Fco Verdu Serna TAREA II Prueba2
Fco Verdu Serna TAREA II Prueba2
Fco Verdu Serna TAREA II Prueba2
Si en 1979 ven la luz en el Reino Unido de L. Stone y la Francia de J.F. Lyotard los hitos
que marcan el retorno a la narrativa y la condición posmoderna respectivamente, fue porque había
decaído el análisis strictu sensu, que tendía a relegarse a trabajos de índole socioeconómica,
mientras los nuevos temas de estudio reclamaban volver a lo discursivo, perdida la confianza en
paradigmas determinístico-estructurales, basados en esa “gruesa capa teórica” (J. Aurell) de
marxistas, cuantitativistas o annalistas deudores de la economía, la demografía y la sociología, y en
las bondades de la cuantificación. Pero el mismo Stone advertía que la vuelta a la narración no
podía ser a costa de abandonar la metodología estadístico-cuantitativa. Se trataba de que el aparato
matemático-analítico no obstruyera el desarrollo explicativo, no obviara la necesidad de hacer
historia.
El triunfo de la narrativa en todas las corrientes surgidas a raíz de la rotura de los grandes
paradigmas, con la vuelta a la biografía (con nuevos protagonistas), al microrrelato (un pleito
aldeano), y lo aparentemente irrelevante o episódico (una batalla); no está exento de matizaciones:
se elige al sujeto desde una visión analítica, que sabe ver en él lo que de producto cultural o
ideológico tiene la fuente o las implicaciones para sacar conclusiones de gran calado que conlleva
esa elección concreta.
1
espíritu de Cluny, Davis incorporó la experiencia personal de su presente a su discurso
historiográfico. Asistimos entonces a una interesante fusión de práctica narrativa diacrónica y
disertación analítica atemporal e incluso ucrónica.
Así, desde el giro lingüístico el historiador ha de ser consciente de que el lenguaje no solo es
el instrumento de comunicación con ese otro que es el pasado, sino que en una medida variable
puede ser lo que haya fabricado el relato histórico (las palabras son hechos) y por supuesto lo
construya ahora. Llevado al extremo, lo que tendríamos como huella de ese pasado son ficciones
lingüísticas (H. White), mero ejercicio artístico, apenas objeto de análisis formal y estructural, única
metodología válida que desentrañara significados. Entramos en el terreno de la semiótica
antropológica, para con ella crear un nuevo relato desde el trabajo filológico y la crítica literaria,
adecuado a su vez a los condicionantes del historiador, en lo que parece confirmación de que el
pasado cambia con el presente (F. Guizot en J. Fontana), y de que los hechos-fuentes son
inagotables.
Problemas lingüísticos que ahora son herramientas imprescindibles del análisis de textos.
Incorporados en la metodología de la Nueva Historia Cultural, enriquecen el relato y se suman a las
aportaciones de la antropología geertziana. La consciencia de trabajar con interpretaciones, lejos de
acabar con el inútil anhelo de objetividad, ahora por fin visto como un imposible, hace hincapié en
los muchos niveles de significación (la descripción densa), de manera que podamos analizar-
desentrañar esas estructuras, o al menos aportar lo que no es sino una elaboración personal fundada,
sin pretensiones de universalidad, pero potencial unión de arte y ciencia (B. Croce).
2
Multiplicidad de visiones que colaboran con los enfoques descentralizadores defendidos por
la Historia postcolonial, frente al eurocentrismo y el dualismo, y las historias de las mujeres, queer,
feminista y de género, entre otras formas de dar voz a colectivos (ya no hablaríamos de clases) hasta
ahora desatendidos. El planteamiento analítico desentrañaría las relaciones horizontales y verticales
de poder, sobre casos individuales que desde el subalterno gramsciano evolucionan al agente, actor
de resistencias y soluciones vitales dentro de su esfera de influencia, y las concepciones-constructo
culturales de identidad, género o sexo.