Semana Del 22 Al 28 de Agosto de 2022

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ESTUDIO BIBLICO TIQUICO 2022

Semana del 22 al 28 de agosto de 2022


“La Fe De Abraham: Modelo De Enseñanza Permanente”

Lectura Bíblica: Romanos 4:1 al 3. 1¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? 2Porque
si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. 3Porque ¿qué dice la Escritura?
Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.

Nota del Expositor: Abraham es un ejemplo de justificación por fe y no por sus obras. Las buenas obras son la
consecuencia de una vida de fe, que lleva a perfeccionar esa fe salvadora.

Comentario general: 1. El ejemplo de Abraham “¿Qué dice la Escritura? Abraham creyó a Dios, y le fue contado por
justicia” [1]. ¿Qué diremos entonces que Abraham, nuestro antepasado según la carne, ha descubierto? En el
párrafo precedente (3:21–31) Pablo ha estado proclamando una justicia de Dios, y por lo tanto válida ante Dios y de
ninguna manera dependiente del mérito humano. Él ha afirmado que la ley y los profetas ya habían dado testimonio de
esta justicia (3:21). Este es el punto que él ahora va a desarrollar.
Debe observarse que, al hacerlo, el apóstol no trata de hacer más fácil el asunto para sí mismo. El ataca a los proponentes
del punto de vista opuesto—salvación en base al mérito humano—en la misma fortaleza en que ellos se consideran más
fuertes, a saber, la historia de Abraham, ese gran patriarca que, según el pensamiento de los judíos, había ganado su
entrada al beneplácito de Dios. Pablo pregunta: “¿Qué diremos entonces que Abraham, nuestro antepasado según la carne,
ha descubierto?” Probablemente lo que él quiere decir es esto: “¿Qué fue lo que él descubrió respecto a la manera en que
una persona entra en una relación correcta con Dios?”
Nótese: “Abraham, nuestro antepasado”. Entre los autores que creen que la iglesia de Roma consistía mayormente de
judíos hay algunos que apelan también a este pasaje. Su argumento es que Pablo, siendo él mismo judío, al llamar a
Abraham “nuestro antepasado”, quiere decir que aquellos a quienes se dirige eran en su mayoría judíos. Pero lo cierto es
que no todos los que opinan que los judíos predominaban en esa iglesia usan Ro. 4:1 para apoyar su contención; la razón
de esto es que tal “prueba” (¿?) es muy débil, por cierto; y esto por las siguientes razones:
▬ a. Abraham era el padre no solamente de los judíos sino también de los ismaelitas y de los edomitas; así que hasta en
el sentido físico él era el padre de judíos y de gentiles.
▬ b. El verdadero propósito de Pablo en Ro. 4 era de demostrar que en cierto sentido Abraham era padre no sólo de los
judíos sino también de los gentiles. Véase 4:11, 12.
▬ c. En 1 Co. 10:1 el apóstol afirma: “Nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos pasaron el mar”, pero él no
puede haber querido decir que los corintios a quienes se dirigía eran en su mayoría judíos. Véase 1 Co. 12:2, “… Cuando
vosotros erais paganos …”
▬ d. Como cualquier diccionario no abreviado del idioma lo indica, la palabra nuestros no siempre es usada en el sentido
estrictamente literal: “perteneciente a nosotros”. Puede también significar “de interés para nosotros”, o “que tiene que ver
con el tema que estamos analizando”, etc. En el presente contexto Pablo, al referirse a “Abraham, nuestro antepasado”,
puede muy bien haber estado pensando en éste como “aquel distante antepasado de interés para todos nosotros”.
Entonces, ¿qué es lo que había descubierto este antepasado respecto al tema en cuestión?
El apóstol piensa que tiene derecho a traer a colación este ejemplo de Abraham.
[2ª]. Porque si Abraham fue justificado a base de las obras, él tiene algo de qué jactarse. Un poco antes
(3:27) Pablo había llegado a la conclusión que al ser la justificación—de allí también la salvación en general—solamente por
la fe, y la fe es un don de Dios, toda razón para la jactancia humana queda excluida. Sin embargo, por haber sido cabalmente
enseñado en la doctrina farisea, él sabe que sus oponentes inmediatamente citarán el ejemplo de Abraham como prueba
positiva de que el factor de las obras, y por lo tanto del mérito humano, no puede quedar enteramente excluido cuando se
hace la pregunta: “¿Cómo obtiene la gente la aceptación de Dios?” Además, si existe algo así como el mérito humano, ¿no
hay entonces también una base para la jactancia humana? —Lo que sigue en el capítulo 4 es, entonces, la poderosa defensa
que hace Pablo de la proposición expresada anteriormente (3:20, 27, 28), que la justificación es por la fe, no por las obras.
Abraham era considerado por los maestros judíos y sus seguidores como el único hombre justo de su generación. Además,
ellos opinaban que era por esa razón que él había sido escogido para ser el padre de la nación santa. Él era considerado
como el primero de los siete hombres que, por sus méritos, lograron que regresase la Shekinah (nube de luz, cf. Ex. 24:15,
16) para que pudiera hacer su morada en el tabernáculo. Se nos dice, además, que Abraham comenzó a servir a Dios a la
edad de tres años, y que esta justicia fue hecha completa por su circuncisión y por su cumplimiento anticipatorio de la ley.
Nótese también las siguientes palabras de la Oración de Manasés 8: “Por eso tú, oh Señor, Dios de los justos, no has
establecido el arrepentimiento para los justos, para Abraham, Isaac y Jacob, que no pecaron contra ti, sino que has
establecido el arrepentimiento para mí, que soy pecador”.
El libro de los Jubileos, que data probablemente del segundo siglo antes de Cristo, minimiza las debilidades de los
patriarcas, y contiene la siguiente afirmación: “Abraham fue perfecto en todas sus obras para con el Señor, y agradable en
justicia todos los días de su vida (23:10).
Debe tomarse nota especial del hecho que los rabinos no tenían temor ninguno de referirse a Gn. 15:6 para defender su
doctrina de la justificación y salvación en base a la obra y mérito humano; nótese esta afirmación: “Nuestro padre Abraham

