Boragina Meza
Boragina Meza
Boragina Meza
Autor:
Boragina, Juan Carlos
Meza, Jorge Alfredo
Cita: RC D 1173/2014
Sumario:
A. Breve panorama sobre los aspectos salientes de la responsabilidad en el Código Civil vigente. B. La
unificación de los sistemas de responsabilidad. C. La unificación de los sistemas de responsabilidad en los
anteriores proyectos de reforma del Código Civil argentino. D. El nuevo Anteproyecto de unificación de los
Códigos Civil y Comercial de la Nación.
A. Breve panorama sobre los aspectos salientes de la responsabilidad en el Código Civil vigente
El Código Civil argentino, sancionado en la segunda mitad del siglo XIX, tuvo, en materia de responsabilidad, una
fuerte influencia del Código Civil francés, y, a través de él, de la escuela racionalista de Derecho natural, cuyo
traductor jurídico más expresivo fuera Domat.
De este modo, consagró un sistema de responsabilidad básicamente subjetivo, donde únicamente se respondía
si la conducta era reprochable en base a dolo o culpa, pues ello importaba, precisamente, un apartamiento
voluntario del orden natural y racional predicado por los cultores de esa escuela [1].
Ello así, el sistema tenía como epicentro a la figura del dañador y no al damnificado: todo daño que no pudiere
ser subjetivamente atribuido al autor debía, en principio, ser soportado por la víctima.
El factor subjetivo de atribución daba fundamento, como principio general, tanto a la responsabilidad por acto
propio como por hecho ajeno, o por el hecho de las cosas (arts. 1109, 1113 y 1133).
Vale destacar, al hilo de la exposición, que la culpa es interpretada como un defecto o desviación de conducta
nacido de una desatención (estado psicológico o state of mind), que adviene calificado al importar una
transgresión al esquema de conducta exigido por el ordenamiento jurídico. De allí que se haya interpretado que
su ontología es psicológico-normativa.
Desde el ángulo de la responsabilidad civil, el esquema de conducta exigido es el de prever o evitar un daño.
Luego, toda vez que se infringe el deber de previsión (culpa inconsciente) o de evitación (culpa consciente) nace
un juicio de reproche contra el autor. Ésa es la razón de justicia por excelencia en el Código original para
adjudicar el daño al autor [2].
Al igual que el dolo, la culpa exige que el sujeto, para ser susceptible de reproche, obre voluntariamente, esto es,
con discernimiento, intención y libertad.
A diferencia del dolo, la culpa descarta un obrar malicioso. No hay una voluntad dirigida a la infracción.
El Codificador se apartó de la "teoría de los grados de culpa" (culpa lata o grave, o gruesa falta de prudencia, y
culpa leve, in abstracto [bonus pater familia] o in concreto [quam in suis rebus adhibere solet] del Derecho
Romano, y también de la categoría incorporada por los glosadores (culpa levísima [levisima culpa venit del
Digesto de Paulo]) [3].
De este modo, en el artículo 512 (ubicado en la teoría general de las obligaciones, pero proyectado también al
ámbito de la responsabilidad extracontractual) [4] la definió como "la omisión de las diligencias que exigiere la
naturaleza de la obligación y que correspondiesen a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar".
A partir de esta definición se interpreta que el sistema de apreciación de la culpa en el Código Civil argentino es
"concreto-abstracto", pues inicialmente se aprecia en concreto (sobre la base de la diligencia que exigiere la
naturaleza de la obligación y de las circunstancias de personas, tiempo y lugar en el caso puntual), pero esos
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elementos se completan con las condiciones personales o aptitudes objetivadas del agente (habilidades, títulos
científicos, especialidad, prestigio), a fin de calibrar el mayor o menor deber de previsión, procedimiento previsto
en los artículos 902 y 909 del Código. Se conforma así el tipo abstracto de comparación (cómo debió actuar el
sujeto en la oportunidad) que se confrontará con la actuación concreta del individuo en la emergencia para
establecer si obró o no con culpa.
De este modo -a diferencia de las rígidas categorías de la teoría de los grados de culpa- el tipo abstracto de
comparación (al estar conformado con datos concretos) resulta laxo, flexible y circunstancial [5].
En cuanto al dolo, tiene en el Código Civil dos acepciones: el dolo en el incumplimiento obligacional (o dolo
obligacional), calificado como intención deliberada de no cumplir, a pesar de poder hacerlo, que no requiere ni la
previsión del daño que puede causar el incumplimiento al deudor ni la intención de dañar, y el dolo como
elemento del delito civil (art. 1072), que exige una conducta "a sabiendas" (con conocimiento, aceptación y
previsión del resultado dañoso que seguirá a la acción) y "con intención de dañar" (voluntad enderezada al
resultado) [6].
No obstante el subjetivismo que regulaba el sistema -y que generó en los primeros tiempos de vigencia del
Código una suerte de "despreocupación" por la ilicitud objetiva-, Vélez Sársfield contempló algunos supuestos
aislados de responsabilidad objetiva.
Pueden mencionarse, entre otros: 1) En la responsabilidad extracontractual: a) La responsabilidad derivada de
los daños provocados por animales feroces (art. 1129 del Cód. Civ.); b) la responsabilidad colectiva derivada de
cosas arrojadas desde los edificios a la vía pública (art. 1119 del Cód. Civ.); c) la responsabilidad del principal por
daños causados por dependientes (art. 1113). 2) En la responsabilidad contractual: d) la responsabilidad del
transportista frente a personas o efectos transportados (arts. 184 y concs. del Cód. Com.); e) la responsabilidad
de dueños de hoteles, casas públicas de hospedaje y establecimientos públicos de todo género, por los daños
causados por sus dependientes en los efectos introducidos por los huéspedes (art. 1118 del Cód. Civ.); f) la de
los capitanes de buques y patrones de embarcaciones, respecto de los daños derivados del extravío de efectos
embarcados, atribuible a la tripulación dependiente (art. 1119 del Cód. Civ.). Esta realidad comenzó a
modificarse paulatinamente a partir de las tardías repercusiones de la Revolución Industrial producida en los
países centrales y el advenimiento de la sociedad de masas, primero a través de una interpretación aggiornada
de las normas del Código y luego mediante la profunda reforma del año 1968 (ley 17.711), que, en el ámbito de
la responsabilidad extracontractual, introdujo expresamente factores objetivos de atribución (riesgo, abuso del
derecho, equidad, etc.). El proceso de objetivación en la responsabilidad aquiliana también se proyectó al ámbito
de la responsabilidad obligacional, al incorporar la reforma estándares jurídicos (como la buena fe probidad) que
permitieron crear, a partir de una interpretación solidarista, deberes anexos de seguridad situables dentro de la
relación obligatoria, junto a los deberes primarios y secundarios de conducta, y vislumbrar la existencia de
obligaciones de naturaleza objetiva en el contenido normativo original del Código.
La existencia de obligaciones objetivas en el ámbito de la responsabilidad contractual se vislumbró a través del
prisma de la clasificación de obligaciones de medios y de resultado, pues mientras las primeras únicamente
comprometen como objeto una conducta diligente enderezada a satisfacer el interés del acreedor, las segundas
garantizan el logro de ese interés, responsabilizando objetivamente al deudor en caso de no alcanzar esa meta,
a pesar de que hubiere puesto diligencia en su actividad [7].
En cuanto a la obligación de seguridad se la configuró doctrinariamente a partir de la norma del nuevo artículo
1198 del Código, consagratoria de la buena fe en la celebración, ejecución e interpretación de los contratos,
conceptualizándola como un deber anexo al primario o típico (dirigido a satisfacer el interés de prestación del
acreedor), cuya finalidad es garantizar (de allí su naturaleza objetiva) la indemnidad de la persona y bienes del
acreedor, que pueden ser afectados por los actos de cumplimiento de la prestación (deber primario) [8].
Todo ello produjo un cambio notable en la estimativa jurídica, al provocar el desplazamiento de la responsabilidad
hacia el daño, que pasó a ser el presupuesto central del sistema. De este modo, todo daño pasaba a ser
intrínsecamente injusto y, por ende, debía propenderse a su reparación como aspiración primaria, incluso con
prescindencia del valor o disvalor de la conducta dañosa (antijuridicidad) [9].
La responsabilidad sin antijuridicidad -sobrevenida ante la producción de un daño por una conducta justificada
por el ordenamiento- dio lugar a la teoría de la responsabilidad por actos lícitos, con importante desarrollo en
materia de daño necesario (o daño producido en estado de necesidad) y daños causados por el Estado por
razones de interés público.
