La Independencia en Femenino HOYOS 2012

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Heroínas incómodas

La mujer en la independencia
de Hispanoamérica

Francisco Martínez Hoyos (coordinador)

Ediciones
Rúbeo
© D e esta edición:
Ediciones Rúbeo, 2 012
www.edicionesrubeo.blogspot.com

© De las ponencias: sus respectivos autores.

Ilustración de portada: Rabona y soldado. Acuarela de Pancho Fierro


(siglo XIX).

lSB N :978-84-939865-4-4

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rización de los titulares de propiedad intelectual.
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delito contra la propiedad intelectual según el Código Penal.
La independencia en femenino

Francisco Martínez Hoyos


Revista HAFO

Con los bicentenarios de las independencias latinoameri­


canas, un aluvión bibliográfico ha inundado las librerías con
aportaciones, como sucede en estos casos, de valor desigual. El
aniversario, por suerte, ha propiciado que la comunidad histo-
riográfica se interrogue sobre qué temas requieren nuevos aná­
lisis y planteamientos en un ámbito de por sí inagotable. La
contribución de las mujeres al proceso emancipador surge en­
tonces como uno de los puntos clave en la agenda investiga­
dora. Así, en la encuesta dirigida por Manuel Chust, son varios
los especialistas que apuntan la necesidad de profundizar en una
visión desde la perspectiva de género que nos permita recuperar
para la historia a “las grandes olvidadas”. No se trata, como
muy bien dice Juan Andreo, de la Universidad de Murcia (Es­
paña), de volver a centrarse en la mujer individual, es decir, en
el rosario de heroínas tan del gusto de la mitología nacionalista,
sino en el sujeto colectivo, preguntándonos por cuestiones
como la historia cultural de la violencia o el vínculo entre cultura
y rebelión1.
Un punto común entre los investigadores es precisamente
la inquietud por superar la visión estrecha de una historiografía
patriótica centrada solo en grandes mujeres. Para Nidia R. Are-
ces, de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), no de­
bemos conformarnos con explicar la participación femenina en
las guerras de independencia sino intentar ir más allá, abor­
dando las relaciones de género y la manera en que evolucionan.
Desde esta óptica, nuestra atención debe poner especial énfasis
en la situación socieconómica de las mujeres respecto a los

5
hombres. La cuestión, por tanto, estribaría en analizar elemen­
tos tales como creencias, prácticas o los elementos de continui­
dad que existen entre la vieja sociedad colonial y las “nuevas
corrientes de cambio que reevalúan el papel de las mujeres en
la sociedad y el universo relacional”2.
Aún queda mucho por investigar en este sentido, pero, por
suerte, en los últimos años se han dado a la luz valiosas aporta­
ciones. No es cuestión ahora de hacer un estado de la cuestión
exhaustivo, pero sí de señalar dos libros importantes. El pri­
mero, el de Catherine Davies, Claire Brewster y Hillary Owen.
En South American Independence, estas historiadoras anglosajonas
reflexionaron sobre la construcción de la feminidad, llamando
nuestra atención sobre el pensamiento, en cuestiones de género,
de un Simón Bolívar o un Andrés Bello, figuras estudiadas de
mil maneras pero no desde la perspectiva de su visión de la
mujer. Por otra parte, arrojaron luz sobre algunas escritoras la­
tinoamericanas de la primera mitad del siglo XIX, caso de la
colombiana Josefa Acevedo y la chilena Mercedes Marin, hasta
ese momento bastante ignoradas. Su conclusión acerca de los
resultados de las independencias, desde el punto de vista de sus
artífices latinoamericanas, no refleja precisamente optimismo:
“During and after independence, political right continued to be
denied to over half the population of Latin America on the
basis of sexual difference”3. Es decir, la revolución política se
detuvo exactamente ante las puertas de los prejuicios machistas.
Tal vez se valorara la contribución de las mujeres a la lucha con­
tra España, pero, una vez alcanzada la paz, ya no hacía falta que
empuñaran la espada. Era el momento enviarlas de vuelta a su
espacio lógico, el hogar.
Tres años después de la publicación de su obra, en 2009,
el CEMHAL (Centro de Estudios la Mujer en la Historia de
América Latina) organizó en Lima un congreso, en el que se

