, porque ella, de repente, en momentos como de rabia, como de


frustración, ella se aísla.
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T: Claro.

M: Por eso, como le digo, yo permito que ella esté un rato en ese abismo, en esa
instancia de que ella requiere esa soledad, como para tomar fuerza y salir a flote.
Y yo la saco, la saco de ese abismo con cualquier situación, que el perro, que
“vamos adonde tu tía”, que “vamos a comprar”, que “hagamos esto, hagamos esto
otro”, y yo logro sacarla.

T: A mí me gusta igual esa combinación de que hay momentos para sacar del
abismo o de la soledad, pero hay momentos también para permitir la soledad,
¿ya? Yo creo que es importante y eso ha sido importante para Samanta para
sentirse también ella más capaz de contener, de pensar, de reflexionar sobre sí
misma. Yo creo que la combinación de la compañía, pero también la combinación
de tiempo para poder pensarse a sí misma ha generado esta doble comunicación,
de cierta manera, ¿ya? ¿Hay alguna persona en la familia que también se
comunique parecido? En el fondo, con gestos, no necesariamente con palabras,
¿o hay algo especial de los otros miembros de la familia también que podría verse
reflejado en esto?

M: No, yo creo que no, que yo soy… No sé, no sé si seré demasiado, podría ser
vanidosa, a lo mejor, pero yo creo que es la única que ha logrado captar todas
esas situaciones, de verdad. Porque yo puedo salir un momento y vuelvo y me he
dado cuenta que ella ha hecho algo negativo hacia su persona. Y nadie más,
porque mi esposo, él está en su mundo, mi hijo viene. Entonces, yo considero que
soy la única.

T: Y cuando a usted, por ejemplo, cuando a usted le pasa algo, cuando usted
quiere comunicar algo, ¿le ha pasado como a la Samanta que ha necesitado usted
68

también estar sola de momento? ¿Ha tenido esos momentos de soledad para
usted también? Como…

M: No.

T: Cuando le pasa algo, cuando siente algo en particular, ¿cómo lo comunica?

M: No, yo, yo lloro, yo lloro mucho. Pero lo hago a escondidas igual. O de repente,
la Samanta me ve y me dice: “ya, mamá, ya, si ya va a pasar”. Y yo respiro
profundo y digo: “ya, hasta aquí no más”. Pero procuro sí, cuando estoy sola,
cuando nadie me vea a mi alrededor, o sea, cuando nadie esté cerca de mí,
procuro llorar, pensar todo lo que me está sucediendo. Y ya, digo: “ya basta”. Pero
eso me ayuda a mí también a salir a flote, en el desahogarme de alguna manera.

T: Claro. También tiene sus pausas...

M: Claro.

T: …llanto. Claro, la Samanta tiene su pausa en la soledad, usted tiene su pausa


en el llanto, que el llanto a veces también es sola, como que ahí se parece un
poquito a esa pausa, como a necesitar un momento para uno mismo. Y en esto
mismo de la comunicación, Samanta, ¿tú crees que hay algo en tu casa que sea
particularmente difícil de hablar? Que no se pueda decir porque: “esto es como
una cuestión que no se puede decir en la casa”, o en la familia. ¿Qué crees tú?
Hay algún tema o alguna situación, algo que sea como esta es el área secreta, por
decirlo así, más complicada.

S: Lo de mi abuelo.
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T: Lo de tu abuelo, ya, eso es como --

S: Es que mi hermano no lo sabe, entonces tenemos que hablar…

T: Ya.

M: Es que nosotros, por el hecho de no provocar más problemas en la familia --

T: Complicaciones, claro.

M: Entonces, a él lo hemos mantenido como al margen.

T: Ya. Sí, porque él ha estado también delicado de salud.

M: Claro.

T: En ese sentido.

M: Entonces no queremos dañarlo más.

T: Y en general, les ha pasado con otro tipo de cosas, otras situaciones en que
también, como que “mejor se guarda el secreto por aquí”, o entre estos dos
miembros de la familia, los otros mejor que no sepan. ¿Les pasa eso también con
otros temas a veces?

S: Sí. No sé.

M: Sí.
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T: ¿Sí? ¿Les ha pasado?

M: Sí. No es que… O sea, temas, de repente, con mi esposo…

T: ¿Ya?

M: Hay cosas que en este minuto tratamos de mantener en secreto.

T: Ya, como cosas de pareja, por decirlo así.

M: Sí, otros problemas igual.

T: Ya.

M: Entonces tratamos de que, ellos tampoco involucrarlos en eso.

T: Claro, y me imagino que la Samanta también tiene sus cosas propias que
tampoco le anda contando a todos.

S: Yo no tengo nada, yo. Yo soy libre no más.

T: Ella.

S: Yo soy pájaro.

T: Claro, es parte de la adolescencia, ¿no es cierto? Y que me parece muy bueno


que seas libre. Y también me imagino que tienes cosas de adolescente que son
tuyas propias. Uno no le anda contando todo a los papás cuando es adolescente,
¿no es cierto? ¿Todo lo que piensa y todo lo que siente?
71

S: Ah, bueno, eso no.

T: Claro.

S: ¡Claro que no!

T: Hay temas y temas, ¿cierto?

M: Sí.

T: Ahora, ustedes si ven algo de antes y algo de ahora de la comunicación, en


relación al proceso, ¿han visto algo en particular que se haya modificado, que
hayan podido comunicar distinto? No sé po‟, alguna cosa que noten un poquito
distinta en relación a la comunicación.

M: No po‟, ahora la Samanta igual trata de comunicar un poco más lo que ella
siente. Antes no, porque antes era su mundo y nadie podía penetrar en ese
mundo. Pero ahora ella trata de hablar un poco más de lo que le está pasando y
no solamente conmigo, sino que lo habla con sus tías, que igual le dan mucha
confianza y la estimulan a que hable para que así ella se sienta más aliviada, en
realidad.

T: Oye, ¿y resulta eso, Samanta? ¿O es creencia de tus tías, no más? Eso de que
cuando uno habla un poquito, no todo todo, pero conversa un poco más, comunica
un poco más…

S: Sí.
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T: ¿Sí? Como que se va sintiendo más acogida, más acompañada.

S: Sí.

T: Te has sentido más comprendida.

S: O sea, es que igual como que, no sé, por ejemplo, el sábado salimos. Fuimos
donde mi tía Rosa* porque estaba de cumpleaños una prima.

T: ¿Ya?

S: Y fue como, o sea, es que, no es que no quisiera estar ahí, es que no me sentía
parte de eso. Me sentía fuera de eso.

M: Se aísla y ahí uno tiene que estar, yo le decía: “¿la pasa algo, hija?”.