Como fundamento de la responsabilidad por daño necesario, la mayoría de los autores entiende que si bien es
justo (y, por ende, protegido por el ordenamiento jurídico) dañar bienes ajenos para salvar bienes propios de
mayor entidad, es injusto que aquéllos no se reparen, pues implicaría trasladar la situación nociva sobre quien
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resultó ajeno a la amenaza. De este modo, el interés que el titular del bien amenazado tiene de evitar el daño,
sustenta el deber de reparar el perjuicio ajeno, a cuya costa se pretende lograr tal objetivo.
En cuanto a los daños causados por el Estado a ciertos particulares por razones de interés público (causa de
justificación de la conducta dañosa), la igualdad ante las cargas públicas o el reparto equitativo de las cargas
impone la reparación [10].
En ambos casos se propicia la indemnización integral del damnificado.
Sabido es que -siguiendo siempre el modelo del Código Napoleón (inspirado en la clásica distinción romana)- el
Codificador argentino diferenció dos subsistemas de responsabilidad: contractual y extracontractual o aquiliano.
En cuanto al primero, dimana del incumplimiento de una obligación nacida de un contrato válido y eficaz, y está
reservada a la tutela resarcitoria del crédito, esto es, a los daños y perjuicios (compensatorios o moratorios)
derivados del incumplimiento relativo o absoluto de la obligación, dado que los efectos restantes del
incumplimiento (ejecución de la prestación, sean en especie o equivalente dinerario o estimatio rei) están
incluidos en la tutela satisfactiva, fuera del ámbito reparatorio [11].
La responsabilidad contractual, por otra parte, puede nacer como consecuencia del incumplimiento del deber
primario (dirigido a satisfacer el interés de prestación), como de los deberes secundarios de conducta o del deber
adicional de seguridad (cuya finalidad -según señalamos más arriba- es asegurar la indemnidad de la persona y
bienes del acreedor, que puede verse conmovida por los actos de cumplimiento del deber primario).
En principio, no están comprendidos dentro de la responsabilidad contractual los daños derivados de la nulidad y
resolución del contrato por pacto comisorio, ni los supuestos de responsabilidad precontractual (frustración del
negocio). Se interpreta, mayoritariamente, que, en estos casos, la indemnización tiene como fuente el acto ilícito
frustratorio y debe propender a restablecer el status quo ante, los daños sufridos por el acreedor a causa de
haber confiado en la vigencia de un contrato que no se concretó o que se extinguió sin producir sus efectos
(daño al interés negativo o de confianza) [12].
Finalmente -aunque ello no tenga regulación específica en nuestro Código- el deudor no sólo responde por un
incumplimiento propio, sino también por el derivado del tercero ejecutor material de la prestación
(responsabilidad contractual por hecho ajeno) y por los daños causados contractualmente por el hecho de las
cosas de que se sirve o tiene a su cuidado.
Respecto de la responsabilidad del deudor por hecho del ejecutor, se han intentado varias respuestas, entre las
más significativas, la de la estructura de la relación obligatoria, que considera que es únicamente el deudor
(principal) el que se obliga al cumplimiento de la prestación frente al paciente, de allí que al acreedor le resulte
irrelevante que la misma sea cumplida por otras personas incorporadas al efecto, pues dicho comportamiento es
equivalente al de aquél (salvo prestación intuitu personæ) [13].
Por su parte, la de la estipulación a favor de terceros, que considera que entre el deudor (estipulante) y el tercero
ejecutor (promitente) se celebra un contrato de estipulación a favor del acreedor (beneficiario). Luego, tanto la
responsabilidad del deudor principal como la del ejecutor material de la prestación son de naturaleza contractual
y directa (art. 504, Cód. Civ.), asumiendo el deudor principal una obligación tácita de seguridad por los actos del
tercero (art. 1198, Cód. Civ.), salvo que este último sea dependiente, en cuyo caso su responsabilidad será
extracontractual e indirecta (art. 1113, Cód. Civ.). La demostración de la responsabilidad del promitente es
necesaria para patentizar la violación del deber de seguridad del tercero ejecutor [14].
En nuestro criterio, como principio general, el solo hecho de incorporar un tercero para intervenir en la ejecución
de la prestación, hace responder al deudor por los actos de aquél, resultando indiferente si es o no dependiente,
dada la irrelevancia de la sustitución por equivalencia de comportamientos derivada de la estructura invariable de
la relación obligatoria.
Ello así, la responsabilidad del deudor sería contractual y la del tercero ejecutor, extracontractual, respondiendo
ambos de manera concurrente o "in solidum" [15].
En orden a la responsabilidad por el hecho de las cosas, existe consenso en que el deudor, en el ámbito
contractual, responde por el daño causado por la participación activa de las cosas que utiliza en el cumplimiento
del deber primario de prestación.
En efecto, si el daño dimana de la participación de una cosa que goza de operatividad propia (per se o por su
modo de empleo), se considera que la responsabilidad es objetiva por incumplimiento del deber tácito de
seguridad.
Vale destacar que, en este caso, no resulta de aplicación la norma del artículo 1113 del Código Civil (que regula
la responsabilidad por el hecho de las cosas en el ámbito extracontractual) que distingue entre cosas riesgosas
(responsabilidad objetiva) y no riesgosas (responsabilidad subjetiva por culpa presunta), ni tampoco la distinción
que dicho precepto consagra entre dueño y guardián de la cosa dañosa (sujetos pasivos concurrentes en la
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responsabilidad aquiliana), dado que el deudor responde en calidad de tal, independientemente de su relación
jurídica con la cosa utilizada.
Pero si el daño obedece al uso de cosas que no tienen operatividad propia, sino que responden dócilmente a la
voluntad del ejecutor, la cuestión queda sometida a las directivas generales que regulan la responsabilidad por
acto propio [16].
En cuanto al segundo (sistema aquiliano), regula la responsabilidad nacida del deber general de no dañar.
De este modo se concibe a la responsabilidad extracontractual como aquélla donde "no hay vínculo obligacional
preexistente entre los sujetos, y sólo una vez producido el menoscabo nace la obligación de reparar [...] El deber
de indemnización surge ex novo como efecto atribuido por la ley al hecho ilícito" [17], confundiéndose con la
obligación resarcitoria [18], al dar origen en forma simultánea a la relación obligatoria y al deber de resarcir [19].
Pero a diferencia del Código francés, el Código incluyó una norma (art. 1107) que -siguiendo las ideas de Aubry y
Rau- impuso una verdadera barrera entre ambos órdenes, al impedir al damnificado acudir a las normas de la
responsabilidad extracontractual cuando ella nace del incumplimiento de una obligación preexistente, salvo que
ese incumplimiento implique, a su vez, un delito del Derecho Penal [20].
Vale destacar, no obstante, que por interpretación doctrinaria y jurisprudencial, ese incumplimiento calificable
como "delito del Derecho Criminal" puede resultar tanto del obrar del deudor principal como del tercero ejecutor
material de la prestación (v. gr., contrato de transporte, responsabilidad de las clínicas y establecimientos
hospitalarios, etc.).
También debe agregarse que doctrina y jurisprudencia han interpretado que cuando el reclamante es un
damnificado indirecto del incumplimiento obligacional (v. gr., un heredero que reclama daño iure proprio por
fallecimiento del acreedor) la responsabilidad es extracontractual, al no existir un vínculo previo entre éste y el
deudor [21].
Sin embargo, a partir de la influencia de los monistas (entre otros, Lefebre y Planiol) se advirtió -si bien trabajosa
y lentamente- la ausencia de diferencias ontológicas entre ambos subsistemas, observándose que, en rigor, el
incumplimiento (relativo o absoluto) de una obligación (sea del deber primario, de los deberes secundarios de
conducta o de aquellos autónomos respecto del deber primario, como la obligación de seguridad) se identificaba
estructuralmente con el acto ilícito propio de la infracción al neminem lædere, pues estaba conformado por
idénticos presupuestos (acción, antijuridicidad, daño, relación de causalidad y factor de imputación).
A partir de esa interpretación se concluyó que el fenómeno resarcitorio era único y regido por presupuestos
comunes, atribuyéndoles a las diferencias entre ambos subsistemas jerarquía de contingentes, secundarias y
circunstanciales [22].
