Tingladoeternacomediai Mrojas
Tingladoeternacomediai Mrojas
Tingladoeternacomediai Mrojas
Margarita Rojas
Álvaro Quesada
Flora Ovares
Carlos Santander
EN EL TINGLADO
DE LA ETERNA COMEDIA
Tomo I.
Teatro costarricense
1890-1930
Miguel de Cervantes
ÍNDICE
ANEXOS
#1. Dramaturgos costarricenses 189
#2. Cronología de acontecimientos teatrales de
Costa Rica: 1883-1932 191
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Obras literarias (1890-1930) 199
2. Crítica e historia de teatro costarricense
(1890-1930) 201
3. Crítica e historia de la literatura
Costarricense 204
4. Teoría e historia 206
5. Historia de Costa Rica 207
ACTO PRIMERO
ENTRE BAMBALINAS
1
Ricardo Fernández Guardia, Costa Rica en el siglo XIX. (Antología de viajeros) 1929
(3a. edición: San José: EDUCA, 1982) pp. 32-33. Por otro lado, la imprenta no llegó
al país sino hasta 1830.
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2
Gray Casement, «A Central American Arcadia» en Ricardo Fernández
Guardia, Cuentos ticos. Short stories of Costa Rica (Cleveland, The
Burrows Bros., 1905) pp. 26 y 51-52; traducción nuestra.
3
Para las fechas de nacimiento y muerte de los escritores, consúltese la
cronología #1, en la parte de anexos.
4 Véase Letras (Universidad Nacional, ns. 8-9 (1981) pp. 289-331; M. Castro R. publicó algunos documentos en su
antología (1966); A. Segura también reprodujo en su tesis (1983) los que se publicaron en Letras.
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5 Sobre el problema del español de América también existe otro antecendente en Bello, quien en
1847 publicó su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, en la que
defendía los derechos de los americanos a participar en los cambios del idioma y, al mismo
tiempo, la necesaria unidad de la lengua en España y las naciones americanas, Enrique Anderson
I., Historia de la literatura hispanoamericana (t. I, México: Fondo de Cultura Económica, 1954)
pp. 200-201.
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TEATRO COSTARRICENSE 1890-1930 20
6
"Concho" se denominaba en Costa Rica al campesino o al hombre de pueblo, en
contraposición al "leva", hombre de la ciudad y de clase media o alta. Concherías
(1905) tituló Aquileo J. Echeverría -el poeta de Costa Rica al decir de Darío- un libro
de cuadros folclórico-costumbristas, escritos en versos octosílabos asonantes, que
describen tradiciones y costumbres campesinas y populares.
7
Sobre este término y sus connotaciones en los usos ideológicos costa-
rricenses, cfr. Gaetano Cersósimo, Los estereotipos del costarricense, 1975
(2a. edición: San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1986) y
María Amoretti, Debajo del canto. Un análisis del Himno Nacional (San
José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1987).
8
Sobre la plebe urbana, sus orígenes y características, cfr. Víctor Hugo
Acuña, Los orígenes de la clase obrera en Costa Rica: las huelgas de
1920 por la jornada de ocho horas (San José: CENAP-CEPAS, 1986).
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9
Sobre el mito de la edad de oro en las representaciones literarias y
culturales costarricenses, ver: Alvaro Quesada, La formación de la
narrativa nacional costarricense (San José: Editorial Universidad de Costa
Rica, 1986) y Luis Ferrero, Sociedad y arte en la Costa Rica del siglo XIX
(San José: Editorial Universidad Estatal a Distancia, 1986).
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10
Víctor Hugo Acuña e Iván Molina, El desarrollo económico y social de Costa Rica:
de la Colonia a la crisis de 1930 (San José: Alma Mater, 1986) p.111.
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11
Acuña, p.11.
12
Cfr. Gerardo Morales, "Cultura nacional-popular e intelectuales" en Memoria y
cultura popular costarricenses, San José: CENAP, 1986 y Alvaro Quesada, La voz
desgarrada (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1988) caps. I y III.
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13
Joaquín García Monge, Obras escogidas (San José: EDUCA, 1974) p.243.
14
Carlos Francisco Monge, La imagen separada (San José: Instituto del Libro, Ministerio de
Cultura, Juventud y Deportes, 1984) p. 97.
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31
costumbrista de las obras. El personaje campesino o popular,
que en Gagini aparecía desde una perspectiva humorística
y en lugares marginales, se contempla ahora con una mirada
sentimental y en papeles protagónicos. Otro sector social
importante, el profesional, abogados o médicos, se abre paso
en la galería de los personajes dramáticos y, con él, los temas
del trabajo y el esfuerzo, que sustentan una nueva ética y un
nuevo ideal de hombre. Por otra parte, la creciente preocupa-
ción estetizante origina un teatro de reminiscencias moder-
nistas y decadentistas. Se prefieren los ambientes y los temas
cosmopolitas, tendencia ésta que culmina en la producción en
francés de Castro Fernández. Con más frecuencia que las obras
narrativas, las dramáticas tratan temas psicológicos o filosófi-
cos abstractos, cuya acción no se ubica en un lugar específico
concreto, o bien se sitúan en algún lugar exótico como la
España medieval o la Italia renacentista.
De tal manera que en el teatro de la época coexisten los
subgéneros del drama burgués, con el predominio de los
temas del matrimonio y el adulterio, la comedia costumbrista
y una especie de teatro poético. Esta escisión temática y
estética no es ajena a la oscilación entre una literatura preocu-
pada por los asuntos sociales y morales de la sociedad y un arte
para el deleite estético. El fenómeno se manifiesta incluso
dentro de la produción de un mismo escritor: José Fabio
Garnier, por ejemplo, escribe tanto obras del primer tipo como
algunas que intentan colocarse dentro de la última tendencia.
