Derechos Humanos Trabajo Final

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Universidad Autónoma de Sinaloa UAS

Facultad; Derecho del Estado de Sinaloa

Materia; Derechos Humanos

Titulo; Análisis histórico de la esclavitud

Docente; Lic. Julio Alejandro Sánchez Mendoza

Estudiante; Octavio Arce Aramburo

Fecha; 17/11/2021
ANALISIS HISTORICA SOBRE LA ESCLAVITUD

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA ESCLAVITUD

Existe una amplia bibliografía acerca de la esclavitud en la Nueva España que


parte de los trabajos de Gonzalo Aguirre Beltrán, la cual ha hecho contribuciones
muy valiosas; sin embargo, buena parte de esos estudios presentan la imagen del
esclavo americano hasta cierto punto distorsionada, al destacar que vivía en
condiciones peores que en su lugar de origen. Debe tenerse en cuenta que los
esclavistas en África y en las islas inglesas y francesas prácticamente no tuvieron
restricción alguna; en cambio, en los reinos americanos hubo leyes que limitaron
el poder o los derechos de los dueños, y permitieron a los cautivos obtener la
libertad y poseer propiedades. Como la legislación española abrió esas
posibilidades y los dueños abrigaban un profundo sentimiento religioso, en
ninguna parte del mundo se liberó a los esclavos como en los territorios de tierra
firme.

En los albores del siglo XIX, la esclavitud no estaba muy extendida en la América
española, salvo en algunas islas del Caribe como Santo Domingo, Puerto Rico o
Cuba. Cuando Alejandro Humboldt visitó este último lugar lo llamó "la isla del
azúcar y de los esclavos", con lo que quiso resaltar la gran producción y el número
elevado de esclavos que trabajaban en las plantaciones, cuyos dueños llegaron a
sostener que sin ellos no podía cultivarse la caña de la que se extraía el azúcar.
En Puerto Rico la situación era similar: según el censo que se levantó en 1827, de
los 323 838 habitantes, 34 240 tenían la condición de esclavos, es decir, poco más
de diez por ciento. Cuando Humboldt estuvo en la Nueva España no le llamó la
atención la cantidad de cautivos que había —menor a la de las islas mencionadas
— sino los recursos naturales con los que contaba este reino, sobre todo los
mineros. Como se sabe, a este territorio lo llamó "el cuerno de la abundancia",
pero también el país de las desigualdades.

En efecto, al inaugurarse el siglo XIX la esclavitud en el virreinato más rico de la


América española estaba disminuyendo, debido, entre otras cosas, al impulso que
había cobrado la economía capitalista en el mundo a finales del siglo XVIII. La
expansión de este sistema económico hizo ver que la mano de obra esclava
resultaba más cara que la asalariada. Ya hace tiempo, David A. Brading
documentó que, durante la época borbónica, en las haciendas y en las minas del
Bajío se empleaban preferentemente trabajadores libres y no esclavos, quienes
más bien se concentraban en las ciudades desempeñando labores domésticas en
las casas de las familias ricas. A los empresarios ya no les interesó comprar
esclavos porque esa inversión no generaba mayores ganancias; en lugar de eso,
prefirieron emplear su dinero en empresas mercantiles, agrícolas y mineras para
aprovechar el ejercicio del libre comercio instituido por los borbones. A lo anterior
habrá que añadir las ideas sobre la libertad y los derechos del hombre que se
fueron difundiendo desde finales del siglo XVIII a través de los textos ilustrados.
No se sabe con exactitud el número de esclavos que había en la América
septentrional en el momento que estalló la insurrección que acaudillaron Miguel
Hidalgo e Ignacio Allende en septiembre de 1810. Según algunas estimaciones
había en este territorio entre nueve y diez mil hombres y mujeres en
cautiverio; cabe aclarar que quienes tenían esta condición jurídica eran los negros
y los mulatos, no los indios, idea difundida por algunos historiadores
extremadamente nacionalistas y los muralistas mexicanos (Diego Rivera y José
Clemente Orozco, entre otros), quienes plasmaron en sus frescos a los indios
rompiendo las cadenas de la esclavitud, en lugar de los negros. Hay que recordar
que una temprana cédula real firmada el 20 de junio de 1500 prohibió las
actividades esclavistas de Cristóbal Colón y declaró a los naturales vasallos libres
de la Corona española, condición que los colocaba jurídicamente iguales a los
españoles. Esta ordenanza fue reforzada por la del 2 de agosto de 1530.

