Carta de Integración

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Experto en Procesos de Duelo

Carta de integración de la pérdida, lazos continuos

OBJETIVOS

➢ Identificar y elaborar los asuntos pendientes con el objeto del duelo.


➢ Integrar una visión holística y equilibrada del ser querido que murió.

ACTIVIDAD

A) Te pedimos que escojas un duelo por muerte que hayas vívido y que al
terminar de leer este párrafo cierres los ojos, enlentezcas tu respiración
e intentes recordar los momentos subjetiva y emocionalmente
importantes que hayas vivido con esa persona. Cómo si fuera un tráiler
de la película de tu vida con esta persona, que imágenes aparecen
en la misma, anécdotas, buenos momentos, discusiones, que aportaba
esta persona en tu vida, que aportabas tú a la suya, como la definirías,
cierra los ojos y dedícale unos minutos.

Ahora te proponemos que contestes por escrito a estas preguntas en relación


con tu duelo.

Copyright © 2020 by Jose González Fernández Premio- Lafourcade Ponce por su trabajo en duelo. Prohibida la reproducción total o
parcial. Todos los derechos reservados
Experto en Procesos de Duelo

• Lo que más echo de menos de ti es…

• El primer recuerdo que tengo de ti es …

• Los mejores momentos que pasé contigo fueron …

• Tu peor defecto era …

• Lo que más me gustaba de ti es…

• Lo que los demás dicen de ti es …

• El recuerdo que más me perturba de ti…

• Lo que más le gustaba hacer era …

• El consejo que más solía dar (eras un ejemplo en) …

• Cuando más me decepcionaste fue..

• La broma que más solías hacer era…

• Lo que nunca te oí decir fue…

• Me acuerdo de ti con (libro, película, canción, bar, playa)

• Lo que menos echo de menos de ti es…

• Cuando pienso en ti…

• Lo que hago para mantener vivo tu recuerdo es…

• De lo que más me arrepiento de nuestra relación es…

• Lo que me gustaría poder decirte es…

• Sé que estoy progresando cuando…

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EJEMPLO:

Duelo elegido: abuelo.

• Lo que más echo de menos de ti es tu presencia


• El primer recuerdo que tengo de ti es tu viaje a Madrid a vernos
• Los mejores momentos que pasé contigo fueron en el Parque de
Atracciones (mi infancia) y cuando ya estabas malito y mi padre y yo te
sacábamos de paseo, me sonreías y señalabas para que fuese yo la que
empujara tu silla de ruedas (mi adolescencia).
• Tu peor defecto era tus rarezas y lo gruñón que eras.
• Lo que más me gustaba de ti es lo querido que eras por todos en el
pueblo.
• Lo que los demás dicen de ti es que buena persona
• El recuerdo que más me perturba de ti cuando te reías de mí y me
llamabas niña de ciudad (infancia) y cuando estando ya malito nos
marchábamos a Madrid de nuevo sin despedirte mientras dormías para
que no te echases a llorar (adolescencia)
• Lo que más le gustaba hacer era trabajar, era zapatero y montar en
bicicleta.
• El consejo que más solía dar (era un ejemplo en) lo disciplinado que era,
muy madrugador para que le cundiese el día.
• Cuando más me decepcionaste fue cuando con 10 años el primo Pedro
no paraba de reírse y meterse conmigo y tú nunca me defendías.
• La broma que más solías hacer era cuando nos decías “cierra los ojos y
abre la boca” siempre pensábamos que era para darnos un bombón y lo
que hacías era meternos el dedo en la boca.
• Lo que nunca te oí decir fue Te quiero, estoy orgullosa de ti.
• Me acuerdo de ti con ciertas reacciones de mi padre, cada vez se va
pareciendo más a ti, cuando hablamos de Salamanca o de zapatos.
• Lo que menos echo de menos de ti, tu falta de ternura.
• Cuando pienso en ti, me sonrío, siento orgullo de nieta.
• Lo que hago para mantener vivo tu recuerdo es hablar de ti.
• De lo que más me arrepiento de nuestra relación es no haber pasado más
tiempo juntos, haberte llamado más.

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• Lo que más me gustaría poder decirte es Te quiero


• Sé que estoy progresando en mi proceso de duelo cuando, solo me
quedo con los momentos buenos que vivimos juntos, aquellos más tiernos
y me olvido del resto.

B) Integración de la pérdida. Ahora te proponemos que con estas preguntas


elabores una carta dirigida a la persona que falleció: puedes leerla en voz
alta e imaginar que te contestaría, enviarla, quemarla, guardarla, dale una
salida simbólica.

El objetivo no es decir adiós, sino integrar la perdida con una tristeza


sostenible, actualizar el lazo continuo con nuestro ser querido.

