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Poder Judicial de la Nación

Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial


Sala B

En Buenos Aires, a los 20 días del mes de octubre de dos mil

veintidós, reunidas las señoras Juezas de Cámara en Acuerdo, fueron traídos

para conocer los autos seguidos por “CENCI RICARDO ALBERTO contra

RIO URUGUAY COOPERATIVA DE SEGUROS LTDA. sobre

ORDINARIO” (expte. nro. COM 26864/2019) en los que al practicarse la

desinsaculación que ordena el artículo 268 del Código Procesal Civil y

Comercial de la Nación, resultó que debía votarse en el siguiente orden:

Vocalías nro. 6, nro. 5 y nro. 4. En virtud de la integración de Sala dispuesta

el 20.09.2022, intervendrán las Doctoras María Guadalupe Vásquez, Matilde

E. Ballerini y Julia Villanueva (ver informe de fecha 21.09.2022).

Estudiados los autos la Cámara planteó la siguiente cuestión a

resolver:

¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada?

La señora Jueza de Cámara María Guadalupe Vásquez dijo:

I. La sentencia apelada

A fojas 269 la señora Jueza de Primera Instancia hizo lugar a la

demanda y condenó a Río Uruguay Cooperativa de Seguros Limitada (en

adelante, “Río Uruguay”) a pagar los daños derivados del incumplimiento del

contrato de seguro automotor, esto es, $ 720.000 en concepto de valor de

reposición del rodado con más intereses, $ 50.000 por daño moral con más

intereses y $ 200.000 por daño punitivo.

Tuvo por probada la vigencia del contrato de seguro automotor

instrumentado mediante póliza nro. 00:04:7585767 que cubre el riesgo de

Fecha de firma: 20/10/2022


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robo del vehículo marca Mini Cooper, modelo Cooper S Hot Pepper, tipo

sedan, tres puertas, dominio EMC 670; el robo del automotor el 5.04.2019; y

la denuncia ante la compañía de seguros el 9.04.2019.

Sostuvo que no fue controvertida la aceptación tácita del siniestro

en los términos del artículo 56 de la ley 17.418 ni tampoco la entrega de la

documentación requerida para el pago de la indemnización. Explicó que la

cuestión a resolver giraba en torno a la suma indemnizatoria.

Con relación al monto de reposición, adujo que el actor reclamó

la totalidad de la suma asegurada, a saber, $ 720.000 mientras que Río

Uruguay ofreció la suma de $ 450.000 sobre la base de que ese era el valor

del automotor al tiempo del siniestro.

La señora Jueza de Primera Instancia advirtió que la demandada

debe demostrar que el valor del vehículo al momento del siniestro es inferior

a la suma pactada en la póliza y juzgó que, en el caso, ello no fue acreditado.

En este sentido, apuntó que la estimación del valor efectuada por

el perito ingeniero fue expresada en dólares estadounidenses a la fecha de la

presentación de su informe y no a la del siniestro. Afirmó que la aclaración

efectuada por el experto respecto de la cotización de la moneda extranjera al

tiempo del robo es insuficiente en tanto no prueba que el valor del vehículo

usado se mantuviera inmutable durante el transcurso del tiempo.

Agregó que la aseguradora no aportó otra prueba que constate

que el actor debe ser indemnizado por la suma ofrecida. Destacó que por su

condición de proveedora tiene o debe tener elementos que lleven a determinar

que el valor del vehículo difería del importe por el que se extendió la póliza y
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por el que cobraba la prima. Tuvo en cuenta que la demandada ni siquiera dio

en pago la suma que consideró pertinente ni intentó un procedimiento de

consignación.

Por ello, condenó a Río Uruguay por el límite de la suma

asegurada ($ 720.000) con más los intereses devengados a la tasa que cobra el

Banco de la Nación Argentina para sus operaciones de descuento a treinta

días, desde la fecha de mora que juzgó acaecida el 20.5.2019 ―fecha de

vencimiento del plazo para el pago conforme artículos 49 y 56 de la ley

17.418― y hasta el efectivo pago.

Por otro lado, estimó procedente una indemnización en concepto

de daño moral en virtud de los padecimientos sufridos por el actor a raíz del

incumplimiento contractual. Cuantificó el daño en la suma de $ 50.000, con

más intereses a la tasa fijada y desde la mora indicada hasta el efectivo pago.

Además, impuso a la aseguradora una multa de $ 200.000 en

concepto de daño punitivo. Sostuvo que se encuentran configurados los

extremos exigidos por el artículo 52bis de la ley 24.240 dado que la

demandada no ofreció pagar las sumas consideradas al momento de la

denuncia del siniestro ni intentó una consignación judicial o extrajudicial, lo

que revela la culpa lucrativa que merece un reproche punitivo.