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 1
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llegó a ser heredero de este mundo y del mundo venidero simplemente por el mérito de la fe con la cual creyó en el Señor;
como está escrito: ‘el creyó en el Señor, que se le contó por justicia’”. Es claro pues que al apelar a Gn. 15:6 en defensa
de la doctrina de la justificación y salvación puramente por la fe, el apóstol estaba haciendo uso precisamente de aquel
pasaje que era considerado por los rabinos como fundamento del punto de visita opuesto.
El rechazo de Pablo a esta doctrina del mérito es cortante. El escribe: 2b–5. Pero desde el punto de vista de Dios,
él [Abraham] no tiene razón para jactarse. Porque, ¿qué dice la Escritura? ¿Abraham creyó a Dios, y le fue
contado por justicia”. Ahora bien, al que trabaja, su salario no se le cuenta como favor sino como deuda. Por
otra parte, a la persona que no trabaja, sino que pone su fe en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta
por justicia … Lo que Pablo está diciendo es más o menos esto: Nuestros oponentes apelan a Gn. 15:6 en apoyo de su
doctrina a la justificación por las obras, por el mérito humano Según ellos lo ven, Abraham fue justificado por las obras.
¿Pero dónde en Gn 15:6 se dice siquiera una palabra respecto a la obro o al mérito? Según Gn. 15:6 Dios le otorgó justicia
a Abraham como un don gratuito. Abraham puso su fe en aquel misericordioso Dador que “contó” la fe del patriarca por
justicia. Más plenamente expresado, esto significa que Dios contó por justicia aquello que Abraham apropió por la fe, a
saber, la justicia de Cristo. Que el apóstol tenía esto en mente es algo que él aclara en este mismo capítulo—véase vv. 6,
11 y 25—y en el que sigue (5:6–21). Véase también 2 Co. 5:21.
En Señor “estimó” o “consideró” o “contó” a éste “impío”, si, a este pecador, a saber, Abraham, como algo que en sí
mismo y por sí mismo él no era, a saber, justo. Dios pudo hacer esto sin llegar a ser de ninguna manera injusto, debido a
la certeza que el Mesías venidero obtendría por medio de su sacrificio voluntario esta gran bendición para Abraham y para
todos aquellos que comparten la fe de Abraham. En relación con esto léase Is. 53, especialmente los vv. 4–6, 8, 12 (material
que Pablo conocía perfectamente; Véanse Ro. 4:25; 5:19; 1 Co. 15:3). Sobre la pregunta respecto a si Abraham mismo
“vio el día de Cristo”, vease Jn. 8:56.
Estoy a favor de esta interpretación, con su énfasis en la fe de Abraham, por las siguientes razones:
▬ a. En Gn. 15:6 el énfasis recae enteramente en la fe de Abraham. No se hace ninguna mención de su obra o mérito.
▬ b. En Ro. 4:2–5 aparecen dos formas del verbo poner en acción la fe, creer; también aparece el sustantivo afín fe (una
vez).
▬ c. Para hacer resaltar este énfasis en la fe, el pasaje (en los vv. 4, 5) hasta implica que Abraham pertenecía a una clase
de gente que no trabaja (para obtener su salvación), y que en consecuencia no gana salario. ¡Dios no les debe nada!
▬ d. El verbo hebreo, una forma de ‫השַׁב‬ ָ (Gn. 15:6), en Ro. 4:3 traducido como _λογίσθη, “fue contado”, se usa muchas
veces para indicar lo que una persona, considerada en sí misma, no es o no tiene, sino que le es contado, tenido, o
considerado ser, o tener. Ejemplos: Gn. 38:15; 1 S. 1:13; Job 13:24. Así también aquí (Gn. 15:6; Ro. 4:3) se le adscribe o
imputa a Abraham aquello que él no posee en sí mismo. Le es misericordiosamente contado a él a base de la justicia de
Otro. Les es conferido a aquellos que confían en el Señor para su justificación y salvación.
▬ e. En el pasaje paralelo (Gá. 3:6–9) el énfasis en la fe (en el sentido ya explicado) es muy fuerte: “(Es) aun, así como
está registrado: ‘Abraham creyó [puso su fe] en Dios, y le fue contado a él por justicia’. Sabed entonces que los que son
de la fe, éstos son hijos de Abraham. Ahora bien, al prever la Escritura que por fe Dios habría de justificar a los gentiles,
predicó de antemano el evangelio a Abraham, (diciendo): ‘En ti será benditas todas las naciones’. Por lo tanto, aquellos que
son de la fe son bendecidos con Abraham, el hombre de fe”.
Desde el principio al fin, pues, la correcta relación para con Dios es un don de Dios. Es apropiada por la fe dada por Dios.
(Ef. 2:8.). A Dios entonces le corresponde toda la gloria. Para la jactancia humana no queda lugar alguno.
Entre los vv. 1–5 y los vv. 6–8 hay una estrecha relación. En el primer pasaje se hizo referencia a Abraham, sobre quien
Dios misericordiosamente confirió la bendición de una correcta relación para con el Todopoderoso, la justificación. Las
palabras que siguen a continuación describen la bienaventuranza de aquellos cuyas transgresiones son perdonadas. Ahora
bien, el perdón es una parte muy importante de la justificación. Nótese también con cuánta frecuencia una forma del verbo
contar ocurre en los vv. 1–5. Hay un eco de esto en el v. 8.

ESTUDIO A FONDO 1: (4:1 -25) Abraham-judíos, la simiente-justificación justicia-nueva creación: Abraham


ten fa una posición única en la nación judía, porque fue el fundador de la nación. Él era el hombre a quien Dios desafió
para que fuese testigo ante las demás naciones del mundo, un testigo del único Dios vivo y verdadero. Dios había aparecido
a Abraham y lo había desafiado a dejar su bogar. sus amigos. su empleo y su pars. Dios hizo dos grandes promesas a
Abraham si le seguía en forma incuestionable: Abraham sería el padre de una nueva nación, y todas las naciones de la
tierra serían benditas en su simiente (Gn. 12:1-5: 13:14-17: 15:1-7: 17:1-8, 15-19; 22:15-18: 26:2-5. 24; 28: 13-15; 35:9-
12). (Véase Estudio a fondo 1-Jn. 4:22.)
Las Escrituras dicen que Abraham hizo lo que Dios le pidió. Salió sin saber a dónde iba (He. 11:8). Confió en Dios y aceptó
su palabra en forma incuestionable.
Ahora tome nota; no fue el hecho de que Abraham guardara la ley lo que agradó a Dios. En efecto, la ley aún no había
sido dada (Gá. 3: 17). Lo que agradó a Dios y lo que hizo que Dios justificara a Abraham fue el hecho de que Abraham hizo
lo que Dios había dicho. Abraham sencillamente creyó la promesa de Dios en el sentido de que le daría una nueva vida, en
una nueva nación, con un nuevo pueblo. (Véa11se Estudio a fondo 1-Gá. 3:8, 16; notas-He. 11 :8-10; 11:13-16; 11:17-
19.)
Note varias cosas.

