Estados Pontificios
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Estado de la Iglesia
Stato della Chiesa
Estado desaparecido
756-1870
Interregno: 1798-1799, 1809-1814, 1849
Esteban II
Pío IX
Precedido por Sucedido por
Exarcado de Rávena ←
República Romana (1798-1799) ←
Primer Imperio francés ←
República Romana (1849) ←
Comuna de Roma ←
→ República Romana (1798-1799)
→ Primer Imperio francés
→ República Romana (1849)
→ Reino de Italia (1861-1946)
→ Cuestión romana
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Los Estados Pontificios, oficialmente Estado de la Iglesia (en italiano: Stato
della Chiesa), fueron los territorios en la península itálica bajo la autoridad
directa del papa desde el año 756 hasta 1870.1 En su máxima extensión, cubrieron
las regiones italianas modernas de Lacio, Las Marcas, Umbría y Emilia-Romaña. En
1861, los Estados Pontificios fueron reducidos al Lacio y se convirtieron en un
enclave del Reino de Cerdeña, el cual se proclamó como el nuevo Reino de Italia.
Entre 1870 y 1929, el papa no tuvo ningún territorio físico y el Vaticano estuvo
bajo soberanía italiana. El papa Pío XI y Benito Mussolini finalmente resolvieron
la crisis y crearon el Estado de la Ciudad del Vaticano, al cual se adjudicaron 44
hectáreas de la ciudad de Roma, en la zona de los edificios históricos papales, en
la Colina Vaticana.
Índice
1 Historia
1.1 Creación
1.2 El imperio carolingio
1.3 El periodo imperial
1.4 La época del Renacimiento
1.5 Movimientos revolucionarios
1.6 Unificación italiana y fin de los Estados Pontificios
2 Organización territorial
3 Banderas en orden cronológico
4 Fuerzas armadas
4.1 Ejército
4.2 Armada
5 Referencias
6 Enlaces externos
Historia
El 28 de julio del año 754, el papa, aunque enfermo, ungió solemnemente a Pipino en
San Denis cerca de París, sellándose así la legitimidad de la dinastía, y
confiriendo al rey y a los suyos el título de "Patricios de los Romanos", que era
el título que usaban los exarcas bizantinos. Pipino emprendió camino de Italia y
derrotó dos veces al rey Astolfo, en agosto de 754 y en junio de 756. En el tratado
de paz impuesto a Astolfo, este tuvo que ceder a perpetuidad veintidós ciudades a
la Iglesia de Roma en la Pentápolis, la Emilia, Comacchio y Narni, que se añadieron
al ducado de Roma. Los emisarios del emperador Constantino V ofrecieron un soborno
al rey franco, el cual respondió que esas ciudades pertenecían a "San Pedro" y a la
Iglesia de Roma. El abad Fulrado de Saint Denis tomó posesión de las ciudades y
colocó las llaves en el altar de San Pedro, junto al documento conocido como
Donación de Pipino en el Archivo papal.345 No obstante, el papa siguió considerando
al emperador como soberano formal del territorio.678
Sin embargo, el peligro lombardo no había quedado definitivamente conjurado por las
acciones militares de Pipino el Breve. El rey Desiderio invadió los Estados
Pontificios. Adriano I, papa desde 774, invocó de nuevo en este trance a los
francos para que le dispensasen su protección. Carlomagno acudió ahora en su ayuda.
El resultado fue la restitución de los bienes de la Iglesia y la promesa, no
cumplida, de anexión de otros territorios. En todo caso, la mayor parte de la
Italia central pasó a estar bajo la administración de los papas.
