La Personalidad Según Gordon Allport
La Personalidad Según Gordon Allport
La Personalidad Según Gordon Allport
I. PSICOLOGIA E INDIVIDUALIDAD
Empecemos comparando estas dos proposiciones:
1) Walter tiene una personalidad muy interesante.
2) La personalidad es una cosa muy interesante.
En la primera de estas proposiciones se excluye a Sam, a Jim, a Rut y a todos los que no son Walter.
Dirijo mi atención a la configuración psicológica única que caracteriza a Walter como individuo. En la
segunda proposición incluyo a Walter, a Sam, a Jim, a Rut y a todas las demás personas del mundo.
Estas dos proposiciones constituyen dos polos opuestos por su extensión respectiva: la primera abarca a
un hombre y la segunda a muchos millones de hombres. Pero ambas son igualmente verdaderas. El término
«personalidad» se refiere a lo particular y lo general. Si queremos estudiar la personalidad, debemos estar
preparados a pasar rápidamente de lo particular a lo general y de lo general a lo particular, de la persona
concreta a la persona abstracta y viceversa. Estos rápidos cambios en la amplitud del concepto son muy
útiles para nuestro estudio. Lo que aprendemos estudiando a Walter nos ayuda a conocer al hombre en
general y lo que sabemos del hombre en general es en parte aplicable a Walter.
En las páginas de este libro se hallarán muchos ejemplos de esta oscilación pendular. Nuestro propósito
es descubrir los principios generales del desarrollo la organización y la expresión de la personalidad, aunque
subrayando el .hecho de que la característica más destacada del hombre es su individualidad. Cada hombre
es una creación única de las fuerzas de la naturaleza. Nunca hubo una persona exactamente igual a él, ni
volverá a haberla jamás. Pensemos en las luidlas digitales; son exclusivas de cada individuo, son únicas.
Todas las ciencias, incluyendo la psicología, tienden a descuidar este importantísimo hecho de la
individualidad, debido a razones que muy pronto examinaremos. Por otra parte, en la vida cotidiana no hay
peligro de que olvidemos que la individualidad es la suprema característica de la naturaleza humana. En toda
nuestra vida, mientras estarnos despiertos e incluso cuando soñamos, vemos a las personas y las tratamos
como individuos separados, distintos y únicos. Sabemos que nacen y mueren en momentos determinados y
que durante toda su vida manifiestan su tipo particular, su peculiar configuración y sus características
mentales propias. No podría ser de otro modo teniendo en cuenta el carácter único de la herencia y de las
condiciones del medio para cada persona.— _
HERENCIA.
El método seguido por la naturaleza para la reproducción sexual garantiza sobradamente equipo genético
distinto para cada persona que nace. Teóricamente, la mitad de la herencia de un individuo proviene de la
madre y la otra mitad del padre. Pensemos primeramente en el carácter único de la unión sexual. Un hombre
determinado se une con una mujer determinada: cada uno de estos dos seres es un individuo único, uno entre
muchos millones. Ninguna otra combinación ofrecería esta especial posibilidad de herencia.
Consideremos ahora que en cada célula germinal humana hay 48 cromosomas en cada uno de los cuales
se calcula que hay unos 30 000 genes. Para un carácter hereditario se requieren uno o más genes.
A un cierto estadio del desarrollo, las células germinales experimentan la reducción cromosómica por
división, quedando con la mitad de los cromosomas. Quedan de este modo descartadas muchas posibilidades
de herencia, porque los cromosomas poseen combinaciones diferentes de los diversos genes. Que un
espermatozoo determinado entre a constituir el nuevo ser es una casualidad enorme, porque son unos
trescientos millones, aproximadamente, los depositados en la vagina en el curso de la unión sexual y
solamente uno de ellos se une a un óvulo para generar una nueva vida. Con la excepción de los gemelos
idénticos (formados de un óvulo y un mismo espermatozoo), es imposible que existan en el mundo dos
individuos con el mismo caudal hereditario, con los mismos genes. Efectivamente, el total de combinaciones
de genes humanos (con sus posibles mutaciones) que pueden formarse, según calcula Dobzhansky, «excede
ampliamente del número total de átomos del universo entero. Es evidente que únicamente una mínima parte
de todas las combinaciones posibles de genes ha sido realizada o será realizada en el mundo... Cada ser
humano es portador de un genotipo único»
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De tan decisivos hechos, concluimos que no existen dos seres humanos (con la posible excepción de los
gemelos idénticos) que tengan la potencialidad de desarrollarse del mismo modo, especialmente si
consideramos que a la diferencia genética se añade la diferencia resultante de los ambientes y las
experiencias de cada individuo.