Por último, impuso las costas a la demandada atento su carácter

de vencida.

II. Los recursos

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Esa decisión fue apelada por ambas partes (fs. 273 y fs. 277). La

expresión de agravios del actor fue agregada a fojas 288/289 y contestada a

fojas 291/292. Mientras que el memorial de la demandada de fojas 283/86 fue

replicado a fojas 294/296. La señora Fiscal General dictaminó a fojas

298/305.

1. En primer término, la demandada se agravió de que la señora

Jueza de Primera Instancia admitió la demanda considerando que no se

acreditó el valor del automóvil a la fecha siniestro.

Explicó que al momento del robo el valor del rodado era muy

inferior al tope máximo asegurado y que, según las averiguaciones efectuadas

durante la liquidación, el valor de plaza no supera los $ 450.000. Afirmó que

el derecho de seguros no autoriza al asegurado a beneficiarse con una

indemnización que sea superior al daño efectivamente sufrido.

Sostuvo que la sentenciante se apartó de las conclusiones de la

pericia técnica sin que alguna de las partes lo haya solicitado. Afirmó que de

las respuestas brindadas por el experto surge que el valor del vehículo

asciende a U$S 9.000 que, convertidos a la cotización oficial vigente a la

fecha del siniestro, arrojan la suma de $ 401.400.

Concluyó que su parte actuó correctamente y por tanto la

sentencia debe ser modificada condenándolo a abonar la suma equivalente al

valor del vehículo al momento del siniestro, conforme lo estipulado en el

contrato de seguro y teniendo en cuenta los resultados de la pericia mecánica.

En segundo término, se quejó del otorgamiento del daño moral y

solicitó su rechazo. Destacó el carácter restrictivo de la procedencia de ese

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perjuicio en materia contractual. Agregó que el propio actor se colocó en esa

situación al no aceptar el ofrecimiento de la aseguradora.

Finalmente, se agravió por la imposición del daño punitivo.

Indicó que actuó con absoluta corrección y que el simple incumplimiento

contractual no habilita su aplicación, máxime cuando ofreció el pago de una

indemnización que el actor decidió no recibir. Indicó que realizó ese

ofrecimiento a través de carta documento y al contestar demanda.

2. De su lado, el actor se quejó de la cuantificación de los rubros

indemnizatorios. En particular, criticó el monto otorgado por daño moral.

Sostuvo que es bajo teniendo en cuenta el robo sufrido, la incertidumbre y

angustias padecidas, y el sentimiento de abuso por parte de la demandada.

Asimismo, se agravió de la suma otorgada en concepto de daño

punitivo y que a dicho importe no se le hayan reconocido intereses. Consideró

que su cuantía es ilusoria y no cumple con las finalidades de la norma, esto es,

la sanción de conductas como la desplegada por la aseguradora así como

evitar su reiteración en el futuro.

III. La decisión

En el presente caso se encuentra fuera de discusión que (i) las

partes se encuentran vinculadas por un contrato de seguro automotor

instrumentado mediante póliza nro. 00:04:7585767 que cubre la pérdida total

y parcial por robo o hurto del automotor marca Mini Cooper, modelo Cooper

S Hot Pepper, tipo sedan, tres puertas, dominio EMC 670; (ii) el 5.04.2019

ocurrió el robo del vehículo; (iii) el 9.04.2019 el actor efectuó la denuncia

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ante la compañía de seguros y el 30.05.2019 acompañó documentación

complementaria; (iv) la demandada no se expidió formalmente respecto a la

aceptación o rechazo operando así la aceptación tácita del siniestro en los

términos del artículo 56 de la ley 17.418; (v) el 24.06.2019 el actor le cursó

una carta documento intimándola al pago de la suma asegurada y el

24.07.2019 la aseguradora contestó la misiva y le comunicó que se encontraba

a su disposición un cheque por $ 450.000 en concepto de indemnización

derivada del robo del vehículo; (vi) el actor rechazó ese importe, indicó que

conforme los términos de la póliza el valor de reposición de la unidad

asegurada es de $ 720.000 y la intimó nuevamente a hacer efectivo el pago

por dicha suma; y (vii) la relación que vinculó a las partes fue de consumo en

los términos de la ley 24.240, dado que el actor contrató como destinatario

final los servicios que presta la aseguradora de modo profesional.

1. En ese marco, la principal cuestión controvertida gira en torno

a determinar la suma que Río Uruguay debe abonar en concepto de “valor de

reposición del rodado”. Mientras que el actor reclama la suma asegurada

prevista en la póliza, la demandada pretende abonar el importe que, en su

entender, representa el valor del rodado al tiempo del siniestro.