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 2
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-1. Abraham y su «simiente» fueron los únicos a los cuales Dios dio las promesas. Esto se afirma en forma enfática (Ro.
4:1 3-25; Gá. 3:6-16,26. 29).
-2. Solamente una promesa fue dada a Abraham (Ro. 4:13- 21; Gá. 3:14, 18-21, 29). No se le dio otra información. Dios
no identificó el país ni Abraham dijo que no iría. Tampoco dijo Dios a Abraham cuándo iba su mujer (Sara) a darle la
simiente (el hijo varón) de quien nacería la nación prometida. Dios hizo una simple promesa, y todo lo que Abraham tenía
que hacer era andar conforme a esta simple promesa. esto es, la pura Palabra de Dios.
-3. A la promesa se le agregó una sola condición. Abraham Tenía que creer a Dios. Ningún tipo de obras tenía parte en
esto.
-4. Abraham creyó a Dios (Gn. 12:4-5; Ro. 4:3, 11-22; Gá. 3:6: He. 11 :8ss).
-5. Abraham fue tenido por justo porque creyó a Dios (Ro. 4:3-5.9-13. 19-22; Gá. 3:6: cp. Gn. 15:6). Dios no le atribuyó
justicia por lo que era ni por lo que había hecho. Simplemente creyó a Dios. Así que Dios tomó su fe y la contó por justicia
(véanse nota-Ro. 4: 1-3; Estudio a fondo 2-4:22; nota- 5: 1).
-6. La prueba de que Abraham realmente creyó a Dios es que hizo lo que Dios le dijo. La fe precedi6 a su obediencia.
Creyó a Dios y luego obedeció a Dios. Si no hubiera creído a
Dios. no habría salido de su hogar ni de su empleo. No habría dejado su ambiente familiar, las relaciones significativas ni
los compromisos personales. El hecho de que hizo lo que Dios le había pedido era evidencia de que creyó la promesa de
Dios.
-7. El hombre que cree a Dios es el que recibe las promesas de Dios (Ro. 4:5-12, 16-17, 23-25; Gá. 3:7-9. 14, 22, 26.
29). Pablo afirma que no es la herencia ni la nacionalidad, los méritos ni Las obras, la ley ni Los preceptos de la ley lo que
tiene que ver con las promesas de Dios (Gá. 3:6-7). Los verdaderos hijos de Abraham son los que creen en Dios. cualquier
persona de cualquier nacionalidad. En realidad, la promesa de Dios de que una nación se originaría de Abraham y «su
simiente» era la promesa de una nación eterna. Esta nación eterna iba a ser de otro mundo, otra dimensión del ser: la
dimensión espiritual, una dimensión tan real como la dimensión física. Pero debe tener una distinción: cada ciudadano debe
ser un creyente, uno que cree a Dios y su Palabra. Esto es exactamente lo que el pasaje dice: «Los que creen son los hijos
de Abraham, hijos de la promesa de Dios. Son bendecidos con el creyente Abraham. Son ciudadanos "del Reino de Dios,
de los cielos nuevos y la tierra nueva"». (Cp. He. 11 :8-18; 2 P. 3:10-14.)

Comentario: (Romanos: 4:1-3) Abraham-justicia-justificación-obras vs. fe: la lógica de la justificación de


Abraham. Se puede observar la vida de Abraham y ver lógicamente que el hombre no es justificado por las obras sino por
la fe.
-1. Abraham no fue justificado por las obras, porque las obras no pueden dar derecho a una persona para gloriarse
delante de Dios. Note lo siguiente: Si Abraham hubiese sido justificado por las obras ...
• tendría derecho a gloriarse delante de los hombres.
• pero no tendría derecho a gloriarse delante de Dios.
Piense en ello: la lógica, la claridad del asunto. No hay hombre que tenga derecho a gloriarse delante de Dios. Ningún
acto, obra o combinación de acciones y obras podría elevar a una persona a una altura tal que pueda gloriarse o llegar a
tener el derecho de gloriarse delante de Dios.
-2. Abraham fue justificado por haber creído a Dios. Ocurrió lo siguiente. Abraham creyó a Dios, y Dios aceptó la creencia
de Abraham y contó su fe como justicia. No fueron las obras de Abraham, sino su fe la que Dios tomó y contó por justicia.
Todo fue un acto de Dios; por lo tanto, toda la gloria pertenecía a Dios y no a Abraham. El hombre es salvo por la fe; esto
es, Dios toma la fe del hombre y cuenta la fe de ese hombre como justicia. Tiene que ser así.
• Dios es perfecto; es perfectamente justo. Ningún hombre puede lograr la perfección; por lo tanto, ningún hombre puede
vivir en la presencia de Dios.
• Sin embargo, Dios es amor. Así que lo que Dios toma es la fe de la persona (la fe de cualquier persona que es sincera) y
cuenta esa fe como justicia, como perfección. Por lo tanto, una persona puede vivir en la presencia de Dios por la fe o sea
por medio de la justificación.
«Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios,
y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad»
(Mt. 7:22-23).
«Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él, porque por medio de la ley es el
conocimiento del pecado» (Ro. 3:20).
«Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos
creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley
nadie será justificado» (Gá. 2:16).
«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obas para que nadie
se gloríe» (Ef. 2:8-9).
«Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras
de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo» (Tit. 3:4-5).
Pensamiento 1: ¿Por qué justifica Dios al hombre por medio de la fe? Hay por Jo menos dos razones.

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Primero, Dios ama a cada persona con perfecto amor. Dios quiere que cada uno viva en un estado perfecto del ser a
través de toda la eternidad. Dios es perfecto; por Jo tanto, solamente Él puede proveer el único medio por el cual el hombre
puede vivir en su presencia. Puesto que Dios es amor, Él se ha acercado al hombre para preparar el camino perfecto por
medio de Jesucristo, su Hijo.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él» (Jn. 3:16-17).
«De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación,
más ha pasado de muerte a vida» (Jn. 5:24).
«Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Ro. 5:8).
«Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu» (1 P. 3:18).
Segundo, Dios ama a su Hijo con perfecto amor. Toda persona que honra al Hijo de Dios creyendo en Él es aceptado
por Dios. Esto es, Dios toma la creencia de la persona y la cuenta por justicia. La persona recibe el derecho de vivir en la
presencia de Dios en un estado perfecto del ser. «En Él tuvimos herencia ... a fin de que seamos» (un estado del ser que
vivirá para siempre para alabanza de la gloria de Dios— Ef. 1:11-12).
«Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y be aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado,
en quien tengo complacencia; a él oíd» (Mt. 17:5).
«Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar» (Jn. 10:17).
«Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor» (Jn. 15:9).
«Pues el padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios» (Jn. 16:27).
«Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has
amado a ellos como también a mí me has amado» (Jn. 17:23).
«Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y
yo en ellos» (Jn. 17:26).
«Para la alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el amado» (Ef. 1:6).
«El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo» (Col. 1:13).

