U5 - NTI - Bilyk - Evang - San - Juan - Versión2018
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Nuevo Testamento I – 2
Índice
Nuevo Testamento I – 3
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Si se trata de un autor judío de Palestina, que era testigo ocular de los even-
tos narrados, tenemos toda la razón para afirmar que el autor era precisamente
aquel que el evangelio mismo y la Tradición sostienen: Juan el apóstol, hijo de
Zebedeo.
La cuestión literaria en Jn
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Los críticos modernos en general siguen la línea de Dionisio de Alejandría que Aún con to-
das estas su-
mantenía que el evangelio y Apocalipsis no pueden haber sido escritos por la misma posiciones
Juan el Apóstol
persona, dada la gran diferencia de la calidad del griego. El griego de Jn y las cartas, queda como el
testigo cuyo
sin ser el mejor, reproduce correctamente el lenguaje de la época, y el estilo es similar testimonio
en el evangelio y epístolas. El griego del Apocalipsis es rudo, falto de gramática, de encontramos
en este evan-
manera que, aun apelando a la explicación del género literario “apocalíptico”, no puede gelio.
Nuevo Testamento I – 6
El cuarto evangelio tal como ha llegado a nosotros presenta signos de falta de uni-
dad o, en otras palabras, parece que ha pasado por varias etapas de redacción, en
las cuales han intervenido probablemente varias personas.
Estos son los grandes bloques que habrían sido agregados, pero hay otros me-
nores insertados en el texto, que sólo se pueden identificar con un análisis literario y
redaccional detallado.
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explicar, si se puede, el origen de los problemas, que a veces son sólo aparentes, co-
mo dijimos arriba. Las posibles explicaciones que se han dado son tres:
Múltiples fuentes.
Varias ediciones.
Más allá de las posibles “reconstrucciones”, hay que decir que la forma actual
del cuarto evangelio es la más antigua que se conoce, y no existe ni un solo có-
dice que traiga otra disposición entre los testimonios textuales más remotos que
nos han llegado. Hay que aclarar, además, que no existen casos de la antigüedad que
hayan pasado por un percance similar. Nunca se oyen soluciones de este estilo en la
crítica literaria de las obras clásicas.
Bilyk
Nuevo Testamento I – 8
2. Múltiples fuentes
Una primera sería la Seméia – Quelle (fuente de los signos): caps. 1, 9 – 12.
Junto con tales suposiciones, Bultmann inluso conjetura que Juan sería un
¡gnóstico converso!, a quien, a pesar de sus esfuerzos, se les habría escapado toda-
vía resabios de su antigua posición filosófica. Por eso, sugiere todavía otra hipótesis:
la del último redactor eclesiástico, que habría censurado el gnosticismo, agregando
referencias eclesiales como, por ejemplo, las alusiones sacramentales, tan frecuentes
en el texto (acerca del Bautismo y la Eucaristía, principalmente).
La “Biblia de Jerusalén”, tal vez para matizar un poco esta posición ciertamente ex-
trema de Bultmann, va a decir que el autor del cuarto evangelio
Otros autores, por su lado, dicen que Jn habría escrito su evangelio justamente pa-
ra responder a la herejía gnóstica que por entonces se encontraba en pleno auge, y de
ahí el contenido de su prólogo sublime.
3. Varias ediciones
Entre los sostenedores de esta hipótesis se encuentra sobre todo el exegeta católi-
co estadounidense Raymond Edward Brown, quien así se expresaba:
Bilyk
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“Si uno piensa que el editor final es algún leal discípulo del pensamiento del Evan-
gelista, habrá muy pocas ocasiones en que la edición final haya cambiado el sentido
original de un pasaje. Pero, preferimos más bien correr este riesgo, a – por medio de
recomposiciones ingeniosas – incurrir en un riesgo mucho más grande: imponer a al-
gunos pasajes un sentido que nunca han tenido”.
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Muchos de los Padres pensaban que las obvias diferencias entre Juan y Sinóp-
ticos se explican por la intención del evangelista: completar los evangelios prece-
dentes. Así Clemente de Alejandría definía a Juan como “evangelio espiritual”. Con
algunos matices hay quienes siguen sosteniendo hoy día tal opinión, y hay buenas
razones para ello: es bastante obvio que Jn presupone la tradición sinóptica y que sus
lectores saben quiénes son los “Doce” (por eso no hace ninguna introducción al res-
pecto: 6,67); no dice que Juan Bautista bautizó a Jesús, aunque se supone que los
lectores lo saben (1,32-34). En muchos casos el sentido de Jn sería difícil de entender
sin el conocimiento de sinópticos.
