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Título: De los nuevos estudios de literacidad a las perspectivas decoloniales en la investigación

sobre literacidad

Autoras: Gregorio Hernández Zamora

Temas: Nuevos estudios de Literacidad, Epistemología decolonial

Referencia: Hernández Zamora, G. (2019) De los nuevos estudios de literacidad a las perspectivas
decoloniales en la investigación sobre literacidad. Íkala, Revista de Lenguaje y Cultura, 24 (02),
p.02-24. ISSN 0123-3432

En este artículo el autor hace una revisión de la literatura para exponer la historia de los Nuevos
Estudios de Literacidad (nel) desde su origen en el mundo anglosajón en la década de 1980 hasta
el giro decolonial que en la actualidad emerge en América Latina.

Al inicio se hace una crítica de la promoción de la lectura como una práctica que promueve
significados coloniales y orienta hacia perspectivas decoloniales que vayan más allá de la academia
como.

Posteriormente se expone que los NEL representaron un cambio en el concepto de alfabetización


hacia prácticas sociales señalando a Sylvia Scribner y Michael Cole (1981), Shirley Heath (1983),
James Paul Gee (1991, 1996), David Barton (1994), David Barton y Mary Hamilton (1998) y Brian
Street (1984) como sus representantes. Ellxs; 1)rechazan la hipótesis de la “gran división oralidad-
escritura y a la hipótesis de las “grandes consecuencias” de la alfabetización que atribuía a la
escritura lo que en realidad era producto de la escolaridad; 2) hacen una distinción conceptual
entre modelo autónomo y modelo ideológico de literacidad (que permite comprender mejor la
naturaleza sociocultural de la literacidad que cuestiona el etnocentrismo); 3) establecieron que las
prácticas letradas son inseparables de discursos, entendidos como sistemas sociales de significado
que median la constitución de posiciones de sujeto.

También se señala que la investigación educativa en México se divide en dos vertientes: la que
documenta y describe las prácticas cotidianas de literacidad; la que adopta una perspectiva
decolonial que interroga y cuestiona dichas prácticas. Por lo que es indispensable complementar
los NEL con una postura decolonial que involucre; lo histórico, lo poscolonial y lo sociocultural.

Después se describe que en Norteamérica y Europa ha un cambio en el estudio del aprendizaje de


la literacidad como un proceso mental, cognitivo e ideológicamente neutral a una visión del
lenguaje y la literacidad como un proceso que nunca es simplemente técnico. En México, donde
hay una producción de estudios que enfocan la literacidad no solo desde los NEL, sino también
desde una postura poscolonial o decolonial donde se observan grupos marginados y sus prácticas
de literacidad.

El autor plantea que en la modernidad la literacidad es vista como una práctica de voz y una
herramienta de autoconstrucción del lugar de uno mismo en el mundo, siendo la literacidad y la
educación aspectos inseparables de la constitución de la agencia humana, defendiéndola como un
proyecto formador de sujetos con voz.

Se concluye utilizar los NEL para celebrar la pluralidad de literacidades es erróneo y que el reto
como investigadores es preguntarnos qué tipo de perspectivas teóricas y de pedagogías se
necesitan para apoyar en la construcción de una voz propia y qué tipo de intervención y mediación
les ayudaría a reinventar su potencial como aprendices que deciden sus propios futuros.

Este artículo me ha guiado por las teorías que se han desarrollados a lo largo de la historia del
estudio de la literacidad hasta llevar a la perspectiva decolonial que me ha interesado
últimamente. El texto me dio muchas claridad en las ideas que tengo sobre la promoción de la
lectura que siempre consideré sociocultural y que aunque, por su puesto que está implícita, se
trata más de una decolonización de las prácticas de lectura y escritura que me orientan en la
decisión sobre mi objeto de estudio.