En efecto, existe coincidencia general en doctrina de que las únicas diferencias reales que median entre la
responsabilidad obligacional y la aquiliana radican en:
a) Los plazos de prescripción (dos años para la acción extracontractual y variables para la contractual [desde 3
meses a 10 años, siendo este último el plazo ordinario en este segmento]);
b) la edad en que se adquiere discernimiento (10 años para los actos ilícitos y 14 años para los actos lícitos);
c) la solidaridad, principio general en materia de responsabilidad aquiliana (arts. 1109 y 1081) y excepcional en la
responsabilidad obligacional (art. 701), y
d) la extensión del resarcimiento, dado que:
1) En el ámbito contractual se indemnizan únicamente las consecuencias inmediatas y necesarias del
incumplimiento (las que suelen derivarse, sin interferencias, del mismo y, por ende, son de previsibilidad
presunta) salvo dolo, en cuyo caso se adiciona la posibilidad de reclamar también las mediatas (las que derivan
de la conexión del incumplimiento con un hecho distinto, pero también previsible, de allí que sean de
previsibilidad posible) (arts. 520 y 521);
2) en tanto que la infracción al neminem lædere habilita el reclamo de ambas consecuencias en todos los casos,
pudiéndose incluso exigir las casuales (objetivamente imprevisibles) cuando el autor las tuvo en miras al ejecutar
el hecho (arts. 901 a 905);
e) las distintas acepciones del dolo antes referidas (intención deliberada de no cumplir, a pesar de poder hacerlo,
o dolo obligacional, y dolo como elemento del delito civil o conducta ejecutada "a sabiendas" y "con intención de
dañar";
f) en orden al daño moral, no obstante la limitación que pareciera surgir del artículo 522, doctrinariamente se ha
concluido que resultará siempre resarcible (en un ámbito y en otro) si se afectaron bienes extrapatrimoniales del
damnificado (la salud, la integridad psicofísica, el honor, la intimidad, los derechos personalísimos en general) en
cuyo caso se presume; en tanto que si se afectaron bienes de naturaleza patrimonial, deberá el pretenso
damnificado acreditar la existencia del mismo [23], y
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g) a diferencia de lo que sucede en el ámbito extracontractual, el Código consagra, a través de la cláusula penal,
la posibilidad de que las partes valúen convencionalmente, en forma anticipada, el daño derivado del
incumplimiento (arts. 652, 656 y concs. del Cód. Civ.) [24].
Ello llevó -como desarrollamos más abajo- a que los proyectos de reforma del Código Civil propicien la
unificación de ambos campos de la responsabilidad, superando las diferencias no estructurales que hoy existen.
En orden a los presupuestos comunes a ambos subsistemas, caben los siguientes comentarios:
a) El daño -siguiendo las posturas de De Cupis y Carnelutti- es mayoritariamente concebido como la lesión a
intereses jurídicos patrimoniales o extrapatrimoniales, susceptibles de ser reparados. A partir de ello, se ha
abandonado definitivamente la concepción fenoménica del presupuesto, que lo emparentaba con la pérdida o
menoscabo de un bien jurídico, para identificarlo en la lesión a una situación jurídica o fáctica de provecho, dado
que extiende el concepto a la lesión de un interés simple o de hecho, sin limitarlo a la violación de un interés
legítimo, sustrato de un derecho subjetivo.
La susceptibilidad de reparación importa incluir en el daño jurídico a los requisitos de resarcibilidad (certidumbre,
personalidad y subsistencia del daño; adecuación de las consecuencias dañosas al régimen de imputación de
consecuencias previstas en el Código).
La certidumbre (existencia real del daño) no excluye al daño futuro, en tanto proyección inevitable de una
situación nociva actual, ni a la pérdida de chances, en la medida en que el acontecimiento implique la frustración
de una posibilidad cierta.
El recaudo de personalidad (que el daño sea propio de quien invoca la calidad de damnificado) no deviene, por
otra parte, una exigencia incompatible con la legitimación para reclamar por lesión a intereses difusos o
colectivos, pues se acepta que el menoscabo a un bien jurídico de goce común afecta los intereses individuales
que se satisfacen a través del mismo [25].
La reparación del daño, conforme exigencia legal (art. 1083 del Cód. Civ.), debe ser integral, enderezada a
reponer las cosas al estado anterior [26]. También los aspectos preventivos del daño están regulados en la ley
argentina, aunque de manera poco orgánica (art. 43 de la Const. Nac.; art. 11, inc. 3° de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos; art. 1071 bis del Cód. Civ.; arts. 5° y 6° de la ley 24.240, etc.).
b) La acción es concebida como una emanación de la personalidad del sujeto, con independencia de la
voluntariedad o involuntariedad del acto. En su virtud, el Código admite la reparación del daño involuntario en
base a equidad (art. 907).
c) En orden a la antijuridicidad en la responsabilidad civil, se considera tal a la conducta dañosa no justificada por
el ordenamiento jurídico, dado que toda infracción al deber genérico de no dañar importa la violación de un
principio general del Derecho (elevado por la Corte a la categoría de derecho constitucional).
En el ámbito contractual se patentiza a través del incumplimiento relativo (por mora o defecto) o absoluto, sea del
deber primario de prestación, de los deberes secundarios de conducta (información, conservación, cumplimiento
de prestaciones accesorias, etc.) o del deber de seguridad.
En las obligaciones subjetivas, el incumplimiento se revela a través de un programa de prestación apartado de la
diligencia exigida por la naturaleza de la obligación (insatisfacción del interés inmediato); en tanto que en las
objetivas, por no lograrse el resultado garantizado (insatisfacción del interés mediato).
Como hemos visto, no es un presupuesto esencial de la responsabilidad, habida cuenta de que su ausencia
(conducta dañosa justificada) no obsta, en ocasiones, a la reparación (tramo de la responsabilidad por actos
lícitos).
Es un concepto objetivo, pues dimana de la mera contradicción entre el obrar del sujeto y el ordenamiento
jurídico integral, con prescindencia de la imputación de primer grado (voluntariedad) o de segundo grado
(culpabilidad).
Es amplia o genérica (material), no específica, expresa o típica (formal).
Una omisión simple o pura también resulta susceptible de ser antijurídica, en la medida en que exista una
obligación jurídica de actuar, sea específica o genérica (art. 1074) [27].
d) En cuanto al nexo de causalidad, el Código Civil argentino sigue el sistema de la causalidad adecuada (von
Bar, Zittelman, von Kries), siendo insuficiente para comprometer la responsabilidad una mera causalidad material
o física (útil, no obstante, para determinar la autoría material de un cierto resultado).
Ello así, únicamente será causa jurídica de un daño aquella que, según un principio de regularidad, sea
habitualmente apta para producirlo. La base del sistema radica en la previsibilidad en abstracto de la probabilidad
de un resultado dañoso [28].
e) Como hemos señalado, luego de la reforma de 1968, la culpa comparte el sitial reservado a los factores de
imputación junto con los objetivos. En el ámbito contractual, se recurre a la categoría de obligaciones de medios
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y de resultados para determinar el factor de atribución, salvo que éste esté previsto expresamente en la norma
[29].
En cuanto a las eximentes, se corresponden con la faz negativa de cada uno de los presupuestos (dado que
revelan su inexistencia en el caso particular) y también operan en ambos tramos de la responsabilidad.
En el plano de la acción, su inexistencia se verificará toda vez que se demuestre que el sujeto no ha actuado,
esto es, que ha sido objeto, por caso, de vis absoluta u obrado a través de un acto reflejo o asténico, etcétera.
En el de la antijuridicidad, cuando medie una causa de justificación de la conducta dañosa (estado de necesidad,
legítima defensa, cumplimiento de un deber, ejercicio regular de un derecho, autoayuda, etc.).
No habrá daño resarcible, por su parte, cuando no se evidencie la lesión de un interés jurídico (legítimo o de
hecho), o cuando no se reúnan los requisitos de resarcibilidad (certidumbre, personalidad, substancia y
adecuación al régimen de consecuencias dañosas, arts. 520, 521, 901 a 906, Cód. Civ.).
En orden al factor de atribución, cuando éste no se verifique en el caso concreto.
En el ámbito extracontractual, cuando la responsabilidad por acto propio no pueda ser endilgada en base a culpa,
o la responsabilidad por hecho ajeno en base al factor de atribución previsto para el caso (v. gr., en la
responsabilidad del principal por daños causados por dependientes, cuando no se aglutinen los presupuestos
que la hagan procedente, a saber, relación de dependencia, acto ilícito del dependiente y relación causal entre la
función y el daño); en la responsabilidad por daños causados por las cosas, cuando se pruebe la no culpa del
dueño o guardián (responsabilidad por cosas no riesgosas ni viciosas, art. 1113, ap. 2°, primera parte, del Cód.
Civ.), o se acredite que la cosa dañosa no revestía calidad de riesgosa o viciosa, etcétera.
En el ámbito contractual, cuando se pruebe que el deudor de una obligación de medios actuó con diligencia,
aunque no se alcanzara el resultado esperado por el acreedor, pues dicha circunstancia importará pago, al
demostrarse así que dio cumplimiento exacto al plan de prestación comprometido, que no incluía el logro de la
satisfacción del interés final.