1er Titulo: Conociendo el caminar de Abraham como padre de la fe. Versículo 1. ¿Qué, pues, diremos que halló
Abraham, nuestro padre según la carne? (Léase Hebreos 11:8 al 19. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para
salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra
prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba
la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe también la misma Sara, siendo estéril,
recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había
prometido. Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la
arena innumerable que está a la orilla del mar. Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino
mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los
que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde
salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se
avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció
a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada
descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado,
también le volvió a recibir. ▬ Gálatas 3:7 al 9. Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la
Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham,
diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.).

Comentario de Hebreos 11.1 al 9: Consideraciones prácticas en 11:8–19


Dios llamó a Abraham “para ir a un lugar que luego recibiría como herencia” (v. 8). Esto no fue fácil para Abraham, ya
que él tuvo que dejar su parentela e ir a una tierra desconocida. El patriarca creyó a Dios y obedeció su palabra. Dios
todavía llama a hombres y mujeres para que dejen a sus seres amados y su ambiente familiar a fin de llevarle el evangelio
a gente que vive en otras tierras. Estos hombres y mujeres sirven “en el ejército del Señor”. Obedientemente ellos
responden al llamado de Dios y dan su tiempo y talento en una dedicación completa a Dios. Estos “soldados de la cruz”
son verdaderamente peregrinos y forasteros en tierras extrañas.
En cierto sentido, todos los cristianos son peregrinos en esta tierra. La Biblia nos advierte que no hemos de apegarnos
demasiado firmemente a este escenario terrenal. La Escritura nos dice que esta tierra no es realmente nuestro hogar. El
cristiano anticipa y anhela su hogar eterno. El canta,
Soy peregrino aquí,
Mi hogar lejano está;
En la mansión de luz,
Eterna paz y amor.

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Embajador yo soy
Del reino celestial
En los negocios
De mi Rey.
—E. T. Cassel
La fe tiene su contrapartida en la obediencia. La fe y la obediencia son dos caras de la misma moneda. Abraham aprendió
que la fe y la obediencia van juntas, especialmente cuando Dios lo llamó a sacrificar a su hijo Isaac.
Nótese la siguiente secuencia: Abraham creyó y amó a Dios, a ese Dios que le había prometido un hijo. Después de
muchos años de espera, Abraham recibió al hijo prometido y lo amó. Entonces Dios le pidió a Abraham que sacrificase a
Isaac. Si Abraham sacrificaba a Isaac, él tendría a Dios, pero perdería a su hijo. Si desobedecía a Dios, Abraham se quedaría
con su hijo, pero perdería a Dios. Abraham decidió obedecer a Dios, y de esa manera puso el problema de la pérdida del
hijo de la promesa en manos de Dios. El creyó que Dios podía resucitar a Isaac de la muerte. En suma, la vida de Abraham
podría ser encapsulada bajo el refrán confiar y obedecer.

Comentario de Gálatas 3:7 al 9: [7]. Pablo continúa, Sabed entonces que los que son de la fe, éstos son hijos
de Abraham. Ser “de la fe” significa estar controlado o caracterizado por la fe, tener la confianza en Dios como el principio
que guía. Cuando esto puede afirmarse de alguien, entonces éste es un hijo de Abraham; y si hijo, también heredero,
verdadero partícipe de la promesa espiritual hecha a Abraham. Nótese el énfasis en el hecho de que éstos, sólo éstos, pero
también todos éstos, son verdaderos hijos de Abraham.
Lo que Pablo escribía no era nada nuevo. Cristo también enfatizó lo mismo en su enseñanza, es decir, que no es la
descendencia física sino la semejanza espiritual la que hace de una persona hijo de Abraham. Son hijos de Abraham aquellos
que hacen las obras de Abraham (Lc. 19:9; Jn. 8:39, 40; cf. Mt. 8:11, 12). Y Juan el Bautista también enseñó en forma
similar (Mt. 3:9; Lc. 3:8). Y así como es cierto que un hijo de Dios debe ser como Dios (Ef. 5:1; 1 Jn. 2:29; 3:1, 8, 9), así
también no se puede negar que un hijo de Abraham debe ser como Abraham, debe imitar su conducta, y así llegar a ser
partícipe de su bendición. Por tanto, aunque si un hombre es un hebreo de hebreos, no es, en el sentido espiritual, un hijo
de Abraham a menos que sea un verdadero creyente. A la inversa, si es un verdadero creyente en el Señor Jesucristo, es
un hijo de Abraham, sea gentil o judío.
[8]. Continúa: Ahora bien, al prever la Escritura que era por la fe que Dios habría de justificar a los gentiles,
predicó de antemano el evangelio a Abraham, (diciendo): “En ti serán benditas todas las naciones”. En las
palabras, “al prever la Escritura … predicó de antemano el evangelio”, tenemos una fuerte identificación de Dios con su
Palabra: lo que la Escritura promete, Dios lo promete, porque es él que está hablando. Dado que el principal autor de la
Escritura es el Espíritu Santo, es inevitable concluir que Dios y su Palabra están íntimamente unidos. Lo que previó la
Escritura, debido a que estaba ordenado desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4, 11), era que “por fe” y no “por
obras” Dios justificaría a los gentiles. Si los gálatas sólo hubieran entendido esto, no habrían permitido que los judaizantes
los desviaran. “Por fe” significa “recibiendo confiadamente” el regalo de Dios. De esta forma, y sólo de esta forma las
naciones del mundo recibirían el perdón de pecados, un estado de justicia delante de Dios y su santa ley y la adopción
como hijos; en una palabra: la justificación. Esta preciosa doctrina había sido anunciada a Abraham como “evangelio”. Le
fue predicado a él como las buenas nuevas de gran gozo para todo el mundo. Esta promesa, aunque siempre vigente,
había de realizarse a un nivel internacional con la venida de Cristo y la dispensación que introduciría esa venida. Registrada
en palabras ligeramente diferentes, pero siendo la misma en esencia, la promesa que se le dio a Abraham fue esta: “En ti
serán benditas todas las naciones” (Gn. 12:3; 18:18; 22:18). Pablo está pensando en la bendición de “la justificación por
la fe”, como lo indica el contexto. La justificación, a su vez, es básica para todas las otras bendiciones de la salvación plena
y libre. Pero, aunque el cumplimiento de esta promesa era, en escala mundial, un asunto del futuro, se entiende que la
frase “en ti”, ha de entenderse tal como Abraham mismo la entendió, es decir, “en el Mesías”, “en la simiente de la mujer”
(Gn. 3:15), la simiente de Abraham (véase sobre el v. 16).
[9]. Ahora se llega a una significante conclusión lógica. Las promesas fueron: a. Los que son de la fe, éstos solos, pero
también todos ellos sin excepción, son hijos de Abraham (v. 7); y b. “en Abraham”, esto es, “en su simiente”, serán benditas
todas las naciones, puesto que se predijo que sería por la fe que Dios justificaría a los gentiles (v. 8). Conclusión: Por
tanto, aquellos que son de la fe son bendecidos con Abraham, el hombre de fe. Esta conclusión está justificada,
porque los que son “de la fe” son aquellos que ejercen fe. Como tales son hijos de Abraham; por tanto, son bendecidos
con él, el hombre de fe, quien “creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes” (Ro. 4:18).
Este pasaje (Gá. 3:6–9; cf. vv. 14, 26–29) enseña la importante verdad—que muchos rechazan deplorablemente—que la
iglesia de las dos dispensaciones, la antigua y la nueve, es sólo una. Todos los creyentes habitan en la misma tienda (Is.
54:1–3). Cuando terminó la antigua dispensación no fue necesario que se levantara otra tienda; simplemente se agrandó
la antigua. Todos los hijos de Dios están representados por el mismo olivo. No fue necesario desarraigar el antiguo olivo,
sólo se injertaron nuevas ramas entre las antiguas (Ro. 11:17). Se da la misma promesa a cada uno de los santos: “Yo seré
tu Dios”. Nótese como la misma promesa corre a través de los dos Testamentos (Gn. 15:1, 2; 17:7, 8; Ex. 20:2; Dt. 5:6;
Jos. 1:5; 2 Cr. 20:17; Jer. 15:20; 24:7; 30:22; 31:33; Ez. 11:20; Zac. 8:8; 13:9; 2 Co. 6:16; Heb. 8:10; Ap. 21:3, 7). Todos
son salvos por la misma fe en el mismo Salvador (Gn. 15:6; Is. 53; Jer. 23:5, 6; Mt. 1:21; Jn. 3:16; Hch. 4:12; 10:43;
15:11; Ro. 3:24; 4:11). Los de la antigua dispensación no serán perfeccionados aparte de nosotros (Heb. 11:40). Los