Tero, pasando nuevamente a lo genérico, debemos tener en cuenta que los genes crean para todos los
representantes de la especie homo sapiens ciertos grandes caracteres comunes. Todos ellos adoptan para la
marcha la posición erecta, todos poseen dos ojos y dos oídos, dos brazos y dos piernas y presentan simetría
bilateral (más o menos imperfecta). Hay en el cuerpo de todos las mismas substancias químicas y la
capacidad de experimentar sentimientos, pensar, hablar, imaginar, recordar y repetir. Existen excepciones,
pero son raras
INDIVIDUALIDAD BIOQUÍMICA.
Sabemos que las glándulas de secreción., interna, ejercen una profunda influencia sobre el temperamento,
el curso del crecimiento y la-motivación. La variación en su peso y su tamaño, incluso dentro de los límites
normales, es muy grande. Williams presenta los ejemplos siguientes:
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sobre la sexualidad demostrativos de una variabilidad en la intensidad y la expresión de los impulsos
sexuales que sorprendió a quienes creían que prevalecía la uniformidad en esta área de motivación.
Con tal margen, de variabilidad genética, estructural y bioquímica, es lógico esperar que varíen
ampliamente el temperamento, la motivación y todas las funciones psicológicas. Algunas personas parecen
predestinadas a que les resulte la vida una amarga carga, mientras que para otras será de una alegría tan
embriagadora como la que da el champán. Las formas personales de inteligencia presentan una amplia gama,
como también la intensidad y la dirección de los diferentes motivos. Han alcanzado gran difusión estudios
sobre la sexualidad demostrativos de una variabilidad en la intensidad y la expresión de los impulsos
sexuales que sorprendió a quienes creían que prevalecía la uniformidad en esta área de motivación.
Piénsese por un momento en lo que implica esta amplia variabilidad individual para la terapéutica, sea
médica, quirúrgica o psicológica. El terapeuta no puede atenerse a normas fijas. Nadie es «normal» (en ese
sentido de hallarse en el término medio) más que en un reducido número de cualidades. Puede afirmarse con
toda seguridad que no existe ninguna persona que presente valores promedios en todas sus propiedades
endocrinas, anatómicas, nerviosas, corticales y motivacionales.
Como dijo Goethe: «La naturaleza parece haberlo basado todo en la individualidad».
INDIVIDUALIDAD CONFIGURADA.
Cada persona se aparta en millares de aspectos del hombre medio hipotético. Pero su individualidad no es
la suma del total de desviaciones de los promedios. Es éste un punto de extrema importancia, que debe
comprender bien el lector si quiere penetrar el sentido de este libro.
Consideremos por un momento los pulmones del lector y los míos. No hay ninguna relación viva entre los
pulmones de él y los míos, como no la hay tampoco entre su metabolismo cortical y el mío. En cambio, mis
pulmones influyen en mi metabolismo cortical y los pulmones del lector influyen en su metabolismo cortical.
Mi necesidad de potasio se halla en interacción con mi necesidad de sodio. Estas necesidades químicas
pueden compararse con las de otras personas, pero no tienen ninguna relación funcional orgánica con ellas.
Mi herencia, mis experiencias primeras, mi temperamento, la capacidad de mi cerebro, mis emociones,
motivaciones, recuerdos, imaginación e historia cultural, el ritmo de mi pulso y muchas otras cosas se hallan
ligadas entre sí en un funcionamiento individual. Forman un sistema, constituido por varios subsistemas.