6
presentaron 43 ponencias divididas en ámbitos temáticos como
la mujer en el discurso político independentista, la vida coti­
diana y los espacios de sociabilidad, las representaciones cultu­
rales, el reconocimiento o invisibilidad de la mujer, etc. Las
actas, editadas por Sara Beatriz Guardia, reflejan un ingente es­
fuerzo por arrojar luz sobre la pluralidad de situaciones y ma­
tices que conciernen a un periodo revolucionario, en el que
prejuicios de género que parecían firmemente consolidados de­
jaron paso a nuevas ideas. Y, lo que es más importante, a una
praxis que puso en cuestión el confinamiento tradicional de la
mujer a la esfera de los asuntos domésticos.

Con la revolución las mujeres participaron en la política, de la que


habían estado excluidas durante el periodo colonial. Las más pobres, a
través de reuniones, o charlas en las pulperías; y las de sectores acomo­
dados en tertulias, convertidas en espacios claves de reunión organizados
por mujeres4.

Tal irrupción en lo público no se explica sin la existencia


de una pluralidad de factores. Desde mediados del siglo XVIII,
la extensión de las ideas ilustradas había ido creando un caldo
de cultivo propicio para la reivindicación de los derechos feme­
ninos. De acuerdo con el espíritu de la época, se reclamaban
más luces para que el hombre pudiera salir de su minoría de
edad. Kant había definido esta minoría, en términos memora­
bles, como la incapacidad del individuo “para servirse de su en­
tendimiento sin verse guiado por algún otro”5. No había que
ser demasiado perspicaz para darse cuenta de que, más tarde o
más temprano, alguien aplicaría esta sentencia también a la
mujer. ¿Acaso no era una grave incoherencia mantenerla en es­
tado de servidumbre mientras se reclamaba libertad?
En la práctica, por desgracia, no se mantuvo la coherencia
entre los principios y su aplicación. La Declaración de Inde­

7
pendencia de Estados Unidos podía sostener, como verdad evi­
dente, que todos los seres humanos son iguales, con idénticos
derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. A la
hora de la verdad, las norteamericanas carecieron de igualdad
política por más que hubieran contribuido a la independencia
con todas sus fuerzas, ya lucharan en el frente, recaudaran fon­
dos o realizaran peligrosas misiones de espionaje. Las denomi­
nadas “hijas de la Libertad”, de extracción burguesa, hicieron
un aprendizaje valioso al reflexionar sobre temas políticos, o al
sustituir en la dirección de sus hogares a sus esposos, moviliza­
dos por la causa. Con todo, la denominada “esfera pública” si­
guió reservada a un público masculino.
Algunas décadas más tarde, la revolución francesa abun­
daría en este tipo de inconsecuencias. Por paradójico que re­
sulte, los mismos revolucionarios que reclamaban la igualdad
para judíos, protestantes o esclavos, no fueron capaces de hacer
extensiva su aplicación a la mujer. Peor aún, manifestaron una
oposición decidida a su equiparación con el hombre. No se de­
bían confundir los derechos civiles, prerrogativa de toda la po­
blación, con los derechos políticos, reservados en exclusiva a
los ciudadanos activos. Desde este punto de vista, las mujeres
quedaban igualadas con los niños o los extranjeros en la cate­
goría de ciudadanos pasivos. Se consideraba que, por sus carac­
terísticas naturales, carecían de la capacidad necesaria para
dedicarse a los asuntos de gobierno. Cualquier interés en la mar­
cha de la República equivalía, por tanto, a una condenable in­
jerencia.