La esclavitud fue abolida en distintos momentos y en diferentes circunstancias. En


la Nueva España se dio en medio de la insurrección que inició Hidalgo mediante el
bando del 6 de diciembre de 1810; es decir, el decreto fue expedido en tiempos de
guerra y no de paz. Como el cura de Dolores tenía una idea clara de los cambios
económicos, sociales, políticos y culturales que estaban dándose en el mundo,
proclamó la libertad de los individuos y los principios de igualdad y justicia para ser
congruente con los derechos fundamentales del hombre moderno.

Por otro lado, Hidalgo entendió que al abolir la esclavitud también debilitaba a los
españoles, dueños de esclavos y enemigos acérrimos de los criollos insurgentes,
porque con la liberación de los cautivos perdían parte de su patrimonio. Poner fin
al cautiverio de los negros y los mulatos formó parte del proceso de la confiscación
de sus bienes, con los cuales se financió esta insurrección. Lucas Alamán
interpretó el decreto de la abolición como un ataque a la propiedad privada,
porque significó el despojo de un bien al no contemplar la
indemnización. Anastasio Zerecero menciona tres razones fundamentales que
tuvo Hidalgo para abolir la esclavitud: afectar la propiedad de los españoles,
halagar a los negros para que se incorporaran a la rebelión e impedir que los
dueños de esclavos los utilizaran como soldados.

El gobierno de Estados Unidos, al que desde sus orígenes siempre identificamos


como republicano, demócrata y defensor de la libertad individual, retardó, hasta
donde pudo, la abolición de la esclavitud para no afectar el principio de la
propiedad. Las leyes de este país con respecto a la emancipación de los esclavos
establecieron que la Asamblea General no tenía facultad para abolir la esclavitud
sin el consentimiento de los propietarios, a excepción de los que hubieran
proporcionado un servicio importante al Estado.

Generalmente, quienes han abordado el tema de la abolición de la esclavitud en la


Nueva España la interpretan como un acto estricto de caridad cristiana o como un
gesto filantrópico o humanitario por parte de Hidalgo. Incluso en algunos lienzos o
pinturas murales aparece el cura de Dolores con el rostro profundamente
conmovido por el sufrimiento de quienes estaban privados de la libertad. Parte de
sus motivaciones bien pudieron ser éstas, pero no deben descartarse las
tendencias mundiales, es decir, las presiones del sistema capitalista, el avance de
la modernidad, su profundo resentimiento hacia los españoles y su intento de
debilitarlos hasta donde fuera posible. Por otra parte, a partir de la Revolución
francesa, al proclamarse los derechos universales del hombre y difundirse el
modelo de una sociedad igualitaria jurídicamente, la división social del Antiguo
Régimen fue pareciendo anacrónica.

En otros lugares, como en Puerto Rico, donde los esclavos constituyeron la


mayoría de la sociedad, la sola idea de emanciparlos asustó a muchos, debido a
que la población negra era más numerosa que la blanca. Esto constituía un riesgo
para la seguridad de los esclavistas, porque se temió que los manumisos se
vengaran de los agravios recibidos. En la Nueva España los negros liberados no
significaron ningún peligro.