Desgraciadamente, la ciencia estudia principalmente el ritmo de mi pulso en comparación con el de otro,
mis emociones en cuanto difieren de las suyas, mi peso en cuanto se desvía del promedio. Raramente estudia
mi peso, mi pulso y mis emociones como elementos de un conjunto que se hallan en interacción entre sí.
Me opongo firmemente a un punto de vista que es corriente en los estudios de psicología. Eysenck lo
expone en los términos siguientes: Para el científico, el individuo es, simplemente, el punto de intersección
de un cierto número de variables cuantitativas*.
¿Qué significa esto? Significa que el científico no se interesa por la mutua interdependencia de los sistemas
parciales dentro del sistema entero de la personalidad. Se interesa solamente por dimensiones aisladas, que le
permiten establecer comparaciones entre muchas personas. Se interesa en el estudio del corazón, por
ejemplo, o en el de los pulmones (el corazón de usted, el mío, el de los demás hombres; los pulmones de
éste, del otro, del de más allá), pero no le interesa el estudio de la mutua interacción entre mi corazón y mis
pulmones o entre el corazón de usted y los pulmones de usted. Se interesa en alguna característica
(introversión, por ejemplo) de usted y de mí, pero no en la manera como la introversión se relaciona con las
restantes características de la misma persona, con sus valores, con sus planes para la vida. El científico no se
interesa en el sistema de la personalidad como un todo, sino solamente en las dimensiones comunes. Deja a
la persona como mero «punto de intersección», sin estructura interna,, ni coherencia, ni sentido. No puedo
estar de acuerdo con esta posición.
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historia, el arte o la biografía, cuyos métodos no son nomotéticos, es decir, no están orientados al
descubrimiento y estudio de leyes universales, sino que son idiográficos l°. Los escolásticos medievales
percibieron ya esta cuestión y declararon que scientia non est individuorum.
Si aceptamos este principio sobre el objetivo y las limitaciones de la ciencia, nos veremos obligados a
abandonar el estudio de la persona como persona. Pero no nos desalentemos. Es un hecho que el individuo es
un sistema de unicidad configurada. También es un hecho que la ciencia quiere tratar de lo universal, no de
lo particular. Pero la personalidad es en sí misma un fenómeno universal, aunque solamente se encuentra, en
formas individuales. Por ser un fenómeno universal, debe estudiarla la ciencia pero no puede hacerlo
correctamente sí no penetra en la individualidad, de la configuración.
¿No podremos decir, como algunos científicos, que lo particular es lo que es en virtud de consistir en una
compleja combinación de universales? Aun prescindiendo de que el término «compleja combinación»
implica una petición de principio, la proposición entera es capciosa. Esta proposición afirmajjue todos los
hombres,están compuestos por las mismas cualidades (universales), siendo debido su carácter de único al
modo de combinarse. Consideremos solamente dos universales y veamos lo que resulta:
Cualidad A Cualidad B-
SIGNIFICADO DE LA LEY.
La razón de que la ciencia convencional sea impotente para el estudio de la personalidad es que no haya
manera de hacer entrar la organización interior del individuo en la investigación nomotética de leyes
generales. Pero hay varias ideas que pueden sernos útiles en este aspecto.
En primer lugar, es una proposición universalmente verdadera y, por consiguiente, una ley, la de que las
configuraciones personales de la individualidad son únicas. La psicología de la personalidad haría bien en
reconocerla como su primera ley.
En segundo lugar, podemos mirar con esperanza muchos principios generales de biología y de psicología
dinámica para aquellos procesos que generan unicidad. Los principios generales de la genética, por ejemplo,
son leyes que nos explican cómo se produce la unicidad.
