La Universidad Entre La Autonomia y La P
La Universidad Entre La Autonomia y La P
La Universidad Entre La Autonomia y La P
ISBN 978-987-630-183-1
Colección: Educación
Serie: Universidad
Comité Editorial:
Directores: Pedro Sanllorenti, Eduardo Rinesi, Mónica Marquina y Yamile Socolovsky
Coordinación editorial: Heber Ostroviesky y Darío Stukalsky
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Introducción
Autonomía y planiicación:
una tensión inherente a la vida de la
universidad moderna
Mónica Marquina
El inal del siglo xviii signiicó para la universidad alemana la crisis del modelo
medieval y la primera manifestación del conlicto Universidad/Estado que con-
tinuará en escena a lo largo de la vida de la universidad moderna. En aquella
primera versión del conlicto, Kant asigna a la “Facultad Inferior”, o la Facultad
de Filosofía, la libertad para interrogarse sobre lo que las demás facultades hacen,
en la búsqueda y la relexión sobre las condiciones de la generación del saber.
Por su parte, asigna al Estado la función de regular a las profesiones pero, a la
vez, de sostener y tolerar aquella tarea asignada a la Filosofía, sin ejercicio de
ningún control.
El conlicto de las Facultades de 1798 es la expresión kantiana de la transi-
ción entre la universidad medieval y el surgimiento del modelo de universidad
moderna racional. La clave de este nuevo modelo es el de una universidad en
permanente conlicto “[…] entre el saber instituido y la investigación ilosóica
que interroga por las condiciones de ese saber”1.
El conlicto se origina en la censura gubernamental –encarnada en Guillermo
Federico II– a la que Kant responde de manera ilustrada a través del reconoci-
miento de dos tipos de facultades, las Facultades Superiores, que se desarrollan
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hayer, W., La crisis no moderna de la universidad moderna, Cuarto Propio, Santiago, 1996.
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recursos entre las diversas universidades, sin dudas que podría tenderse a
un funcionamiento menos disperso, con alguna direccionalidad global,
que llevara al sistema a cumplir determinadas metas en tiempos previsibles.
Para Follari, estos lineamientos generales hoy no existen. Cabe aquí entonces
preguntarse acerca de las razones por las que algunos indicios de política con-
junta, como por ejemplo los acuerdos sobre políticas de internacionalización,
la deinición de estándares para las diversas carreras reguladas, los acuerdos
de pautas presupuestarias, todos ellos llevados adelante desde el cin (Consejo
Interuniversitario Nacional), no se constituyen suicientemente para el autor
como líneas generales de coordinación.
Más planiicación desde la spu (Secretaría de Políticas Universitarias),
más planiicación “estratégica” institucional, esfuerzo de las universidades
por mostrar resultados “que vayan más allá de la autoindulgencia”, muestran
no solo una idea devaluada de lo que hoy es la universidad para la sociedad,
sino también de lo que debe ser en términos de eiciencia y productividad.
Para lograr que la necesaria libertad no lleve a la indeseable “autodemocracia”
sin vinculación alguna con los “resultados de las elecciones de autoridades
en el país”, Follari propone la presencia física concreta de representantes del
Gobierno Nacional en el gobierno universitario, o en puestos de gestión tales
como secretarías.
Cabe preguntarse si hay elementos que permitan pensar a la universidad
como la iel representante de la oligarquía. También surge el interrogante de
por qué el logro de mayor democracia para el autor se focaliza exclusivamente
en la organización del gobierno universitario para el que se propone una ma-
yor intervención estatal –representante de la voluntad popular expresada en
el voto– y no en políticas que colaboren con la inclusión de nuevos sectores
sociales a la universidad, de cara a una universidad que, a la vez que es autónoma,
representa a los diferentes sectores sociales ahora incluidos en ella. Es probable
que la contraposición irresoluble de la autonomía y la planiicación del autor
sea el relejo de una también irresoluble división de la sociedad. El punto de
partida de Follari es esta concepción de sociedad que se plasma en el ámbito
universitario entre un “adentro” representante de los intereses privilegiados y
un “afuera” nacional y popular representado por el Estado. Y es este el escenario
que justiica una intervención estatal que limite la autonomía entendida por
una injustiicada “autodemocracia” que requiere límites externos que permitan
superar la contradicción presente en el binomio “planiicación-autonomía”
planteado como propuesta en este libro.
