Carmona, Lily - Encuentros Sobre Azules

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Encuentros sobre azules

Lily Carmona
Código: 1405160873850

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Registro de la Propiedad Intelectual.

DERECHOS RESERVADOS ® Lily Carmona

Portada: Elena Sánchez.


Esta historia comenzó siendo un Fanfic llamado “Lo cotidiano de la
vida en un cuaderno”, que colgué en Internet y, por circunstancias, no acabé.
Animada por algunas seguidoras de la historia he decido novelarla un poco
y coger impulso para terminarla. He cambiado los nombres y algunas cosas
de la historia y he introducido algunos personajes nuevos. Espero que os
guste.
Dedicatoria:

A quienes han creído en mí y a quienes no, entre los que, en muchas


ocasiones, me encuentro. La mejor forma de confiar en una misma es pasito a
pasito, cada persona requiere su propio tiempo.
Y a mis queridas lectoras que me han ayudado a hacer las primeras
correcciones y me han animado. Muchas gracias de corazón, espero y confío en
que hayáis disfrutado.
Índice:
Capítulo 1: ¿Todas las historias comienzan por el principio?

Capítulo 2: Encontrarse

Capítulo 3: Mudar la piel

Capítulo 4: La Ola

Capítulo 5: El cuaderno

Capítulo 6: Esbozo de un Desnudo

Capítulo 7: El retrato de la madre

Capítulo 8: Un inciso: ¿Quién es Ella?

Capítulo 9: Un lienzo y el Diablo

Capítulo 10: Lluvia de deseos

Capítulo 11: La casa por el tejado

Capítulo 12: ¿Por qué lloramos?

Capítulo 13: Encuentros sobre azules


Capítulo 1: ¿Todas las historias comienzan por el principio?

En algún lugar de Italia…

La silueta de una mujer, la sombra de su pelo se mueve bailando sobre


un fondo de luz, como las manos que hacen figuras sobre la pared y cuentan
historias; el ser humano tan creador de todo y tan absolutamente aniquilador.
Tan fácil hacer sombras en la luz como en el alma. Un paso más, otro...
¿cuantos miles de pasos dados pensando en ella? No podía deshacer lo
hecho…

Era experta en las sombras, tenía tanto tiempo para observarlas…


incluso aquellas que aparecían en las noches, sombras sobre oscuro. La
negrura nunca es absoluta, siempre aparece algo que se superpone. Tras
miles de pasos, estaba convencida de que la oscuridad absoluta y, aún
menos, la infinita, no existía; allá donde fuera, en las entrañas de la Tierra,
en la inmensidad de un agujero negro, ni en uno solo de sus sueños; por más
que no pudiera recordarlos al despertar.

Hay imágenes que sí recuerda, sonidos, sensaciones...está corriendo,


escapando de algo o de alguien y cuanto más se aleja de donde fuera que se
encontrara más mudaba la piel, se transformaba, incapaz de reconocerse y
sin más remedio que rehacerse; una vida distinta muy lejos de la que un día
fue.

Los años y los huesos duelen, tantos pasos dados se hacían notar; como
los finos surcos en su piel o la flacidez en sus músculos; sus dedos, algo más
curvados, seguían la misma rutina adquirida en la niñez, enredar un mechón
de su pelo, aunque ahora su melena fuera más corta y teñida para ocultar el
blanco.

¿Desandaría lo andado?... Vender el alma al diablo para encontrar la


paz, demasiada soledad… y todo para qué. Hay sucesos en la vida que te
marcan y van contigo a donde fueras, como una cicatriz más, no se ve como
las de la piel, pero te conforman e incluso te transforman; los ojos ya sólo
parecen ver tal y como sientes…

Se acurruca la manta sobre los hombros… empieza a anochecer. Había


un farillo de luz en la entrada de la antigua casa, con esos jardines
multicolores y verdes confundiéndose con el horizonte. ¿Quién cuidaría los
abetos ahora? ¿Recogería alguien las hojas caídas y resecas en forma de
corazón de las enredaderas?... ¿Seguirían resonando aún todas esas notas
musicales por doquier tal y como aún lo hacían en su cabeza una y otra vez?

ºººººº
Capítulo 2: Encontrarse.

Cerraba sus ojos para poder visualizar las distintas notas musicales
generando conexiones neuronales en su cerebro, electricidad recorriendo
trayectos entre axones y traspasando los centros neuronales y, a una
velocidad imperceptible, integrándose e interpretando emociones. No podía
imaginar sentimientos más absolutos a los que tenía cuando lograba
concentrarse y hacer que sus pensamientos no fueran más que notas
musicales, seguía sus distintas formas, las desplazaba y recorría, se dejaba
envolver hasta que de ella no quedaba más que música, música y emociones.

El problema era cuando conseguía estos niveles de concentración sobre


un andamio o encima de un tejado...menos mal que existía el arnés y que lo
había convertido en una más de sus herramientas diarias o ya se habría
partido el cráneo en alguna de sus muchas caídas. Su cuerpo se relajaba en
sentido inverso a la actividad de su mente y solía perder muy fácilmente el
equilibrio, quedando suspendida en el aire y activando todos sus sentidos
para conectar con la realidad de manera inequívoca. La música desaparecía
tras el sentido de alarma y el instinto de supervivencia.

No había sido el caso, estaba dando una mano de pintura a la parte alta
del caserón, una última puesta a punto para lo que se venía a partir de
mañana... el hotel rural se convertiría en un ir y venir incesante de personas
para la asistencia a los cursos que organizaban a principios de primavera y
hasta bien entrado el otoño. Los grupos eran reducidos, no más de diez
personas y los cursos no duraban más de una semana, aun así, los mismos
alumnos solían repetir, si su economía y su disponibilidad se lo permitía.

Terminó su trabajo, había quedado perfecto. La sensación de lo


terminado y bien hecho, tras una jornada agotadora, donde sentía todos y
cada uno de sus músculos doloridos y el agotamiento no la dejaba pensar
mucho más. Una cena, un poco de conversación amiga, algo de lectura y a
la cama. Sin preguntarse qué sería de ella mañana, aparte de tratar de
esquivar, la mayor parte del tiempo, a los nuevos clientes que invadirían el
hotel. Fernando sabía dónde podría encontrarla si la necesitaba, merodeando
la casona, realizando las tareas precisas para el mantenimiento de los
animales, la huerta y los jardines... el resto de los que allí se congregaran le
traían sin cuidado... un grupo semanal más, hombres y mujeres que buscaban
ampliar y derivar sus conocimientos sobre las distintas formas de terapia
musical en contacto con la naturaleza; músicos, artistas, psicólogos,
médicos, terapeutas...ella no tenía nada que ofrecerles, no de una forma
directa, sólo estaba unida a ellos a través de Fernando, y de una forma
indirecta, cuando se quedaba a escondidas, escuchando la música que
creaban, la que surgía de sus voces, del roce de sus movimientos al bailar
mientras interpretaban a Bach, Mozart...

Tiempo de desconectar. Aún sobre el andamio, desencajó el rodillo del


palo y comenzó a girarlo, como si se tratara de un palo de lucha libre o una
espada, adoptando formas de Taichí, buscando el equilibrio y haciendo el
saludo final a su reflejo en el cristal de la ventana; lo que no esperaba era
encontrarse a un Fernando indignado, observando tras el cristal de la misma.
La impresión la hizo caer, quedando colgada del arnés, como otras muchas
veces... Fernando abrió la ventana apresurado y preocupado.

- ¡Terminarás partiéndote la crisma! ¡Haz el favor de bajar de ahí de


una vez!- la situación le pareció tan cómica que la hizo reír a carcajadas
contagiando al chico, que no podía mantener su enfado con ella ni unos
pocos segundos...sus risas se podían oír a distancia.

- Buenas tardes...- carraspeando para tratar de elevar el tono de su


voz.- ¡Buenas tardes!- las risas cesaron casi al unísono y las cabezas se
giraron en dirección de aquella voz de mujer, que parecía arrepentida de
haber elevado el tono y algo cohibida por ser el centro de atención.

- ¿Si? - eso le hacía falta a ella, que le viniera chillando una


señoritinga de ciudad con ese aspecto de intelectual de tres al cuarto, y antes
de que la recién llegada pudiera contestar, se balanceó con fuerza para
alcanzar el andamio y volver a subir al mismo.
- ¡¡¡Bienvenida!!! - Fernando intervino para salvar la situación antes
de que la vena salvaje de su amiga se mostrara en todo su esplendor frente a
la que seguramente sería una nueva huésped y alumna de sus cursos -
Enseguida bajo- aún con medio cuerpo asomando por la ventana.

- Siento la intromisión...- se dirigió con cautela hacia el andamio, al


ver que aquella chica bajaba del mismo algo molesta - Pero no había nadie
en recepción y...

- Ya, ya imagino... no importa - ni siquiera la miraba, mientras se


limpiaba las manos con un trapo- ahora sí que habrá alguien en recepción-
dijo señalando hacia donde había estado Fernando y tratando de cortar la
conversación, mirándola desafiante.

La recién llegada le mantuvo la mirada, cuando la desafiaban tendía a


mantener el combate, una fuerza desconocida para ella surgía directa desde
su estómago y la hacía permanecer erguida ante el duelo hasta que salía
indemne... pero no en esta ocasión. Tuvo que apartar sus ojos de aquellos
ojos y darle la espalda, había algo en aquella mirada que la doblegaba.

Al verse ignorada y desatendida, se marchó camino de recepción,


esperando que el chico al que había visto fuera algo más amable y educado
que aquella salvaje con mono de obrera.

ºººººº

- La palabra para hoy... -abrió el diccionario por una página


cualquiera y, con los ojos cerrados, marcó un punto de la misma con su dedo
índice- Atrezo - bonita palabra, copió su significado en un post-it de color
azul y lo pegó en su libreta de tapa blanda y folios blancos y de la que nunca
se separaba- [Conjunto de elementos necesarios para una puesta de escena
teatral o para el decorado de una escena televisiva o cinematográfica]- Si
abría su cuaderno encontraba folios repletos de post-it con las palabras y sus
significados, que iba aprendiendo cada día, dibujos a lápiz y carboncillo de
cualquier escena cotidiana, sillas, casas, rostros; alguna fotografía de algún
lugar o de personas, sus poemas y muchas anotaciones para su libro.

Guardó su libreta en una pequeña mochila que acomodó en su espalda


y, con crema de máxima protección solar y un sombrero de paja, se dispuso
a afrontar su primer día en aquel hotel rural. Alberto salió del cuarto de baño
y al verla tan dispuesta y con aquellas pintas campestres no pudo dejar de
soltar una carcajada, mientras agarraba sus cosas para salir con ella de la
habitación, la cogió por los hombros y la abrazó.

- Estás para comerte...- le susurró al oído.

- Eres un capullo...- sonreía mientras alzaba su rodilla directa a la


entrepierna de Alberto, frenando en el último instante, haciendo que el chico
la soltara, en un acto reflejo, para proteger sus partes más íntimas del
impacto.

- Ejem... Mejor vamos saliendo que llegaremos tarde...Alberto


sonreía entre aliviado y divertido, dejándola pasar mientras le abría cómico
la puerta de la habitación ¿Ya tienes tu palabra para hoy?

- Atrezo...

- Uhm, interesante... - al salir de su habitación, dirección las


escaleras, un gran ventanal te introducía en las maravillosas vistas de verdes,
azules, blancos... todo un mundo de colores de flores se extendían como en
un enorme lienzo...- Alberto alargó su mano en dirección a toda aquella
belleza, en la que ella aún ni había reparado, absorta en sus pensamientos
rutinarios - Bienvenida al atrezo que ha dispuesto para ti la vida... al menos,
durante unos días...

- Falta el guión...- estaba realmente impactada ante esas vistas, así


que se quedó parada mientras Alberto comenzaba a bajar las escaleras.

- Lo tendrás que escribir tú... ¿no eres la escritora?


- No, soy historiadora y bibliotecaria y me apasiona la historia de la
vida cotidiana...

- Pero siempre estás escribiendo en tus libretas, debes tener miles


acumuladas en algún lugar de tú casa....Alberto había continuado
hablándole, mientras ella no podía apartar sus ojos de aquella inmensa gama
de colores, acostumbrada a los blancos, marrones, grises y negros de la
biblioteca. Alzó la voz para llamarla ¿Vienes?

Apresuró el paso para alcanzarle, recepción estaba cerca, no era un hotel


muy grande, pero lo exquisito se reflejaba en cada detalle; por muy rústico
que pretendiera ser, combinaba toques actuales, la decoración, los lienzos,
los servicios.

- Y tú eres psicólogo, tendrás un montón de informes de tus


clientes... cada cual a lo suyo...- cuando quería sabía saldar un tema
rápidamente, podía llegar a ser muy cortante.

Alberto le pasó el brazo por los hombros y la acercó a él.

- Tranquila, querida, sé perfectamente a lo que hemos venido...- le


guiñó un ojo mientras sonreía pícaro, antes de que el rictus se le quedara
completamente congelado, a la vez que detenía sus pasos. Miró en la
dirección que le indicaban sus ojos y allí estaba, tras el mostrador de
recepción, vestida con una falda ajustada azul a la altura de la rodilla y una
camisa blanca remangada de manera desatendida bajo los codos; su pelo
largo suelto y su tez morena hacían resaltar sus hermosos ojos.