Finalmente, en el terreno de la relación causal, la eximente será la acreditación de la existencia de una causa
ajena o causa extraña no imputable en la producción del daño: hecho del propio damnificado (cuando no fuere
provocado por quien pretende ampararse en la causal, guarde relación causal adecuada con el daño y resulte
imprevisible o inevitable), hecho de un tercero ajeno (también adecuado causalmente con el conocimiento, no
provocado por quien pretende ampararse en la eximente, imprevisible o inevitable), caso fortuito o fuerza mayor
[30].
Vale recordar que, en el ámbito contractual, la causa ajena implica imposibilidad de pago, la que debe ser
objetiva (referida al contenido intrínseco de la prestación misma, prescindiendo de las vicisitudes personales del
deudor, salvo prestaciones intuitu personæ), absoluta (dado que si representa una dificultad únicamente
habilitará al acreedor a acudir a la resolución contractual por imposibilidad sobrevenida, art. 1198 del Cód. Civ.),
material o jurídica, sobreviniente al nacimiento de la obligación, contemporánea al momento del cumplimiento y
definitiva. Si fuere temporaria (o sea, impeditiva del cumplimiento mientras duren los efectos de la causa ajena)
únicamente exonerará al deudor por el daño moratorio.
La imposibilidad de pago libera al deudor de las consecuencias derivadas del incumplimiento absoluto o relativo y
actúa cualquiera sea la naturaleza de la obligación (subjetiva u objetiva), pues no implica liberación por pago,
sino por imposibilidad de pago, medio de extinción no satisfactivo.
No operará sus efectos exonerativos cuando el deudor se haga cargo de las consecuencias derivadas de la
imposibilidad de pago (cláusula de garantía), o cuando se encuentre en mora, salvo que demostrara que la
imposibilidad de pago es ajena al estado de mora o cuando medie impedimento legal de invocarla [31].
Tal como señaláramos en el capítulo precedente, existe consenso en la doctrina nacional acerca de la necesidad
de unificar las órbitas contractual y aquiliana, al aceptarse que la responsabilidad civil es un fenómeno que gira
en derredor del daño como presupuesto principal [32].
Ello ha sido expresado en numerosa cantidad de jornadas y eventos científicos, por caso: Tercer Congreso
Nacional de Derecho Civil (Córdoba, 1961, Tema 7, recomendación 16); V Jornadas de Derecho Civil (Rosario,
1971, punto segundo de la recomendación del Tema 5); Primeras Jornadas Australes de Derecho (Comodoro
Rivadavia, 1980, punto IV.1, Tema A); Segundas Jornadas Bonaerenses de Derecho Civil, Comercial y Procesal
(Junín, comisión 2, punto 11.1); Terceras Jornadas Sanjuaninas de Derecho Civil (comisión 4); Jornadas
Nacionales sobre unificación de las obligaciones civiles y comerciales (Colegio de Escribanos de la Capital
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Federal, 1986); II Congreso Internacional de Derecho de Daños (Buenos Aires, 1991) [33].
En igual dirección, la Ley de Defensa del Consumidor 24.240 ha previsto un sistema de responsabilidad
unificado, al exorbitar la relación de consumo (base del cuerpo normativo) el mero vínculo negocial y al
establecer, frente al damnificado, la responsabilidad solidaria de todos los integrantes de la cadena de
producción y comercialización de bienes y servicios.
La misma situación se da en materia de responsabilidad del explotador de una instalación nuclear (ley 17.048),
en caso de discriminación arbitraria (ley 23.592) y responsabilidad minera (art. 58, Código de Minería) [34].
También en el Derecho Comparado, ilustres autores han sustentado desde mucho tiempo atrás un criterio
monista con relación al sistema de responsabilidad civil.
Es así como, por ejemplo, en el Derecho francés, ya a fines del siglo XVIII, Lefevre sostenía la inexistencia de
diferencia ontológica entre ambas especies de responsabilidad.
En tal dirección, consideraba que en materia de contratos era la ley y no la autonomía de la voluntad la que
creaba el vínculo jurídico entre las partes. De ahí la existencia de una sola culpa de carácter delictual, siendo la
denominada responsabilidad contractual una expresión lingüística defectuosa, a través de la cual se tergiversaba
su verdadera ontología [35].
De igual opinión eran autores de la talla de Planiol [36], Grandmoulin [37], Brun [38], los hermanos Mazeaud [39],
Savatier [40], Chabas [41], Carbonnier [42] y Viney [43].
En el Derecho español cabe citar, como síntesis de esta corriente de pensamiento, la opinión del Mariano
Izquierdo Tolsada quien "resulta partidario de una moderada unificación, dado que no debe deducirse que
existan entre una y otra responsabilidad diferencias irreductibles. Todo lo contrario. La experiencia del Derecho
europeo demuestra que se camina hacia una aproximación de los regímenes que, aun distinguiendo entre
obligaciones contractuales y extracontractuales en cuanto a su origen o fuente, concibe a las diferencias de
regímenes como algo de puro matiz". Agrega que "son muchas las razones que llevan a gran parte de la doctrina
más moderna a sugerir el acercamiento entre las dos esferas de responsabilidad civil y, como desideratum, la
unificación de los regímenes de resarcimiento [44]. Participan de la misma opinión De Ángel Llagues [45] y Jaime
Santos Briz [46].
Por su parte, son sostenedores de esta tesis en Italia Adriano de Cupis [47] y Barcellona [48].
Diversos códigos han unificado ambos sistemas.
El Código alemán -parágrafo 93- dispone que "a la responsabilidad de prestar el resarcimiento de los daños por
la violación de obligaciones que nacen de un contrato, deben aplicarse las disposiciones sobre la responsabilidad
por daños extracontractuales".
Del mismo modo, el Código suizo de las Obligaciones establece que "las reglas relativas a la responsabilidad
derivada de actos ilícitos se aplican por analogía a los efectos de la culpa contractual".
El Código checoslovaco de las Obligaciones del 27 de 1933, integrado en el Libro Tercero del actual Código Civil
sancionado en 1964, también unifica ambos regímenes, al eliminar toda diferencia normativa entre las referidas
áreas de responsabilidad.
Dicha regulación unificada ha sido también adoptada por el Código polaco del año 1964.
Igualmente en el holandés del año 1992 (arts. 95 a 110), aun cuando dicha tendencia unificatoria conviva con
algunos preceptos referidos de modo exclusivo a "los efectos de la inejecución de la obligación" (arts. 74 a 95) y
al "acto ilícito" extracontractual (arts. 162 a 197).
El Código Civil de Quebec, promulgado en el año 1994, incorpora un capítulo único destinado a reglar la
"Responsabilidad civil", cualquiera fuera la causa fuente del deber calificado incumplido (arts. 1457 a 1481).
En igual sentido, el artículo 294 del Código Civil cubano estatuye que "las normas relativas a la responsabilidad
por actos ilícitos se aplican, en lo pertinente, a los casos de incumplimiento de las obligaciones".
La tendencia unificatoria se encuentra a su vez en leyes especiales, como surge del Estatuto de Protección al
Consumidor (daños por productos defectuosos) y de Propiedad Intelectual (año 1996) en España.
C. La unificación de los sistemas de responsabilidad en los anteriores proyectos de reforma del Código
Civil argentino
Pueden citarse:
1. El Proyecto de Unificación Legislativa Civil y Comercial sancionado por el Congreso de la Nación en diciembre
de 1991 como ley 24.032 y luego íntegramente vetado por el Poder Ejecutivo mediante el decreto 2719/91. El
mismo consagró la unificación de ambos sistemas mediante la derogación de los artículos 1066 y 1107 del
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Código Civil.
De los fundamentos esgrimidos por la Comisión encargada de la redacción de dicho proyecto se desprende que
"la doctrina nacional viene requiriendo de manera unánime la unificación de ambos regímenes, principalmente la
eliminación de distinciones existentes en cuanto a la extensión de la responsabilidad y a los plazos de
prescripción liberatoria".
Como corolario del referido criterio medular se consagró en su texto (art. 906, Cód. Civ.) un sistema único de
extensión del resarcimiento. A su vez, en el artículo 3933 se estableció un plazo común de cinco años para la
prescripción de las acciones de responsabilidad civil. Se procedió adicionalmente a reformar el artículo 522 del
Código Civil, extinguiéndose toda diferenciación en cuanto al tratamiento del daño extrapatrimonial.
2. Proyecto de la denominada "Comisión Federal". La Cámara de Diputados de la Nación creó, en septiembre de
1992, una Comisión especial -integrada por eximios juristas como Héctor Alegria, Jorge H. Alterini, Enrique C.
