1-Gobierno-y-Politica-Publica (1) - 1-62
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POLÍTICAS PÚBLICAS
PROGRAMA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA TERRITORIAL
Director
HONORIO MIGUEL HENRIQUEZ PINEDO
Subdirector académico
CARLOS ROBERTO CUBIDES OLARTE
Decano de pregrado
JAIME ANTONIO QUICENO GUERRERO
ISBN 978-958-652-206-9
Bogotá D.C., Enero de 2008
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MÓDULO “GOBIERNO Y POLÍTICAS PÚBLICAS”
William Guillermo Jiménez Benitez
Cesar Alejandro Ramirez Chaparro
TABLA DE CONTENIDOS
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DE LOS NUCLEOS TEMÁTICOS Y PROBLEMÁTICOS
Espacio–
Problemática
Tiempo y
Pública
Territorio
ADMINISTRACIÓN
PÚBLICA
Gestión del TERRITORIAL
Problemática
Desarrollo del Estado y
del Poder
Economía de Organizaciones
lo Público Públicas
Formación
General
Cada uno de los siete núcleos temáticos que componen el programa tiene una
valoración relativa en número de créditos y, en consecuencia, varía también en el
número de asignaturas que lo conjugan. El primer momento en cualquier proceso
de formación ha de establecer las particularidades del programa, de ahí que sea
necesario dar a conocer los núcleos temáticos con su respectiva valoración en
número de créditos: Problemática pública, once (11) créditos; Problemática del
estado y del poder, 23 créditos; Organizaciones públicas, 24 créditos; Espacio–
tiempo y territorio, 22 créditos; Gestión del desarrollo, 16 créditos; Economía de lo
público, 18 créditos; y Formación general, 21 créditos.
El estudio del Estado y del poder obedece a que durante las últimos siglos las
sociedades accidentales modernas asumieron el Estado como una forma de
organización y unidad política dominante según entraban a plegarse, articularse y
proyectarse colectivamente las variables territoriales, sociales, económicas,
culturales y militares de dichas sociedades2. Pero la concreción de estas ideas
colectivas requirió de la organización de aparatos administrativos que dieron
origen a las instituciones de carácter público, sin un interés individual o privado.
1
Tomado del Documento de Condiciones Iniciales Factor No 4. Estructura Curricular. Escuela Superior de
Administración Pública. Programa a Distancia. 2004.
2
Tomado del Programa Curricular de Ciencias Políticas y Administrativas. Escuela Superior de
Administración Pública. 1998.
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G OBIERNO Y
POLÍTICAS PÚBLICAS
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MAPA CONCEPTUAL
ESTUDIOS ESTUDIOS
SOBRE Permiten Permiten SOBRE
GOBIERNO entender entender POLÍTICAS
PÚBLICAS
Incluye
ACTORES Y
Comprende TRANFORMACIONES REDES
DEL GOBIERNO
CONCEPTOS FUNCIONES Y
RELACIONADOS TIPOS DE PROBLEMAS Incluye
GOBIERNO Se divide en Y AGENDAS
CTURASRELAC
GOBERNABILIDAD GOBERNANZA
Comprende - Sistema
político INSTRUMEN-
- Régimen Contribuyen a TOS Incluye
político
- Estado
- Admón.
pública Comprender la ANALISIS DE
POLÍTICAS
transformación de la Incluye
acción pública
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Introducción
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Si los pensamos a partir de la aparicion de los estudios de politicas en Estados Unidos, en la
década de los 50’s.
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Los contenidos del módulo son complementados con lecturas adicionales
seleccionadas con el propósito de complementar la discusión teórica y conceptual
propuesta. Igualmente algunos estudios de caso permiten a los estudiantes
comprender la aplicación de los argumentos expuestos a casos concretos
cercanos al contexto colombiano.
OBJETIVOS:
Objetivo General:
Objetivos Especificos:
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METODOLOGÍA GENERAL4
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Basada en la versión anterior de este módulo.
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U NIDAD I
Contenidos de la Unidad
MAPA CONCEPTUAL
Sistemas Sociales
Sistema Político.
1.1 INTRODUCCIÓN
1.2 OBJETIVOS
Los trabajos de Easton (y los que continuaron su escuela) postulaban que las
ciencias sociales tenían la dificultad de no poder establecer claramente cuales son
las unidades de análisis en lo social, un equivalente a lo que las partículas de
materia son para las ciencias físicas. Por esa razón el concepto sistema político
debía reemplazar al de Estado que tenía reminicencias jurídicas como unidad de
análisis de la política. En efecto, Gabriel Almond, proponía que "los términos
antiguos, Estado, gobierno, nación, están limitados por significados legales e
institucionales (…) si la ciencia política aspira a abordar eficazmente los
fenómenos políticos en toda clase de sociedades, sin distinción de cultura, grado
de modernización y desarrollo, necesitamos un marco de análisis más amplio (...)
sistema político, todas las actividades políticas de una sociedad".
Si bien esta escuela pretendía hacer desaparecer al Estado como concepto útil
para el análisis político éste convivió con el de sistema político para describir
fenómenos más específicos de la organización política en las sociedades
modernas.
¿Qué es el Estado?
Una definición clásica de Estado es la dada por Max Weber sobre la cual ha
trabajado gran parte de la teoría posterior. Según Weber el Estado es una
“estructura de dominación” típicamente moderna, que “ejerce con éxito el
monopolio de la coerción física legítima dentro de un territorio determinado”
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En complemento con la definición weberiana, las teorías contemporáneas del
Estado han identificado una serie de elementos que caracterizan al Estado: si
existen estos elementos, estaríamos ante la presencia de una forma estatal.
Veamos.
En un sentido amplio (lato sensu), el Estado puede ser entendido como una forma
de organización política de un conglomerado social, asentado sobre un territorio y
sometido a una autoridad. Este concepto reúne los requisitos o elementos
indispensables que todo Estado debe tener: 1) Población, 2) Territorio y 3)
Autoridad política; sin embargo, se necesita de un requisito adicional para que un
tipo de organización que tenga los tres elementos anteriores sea considerado
como Estado: tener el reconocimiento internacional; esto se cumple con el hecho
que un Estado ya reconocido reconozca al nuevo, ya sea declarándolo,
estableciendo relaciones diplomáticas o realizando tratados y convenios
internacionales.
En un sentido restringido (strictu sensu), el Estado puede ser entendido como los
órganos que ejercen el poder público. En Inglaterra y Estados Unidos debemos
tener cuidado pues allí usualmente se emplea el término “gobierno” para designar
al Estado en sentido estricto.