Citas:

“De esta forma, en vez de preguntarnos cómo las políticas y discursos educativos mismos están
contribuyendo a moldear y mantener la creciente desigualdad social, muchos educadores de
buena fe simplemente se preguntan por los métodos (¿cómo alfabetizar más gente más rápido?,
¿cómo enseñar a leer bonito y por placer?), y pierden de vista los fines y los contenidos (¿para qué
queremos que la gente excluida de la educación, el conocimiento y la economía global se interese
por leer libros, visitar bibliotecas, escribir textos o hablar inglés?, ¿qué clase de libros, textos,
ideas, prácticas y lenguas importa realmente promover?), así como las condiciones de acceso al
conocimiento y la educación en un sentido más amplio (¿cómo la actual división social de la
riqueza, el trabajo y la educación están polarizando el acceso de distintas clases y grupos sociales
al conocimiento y la cultura en general, y a la lengua y la cultura escrita en particular?).”
(Hernández Zamora, 2019, p.3).

“Desde hace años, hemos sostenido que un verdadero proyecto cultural y educativo no puede
limitarse a ofrecer espacios de confort emocional inmediato a una población cuyas vidas están
fundamentalmente dominadas por las violencias criminal y estatal, el miedo, y la exclusión
económica, política, educativa y cultural.” (Hernández Zamora, 2019, p.3).

“Entre otras cosas, Heath encontró que la gente participa continuamente en eventos de
literacidad (literacy events) inseparables de las prácticas sociales (trabajo, crianza de los hijos,
religión, etc.) y en los que se pasa todo el tiempo de la oralidad a la escritura y viceversa, por lo
que no tiene sentido separar o dividir la oralidad y la escritura como si fuesen actividades distintas
y separadas” (Hernández Zamora, 2019, p.5).

“Aprender a leer/escribir no es, entonces, la adquisición de una habilidad, sino de diversas


literacidades, y solo es posible esto al participar en diversas prácticas sociales: “En un enfoque
sociocultural el enfoque del aprendizaje y la educación no está en los niños ni en las escuelas, sino
en las vidas humanas vistas como trayectorias a través de múltiples prácticas sociales en diversas
instituciones sociales” (Gee, Hull y Lankshear, 1996, p. 4, mi traducción)” (Hernández Zamora,
2019, p.5).
“Convertirse en sujeto letrado tiene, por tanto, un carácter ideológico y no solo lingüístico-
cognitivo, pues las prácticas letradas son parte de la reproducción o la contestación del poder y la
dominación” (Hernández Zamora, 2019, p.5).

“[…] los NEL redefinieron el contexto al cambiar la mirada de una unidad lingüística (oración,
texto) a una unidad ideológico-conceptual (discurso).” (Hernández Zamora, 2019, p.5).

“Los nel plantean, ciertamente, que no hay una literacidad sino una pluralidad de literacidades,
situadas siempre en una ecología de prácticas socioculturales (Barton, 1994), pero es ingenuo
pensar que todas las literacidades tienen el mismo valor cultural y la misma significación social,
pues las prácticas culturales son siempre moldeadas por fuerzas como el mercado económico, el
poder político, la manipulación mediática, e incluso por las estrechas concepciones y prácticas que
predominan en el sistema educativo” (Hernández Zamora, 2019, p.6).

“Partiendo de un análisis de las prácticas de literacidad desde las relaciones de poder que se
establecen a partir de ellas, cuestiona las prácticas de promoción de la lectura que establecen
relaciones con grupos culturales no letrados o de tradición oral, a partir del dominio de las
prácticas hegemónicas de lectura y escritura. Propone la deconstrucción de las intenciones y
acciones de estas prácticas para detectar posibles actitudes colonizadoras.” (Hernández Zamora,
2019, p.13).

“lejos de la idea dominante de que un lector-escritor es alguien que posee una habilidad (la
habilidad de de/codificar un sistema de escritura) y un hábito cultural supuestamente “superior”
(el hábito de leer libros: muchos, “buenos” y por placer), un sujeto letrado es alguien que se
apropia del lenguaje de otros para expresar sus propias intenciones y para convertirse en autor y
actor de su lugar en el mundo (Hernández, 2005, p. 40).” Hernández Zamora, 2019, p.14).

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