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nombres de todos los hijos de Dios están escritos en el mismo libro de la vida. No hay dos de estos libros: uno para la
antigua y otra para la nueva dispensación; sólo hay uno (Ex. 32:32, 33; Sal. 69:28; Dn. 12:1; Mal. 3:16, 17; Lc. 10:20; Fil.
4:3; Ap. 3:5; 13:8; 17:8; 20:12, 15; 21:27; 22:19). Todos son preconocidos, predestinados, llamados, justificados (por la
fe) y glorificados (Ro. 8:29, 30). Todos participan y participarán de las glorias de la dorada Jerusalén, la ciudad en cuyas
puertas están escritos los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel, y en cuyos fundamentos están grabados los
nombres de los doce apóstoles del Cordero (Ap. 21:12, 14). Cf. Jn. 10:16; 17:11.
Una vez que se entiende esto, la Biblia llega a ser un libro vivo, porque entonces empezamos a darnos cuenta que cuando
Dios le dijo a Abraham, “No temas … yo soy tu escudo y tu galardón será sobremanera grande”, también nos está hablando
a nosotros. Esta promesa central concierne a todos los creyentes de ambas dispensaciones, porque todos aquellos que son
de la fe son hijos y herederos de Abraham (Gá. 3:29). No podría haberse hallado un lenguaje más claro que el de Ro. 4:22–
24. En este pasaje Pablo, habiendo mencionado nuevamente el hecho que la fe de Abraham “le fue contada por justicia”,
añade, “Y no solamente a favor de él se escribió que le fue contada, sino también a favor nuestro”.

2° Titulo: Las buenas obras son solo el testimonio de la fe en Dios. Versículo 2. Porque si Abraham fue justificado
por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. (Léase: Santiago 2:21 y 22. ¿No fue justificado por las
obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus
obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? ▬ 1ª a los Corintios 1:30 y 31. Mas por él estáis vosotros en Cristo
Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El
que se gloría, gloríese en el Señor.).

Comentario de Santiago 2.21 – 22. La unción de aquel que es santo: 1. Unción y discernimiento 2:20–21
¡Qué contraste! Los anticristos niegan que Jesús es el Cristo, cuyo nombre traducido significa “el Ungido”. Pero los cristianos
contemplan al Cristo, porque de Él han recibido ellos su unción. Los cristianos no sólo llevan el nombre de Jesucristo; ellos
también tienen parte en la unción. Esta verdad es formulada lúcidamente en un catecismo del siglo XVI. A la pregunta:
“¿Por qué eres tú llamado cristiano?”, los escritores contestan: Porque por la fe soy miembro de Cristo y, por
consiguiente, participante de su unción, a fin de que dé testimonio de su nombre y me ofrezca a él como viviente sacrificio
de gratitud, pugne en esta vida con libre conciencia contra el pecado y el diablo y reine con él eternamente sobre todas las
criaturas.
[20]. Pero vosotros tenéis una unción del Santo, y todos vosotros conocéis la verdad. [21]. No os escribo
porque no conocéis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad.
En estos dos versículos (véase también 2:27) Juan enseña a sus lectores acerca de su unción. El comenta que los lectores
tienen “una unción del Santo”. ¿Quién es el que unge? Pablo afirma que Dios unge a los creyentes (2 Co. 1:21; compárese
también con Hch. 10:38). Pero en el contexto más amplio de esta epístola, Juan transmite la idea de que es el Hijo el que
unge a los creyentes (véase la explicación del v. 27). Quizá debiéramos decir que Dios el Padre obra por medio del Hijo.
¿Qué es una unción? En los tiempos del Antiguo Testamento, los sacerdotes, los reyes y aun los profetas eran ungidos con
aceite para marcar el comienzo de sus respectivos deberes. El aceite simbolizaba su consagración.
La palabra unción en este texto se refiere no sólo al aceite sino al contenido de la unción, que parece ser el Espíritu
Santo. El Espíritu da testimonio del significado permanente de la acción de ungir. Los cristianos reciben el don del Espíritu
Santo del Santo. ¿Quién es el Santo? En el Nuevo Testamento el Santo es Jesucristo (véase Mr. 1:24; Lc. 4:34; Jn. 6:69;
Hch. 3:14).
“Y todos vosotros conocéis la verdad”. En esta cláusula notamos en primer lugar un problema de traducción. Los mejores
manuscritos tienen “y todos vosotros conocéis”, en tanto que otros manuscritos tienen “vosotros conocéis todo”. Esta última
lectura da la impresión de que, a causa del don del Espíritu Santo, los cristianos pueden saberlo todo. Esta no puede ser la
intención de Juan, ya que en el próximo versículo (v. 21) él escribe: “vosotros … conocéis la verdad”. Por consiguiente, en
base al contexto llegamos a la conclusión de que el objeto del conocimiento no es “todo”, ni “todas las cosas”, sino “la
verdad”.
A continuación, notamos que el verbo griego oída (conocer) que aparece en este versículo y en el próximo no tiene que
ver con un conocimiento adquirido sino con un conocimiento innato. Juan quiere señalar que Él no está enseñándole a los
lectores nuevas verdades, sino recordándoles lo que ya saben.
“No os escribo porque no conocéis la verdad”. Los lectores están totalmente familiarizados con la verdad en Jesucristo,
de modo tal que Juan no necesita comunicarles el evangelio. Suponemos que Juan escribe estas palabras a los lectores
para recordarles que a ellos no les falta la verdad. De hecho, tienen la capacidad de usar la verdad cuando se oponen a los
maestros gnósticos que niegan que Jesús es el Cristo. ¿Escribe Juan esta epístola solamente para combatir el gnosticismo?
No, él la escribe por las razones que se mencionan a continuación:
“Sino [que os escribo] porque le conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad” (bastardillas añadidas). Los
lectores conocen la verdad y pueden detectar la mentira exponiéndola a la luz de la verdad. La verdad y la luz son lo
opuesto de la mentira y de las tinieblas.
Bruce observa que unos veinte años después de que Juan escribiera esta epístola, el discípulo de Juan, Policarpo, que
por ese entonces era obispo de la iglesia de Esmirna, envió una carta a los cristianos de Filipos y dijo:

