Mariana Di Stefano y Cecilia Pereira
Mariana Di Stefano y Cecilia Pereira
Mariana Di Stefano y Cecilia Pereira
(2001-2006)
A partir del año 2001, como pocas veces en el país, se multiplicaron los
discursos sobre la lectura y, más específicamente, sobre la “crisis” de la lectura entre los
alumnos de los distintos niveles educativos. El tema ya no fue solo abordado por
especialistas en reuniones académicas o publicaciones científicas, ni solo por
organismos nacionales e internacionales que ya desde los años ‘90 lo encaraban como
problemática local o regional, sino que, además, comenzó a instalarse en la opinión
pública desde las primeras planas de los diarios.
Este conjunto heterogéneo de discursos construyó, de distintas formas y por
distintos medios, una representación bastante homogénea de la crisis de lectura: el
problema fue ubicado en las dificultades de “comprensión lectora” y en los obstáculos
que esto acarreaba a los alumnos para permanecer y avanzar en el sistema educativo. En
esta caracterización del problema, la lectura es concebida como una herramienta
indispensable en el proceso de apropiación y construcción de conocimientos.
Como ya señalamos, este discurso institucional y académico sobre la “crisis de
la lectura” se instala con insistencia a partir del año 2001 en los diarios, a nuestro
entender de la mano de la profunda crisis social y política del momento, de la que la
educación en general no fue ajena. Las noticias que justificaron el abordaje periodístico
del problema fueron principalmente los resultados de los Operativos Nacionales de
Evaluación y los fracasos de porcentajes importantes de alumnos en los exámenes de
ingreso a ciertas universidades1.
Es en ese contexto discursivo sobre la lectura en el que interviene en el año
2003, con la nueva gestión del presidente N. Kirchner, el entonces Ministerio de
Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación (MECyTN) a través, entre otros, del Plan
1
Entre las notas aparecidas en los diarios nacionales mencionamos a modo de ejemplo solo algunas: “El
secundario no alcanza a cubrir los objetivos mínimos”, Clarín, 1/09/2001 (el 28 y el 30 de agosto Clarín
sacó también notas sobre el tema); “Lectura y ortografía. Un tema que perdió terreno en la escuela”,
Clarín, 7/11/2001; Guadagni, A. “La utopía de la igualdad”, La Nación, 14/03/2001; “Los alumnos
rinden mejor en matemáticas que en lengua”, La Nación, 28/08/2001; Eizayaga, Amalia, “Los chicos
escriben cada vez peor”, La Nación, 06/07/2002; “Estudiantes con el futuro marcado”, La Nación,
19/11/2002; “La radiografía de la escuela”, Página 12, 9/11/2002; “Debates sobre el fracaso universitario.
Bochazos bajo la lupa”, Página 12, 24/05/2004.
Nacional de Lectura -implementado desde la Dirección Nacional de Gestión Curricular
y Formación Docente- y a través de la Campaña Nacional de Lectura, programa que se
propone un alcance social que exceda al sistema de educación formal.
Este trabajo tiene como objetivo analizar las representaciones sobre la lectura
sostenidas tanto por los discursos que hacia fines de los ’90 y principios de nuestro siglo
señalan la “crisis de la lectura”, como las representaciones que encierran los discursos
que a modo de respuesta a dicha crisis se enuncian entre los años 2003 y 2006 desde
los dos programas oficiales señalados. Atenderemos al diálogo entre ambas
discursividades en el marco de las tensiones entre modernidad y posmodernidad que por
entonces, y aún hoy, atraviesan los discursos y las prácticas sociales, entre ellas las
educativas, en la Argentina.
Si bien desde el Ministerio de Educación (MECyTN) se ha intervenido de
diversas formas y a través de diversos discursos sobre las prácticas lectoras de alumnos
y de la población en general, en los que es reconocible una heterogeneidad de
perspectivas y enfoques sobre el tema, la importancia del Plan y de la Campaña radica
en que se centran específica y exclusivamente en la cuestión de la lectura, y en el primer
caso se proyecta además hacia la formación docente, por lo cual resultan discursos de
un peso social relevante.
El estudio de las representaciones de la lectura que nos proponemos realizar se
enmarca en la tradición de estudios glotopolíticos que observan no solo las ideas, en
este caso, sobre la lectura que los discursos construyen, sino además el valor político
que estas encierran en un momento histórico dado, ya que concibe a “toda práctica
lingüística como una acción social que reviste la forma de lo político” (Guespin y
Marcellesi, 1986) y que por lo tanto interviene sobre las relaciones sociales.
2
Un caso de grupo contestatario es, por ejemplo, el del anarquismo en la Argentina a fines del siglo XIX
y principios del XX, que también desplegó sus políticas lectoras a través, tanto del sistema educativo
paralelo al oficial que buscó constituir, en algunos casos, junto al socialismo, como desde la creación de
bibliotecas populares, la prensa política propia, las organizaciones gremiales, entre otras. Al respecto, ver
di Stefano (2003).
neoliberales de fines de los ’80 y los ’90 generaron una fragmentación del sistema
educativo (en especial, a partir de la aprobación de la Ley Federal de Educación de
19933), que en el terreno de las políticas de lectura produjeron un aparente “retiro del
Estado”, análogo al que se ha señalado en otras áreas de la praxis social, que cedió
espacio a los grandes grupos editoriales dedicados al área, en un proceso que puede
caracterizarse como de privatización del discurso hacia el escolar, en el que las
identidades colectivas y las tradiciones lectoras entraron en crisis4. En este nuevo
contexto, algunas propuestas de intervención recuperaron aquel valor ilustrado de
libertad del individuo como el objetivo de las nuevas conquistas hacia la que la escuela
debía avanzar.
La consideración de estos datos históricos, como la conceptualización sobre la
relación entre discursos y prácticas sociales, resultan indispensables para nuestro trabajo
a los fines de comprender el valor político de los discursos sobre la lectura durante el
período señalado, que contienen ideas acerca de qué es leer, cuál es el rol del lector y
cuál es la finalidad de la lectura, entre otros.
A continuación, en primer lugar, analizaremos algunos discursos sociales de
esos primeros años del siglo XXI, indicadores de “la crisis de la lectura”, en los que esta
es enmarcada en la crisis política, económica y, en especial, educativa que atribuyen a
las políticas neoliberales, que por más de una década venían aplicándose en el país. En
segundo lugar, pasaremos al análisis del Plan Nacional de Lectura y de la Campaña
Nacional de Lectura, del Ministerio de Educación (MECyTN), que leeremos como
respuesta a esa discursividad previa.