El imperio carolingio
La conquista de Carlomagno, hijo de Pipino, del reino lombardo colocó al rey de los
francos en un plano de superioridad y limitó las aspiraciones territoriales del
papa. Finalmente, el papa León III (795-816) rompió con el Imperio bizantino9 y
coronó como emperador a Carlomagno, lo cual supuso que el papa renunció a la
autoridad del emperador bizantino —que ya había venido haciendo en los documentos
públicos desde 775—, que había subordinado al nuevo emperador a la autoridad de la
Iglesia de Roma,10 pero en el gobierno de los Estados Pontificios. A Carlomagno la
coronación imperial le supuso el reconocimiento de su soberanía política sobre
Roma:11 el emperador era el soberano del patrimonio romano, mientras que el papa
era el que gobernaba el territorio como lugarteniente del emperador.12 La relación
entre el emperador y el papa quedó fijada en 816 con el pactum ludivicianum, en el
que se definieron los territorios, la jurisdicción y autoridad del papa, se
reconocieron elecciones papales libres y la intervención del emperador a petición
del papa.13 La Constitutio Romana de 824 supuso la afirmación de la soberanía
carolingia en los territorios papales,14 por la que el coemperador Lotario I (817-
855) ponía bajo control imperial los actos políticos y administrativos del papa con
la presencia permanente de dos missi dominici, así como le obligaba a un juramento
de fidelidad hacia el emperador antes de su consagración.1516 Su hijo, el emperador
Luis II (844-875), se aferró a estas prerrogativas al intervenir en las elecciones
papales, al ejercer control sobre la política interna de Roma17 y también en el
antiguo Exarcado de Rávena, y al instalar en el territorio a vasallos imperiales.16
A pesar de este control imperial sobre el papa, la unción y coronación imperial de
Luis II en abril de 850 asentó una constante a lo largo del medievo, que tales
ritos solo podía hacerlos el papa, y en Roma, incluso si había sido ungido rey
previamente. En 855, con la abdicación y muerte del emperador Lotario I, Luis II,
que ya era rey de Italia, no obtuvo territorios al norte de los Alpes, y al quedar
como soberano italiano, se identificó el título imperial con el reino italiano.18
Las razzias sarracenas sobre la costa italiana impulsaron a los papas a buscar
protección en el emperador Luis II, y además, los pontífices necesitaban la
protección frente a la aristocracia romana, de modo que el cometido reservado desde
entonces para el emperador era la protección de la Iglesia romana.18 Su muerte en
875 privará al papado de apoyo, lo que les llevará a buscar candidatos a ser
coronados como emperador entre aquellos que pudieran defenderlo de los musulmanes y
de los señores locales. Aun así, el papado tuvo que pedir ayuda a los bizantinos,
por lo que mantuvo una postura más flexible con Bizancio en materia religiosa.19
El periodo imperial
Desaparecido el Imperio carolingio, el rey de Italia, Berengario II, amenazó los
Estados de la Iglesia. Juan XII requirió el amparo de Otón el Grande, quien doblegó
al hostigador y entró triunfante en Roma. Allí, en la Basílica de San Pedro, el
papa restableció la dignidad imperial, coronando a Otón como emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico el 2 de febrero de 962,20 mientras que Otón, por su parte,
impuso al papa el Diploma Ottonianum, que confirmaba el Pactum Ludovicianum (817) y
la Constitutio romana (824).2122
La Italia meridional nunca formó parte de los Estados Pontificios, pero sí estuvo
sujeta a vasallaje de estos durante el periodo de dominación normanda. En 1059,
mediante el concordato de Melfi, dimanado del concilio celebrado en esta ciudad, el
papa Nicolás II otorgaba a Ricardo de Aversa la investidura del principado de
Capua, y a Roberto Guiscardo la del ducado de Apulia y de Calabria, así como, para
un futuro, del señorío de Sicilia. Como contrapartida a la unción episcopal con que
se vieron dignificados, se comprometían estos a prestar vasallaje al sumo pontífice
en todo momento. Roberto Guiscardo se mostró imparable en sus conquistas y en pocos
años ocupó toda Sicilia, tomando a los musulmanes Palermo y Mesina, y a los
bizantinos directamente Bari y Brindisi, y bajo su soberanía teórica Amalfi y
Salerno. Cuando en 1080 Gregorio VII precisó el auxilio militar del normando, le
otorgó su apostólico beneplácito a las conquistas a cambio de una formal
declaración de vasallaje hacia la Santa Sede sobre todos los territorios ganados.