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cada vez más parte integrante de diferentes aspectos en términos del planea-
miento: a nivel institucional, en el ámbito del sistema nacional y como parte
de relaciones internacionales; y a nivel de la “infraestructura”, en términos de
Clark, a escala de las unidades académicas, departamentos, institutos. Por lo
tanto, el desafío actual es el de coordinar y alinear estos esfuerzos, para lo cual
resulta fundamental arribar a consensos.
No obstante, y a in de que dicho planeamiento no interiera en la forma en
que la universidad desarrolla sus funciones, Stubrin da relevancia a un proceso
de construcción de un planeamiento universitario entre instituciones y Gobier-
no, que debe ser aprobado por la única instancia con atribución constitucional
de legislar y regular en materia universitaria, que es el Congreso de la Nación,
por ser fuente de legitimidad política otorgada por la Constitución. De este
modo, propone la aprobación en este ámbito de leyes programáticas basadas
en las necesidades nacionales, planteadas en términos de grandes lineamientos
políticos. Tales bases darán marco a la diversidad institucional, relejada en dife-
rentes proyectos institucionales. Y en este proceso es pensado un Ejecutivo que
cumple las funciones de implementación y supervisión, para lo cual despliega
su especiicidad, que es la capacidad técnica.
Podría cuestionarse cierto optimismo en el ensayo de Stubrin al considerar
la posibilidad del ensamble armónico entre planeamiento y autonomía. Más
aún, cuando dicho ensamble queda, desde su propuesta, en manos del Parla-
mento, hoy devaluado como ámbito de deliberación y deinición consensuada
de políticas. La propuesta también podría ser observada en relación con los
intereses particulares, para algunos corporativos, subyacentes a cada una de
las instituciones, que podrían incidir de modo negativo en esta búsqueda de
acuerdos sobre el mejor sistema universitario para la sociedad actual.
Pero aquí caben consideraciones similares a las realizadas para el ensayo de
Follari: la resolución de la aparente contradicción del binomio está íntimamente
vinculada a la concepción de sociedad y Estado subyacente en el pensamiento
del autor. En el caso de Stubrin, una idea republicana de sociedad tiene una
respuesta republicana para la convivencia o ensamble del binomio autonomía-
planiicación universitaria. En este marco, hay un lugar para el Ejecutivo: la
fuente de la capacidad técnica; uno para la Justicia: el control del cumplimiento
de la cláusula constitucional de la autonomía; y uno para el Parlamento, fuen-
te de legitimidad política para la deinición del marco general de la política
universitaria en el que deberán insertarse los diferentes planes institucionales
de las universidades.
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los intereses de partido o de grupo, y que desconocen las exigencias de las lógicas
legitimarias de los saberes cientíicos. Donde esa lógica clientelar se impone,
los problemas de la vida universitaria pierden autonomía”.
Al igual que Follari y Stubrin, Camou revisa las políticas de los años 90
surgidas a la luz de la les (Ley de Educación Superior). Para el autor, la les ha
contribuido a formar una nueva “coniguración universitaria”, “en buena me-
dida distinta a la que era pretendida por las autoridades que la impulsaron pero
también diferente a la que muchos universitarios resistieron”. Estas políticas,
cuyos diseños y objetivos han sido establecidos a nivel del Estado fueron puestas
en práctica por diferentes actores en el ámbito de distintas instituciones educa-
tivas, con sus historias, sus entornos, sus conlictos, sus relaciones. Esta nueva
coniguración ha dado lugar a nuevas dinámicas institucionales emergentes, en
las que puede identiicarse una gama diferenciada de respuestas de los actores
“alineadas en un continuo que va de la cooperación al conlicto, y que pueden
ser resumidas como estrategias de adopción/adaptación y de resistencia”. No
obstante, estas respuestas pueden ser reconocidas en tres principales dimen-
siones: accountability, aprendizaje institucional y herramienta de gestión, en
tanto y en cuanto son incorporadas –de manera estable, regular, previsible– a las
prácticas de los actores y las reglas y contenidos culturales de las instituciones.