En tercer lugar, el comportamiento de cada individuo sigue su propia ley. No es necesario que
comprendamos todas las vidas para descubrir la ley que rige una vida determinada. Si tenemos un amigo
íntimo, podemos saber muy bien porqué se comporta como lo hace y hasta seremos capaces de predecir su
conducta futura y determinarla en parte, basándonos en el conocimiento que tenemos de la forma en que rige
su vida, de las leyes propias que la presiden. No es preciso para ello conocer la naturaleza humana en
general.
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Este último punto es importante porque suscita la cuestión de la relación entre las reglas estadísticas (las
reglas resultantes del cálculo) y las reglas propias de la ley de la vida de un individuo. Como se indicó
anteriormente, la ciencia nomotética tiende a dar predominante importancia a las primeras y descuidar las
segundas. Sus medidas de significación estadística se refieren a un gran número de personas, no al individuo
aislado.
Supongamos que un grupo de cien delincuentes presos oyen a un guardián de la prisión estas palabras:
«Vuestra vida en la prisión es una preparación para vuestro regreso a la sociedad. Es muy probable que
noventa y nueve presos se rieran en su interior de esta frase. Los psicólogos estadísticos formularán la ley:
las exhortaciones a la buena conducta no surten efecto. En cierto sentido tienen razón.
Pero supongamos que en uno de los reclusos las palabras mencionadas despiertan un eco y le ponen en el
camino de una auténtica rehabilitación. ¿Qué dirá el psicólogo estadístico? ¿Dirá que es debido a la
«casualidad» o que se trata de un hecho que «carece de significación estadística»? Esta respuesta sería
absurda. Lo cierto es que en el caso positivo que consideramos existe una importante relación causal. Puede
tratarse de un hecho raro e incluso único, pero está de acuerdo con la ley del individuo. Vemos que es un
hecho inevitable si consideramos la configuración interior de la persona que escuchó aquellas palabras.
Concluimos de todo ello que no debemos desanimarnos por definiciones de la ley demasiado estrictas ni por
estrechas definiciones de la ciencia. Es deber de la ciencia ilustrarnos sobre lo que es, no solamente sobre lo
que es conveniente o tradicional. Mucho antes de que el método de la ciencia natural alcanzase su posición
predominante-y fuese imitado por la psicología, hubo un concepto antiguo de la ciencia. No imponía
métodos ni fijaba límites. Significaba, simplemente, conocimiento.
SOLUCIONES PROPUESTAS.
Como cabía esperar, muchos autores se han dado cuenta del dilema ciencia-unicidad. La solución más
sencilla, evidentemente, es la de que lo genérico corresponde a la ciencia y lo individual al arte. Reconocer
las limitaciones de la ciencia. No puede estar en su naturaleza amoldarse plenamente al individuo; solamente
pueden hacerlo el drama, la poesía y la biografía. La ciencia es implacable en su exclusión de lo particular.
De este modo concebida, la ciencia es a lo sumo un mero «accesorio de la sabiduría» . Esta solución atrae a
muchos científicos y probablemente a todos los humanistas.
PSICOLOGÍA E INDIVIDUALIDAD
Pero esta posición es un recurso desesperado. La psicología es una disciplina joven y lo ideal sería que
dominase a la vez los fenómenos abstractos y los concretos. Es prematuro quererla encerrar en un modo de
pensar nomotético. Debemos mantener al individuo dentro del campo de la ciencia.
Ya tenía esta opinión hace un siglo Samuel Bailey, que criticaba a la psicología por considerar casi
únicamente «lo que es común a todos los hombres», ocupándose de lo individual «sólo incidental y
brevemente, demasiado brevemente dada la importancia del tema».
Otra solución consiste en formar dos psicologías distintas y separadas, una nomotética y otra idiográfica.
Esta última, naturalmente, trabajaría de consuno con la historia, la biografía y la literatura, confundiéndose
tal vez con ellas. Muchos autores alemanes se muestran favorables a este punto de vista, asignando la
psicología nomotética a las ciencias físicas y naturales (Naturwissenschaften) y la psicología idiográfica a las
ciencias del espíritu (Geisteswissenschaften). La primera es una psicología de «elementos»; la segunda, una
psicología de «estructura». La primera emplea el método de análisis y de explicación causal; la segunda, los
métodos de «comprensión» (Verstehen). Explicamos la naturaleza (mediante análisis y leyes), pero
comprendemos las personas (en su individualidad configurada).