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“Porque todo aquel que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne es un anticristo”; y todo aquel que no confiese
el testimonio de la cruz es del demonio: y cualquiera que pervierta a los oráculos del Señor para sus propios apetitos, y
diga que no hay ni resurrección ni juicio—este hombre es el primogénito de Satanás.
El creyente ungido con el Espíritu Santo puede discernir la verdad del error, se opone a la herejía y rechaza los ataques
de Satanás.
Consideraciones prácticas acerca de 2:20–21
Cuando alguien se acerque a usted con enseñanzas religiosas que añaden algo a la Biblia o que ocupan el lugar de la
Biblia, esté alerta. En su primera epístola, pero aún más explícitamente en la segunda, Juan le advierte que tenga cuidado
con los engañadores: “Si alguno viene a vosotros y no trae esta enseñanza [de Cristo], no le recibáis en vuestra casa, ni le
saludéis. Todo aquel que le saluda participa en sus malas obras” (vv. 10–11).
Cuando alguien trata de enseñarle doctrinas que no se originan en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, dígale a esa
persona que usted cree en Jesucristo, que sabe que Jesús murió por sus pecados, que Jesús le ha abierto a usted el camino
al cielo, que está preparándole un lugar y que usted está feliz y gozoso en él. Cuando usted confiese su fe en Jesús, dé
testimonio del Señor y demuestre que es capaz de discernir la verdad del error, entonces su visitante partirá.

Comentario de 1ª Corintios 1:30 -31: [30]. Es más bien por causa de él que vosotros estáis en Cristo Jesús,
quien ha sido hecho sabiduría de Dios para nosotros: justicia y santidad y redención.
▬ a. «Es más bien por causa de él». Pablo llega al meollo del asunto cuando les recuerda a los corintios de su salvación
en Cristo. Son creyentes, no incrédulos. Es por eso que empieza el versículo con una partícula adversativa que tradujimos
«más bien». Señala a Dios como autor de la salvación. Dios envió a su Hijo a salvar a su pueblo, a limpiarlos de pecado y
a introducirlos en su gloriosa comunión. Con toda propiedad, Pablo puede decir «por causa de él», porque Dios es la causa
de que el ser humano esté en Cristo Jesús.
▬ b. «Estáis en Cristo Jesús». La frase en Cristo Jesús o en Cristo aparece muchas veces en las epístolas de Pablo. Estar
en Cristo significa tener una íntima comunión con él y con los demás creyentes que están unidos a él. En otras palabras, la
unión con Cristo es un privilegio y la obligación de vivir una vida dedicada a él.
▬ c. «Quien ha sido hecho sabiduría de Dios para nosotros». Algunos traductores y muchos comentaristas creen que los
cuatro sustantivos sabiduría, justicia, santidad y redención forman la secuencia que Pablo concibió. Otro traductor considera
que la oración es un comentario parentético, de tal forma que la oración principal dice: «De él [Dios] vosotros sois, por
medio de Cristo Jesús (a quien Dios ha hecho sabiduría para nosotros), justicia y santificación y redención». Este traductor
coloca la oración parentética en aposición a «Cristo Jesús». Todavía otros creen que el concepto sabiduría es explicado por
los sustantivos justicia, santidad y redención.
Es necesario introducir algunas observaciones sobre estas traducciones. La gramática del texto griego hace difícil
coordinar las cuatro palabras sabiduría, justicia, santidad y redención. El texto parece sugerir que la palabra sabiduría viene
explicada por los otros tres sustantivos que le siguen (compárese la tríada similar de lavados, santificados y justificados en
6:11). Debido a que estamos en Cristo, los cuatro sustantivos se relacionan primero con él y después se refieren a nosotros
(véase la traducción de NEB y REB). Esto es evidente, aun en el caso de que interpretemos la palabra sabiduría como un
apositivo de Cristo Jesús. En cuanto a los cuatro sustantivos, concluimos que «[sabiduría] queda solo, seguido de los otros
tres que lo explican».
La sabiduría tiene su origen en Dios, quien hace que resida en Cristo Jesús. Por nuestra unión con Cristo, gozamos de
sabiduría espiritual para conocer a Dios y para apropiarnos de su obra para nuestra salvación. La oración «quien ha sido
hecho sabiduría de Dios para nosotros» apunta a la obra de salvación que Cristo realizó en nuestro favor: en Cristo tenemos
justicia, santidad y redención. Pablo dice que Cristo es sabiduría para nosotros. El versículo 30 empieza con el pronombre
vosotros, que se refiere a los corintios. Pero cuando habla de la sabiduría en relación con la salvación, cambia el pronombre
a la primera persona plural nosotros para incluirse a sí mismo.
▬ d. «Justicia y santidad y redención». En Cristo somos declarados justos delante de Dios. En otra parte, Pablo enseña
que Dios hizo que Cristo fuese Aquel que carga con nuestro pecado, para que nosotros podamos llegar a ser justicia de
Dios en Cristo (2 Co. 5:21; véase Ro. 10:4; Fil. 3:9). La justicia es un acto único, pero la santidad es el resultado o
consecuencia de ese solo acto. La justicia es un acto externo por el cual una persona es declarada justa en Cristo, mientras
que la santidad es un estado interno que se alcanza a través de la presencia y morada del Espíritu en el creyente.
En la lista de los tres sustantivos que sirven de explicación, Pablo usa la palabra redención. El apóstol no ha colocado los
tres sustantivos dentro de una secuencia doctrinal, no los vuelve a mencionar juntos en la misma forma ni los explica en el
presente contexto. Es posible que la redención se mencione al final porque «es el primer don de Cristo que se comienza en
nosotros, y es el último en ser completado». Cristo Jesús se ofreció a sí mismo en la cruz del Calvario para conseguir
nuestra redención (Ro. 3:24, 25).
[31]. tal como está escrito, «El que se jacte, que se jacte en el Señor».
En Cristo Jesús recibimos una mente iluminada (cf. Ef. 1:18) para entender que, en primer lugar, es por su obra que
fuimos declarados justos delante de Dios. Segundo, entendemos que Dios nos santifica para que podamos estar en su
presencia sin arruga ni mancha alguna. Por último, también discernimos que Dios nos ha liberado de la carga de la culpa y
de la esclavitud al pecado. Cristo Jesús es nuestro Salvador y Señor. Si existe alguno que quisiera jactarse, sólo podrá
hacerlo gloriándose en el Señor y dando gracias a Dios el Padre por la persona y obra de Cristo.

