Sentencia C-426 de 2002
Sentencia C-426 de 2002
Sentencia C-426 de 2002
SENTENCIA C-426/02
Indicar de manera directa y concreta la forma como las normas acusadas vulneran la
Carta, es lo que garantiza la validez del juicio de inconstitucionalidad y su ulterior
conclusión a través del respectivo pronunciamiento de fondo. Por ello, aquellas demandas
en las que se formulen cargos indeterminados e indirectos, que carezcan de un grado
mínimo de razonabilidad y que no se dirijan a atacar el contenido material de la preceptiva
impugnada, no están llamadas a prosperar ya que desbordan la concepción abstracta que
identifica el proceso constitucional y, por lo tanto, el ámbito de competencia funcional del
organismo de control que se supedita al cotejo impersonal de la norma legal acusada con
los mandatos superiores.
También este alto Tribunal ha admitido que por vía de la acción pública de inexequibilidad
se puedan resolver los conflictos atinentes a la interpretación de las normas jurídicas,
cuando aquellos "está[n] involucrando un problema de interpretación constitucional" y el
mismo se origina directamente en el texto o contenido de la disposición impugnada. El
hecho de que a un enunciado normativo se le atribuyan distintos contenidos o
significados, consecuencia de la existencia de un presunto margen de indeterminación
semántica, conlleva a que la escogencia práctica entre sus diversas lecturas trascienda el
ámbito de lo estrictamente legal y adquiera relevancia constitucional, en cuanto que sus
alternativas de aplicación pueden resultar irrazonables y desconocer los mandatos
superiores. Ciertamente, conforme al criterio hermenéutico fijado por la jurisprudencia de
la Corporación, si una preceptiva legal puede ser interpretada en más de un sentido por
parte de las autoridades judiciales que tienen a su cargo la aplicación de la ley, y alguna
de ellas entra en aparente contradicción con los valores, principios, derechos y garantías
que contiene y promueve la Constitución Política, corresponde a la Corte adelantar el
respectivo análisis de constitucionalidad con el fin de establecer cual es la regla normativa
que, consultando el espíritu del precepto, en realidad se ajusta o se adecua a la Carta
Política.
Por razón de su vinculación directa con el debido proceso y con otros valores
constitucionales como la dignidad, la igualdad y la libertad, el acceso a la administración
de justicia se define también como un derecho medular, de contenido múltiple o complejo,
cuyo marco jurídico de aplicación compromete, en un orden lógico: (i) el derecho de
acción o de promoción de la actividad jurisdiccional, el cual se concreta en la posibilidad
que tiene todo sujeto de ser parte en un proceso y de utilizar los instrumentos que allí se
proporcionan para plantear sus pretensiones al Estado, sea en defensa del orden jurídico
o de sus intereses particulares; (ii) el derecho a que la promoción de la actividad
jurisdiccional concluya con una decisión de fondo en torno a las pretensiones que han
sido planteadas; (iii) el derecho a que existan procedimientos adecuados, idóneos y
efectivos para la definición de las pretensiones y excepciones debatidas; (iv) el derecho a
que los procesos se desarrollen en un término razonable, sin dilaciones injustificadas y
con observancia de las garantías propias del debido proceso y, entre otros, (v) el derecho
a que subsistan en el orden jurídico una gama amplia y suficiente de mecanismos
judiciales -acciones y recursos- para la efectiva resolución de los conflictos.
NORMA ACUSADA- Sentido normativo dado por máximo tribunal que resulta contrario a
la Constitución/INTERPRETACION JUDICIAL- Sentido normativo dado por máximo
tribunal que resulta contrario a la Constitución
ACCION DE NULIDAD- Sentido normativo dado por máximo tribunal que resulta contrario
a la Constitución
Por fuera de lo que constituyen sus características más próximas, la procedencia de una u
otra acción no esté determinada por el contenido del acto que se impugna -general o
particular- ni por los efectos que de éstos se puedan derivar, sino por la naturaleza de la
pretensión que se formule, o lo que es igual, por la clase de solicitud o de petición que se
haga ante el órgano jurisdiccional.
INTERPRETACION JUDICIAL- No puede hacer decir a las normas lo que éstas no dicen
Cuando una persona con interés directo pretenda demandar un acto de contenido
particular y concreto, podrá alternativamente acudir al contencioso de anulación por dos
vías distintas. Invocando la acción de nulidad y restablecimiento del derecho, caso en el
cual lo hace motivada por el interés particular de obtener el restablecimiento del derecho o
la reparación del daño antijurídico como consecuencia de la declaratoria de la nulidad del
acto. En la medida en que esta acción no se intente o no se ejerza dentro de los cuatro
meses de que habla la ley, quien se considere directamente afectado o un tercero, podrán
promover la acción de simple nulidad en cualquier tiempo, pero única y exclusivamente
para solicitar de la autoridad judicial la nulidad del acto violador, dejando a un lado la
situación jurídica particular que en éste se regula, para entender que actúan por razones
de interés general: la de contribuir a la integridad del orden jurídico y de garantizar el
principio de legalidad frente a los excesos en que pueda incurrir la Administración en el
ejercicio del poder público. En estos casos, la competencia del juez contencioso
administrativo se encuentra limitada por la pretensión de nulidad del actor, de manera
que, en aplicación del principio dispositivo, aquél no podrá adoptar ninguna medida
orientada a la restitución de la situación jurídica particular vulnerada por el acto. Ahora
bien, si se acusa un acto de contenido particular y concreto por vía de la acción de simple
nulidad, y la demanda no se interpone por el titular del derecho afectado sino por un
tercero, es imprescindible que el juez contencioso vincule al proceso al directamente
interesado, con el fin de que éste intervenga y pueda hacer efectivas las garantías propias
del derecho al debido proceso.
Magistrado Ponente:
SENTENCIA
I. ANTECEDENTES
La Corte, mediante auto de veinte (20) de noviembre de 2001, proferido por el Despacho
del magistrado Sustanciador, admitió la demanda, ordenó las comunicaciones
constitucionales y legales correspondientes, dispuso fijar en lista el negocio en la
Secretaría General de la Corte Constitucional para efectos de la intervención ciudadana y,
simultáneamente, corrió traslado al señor Procurador General de la Nación quien rindió el
concepto de su competencia.
(Decreto 01 de 1984)"
"..."
"Artículo 84-. Subrogado D.E. 2304 de 1989, art. 14. Acción de nulidad. Toda persona
podrá solicitar por sí o por medio de representante, que se declare la nulidad de los actos
administrativos.
Procederá no sólo cuando los actos administrativos infrinjan las normas en que debería
fundarse, sino también cuando hayan sido expedidos por funcionarios u organismos
incompetentes, o en forma irregular, o con desconocimiento del derecho de audiencia o
defensa, o mediante falsa motivación con desviación de las atribuciones propias del
funcionario o corporación que los profirió.
También puede pedirse que se declare la nulidad de las circulares de servicio y de los
actos de certificación y servicio."
III. LA DEMANDA
Considera el demandante que la preceptiva acusada vulnera los artículos 2°, 29 y 229, de
la Constitución Política.