Mi posición respecto a esta solución puede formularse brevemente. La división de la psicología en dos ramas
separadas es demasiado tajante. Estoy de acuerdo con el psiquiatra francés Azam, quien dijo, hace ya
muchos años, que la ciencia del carácter «no puede proceder por generalización, como la psicología, ni por
individualidades como el arte. Ocupa una posición intermedia»14. No hay razón alguna para que no
aprendamos de las generalizaciones sobre la naturaleza humana. Pero debemos tener en cuenta atentamente
los conceptos y los métodos que nos capacitan para comprender la individualidad configurada. Como se ha
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indicado, el individuo representa un orden y una ley en la naturaleza. Para el desarrollo de la ciencia de la
psicología de la personalidad debemos utilizar todos los métodos de estudio.
No hemos examinado todavía las soluciones propuestas para el dilema ciencia-unicidad. Veamos
detenidamente algunas otras propuestas.
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decimos: «Es raro que se comporte de este modo» o «No parece hoy el mismo de siempre». Rosenzweig ha
aplícado al estudio de esta configuración personal el término de idiodinámica™.
Las normas universales y las de grupo son de la competencia de la ciencia nomotética. Las normas
individuales nos vuelven a conducir a la concepción de la ciencia idiográfica. Nuestra tesis, como se indica
en la fig. 1, es la de que la psicología de la personalidad no puede proceder únicamente a base de lo
gcníúco,jú_ tampoco con Jajjndividua-lidades únicamente, sino que «ocupa una posición intermedia».
Aunque aceptamos la fórmula de las tres series de normas, debemos advertir la necesidad de precaverse
contra un pj^Hgro. Podría suponerse erróneamente que el individuo, como tal, no es otra cosa que un
conjuntó de idiosincrasias residuales, insignificantes a veces, un resto que queda después de haber explicado
la mayor parte de su conducta en términos de normas universales o de grupo. No ocurren así las cosas. Sam,
evidentemente, tiene numerosos atributos característicos de la especie humana en general y otros muchos
atributos ' comunes a las personas pertenecientes al mismo medio cultural. Pero en Sam se reúnen y
entrelazan en un sistema único idiomático. No hay en su personalidad tres sistemas, sino uno solo. La
individualidad no es el residüo~qüé~queda~ después de haber determinado la parte que corresponde a las
ciencias nomotéticas. La organización de la vida individual es en todo momento un hecho primario de la
naturaleza humana.
PSICOLOGÍA DIFERENCIAL.
Psicología diferencial es lo mismo que psicología de las diferencias individuales. Se formó a principios
del presente siglo y continúa desarrollándose Muchos psicólogos consideran este movimiento como
coextensivo con la psicología de la personalidad.
Supongamos que se han administrado a mil personas tests de aprendizaje, de inteligencia verbal, de
tendencia a dominar, de tendencias neuróticas, de intereses por ciencias y otros. Es útil saber el lugar que
ocupan Sam o Jane en relación con las normas de grupo de este modo obtenidas. Cuando hemos
determinado sus puntuaciones, podemos representarlas en un perfil (psicografía). La fig. 2 nos muestra el
perfil en el caso de Sam para un cierto número de variables.
Entre las ventajas de este método de estudio figura la de centrar la atención sobre Sam en relación con la
población en conjunto. Pocos perfiles habrá (o ninguno) exactamente iguales al de Sam. Puede servirnos
para formular consejos y advertencias; podemos recomendarle una ocupación que se amolde a sus
cualidades, etc. Se han señalado algunos de sus puntos fuertes y sus puntos flacos. El perfil nos aproxima
(aunque no mucho) a nuestro objetivo: la individualidad.
Este método tiene marcadas limitaciones.