T: ¿Qué es lo que pasaba que no te sentías parte? ¿Algo en particular era o era
como que no compartes tanto con esas personas? Que no hay tanta confianza
quizás como hay, por ejemplo, con tu papá, con tu mamá, no sé.

S: No, no sé, en realidad. Pero como…

T: Era un poco raro, como, buena onda esta ahí, pero no como para compartir así
mucho, contar de todo.

S: No.

T: Ya. Y usted, ¿qué cree? ¿Por qué será que antes la Samanta necesitaba…
Porque, si bien ahora, en el fondo, todos los adolescentes necesitan un espacio
73

para ellos, ¿ya? Eso es súper habitual de la adolescencia, ¿no es cierto? Como de
encontrar un espacio para uno mismo porque uno mismo también está
pensándose, como empezar a adquirir su propia personalidad, las cosas que le
gustan, ¿no es cierto? Las que no. ¿Por qué cree usted que antes la Samanta
había cosas que no podía decir?

M: Por no lastimar, por no provocar más problemas. Pero ella ha aprendido, ha


aprendido gracias a usted, en el fondo, que ella tiene que conversar lo que le
molesta o lo que le duele o lo que le está lastimado a ella, entonces tiene que
expresarlo de alguna manera. Entonces, yo creo que ha aprendido de alguna
forma a expresar lo que ella siente. Quizás no 100 %, porque yo creo que nadie lo
hace 100 %.

T: Claro, y tampoco es sano mostrar todo todo lo que uno siente. Nadie anda por
el mundo: “oye, ¡yo me ando sintiendo súper mal por si acaso! ¡Que todos sepan,
me siento muy mal!”. Claro, hay un límite, ¿no es cierto? De eso. En la caricatura,
hice la caricatura, pero nadie muestra todo el tiempo lo que siente, pero, por lo
menos, mostrarlo y que no sea castigado. A veces las personas dicen, ven a
alguien llorando, “no, no, no llore, no llore”, no sé qué. Y es como, oye, pero hay
que tener un espacio para llorar también, ¿no es cierto? Así como usted dice: “voy
a llorar a escondidas”. Bueno, sí, puede llorar a escondidas si le es cómodo.
También puede llorar acompañada si la Samanta quiere o la Samanta puede llorar
con usted. Así como uno comparte la alegría, ¿no es cierto? Cuando está con
otras personas que quiere, también uno puede compartir la rabia. O sea, la rabia
en sí misma no es mala, ¿ya? Y eso como que yo quiero, algo que quede dando
vueltas, ¿no es cierto? Que es un poco algo que hemos ido conversando en otros
momentos. Es súper comprensible que usted haya tenido rabia después de las
cosas que han ido pasando en la historia familiar, en las situaciones que han
vivido. Es supernormal que la Samanta haya y tenga mucha rabia, con algunas
74

cosas, en algunas situaciones. Es poder expresar esa rabia de una manera que no
nos haga daño a nosotros mismos, ¿ya? Tener un espacio para y ese espacio es
difícil de crear a veces, porque la rabia no es algo muy aceptado. La gente la mira
así como: “anda rabiosa, ¡uy! Anda con la regla”, para mujeres, “anda con la
regla”. Hay una serie de prejuicios en relación a la rabia, sobre todo para las
mujeres. A veces las mujeres no tenemos la posibilidad de decir que estamos
enrabiadas porque al tiro: “no, andai con la regla. No, no se qué”.

M: “Andai en tus días”.

T: “Le falta”, “andai en tus días”, “te falta tu marido”…

M: Claro.

T: “Te falta pololo”, así, ¿no es cierto? Y no, como que en el fondo --

S: ¡Lo que no me falta a mí!*

T: Pero nos caricaturizan, en el fondo, sin permitirnos… A veces un hombre si


echa un garabato o no sé qué, “bueno, es hombre”, ¿no es cierto? Y las mujeres,
bueno, nosotras podemos tener rabia también. Y permitirnos la rabia, no como
algo horrible, “¡No! Que se me pase la rabia”. Bueno, tener un espacio, que no sea
una rabia desbordada que rompa toda la casa, pero que se pueda tener rabia, que
se pueda poner en un dibujo, en una poesía, que se pueda conversar a veces, que
se pueda, no sé, gritar si hay que cantarla o gritarla, pero eventualmente que no
se vuelva en contra de nosotros, ¿no es cierto? Y ahí quiero pasar a otro tema,
porque fuimos avanzando de la comunicación a la expresión de las emociones
más, ¿no es cierto? Primero era comunicar, como de qué digo, qué no digo, un
espacio para mí sola, las cosas que no digo porque uno no lo dice todo, pero
75

llegamos a la parte de la expresión emocional básicamente y cómo regular esa


expresión. Parece que a veces nos cuesta más regularnos y no regulamos muy
bien los afectos y se nos salen. Se nos salen en una crisis de rabia, en golpes, por
ejemplo, como les pasaba a ustedes, en violencia, en palabras malas, negativas,
en violencia física. ¿Qué piensan de esa regulación emocional? Como esa parte
de regular los afectos, las emociones. ¿Cómo ven antes a ustedes mismas? O
cómo ven a la familia, respecto a cómo ha ido pasando el tiempo, ¿o qué esperan
para el futuro también en esa área?

M: Eh…

S: Eh…

T: Es que es difícil porque es ponerse igual en algo que es muy abstracto, que es
como, en el fondo, la expresión de las emociones. A mí me da la sensación de
que, yo, si ustedes me preguntan a mí, yo podría poner un primer momento
cuando yo las conocí que era muy caótico.

M: Demasiado.

T: Como que había mucha expresión de emociones, pero, en el fondo, la rabia que
es súper comprensible o el enojo estaba súper desbordado. Y en el fondo, para
poder tener una diferencia con alguien, la única manera de comunicar esa
diferencia, de expresarla, era la violencia. No había otra alternativa, como: “ah,
tengo una diferencia con este”, y pum, violencia. No había como un punto medio,
como decir: “tengo una diferencia contigo, de esto no estoy de acuerdo, de esto sí
estoy de acuerdo”, o “ya, me amurro y me quedo solo ya”, o etc. ¿Me entienden?
Como que, no sé piensan ustedes, cómo lo ven.
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M: Conversar, no, yo creo que conversar, yo creo que es la clave y buscar


alternativas, buscar alternativas. Ya, si tengo rabia, ya: “Samanta”… Yo a ella le
digo: “cuenta hasta 10. Si es necesario, cuenta hasta 20”. Si es necesario.

T: Y ahí siguió contando la Samanta.