Ampliación de horizontes
En la América española, las ideas revolucionarias no tar­
daron en incidir sobre una minoría culta, aunque también es
cierto que su impacto se ha exagerado en multitud de ocasiones.
Tenemos un ejemplo en Venezuela, donde, a raíz de la Conspi­
ración de Gual y España, aparece una traducción de la Declara­
ción de los derechos del hombre. Se reclama, en la línea del
documento galo, la soberanía nacional y la igualdad de todos
los ciudadanos. No obstante, el ejemplo de Francia, si bien ge­
nera esperanzas, suscita también terribles miedos. Al fin del
orden social. A la anarquía. Al ateísmo. En la práctica, la mayo­
ría de los criollos cerrará filas alrededor de la Corona. Incluso
los que habían destacado por su reformismo, antes de 1789,
evolucionarán hacia un claro conservadurismo en el que prima
el temor a lo nuevo.
Hasta 1808 nada se moverá en las Indias. Ese año, la inva­
sión francesa de la península, junto a la vergonzosa abdicación
de los Borbones en Bayona, provocará un vacío de poder. Es
entonces cuando los criollos toman en sus manos la dirección
de sus territorios, pero no lo harán para rebelarse contra el
orden imperial sino por fidelidad a Fernando VII, el monarca
cautivo. No deja de ser chocante que el grito de Dolores, con
el que se iniciaría la independencia mexicana, según la histo­
riografía tradicional, contenga una afirmación bastante explícita
de lealtad del monarca español, al que se califica de “nuestro
soberano”. En el mismo sentido podemos citar el Acta de la
Independencia de Quito, de 1809, en la que se instituye una
Junta de Gobierno en nombre del Rey.
Podemos preguntarnos, por tanto, si, cuando los ameri­
canos hablan de independencia en este contexto, se refieren a
la metrópoli española. ¿No aludirán, más bien, a la Francia bo-
napartista? Esta era la tesis de Fran£ois-Xavier Guerra, el latá-
noamericanista galo. En su opinión, independencia significaría
aquí una afirmación de patriotismo español en un momento en
que la península está a punto de ser sometida por el invasor6.
La causa patriota, inicialmente, se revela claramente mino­

9
ritaria. Y no triunfará hasta que sus partidarios consigan un con­
senso social lo bastante amplio. En esas circunstancias, a los li­
bertadores se les planteará la cuestión de obtener el respaldo
de las mujeres. De ahí que, como veremos, efectúen llamamien­
tos al patriotismo del sexo “sensible”, aunque no sin reticencias.
Quieren apoyo para sus filas, pero ninguna manera poner en
cuestión el orden patriarcal. De todas formas, la fuerza de los
acontecimientos pesará más que cualquier estrategia o discurso.
Una vez iniciada la confrontación bélica, la guerra vendrá a sub­
vertir los valores comúnmente aceptados, al proporcionar oca­
sión a las americanas de intervenir en ámbitos que, en
circunstancias normales, le estarían vedados. Gracias a la lucha
contra los españoles, las patriotas pueden salir fuera del entorno
familiar y experimentar espacios de libertad hasta entonces
inéditos. Así, desempeñan nuevas funciones en dos importantes
ámbitos, la política y la guerra, que, hasta ese momento, cons­
tituían un coto exclusivamente masculino. Las podemos encon­
trar, por tanto, ejerciendo labores peligrosas por las que se
expondrán a sufrir cárcel e incluso tortura: unas hacen de co­
rreos, otras escriben propaganda. Las más atrevidas espían al
enemigo o toman las armas para combatir directamente. Su co-
tidianeidad, mientras tanto, se ve libre de determinados instru­
mentos de coerción, lo que redunda en un incremento de su
autonomía como seres humanos. Ahora cabe la posibilidad, sin
ir más lejos, de que la mujer viaje sin la presencia, hasta entonces
obligatoria, de una carabina o chaperona encargada de velar por
su buen comportamiento.