A partir de este análisis, Camou se distancia de los discursos que él identiica
como “simpliicaciones simétricas”:
[…] de un lado, aquella lectura que en cada situación apela ingenuamente
al bálsamo universal del consenso (sin invalidar, por cierto, los beneicios
de una deliberación enfocada a alcanzar acuerdos); de otro, las posiciones
que celebran la confrontación como si cualquier conlicto, en sí mismo,
fuera positivo para una sociedad o una organización.
Sin proponérselo, Camou se aleja de las posibles debilidades que podrían
observarse tanto en el ensayo de Stubrin como en el de Follari.
Pero esta mirada del sistema universitario al que “le sobran algunas tensiones
negativas, pero sobre todo, le faltan algunas tensiones positivas” también puede
ser interrogada en términos de lo posible y lo deseable. El ensayo de Camou
agrega a la discusión, o da mayor relevancia, a un elemento que la enriquece,
que es la dimensión de autocrítica o mirada interna relexiva permanente como
parte esencial de dicha autonomía. Desde su análisis, esta dimensión se enfrenta
de forma constante con intereses político-partidarios o corporativos al interior
de las instituciones, los que para Camou constituyen la base de las tensiones
negativas no deseadas. Y aquí es donde cabe interrogarnos respecto de si esos
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rasgos no son parte de la esencia universidad argentina con los que es posible
lidiar pero difícilmente desterrar. ¿Hay posibilidad de erradicar esas “tensiones
negativas” o no queda más que aceptarlas como parte constitutiva de nuestra
universidad, por lo que pasarían a integrar las tensiones necesarias o inevitables?
Los tres ensayos que aquí se presentan tienen la riqueza única de relejar
ideas desestructuradas, no con el requisito de la evidencia empírica propia de
la producción cientíica, sino, como mucho, con la apelación a ejemplos de la
experiencia de los propios autores. En cada uno de ellos es posible identiicar
concepciones diferenciadas de la universidad, del Estado y de la sociedad,
provenientes tanto de diferentes perspectivas teóricas, como de procedencias
disciplinares y posicionamientos políticos. Y en ese marco es posible reconocer
tres formas diferentes de describir el binomio “autonomía-planiicación” que
da título a este libro. En un caso, el binomio se resuelve con la superación del
segundo término sobre el primero. En otro, se reconoce la posibilidad de un
ensamble de las partes. Una tercera visión plantea el vínculo como irresoluble,
pero en tenso equilibrio.
Lejos de concluir con respuestas cerradas, los tres textos permiten seguir
relexionando respecto de cómo lograr una adecuada relación entre el Estado, la
universidad y la sociedad, que a la vez que posibilite desplegar de las instituciones
sus mayores potenciales, permita inscribir estos aportes en líneas comunes de
política nacional para el desarrollo democrático de la sociedad.
De allí la propuesta de este libro: pensar este complejo binomio “autonomía-
planiicación” y sus posibles vínculos desde distintas miradas, a las que ponemos
en diálogo. En este sentido, agradecemos muchísimo la disposición de los tres
pensadores para discutir mediante la escritura, y a los lectores, por colaborar
en mantener vivas discusiones que por momentos parecen obsoletas. En tér-
minos de Kant, celebramos la posibilidad de seguir relexionando sobre este
conlicto necesario para el cumplimiento de aquella función de la universidad
de interrogarse sobre las condiciones de generación del saber, que hace más de
doscientos años el pensador alemán había caracterizado como necesariamente
libre, sin limitaciones.
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