2. Fundamentos de la demanda
Antes de exponer las razones por las cuales considera que la disposición acusada es
contraria a la Carta, el actor aclara que, conforme a lo dicho por la Corte en la Sentencia
C-1436 de 2000 (M.P. Alfredo Beltrán Sierra), es posible plantear juicios de
inconstitucionalidad contra interpretaciones que de las normas jurídicas hagan los
operadores jurídicos, cuando las mismas involucran un problema de carácter
constitucional.
Señala que el caso que somete a la consideración de la Corte es similar al que originó la
citada Sentencia C-1436 de 2000 y que, por tanto, caben las mismas razones para
proferir decisión de mérito.
Arguye que dicha tesis es conocida como la doctrina de los "móviles y finalidades", frente
a la cual las Secciones Primera y Tercera del Consejo de Estado han tenido agudas
controversias y disímiles posiciones, que si bien nunca hicieron peligrar la existencia de
tal doctrina, sí buscaban determinar cuál de las dos secciones la hacía más radical.
Sostiene que de acuerdo con la tesis de la Sección Primera, la acción de simple nulidad
"procede contra actos generales y abstractos y sólo contra aquellos actos particulares y
concretos para los cuales el legislador haya asignado expresamente esta acción (actos
electorales, cartas de naturaleza, nulidad de marcas, etc.)". Para la Sección Primera -
comenta el actor-, "el legislador, en su sabiduría, había identificado los 5 o 6 casos de
actos particulares y concretos posibles de la acción de simple nulidad, por la
trascendencia social que tiene su demanda y la solución que sobre la misma recaiga".
Así, por fuera de tales casos, la formulación de una demanda de simple nulidad contra
actos de contenido particular y concreto, traía como consecuencia necesaria su
inadmisión.
A su juicio, la diferencia entre las dos tesis radica en que, mientras para la Sección
Primera el legislador ha tenido el acierto de identificar los actos particulares y concretos
con importancia social que pueden ser objeto de la acción de simple nulidad, para la
Sección Tercera se puede invocar esta acción contra cualquier acto particular y concreto
que tenga trascendencia social, sin perjuicio de que los mismos no se encuentren
referenciados por la ley como susceptibles de impugnación por vía de la nulidad simple.
En relación con esto último, agrega que dentro de las causales para promover la acción
de simple nulidad se encuentra la relativa a la violación "del derecho de audiencias y
defensa", lo cual reafirma su tesis de la procedibilidad de la acción contra todo tipo de
actos, pues, en su concepto, aquella sólo es predicable de los actos administrativos de
carácter particular y concreto.
- Por último, afirma que las pretensiones incoadas en la presente demanda no buscan
desdibujar los límites entre la acción de simple nulidad y la de nulidad y restablecimiento
del derecho, ya que si bien éstas tiene varios aspectos comunes, se diferencian
fundamentalmente en la naturaleza de las pretensiones que se incoan. Así, mientras en la
acción de nulidad y restablecimiento el demandante está facultado para solicitar la nulidad
del acto administrativo y obtener el restablecimiento del derecho, en la acción de nulidad
simple no se puede solicitar ninguna forma de restablecimiento.
IV. INTERVENCIONES
A través del Director del Derecho y Ordenamiento Jurídico, el Ministerio de Justicia y del
Derecho intervino en el proceso de la referencia para solicitar a la Corte que se declare
inhibida por no haberse estructurado en debida forma la demanda, ya que el "objeto de la
controversia se origina en la interpretación de la norma acusada y no en su texto literal...".
- Una persona que se vea afectada por una decisión de contenido particular emanada de
la Administración, encuentra en la vía judicial dos opciones para lograr el restablecimiento
de sus derechos. Una primera, que es la de acudir a la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho, con el fin de obtener la declaratoria de nulidad de dicho acto
y la consecuente reparación de su derecho; para lo cual debe tener en cuenta los
requisitos que se le imponen como lo son el plazo para ejercerla -4 meses- y la
demostración del interés legítimo, entre otros. En el evento en que pierda esa
oportunidad, podrá acudir a la acción de simple nulidad y solicitar la mera nulidad del acto,
como una forma de contribuir al mantenimiento del orden jurídico.
- El artículo 84 del C.C.A. no establece distinción entre los actos administrativos que
pueden ser atacados por medio de la acción de simple nulidad; razón por la cual, en éste
sentido, le asiste razón al demandante ya que la interpretación que efectúa el Consejo de
Estado impone unas determinadas calidades al acto administrativo demandable que
terminan por restringir, indebidamente, el acceso a la acción de simple nulidad.
- La doctrina de los móviles y finalidades limita, sin sustento legal alguno, el acceso a la
justicia en aras de preservar el término de caducidad de la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho, prefiriendo la pervivencia del acto nulo antes que retirarlo
del mundo jurídico. Si el legislador hubiese querido limitar la acción de simple nulidad a
determinado tipo de actos, lo hubiese consignado de manera expresa en el texto legal.
- A pesar de que la Corte ha señalado que no es a ésta Corporación a quien compete por
regla general establecer el sentido de las normas legales, el control de constitucionalidad
implica un juicio que busca determinar si una norma legal es o no conforme con la Carta.
Para la viabilidad de este juicio debe primeramente establecerse el significado de la
norma, por lo que la Corte se encuentra habilitada para efectuar una interpretación de la
ley.
4. Otras intervenciones.
4.1 Los ciudadanos Daniel Forero Florián, Julián Cifuentes Bolívar, Oscar Cruz, Adriana
Plazas Cadena, Nini Johana Castro Cortes, Fredy Andrei Herrera Osorio, Yari Bellmont y
María Helena Caviedes Camargo, presentaron escrito de intervención para coadyuvar con
la demanda. En relación con el tema de la demanda, sostuvieron:
- Del tenor literal del artículo 84 del Código Contencioso Administrativo se deduce que el
legislador no tuvo la intención de excluir a los actos particulares y concretos de la acción
de simple nulidad. Ello es tan evidente, que introdujo causales que solamente pueden
predicarse de los actos de contenido particular como el la de la violación del derecho de
audiencia y defensa.
- La imposición de un móvil social para acceder al acción de nulidad contra los actos de
carácter particular y concreto, constituye un "aditamento artificial" que rebasa el contenido
del artículo 84 del Código Contencioso Administrativo.
- La nulidad del acto administrativo es un vicio único. Así, cuando la nulidad es la única
pretensión de la demanda, lo que cabe invocar es la acción de simple nulidad. Por el
contrario, cuando la solicitud de nulidad va acompañada de una petición de
restablecimiento del derecho, lo que cabe es la acción de nulidad y restablecimiento del
derecho.
Sobre el particular, sostuvo el Ministerio Público que "[E]l alcance e interpretación que de
una norma fije la jurisdicción competente, en ejercicio de sus facultades constitucionales,
no constituye un cargo del cual deba ocuparse la Corte y, por lo tanto, si la demanda
fuese admitida, la alta Corporación Constitucional deberá declararse inhibida en virtud del
principio de separación de las jurisdicciones."