S: Sí po‟.

M: Pero no, si igual uno… Yo trato, cuando ella se pone demasiado violenta, yo
también respiro. Me doy mi tiempo y vuelvo nuevamente como al ataque, por así
decirlo, a conversarlo.

T: Y cuando a usted le pasa, cuando usted se desregula, por ejemplo, como que
se le pasa la mano o empieza también con la violencia usted, en el fondo, hacia
otros, hacia su marido, hacia Samanta, etcétera, no sé…

M: Yo, yo ahora…

T: O en ese momento, ¿siente algo? ¿Al principio sentía una cosa y ahora siente
otra? ¿O trata, no sé?

M: No, trato mucho de, de calmarme, respirar igual y ahora he dicho: “debo cerrar
la boca”. Trato así como de, ya cuando me siento demasiado con rabia, digo: “no”.
Digo: “señor, por favor, cierra mi boca”. Porque no quiero, no quiero lastimar y no
quiero lastimarme más yo.

T: ¿Y antes cómo era? Si usted lo compara un poquito con antes.


77

M: No, antes yo decía todo lo que tenía que decir y hasta, de repente, con
violencia.

T: ¿Física, en el fondo?

M: Física. Entonces, ahora, este último tiempo, le pido a dios, porque yo soy muy
creyente, le pido a dios que cierre mi boca y que me dé la fuerza para tratar de
calmarme y buscar otros medios. Entonces creo que lo he logrado. Ayer me
desbordé un poquito porque igual se portó un poco mal ella…

T: Hay momentos y momentos, ¿no es cierto?

M: Por eso. Pero, como le digo, ya uno --

T: Pero está el esfuerzo, en el fondo. Está el esfuerzo.

M: Está el esfuerzo.

T: Antes como que no pasaba por el pensamiento. De ahí yo siento que pasa por
racionalizarlo, por pensarlo. Tú, Samanta, ¿qué piensas? ¿Cómo te veías antes?
¿Regulando alguna emoción? ¿Se te salían las emociones? ¿Se te escapan
todavía? ¿Las andai persiguiendo?

S: ¡Sí!

T: Hasta qué punto, ¿hay un antes y un después, un poco, aunque sea? ¿O hay
una meta más a futuro? ¿Cómo lo ves tú? Tu mamá dice que ella piensa en esto
de pensar las cosas y cerrar la boca un poco, no sé qué. Quizás para ti es un poco
diferente, no sé.
78

S: Yo digo: “lo mando todo a la mierda”, y pongo música a todo volumen. Eso.

T: Esa es tu manera de regular.

S: Sí. Empiezo a cantar, con gritos.

T: Ya, como que te hai empezado… Tu mamá es como a través del silencio y tú
eres a través como de la música. Me da la sensación como de que está ahí como,
ya, muda muda y también que da un tiempo para pensar, ¿no es cierto? Tú era
como conectarte con la música y desconectarte de eso otro…

S: Sí.

T: De lo que estai sintiendo. Ya. Antes, ¿cómo era?

S: Casi igual.

T: Cuando llegaba una emoción muy fuerte.

S: Casi igual.

T: Sí, pero habían otras cosas que pasaban también. Cuando llegaba una
emoción demasiado fuerte, ¿qué pasaba antes?

S: No me podía controlar.

T: No la podías controlar, ¿y qué terminabas haciendo, por ejemplo, para


descargar esa emoción?
79

S: No sé, haberme cortado, tomado pastillas para…

T: Por ejemplo. Y yo, un poco hemos ido como conversando, ¿no es cierto? Vas a
volver a sentirte enrabiada o como: “¡Oh! Esto me superó”, porque es normal en la
vida sentir eso.

S: Sí.

T: Imagínate, tu mamá es bastante más grande que tú, es tu mamá, mal que mal,
es abuela, y también tiene sus momentos en que no logra mantener el control,
dice: “¡Ay! Esto se me va a escapar”. Cada una, tú te conectas a la música, ella se
conecta a su propio silencio, ¿no es cierto? Pero no es algo que te va a dejar de
pasar, a eso voy. Y yo tampoco lo miraría como malo, porque a veces uno, lo
mismo que hablábamos de la rabia antes. Uno mira el momento de descontento
con algo o de frustración con algo, ¿cierto? Una emoción que nos invade como
que fuera negativo porque siempre uno tiene que sentirse bien. ¡Y es muy falso
eso! ¿No es cierto?

M: Sí, nadie lo hace.

T: ¡Es muy falso! Va a haber situaciones que nos descontrolen, va a haber


situaciones que nos superen, que nos den ganas de mandar a todos a la punta del
cerro y decir no sé qué y pegarle a alguien y cortarme de nuevo y tomarme
pastillas, o sea, ganas de cosas que me hacen --

M: Nos dañan.
80

T: Que nos dañan. Entonces, las ganas de descargar eso tienen todo el derecho a
tenerlas, ¿ya? En el fondo, no se sientan mal porque en un momento se
descontrolan, entre comillas.

M: Pero sí hay que aprender a tener el control.

T: Exacto, exacto, ir aprendiendo a llegar a ese lugar, a acercarte a la música, por


ejemplo, tú te has acercado más también a lo reflexivo. Primero, evitar un poco, en
el momento correcto, uno no puede pensar, a veces. Entonces solo el silencio y la
música, conectarte con otra cosa, y quizás después sí lo vas a poder pensar, ¿no
es cierto? Quizás sí después usted va a encontrar otra palabra y no ese insulto
que pensó en ese momento, que era lo que nacía. Quizá en un tiempo después o
al otro día va a decir: “mira, en realidad, sí, era como para ver el puro insulto
desde lo que sentí, pero quizás lo puedo decir así, así y así”, o “sabes que sentí
tanta rabia en ese momento y ahora no lo encuentro tan importante”. Quizás ahí
quedó. Hay conflictos y conflictos, a veces son tonteras, entre comillas, o una
cuestión muy pasajera, pero a veces esas cosas que nos descontrolan son cosas
muy importantes para nosotros. A veces eso que nos descontrola es porque de
verdad nos sentimos muy pasadas a llevar por alguien que queremos y que
queremos profundamente, y eso duele muchísimo y a veces eso no se puede
enfrentar ni al día siguiente ni a los dos días ni al mes. Queda ahí todavía y vuelve
a aparecer ante un conflicto: “¡Ah! ¡El descontrol! ¡Qué rabia! ¡Qué pena!”, todo,
porque cómo es posible que alguien, una persona o alguien que significa tanto
para mí…

M: Nos dañe.