Los temas trazados por la generación del Olimpo se
complican y desarrollan en el nuevo teatro, siendo de particu-
lar importancia los del matrimonio y la familia. El núcleo
familiar se reduce muchas veces: de patriarcal y amplio se
restringe a la relación de pareja, en la misma medida en que la
acción se desplaza del campo a la ciudad.
La lucha contra la dictadura, que llevó a la caída de
Tinoco en 1919, había engendrado en los grupos populares y
radicales esperanzas de renovación política. Pero en el nuevo
15
Mario Sancho, Memorias (San José: Editorial Costa Rica, 1961) p.99.
16
"Un tanto contradictoriamente --afirma José Luis Vega-- el auge económico de los años 20 fue, al
mismo tiempo, el proceso que agotó el programa del régimen oligárquico, en combinación
directa con las tendencias del capitalismo mundial que desembocaron en la Gran Crisis, para
dar paso al ascenso de diversos sectores sociales nuevos que buscaban reacomodo dentro del
sistema económico y político de la época", José Luis Vega, Hacia una interpretación del
desarrollo costarricense: ensayo sociológico (5a. edición: 1986, San José: Editorial Porvenir) p.
294.
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33
generación e indudablemente influyeron, al igual que otros
hechos históricos determiminantes en el nivel internacional, en
la formación de un grupo más joven. Sin embargo, serán la
Primera Guerra Mundial y, en lo interno, la fractura del
régimen liberal, los que dejarán su impronta en esta nueva
generación.
En la historia literaria de estos años, predominan los
nombres de los poetas, que llevan a su apogeo las tendencias
modernistas, se aventuran en las estéticas postmodernistas y
gestan una fuerte conciencia lírica que posibilitará las innova-
ciones posteriores. Entre ellos destacan Rafael Cardona,
Rogelio Sotela, José Basileo Acuña, Julián Marchena, nom-
bres consagrados por la crítica nacional. Junto a ellos, el
periodismo literario se profundiza en diversas vertientes: la
humorística, representada por Francisco Soler y Miguel Án-
gel Obregón; la política, en Vicente Sáenz, Otilio Ulate y
Octavio Jiménez; la cultural, con León Pacheco, Joaquín Var-
gas Coto, Abelardo Bonilla y Cristián Rodríguez. Vargas Coto
identifica a un sector de esta generación como el "grupo del
Morazán" (nombre de un céntrico parque de San José) en el
que se encontraban los poetas Marchena y Cardona, el perio-
dista Obregón y los dramaturgos Camilo Cruz Santos y So-
ler17. Por su parte, Cristián Rodríguez recuerda la existencia
de tertulias y cenáculos, en los que se daban cita intelectuales
tanto de este grupo como de generaciones anteriores. Uno de
sus lugares de reunión fue la librería Lectura Barata, cuyas
importaciones facilitaron el contacto con importantes corrien-
tes de la época: desde la generación del '98 española, los
modernistas y el arielismo hasta el anarquismo y las filosofías
contemporáneas alemana y francesa. El mismo grupo patroci-
TEATRO COSTARRICENSE 1890-1930
17
Joaquín Vargas Coto, "El grupo del Morazán", La nación (20 de mayo de
1955) cit. por A. Bonilla, Historia de la literatura costarricense (3a. ed.:
1986, San José: Editorial Studium) pp. 188-190.
18
Cristián Rodríguez, "In memoriam Paco Soler" en Brecha (n. 9, año 1, mayo de 1957) pp.4-8.
19
Justo A. Facio, "Carta literaria" en Athenea (t. II, n. 7, 1 de noviembre de 1918) p. 432.
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35
do hacia 1890, empezó a ser desplazada por el cine
importado, hasta llegar prácticamente a desaparecer en la
década de 1930. Durante esta época culminó también el
paulatino proce-so de sustitución, en las ideologías y las
prácticas de la oligarquía costarricense, de Europa por los
Estados Unidos. La nueva metrópoli económica y política,
poco a poco se convertía también, con el desarrollo de los
medios masivos de comunicación, en la metrópoli cultural de
una nueva cultu-ra de masas. La crisis mundial de 1930, con su
secuela de inflación, desocupación y miseria, ahondó el
creciente movi-miento de proletarización que se había hecho
patente ya en los bordes del siglo, y provocó la aparición de una
conciencia revolucionaria: en 193l se fundó el Partido
Comunista de Costa Rica y en 1934 conmovió al país una
enorme huelga que paralizó las plantaciones bananeras de la
costa Atlántica. Se iniciaba la desintegración de la vieja
república liberal.
Prestidigitadores y saltimbanquis:
teatros y espectáculos
C
ontra lo que podría esperarse de un país carente,
hasta donde se conoce, de una tradición teatral
colonial, el panorama del espectáculo en la Costa
Rica de principios de siglo muestra una gran com-
plejidad en varios aspectos. Al lado de una tendencia a
producir un tipo de espectáculos restringidos a la élite y a
separar incluso los lugares de su disfrute de acuerdo con
concepciones clasistas, el carácter mismo de los espectáculos
y ciertas condiciones socioeconómicas del país propiciaban
un proceso de popularización del consumo de aquéllos.
