Pintura en El Perú
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Este aviso fue puesto el 26 de diciembre de 2015.
Índice
1Pintura rupestre
2Época precolombina
3Pintura durante el Virreinato
o 3.1Las primeras Expresiones (1532-1620)
3.1.1Etapa barroca
3.1.2Escuela de Zurbarán en Lima
3.1.3Escuela Cusqueña
3.1.4Escuela Limeña (siglo XVII)
3.1.5Pintura Limeña (siglo XVIII)
o 3.2La Paleta de Colores
4Pintura republicana del siglo XIX
o 4.1La pintura durante la guerra de la Independencia (1821-1825)
o 4.2El ocaso del arte colonial (1825-1840)
o 4.3Costumbrismo y Paisaje
o 4.4El Costumbrismo Limeño
o 4.5El Paisaje del Progreso
o 4.6El Otro Costumbrismo: El aporte regional
o 4.7El resurgir de la pintura
o 4.8El Rostro de la Modernización (Lima, 1845-1879)
o 4.9Pintura durante la Reconstrucción Nacional (1883-1919)
5Pintura durante el siglo XX
o 5.1Principios del siglo XX
6Véase también
7Referencias
8Enlaces externos
Pintura rupestre[editar]
La pintura en el Perú tiene su origen más remoto en el arte rupestre,
destacando Toquepala y Lauricocha, cuya antigüedad se fechaba en unos 10.000 años.
Época precolombina[editar]
En las civilizaciones andinas, el poblador peruano plasmó su arte principalmente en
la cerámica, distinguiéndose en ello, las
culturas Nazca, Mochica, Chimú, Tiahuanaco y Wari. Sin embargo, el Imperio incaico, se
limitó a copiar los queros tiahuanaco.
En la Cultura Mochica, los artistas creaban altorrelieves en los murales de los templos,
como el friso ubicado en las Huacas del Sol y de la Luna , a 5 km. de la ciudad de Trujillo.
Durante la primera mitad del siglo XVII la pintura cuzqueña recibe la influencia del maestro
italiano Bernardo Bitti quien dejó allí varios discípulos como Pedro de Vargas y Gregorio
Gamarra. Estos fueron continuadores del estilo manierista. Sin embargo, la segunda mitad
de este siglo presenta características totalmente diferentes debido en parte a la influencia
de los dibujos y grabados flamencos como los de Martín de
Vos y Halbeck respectivamente, así como de la pintura de Zurbarán. Igualmente, durante
este periodo a algunos de los pintores eran de origen indio y mestizo. Entres estos artistas
podemos destacar a Juan de Calderón, Martín de Loayza, Marcos Rivera, Juan Espinoza
de los Monteros, Basilio Santa Cruz Puma Callao y Diego Quispe Tito.
La célebre escuela de pintura cuzqueña o pintura colonial cusqueña, quizá la más
importante de la América colonial española, se caracteriza por su originalidad y su gran
valor artístico, los que pueden ser vistos como resultado de la confluencia de dos
corrientes poderosas: la tradición artística occidental, por un lado, y el afán de los pintores
indios y mestizos de expresar su realidad y su visión del mundo, por el otro.
El aporte español y, en general europeo, a la Escuela cuzqueña de pintura, se da desde
época muy temprana, cuando se inicia la construcción de la gran catedral de Cusco. Es la
llegada del pintor italiano Bernardo Bitti en 1583, sin embargo, la que marca un primer
momento del desarrollo del arte cusqueño. Este jesuita introduce en el Cusco una de las
corrientes en boga en Europa de entonces, el manierismo, cuyas principales
características eran el tratamiento de las figuras de manera un tanto alargada, con la luz
focalizada en ellas y un acento en los primeros planos en desmedro del paisaje y, en
general, los detalles.
La creciente actividad de pintores indios y mestizos hacia fines del siglo XVII, hace que el
término de Escuela Cuzqueña se ajuste más estrictamente a esta producción artística.
Esta pintura es "cuzqueña", por lo demás, no solo porque sale de manos de artistas
locales, sino sobre todo porque se aleja de la influencia de las corrientes predominantes en
el arte europeo y sigue su propio camino.
Escuela Limeña (siglo XVII)[editar]
La pintura de caballete en Lima estaba fuertemente influenciada por la pintura flamenca,
más cerca hacia lo académico y con intencionalidad dinámica, motivo por el cual no tuvo
mucha acogida el claroscurismo. De esta etapa destacan cuatro pintores Francisco
Escobar, Diego de Aguilera, Andrés de Liebana y Pedro Fernández de Noriega. Estos
artistas recibieron el encargo de realizar la denominada Serie de la vida de San
Francisco compuesta por 12 pinturas que se encuentran en el claustro mayor del convento
limeño.
Pintura Limeña (siglo XVIII)[editar]
Por su carácter efímero, una gran parte de estas imágenes patrióticas no ha llegado hasta
nuestros días. Un caso excepcional es la estampa ejecutada por el grabador
limeño Marcelo Cabello, que reproduce una pintura hecha para la entrada de Bolívar a la
capital en 1825. Encargada por la Municipalidad de Lima al pintor Pablo Rojas (1780-?). La
imagen revela la función representativa que tuvo la figura de Bolívar en el proceso de la
independencia; ninguna otra personalidad política, incluyendo a San Martín, ocupó un
lugar equivalente. Bolívar se convirtió en el héroe símbolo de la independencia. Su retrato
se paseaba por las calles y plazas antes de que el propio Libertador llegara a las ciudades.
