I Ching Parte 1
I Ching Parte 1
I Ching Parte 1
WILHELM
Como si fuera una parte de la naturaleza,
el I Ching espera hasta que se lo descubra. N o
ofrece hechos ni poder, pero para los amantes
del autoconocimiento, de la sabiduría -si los
hay- parece ser el libro indicado. Para alguno
su espíritu aparecerá tan claro como el día;
para otro, umbrío como el crepúsculo; para un
tercero, oscuro como la noche. Aquel a quien
no le agrade no tiene por qué usarlo, y aquel
que se oponga a él no está obligado a hallarlo
verdadero. Dejémoslo salir al mundo para
beneficio de quienes sean capaces de discernir
su significación.
I Chíng
El Libro de
las
Mutaciones
CÍRCULO DE LECTORES
I Ching
Auténtico clásico de la filosofía oriental,
ha ejercido una poderosa influencia en
la sociedad china a lo largo de tres mil
años, siendo objeto de reflexión y utili-
zación para la consulta del futuro.
I Ching
El Libro de las Mutaciones
Versión del chino al alemán, con
comentarios, por Richard Wilhelm
Traducción al español, con presentación
y notas, por D.J. Vogelmann
Prólogos de C. G. Jung, Richard Wilhelm
y Hellmut Wilhelm y el poema:
«Para una versión del I King»
de Jorge Luis Borges
CÍRCULO DE LECTORES
- m
J O R G E L U I S BORGES
Presentación
D . J. V O G E L M A N N
Septiembre de 1975
Prólogo de C. G. Jung 1
i. Cf. J. B. Rhine, The Reach of the Mind, 1947. (Hay traducción española.
N. del T.)
26 C. G. Jung
i. Son shen, es decir «semejantes a espíritus». «El cielo produjo las "cosas
semejantes a espíritus"» (Legge, op. cit., p. 41).
Prólogo 3 27
1. En chino ting.
2. Véase la explicación del método en el texto de Wilhelm, pp. 469 y ss.
26
C. G. Jung
El asa [en alemán Griff] es la parte por la cual puede asirse [ge-
griffen] el ting. Significa por lo tanto el concepto2 [Begriff] que
uno tiene del Yi Ching (el ting). En el decurso del tiempo este
concepto aparentemente ha cambiado, de modo que hoy ya no
podemos asir, aprehender [begreifenp el Yi Ching. Por lo tanto
uno está trabado en su andanza por la vida. Ya no estamos sus-
tentados por el sabio consejo y la profunda introvisión del orá-
culo; por ello ya no encontramos nuestro rumbo a través de las
1. Así, por ejemplo, los invidi («los envidiosos») son una imagen siempre
recurrente en los antiguos libros latinos sobre alquimia, en especial en el Turba
philosophorum (siglo xi o xn).
2. Del latín, concipere, «recoger juntos», p. ej., una vasija: conápere deriva de
capere, «coger», «asir».
3. Concebir. (N. del T.)
Prólogo 3 29
C. G. JUNG
Zurich, 1949
Prefacio de Hellmut Wilhelm
a la tercera edición inglesa1
1. Con este prefacio presenta Hellmut Wilhelm, como su padre Richard, si-
nólogo ilustre, autor de numerosos estudios y de dos libros muy notables so-
bre el I Ching, la tercera edición en inglés de este libro. Algunas denomina-
ciones de textos de la versión inglesa difieren ligeramente de las usadas en la
presente edición en español, que es versión directa del original alemán de
Richard Wilhelm. (TV. del T.)
2. Le Livre des mutations, texto primitivo traducido del chino por Charles
de Harlez, con prólogo y notas de Raymond de Becker (París, 1959).
3. Dover Publications, Nueva York, 1963.
4. I Ching: Book of Changes, traducido por James Legge, con introducción
y guía de estudio de Ch'u Chai y Winberg Chai (New Hyde Park, Nueva
York, 1964).
44 Hellmut Wilhelm
HELLMUT WILHELM
Seattle, diciembre de 1966
I CHING
El Libro de las Mutaciones
Prefacio
feliz de todos era un viejo chino tan absorbido en sus libros sa-
grados que ni siquiera una granada que cayó junto a él pudo tur-
bar su calma. Extendió la mano para recogerla -se trataba de una
granada fallida- pero la retiró diciendo que estaba muy caliente
y volvió a reclinarse sobre sus libros.