Junto a esto, desde mediados del siglo pasado, las
relaciones del mercado habían propiciado la apertura del país
a Europa y Sudamérica y roto el relativo aislamiento heredado
de la Colonia. A falta de universidades, algunos miembros de
las familias oligárquicas estudiaban fuera y, en general, los
intelectuales comenzaban a tomar contacto con personalida-
20
des políticas y literariasTEATRO COSTARRICENSE
del exterior . Por1890-1930
otro lado, al igual
20
El país contó también con la presencia de distinguidos intelectuales y políticos,
como el Dr. Antonio Zambrana, que vivió en Costa Rica treinta años, Rubén Darío,
que permaneció y colaboró en varios periódicos y revistas 1931.
21
Es necesario advertir que no existe hasta el momento ninguna investi-
gación exhaustiva que recoja, ordene o analice, los materiales sobre el tea-
tro costarricense del período 1890-1930, tampoco sobre la crítica apare-
cida en periódicos o revistas, ni los posibles archivos de los teatros. T-
ampoco se han conservado muchas obras, de las que se sabe fueron
representadas por otras referencias de sus autores o periodistas. No se ha
realizado una investigación rigurosa ni fidedigna sobre la producción
espectacular del período: escenografías, montajes, vestuarios, directores,
etc. La información con que se cuenta proviene del libro Historia del
teatro en Costa Rica (San José: Alsina, 1942), un recuento más bien
subjetivo y anecdótico de un periodista hispanocostarricense aficionado a
la farándula, Fernando Borges, reeditado con el título -más fiel a su
contenido- Teatros de Costa Rica (San José: Editorial Costa Rica, 1980)
y del libro de Daniel Marranghello, El cine en Costa Rica, 1903-1920
(San José: se, 1988) una seria y bien documentada investigación que,
además de los datos sobre el cine, aporta también alguna información
sobre los espectáculos en general de Costa Rica de ese período.
22
Borges, op. cit., p. 37. Se tienen noticias que desde 1837 existía un local en la Plaza
Principal de San José para exhibiciones teatrales, autos sacramentales, que se
organizaban quincenalmente y excluían a las mujeres. El segundo salón-teatro se
construyó en San José en 1846, para doscientos espectadores sentados y pasillo
para orquesta, fue inaugurado con un grupo de aficionados al teatro que incluía a
una mujer y daba funciones cada domingo. En 1850 se construyó el Teatro Mora,
reestrenado en 1861 como Teatro Municipal, cuyo diseño se calcó de un teatro de
Lima. Para su inauguración, un veterano actor español formó un conjunto de
aficionados costarricenses, quienes prepararon una comedia de Bretón de los
Herreros que finalmente presentaron en el salón de la Universidad. Compañías de
variedades y teatro actuaron casi ininterrumpidamente en el Teatro Mora. En San
José existían también, según la información de Borges, el salón de la Universidad,
utilizado para "conferencias, conciertos y espectáculos serios", un Circo de toros, el
Salón Chaves y salones de teatro improvisados en Heredia, Cartago y Alajuela;
véase Borges, op. cit., pp. 13-35.
23
Instituto Costarricense de Turismo, El Teatro Nacional (San José, 1967, snp).
24
Loc. cit.
25
Olga Marta Barrantes, Antología comentada de la literatura dramática costarricense del período
comprendido entre 1809 hasta 1920 (tesis, mimeo, Universidad de Costa Rica, 1978) p.35 y
Astrid Fischel, El Teatro Nacional de Costa Rica (San José, 1992) p.317. Este último libro se
publicó después de la redacción de este trabajo y posee información adicional sobre la historia
del Teatro Nacional que no se ha podido recoger aquí.
26
Cit. por Barrantes, p.36.
27
Ibid., p.34
28
Para pintar el "plafón" de la escalinata principal, que representa recolectoras de café y
cargadores de banano, el pintor milanés J. A. Villa tuvo que recurrir a fotografías, ya que jamás
había visto productos o escenas tan ajenos a la "civilización occidental".
29
Ferrero, p.146. Dos pequeñas alegorías pintadas por el italiano Paolo Serra fueron sustituidas
posteriormente por otras realizadas por Povedano.
30
En El Heraldo (22 de marzo de 1894), reproducido en Barrantes, p. 39. La venganza de un poeta
de Emilio Pacheco Cooper (1865-1905) se estrenó en el Teatro Nacional en 1900. Su texto no
se conserva.
31
Víquez, cit. por Alfonso Jiménez, "El Teatro Nacional" en Reproducción
(San José, t. 12, n. 190, agosto de 1930) p.206.
32
Ibidem.
33
Borges, p. 47.
34
Borges, p.47.
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EN EL TINGLADO DE LA ETERNA COMEDIA 45
35
Hasta los inicios de la década de 1970 aún se prohibía ingresar a la platea o los palcos del Teatro
Nacional, a los caballeros que no llevaran corbata y a las damas que vistieran pantalones.
36
Borges, p. 54.
37
La primera en arruinarse fue la propia compañía francesa de ópera que estrenó el Teatro: "A la
vigésima representación de la Opera Francesa... desapareció el empresario Aubry con el dinero
producto de las entradas y los 50 mil pesos de la subvención del Estado, dejando a los artistas
"a la luna de Valencia". Ese golpe desmoralizó a la Compañía [...] Algunos de ellos -éstos
fueron raros y contados-, disponiendo de medios económicos personales, dispusieron por propia
cuenta retornar a Francia; otros también lo hicieron ayudados, indirecta o directamente, por el
Gobierno; la mayoría quedó en el país, pasando las de Caín. Así terminó la famosa Compañía
de Opera Francesa, que estrenara el Teatro Nacional"; Borges, p.44.
38
Fischel, p.93.