Banchio, Alberto J. Bueres, Marcos M. Córdoba, Luis Moisset de Espanés, Jorge Mosset Iturraspe, Juan Carlos
Palmero, Ana I. Piaggi, Efraín H. Richard, Néstor E. Solari, Félix A. Trigo Represas y Ernesto C. Wayar- a fin de
que la misma redactase un Proyecto de Unificación de la Legislación Civil y Comercial.
El citado proyecto recibió media sanción de la Cámara de Diputados en noviembre de 1993, siendo luego girado
al Senado para su estudio y eventual aprobación.
En lo inherente a la unificación de los sistemas de responsabilidad civil contractual y extracontractual, adopta el
mismo criterio sustentado en el de 1987 respecto a la derogación del artículo 1107, unificación del régimen de
imputación de las consecuencias (art. 906), plazo de prescripción de la acción de responsabilidad civil (art. 4023)
y tratamiento homogéneo del daño moral (art. 522).
Agrega las disposiciones del artículo 1069 del Código Civil (facultad morigeradora del monto indemnizatorio del
daño patrimonial y moral, haciéndola extensiva a ambas áreas), del artículo 521 (responsabilidad del deudor
contractual por daños causados por el tercero ejecutor de la prestación) y del artículo 701 (principio de
solidaridad en materia contractual).
El Proyecto no tuvo aprobación por parte del Senado de la Nación.
3. Proyecto de la Comisión designada por el Poder Ejecutivo nacional. Con idéntica finalidad que respecto de los
anteriores -es decir, la sanción de un Código único en materia civil y comercial-, el Poder Ejecutivo nacional, por
decreto 468/92, creó una Comisión integrada por los doctores Augusto C. Belluscio, Salvador D. Bergel, Aída R.
Kemelmajer de Carlucci, Sergio Le Pera, Julio C. Rivera, Federico Videla Escalada y Eduardo A. Zannoni.
Dicho cuerpo presentó al Ejecutivo un proyecto de unificación de ambas ramas del Derecho, el cual fue
posteriormente elevado al Senado de la Nación a través del mensaje 1622/93 emanado del Poder Ejecutivo
nacional.
Este Proyecto, a diferencia de los anteriores, modificaba el actual articulado del Código Civil.
A su vez, se procedió a dividir el Libro II en tres secciones.
La tercera (denominada De las fuentes de las obligaciones) se fragmentó a su vez en cuatro partes, regulándose
el tratamiento de la responsabilidad civil en la última de ellas.
En lo referido a la unificación de los sistemas de responsabilidad, la tendencia resultó similar a la de sus
antecedentes, estableciéndose, en el artículo 1549, que "la violación del deber de no dañar a otro genera la
obligación de reparar el daño causado..."
También unificó la extensión del resarcimiento (régimen de imputación de consecuencias) imponiendo la
reparación en ambas órbitas de las denominadas inmediatas y mediatas. Del mismo modo, se imputaban en
ambas áreas las consecuencias casuales "si ellas debieron resultar según las miras que tuvo el autor al ejecutar
el hecho o cuando la convención, o una disposición legal ponen a su cargo el caso fortuito" (art. 1563).
Por su parte, en el artículo 1583, se regulaba en forma única la responsabilidad aquiliana del principal por el
hecho de sus dependientes y la del deudor por los daños causados por los terceros ejecutores de la prestación.
A su vez, se extendía a ambas órbitas la responsabilidad derivada del riesgo o vicio de cosas o actividades
peligrosas (art. 1590).
En el artículo 3993 se fijaba un plazo general de cinco años para la prescripción liberatoria de las acciones de
responsabilidad, cualquiera fuera la fuente del deber transgredido.
Pero luego se establecen excepciones a dicho principio rector. Ello, en materia de accidentes de tránsito y
contrato de transporte (arts. 3994 y 3995, plazo prescriptivo bianual) y daños causados por afectación del honor,
intimidad o imagen (plazo de un año).
4. El Proyecto del año 1998. El mismo resultó elaborado por una Comisión de expertos creada por decreto
685/95. La designación recayó en los doctores Héctor Alegria, Atilio A. Alterini, Jorge H. Alterini, María J. Méndez
Costa, Julio César Rivera y Horacio Roitman.
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La unificación de los sistemas de responsabilidad civil fue incorporada en el Título IV del Libro Cuarto, Capítulo
Primero, titulado Responsabilidad civil.
Es en tal sentido que el artículo 1581 disponía, ilustrativamente, que "las disposiciones de este Título son
aplicables cualquiera que sea la fuente del deber jurídico de cumplir o de reparar el daño".
En lo referido a la extensión del resarcimiento, el artículo 1609 unificaba el régimen de imputación de las
consecuencias, abarcándose en ambas áreas a las denominadas inmediatas y mediatas, con exclusión de las
casuales.
Los plazos de prescripción quedaban también unificados, estableciéndose un plazo general ordinario de 4 años
(art. 2501).
A pesar de ello, al igual que lo acaecido en el Proyecto anteriormente mencionado, se contemplaban
excepcionalmente plazos de prescripción más reducidos como, por caso, en materia de daños causados por la
circulación vehicular o derivados del contrato de transporte terrestre.
Se regulaba la reparación del daño moral, cualquiera fuera la causa fuente del deber de responder (art. 1600, inc.
6°).
También lo inherente al daño causado por terceros por los cuales se debe responder (art. 1657).
A pesar de su tendencia unificadora, el Proyecto mantenía diferencias en temas puntuales, como acontece con
relación a la edad en que se adquiere el discernimiento, ratificándose la misma a los 10 años para los actos
ilícitos y a los 14 para los lícitos (art. 248).
La Comisión integrada por los doctores Ricardo Luís Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco y Aída Kemelmajer de
Carlucci, en virtud de lo establecido en el decreto presidencial 191/2011, procedió a la reciente presentación del
"Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación y sus fundamentos", precedida de una vasta explicación
inherente al método y principios que inspiraran la labor del mencionado cuerpo.
En el Anteproyecto la responsabilidad civil ha sido contemplada en el Capítulo 1 del Título V (Otras fuentes de las
obligaciones) del Libro Tercero (Derechos personales).
La base conceptual de la propuesta formulada por los miembros de la Comisión consiste en proyectar la
unificación del sistema de prevención, reparación y sanción pecuniaria del daño, con independencia de la causa
fuente del deber de responder.
Ello resulta claramente de la previsión contemplada en el artículo 1714, el cual reza: "La violación del deber de
no dañar a otro o el incumplimiento de una obligación da lugar a la reparación del daño causado, conforme con
las disposiciones de este Código".
Es decir que a través de la sanción de dicha normativa y de la virtual supresión del actual artículo 1107 del
Código Civil, se regula en el Anteproyecto un único sistema básico de responsabilidad civil contractual y
extracontractual, reflejándose en tal lo aconsejado de modo prácticamente unánime por la civilística nacional y
reiterando las disposiciones que, en tal sentido, se encontraban ya contempladas en los anteriores proyectos de
reforma.
No obstante, se mantienen algunas diferencias entre ambos regímenes.
A partir de dicho criterio medular, la Comisión ha dividido el mencionado capítulo en 12 secciones denominadas:
Disposiciones generales; De la función preventiva y la sanción pecuniaria disuasiva; De la función resarcitoria;
Del daño resarcible; De los daños a los derechos de incidencia colectiva; Responsabilidad directa;
Responsabilidad por el hecho de terceros; Responsabilidad derivada de la intervención de cosas y de ciertas
actividades; Responsabilidad colectiva y anónima; Supuestos especiales de responsabilidad; Ejercicio de las
acciones de responsabilidad; Acciones civil y penal, respectivamente.
Las bases del sistema unificado, con las modificaciones introducidas por el Poder Ejecutivo, resultan las
siguientes:
1. En la sección destinada a las Disposiciones generales se indican las funciones del sistema, el cual está
destinado, indistintamente, a la prevención del daño o a su reparación como, asimismo, a la aplicación de la
denominada sanción pecuniaria disuasiva en aquellos supuestos en que resultase admisible (art. 1708).
2. Como un derivado de ello, en la Sección 2ª se impone a toda persona el deber de prevención en cuanto a la
causación del daño no justificado (art. 1710), regulándose seguidamente la procedencia de las acciones
preventivas, sobre la base de un criterio de previsibilidad objetiva en cuanto a la probabilidad de producción de
un daño. En su virtud, se otorga legitimación activa a todo aquel que acredite un interés razonable para accionar
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(art. 1712), resultando el tipo de acción procedente cuando una acción u omisión antijurídica haga previsible la
producción de un daño (art. 1711).