LOS PRIMEROS BANDOS DE LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD

Aunque la insurrección de Hidalgo se inició sin tener un plan militar bien definido,
uno de los propósitos de los rebeldes fue apropiarse de las principales ciudades
centro-occidentales del virreinato. En poco más de dos meses —de septiembre a
noviembre de 1810— lograron apoderarse de Guanajuato, Valladolid y
Guadalajara, las más pobladas y donde circulaba el mayor volumen de capital.
Como se sabe, en el último momento Hidalgo resolvió no tomar la Ciudad de
México, pese a la insistencia de Ignacio Allende. Cuando estuvo en Valladolid,
ordenó al intendente José María Anzorena promulgar un decreto que aboliera la
esclavitud, el cual fue expedido el 19 de octubre de 1810, casi a un mes de
haberse iniciado la rebelión. El texto iniciaba con una invitación a agradecer al
cura de Dolores por los beneficios que se obtendrían con tal disposición. En
seguida disponía:

Prevengo a todos los dueños de esclavos y esclavas que luego inmediatamente


que llegue a su noticia, los pongan en libertad, otorgándoles las necesarias
escrituras de ata ahorría con las inserciones acostumbradas, para que puedan
tratar y contratar, comparecer en juicio, otorgar testamentos, codicilos y ejecutar
las demás cosas que ejecutan y hacen las personas libres quienes no lo hagan
sufrirán la pena capital y la confiscación de bienes.

El decreto era muy drástico porque no contemplaba retribución alguna, y porque


castigaba con la pena máxima a quienes, en lo sucesivo, compraran o vendieran
esclavos. Igual castigo recibirían los notarios que no extendieran la escritura de
manumisión, quienes fueron advertidos de que se les embargarían sus bienes y
quedarían suspendidos de su oficio si no acataban lo dispuesto. La ordenanza
también suprimía los tributos que pagaban los indios, y ponía freno a la rapiña que
practicaban los rebeldes en los lugares por donde pasaban.
Casi un mes después, el 17 de noviembre, José María Morelos y Pavón expidió
una orden desde Aguacatillo en la que repetía buena parte del bando de
Anzorena. De entrada, dispuso que en lo sucesivo todos los habitantes del reino
se nombraran americanos, a excepción de los europeos; que nadie pagara
tributos; que no hubiera esclavos ni cajas de comunidad; que los indios no estaban
obligados a pagar lo que debían a los españoles; que la pólvora ya no fuera un
estanco, y que los empleos públicos los ocuparan los americanos y no los
peninsulares.

Estas dos ordenanzas se dieron cuando Hidalgo ya había dispuesto el


aniquilamiento de varios españoles en las villas y en la capital de la intendencia de
Guanajuato, y cuando el miedo de perder la vida y las propiedades ya se había
apoderado de ellos. Como el bando firmado por Anzorena no obtuvo el
reconocimiento que se esperaba —porque carecía de autoridad para promulgarlo
y obligar a los esclavistas de todo el reino a liberar a los cautivos—, Hidalgo se vio
precisado a expedir otro el 6 de diciembre en Guadalajara. Éste fue más conciso
que el anterior y se limitó a ordenar lo siguiente: "que todos los dueños de
esclavos deberán darles libertad dentro del término de diez días, o pena de
muerte, la que se aplicará por trasgresión de este artículo". Este decreto también
volvía a suprimir los tributos que pagaban los indios, el uso de papel sellado en los
asuntos oficiales y las restricciones para fabricar pólvora. En estos dos
documentos no se emplearon las palabras abolición, supresión o prohibición,
sino poner en libertad. ¿Cómo deben interpretarse entonces? ¿Poner en libertad
significaba abolir el cautiverio para siempre? A estas preguntas se suman otras:
¿cuáles fueron los resultados reales de dichos decretos?, ¿significaron el fin de la
esclavitud?

La historiografía clásica o tradicional, así como la oficial, han sobredimensionado


la repercusión o el alcance de tales disposiciones, dando a entender que a partir
de entonces ya no hubo esclavos. Esta idea generalizada hay que matizarla
porque, en primer lugar, debe tomarse en cuenta que tampoco la autoridad de
Hidalgo fue reconocida por todos ni tuvo un control total sobre el amplísimo
territorio de la América septentrional como para exigir su cumplimiento. Además,
desde el inicio de la insurrección varios escritores cuestionaron las facultades que
él mismo se había atribuido. Uno de ellos lo increpó de esta manera: "¿qué cuerpo
lo facultó o le dio voz para proceder como lo está haciendo?