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En un sentido más restringido todavía, se utiliza el término Estado para hacer
referencia al poder central, en oposición al poder autonómico local y regional,
particularmente en Europa continental, puesto que allí la aparición del Estado
moderno se realizó mediante un proceso de centralización y vaciamiento del poder
político que poseían los estamentos feudales, las ciudades y las regiones. A esas
ciudades y regiones se les ha reconocido esa autonomía política anterior al
Estado, la cual no debe confundirse con el poder soberano del Estado (central).
En Colombia, este concepto sobre el Estado correspondería con lo que llamamos
el “nivel central” o la Nación, por contraposición a las entidades territoriales
(municipios, departamentos, distritos).
La anterior tesis es sotenida también por Bobbio quien señala el paso del
significado común del término status de “situación” a “Estado” durante los siglos
XV y XVI, a partir del aislamiento del primer término de la expresión clásica status
rei publicae, que señalamos más arriba: “El mismo Maquiavelo no hubiera podido
escribir tal frase precisamente al comienzo de la obra si la palabra en cuestión ho
hubiese sido ya de uso corriente” (Bobbio, 1997: 86).
Existe sin embargo otra interpretación que proviene de la ciencia del Derecho.
Carnelutti al relacionar el derecho y el Estado llega a la conclusión que dado que
el fin del derecho es ordenar la sociedad, darle estabilidad, encuentra que:
“Estable es algo que está. Por eso la sociedad jurídicamente ordenada se llama
Estado... El estado, esto es la estabilidad de la sociedad, es un producto, y hasta
el producto del derecho” (Carnelutti, 1989:63); según esto, la palabra “Estado”, se
convierte en el término para designar a una sociedad estable (organizada
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mediante el derecho). De esta manera, el termino “Estado” deriva de la aplicación
de la palabra estabilidad o estable sobre un conglomerado social.
El término se impuso en Europa de los siglos XVII y XVIII con los planteamientos
contractualistas sobre el estado de naturaleza (en el cual los hombres viven a su
aire, sin ningún tipo de organización ni autoridad política), frente al estado de
sociedad civil (en el cual los hombres viven como en una civitas, una sociedad
civil; es decir, se organizan como sociedad civilizada, por oposición al uso
indistinto de la fuerza y la arbitrariedad propio de los pueblos bárbaros, superando
de esta manera, el anterior estado de naturaleza. Para lograr este tipo de
organización, los individuos van a tener que entregar parte de sus derechos
personales y reconocer a una autoridad política superior. En estos términos,
“Estado” no significaría otra cosa que sociedad civil políticamente organizada
(valga la redundancia). Pero luego ocurrió que al interior de esa sociedad civil, se
dio una división interna, pues era necesario designar por un lado, a la organización
propiamente política y soberana (las instituciones y autoridades creadas), y por
otro lado, distinguir a la población u organización social que la sustentaba: surge
así la moderna distinción entre Estado y sociedad, y es aquí donde el término
“Estado” se impone definitivamente.
Por lo anterior, existen aún algunas reticencias para aceptar el término, pues
como lo veremos a continuación, los elementos definitorios de lo que hoy se
entiende por “Estado”, van mucho más allá de los meros componentes
relacionados con el aparato público sus instituciones, organizaciones y
autoridades.
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Pero el Estado Moderno tiene un origen fácilmente identificable en Europa y un
correlato posterior en América Latina (y en otras regiones del mundo) dando lugar
a una organización internacional interestatal.
ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE:
Por otro lado, existe cierto consenso en la idea weberiana de que el desarrollo del
Estado Moderno estuvo relacionado con las necesidades del capitalismo. La
expansión de los mercados, la seguridad en la circulación de mercancías, la
existencia de una moneda común, de reglas estables, hizo imprescindible el
abandono del modelo feudal (policéntrico) de organización política.
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Es entonces la monarquía absoluta la que permite la unidad política, jurídica y
económica, y constituye la primera forma histórica del Estado Moderno. Este
Estado Absolutista cuenta con algunas características propias:
a) Teoría naturalista. Proveniente de Grecia entre los siglos VI y V a.C., entre sus
representantes tenemos a los sofistas y más tarde a Platón y Aristóteles. El
planteamiento es que la Polis es una asociación natural, nacida de la necesidad y
de la naturaleza sociable de los hombres; soluciona las necesidades de la vida, se
obtiene para el bien general y su núcleo es la familia. Para Aristóteles, quien vive
por fuera de la Polis o bien es un ser degradado (bárbaro), o es un ser superior
(dioses). Según esto, el origen del Estado resulta de una evolución natural desde
las familias hasta formas más complejas de organización cuya cumbre es la Polis.
Como se ve, el acento sobre las razones que determinan el aparecimiento del
Estado, descansan mucho en el punto b) del ítem anterior (necesidad de
estabilidad).
Ahora bien, en esencia, son dos los tipos de teorías sobre el Estado, cada una de
ellas le dará un énfasis particular a las razones que están en la génesis del
Estado.
LECTURA COMPLEMENTARIA
Guillermo O’Donnell5
Como mínimo, el estado es una entidad que demarca un territorio frente al de otras
entidades semejantes, proclama autoridad sobre la población de ese territorio y es
reconocido como tal estado por diversos actores en el sistema internacional. Los estados
han emergido a raíz de procesos históricos que en América Latina han diferido
significativamente de los países centrales. Asimismo, al interior de América Latina ha
habido y sigue habiendo importantes diferencias. Esas diferencias, tanto generales como
específicas a nuestra región, han marcado profundamente las características de cada
uno de nuestros estados
…
Los estados son entidades permanentemente sujetas a procesos de construcción, de
reconstrucción y, a veces, de destrucción, sujetos a complejas influencias de la sociedad
doméstica y la internacional. Reconocer esto prohíbe recetas simplistas,
generalizaciones aventuradas y transplantes mecánicos de la experiencia de otras
regiones. Por esto se hace necesario ir abriendo camino cuidadosamente. Como primer
paso propongo una definición del estado. Por el mismo entiendo:
Un conjunto de instituciones y de relaciones sociales (la mayor parte de estas
sancionadas y respaldadas por el sistema legal de ese estado) que normalmente
penetra y controla el territorio y los habitantes que ese conjunto pretende delimitar
geográficamente. Esas instituciones tienen como último recurso, para efectivizar las
5
Tomado del documento base de la conferencia dictada por el profesor O’Donnell en la
Universidad Nacional de San Martin, Buenos Aires, Seminario CIEDAL/ EPG, Mayo 9 de 2007.
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decisiones que toman, la supremacía en el control de medios de coerción física que
algunas agencias especializadas del mismo estado normalmente ejercen sobre aquél
territorio.