3. Se incorpora el instituto de la "sanción pecuniaria disuasiva", operable a petición de parte y limitado a la
hipótesis de grave menosprecio a los derechos de incidencia colectiva. El monto de la pena resultará fijado
prudencialmente por el juez quien, a su vez, determinará el destino concreto mediante resolución fundada (art.
1714).
4. En la sección denominada Función resarcitoria se regula lo referido a los presupuestos generales del acto
ilícito civil. En tal sentido, se adopta un criterio de antijuridicidad material, estableciéndose que dicho presupuesto
resulta presunto iuris tantum ante la mera causación de un daño no justificado (art. 1717).
5. A renglón seguido se regulan las causas de justificación de la antijuridicidad: legítima defensa, estado de
necesidad y ejercicio regular de un derecho (art. 1718), descartándose como tal a la denominada "asunción de
riesgos", excepto que la misma tipificase el "hecho de la víctima", eximente dentro del ámbito de la relación de
causalidad (art. 1719). Se contempla adicionalmente como causa de justificación al consentimiento "libre y
previamente informado" del damnificado, siempre que el mismo no resulte derivado de cláusulas abusivas (art.
1720).
6. Regula la reparación por acto justificado en caso de "actos de abnegación", teniendo el damnificado
legitimación activa en relación con la persona que creó la situación de peligro y contra el beneficiario de dicho
acto, sólo en la medida de su enriquecimiento (art. 1719 in fine).
7. En lo referido a los factores de atribución se establece que los mismos pueden resultar, indistintamente,
subjetivos u objetivos (art. 1721) y que, en ausencia de una disposición expresa, el criterio de imputación es la
culpabilidad (art. 1721 in fine). Es decir que se parifican en sustancia ambos tipos de factores, consagrándose a
la culpabilidad como criterio residual.
8. Seguidamente define a la culpa, tipificándola de modo similar al actual artículo 512 del Código Civil (art. 1724,
parte primera). En cuanto al dolo, incluye dentro de la descripción de dicha figura a la actuación con "manifiesta
indiferencia por los valores ajenos" (art. 1724 in fine).
9. Caracteriza a los factores objetivos en general, definiéndolos como aquellos en los que la culpa resulta
irrelevante para atribuir responsabilidad (art. 1722, parte primera). Establece que, como resulta propio de los
sistemas de responsabilidad objetiva, el presunto responsable se libera mediante la demostración de la causa
ajena, excepto disposición en contrario (art. 1722 in fine).
10. Adjudica genéricamente al accionante la carga probatoria de los factores de atribución -cualquiera fuera su
especie- excepto inversión normativa de aquélla (art. 1734). Opuestamente, la carga procesal referida a las
eximentes pesa sobre el demandado (art. 1734, parte segunda) dado que éste es quien alega en el proceso los
respectivos hechos fundantes de la pretensión y defensa.
11. En el ámbito de la relación causal ratifica el criterio de "causalidad adecuada" imperante en el Código actual,
excepto disposición legal en contrario (art. 1726).
12. En orden a la imputación de las consecuencias, estatuye que resultan reparables las inmediatas y las
mediatas previsibles (art. 1726). Luego de ello, caracteriza a las consecuencias inmediatas, mediatas y casuales,
haciéndolo de modo similar a nuestro Código actual (art. 1727). Se elimina la categoría de las "remotas".
13. Se regula separadamente la "previsibilidad contractual", estableciéndose al respecto que se responde por las
consecuencias que las partes "previeron o pudieron haber previsto al momento de su celebración". Mediando
dolo, dicha previsibilidad se extiende al momento del incumplimiento (art. 1728).
14. Define al caso fortuito -comprensivo de la fuerza mayor- de modo similar a la normativa actual (art. 1730)
estableciéndose que el mismo resulta eximente de responsabilidad por fractura del nexo causal, excepto
disposición en contrario. Las referidas excepciones se encuentran especificadas en el artículo 1733, el cual
dispone que el deudor resulta responsable en los siguientes casos: a) Si ha asumido el cumplimiento aun
mediando el caso fortuito; b) cuando exista una disposición normativa específica a ese respecto; c) si se
encuentra incurso en mora, salvo que la misma resulte irrelevante para la producción del casus; d) si el caso
fortuito sobreviene por su culpa; e) si dicha figura constituye una contingencia propia del riesgo de la cosa o
actividad; f) si se encuentra obligado a restituir como consecuencia de un acto ilícito.
15. El hecho material del tercero debe necesariamente tipificar un casus para tener efecto fracturante del nexo
causal (art. 1731).
16. Impone la carga probatoria de la relación causal a "quien la alega". Del mismo modo, la inherente a la fractura
del nexo causal (art. 1736).
17. En lo relativo al presupuesto "daño", lo define como la "lesión a un derecho o interés no reprobado por el
ordenamiento jurídico". En tal dirección, el Proyecto se enrola en una de las corrientes de opinión existentes
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respecto al concepto de "daño" y, adicionalmente, incorpora expresamente al sistema la protección de los
intereses simples de hecho, siempre que los mismos resulten lícitos y cumplan con los recaudos de la
reparabilidad (art. 1737).
18. En el siguiente artículo describe los rubros que integran la indemnización (la pérdida o disminución del
patrimonio, el lucro cesante, la chance, la vulneración de los derechos personalísimos, la integridad personal, la
salud psicofísica, las afecciones espirituales legítimas y las que resultan de la interferencia al proyecto de vida)
(art. 1738).
19. También establece los requisitos del daño resarcible (art. 1739).
20. Consagra el principio de integralidad reparatoria (art. 1740, parte primera) sin perjuicio de la facultad judicial
morigeradora que se prevé en el artículo 1742. La reparación puede resultar en especie o en dinero, pudiendo el
damnificado optar por el reintegro específico, excepto imposibilidad material o jurídica, onerosidad excesiva o
abuso (art. 1740, segunda parte). Mediando lesión al honor, intimidad o identidad personal, el juez -a pedido de
parte- podrá ordenar la publicación de la sentencia, a costa del responsable (art. 1740 in fine).
21. En lo atinente al daño extrapatrimonial la legitimación activa corresponde, como principio general, al
damnificado directo (art. 1741, párrafo primero). Sin embargo, si del hecho resultase la muerte o una gran
discapacidad, se encuentran también facultados para reclamar por el daño padecido iure proprio los
damnificados indirectos (ascendientes, descendientes, cónyuge y conviviente) (art. 1741 in fine).
22. Se declaran inválidas las cláusulas exonerativas o limitantes de la responsabilidad, cuando las mismas
afecten derechos indisponibles, resulten abusivas, atenten contra la buena fe, buenas costumbres o leyes
imperativas o mediando dolo (art. 1743).
23. Impone la carga probatoria del daño -tanto patrimonial como extramatrimonial- a quien lo invoca, excepto
presunción normativa en contrario o la existencia de un hecho notorio (art. 1744).
24. Se fijan los criterios para la cuantificación judicial del daño patrimonial, en los casos de muerte (art. 1745) o
lesiones causantes de incapacidad física o psíquica (art. 1746).
25. Se dispone la acumulación del daño moratorio al reparatorio (art. 1747). El curso de los intereses comienza
desde la fecha de producción de cada perjuicio (art. 1748).
26. En la Sección 5ª se norma lo relativo a la responsabilidad directa por acción u omisión (art. 1749).
27. Se prevé la responsabilidad derivada de actos involuntarios, siendo la equidad el factor atributivo aplicable al
caso (art. 1750).
28. En los casos de pluriparticipación dañosa mediando causa única, se aplican las reglas de las obligaciones
solidarias. Cuando la causa fuente resultase diferente, devienen aplicables las normas inherentes a las
obligaciones concurrentes (art. 1751).
El encubridor responde en cuanto su cooperación hubiera causado daño (art. 1752).
29. En la Sección 6ª se regulan los sistemas de responsabilidad por hecho ajeno, considerándose como tal a la
del principal por el hecho del dependiente y, asimismo, a la del deudor contractual por el hecho del tercero
ejecutor incorporado por aquél para materializar la prestación a su cargo. En ambos casos, el factor es objetivo
(art. 1753). Del mismo modo, son también merituadas como hipótesis de responsabilidad por hecho ajeno la de
los padres por los daños causados por los hijos menores (arts. 1754 y 1755) y la de los tutores, curadores y
establecimientos que tienen a su cargo personas internadas (art. 1756).
30. En la Sección 7ª se regula la responsabilidad derivada de daño causado por cosas o actividades riesgosas o
viciosas (arts. 1757/1758) y por animales (art. 1759). En ambos casos el sistema resulta objetivo a título de
riesgo creado.