La promulgación del decreto de Hidalgo tuvo varios efectos. En Guadalajara, por


ejemplo, como estaba ocupada por los insurgentes, seguramente los dueños de
esclavos sí los liberaron para evitar la pena capital, pero ¿qué ocurrió en las
lejanas y aisladas Provincias Internas del Norte o en otras regiones incomunicadas
o controladas por los realistas? Lo más probable es que en esos lugares nadie
haya hecho caso de dicho bando ni de los anteriores. También hay que pensar
que muchos esclavos aprovecharon el estado de guerra y el debilitamiento de las
autoridades, así como la dificultad y la falta de tiempo que tuvieron los jueces para
atender las denuncias de las fugas —dieron prioridad a los casos de infidencia—,
para escapar o incorporarse a la insurrección. También se dieron casos en los que
algunos cautivos reclamaron o exigieron su libertad. Veamos uno de ellos: en los
días posteriores al 6 de diciembre, Teresa Ramos —vecina de Guadalajara— sacó
por su propia cuenta a sus dos hijas esclavas de la casa de Cosme Antonio de
Estrada, apoyada en el bando de Hidalgo que abolía la esclavitud. Años más
tarde, en 1817, cuando los realistas habían recobrado buena parte del territorio,
De Estrada otorgó un poder notarial a Vicente Chacón —residente de Yurécuaro—
para que las rescatara porque eran fugitivas y las hiciera regresar a su casa de
Guadalajara.

Por otra parte, lo más probable es que a partir de la expedición del bando de
Hidalgo haya disminuido mucho la compra-venta de cautivos, porque ya no hubo
seguridad para que los propietarios los retuvieran. Además, la misma guerra
fomentó el espíritu de rebeldía, la desobediencia y los reclamos de libertad, lo que
también influyó para que fuera desapareciendo el interés de poseer esclavos. A
esto habrá que añadir los textos condenatorios de algunos escritores en contra del
cautiverio del individuo, como, por ejemplo, los de José Joaquín Fernández de
Lizardi.

En lo sucesivo ningún insurgente pudo dar seguimiento a los bandos de la


abolición porque la misma guerra lo impidió. Sin embargo, el tema volvió a ser
planteado por los diputados novohispanos en las Cortes de Cádiz cuando se
discutió el artículo 22, referente a los derechos políticos de los ciudadanos. El
principal propulsor fue José Miguel Guridi y Alcocer, diputado por Tlaxcala, quien
en la sesión del 25 de marzo de 1811, apoyándose en el derecho natural y en la
legislación de las naciones cultas que ya la habían abrogado, presentó los
siguientes ocho puntos:

Primero: Se prohíbe el comercio de esclavos, y nadie en adelante podrá vender ni


comprar esclavo alguno, bajo la pena de nulidad del acto y pérdida del precio
exhibido por el esclavo, el que quedará libre.

Segundo: Los esclavos actuales, para no defraudar a sus dueños del dinero que
les costaron, permanecerán en condición servil, bien que aliviada en la forma que
se expresa adelante, hasta que consigan su libertad.

Tercero: Los hijos de los esclavos no nacerán esclavos, lo que se introduce a


favor de la libertad, que es preferente al derecho que hasta ahora han tenido para
los amos.

Cuarto: Los esclavos serán tratados del mismo modo que los criados libres, sin
más diferencia entre estos y aquellos que la precisión que tendrán los primeros de
servir a sus dueños durante su esclavitud, esto es, que no podrán cambiar de
amo.

