El Gran Desafío

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El gran desafío

Oche Califa
“El gran desafío”, de Oche Califa
Ilustraciones: Diego Florio
Diseño de tapa y colección: Campaña Nacional de Lectura
Colección: “Parques Nacionales: leelos, cuidalos, disfrutalos”

Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología

Unidad de Programas Especiales


Campaña Nacional de Lectura
Pizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075
campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees

República Argentina, 2007

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Parque Nacional Nahuel Huapi

El gran desafío
Oche Califa

Caía la tarde en la isla Victoria. El lago Nahuel Huapi se


oscurecía un poco más y todos pedían amparo a la Luna para
seguir siendo visibles. Una lenta procesión de animales se dirigía
a un solo punto. ¿Adónde?
Para saberlo no había más que seguirlos. A sus pasos
temblaban por el viento las flores amarillas del amancay, que
parecían saludarlos.
Pero los animales no iban callados sino en alegre charla,
como si se dirigieran a una fiesta. Un monito de monte decía,
con tono contento, a un compañero:
–¡Va a ser una noche inolvidable!
–¡Ya lo creo, compañero! –contestaba el otro–. ¡Los dos son
muy buenos! ¡Se van a sacar chispas!
Por lo dicho, podía tratarse de una competencia… ¿O de qué
cosa?

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Un pájaro, en vuelo parejo con otro, comentaba:
–¡Me juego al cormorán! ¡Me juego al cormorán!
Y el de al lado le contestaba:
–¡Pues yo voy al huillín! Lo he oído otras veces y es
imbatible ese lobito pura uña.
Ahora sabemos que habría algo entre el cormorán y el huillín.
Difícilmente sería una carrera, porque el ambiente ideal para
desplazarse del primero era el aire y el del segundo, el agua.
Además, ¿qué había querido decir el pájaro con que él “había
oído” al huillín?
Sobre una playa de la isla, la concentración de animales era
ya numerosa. En una parte despejada se distinguían tres
animales: una paloma araucana, un pudú (ciervo pequeño y
simpático) y una rana. Aunque todos, todos, miraban hacia el
agua como esperando que ocurriera algo. Un pequeño gato huiña
preguntó a su padre:
–¿Falta mucho?
–Ya estarán por aparecer –contestó el mayor. Y justo en ese
momento se escuchó un aleteo y un cormorán posó sus patas
sobre una pequeña roca en el agua.
Hubo exclamaciones y murmullos. Pero no pasó más que un
minuto hasta que apareció, emergiendo de las aguas, el huillín.
Con un rápido salto él también se colocó sobre una roca a escasa
distancia del cormorán. Otras exclamaciones y murmullos
volvieron a oírse.
Entonces la paloma araucana dijo, dirigiéndose a los dos:

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–Señores, ya
saben cómo es la cosa: uno
pregunta y el otro contesta, en
forma alternada.

¡Sí, era una payada! El cormorán y el huillín se enfrentarían


con una serie de preguntas y respuestas que debían realizarse en
forma de versos.
La paloma continuó:
–El sorteo dio que el cormorán debe preguntar primero…
Un monito de monte exclamó: “Qué gusano para mi panza”.
El cormorán chasqueó el pico y dijo en forma rimada y medio
cantada:
Gracias, amigo huillín,
por aceptar el convite.
Tal vez su afán necesite
sacar bien pronto del buche
el nombre del lago grande
de la región del mapuche.

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Hubo algunos “vivas” y aplausos cortados para la pregunta, que
una especie de estornudo que dio el huillín apagó. Tras eso, el
desafiado contestó:
No es difícil la pregunta,
porque ese lago nos moja.
Y esta noche, se me antoja,
tendré claridad suprema
por obra del Nahuel Huapi
en mi modesto poema.
La respuesta, satisfactoria para el jurado de la paloma, el pudú
y la rana, que inclinaron las cabezas en gesto de aprobación,
también provocó el entusiasmo general. Más allá de las
preferencias por uno y otro, todos los animales estaban excitados
ante lo que oían.
Ahora, por supuesto, el huillín debía preguntarle algo al
cormorán y éste contestar. Lo hizo así:
Y por seguir en la senda
que abrió su noble interés,
preguntaré de una vez
el nombre del argentino
que le otorgó a esta región
de primer parque destino.
El cormorán apenas necesitó un segundo para arrancar con la
respuesta:
Le agradezco la pregunta
para nombrar a un patriota.
Porque en mi pecho ya brota

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el nombre claro y sereno
de ese argentino cabal
que fue Francisco Moreno.
Esta vez la concurrencia no necesitó la mirada aprobadora de
los jurados para dar exclamaciones de todo tipo: “¡Bien dicho!”
“¡Ese es huevo de mi nido!” “¡Qué orgullo para una madre!” y
muchas más.
La tercera pregunta de la noche ya estaba en la boca del
cormorán, que dijo:
Si pudiera desasnarme
se lo voy a agradecer.
Es mi ansia por saber,
y espero que usted lo sepa,
el nombre del alto pino
que se le anima a la estepa.
Varios animales fruncieron la cara porque la pregunta era
difícil. Se hizo un silencio mayor. Pero el huillín volvió a dar su
simpático estornudo y cantó:

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Qué buena oportunidad
para nombrar a un valiente,
que con afán persistente
y cual si riesgo no hubiera
pecha la seca meseta…
¡Ciprés de la cordillera!
Los gritos estallaron en la escena. El jurado infló el pecho con
orgullo. ¡Era una respuesta justa, limpia, muy bien dicha! El
huillín, alto en su optimismo, preguntó:
Y ya que estamos en tema
preguntarle quiero ahora
quién en la límpida flora
tiene monárquico apodo
ya que es cosa conocida
que “reina” la llamen todos.
Hubo sonrisas y nuevas exclamaciones. Algunos pusieron
cara de conocer la respuesta y el cormorán contestó:
En los bordes del camino
se desenreda y enreda.
Su flor tan hermosa queda
agarrada con pericia
en troncos, ramas, piedritas.
¡Qué gran reina es la mutisia!
El alborozo fue nuevamente general. Hacía rato que no se oía
algo así en isla Victoria. Exaltado, el gato huiña se adelantó y
gritó: “¡Empate, compañeros, empate!”

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El jurado se miró y cuchicheó un rato. El pudú cabeceaba
como no convencido del todo, pero la paloma araucana y la rana
le insistían con quién sabe qué palabras.
Finalmente, en nombre de los tres, la paloma araucana dijo:
–Sí, el jurado cree que la payada ha quedado en un justo
empate. ¡Los dos han ganado!
La concurrencia estalló de gritos. Evidentemente, todos
estaban de acuerdo: los que habían hinchado para el huillín, y los
que lo habían hecho por el cormorán.
En cuanto a ellos, la sonrisa que tenían mostraba que también
estaban satisfechos con la decisión. Entonces, a dúo, regalaron
estos últimos versos a los animales del Lago Nahuel Huapi:
En esta contenta cita
con los amigos del pago
es la música del lago
la más justa ganadora,
pues ella nos ha enseñado
lo que sabemos ahora.
La noche inolvidable tenía un justo cierre. Cada cual se fue
para su cueva o para su nido convencido de que siempre se
hablaría de la payada del cormorán y el huillín.

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