Alberto no pudo articular palabra, ni siquiera cuando la chica dirigió su


mirada hacia ellos, antes de dar media vuelta y marcharse tras la puerta del
mostrador. Sintió la misma inquietud, el mismo deseo de desafiarla y
someter ese azul tan aparentemente indomable.
Alberto la devolvió al presente tras su sonoro silbido en dirección a las
piernas y el trasero de la morena, antes de que su dueña desapareciera tras
aquella puerta.
ºººººº

“El término estuco proviene del italiano stucco, siendo una forma de terminación o
decoración de paredes y techos, interiores o exteriores, basada en pinturas y diferentes tipos de
morteros que permite la obtención de diversas texturas. Dada su versatilidad, se adapta a cualquier
tipo de construcción o época. Además de la función decorativa, refuerza el muro y lo
impermeabiliza, permitiendo la transpiración natural.”

Trataba de prestar atención a su lectura, un libro recién adquirido en su


librería preferida. Solía hacerles encargos especiales y acercarse a la ciudad
en cuanto lo tenían disponible; después tomaba un capuchino en una
cafetería cercana, antes del volver al hotel. En esta ocasión quería acercarse
a la tienda de pinturas y encargar los materiales necesarios para hacer un
estuco blanco en una de las paredes de la piscina climatizada que tenían en
el hotel; pero Fernando había insistido en acompañarla, él necesitaba mucho
más el contacto con la civilización; y con todo, no se despegaba de ella, ni
dejaba de hablarle.

“El estuco se empleó ya en las antiguas Grecia y Roma como base para las pinturas al fresco,
algunos de cuyos restos se conservan en Roma y Pompeya.”

- Necesito un instrumento de cuerda... ¡es condenadamente


imprescindible que lo tenga para mañana!- le inquiría nervioso- ¿Sabes que
es de muy mala educación leer cuando tienes compañía?..

“El estuco blanco se utilizó mucho en los muros de las iglesias, en ocasiones para pintar
figuras de ángeles. Rafael y otros artistas de la época utilizaron frisos de estuco coloreado para
decorar palacios y pabellones. Entre los más relevantes destacan los relieves de Francesco
Primaticcio (1533–1565) para el castillo de Fontainebleau, cerca de París. “

- Uhm...- levantando la vista del libro-... Pues coge mi violonchelo


Fernando...
- En ese caso también te necesito a ti...

- ¿Otra vez?- arqueó una de sus cejas, incrédula- Sabes que no me


gusta y últimamente me lo has pedido ya en varias ocasiones, ¿qué pasa con
tus colaboradores o es que lo haces a posta para que yo tenga que participar
en tus cursos?

- Ya sabes que me vuelve loco verte con ese instrumento entre tus
piernas y completamente poseída por su música, es... es... sublime, mágico...
justamente de lo que pretendo hablar, de cómo la música puede transformar
a una salvaje en pura sensibilidad.

- Idiota...- Fernando soltó una escandalosa carcajada, le encantaba


picarla y hacerla reaccionar y adoraba la complicidad que había entre ellos;
a veces, creía conocerla más que a sí mismo.

- En serio, la música nos conecta con nuestra esencia, dejándonos


sin máscaras y en un espacio completamente atemporal... y tú eres la viva
imagen de todo eso mientras tocas tu violonchelo, quiero que mis alumnos
y alumnas lo palpen...

- Vale, vale...iré mañana a tu clase, pero después quiero que me


dejes tranquila y que no me lo vuelvas a pedir jamás. Recuerda, no pienso
decir nada, igual no doy ni los buenos días, ¡llego, toco y me voy!

- Claro, claro...- ambos rieron por la cantidad de veces que había


incumplido la misma promesa. - ¿Vamos a por tus pinturas?...después quiero
ir a la biblioteca a documentarme sobre algo, allí podrás continuar con tu
lectura.

ºººººº

Era como estar en el cielo, un edificio se levantaba como una mole


inmensa de líneas minimalistas, completamente blanca, haciendo destacar a
los verdaderos protagonistas de aquel encierro, los libros, y sus tapas de
colores, en estanterías en paralelo y en vertical, y subiendo hacia el techo del
edificio, abierto desde el centro, para poder divisar las distintas plantas y a
sus flamantes inquilinos, ocupando la mayor parte del espacio. En cualquiera
de las plantas, zonas de lecturas, con cojines de colores sobre el suelo y
lectores sentados por doquier, entre las estanterías. Nunca, en su vida, había
visto una biblioteca como aquella, rompedora en cada una de sus líneas por
muy simples y neutrales que intentaran ser; tan aparentemente libre de
normas y protocolos, haciendo resaltar lo único verdaderamente importante,
entre aquellas paredes, los libros y sus lectores.

Imitando el comportamiento que observaba, se paseó por la sección de


Bellas Artes y cogió un libro d dibujo donde aparecían esbozos sobre la vida
en el campo; miró hacia ambos lados, algo insegura, y se sentó en el suelo,
apoyada sobre una estantería. Los dibujos eran magníficos, representaban
las costumbres campestres de la zona, lo que no sabía era lo que ella buscaba,
pasaba las hojas, fijando su vista en cada trazo, en cada forma... ese día nada
la calmaba, había ido hasta la ciudad, necesitando adentrarse en el mundo
que sabía la tranquilizaba y la hacía sentir segura, la biblioteca, sus libros,
su silencio y su estar sabiéndose acompañada, sin tener que responder
preguntas, ni hacerlas, protegida como una princesa dentro de un castillo y
sus muros de piedra.

Levantó la vista un instante, lo que dura un parpadeo, suficiente para


captar su imagen, aunque procesarla le costara un segundo más; se acercaba
por el pasillo, deteniéndose para mirar algún que otro libro, inclinando la
cabeza y con su espalda perfectamente recta, dándole un aire tanto elegante
como arrogante a su porte. Le dio tiempo a observarla, sin temor a ser
reconocida, agazapada tras su libro; el pelo recogido con una coleta alta, un
jersey amplio y largo, leggins negros y unas botas estilo militar, marrones;
el abrigo doblado sobre un bolso grande que llevaba cruzado desde el otro
hombro... bajó la mirada, cuando comenzó a estar lo suficientemente cerca
para reconocerla, no quería encontrarse con su mirada y que pasara de largo,
descarada y altiva. Llevaban cuatro días ya en el hotel y apenas se habían
vuelto a cruzar con ella, siempre de lejos, mientras la veían cuidar de los
animales o haciendo otras tareas de cuidado o mantenimiento y en cuanto se
sentía observada parecía que la tierra se la tragara, desaparecía. Lo que
hubiera dado Alberto por estar en su lugar y, en cambio ella, sólo deseaba
ser absorbida por uno de aquellos libros o hacerse invisible para que de
ninguna de las maneras advirtiera su presencia. Notó cómo se paraba, justo
antes de llegar a su estantería, unos segundos sin fin, donde sus manos
comenzaron a sudar y el calor ascendía por su cara; estaba convencida de
que sus ojos la habían reconocido, y que la miraba y la esperaba; se aproximó
hasta ella, un libro cayó rozando su pierna; sobresaltada, levantó la cabeza,
un acto reflejo, a la vez que la chica se agachaba, a su altura, para recogerlo...
sonreía con picardía, antes de volver a levantarse; ya no podía disimular, ni
dejar de mirarla.

- Lo siento... se me cayó “sin querer” - y continuó su camino, segura


de sí misma- Buenas tardes...- no pudo apartar la vista de ella hasta que giró
para adentrarse por otra fila de estanterías.

¿Qué había sido eso?... ¿Había tirado aquel libro a su lado aposta? ¿Qué
tipo de provocación había sido aquella?...Seguramente una del tipo, me he
dado perfectamente cuenta de que me estabas observando y no quieres
saludarme y eso es de muy mala educación.

Era una descarada y había conseguido que se sintiera ridícula; la


despojaba, por completo, de su tranquilidad y su calma...se levantó y colocó
el libro en la estantería. Iría a buscar a Alberto para regresar al hotel, le
encontró en cuanto salió a la sala de lectura, hablaba con Fernando. Ni que
se hubieran puesto de acuerdo para ir todos a la biblioteca de la ciudad
aquella tarde; Alberto la saludó con la mano para que se acercara a ellos,
Fernando hizo un gesto y aquella chica se levantó de una de las mesas, aun
sabiendo que ella preferiría que no lo hiciera, no tuvo más remedio que
presentarla. La cara de Alberto era un poema al tener enfrente a la morena,
qué evidentes eran los hombres; en cuanto a ella, ¿cómo describirlo? ¿Era
necesario poner etiquetas o post-it de colores también a cada una de sus
reacciones físicas y emocionales, explicando sus significados? No tenía ni
la menor idea de lo que era, ni intención de querer saberlo... Les tocó el
turno.
- Paula Martin...- la miró a la espera de su reacción.

- Raquel Hartmann.- extendió su mano para saludarla, ¿era ese un


gesto de paz o una mera cortesía?
Capítulo 3: Mudar la piel

No asistía a las clases, sólo había ido para acompañar a Alberto, le había
parecido buena idea salir unos días de la rutina; pero en ningún momento
pensó, ni remotamente, en participar en ninguno de aquellos talleres. Cada
mañana, se sentaba en el jardín, en la misma mesa en la que compartía
desayuno con su amigo y se quedaba un buen rato allí escuchando a lo lejos
las improvisaciones vocales o con instrumentos de los integrantes del grupo,
a veces era divertido, otras relajante... pero intentaba trabajar en su libro, sin
prestar demasiada atención.

El hotel estaba compuesto por varios edificios o módulos, el central, el


más grande, de dos plantas, donde se encontraban las habitaciones; dos alas
lo hacían ensancharse hacia la derecha, para entrar al restaurante-cafetería,
e izquierda, que albergaba la piscina climatizada y un pequeño gimnasio. Lo
rodeaban unos enormes jardines, con césped y caminos de piedra por
doquier, una estrecha carretera asfaltada daba la bienvenida a los huéspedes
hasta la puerta de entrada.

En la zona de atrás había un pequeño cobertizo, de lejos pudo ver un


par de caballos negros, varias vacas, ovejas y gallinas y también un huerto;
pensó en acercarse en varias ocasiones, pero la idea de encontrarse con
aquella mujer la hacía desistir. La imaginaba allí trabajando durante horas,
sucia, con su peto vaquero y sus botas de agua o pintando alguna zona del
hotel, tal y como la vio por primera vez; y enseguida aparecía también su
imagen opuesta, la morena andando hacia ella en la biblioteca o con lo que
parecía un uniforme en la recepción del hotel. ¿Cuantos uniformes vestiría
a lo largo del día? ¿No sería su forma de mudar la piel? Tan capaz de
mostrarse huidiza como de estar al acecho para saltar sobre su presa, como
la tarde anterior, en la biblioteca, estaba convencida de que había dejado caer
aquel libro rozándola para acorralarla, ¿acaso era ella la presa?...

- ¿Qué estoy haciendo?- pensaba y susurraba, aferrándose aún más


a su cuaderno- Qué presa ni qué narices, ¡deja de decir tonterías!
Pero la morena de nuevo aparecía, en esta ocasión corría por uno de los
caminos hacia donde se impartían los cursos, el módulo de la piscina
climatizada y cargaba a su espalda, en su funda, lo que evidentemente era
un violonchelo; llevaba puesto un vestido negro que pareciera de danza
clásica, estrecho en el torso y con falda larga y suelta, debajo unas mallas
del mismo color. De nuevo cambiaba la piel... Paula no podía creerlo, jamás
había conocido a alguien con tantas y distintas formas o capaz de
transformarse, aparentemente, de la noche a la mañana. Entró en el edificio
apresurada, sin advertir su presencia...

- Esto sí que no me lo pierdo...- se acercó hacia el edificio para poder


observar a través de sus grandes ventanales que daban al otro lado del jardín,
los veía todos, sentados en el suelo, formando un amplio círculo y en su
centro una silla y Fernando presentando a Raquel. Paula se apoyó en el único
ventanal que parecía abierto...

- Sé que la chica que va a sentarse aquí es muy guapa y que todos y


todas acabaréis perdidamente enamorados de ella al verla y escuchar cómo
interpreta la música - el comentario fue acompañado de sonrisas y aplausos
entusiastas- Lo sé por experiencia... pero sólo quiero que seáis conscientes
del ahora y del después de escuchar su violonchelo. Tratad de concentraros
en su música… Raquel, por favor...

Raquel desenfundó su violonchelo y se sentó en aquella silla, con gestos


precisos, y como si fuera su amante, lo abrazó entre sus piernas, acariciando
las cuerdas con las yemas de los dedos de una mano, antes de frotarlas con
el arco que llevaba en la mano derecha; lo estaba probando... posó su mirada
en todos y cada uno de los que la rodeaban e inclinó la cabeza, a modo de
saludo, después cerró sus ojos y todo empezó...

¿O tendría que decir que todo se desmoronó?... Su largo pelo suelto, las
curvas de sus brazos, la falda ondulando a compás de sus movimientos y ella
y su chelo en un baile sin igual. Lo amaba, amaba a aquel instrumento, más
que tocarlo pareciera que lo acariciara y que se perdiera en los sonidos con
los que la correspondía. Daba y recibía. Un acto de amor.
Deseó que no terminara y quedarse allí, mirándola, escuchando,
mientras la congoja y la emoción encogían nota a nota su corazón... ¿Quién
era esa mujer que poco a poco iba desarmando todas y cada una de las ideas,
prejuicios o intuiciones que pudiera tener sobre ella?