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Como de costumbre, Pablo fundamenta su enseñanza en la Escritura. En forma resumida, cita Jeremías 9:24–25 de esta
manera: «El que se jacte, que se jacte en el Señor» (traducción del autor; véase también 2 Co. 10:17). Jeremías
registra una palabra del Señor, en la que se instruye al pueblo a no jactarse en la sabiduría o riquezas terrenales. El Señor
dice que uno debería jactarse en entender y conocer a Dios, quien muestra a su pueblo misericordia, justicia y justificación.
Uno debe gloriarse de conocer a Dios íntimamente. Pablo hace un resumen del texto de Jeremías, para decirle a los corintios
que debían conocer a Dios personalmente y gloriarse sólo en él.

3er Titulo: Solo una fe obediente del joven identifica una verdadera redención. Versículo 3. Porque ¿qué dice la
Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. (Léase: Santiago 2:23. Y se cumplió la Escritura que dice:
Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. ▬ Hebreos 10:35 y 36. No perdáis,
pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la
voluntad de Dios, obtengáis la promesa.).

Comentario: (viene del capítulo anterior, sirve para ambos) 2. Negación y confesión Santiago 2:22–23: Juan
reprende al hereje gnóstico llamándolo mentiroso y anticristo por su flagrante negativa de que Jesús es el Cristo. Juan no
tiene miedo de llamar por su nombre a su oponente en esta confrontación directa.
[22]. ¿Quién es el mentiroso? Lo es el hombre que niega que Jesús es el Cristo. Un hombre tal es el
anticristo—niega al Padre y al Hijo. [23]. Nadie que niega al Hijo tiene al Padre; todo aquel que reconoce al
Hijo tiene también al Padre.
Nótense los siguientes puntos:
▬ a. El mentiroso. Sin miedo Juan formula la pregunta ¿Quién es el mentiroso? y él mismo da la respuesta (v. 5). Él está
observando a la persona que perpetra la mentira. No se está dirigiendo a una persona que ocasionalmente representa mal
la verdad, sino a una que ataca el corazón mismo del evangelio de Jesucristo. Juan enfrenta a esta persona a quién se le
ha antojado trastocar la verdad de la humanidad de Cristo en una mentira. El corazón de la fe cristiana es que Jesús es
perfecto Dios y perfecto hombre. En el Credo de Atanasio, que procede del siglo cuatro, esta doctrina es formulada
cuidadosamente en los versículos 30–32:
Así que la fe ortodoxa es que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre. Él es
Dios, generado antes de todos los tiempos de la aseidad del Padre, y hombre nacido de la substancia de la madre; perfecto
Dios, perfecto hombre …
El contexto general no nos permite decir que Juan está dirigiéndose a oponentes judíos que se niegan a aceptar a Jesús
de Nazaret como Mesías. Juan se está oponiéndose a maestros gnósticos que enseñaban que Jesús era un hombre que
vivió y murió. Durante el ministerio público de Jesús, decían los gnósticos, el Cristo descendió sobre él, y le dio poder divino
a partir del momento de su bautismo y hasta el tiempo de su sufrimiento. Cuando llegaba el fin del sufrimiento de Jesús,
el Cristo partió. Para los gnósticos, entonces, Jesús no era el Cristo. Y Juan dice que la persona que proclama esta enseñanza
es un mentiroso. Más que eso, dice Juan, él es el anticristo.
▬ b. El anticristo. Si bien Juan habla de el anticristo, no está señalando aquí a esa conocida figura del fin de los tiempos,
sino a la persona que afirma que Jesús no es el Cristo. El que niega que el Hijo de Dios se ha hecho hombre niega también
la relación Padre-Hijo. Si no hay Hijo, no hay Padre. En su epístola, Juan enseña que el Padre y el Hijo están íntimamente
relacionados (1:2, 3; 2:1, 23, 24; 4:3, 14, 15; 5:9, 10, 11, 12, 20). Juan revela el corazón del evangelio: Dios el Padre ha
enviado a su Hijo Jesucristo, rechaza también a Dios el Padre y anula el mensaje del evangelio de Cristo. Tal persona,
escribe Juan, es el anticristo.
Utilizando un paralelismo típicamente semítico, Juan primero establece su punto en términos negativos y luego los
reformula con una redacción positiva. Pero la primera oración tiene en realidad un doble negativo (“nadie” y “niegue” [no
afirma]), que es el equivalente de una declaración positiva.
• Negativo: nadie que niegue al Hijo tiene al Padre
• Positivo: Todo aquel que reconoce al Hijo tiene también al Padre
¿Cuál es la confesión de fe del creyente? Simplemente ésta: “Jesús es el Hijo de Dios”. En su epístola Juan enfatiza que,
por medio de la sangre de Jesús, el Hijo, somos purificados del pecado (1:7); el Hijo nos promete vida eterna (2:25); el
Hijo de Dios ha aparecido para destruir las obras del diablo (3:8); y el Hijo es “un sacrificio expiatorio por nuestros pecados”
(4:10). El creyente tiene comunión con el Padre y con el Hijo (1:3) y abiertamente confiesa el nombre de Jesús ante la
gente. Por lo tanto, él pregunta junto con Joseph Grigg:
¿Podrá suceder, Jesús, Señor,
que de ti se avergüence algún mortal,
de ti a quién los ángeles alaban con ardor,
y cuya gloria refulge sin igual?
Consideraciones doctrinales acerca de 2:22–23
Durante la segunda parte del primer siglo, Juan expuso la herejía de los maestros gnósticos, entre los cuales había un
judío egipcio que se llamaba Cerinto. Esta persona negaba el nacimiento virginal de Jesús y decía que el Cristo había
descendido sobre Jesús en el momento del bautismo de Jesús, pero que lo abandonó antes de morir Jesús.