Quinto: Los esclavos ganarán salario proporcionado a su trabajo y aptitud, bien


que menor del que ganarían siendo libres, y cuya tasa se deja al juicio prudente de
la justicia territorial.
Sexto: Siempre que el esclavo, o ya porque ahorre de sus salarios, o bien porque
haya quien le dé dinero, exhiba a su amo lo que le costó, no podrá resistirse a su
libertad.

Séptimo: Si el esclavo vale menos de lo que costó, porque se haya inutilizado o


envejecido, esto será lo que exhiba para adquirir su libertad; pero si vale más de lo
que costó, por haberse perfeccionado, no exhibirá sino lo que costó, lo cual se
introduce también a favor de la libertad.

Octavo: Si el esclavo se inutiliza por enfermedad avanzada, dejará de ganar


salario; pero el amo estará en obligación de mantenerlo durante la inhabilidad, ora
sea perpetua, ora temporal.

Como podrá apreciarse, entre el bando de Hidalgo y la propuesta de Guridi y


Alcocer hay grandes diferencias, no obstante que los dos eran sacerdotes. El
primero de ellos dispuso una abolición tajante, radical, inmediata y no retributiva,
mientras que el segundo sugirió una supresión paulatina y remunerativa para no
lastimar el derecho de la propiedad privada. La opinión que tenía Guridi y Alcocer
al respecto coincidía con la de otros juristas que para entonces eran partidarios de
la abolición.

Después de la batalla de Puente de Calderón (17 de enero de 1811) —la cual


ocasionó la dispersión de la tropa insurgente—, hubo muchos reclamos y
acusaciones en contra de Hidalgo por los acuerdos que tomó antes de esta fecha.
El padre Buenaventura Güereña, por ejemplo, en un sermón que pronunció en la
catedral de Guadalajara el 30 de enero de 1811, declaró que, con la abolición de
la esclavitud, el cura había perjudicado a los propietarios, ya fueran españoles o
criollos.

Como la esclavitud no quedó erradicada después del bando de Hidalgo, los


sucesores del cura de Dolores siguieron insistiendo en proscribirla; así lo consignó
Ignacio López Rayón en el artículo 24 de los Elementos Constitucionales de 1812,
y José María Morelos en los Sentimientos de la Nación del 14 de septiembre de
1813, en cuyo artículo 15 dice: "que la esclavitud se prescriba para siempre, lo
mismo que las castas". Como podrá apreciarse, en este documento ya se habla
explícitamente de supresión definitiva. Con posterioridad, el 5 de octubre de 1813,
firmó otro bando en Chilpancingo en el que decretó: "Porque debe alejarse de la
América la esclavitud y todo lo que a ella huela, mando que los intendentes de
provincia y demás magistrados velen sobre que se pongan en libertad cuantos
esclavos hayan quedado [...]". También previno a las autoridades de las repúblicas
de indios para que no esclavizaran a éstos con los servicios personales, los cuales
sólo debían proporcionar a la "nación" pero no a ningún individuo en particular. En
la Constitución de Apatzingán, de manera implícita, también quedó suprimida al
señalar en el capítulo III, artículo 13, lo siguiente: "se reputan por ciudadanos de
esta América, todos los nacidos en ella".
Al final de cuentas, la Constitución de Cádiz de 1812 no suprimió la esclavitud. En
el artículo 5, inciso primero, quedó especificado que eran españoles "todos los
hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos
de éstos"; y en el inciso quinto se indicaba que también los libertos que
adquirieran la libertad. Por tanto, los negros y los mulatos no fueron reconocidos
como ciudadanos porque su origen, por ambas líneas, no provenía de estos
territorios. Sin embargo, el artículo 22 abría "la puerta de la virtud y del
merecimiento para ser ciudadanos" a los africanos si prestaban "servicios
calificados a la patria".

Silvio Zavala y Alfonso García Ruiz sostuvieron que tanto López Rayón como
Morelos adoptaron dicho principio; no se trata exactamente de una "adopción",
sino de la necesidad de volver a prohibir esa práctica ante su persistencia y la
inobservancia del decreto expedido por Hidalgo.