Y la música cesó. Raquel aún tardó unos segundos en abrir sus


párpados, nadie reaccionaba, tal había sido y aún persistía su poder, el
impacto de su interpretación. Estaba acostumbrada a aquellos segundos
dentro de un vacío denso a punto de bullir, las emociones a flor de piel, en
sus puntos más extremos... para después escuchar el tronar de los aplausos
demostrando admiración y mucho agradecimiento por hacer sentir, por hacer
feliz... a ella le costaba salir unos segundos más de aquel estado de
conjugación total con su chelo, se sentía más consciente que nunca, todos
sus sentidos concentrados en ese momento, nada más existía...así que tenía
que volver poco a poco a la inconsciencia de la realidad, de interactuar con
otros y atenta al entorno... y allí estaba Paula Martin, mirándola de aquella
manera, tal y como pudieran estar haciéndolo en ese mismo momento otras
personas de aquel grupo, y todos sus sentidos se dirigieron hacia ella,
pasaron de su chelo y la música que le devolvía, a aquella chica rubia, de
piel tan blanca y a sus ojos y la miel que los cubría... Quería adentrarse en
ellos, descifrar aquella inquietud y sus dudas; pero Paula retrocedió sin dejar
de mirarla, y se marchó apresurada...

ºººººº

Los días parecían pasar a un ritmo acorde al que marcaran los drenajes
del reloj, un tic tac imperceptible, haciendo que no importaran los tiempos,
ni futuros ni pasados, sólo presentes; pasear, sentir el sol en la cara,
adentrarse en un buen libro, una conversación amiga... seguía con sus
anotaciones, sus dibujos, las palabras del día daban color al interior de su
libreta, tipo moleskine, una de sus manías...

Y sólo una inquietud...la buscaba, con la ansiedad de poder hallarla y


sin querer encontrarla; pura contradicción para su mundo que pretendía
ordenado y analizado, página a página, dando significado a cada concepto
que apareciera al azar, reflejando fielmente lo que encontraba o veía con sus
ojos... como aquel arco y el violonchelo y sus brazos... los había dibujado,
tratando de plasmar y sacar de sí todo ese mundo de sensaciones, para así
poder deshacerse de ellas y ,a la vez, volver a recordarlas algún día futuro...
y sin de momento, ser consciente de que todo aquello también pudiera ser
parte de un significado para otra de sus notas de colores.

Se sentaba en el jardín y se concentraba en esperarla, la pensaba y, antes


o después, aparecía, era una especie de juego para consigo misma, para
aliviar esa dualidad de desear verla y no querer verla o, más bien, de poder
mirarla sin ser descubierta; intentar conocerla o intuirla a partir de sus
movimientos, sus gestos, sus muchas vestimentas, su música, su forma de
cuidar a los animales, las plantas... su semblante altivo o serio, sus sonrisas...
no necesitaba mucho más, no de momento...

En cambio Alberto estaba obsesionado con esa chica y por más que iba
en su busca ni se la cruzaba. Le parecía tan extraño que empezaba a
preguntarse si no se escabulliría aposta, en cuanto le veía, y no estaba muy
equivocado y no porque fuera Alberto; Raquel sólo se dejaba ver por quien
ella quería.

Se dirigió hacia el ala del restaurante, hora de comer. Al entrar, les vio
hablando. Alberto, por fin, la tenía frente a él y ella le sonreía ampliamente,
mientras miraba disimuladamente cómo Paula se acercaba, la rubia se iba
achicando y ralentizando a cada paso... hacía tiempo por Alberto y por ella
misma, no quería interrumpirles y tampoco encontrarse tan cerca de ella. No
sabría de qué hablarle, no solía ocurrirle algo así, ella era sociable y le
gustaba la conversación, siempre que no se tratara de hablar de sí misma,
podía pasar horas discutiendo y disfrutando con el debate sobre cualquier
tema.... Podía poner tanta pasión en aislarse en sus cuadernos como en
defender sus ideas y sus conocimientos ante quien fuera. Pero con Raquel
no sabría ni cómo comenzar una conversación, la altivez de la morena no
ayudaba, ni los misterios que la rodeaban, por no hablar de cómo la cohibían
sus ojos y su mirada.
No necesitó disimular mucho más tiempo, la morena se apartó de su
amigo, sin dejar de sonreír ni de mirar hacia Paula y se marchó en dirección
contraria, entrando por la puerta que daba a la cocina. Alberto se volvió hacia
ella, parecía que Raquel le había avisado de que le estaba esperando y casi
corrió para alcanzarla.

- Paula, me ha hablado, me ha mirado a los ojos, me ha sonreído...


¿has visto que sonrisa tiene?- Alberto estaba claramente alterado y muy
ilusionado, la cogió por el brazo y se sentaron en una mesa, junto a los
grandes ventanales. La rubia le escuchaba con una media sonrisa y tratando
de alegrarse por su amigo.

- ¿También es cocinera? - soltó irónicamente, haciendo un gesto


hacia la puerta por la que Raquel había desaparecido. Alberto la miró
extrañado sin saber de qué hablaba.

- Y yo qué sé...

- ¿Y de qué habéis hablado? Si se puede saber...- Paula sentía


verdadera curiosidad por saber de qué podía hablar aquella chica, tras
aquella mirada y esa sonrisa.

- De ti...- la rubia casi se atraganta con el sorbo de agua que acababa


de tomar, el rojo de sus mejillas se extendió hacia sus orejas, sin que lo
pudiera evitar, una reacción fisiológica que la había atormentado desde niña
y que ya, a cierta edad, empezó a aceptar como parte indesprendible de sí
misma, la soportaba, no le quedaba otra. Alberto continuó, mirándola
extrañado- Tranquila, chica, no te pongas nerviosa...- También hablamos de
Fernando, hemos quedado en ir mañana a la ciudad, me dijo que ella vendría
con la condición de que tú también fueras... - Alberto, lejos de arreglarlo, lo
había complicado aún más, Paula no dejaba de ponerse más y más roja, su
amigo empezó a preocuparse- ¿Estás bien?.
- Sí, sí.... es que hace mucho calor aquí...- intentó excusar su
reacción fisiológica ante un psicólogo, menos mal que además era su amigo
y se le convencía fácilmente - ¿Y para qué quiere que vaya yo?

- No quería ser la única mujer que viniera... ¿Qué te pensabas?

- Ah... nada, es que no la conozco ni me conoce de nada, creo que


yo no voy a ir....- sólo pensarlo se ponía tensa.

- Si no vienes... ¡te mato! ¿Me oyes?- fue tan convincente, que no


tuvo más remedio...

Desatando un disimulado tormento para lo que quedaba de día y de


noche, iba de un lado para otro, estaba nerviosa, qué demonios, a qué venía
esto ahora, ella no pintaba nada de nada, mierda, no quería ir y sí quería ir;
se escondía de Alberto y de todos, qué podía hacer...

Alberto era su amigo y estaba interesado por esa chica y a ella, esa
misma chica, la ponía nerviosa, había pasado de parecerle una maleducada
a sentir admiración por ella, igual si la conociera un poco, todo cambiaría e
igual hasta podrían tener conversaciones interesantes... Respiraba tratando
de relajarse, su comportamiento le parecía absurdo, fuera de lugar...Le daría
una oportunidad a Raquel y quizás podría explicar todo aquello que le movía
por dentro y volver a colocarlo en su lugar para poder dedicarse a su libro y
no a dibujar sus brazos, sus ojos, su pelo...

ºººººº

Siempre se sintió atraída por personas con la capacidad, al menos


aparente, de permanecer en calma; quizás tuviera que ver con el ritmo que
marcaban sus movimientos, los tiempos, en armonía casi perfecta, las
pausas, al hablar, parpadear e, incluso suspirar.
Paula Martin era una de esas personas, su dicción era casi perfecta y al
expresarse trataba siempre de hallar las palabras más precisas y adecuadas
para que su discurso fuera perfectamente entendido; nada parecía poder
perturbar esa tranquilidad que acompañaba cada uno de sus gestos; sólo el
sonrosado de sus mejillas asomaba, de cuando en cuando, para delatar lo que
sucedía tras lo aparente.

Ese cuaderno, en el que siempre estaba sumergida, despertaba su


curiosidad. Lo llevaba con ella a todas artes. Incluso esa noche, mientras
cenaban, lo había sacado un breve instante del bolsillo de su chaqueta, como
si necesitara recordar algún detalle, imprescindible para continuar con el hilo
de su conversación, dejando a todos los comensales algo sorprendidos,
mientras se miraban unos a otros con cierta extrañeza. Alberto, advirtiendo
la situación, había mediado inmediatamente, enmascarando con cierta ironía
la pura verdad.

- Paula guarda su cordura en esas libretas... ¡tiene decenas de ellas!

- ¡Alberto!!! …- su amiga trataba de llamarle la atención, no le


gustaba hablar de sí misma, ni que una conversación girara en torno a su
persona.

Raquel la observaba, sin intervenir, desde el momento en el que se


habían encontrado para ir a la ciudad, ellos cuatro y dos chicos más del
grupo. La morena apenas le había dirigido la palabra, pero no paraba de
mirarla y prestar atención a todo lo que decía o hacía, le parecía la más
interesante de todos ellos; en cambio, creía que Paula sólo la miraba para no
excluirla de la conversación, por pura cortesía y educación, girando
inmediatamente la cabeza en dirección a cualquiera de los chicos; imposible
tratar de descifrar los motivos que escondía aquella mirada, aparentemente
lo único que despertaba en la rubia era puro desinterés. Decidió llevar la
conversación a donde ella deseara para forzar que la mirara y tratar de
descubrir qué la movía a intentar provocarla en cada encuentro...
- Alberto, para Paula...- la primera vez que decía su nombre, la rubia
la miró de una forma extraña- ese cuaderno debe ser como mi violonchelo
para mí...

- Una comparación muy exacta...- Alberto estaba encantado de que


la morena le nombrara, aunque no fuera a él a quien mirara. Paula le
interrumpió, para contestar por sí misma.

- No sé cómo es tu violonchelo para ti...- ahora sí le mantenía la


mirada, a la defensiva, pero ahí estaba, suficiente para tratar de comenzar a
entender lo que pasaba con ella.

- ¿No me viste tocarlo el otro día? - Paula comenzó a sonrojarse


levemente...

- Wow... claro que te vio, quedó alucinada...como yo. Alberto


intentó volver a llamar su atención.

- Alberto, puedo hablar por mí misma - el babeo de su amigo por


Raquel le empezaba a molestar. Fernando y los otros dos chicos se
mantenían en silencio, como aguardando, la tensión se palpaba en el aire
entre esas dos mujeres.- Raquel, sí, te escuché tocar tu chelo y creo que
tienes un talento increíble... pero tú no sabes lo que apunto o escribo en mis
libretas, así que no sé en qué pueden ser comparables.

- No hablaba de la música que sale de mi chelo, ni de lo que sea que


escribas en tu cuaderno; me refiero a la forma en que nos sirven de apoyo y
de medio para expresarnos... - Paula, sin quererlo, se dejaba llevar por el mar
embravecido de su mirada - ¿Te han dicho alguna vez la imagen que
proyectas con ese cuaderno entre tus manos?

- No... - no sabía dónde la mar quería llevarla, esperó que aquella


ola la arrojara sobre alguna orilla.
- Me viste abrazar mi violonchelo... - se detuvo intentando un
imposible, entender el porqué de aquella resistencia - ¿qué pensaste?

- Que erais uno, amoldados, sincronizados... que había pasión...

- Lo mismo que pienso yo al verte con tu cuaderno....Paula le sonrió


brevemente, para ella era un halago que Raquel le dijera que transmitía todo
aquello- sólo que... falta algo de lo que has nombrado... la pasión.- la sonrisa
se le heló, ¿ cómo debía tomar aquello?

- ¿Me estás diciendo que no pongo pasión en lo que hago?...

- No, sólo te digo que yo no la veo... nada más.

Fernando intervino en el debate, ya era suficiente, su amiga podía dar


donde más dolía y no entendía dónde quería llegar en esa especie de
enfrentamiento con Paula Martin. Era innecesario decir lo que le había
dicho, cuando apenas se habían dirigido la palabra desde que se conocieran.
Y muy inadecuado...

- Querida amiga, hay tantas cosas que no vemos y, sin embargo,


están ahí, en tus propias narices, a veces...¿verdad Paula?...- todos rieron por
la forma en que Fernando lo había dicho- Como por ejemplo, el bar de la
esquina donde nos podemos tomar una copa antes de volver al hotel ¿qué os
parece?.

Paula quería marcharse inmediatamente, pero no le sirvió de nada


protestar; estaba muy molesta y también dolida por lo que Raquel le había
dicho y no tenía ganas de seguir teniéndola cerca de ella y mucho menos a
su lado que fue donde se sentó cuando llegaron al pub, no por voluntad
propia. Tal y como las habían rodeado los chicos, no les quedaron otros
lugares para colocarse, un sofá para dos y el resto en sillas alrededor de la
mesa...
Raquel en ningún momento evitó el roce, Paula tenía tensos cada uno
de sus músculos; la situación la incomodaba, no podía permitirse dejarse
llevar y sentirse a gusto allí sentada junto a Raquel, no entendía por qué le
había importado tanto lo que ella le había dicho sobre su falta de pasión en
lo que hacía, si apenas la conocía; quizás porque ella sí que había visto en la
morena aquella pasión y en cierta forma la admiraba...