Para la agencia fiscal, la doctrina de los móviles y finalidades, unificada por el Consejo de
Estado en la Sentencia del 10 de agosto de 1996, constituye la interpretación que el
máximo organismo de la jurisdicción contencioso administrativa, en ejercicio de sus
competencias constitucionales, "ha hecho acerca de la correcta aplicación de una norma
legal referida al ejercicio racional de una acción contenciosa por parte de los ciudadanos
y, ello, en manera alguna puede estar dentro de la órbita de control de constitucionalidad
que la Carta Política ha deferido a la Corte Constitucional".
Así las cosas, concluye la agencia fiscal señalando que la argumentación del actor, en el
sentido de sostener -con base en la jurisprudencia constitucional- que la interpretación de
una norma legal puede ser tenida como cargo de inconstitucionalidad cuando la misma
involucre un problema de carácter constitucional, no se aplica a éste caso, ya que ello
equivaldría a desconocer la facultad constitucional que posee la Sala Plena del Consejo
de Estado para unificar los criterios relativos a la aplicación de las normas que rigen esa
jurisdicción especializada.
VI. CONSIDERACIONES
1. Competencia.
Por dirigirse la demanda contra una disposición que forma parte de un Decreto con fuerza
de Ley, por este aspecto, la Corte Constitucional es competente para decidir sobre su
constitucionalidad, tal y como lo prescribe el artículo 241-5 de la Constitución Política.
2. El problema jurídico.
2.2. Ahora bien, teniendo en cuenta que tanto la Fiscalía General de la Nación como el
Ministerio Público, en sus respectivas intervenciones, califican la demanda de inepta y
solicitan a la Corte abstenerse de emitir pronunciamiento de fondo, un primer asunto debe
resolver esta Corporación, cual es el de verificar si, en el presente caso, la acusación se
ajusta a los requisitos formales y sustanciales de procedibilidad de la acción pública de
inconstitucionalidad, tal y como aparecen consignados en el artículo 2° del Decreto 2067
de 1991.
3.1. Como es sabido, el artículo 241 de la Carta Política le confía a la Corte Constitucional
"la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución". En cumplimiento de tal
propósito, la preceptiva citada le asigna a dicho órgano la función de ejercer el control de
constitucionalidad de las normas jurídicas, otorgándole plena competencia para decidir
sobre las demandas de inconstitucionalidad que formulen los ciudadanos contra las leyes
y decretos con fuerza de ley, "tanto por su contenido material como por vicios de
procedimiento en su formación".
3.3. El hecho de que el control de constitucionalidad de las leyes se active a través del
ejercicio ciudadano de un derecho político de aplicación inmediata, como es el de
interponer acciones públicas en defensa de la Constitución Política (C.P. art. 40-6),
constituye una manifestación implícita de los principios democrático y pluralista, que a su
vez fija un límite en el ámbito de competencia funcional del organismo de control, pues le
impide a éste asumir de oficio la revisión de las normas jurídicas, debiendo examinar tan
sólo aquellas que han sido formalmente acusadas ante su seno. En otras palabras,
"implica que el trámite de la acción pública sólo puede adelantarse cuando efectivamente
haya habido demanda, esto es, una acusación en debida forma de un ciudadano contra
una norma legal"3.
3.5. En lo que hace a este último requisito -el de consignar en el texto de la demanda el
concepto o razón en que se funda la solicitud de inexequibilidad-, habrá de precisar la
Sala que el mismo no constituye una mera exigencia formal cuya inobservancia pueda ser
superada o corregida por el juez durante el curso del proceso. Tal y como lo ha sostenido
esta Corte en múltiples pronunciamientos, el citado presupuesto comporta para el titular
de la acción pública una verdadera carga procesal de contenido sustancial, que lo obliga a
"definir con toda claridad la manera como la disposición desconoce o vulnera la Carta
Política"5. Definición que se traduce, necesariamente, en la formulación de por lo menos
un cargo directo de inconstitucionalidad contra la norma impugnada, que le facilite al
operador jurídico cumplir fielmente el objetivo propuesto con el juicio de inexequibilidad,
como es el de establecer, en abstracto, si hay lugar a una oposición objetiva y verificable
entre la norma impugnada y el conjunto de las disposiciones constitucionales6. Sobre el
punto, se ha pronunciado la jurisprudencia en los siguientes términos:
El análisis que efectúa la Corte debe darse en abstracto, teniendo en cuenta el contenido
objetivo de la disposición examinada, y en ningún caso la aplicación concreta que ella
tenga..." (Sentencia C-357/97, M.P. doctor José Gregorio Hernández Galindo).
En esta medida, puede afirmarse, sin lugar a equívocos, que la sólo acusación de un
precepto legal con la indicación de los dispositivos superiores en apariencia infringidos, no
llena las expectativas de procedibilidad del juicio, ya que resulta relevante y necesario la
formulación de por lo menos un cargo directo de inconstitucionalidad contra la norma
impugnada, que a su vez permita al juzgador determinar si en realidad existe una
oposición objetiva y verificable entre el contenido de la ley y el texto de la Constitución
Política." (Sentencia C-380/2000, M.P. Vladimiro Naranjo Mesa).
3.6. Indicar de manera directa y concreta la forma como las normas acusadas vulneran la
Carta, es, entonces, lo que garantiza la validez del juicio de inconstitucionalidad y su
ulterior conclusión a través del respectivo pronunciamiento de fondo. Por ello, aquellas
demandas en las que se formulen cargos indeterminados e indirectos, que carezcan de
un grado mínimo de razonabilidad y que no se dirijan a atacar el contenido material de la
preceptiva impugnada, no están llamadas a prosperar ya que desbordan la concepción
abstracta que identifica el proceso constitucional y, por lo tanto, el ámbito de competencia
funcional del organismo de control que, como se dijo, se supedita al cotejo impersonal de
la norma legal acusada con los mandatos superiores.
3.7. Sobre la base de los anteriores criterios, esta Corporación ha venido señalando que,
en principio, no le corresponde al juez constitucional resolver aquellos debates suscitados
en torno al proceso de aplicación o interpretación de la ley, pues es claro que en estos
casos no se trata de cuestionar el contenido literal de la norma impugnada, sino el sentido
o alcance que a ésta le haya fijado la autoridad judicial competente. Según lo ha
señalado, en tanto es la propia Constitución la que establece una separación entre la
jurisdicción constitucional y las otras jurisdicciones, los conflictos jurídicos que surjan
como consecuencia del proceso de aplicación de las normas legales han de ser resueltos
por los jueces ordinarios y especializados a quien se les asigna dicha función.7
3.8. No obstante, también este alto Tribunal ha admitido que por vía de la acción pública
de inexequibilidad se puedan resolver los conflictos atinentes a la interpretación de las
normas jurídicas, cuando aquellos "está[n] involucrando un problema de interpretación
constitucional"8 y el mismo se origina directamente en el texto o contenido de la
disposición impugnada. El hecho de que a un enunciado normativo se le atribuyan
distintos contenidos o significados, consecuencia de la existencia de un presunto margen
de indeterminación semántica, conlleva a que la escogencia práctica entre sus diversas
lecturas trascienda el ámbito de lo estrictamente legal y adquiera relevancia
constitucional, en cuanto que sus alternativas de aplicación pueden resultar irrazonables y
desconocer los mandatos superiores.