Hasta finales de 1815, es decir, hasta la muerte de Morelos, la abolición de la


esclavitud fue un tema recurrente en el discurso insurgente; después, por el
decaimiento de la insurrección y la ausencia de líderes que la orientaran
ideológicamente, el asunto pasó a segundo plano.

Después de la expedición de los bandos firmados por Hidalgo y Morelos, la


Audiencia de Guadalajara no dejó de atender denuncias relacionadas con la
esclavitud hasta que la independencia fue consumada en 1821, lo que demuestra
que en la práctica no quedó suprimida. Veamos los siguientes casos: a mediados
de junio de 1812, María Petra Avilés, esclava de Luis Castro, vecino de Culiacán,
acudió a este tribunal a pedir su intervención para que Castro no vendiera a una
hija suya que vivía a su lado, porque de hacerlo, ambas quedarían separadas. En
noviembre de 1815, atendió el caso de la esclava Juana María Maldonado, quien
procreó tres hijos con su amo José Lorenzo Ávalos Ramírez, del pueblo de
Jocotepec; desde que entablaron esta relación amorosa ilícita, él le otorgó la
libertad de palabra tanto a Juana María como a la última hija que tuvo con ella, de
nombre María Feliciana, pero el problema surgió porque las incluyó en su
testamento como esclavas, por lo que los herederos las reclamaron en
propiedad. A principios de enero de 1817, la esclava María Luisa López se
presentó ante la Audiencia para denunciar a Dolores Andrade por los malos tratos
que le daba a su hija Dominga.

Los asuntos que atendió la Audiencia después de los bandos que abolieron la
esclavitud fueron numerosos y frecuentes. Este tribunal contaba, incluso, con un
síndico procurador general de esclavos, quien abogaba en defensa de ellos. Este
funcionario se mantuvo muy activo después de 1810, lo que vuelve a constatar
que la esclavitud, si bien pudo haber disminuido, siguió practicándose. También
habrá que tomar en cuenta que, después de 1816, el ejército realista recuperó el
control de la mayor parte de la América septentrional, lo cual dio lugar a que
algunas de las viejas prácticas u ordenanzas volvieran a restablecerse.
En las regiones controladas por los realistas, la compra-venta de esclavos no se
interrumpió después de la expedición de los bandos mencionados. En los libros de
los notarios de Guadalajara, por ejemplo, se encuentran varias escrituras en las
que las familias ricas siguieron adquiriéndolos. En 1818, el empresario y
representante de una firma inglesa en Guadalajara, Daniel O’Ryan, vendió un
esclavo de 23 años a Servando Germán Bosque en 350 pesos.

Como podemos ver a lo largo de la lectura la esclavitud aparentemente abolida


sigue siendo o estando en la mira de los problemas mundiales ya que en todas las
naciones (en todo el mundo) se sigue dando esta problemática.
Pues hay un sin número de registros documentados sobre el secuestro para trata
de personas de todas las edades, colores, nacionalidades por diferentes grupos
organizados asiendo uso de su poder, y no solo me refiero a la mafia, sino que
también políticos, empresarios incluso dentro de las mismas iglesias.
Un caso muy sonado de la iglesia la luz del mudo, y hablando de políticos me
resulta incomprensible ya que de entre ellos están los legisladores que ponen y
modifican leyes contra cualquier abuso de los derechos del hombre (derechos
humanos),

Art. 1 de la constitución de los estados unidos mexicanos

Dice todas las autoridades en el ámbito de sus competencias, tiene la obligación


de promover, respetar proteger y garantizar los derechos humanos de
conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y
progresividad en consecuencia el estado deberá prevenir, investigar, sancionar y
repara las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la
ley.

Está prohibida la esclavitud en los está prohibida la esclavitud en los estados


unidos mexicanos. Los esclavos del extranjero que entren al territorio nacional
alcanzaran, por este solo hecho, su libertad y la protección de las leyes.

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