39
Borges, p. 38. El Teatro Variedades, remodelado y convertido en cine, existe hasta
el día de hoy.
40
Borges, p. 95.
41
En 1910 se inauguró en San José el Teatro del Morazán, llamado Cine Pathé, de empresarios
extranjeros; en 1915 se inauguró el Teatro América, en las cercanías del Teatro Morazán, y el
Teatro Colón, del circuito del Teatro Moderno. También en el Teatro Olimpia se exhibía cine.
En Limón se construyeron antes de 1912 los teatros Arrasty y Colón; y en ese año, en Cartago -
antigua capital de Costa Rica- se construyó el segundo teatro de la ciudad, el Moderno y se
inauguró un salón dedicado exclusivamente al cine, el Cine Lafayette, que luego pasó a manos
del empresario Manuel Rodó. En esa misma ciudad se inauguró en 1914 el Teatro de Cartago,
luego Apolo, perteneciente a la empresa dueña del Variedades y en el que había funciones de
cine, zarzuela, opereta y drama. En el mismo año se construyó en San Ramón el Teatro
Minerva, que se incendió en 1916, año en el que se construyó el Teatro España. En 1920, se
contaba también en San Ramón el Teatro Lisímaco Chavarría, inaugurado con la película ¿Quo
Vadis? Véase para mayor información Marranghello.
42
Así explica Borges el origen de ese nuevo teatro: "En esa época ya era conocido en
Costa Rica lo que pudiéramos llamar el teatro de "mala", que por rancios
escrúpulos no digería el sector más conservador de la sociedad. Sucedió que,
habiéndose presentado en el Variedades una canzonetista y danzarina española, la
Vidal, en traje demasiado ligero, un grupo de damas abandonó el teatro, en
manifestación de protesta... Arrojada del escenario del Variedades por la
circunstancia mencionada...no pocos de sus amigos y admiradores pusiéronse de su
parte para ayudarla y... convirtieron una bodega comercial... en salón-teatro, para
que actuara la Vidal... El espectáculo de la Vidal completado con números de
proyecciones cinematográficas, fue un éxito rotundo... más de taquilla que
artístico", Borges, p. 99.
43
Jorge Valdeperas, Para una nueva interpretación de la literatura costarricense (San
José: Editorial Costa Rica, 1979) p. 85.
44
Cit. por Marranghello, p. 208.
45
Borges, p. 102.
46
Bonilla, p. 211.
47
Borges, p.112-113.
48
El incendio del Teatro Raventós en la década del setenta lo mantuvo cerrado por varios
años. Más tarde, el gobierno lo compró y remodeló. Se abrió de nuevo al público en
1983 con el nombre de Teatro Melico Salazar. Aún hoy sigue siendo el teatro más
grande del país.
49
Borges, p.108.
50
Marranghello, pp. 32-33.
51
En 1917, por ejemplo, en ocasión de la explosión del Cuartel Principal, se organizó
en el Teatro Nacional una velada para los damnificados y el programa mezclaba
lectura de poemas, recitales de canto y coros de niños y, para cerrar, la represen-
tación de Flor del alma del dramaturgo nacional Raúl Salazar, véase Borges, p.62.
52
Véase como ejemplos los capítulos dedicados al análisis de El marqués de
Talamanca y de Magdalena.
53
Por ejemplo, Gagini, Garnier y Carmen Lyra escribieron, además de sus obras
narrativas y dramáticas, teatro infantil.
54
Marranghello, p. 196.
55
Cfr. Marranghello, p.81.
56
De este género de obras sólo se conservan algunos juguetes cómicos de Gagini (1865-1925) y
algunos diálogos y cuadros de Eduardo Calsamiglia (1880-1918), todos escritos durante los
primeros tres lustros del siglo.
57
Borges, pp. 35 y 63.
58
Ricardo Fernández Guardia, "Prólogo" en Magdalena (San José: Imprenta y Librería Española,
1902) pp. 6-7.
59
Cfr. José Pineda Devia, "1900-1940: de los balbuceos al cine mudo" en Centro de
documentación teatral, Escenarios de dos mundos. Inventario teatral de Iberoamérica (Madrid,
1988) pp. 69-75. Pineda también afirma que en Chile el Teatro Municipal se construyó según
modelos parisinos. César Oliva apunta que todavía hacia 1921 un destacado innovador del
teatro español, Jacinto Grau, ataca en el prólogo de un drama suyo "el gusto por el sainetismo
imperante" en España; véase César Oliva, "1898-1936: ocaso de un siglo y amanecer de las
vanguardias", pp. 191-203.
60
Fernández Guardia, p. 7.
61
Una excepción sería lo indicado por José Fabio Garnier, al inicio de varias de sus
obras, en las que insistía en la gratuidad del arte y su independencia de la moral
según el código modernista y decadente. Tiempo después, al comentar
precisamente la obra de Garnier, Castro Fernández propondrá otra concepción del
quehacer dramático en Costa Rica. Castro argumentaba que, debido a las restric-
ciones sociales y morales, así como a la dependencia cultural del país, al dramatur-
go costarricense que deseaba innovar no le quedaba otro camino que el teatro
abstracto: "Toda creación literaria se inspira, que lo queramos o no, en el fondo
intelectual que nos ha formado: en Costa Rica, por el idioma le somos deudores a
España y por afición a Francia: esas serían las dos corrientes que podrían constituir
nuestro [sic] patrimonio tradicional y le toca al escritor escoger entre la cultura
española y la francesa. Ni la una ni la otra le pueden satisfacer: pues escribir en
nuestro país, obras españolas sería un error y escribirlas francesas también lo sería
aunque en menor escala [sic]. No le queda más al dramaturgo que ir hacia una
humanidad en general, de tipo clásico, es decir, hacia una dramaturgia abstracta",
Castro Fernández, «El teatro de José Fabio Garnier», en Brecha (San José, t.I, n. 3,
noviembre de 1956) p.17.