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Juan no sólo escribió para sus lectores contemporáneos, sino también para la iglesia universal. En el siglo dos Marción
negó al Hijo de Dios, y en el siglo siguiente Arrio y Sabelio hicieron lo mismo. En cada siglo y en toda época, los hombres
se niegan a reconocer al Cristo de las Escrituras. Algunos niegan el nacimiento virgíneo, la resurrección, la ascensión y la
promesa del regreso de Jesús. Otros distinguen entre el Jesús de Nazaret y el Cristo exaltado. Y otros aun rechazan o su
humanidad o su divinidad. En suma, todo aquel que repudia la enseñanza bíblica de que Jesucristo es el Hijo de Dios e Hijo
del hombre se engaña y, según Juan, es un mentiroso.

Comentario de Hebreos 10:35 -36: [35]. Así que no descartéis vuestra confianza; ella será ricamente
recompensada.
Si los creyentes habían sufrido por su fe cristiana en el pasado, ¿desecharían ahora la confianza que habían mostrado
frente a la persecución? Parecería haber pasado bastante tiempo desde aquel entonces y los creyentes están ahora viviendo
un período de paz y seguridad. Su valentía al confesar su fe en Cristo ha caído en desuso. Y por no haber ejercitado su don
de la confianza, están ahora listos a desecharla.
La fe debe ser confesada valiente y confiadamente. En circunstancias difíciles el creyente pone su fe en Dios y prestamente
confiesa el nombre de su Señor y Salvador. Pero en tiempos de comodidad, el cristiano no se ve confrontado con la
necesidad de tomar una posición. Su fe vacila y declina. El escritor de Hebreos declara: “Y sin fe es imposible agradar
a Dios, porque cualquiera que viene a él debe creer que existe y que recompensa a aquellos que
fervorosamente le buscan” (11:6). La confianza que él manifiesta no tiene que ver con la libertad que tenemos en ir a
Dios en oración (4:16) ni con un corazón sincero (10:19, 22). El escritor desea más bien que los lectores exhiban su
confianza y valor ante el hombre (véase también 3:6).
Dios recompensará ricamente al creyente que valientemente confiesa su fe. Él recompensa al cristiano no porque haya
merecido la recompensa en el sentido de haberla ganado. Dios dispensa sus dones los que fervorosamente le buscan, no
en términos de contar “los valores y logros humanos, sino [en términos de] una expectación gozosa” que Dios ha
prometido”.
[v. 36] Vosotros debéis perseverar para que cuando hayáis hecho la voluntad de Dios, recibáis lo que él ha
prometido.
El escritor exhibe tacto y preocupación pastoral. Exhorta a los lectores a perseverar; así como en el pasado se mantuvieron
firmes frente al sufrimiento (10:32), del mismo modo deben ahora perseverar haciendo la voluntad de Dios. Cuando él
escribe la frase la voluntad de Dios, les recuerda inmediatamente acerca de la obediencia de Cristo, quien vino a hacer la
voluntad de Dios (10:7, 9–10). La exhortación es, entonces, que sigan a Cristo en una obediente observancia de los
mandamientos. Y al perseverar en su fidelidad para con la voluntad de Dios, ellos recibirán “lo que él ha prometido”.
El vocablo promesa es una palabra clave en la epístola a los hebreos. Representa el perdón de los pecados en términos
del nuevo pacto, pero representa más especialmente la salvación plena en Jesucristo. La promesa hecha por Dios al hombre
es inquebrantable. Lo que Dios ha prometido, eso es lo que el creyente recibirá.

ESTUDIO A FONDO 1 (10:35-36 y 38) La fe: El cristiano debe andar por fe, no por sentimientos y emociones. La tendencia
de las personas, incluso de los cristianos, es vivir por sus sentimientos y emociones Actúan de acuerdo con sus sentimientos,
Experimentan cierta emoción, así que se comportan de acuerdo con esa emoción. Si se sienten mal, actúan de modo
irresponsable: rezongando, quejándose y reaccionando a su sentir. Si se sienten bien, actúan de un modo feliz. Su conducta
está determinada por cómo se sienten y reaccionan a sus experiencias emocionales.
Vivir según los sentimientos de uno mismo va en contra de la voluntad de Dios. “E1 justo vivirá por fe”. Esta es la voluntad
de Dios. El cristiano debe dejar que su fe lo controle. Él debe dejar que la fe controle su vida y los problemas específicos
que se le presenten.
¿Cómo un creyente vive por fe? ¿Qué quiere decir vivir por fe? Quiere decir cuatro cosas, de modo consecuente.
-1. El creyente debe encomendar su vida y sus problemas a Dios, todo el día, a lo largo de todo su andar. Debe tomar
las experiencias y los problemas de su día y encomendarlos a Dios de una vez para siempre. Debe creer que Dios escucha
su encomienda y le da fuerza para andar de modo triunfante durante el día. Debe saber que a Dios no le agrada un chico
llorón que pida y pida fuerzas cuando todo lo que hace es regodearse en la autocompasión.
-2. El creyente debe negarse a sí mismo. Debe rechazar los sentimientos, las emociones y el egoísmo de su carne, incluso
ignorarlos si fuese necesario.
-3. El creyente debe actuar como si hubiera hecho un compromiso con Dios. Él ha hecho un compromiso, así que debe
actuar como tal. Sus sentimientos son inmateriales. Debe actuar de modo responsable. Debe seguir adelante y hacer lo
que le corresponde. Debe comportarse como le corresponde.
-4. Luego, mientras el creyente hace lo que le corresponde, debe pedirle a Dios que le otorgue su gracia y su fuerza.
Debe agradecer a Dios de todas sus maneras durante todo el día. Él debe andar en oración todo el día, pidiendo perdón a
medida que falle y se equivoque y alabando y agradeciendo a Dios por su gracia y misericordia eternas.
Dios no guía los pasos del creyente y luego el creyente se siente bien y hace lo correcto. Mientras el creyente se conduce
de un modo responsable en sus asuntos es que Dios guía sus pasos. Esta es la vida de la fe nueva y viva obrada por el
Señor Jesucristo para aquellos que creen en Él y lo siguen.
Amén, para la honra y gloria de Dios.

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