La Biografía

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La biografía 

1 es un tipo o subgénero literario-histórico situado dentro de los géneros


"memorialísticos", y a su vez integrados en los ensayísticos.2 Se configura modernamente,
sobre todo, con las moralizantes Vidas paralelas de Plutarco y los distintos De viris
illustribus y atraviesa la Edad Media característicamente en forma de hagiografía hasta
alcanzar la biografía carolingia; se seculariza a partir del Renacimiento y reverdece en el
siglo XIX con el Romanticismo, volviéndose luego con el Realismo mucho más riguroso y
documental hasta la actualidad.
Los principales teóricos de la biografía propiamente dicha en sentido moderno son autores
españoles del siglo XX y, a su vez, creadores de biografías: Eugenio D'Ors, Ramón Gómez
de la Serna, Gregorio Marañón y, en menor medida, María Zambrano; entre los
hispanoamericanos, Alfonso Reyes.3 Entre los teóricos no españoles son de
considerar Wilhelm Dilthey, André Maurois, Munford, Emil Ludwig y Stefan Zweig, también
biógrafos, a excepción del primero.4
"La Biografía es un género tradicionalmente de primer rango tanto desde el criterio de
la Ciencia de la literatura como desde el criterio de la Educación y por supuesto del
pensamiento humanístico en su sentido más característico ... Se trata de la representación
del personaje real y los asuntos humanos". 5 Por ello es susceptible de análisis y
reconstrucción mediante la teoría aristotélica de la fábula vertida en su "Poética".

Tipología[editar]
Las diferencias entre las biografías son de muy distinto sesgo y originan toda una serie de
subgéneros: la biografía autorizada o no autorizada, la vita moralizante grecolatina, la
biografía intelectual, el memorial, las vidas de santos, la semblanza, el retrato, las vidas de
trovadores provenzales, la autobiografía falsa, la biografía ficticia, el currículum, la
biobibliografía, el dossier documental sobre una persona y las prosopografías, repertorios
o diccionarios biográficos más o menos generales o especializados.
La articulación de autoría inversa a la de biografía es la de autobiografía (con subgéneros
tan importantes como las autobiografías de esclavos o las autobiografías de soldados
españoles del Siglo de Oro), las memorias, el diario personal o confesión, el epistolario, el
diario simple o dietario, el libro de viajes, este último ambivalente entre biografía y
autobiografía. Biografía y autobiografía coinciden en ser géneros ensayísticos
memorialísticos.
Una primera distinción, por ejemplo, es legal: la que existe entre la biografía
autorizada (sometida a la supervisión y censura del personaje cuya vida expone), y
la biografía no autorizada (escrita con libertad por su autor y frecuentemente contra los
deseos del biografiado). La biografía autorizada suele estar compuesta por un ghost
writer o "escritor fantasma", por lo general un periodista, cuando el personaje biografiado
no dispone de tiempo o de la habilidad de redactar sus propias memorias, para lo cual
aquel se inspira en conversaciones con el personaje, en cintas magnetofónicas
(magnetófono) grabadas con él o en un borrador o documentos suministrados por él, a los
que da forma de relato en primera persona y, más raramente, en tercera. Por otra parte, el
biógrafo más autorizado, objetivo e imparcial es siempre un historiador profesional.
Otra distinción radica en el autor. Si la escribe el propio personaje que es motivo de la