3
Ver al respecto Imen, Pablo (2005).
4
En otros trabajos hemos analizado el proceso de privatización de las normas lingüísticas operado en el
país durante los años ’90. Ver Arnoux, Blanco y di Stefano (1999).
y veremos a continuación, todos comparten una concepción homogénea de que leer
significa comprender.
Entre los discursos más representativos de los organismos nacionales e
internacionales que circularon hacia fines de los ’90 y los primeros años de nuestro
siglo, se destacan los datos del Operativo Nacional de Evaluación del año 2001, del
Ministerio de Educación, Cultura y Tecnología de la Nación, centrado en 9º año de
EGB y 3º de Polimodal, que indicaron que alrededor de un 50 % de los alumnos
manifestaban dificultades importantes en comprensión lectora, a partir de pruebas
implementadas en el año 2000, con opción múltiple (MECyTN, 2001a). En la
interpretación de resultados, el Ministerio incluso destaca que las preguntas más
complejas –que exigían la realización de ciertas inferencias por parte del lector y no
solo la comprensión de la información literal del texto- llegaron a tener hasta un 63% de
respuestas incorrectas (MECyTN, 2001b).
Resultados similares, desde una concepción de la lectura también similar,
arrojó el estudio comparativo Programme for International Student Assessment (PISA
Plus) dirigido por la europea Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico
(OECD) con apoyo de la UNESCO, e implementado por la Dirección Nacional de
Información y Evaluación de la Calidad Educativa (DINIECE). Dicho estudio, a partir
de una muestra nacional de alumnos de tercer año de la escuela media, evaluó la
denominada “cultura lectora”, es decir, “la preparación para entender, analizar y usar la
información disponible en una gama amplia de clases de textos de circulación propia de
situaciones escolares y extraescolares”. Los resultados ubicaron a nuestro país en el
tramo inferior de la escala, lo que revela –sostenía el estudio- “escasa preparación para
participar en las culturas lectoras que aguardan a los egresados de la educación
obligatoria”. Casi el 50% de los estudiantes argentinos se ubicó en el nivel 1, el más
bajo, o por debajo de él, lo que se interpretó en el informe como indicador “de serios
problemas para utilizar la lectura como un instrumento para avanzar y ampliar sus
conocimientos y destrezas en otras áreas”. Solo el 2,8% alcanzó el nivel 5 que “indica
que los estudiantes pueden manejar la información que se presenta en textos con los que
no están familiarizados”(OECD, 2000).
En el año 1996, se crea la Cátedra UNESCO para la Lectura y la Escritura –
con sede central en la Universidad del Valle (Colombia) y dos sedes más, en la
Universidad de Buenos Aires (Argentina) y en la Católica de Valparaíso (Chile). El
objetivo –destaca en su declaración fundante- es “contribuir al mejoramiento de la
calidad y equidad de la educación en América latina con base en la lectura y escritura”,
implementar proyectos académicos para “desarrollar en los estudiantes estrategias para
aprender más y mejor” y “mejorar los procesos pedagógicos que incidan
significativamente en el aprendizaje y en un mejor rendimiento académico en todos los
niveles educativos, para avanzar en el desarrollo de la capacidad de razonar y el logro
de mejores maneras de aprender”5. En este caso, se considera a la lectura como un eje
de la “equidad educativa”: no se trata solo de que todos aprendan los mismos
contenidos disciplinares sino de que adquieran la habilidad lectora, entendida esta -
como en el resto de los discursos que acabamos de ver- como una capacidad que
prepara al sujeto para razonar, hacer inferencias, adquirir conocimientos que se
consideran valiosos socialmente, comprender los distintos discursos sociales, usar
información disponible, entre otros.
En el año 1999, los diarios también difundieron, aunque en menor proporción y
como una preocupación de los sectores privados vinculados al mundo editorial, algunos
estudios realizados por la Cámara Argentina del Libro (CAL) en la ciudad de Buenos
Aires: el estudio realizado en 1998 indicaba que la mitad de la población mayor de 16
años, residente en el área metropolitana, no leía libros. En segundo lugar, que entre una
quinta y una cuarta parte estaba conformada por lectores sistemáticos que desarrollan el
hábito con relativa intensidad; y por último, que un tercio de la población tenía interés
por los libros, pero leía esporádicamente6. Cabe destacar que son prácticamente nulos
los datos oficiales sobre la distribución social del libro en el país como los estudios
cualitativos oficiales sobre las prácticas de lectura.7
Por otro lado, por entonces circularon también discursos tanto oficiales, como
académicos y de sindicatos -todos ellos difundidos por los diarios de alcance nacional-
en los que la “crisis de lectura” es ubicada en un contexto de crisis educativa,
económica y social. Para ello, ofrecieron una cantidad de cifras que funcionan como
5
Actualmente la Cátedra ya cuenta con cinco subsedes en Colombia, siete subsedes en Argentina, dos
subsedes en Chile, además de sedes en México, Perú, Puerto Rico y Venezuela. Ver http://www.unesco-
lectura.univalle.edu.co
6
Ver el sitio de la CAL: http://www.editores.org.ar/habitos.html
7
Un estudio realizado sobre una muestra de 628 estudiantes de los Institutos de Educación Superior de la
Provincia de Buenos Aires, en 2003, señala que más del 50 % de los ingresantes declara que ninguna
lectura ha incidido en la elección de su carrera [I. Blanco (Coord.) “Encuesta sobre prácticas lectoras” en:
Informe de la investigación “Situación y perspectivas de la enseñanza”, Arnoux, E. (dir.), Dirección de
Educación Superior de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires,
2004.]
dato descriptivo de situación, tras la aprobación de la Ley Federal de Educación del año
1993. En su conjunto revelan, de un modo más amplio, la discursividad a la que
respondieron las políticas oficiales de la lectura a partir del año 2003.