Un punto de condescendencia
Se ha tendido, desde posiciones de izquierda, a subrayar
que la participación femenina en las guerras de independencia
ha sido frecuentemente olvidada, silenciada. “Una de las gran­

10
des deudas que tiene la historiografía independentista es con
los temas de género”, afirma Ivana Frasquet7. Todo lo más, se
habría reconocido una contribución marginal a la gran epopeya
que relatan los libros de historia, donde los grandes personajes
acostumbran a ser figuras masculinas, lo mismo militares que
estadistas o ideólogos. Quienes, como Simón Bolívar, recono­
cieron los méritos femeninos, lo hicieron dentro del marco de
los prejuicios de la época. Veamos como ensalzaba el Libertador
la lucha de las patriotas:

Hasta el bello sexo, las delicias del género humano, nuestras ama­
zonas, han combatido contra los tiranos de San Carlos con un valor di­
vino, aunque sin éxito. Los monstruos y tigres de España han colmado
la medida de la cobardía de su nación, han dirigido las infames armas
contra los cándidos y femeninos pechos de nuestras beldades; han de­
rramado su sangre; han hecho expirar a muchas de ellas, y las han cargado
de cadenas, porque concibieron el sublime designio de libertar a su ado­
rada patria8.

Bolívar admite que las mujeres luchan, pero no les concede


demasiada efectividad. Prefiere concebirlas como sufridoras pa­
sivas, víctimas de la barbarie del enemigo, que como agentes de
la liberación. No es extraño que la que fue su amante, Manuela
Sáenz, le reprochara en cierta ocasión que la minusvalorara en
razón de su sexo: “Usted no me escucha; piensa que solo soy
mujer”. Cierto que el Libertador pronunció un discurso donde
enaltecía el valor de las “ilustres matronas del Socorro”, dis­
puestas si hacía falta a morir por la patria lanza en mano, pero
las califica, fijémonos bien, de “mujeres varoniles”. Ellas, bajo
el peso la adversidad, no han tenido más remedio que endure­
cerse, pero la feminidad sigue siendo sinónimo de ternura e ino­
cencia desde la perspectiva bolivariana. Por más que se puedan
encontrar ejemplos de lo contrario, a las mujeres no les corres-

11
ponde combatir, como tampoco combaten niños o ancianos.
En un orden natural de las cosas, lo suyo es recibir protección9.
Como tendremos ocasión de comprobar, los mismos que
tenían a gala luchar por la libertad de la patria, no fueron capa­
ces de extender esa misma libertad a la mitad de sus conciuda­
danos, las mujeres. Reconocieron en ocasiones sus gestas, pero,
por lo general, no abandonaron los estereotipos que represen­
taban la realidad femenina desde los arquetipos de la materni­
dad y la dulzura. La mujer, por la naturaleza de su débil
constitución, no estaba hecha para el heroísmo. Esta es la ten­
dencia general, aunque algún autor nos sorprende, a veces, con
una amplitud de miras desacostumbrada. Pensamos en un libro
con perfiles de heroínas de diversos países, donde se afirma lo
siguiente con la ortografía característica del momento: “La gue­
rra de la independencia americana fue mui fecunda en hechos
heroicos de todo jénero, no solo de parte de sus valerosos hijos,
sino también de sus ilustres matronas”10. Es decir, unos y otras
se han distinguido igualmente.
En la misma línea, la escritora peruana Mercedes Cabello
de Carbonera trató de demostrar que el patriotismo estaba lejos
de ser un atributo exclusivamente masculino, por más que la
organización social solo permitiera a los hombres distinguirse
fuera del santuario doméstico. Para apoyar su tesis, la autora de
Blancasol pasa revista a las europeas y latinoamericanas célebres
en el combate por la libertad. Entre las primeras, destaca a Juana
de Arco o a heroínas de la revolución francesa como Madame
Roland. Entre las segundas, cita a la colombiana Policarpa Sa-
lavarrieta, la “Pola”, a su compatriota Andrea Bellido, y a Juana
Azurduy, a la que considera peruana porque Bolivia, antes de
su independencia, era el Alto Perú. Todo sin olvidar otros ejem­
plos memorables, como el de las guerrilleras de Cochabamba
que se enfrentaron al ejército español. Frente al olvido en que