A esos fines, corresponde recordar que el artículo 61 de la ley

17.418 dispone que el asegurador se obliga a resarcir, conforme al contrato, el

daño patrimonial causado por el siniestro sin incluir el lucro cesante, salvo

cuando haya sido expresamente convenido. Agrega que “responde sólo hasta

el monto de la suma asegurada, salvo que la ley o el contrato dispongan

diversamente”. El artículo 65 prevé que, si al tiempo del siniestro el valor

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asegurado excede del valor asegurable, el asegurador sólo está obligado a

resarcir el perjuicio efectivamente sufrido.

En este caso la cláusula “CG RH 4.2 Robo o Hurto total” de la

póliza emitida por la aseguradora a favor del actor establece en su punto I que

“[e]n caso de robo o hurto total el Asegurador indemnizará el valor de venta

al público al contado en plaza al momento del siniestro de un vehículo de

igual marca, modelo y características, haciéndose cargo además de los

impuestos, tasas, contribuciones y gastos inherentes a la registración del

dominio a favor del asegurado, todo ello hasta la suma asegurada que consta

en el Frente de la Póliza”.

El apartado II de dicha cláusula fija el procedimiento para

determinar el valor de venta al público al contado en plaza del vehículo, para

lo cual la aseguradora debe basarse en las cotizaciones efectuadas por

concesionarios oficiales o empresas revendedoras habituales y/o

publicaciones especializadas.

Además, cabe recordar que la carga de la prueba configura un

riesgo y quien no acredita los hechos que debió probar, por aplicación del

artículo 377 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, pierde el

pleito si de ellos depende la suerte de la litis (esta Sala, expte. nro.

23375/2016, “Mbtecnic SRL y otro c/ Frávega SACIEI s/ordinario”,

23.12.2021; “Coinsud SRL c/AGCO Argentina SA s/ordinario”, 30.11.2016;

“Aragone, José María c/ Banco Privado de Inversiones s/ordinario”,

30.10.2013).

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Tampoco debe soslayarse que en el moderno derecho procesal ya

no existen reglas absolutas en materia probatoria, en tanto predomina el

principio de las “cargas probatorias dinámicas”, el cual coloca la carga de la

prueba en cabeza de la parte que se encuentre en mejores condiciones para su

producción; no hay preceptos rígidos sino la búsqueda de la solución justa

según la circunstancia del caso concreto (Peyrano, Jorge − Chiappini, Julio,

“Lineamentos de las cargas probatorias dinámicas”, ED, 107:1005; Peyrano,

Jorge, “Doctrina de las cargas probatorias dinámicas”, LL, 1991B, p. 1034).

Este principio se encuentra especialmente reforzado en el

derecho del consumidor en tanto el artículo 53 de la ley 24.240 impone a los

proveedores la carga de aportar al proceso todos los elementos de prueba que

obren en su poder, en orden a las características del bien o servicio, prestando

la colaboración necesaria para el esclarecimiento de la cuestión debatida en

juicio (CNCom, esta Sala, “De Luca, José E. c/ Banco Itaú Argentina SA s/

sumarísimo”, 18.12.2018, entre otros).

En tal inteligencia, cabe inferir que recayó en la demandada el

deber de demostrar sus dichos con relación al valor del vehículo al momento

del siniestro ya que no solo se encontraba en mejores condiciones

profesionales y técnicas de aportar elementos que demuestren su posición sino

también dado que la legislación vigente le impone un rol activo en la

aportación y producción de pruebas (CNCom, esta Sala, expte. nro.

32039/2018, “Esains, Daniel Jacobo c/ Avantrip.com SRL y otro s/

sumarísimo”, 7.03.2022).

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En primer lugar, corresponde ponderar la pericia mecánica

producida.

En el caso se le requirió al experto que informe el valor venal del

automóvil al momento del siniestro y respondió textualmente que “[h]e

consultado a A.C.A.R.A. –Guía Oficial de precios de vehículos usados.

Presentando, esta comisión, valuación de esta marca modelo y año hasta el

año 2010 solamente. Luego consulte a la Cámara de Comercio Automotor y

en el listado aparecen los valores hasta el año 2010 solamente. Luego consulte

a la Cámara de Comercio Automotor y en el listado aparecen los valores hasta

el año 2007. Finalmente consulté a la publicación mensual Info Auto, a

Mitula Autos, OLX, auto Foco, Mercado Libre y periódicos La Nación y

Clarín, donde pude obtener un valor estimativo de U$S 9.000,00. (no se

incluyen gastos de transferencia, seguros deudas, fletes). Dólar, según el

Banco de la Nación Argentina a la fecha 21/5/2021 = $ 94,0700. Convertido a

$ tenemos: U$S 9.000,00 X 94,0700 = $ 846.630,00. Este valor es a la fecha

de presentar el informe” (el resaltado no está en el original).