Decididamente, no tenían nada en común... eso haría mucho más fácil


poder deshacerse de aquella extraña coctelera de sensaciones que la
acompañaban cada vez que la tenía cerca o la pensaba...

ºººººº

Y ahora apoyaba la cabeza en su hombro y más se acurrucaba en ella,


buscando una postura cómoda, y rozando la piel de su cuello con su aliento
cálido. Paula sólo tendría que girar e inclinar un poco la cabeza para llegar
a sus labios y hacer que ese calor quemara su boca... la morena buscó su
mano y entrelazó sus dedos, ¿era consciente Raquel de lo que hacía o
simplemente se movía en sueños mezclados con alcohol? No iba a poder
aguantar mucho tiempo más, el deseo de fundirse con ella estaba aniquilando
la poca razón que le quedaba, la que le repetía una y otra vez, que no estaban
solas en el coche y que Alberto, sentado a su derecha no dejaba de mirar a
Raquel. Vio los ojos de deseo de su amigo y se preguntó si los suyos
mostrarían la misma evidencia; sintió vergüenza al permitirse sentir aquello
por alguien a quien apenas conocía y, precisamente ella...

- Lo que daría por ser tú en este momento...- le susurró Alberto al


oído; no le miró - Pues yo no me cambiaría por nadie....- pensó, sin atreverse
a contárselo a su amigo.

Fernando conducía, junto con Paula, era el que menos había bebido.
Raquel se había encontrado en aquel pub con unos amigos y amigas de la
ciudad y había cambiado de sitio para ir a la mesa de ellos y terminar
bailando en medio del local con unos y con otras; ni siquiera les había
presentado. Fernando también les conocía, así que iba y venía, intentando
convencerles de que salieran a bailar también. Alberto la empujó,
agarrándola de una mano para que le siguiera y la colocó junto a Raquel. La
morena, provocadora, se apoyó en los hombros de Alberto, dando la espalda
a Paula; parecía dispuesta a ignorarla cuando, con movimientos sugerentes,
se giró hacia ella y la agarró por la cintura. Acercó su boca al oído de la
rubia, haciendo que una ola de calor la envolviera al sentir su proximidad.

- ¿Hacemos las paces? - después se apartó y comenzó a sonreír a


carcajadas al ver la cara de pasmada que se le había quedado a Paula. Lo que
acababa de sentir al tenerla tan cerca y verla sonreír, por primera vez, de
aquella manera, hacían nula su capacidad de respuesta, sólo se movía de
forma automática al compás de la música y sin poder dejar de mirarla; en
ese momento, todas sus murallas de protección habían sido derribadas,
deseaba devolverle la sonrisa y dejarse llevar a donde sus movimientos la
llevaran.

Raquel no dejaba de beber y de perseguirla a donde fuera, el alcohol la


hacía cariñosa y empalagosa en exceso y Paula, más y más, se contagiaba.
La morena estaba muy graciosa y no podía dejar de reír con sus ocurrencias.
Si era así con la gente a la que quería y tenía cerca, sería muy fácil quererla...
como amiga, como hija, como pareja...

- Paula, me gustas...- le decía- … ¿quieres ser mi amiga? - y la


miraba con una carita inocente a la espera de su respuesta, parecía una cría.

- Mañana me lo vuelves a preguntar cuando el alcohol no te haga


hablar más de lo que deseas, de momento, creo que es hora de que nos
marchemos y dejes de beber- le dijo quitándole un vaso de tubo a medio
llenar de la mano- Vamos a buscar a los chicos y nos volvemos al hotel...

- Nooooo, no quiero, estoy muy a gusto contigo y tú te irás a dormir


con Alberto y yo me tendré que ir sola...

- Raquel, si vas a dormir sola será porque quieres, si se lo pides a


Fernando seguro que te acompaña o a cualquiera que se lo pidieras... - le
contestó tratando de levantarse de la mesa donde se encontraban desde el
momento que Paula notó que Raquel no se mantenía en pie sin tambalearse.

- ¿Tu vendrías a dormir conmigo?... - ahora su mirada no tenía nada


de inocente.

- Raquel...- la rubia se rio tratando de quitarle importancia, tanto a


la pregunta como a la forma en que la morena la miraba.

- Me encantaría...- acercó la cara a la suya, segura de lo que hacía.


Paula quiso huir, la agarró por el brazo, apartándose, y fue en busca de los
chicos para marcharse al hotel.

Y ahí estaba, no se atrevía a mover ni un solo músculo de su cuerpo,


con Raquel abrazada a ella y Alberto al otro lado... pedía para sí misma que
el coche no llegara a su destino, no quería dejar de sentir el calor de su
cuerpo, ni la caricia de su respiración, ni aquellos dedos entre sus dedos...
si pudiera quitarle una de sus muchas vestimentas para ver el color y el tacto
de su verdadera piel, quizás aprendería a conocerla, arrancarle la máscara
tras la que se ocultaba, para acercarla a ella un paso más; no le importaba el
tiempo que tuviera que pasar, por ella como si aquel coche no llegara jamás,
que su destino final se alargara, para poder tenerla acurrucada y respirarla,
su aroma la hacía querer apresarla y a la vez, hacerse presa; desear capturarla
y dejarse capturar...

Pero el coche llegó al hotel y Fernando la arrancó de sus brazos, tal cual.
Raquel no quería soltarse y con más fuerza la abrazaba y, aunque Paula
trataba de disimular, le encantaba que la apretara más y más fuerte, mientras
le sonreía...Había aparcado el coche en la parte de atrás de los jardines, frente
a una casa no muy grande de una planta, lo suficientemente alejada del hotel
como para que pareciera independiente del mismo, pero dentro de su mismo
terreno.

- Bueno... la dejaré durmiendo en su cama y vuelvo.


Fernando entró en esa casa con ella en brazos, seguía profundamente
dormida...cuando desapareció de su vista, sintió como si la hubiera dejado
en carne viva, arrancándole su piel y llevándosela con ella.
Capítulo 4: La Ola

No la había visto en toda la mañana; la esperó, giraba su cabeza en todas


direcciones ampliando su ángulo visual para poder abarcar todo el espacio
que la rodeaba; entró en el hotel mirando en los salones y todos los sitios
comunes, en la piscina, nada; caminó hasta el cobertizo, el huerto; pudo
preguntar al hombre que normalmente la acompañaba en esos trabajos, un
señor cincuentón con un sombrero de paja, pero no lo hizo, no se atrevió,
como si al interesarse frente a un tercero por ella mostrara su debilidad... que
de pronto una mañana despertaba y si no la veía, se inquietaba y le faltaba...
absurdo, el azar se había aliado con la sinrazón para desarticular todas las
piezas dentro de un mismo escenario. Recordó su primera palabra al llegar,
Atrezo... ¿qué extraña obra se estaba interpretando en aquel espacio? ¿Era
ella una de las protagonistas? Se reconocía tanto como se desconocía; pero
era evidente que la función ya había empezado... no estaba acostumbrada a
sentir que no era dueña de sus actos e impulsos, intentar hacer desaparecer
un pensamiento recurrente sin conseguirlo, que el deseo a la imposibilidad
anulara su capacidad de razonar... una extraña fuerza la atraía hacia lo
inalcanzable del tacto de su piel y lo desconocido tras el inmenso azul de su
mirada.

Caminaba por la parte trasera del Hotel, en dirección a la casa frente a


la que Fernando la dejó la noche anterior; de pronto se sentó en el césped,
sacando de su bolsillo la libreta, necesitaba escribir, tratar de plasmar en
papel todas aquellas palabras desorganizadas que se habían acumulado en
su cabeza con el simple recuerdo de sus ojos...

“Pareciera como si mi consciencia

se hubiera diluido

y nadara sumergida en un mar profundo

de aguas cálidas y calmas,


y todo sucediera ante mi a un ritmo más lento,

dejándome llevar por corrientes imperceptibles, escuchando el sonido de lo más hondo; como si
se tratara de una nota musical elástica, y todo un mundo, pintado de inmensos azules,

sucediera ante mis ojos....

Un ruido la sacó de su ensimismamiento; acababan de subir con cierta


brusquedad una persiana, enfocó su vista, la única que veía alzada desde ese
ángulo era la de un gran ventanal, en un lateral de la casa, con salida a los
jardines... el corazón latía acelerado por el sobresalto del ruido, todos los
sentidos enfocados en su dirección en un acto reflejo, sólo que segundos
después la alerta permanecía... esperaba, había una posibilidad entre tantas
otras de que ella saliera por ese ventanal hacia el jardín y la viera allí sentada
y con cara de boba mientras escribía poemas sobre mares profundos y aguas
cálidas y calmas... sintió un escalofrío, ¿y si Raquel la estaba observando
tras ese ventanal?. En un breve instante cambió el miedo y el sentido de
alerta por la bravura y la valentía, se levantó y caminó apresurada hacia
aquella ventana, ya no iba a pararla nada ni nadie... o eso creía ella...

Cuanto más se acercaba a su destino, más disminuía el ritmo de sus


pasos, como si fuera un ladrón o un espía al acecho de su víctima; al llegar,
tuvo que inclinarse para poder ver tras el cristal, ya que la persiana solo
estaba levantada a media altura, fue más que suficiente para poder verla. Lo
primero que captaron sus ojos, la gran cama en medio de la habitación y
Raquel tumbada en ella, boca abajo, su larga melena hacia un lado, no veía
su cara, pero no podría confundirla con nadie, llevaba puesto un pantalón de
pijama de seda amplio, de color blanco, y una camiseta de tirantes del mismo
color, podía intuir las líneas de su cuerpo y lo hacía, mientras detenía su
mirada en cada curva... ¿qué estás haciendo? Invadiendo su intimidad.... se
preguntaba y se respondía. Raquel intentó levantarse, pero sosteniendo su
cabeza entre sus manos, volvió a acostarse, le pareció escuchar un quejido...
no le extrañaría que la borrachera de la noche anterior le hubiera dejado un
tremendo dolor de cabeza... sonrió al recordar cómo la perseguía cariñosa
por todo el bar para terminar durmiéndose en sus brazos. Un nuevo intento
de la morena por incorporarse... y se quedó sentada en la cama, pero aún
soportando el peso de su cabeza entre sus manos; Paula sentía su malestar
tanto como le divertían sus gestos, no podía dejar de mirarla por más que se
decía a sí misma que las formas no eran las adecuadas. Le despertaba una
gran ternura verla de aquella manera y lo que fuera que presionaba entre su
corazón y su estómago, o en ambos a la vez, crecía y crecía con cada nueva
sensación que experimentaba y que Raquel, y todo lo que la rodeaba, le
provocaba...

Un paso adelante, otro atrás... un baile a descompás o a compás de una


resaca; apartaba las manos de su cara lentamente, abriendo los párpados
despacio para adaptar sus pupilas a aquel torrente de luz que dejaba pasar la
persiana levantada... en cuanto pudiera apartar del todo sus manos de la cara
las usaría para rodear el cuello de quien hubiera osado despertarla de aquella
manera y apretarlo hasta que sintiera la misma agonía que la hacía sentir a
ella en ese momento, torturándola con toda aquella luz... ¿Dónde estaba?.
Giró la cabeza con un gran esfuerzo, tratando de encontrarle...

- ¿Quién coño...?- comenzó a decir... sin poder continuar, no supo


decir nada más. La puerta del baño se abrió, salió medio desnudo, musculoso
y con la piel a medio secar de la ducha, sólo una toalla pequeña rodeaba su
cintura; sonreía satisfecho consigo mismo mientras se interponía entre la
luz y ella para abrazarla e intentar llevarla de nuevo hasta la cama... Raquel
no salía de su asombro, no lograba ubicar lo que estaba sucediendo, ¿de
nuevo había ocurrido? Consiguió pararle...

- Me duele mucho la cabeza, por favor... - se sentó en la cama


visiblemente afectada y agobiada por la situación, él se sentó junto a ella...-
¿qué pasó anoche?- la miró preocupado y después comenzó a reír a
carcajadas.

- ¿Vas a decirme que no recuerdas lo que pasó? ¿Nada de lo que


sucedió? - incrédulo ante la negativa de Raquel no supo cómo reaccionar, se
levantó algo ofendido y comenzó a vestirse- Ya empezarás a acordarte
conforme te encuentres mejor me imagino... - Raquel no dejaba de mirarle,
quería que la hiciera recordar, que rellenara aquel hueco de su espacio y su
tiempo...

- Lo último que recuerdo es que me dormí en el coche abrazada a


Paula...Martin- le costó pronunciar su nombre, le dolió tener que incluirla en
aquella conversación.

No pudo continuar, se acercó hasta ella y la besó con fuerza, o casi con
rabia, en los labios, el orgullo masculino... y sin decir ni una palabra más,
salió de la habitación por el ventanal que daba al jardín...