"No puede entonces la Corte Constitucional, como regla general, establecer cual es el
sentido autorizado de las normas legales. Sin embargo, el anterior principio se ve
matizado por los siguientes dos elementos que provocan una constante interpenetración
de los asuntos legales y constitucionales. De un lado, es obvio que un proceso de control
de constitucionalidad implica siempre un juicio relacional que busca determinar si una
norma legal es o no conforme con las normas constitucionales. Este juicio no es entonces
posible si no se establece previamente el significado de la norma legal. Ningún tribunal
constitucional puede entonces eludir la interpretación de las normas legales. De otro lado,
la Constitución es norma de normas y constituye la base de todo el ordenamiento positivo
(CP art. 4º), por lo cual los jueces ordinarios están también sometidos al imperio de la
Constitución. Esto significa que los jueces ordinarios tampoco pueden dejar de lado la
interpretación de las normas constitucionales al ejercer sus funciones." (Sentencia C-496
de 1994 M.P. Alejandro Martínez Caballero)
3.11. Así las cosas, es indudable que la función de garantizar la vigencia efectiva de la
Constitución, incluye, bajo ciertos parámetros de procedibilidad, la de verificar que los
jueces y demás autoridades públicas interpreten y apliquen las leyes en armonía con las
prescripciones superiores, pues la Constitución, como norma de normas, constituye el
orden jurídico fundamental del Estado y, por ende, el eje central de todo el derecho
interno (C.P. art. 4°). A este respecto, recuérdese que, según lo tiene establecido esta
Corporación, "la autonomía que la Corte reconoce a la interpretación legal o judicial tiene
como límite la arbitrariedad y la irrazonabilidad de sus respectivos resultados"11, siendo el
control de constitucionalidad una vía expedita para reivindicar el verdadero alcance de la
ley y de su validez frente a la Carta, particularmente, cuando a la luz del derecho viviente
ésta entra en contradicción con el texto Superior.
3.1.1. Siguiendo los fundamentos de la demanda, no cabe duda que la actual controversia
constitucional se plantea en torno a la forma como el Consejo de Estado viene
interpretando el artículo 84 del Código Contencioso Administrativo (C.C.A.), por medio del
cual se regula la acción de simple nulidad. Aplicando la doctrina de "los motivos y
finalidades", el máximo organismo de la jurisdicción contenciosa sostiene que, por vía del
contencioso público de anulación, pueden controvertirse los actos administrativos de
contenido general y, por fuera de éstos, sólo los actos de contenido particular y concreto
que expresamente señale la ley o que tengan trascendencia social y representen un
interés para la comunidad. Conforme a éste criterio de interpretación, la mayoría de los
actos administrativos de contenido particular no pueden, entonces, ser impugnados a
través del ejercicio de la acción de simple nulidad, debiendo necesariamente acudirse
para tales efectos a la acción de nulidad y restablecimiento del derecho cuyo término de
caducidad es de cuatro meses.
3.1.2. Para el actor y algunos de los intervinientes, la lectura que el Consejo de Estado
hace de la norma impugnada desborda su verdadero marco de aplicación, ya que lo único
que ésta exige para que proceda la acción de simple nulidad es que el acto acusado esté
incurso en alguna de las causales de anulación allí previstas, sin entrar a distinguir entre
actos de contenido general o particular, ni exigir respecto de estos últimos la existencia
"de un móvil patriótico como condición para que la demanda sea apta formalmente". Así,
consideran que el criterio de interpretación que adopta el Consejo de Estado resulta
restrictivo y violatorio de los derechos fundamentales al debido proceso y al acceso a la
administración de justicia, en cuanto transgrede la integridad del ordenamiento jurídico e
impide a los administrados recurrir a la acción de simple nulidad para impugnar los actos
de contenido particular, en las condiciones previstas por el legislador dentro del citado
artículo 84 del C.C.A.
3.1.3. Pues bien, acogiendo los criterios hermenéuticos vertidos en el punto anterior (1.1.),
encuentra la Corte que si bien el demandante no estructuró un cargo directo de
inexequibilidad contra el contenido material del texto impugnado, lo que en principio daría
lugar a un fallo inhibitorio, la interpretación que el Consejo de Estado ha hecho de la
norma y su ulterior cuestionamiento por parte de los distintos sujetos procesales -entre los
cuales se cuenta al actor-, involucra sin lugar a equívocos un problema de interpretación
constitucional que obliga a este organismo de control a asumir la competencia en el
presente caso, con el propósito de definir si el sentido reconocido al precepto acusado por
el máximo organismo de la jurisdicción contenciosa, que a su vez determina la forma
como en la práctica éste viene siendo aplicado y que constituye la orientación dominante
del texto en cuestión, armoniza con las garantías constitucionales que se aducen como
violadas.
3.1.5. Así las cosas, para los efectos de abordar el estudio del problema jurídico
planteado en esta causa, resulta necesario que la Corte se refiera, tanto al tratamiento
que el derecho colombiano le ha dado a la acción de nulidad, como al valor y alcance que
la jurisprudencia del Consejo de Estado le ha reconocido a los preceptos que la regulan.
En este contexto, se procederá a resolver si, a la a luz de los derechos de acceso a la
administración de justicia y al debido proceso, la orientación jurisprudencial reconocida al
artículo 84 del C.C.A. por el máximo tribunal de lo contencioso administrativo se ajusta a
la Constitución Política.
Cabe destacar que, atendiendo a una interpretación armónica y sistemática de estas dos
acciones, por vía jurisprudencial se reconoció la existencia de una acción mixta, la cual
podía ejercerse por el afectado para lograr la declaratoria de nulidad del acto, tanto por
ser contrario a una ley superior como por violar los derechos civiles individuales12. No
obstante el surgimiento doctrinal de esta tercera acción, para ese entonces no se podía
hablar con propiedad de un restablecimiento del derecho a favor de la persona agraviada,
pues el tema de la responsabilidad patrimonial del Estado, si bien ya se había insinuado a
nivel de algunas decisiones judiciales, sólo había alcanzado un incipiente grado de
desarrollo en el contexto estrictamente jurisprudencial13; precisamente, como
consecuencia de la competencia que le fue asignada en el artículo 4° de la Ley 80 de
1935 a los tribunales contenciosos, para proceder a fijar los posibles efectos reparadores
cuando la declaratoria de nulidad del acto era consecuencia del ejercicio de la acción
privada.
También es del mayor interés señalar que, con la promulgación de la citada Ley 167, se
suprimió el término de caducidad previsto en la Ley 130 de 1913 para la acción de simple
nulidad, de manera que ésta podía ejercerse en cualquier tiempo, y se le reconoció a la
acción de nulidad y plena jurisdicción un término de caducidad de cuatro meses, los
cuales empezaban a correr una vez fuera publicado, notificado, comunicado o ejecutado
el respectivo acto administrativo.