Por una parte, no sabemos sobre Sam nada
que no haya sido previamente escogido
por el investigador. Es posible que tenga
alguna característica personal cardinal que
no sea investigada en lo más mínimo. Tal
vez Sam es ante todo y sobre todo apto
para la cirugía, por la atracción que siente
hacia esta actividad y por la habilidad que
posee; sin embargo, este hecho permanece
ignorado después de haber administrado la
batería de tests.
Otra importante limitación es la de que el
perfil nada nos dice sobre la organización
de las cualidades observadas. ¿Qué interacción hay entre la capacidad de dominio sobre el exterior que posee
Sam y su interés por la ciencia? ¿Qué resulta de su elevado interés por la ciencia no acompañado de una
inteligencia mecánica potente? ¿Tiene esta oposición como consecuencia una situación de conflicto y la in-
felicidad del sujeto, o se orienta éste a una actividad auxiliar, como la de ayudante de ingeniero, que
desempeña con agrado, satisfecho de su tarea y de su posición? Los perfiles nos muestran cualidades, pero
ignoran la organización de estas cualidades en el individuo.
Cuando la psicología diferencial se hallaba en sus comienzos, un experimentador francés (Toulouse)
ensayó el método de la psicogra-fía en el famoso matemático Henri Poincaré. Dijo que no había quedado
satisfecho de las normas universales, porque expresaban únicamente lo que era común a un imbécil y a
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Aristóteles ". Examinó las cualidades de Poincaré determinables por medio de tesis, con el objeto de
averiguar las desviaciones de la media que pudiesen explicar el secreto de su genio. Halló para la memoria
una medida de once dígitos; una imaginación auditiva superior; averiguó también que dormía mal, que le
gustaba la música, que se concentraba mucho en su trabajo y otras cosas. Después de revisar los resultados
obtenidos con estos medios, afirmó que el genio de Poincaré no aparecía por ninguna parte en el perfil. Lo
cierto es que la psicografía no puede hacer síntesis. Ünicamente puede descubrir cualidades aisladas.
TIPOS.
La tipología, como la psicología diferencial, nos sitúa a medio camino en nuestro intento de conocer la
individualidad. No llega más allá. El tipólogo, como el psicólogo diferencial, no está satisfecho con «lo que
es común a un imbécil y a Aristóteles». Necesita una
clasificación de la naturaleza humana más limitada y
diferenciadora.
Pero los estudios sobre el tipo no nos dicen otra cosa
sino que ciertas personas se parecen a otras personas en
determinados aspectos. Sería perfectamente correcto, por
ejemplo, establecer cuatro tipos de personas: 1) las que
usan cepillos de dientes de forma convexa; 2) las que
usan cepillos de dientes cóncavos; 3) las que los emplean
rectos; 4) las que no usan cepillos de dientes de ninguna
clase. Esta tipología es válida si se tiene interés por los
cepillos de dientes. Análogamente, hay personas
extravertidas, personas introvertidas y personas que son
ambas cosas. También esta tipología es válida si se tiene
interés por las cualidades de extraversión e introversión.
Supongamos que el clasificador tiene interés por ambas
cosas: por los cepillos usados para la limpieza de los dientes y por la extraversión y la introversión. Nuestro
amigo Sam, que es una persona, aparecería clasificado en dos tipos.
Hay tantos aspectos, físicos y mentales, a base de los cuales podemos clasificar a las personas, que
pronto habremos localizado a Sam en centenares de tipos, pero seguiremos ignorando completamente su
modo único de organización interior.
Hay muchas clasificaciones en tipos que tratan de alcanzar la mayor comprehensión y amplitud. Citemos al
azar algunos tipos. Decimos de una persona, por ejemplo, que es liberal, o que es narcisista, o cerebrotónica,
o autoritaria; afirmamos de ella, por ejemplo, que tiene personalidad de vendedor, que es fácilmente
supeditable, que es apolínea, que es de tipo anal, oral o genital. Estos y otros tipos han sido propuestos con la
esperanza de alcanzar una amplia y válida categorización de los seres humanos. Cada uno de estos tipos
indica un conjunto (síndrome) de atributos que se hallan generalmente (pero no siempre) asociados.