ºººººº

No sabía lo que pasaba con ella, pero sí que la esquivaba; allá donde
parecía que fueran a encontrarse, desviaba su camino o deshacía sus pasos
para no coincidir ni por un breve instante, sin disimulo, dando a entender
claramente el rechazo que sentía a su presencia. Se preguntaba
continuamente cuál sería el motivo de aquel vacío tan evidente, qué habría
hecho que la molestara hasta el punto de mostrarle esa indiferencia, trataba
de encontrar el momento adecuado para intentar acercarse a ella, sin que
desapareciera e indagar; preguntarle abiertamente no sería correcto por su
parte, no se conocían lo suficiente… sería más acertado decir que apenas se
conocían. Y entonces, ¿cómo era posible que dos personas que casi se
desconocían se comportaran de aquella forma la una con la otra?

La clave estaba en la noche que salieron a cenar a la ciudad, hacía ya


dos días de aquello, y en sus copas de más. Nunca le sentó bien beber y de
hecho no solía hacerlo, ni tan siquiera le gustaba el sabor de aquellas bebidas
alcohólicas; pero lo hacía alguna que otra vez, cuando necesitaba dejar de
ser tan reservada e introvertida, dejar de estar a la defensiva...algo diría o
haría esa noche que le molestó hasta el punto de mantenerla alejada de
aquella forma. Cierto era que antes de esa noche tampoco se dirigían la
palabra; pero era distinto y lo sabía, algo había cambiado entre ellas, se había
sentido cerca de Paula, coincidentes a pesar de sus aparentes diferencias y
se dormía tan a gusto entre sus brazos... tanto que cuando Fernando la había
dejado en su cama a dormir la borrachera, se levantó y salió de su casa, sin
notar que su amigo le había cambiado la ropa por un pijama y que iba en
tirantes en plena noche de primavera, iba cruzando el jardín para llegar al
hotel, quería buscarla y pedirle si quería dormir con ella; pero antes de que
pudiera atravesar todo el jardín vio que Alberto corría hacia ella, quitándose
su chaqueta y colocándosela sobre los hombros en cuanto la alcanzó. De
alguna manera la convenció para regresar a su casa, la acompañó y la trató
con mucho respeto, hasta que la dejó sobre la cama... le pidió que durmiera
con ella, se acostó a su lado, la abrazó por la espalda y vinieron los besos y
las caricias... después cayó un telón negro… ¿no se quedaría simplemente
dormida?

No lograba recordar nada más de aquella noche...igual se había dejado


llevar, Alberto era atractivo y ella se había pasado la noche en busca y
captura de algo de cariño, por llamar de alguna forma a lo que había estado
solicitando de Paula toda la noche; se inquietaba al pensar que se había
levantado en medio de la noche y en pijama para ir a buscarla, no le habría
importado nada cruzarse con otras personas, nunca le importó lo que
pudieran hablar o pensar de ella los demás, pero ¿ y Paula? ¿Tampoco le
habría importado su reacción al verla aparecer en su habitación para
llevársela a su cama?

Y en lugar de eso, terminó a medio camino y acostándose con Alberto,


aquel con el que Paula compartía habitación y amistad... de pronto, se quedó
paralizada al caer en la cuenta, por primera vez, de que quizás Paula podría
sentir algo más por su amigo o tal vez ya hubiera algo entre ellos, aunque no
lo pareciera... se paró a pensarlo mejor, no era posible... ¿o sí?...

- Oh, basta ya, ¡¡maldita sea!!!- se gritó a sí misma, en medio del jardín,
en el que llevaba toda la mañana tratando de podar unos arbustos y sin dejar
de mirar hacia donde Paula solía quedarse sentada por las mañana, por si
aparecía- Ve ahora mismo a buscarla y aclara todo este enredo o te volverás
loca!! - Tiró las tijeras de podar, se quitó los guantes haciendo aspavientos
y el sombrero de paja para cubrirse del sol y comenzó su baile particular,
una especie de tic en los movimientos al caminar, unos pasos hacia adelante,
los mismos hacia atrás, que no hacían más que mostrar su gran inseguridad
en la decisión que acababa de tomar; era gracioso verla , pero sobre todo
algo sorprendente teniendo en cuenta que la impresión que se solía tener de
Raquel era de total seguridad en sí misma rayando en ocasiones la altanería
y el engreimiento. Se volvió a parar...- ¿Y qué le digo? estaba a punto de
volverse para seguir trabajando, no sabía cómo afrontar todo aquel cúmulo
de sensaciones y sentimientos confusos y de situaciones por aclarar; pero
entonces la vio a lo lejos, iba caminando sola hacia las afueras del hotel por
un sendero donde se solían hacer paseos y rutas a pie, en bicicleta y a caballo.
Llevaba unos pantalones beige y una camisa del mismo color, las zapatillas
de tela azules como la chaqueta deportiva que colgaba de la cintura y su
bolso mochila cruzado al hombro; de lo más informal dentro de la toda su
formalidad; la imaginaba cogiendo cualquier cosa que encontrase en un
armario previamente ordenado con las prendas seleccionadas de antemano
para después no tener que pensar que ponerse. No como ella que se le
pasaba el tiempo decidiendo lo que llevar puesto, menos mal que desde que
llegó al hotel estaba mucho menos pendiente de su imagen, pero en
ocasiones se encontraba hasta dudando sobre la ropa de trabajo que se
pondría al día siguiente, no tenía remedio...

Iba pensando todo esto mientras se apresuraba para alcanzar a Paula


justo a tiempo de que saliera del recinto del hotel y se sacudía, se había
puesto el peto hecho un asco y seguro que estaba despeinada y manchada de
tierra por doquier... los pensamientos tienen eso, pasan rápidos de unos a
otros, unas veces los piensas aposta otras surgen sin llamarlos, en ocasiones,
dan la cara unos tratando de enmascarar a otros... todo un inmenso caos
dentro de un orden aparente ¿o sería al contrario?.

No pudo continuar con esta especie de monólogo a medias entre la


lucidez y lo neurótico; al igual que sus pensamientos se sucedían
rápidamente, lo que sucedió justo antes de que pudiera alcanzar a Paula,
pareció transcurrir a cámara lenta...la imagen del coche de Fernando
entrando en el jardín del hotel por aquel camino de tierra y sin advertir que
ellas justo bordeaban un trozo de camino enfangado, cómo el chico
aceleraba el coche sonriendo para saludarlas y lo frenaba demasiado tarde...
una enorme ola de agua sucia y barro las envolvió, bastó con dejarlas
plantadas como si parecieran un par de montañitas de estiércol...

Al chico le cambió la cara, no era para menos... y más al escuchar como


su amiga gritaba su nombre.

- ¡¡¡¡¡Fernando!!!!!!!! - él ya la miraba, pero Paula se acababa de dar


cuenta de que tenía a Raquel detrás de ella, se volvió asustada por aquel
chillido y ambas se quedaron mirando sin saber cómo reaccionar, fue
Fernando el que destensó la situación, comenzó a reír sin poder parar
contagiando a las chicas, que sin hablar estuvieron de acuerdo en ir a por
él, sacarlo del coche y tumbarlo en el barro.

Raquel miraba a Paula, tenía una sonrisa preciosa, incluso toda cubierta
de barro...y Fernando, que había llegado en el momento preciso tal como un
caballero a lomos de su caballo para poder conseguir a la dama y llevarla en
brazos de la otra dama... (algo chirrió en su cabeza)... ¿pero qué estaba
pensando ahora?¡¡¡Dios!!!

Decidieron ir a los baños de la piscina climatizada, para ducharse y


quitarse todo aquel barro de encima. El servicio de habitaciones les trajo
unos albornoces y bañadores por indicación de Raquel; por primera vez,
Paula pensó que la morena era algo más que una trabajadora de aquel hotel;
después de la ducha Fernando se zambulló en la piscina y Raquel le imitó,
comenzaron a nadar unos largos, parecían tener la costumbre a hacer ese
deporte y a retarse mientras lo practicaban. Paula les miraba sentada en el
borde de la piscina mientras se decidía a meterse en el agua o seguir
viéndolos nadar; llevaba días negándose el impulso que le nacía de desear
mirarla y observar cada gesto o lo que hiciera la morena; estaba enfadada
consigo misma, por tonta, por la situación y por creer lo que en ningún
momento hubiera podido ser...

Se recordaba mirando embobada Raquel y a Alberto salir desnudo para


abrazarla y llevarla a la cama; y corriendo lejos de allí despavorida, para
encerrarse en su habitación viendo como todas las piezas iban desencajando
una a una bajo sus pies mientras trataba de mantenerse en pie; quería
marcharse, volver a su vida tal y como estaba antes de llegar a ese hotel, no
seguir formando parte de aquel escenario ni volver a compartir con aquella
mujer ninguna escena...que lo ocurrido no afectara a su amistad con Alberto,
olvidaría la amalgama de contradicciones que sentía, incluso que en ese
momento lo estamparía contra la puerta si osaba entrar en la habitación, sí,
a su amigo del alma...

Un par de días y un baño de barro y ahí estaba...mirándola de nuevo.

- Me vais a disculpar, pero tengo que organizar mi última clase...-


Fernando salió de la piscina, cogiendo una toalla para secarse.- Paula, es una
lástima que no hayas querido asistir a los cursos, ¿por qué no te animas y
vienes los dos últimos días? Quiero ver si vuelvo a convencer a Raquel para
que nos toque su cello - le dijo guiñándole un ojo, ante la mirada amenazante
de su amiga, a la que hizo caso omiso- Bueno, voy a vestirme...- y salió
envuelto en su albornoz y dejándolas solas, una a cada extremo de aquella
larga piscina, Paula aún sentada en el borde y moviendo sus piernas en el
agua, Raquel sumergida casi por completo, sólo asomando su cabeza; ambas
se esperaban y ninguna daba el paso que las acercara.

Sabía que la estaba mirando, sin poder ver sus ojos a esa distancia, y no
le importó; quizás la lejanía le dio la fuerza necesaria para mantener la
mirada que no veía, la valentía para meterse lentamente en el agua y nadar
para aproximarse hacia donde ella se encontraba, la entereza para no salir
huyendo al ver que Raquel también nadaba hacia ella, tendría que encontrar
la forma de no dejarse arrastrar por aquella mar enmascarada en aguas
calmas. Sintió frío, quizás algo parecido al miedo la dejó helada al ver cómo
se le acercaba, decidió adentrarse en el agua, Raquel la imitó, era tan
hermosa, azul rodeado de azules, y entonces recordó su poema, el que
escribió justo antes de verles juntos y la imagen de Alberto abrazándola la
devolvió a la cruda realidad. Sacó su cabeza del agua para respirar y
comenzó a nadar en dirección contraria a Raquel, la rabia la llevaba, aun así,
imposible que la morena no la alcanzara, incluso llegó a su meta antes que
ella y la esperaba respirando algo alterada.
- Paula, ¿estás bien?... Ni que hubieras visto una aparición...

- He recordado que había quedado con...- se quedó callada, iba a


decir Alberto, como excusa para alejarse de ella, pero recordó que Alberto
era el motivo que ya la mantenía lejos de ella y que decir su nombre podría
dar lugar a una situación embarazosa que no quería recordar...- comenzó a
nadar hacia la escalerilla de la piscina para salir cuanto antes de aquel
enredo, pero Raquel se interpuso diciendo el nombre que había quedado en
el aire.

- ¿Alberto?... - su mirada era tan franca al pronunciar su nombre que


era imposible apartar sus ojos de ella; le demandaba claridad, pero Paula no
podía ser honesta con ella, sin descubrirse. Las envolvió el silencio, las gotas
de agua parecían girar para bordear los lunares en un lado del cuello de
Paula, estaba junto a Raquel, pero de perfil a ella, la morena había cruzado
el brazo haciendo una barrera en las barandillas de la escalera y no podía
subir sin tratar de hacer fuerza para apartarla o acercarse demasiado a ella;
los ojos de Raquel parecían querer retener cada detalle, el color tan blanco
de su piel, cada lunar, sobre todo el de su boca... Paula sabía que si movía
un solo músculo o se volvía a mirarla estaba perdida, no le quedaban fuerzas
¿qué era todo aquello? ¿Por qué la hacía sentir tan débil? Quería quedarse
con ella tanto como marcharse... giró un poco su cabeza, lo justo para ver
como Raquel miraba sus labios y desear que la morena se acercara...

- ¡Chicas!... Olvidé...- la voz de Fernando las hizo separarse


automáticamente la una de la otra, visiblemente cohibidas por la situación,
lo cual no pasó desapercibido para él, que se quedó asombrado por lo que
creía que acababa de interrumpir, imaginaba que algo muy interesante, tanto
como sorprendente... las dos lo miraban, Paula había salido de la piscina y
Raquel hacía como que nadaba sin quitarle ojo- Vaya... creo que…he
olvidado lo que...olvidé. - y los tres comenzaron a reír de nuevo...

ºººººº
La desazón se abría paso arrasando con ideas, sensaciones y creencias
anteriores; hubo un antes de ella y había un ahora, un espacio en el que no
sabía desenvolverse ni a dónde se dirigía ¿habría un después de ella?... En
cuanto se marchara de allí y volviera a su casa y a su vida ordenada, entonces
vendría el después, esa zona en la que se imaginaba así misma sin ella pero
con su vida controlada.

Todo aquello era absurdo y seguro que venía a cuenta de algo, aunque
en ese instante no era capaz de adivinarlo...el tiempo pondría las cosas y a
cada cual en su sitio; necesitaba respirar, relajarse y dejar que pasaran esos
dos días que les quedaban en ese hotel... seguramente se sentía tan atraída o
lo que fuera que sintiera por ella porque la admiraba, porque veía proyectado
en Raquel algunas de las cosas que desearía, su aparente libertad, la
capacidad de desenvolverse en distintas tareas, cierto halo de misterio, su
físico, cómo no, era una mujer con una gran carga sexual y la llevaba encima
hasta con el mono de trabajo y toda llena de barro... sin darse cuenta se
volvió a quedar embobada con solo imaginarla, recreándose en la forma en
que miraba sus labios antes de que Fernando las interrumpiera... ¿qué
hubiera podido suceder? notó como el calor subía hasta sus mejillas...
necesitaba una ducha y salir a cenar, llevaba toda la tarde encerrada en su
habitación, aprovechando que Alberto se había marchado a la ciudad con
unos compañeros del curso, quiso quedarse tranquila para tratar de poner un
poquito de orden en su cabeza, sin resultado; lo único que había hecho
durante toda la tarde era obligarse a no pensar en Raquel y tener que
doblegarse una y otra vez ante la evidencia del deseo de quedarse en ella...

En cuanto salió del baño, notó que Alberto había vuelto porque había
dejado el abrigo sobre la cama y encima una nota, la esperaba en el
restaurante para cenar; se apresuró a vestirse y frente al armario se
sorprendió a sí misma al desear ponerse algo distinto con lo que sentirse más
guapa o algo más atrayente...¿por qué no? -sonrió y se dedicó a escoger
prendas de distintas perchas, se atrevió a romper el orden establecido dentro
de su ropero, en un solo instante cambió su rutina a la hora de vestirse por
la aventura de lo diferente, algo estaba cambiando... pero ni una pregunta
más, quería salir fuera, hablar con la gente, le encantaba expresarse y
escuchar, reír, ir a las aldeas y los pueblos de alrededor para observar los
estilos de vida y las costumbres de la zona, pasear de noche bajo un cielo
lleno de estrellas, y poder verlas, era un lujo que no quería desaprovechar...
quería disfrutar y no vivir asustada y esquivando, los dos días que le
quedaban, en ese lugar...

Escogió unos vaqueros y una camiseta ceñida azul, una rebeca suelta
negra; se miró, no solía pintarse los ojos, sólo en ocasiones excepcionales,
como esa noche... un poco de color en los labios... ¡y lista!.. Abrió la puerta
de la habitación y justo antes de salir recordó su libreta... la buscó con la
mirada, directa hacia donde sabía la había dejado, sobre la mesita de noche,
salir a la calle sin ella eran impensable, volvió a recogerla y la guardó en un
bolsillo... ahora sí.

Salió dispuesta a no encogerse ante nada ni nadie; cuando la vio


hablando con Fernando al final de las escaleras se quedó parada y sin bajar
la mirada se dispuso a librar un combate más con ella, a fin de cuentas sus
encuentros se podrían describir como tales, sin contacto cuerpo a cuerpo, ni
cuerpo a tierra, sin golpes físicos ni mañas que te tumben en el suelo y aún
sin vencedora ni vencida...

Raquel llevaba un jersey largo que se adaptaba a cada curva de su


cuerpo, el pelo suelto sin terminar de secar y la mirada seria y felina, al ver
a Paula dejó a Fernando con la palabra en la boca y comenzó a subir las
escaleras en su dirección; poco le duró a la rubia la convicción con la que
salió de su habitación, las piernas le flaqueaban, pero se agarró a la
barandilla de la escalera y la esperó sin apartar su mirada de ella, cuando
creía que Raquel se detendría al llegar a su lado, la morena continuó su
camino pasando de largo y esbozando una de sus sonrisas llenas de ironía,
de nuevo la retaba, Paula miró como se alejaba pasillo adentro, el
movimiento de sus caderas al andar, sus piernas largas y fibrosas, cómo el
pelo parecía acariciar la espalda... se quedó algo aturdida tratando de
asimilar todo lo que acababa de suceder, mientras Raquel se marchaba
llevándose toda su seguridad con ella.
- Es una engreída- escuchó que le decía Fernando desde el rellano,
mientras esperaba a que Paula llegara hasta él, al ver que la chica no le
contestaba y que parecía algo molesta, se acercó a su oído y le soltó- Estoy
deseando que encuentre a alguien que le baje esos aires de Reina que tiene...-
“¿Eso iba por ella?” - se quedó pensando mientras veía cómo el chico
también se iba tras su amiga ¿Por qué todo el mundo pasa de largo?...

Menos mal que Alberto estaba sentado, esperándola, en la mesa donde


solían cenar cada noche; qué ganas le entraron de abrazar a lo conocido, a lo
que entendía y le correspondía... antes de sentarse a su lado, lo agarró por el
cuello y le dio un beso sonoro como si se tratara de un niño.

- Jajaja... ¿qué te pasa que estás tan cariñosa, rubia? - le cogió una
mano entre las suyas por encima de la mesa.

- ¿Estoy?... no....”Soy” cariñosa y lo sabes...

- Cierto... eres cariñosa, pero llevas unos días un tanto rarita... -


Alberto se quedó callado al ver entrar en el salón restaurante a Raquel,
evidentemente la morena le quitaba el habla y la sonrisa de la boca.

- ¿Te has acostado con ella? - Paula no lo dudó ni un segundo más,


quería que Alberto le contara lo que había sucedido entre ellos dos y lo que
su amigo sentía, no entendía por qué se callaba lo sucedido. Alberto retiró
sus manos, a la defensiva.

- ¿A qué viene esa pregunta?... - ahora Alberto bajó su mirada al


notar que Raquel no dejaba de mirar hacia su mesa- Mírala, trata de
disimular, pero no para de mirar hacia aquí y cuando yo intento volver a
acercarme a ella no se queda ni dos segundos a mi lado... - ahora era Paula
la que le apretaba las manos sobre la mesa - Si, me acosté con ella... - tuvo
que suspirar profundamente porque había sentido un latigazo en el pecho-
nos besamos, nos abrazamos...- “ no hace falta que sigas, por favor” a Paula
las palabras no le salían- … y … se quedó dormida...
- ¿Cómo?... - no lo pudo evitar, ese cómo iba acompañado de cierta
sonrisa entre incrédula y aliviada...

- Si, ríete, nunca antes me había sucedido algo así...

- Alberto, ella había bebido...

- Ya... y lo peor, a la mañana siguiente no se acordaba de nada, sólo


de que se había quedado dormida en tus brazos en el coche, ¿qué te
parece?...- el corazón de Paula comenzó a trotar dentro de su pecho. Alberto
continuó hablando sin que ya su amiga le escuchara cien por cien, sus ojos
se dirigían una y otra vez hacia la puerta de la cocina por la que Raquel
entraba y salía, parecía estar controlando los platos, y en cuanto sus miradas
se encontraban, las apartaban; entre todas aquellas personas era muy difícil
poder librar una batalla en condiciones, sin quedar en evidencia, bajaban
armas, tanteándose pero sin atacar, aguardando el momento adecuado... la
una a la espera de cualquier signo o señal que pudiera emitir la otra y que
confirmara sus sensaciones, sus impulsos o sus deseos más escondidos y
profundos.

- ¿Te gusta mucho?- ni siquiera ella esperaba hacer esa pregunta en


voz alta.

- Joder... ¡está buenísima!...no tienes más que mirarla... ni un


segundo dudaba en llevármela a la cama de nuevo y esta vez no para
dormir...

- ¿Sólo sexo?...

- No estaría nada mal para empezar... - Paula movía la cabeza


resignada- tendrías que probarlo de esta manera alguna vez... primero sexo
y luego intimar...

Ambos miraban a la morena, mientras esta caminaba hacia su mesa.


- Puede que lo haga...- respondió la rubia, haciendo que Alberto
dejara de centrarse en sus instintos para comenzar a observar extrañado la
forma en que su amiga se comportaba...

ºººººº

Miras hacia lo lejos y el horizonte se aproxima hacia ti, mar y cielo se


funden y se confunden en una enorme ola, ondulando, azotada y azorada por
el viento y sientes paz, no te importa ser abrazada, arropada y dejarte
arrastrar por esa ola que vuelve a retroceder...

En su libreta, había apuntado una frase de un libro de Virginia Woolf,


Las Olas...” ¿Cómo era?”...

“La ola se detenía, y después volvía a retirarse arrastrándose, con un suspiro como el del
durmiente cuyo aliento va y viene en la inconsciencia”.

Lo pensaba y el símil le parecía impactante; en cada acto, en cada


mirada, en cada suspiro, Raquel avanzaba hacia ella para luego retroceder;
¿lo hacía inconscientemente o con premeditación?, el mar te atrae y te capta
sin proponérselo y en otras ocasiones pareciera aliarse con el viento, el cielo
y las aves para no dejarte escapar.

Y de nuevo es ese vacío entre estómago y pecho y esas ganas de estar


cerca de ella tornándose en ansias, y la negación enmascarándolas de
inquietud y dudas y la coraza alzándose, silencio tras silencio... pero no era
del todo cierto, era sólo a Raquel a quién no le decía, ni al resto que pudiera
escucharlo, pero con su cuaderno sí que se confesaba; cualquiera que pudiera
ver lo que había escrito o dibujado se daría cuenta que el hilo conductor o
argumental no tenía que ver con lo anterior, notaría una clara diferencia en
lo que necesitaba plasmar el autor en los últimos días...pero como solo ella
veía y revisaba sus libretas, no le importaba, sólo le faltaba tener que
esconderse, también, frente a sus pequeñas aliadas...
Pero a ella...cómo contarle y, sobre todo, qué contarle...le diría que su
corazón latía apresurado con solo pensarla y que daría lo que fuera por
tenerla entre sus brazos, aunque fuera bebida y dormida. Qué suerte tuvo
Alberto, poder dormir con ella toda una noche y cada una de sus horas... ¿De
dónde surgía esa atracción que no la dejaba tranquila? No podía ser nada
más que algo físico, era impensable poder estar enamorándose de alguien
con quien no había compartido ni una conversación en condiciones y con
quien cada mirada era un ataque y un derribo. No le importaría para nada
dejarse vencer una y otra vez por esa fuerza, que su cuerpo temblara ante lo
no conocido era muy significativo, no podía imaginar que tendría qué hacer
para contenerlo si la piel deseada llegaba a rozarla...

Raquel avanzaba de nuevo hacia ella para luego retroceder y volvía con
más fuerza, más llena de azules, imponente caía antes de poder alcanzarla...
algo le decía que la llamaba, que la esperaba en algún punto entre la calma
del que abandona y la valentía del que recobra sus fuerzas para volver a
atacar; y lo deseaba, encontrar ese lugar y quedarse allí con ella... sin
preguntas, ni respuesta, sin juicios de valor, ni proyectos... primero, estar y
ser con ella y, después...”Terminaré completamente loca a este paso, ni hay
ahora ni habrá después”, en silencio, volvió a enfadarse consigo misma por
enésima vez,“ Maldita sea Paula, contrólate”.

Se levantó bruscamente de la mesa donde estaba a punto de cenar con


Alberto, dejando a su amigo tan asombrado como a Raquel, que se había
acercado para invitarles, como al resto de comensales, a una fiesta que se
había organizado, de manera espontánea con el resto del grupo, para esa
misma noche... no le dio tiempo a comunicarles nada, antes de poder hablar
Paula se levantó y se marchó apresurada, borrándole la sonrisa depredadora
de la cara; Alberto la siguió enseguida, preocupado y dejando a la morena
con la palabra en la boca... a punto estaba de dar la vuelta a la espera de un
momento más adecuado, cuando un pequeño objeto, en el suelo junto a la
mesa, llamó su atención; la libreta de Paula, la cogió para ir en su busca y
entregársela enseguida, pero con solo rozar sus tapas negras el corazón se le
disparó acelerado; tomó la servilleta blanca que Paula ni siquiera había
usado y la colocó sobre su antebrazo y su mano, tal como un camarero
procurando que el cuaderno no se viera...

...“y después volvía a retirarse arrastrándose, con un suspiro como el


del durmiente cuyo aliento va y viene en la inconsciencia”.

Sentía el corazón en un puño y trataba de no apresurarse en su huida,


pasar desapercibida, pero esto era algo prácticamente imposible para
Raquel; siempre, desde niña, se sabía observada, por su físico o su talento
para la música; era una de estas personas que su sola presencia llamaba la
atención, por más que intentara acumular silencios y ponerse la pose de
seguridad, de nada le había servido... Con el tiempo había aprendido a vivir
con ello hasta cierto punto, logrando que le resultara indiferente o tratando
de mantenerse aislada, cual loba solitaria, siempre que podía...salió del
restaurante, se dirigía hacia el despacho que compartía con Fernando, tras la
recepción, allí tenía su bolso, guardaría la libreta de Paula y.. “¿y qué?”,
pensó. En ese momento no iba a decidir lo que haría, sólo le movía el
impulso de saber y de poseer algo de ella.