T: …me esté contrariando tanto, ¿ya? Quizás esa persona no lo hace a propósito,
hay muchas posibilidades. Pero lo que nos está haciendo mal, nos está haciendo
81

mal. No hay que desconocer eso. Eso puede volver a pasar, puede seguir
pasando en las relaciones que tienen ahora, en futuras relaciones, etc. Pero poder
tomarlo y dejarlo en algún lugar, ¿ya? Han tenido, han visto herramientas, han
pensado en tomar distancia, tener tiempo, conectarse con la música, volver a
pensarlo. Pero no quiero que se sientan mal por sentirse mal, eso es lo que quiero
transmitir. Porque hay gente que se vuelve a sentir mal y dice: “¡Pucha! Todo lo
que viví y ahora me vuelvo a sentir mal”. Oye, si está bien sentirse mal, aceptar
eso, ¿ya? Pero que --

S: La vida no es un cuento de hadas.

T: Exacto, no es un cuento de hadas, ¿no es cierto? Yo creo que las dos lo han
aprendido muy tempranamente ustedes en su propia historia familiar, en sus
propias dificultades, tú en tu propia vida, en tus propias dificultades desde
temprana edad, en el fondo, siendo adolescente, ¿no es cierto? Siendo niña y eso
no tiene algo negativo per se, sino que es… Que no se vuelva contra nosotros,
que se vuelva un aprendizaje para decir “ya, la próxima vez me va a volver a
pasar, me va a volver a venir esa sensación horrible, pero voy a decir ya, no va a
terminar en un combo”, ¿no es cierto? Porque a veces puede terminar en un
combo y al final ustedes se han dado cuenta cómo el combo nos vuelve a la
violencia y nos vuelve, como que nunca termina, nunca termina. Y el parar a
veces, nos tenemos que aguantar en ese momento, no es anular ese pensamiento
o ese sentimiento, ¿ya? Quizás ese no es el momento para poder pensarlo. Como
le pasó a la Samanta, que hubo muchos momentos de cortes, de intoxicaciones
con medicamentos, no era el momento para poder hablar de lo que había vivido.
No era el momento, no estaba preparada todavía. Quizá ella sentía que no estaba
su mamá preparada para escuchar eso, algo duro, etc., o la familia, para
enfrentarlo. No fue el momento y después hubo otro momento para hablar, para
decir la verdad, etc. Y de a poco han habido otros momentos para decir otras
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cosas, ¿ya? Nadie dice que esas sensaciones de pena, de tristeza que han vivido,
no van a volver. Van a volver a aparecer, pero van a tener otra mirada para poder
enfrentarlas, de cierta manera. ¿Ya? Es como una mirada nueva de algo que ya
es conocido, que no se nos desborde, que no se nos escape por los poros, por
decirlo así. Yo también veo esa trayectoria en ustedes, hay un camino. Ahora, el
camino no se termina acá. El camino sigue porque quizás ahora no van a estar
todas las semanas en terapia, pero ya tienen ciertas herramientas para manejar
eso y verlo distinto la próxima vez, ¿no es cierto?

M: Sí.

T: Otra cosa que yo creo que es importante y que no hemos hablado tanto es lo
que tiene que ver con relación al cuerpo, ¿ya? Yo creo que parte de las cosas que
tienen que ver con el cuerpo fue lo que permitió que Samanta estuviera acá y que
nosotros nos conociéramos y que tuviéramos este proceso de pensar estas cosas
en conjunto, ¿ya? Si el cuerpo de la Samanta no hubiera hablado, a través de,
primero, adelgazar, tener estas conductas que tenían que ver con la restricción de
los alimentos, ¿no es cierto? Si no hubieran aparecido los cortes, las heridas, hay
cosas que no hubieran podido ser destapadas. A veces uno ve eso como algo
negativo, ¿no es cierto? Porque, pucha, se cortó, pucha, comía menos, adelgazó
en ese tiempo. Pero fue el cuerpo un poco el que habló…

M: Para decir lo que le estaba pasando.

T: …y permitió abrir lo que estaba pasando, ¿ya? A mí me gustaría ver, nosotros


hemos hablado un poquito con la Samanta respecto al cuerpo, con usted no tan
directamente, con ella, sí, ¿no es cierto? A cómo se considera ella, las cosas con
las que se identifica, ¿no es cierto? No sé si hay una relación particular en la
familia o de usted, por ejemplo, con el cuerpo, con la manera de cuidarlo, con la
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forma en cómo expresar cosas a través del cuerpo, cómo uno debería, ver cómo
debería verse el cuerpo. Hay muchos prejuicios en nuestra sociedad de cómo
tiene que verse el cuerpo de una mujer…

M: Sí.

T: ¿No es cierto?

M: Demasiado.

T: Demasiado.

M: Tiene que ser demasiado, o sea, como súper esbelta para verse bien para los
demás, porque ni siquiera para uno. Uno tiene que hacer cosas para los demás…

T: Claro.

M: …porque vivimos en una sociedad demasiado prejuiciosa.

T: Exacto, vivimos en una sociedad muy prejuiciosa. ¿Qué opinas tú, Samanta,
como de ese tema? ¿También como tu mamá?

S: También, sí.

T: ¿Tú crees que tu generación, por ejemplo, hay algo especial con eso del cuerpo
igual?

S: Es que a nosotros no nos importa qué piensen de nosotros.


84

T: Como que ha ido cambiando un poco eso.

S: Sí.

T: Antes era como la señorita con la faldita, con no sé qué, con los aritos…

M: Sí.

T: …y como que parece que el cuerpo ahora tiene otros usos.

S: Bueno, a mí igual me parece mal, o sea, es como un prejuicio igual…

T: Ya.

S: …que, por ejemplo, algunas niñas ocupen pantalones hasta aquí, no sé, que
muestren mucho su cuerpo, no sé.

T: Ya, eso no te gusta.

S: A mí me parece mal porque son niñas po‟…

T: Ya.

S: …y hay niñas pequeñas que andan ocupando cosas que no son para ellas.

T: Claro. Como que también hay un límite, como que demasiado mostrar el cuerpo
tampoco sería como lo bueno.

S: Sí.
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T: Y para ustedes en la familia, ¿hay alguna relación particular con el cuerpo? Por
ejemplo, que el cuerpo tiene que verse de alguna forma, que el cuerpo muestra
cosas, dice cosas. Porque en el fondo, un primer momento, lo que llamó la
atención harto de Samanta no era, no se sabía mucho, pero lo primero que llamó
la atención lo quiso consultar al principio, ni siquiera acá, al COSAM, por ejemplo,
fue el cuerpo.

M: Claro, porque ella empezó a, bueno, lo primero que empezó con unos
pequeños cortes, después empezó a no querer comer, a vomitar lo que ingería.
Entonces eso fue preocupante para mí.