4.5. Así, en el artículo 84 del C.C.A. -tal y como fue subrogado por el artículo 14 del
Decreto 2304 de 1989-, se faculta a todas las personas para demandar la nulidad de los
actos administrativos, no sólo cuando éstos infrinjan las normas en que debían fundarse,
sino también cuando hayan sido expedidos por funcionarios u organismos incompetentes,
o en forma irregular, o con desconocimiento del derecho de audiencias y defensa, o
mediante falsa motivación, o con desviación de las atribuciones propias del funcionario o
corporación que los profirió. Del mismo modo, en el artículo 85, subrogado por el artículo
15 del Decreto 2304 de 1989, se regula la acción de nulidad y restablecimiento, mediante
la cual se le concede a quienes se crean lesionados en un derecho amparado por la ley,
la posibilidad de solicitar la declaratoria de nulidad del acto y el reconocimiento de una
situación jurídica individualizada, en aras de lograr su pleno restablecimiento o la
reparación del daño. En relación con el término de caducidad, en los numerales 1° y 2°
del artículo 136 del C.C.A., modificado por el artículo 44 de la Ley 446 de 1998, se
reproduce la previsión contenida en el artículo 83 de la Ley 167 de 1941, según la cual, la
acción de nulidad puede ejercerse en cualquier tiempo a partir de la expedición del acto, y
la de nulidad y restablecimiento del derecho dentro de los cuatro meses siguientes a la
publicación, notificación, comunicación o ejecución del acto.
5.2. Hasta los inicios del mes de agosto del año de 1961, durante la vigencia de la Ley
167 de 1941, el máximo organismo de la jurisdicción contencioso administrativa sostenía
que la naturaleza del acto demandado era lo que permitía diferenciar las dos acciones y
adecuar su ejercicio procesal. Aplicando este criterio, consideró que cuando el acto
administrativo era creador de una situación jurídica general, su enjuiciamiento sólo era
posible por vía de la acción de simple nulidad. Pero si lo que éste regulaba era una
situación jurídica de carácter particular y concreto, la acción que debía ejercitarse era la
de plena jurisdicción o de nulidad y restablecimiento del derecho.15
5.3. En Sentencia del 10 de agosto de 196116, estando todavía vigente la citada Ley 167
de 1941, el Consejo de Estado (con ponencia del H. Consejero Carlos Gustavo Arrieta),
procedió a rectificar el anterior criterio jurisprudencial mediante la adopción de la doctrina
"de los motivos y finalidades". Con la consagración de esta doctrina, se buscó distinguir y
separar las dos acciones, no a partir de la naturaleza propia del acto -si es de contenido
particular y concreto o de contenido general y abstracto-, sino de los motivos
determinantes y de las finalidades que han conducido a su impugnación por la vía de la
jurisdicción administrativa. De este modo, se estimó que, en principio, la acción de simple
nulidad procedía contra los actos administrativos creadores de situaciones jurídicas
generales y de situaciones jurídicas particulares, cuando en ambos casos la pretensión se
concretara en la defensa de la legalidad y la tutela del orden jurídico abstracto; salvo que,
tratándose de un acto de contenido particular, la declaratoria de nulidad conllevara al
restablecimiento automático de un derecho. En relación con la aplicación de la doctrina de
"los motivos y finalidades", se dijo en citada Sentencia lo siguiente:
De los preceptos en cita se colige que los únicos motivos determinantes del contencioso
popular de anulación son los de tutelar el orden jurídico y la legalidad abstracta contenida
en esos estatutos superiores, y que sus finalidades son las de someter a la administración
pública al imperio del derecho objetivo. Pero como la causa y objetivo de la acción son
incompatibles con la protección de derechos particulares, al utilizarla con este último
propósito se desnaturaliza la esencia del sistema. Habría una simulación de motivos, de
intereses y de fines que los textos rechazan implícitamente. La aceptación de ese sistema
traería como consecuencia el desconocimiento de los mandatos legales sobre caducidad
de la acción privada.
Los motivos y finalidades del actor deben estar en consonancia con los motivos y
finalidades que las normas asignan a la acción. Es presumible esta similitud de causas y
objetivos cuando se acciona por la vía del contencioso de anulación contra actos
impersonales y abstractos, porque esta clase de ordenamientos entrañan una violación
continua y permanente de la legalidad objetiva que afecta directamente a toda la
comunidad y lesionan los derechos de todos en el presente y en el futuro. El posible
interés que anime al demandante se diluye en el interés general de la sociedad. Distinta
es la situación cuando el recurso se dirige contra actos particulares. En este evento, el
quebrantamiento de la legalidad no tiene el carácter de continuidad y permanencia, sino
que es ocasional y episódico, y sólo afecta directa e inmediatamente a determinada
persona.
5.5. Ya frente al contenido de los artículos 84 y 85 del Decreto 01 de 1984, tal y como
fueron modificados por los artículos 14 y 15 del Decreto 2304 de 1989, en providencia de
la Sección Segunda del 2 de agosto de 1990, el Consejo de Estado le introdujo una clara
modificación a la doctrina de los motivos y finalidades, al sostener que sólo resultaba
admisible promover la acción de simple nulidad contra los actos de contenido particular y
concreto, en los casos expresamente definidos por la ley. Esta posición fue a su vez
complementada en Auto de la Sala Plena del 16 de mayo de 1991, al aceptarse en él que
por fuera de los casos señalados en las normas jurídicas, también era posible promover la
acción de simple nulidad contra actos creadores de situaciones jurídicas individuales, en
el evento en que éstas tengan especial incidencia en los derechos ciudadanos, del
Estado, de las libertades de los asociados y de la comunidad en general, trastornando el
orden jurídico y los principios de igualdad o equidad.
5.10. Como ya se ha indicado, sobre este último criterio de interpretación judicial, que
constituye la orientación dominante de la forma como el máximo tribunal de lo contencioso
administrativo viene aplicando el artículo 84 del C.C.A., es que se ha estructurado el
presente enjuiciamiento. Consideran los distintos sujetos procesales, entre los cuales se
cuenta y se destaca al demandante, que la posición asumida por el Consejo de Estado
viola el derecho de acceso a la justicia, pues le adiciona al citado artículo elementos
normativos ajenos a su espíritu y contenido, que impiden al ciudadano acudir al
contencioso de simple anulación para demandar cualquier acto de contenido particular y
concreto.
6.3. Por ello, el derecho que se le reconoce a las personas, naturales o jurídicas, de
demandar justicia le impone a las autoridades públicas, como titulares del poder coercitivo
del Estado y garante de todos los derechos ciudadanos, la obligación correlativa de
promover e impulsar las condiciones para que el acceso de los particulares a dicho
servicio público sea real y efectivo. No existe duda que cuando el artículo 229 Superior
ordena"garantiza[r] el derecho de toda persona para acceder a la administración de
justicia", está adoptando como imperativo constitucional del citado derecho su
efectividad, el cual comporta el compromiso estatal de lograr, en forma real y no
meramente nominal, que a través de las actuaciones judiciales se restablezca el orden
jurídico y se protejan las garantías personales que se estiman violadas.