Encontró a Fernando en el despacho haciendo una llamada a sus padres


y aunque su amigo estaba distraído, trató de disimular el cuaderno para que
no lo viera mientras lo guardaba en su bolso... decididamente se sentía casi
como una ladrona pero aún sin ningún sentimiento de culpabilidad; cuántos
comportamientos atípicos en ella desde que la rubia llegó al hotel,
emborracharse, buscarla en medio de la noche para dormir en sus brazos y
acabar en los de su amigo, estar a punto de besarla en la piscina y ahora...
quedarse con su cuaderno. ¿Qué más sería capaz de hacer? Si tenía que
arrasar con todo, poco a poco, hasta conseguir doblegarla... lo haría, sin
preguntarse si los medios justificaban el fin, a fin de cuentas, era su táctica,
desestabilizar para ir debilitando y conseguir que tuviera que apoyarse en
ella; soportaría el peso de su cuerpo, es más, le encantaría poder soportarlo...

¿Y cuándo le llegó tanta decisión y estuvo tan segura ?... En el momento


preciso en el que estuvo a un segundo de rozar su boca... Tenía dos días para
conseguirlo, para tenerla, sin querer pensar en lo que podría llegar o perder
después... Fernando le estaba hablando...

- ¿Has invitado a todo el mundo a la fiesta de esta noche?

- Sí... bueno, me ha faltado comentárselo a Alberto y a Paula, se han


marchado del restaurante antes de cenar, me imagino que volverán a bajar
enseguida, no sé... encárgate tú de ellos, voy un momento a mi casa, he
olvidado las pinturas para retocarme un poco después...

- Presumida... sabes que estás guapa igual...- escuchó que le decía


mientras cogía el bolso dispuesta a salir del despacho...- por cierto, Raquel,
¿hay alguien especial por quien quieras ponerte más guapa?...- al ver que la
chica abría la puerta sin hacerle caso, continuó- Alguien que quizás se llame
Paula...- su amiga cerró la puerta de golpe, tratando de digerir el golpe que
acababa de dirigirle Fernando directo a su estómago y disfrazándolo tras una
de sus sonrisas de voy a matarte en cuanto llegue a tu altura...

-¿Cómo? … ¿Qué quieres decir?- se colocó frente a él con los brazos


en jarra.

- Exactamente lo que he dicho... ¿qué estaba pasando entre vosotras


esta mañana en la piscina?- Fernando le mantuvo la mirada, a él no le iba a
engañar, la conocía desde que era una pequeñaja nerviosa y divertida, dando
clases de canto y violonchelo en la Escuela de Música de Ratisbona, él
estudiaba canto y piano.

- No lo sé.... Fernando...no sé... lo que me está pasando con Paula


Martin...- de pronto, toda su seguridad cayó a sus pies, como si se desvistiera
y se quedara desnuda ante él. Algo que por cierto nunca le había importado,
pero sentirse abierta y vulnerable de aquella manera por algo que ni ella
misma lograba entender, sabía lo que era sentir atracción por otras personas
antes, pero aquello era distinto, era una fuerza que crecía y crecía sin poder
contenerse y como tal la reconocía, sabía que la única forma de pararla, de
ponerle puertas al mar, sería saciándola, darle al mar lo que quiere para que
el agua se torne mansa... - Me siento atraída por ella...

- ¿Desde cuándo te gustan las mujeres?...-sonreía satisfecho de


haber ido directo al grano, con ella mejor no andarse por las ramas o no se
llegaba a ningún puerto.

- Y eso qué más da... esto no hay por dónde cogerlo, es


completamente impulsivo e irreflexivo...- Raquel parecía algo desorientada

- Sí, como tú... ¿estás bien? - al ver como su amiga frotaba su frente
con la mano, en gesto de preocupación, Fernando se acercó para abrazarla-
Hey cariño...

- Estoy bien, en serio...- le devolvió el abrazo y después se apartó


alejándose hacia la puerta- Sólo necesito tranquilizarme un poco y saber qué
es lo que está pasando... voy a mi casa a descansar algo antes de la fiesta- le
lanzó un beso con la mano desde la puerta antes de cerrarla, dejando a su
amigo algo preocupado, la quería con locura y Paula Martin parecía una
mujer encantadora, pero ¿sentiría lo mismo por su amiga?

No sabía cómo, pero había llegado a su casa, espacio y tiempo se


unieron para dejarla en la misma puerta, ¿dónde tenía la cabeza?, como si
no lo supiera...

Se tumbó sobre su cama, sin quitarse la chaqueta ni el bolso, sacó la


libreta y la apoyó sobre la almohada, a la altura de sus ojos y sin dejar de
mirarla...”Te abro o no te abro, te leo o no te leo... “, mentalmente deshojaba
la margarita... la cogió e inspiró su aroma, la rozó con las yemas de sus
dedos; todo un ritual mientras se decidía entre invadir su intimidad o
continuar como hasta ahora, sin atreverse a preguntarle lo que escribía en
sus cuadernos o si le gustaría dormir con ella y, entre ambas cuestiones,
tratar de mantener una conversación sobre cualquier cosa que le importase...
La noche era muy larga y había una fiesta y bebida... el alcohol se
convertiría en su excusa para avanzar y la libreta, sonreía satisfecha, en el
anzuelo que la llevaría hasta su cama...
Capítulo 5: El cuaderno

No vio a Raquel en el salón donde se reunirían todos los participantes


del curso, era una especie de fiesta de despedida y, aparte de la morena,
Alberto y ella eran los últimos en llegar. Habían vuelto a la mesa para cenar
algo tarde y Paula se había dado cuenta de que su cuaderno no estaba en su
bolsillo, así que vuelta a la habitación, sin poder encontrarlo... no le dio
demasiada importancia, seguro que estaría en alguna parte de la habitación
o del restaurante, lo buscaría después. No creyó que lo que allí escribía fuera
del interés de nadie y mucho menos que alguien quisiera apropiárselo … no
pensó que estuviera en manos de Raquel, la única persona de quien le
importaría que pudiera reconocerse en los trazos de sus dibujos... cómo iba
a imaginar que algo tan poderoso como desconocido para ambas las estaba
atrayendo y empujando irremediablemente la una hacia la otra, haciendo que
ellas actuaran por y para acercarse, apartando y barriendo todo a su paso,
quedándose poco a poco sólo con lo imprescindible y a la espera del
momento propicio para poder mostrarse...

En el salón había un piano, Fernando tocaba notas sueltas y se detenía


para explicar algo al grupito que se había formado en torno a él ; mostraba
su pasión por la docencia y por la música allí donde estuviera; Alberto se
dirigió al resto del grupo, sentados en los dos sofás del salón, reían divertidos
los comentarios de uno de ellos...Paula se quedó unos segundos en la entrada
del salón, mirando a unos y a otros, indecisa; creía que Raquel estaría en el
salón y si así fuera sabría perfectamente a qué grupo dirigirse... al contrario,
ya era suficiente por ese día, no le quedaban más fuerzas para seguir
reprimiendo cada una de las sensaciones que tenía al estar cerca de ella y por
primera vez en su vida, temía no poder controlar sus actos, dejar de saber
hacia dónde iba y no reconocerse. Lo único que tendría que hacer para que
todo siguiera igual sería evitarla en la medida de lo posible los dos días que
faltaban para marcharse, pero en cuanto creía haber tomado la decisión de
hacerlo, se encontraba pensando donde estaría o buscándola con la mirada,
como en ese momento, allí parada en la puerta de ese salón, lleno de personas
con las que perfectamente podría debatir sobre cualquier tema interesante o
pasar un rato agradable y pensando en la única persona que no se encontraba
en esa habitación y con la que apenas le salían las palabras para poder
mantener una conversación. Qué complicado se le hacía lo que estaba
sintiendo...

Fernando agitó el brazo para que se acercara a su grupo, Paula se sintió


aliviada, mejor que la reclamaran a tener que decidir nada esa noche; en
cuanto llegó hasta el piano, el maestro le resumió el tema del que
hablaban...”Apoyaturas”.

- Paula... en una investigación reciente se ha llegado a la conclusión


de que determinados elementos constitutivos de las piezas musicales, y entre
ellos especialmente la apoyatura, generan la producción de dopamina en
quien escucha. Esa sustancia que hace que nos sintamos bien (también la
generan la comida, el sexo o las drogas) y que provoca que queramos repetir
la experiencia que la ha generado...- los ojos de Fernando transmitían tal
pasión al hablar y el tema le resultó tan interesante que Paula quedó
fascinada y se olvidó enseguida de sí misma, para escucharle. -
Generalizando y resumiéndolo mucho se puede decir que cualquier melodía
por simple que sea contiene notas consonantes y disonantes. La aparición de
esas notas disonantes se pueden clasificar de diferentes maneras y una de
ellas es la apoyatura. La apoyatura se produce cuando una nota se “apoya”
justo al lado de una nota del acorde para luego dejarse caer sobre ella, lo
cual obviamente aumenta su presencia e intensidad. El efecto es similar a si
estiráramos una goma para luego soltarla y dejarla en
reposo.*(http://www.hispasonic.com/blogs/chute-paminaapoyatura/2885)-
Escucha...- y trataba de demostrar lo que explicaba tocando al piano...-
decidme canciones que os han emocionado especialmente en vuestra vida y
veremos si tienen o no muchas apoyaturas...

- Así que u a nota que s “apoya” al lado de otra para luego “dejarse
caer” sobre ella...- Raquel interrumpió a su amigo sentándose junto a él en
la banqueta frente al piano - Uhm... suena interesante - dijo apoyándose en
Fernando pero mirando provocadora a Paula y haciendo que todos rieran su
comentario.
- Así es graciosilla y tú lo sabes muy bien...- después acarició las
teclas del piano mientras comenzaba a cantar “Someone like you” de Adele,
un tema lleno de apoyaturas que le serviría como demostración; empezó en
tono bajo, con una voz muy dulce, que hizo que pensaran que no podría
llegar a los agudos que la canción requería para quedarse asombrados
cuando su voz alzó el vuelo y se quedó en lo más alto; después miró a
Raquel, como esperándola y le guiñó un ojo, la morena comenzó a cantar,
acompañándolo, un tono por encima de él... Paula no podía creer lo que
estaba viendo y escuchando, pero cómo era posible “¿también cantaba?”.
Tenía que salir de allí lo antes posible o caería irremediablemente haciendo
que su corazón se golpeara y se rompiera en tantos trozos como sensaciones
le transmitía, todas y cada una de ellas, por sí mismas, eran únicas, pero
unidas le daban un latido y otro más, bombeando todo ese mar por dentro de
su cuerpo...en ese momento solo sentía, escuchaba y sentía, sin poder dejar
de mirarles, sobre todo a ella...no fue la única que se emocionó, era cierta la
teoría de las apoyaturas a fin de cuentas, te sentías tan bien... pero sí que fue
la única que no aplaudió cuando la canción terminó.

El otro grupo también les había rodeado para escucharles y estaban


entusiasmados; Raquel parecía algo cohibida, Fernando la abrazaba, él
también estaba emocionado, le encantaba cantar con su amiga, lo hacían
desde que eran niños y asistían juntos a clase de canto; pero en el último año
la morena se había distanciado en cierta forma de todo lo que tuviera que ver
con la música, aunque bien sabía él que sólo era algo aparente y que ella no
dejaba de sentirla y crearla en su cabeza, por mucho que lo callara no podía
disimular sus muchos momentos de evasión, e los cuales se encerraba en sí
misma y no atendía a ningún estímulo externo. Y aunque tratara de
esconderlos, sabía que en su estudio, su casa, tenía una caja llena de
pentagramas, completamente desorganizados, pero llenos de sus
creaciones... algún día se sentaría para abrazar su chelo y se los mostraría,
nota a nota... mientras tanto, acababa de darse cuenta de la forma en que
Paula miraba a Raquel y supo que algo muy fuerte estaba sucediendo, o a
punto de ocurrir, entre esas dos mujeres.
Raquel se sentía algo desilusionada, esperaba que a Paula le hubiera
gustado escucharla cantar; pero ni siquiera estaba aplaudiendo como el resto,
parecía algo triste y desorientada entre el resto del grupo, así que cuando la
vio escabullirse entre la gente para marcharse, se levantó de la banqueta
agradeciendo los aplausos pero tratando de darlos por terminados. El grupo
se dispersó por el salón y pudo verla, estaba sentada en uno de los sofás,
poniéndose hielo en una copa y agarrando la botella de... ¿tequila blue?,
empezaba fuerte la noche. La morena sonrió y fue hacia ella acentuando sus
andares...

- ¿Esa copa es para mí?- le inquirió cuando la rubia acababa de dar


un sorbo a su copa y antes de que pudiera contestar, se sentó junto a ella,
quitándosela de la mano y llevándola a su boca, tratando que sus labios
coincidieran con la leve marca que el carmín de los labios de Paula había
dejado sobre el cristal. “Menudo atrevimiento, de nuevo al ataque. En qué
estará pensando para hacer estas cosas... ¿En qué va a ser, Paula? No, no
puede ser...”. Intentaba no darle importancia y, sobre todo, que la morena no
advirtiera que estaba a punto de bajar la guardia. Se preparó otra copa igual
a la que acababan de arrebatarle tan descaradamente, con movimientos
lentos y pausados, tratando que sus manos no temblaran y la delataran...

- Cantas muy bien...- soltó, apoyando de nuevo su espalda en el


respaldo del sofá, tomando un sorbo de su nueva copa, mientras miraba a
Raquel de soslayo. La morena parecía haberle dado una tregua, miraba la
profundidad de su copa, mientras su cuerpo estaba algo inclinado hacia el de
Paula- Tocas el chelo, pintas fachadas, cuidas de los animales, estás en
recepción...¿me dejo algo?