T: Claro, como que el cuerpo habló.

M: Algo así.

T: Samanta, ¿y tú ves en tu familia como alguna relación especial con el cuerpo?


Que alguien hable de eso, que tenga algún prejuicio o que, como que, no cuide su
cuerpo o sí lo cuide, o la imagen.

S: La mayoría de mis tías se cuidan bien su imagen, les gusta ser limpias.

M: Vestirse* bien.

T: ¿Y algo como en relación a la delgadez, por ejemplo? O cuán gordito hay que
ser, cuán flaquita hay que ser, si es distinto para el hombre o para la mujer.

M: No.
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S: No, de hecho, la mayoría son como gruesos.

M: Sí, son como --

T: Como que hay que ser más gruesecito.

M: En realidad --

T: O sea, pero no demasiado flaca.

M: Claro.

T: Como que no estaría muy bien.

M: Cuidarse, pero hasta por ahí no más.

T: Ya.

M: También darse sus gustos.

T: A mí me da la impresión, no sé si estoy en lo correcto, pero en un momento lo


hablamos con Samanta, que parece que en la familia de ustedes ser demasiado
flaco es como: “¡Oh! ¿Estará enfermo?”. Como que es una relación como de la
demasiada delgadez…

M: Sí.

T: …como con enfermedad.


87

M: Sí, porque yo cuando estuve más, cuando yo estuve delgada, porque cuando
yo llegué acá estuve súper delgada y todos a mí me decían que yo estaba
enferma…

T: En la casa.

M: …que qué pasaba. Bueno, ahí a nivel…

T: Familiar.

M: …social.

T: También, ya.

M: Todo el mundo va a decir: “¿Qué te pasa? ¿Estai enferma?”. Yo lo primero que


me decían, cuando me decían: “¿Qué te pasa?”, yo decía: “No estoy enferma”. De
verdad, porque era…

T: O sea, era insistente.

M: …era demasiado, demasiado preocupante, por parte de la gente, pensar que la


delgadez es un signo de enfermedad. A lo mejor, quizá sí, una enfermedad
mental, que eso también no me permitía alimentarme bien, el tanto pensar en lo
que no estaba pasando, pero físicamente yo no me sentía mal. O sea,
mentalmente, claro, estaba un poco dañada por todo lo que estábamos pasando,
pero, como le digo, físicamente no y realmente, de repente, la gente, uno está muy
gorda, “Ay, ¿qué te pasa que estai tan gorda?”, o está muy delgada, “Oye, ¿qué te
pasa que estai tan delgada?”.
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T: ¿Y pasa lo mismo con el papá, con el hermano, con los hombres?

M: Sí pasa…

T: ¿O es más con las mujeres que andan preguntando que no sé qué? Que si…
Ah, es con los dos.

M: Sí.

T: Como si adelgazan mucho, tampoco es sano.

M: Sí.

T: O sea, es una cuestión de la familia. Hay que estar con sus trutros, buenos
trutros. Hay que estar bien alimentada, por así decirlo. ¿Y de dónde creen ustedes
que vendrá eso? Como de la familia más, ¿de los abuelos? ¿Como tradición
familiar? Porque no todas las familias --

M: Sí.

T: ¿Sí?

M: Sí. Es que todos en mi familia son como un poquito gruesos, o sea, son
grandes y fortachones.

S: Sí, igual es…

T: Es como símbolo de fuerza también.


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S: …igual que en la familia de mi papá, todos son gruesos.

T: Gruesecitos, ya. Oye, y, por ejemplo, tú, Samanta, en relación, si uno hace una
trayectoria de cuando empezaste el proceso terapéutico, por ejemplo, en el
COSAM, después acá y ahora, en el fondo, en relación con tu propio cuerpo,
¿puedes hacer como una trayectoria, como algo que has pensado, que has
sentido o que has manifestado con tu cuerpo distinto? O de la imagen corporal.

S: No sé. No, no sé.

M: Pero cómo eras a cómo estás ahora, o cómo ha ido evolucionando…

T: Claro, o algo que mostrabas con el cuerpo que ya no tuviste que mostrar con el
cuerpo, o algo que te decía el resto de tu cuerpo, algo que tú veías de tu cuerpo,
alguna, como, concepto. No sé po‟, algo que hayas sentido, algún prejuicio, algo
que hayas vivido tú…

S: Gorda, gorda, gorda.

T: ¿Antes? ¿Sí?

S: Sí, y todavía, todavía, todavía.

T: Todavía hay algunas ideas de eso, como de que deberías adelgazar.

S: Sí.

T: ¿Y eso viene más de ti? ¿Viene más de afuera?


90

S: No, de mí.

T: Viene de ti. Ya, todavía hay como unas dudas respecto a cómo tiene que ser la
imagen, el cuerpo…

S: Sí.

T: …ya. Pero, por ejemplo, en relación a las autoagresiones o al ingerir pastillas,


que tiene que ver con el cuerpo también, ¿qué piensas tú de eso? En relación a
antes o en relación a ahora, como que, ¿ha habido algún proceso en relación a
eso?

S: Sí. Como antes más, ahora menos.

T: Claro, como que ha habido un cambio en eso.

S: Sí.

T: Ya, ¿y será por algo en especial? ¿Hay algo en el cuerpo que haya pasado?
¿Hay algo en otro, en otra parte de ti o algo que haya salido por otra parte? Como
que, ¿cómo ha sido ese proceso de cambio? ¿Por qué antes más y ahora menos,
o antes mucho más y ahora menos?

S: Las cosas que han pasado, yo creo.

T: Las cosas que has ido viviendo.

S: Sí.
91

T: Como que, de cierta manera, me da la impresión a mí que el cuerpo, en ese


sentido, ha sido una herramienta también para comunicar, ¿no es cierto? Como
usted cuando también estuvo mal, de cierta manera sin quererlo, pero también
adelgazó, también pudo mostrar a través del cuerpo, sin querer hacerlo
voluntariamente en el fondo, pero se fue notando a través del cuerpo que algo
estaba pasando, que había una conexión con eso. Y en el caso de Samanta
también hubo momentos en que el cuerpo fue la única herramienta para sacar,
para sacar lo que estaba pasando, para decir, ¿no es cierto?

M: Para liberar un poquito toda esa rabia, toda esa impotencia…

T: Las cosas que estaban.

M: …esa cosa negativa que estaba dentro de ella.

T: Por ejemplo, tú me habías contado hace tiempo, ¿no es cierto? Cuando, en


relación a los cortes, por ejemplo, que tú te cortabas y sentías mucho alivio, como
que era grande, que era como contener, contener, contener y cortar, y como que
se reventara un globo, una cosa así.