Tsingtao fue conquistada. En medio de toda clase de otros tra-
bajos, pude volver a economizar algún tiempo para dedicarlo a
una minuciosa labor de traducción. Pero el maestro con el que
había comenzado esta traducción se hallaba muy lejos, y a mí me
resultaba imposible abandonar Tsingtao. Cuán grande fue pues
mi alegría cuando, sumido en tales reflexiones y consideraciones,
recibí una carta del señor Lao diciendo que estaba dispuesto a
continuar conmigo la lectura interrumpida. Llegó, y la abando-
nada traducción pudo llevarse a término. Fueron horas hermo-
sas, de elevada exaltación interior, las que viví entonces en com-
pañía del viejo maestro. Cuando la traducción, en sus líneas
principales, estaba concluida, el destino reclamaba mi regreso
a Alemania. El viejo maestro, entretanto, se despidió de este
mundo.
Habent sua fata libelli. En Alemania parecía yo hallarme lo
más distante que pueda imaginarse de la antigua sabiduría china,
si bien aun en Europa más de un buen consejo obtenido del mis-
terioso libro caía acá y allá en tierra fértil. Grato fue, pues, mi
asombro, al encontrarme el Libro de las Mutaciones en una her-
mosísima edición que durante días y días buscara yo en vano re-
corriendo todas las librerías de Pekín, en la ciudad de Friedenau,
en casa de un querido amigo. Por añadidura, este amigo demos-
tró ser un buen amigo de verdad, e hizo de este feliz encuentro
una posesión perpetua, al cederme el volumen que, desde enton-
ces, me ha acompañado en tantos y tantos viajes en que he reco-
rrido la mitad del globo.
Regresé a China. Tuve que enfrentarme con nuevas tareas. En
Pekín se inauguraba un mundo completamente nuevo, con otros
hombres y otros intereses. No obstante, también aquí aparecie-
ron bien pronto numerosos estímulos y, en los cálidos días del
verano pekinés, este trabajo llegó finalmente a su término; fundi-
do y acrisolado una y otra vez, adquirió finalmente esta forma
que, si bien está lejos de haber satisfecho mi aspiración, con todo
Prefacio 57
RICHARD WILHELM
Pekín, en el verano de 1923
Introducción
a) El libro oracular
el retorno.
De esta manera, pues, se nos presenta una serie de estados
simbólicamente expresados, susceptibles de convertirse unos en
otros gracias al movimiento de sus trazos (no necesariamente,
pues si un signo se compone de trazos marcados únicamente por
siete o por ocho, no se moviliza, y en este caso tan sólo se toma
en consideración su estado como entidad total).
A la ley de la mutación y a las imágenes de los estados imitan-
tes, tal como estaban dados en los 64 signos, se agregó luego otro
factor más. Cada situación requería, para poder adaptarse a ella,
un específico modo de actuar. En cada una de las situaciones un
cierto modo de actuación resultaba correcto, otro resultaba erró-
neo. Evidentemente, la actuación correcta procuraba felicidad, la
errónea desgracia. Ahora bien, ¿cuál es, en cada caso, el modo de
actuar correcto? He ahí la pregunta decisiva. Es ésta la pregunta
que ha conducido a que el I Ching se convirtiese en algo más que
un libro común de predicciones. Cuando una adivina que practi-
ca la cartomancia le dice a su cliente que dentro de ocho días re-
cibirá un envío de dinero procedente de América, ésta no puede
hacer otra cosa más que esperar hasta que llegue... o no llegue
esa carta. Lo que ahí se predice es el hado, independiente de lo
que el hombre pueda hacer o dejar de hacer. Por eso toda pre-
dicción de lo futuro carece de significado moral. Al aparecer en
China, por primera vez, alguien que no se daba por satisfecho
con saber el porvenir, y preguntaba: ¿qué debo hacer?, sucedió
66 Richard. 'Wilhelm
b) El libro sapiencial
i. Cf. las exposiciones muy notables de Liang Ch'i Cha'o en la revista chi-
na The Endeavor de julio del 15 y 22 de 1923, y asimismo el ensayo en inglés
de B. Schindler The Development of the Chínese Conceptions of Supreme
Beings en el «Hirth anniversary Volume», de la revista Asia Major.
Introducción 69
III. EL O R D E N A M I E N T O DE LA TRADUCCIÓN
EL TEXTO
Indicaciones sobre la pronunciación de las palabras chinas
(N. del T.)