misma dando cuenta y razón de sí mismo se denomina autobiografía, esto es, es la
biografía escrita por el mismo personaje de quien habla el relato, en primera persona y sin
ayuda exterior. Entre estas, un tipo especial lo constituyen los diarios íntimos que escribe
un autor con el propósito de desahogarse y sin ninguna regularidad cronológica; a este
género pertenecen las Meditaciones del emperador y filósofo Marco Aurelio,
las Confesiones del cristiano san Agustín de Hipona o el Diario íntimo de Unamuno.
Un nuevo criterio de clasificación lo establece el lapso de tiempo que comprende la
biografía. En el caso del género autobiográfico, se habla de memorias si la autobiografía
constituye una reseña de la actividad de una persona también por ella misma pero
solamente durante un lapso determinado de años y no en su totalidad, ya que la intención
de este subgénero es, ante todo, ofrecer un testimonio de ciertos hechos importantes
como observador o partícipe, o hechos a los que asistió el autor pero desde un punto de
vista externo a los mismos y muchas veces sin involucrarse en ellos.
Dentro del género autobiográfico pueden ponerse también, distinguiéndolos de los ya
referidos diarios íntimos, los diarios o dietarios, que recogen los hechos de la vida de una
persona por ella misma con una cierta periodicidad, así como los epistolarios o colecciones
de cartas escritas por un autor que, en su manifestación más completa, pueden incluir
también las que recibió, denominándose entonces al autor epistológrafo y a su
labor epistolografía.
Por otra parte, los libros de viajes suelen contener también abundantes elementos
biográficos o autobiográficos, muchas veces ceñidos a la subjetiva interpretación de los
hechos.
Otro subgénero biográfico es el relato testimonial o memorial, un tipo de informe cuya
tendencia objetiva puede muchas veces contaminarse con lo autobiográfico.
El Cristianismo, siempre atento al subjetivismo a través del procedimiento de la confesión,
y que se inspira en documentos tan biográficos como los Evangelios o los Hechos de los
apóstoles, renovó notablemente el género a través, por ejemplo, de
las Confesiones de San Agustín, pero de un modo tradicional pertenece a la hagiografía o
escritura de tema sacro en el caso de las Actas de los mártires y en especial las vidas de
santos, cuya característica esencial y distintiva consiste en incorporar relación de
los milagros en vida del personaje y también después de su muerte. Pueden citarse al
respecto compilaciones como las Vitae patrum, el Flos sanctorum o La leyenda
dorada de Jacopo della Voragine. Para referenciar a los nobles y sus títulos se recurre
al Almanaque de Gotha (1763-1944), que ha vuelto a imprimirse en Londres desde 1998 (2
vols.) De ámbito más funcional y pragmático, es el género biográfico contemporáneo
del Who's who / Quién es quién, usado para referenciar biografías especializadas en un
determinado oficio o sector de la sociedad moderna.
Por último, también existe la falsa autobiografía, en la que una persona se reinventa a sí
misma de la forma que hubiera deseado ser o no ser (los Comentarios del desengañado
de sí mismo, de Diego Duque de Estrada) o reinventa a otra en primera persona
(Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar), y la biografía ficticia de personajes que
han existido (por ejemplo, Marcel Schwob y sus Vidas imaginarias) o que no (Max Aub y
su Jusep Torres Campalans o Jorge Luis Borges y su Pierre Menard, autor del Quijote,
entre otros).

