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JERONIMO Y SUS

JERONIMO SUS AMIGOS


AMIGOS EXPLORADORES

Había una vez un grupo de amigos que se reunían todos los días a jugar e imaginar
muchas aventuras. Jerónimo, Emilio, Sara y Daniel eran amigos desde siempre, y
unidos podían crear las más divertidas historias. Se conocían del jardín y les
encantaba jugar juntos en la calle ya que eran vecinos.
Jerónimo y Emilio jugaban a ser astronautas o vaqueros del lejano oeste, mientras
que Sara y Daniel soñaban con ser médicos que curaban personas Así se divertían
y pasaban horas viviendo experiencias maravillosas.
Un día mientras veían juntos una película de aventuras a jerónimo se le ocurrió
reunirse en la casa abuela para jugar a los exploradores misteriosos. Su abuela
vivía en las afueras y tenía una finca enorme donde poder vivir miles de aventuras.

imaginarían que viajaban a una isla mágica en busca de aventuras y descubrir


misterios y tesoros.
Al día siguiente todos se encontraron en la casa de Jerónimo y en bicicleta partieron
juntos al jardín de su abuela. Era un lugar maravilloso donde poder jugar y dejar
volar su imaginación. Estaba un poco lejos y tardaron un poco en llegar
¡Hola abuela! Vinimos a jugar en tu jardín, hoy seremos exploradores, dijo Jerónimo
saludando a su abuela con un beso enorme.
Los niños corrieron al jardín miraban de un lado a otro e iniciaron sus aventuras. En
el jardín había un tronco gigante, todos subieron al tronco e imaginaron que estaban
navegando una gran embarcación, un barco pirata llamado “LA PERLA NEGRA”
imaginaron que se dejaban caer por las cabos de la vela mayor y que un gran
tiburón los asechaba para comérselos
¡Todos a bordo! Dijo ¡El capitán Jerónimo partimos hacia la isla misteriosa!
¡Listos, capitán, afirmaron todos los niños!
Luego imaginaron ser exploradores de la selva, que eran atacados por grandes
leones que rujían como truenos y corrían hábilmente para alcanzarlos
Así transcurrieron las horas, y todos se divirtieron imaginando ser exploradores de
la isla Misteriosa. Descubriendo nuevos lugares y buscaron tesoros escondidos.
¡Jerónimo! ¿Cuál será nuestra próxima aventura? , preguntaron los niños.
Amigos, aún nos esperan muchas aventuras porque seremos amigos por muchos
años más y nuestra imaginación siempre nos acompaña.
Desde ese día se convirtieron en grandes exploradores.
UN DIA LLEGO LLORANDO SU AMIGA PACA LA
VACA, SE CAYO POR UN BARRANCO, LA POBRE
CASI SE MATA
HILARIO LA CONSOLO, LA TAPO CON UNA
MANTA, LE PREPARO CAMOMILAY LE ENYESO
UNA PATA

YOLANDA LA OSA PANDA TENIA DOLOR DE OIDO,


LE MOLESTABA LAS VOCES Y CUALQUIER OTRO
SONIDO,
HILARIO LE RECETO GOTAS CON PENISILINA Y
PARA CALMAR EL DOLOR, LE OFRECIO UNA
ASPIRINA
HOY HILARIO ESTA ENFERMITO, NO SE QUIERE LEVANTAR TIEN
MUCHO FRIO Y NO VA A TRABAJAR
CUANDO SE INTENTA DORMIR ALGUIEN LLAMA A LA PUERTA SE LEV
ABRIR, PERO APENAS TIENE FUERZAS.
PERO VAYA QUE SORPRESA NO LO PUEDO CREER ESTAN TODOS
HAN VENIDO A CUIDARLE, LE DAN SOPA Y LO ARROPAN, LE C
MUCHO AMOR, HILARIO EL VETERINARIO MUY PRONTO SE PONDR

HILARIO EL VETERIN

HILARIO EL VETERINARIO FAM


MUNDO ENTERO
CURA TIGRES, ELEFANTES, LOR
CORDEROS, TODO TIPO DE AN
MAMIFEROS, PECES E INSECTO
COMO AYUDANTE A UN PAJA
DISPUESTO
Una vez un hortelano plantó zanahorias. Las cultivó como es debido, hizo todo lo que había que hacer y, en la
estación adecuada, fue al huerto y empezó a

—Parece gorda de verdad.

