La Cortesía
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La Cortesía
Lakoff muestra que la información por sí misma no es suficiente para explicar los
usos cotidianos del lenguaje. El cumplimiento de las máximas conversacionales
sería un problema para la vida en sociedad, porque ellas pueden estar reñidas
con la cortesía. De ahí que la autora proponga tres máximas adicionales en las
que ya vemos las dos nociones que luego serán fundamentales, el respeto del
espacio personal en las dos primeras y el aprecio, en la tercera de ellas. Este se
considera un instrumento para reducir la fricción en la interacción social (1973:
293-298):
a. No impongas tu voluntad al interlocutor
b. Indica opciones
c. Haz que tu interlocutor se sienta bien: sé amable
Más tarde, Leech (1983) propone un Politeness Principle (principio de cortesía)
cuyas máximas se refieren a la conducta en general y menos al lenguaje.
Por medio de este término, me propongo distinguir el estudio de las condiciones
generales del uso comunicativo del lenguaje y de excluir las condiciones 'locales'
más específicas del uso del lenguaje. Puede decirse que este último pertenece
al campo menos abstracto de la socio-pragmática, porque está claro que el
Principio de Cooperación y el Principio de Cortesía operan de modo variable en
las diferentes culturas o comunidades de habla, en situaciones sociales
diferentes, entre clases sociales diferentes, etc. (Leech 1983: 10)
Este principio, a pesar de ser sobre las condiciones generales y no locales para
el uso del lenguaje y representar un paradigma, estaría radicado, sin embargo,
en las mentes de los hablantes y tendría realidad psicológica. El principio señala
especificaciones de cómo ser cortés: minimizando la expresión de creencias
descorteses y maximizando la expresión de creencias corteses, donde
descortesía se define como lo desfavorable al oyente. El costo y el beneficio
para éste son directamente proporcionales con la menor y la mayor cortesía. Y
así mismo están en una escala expresiones como: Pela esas papas, dame el
períodico, siéntate, mira eso, disfruta tus vacaciones, toma otro sánduche17.
(Leech 1983: 107)
La teoría ha sido criticada desde la tesis del relativismo cultural, sobre todo por
Gu (1990) quien explica que, en la cultura china, las nociones que equivalen al
concepto occidental de cortesía, lien, el carácter moral públicamente atribuido a
un individuo, mien-tzu, la reputación adquirida por el éxito, y la
ostentación, limao, no se corresponden con la imagen negativa, entendida como
las preocupaciones territoriales de los participantes sobre la autonomía y la
privacidad, derivada del valor que se le da en la cultura occidental al
individualismo. Gu explica que, si la imagen es el centro de la cortesía y es
vulnerable a los actos amenazadores, no se entiende por
qué disculpe, perdone, gracias son agresivos. Gu dice que la relación entre la
cara y la cortesía de Brown y Levinson es utilitaria (means-to-end). En China, la
noción de imagen negativa difiere de lo definido por Brown y Levinson porque
por ejemplo ofrecer, invitar y prometer, bajo circunstancias normales, no se
consideran como amenazas a la cara negativa del oyente, ni ponen en peligro su
libertad: más bien se insiste para que éste venga, coma, etc. Gu propone siete
máximas, subrayando cuatro de ellas, que señalamos a continuación:
Humillación, que lleva por ejemplo a preguntar el nombre del otro antes de decir
el propio (nota que la costumbre norteamericana es hacer lo contrario). Las
expresiones de este tipo son formales y se usan generalmente expresiones
neutras.
Tratamiento: dirígete a tu interlocutor con un término apropiado; es la expresión
de la cortesía lingüística. Mantiene los nexos sociales, aumenta la solidaridad y
controla la distancia social.
Tacto y generosidad, en chino, son complementarios; invitar, prometer, por
ejemplo, son transacciones más que actos de habla, pues se considera más fácil
hacer una invitación que aceptarla.
Wierzbicka (1985) también critica la perspectiva etnocéntrica anglo-sajona
indicando que, en la cortesía polaca, prevalece la empatía o involvement y la
cordialidad más que la distancia y el "pesimismo" cortés. En resumen, el
problema parece estar en distinguir lo universal de la cortesía y en la realización
o aplicación de la misma en diversos escenarios socioculturales. No por ello es
el modelo de Brown y Levinson (1987) menos útil y paradigmático para el
estudio de la cortesía.