Esta definición está enfocada en lo que el estado es, no en la enorme variedad de cosas
que el estado hace o puede hacer. Esta definición, de cuño Weberiano, se aparta de este
autor al no postular como atributo componente del estado que su coerción, o violencia,
deba ser legítima; esta característica conviene considerarla una variable histórica, a lo
largo tanto de países como de diferentes períodos en cada país. Veremos que lo mismo
vale para las otras dimensiones del estado incluidas en la definición que propuse. Otra
característica de esta definición es que ella apunta directamente al tema del poder, en
términos de la gran concentración de poder (o, más precisamente, de poderes)
implicada por el surgimiento y funcionamiento del estado.
De acuerdo con esta definición, el estado incluye al menos cuatro dimensiones. Una, la
más obvia y reconocida casi exclusivamente por la literatura contemporánea, es el
estado como conjunto de burocracias. Estas burocracias, generalmente organizaciones
complejas y jerárquicamente pautadas, tienen legalmente asignadas responsabilidades
apuntadas a lograr o proteger algún aspecto del bien, o interés público, general.
Juntos, las burocracias del estado y el derecho presumen generar, para los habitantes de
su territorio, el gran bien público del orden general y de la previsibilidad de una amplia
gama de relaciones sociales. Al hacer esto, el estado (más precisamente, los funcionarios
que hablan en su nombre) presumen garantizar la continuidad histórica de la unidad
territorial respectiva, usualmente concebida como una nación, o un pueblo. Estas
pretensiones nos llevan a la tercera dimensión del estado: ser un foco de identidad
colectiva para los habitantes de su territorio.
Típicamente, los funcionarios del estado, especialmente los que ocupan posiciones en su
cúpula institucional, afirman que el suyo es un estado-para-la-nación o (sin entrar en
detalles innecesarios en este momento) un estado-para-el-pueblo. Con estas
afirmaciones, repetidas innumerables veces, desde el estado se nos invita al
reconocimiento generalizado de un “nosotros” que apunta a crear una identidad colectiva
(“somos todos argentinos-brasileros-peruanos,” etc.) que, según se postula, estaría por
encima de, o debería prevalecer sobre, los conflictos y clivajes sociales.
Hay aún una cuarta dimensión. El estado es un filtro que trata de regular cuán abiertos o
cerrados están los diversos espacios y fronteras que median entre el “adentro” y el
“afuera” del territorio y la población que delimita. Algunos de estos espacios son
celosamente controlados, otros nunca tuvieron barreras y otros han sido erosionados por
los vientos de la globalización. Pero todo estado intenta, o dice intentar, establecer filtros
para el bienestar de su población y de los agentes económicos que operan en su territorio.
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He propuesto cuatro dimensiones básicas del estado. Cuando ellas se desempeñan
razonablemente bien, el estado cumple su crucial papel de articulador y ordenador de la
diversidad y pluralidad de las relaciones sociales en su territorio. Tal estado facilita la
organización de los sectores sociales, orienta los conflictos hacia su pacífica resolución,
provee valiosos bienes públicos, y resuelve o ayuda a resolver numerosos problemas de
acción colectiva. Este no es un estado que, como argumentan diversas corrientes
contemporáneas, está en relación de suma cero con la sociedad; al contrario, es un
factor fundamental de su organización y dinamismo.
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LA DEMOCRACIA.
Definir la democracia
Perspectiva normativa.
Perspectiva descriptiva.
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Una definición literal de democracia como “gobierno del pueblo” o “poder del pueblo”,
aparentemente sencilla y fácil de entender, se complica a la hora de descifrar su
verdadero significado y sus implicaciones. Los primeros interrogantes son por
ejemplo: ¿Quién es el “ pueblo”?, ¿quién lo conforma?, ¿cómo es que el pueblo
ejerce sobre sí mismo el poder?. Hoy en día el significado literal del término responde
poco y mal a su referente, pues presenta muchos inconvenientes a la hora de usarlo;
veamos algunas de éstas “trampas“ etimológicas.
La noción de pueblo.
El término demos en Grecia, tenía inicialmente dos significados: a) demos como todos
los ciudadanos, y b) demos como los ciudadanos pobres (quienes habitaban las
aldeas, precisamente llamadas demoi), por oposición a los propietarios o habitantes
de la polis. La acepción inicial del término se complica cuando se convierte en el latín
populus, y aún más en la elaboración medieval cuando se convierte en un concepto
jurídico y en parte una entidad orgánica (Sartori, 1994). Ya con el aparecimiento de
las llamadas entonces “lenguas vulgares” -que hoy son nuestras lenguas-, el
concepto presenta otra dificultad: ¿es singular o plural?. En el castellano pueblo, en el
francés peuple, en el italiano popolo o en el alemán volk, el concepto es singular; pero
en el inglés people es plural (las gentes, las personas).`”Pueblo” en singular se presta
más para ser entendido como una totalidad orgánica indivisible, mientras que en
plural se comprende como una multiplicidad discreta o un agregado de cada uno: “El
singular lleva a una entificación, el plural la desagrega” (1994: 14). Siguiendo a
Sartori, hoy tenemos seis posibles desarrollos del término: 1) pueblo como
literalmente todos, 2) como el mayor número, los más, 3) acepción despectiva, pueblo
como populacho, 4) como totalidad orgánica e indivisible, 5) como principio de
mayoría absoluta y 6) como principio de mayoría moderada.
6
Extracto tomado de PNUD (2003 : 24) « La democracia en América Latina: Hacia una democracia
de ciudadanas y ciudadanos ».
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mentales o legales. De este modo, los literalmente todos, nunca conformarían una
democracia como tal. La segunda opción no aporta un criterio pues cada vez se debe
establecer “cuántos” conforman el mayor número, o cuál es el mayor número que
vale por todos. La tercera es más cuestionable pues excluye del pueblo a todos
aquellos que no pertenecen a las “clases populares”. La cuarta variante, pueblo como
totalidad orgánica tiene el inconveniente de que disuelve al individuo en el “espíritu
del pueblo”, en el fluir impersonal de la historia: es una voluntad general indivisible
que se convierte en un peligroso legitimante del poder y de sus abusos: “En nombre
de la totalidad y bajo la cubierta de “todos como uno solo”, todos pueden ser
aplastados y oprimidos a la vez” (Sartori, 1994: 15). En la quinta y sexta acepciones,
el pueblo es transformado en una unidad operativa calificada por sus reglas de
decisión; en ambos casos, el pueblo es contabilizado con precisión, pero es una
noción actuante de pueblo, es decir, que al pueblo se le define cuando actúa en la
decisión; veamos esto con más detenimiento.