31. En la Sección 8ª se regulan los sistemas de responsabilidad colectiva y anónima, considerándose como tales
a las hipótesis de daños provocados por cosas suspendidas o arrojadas (art. 1760), autor anónimo (art. 1761) y
actividad peligrosa grupal (art. 1762).
32. En la Sección 9ª, bajo el título de Supuestos especiales de responsabilidad, se regula la que corresponde a
las personas jurídicas (art. 1763).
En el Anteproyecto emanado de la Comisión, se regulaba en dicho capítulo la responsabilidad del Estado por
actividad ilícita (art. 1764) o lícita (art. 1766), y la de los funcionarios y empleados públicos (art. 1765).
Cabe manifestar que también a este respecto el Poder Ejecutivo nacional realizó una modificación sustancial,
sustituyendo las anteriores disposiciones por otras en las cuales se establece que "las disposiciones de este
título no resultan aplicables a la responsabilidad directa o indirecta del Estado ni a la de los funcionarios y
empleados públicos, las que deberán regirse por las normas y procedimientos del Derecho Administrativo" (arts.
1764 a 1766).
En dicha sección se regulan adicionalmente los sistemas de responsabilidad inherentes a establecimientos
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educativos primarios y secundarios (art. 1767), profesionales liberales (art. 1768), por accidentes de tránsito (art.
1769), protección de la vida privada (art.1770) o acusación calumniosa (art. 1771).
33. En la Sección 10ª se regula la legitimación activa para el ejercicio de la acción reparatoria por daños
provocados a cosas o bienes (art. 1772).
Del mismo modo, la legitimación pasiva indistinta que recae sobre los responsables directos e indirectos (art.
1773).
34. En la Sección 11ª se regula la independencia entre las acciones civiles y penales originadas por un mismo
hecho (art. 1774).
A su vez, la influencia de la sentencia penal en el proceso civil (arts. 1775 a 1780).
A pesar de la unificación del sistema de responsabilidad sobre las bases precedentemente descriptas, se
mantienen diferencias en determinadas cuestiones, reiterándose así lo que oportunamente fuera regulado de
modo similar en el Proyecto de la Comisión Federal de 1992 y en el de 1998.
Las citadas diferencias se observan en: a) Plazo de prescripción: el artículo 2560 establece el plazo genérico de
prescripción en cinco (5) años, excepto que esté previsto uno diferente. Dichas excepciones son reguladas:
° Para reclamar por daños causados a la integridad sexual de personas incapaces se establece en diez (10)
años, desde el cese de la incapacidad (art. 2561);
° para daños derivados de accidentes y enfermedades del trabajo, en dos años (art. 2562, inc. b);
° igual plazo para el reclamo de los daños derivados del contrato de transporte de personas o cosas (inc. d);
° de un año para ejercer la acción reparatoria contra el constructor derivada de ruina total o parcial, sea ella
provocada por vicio de construcción, del suelo o de mala calidad de los materiales. Ello, siempre que se trate de
obras destinadas a larga duración (art. 2564, inc. c).
b) Régimen de imputación de las consecuencias: tal lo que surge de la Exposición de Motivos formulada por los
juristas autores del Anteproyecto, éstos han considerado que "en un sistema que unifica la responsabilidad
contractual y extracontractual, es necesario regular claramente la previsibilidad en materia contractual. Esta
regla, con variantes, es la que se admite mayoritariamente".
Citando sucesivamente a Paulo (19.1.21.3), las reglas del Medioevo, la obra de Molineo y el artículo 1150 del
Código Civil francés, el Derecho anglosajón, la Convención sobre la Compraventa Internacional de Mercaderías y
el artículo 4.4 de los Principios del Unidroit concluyen en que "La parte incumplidora es responsable del daño que
solamente podría haber previsto al momento de la celebración del contrato como consecuencia probable del
incumplimiento. En la Legislación argentina la norma de resarcibilidad de las consecuencias inmediatas y
necesarias está emparentada con esta antigua regla, ya que Vélez la fundaba en Pothier, citado en la nota al
artículo 521".
A renglón seguido, los proponentes dejan constancia de que el texto proyectado tiene las siguientes
características: a) Su ámbito de aplicación son los contratos, a diferencia de la redacción original del Código Civil
que la establecía para los daños e intereses de las obligaciones que no tienen por objeto sumas de dinero (Título
III, art. 520). Ello generó litigios sobre el grado de extensión de esta limitación, que ahora es restringido sólo a los
contratos; b) Es una regla que se aplica cuando las partes negocian el precio y, para fijarlo, necesitan conocer los
riesgos que asumen; cuando mayor información y seguridad exista en ese momento menor será el precio, con
claro beneficio para el conjunto de la sociedad; c) Se hace excepción al caso de que exista dolo, como es
tradición; d) No se aplica a los contratos de consumo".
Agregan que "en cuanto a la problemática derivada del incumplimiento, queda regulada en el campo obligacional
y contractual. Frente al incumplimiento, el acreedor persigue la ejecución forzada para obtener la prestación, y, si
no es posible o no lo desea, pretende una indemnización sustitutiva. Ello exige diferenciar, dentro del espectro de
los daños resarcibles, el valor de la prestación originariamente pactada, de los otros perjuicios que se sufren. La
primera indemnización es el equivalente de la prestación debida, también denominada æstimatio rei o id quod
interest. La naturaleza de esta pretensión ha dado lugar a dos posiciones diferentes: a) la tesis de la autonomía
considera que el derecho del acreedor a obtener el valor de la prestación es una acción previa e independiente
de la indemnización de los ulteriores o adicionales daños y perjuicios. Es simplemente la obligación originaria,
que devino de imposible cumplimiento, que se transforma en dinero. La æstimatio rei es un subrogado de la
prestación que devino imposible y, por tanto, una forma de cumplimiento de la obligación por equivalente. En
cambio, los demás daños forman parte de una acción de responsabilidad en sentido estricto, porque surge una
nueva obligación a partir del hecho ilícito (incumplimiento), ya que antes no existían esos perjuicios; b) la tesis de
la unidad entiende que la ilicitud es un único fenómeno y comprende tanto la acción de cumplimiento por
equivalente como la del resarcimiento de los demás daños. Cuando el acreedor se decide por la ejecución
forzada, es la misma obligación la que se perpetúa (perpetuatio obligationis), pero, cuando se trata de
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indemnización, hay un cambio de objeto y ello es una mutación esencial. Se trata siempre de una nueva
obligación creada a partir de un hecho antijurídico que es el incumplimiento. Este último es una calificación de la
conducta del deudor, y no de su patrimonio, por lo tanto no se trata de una mera modificación del objeto de una
situación patrimonial objetiva, sino un nuevo comportamiento del deudor que, en forma personal, genera un
ilícito. La doctrina argentina está dividida entre ambas posiciones. Tratando de superar las discusiones teóricas,
el problema tiene solución práctica si establecemos una regla general para la unificación de los ámbitos de
responsabilidad y una regulación especial para el cumplimiento de la prestación comprometida mediante un
contrato. En la propuesta que se hace, se distingue, la problemática del incumplimiento y su ejecución, regulada
en el campo de las obligaciones y contratos, de los demás aspectos, que se incluyen en la responsabilidad por
daños".
Como se puede claramente apreciar, la directiva del artículo 1728 resulta diversa a la contemplada en el artículo
1725. Por lo tanto, la interpretación lógica conduce a la conclusión de que, a pesar de que el texto de este último
pareciera indicar una aplicación común a ambas áreas de responsabilidad, la ulterior redacción y Exposición de
Motivos inherente al artículo 1728 deja a las claras que el citado artículo 1725 quedaría limitado a las hipótesis de
responsabilidad extracontractual. En tal caso estaríamos ante una diversidad que, en la práctica, obstaculiza la
unificación del sistema en una materia en la cual tanto la doctrina como la jurisprudencia habían tendido
manifiestamente a extender de modo uniforme el régimen de imputación de las consecuencias propio de la
responsabilidad aquiliana al ámbito contractual. Ello, a través de una interpretación finalística de los artículos 521
y 522 del Código Civil [49].
Lo manifestado precedentemente se encuentra avalado por la Exposición de Motivos, cuando los autores del
Proyecto señalan que "la tesis que se adopta es la unidad del fenómeno de la ilicitud, lo cual no implica la
homogeneidad ya que hay diferencias que subsisten".
[1]
LÓPEZ MESA, Marcelo, La doctrina del riesgo creado y su posibilidad de aplicación al Estado (Análisis de la
jurisprudencia francesa, española y argentina actual), en Revista de Derecho Administrativo, Depalma, Buenos
Aires, año 10, Nº 27/29, 1998, ps. 435 y ss.