EJEMPLO:

Querido abuelo,

Me siento delante del papel, esperando reencontrarme contigo, cierro los


ojos, y te veo ahí al final del pasillo en tu mesa de trabajo con tu mandil azul,
entre manos como siempre uno de esos viejos zapatos. Estoy convencida que
solo con mirar la suela desgastada serías capaz de adivinar la personalidad de
cada uno y cada una de tus clientas solo por su forma de pisar y cuidar sus
zapatos. Mientras en el ambiente ese olor tan peculiar a cola que todo lo
invade, y el canto alegre de aquel jilguero que siempre me despertaba de
madrugada y que siempre bañabas debajo del grifo de la pila. Acaricio tu
mesa, a mis ojos siempre tan desordenada, y a los tuyos tan ordenada, donde
siempre lo encontrabas todo, no sé cómo lo hacías, pero entre tú y yo, si algo
llamaba mi atención de esa mesa, quizás por mi curiosidad infantil, eran sus
cajones atrancados, llenos de lo que imagino eran tus propios tesoros, tu
armónica, tu libreta…

No sé si alguna vez llegué a decírtelo pero me gustaba observarte, a


veces desde el escalón, otras mientras trasteaba con el pedal de tu máquina de
coser, y la mayoría de las veces mientras te llenaba el mural de seises y cuatros
haciendo la cara de tu retrato, esperando que te enfadases y me mandaras con
la abuela ayudarla a la cocina.

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Ya por entonces me gustaba poco la cocina y me iba al mueble de la


entrada y entre viejos cassettes, buscaba el cartel de zapatero que debería
colgar de la puerta, y que nunca estaba, yo me empeñaba en colgarlo,
imagino que orgullosa de tu trabajo, y tú siempre empeñado en quitarlo, acabé
dándome por vencida achacándolo a alguna rareza tuya, pero con el tiempo
entendí que no necesitabas cartel ninguno en esa puerta, porque todos sabían
que en la calle moral 22 vivía Ignacio Pando Revesado, zapatero de profesión,
padrino del “Viti” y amigo de sus amigos.

Regreso de mis pensamientos, me había quedado ensimismada, y me doy


cuenta que son ya 17 años sin ti, media vida ya, el uno sin el otro. 17 años llenos
de recuerdos contigo y fechas señaladas que no se olvidan y que hoy recuerdo
entre lágrimas con un atisbo de sonrisa, y otros 17 echándote de menos. Aunque
no lo creas, sé que hoy estarías orgulloso de mi, aunque siga sin poder trepar a
los árboles, perdóname por pensar tantísimas veces que no lo estabas, pero he
tenido que hacerme mayor para darme cuenta que no todos tenemos esa
facilidad para expresar lo que sentimos.

Te fuiste, como hacía yo, sin despedirme de ti cuando me volvía a Madrid,


para no verte triste, para no verte llorar, no era fácil verte así, y al final tú hiciste lo
mismo, pero en tu caso para no volver. Te fuiste antes de que llegase, quizás
para que así guardase un buen recuerdo de ti. No tuve tiempo de decirte todo
lo que hoy soy capaz de escribirte en esta carta, lo mucho que te quería y lo
importante que fuiste para mí, y lo mal que me sentaba que fueses tan gruñón,
que me hicieras madrugar en vacaciones y que no me dejases poner la tele por
las mañanas mientras desayunaba… Aquel 15 de agosto de 2002, te apagaste
definitivamente, recuerdo la cara de mi padre, al final de otro pasillo, me
imagino que era tu momento, cansado después de tanto luchar en esta vida, tus
últimos seis años no fueron fáciles, ni para ti ni para ninguno de nosotros, el ictus
te arrebató todo menos tus ganas de vivir, tu trabajo, tu agilidad, tus paseos,

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tus bromas, tus rarezas, tu carácter tan peculiar, cualquier movimiento


voluntario, tu habla… Dejé de escuchar tu voz, y perdí la esperanza de saber
que algún día te habías sentido orgulloso de mí, de tu nieta mayor, tu ahijada,
la remilgada como me llamabas cuando te enfadas, era más de ciudad que
de pueblo a tu pesar, yo solo necesitaba eso, escucharte.

Pero ¿sabes qué? no me hizo falta volver a oír tu voz, para saber que me
habías querido por encima de todo, tus ojos, tus manos me mostraron una
ternura que nunca antes la rigidez de tus palabras y acciones me había
dejado ver. El ictus, al que tanto odié durante años, había despertado en ti
una sensibilidad única, olvidándome de aquel abuelo rígido, que vivía en la
distancia, que solo tenía tiempo para trabajar y que nunca fue un abuelo
como los demás. Y así fue como pasé de estar orgullosa de aquel zapatero sin
cartel en la puerta, aquel hombre cabizbajo al que me gustaba empujar en su
silla de ruedas, cuando salíamos de paseo, creo que en parte eso me hacía
sentir importante, y aunque no me hablase, lo hacía a través de sus ojos, que
estaban más vivos y expresivos que nunca.

Te quiero abuelo, nos vemos al final del pasillo, pero ya sin tu mandil ni tu mesa
de trabajo, solos tú y yo.

Tu nieta, María.

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C) Ritual de despedida-integración. Te proponemos que construyas un


ritual de despedida-integración con la carta:

¿Qué querrías hacer con ella?. Compartimos algunos rituales que nos
han ayudado como dolientes a cerrar el círculo del duelo, a integrar
nuestro cordón umbilical con nuestro ser querido y así poder continuar
viviendo. ¿Cómo te gustaría cerrar el ejercicio?.

• Compartirla con otros dolientes del ser querido y proponer que ellos
escriban también una carta

• Leerla al fallecido en voz alta, en el cementerio, frente a su foto, o en un


lugar con un significado especial para la relación que teníamos con él.

• Guardarla.

• Quemarla.

• Enviarla sin dirección.

• Colgarla en alguna red social, hay algunas específicamente diseñadas


para ello.

www.vitaes.es o el atlas del recuerdo

CONCLUSIONES

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