También Watts, como vimos antes, hace una distinción entre los conceptos
de cortesía, como marcado y consciente, del de politic verbal behaviour como no
un comportamiento no marcado, que podría considerarse como una suerte
de competencia social. La idea de cortesía de Watts es que las formas de
comportamiento consideradas corteses en una cultura donde prevalece lo
volitivo, son formas marcadas de códigos de habla elaborados en los grupos
abiertos (1992: 134). Así politic sería para Watts el comportamiento dirigido a
establecer o mantener en equilibrio las relaciones personales entre los
individuos de un grupo social (1992: 50). La cortesía, en cambio, se relaciona
con la entrada en una elite social y por lo tanto es un comportamiento
egocéntrico, porque es más que apropiado y va más allá del uso normal de las
formas socio-culturales de comportamiento político (1992:52). Lo interesante es
que el concepto de cortesía se relegaría nuevamente a su origen de clase, en el
sentido de que correspondería a lo que Bourdieu (1979) llama distinción. Ello
lleva a la idea de que la cortesía conduce no solamente a la construcción de una
imagen social cualquiera, sino de una imagen distinta de la de los demás.
Causa confusión, en estos trabajos, el hecho de que se identifique la cortesía
con la construcción de la imagen, como si los conceptos fueran equivalentes.
Zimmermann (2003) ha señalado con claridad que el concepto de gestión de
imagen de Goffman (face-work), es un concepto más amplio que el de cortesía:
En diferentes análisis se ha podido demostrar (y lo podemos observar en cada
conversación cotidiana) que una parte de lo que los interactuantes hacen
cuando hablan se puede entender como la gestión de las identidades de las
personas involucradas en el evento comunicativo interactivo. Lo que llamamos
cortesía es apenas una parte de la gestión de identidad que es una tarea
necesaria, implícita y continua de los interactuantes (p. 48).
Esta confusión conduce, evidentemente, a ignorar el concepto de descortesía,
que también forma parte del topos de la cortesía. No puede delimitarse el
concepto si no se incluye también su opuesto en la definición.
Para Goffman (1959: 2), la expresividad del individuo comprende dos tipos de
actividad sígnica: la impresión que da y la que emite(gives off). La primera
incluye signos verbales o sus sustitutos y admite usarlos sólo para dar la
información que él y los demás suelen dar a estos símbolos. Esta es la
comunicación en el sentido tradicional y estrecho. Lo segundo implica una
amplia serie de acciones que otros pueden tratar como sintomáticos del acto, la
expectativa de que la acción fue actuada por razones diferentes de la
información dada de esta manera.
Cuadro 1.
Cortesía y comportamiento político
El tema está relacionado con la universalidad de los principios de cortesía
discutida también por Blum Kulka (1992), cuando explica que en hebreo hay dos
nociones que traducen el concepto de cortesía: nimus, que proviene de la
palabra griega nomos y la palabra adivutproveniente del árabe, ambas
sinónimas pero con connotaciones diferentes. La primera, que significa 'orden' o
'hábito' no es necesariamente bien vista y sólo la segunda se usa, en las
carreteras por ejemplo, para pedir a la gente que sea amable. Ello se debe a que
la cortesía se asocia en lo negativo con lo externo, lo hipócrita, lo no natural,
pero en lo positivo se relaciona con la tolerancia, el ser comedido (restraint), las
buenas maneras, el mostrar deferencia (p. 257). La autora hace, de este modo,
una distinción entre el comportamiento en la esfera pública y la privada cuando
explica que los israelíes tienen fama de no ser corteses en la vida pública
–hablan fuerte, dicen malas palabras y no tienen consideración (por ejemplo: se
empujan)–. Se dice que los israelíes carecen de guiones para el comportamiento
cortés pero esto sucede porque, en la esfera privada, hay que mostrar
consideración y cuidado hacia los amigos, mientras que se considera que ser
cortés es ser hipócrita. Nótese, por ejemplo, que los actos no-corteses no
generan rupturas en todas las culturas, sobre todo no en los adolescentes
Ambos conceptos parecen separarse también por las funciones que cumplen
cortesía y competencia comunicativa en el lenguaje; nos referimos a la distinción
existente entre acción comunicativa y acción estratégica, en el sentido de
aquella comunicación que busca el entendimiento frente a la que busca influir
sobre el otro. La competencia social parece situarse más dentro de la acción
comunicativa, mientras que, como veremos más adelante, la cortesía podría
llegar a situarse mejor dentro de la acción estratégica, porque presupone una
mayor conciencia de sus acciones y de las expectativas del otro, y una
focalización en cuanto a aquello que se quiere lograr.
Held asigna las formas de cortesía clásicas al sistema lingüístico; sin embargo,
cree que juegan un papel en la relación interpersonal; ellas tienen, sin embargo,
un rol subordinado en el habla cotidiana (1995: 101). En lo heterogéneo de estas
formas observa que la cortesía no es un concepto semántico absoluto en el que
los indicadores de base actúen independientemente del contexto. Para la autora,
la cortesía es una función pragmática que solamente puede generalizarse en
ciertas situaciones contextuales.