S: Sí.

T: Ya, no sé si lo puedes decir en tus palabras, como para acordarme bien, porque
no me acuerdo cómo me lo decías. No sé si hay un ejemplo o algo que puedas
como --

S: No, ese era más o menos el ejemplo, el del globo.

T: ¿Sí?
92

S: Como que se infla, se infla, se infla, hasta que explota.

T: Hasta que explota, ya. Y cuando explota, ¿es como bien? ¿Mal? ¿Calma?
¿Rabia? ¿Angustia? ¿Qué cosa?

S: Se va todo.

T: ¿Se va todo? Como que hay vacío.

S: Sí, sí. O sea, no sé.

T: ¿Y ha cambiado eso un poco ahora con las autoagresiones? Por ejemplo,


cuando llegas al punto de hacerte daño en relación a algo, ¿sientes esa explosión
del globo también o hay cosas que se sienten diferente ahora?

S: No, igual un poco lo del globo.

T: ¿Parecido a lo del globo?

S: Sí, igual.

T: ¿Y hay otras maneras de sacar eso? ¿Como de explotar un globo que no sea el
corte, en el fondo?

S: Aquí está.

M: Escribiendo.
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S: Ese lo hice ayer.

T: ¿A ver? ¿Quieres que lo lea yo?

S: Sí, pero no en voz alta.

T: ¿No en voz alta? Ah, ya.

S: Aunque ya lo leyó mi mamá, así que…

T: ¿No lo puedo leer en voz alta? Pero si lo compartimos con tu mamá y no sale
de aquí, ¿no?

S: Ya.

T: ¿Está bien?

S: Ya.

T: ¿Sí? Ya. “Alone*. Un día más en el que tengo que sonreír como si nada. Tengo
que salir de este abismo…”, estaba el abismo, ¿ve? No era tan mentira. “…en el
que me encuentro metida. Por la chucha, ya no entiendo esta weá. Esto de cada
mañana querer salir corriendo como si nada. Pero creo que eso nadie lo entiende,
nadie lo siente. Tengo una tormenta aquí en mi pecho y mis sentimientos ya
están…”

S: “Muertos”.

T: “Muertos”.
94

S: Muerto, muerto.

T: “Muerto. No puedo resistir tanta maldad, eso que ni siquiera sonrío de verdad.
Na puedo más”…

S: “No puedo más”.

T: Ah, “no puedo más, como si una volca…

S: Un volcán.

T: …volcán explotara en mi tempestad. Cómo si mis sentimientos ya no están de


verdad”. ¿Es una pregunta? Ah, ¿es una canción?

S: Sí.

T: Ya. “Coro: Perdón, mamá y papá. Solo quiero estar sola de una vez ya. Aunque
trate, no lo entienden. Soy solo una flor marchita por siempre, sola y para
siempre”.

S: “Sola y para siempre”.

T: ¿Hasta acá, no más?

S: No, lo de atrás igual.

T: Ah, es que es el coro. “El colegio es mi perdición. Dicen que voy bien, aunque
no ven lo de adentro. Psicólogos y psiquiatras dicen que estoy mejor, pero
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¿sabes? Nunca me he sentido tan peor. Mi ansiedad por las noches, mi cuerpo la
desconoce, pues la anorexia me consumía y ahora una ballena me…”

S: “Convertiría”.

T: “Convertiría. No puedo más. Una pregunta y una respuesta. Siento que debo
estar alerta por si un paco me trae muerta”. ¿Y por qué te ríes?

S: Porque no sé…

T: Como que era lo que rimaba, parece.

S: ¡Sí! Parece.

T: “Sonrío como si nada, como si el viento se llevara el huracán. Lo siento, mamá.


Sé que he sido tonta de verdad porque nada puedo solucionar, porque no hay
nada que solucionar ya. No soy perfecta ni nací para serlo. Lo siento si les fallé.
Sé que estarán mejor cuando ya no esté”. Oye, ¿qué querías comunicar en el
fondo con esta canción? No tiene música todavía, ¿o tiene?

S: Sí tiene, pero…

T: ¿Ah?

S: Es un rap.

T: Es un rap, ya. Ah, ¿la mamá la conocía también?

S: Sí.
96

M: Sí.

T: Ya. Qué, así si uno podría hacer un resumen, la letra dice harto, ¿no es cierto?
Hay harto contenido y hay una mezcla, no sé si me permites interpretarlo…

S: Sí, sí.

T: Una mezcla como de pasado, presente y futuro, como que no es todo el tiempo
presente, me da la sensación.

S: Sí.

T: Ya, ¿me puedes explicar un poquito más? ¿Como un resumen, entre comillas?

S: No, no sé.

T: Como que la canción lo dice todo, dices tú.

S: Sí.

T: Y hay cosas en las que, bueno, hay cosas súper textuales. Hay cosas, crees tú,
que todavía no son suficientes, por decirlo así, ¿no es cierto?

S: Mmm.

T: Ya. Y es un poco lo que hablábamos recién, ¿no es cierto? Cuando nosotros


cerramos este proceso en este momento, no lo cerramos porque creemos que:
“¡Oh! Está todo perfecto”, ¿no? “Todos felices para la casa”, ¿no es cierto? Lo
97

cerramos porque hablar todas las semanas de lo que sentimos y, en el fondo,


también es súper agotador y también porque ha habido pasos que se han ido
cumpliendo de a poquito, ¿no es cierto? Ahora sigue abierto el camino para seguir
la terapia porque todavía hay cosas que solucionar, ¿cierto? Todavía hay muchas
cosas que cicatrizar, por decirlo así.

M: Claro, yo pienso que mientras no cicatrice una parte importante de ella, no va a


salir a flote, no va a salir completamente…

T: Como todo lo hermoso de Samanta que conocemos, que brille completamente,


¿no es cierto? Ahora, yo la veo mucho más brillante que en otro momento, ¿no es
cierto?

M: Sí, sí.

T: Pero obviamente que todavía quedan cosas…

M: Que están pendientes.

T: …muy duras y muy tristes que nadie puede negar que te han pasado y que te
pueden seguir afectando. Hay días y días, por decirlo así.

S: Sí.