62
Borges, p. 94.
63
Según Borges, "Girton hizo de este teatro un atractivo de diversiones y recreamiento, muy del
agrado del pueblo y de la sociedad; a decir verdad, más del elemento popular, por la baratura
de las entradas de los espectáculos", Borges, p.100.
64
Borges, p. 95.
65
Arnold Hauser, Historia social del arte (1953, t. III, ed. española: Madrid: Ediciones
Guadarrama, 1969) p.301.
66
Hauser, p. 300.
67
Ibidem., p. 304.
L
a cercanía entre los distintos quehaceres relativos a
la escritura, propia del siglo XIX y comienzos del
XX, se traduce en la ausencia de especialización de
la crítica literaria. Las revistas y la labor del crítico
respondían más bien a un interés amplio por la cultura, las
ciencias y la política. En ellas tenían cabida tanto los bocetos
impresionistas y las noticias sobre espectáculos como los
ensayos de mayor vuelo interpretativo. Aunque la recupera-
ción de esta crítica es una tarea pendiente en los estudios
literarios costarricenses, es posible adelantar algunas obser-
vaciones a partir del material disponible. Lo analizado hace
emerger una actividad crítica permanente, que produjo una
considerable cantidad de artículos y reseñas, tanto sobre el
teatro nacional como acerca de las representaciones de com-
pañías extranjeras. Sólo para citar un ejemplo: en un periódi-
co, El heraldo de Costa Rica, hubo, entre diciembre de 1904 y
agosto de 1905, veintiún reseñas o artículos sobre teatro y
ópera, equivalentes al mismo número de exhibiciones.
68
Demetrio Rudine, «En el teatro», en Vida y verdad, n. 2, (13 mayo 1904) p.70.
69
Claudio González Rucavado, «Cuento de amor. Comedia en dos actos por Ernesto Martin», en
Páginas Ilustradas, año 8, n. 270 (12 febrero 1911) p.6.
70
Paul Libby, "Apuntes teatrales" en Germinal, n. 2 (28 setiembre 1910) p. 16.
71
Dice Castro Fernández que en Costa Rica "todavía se juzga una obra literaria con parcialidad y
en virtud de ciertos principios retrógrados ... [Garnier] al escribir sus piezas ... en Costa Rica se
sintió cohibido: nuestro ambiente era y es aún limitado en cuanto a su población y sus
tradiciones literarias. El escritor vive siempre sobre el pasado: un hecho ocurrido en nuestro
país es visto y sentido con personas conocidas y al evocarlas para su acción dramática,
perturban la imaginación por estar ellas en nuestra intimidad..." Castro Fernández, «El teatro de
José Fabio Garnier», en Brecha (año 1, n. 3 noviembre 1956) pp. 15 y 17.
72
Marranghello, p. 224.
73
Se trata de una crítica nacionalista que, como explica Beatriz González privilegia "formaciones
discursivas ... que, por las vías del efecto ideológico, garantizan un sentimiento de nacionalidad
creado por los intelectuales de los sectores dominantes para contrarrestar, por otro lado, el
proceso de enajenación...", González, La historiografía literaria del liberalismo hispanoa-
mericano del siglo XIX (La Habana: Casa de las Américas, 1987) p. 37.
74
Faisán, "El drama de Barrionuevo", en Arte y vida (año I, n. 3, 1 mayo 1910) p. 8.
75
Roberto Valladares, "Teatro patrio. Cuento de amor por el Lic. Ernesto Martin" en Páginas
Ilustradas (año 7, n. 257, noviembre 1910) p.11.
76
José María 'Billo' Zeledón, «José Fabio Garnier. Un esbozo», en Páginas Ilustradas
(año 2, n. 72, 10 diciembre de 1905) p. 1161.
77
Al hablar del teatro de Garnier, Castro dice: "sus obras no reflejan nuestro ambiente; claro que
los mismo hechos pueden ocurrir en nuestra tierra mas no hay duda alguna, no nos sentimos
entre nosotros; su teatro es de fuera, sus personajes, como mentalidad y expresión, no los
reconocemos como nuestros", Castro, op cit., p.18.
78
Justo A. Facio, "Carta literaria" en Athenea (San José, t.II, n.7, 1 noviembre 1918) pp.432- 446.
79
Facio, p. 444.
80
Facio, p. 435.
81
Justo A. Facio, "Sombra y luz" en Páginas ilustradas, (año 4, n. 163, 15 setiembre 1907), p.
2638; "Dos comedias dramáticas" en Repertorio americano (v.19, n. 7. agosto 1929) pp. 102-
103.
82
Rogelio Sotela, Valores literarios de Costa Rica (San José: 1920); Escritores y poetas (San
José: Lehmann, 1923); Literatura costarricense. Antología y biografías (San José: Lehmann,
1927); Escritores de Costa Rica (San José: Lehmann, 1942), los tres últimos libros constituyen
en realidad ampliaciones de su primera obra. Las ediciones de 1927 y 1942 incluyen el mismo
Proemio. La de 1927 presenta, además, "Algunos juicios del extranjero sobre la labor de
Rogelio Sotela", que se refieren tanto a estas historias como a su obra literaria.
83
Sotela, Escritores de Costa Rica (San José: Lehmann, 1942), pp. I-II.