6.4. Cabe puntualizar que el fundamento del derecho a la protección judicial efectiva no
sólo se encuentra en los artículos 1, 2, 29 y 229 de la Constitución Política. También
aparece consagrado en las normas de derecho internacional, concretamente, en los
tratados y declaraciones de derechos que han sido suscritas y ratificadas por Colombia.
Así, por ejemplo, el artículo 25 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos
declara que: "Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que
violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio
de sus funciones oficiales". En igual medida, el artículo 14 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos declara que: "Toda persona tendrá derecho a ser oída
públicamente y con todas las garantías por un tribunal competente, independiente e
imparcial, establecido por la ley, en la substanciación de cualquier acusación de carácter
penal formulada contra ella o para la determinación de sus derechos u obligaciones de
carácter civil."
"El acceso a la justicia se integra al núcleo esencial del debido proceso, por la
circunstancia de que su garantía supone necesariamente la vigencia de aquél, si se tiene
en cuenta que no es posible asegurar el cumplimiento de las garantías sustanciales y de
las formas procesales establecidas por el legislador..." (sentencia T-268/96, M.P. Antonio
Barrera Carbonell).
6.6. Por razón de su vinculación directa con el debido proceso y con otros valores
constitucionales como la dignidad, la igualdad y la libertad, el acceso a la administración
de justicia se define también como un derecho medular, de contenido múltiple o complejo,
cuyo marco jurídico de aplicación compromete, en un orden lógico: (i) el derecho de
acción o de promoción de la actividad jurisdiccional, el cual se concreta en la posibilidad
que tiene todo sujeto de ser parte en un proceso y de utilizar los instrumentos que allí se
proporcionan para plantear sus pretensiones al Estado, sea en defensa del orden jurídico
o de sus intereses particulares; (ii) el derecho a que la promoción de la actividad
jurisdiccional concluya con una decisión de fondo en torno a las pretensiones que han
sido planteadas; (iii) el derecho a que existan procedimientos adecuados, idóneos y
efectivos para la definición de las pretensiones y excepciones debatidas; (iv) el derecho a
que los procesos se desarrollen en un término razonable, sin dilaciones injustificadas y
con observancia de las garantías propias del debido proceso y, entre otros, (v) el derecho
a que subsistan en el orden jurídico una gama amplia y suficiente de mecanismos
judiciales -acciones y recursos- para la efectiva resolución de los conflictos.
6.7. Cabe precisar, que si bien la tutela judicial efectiva se define como un derecho
fundamental de aplicación inmediata, esta última característica es predicable básicamente
de su contenido o núcleo esencial, ya que el diseño de las condiciones de acceso y la
fijación de los requisitos para su pleno ejercicio corresponde establecerlos al legislador,
"en razón de que no se agotan en si mismas, sino que con ellas trasciende la idea, por
demás general, impersonal y abstracta, de realización de justicia"22. Ciertamente, en virtud
de la cláusula general de competencia consagrada en el numeral 2° del artículo 150
Superior, la regulación de los procedimientos judiciales, su acceso, etapas,
características, formas, plazos y términos es atribución exclusiva del legislador, el cual,
atendiendo a las circunstancias socio-políticas del país y a los requerimientos de justicia,
goza para tales efectos de un amplio margen de configuración tan sólo limitado "por la
razonabilidad y proporcionalidad de las medidas adoptadas, en cuanto éstas se
encuentren acordes con las garantías constitucionales de forma que permitan la
realización material de los derechos sustanciales"23.
6.9. En relación con esto último, es de observarse que el derecho fundamental de acceso
a la justicia no se entiende agotado con el mero diseño normativo de las condiciones de
operatividad. En consonancia con el principio de efectividad que lo identifica, su ámbito de
protección constitucional obliga igualmente a que tales reglas sean interpretadas a la luz
del ordenamiento superior, en el sentido que resulten más favorable al logro y realización
del derecho sustancial y consultando en todo caso el verdadero espíritu y finalidad de la
ley. Téngase en cuenta que, frente a la garantía de la tutela judicial efectiva, el deber
primigenio del Estado -representado por los jueces y tribunales- es precisamente el de
prestar el servicio de la jurisdicción, posibilitando el libre acceso de las partes al proceso y
permitiendo su directa participación; objetivo al cual se accede cuando se atiende al
contenido de las garantías superiores y se aplican con mayor amplitud y en sentido más
razonable las formas y requisitos que regulan la actuación procesal. Sobre el particular, la
Corte ha sido enfática en señalar que:
"El debido proceso y el acceso a la justicia (CP arts. 29, 228 y 229) son derechos
fundamentales que obligan a interpretar las normas procesales como instrumentos
puestos al servicio del derecho sustancial y a las soluciones que permitan resolver el
fondo de los asuntos sometidos a consideración de los jueces (principio pro actione). Si
bien los derechos mencionados no se vulneran cuando se inadmite un recurso o acción
por no concurrir los presupuestos legales para su aceptación, la decisión judicial no debe
ser arbitraria ni irrazonable. Se impone, por lo tanto, adoptar la interpretación que tome en
cuenta el espíritu y finalidad de la norma y que sea más favorable para la efectividad del
derecho fundamental." (Sentencia T-538/94, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).
6.11. Con razón esta Corporación ha sostenido que "[e]l derecho a acceder a la justicia no
cumple su finalidad con la sola consagración formal de recursos y procedimientos, sino
que requiere que éstos resulten realmente idóneos y eficaces"24. Este criterio
hermenéutico, que recoge en gran medida el fundamento universal de lo que en esencia
es el derecho a la tutela judicial efectiva, juega un papel de singular importancia en su
proceso de consolidación y desarrollo a nivel legal, pues permite concluir que la aplicación
de la ley sustancial y procesal debe cumplirse a partir de un criterio de interpretación
sistemática, que obligue al operador a fijar su alcance consultando los principios,
derechos y garantías que consagra la Constitución Política, los cuales, como es sabido,
constituyen a su vez la base o punto de partida de todo el ordenamiento jurídico.
7.1. Como es sabido, la Constitución Política y las leyes le han asignado a la jurisdicción
de lo contencioso administrativo, la función específica de juzgar las controversias jurídicas
que se originen en la actividad de las entidades estatales y de los particulares que
cumplen funciones administrativas. En estos casos, la cuestión litigiosa y el
correspondiente control judicial por parte de esta justicia especializada, surge cuando la
Administración o quien hace sus veces, en cumplimiento de los deberes asignados y con
ocasión de sus reglamentos, actos, hechos, omisiones, contratos y operaciones
administrativas, ha desconocido la normatividad que regula la actividad pública y ha
lesionado derechos e intereses de la comunidad, de los particulares o de otras entidades
u organismos estatales.