En virtud de las aclaraciones solicitadas por la aseguradora, el

perito agregó que dio un valor estimativo de U$S 9.000,00 porque el vehículo

en cuestión no se encuentra en los listados de A.C.A.R.A., C.C.A. e InfoAuto.

Agregó que ese valor en moneda extranjera convertido a la cotización del

dólar vigente a la fecha de siniestro asciende a $ 401.400.

Respecto a la apreciación de la prueba pericial, cabe recordar que

es un razonamiento lógico−valorativo, donde se ponen en juego las reglas de

la sana crítica (art. 386, CPCCN). Si bien el juez tiene amplia libertad para
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ponderar el dictamen pericial, ello no implica que pueda apartarse

arbitrariamente de la opinión fundada del perito idóneo. Para hacerlo, debe

basarse en argumentos objetivamente demostrativos de que la opinión del

experto se halla reñida con los principios lógicos y máximas de experiencia, o

que existen en el proceso elementos probatorios de mayor eficacia para

provocar la convicción acerca de la verdad de los hechos controvertidos

(CNCom, Sala F, “AMX Argentina SA c/ V-Net SA s/ordinario”, 28.04.2022

y sus citas).

En el presente caso, tal como entendió la señora Jueza de Primera

Instancia, la prueba pericial es insuficiente para tener por acreditado el valor

del vehículo a la fecha del siniestro. En la primera intervención, el experto

informó la valuación en dólares estadounidenses y en pesos a la fecha del

informe. De ese modo, esa conclusión no acredita el elemento controvertido

en estos autos. Tras el pedido de aclaración, tomó el valor original en dólares

y lo convirtió a la cotización oficial vigente al momento del siniestro, sin

expedirse, y menos aun fundadamente, en relación con el mantenimiento de

ese valor desde el siniestro hasta la fecha del dictamen. De este modo, esa

referencia al valor del rodado al momento de informe no luce consistente con

los principios lógicos y máximas de experiencia.

Por lo demás, no pueden prosperar las manifestaciones de la

demandada en orden a que el actor no cuestionó el informe pericial puesto

que el apartamiento del juez de las conclusiones de la pericia no requiere

impugnación de parte, sino que entra en su función de juzgar sobre la prueba

pericial, pudiendo prescindir de su resultado como de cualquier otro medio


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probatorio (Fassi, Santiago, “Código Procesal Civil y Comercial de la

Nación”, Bs. As, 1980, Ed. Astrea, T. II, p. 360 y sus citas).

En segundo lugar, se observa que, en el punto 5.3 de su

contestación de demanda y en su expresión de agravios, la aseguradora indicó

haber obtenido el valor de plaza a partir de averiguaciones efectuadas durante

el trámite de la liquidación pertinente.

No obstante, resulta llamativo que la aseguradora afirme haber

realizado una investigación para arribar a aquella suma y que no la aportara

como prueba documental en este proceso para sustentar sus dichos.

En tercer lugar, las restantes pruebas ofrecidas por Río Uruguay

no logran desvirtuar el acierto de la decisión recurrida. En efecto, la prueba

informativa a A.C.A.R.A fue desistida; la Cámara del Comercio Automotor

contestó no poseer información del valor del automóvil en cuestión y la

producción de la prueba dirigida a la Dirección Nacional del Registro

Automotor fue declarada negligente.

En ese escenario fáctico se destaca que si bien el actor denunció

haber cumplido con todos los requisitos que le fueron solicitados, lo cierto es

que la negativa de la aseguradora de acompañar el legajo del siniestro, luego

de ser intimado en dos oportunidades (fs. 148 y fs. 151), debe ser interpretada

como un serio indicio en su contra (arg. art. 388, CPCCN, última parte;

CNCom, esta Sala, “Pugliese, Adrián Antonio c/ Nación Seguros SA s/

ordinario”, 7.06.2022).

Súmase a todo lo expuesto, lo dudoso que resulta el hecho que la

suma asegurada determinada al momento de contratar el seguro (2.11.2018)


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se haya visto notablemente disminuida al momento del siniestro (5.04.2019),

siendo que transcurrieron escasos cinco meses y que ningún elemento

probatorio lo haya sustentado.

Por último, tampoco prospera la queja según la cual el actor

estaría obteniendo un enriquecimiento sin causa puesto que no se demostró

que la suma asegurada concedida no sea conteste con el valor asegurado (art.

65, ley 17.418).