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han caído sus hazañas, busca visibilizar su aportación al surgi­
miento de sus respectivas naciones. Una aportación que no
duda en situar al mismo nivel que las gestas de figuras mascu­
linas: “Loor eterno, señores, a estas patriotas y valerosas ma­
tronas, que junto con Bolívar, Sucre y San Martín, nos dieron a
nosotros una patria y a la América la libertad”11.
Mercedes Cabello dio en el clavo: la emancipación no fue
un asunto de hombres, sino de hombres y mujeres. Una historia
de la independencia que no atendiera a la mitad de la población
latinoamericana sería, forzosamente, incompleta y sesgada. Y,
como decíamos más arriba, igualmente tendenciosa sería una
historia focalizada únicamente en un puñado de heroínas ofi­
ciales, sin espacio para las mujeres anónimas. Como esas acom­
pañantes de los ejércitos que se llamaban, según el país, rabonas,
troperas, juanas o guarichas. De todas formas, no se trata de
crear nuevos mitos nacionalistas. Fueron combatientes, espías
o correos, pero, más que un impulso patriótico, parece haberlas
guiado el cumplimiento de su deber tradicional. No en vano, al
servicio de sus maridos, amantes, padres o hijos, se encargaron
de cocinar, lavar o remendar, cubriendo así unas necesidades
que nadie en su sano juicio hubiera confiado a una administra­
ción militar desprovista de eficacia.

13
N otas

'Chust, pág 48.


2Chust, pág 59.
3Davies, Brewster, Owen, pág 268.
4Guardia, pág 13.
5Citado en Hunt, pág 60.
6Guerra, pág 162.
7Chust, op.cit., pág 157.
8A A .W . lu í guerra dep lu m a .pp. 186-187.
9Davies pp. 43, 4 6 ..
10Suárez, pág. 31.
"Pinto, pág 304.

Bibliografía

- A A . VV. L a guerra de pluma. Estudios sobre la prensa en Cádi% en el


tiempo de las Cortes (1810-1814), tomo III. Universidad de Cádiz, 2008.
- Chust, Manuel (Ed). I m s independencias iberoamericanas en su laberinto.

Controversias, cuestiones, interpretaciones. Publicaciones de la Universidad de


Valencia, 2010,
- Davies, Catherine; Brewster, Claire; Owen, Hillary. South American
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ción, 2006).
- Guardia, Sara Beatriz (Ed.). Las mujeres en la independencia deAmérica
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- Guerra, Frangois-Xavier. Modernidad e independencias. Ensayos sobre
las revoluciones hispánicas. Madrid. Encuentro, 2009.
- Hunt, Lynn. La invención de los derechos humanos. Barcelona. Tus-
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- Pinto Vargas, Ismael. Sin perdóny sin olvido. Mercedes Cabello de Car­
boneray su mundo. Lima. Universidad de San Martín de Porres, 2003.
- Suárez, José Bernardo. Rasgos biográficos de mujeres célebres de
América. París/México, 1878.

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índice

La independencia en femenino [5]


Francisco Martínez Floyos

Entre el recogimiento y la pena de muerte: la participación de las


mujeres en la Guerra de Independencia en México [15]
Rosío Córdova

Empoderamietito de género y ficción literaria: Las insurgentas mexica­


nas en el bicentenario de la Independencia [44]
Concepción Bados

Contigo en la distancia: las mujeres y el exilio de los patriotas chi­


lenos en las islas Juan Fernández [103]
Carolina Valenzuela

Las mujeres en la independencia peruana [125]


Francisco Martínez Hoyos

Feas, viejas y rudas: Las mujeres realistas [154]


Francisco Martínez Hoyos

Manuela, la «amable loca» [178]


Juan Carlos Chirinos

Mucho más que heroínas. Vivencias femeninas en la Independencia


de Venezuela [208]
Inés Quintero

Mujeres visibles e invisibles en la historia de la Independencia [227]


A m or Perdía

La construcción de la leyenda nacional: Juana Manuela Gorriti [262]


Francisco Martínez Hoyos
Estudió en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas y en la Uni­
versidad de Salamanca. Actualmente reside en Madrid, donde se dedica
al asesoramiento y la enseñanza de la escritura creativa.

FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS


Francisco Martínez Hoyos (1972), se doctoró por la Universidad
de Barcelona con una tesis sobre la JO C (Juventud Obrera Cristiana).
Desde entonces, dedicó numerosas investigaciones la historia del pro­
gresismo cristiano. Destaca, entre ellas, Im cru^y el martillo (Rúbeo, 2009),
una biografía de A lfonso Carlos Comín. En los últimos años, sin em­
bargo, se decanta hacia América Latina. Su interés p or el periodo de las
independencias se refleja en la biografía Francisco de Miranda, el eterno revo­
lucionario (Arpegio, 2012). Es miembro del consejo de redacción de His­
toria, Antropología y Fuentes Orales. Colabora como articulista y crítico
en publicaciones como Historia y Vida, El Ciervo o Spagna contempo­
ránea.

INÉS QUINTERO
Historiadora, profesora Titular de la Universidad Central de Vene­
zuela. Magister y D octora en Historia, Individuo de Número de la Aca­
demia Nacional de la Historia. O btuvo la Cátedra Andrés Bello de la
Universidad de O xford (2003-2004). Fullbright Fellow en la Biblioteca
del Congreso, Washington D.C. (1992). Ha sido profesora e investigadora
visitante en diferentes universidades fuera y dentro de su país. Es coor­
dinadora p or Venezuela del proyecto editorial América Latina en la His­
toria Contemporánea, de la Fundación Mapfre y el G rupo Santillana de
España. Entre sus libros se cuentan: E l Ocaso de una estirpe (1989) (2009),
E l Pensamiento U beral Venezolano del siglo X IX (1992), Antonio José' de Sucre.
Biografía Política, (1998) (2006); M irar tras la ventana (Testimonios de viajerosy
legionarios sobre mujeres del siglo X IX ), (1998); h a Conjura de los Mantuanos
(2002) (2008); I^a Criolla Principal, M aría Antonia Bolívar, la hermana del Li-
bertador (2003) (2009); Las Mujeres de Venezuela. Historia Mínima (2003); E l
último marqués (2005); Francisco de Miranda, (2006); Lapalabra ignorada. I m
mujer testigo oculto de la Historia en Venezuela (2008); E l marquesado del Toro
17 32-1851 (Noble^ay Sociedad en la Provincia de Venezuela) (2009); E l relato
invariable (2011); Elfabricante de peinetas. Último romance de M aría Antonia
Bolívar (2011).
Biblioteca de Cultura Ibérica

1.- Testigo del tiempo, memoria del universo. Cultura escrita y so­
ciedad en el mundo ibérico (siglos XV-XVIII).
Manuel F. Fernández, Carlos Alberto González y Natalia Maillard
(compiladores).

2.- Poblar la inmensidad: sociedades, conflictividad y representa­


ción en los márgenes del Imperio Hispánico (siglos XV-XIX).
Salvador Bernabéu A lbert (coordinador)
En Heroínas incómodas se reflexiona sobre la pluralidad de experiencias fe­
meninas durante el proceso de independencia de Hispanoamérica de la
monarquía española: las mujeres lucharon con las armas en la mano, fueron
espías, propagandistas, rabonas... Unas pertenecían a las clases altas y cons­
piraban en los salones. Otras procedían del pueblo bajo, con problemáticas
propias como la esclavitud de las negras o la discriminación racial de las
indígenas. Todas asumieron un protagonismo inédito en un mundo efer­
vescente. Sin embargo, conseguida la libertad, fueron relegadas nuevamente
al espacio doméstico.

ISBN 849398654-2

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