"El preámbulo de la Carta Política reconoce que el nuevo orden institucional político y
social diseñado para asegurar a los integrantes de la comunidad nacional los valores de la
vida, la convivencia, el trabajo, la justicia y la igualdad, y garantizar un orden político,
económico y social justo, se estructura a partir de un ordenamiento jurídico o un marco
normativo que sirva de instrumento para la realización y efectivización de dichos valores y
propósitos.
"La acción de nulidad tiene un sólido soporte en el principio de legalidad que surge,
principalmente, del conjunto normativo contenido en los arts. 1, 2, 6, 121, 123, inciso 2o.,
124 de la C.P., pero así mismo tiene su raíz en las normas que a nivel constitucional han
institucionalizado y regulado la jurisdicción de lo contencioso administrativo (arts. 236,
237-1-5-6 y 238)."
7.5. En este contexto, es preciso subrayar que la norma acusada, el artículo 84 del C.C.A.
-tal y como fue subrogado por el artículo 14 del Decreto 2304 de 1989-, es la llamada a
definir y delimitar el alcance de la acción de simple nulidad al disponer que: "toda persona
podrá solicitar por sí, o por medio de su representante, que se declare la nulidad de los
actos administrativos". El mismo precepto se ocupa de establecer su ámbito de
procedibilidad, señalando que esta acción "[p]rocederá no sólo cuando los actos
administrativos infrinjan las normas en que deberían fundarse, sino también cuando hayan
sido expedidos por funcionarios u organismos incompetentes, o en forma irregular, o con
desconocimiento del derecho de audiencias y defensa, o mediante falsa motivación, o con
desviación de las atribuciones propias del funcionario o corporación que los profirió.
También puede pedirse que se declare la nulidad de las circulares de servicio y de los
actos de certificación y registro".
7.6. En plena concordancia con lo anterior, el artículo 85 del mismo C.C.A, subrogado por
el artículo 15 del Decreto 2304 de 1989, se encarga de regular la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho -conocida durante la vigencia de la Ley 167 de 1941 como la
acción de plena jurisdicción-, consagrando que "Toda persona que se crea lesionada en
un derecho amparado en una norma jurídica, podrá pedir que se declare la nulidad del
acto administrativo y se le restablezca en su derecho; también podrá solicitar que se le
repare el daño. La misma acción tendrá quien pretenda que le modifiquen una obligación
fiscal o de otra clase, o la devolución de lo que pagó indebidamente".
7.7. En relación con el término de caducidad de las citadas acciones, los numerales 1° y
2° del artículo 136 del C.C.A., modificado por el artículo 44 de la Ley 446 de 1998,
disponen que la acción de simple nulidad "podrá ejercitarse en cualquier tiempo a partir de
la expedición del acto", y que la de nulidad y restablecimiento del derecho "caducará al
cabo de cuatro (4) meses contados a partir del día siguiente al de la publicación,
notificación, comunicación o ejecución del acto, según el caso".
7.8. Teniendo en cuenta el objeto fundamental y las circunstancias de orden legal que
reglamentan y condicionan su ejercicio, es válido afirmar que la acción de nulidad
presenta las siguientes características: (i) se ejerce exclusivamente en interés general con
el fin de salvaguardar el orden jurídico abstracto; (ii) por tratarse de una acción pública, la
misma puede ser promovida por cualquier persona; (iii) la ley no le fija término de
caducidad y, por tanto, es posible ejercerla en cualquier tiempo; (iv) procede contra todos
los actos administrativos siempre que, como se dijo, se persiga preservar la legalidad en
abstracto -la defensa de la Constitución, la ley o el reglamento-.
7.10. Sobre los efectos de la decisión que se adopte en uno y otro caso, siguiendo con lo
preceptuado en el artículo 175 del C.C.A., se tiene que tanto en el contencioso de simple
anulación como en el de nulidad y restablecimiento del derecho, la sentencia que declara
la nulidad del acto administrativo produce efectos de cosa juzgada "erga omnes", en tanto
que la decisión desestimatoria sólo produce tales efectos en relación con la "causa
petendi" que ha sido fallada. En los casos en que se ejerce la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho, y a través de la sentencia se obtiene la nulidad del acto y el
reconocimiento de una situación jurídica particular y concreta, el efecto restablecedor sólo
es predicable de las partes en contienda, esto es, de quienes promovieron y obtuvieron tal
declaración.
7.11. Ahora bien, en lo que tiene que ver con el alcance de la acción de nulidad frente a
los actos de contenido particular y concreto, como ya se explicó en el punto 5 de las
consideraciones de esta Sentencia, el Consejo de Estado ha venido adoptando distintas
posiciones que encuentran un fundamento de principio en la aplicación de la llamada
doctrina de "los motivos y finalidades". No obstante, la posición que en forma institucional
asumió el máximo tribunal de lo contencioso administrativo en la Sentencia del 10 de
agosto de 1996, reiterada de manera uniforme en múltiples pronunciamientos, se dirige a
considerar que la simple nulidad sólo procede frente a los actos de contenido particular y
concreto en dos casos específicos: (i) cuando expresamente lo consagre la ley y (ii)
cuando el acto individual revista un especial interés para la comunidad que trascienda el
mero interés de la legalidad en abstracto, comprometiendo el orden público, social o
económico del país. Según dicho criterio jurisprudencial, en los demás casos la acción de
simple nulidad no será admisible respecto de los actos particulares, debiendo acudirse a
la acción de nulidad y restablecimiento dentro del término de caducidad fijado en la ley.
7.12. Respecto al contenido del artículo 84 del C.C.A., no observa la Corte que el mismo
establezca distinciones en relación con la clase de actos administrativos que pueden ser
demandados por esa vía, como tampoco que condicione o restrinja su ámbito de
procedibilidad frente a los actos de contenido particular, o bien al cumplimiento de ciertos
presupuestos -como el de tener que acreditar que el acto acusado representa un especial
interés para la comunidad-, o bien a los casos expresamente consagrados en normas o
leyes especiales. Por el contrario, la circunstancia específica de que el artículo en
cuestión disponga en forma clara y precisa que "toda persona podrá solicitar por sí, o por
medio de su representante, que se declare la nulidad de los actos administrativos", lleva a
la conclusión de que la voluntad del legislador extraordinario al regular la acción pública
de simple nulidad, no fue la de privilegiar su ejercicio respecto de los actos relativos a
situaciones jurídicas generales, sino la de permitir, en plena concordancia con la
Constitución, que ésta pudiera ejercerse también contra los actos de contenido particular
y concreto. Ello, en el entendido de que éstos, independientemente de regular situaciones
jurídicas individuales, igualmente pueden entrar en contradicción con la integridad del
ordenamiento jurídico, que es lo que en últimas busca preservarse a través de la acción
pública de nulidad.