Todo lo expuesto sella la suerte adversa de su recurso y propongo

al Acuerdo confirmar que el valor de reposición del vehículo robado asciende

a la suma asegurada, esto es, $ 720.000, con más los intereses fijados en la

sentencia apelada, que no fueron materia de agravio.

2. En relación con el daño moral, cabe recordar que ha sido

caracterizado por esta Sala como la lesión a uno o varios intereses inherentes

a la personalidad de un sujeto de derecho e incide en la capacidad de sentir, de

querer o de pensar. Es todo dolor o sufrimiento producido por una lesión a los

sentimientos más íntimos de las personas y que merecen una protección legal

en tanto se les reconoce un valor principalísimo en la existencia y desarrollo

del individuo y de la sociedad (CNCom, esta Sala, “Vega, Fabricio N. c/

Expreso Caraza SAC s/ sumario”, 20.03.2007, entre otros).

Sabido es que la reparación del daño moral derivado de la

responsabilidad contractual queda librada al arbitrio judicial, quien libremente

apreciará su procedencia. Sin embargo, se debe proceder con estrictez y es a

cargo de quien lo reclama su prueba concreta. Pero además de probar la

existencia del agravio, debe demostrarse, en lo posible, su cuantía o, cuando


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menos, las pautas de valoración que permitan al juzgador proceder a la

determinación (CNCom, esta Sala, “Bargalló, Federico y otro c/ Gol Linhas

Aéreas SA s/ordinario”, 28.09.2020).

De otra manera la indemnización podría configurar una

confiscación o enriquecimiento sin causa a favor del reclamante (CNCom,

esta Sala, “Laborde de Ognian, Ethel B. c/ Universal Assistance SA”,

9.02.2010, TR LALEY 70060488 y sus citas).

No cabe duda de que el episodio de autos excedió una mera

molestia o incomodidad, para tornarse en una situación en la cual el actor

pudo ver frustradas sus expectativas de obtener la suma asegurada e intentar

la reposición del vehículo sustraído a fin de satisfacer sus necesidades de

movilidad. Tampoco debe soslayarse el carácter de consumidor que posee el

accionante, quien confió en la profesionalidad de la demandada en la materia,

e intentó en forma infructuosa ejercer en forma oportuna los derechos

derivados del contrato que las unió.

En particular, véase que los trastornos derivados de los

intercambios epistolares, sumado a los plazos vencidos, las frustraciones

derivadas del incumplimiento y el deficiente ofrecimiento indemnizatorio

resultan suficientes para confirmar la procedencia del rubro.

Conviene recordar que “a los fines de la fijación del quantum

indemnizatorio por daño moral debe tenerse en cuenta el carácter resarcitorio

de dicho rubro, la índole del hecho generador de la responsabilidad y la

entidad del sufrimiento causado, que no tiene necesariamente que guardar

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relación con el daño material, pues no se trata de un daño accesorio a éste”

(Fallos: 326:820, “Lema”; 326:1673, “Sitja”).

De modo que, dentro de los parámetros de prudente

discrecionalidad que deben orientar la labor judicial en estos casos, conforme

la previsión del artículo 165 del Código Procesal Civil y Comercial de la

Nación y teniendo en cuenta los puntuales antecedentes del litigio, juzgo que

la indemnización reconocida debe ascender a la suma de $ 70.000 con más los

intereses y desde la mora fijados en la sentencia de primera instancia.

Por ello, se hace lugar al recurso del actor, se rechaza el de la

demandada y se modifica en este punto la sentencia apelada.

3. En cuanto al daño punitivo, el mismo se encuentra receptado

en nuestro ordenamiento jurídico en el artículo 52bis de la Ley de Defensa del

Consumidor. El daño punitivo se erige en nuestro ordenamiento jurídico

como una herramienta tuitiva para el consumidor (art. 42, CN) en el marco

del derecho de daños.

Cabe señalar que el daño punitivo regulado por esa norma

constituye una multa civil que, en el marco de una relación de consumo,

puede ser aplicada por el juez a un proveedor de bienes o servicios, y a

instancia y beneficio del damnificado. Se trata de una suma de dinero que

excede la reparación del daño sufrido y cuya función es sancionar conductas

graves y con impacto social que lesionan los derechos de los consumidores.

Al mismo tiempo, esa multa civil posee una función preventiva

toda vez que genera incentivos económicos suficientes en el infractor para,

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por un lado, disuadirlo de incurrir en conductas perjudiciales similares y, por

el otro, desalentar su incumplimiento eficiente de normas (conf. Diario de

Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, 18° Sesión Ordinaria,

Dictamen de las Comisiones de Defensa del Consumidor, de Comercio y de

Justicia, Fundamentos, párr. 15, 9.08.2006). En este último aspecto, procura

que para el proveedor no resulte más conveniente, en términos económicos,

reparar que evitar el daño. Finalmente, el daño punitivo busca que el impacto

de ese efecto disuasivo se extienda a otros agentes de modo tal que se

abstengan de incurrir en la conducta socialmente no deseada.