T: Hay días muy tristes, hay días de mucha conexión con esa pena, con esa
tristeza. Y a mí me resulta muy lindo y me alegra mucho, irónicamente, porque
uno dice: “pucha, es una canción triste”, pero a mí me alegra mucho, me alegra
mucho que tú puedas poner ese sufrimiento en una canción. Yo de verdad te
felicito porque eso muestra también el aprendizaje que tú has ido teniendo de ti
98

misma, de reconocer: “no soy perfecta. Hay cosas en las que todavía dudo de mí.
Todavía no sé si mi cuerpo corresponde o no corresponde a lo que yo quiero.
Todavía no sé si le fallé a mis papás, ojalá que me perdonen”, y, por otro lado, “no,
si no me entienden nada” o “puede que sí me entiendan en una parte”, ¿no es
cierto? Qué bueno que puedas pensar esas cosas, que las puedas poner en algún
lugar como una canción, por ejemplo, que las puedas transmitir a tu mamá. Tu
mamá, por lo que veo, ya conocía la canción.

M: Sí.

S: Sí.

T: Y que puedas, en el fondo, ir acompañándote a ti misma. Primero por ti misma,


¿no es cierto? Tú sola, tú escribir tu canción, hacerla, y también decidir compartirlo
conmigo, compartirlo con tu mamá, ¿no es cierto? O sea, quizás en otro momento,
¿qué crees? ¿Cómo hubiera reaccionado tu mamá en otro momento, antes de
todo este proceso, si hubiera sabido de la canción?

S: ¡Nunca se la hubiera mostrado!

T: ¿Antes no se la hubieras mostrado? ¿Por qué? ¿Qué hubieras esperado tú?


¿Qué hubieras creído tú que podía pasar con tu mamá?

S: ¡No! No sé, no me dejaría ni ir al baño sola, yo creo.

T: Como que encontraría que estás mal, que todo mal…

S: ¡Sí!
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T: Que casi que hay que hospitalizarte.

S: ¡Sí!

T: Ya. ¿Y cómo ves ahora a tu mamá con esto?

S: Nada, relajada.

T: Ya, ¿qué crees tú que ha pasado, en ese sentido?

S: Que me entiende un poco más, no sé.

T: Que puede ver. ¿Y tú la entiendes a ella también?

S: Sí.

T: En su llanto, por ejemplo, cuando ella necesita estar un poquito más sola o
cuando necesita estar más contigo y como: “¡Ay! Por favor, Samanta, ¡quédate
conmigo!”.

S: Sí.

T: ¿Qué piensa usted?

M: Sí, porque si me la hubiera mostrado en otra fase, yo hubiera, me hubiera


puesto a llorar a mares pensando que se iba a suicidar, por el contenido.

T: Claro.
100

M: Pero ya sé que es su sentir…

T: Exacto.

M: Que es lo que ella está sintiendo en el momento.

T: No, y es una canción que tiene un título, que tiene un sentido, que transmite
algo que le permite sacar, ¿no es cierto? Y es muy bueno que esto pueda darse
de esta manera, en el fondo, ¿ya? Que pueda darse de una manera armónica,
que podamos… en el fondo, nadie puede borrar las cosas difíciles que han
pasado, nadie lo puede borrar. Yo no voy a pretender hacerlo tampoco, ¿no es
cierto? Ustedes tampoco deberían pretender hacerlo. Esas cosas no se van a
borrar --

M: Pero sí aprender a vivir con ellas.

T: Pero sí se puede aprender a vivir con ellas y se pueden sacar frutos bonitos
incluso de eso mismo. Yo creo que hay mucha unión familiar, así como ha habido
divisiones, también ha habido unión y eso es muy bonito de ver, ¿ya?
Independiente que ustedes han sido las protagonistas acá, yo sé que el papá
también ha estado muy presente.

M: Sí.

T: Y ha también tenido cambios en su propia conducta, por ejemplo, con usted,


con la relación con la Samanta, que ha también colaborado con eso. Entonces es
bonito cómo, a pesar de que hay distancias que se crean con los conflictos,
también hay uniones que se crean y espacios para sostener esto. Antes, las
101

relaciones que habían no podían sostener esta canción. No la podían tolerar. Era
como: “¡No! ¡No!”, ¡caos! ¿No es cierto?

M: Sí.

T: Y ahora, en el fondo, no la podía tolerar la mamá porque la mamá: “¡Oh! Aquí


hay que hacer, quizás qué hacer”. No la podía tolerar la Samanta porque en vez
de hacer una canción, era cortes, era una intoxicación, etcétera. El papá, por
China, ¿no es cierto? Entonces --

S: ¡Por China!

T: ¡Claro! Es como que, claro, no se daba cuenta porque si no es una canción, en


el fondo, era un corte y se daba cuenta cuando ya el corte había pasado, cuando
ya había sido el conflicto, ¿no es cierto?

M: Sí.

S: Sí.

T: Y ahora la relación que hay nadie ha borrado lo malo, es complicado. Siguen


sufriendo a veces por eso…

M: Sí.

T: …porque vuelve de alguna otra manera, porque hay un proceso judicial, porque
hay situaciones, de repente un conflicto nuevo. No solo en relación a lo que pasó
con el abuelo, sino también los conflictos de familia, las peleas físicas antes,
¿cierto? Las cosas que, las desconfianzas, no sé qué. Pero las relaciones que se
102

han ido creando ahora permiten sostener este comunicado, esta puesta en claro
de: “mira, hay esto que está pasando, hay esto difícil”, y todo, pero se va a ir
enfrentando en conjunto. Yo creo que ese es un valor que nadie les regaló, eso se
lo construyeron ustedes, ¿ya? Yo he participado, he estado con ustedes, etcétera,
pero ustedes son los que están sosteniendo este “Alone”, mal pronunciado, ¿ya?
Esta soledad, ¿ya? Y es muy bonito que se llame “soledad” porque hablamos
mucho de la soledad hoy día, ¿ya? O sea, la soledad que usted necesita por
momentos, la soledad que la Samanta necesita por momentos. Me imagino que
todos los otros miembros también necesitan soledad por momentos, que no es
una soledad mala, es una soledad que está permitiendo también en otros
momentos reunirse. Como que no existe una cosa sin la otra, por decirlo así, ¿ya?

M: Sí.

T: Asumir que los procesos han sido complicados, pero que han sido tal cual, un
proceso, una trayectoria. Yo creo que hoy día hemos visto el camino de varios
puntos que yo destacaría, porque son los que a mí… Yo los escogí, en el fondo,
porque siento que reflejan muy bien la comunicación, esta cuestión de regular los
afectos y lo que tiene que ver con el cuerpo muestra muy bien el camino que han
recorrido y que claramente van a seguir recorriendo, independiente, porque yo no
estaba ahí en la pieza de la Samanta escribiendo la canción con la Samanta, ¿no
es cierto? Y no estaba ahí con la Samanta y con la mamá: “mire, mire la canción.
Oye, pero, tranquila, tranquila, no se preocupe”. ¡No! ¿No es cierto?