—Vamos a hacer una cosa: yo tiro de la planta de la zanahoria y tú me ayudas tirando de mi chaqueta.
Agarrados, vamos... ¿Preparados? ¡Tira! Venga, al tiempo...

—Será mejor que te tire de un brazo porque la chaqueta se desgarra.

—Tira del brazo. ¡Fuerte! ¡Nada! Llama también al chico... ¡Me he quedado sin aliento!

—¡Romeo! ¡Romeo! —llamó la mujer del hortelano.

—¿Qué quieres, mamá?

—Ven un momento. Corre...

—Tengo que hacer las tareas.

—Ya las harás después, ahora ayuda. Hay una zanahoria que no quiere salir. Yo tiro de este brazo de papá, tú
tiras del otro, papá tira de la zanahoria y vamos a ver qué pasa...

El hortelano se escupió en las manos.


—¿Estáis listos? ¡Animo, adelante! ¡Tirad! ¡Venga, sube, sube! Nada, no viene.

—Esta debe ser la zanahoria más grande del mundo —dijo la Giuseppina.

—¿Llamo también al abuelo?

—Anda, llámale... —dijo el hortelano—. Yo ya estoy sin aliento.

—¡Abuelo! ¡Abuelo! Ven un momento. ¡Y date prisa!

—Me doy prisa, me doy prisa... a mi manera... a tu edad también yo corría, pero ahora... ¿Qué pasa?

Antes de ponerse al trabajo el abuelo ya jadeaba de fatiga.

—Es la zanahoria más gorda del mundo —le dijo Romeo—, no conseguimos sacarla entre tres. ¿Nos echas una
mano?

—Os echo incluso dos... ¿Cómo hacemos?

—Vamos a hacer así —dijo Romeo—. Usted me coge de un brazo y tira, yo tiro de un brazo de mi padre, mi
madre tira del otro, papá tira de la zanahoria y si ahora no sale...

—De acuerdo —dijo el abuelo—. Esperad un momento.

—Pero ¿qué hace?

—Apoyo la pipa en esta piedra. Ya está. No se pueden hacer dos cosas a la vez. O fumar o trabajar, ¿correcto?

—Sujetarse, entonces —dijo el hortelano—. ¿Estáis todos agarrados? ¿Preparados? ¡Vamos! ¡Tira! ¡Sube!
¡Tirad!

—¡Venga, sube! ¡Venga, sube! ¡Venga, sube!

—Ay... ¡socorro!

—¿Qué le ha pasado, abuelo?

—¿Pues no ves que me he caído al suelo? Me he resbalado, eso es. Y además me he sentado sobre la pipa...

El pobre viejecito se había quemado la parte trasera de los pantalones.

—Así no conseguimos nada —concluyó el hortelano—. Romeo, da un salto a casa del vecino Andrea, pídele
que venga a echarnos una mano.

Romeo reflexionó. Luego dijo:

—¿Le digo que traiga también a su mujer y a su hijo?


—Pues sí, díselo —le respondió el padre—. Qué barbaridad de zanahoria... es como para sacarlo en los
periódicos...

—¿Llamamos a la televisión? —propuso la Giuseppina. Pero su proposición cayó en el vacío.

—Sí, la televisión —gruñó el hortelano—, primero hay que llamar a gente para que tire...

Para abreviar, vino el vecino Andrea, vino su mujer y vino también su hijo, que tenía cinco años y no podía tener
mucha fuerza en los brazos...

Mientras tanto se corrió la voz por el pueblo y, mucha gente, charlando y riendo, había cogido el camino de
aquel huerto.

—Pero qué va a ser una zanahoria —decía uno—, allí debajo debe de haber una ballena.

—¡Pero las ballenas están en el mar!

—No todas; yo vi una en la feria.

—Y yo he visto una en un libro.

Los curiosos se exhortaban unos a otros:

—Agárrate tú también, Gerolamo, que eres fuerte.

—A mí las zanahorias no me gustan: prefiero las patatas.

—Y yo los buñuelos de viento.

Charlando y charlando, tirando y tirando, el sol ya estaba a punto de ponerse...

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