Pero, sea amplia o estrecha la base de clasificación, nunca alcanza el método de los tipos a presentarnos al
individuo entero. La fig. 3 muestra el dilema.
Sam corresponde al tipo autoritario, al igual que otros individuos, tales como A, B, C y D. Pero también
puede clasificarse junto a los individuos O, P, Q, R y otros en el síndrome freudiano de características
«orales». Cada una de estas clasificaciones es correcta, pero no nos llevan hasta Sam en cuanto individuo. Se
han comparado sus cualidades con cualidades análogas en otros individuos, pero no se han relacionado entre
sí en el terreno orgánico de su naturaleza propia. ¿Qué interacción se produce entre su oralidad y su
autoritarismo? Seguimos ignorándolo. Y no se ha penetrado en muchas áreas de su vida. Las tipologías son
convenientes y atractivas, pero no se ha encontrado ninguna que nos explique al individuo entero.
Antes de dejar este tema, deseamos referirnos a una forma especial de tipología. Algunos autores
preconizan el uso de tipos ideales. Esta concepción escapa a nuestras críticas, porque no se propone la
aplicación a personas reales. No se llega a los tipos ideales mediante el atento estudio de individuos
concretos. Estos tipos son elaborados mediante métodos racionales, no empíricos. Los tipos ideales, según
Spranger, son meros «esquemas de comprensibilidad». Puede describirse un «típico» italiano, o un típico
hombre de negocios americano, un John Bull, un modelo ideal de cristiano, un personaje ideal esteta o polí-
tico, sin pretender en modo alguno que existan en realidad tales personas. Estos esquemas pueden tener
utilidad especialmente para el estudio del «carácter nacional». Existen, evidentemente, personas que se
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aproximan en grado variable al tipo ideal. Pero los tipos ideales son inventados; no se han encontrado en el
laboratorio.
PSICOLOGÍA CLÍNICA.
Actualmente, muchos psicólogos hacen «trabajo clínico». Ejercen actividades en hospitales, instituciones
sociales, cárceles, empresas industriales, iglesias y fuerzas armadas. Se dice que su trabajo es clínico porque,
como el de los médicos, se aplica a individuos determinados, con el propósito de ayudarlos a una mejor
adaptación y a una más firme salud mental. Aunque el psicólogo clínico necesita poseer una preparación de
psicología general, fisiológica, experimental y social (referentes todas ellas a normas universales o de
grupo), su atención se centra primariamente en la persona que tiene ante sí.
Por consiguiente, ¿no parecería más bien sencilla la solución de nuestro dilema unicidad-ciencia? ¿No es
el psicólogo clínico un especialista ideográfico, en oposición a todas las restantes clases de psicólogos, que
son nomotéticos? Esto es cierto en parte, pero la cuestión es más compleja de lo que parece. Muchos
psicólogos clínicos no van más allá de la fase de la psicología diferencial. Administran tests y señalan las
puntuaciones en un perfil, prescindiendo del individuo como tal. El hombre queda reducido a un manojo de
percentiles. Si el psicólogo clínico ejerce en un hospital mental, puede comunicar los resultados de sus
investigaciones a un psiquiatra, que trata de incluirlas en el cuadro clínico, para juntar todos los datos y ver
cómo son los sistemas internos y las capacidades del individuo.
El proceso de evaluar las puntuaciones fragmentarias, de confrontar unos datos con otros y sintetizar
finalmente los conocimientos adquiridos para descubrir la configuración personal es en extremo complejo.
Es de lamentar que no sepamos en realidad cómo realizamos esta labor corrientemente. Obsérvese que, en
general, la hacemos bastante bien. Suponga el lector que debe buscar un compañero de habitación, o
consorte, o, simplemente, un regalo a propósito para su madre. Su conocimiento del hombre en general no le
servirá de mucho, ni tampoco el conocimiento de las normas de grupo.