La Secretaría de Educación de la Ciudad de Buenos Aires planteó en mayo del
año 2002 su objetivo de que la escuela secundaria fuera obligatoria, a raíz de los datos
aportados por Unicef que destaca, por ejemplo, para la ciudad de Buenos Aires que
cuatro de cada diez chicos abandonan los estudios secundarios, en la ciudad más
poderosa del país, aún cuando el 97 por ciento de los que terminan la escuela primaria
ingresa al nivel medio. Los mayores índices de abandono se encuentran –según el
estudio- en el primero y en el segundo año, y se estima que hay 18 mil adolescentes en
esa situación en la ciudad, que según las estadísticas tienen un 80 por ciento de
probabilidad de quedar por debajo de la línea de pobreza.8
A partir de los datos relevados entre 1998 y 1999, el Ministerio de Educación
decide en el año 2000 concentrar esfuerzos en el nivel secundario “preocupado por el
alto índice de deserción en ese nivel en los dos primeros años.” Desde la dirección del
Programa de Mejoramiento de la Enseñanza Secundaria, se declaró por entonces al
diario La Nación: “El 50 % de los estudiantes pierde la matrícula entre primero y
segundo año, Los datos sobre repitencia y desgranamiento son alarmantes. Un 50 % de
los estudiantes de quinto año entiende la mitad de lo que lee. Y un 20% no entiende
directamente nada. Los profesores son, esencialmente, de clase media. Hoy llegan al
colegio los chicos de villas que están reclamando más educación. Y la escuela no está
preparada para atender estos sectores."9 Este testimonio sobre los problemas de la
escuela media señala el impacto de la crisis económica en las prácticas de lectura.
Muestra cómo la escuela queda descolocada y que debe transformarse para seguir
respondiendo a ese rol tradicional que es educar a todos.
En febrero de 2001, la Confederación de Trabajadores de la Educación
(CTERA) hizo público el resultado de una encuesta que había realizado a nivel
nacional, entre los meses de septiembre y noviembre de 2000, uno de cuyos datos
destacables es que la mitad de los maestros eran mujeres jefas de hogar, de las cuales la
mitad se encontraba por debajo de la línea de pobreza. El trabajo aportaba la cifra de
8
“El gobierno porteño quiere que sea obligatorio todo el secundario”, La Nación, 16/05/2002.
9
Reynoso, S., “Preparan cambios en el secundario”, La Nación, 30/07/2000.
120 mil maestras, que daban clases a más de 3 millones de alumnos.10 La por entonces
titular de la CTERA, Marta Maffei, al presentar públicamente la encuesta realizada por
el gremio sostuvo: “Ya no solo hay que hablar de escuelas pobres con alumnos pobres,
sino de docentes pobres. Lo cual muestra que el sistema educativo argentino perdió la
cualidad de ser un instrumento de promoción social.” Esta declaración pone en escena la
concepción moderna de la escuela como medio para el ascenso social, que supone una
sociedad en la que el conocimiento posee un valor simbólico (indica identidad,
pertenencia cultural) que es reconocido con un correlato económico (son los mejores
ciudadanos y merecen los espacios mejor remunerados).
Entre 2001 y 2003 hubo numerosas notas periodísticas que difundieron una
estadística del Ministerio de Educación (MECyTN) –realizada entre 2000 y 2001- que
indicaba el constante aumento de la repitencia de los alumnos del primer grado de la
escuela primaria. Mientras en la Capital sólo repetía primer grado poco más del 6 % de
los alumnos, aunque con diferencias importantes entre escuelas de la zona sur y la zona
norte de la ciudad, en provincias como Santiago del Estero y Misiones la cifra trepaba al
21%. En declaraciones al diario Clarín , el sociólogo Emilio Tenti, consultor del
Instituto Internacional de Planificación de la Educación de la UNESCO, señaló que en
ese momento eran profundas las diferencias entre los chicos en cuanto a las capacidades
con las que llegaban a la escuela: “llegan chicos de seis años con vasta experiencia
escolar y otros que no tienen ninguna. Los que pasaron por preescolar, y los que fueron
incentivados en sus casas desde que eran muy chiquitos. Hoy se sabe que la educación
empieza antes de la escuela. Es el cuentito que le lee la mamá antes de dormir, es la
palabra dicha al bebé a la semana de nacido. Ese será el capital cultural que le permitirá
a algunos niños progresar en la escuela, porque tiene que ver con el lenguaje, los gustos,
ciertos hábitos, con saber qué es un libro o poder manejar un lápiz”11
Este comentario concibe a la escuela como un espacio social con códigos
propios: las prácticas sociales dentro y fuera de la escuela son distintas, entre ellas las
de leer y escribir, aunque hay continuidades. La adecuación a los códigos de la
cultura escrita escolar parece requerir, aún en el primer grado, al menos cierta
familiarización con las modalidades más informales que esta adopta fuera de la
10
C o n s u l t a N a c i o n a l D o c e n t e. La Educación Argentina. ¿Qué dicen los maestros? Instituto
de Investigaciones Pedagógicas “Marina Vilte”, CTERA, febrero 2001. Disponible en
http://www.ctera.org.ar/iipmv/publicaciones/consulta2001.pdf
11
“El primer grado es el más difícil de la escuela primaria”, Clarín, 16/09/2003.
institución. Este discurso identifica fuertes desigualdades culturales en la escuela que
inciden en las posibilidades de aproximación a la cultura escrita.
Ante las elecciones nacionales del año 1999, los diarios habían difundido una
serie de datos sobre el perfil de los más de 900 mil jóvenes que por entonces emitirían
su voto por primera vez. A partir de datos del INDEC, del Ministerio del Interior y del
Ministerio de Economía se estableció que 630 mil, de ese casi millón de nuevos
votantes de entre 18 y 20 años, se encontraba fuera del circuito de educación formal;
que 50 mil de ellos eran indigentes, que 280 mil pertenecían a hogares ubicados por
debajo de la línea de pobreza, y que la mitad buscaba trabajo, mientras 170 mil eran
inactivos absolutos: no trabajan, no estudiaban ni estaban a cargo de un hogar.12
Por entonces, la profesora e investigadora de la UBA María Teresa Sirvent
(1998) introducía el concepto de “pobrezas múltiples” para referir al impacto de las
políticas neoliberales en América latina:
Las “múltiples pobrezas” no se agotan en el diagnóstico de las múltiples carencias
que hacen a la satisfacción de las necesidades tradicionalmente llamadas básicas,
como trabajo, vivienda, salud, educación, sino que abarca el estudio de una compleja
realidad de POBREZAS (en plural) en relación con carencias en la satisfacción de
necesidades fundamentales, pero no tan obvias, como la necesidad de protección o
cuidado, la necesidad de pensamiento reflexivo o de entendimiento y la necesidad de
participación política.
12
Thieberger M. y G. Braslavsky (1999) “La rebelión de la indiferencia”, Clarín, Zona, Domingo 15 de
agosto.
Destacamos dos aspectos acerca de la crisis de la lectura, en los discursos que
acabamos de ver: en primer lugar, se trata de discursos que la enmarcan en una crisis
económica y social, y que, con distintos matices y finalidades, indican, denuncian o
reclaman valores básicos de la modernidad: igualdad social, acceso al saber como camino
hacia el progreso, la escuela como institución ya sea transmisora de ese conocimiento, ya
sea formadora del sujeto para integrarlo al mundo del trabajo y de la cultura13. En segundo
lugar, para estos discursos, la crisis de la lectura es básicamente un problema de
comprensión (en los niveles más elevados del sistema educativo), una imposibilidad de
lograr una lectura crítica, y de acceso al código en el nivel inicial.
Subyace a este diagnóstico de la crisis de la lectura una representación de esta práctica
que la concibe como una interacción entre el “mundo del texto” y el “mundo del lector”, a
partir de la cual se asienta y delimita la producción de sentido (Ricoeur, 1995). Si bien, en
estos discursos, la lectura es considerada una práctica productora de sentido –en tanto se
espera de ella que el lector no solo acceda a la información que el texto vehiculiza sino que
se apropie críticamente de la misma-, la lectura debe además respetar los “límites de la
interpretación”, según la expresión utilizada por U. Eco (1992), y por ello plantea la
existencia de “problemas de comprensión”: no cualquier lectura está habilitada como
legítima desde esta perspectiva ya que si bien pueden desplegarse múltiples tipos de
lecturas críticas, hay un tipo de lectura que desde esta concepción no puede obviarse: la
que contemple “los límites semánticos del texto” (Eco, 1992). La escuela, desde este
enfoque, es la responsable de enseñar a “comprender” cuando se lee, y para las posturas
más radicalizadas que hemos visto, entre ellas la de Sirvent, también a leerlo críticamente.
La crítica es entendida como la posibilidad de cuestionar, disentir con lo que esa cultura
escrita vehiculiza, pero que primero es necesario conocer. En esta concepción, leer
críticamente es conocer al otro, comprender su lógica y razonar para refutar, operación que
se piensa privilegiadamente orientada hacia los discursos hegemónicos, por lo cual la
lectura crítica es parte del camino hacia la transformación social. La lectura es así una
praxis social que no está desvinculada de otras prácticas sociales de las que el sujeto
participa.
La modernidad, en sus distintas directrices, concibió a la lectura y a la escuela en un
haz de rasgos que van de pensarlas como espacio de pasaje y garantía hacia la
13
A.M.Chartier y J. Hébrard analizan, entre otros, el modelo de moderno de la lectura funcional (ya de
información, ya de placer) y de la lectura de formación (escolar o eclesiástica) que domina en los
discursos sobre la lectura hasta 1980 en Francia (1994: 577-583).
conversión disciplinada del sujeto en ciudadano, en lo político y cultural, hasta
pensarlas como el medio para la formación de un sujeto crítico hacia la realidad y los
discursos sociales. En ambos casos, la escuela al enseñar a leer cumple con un derecho
que se entiende universal del hombre: conocer la cultura (no solo el arte sino también la
filosofía, la ciencia y la técnica) y la historia en la que está inscripto, como modo de
integración social, y a la vez –en las posturas más radicalizadas- de habilitarlo para
entrar en diálogo, o en debate, con esa cultura colectiva e histórica. Es ese derecho el
que está en juego con la “crisis de la lectura” y por eso la “comprensión lectora” se
reclama como objeto de políticas de Estado.
Veremos a continuación los discursos del Plan Nacional de Lectura y de la
Campaña Nacional de Lectura, ambos puestos en funcionamiento en el año 2003. Nuestra
hipótesis es que ambos intervienen en las políticas lectoras desde una concepción de la
lectura diferente de la que predomina en los discursos que acabamos de analizar, con una
inscripción en el pensamiento posmoderno, a partir de lo cual construyen una
representación de la crisis también diferente, que orientará los pasos a dar en la
implementación de ambos planes. Nuestro análisis buscará describir la representación de la
crisis de la lectura que construyen, de la lectura misma (finalidad, objetos a ser leídos, rol
del lector) y de las políticas que promueven, en cuanto al rol del docente y de los espacios,
modos y rituales del leer.
14
La dirección electrónica es: http://www.me.gov.ar/curriform/p_lectura.html
15
A partir de ahora, en todos los casos, los destacados en las citas son nuestros.
El Plan se presenta así como una respuesta explícita a la crisis de la lectura, y no
solo va a sostener una representación determinada de esta práctica sino, en primer lugar,
de la crisis misma. Si los discursos previos hicieron hincapié en las dificultades de
comprensión lectora y en las dificultades para una apropiación crítica de contenidos
como caminos hacia la “equidad educativa” o hacia la “justicia social”, el PNL califica
esa mirada como “reduccionista” y a los discursos que la sostuvieron como
“apocalípticos”. Si aún no hay una explicación clara de estas apreciaciones, la
insinuación de que los chicos tienen sus posibilidades de “transitar la experiencia de
lectura”, nos permite ya ir inscribiendo este discurso en una concepción de la lectura de
la que destaca su carácter de “experiencia” y en la que se atribuye al lector un rol
protagónico. Esta última idea se ratifica cuando se sostiene en el texto La gran ocasión.
La escuela como sociedad de lectura, un ensayo, de acceso on line desde la página web
del PNL16, producido especialmente para este, para orientar la capacitación docente:
Esta es una idea que para algunos tal vez sea nueva: cada lector, cada lectora –en
su tiempo y su espacio, en su circunstancia personal concreta– construye su
propia lectura. No hay dos lecturas iguales de un mismo texto.
La gran ocasión (pp.16-17) prescribe también acerca del rol docente, y subraya
que no se trata de que este “traspase su lectura a los alumnos” ni que se dedique a llevar
“un control fehaciente y minucioso –como pretende la llamada comprensión del texto”
de todas y cada una de las lecturas de sus estudiantes. El docente debe comprender que
“no hay una lectura correcta”, ni desear imponer una clave de “interpretación oficial”. Y
que aún cuando el maestro posea conocimientos “no podrá ser el constructor del sentido
del otro. Puesto que, ya dijimos, cada uno construye personalmente su lectura, también
los niños pequeñísimos que no saben leer y escribir.”
Este discurso concibe a la escuela, entonces, ya no como la transmisora de un
saber socialmente elaborado a lo largo de la historia sino como la institución
“acompañante” (que debe dar confianza a los alumnos en su proceso de construcción de
sentidos) cuya función principal es “propiciar el encuentro entre textos y lectores”, es
decir, crear las condiciones para que el alumno o el docente vivencie la experiencia de
leer.17
La “crisis de lectura” no es concebida entonces como una falta de habilidades o de
acceso a códigos o de saberes que obstaculizan la comprensión de un texto. La gran
ocasión lo dice explícitamente: no se trata de “reparar una falta ni de llenar un hueco”.
Tampoco es un problema que se vincule con las desigualdades sociales. Reconocen
desigualdades –que la escuela debe reparar- pero estas son de “oportunidades” de
toparse con textos y vivir la experiencia personal de la lectura:
La escuela tiene la gran posibilidad de igualar oportunidades, pero no debería
verse esta promoción como la reparación de una falta. No se trata de llenar un
hueco, no se trata de que la escuela dé de leer como si la lectura fuese un alimento
o una medicina, un bien propiedad de unos (los sabios, los lectores avezados...)
otorgado como una dádiva a los otros (los niños, los ignorantes). (p.8)
17
Con el fin de reflexionar sobre el rol docente en la didáctica de la lectura en la universidad, hemos
establecido relaciones en otro trabajo entre algunos rasgos del PNL con las representaciones sociales de la
lectura en grupos de ingresantes a la Universidad de Buenos Aires (Pereira, M.C “Objetos, lecturas y
maestros: una aproximación a las representaciones de la práctica lectora en instituciones educativas
oficiales”. En Actas II Jornadas de Lengua y Literatura, UNGS, Los Polvorines, 2007).
siquiera sabe leer: lo que importa es la experiencia de lectura y lo que esta moviliza en
el sujeto; esa vivencia es lo valioso que una lectura puede dejar, y por eso nadie debe
interferir en ella, y por ello todos somos iguales al transitarla.18
El gran objetivo del PNL, como lo reitera una y otra vez desde su primera página,
es entonces propiciar el contacto entre el libro y el lector, de lo que derivan dos de sus
políticas principales: generar encuentros con docentes para que estos experimenten la
lectura y asuman esta nueva concepción para aplicarla en las escuelas, y distribuir
libros:
Desde la educación inicial hasta los niveles terciarios se propician
encuentros de lectura y reflexión con el objetivo de que haya cada vez más
lectores apasionados y críticos al mismo tiempo. Claro que ese encuentro entre
los lectores y los libros sólo es posible si hay libros. Por eso el Ministerio -a
través del Plan Nacional de Lectura - entrega año a año libros de ficción,
informativos y otros a estudiantes de todos los niveles de las escuelas del país, y
también a los docentes ...
Este último párrafo construye al lector ideal (Eco, 1993) previsto, al que se le
atribuyen dos rasgos: el apasionamiento y la capacidad crítica. Si el primero se entiende
como consecuencia de la experiencia misma (en la presentación del PNL se caracteriza
a la lectura como una experiencia “vital” y “potente”, y por eso se plantea el objetivo de
“formar lectores entusiastas”), como veremos a continuación, la capacidad crítica es
entendida en este discurso como la que orientará al lector en la elección del qué leer. No
se explicitan criterios para el ejercicio de la crítica, porque las elecciones son personales
y todas son legítimas y válidas. En este discurso, de fuerte filiación con el discurso
posmoderno, aflora en la representación del destinatario de sus políticas (el alumno de
la escuela argentina, y también el docente) una concepción empirista, sensualista19 de
sujeto: es la lectura en tanto experiencia el punto de partida hacia un conocimiento de
cuya construcción el sujeto es artífice principal, fundamentalmente a partir de las
18
Esta concepción que valora la lectura como experiencia se encuentra fundamentada en el texto de B.
Lahire (2004), “Conclusiones. Del consumo cultural a las formas de la experiencia literaria”. Allí afirma
que “la lectura como experiencia social se sitúa en el marco de una teoría de la acción individual.” Cabe
destacar, sin embargo, que Lahire aclara que la sensibilidad de cada lector frente al texto depende de las
posibilidades que cada uno tiene de entrar al mundo de éste, en cuanto a competencias culturales.
También es de señalar que las reflexiones de Lahire se desprenden de investigaciones que él realiza en la
Francia de los ’90, un país con una situación socioeconómica muy distinta a la nuestra.
19
Los filósofos empiristas, cuyos representantes más destacados han sido J. Locke (1632-1704), como
más tarde D. Hume ((1711-1776), con quienes se emparienta el filósofo francés sensualista, E. Condillac
(1715-1780), han considerado a las sensaciones, percepciones y a la experiencia como la base del
pensamiento y de todo conocimiento. Ver Locke (1690) Ensayo sobre el entendimiento humano;
Condillac (1746) Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos; Hume (1751) Investigación
sobre el entendimiento humano.
sensaciones que esa lectura le produzca. Es su experiencia personal la que importa como
base del conocimiento, y por eso en forma autónoma podrá construir sus propios
sentidos, sus propios criterios de lectura y de elección de textos; y en la medida en que
emana de esa experiencia personal, el conocimiento es de por sí valioso (todos los
saberes lo son, y no ya solamente el que consagran los cánones oficiales). Este sujeto ya
no puede concebirse sin la cualidad del ser libre, característica cuya puesta en
funcionamiento es posible en la medida en que se sostiene en el rasgo anterior. La
libertad se manifiesta en construir el sentido que cada uno lee y en la elección de los
objetos de lectura. Veremos a continuación cuáles son esos objetos que esta mirada
privilegia.
20
http://www.me.gov.ar/curriform/masplectura4.html
como así también aquellos que son reconocidos exclusivamente en la zona en que
residen”. Una de las colecciones más representativa del PNL es la llamada Leer X leer
(para alumnos de EGB 3 y Polimodal) que –tal como es presentada- “se caracteriza por
la variedad y cantidad de su oferta. Comprende cuentos, poemas, artículos periodísticos,
discursos, canciones, cartas, relatos de viajes, descripciones de cuadros, novelas, obras
de teatro y ensayos.”
El Plan justifica este énfasis puesto en la cantidad y en la variedad en la
necesidad de ofrecer “mucho y ya”: “En el caso de la lectura, que alguien espere o exija
‘de todo, mucho y ya’ nos remite a un lector ávido, curioso, sacudido por la urgencia de
zambullirse en la cultura escrita”, representación que coincide con la del sujeto que
hemos visto como el previsto como destinatario (sensible, emotivo, libre), al que se
piensa como espontáneamente deseoso de atravesar la experiencia de leer (tiene
“curiosidad” por la cultura escrita). La cultura escrita, por su parte, está puesta en
escena como un objeto deseado, buscado, como aquello que no abunda, que no es
sencillo encontrar pero es requerida con urgencia por todos, para “zambullirse” en ella,
como en una pileta en el verano.
También se aclara que a la hora de elegir entre los textos clásicos o los
populares, el PNL ofrece ambos, y justifica, citando a la especialista Genevieve Patte:
Patte propone: "Derribar los tabiques entre la cultura reconocida, la que enseña y
la cultura en la cual viven los jóvenes. Admitir caminos que no son los nuestros,
aceptar que se tomen atajos: estas actitudes son difíciles de adoptar pero son
indispensables si se quiere que los chicos construyan ellos mismos su propia
cultura. Lo previo a toda lectura personal y, por lo tanto, lo interesante es el
surgimiento de la curiosidad, la interrogación, tanto para la lectura de ficción
como para la de información". Así (en el Leer X Leer) encontramos textos de
Jorge Luis Borges y Sting, Pablo Neruda y Peteco Carabajal, Miguel de
Cervantes Saavedra y Charly García, Graciela Cabal y John Lennon, Norah
Lange y León Gieco, Julio Cortázar y Alejandra Pizamik, Juan Carlos
Dávalos y Sor Juana Inés de la Cruz, Groucho Marx y Domingo Faustino
Sarmiento, Violeta Parra y Virginia Wolf.
La propuesta de Leer X Leer es "De todo, mucho y ya" para que nuestros jóvenes
estudiantes encuentren, entre un amplio universo de textos y autores, aquellos con
quienes iniciar o desarrollar su autobiografía lectora. Todo un desafío en el que
21
Este fenómeno ya había sido identificado por Eugenio Montale en Italia, en 1961, según lo señala el
mismo Petrucci (1998:538).
el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, a través del Plan Nacional de
Lectura, desea afirmar su presencia y su compromiso.
Si frente a una oferta de comida un comensal afirma que desea "de todo, mucho y
ya", el autor de la respuesta será catalogado como una persona ansiosa,
incontinente, con dificultades para discriminar, para soportar la espera y las
frustraciones; valores todos considerados socialmente como negativos.
Imaginemos, en cambio, otra escena donde la oferta no sea de alimentos sino de
lecturas, entonces la valoración del autor cambiará de signo, sobre todo si los
comensales son jóvenes que están construyendo su historia como lectores.
Esta perspectiva otorga, como vemos, una gran importancia a las “biografías
lectoras”; no solo explícitamente a lo largo del PNL se indica que el objetivo es que los
alumnos vayan construyendo su propia historia personal como lectores, sino que
además se señala que las actividades que el Plan despliega con los docentes buscan
estimularlos para “recuperar su propia historia como lector”, para valorar “esa
autobiografía, que la hace digna de ser la historia de un lector”. Todo recorrido es
valioso desde este enfoque, porque lo que importa es el sujeto: respetar sus gustos (“un
buen mediador debe orientar a cada chico según sus gustos”), respetar los sentidos que
construya y su libertad de elección.
No nos parece casual la emergencia del término “biografía” en este discurso.
Como ha señalado L. Arfuch (2002: 17), hay en la cultura contemporánea discursos de
exaltación de la singularidad, para los que el testimonio, el relato de vida, “la propia
experiencia” se constituyen en un núcleo esencial de tematización. Arfuch considera a
estos discursos como propios de la posmodernidad en los que la exaltación del sujeto es
un correlato “de la muerte anunciada de los grandes sujetos colectivos –el pueblo, la
clase, el partido, la revolución.” En este sentido, el PNL opera según esta lógica: la
invitación a leer es para autoconstruirse como individuo al margen de los destinos
colectivos.
22
Todas las citas referidas a la Campaña Nacional de Lectura han sido extraídas del sitio de la misma que
figura en la página Web del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, en
http://www.me.gov.ar/lectura/index.html (consultado:10/10/2007).
La lectura es presentada como una actividad positiva en sí misma (leer se
vuelve un “verbo intransitivo”, parafraseando la expresión de A. M. Chartier y J.
Hébrard) y que de por sí desarrolla un criterio lector. Se suscribe a la vez a las ideas de
la lectura funcional/ utilitaria y de la lectura “por placer” (A M. Chartier y J. Hébrard
(1994:515-516), pero sin problematizar la cuestión de la comprensión, ni las habilidades
que la lectura demanda. Además de constituir una experiencia que hace que
“imaginemos situaciones y despertemos emociones”, de modo espontáneo la lectura
“activa procesos mentales”, “amplía el universo simbólico”, permite la elaboración de
hipótesis, desarrolla distintas posibilidades de pensamiento. A partir de la experiencia,
la lectura, según la CNL, provee de criterios al lector, le permite elegir mejor y en
consecuencia, vivir mejor. El entimema se completa con la idea de que una vida mejor
es producto/depende de elecciones que lleva a cabo este lector, lo cual presupone no
solo su libertad sino también la ausencia de límites –sociales, educativos, económicos-
para ejercerla.
A esta representación del poder de la lectura, se suma otro argumento, que
recupera un valor propio de la pedagogía tradicional: la lectura permite ampliar el
vocabulario lo cual es ponderado desde este discurso como una adquisición que
facilitará la expresión de la subjetividad individual pues ofrece“las palabras para
expresarse”, para explicar deseos, angustias o necesidades.
La lectura es entonces entendida como una acción individual y libre realizada en
la esfera privada o en el espacio público; el lector lee por sí solo y por gusto, y así
construye criterios para sus elecciones. Estos rasgos se inscriben en lo que el
investigador A. Petrucci caracteriza como los “nuevos modos de lectura de masas”, en
los que los lectores no son guiados ni técnicamente ni ideológicamente y están basados
en un único imperativo:“leo lo que me parece” (Petrucci, A., 1998:540).
En lo que se refiere a los objetos seleccionados, al igual que los del PNL, son
variados pero, en este caso, predominan los textos literarios breves de autores
nacionales. Se infiere la voluntad de editar obras de escritores locales, sobre todo en las
campañas provinciales; la difusión de cuentos de autores consagrados, como Borges y
Cortázar, en campañas vinculadas con las efemérides; y las selecciones temáticas como
las asociadas al deporte o con miradas desde el género para campañas que se desarrollan
en espacios alusivos como peluquerías y canchas de fútbol.
En cuanto a las campañas específicas realizadas entre los años 2003-2006
sobresalen dos rasgos distintivos. El primero es la equivalencia que supone entre
distribución de libros y derecho a la lectura y el segundo es la propuesta de lectura en
espacios no convencionales.
La descripción de la mayoría de las campañas emprendidas desde el 2003 tiene
una estructura similar que da cuenta de la importancia que se le asigna al reparto de
libros: en las primeras líneas figura el número de libros entregados, el lugar y el
auspiciante, patrocinador o institución que colaboró en la distribución. La campaña
Cuando lees, la pasás mejor, que viene desarrollándose todos los veranos se resume del
siguiente modo:
Siguiendo la estructura de los dos años anteriores, durante el verano de 2006
se distribuyen otros 750.000 ejemplares de cuentos en los centros turísticos
más importantes del país, acompañando las bibliotecas instaladas en Mar del
Plata y en Miramar. En esta oportunidad se llevó a cabo conjuntamente con la
Secretaría de Turismo y con el apoyo del Banco Santa Cruz, Coca Cola, Radio
Mitre y Fundación Noble.
23
El contacto con el libro en lugares no convencionales es considerado motivación suficiente para leer:
los libros son a veces entregados a los lectores directamente (en la cancha, en la terminal de ómnibus),
otras veces, a intermediarios como peluqueros, médicos pediatras o taxistas cuyos lugares de trabajo los
convierten en colaboradores de la Campaña a través de convenios con sindicatos, empresas o sociedades
como la de Pediatría.
La asociación de la práctica lectora con momentos habitualmente desperdiciados
(la espera en la peluquería, el viaje en el taxi) la vinculan, en esta representación, con la
idea de pasatiempo, brevedad, discontinuidad y escasa contextualización; cuando esta
práctica se asocia con momentos de distensión, de descanso o de recreación (el “pasarla
bien” propio de las vacaciones, la pasión futbolística) se pone énfasis además en la
emotividad, rasgo que es ponderado en especial en los discursos hacia los jóvenes24. En
estos casos, la finalidad de la lectura que se contempla está vinculada fundamentalmente
con el placer, con el “pasar un buen momento”, con el entretenimiento.
A. Petrucci (1998) ha señalado un fenómeno vinculado con el desarrollo
tecnológico de los medios audiovisuales, propio de los años 80 en Europa y en Estados
Unidos, generador de un “desorden en las lecturas”, que supone “exactamente lo
contrario de la lectura tradicional, lineal y progresiva, mientras que está muy cerca de la
lectura en diagonal, interrumpida, a veces rápida, a veces lenta, como es la de los
lectores desculturalizados”. Este tipo de lectura, que el autor vincula con el zapping, es
encarada por nuevos lectores, mayoritariamente jóvenes, que “rechazan o utilizan de
manera poco común los soportes habituales de la operación de lectura como la mesa, el
asiento, el escritorio”. Se lee de cualquier manera y en cualquier lado, los objetos se
manipulan y no se conservan en un lugar fijo, se tiran o se descartan. El hábito de
lectura, concluye Petrucci, “no se vincula con el de la formación o el aprendizaje sino
con el consumo”. Si bien desde la CNL se promueven formas tradicionales de lectura
(campañas del tipo Las abuelas y los abuelos leen cuentos), se incorporan acciones que
parecen responder a la competencia del libro con las nuevas tecnologías, que estarían
actualmente ocupando centralmente el interés de los jóvenes, y por eso la CNL se
esfuerza por mostrar la lectura como una experiencia que también puede ser
emocionante, rápida, entretenida (Cuando lees, la pasás mejor) y que además –
previendo un destinatario pragmático que busca sacar provecho de toda acción que
realice- “nos mejora la vida” y nos proporciona algún tipo de ganancia: “Cuando leés,
ganás siempre”, señala la campaña en las canchas de fútbol.
Esta representación de la lectura promueve un tipo de lector/elector no tan
lejano del que a través del zapping elige sus programas de TV. Un lector que Petrucci
24
"Queremos recuperar la pasión por la lectura, si logramos generarla en la juventud, solo eso, nos va a
permitir tener un futuro mejor”, afirmó el ministro D. Filmus, en la 31ª Feria de Libro, en ocasión de
presentar una de las colecciones que se integran a la Campaña (“Tenemos que lograr que el libro vuelva a
ponerse de moda”, MECyTN, Portal Educar http://portal.educ.ar/noticias/educación-y-sociedad/tenemos-
que-lograr-que-el-libr.php; consultado 18/11/2007)
(1998) ha denominado “posmoderno y anárquico” para quien “la ausencia de una
localización segura [de los libros], hace difícil, sino imposible, una operación que se
repetía en el pasado: la de la relectura de una obra ya leída, y que derivaba
estrechamente en una concepción del libro como un texto para reflexionar, aprender,
respetar y recordar; muy diferente del concepto del actual libro como puro y simple
objeto de uso instantáneo, para consumir, perder o inclusive tirarlo en cuanto se ha
leído” (Petrucci, A., 1998: 546).
A la crisis de la lectura denunciada por los discursos inscriptos en la
modernidad, a los que nos referimos en primer lugar, la Campaña ha respondido con
una entrega importante de libros en forma gratuita en espacios diversos y a la vez
promoviendo una nueva forma de leer, que agrega a las otras, aún cuando se distancia
de muchos de los valores que la modernidad le había atribuido a la lectura.
Conclusiones
Hemos visto la presencia de discursividades sobre la lectura en la Argentina
vinculadas a dos momentos políticos diferentes. Un primer caso, discursos emergentes a
partir de la crisis social, económica, educativa y política que atravesó al país en los años
‘90 y que estalló en los episodios del 2001, como consecuencia de la aplicación de
políticas neoliberales. Se trata de discursos sobre la lectura que hemos inscripto en la
modernidad, entendiendo que esta abarca desde sentidos disciplinadores hasta
contestatarios, que atravesaron la historia de la escolaridad en la Argentina, y que han
centrado su preocupación en la cuestión de la comprensión lectora, y en algunos casos
en la formación de un lector crítico.