En una decisión tomada por la mayoría, el pueblo se divide en una mayoría que gana
y una minoría que pierde, pero esto no significa que esta situación se mantenga así
por siempre, pues llegaríamos al absurdo de una mayoría dominante y una minoría
dominada. Las mayorías son cambiantes y, para que esto suceda, deben existir
garantías a las minorías para que tengan la oportunidad de transformarse en
mayorías: es el derecho a la oposición y el disenso, sin el cual el individuo deja de ser
libre y se somete o bien a la mayoría que él mismo votó o bien a la mayoría que se
impuso y de la cual no hacía parte.
Otro de los problemas de la noción de “pueblo”, tiene que ver con las grandes y
profundas transformaciones que han ocurrido en los dos últimos siglos en las
sociedades actuales. No sólo el cambio es de escala y dimensiones al pasar de la
pequeña comunidad para terminar en las megalópolis -hoy vivimos amontonados y a
la vez nos sentimos solos, aislados y despersonalizados en las grandes urbes-, sino
que la velocidad del cambio y la complejidad nos desconciertan: las “crisis” si bien, se
concibieron como momentos pasajeros de pérdida de estabilidad, están aquí para
quedarse. Lo raro es no estar en crisis. La idea de vivir en un permanente “equilibrio
inherentemente inestable”, lo dice todo. Pero a donde queremos llegar es que, en
estas circunstancias, la noción de pueblo se hace más espúrea, irreal o difícil de
atrapar. Es más fácil comprender hoy en día al pueblo como “las masas”: un
conglomerado amorfo, una entidad atomizada, desconectada y fluctuante. Esto es
tanto así que, por ejemplo, Sartori con cierta ironía, se pregunta: ¿democracia o
masacracia?, para referirse a la nueva realidad: “El punto que deseo afirmar es que la
democracia etimológica que se refiere al demos de los griegos, hoy llega a ser un
edificio construido sobre un protagonista que no existe” (1994: 20).
Las mayores dificultades surgen cuando se une la noción de pueblo con la de poder,
y el problema del poder político no está tanto en su titularidad sino en su ejercicio. El
poder se manifiesta, se hace evidente únicamente cuando se ejerce, por ello siempre
es relacional, o necesita como mínimo de dos sujetos o entidades. Pues bien, ¿cómo
es posible que el pueblo -entendido de cualquier manera- puede ser un detentador
efectivo de aquel poder del que es declarado titular?
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Sólo en Atenas el demos era el titular del poder -se manifestaba en la Asamblea, el
Consejo de los Quinientos-, pero a la vez ejercía él mismo su poder pues las
magistraturas o cargos públicos se proveían entre los polites (ciudadanos) mediante
sorteo; era casi un perfecto autogobierno, y digo “casi” pues aún allí existían
instituciones de sello aristocrático como el areópago y los arcontes, aunque en el
“Siglo de Pericles” ya estaban debilitadas.
El meollo del asunto para los regímenes políticos contemporáneos es que, para
realizar la democracia, se separan la titularidad y el ejercicio del poder, porque cada
vez más una serie de mecanismos de conversión separan el gobernar de los
gobernados. Ahora bien, la definición etimológica nos dice “poder del pueblo”
(titularidad), pero necesariamente ese poder debe ser sobre alguien, sobre él mismo,
entonces tendríamos “poder sobre el pueblo” (ejercicio); pero puede ocurrir que ese
“poder sobre el pueblo”, no tenga nada que ver con el “poder del pueblo” -p.ej. ocurre
en autocracias de tipo bonapartista que dicen encarnar al pueblo-, de esto se deduce
que lo que verdaderamente importa es el proceso de transmisión del poder y el
ejercicio del mismo: en la actualidad las elecciones, la representación, la decisión por
mayoría, son el instrumental sin el cual la democracia no se realiza, y ya vimos que
debe garantizar la libertad, la oposición y el disenso.
Lo que cuenta al final no es tanto la “ida” (titularidad) sino el “regreso” (ejercicio) del
poder. Ante la legitimación de un ejercicio autocrático del poder, la democracia literal
no sabe responder, pues para ella sólo basta que el poder tenga base popular.
Igualmente, puede ocurrir que la democracia liberal-representativa falle -elecciones no
transparentes y por lo tanto una representación viciada-, o que los gobernantes no
tengan receptividad a las demandas de los gobernados; entonces etimológicamente
no hay problemas pues el pueblo los eligió, usando su titularidad (poder del pueblo).
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Otra paradoja de la definición etimológica es que ésta es buena para asumir una
actitud de oposición, pero no para la proposición. Una teoría basada en el poder
popular sirve eficazmente para combatir el poder autocrático -como ocurrió
inicialmente con el redescubrimiento democrático-, pero una vez derribado el
adversario, la solución no es dar la titularidad del poder al pueblo, sino el problema es
de ejercer poder sobre él.
Beneficio etimológico.
Considerada como una forma peligrosa y pervertida de organizar el poder político fue
confinada hasta mediados del siglo XIX, cuando es redescubierta como posibilidad
real –hasta ese momento la fórmula avanzada era anteponer la república a las
monarquías absolutistas-, pero este renacer, este despertar, este nuevo debut, tendrá
un precio que pagar ya que las compuertas democráticas no se abrieron de par en
par para el pueblo, al cual se le dio la titularidad del poder político pero no su ejercicio.
Aparece de este modo, la “democracia representativa” o indirecta, concebida
tímidamente sobre la desconfianza hacia el pueblo raso, pero también propuesta
como posibilidad más adecuada a los nuevos tiempos herederos de la ilustración, la
revolución francesa, el incremento poblacional y el nacimiento del sistema capitalista,
entre otros.
En primer lugar, se rescata la idea acerca de que es el pueblo (no la Nación) el titular
del poder público, en este sentido, a cada ciudadano le corresponde una cuota de ese
poder, la cual podrá utilizar en ejercicio de sus derechos; en segundo lugar, se le
reconoce un papel positivo, decisivo y protagónico al ciudadano en la vida
democrática mediante su participación individual o colectiva para elegir, vigilar,
planear, cogestionar y decidir sobre diversos aspectos de ámbito público; tercero y
como consecuencia de lo anterior, se introducen mecanismos e instrumentos propios
de la llamada “democracia directa” o participativa tales como los plebiscitos,
referendos, consultas populares, revocatorias del mandato, voto programático,
iniciativa legislativa y normativa, cabildos abiertos, rendición de cuentas, entre otros.