84
Por ejemplo, el profesor y ensayista León Pacheco, insistía en un enfoque que permitiera "situar
el fenómeno literario en su ambiente humano, en su corriente ideal, en sus perspectivas
históricas y en su propia realización estética". "Palabras explicativas", en Lecciones de
literatura (San José: Editorial Antonio Lehmann, 1962) p.13.
85
Picado localiza estos elementos en la crítica referente a la narrativa costarricense producida entre
1940 y 1950. Cfr. Literatura-crítica-ideología (San José: Editorial Costa Rica, 1984).
86
Yolanda Capella S., El teatro en Costa Rica (tesis, Universidad de Costa Rica, 1946).
87
Cappella, pp. 1 y 45.
88
Sonia Marta Mora y Manuel Picado, «Un nuevo aporte al estudio de la literatura
costarricense», en Revista de historia (n. 15 , enero-junio 1987) pp 141-142.
89
Ibid., p.142.
90
Bonilla, p. 368.
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TEATRO COSTARRICENSE 1890-1930 76
91
Beatriz González, pp. 82 y sgts.
92
Moisés Vincenzi, Los ídolos del Teatro: Ensayo de inspección teatral (San
José: Trejos Hermanos, 1957).
93
Moisés Vincenzi, El teatro de H. Alfredo Castro Fernández. Ensayo de
crítica ecuménica (San José: Trejos Hermanos, 1957). La posición de
Vincenzi se analizará con mas detalle en el tomo II, que analiza entre
otros el teatro de Castro Fernández.
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EN EL TINGLADO DE LA ETERNA COMEDIA 79
94
Ibid., p. 33.
95
Ana Herzfeld y Teresa Cajiao Salas, El teatro de hoy en Costa Rica (San José: Editorial Costa
Rica 1973), p.9.
96
Olga M. Barrantes, Antología comentada de la literatura dramática costarricense del período
comprendido entre 1809 hasta 1920 (tesis, Universidad de Costa Rica, 2 tomos, 1978).
97
Stoyan Vladich, «Notas para una historia del teatro costarricense», en Escena (año 9, n. 18,
1987, pp. 36-41).
98
Alberto Cañas, «Antes hubo teatro», en Centro de Documentación teatral, Escenarios de dos
mundos. Inventario teatral de Iberoamérica (Madrid, s.e., 1988).
99
Jorge Valdeperas, Para una nueva interpretación de la literatura costarricense (San José:
Editorial Costa Rica, 1979).
100
Ibid., p. 27.
101
Loc. cit.
102
Ibid., pp. 36 y 37.
103 Ibid., pp.84-85.
104 Ibid., pp.85-86.
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EN EL TINGLADO DE LA ETERNA COMEDIA 83
105
Alvaro Quesada, La formación de la narrativa nacional costarricense (1890-1910). Enfoque
histórico social (San José: Editorial Universidad de Costa Rica, 1986); La voz desgarrada.
La crisis del discurso oligárquico y la narrativa costarricense (1917-1919) (San José:
Editorial Universidad de Costa Rica, 1988).
106
Alvaro Quesada, "Magdalena de Fernández Guardia: el liberalismo, la oligarquía y el
matrimonio" en Escena (año 5, n. 12, 1984, pp. 2-6); "Temas y variaciones en los inicios
del teatro costaricense: Fernández Guardia, Gagini, Garnier" en Escena (año 9, n. 16, 1986,
pp. 39-44).
107
Gastón Gaínza, "Apuntes para el estudio del contenido de Magdalena.
Primera aproximación" en Escena (San José, año 3, n. 5) pp. 40-45.
112.
Loc. cit.
113
Alberto Segura Montero, Lectura ideológica de Magdalena (tesis, Universidad de Costa Rica,
1983).
114.
Ibid., p.70.
115
Virginia Sandoval, "Dramaturgia costarricense" en Revista Iberoamericana (ns. 138-139, enero-
julio de 1987) pp. 173-192.
116
. Ibid., p.175.
117.
Ibid., p.176.
118
Virginia Sandoval, Aproximación semiótica al teatro costarricense (tesis, mimeo, Universidad
de Costa Rica, 1980, 352 pp.).
119.
Ibid., p.177.
120
Mora y Picado, pp. 139-151.
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EN EL TINGLADO DE LA ETERNA COMEDIA 89
121
Carlos F. Monge, Sonia M. Mora, María E. Carballo y Fernando A. Arce, La
novela del agro en Costa Rica (3 tt., mimeo, Heredia: Universidad Nacional, 1978);
S. M. Mora y M. E. Carballo, La novela del setenta (mimeo, Heredia, Universidad
Nacional, 1980).
122
Carlos Francisco Monge, La imagen separada. Modelos ideológicos de la poesía
costarricense. 1950-1980, (San José: Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes,
1984).
123
Manuel Picado, Literatura/ideología/crítica. Notas para un estudio de la literatura
costarricense, (San José: Editorial Costa Rica, 1983).
124
Flora Ovares y Hazel Vargas, Trinchera de ideas. El ensayo en Costa Rica (San
José: Editorial Costa Rica, 1986); Flora Ovares y Seidy Araya, Mario Sancho. El
desencanto republicano (San José: Editorial Costa Rica, 1986). Otra labor
importante de recopilación ha sido llevada a cabo por Alfonso Chase, en distintas
obras sobre ensayistas y narradores de principios de siglo.