Identidad y cortesía
3.1 Amenazas para el rostro
3.2 La construcción de ego
3.3 La defensa del territorio
3.4 Rostros diferentes
Usemos siempre de palabras y frases de
cumplido, de excusa o de agradecimiento, cuando
preguntemos o pidamos algo, cuando nos importe
y nos sea lícito contradecir a una persona, y
cuando se nos diga alguna cosa que no sea
agradable... (Carreño, 1999:191)
La cortesía es un contrato recíproco en el que los participantes en una
interacción construyen y defienden mutuamente su rostro. Quienes fundamentan
la cortesía en el concepto de imagen se basan en la idea de que los hablantes
adultos de una sociedad tienen una imagen favorable o rostro que quieren
construir y conservar, y saben que los demás también lo tienen. El rostro se
compone, en la teoría de Goffman (1967), de una serie de deseos que se
satisfacen solamente a través de las acciones de otros, incluyendo la expresión
de estos deseos40.
El término rostro (face) puede definirse como el valor social positivo que una
persona efectivamente reclama para sí misma a través del guión que otros
asumen que ha representado durante un contacto determinado. El rostro es una
imagen de sí mismo, delineada en términos de atributos socialmente aprobados:
una imagen que otros pueden compartir, como cuando una persona hace una
buena exhibición de su profesión o religión, haciendo una buena exhibición de sí
mismo. (Goffman 1967:5)
El concepto de face responde sólo al lado favorable de la imagen. La imagen,
individual o colectiva, está orientada hacia la instancia de la recepción y de la
manifestación de lo personal o lo social, como una suerte de espectáculo o
simulacro que se construye para ser contemplado y negociado con el Otro. La
imagen tiene un origen discursivo porque es como un guión (line) que se
representa: “un modelo de actos verbales y no verbales a través de los cuales
expresa su visión de la situación y, a través de ella, su evaluación de los
participantes, y especialmente de sí mismo” (Goffman 1967:5).
La cortesía pone a salvo, según Brown y Levinson (1987), los límites del campo
de acción de cada uno pero también el deseo de cada cual de ser apreciado por
los demás, es decir, las imágenes negativa y positiva de la persona; se habla,
entonces, de cortesía positiva o negativa. El protocolo hace lo propio con la
imagen de cada nación. Según Hernández Flores (2004), estos autores no
toman en cuenta la imagen del hablante cuando tratan de las estrategias
corteses, dado que
[...] la imagen del hablante se ve afectada de la misma manera que la del
destinatario, pues si bien la cortesía trata de satisfacer los deseos de imagen del
otro, al mismo tiempo está satisfaciendo los propios.” (p.95).
Esto no significa, según Hernández Flores, que la actuación del sujeto responda
sólo a la satisfacción interesada de sus propios deseos de imagen, pues es
necesario –para que una actividad de imagen se pueda considerar como de
cortesía– que satisfaga también los deseos de imagen del otro. Para Hernández
Flores se trata de lograr un beneficio mutuo, un equilibrio de la imagen del
hablante y del destinatario. De ahí también que la propuesta de la autora
suponga que este equilibrio sea una situación ideal, “un modelo de
comportamiento comunicativo al que aspirar”. (p.100)
Los conceptos de cortesía positiva y negativa de Brown y Levinson (1987)
generan cierta confusión a partir de la redefinición que hacen estos autores de
las nociones goffmanianas de territorio y rostro (face) como caras negativa y
positiva de la imagen; sobre todo porque la noción de imagen positiva, entendida
como persona en el sentido de personaje que tenía en el teatro griego,
trasciende el rostro (face). La imagen que tiene una persona o un grupo puede
ser, de hecho, desfavorable.
Cabe recordar que este autor distingue entre la identidad del grupo y la
ideología, puesto que esta última es la base “axiomática” de las
representaciones sociales compartidas. Eso significa que las ideologías forman,
a lo sumo, la base de la identidad grupal, esto es, las proposiciones
fundamentales que corresponden a evaluaciones más o menos estables sobre
“nuestros” criterios de pertenencia al grupo, actividades, objetivos, normas y
valores, recursos sociales y, especialmente, nuestra posición en la sociedad y
las relaciones con otros grupos especiales. Pueden ocurrir cambios en las
creencias de una persona o de un grupo, por lo que van Dijk usa el
término identificación para estos tipos de pertenencia (van Dijk 1998: 156).
Pensando en los comentarios de las mamás, opino que los chats también
requieren ciertas normas de moderación o cortesía -netiquette- para su positivo
y efectivo manejo, sobre todo cuando éste involucra a varias personas. Les
comparto algunos consejos que debemos considerar para participar en un chat
grupal de forma cordial: