Topofilia - Yi Fu Tuan - Cap 5
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dad puede sobrepasar las fuerzas culturales que actúan en pro del
consenso, puede ilustrarse con un simple ejemplo. Consideremos el
caso de una familia que sale a una excursión de fin de semana.
Esta actividad no siempre es tan feliz y simple como lo proclama
la publicidad de las cocinillas de camping. Durante la etapa de plani
ficación, puede que los miembros de la familia se acaloren decidien
do dónde ir, y que una vez llegados al destino, surjan desacuerdos so
bre dónde acampar, cuándo detenerse para cenar, qué atracciones
turísticas visitar, y así sucesivamente. Factores como edad, sexo, fi
siología innata y diferencias de temperamento dent�o de una misma
familia se imponen con facilidad sobre cualquier exigencia social que
empuje hacia la armonía y la unión.
Individualidadfisiológica
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TOLSTOI Y DOSTOYEVSKI
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EL TEMPERAMENTO ASCÉTICO
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Sexo
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Edad
EL BEBÉ
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LA PRIMERA INFANCIA
El bebé sonríe ante una cara humana, pero también lo hace ante
una hoja de papel con puntos en él, lo que indica que no distingue
entre objetos animados e inanimados. Sin embargo, de un modo
sensorial y motor, probablemente puede distinguir entre materia
viva y materia inanimada. El niño pequeño es animista: responde a
todos los cuerpos que se mueven como si fuesen autopropulsados y
estuviesen vivos. Incluso un niño de seis años puede pensar que las
nubes, el Sol y la Luna están vivos y son capaces de seguirlo cuando
camina. 1 9 El mundo del niño pequeño está circunscrito a su alrede
dor inmediato; no es por naturaleza un observador de estrellas. Los
objetos distantes y las vistas panorámicas no le atraen de forma es
pecial. Para el niño de cinco o seis años, el espacio no está todavía
bien estructurado. Un niño pequeño no concibe el espacio como un
ambiente susceptible de ser analizado en dimensiones separadas. Al
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via, el intenso aroma del café antes del desayuno -cuando la con
centración de azúcar en la sangre es baja- o la intensidad con la
que se nos presenta el mundo tras una larga enfermedad. Desde los
siete u ocho años hasta los catorce o los quince, un niño pasa mu
cho tiempo en ese mundo vívido. A diferencia del niño pequeño, el
niño mayor no está atado a los objetos o al entorno más próximo;
él es capaz de conceptualizar el espacio en sus diferentes dimensio
nes; aprecia las sutilezas del color y reconoce la armonía de líneas y
volúmenes. Ya posee gran parte de la habilidad conceptual del adul
to. Puede ver el paisaje como un segmento de la realidad «allí fue
ra» artísticamente arreglada; pero también lo concibe como una
presencia envolvente y penetrante: una fuerza. Sin preocuparse de
los problemas del mundo, libre de las restricciones de la educación,
desprovisto de hábitos arraigados, indiferente al tiempo, el niño
está abierto al mundo. Frank Conroy, en su novela autobiográfica
Stop- Time, describe lo que ocurre cuando esta naturalidad infantil
se enfrenta al más banal de los entornos. El autor, a la sazón un chi
co de trece años, monta en su bicicleta sin dirigirse a ninguna par
te en particular:
VEJEZ
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