[2]
BUERES, Alberto y HIGHTON, Elena, Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y
jurisprudencial, Hammurabi, Buenos Aires, 1998, t. 2A, ps. 127 y ss.
[3]
[4]
SALVAT y ACUÑA ANZORENA, Tratado de Derecho Civil argentino. Fuentes de las obligaciones, 1958, t. IV, p.
2787; MAYO, Jorge, comentario al art. 1109, en BUERES y HIGHTON, Código Civil y normas complementarias.
Análisis doctrinario y jurisprudencial cit., t. 2A, ps. 127 y ss.
[5]
BUERES y HIGHTON, Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial cit., t. 2A,
ps. 127 y ss.
[6]
PICASSO, Sebastián, comentario al art. 1107, en BUERES y HIGHTON, Código Civil y normas complementarias.
13 / 17
Análisis doctrinario y jurisprudencial cit., t. 3A, p. 365.
[7]
BUERES y HIGHTON, Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial cit., t. 2A,
ps. 142 y ss.
[8]
Ver nuestro trabajo La buena fe y la obligación de seguridad, en Tratado de la buena fe en el Derecho, dir. y
coord. por Córdoba, Garrido Cordobera y Kluger, Buenos Aires, 2004.
[9]
LARENZ, Karl, Derecho de las Obligaciones, trad. de Jaime Santos Briz, Revista de Derecho Privado, Madrid,
1959, t. 1, p. 193; LACRUZ BERDEJO y otros, Derecho de las Obligaciones, 2ª ed., Bosch, Barcelona, 1985, vol.
1, p. 513; SANTOS BRIZ, Jaime, La responsabilidad civil. Derecho sustantivo y derecho procesal, 4ª ed.,
Montecorvo, Madrid, 1986, p. 135.
[10]
AGOGLIA, María Marta, ¿Es la antijuridicidad un presupuesto de la responsabilidad civil?, en Derecho Privado,
libro homenaje a Alberto J. Bueres, Hammurabi, Buenos Aires, 2001, p. 1023.
[11]
[12]
CCCom. de Morón, sala II, 30-3-93, "Lynch c/Paradiso", J. A. Nº 5869; CNCiv., en pleno, 22-2-90, "Civit
c/Progress SA", J. A. 1990-III-49 y ss., voto del Dr. Bueres, p. 73.
[13]
ACHILLE, Giovine, Causa streanea e responsabilità contrattuale per fatto altrui, en Revista di Diritto Comérciale,
1929, ps. 404 a 407.
[14]
BUERES, Alberto, Responsabilidad civil de las clínicas y establecimientos médicos, Ábaco, Buenos Aires, ps. 26
a 30; íd., Responsabilidad civil de los médicos, 2ª ed., Hammurabi, Buenos Aires, p. 372.
[15]
AGOGLIA, BORAGINA y MEZA, Responsabilidad por hecho ajeno, 2ª ed., LexisNexis, Buenos Aires, ps. 165 y
ss.
[16]
Ver nuestra obra, Responsabilidad por incumplimiento contractual, Hammurabi, Buenos Aires, ps. 199 y ss.;
VÁZQUEZ FERREIRA, Roberto, La obligación de seguridad y la responsabilidad contractual, en Revista de
Derecho Privado y Comunitario, Nº 17, Responsabilidad contractual - I, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, p. 86.
[17]
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GARCÍA VALDECASAS, Revista de Derecho Privado, 1962, t. XLVI-832, cit. por PREVOT, La responsabilidad
contractual cit. 18 CANNATA, Obligazzioni e contratti, p.
[18]
[19]
[20]
PICASSO, comentario al art. 1107, en BUERES y HIGHTON, Código Civil y normas complementarias. Análisis
doctrinario y jurisprudencial cit., t. 3A, ps. 345 y ss.
[21]
VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto, Prueba de la culpa médica, Hammurabi, Buenos Aires, 1991, p. 35, ap. A;
BUERES, Responsabilidad civil de los médicos cit., 1992, t. I, ps. 163 y 171; íd., en L. L. XL-A-I-730, sum. 282;
íd., en E. D. 84-333 y 102-204.
[22]
BUERES, Alberto J., El acto ilícito, Hammurabi, Buenos Aires, 1987, ps. 65/66; BUSTAMANTE ALSINA, Jorge,
Teoría general de la responsabilidad civil, 5ª ed., Buenos Aires, 1986, p. 59, Nº 116; STIGLITZ, Gabriel, Daños y
perjuicios, La Rocca, Buenos Aires, 1987, p. 22; GOLDENBERG, Isidoro, Indemnización por daños y perjuicios,
Hammurabi, Buenos Aires, 1993, ps. 24 a 50.
[23]
La prueba del daño moral, en La prueba en el derecho de daños, dir. por Carlos A. Ghersi, Nova Tesis, Buenos
Aires, 2009.
[24]
Sobre las diferencias entre el régimen de responsabilidad contractual y extracontractual puede consultarse a
PICASSO, comentario al art. 1107, en BUERES y HIGHTON, Código Civil y normas complementarias. Análisis
doctrinario y jurisprudencial cit., t. 3A, p. 359 y doctrina allí citada.
[25]
Acerca de las teorías que explican el daño jurídico y los recaudos de resarcibilidad, ver nuestro trabajo El daño,
en Derecho Privado cit., p. 1139 y doctrina allí citada.
[26]
CSJN a partir de "Santa Coloma c/Ferrocarriles Argentinos", del 5-8-86, y "Ruiz c/Estado Nacional", del 24-5-93.
[27]
15 / 17
[28]
GOLDENBERG, Isidoro, La relación de causalidad en la responsabilidad civil, Astrea, Buenos Aires, ps. 32 y ss.
[29]
[30]
Desarrollamos estos aspectos en nuestra obra Responsabilidad por incumplimiento contractual cit., ps. 239 y ss.
[31]
Sobre estas cuestiones vinculadas con la imposibilidad de pago ver MAYO, Jorge A., La imposibilidad de
cumplimiento, en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Nº 17, Responsabilidad contractual - I; también
nuestro trabajo, La exoneración de la responsabilidad contractual. La causa extraña no imputable, en Revista de
Derecho Privado y Comunitario, Nº 18, Responsabilidad contractual - II, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, ps. 9
y ss.
[32]
PICASSO, comentario al art. 1107, en BUERES y HIGHTON, Código Civil y normas complementarias. Análisis
doctrinario y jurisprudencial cit., t. 3A, ps. 353 y ss.; TRIGO REPRESAS, Unificación de la responsabilidad por
daños, en Derecho de Daños, 1989; BUERES, El acto ilícito cit., 1986, ps. 64 y ss.; ALTERINI, Contornos
actuales de la responsabilidad civil, p. 360; BUSTAMANTE ALSINA, Teoría general de la responsabilidad civil
cit., 1989, ps. 71 y ss.; MOSSET ITURRASPE, Jorge, Responsabilidad por daños, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
1971, 1.1.
[33]
GALDÓS, Jorge Mario, La responsabilidad civil (parte general) en el Anteproyecto, en L. L. del 11-6-2012, p. 1.
[34]
Ver nuestro trabajo sobre Responsabilidad por daños causados por productos elaborados defectuosos, en
Revista Jurídica, Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales,
Nº 10, primavera de 2006.
[35]
[36]
Cit. por VINEY, Genevieve, Introduction a la responsabilité, en Traite de Droit Civil, sous la direction de Jacques
Ghestin, 1995, 277, nota 10.
[37]
[38]
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Rapports et domaine des responsabilités contractuelle et délictuelle, 1930.
[39]
Traite théorique etpratique de la responsabilité avile délictuelle et contractuelle, 2ª ed., 1934, 1.1, p. 100.
[40]
[41]
Lecons de Droit Civil. Obligations, en Théorie générale, Montchrestien, 1991, ps. 368/372.
[42]
Droit Civil, t. IV, Les obligations, 1991, ps. 510 y ss., Nº 290 y ss.
[43]
[44]
[45]
[46]
[47]
[48]
Scopo de la norma violata. Interpretazione teleologica y techniche di atribuzione della tutela aquiliana, en Revista
de Diritto Civile, 1973, ps. 311 y ss.
[49]
CNCiv., 22-2-90, plenario "Civit c/Progress SA", J. A. 1990-III-49; ALTERINI, AMEAL y LÓPEZ CABANA, Curso
de obligaciones, I, p. 243, Nº 492; AGOGLIA, BORAGINA y MEZA, Responsabilidad por incumplimiento
contractual, Hammurabi, Buenos Aires, ps. 176/178, nota 46.
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