ACTO SEGUNDO
ENTREMESES, COMEDIAS Y
ZARZUELAS
L
os textos dramáticos conservados de la generación
del Olimpo, pertenecen a dos escritores, Carlos
Gagini y Ricardo Fernández Guardia, cuya obra
expresa la preocupación por fijar una imagen de lo
nacional en consonancia con códigos y prácticas literarias
originadas en Europa, según el proyecto de unidad nacional
liberal. Este grupo, que por sus fechas de nacimiento corres-
ponde a la generación modernista -de acuerdo con el esque-
ma de Cedomil Goiç-, no se adscribe totalmente a esta
estética. No dan, por ejemplo, espacio al sensualismo, al
placer, a las alusiones culturales, a la intertextualidad. Los
mundos que surgen de esas obras no pretenden ser universa-
les, son de una sola atmósfera que envuelve conflictos de
familia. Habrá que esperar todavía algunos años, de 1910 en
adelante, para ver realizado en Costa Rica el proyecto moder-
nista. En sus obras, es innegable la presencia romántica en el
nivel de motivos y lenguaje, y también la del naturalismo,
cuando se relacionan pasión y desastre. En su búsqueda de
temas y motivos recurrirán al pasado colonial, a la
penetración sediciosa y disolvente de las nuevas ideas y al
oportunismo y el mercantilismo de arribistas y nuevos ricos.
El marqués de Talamanca
125
El marqués de Talamanca (1900) como aparece en Carlos Gagini, Teatro (San José: Editorial
Costa Rica, 1963, Biblioteca de Autores Costarricenses, t. 11), p.11. Todas las citas de las obras
teatrales analizadas en este capítulo se toman de esta edición.
126
Gagini, El árbol enfermo, 1920 (10a. edición: San José: Editorial Costa Rica, 1979) p.76.
127
Gagini, La ciencia y la metafísica (San José: Falcó y Borrasé, 1918) p.57.
128
Ñor, apócope de "señor", era usado con frecuencia entre los campesinos y distinguía al gamonal
campesino del "señor" oligarca. Con el término "concho", apocorístico de Concepción, se
designaba comúnmente al campesino. El apelativo "Ñor Concho" tenía pues una doble
connotación despectiva para el personaje.
Magdalena
129
Como se dijo antes, Borges también anota la preferencia del costarricense por la zarzuela y la
comedia corta, antes que por la ópera y al tragedia, véase Borges, , p.85.
130
Abelardo Bonilla la considera "la primera obra dramática de carácter nacional" (Bonilla, , p.
201); María Bonilla, quien adaptó y dirigió el reciente montaje (1983) dice que es "la primera
obra de teatro costarricense", María Bonilla, «La vigencia de Magdalena», en Escena, (San
José, n. 5, 1983) p.2.
131
Hauser hablaba del teatro europeo del Segundo Imperio como el arte más dominado por una
concepción de arte de relajamiento, totalmente acorde con los intereses e ideas de la
burguesía: "El hambre de diversión de las clases dominantes, su debilidad por las distraccio-
nes públicas, su placer de ver y ser vistas, hacen del teatro el arte representativo de la época",
Arnold Hauser, Historia social del arte y la literatura (t. III, 1959, edición en español:
Madrid: Ediciones Guadarrama, 1969) p.112.
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TEATRO COSTARRICENSE 1890-1930 110
S
iendo el grupo de dramaturgos más numeroso de la
época estudiada, es también el que presenta una
mayor diversidad como generación, tanto en lo que
respecta a su producción como en lo que se refiere
a su procedencia social. Cabe diferenciar, sobre
este último aspecto, dos grupos distintos: por un lado, están
los autores que nacidos en la capital, o bien provienen de
familias acomodadas, o bien realizan estudios en el
extranjero, tienen cargos diplomáticos y en el gobierno,
conocen varios idiomas y se distinguen en el ambiente social
costarricense de la época. Por otro lado, surgen en el medio
teatral tres dramaturgos de procedencia modesta y que,
además de dedicarse a la literatura, se desempeñan como
obreros o profesores de colegio en la provincia. Al primer
grupo pertenecen Ernesto Martén (1879-1950), Eduardo
Calsamiglia (1880-1918) y José Fabio Garnier (1884-1956) y
H. Alfredo Castro Fernández (1889-1966)132, todos ellos hijos
132
Por diversas razones biográficas Castro Fernández estuvo más cerca del grupo de
dramaturgos que publicará y representará sus obras en la década de 1950. Por esta
razón, su obra se estudiará en la segunda parte de este libro.
El pobre manco
Cuento de amor
133
Wolfang Kayser, Interpretación y análisis de la obra literaria, 1948 (4a. edición en
español: Madrid: Gredos, 1972) p. 510.
134
Ibid., p.510.
El combate
135
El combate y Magdalena son las únicas obras de teatro de este período
que han sido objeto de estudios académicos amplios y rigurosos. Al
análisis de El combate se dedica parte de la tesis de maestría de Virginia
Sandoval citada (pp. 130-179). Sin seguirlo en todos sus extremos, las
siguientes apreciaciones sobre la obra se basan en ese trabajo.
136
Cfr. las referencias bibliográficas al final de este trabajo.
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137
José Fabio Garnier, Boccaccesca (San José: Alsina, 1919) p. XIII.
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TEATRO COSTARRICENSE 1890-1930 148
138
José Fabio Garnier, Agua santa (San José: Alsina, 1921) p. 12.
139
Ibidem, p.14.
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TEATRO COSTARRICENSE 1890-1930 150
140
Ver: Bonilla, op. cit., p.206; Castro, «El teatro de José Fabio Garnier», en
Brecha (año 1, n.3, 1956) pp.15 y 18, Capella, op. cit., p.34.