La sanción pecuniaria en el daño punitivo está estrechamente

asociada a la idea de prevención de ciertos daños, y también a la punición y al

pleno desmantelamiento de los efectos de ilícitos que, por su gravedad o por

sus consecuencias, requieren algo más que la mera indemnización resarcitoria

de los perjuicios causados (CNCom, esta Sala, expte. nro. 42014/2009,

“Acuña, Miguel Ángel c/ Banco de Galicia y Buenos Aires SA s/

sumarísimo” 28.06.2016; Stiglitz, Rubén S. y Pizarro, Ramón D., “Reformas

a la ley de defensa del consumidor”, LL, 2009B, p. 949).

En sentido similar, la jurisprudencia de la Suprema Corte de los

Estados Unidos, país que ha desarrollado una extendida práctica de condenas

por daños punitivos, ha puntualizado que la imposición de esos daños tiene

por finalidad la sanción y la disuasión (cf. doct. Corte Suprema de los Estados

Unidos, “Pacific Mutual Life Insurance Company v. Haslip”, 499 U.S. 1

(1991), 4.03.1991; “BMW of North America, Inc. v. Ira Gore, Jr.”, 517 U.S.

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559 (1996), 20.05.1996; “State Farm Mutual Automobile Insurance Co. v.

Campbell, et al”, 538 U.S. 408, 7.04.2003).

No todo incumplimiento puede dar lugar a la fijación de daños

punitivos. Se trata de casos de particular gravedad, que denotan, por parte del

dañador, una gran indiferencia o menosprecio por los derechos ajenos,

priorizando netamente aspectos económicos. Lo que se busca con esta figura

es castigar la conducta desaprensiva que ha tenido el dañador respecto de los

derechos de terceros.

En el presente caso, entiendo que no se encuentran reunidos los

presupuestos para la aplicación de daños punitivos.

Por un lado, cabe ponderar que la conducta que se reprocha de la

demandada es el incumplimiento contractual derivado de no abonar al actor la

suma asegurada una vez producido el riesgo asegurado. En este sentido, el

accionar de la aseguradora produjo un daño patrimonial al actor, que, aunque

serio, no evidencia una particular gravedad que amerite, a mi juicio, la

imposición de una sanción.

En este sentido, cabe agregar que, no obstante, el

incumplimiento, no se demostró el carácter generalizado de esa falta ni el

carácter indeterminado de los sujetos afectados. De este modo, los hechos

controvertidos no tuvieron un impacto colectivo que trascienda la reparación

de los daños acreditados e indemnizados, y que justifique la aplicación de una

medida disuasiva y sancionatoria.

Por otro, y más importante aún, la prueba producida tampoco

permite tener por demostrada la intencionalidad del incumplimiento o el

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deliberado desinterés de la demandada por los derechos del actor, elemento

necesario para que se configure el dolo o culpa grave en la frustración del

contrato. En particular, cabe ponderar que la demandada ofreció abonar, tanto

con anterioridad a la promoción de la acción como en la contestación de

demanda, una suma de dinero, que, aunque insuficiente, no releva una total

desaprensión por los derechos del actor.

En suma, a partir de las pruebas producidas y la trama fáctica que

se verificó, entiendo que no se encuentran reunidos los extremos necesarios

para la procedencia del rubro reclamado. Por ello, se hace lugar al recurso de

apelación de la demandada, se rechaza el del actor y se revoca en este punto la

sentencia apelada.

4. Finalmente, respecto de las costas originadas en esta instancia,

es principio general en materia de costas que es la vencida quien debe pagar

todos los gastos de la contraria y, que el juez puede eximir de ellos al litigante

vencido, si encontrare mérito para ello, debiendo aplicar tal excepción,

restrictivamente (“P. Campanario SAIC c/ Plan Ovalo SA de Ahorro para

fines determinados s/ ordinario”, 20.03.1998).

Conforme el modo en que se decide, se imponen las costas de

esta Alzada a la demandada en un 80% y en un 20% al actor (art. 68, 2º

párrafo, CPCCN; en similar sentido, esta Sala, expte. nro. 27348/2019,

“Bougain, Francisco c/ Orbis Compañía Argentina de Seguros SA s/

sumarísimo”, 12.07.2022).