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Pero son muchas más las diferencias: muchos de los milagros no encuentran
eco en Jn, aun en caso de raras coincidencias de algún pasaje. Jn tiene otro orden, lo
reduce y da una aplicación distinta. No hay exorcismos en Jn. La parte más impor-
tante en Jn son los discursos (ni uno sólo de ellos aparece en los sinópticos, y otro
tanto hay que decir de algunos milagros, como la resurrección de Lázaro).
Lo que quiso decir Clemente es lo que aparece como un hecho: que Jn tuvo
intención de escribir su evangelio dando una visión más profundamente teológi-
ca de lo que aparece en la tradición sinóptica. En reconocimiento de este hecho
la Iglesia primitiva le dio el título de “evangelista– teólogo”.
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cuando vendría el Reino en su gloria. Juan, por supuesto, no niega esta escatología
futurista. Pero en concordancia con su enseñanza eclesiológica y sacramental, insiste
en el hecho que los cristianos en la Iglesia poseen aquí y ahora la vida divina que
es también el fin de la salvación. Así su énfasis escatológico se corre a la realidad
presente, como también en las últimas cartas de Pablo. El evangelio comienza con la
afirmación del Señor de que su hora no ha llegado todavía (2,4), y alcanza su triunfal
culminación con el grito “Está consumado” (19,30). Mientras tanto, los cristianos fueron
advertidos que el juicio tiene lugar en esta vida (3,18), que la vida eterna se posee por
la fe (5,24), y que Jesús es resurrección y vida aquí y ahora para los que creen en Él
(11,25).
Las características de Jn
1. La ironía de Juan
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2. El diálogo en Juan
Los frecuentes diálogos de Jesús con los judíos, con los discípulos, con Nicodemo,
con la Samaritana, etc., siguen un determinado esquema que se supone un arreglo del
evangelista. Con frecuencia en estos diálogos Jesús anuncia alguna importante ver-
dad religiosa, pero es mal entendida en un sentido superficial o material. Este malen-
tendido permite a Jesús (a veces a Juan) desarrollar el verdadero sentido espiritual de
su enunciado (3,4; 4,15.33; 6,52; 8,19.33; etc.). Esta situación tiene su origen en la
enseñanza de Jesús, que en su momento no era entendida plenamente hasta después
de su resurrección y el don del Espíritu (2,22; 7,39). Cuando el diálogo sirvió a su pro-
pósito, entonces Cristo o el evangelista continúa en un monólogo, en el cual profundi-
za sobre el tema (3,10ss; 10,1ss; etc.). Algo de esto encontramos en Mt que reúne
dichos dispersos de la enseñanza de Jesús y los combina en una especie de discurso
(cf. 5,3ss).
3. El simbolismo de Juan
Mucho más que en los sinópticos abunda el simbolismo de Juan, y se llama con
más frecuencia la atención sobre el significado más profundo de sucesos aparente-
mente ordinarios. El “discípulo amado”, el ciego de nacimiento, Lázaro, etc., no sólo
son personajes y sucesos históricos, sino que representan a todos los cristianos.
Hay mucho de esto en el evangelio, y uno al leerlo debe estar atento al sentido
simbólico, so pena de perderse el verdadero significado del texto. Sin embargo hay
que tener en cuenta que los símbolos no son inventados, sino que siempre se so-
Bilyk
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breponen a personajes o eventos reales e históricos, aunque sacados a veces del con-
texto cronológico (por ejemplo: la ex- Imagen:
“Las bodas de
pulsión de los mercaderes del Templo Caná”; (Ge-
rard David
en 2,13ss, que en los sinópticos se 1460—1523)
produce luego de su entrada triunfal a
Jerusalén a pocas horas de su Pasión
y Muerte: Mt 21,12-13; Mc 11,15-18;
Lc 19,45-46).
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Siguiendo una vez más el principio del “arreglo simétrico”, el cuarto evangelio
se puede dividir en dos trípticos, el primero o menor (1-8), y el segundo o mayor (9-
21), que a su vez se subdividen así:
a) El tríptico menor
La inauguración mesiánica (1-3)
b) El tríptico mayor
Del ciego a Lázaro (9-11,45)
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