Trayectoria del género[editar]


La biografía como género literario propiamente dicho nace en el Renacimiento y con él se
denomina a un género distinto de las moralizantes vitae cultivadas desde la Antigüedad
grecolatina, pues desde las Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más
ilustres de Diógenes Laercio, la Vida de los sofistas de Filóstrato, las influyentes Vidas
Paralelas de Plutarco, el De viris illustribus de Cornelio Nepote, las Vidas de los doce
césares de Suetonio o la Historia Augusta la biografía respondía a un propósito edificante
y moralizador, proponiendo ejemplos (el más notable fue el de Alejandro Magno, al que se
consagraron numerosas biografías, por ejemplo la de Quinto Curcio) o incluso
antiejemplos (en la mayor parte de la obra de Suetonio); esta orientación ética y educativa
siguió dominando durante la Edad Media cuando imita los ejemplos grecolatinos el
cristiano Jerónimo de Estridón en su De viris illustribus y sus continuadores Genadio de
Marsella e Isidoro de Sevilla, cristianizándose ya absolutamente en las Vitae patrum y las
demás vidas de santos, auténticas biohagiografías no pocas veces escasamente fiables
como documentos históricos por la confianza sin límites que daban a los milagros,
las leyendas piadosas y los hechos maravillosos y sobrenaturales; la más famosa (y nada
fiable) colección de estas fue La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine, que fue
fuente constante de iconografía religiosa, pero fueron muy numerosos también otros
repertorios, incluso en el mundo árabe, donde escandalizó el de Ibn al-Abbâr por incluir
también biografías femeninas. Igualmente se compusieron numerosas Vidas de trovadores
provenzales, y en el siglo XV, imitando a Plutarco, breves semblanzas por parte
de Fernando del Pulgar (Claros varones de Castilla) y Fernán Pérez de
Guzmán (Generaciones y semblanzas) o incluso biografías más extensas como la Breve
parte de las hazañas del excelente nombrado Gran Capitán de Hernán Pérez del Pulgar.
Pero ya estos últimos modelos se inscriben en el Renacimiento, cuando nace el género
biográfico moderno a causa de su antropocentrismo y laicismo y comienza en Italia el
estudio de personas ilustres por su individualidad y su persecución de la gloria y la fama.
El laicismo sustituye la teocéntrica vida de santos por la semblanza de destacados
personajes de la vida civil, militar o artística; contribuyeron a esta concepción de la
biografía Giovanni Boccaccio, Giovanni Villani y bastante después Paulo
Jovio, Maquiavelo, Giorgio Vasari, Karel van Mander, Pierre de Brantôme y Gédéon
Tallemant des Réaux, fuera de los citados castellanos Fernando del Pulgar, Fernán Pérez
de Guzmán y Hernán Pérez del Pulgar, a los que habría que añadir la harto popular
pseudobiografía del emperador Marco Aurelio compuesta por el muy cortesano
franciscano fray Antonio de Guevara.
La más ambiciosa tendencia de agrupar las biografías en forma diccionarios históricos
comenzó con el intento especialmente aplaudido del Diccionario histórico biográfico en
latín de Charles Étienne (1596) el cual, a pesar de sus errores, tuvo un éxito inmenso, de
forma que lo publicó aumentado Nicholas Lloyd (Dictionarium historicum, Oxford, 1670) y,
habiéndolo traducido al francés Juigné en 1664, se hicieron ocho ediciones de la obra en
ocho años consecutivos. Louis Moréri publicó otro que lo superó en 1674 y sucesivamente
ampliado alcanzó diez tomos en folio ya en 1759. Pero su tendencia poco científica suscitó
una obra más rigurosa de Pierre Bayle, su famoso Dictionnaire historique et
critique (1696). Se añadieron a estos intentos el abate Jean-Baptiste Ladvocat (1753),
Jolin Wathins y François-Xavier de Feller, pero la tendencia posterior fue ya que se
realizaran colectivamente por medio de sociedades de autores.
En el siglo XIX, el Romanticismo dio al género biográfico dos direcciones diferentes:
profundiza en la vida psíquica del biografiado o busca, por encima de todo, la amenidad
literaria, sacrificando la verdad del personaje. Más adelante, el Realismo asumió la
metodología del Positivismo y acrecentó el número y verificabilidad de las referencias,
produciendo una gran búsqueda de documentación sobre el personaje (manuscritos,
diarios, correspondencia, testimonios etc.) como elementos fundamentales de la narración
biográfica, a fin de situar al biografiado en su auténtico medio histórico-social. Fueron hitos
al respecto las polémicas biografías de Jesucristo escritas por David Friedrich
Strauss (1835) y Ernest Renan (1863). Todavía, sin embargo, se escribieron biografías de
fuerte sesgo literario, como las de Chesterton sobre grandes figuras del Catolicismo, las
irónicas e impresionistas de Lytton Strachey (Victorianos eminentes, Biografía de la reina
Victoria), o las de Stefan Zweig, Emil Ludwig y André Maurois. Modernamente, cultivan
este género Rüdiger Safranski, Ian Gibson y muchos otros.
En cuanto a los diccionarios biográficos, llega en este siglo su consagración con las obras
de Louis Gabrie Michaud Biographie universelle ancienne et moderne (Paris, Desplaces,
1843-1865), en 45 volúmenes, aún útil y con artículos firmados y acompañados de
bibliografía. Similar es la Nouvelle biographie générale, depuis les temps les plus reculés
jusqu'à nos jours dirigida por Jean-Chrétien-Ferdinand Hœfer (Paris, Firmin Didot fréres,
1855-1866. 46 v.). De la misma época es la obra de François Xavier de Feller Biographie
universelle ou Dictionnaire historique des hommes que se sont fait un nom. (París : J.
Leroux, Jouby et Ce., 1847-50. 8 vol.) y ya en transición al siglo XX Allgemeine deutsche
Biographie (Leipzig, Duncker & Humblot, 1875-1910), 55 vols.6

Imparcialidad del género[editar]


Muchas veces las biografías evalúan o juzgan al personaje según
su sexo, ideología, religión o moralidad, insuflando por ejemplo perspectivas machistas o
devaluadoras. Se han señalado diversas formas de corregir estos sesgos cognitivos en
especial en los géneros biográficos periodísticos de la necrológica o necrología, y en los
burocráticos del currículo militar o profesional; por ejemplo, el test de Finkbeiner o la
valoración sin nombres a ciegas.

Repertorios biográficos y biógrafos españoles[editar]