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IV. Conclusión

Como consecuencia de lo expuesto propongo al Acuerdo: i)

admitir parcialmente el recurso de la actora; ii) admitir parcialmente el

recurso de la demandada y, en consecuencia, iii) confirmar en lo principal la

sentencia apelada, modificando la cuantificación del daño moral en los

términos expuestos en el considerando “III.2” y revocando la procedencia del

daño punitivo conforme lo dispuesto en el considerando “III.3”. Las costas de

Alzada se imponen a la demandada en un 80% y en un 20% al actor.

He concluido.

Voto de la Dra. Ballerini:

I. Adhiero, en lo sustancial, con el voto que antecede. Tan solo

respetuosamente disiento en punto al rechazo de la multa pretendida en

concepto de daño punitivo. Asimismo, como corolario de ello, también

propondré una solución alternativa al modo en que se propuso distribuir las

costas causídicas.

II. No ahondaré en esta ocasión en las principales características

que posee el daño punitivo, pues ellas fueron exhaustivamente desarrolladas

por la Sra. Juez a quo, la Sra. Fiscal General ante esta Cámara y por mi

distinguida colega preopinante. Por lo tanto, a lo allí dicho me remito a fin de

evitar estériles y prolongadas reiteraciones.

En la especie, encuentro como elementos determinantes para

inclinarme por la confirmación de la imposición de la multa solicitada que: i)

la accionada, al conducirse en la forma en que lo hizo, incumplió su principal


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obligación contractual; ii) pese a haber sido intimada en dos oportunidades a

que acompañe la documentación que obraba en su poder sobre la liquidación

del siniestro, nunca aportó tales elementos; iii) el “ofrecimiento” de pago

realizado mediante carta documento, así como al contestar la demanda, no

puede ser considerado serio por cuanto representaba una suma sensiblemente

menor al que poseía el bien al tiempo de los hechos (algo más del 50% del

monto asignado por la propia aseguradora al tiempo de emitir la póliza); e iv)

incluso soslayando esto último, siquiera consignó el valor que afirmó (aunque

no acreditó en modo alguno), poseía el automotor de propiedad del Sr. Cenci.

En este contexto, entiendo que la actitud desplegada por la

aseguradora, especialista altamente profesional en la materia, representó un

proceder reñido con la buena fe (de vital importancia en el ámbito contractual

en general y en el seguro en particular) así como al trato digno que debe

dispensarse a favor de los consumidores (art. 8 bis Ley 24.240).

No solo efectuó un ofrecimiento de pago que no guardaba

relación alguna con el verdadero valor del bien que ella misma fijó al tiempo

de emitir la póliza tan solo 5 meses antes de la fecha del siniestro y por el cual

se pagaba una prima calculada en consecuencia, sino que además, tal

propuesta no fue acompañada de –como mínimo- la consignación de ese

importe al tiempo de contestar la demanda.

Como se destacó en el voto que antecede, el rodado se

encontraba asegurado por un valor de $720.000, mientras que luego de

aceptarse tácitamente el siniestro y frente a la intimación fehaciente efectuada

por el actor mediante carta documento, la accionada, sin brindar explicación o


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justificación alguna, se limitó a ofrecer meses después de ocurrido el robo de

la unidad, la suma de $450.000. Así, coincido con la conclusión de la anterior

sentenciante en punto a que tal proceder revela la existencia de una culpa

lucrativa que justifica la sanción.

No puedo soslayar que, merced al incumplimiento incurrido por

la defendida y el tiempo transcurrido, ésta, de no confirmarse la sanción

impuesta en la anterior instancia, podría verse ilegítimamente enriquecida a

expensas de su asegurado.

En efecto, tomando en consideración la cotización del dólar

estadounidense al tiempo del siniestro (moneda en la cual se suele

comercializar este tipo de vehículos), arroja que –de haber pagado en tiempo

y forma- la demandada habría desembolsado un equivalente a U$S 16.143

($720.000 / $44,60, ver cotización indicada por el perito). En cambio, la suma

asegurada actualizada conforme los parámetros establecidos en la anterior

instancia, arroja en la actualidad una suma aproximada de $1.825.000 que

-tomando una cotización provisoria de la moneda extranjera en U$S1=

$147,50- equivale a algo más de U$S12.300. Así, como se dijo, la

aseguradora pese a llevar años de mora en el cumplimiento de su principal

obligación, en los hechos se estaría “ahorrando” aproximadamente U$S4.000.

El juzgador no puede ignorar los efectos y repercusiones sociales de sus

decisiones, en razón de ello es que situaciones como las descriptas supra,

deben ser desalentadas.