141
Así, mientras en un pasaje afirma Castro que las mujeres de Garnier "están
dotadas de altos sentimientos y de caracteres firmes", y que de todas ellas
se desprende "una nobleza de alma poco común" (p. 17), unos párrafos
después sostiene en el mismo artículo que "no hay en ellas escrúpulos
éticos (...) El amor lo conciben como un acto sexual y no encontramos en
ellas ningún adorno, delicadeza de sentimientos o elevación espiritual..."
(pp. 17-18).
142
Castro, op. cit., pp. 17-18.
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EN EL TINGLADO DE LA ETERNA COMEDIA 153
143
La crítica contemporánea percibió en su obra "un teatro que rompe con los
moldes de las comedias burguesas, con sus convencionalismos y sus falsos
sentimientos" (Castro, op. cit., p. 15); o bien, "un teatro audaz, realista en
lo tocante a los sentimientos y atrevido o descarnado en sus temas y sus
situaciones" (Bonilla, op. cit., p. 205).
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144
Castro, op. cit., p.17.
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155
La máscara rota:
el grupo del Morazán
U
n reducido grupo de jóvenes dramaturgos, casi
desconocidos en la historia del teatro costarricen-
se, propone una nueva estética y se entusiasma con
otras metas vitales. Sus integrantes tuvieron una
corta vida artística: Camilo Cruz viaja en 1914 a Colombia,
Francisco Soler muere a los veintiocho años y Raúl Salazar a
los cuarenta y tres.
A este grupo lo define, en parte, un marcado esteticismo
como desafío a la parsimonia burguesa. Efectivamente, tanto
los cambios en las concepciones de la familia y el matrimonio
como el progresivo perfeccionamiento de la percepción bur-
guesa del tiempo y el espacio corren paralelos a una metamor-
fosis del concepto de arte y literatura.
En las obras de estos años se percibe con mayor fuerza
la conciencia de lo literario. Es cierto que en los dramas
anteriores los personajes leían cartas, libros y periódicos y, en
general, tamizaban la información sobre el mundo exterior
mediante la palabra escrita. Sin embargo, se trataba más bien
de la presencia, en el nivel de los motivos, de la sensibilidad
burguesa ante el tiempo, desacralizado y compartido, y cuya
La iniciación
ACTO TERCERO
DEL JARDÍN A LA ALCOBA
La sala
146
Jean Baudrillard, "La moral de los objetos. Función signo y lógica de
clase" en A. Moles y otros, Los objetos (París: Seuil, 1969, 2a. edición en
español: Los objetos, Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo, 1974) p. 45.
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175
EN EL TINGLADO DE LA ETERNA COMEDIA
Ayer y hoy
C
onforme cambia el espacio de la sala, varía la per-
cepción del tiempo. En los salones aristocráticos
hay predilección por la noche como momento de
los encuentros, mientras que el decurso temporal
se indica con más frecuencia en los despachos y lugares de
trabajo, como tributo a una moral que considera especialmen-
te el tiempo como un valor.
A medida que se avanza en la historia del teatro costarri-
cense, la preocupación por el tiempo penetra la pieza teatral:
desde la simple acotación o la indicación bajo el título de una
época o una hora hasta la palabra de los personajes y la
reflexión de la obra como totalidad. La iniciación, por ejem-
plo, culmina este proceso, al ofrecerse la pieza en sí como un
momento de tránsito hacia otra época, como un lugar que se
abandona para atravesar la puerta que conduce hacia el afuera
temido. Ambas formas de concepción de lo temporal -en su
relación con el trabajo y en cuanto a la percepción existencial
del devenir- suponen una mayor conciencia del decurso
temporal. No es casual que en la última pieza del período
estudiado, se otorgue un lugar importante y un poder curativo
al arte más temporal, la música.
147
Hauser, op. cit., pp. 290-291.
El laberinto familiar
148
Hauser, op. cit., p. 144.
ANEXOS
149
Las fuentes utilizadas para los tres cuadros son las obras de los autores y la bibliografía citada en
el apartado 2 de la bibliografía final. Los tres anexos fueron elaborados por Margarita Rojas
G.
REFERENCIAS
BIBLIOGRAFICAS
Castro, H. Alfredo, Le point mort, San José: Imprenta Trejos, 203 pp. edición
en español: El punto muerto, prólogo y traducción de Abelardo
Bonilla, San José: Imprenta Trejos, 1938.
_____, El árbol enfermo (10a. edición: San José: Editorial Costa Rica, 1979.
_______, ¡Con toda el alma...!, San José: Imprenta Reyes y Cía., 1929.
Marín Cañas, José, Como tú, San José: Imprenta Lines, 1929.
Valladares, Roberto, Los héroes, en Arte y vida (San José) I-7 (25
agosto, 1909) pp. 4-6.
______, Arlequín, en Arte y vida, (San José) I-7 (25 agosto, 1909) pp.
2-4.
Borges Fernando, Historia del teatro en Costa Rica, San José: Alsina
(2a. edición: Teatros de Costa Rica, San José: Editorial Costa
PROYECTO SCRIPTORIUM ©2012
202
Rica, 1980.
Dobles Segreda, Luis, «Ese Paco...» en Athenea (San José) n. 15, t. III
(15 de febrero, 1920) p.825.
4. Teoría e historia
Acuña, Víctor H., Los orígenes de la clase obrera en Costa Rica: las
huelgas de 1920 por la jornada de ocho horas, San José:
CENAP-CEPAS, 1986.
Ferrero Luis, Sociedad y arte en la Costa Rica del siglo XIX, San José:
Editorial Universidad a Distancia, 214 pp. 1986