Es precisamente en este aspecto en el que encuentran más dificultades los psicólogos «científicos».
Quisieran poder afirmar que la comprensión idiográfica del sujeto no es mejor que los resultados obtenidos
con los datos actuarios (es decir, a base de normas universales o de grupo)20.
Meehl revisó más de veinte estudios de predicción de la conducta realizados simultáneamente con los dos
métodos, es decir, con datos actuarios (puntuaciones obtenidas con los métodos de la psicología diferencial)
e ideográficos («intuitivos»). En cerca de la mitad de los casos, ambos métodos tuvieron aproximadamente el
mismo éxito; en la otra mitad, el método de predicción nomotético resultó superior.
Se dispone actualmente de tests y escalas que han tenido cierto éxito en la predicción de los buenos o
malos resultados en los estudios, de la delincuencia e incluso de la felicidad o infelicidad en el matrimonio.
Consideremos el caso de la delincuencia. En los muchachos que tienen una historia de mala conducta, una
vida familiar anormal y otras deficiencias o malas circunstancias, puede asegurarse que el 85 % de ellos
entrarán en conflicto con la policía. Esta predicción nos recuerda la exactitud con que se predice el número
de accidentes de la circulación que se producirán en un fin de semana. Las compañías de seguros saben
mucho de este género de predicción estadística.
Pero debe evitarse un error en el que es fácil incurrir. Decir que 85 % de los niños que se encuentran en
las condiciones antes mencionadas serán delincuentes no significa que Jimmy tenga 85 % de probabilidades
de convertirse en delincuente. De ningún modo. Jimmy, en cuanto individuo, se convertirá en delincuente o
no se convertirá en tal. Solamente un completo conocimiento de Jimmy nos permitirá predecirlo con
seguridad. Que el psicólogo clínico, usando el método «intuitivo», se equivoque o no, es cuestión aparte. Si
conociéramos a Jimmy y el medio en el que se desenvuelve de un modo completo, podríamos aventajar los
resultados de la predicción estadística, que se aplica a grupos, no a individuos.
Esta cuestión fue expresada con precisión por Sherlock Holmes al hablar a su amigo el doctor Watson en
los términos siguientes: «El individuo aislado es un enigma insoluble, pero si los individuos forman un
grupo, en lugar de un enigma, tenemos una certidumbre matemática. Nunca puede predecirse lo que hará un
individuo, pero puede saberse lo que hará una proporción determinada de individuos de un grupo. Los
individuos varían, pero los porcentajes permanecen constantes.»
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El verdadero objetivo del psicólogo clínico no es predecir lo que hará el grupo, sino predecir lo que hará
un individuo determinado. Para alcanzar este ideal, puede ser útil a veces la predicción actuaría, pueden
utilizarse con provecho las normas universales y de grupo, pero no nos lo dan todo.
El dilema de la unicidad es una constante preocupación de la psicología clínica. Hasta ahora, han
prevalecido los métodos de la psicología diferencial.
Las desviaciones respecto a las normas universales o de grupo constituyen el material primario para el
estudio clínico del individuo. Pero muchos psicólogos clínicos se dan cuenta de que no puede conocerse un
ser humano exclusivamente por medio de leyes estadísticas. Una persona es algo más que «un punto de
intersección» de estas leyes. Tiene una configuración propia y leyes propias. Para resolver el dilema se
necesitarán nuevos métodos y nuevas teorías. Volveremos a tratar de este problema en los últimos capítulos.
RESUMEN.
Es indudable que la psicología general y la psicología social son la raíz y el tronco del que nace la
psicología de la personalidad. Necesitamos leyes del aprendizaje, de la percepción y de la cognición; ne-
cesitamos el conocimiento de la cultura y la sociedad para explicar el desarrollo y el crecimiento del
individuo. Pero necesitamos también un enfoque especial para que estos principios generales converjan en la
individualidad de configuración de la personalidad.
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