El género de la biografía ha sido cultivado de forma asidua por algunos autores españoles
desde los tempranos intentos del De viris illustribus del visigodo Isidoro de Sevilla y las
obras similares de Paulus Emeritanus Diaconus. Ya en el siglo XIII, destacan las biografías
de reyes de Juan Gil de Zamora y las vidas de santos de Bernardo de Brihuega y Rodrigo
de Cerrato, los dos primeros más o menos vinculados a la corte de Alfonso X el Sabio.
En el ámbito andalusí, destacan la Historia de los sabios de Al Ándalus de Ibn al-Faradi,
las vidas de poetas de Ibn Said al-Maghribi y la Historia de los jueces de
Córdoba de Muhammad al-Jusaní. Menos cultivo tuvo la autobiografía, aunque de este
subgénero haya ejemplos tan antiguos como la hoy perdida Prosopopoeia imbecillitatis
propriae del visigodo Ildefonso de Toledo o la autobiografía de Leonor López de Córdoba,
una poderosa dama que murió en tiempos de Juan II de Castilla y redactó un interesante
resumen de su vida a fines del siglo XIV; en el ámbito musulmán hay que destacar la
autobiografía del último rey zirí de Granada, Abd Allah ibn Buluggin, que es del siglo XI.
En el siglo XV destacan las semblanzas plutarquianas de Fernán Pérez de
Guzmán (Generaciones y semblanzas) y Fernando del Pulgar (Claros varones de Castilla).
Ya en el Siglo de Oro, destacó como biógrafo de artistas Francisco Pacheco, mientras
que Fernando Pizarro y Orellana se consagró a escribir las vidas de los más famosos
conquistadores de Indias y el jesuita Juan Eusebio Nieremberg destacó como biógrafo de
los santos de su orden; Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola dejaron esbozos
autobiográficos en el siglo XVI tenidos por clásicos. Por demás destacan las autobiografías
de soldados españoles, como las de Bernal Díaz del Castillo, Alonso de Contreras y la
escasamente fiable de Diego Duque de Estrada, así como las de aventureros como Pedro
Ordóñez de Ceballos y una serie de amplias reseñas memoriales de Cronistas de Indias,
entre las que destacan las Elegías de varones ilustres de Indias (1589), de Juan de
Castellanos, escritas en octavas reales; no se olvidaron tampoco las mujeres: el
fraile Pedro Pablo de Ribera escribió en italiano Glorias inmortales, triunfos, y heroicas
hazañas de ochocientas cuarenta y cinco mujeres ilustres antiguas, y modernas (Venecia,
1609).
La Real Academia de la Historia, desde su fundación en el siglo XVIII, tuvo entre sus
propósitos principales elaborar un gran diccionario o repertorio biográfico español, lo que a
lo largo de toda su trayectoria secular nunca pudo cumplir hasta tiempos muy recientes,
con la publicación de su Diccionario Biográfico Español, en el que trabajan 3709
historiadores bajo la dirección técnica de Jaime Olmedo. Es una obra que pretende dar
cuenta fiel, exacta y documentada de los 40 000 personajes que a su juicio constituyen lo
sustancial de la Historia de España. Hubo, sin embargo, honorables intentos parciales ya
en el citado siglo XVIII, muchos de ellos bajo la metodología ilustrada del Criticismo, entre
los que destacan los de Nicolás Antonio, Antonio Palomino, Luis Pareja, Juan Antonio
Pellicer y Saforcada, Juan Sempere y Guarinos, José Rodríguez de Castro, José Antonio
Álvarez Baena, Fernando Díaz de Valderrama, Antonio de Alcedo, Juan Bautista
Cubíe, Félix Latassa y Ortín, Roberto Muñiz, y Manuel José Quintana. Este último, a
caballo entre los siglos XVIII y XIX, elaboró una colección de biografías bajo el título
de Vidas de españoles célebres (París, 1827, 2 vols.) que fue muy leída.
En el siglo XIX, volvieron los repertorios bibliográficos bajo la metodología del Positivismo;
abre el siglo el Diccionario histórico o Biografía universal compendiada, Barcelona: Narciso
y Francisco Oliva, 1831-1834, XII vols.) y su Suplemento, audaz intento que no escatimaba
en biografías de personajes españoles. José de Rezabal y Ugarte, Cayetano Alberto de la
Barrera, que hizo un repertorio biobibliográfico del teatro clásico español; Manuel Serrano
y Sanz, que elaboró el repertorio biográfico de las mujeres escritoras; Jerónimo Bécker,
interesado por las biografías de nuestros políticos; Florencio Janer, que se ocupó en
biografiar a los reyes de España y a otras figuras; Anastasio Chinchilla y Antonio
Hernández Morejón, biobibliógrafos de la Medicina española; Cipriano Muñoz y Manzano,
conde de la Viñaza, que hizo el intento de elaborar el repertorio biográfico de nuestros
filólogos, lingüistas y gramáticos; Marcelino Menéndez Pelayo, que escribió los esbozos
biográficos de los pensadores progresistas españoles en su Historia de los heterodoxos
españoles; Manuel Juan Diana, que biografió a los militares españoles; Basilio Sebastián
Castellanos de Losada, dirigió entre 1848 y 1868 los treinta volúmenes de la Biografía
eclesiástica completa. Vida de los personajes del Antiguo y Nuevo testamento, de todos
los santos que venera la Iglesia, papas y eclesiásticos célebres por sus virtudes y talentos
en orden alfabético;Ángel María Segovia publicó 44 volúmenes de biografías bajo el título
de Figuras y 

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