En las postrimerías del pontificado de Inocencio II, hacia 1143, coincidiendo con
el movimiento reivindicativo municipal que se extendía por todas las ciudades de
Italia, el Senado romano se hizo con buena parte del poder civil de los sucesores
del apóstol Pedro. El sucesor de Inocencio, Lucio II, intentó restablecer por las
armas el orden anterior y atacó el Capitolio al frente de un ejército, pero el
Senado le infligió una severa derrota. Arnaldo de Brescia se puso al frente de la
revolución popular y senatorial romana. Bajo su liderazgo se pidió que el papa
depusiera todo poder temporal, y que él mismo y el resto del clero entregasen sus
posesiones territoriales. Roma se apartó de la obediencia civil al papa y se
declaró nueva república. Federico Barbarroja devolvió al papa Adriano IV el
gobierno de los Estados Pontificios cuando, deseando ser coronado emperador en Roma
de manos del pontífice, entró en 1155 en la ciudad con un potente ejército y apresó
y ejecutó a Arnaldo de Brescia. No obstante, fue el propio Federico quien, en aras
de una política expansionista que aspiraba al control de toda Italia, puso años
después a los sucesores del apóstol Pedro en grave riesgo de perder sus posesiones.
Por añadidura, como consecuencia de la cruzada llevada a cabo contra los albigenses
en el Mediodía francés, había logrado de Raimundo VI de Tolosa la cesión de siete
castillos en la región de Provenza, patrimonio que se incorporó al de la Iglesia y
que luego, en 1274, sería trocado mediante acuerdo entre Gregorio X y el rey Felipe
III el Atrevido por el condado de Venasque, región que comprende las tierras que se
extienden entre el Ródano, el Durance y el Monte Ventoux.
Los Estados Pontificios volvieron a pasar por un difícil trance durante el imperio
de Federico II (1215-1251). Dueño del reino de las Dos Sicilias e incorporadas al
imperio Lombardía y Toscana tras la derrota de la liga lombarda en 1239, Federico
se propuso anexionar igualmente el patrimonio de San Pedro para acaparar el dominio
de toda Italia. Marchó sobre Roma, de donde se vio obligado a huir el papa Gregorio
IX, se paseó desafiante y sin oposición por toda Italia, nombró gobernador del
territorio peninsular a su hijo Enzio y él mismo se erigió en señor de los Estados
Pontificios. El año 1253, dos después de la muerte del emperador, el papa Inocencio
IV pudo regresar a Roma desde su exilio francés y retomar el gobierno de la ciudad
y del resto de los dominios eclesiásticos.
Era precisa una actuación resuelta y aplastante contra todos aquellos rebeldes si
se quería reunificar el patrimonio de San Pedro. Aprovechando la presencia en
Aviñón del español Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo y avezado militar, que
había participado con las huestes de Alfonso XI de Castilla en la Batalla del
Salado y en el sitio de Algeciras, Clemente VI le elevó al cardenalato y le confió
la misión de reclutar un ejército. Dos años después (1353), entronizado ya
Inocencio VI, portando una bula por la que se le nombraba legado plenipotenciario
del papa para los Estados Pontificios, se aplicó Gil de Albornoz a la misión
encomendada, consiguiendo militarmente todos sus objetivos. Recuperó cuantos
territorios habían sido usurpados y doblegó a los altivos cabecillas de la
insubordinación italiana; los Estados de la Iglesia volvían, agrupados, a la
obediencia del papado. Albornoz también redactó y puso en práctica el primer marco
jurídico específico para los Estados Pontificios, las Constitutiones Aegidianae
(las Constituciones Egidianas –por Egidio, esto es, por Gil) que siguieron en
funcionamiento hasta los Pactos de Letrán (1929) que fundan la Ciudad del Vaticano.
Movimientos revolucionarios
Mapa de Italia en 1796, mostrando los Estados Pontificios antes de las guerras
Napoleónicas que cambiaron el mapa de Italia.
El condado Venesino y Aviñón pertenecían a los Estados Pontificios, formando un
enclave en suelo francés. Estas posesiones fueron confiscadas durante la Revolución
francesa, siendo papa Pío VI (1775-1799).
A pesar de ello, estos pequeños logros no fueron suficientes para satisfacer las
exigencias de los exaltados revolucionarios. A finales de ese mismo año de 1831, la
rebelión se propagaba otra vez por los Estados de la Iglesia. Las tropas
austriacas, cuya presencia constituía una garantía de estabilidad y orden, habían
regresado a sus bases de origen; fue preciso pedir de nuevo su intervención, cosa
que llevó a cabo solícitamente el general Radetzky. Unidas sus fuerzas a las del
papa, fue tarea fácil tomar Cesena y Bolonia, focos de la protesta revolucionaria.
