Concepto de Inteligencia Emocional
Concepto de Inteligencia Emocional
Concepto de Inteligencia Emocional
A principios de la década pasada, Salovey y Mayer acuñaron para la inteligencia personal (en la terminología
de Gardner) la denominación de inteligencia emocional (lE), a la que definieron como «la capacidad para
supervisar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, de discriminar entre ellos y de
usar esta información para la orientación de la acción y el pensamiento propios» (Salovey y Mayer, 1990, p.
189). Los mismos autores reformularon posteriormente esta definición, pues reconocieron que resultaba
insuficiente en algunas situaciones, ya que incidía solamente en la regulación de las emociones, omitiendo la
relación entre los sentimientos y el pensamiento. Para soslayar las carencias encontradas, propusieron la
siguiente definición: «La inteligencia emocional relaciona la habilidad para percibir con precisión, valorar y
expresar emociones, relaciona también la habilidad para acceder y/o generar sentimientos cuando facilitan
el pensamiento, también la habilidad para entender emoción y conocimiento emocional y la habilidad para
regular emociones que promuevan el crecimiento emocional e intelectual» (Mayer y Salovey, 1997, p. 10).
El mérito de estos autores, como destacan Martin y Boeck (2000), está en haber identificado cinco
capacidades parciales diferentes como elementos integrantes de la competencia emocional:
- Reconocer las propias emociones, es decir, poder hacer una apreciación y dar nombre a las propias
emociones. Sólo la persona que sabe por qué siente y cómo se siente puede manejar sus emociones,
moderarlas y ordenarlas de manera consciente.
- Saber manejar las propias emociones: aunque las emociones (miedo, tristeza, ira,...) no se pueden
desconectar o evitar, la persona tiene capacidad para conducir, controlar y manejar las reacciones
emocionales, sustituyendo el comportamiento congénito primario por formas de comportamiento
aprendidas y sociales, como el flirteo o la ironía.
- Utilizar el potencial existente: el Cl elevado por sí solo no es suficiente para obtener unos buenos
resultados escolares o sociales, también son necesarias otras buenas cualidades, como perseverancia,
motivación.
-Ser capaz de sobreponerse a las frustraciones o fracasos, tener confianza en uno mismo.
- Saber ponerse en el lugar de los demás: la comunicación emocional no necesita verbalizaciones, es una
predisposición a escuchar, comprender pensamientos y sentimientos del otro.
- Crear relaciones sociales o facilidad de establecer relaciones interpersonales. La relación satisfactoria con
los demás depende de nuestra capacidad de crear y cultivar las relaciones, de resolver los conflictos
personales, de captar los estados de ánimo del otro.
Estas cualidades emocionales, según los citados autores, pueden aprenderse y desarrollarse mediante el
esfuerzo por captar de manera consciente las propias emociones y las de los demás.
Se considera que fue Goleman (1995) quien primero conceptualizó la inteligencia emocional, que «es una
jneta-habilidad que determina el grado de destreza que podemos conseguir en el dominio de nuestras otras
facultades» (op.cit., p.68), considerándola como el más importante de los factores que intervienen en el
ajuste personal, en el éxito en las relaciones personales y en el rendimiento en el trabajo. Este autor destaca
cinco elementos determinantes del desarrollo de la inteligencia emocional: la conciencia emocional, el
autocontrol, la motivación, la empatia y la habilidad social.
Las tres primeras dimensiones dependen fuertemente de la propia persona, correspondiéndose con el
propio yo: ser consciente de uno mismo, saber controlar en cierto modo los propios estados de ánimo y
motivarse a sí mismo. En contraposición, las otras dos dimensiones (empatia y habilidad social) hacen
referencia a la relación con las otras personas, configurando ambas la competencia social.
Para Shapiro (1997), el término inteligencia emocional se identifica con las cualidades emocionales
necesarias para el logro del éxito, entre las cuales se pueden incluir: la empatia, la expresión y la
comprensión de los sentimientos, el control del genio, la independencia, la capacidad de adaptación, la
simpatia, la capacidad de resolver los problemas en forma interpersonal, la persistencia, la cordialidad, la
amabilidad y el respeto.
Cooper y Sawaf (1997) definen la inteligencia emocional como la aptitud para captar, entender y aplicar
eficazmente la fuerza y la perspicacia de las emociones en tanto que fuente de energia humana, información
de relaciones e influencias. Para Simmons y Simmons (1997), la inteligencia emocional es el conjunto de
necesidades emocionales, de impulsos y de valores verdaderos de una persona, y dirige toda su conducta
visible.
A través de todas estas definiciones, se observan dos enfoques o modalidades de entender la inteligencia
emocional:
En una aproximación analítica al concepto que nos ocupa, tratando de abordar la identificación de los
principales elementos que configuran la inteligencia emocional, y además de la ya mencionada aportación
de Goleman, nos parece procedente mencionar las dos que siguen:
Para Cooper y Sawaf (1997), la inteligencia emocional está integrada por cuatro elementos básicos:
- La agilidad emocional. Se manifiesta en una doble vertiente: a) ofrecer a los demás un grado de confianza
que facilite las relaciones con los otros y la comunicación empática al tener conciencia de los sentimientos y
emociones; y, b) obtener una capacidad de flexibilidad y renovación para solucionar problemas y hacer
frente, de manera adecuada, a las necesidades.
- La profundidad emocional. Este elemento está relacionado con la ética y la moral personal. Todos tenemos
motivaciones y reflexionamos sobre nuestras aspiraciones, es nuestro potencial e intención individual. Para
alcanzarlo es necesario poner esfuerzo, responsabilidad y conciencia. Aquí es donde interviene la moral y la
ética personal en las formas que tenemos habitualmente de actuar: debemos hacer lo adecuado y lo
correcto. Esto nos aportará una «integridad aplicada» a nuestras interrelaciones con nuestro entorno y con
los demás. Debemos ser capaces de discernir lo correcto de lo incorrecto por nosotros mismos al actuar
(«ascendiente sin autoridad»).
- La alquimia emocional: Se manifiesta en una gran variedad de situaciones (ser capaces de aceptar el reto,
trabajar con lucidez y atención, aplicar nuestra intuición a la creatividad y a lo imaginativo). Es lo que se
conoce como «flujo intuitivo», que hace que, a veces, seamos capaces de experimentar con más plenitud un
punto determinado del tiempo y conectar con nuestros sentimientos de forma más eficaz, agudizando
nuestra intuición, nuestros instintos; nuestro empeño se pone al servicio de la innovación y nuestras
emociones y pensamientos no que dan atrapados en el tiempo, sino que tienen una proyección
(«corrimiento reflexivo del tiempo»).
Gallego et al. (1999, pp. 28-29) destacan una amplia serie de habilidades que se encuentran en la teoría de
la inteligencia emocional y las presentan agrupadas en tres ámbitos:
Habilidades emocionales
- Ser consciente de si una decisión está determinada por los pensamientos o por los sentimientos.
Habilidades cognitivas
- Mantener una actitud positiva ante la vida con un fuerte componente afectivo.
- Saber distinguir entre las situaciones en que alguien es realmente hostil y aquéllas en las que la hostilidad
proviene de uno mismo.
- Ante una situación de conflicto, pararse a describir la situación y cómo se hace sentir, determinar las
opciones de que se dispone para resolver el problema y cuáles serían sus posibles consecuencias, tomar una
decisión y llevarla a cabo.
Habilidades conductuales
- Comunicarse con los demás a través de otros canales no verbales, ges- tos, tono de voz, expresión facial,
etc.