*
1. Ch'ien / Lo creativo
EL DICTAMEN
ños como sobre seis dragones, elevándose al cielo». Los seis pel-
daños son las seis posiciones individuales del signo, que más ade-
lante se representan bajo la imagen del dragón. Como camino
hacia el logro aparece aquí el reconocimiento y la realización del
sentido del universo que, en cuanto ley perenne, y a través de fi-
nes y comienzos, origina todos los fenómenos condicionados
por el tiempo. De este modo, toda etapa alcanzada se convierte a
la vez en preparatoria para la siguiente, y así el tiempo ya no
constituye un obstáculo, sino el medio para la realización de lo
posible.
Luego de haberse expresado el acto de la creación a través de
las dos cualidades «elevado» y «logro», se nos señala la obra
de conservación, como un desenvolvimiento que se va elaboran-
do en continua realización, como ligado a las dos expresiones
«propiciado», esto es literalmente «creando lo que corresponde
a la esencia», y «perseverante», que equivale literalmente a «rec-
to y firme». «El curso de lo creativo modifica y forma a los seres
hasta que cada uno alcanza la correcta naturaleza que le está des-
tinada, y luego los mantiene en concordancia con el gran equi-
librio. Así es como se muestra propicio por medio de la perse-
verancia.»
Trasladando lo dicho al terreno humano, podemos compren-
der cómo el gran hombre, mediante su actividad ordenadora,
trae al mundo paz y seguridad: «Al elevar la cabeza sobre la mul-
titud de seres, todas las comarcas juntas entran en calma».
Otra explicación va más lejos aún con la separación de las vo-
ces «elevado, logro, estimulante, perseverante» y las parangona
con las cuatro virtudes cardinales humanas: a la «elevación» que,
como principio fundamental, involucra al mismo tiempo todas las
demás cualidades, se le coordina el amor; a la cualidad «logro» se
le coordinan las costumbres morales que ordenan las expresiones
del amor, las organizan y las llevan así al éxito; a la cualidad «es-
timulante», «propicio», se le adjudica la justicia, creadora de cir-
cunstancias en las que cada cual obtiene aquello que correspon-
de a su naturaleza, aquello que le pertenece y hace su dicha; a la
cualidad «perseverancia» se le coordina la sabiduría, que recono-
ce las leyes firmes vigentes en todo lo que acontece, y es por ello
capaz de crear estados duraderos.
ii 6
Libro I: El texto
LA IMAGEN
1. Las líneas se cuentan desde abajo hacia arriba. El trazo del comienzo es,
pues, el de más abajo. Si el consultante obtiene un siete, se trata por cierto de
un trazo fuerte que se toma en consideración en cuanto a la estructura del sig-
no en su totalidad, pero este trazo no se mueve y no tiene, por tanto, signifi-
cación individual. Si, en cambio, el consultante obtiene un nueve, el trazo se
mueve, destacándose con ello su significación peculiar y debiendo tenérselo
en cuenta y meditar sobre él, en calidad de trazo individual. L o mismo vale en
cuanto a las demás líneas fuertes en todo el libro. En cada uno de los hexagra-
mas las dos líneas de abajo significan la tierra; las del medio, la región del mun-
do humano; las de arriba, el cielo.
ii 6
Libro I: El texto
2. K'un / Lo receptivo
EL DICTAMEN
i. Hay aquí una concepción parecida a la que expresa Goethe en los versos:
Contemplad pues con humilde mirada
la pieza maestra de la eterna tejedora:
como anima mil hebras una sola pisada,
las lanzaderas disparan a un lado y a otro
y las hebras fluyen encontrándose
y un solo golpe sella mil uniones;
esto no lo reunió ella mendigando,
lo ha ido maquinando desde la eternidad
a fin de que el eterno gran maestro
pueda tranquilo urdir la trama.
2. K'un / Lo receptivo 91
LA IMAGEN
Así como existe un solo cielo, también existe una sola tierra.
Pero mientras que en el caso del cielo la duplicación del signo
significa duración temporal, en el caso de la tierra equivale a
la extensión espacial y a la firmeza con que ésta sostiene y man-
tiene todo lo que vive y actúa. Sin exclusiones, la tierra, en su
ferviente entrega, sostiene el bien y el mal. Así, el noble culti-
va su carácter haciéndolo amplio, sólido y capaz de dar sos-
tén, de modo que pueda portar y soportar a los hombres y las
cosas.
EL DICTAMEN
LA IMAGEN
Ai»
EL DICTAMEN
LA IMAGEN
EL DICTAMEN
La espera.
Si eres veraz, tendrás luz y éxito.
La perseverancia trae ventura.
Es propicio atravesar las grandes aguas.