Francia, por su parte, desplegó algunos destacamentos en Italia y ocupó Ancona, que
fue desalojada en 1838. Después de unos años de calma, la agitación revolucionaria
se hizo notar en 1843 en Romaña y Umbría. En 1845 fuerzas sublevadas se apoderaron
de la ciudad de Rímini. Pudieron ser expulsadas aunque no reducidas, de forma que,
si bien abandonaron Rímini, llevaron la revolución a Toscana.
Mapa de los Estados Pontificios; el área rojiza fue anexionada al Reino de Italia
en 1860, el resto (en color gris) en 1870.
Artículos principales: Unificación de Italia y Toma de Roma.
Los aires revolucionarios que soplaban con fuerza por toda Italia derivaron en
corrientes impulsoras de la unidad nacional. El rey sardo-piamontés Carlos Alberto
asumió las iniciativas en pro de tal unidad y declaró la guerra a Austria. El papa
Pío IX no quiso unirse a la causa, actitud que no le perdonó el pueblo romano.
Estalló la rebelión y Pío IX tuvo que huir de Roma en noviembre de 1848. Se abolió
el poder temporal del papa y se proclamó la II República Romana. Se organizó un
contingente militar aportado por diversas naciones católicas, y el 12 de abril de
1850, el sucesor del apóstol Pedro regresaba a Roma, abolida la efímera república.
En el verano de 1859 algunas ciudades de la Romaña se levantaron contra la
autoridad del papa y adoptaron la plebiscitaria resolución de anexionarse al
Piamonte, lo que se llevó a efecto en marzo de 1860. Ese mismo año, Víctor Manuel
solicitó formalmente del papa la entrega de Umbría y de Marcas, lo que Pío IX
rehusó hacer. Las tropas piamontesas se enfrentaron a las del papa, que resultaron
derrotadas en Castelfidardo (18 de septiembre) y en Ancona (30 de septiembre). La
Iglesia se vio desposeída de aquellas regiones que, en unión de la de Toscana, de
Parma y de Módena —estas por voluntad propia expresada mediante plebiscitos—, se
anexionaron al creciente reino de Piamonte-Cerdeña (noviembre de 1860), que pasaba
a denominarse reino de Italia del Norte. Los Estados Pontificios quedaban
definitivamente desmembrados y reducidos a la ciudad de Roma y su entorno, donde el
papa, bajo la protección de las tropas francesas, siguió por el momento ejerciendo
su declinada autoridad civil.
Organización territorial
En naranja, la Comarca de Roma, que no era una delegación, si no, una provincia con
carácter especial.
Desde la Restauración y hasta la toma de Roma, los Estados Pontificios se dividió
administrativamente en 17 delegaciones apostólicas, circunscripciones territoriales
establecidas por Pío VII el 6 de julio de 1816:
Comarca de Roma
Delegación de Bolonia
Delegación de Ferrara
Delegación de Forli
Delegación de Ravena
Delegación de Urbino y Pesaro
Delegación de Macerata
Delegación de Ancona
Delegación de Fermo
Delegación de Ascoli
Delegación de Camerino
Delegación de Perugia
Delegación de Spoleto
Delegación de Rieti
Delegación de Frisione
Delegación de Benevento
Delegación de Viterbo
Delegación de Civitavecchia
Banderas en orden cronológico
Uso normal entre 928-1803
Uso normal entre 928-1803
Fuerzas armadas
Con base en una consideración genérica se puede afirmar que el Estado de la Iglesia
ha intentado defender los bienes materiales y su autonomía religiosa, recurriendo,
en primera instancia, al poder religioso, especialmente al de la excomunión, o más
raramente al de entredicho, pero cuando esto no bastara, también hacía uso de las
armas.24
Ejército
Artículo principal: Ejército de los Estados Pontificios
El Ejército del Estado de la Iglesia o Ejército del Estado Pontificio fue el
ejército al servicio del papado. Constituido a partir de la Edad Media, fue
disuelto en 1870 con la captura de Roma y la unificación de Italia.
Armada
Artículo principal: Marina pontificia
La armada papal tuvo presencia desde la Edad Media. Sin embargo, nunca fue de una
fuerza considerable ni igualaba el poder naval de otros Estados italianos. Esta
fuerza papal naval se mantuvo hasta la incorporación de los Estados Pontificios al
Reino de Italia.
Estandarte de batalla
Estandarte de batalla
Enseña naval
Enseña naval
Referencias
«Papal States». Encyclopædia Britannica.
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Enlaces externos
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Categorías: Estados PontificiosHistoria del papado
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