En el segundo caso analizado, los discursos del PNL y de la CNL, hemos
señalado vínculos con la posmodernidad en la exaltación de la subjetividad y en la
representación de la lectura como experiencia. En el PNL se evidenció una posición
polémica respecto de las concepciones tradicionales de la lectura, en particular con la
comprensión lectora, reivindicando la libertad del sujeto para construir sentidos. En el
caso de la CNL, los vínculos con la posmodernidad los identificamos particularmente en
la representación de la lectura que surge de los nuevos espacios y hábitos que promueve
desde algunas de sus campañas.
Hemos visto que ambas discursividades no solo sostienen representaciones
diferentes de lo que es la lectura sino que además conciben la crisis de la lectura de un
modo también diferente. El Plan y la Campaña no establecen en sus discursos una
relación entre crisis económica y lectura, y pareciera que aquella, en todo caso, la ha
afectado solamente en cuanto al acceso al objeto libro. Por eso promueven ese contacto
y, aunque no lo sostengan explícitamente, es probable que se inspiren en la idea de que
las lecturas extracurriculares, diversas, placenteras constituyen un camino también hacia
la mejora de los logros educativos25.
En este sentido, leemos estos programas oficiales lanzados en el año 2003 más que
como una respuesta a “la crisis de la lectura” planteada por los discursos en torno al año
2001, como un retome que traza una continuidad con el debate abierto tras la apertura
democrática, después de la última dictadura militar en nuestro país, en los años ‘80. De
un modo transgresor, a su manera, el PNL y la CNL construyeron una respuesta a lo que
fue la historia de la lectura en la escuela previa al neoliberalismo: a la censura de la
dictadura, al control disciplinador a través de la imposición de cánones y de sentidos
morales y políticos. Es a esa historia a la que parecen responder estos planes más que al
país devastado que por entonces recibían tras la crisis, sin considerar las barreras
culturales que la marginación social había impuesto en la relación con la cultura escrita,
como lo señalaban los discursos sobre la crisis de comprensión lectora.
Resulta ilustrativo al respecto un artículo reciente de Mempo Giardinelli –uno de
los asesores principales del PNL, para el que selecciona textos, participa en su edición,
en la escritura de los prólogos y presentaciones, entre otros- en el que atribuye el
“desprestigio del libro”, de la lectura, la biblioteca y el conocimiento, así como el hecho
de que “los argentinos dejamos de ser un pueblo lector” a las consecuencias de la
dictadura, que “tardaron muchos años en evidenciarse”.26 Entre la dictadura y la
25
Por ejemplo, C. Braslavsky, funcionaria del sistema educativo argentino durante los años ’90, en el
Congreso Internacional sobre ”Calidad, Equidad y Educación” (Donosita, 28 y 29 de agosto de 2003)
relativizó la relación entre logros educativos y diferencias sociales y culturales y destacó “datos nuevos”
que “desmitifican algunas variables explicativas tradicionales de los logros. Por ejemplo el tiempo
dedicado a las tareas en la casa tienen un efecto débil. Pero en casi todos los países la lectura por placer y
la frecuentación de las bibliotecas orientadas a tal cosa tienen un efecto importante, no solo en
comprensión lectora sino en los logros en ciencias (PISA, Informe Nacional de Canadá).” Braslavsky, C.
y G. Cosse, “Panorama Internacional sobre Calidad y Equidad en la Educación”. Sin embargo, el país que
ofreció como ejemplo es Finlandia, que posee el índice más bajo de desigualdad social, según el mismo
estudio PISA que ella cita.
26
El artículo, con una fuerte inspiración en algunos aspectos de la concepción de B. Lahire que hemos
mencionado, se titula “El desaparecido que faltaba: la lectura”, Perfil, 8/12/2007, y en él realiza el
siguiente “diagnóstico”: “En marzo de 1976, con la instalación de la Junta Militar se impuso también
(entre tantas funestas políticas de Estado) el discurso autoritario y perverso de que leer era peligroso y
entonces había que censurar y prohibir. El trabajo intelectual y su instrumento mejor –el libro– fueron
declarados subversivos. (…) Millones de libros se quemaron, bibliotecas enteras fueron destruidas, y con
ello la lectura fue la gran perseguida. Y se convirtió en lo que acaso pueda considerarse el más sutil de los
desaparecidos. El resultado tardó muchos años en evidenciarse y su consecuencia está a la vista: se
desprestigiaron el libro, la biblioteca, la lectura, el conocimiento, y los argentinos dejamos de ser un
pueblo lector.”
actualidad no parece percibir agravantes en cuanto a la lectura, más que “la falta de
calidad” que impuso el mercado del libro posteriormente.
Si nuestro objeto son los discursos, pero si éstos operan como orientadores de las
prácticas, queremos finalizar este trabajo con algunos datos sobre el estado actual de la
lectura en el espacio educativo. Hasta el momento, no hay datos oficiales nacionales
sobre los efectos de las políticas implementadas a través de estos planes, ni en lo que
hace a la lectura en la escuela ni fuera de ella. De modo que no tenemos datos certeros
de cómo este modo de concebir la lectura y promoverla incide, en países como el
nuestro, en la permanencia del alumno en el sistema educativo. Aspecto crucial para la
integración social y la inserción en el mundo del trabajo.27
Con los que sí contamos son con los datos que ha proporcionado recientemente
el estudio PISA 2006, que al volver a analizar el estado de los alumnos secundarios en
comprensión lectora, encontró a la Argentina mucho peor que en el año 2000.28 En
aquel entonces, nuestros estudiantes habían alcanzado un puntaje que rondaba los 420
puntos, mientras que actualmente no superaron los 380, con lo cual el país quedó
ubicado en el lugar 53 entre los 57 países que participaron de la experiencia. Argentina
tuvo el rendimiento más bajo de los países latinoamericanos y volvió a situarse por
debajo del promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE). El estudio indicó, además, que la Argentina es el país
que más descendió en este aspecto entre el año 2000 y el 2007, y que es la nación
latinoamericana con mayor inequidad educativa, es decir, es la que presenta mayor
desigualdad entre las escuelas: mientras algunas tuvieron un buen rendimiento, otras
tuvieron pésimos resultados.
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ilustrado y el lenguaje, Buenos Aires, Eudeba.
27
Para este aspecto véase el estudio OCDE (2001) sobre el caso europeo: “La probabilidad de obtener un
empleo de alta calificación en Europa es (en la mediana) de 20% para los que tienen menos de enseñanza
media, 40% para los que la completaron y 70% para los que completaron la enseñanza terciaria.”
28
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