Tarjeta
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Había una vez un grupo de amigos que se reunían todos los días a jugar e imaginar
muchas aventuras. Jerónimo, Emilio, Sara y Daniel eran amigos desde siempre, y
unidos podían crear las más divertidas historias. Se conocían del jardín y les
encantaba jugar juntos en la calle ya que eran vecinos.
Jerónimo y Emilio jugaban a ser astronautas o vaqueros del lejano oeste, mientras
que Sara y Daniel soñaban con ser médicos que curaban personas Así se divertían
y pasaban horas viviendo experiencias maravillosas.
Un día mientras veían juntos una película de aventuras a jerónimo se le ocurrió
reunirse en la casa abuela para jugar a los exploradores misteriosos. Su abuela
vivía en las afueras y tenía una finca enorme donde poder vivir miles de aventuras.
HILARIO EL VETERIN
—Vamos a hacer una cosa: yo tiro de la planta de la zanahoria y tú me ayudas tirando de mi chaqueta.
Agarrados, vamos... ¿Preparados? ¡Tira! Venga, al tiempo...
—Tira del brazo. ¡Fuerte! ¡Nada! Llama también al chico... ¡Me he quedado sin aliento!
—Ya las harás después, ahora ayuda. Hay una zanahoria que no quiere salir. Yo tiro de este brazo de papá, tú
tiras del otro, papá tira de la zanahoria y vamos a ver qué pasa...
—Esta debe ser la zanahoria más grande del mundo —dijo la Giuseppina.
—Me doy prisa, me doy prisa... a mi manera... a tu edad también yo corría, pero ahora... ¿Qué pasa?
—Es la zanahoria más gorda del mundo —le dijo Romeo—, no conseguimos sacarla entre tres. ¿Nos echas una
mano?
—Vamos a hacer así —dijo Romeo—. Usted me coge de un brazo y tira, yo tiro de un brazo de mi padre, mi
madre tira del otro, papá tira de la zanahoria y si ahora no sale...
—Apoyo la pipa en esta piedra. Ya está. No se pueden hacer dos cosas a la vez. O fumar o trabajar, ¿correcto?
—Sujetarse, entonces —dijo el hortelano—. ¿Estáis todos agarrados? ¿Preparados? ¡Vamos! ¡Tira! ¡Sube!
¡Tirad!
—Ay... ¡socorro!
—¿Pues no ves que me he caído al suelo? Me he resbalado, eso es. Y además me he sentado sobre la pipa...
—Así no conseguimos nada —concluyó el hortelano—. Romeo, da un salto a casa del vecino Andrea, pídele
que venga a echarnos una mano.
—Sí, la televisión —gruñó el hortelano—, primero hay que llamar a gente para que tire...
Para abreviar, vino el vecino Andrea, vino su mujer y vino también su hijo, que tenía cinco años y no podía tener
mucha fuerza en los brazos...
Mientras tanto se corrió la voz por el pueblo y, mucha gente, charlando y riendo, había cogido el camino de
aquel huerto.
—Pero qué va a ser una zanahoria —decía uno—, allí debajo debe de haber una ballena.