Quizá sea Jean Bodin en sus “Seis Libros de la República” (1576), el primero en
distinguir el Estado del gobierno a la manera moderna. En efecto, él establece la
diferencia entre las formas de Estado y las formas de gobierno: la forma de
Estado se refire a quíen ostenta la titularidad de la soberanía y son tres formas
puras (Monarquía, aristocracia y democracia); la forma de gobierno por su parte,
hace relación a la manera como se ejerce la soberanía a través de las
magistraturas y los empleos, resultando así que una forma de Estado como la
Monarquía, puede tener a su vez diversas formas de gobierno, según si el
gobierno es encargado a una persona, a un comité de notables o al pueblo en su
conjunto.
7
La correspondencia con las funciones del gobierno serían: a) Desarrollo de un proyecto político,
b) Mantener el control sobre funcionarios y lograr el favor del pueblo, c) Velar por los intereses
generales de la polis y d) Conducción política y toma de decisiones fundamentales.
8
No es de extrañar que algunos definan al Derecho Constitucional como “El encuadramiento
jurídico de los fenómenos políticos”.
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El gobierno tiene una relación directa con la política, en tanto representa el centro
a partir del cual se ejerce el poder. Ahora bien, pese a la diversidad institucional de
la política contemporánea, “pueden faltan los partidos, los parlamentos, las
elecciones, los aparatos burocráticos desarrollados, pero no una estructura de
gobierno” (Orlandi y Zelaznik: 2000)
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Dentro de los regímenes políticos democráticos9 existen además, diversos
arreglos institucionales que dan como resultado formas de gobierno diferentes.
Estas formas de gobierno pueden dividirse en tres: presidencialismos,
parlamentarismos y mixtas llamadas semiparlamentarismos o
semipresidencialismos.
9
Por considerarla importante para la discusión sobre gobierno, se introduce esta discusión sobre
los arreglos institucionales democraticos; aun asi, la discusión sobre democracia sera abordada en
detalle en la siguiente seccion.
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presidentes no hacen uso de ellas, estos gobiernos entonces funcionan en la
práctica como parlamentarismos (Islandia por ejemplo), en otros las atribuciones
presidenciales son importantes y los presidentes hacen uso de ellas (Francia).
Cuando el semipresidencialismo efectivamente se aplica como en Francia la forma
en que funcionan los gobiernos va cambiando de elección en elección de acuerdo
a los resultados electorales ya que los presidentes más poderosos son aquellos
que logran a su vez contar con mayoría legislativa y definir quién ocupa el cargo
de primer ministro. Si no logran contar con mayoría propia en el legislativo
entonces hablamos de cohabitación, es decir, el presidente debe coexistir dentro
del poder ejecutivo con un gobierno (primer ministro y gabinete) de otro color
político.
Nuevas perspectivas
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y más gobierno”; en fin, es el tema de la gobernabilidad10. Con este panorama,
podemos ya, abordar la siguiente temática.
Las burocracias públicas son una de las instituciones políticas más antiguas y se
han vuelto crecientemente poderosas en las últimas décadas, particularmente
desde la segunda posguerra. Este incremento del poder de la burocracia se
manifiesta en la tendencia al aumento del sector público, al gasto gubernamental y
al aumento y la complejización de las funciones de gobierno. Al mismo tiempo,
paradójicamente la imagen de la burocracia en la opinión pública es en ocasiones,
altamente negativa.
10
Para mayor profundidad sobre las aproximaciones sobre gobernabilidad y gobernanza véase el
trabajo de Jiménez, Ramírez y Roncancio ( 2007)
11
En este aparte, la referencia a la administración pública se hace unicamente con el objeto de
establecer una distinción con los terminos estado y gobierno antes tratados.
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La relación entre política y administración
LECTURA COMPLEMENTARIA
1. Modernización y democratización
América Latina se encuentra inserta en un contexto marcado por dos coordenadas: procesos de
modernización y procesos de democratización. Esbozo someramente estos vectores. Entiendo por
modernización al proceso de racionalización (racionalidad medio-fin) que en su forma actual se
caracteriza por tres rasgos sobresalientes. En primer lugar, la nueva complejidad de la sociedad,
caracterizada por la creciente diferenciación de los diversos campos de la vida social (economía, ciencia,
arte, etc.) según racionalidades y dinámicas relativamente autónomas. Ello ha impulsado, en segundo
lugar, un cambio de la matriz de la organización social. Con el avance de la complejidad social disminuye
la capacidad jerárquica de regulación estatal y se afianzan formas descentralizadas de coordinación
como el mercado. Este cambio se entrelaza con un tercer condicionante: el proceso de globalización.
Este significa no sólo la mundialización de los circuitos económicos, tecnológicos, comunicativos, etc.,
sino también la subordinación de los diversos aspectos de la vida social bajo la racionalidad del
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mercado. En este sentido, el proceso actual de modernización de América Latina ocurre, a diferencia de
la ola anterior de los años sesenta, bajo el signo de la sociedad de mercado. Por su parte, el proceso de
democratización concretiza el principio de autodeterminación colectiva mediante dos cursos de acción: la
elección libre, competitiva y regular de las autoridades políticas en instituciones representativas y, por
otro lado, la toma de decisión mediante procedimientos legales. Si el primer aspecto sobresale por
contraste con la experiencia autoritaria de la región, el segundo aspecto —la capacidad de las
instituciones democráticas de dirimir conflictos, decidir los desafíos y orientar el desarrollo futuro— se
revela crucial en relación al proceso de modernización.
Modernización y democratización van mano en mano y los países latinoamericanos han de responder
simultáneamente a ambas «lógicas». No pueden renunciar a la modernización sin automarginarse de la
economía mundial; cualquier estrategia de desarrollo pasa en definitiva por un proceso de
modernización. No se trata empero, de un proceso fijo y predeterminado; hay distintas estrategias de
modernización. La determinación de la estrategia específica remite a la política y, en concreto, al
proceso de democratización. La democracia establece los procedimientos que regulan quién vota y
quién gobierna, mas no se limita a la elección de las autoridades. No menos importante es qué se
decide, o sea, qué materias son objeto de la voluntad colectiva. Entonces salta a la vista el dilema:
nuestros países han de obedecer simultáneamente a los «imperativos» de la modernización y a las
exigencias de la democracia, siendo que los dos procesos responden a principios contrapuestos. El
principio democrático de un orden creado deliberadamente acorde a la autodeterminación colectiva es
contradictorio con el principio del mercado en tanto equilibrio no intencional que resulta del libre
intercambio entre individuos. ¿Cómo compatibilizar ambos procesos?
