La gestión eficiente del aula implica organizar el ambiente físico y generar un clima propicio para el aprendizaje a través del respeto, la solidaridad y la colaboración. Un buen clima de aula se caracteriza por altas expectativas de éxito de los estudiantes, un ambiente retador y activo para el aprendizaje, y normas construidas conjuntamente. Un clima positivo potencia las oportunidades de aprendizaje a través de relaciones de confianza, tareas significativas, colaboración, retroal
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La gestión eficiente del aula implica organizar el ambiente físico y generar un clima propicio para el aprendizaje a través del respeto, la solidaridad y la colaboración. Un buen clima de aula se caracteriza por altas expectativas de éxito de los estudiantes, un ambiente retador y activo para el aprendizaje, y normas construidas conjuntamente. Un clima positivo potencia las oportunidades de aprendizaje a través de relaciones de confianza, tareas significativas, colaboración, retroal
La gestión eficiente del aula implica organizar el ambiente físico y generar un clima propicio para el aprendizaje a través del respeto, la solidaridad y la colaboración. Un buen clima de aula se caracteriza por altas expectativas de éxito de los estudiantes, un ambiente retador y activo para el aprendizaje, y normas construidas conjuntamente. Un clima positivo potencia las oportunidades de aprendizaje a través de relaciones de confianza, tareas significativas, colaboración, retroal
La gestión eficiente del aula implica organizar el ambiente físico y generar un clima propicio para el aprendizaje a través del respeto, la solidaridad y la colaboración. Un buen clima de aula se caracteriza por altas expectativas de éxito de los estudiantes, un ambiente retador y activo para el aprendizaje, y normas construidas conjuntamente. Un clima positivo potencia las oportunidades de aprendizaje a través de relaciones de confianza, tareas significativas, colaboración, retroal
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Cápsula sobre gestión de aula
La gestión eficiente del aula implica un conjunto de acciones para favorecer el
proceso de enseñanza aprendizaje, es decir, organizar el ambiente físico, en atención a las dinámicas de aprendizaje en el que se desarrollará; generar un clima propicio para aprender sustentado en el respeto, solidaridad y colaboración, que propicie relaciones interpersonales saludables. Es muy importante que el docente tenga altas expectativas de éxito de los estudiantes, propiciando la motivación adecuada para aprender. De acuerdo con Pardo (2018), el desafío principal de la gestión de aula es el aprendizaje de los estudiantes y va desde la planificación, es decir qué y cómo se enseñará, qué y cómo se evaluará. En este sentido la gestión docente se enfoca en la preparación y desarrollo de la enseñanza que genere los aprendizajes esperados. No se trata de mantener tranquilos y disciplinados a los estudiantes, sino que se logre un ambiente de aprendizaje retador, activo, interesante, de disfrute, donde existen normas construidas con el grupo, para lograr un ambiente de aula adecuado donde todos trabajen para lograr las metas de aprendizajes. Esto también contribuye al desarrollo de un liderazgo docente y estudiantil. Los conceptos de clima escolar y de aula, son abordados por Bosco (2012), como “sistemas de representaciones compartidas por los actores escolares referentes al sentido de este proceso, el trabajo grupal y las interacciones entre los participantes”. Es decir, que un clima escolar adecuado implica a todos los actores para lograr un espacio de bienestar para todos, como parte de la cultura escolar; en tanto el clima del aula se refiere a las interacciones entre los estudiantes y docentes, las relaciones grupales como representaciones compartidas. Desde una perspectiva de correspondencia e incidencia, podemos identificar la relación inequívoca entre clima de aula y aprendizaje, considerando que mientras más positivo es el clima de aula, se potencian las oportunidades y deseo de aprender. Los resultados de investigaciones sobre clima de aula, desempeño docente y aprendizaje nos presentan evidencias de la relación existente entre las habilidades que un profesor tiene para manejar un portafolio de actividades complejas en la sala de clases, y su habilidad para enseñar contenidos intelectualmente desafiantes (Le Page, et al, 2007). De esta manera, señalan que la única manera de desafiar a los estudiantes y llevarlos a un nivel de aprendizaje más profundo, es mediante un clima de aula que lo propicie. Por tanto, es relevante considerar que un clima propicio para aprender se caracteriza por: -Generar relaciones de confianza, sustentadas en el respeto y consideración entre docente-alumno y de los alumnos entre sí. -Dotar de importancia las tareas y actividades de aprendizaje de los estudiantes, destacando la relevancia de lo que se aprende para desarrollar una cultura de aprendizaje. -Aprender a colaborar y trabajar juntos con la intención de aprender. -Normativas consensuadas y valoradas por el grupo de estudiantes, como pertinentes para la sana convivencia. -Retroalimentación formativa, basada en los resultados de aprendizaje y en los niveles de desarrollo de las competencias previstas. -Transmisión de altas expectativas sobre la posibilidad de éxito en las tareas y potencial para el buen desempeño en actividades de aprendizaje. - La motivación adecuada para aprender, considerando las diversas estrategias para apropiarla. Lograr un clima de aula propicio para aprender, constituye para los docentes en los distintos niveles, un gran desafío, que en ocasiones permanece aún en docentes experimentados. Es necesario, que los docentes focalicen en su plan de desarrollo profesional, la adquisición de múltiples y variadas técnicas de gestión de aula, fomentando un ambiente que enfatice el contexto social en el cual se desarrollan las tareas académicas. Si el docente se hace consciente sobre las características que generan ambientes propicios para aprender, y emplea de manera intencional estrategias y herramientas que mejoren de forma sistemática y permanente el clima del aula, esto incidirá en la construcción de una cultura de aprendizaje significativa y profunda. Los tipos de motivación y los estilos motivacionales se constituye como un aporte importante a la creación de ambientes propicios para aprender.