M: No, no, fue un instrumento…

T: Exacto.

M: …para llegar a esta etapa.


103

T: Exacto, ¿no es cierto? Poder…

M: Una mejor guía.

T: Hay cosas de la vida a las que uno les tiene mucho miedo. Qué bueno que uno
les pueda seguir teniendo miedo, pero que también poder aceptarlas porque es
parte de la vida también. Y entender que a veces el riesgo está, que las cosas
pueden pasar, que pueden ser complejas, pero que se pueden ir enfrentando en
conjunto, ¿ya? Eso pues, chiquillas. No sé qué quieren decir más. Yo estoy súper
contenta, de verdad. Como que me quedo bien… Ah, sí, eso les voy a pasar. Dos
cosas, una es lo formal, que es esta, la epicrisis, que es el resumen de la
hospitalización. Es cortito. Después cuando veamos la cosa de la, cuando haga la
investigación y todo eso, va a ser otra cosa grande y todo, más distinto. Esto es un
resumen porque formalmente todos los pacientes tienen que irse con un resumen
de su hospitalización y le saqué varias copias.

M: Ya.

T: ¿Y las firmé todas o no? Sí, las firmé todas. Una para que ustedes guarden
porque si alguna vez necesitan justo un cambio de médico, qué sé yo, no sé,
necesitan tener la historia y también para que entreguen allá a la psicóloga,
psiquiatra, etcétera, que va a atender a la Samanta y que está allá atendiendo en
Quinta Normal. Mañana tienen hora, ¿cierto?

M: Mañana.

T: Que tengan sus documentos porque: “oh, ya, ¿dónde estuvo? Ah, ya. Estuvo
ahí, pasó esto, esto y esto, tales medicamentos, tales áreas de psicoterapia que
104

se fueron abarcando”, etcétera. ¿Ya? De todas maneras, se los paso a las dos.
Entonces, para que lo tengan, una copia es para ustedes y la otra la entregan allá,
una a la psiquiatra y otra a la psicóloga, ¿ya?

M: Muy bien.

T: Igual acá, obviamente, Carolina es muy eficiente y muy ordenada, también


envía por mail un informe de la psicóloga, la señorita Natalia, de Pía, la terapeuta
ocupacional y adjunta mi epicrisis también, y todo llega al COSAM también, ¿ya?

M: Ya.

T: O sea, por todos lados llega la información, ¿ya? Ustedes saben que allá les
van a preguntar igual cosas de nuevo, obvio. Porque ellos como que las vieron a
fin del año pasado, con el caos máximo, y llegaron ahora y como que se perdieron
estos capítulos allá. Necesitan también reactualizar y también uno, en distintos
momentos de la vida, ve distintas las cosas.

M: Sí.

T: Es bueno que se vuelvan a encontrar con ese equipo y va a ser una


intervención no tan intensa como esta, pero va a ser una intervención que les va a
permitir seguir, ¿ya? Y, por último, yo le tenía un regalito a esta señorita, que es
una pequeña libretita.

M: ¡Ay, qué linda!

S: ¡Ah!
105

T: Para que ponga sus textos, sus dibujos, lo que quiera…

S: ¡Mira, es de Totoro!

T: …lo que sienta, lo que no sienta, ¿ya?

S: ¡Ah!

T: Para las canciones… Con mucho amor, ¿ya? Para que quede, ahí queda un
puente, ¿ve? Yo no voy a faltar en todo momento, ahí voy a estar también.

S: Y usted tiene las pantuflas.

T: Y yo tengo las pantuflas. ¡Casi me saco una foto con mis pantuflas el otro día!
Dije: “le voy a llevar una foto. Ah, no, ya no le voy a llevar una foto porque ya me
dio vergüenza”. Pero me las pongo todos los días.

M: Ya, gracias.

S: Ah, ya, ¡menos mal!

M: Que cada vez que ponga un pie en el piso se acuerde de nosotras.

T: Sí, es como, ¡oh! Sí.

S: ¿Y el viernes sacó una foto a los chiquillos que andan acá?

T: No les saqué una foto, soy lo peor. Perdóname. ¡Perdóname! Pero les saqué
una foto abajo del póster, pero como que no… A ver, espérate, a ver… ¿Dónde
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está la foto? Puede ser acá. Les saqué una foto debajo del póster. Mira, no lo
están mirando, pero están justo debajo porque lo habían visto recién. Mira, ahí
está el póster y ahí están los chiquillos. La idea era que estuvieran saludando. Es
que la Samanta les dejó un mensaje arriba a los chiquillos.

M: Ah, ya.

T: ¿Es suficiente o no? Perdóname que no salió el póster completo. Pero de


verdad que lo estaban, de hecho, fui, les pregunté, lo miraron, “sí, sí, ya, una foto”.
Pero no estaban en el momento mirándolo, pero lo habían mirado.

S: Ya.

T: ¿Viste? Si están saludando, de hecho. Bueno, entonces, eso po‟.

M: La vamos a echar de menos.

T: Sí, yo también las voy a echar de menos. Ya, pero pueden venir a saludar,
recorrer.

S: Ah, ya. Ah, ya. Quería dejarle un poema a usted. Pero es como de… Cosas que
he hecho. No sé, no sé cuál dejar.

T: Lo que usted quiera pues, señorita, si tiene… A la fuerza, no. A la fuerza no hay
cariño, como dicen.

S: Es que tengo hartas cosas aquí, puede ser este.


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T: ¡Muchas gracias! Lo leeré con atención. Oye, yo tengo acá un número,


chiquillas, de ustedes. ¿997309208? No. ¿Sí?

M: Es que se me perdió mi celular.

T: ¿Y cuál es el número de ahora? Para comunicarme con ustedes, por ejemplo,


por, no sé, por el resumen de esta cuestión.

M: De tu papá no más po‟, Samanta. ¿Te lo sabes?

S: No.

M: A ver, espérese. Lo tengo anotado.

S: Pero tiene…

M: Es que yo, a mí se me perdió mi celular.

S: O que, ¿usted tiene Gmail? Gracias.

T: Tengo el de, ¿el del papá sigue siendo el mismo?

M: Sí.

S: Sí.

T: ¡Ah! Sí lo tengo.

M: Terminado en 219.
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T: Sí, sí, acá está. Sí, acá está, 997585219, ya, por cualquier cosa. Bueno las
despido afuera.

M: Gracias.
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Anexo 3

CARTA DE APROBACIÓN DEL COMITÉ DE ÉTICA


DEL SERVICIO DE SALUD METROPOLITANO OCCIDENTE
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