A pesar de las «lógicas» contrapuestas, la pugna entre las dos dinámicas no es enfocada como un
conflicto de principios («uno u otro») sino como un conflicto de distribución («más o menos») que es
negociable.(A. Hirschman) Puestas en la balanza del poder, predominan claramente las exigencias de la
modernización. No me referiré a los poderosos condicionantes externos que, de manera imperiosa o
como «clima mundial», impulsan la estrategia predominante de modernización. Me limito a resaltar la
forma interna en que se manifiesta actualmente la modernización en América Latina: la sociedad de
mercado. Quiero decir, más que una economía capitalista de mercado tenemos una sociedad de
mercado, en que la racionalidad del mercado condiciona las normas, actitudes y expectativas de la
gente. El mercado no sólo regula las relaciones económicas, sino que permea profundamente todas las
relaciones sociales. En pocos años la gente ha interiorizado una conducta conforme al intercambio
mercantil; prevalece una mentalidad de intercambio y un cálculo utilitarista de costo-beneficio en los
diversos ámbitos de la vida social. Surge un nuevo tipo de sociabilidad. El cambio de valores y actitudes
tiene que ver con lo que puede denominarse un «clima posmoderno» de alcance mundial. La
desconfianza de las grandes gestas unida a un afán por un consumo light y fast de todo tipo así como
una estetización generalizada de las relaciones sociales son signos de un proceso de privatización. Esta
sociabilidad de lo privado es impulsada igualmente por la reorganización económica de la sociedad. A
raíz de las políticas neoliberales, se reduce el ámbito de la acción colectiva y se fomentan estrategias
individuales. La maximación de beneficios privados es una estrategia racional acorde a los criterios del
mercado, pero contraria a compromisos colectivos. Predomina un «individualismo negativo» en el doble
sentido de que el individuo recela de la acción colectiva al mismo tiempo que se siente aislado y excluido
del manto protector de la colectividad. Esta situación conlleva dos consecuencias contrapuestas. Por un
lado, se erosiona el animus societatis sobre el cual descansa toda vida de comunidad y, en concreto, el
orden democrático. La política democrática pierde arraigo cuando lo público se desvanece como espacio
de la deliberación ciudadana. Por el otro, genera una actitud ambivalente hacia el mercado; sus criterios
son interiorizados como normas prácticas de la vida cotidiana a la vez que son rechazadas como normas
éticas. Es decir, se hace uso del mercado como instrumento «técnico» sin reconocerle valor normativo.
Ello nos remite al proceso de democratización.
En la medida en que la sociedad de mercado no ofrece una normatividad vinculante, corresponde a la
democracia generar esa normatividad. Pero ésta no puede ser contraria a los «imperativos» de la
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racionalidad económica vigente. El dilema de la simultaneidad da lugar a una tendencia problemática: la
democracia restringida. Vale decir, las dos caras de la democracia —principio de legitimación y proceso
de conducción— son escindidas, restringiendo la autodeterminación colectiva a un mecanismo
legitimatorio. En los países latinoamericanos (como en otras partes) se tiende a restringir la democracia
electoral (elección de las autoridades políticas y la correspondiente competencia entre los partidos) y
paralelamente fortalecer el poder ejecutivo para que pueda imponer libre de presiones populares los
«imperativos» de la modernización económica.
Una expresión típica de esta democracia restringida es la coexistencia de tecnocracia y populismo. La
mezcla es extraña, pero funcional. Donde la formación democrática de la voluntad colectiva queda
recortada a la elección de autoridades y privada de contenido material, queda entregado a un Estado —
neutralizado políticamente— el manejo tecnocrático de las políticas públicas. El estilo tecnocrático
permite impermeabilizar al gobierno de las reivindicaciones sociales para poder ejecutar las medidas
poco populares de reconversión económica en tanto que el estilo populista permite actualizar la promesa
democrática para movilizar la adhesión popular. De este modo se logra compatibilizar democracia
política con la modernización capitalista.
Otro ejemplo ilustrativo es la paradoja, que la reforma del Estado y el proceso de democratización corran
por caminos paralelos. Observamos avances importantes en la reforma del Estado, pero que tienden a
ignorar la adaptación de las instituciones democráticas, paralelamente, también la democratización
muestra avances significativos, pero sin contemplar precisamente ese ámbito privilegiado de la acción
política que es el Estado. El desconocimiento recíproco puede no ser inocente. Permite enfocar la
reforma del Estado exclusivamente en función de las exigencias del mercado (desregulación,
privatizaciones) a la vez que limitar la democracia a la función legitimatoria, sin capacidad de
conducción. De este modo se pueden cumplir las dos exigencias: tener un régimen democrático y, al
mismo tiempo, despolitizar la economía.
Aparentemente tal división funcional entre un poder ejecutivo que administra con mano experta las
políticas públicas y una democracia electoral que encauza cíclicamente la participación popular opera
bien. Mas esta armonización ficticia no contempla un punto decisivo: la conducción de la transformación
social. La modernización no es un proceso autorregulado que produzca automáticamente los equilibrios
sociales necesarios; por el contrario, conlleva tendencias destructivas y excluyentes que ponen en
peligro la vida social. Requiere pues instancias de coordinación y conducción que orienten y
compatibilicen las dinámicas de la modernización acorde a los valores y las normas de la vida social. El
reduccionismo reinante empero, que subordina la intervención estatal a la racionalidad económica del
mercado (nacional y mundial), priva a la sociedad de su principal instancia de coordinación: el Estado.
Estamos aquí ante la paradoja crucial: el mismo proceso de modernización que exige adaptar el Estado
a las exigencias de la sociedad de mercado a la vez exige un Estado capaz de coordinar y conducir los
procesos de transformación.
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U NIDAD II
Contenidos de la Unidad
MAPA CONCEPTUAL
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POLÍTICAS
PÚBLICAS
Comprende Comprende
Comprende
Contribuye
2.1 INTRODUCCIÓN
En una definición muy conocida, propuesta por Thomas Dye, se indica que las
políticas públicas son todo lo que un gobierno decide hacer o no hacer. Quizás su
amplitud la hace poco operativa para el análisis; en efecto no todo lo que hacen
los gobiernos pueda calificarse como una política pública, pero expresa de manera
inequívoca la idea central de esta unidad. Las políticas son el instrumento para la
conducción de las sociedades y su estudio permite observar la forma en que los
gobiernos definen objetivos comunes, disponen de sus recursos asignando
beneficios y costos entre los ciudadanos, y el impacto que estas decisiones tienen
sobre su bienestar.
Tanto la selección de los temas abordados como los contenidos mismos provienen
de la literatura sobre el análisis de políticas públicas; que tras poco más de cinco
décadas se ha convertido en un fértil campo de estudio del que se ocupan
diversas disciplinas. Por tal razón, nos resulta imposible abarcar todos los
enfoques y debates existentes; sin embargo, propondremos una presentación
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sobre algunos de los temas más relevantes, para facultar al lector en la
comprensión de la problemática desarrollada a lo largo del modulo.