Al igual que tantos otros gestores republicanos, el paseo del retrato tenía un sólido
antecedente colonial. La estrategia aseguraba así el reconocimiento del héroe entre la
población, pero sobre todo, expresaba el reemplazo imaginario del rey. De esta forma, la
necesidad de formular respuesta a las imágenes coloniales condicione la personalización
de un vasto proceso político en la figura del militar venezolano.
En este juego de equivalencias, las formas del retrato colonial se impusieron también en la
elaboración de la imagen pública de los próceres. De hecho, el principal retratista de la era
de la independencia, el pintor mulato José Gil de Castro (1780-1840) se había formado en
los talleres limeños del último periodo colonial. Su capacidad para transformar a los héroes
de la Independencia en iconos republicanos señala la diferencia entre la obra de Gil de
Castro y la de los otros retratistas locales como, Mariano Carrillo, Pablo Rojas, o José del
Pozo, y aún más la de los pintores europeos llegados al Perú en la misma época. Uno de
los primeros en venir fue el austriaco Francis Martin Drexel (1792-1863), quien recorrió
Bolivia, Chile, Ecuador y Perú entre 1826 y 1839. Drexel introdujo nuevos estilos que
ejercieron influencia en los artistas locales, incluso en Gil de Castro, y que anunciaban los
cambios que se operarían pronto en la pintura peruana.
El ocaso del arte colonial (1825-1840)[editar]
Los años que siguieron a la independencia vieron el lento pero definitivo ocaso de los
talleres coloniales. Al cerrar la década de 1830, mientras José Gil de Castro pintaba sus
últimos retratos, fallecían en Lima, Matías Maestro y Francisco Javier Cortés. Y aunque se
sabe poco del destino final y de la obra última de artistas como Cabello, del Pozo y Rojas,
sus nombres habían dejado de aparecer en la escena artística hacia mucho tiempo.El
reducido mercado local para el retrato en miniatura, era disputado por algunos pintores
extranjeros que mantenían residencia en Lima por cortos periodos, como el
italiano Antonio Meucci o el ecuatoriano José Anselmo Yáñez. Pero pronto ellos se
encontrarían desplazados por la competencia que supuso la aparición de la fotografía,
introducida en la sociedad limeña en mayo de 1842 por Maximiliano Danti.
La debilidad del Estado en la Iglesia, limitaron las comisiones. Los artistas se volcaron al
emergente mercado para retratos, favorecido por el auge de nuevas clases dirigentes. A
diferencia de la pintura religiosa, la práctica del retrato exigía la presencia del pintor en el
lugar del retratado. Todo ello explica el surgimiento de artistas trashumantes de diversa
procedencia, que recorren la región en esta época, y en particular, del gran número de
pintores ecuatorianos que pasan por entonces al Perú. Desde fines de la Colonia, Quito
había cobrado importancia como centro pictórico regional. Los artistas ecuatorianos, que
habían asentado su actividad sobre el comercio de exportación, se encontraron ante un
género, como el retrato, que no podía ser exportado y una capacidad productiva que
excedía ampliamente las posibilidades del mercado local. En las décadas que siguieron a
la Independencia, numerosos artistas ecuatorianos como Antonio Santos, José Anselmo
Yáñez, Idelfonso Páez, Manuel Ugalde, Miguel Vallejos y los hermanos Elías, Ignacio
y Nicolás Palas, emprenden el viaje hacia el sur. La mayoría seguirían su camino de la
itinerancia, pasando de ciudad en ciudad, ofreciendo en cada punto sus servicios en los
periódicos locales. El predominio del retrato se explica no solo por ser un género
favorecido por las necesidades sociales de una clase media en ascenso, sino también por
la debilidad de otras tradiciones pictóricas. Un ejemplo es la pintura de historia, un género
que por entonces cobraba nuevo impulso en Europa, y que no tuvo paralelo en la pintura
sudamericana de la época.
La falta de una formación en los artistas de la región se pondrá en evidencia con la llegada
de nuevos modelos artísticos. Se introducen así, en simultáneo, y muchas veces a
destiempo, modelos derivados de las más diversas escuelas y estilos. Mientras todavía
regía el gusto neoclásico en Lima, un pintor como Raymond Monvoisin (1790-1870),
residente en la capital entre 1845 y 1847, introducía el más reciente romanticismo francés.
Esta brecha será parcialmente cerrada solo con la formación de una nueva generación de
pintores peruanos en la década siguiente. Pero la fragilidad de instituciones republicanas,
como la Academia de Dibujo, y la ausencia de centros de enseñanza artística comparables
en el resto del país, marcará el desarrollo de las artes plásticas durante todo el siglo XIX.
Costumbrismo y Paisaje[editar]
La pintura colonial casi no dejó testimonios visuales de las costumbres o del paisaje local.
Su estrecha vinculación con la devoción religiosa favoreció más bien la representracion de
un mundo de figuras ideales y escenas imaginarias. Pero hacia fines del siglo XVIII,
cuando el pensamiento empiricista de la Ilustración se difundió en la región andina, se
consolidó rápidamente un creciente interés por fijar en imágenes el entorno inmediato,
dejando un registro minucioso de la naturaleza y la sociedad. El Mercurio Peruano (1791-
1795) fue el principal portavoz de las nuevas ideas. Las expediciones botánicas
promovidas en la misma época por la Corona española también contribuyeron a consolidar
esta vocación descriptiva.
Uno de los repertorios de imágenes más ambiciosos de esta época es sin duda la serie de
acuarelas comisionadas por el obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón durante su
visita a la diócesis de Trujillo entre 1780 y 1785. Los anónimos dibujantes locales, cuya
escasa formación en el dibujo se revela claramente, lograron sin embargo construir un
vasto catálogo visual que casi no tiene paralelos en la tradición peruana.
El Costumbrismo Limeño[editar]