7.13. Ciertamente, conforme a las reglas que identifican las acciones de nulidad y de
nulidad y restablecimiento del derecho, se tiene que la diferencia fundamental entre éstas
radica en que mientras la acción de nulidad tiene por objeto principal, directo y exclusivo
preservar la legalidad de los actos administrativos, a través de un proceso en que no se
debaten pretensiones procesales que versan sobre situaciones jurídicas de carácter
particular y concreto, limitándose a la simple comparación del acto con las normas a las
cuales ha debido estar sujeto, la de restablecimiento del derecho, por su parte, no solo
versa sobre una pretensión de legalidad de los actos administrativos, sino que propende
por la garantía de los derechos subjetivos de los particulares mediante la restitución de la
situación jurídica de la persona afectada, ya sea a través de una reintegración en forma
específica, de una reparación en especie o de un resarcimiento en dinero.
7.14. Ello conduce a que, por fuera de lo que constituyen sus características más
próximas, la procedencia de una u otra acción no esté determinada por el contenido del
acto que se impugna -general o particular- ni por los efectos que de éstos se puedan
derivar, sino por la naturaleza de la pretensión que se formule, o lo que es igual, por la
clase de solicitud o de petición que se haga ante el órgano jurisdiccional. Si el proceso
administrativo de anulación define su propia identidad a partir del bien jurídico a tutelar -la
simple legalidad o ésta y la garantía de un derecho subjetivo-, la pretensión procesal se
convierte en su objeto principal pues en torno a ella es que tiene lugar todo el curso de la
actuación judicial. La promoción o iniciación del proceso, su desarrollo e instrucción y la
posterior decisión, encuentran como referente válido la declaración de voluntad del
demandante o lo que éste pida que se proteja, sin que tenga por qué incidir en la
actuación la condición del acto violador o sus efectos más próximos.
7.16. Así las cosas, independientemente de las tesis que hayan sido expuestas en el seno
del máximo órgano de la jurisdicción administrativa para delimitar la procedencia de la
acción de nulidad contra actos de contenido particular, la formulación y exigencia de
requisitos adicionales no contenidos en el texto de la norma acusada ni derivados de su
verdadero espíritu y alcance, representan, sin lugar a dudas, una carga ilegítima para los
administrados que afecta y restringe de manera grave el ejercicio de sus derechos
fundamentales de acceso a la justicia y al debido proceso, pues, lo ha dicho la Corte26, el
interprete no puede hacer decir a las normas lo que éstas no dicen, mucho menos si el
sentido que les atribuye excede su verdadero contenido y no se ajusta al texto de la
Constitución Política.
7.18. Mediante la aplicación de esta regla de interpretación, y sin que la ley disponga
nada al respecto, se le está impidiendo al ciudadano acceder a la jurisdicción para
salvaguardar y hacer prevalecer el imperio de la ley, con la sola excusa de no haber
solicitado en tiempo el restablecimiento del derecho o la reparación del daño sufrido por el
acto, desconociéndose de esta manera el principio de legalidad que resulta ser
consustancial a nuestro Estado de derecho y los mandatos constitucionales que
subordinan el interés privado al interés público o social, y que difieren en la ley la facultad
de regular los recursos, las acciones y los procedimientos necesarios, precisamente,
"para que puedan propugnar por la integridad del orden jurídico..." (C.P. arts. 58 y 89).
Sobre esto último, teniendo en cuenta las atribuciones asignadas por la Carta Política a
las distintas ramas del Poder Público, habrá de recordarse que la regulación de los
procedimientos judiciales es competencia exclusiva y excluyente del legislador27, de
manera que sólo él es el llamado a fijar y definir los presupuestos procesales de las
acciones y en particular los de la acción de simple nulidad, sin que le sea posible al juez
apartarse de ellos, modificando o alterando las reglas normativas preestablecidas en
perjuicio de los administrados.
7.22. Así, cuando una persona con interés directo pretenda demandar un acto de
contenido particular y concreto, podrá alternativamente acudir al contencioso de anulación
por dos vías distintas. Invocando la acción de nulidad y restablecimiento del derecho
(C.C.A. art. 85), caso en el cual lo hace motivada por el interés particular de obtener el
restablecimiento del derecho o la reparación del daño antijurídico como consecuencia de
la declaratoria de la nulidad del acto. En la medida en que esta acción no se intente o no
se ejerza dentro de los cuatro meses de que habla la ley (C.C.A. art. 136-2), quien se
considere directamente afectado o un tercero, podrán promover la acción de simple
nulidad en cualquier tiempo (C.C.A. arts. 84 y 136-1), pero única y exclusivamente para
solicitar de la autoridad judicial la nulidad del acto violador, dejando a un lado la situación
jurídica particular que en éste se regula, para entender que actúan por razones de interés
general: la de contribuir a la integridad del orden jurídico y de garantizar el principio de
legalidad frente a los excesos en que pueda incurrir la Administración en el ejercicio del
poder público. En estos casos, la competencia del juez contencioso administrativo se
encuentra limitada por la pretensión de nulidad del actor, de manera que, en aplicación
del principio dispositivo, aquél no podrá adoptar ninguna medida orientada a la restitución
de la situación jurídica particular vulnerada por el acto. Ahora bien, si se acusa un acto de
contenido particular y concreto por vía de la acción de simple nulidad, y la demanda no se
interpone por el titular del derecho afectado sino por un tercero, es imprescindible que el
juez contencioso vincule al proceso al directamente interesado, con el fin de que éste
intervenga y pueda hacer efectivas las garantías propias del derecho al debido proceso.
7.24. Asimismo, en aras de la certeza y seguridad jurídica, habrá de aclararse que cuando
no se promueva la acción de nulidad y restablecimiento del derecho dentro del término de
caducidad fijado en la ley, y se demanda un acto de contenido particular y concreto a
través de la acción de simple nulidad, la sentencia que acoge la pretensión de nulidad del
acto no abre la posibilidad para que el sujeto afectado pueda entrar a solicitar la
reparación del daño antijurídico derivado de dicho acto. En realidad, el hecho de que no
se haya reclamado en tiempo el reconocimiento de una situación jurídica individual
afectada por un acto administrativo, impide de plano que pueda utilizarse el contencioso
de simple anulación como medio para revivir nuevamente la posibilidad de reclamar, por
vía judicial, el restablecimiento del derecho presuntamente afectado.
7.25. Acogiendo los criterios que han sido expuestos, la Corte procederá a declarar la
exequibilidad del artículo 84 del Código Contencioso Administrativo, tal y como fue
subrogado por el artículo 14 del Decreto 2304 de 1989, siempre y cuando se entienda que
la acción de nulidad también procede contra los actos de contenido particular y concreto,
cuando la pretensión es exclusivamente el control de la legalidad en abstracto del acto, en
los términos de la parte motiva de esta Sentencia.
VII. DECISIÓN
RESUELVE
Declarar EXEQUIBLE el artículo 84 del Código Contencioso Administrativo, tal y como fue
subrogado por el artículo 14 del Decreto 2304 de 1989, siempre y cuando se entienda que
la acción de nulidad también procede contra los actos de contenido particular y concreto,
cuando la pretensión es exclusivamente el control de la legalidad en abstracto del acto, en
los términos de la parte motiva de esta Sentencia.
Presidente
Magistrado
Magistrado
Magistrado
Magistrado
RODRIGO ESCOBAR GIL
Magistrado
Magistrado
Magistrado
Magistrada
Secretaria General