La unidad está dividida en tres partes; la primera de las cuales presenta una
definición y los elementos asociados a la idea de política pública. La segunda
parte está dedicada al análisis de políticas, particularmente a la presentación de
los principales enfoques contemporáneos del análisis. Finalmente, la última parte
propone respuestas a algunas de las preguntas fundamentales en relación con las
políticas: cuál es el rol de los actores en las políticas?; cómo y por qué aparecen
los problemas públicos?; de qué medios se dispone para alcanzar los objetivos
públicos?. Por supuesto, otras preguntas seguramente importantes quedarán sin
respuesta por razones de espacio, pero esperamos despertar el interés de los
estudiantes para investigar más a profundidad sobre el tema.
2.2 OBJETIVOS
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organizaciones, la construcción de políticas públicas y de otras formas concretas
en las que se viabilizan las decisiones públicas.
Como indica Roth (2002), el Estado - como otros actores sociales, con los
recursos que tiene a su disposición -, busca incidir o modificar en cierto sentido la
regulación operante en un espacio social preciso. En el marco de un Estado de
Derecho, es la adopción de una reglamentación jurídica que legitima la
implementación de su estrategia. La definición de la estrategia estatal legitima es
el resultado de la movilización de ciertos actores públicos y privados, con intereses
contradictorios. Para este autor, las políticas públicas representan la realización
concreta de decisiones, la actividad concreta de regulación por la cual los Estado
modifican comportamientos sociales mediante el cambio de las reglas de juego
que operan hasta entonces. Estudiar las políticas públicas es, por lo tanto,
comprender al “Estado en Acción”.
Las políticas públicas son objeto de un amplio debate acerca de sus beneficios o
perjuicios. En sociedades democráticas la fuente de la autoridad política es el
pueblo, y por lo tanto, las políticas son construidas, defendidas y debatidas, en
nombre del “interés del pueblo” o el interés general. La definición de este Pueblo y
sus intereses entonces se presenta con frecuencia como una fuente de
controversias. Las nociones que justifican los cursos de acción de un gobierno
como el interés general o incluso algo mas concreto como problema público, son
definidas en el marco de los procesos políticos y por ello son objeto de debate. De
hecho, aún cuando los actores están más o menos de acuerdo sobre ciertos
problemas que deben ser atendidos, no lo estarán necesariamente acerca de la
forma en que estos deben ser resueltos y en qué orden de prioridad, sobre la
cuota de recursos públicos destinados a cada uno; tampoco, por supuesto, sobre
los impactos de las acciones una vez que estas han sido realizadas, etc.
Los gobiernos a los que elegimos para ocuparse del amplio campo de decisiones
y acciones que requerimos de su acción, traducen su visión política a través del
policy making. Ahora bien, su objetivo no es siempre el introducir cambios en el
mundo real. En ocasiones, con las políticas públicas no se quieren introducir
cambios sino mantener un estado de cosas. Por otra parte, como señala Richard
Wilson (2006), existen diferentes niveles de policy making; en nivel alto los
gobiernos definen sus objetivos y como serán alcanzados, pero a un nivel inferior,
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existe un conjunto grande de decisiones intermedias de política, acerca de la
interpretación e implementación de las políticas, que constituyen la acción
cotidiana de los gobiernos. A menudo, la relación entre estos niveles de
decisiones es conflictiva, provocando que los objetivos no sean alcanzados.
Definición Autor
Cualquier cosa que el gobierno escoja hacer o no hacer Thomas Dye (1992)
De forma simple, la política pública es la suma de las B. Guy Peters (1999)
actividades de gobierno, actuando directamente o a través de
sus agentes, mientras tenga influencia en la vida de los
ciudadanos.
Entiendo por política pública el conjunto de decisiones, Raúl Velásquez (2006)
acuerdos y acciones realizadas por un grupo de autoridades
públicas, con o sin la participación de los particulares,
encaminadas a solucionar o evitar un problema definido como
relevante, y a seleccionar, diseñar e implementar los
instrumentos que permitan cumplir sus objetivos. La política
pública hace parte de un ambiente determinado, busca
modificar o mantener ese ambiente, y puede producir o no los
resultados esperados.
Una política pública se puede entender como la orientación William Jiménez (2007)
general que define el marco de actuación de los poderes
públicos en la sociedad, sobre un determinado asunto. De
manera más concreta, la política pública se presenta como un
proceso de decisiones y acciones gubernamentales actuando
directamente o a través de sus agentes, tendiente a resolver un
asunto de interés público
Dispositivos político-administrativos coordinados en principio Pierre Muller e Yves Surel
alrededor de objetivos específicos (1998)
Fuente : Birkland (2005), Velásquez (2006), Jiménez (2007) y Muller y Surel (1998).
Antes de proponer una definición, empecemos por discutir una de las citadas con
mayor frecuencia: las políticas públicas son: “todo lo que un gobierno decide hacer
o no hacer”. Esta definición presenta algunos problemas, principalmente su
énfasis en la racionalidad del actor gubernamental como productor de decisiones
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públicas, que como veremos se ve relativizada, entre otras cosas, por la
participación de nuevos actores en la construcción de políticas. Por otra parte, es
una definición muy amplia, lo que dificulta su aplicación al análisis de casos
concretos. Por tal razón, parece necesario adoptar una definición más específica,
como algunas de las reseñadas en la tabla anterior, o la que presentamos a
continuación y proponemos adoptar en esta unidad:
Esta definición nos permite considerar a las políticas públicas como un fenómeno
empírico que puede ser estudiado, sin importar el nivel –nacional, local- o sector
del que nos ocupemos. Sin embargo, es posible especificar aún más la definición
a partir de proponer ciertos elementos comunes para las políticas públicas12.
Esta afirmación significa, en primer lugar, que una política está constituida por un
conjunto de medidas concretas que constituyen su contenido visible: decisiones,
medidas y acciones –planes, proyectos- e instrumentos de acción pública –
normatividad, contratos, subsidios, etc.-. Por ejemplo, en una política educativa
encontraremos un conjunto de medidas orientadas a la construcción de colegios,
procesos de evaluación de estudiantes y docentes, vinculación de docentes,
introducción de nuevas tecnologías de comunicación en el proceso educativo, etc.
Seguramente, encontraremos también diversos medios utilizados por los
gobiernos para alcanzar sus objetivos de política, como por ejemplo, un conjunto
de normas que regula diversos aspectos relacionados con la prestación del
servicio educativo, el presupuesto público asignado o incluso programas de becas
y subsidios para estudiantes de bajos recursos. A estos medios, los llamaremos
instrumentos de acción pública13.