Como expresó el distinguido Dr. Barreiro en un supuesto que,

aunque no es idéntico, sus fundamentos perfectamente podrían ser aplicados


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en este caso: “…A ningún avezado operador económico que actúe en la

República –como lo son las aseguradoras- puede sorprenderle la variación de

precios vinculados con productos importados originada en las frecuentes

alteraciones del valor de la moneda nacional. Y se agrega a ello que la

demandada rehusó el cumplimiento oportuno de su obligación primordial,

actitud que agravó el perjuicio, admitir el planteo defensivo implicaría

incentivar el retardo en la extinción de las obligaciones. Mal ejemplo, sin

duda, que los jueces no podemos consentir…” (ver CNCom. esta Sala, in re,

“Sarotto, Anibal José c/ Allianz Argentina Compañía de Seguros S.A. s/

ordinario” del 16/07/2020).

Por ello, evaluando los simples cálculos efectuados y recordando

que –entre sus valiosos objetivos- el daño punitivo procura desarticular la

posibilidad de que se produzca un incumplimiento eficiente de las normas, es

que –como anticipé- propondré confirmar la imposición de esta sanción.

En cuanto al quantum, como consecuencia de lo dicho

precedentemente, considero que debe admitirse el agravio de la parte actora y

fijar la misma en $600.000 al tiempo de emitirse este pronunciamiento.

Por todo lo expuesto, así como por los argumentos que en forma

coincidente brindó la Sra. Fiscal General en su dictamen y que doy aquí por

reproducidos, se desestimará el agravio de la demandada y se admitirá

parcialmente el del actor.

III. Finalmente, atendiendo al modo en que propongo que se

dirima esta cuestión, entiendo que las costas de ambas instancias deben ser

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íntegramente soportadas por la accionada en tanto resultó sustancialmente

vencida.

Así voto.

Voto de la Dra. Villanueva:

1. He sido convocada a pronunciar este voto a raíz de la

divergencia que se ha planteado entre mis distinguidas colegas respecto de la

procedencia o no del llamado daño punitivo.

Ambas han proporcionado muy fundados argumentos para

sostener sus respectivas posiciones y lo han hecho en términos que

demuestran, paradójicamente, que las dos tienen una cuota de razón.

No obstante, me inclino por acompañar en esta ocasión a la Dra.

Ballerini porque, con prescindencia de cualquier otra consideración, no

encuentro razonable que la demandada haya obligado al actor a litigar del

modo en que lo ha hecho.

Ella debió hacerse cargo de que su asegurado solo le había

reclamado la suma en la que ella misma había valuado el rodado siniestrado,

como así también de que esa valuación había tenido lugar pocos meses antes

del siniestro y había sido la base sobre la cual la nombrada había cobrado las

primas respectivas.

En esas condiciones, si ella no tenía la prueba suficiente para

demostrar que, contrariando la esencia reparadora del seguro, el invocado en

autos podía servir de fuente de enriquecimiento para el demandante, lo menos

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que debió hacer fue evitar este litigio largo y difícil, que postergó

innecesariamente el ejercicio del derecho que se terminó siendo reconocido al

actor.

En ese marco, y dado que, como señaló la Dra. Ballerini, esa

dilación temporal ha repercutido en la aptitud de la suma reclamada para

cubrir el valor del rodado cuyo robo motivó este pleito, he de pronunciar mi

voto en el sentido más arriba referido.

Con lo que se terminó este Acuerdo que firmaron las señoras

Juezas de Cámara. Oportunamente, incorpórese la foliatura correspondiente al

Libro de Acuerdos Comercial Sala B, al momento de agregar esta sentencia

digital en soporte papel.

ADRIANA MILOVICH

PROSECRETARIA DE CAMARA

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Buenos Aires, 20 de octubre de 2022.

Y VISTOS:

Por los fundamentos del acuerdo que precede, se resuelve: i)

admitir el recurso de la actora; ii) rechazar el recurso de la demandada y, en

consecuencia, iii) confirmar en lo principal la sentencia apelada, elevando la

indemnización fijada en concepto de daño moral en la suma de $ 70.000 con

más los intereses estipulados en el apartado “III.2”; y el daño punitivo en la

suma de $ 600.000. Las costas en ambas instancias deben ser íntegramente

soportadas por la accionada en tanto resultó sustancialmente vencida.

Regístrese, y notifíquese por Secretaría, conforme Acordadas

nro. 31/11 y 38/13 CSJN y devuélvase. Oportunamente, cúmplase con la

publicación a la Dirección de Comunicación Pública de la CSJN, según lo

dispuesto en el artículo 4 de la Acordada nro. 15/13 CSJN.

MATILDE E. BALLERINI

M. GUADALUPE VÁSQUEZ

(en disidencia parcial)

JULIA VILLANUEVA

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