Por lo tanto, las acciones aisladas no constituyen una política pública. No existe
una política de “uso del cinturón de seguridad”; esta medida haría parte de un
marco de acción orientado hacia la seguridad en carreteras, del que también
harían parte por ejemplo, los controles de velocidad y alcoholemia. Los
instrumentos tampoco son las políticas, no existiría entonces una política del
SISBEN, por ejemplo. En otras palabras, una política pública está constituida por
declaraciones, actos, decisiones e instrumentos que no pueden ser considerados
aisladamente. Es por esta razón que Muller y Surel (1998) señalan que una
12
Para ello, retomamos los planteamientos de Muller y Surel (1998), con algunas adaptaciones
útiles para la discusión del caso colombiano.
13
En la parte final de esta unidad, se analizan en detalle los instrumentos de acción pública.
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política pública es una construcción analítica, es decir que la primera tarea cuando
se emprende un análisis es la reconstrucción del marco de acción definido por la
política estudiada.
Por otra parte, recuerda también Velásquez, las políticas públicas pueden
perfectamente hacer parte de políticas públicas mayores que les dan origen y
sustento14. Así, por ejemplo, Jolly (2004: 80) parte de la definición de Salazar
(1999) para definir como megapolítica pública “aquella que corresponde a un
conjunto de políticas públicas ligadas entre si por relaciones funcionales o
intencionales”. Por lo tanto, considera que la megapolítica pública urbana podría a
su vez descomponerse en: política pública “de la casa15”, política pública “del
entorno urbano16” y política pública “del contorno urbano17”.
14
“Para entender esta situación, acudamos a las famosas muñecas rusas o “matrioscas,” y
visualicemos a las políticas públicas, llámense planes, políticas, programas o proyectos, unas
dentro de otras, pero al fin y al cabo todas reuniendo los elementos de la definición de política
pública, es decir conjuntos de decisiones, acuerdos y acciones de autoridades públicas, con o sin
la participación de particulares, que pretenden la solución o prevención de problemas definidos
como relevantes” (Velásquez, 2006: 9).
15
“Que se refiere a todas las disposiciones que se toman en relación con la casa “puertas
adentro”, (incluyendo el suelo urbanizable) sea para construirla o mejorarla”. (Jolly, 2004: 81)
16
“Que tiene que ver con la conexión a los servicios públicos domiciliarios (energía, acueducto,
alcantarillado, telecomunicación básica) y los equipamientos del barrio y de la localidad (vías
locales, parques de barrio, escuelas, centros de salud, canchas deportivas, etc.)”. (Jolly, 2004: 81)
17
“Que se refiere a los equipamientos metropolitanos (parques metropolitanos, sistema de
transporte masivo”. (Jolly, 2004: 81)
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En tercer lugar, cuando se señala que las políticas definen un marco normativo
de acción, se esta haciendo referencia a que toda política puede definirse en
primera instancia a partir del conjunto de objetivos que pretende alcanzar. Estos
objetivos son en ocasiones indicados de manera explicita en los textos y las
decisiones gubernamentales (planes de desarrollo o documentos de política, p.e.)
o pueden ser implícitos o incluso ambiguos.
Las políticas tampoco están contenidas totalmente en los planes de desarrollo, puesto que los objetivos
definidos allí, así como las acciones propuestas, deben ser puestos en práctica y con frecuencia, son
interpretados y modificados por los actores encargados de aplicarlos. En consecuencia, debemos considerar
que las políticas son reveladas a través de textos, prácticas y discursos –por ejemplo las explicaciones de los
actores sobre las decisiones tomadas y sobre las acciones desarrolladas o no -. En suma, reconstruir y estudiar
las políticas implica observar más allá de la decisión contenida en un acto normativo o formalizada en un plan
de desarrollo.
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Políticas redistributivas. En este caso, se establecen criterios que dan
acceso a ventajas asignadas no a sujetos designados especialmente, sino
a clases de casos o de sujetos. El Estado designa los criterios generales,
no designa individualmente a los beneficiarios o perjudicados, como en el
acceso a la seguridad social.
• Políticas constitutivas. En las que se tiene como propósito poner en marcha
una modificación sustantiva del aparato institucional o de las reglas de
juego que orientan la intervención del Estado sobre un aspecto sustancial,
lo que implica el ejercicio de la coerción de manera indirecta. Las reformas
del Estado, orientadas a la fusión o supresión de ministerios, podrían ser un
buen ejemplo de este tipo de políticas.
Por lo tanto, para estudiar las políticas públicas, es necesario estudiar los
individuos, grupos u organizaciones cuya posición social es afectada por la acción
del Estado. Por lo tanto es necesario:
Para algunos autores, las políticas públicas son, la mayor parte de las veces, no
necesariamente la solución de un problema, sino una forma de institucionalización
del trabajo gubernamental. En otras palabras, cada política tiende a circunscribirse
en un sector de la sociedad: agrícola, salud, educación, etc. Esta forma de
intervención pública sobre “segmentos de la realidad”, permite identificar la
sustancia de los problemas por tratar, la naturaleza de las poblaciones implicadas
y desarrollar conocimiento especializado que sustente la construcción de políticas
públicas (Muller, 2004).
La noción de sector ha tenido diversos significados: desde una porción de la superficie de un círculo en la
geometría, hasta la referencia de una zona geográfica donde se desarrolla la actividad militar. Solo a
comienzos del siglo XX, se adopta la definición de sectores económicos: primario, secundario y terciario, en
tanto campos de la actividad (Muller, 2004).
En otras palabras, cada vez mas los gobiernos reconocen su necesidad de acción
en nuevos campos de intervención que no encajan precisamente en la lógica de
acción sectorial. Los ejemplos no cesan de aparecer: lucha contra el desempleo,
política ambiental, políticas dirigidas a grupos poblaciones: minorías étnicas,
grupos etáreos –la juventud-, políticas de genero, entre otras. Estas políticas no
corresponden a un sector, sino que requieren de un conjunto de acciones que
implican a varios sectores diferentes, lo que puede generar dificultades tanto en la
coherencia interna de la política, como en su puesta en marcha que implicará la
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participación de diversas agencias gubernamentales o actores privados. Así, en el
caso colombiano por ejemplo, la política nacional para las mujeres 2003-2006
incluía acciones en materia de empleo y desarrollo empresarial de las mujeres;
educación y cultura; salud, salud sexual y reproductiva; violencias contra las
mujeres; participación política, etc.
ACTIVIDAD DE AUTOAPRENDIZAJE:
Como podemos, entonces, saber quien hace las políticas públicas?. El término
actor designa a individuos, grupos u organizaciones con autonomía y capacidad
de acción. Para ser considerado como actor en una política pública, es necesario
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