- Pues...- se acercó algo más a la rubia, para apoyar y dar énfasis a


sus palabras-... algo más sabré hacer...-ahora la miraba entre pícara y
divertida, se lo había puesto en bandeja...- e incluso puede que lo haga muy
bien...- eso no era un doble sentido eso era pisar el acelerador a tope para
estrellarse directamente contra la poca voluntad que le quedaba...- Paula no
pudo contener una sonrisa, ¿por qué reprimir la complicidad y la alegría? ,
quería compartirla abiertamente con ella y giró su cabeza para mostrársela,
Raquel también sonreía, nunca antes se había sentido tan correspondida
como cuando sus ojos recorrieron de nuevo sus labios para después clavarse
en su mirada, tanto azul dolía... lo intentó, pero el vértigo a lo inmenso le
hacía inclinarse hacia ella...la morena decía algo o al menos sus labios se
movían...

- ¿Qué te parece si nos ponemos otro tequila y me dices qué te


gustaría hacer después?...

ºººººº

- Tus deseos son órdenes...- fue la respuesta de Raquel, se levantó


del sofá y la cogió de la mano para que la siguiera... Ahora paseaban,
abrigadas con gorro y bufanda, en una noche llena de estrellas; una sin poder
apartar la vista de las luces del cielo y la otra sin poder dejar de pensar en
cómo acercarse un poco más, lo suficiente para poder notar su calor y que la
proximidad pudiera propiciar el roce de sus manos... y de lo que tuviera que
venir...

El silencio contrastaba con la atropellada sucesión de cada uno de sus


pensamientos, se estaba poniendo nerviosa y aún más cuando advertía que
Paula estaba absorta mirando hacia lo negro, ¿cómo dar el paso para que
sólo viera azul? Siempre que la situación se le escapaba de las manos y se
inquietaba, cerraba los ojos y comenzaba a crear música...

- ¿Estás bien?... Raquel...- escuchó su voz entre las notas, la


zarandeaba levemente, agarrándola por los hombros, la música se silenció,
pero la voz de Paula, no...- Hey... - abrió los ojos, la miraba algo preocupada.

- Oh... perdona... estaba imaginando algo...- qué maravillosa vuelta


a la realidad, con sus ojos tan cerca y tan abiertos a entender cualquier cosa
que pudiera mostrarle, hizo que se volviera de nuevo hacia el cielo
imaginaba que con mi dedo - lo alzó- pudiera acariciar cada una de esas
estrellas y arrastrar su luz para dibujar notas blancas en ese enorme
pentagrama negro...-se volvió a mirarla-... y que tú las vieras...- esperó una
eternidad a que Paula girara la cabeza hacia ella..

- Yo... yo... no sé música…no sabría interpretarlas...- lo que la


morena acaba de decirle le había llegado al alma, pero su timidez y su miedo
le hacían que se protegiera de cada gesto y de cada palabra.

- Seguro que las apuntarías en tu libreta y correrías a buscar la forma


de entender cada nota...- de nuevo aparecía la altanería, era su forma de
provocarla y tratar de obtener lo que quería.

- ¿Y por qué haría eso? - sonrió con el corazón en un puño, la ola no


retrocedía, sentía como si estuviera a punto de cubrirla.

- Porque sería mi regalo para ti …- los ojos de Raquel brillaban, el


reflejo de la luna sobre el mar se acercaba lentamente a los suyos...- ¿dejarías
mi regalo sin abrir?- la formulación de esa pregunta le llegó envuelta en una
voz algo más ronca y sugerente; Paula la sintió como la antesala a una
caricia, su cuerpo comenzaba a temblar y su respiración alterada la delataba,
de una forma inconsciente humedeció sus labios con la punta de la lengua,
ver tanto mar le hacía estar sedienta, sabía que probar ese agua solo le daría
más y más sed, más y más deseos de beber... se apartó, algo en su cabeza la
hizo reaccionar en sentido opuesto, un último aliento le aferraba al “antes
de”, antes de conocerla, antes de sentir, antes de saber lo que estaba a punto
de suceder...se agarraba a quien aún creía que era, el miedo a lo que estaba
por venir, a lo que podía llegar a su lado, la paralizaba...

- ¿Volvemos?....tengo algo de frío -comenzó a caminar de vuelta al


hotel, dejando a Raquel con la sensación del que está a punto de rozar lo
inalcanzable y se esfuma ante sus ojos en el último momento... y
dudas...seguir intentándolo o aceptar la derrota...

La vuelta hasta el hotel mostraba la inquietud que ambas respiraban;


Paula caminaba ligeramente adelantada, nerviosa e impaciente por llegar, a
Raquel parecían pesarle más las piernas a cada paso, algo abatida, ni
palabras, ni miradas, ni dibujos en el cielo que les calmara...

Antes de llegar, la morena se detuvo mientras la veía alejarse, pensaba


qué decir para despedirse; Paula dejó de sentir sus pisadas y se volvió para
esperarla; tenerla a cierta distancia era más fácil, no ver su ojos ni sus labios,
ni oler su aroma la dejaban pensar con más claridad y creerse fuerte para
afrontarla... qué quimera. Para Raquel era el momento de tomar una
decisión...

- ¿Has perdido hoy algo? - lanzó la pregunta al aire, esperando que


Paula la recogiera... silencio, la receptora pensaba...

- Sí...- contestaba algo sorprendida y como si intuyera cuál sería la


respuesta- Mi libreta...- y vio como Raquel comenzaba a andar, cruzando el
jardín y alejándose de ella.

- Si la quieres recuperar... - una última mirada lejana, había tomado


una decisión - ...la tengo en mi casa...- le dio la espalda, dejando a Paula con
la boca abierta, sin saber qué hacer ni qué responder y lanzando a sus manos
la pelota que contenía todas las dudas.

ºººººº

Y ni una sola duda con respecto a lo que había estado a punto de


suceder, lo vio en sus ojos, aún en la oscuridad de la noche; en ese destello
en la mirada que distingue el deseo de la locura; en el calor de su aliento que
traía promesas de sensaciones desconocidas; en cómo el tiempo y todo lo
que le rodeaba se detenía sin que le importara, es más hubiera vivido por y
para siempre pensando que esa mujer que la cautivaba era la bruja que había
atrapado a la protagonista del cuento con su magia... ¿Era esa una de las
escenas por escribir durante esos días? ¿En qué parte del guión encajaba,
principio o fin?
Recordó las palabras de Alberto... ” Bienvenida al Atrezo que ha
dispuesto para ti la vida durante estos días... el guión lo tendrás que escribir
tú...”. Hasta ese momento no estaba segura de haber escrito, de una forma
consciente, ni una sola de las escenas vividas con ella; más bien parecía una
marioneta en manos de algún otro escritor o escritora; eso tenía que cambiar,
uno de los personajes principales se iba a revelar… ella misma escribiría
cada letra, palabra, entonación que conformara la siguiente escena...

No sabía el tiempo que llevaba allí parada mirando el lugar por donde
había desaparecido la morena, veía su casa a lo lejos, las luces encendidas;
sintió que no sólo los pensamientos la tenían paralizada, también el frío le
había calado hasta los huesos; se imaginó con una enorme taza de leche
caliente en sus manos y sentada frente a la chimenea, que por el humo, veía
que Raquel acababa de encender y... con ella a su lado... no quiso continuar
imaginando, comenzó a caminar en dirección a su casa.

Los pasos eran suyos, de eso estaba segura.... recordó su libreta y en


cómo Raquel le había retado para que fuera a buscarla; le sorprendió que en
ningún momento hubiera pensado en ese cuaderno mientras tomaba la
decisión de ir hasta su puerta. ¿Por qué Raquel lo tenía en su casa y no se lo
devolvió en el hotel? ¿Dónde lo encontró? Seguro que habría una
explicación pero si sí era... ¿porque volvía a tener la sensación de que unos
hilos la llevaban y la empujaban hacia esa casa?

Golpeó suavemente en la puerta principal...Raquel abrió, no parecía


sorprendida de verla allí, sonreía satisfecha. La invitó a entrar con un gesto
de su mano, mientras cerraba la puerta tras de sí y Paula sentía que ya no
había marcha atrás, en ese preciso instante tuvo la certeza de haber sido
atrapada en su trampa...

- ¿Vienes a por tu libreta?... - aún no se había dado la vuelta para


mirarla y ya intentaba preparar a su presa.

Paula se colocó frente a la chimenea...


- No...- Paula comenzó a quitarse la bufanda, el gorro, el abrigo,
mientras la morena no dejaba de mirarla, esperando su respuesta; por fin
terminó y le entregó las prendas mientras sonreía - Vengo a por un vaso de
leche calentita...- parecía una niña que suplicara, haciendo que Raquel se le
cayeran a los pies todas sus armas.

- Ehm...claro...siéntate- se alejó desconcertada para colocar el


abrigo de Paula en el perchero de pie de la entrada, de todas las posibilidades
nunca imaginó que se presentaría en su casa con aquel pretexto, porque no
podía creer que sólo quisiera un vaso de leche, demasiado simple para ser
cierto.

Paula se acomodó en el sofá, mientras la seguía en cada uno de sus


movimientos; la cocina era una parte más de la habitación, delimitada por
una especie de barra o isla; así como la habitación apenas estaba separada
del resto por un biombo de madera pintado de azul, ese color siempre le
recordaría a ella, todos los muebles eran de madera pintados de distintos
colores, las paredes mantenían tonos neutrales, blancos rotos; parecía
buscado aposta para que los lienzos que colgaban de las paredes hicieran
mayor contraste; sólo había tres puertas, la principal, otra que suponía daba
al cuarto de baño y un tercera.

Lo agradable del lugar, el calor del fuego y la comodidad del sofá la


hacían sentirse a gusto y tranquila, a pesar de saber con quién estaba y de
todo lo que le provocaba. No quería pelear, ni seguir levantando más capas
entre ellas con disimulos, malentendidos, palabras no dichas, deseos
ocultos... no la oyó acercarse, miraba al fuego cuando sintió que se sentaba
a su lado y le ofrecía el vaso de leche con un sobre de azúcar.

- ¿Tú no tomas?- le preguntó dando un primer sorbo, mientras


agarraba el vaso con ambas manos, dejando levemente mojado de blanco su
labio superior.

- Leche... sólo con el café de la mañana- Raquel la miraba de reojo,


mientras se descalzaba y encogía sus piernas acomodándose sobre el sofá,
tratando de no molestarla, disfrutaba viéndola tan relajada y quería conseguir
que se quedara con ella el mayor tiempo posible; quizá la forma de
conseguirlo fuera no diciendo nada, no sería difícil, qué decir en un
momento tan inesperado, tan íntimo y hogareño. Olor a leña quemada, a
leche caliente y a Paula - Tienes...- le señaló el labio para indicarle que lo
tenía manchado, la rubia sonrió y se limpió con los dedos de la mano. Parecía
hipnotizada por las llamas del fuego, así que cogió un cojín para apoyar la
cabeza sobre el respaldo del sofá y se dedicó a observar su perfil; la suave
caída de sus párpados, sus labios, con esa capacidad de llamar a los suyos,
sin que Paula quisiera advertirlo, la curva de su mandíbula desde donde
poder desprenderse para caer hacia su cuello... sus mejillas comenzaban a
tornarse rojas, no sabía si por efecto del calor del fuego o porque intuía su
mirada y la avergonzaba.

- Paula...- esa voz sugerente, ronca, ya la había escuchado esa misma


noche, pensó la rubia, poniendo en guardia las defensas que le quedaran- ...
¿Tienes calor? Raquel la miraba de una forma... ¿cómo tenía esa capacidad
de transmitir sus emociones y no temer quedar expuesta y derrotada?
Seguramente porque estaba acostumbrada a vencer, a coger lo que quería y
llevárselo consigo.

- Un poco...- sonrió incómoda- Creo que me voy a quitar el jersey y


quedarme en camiseta interior, si no te importa...

- Para nada... - se estaba divirtiendo de lo lindo- Yo haría lo mismo


si no fuera porque...- imprimió cierto suspense a sus palabras, lo que hizo
que Paula no tuviera más remedio que mirarla aguardando la respuesta- ...no
llevo camiseta interior...- notó la dificultad de la rubia para tragar, como si
se le hubiera secado la garganta; pensó lo fácil que sería ayudarla, poner
remedio a esa carencia, tan solo tendría que acercarse un poco y tomar su
boca para dejar que se llenara y se saciara....

ºººººº
Pero no lo hizo. Aún tenía cierto autocontrol sobre sus instintos y algo
le decía que, si rozaba la boca de Paula, podría perderlo. Quería jugar y jugar
a retarla de todas las formas que surgieran hasta verla rendida, que acercarse
a su boca fuera tan necesario para la rubia como estaba comenzando a serlo
para ella; el plan era no dejarla marchar esa noche, que las paredes de aquella
casa no fueran más que el cobijo previo a lo que encontraría entre sus brazos;
encerrada entre muros de piedra y madera, amarrada a sus labios y a su piel.

Y verla quitándose el jersey, tan de andar por casa, con una camiseta
gris clara de manga corta ceñida y sin atreverse a mantenerle la mirada, le
parecía el mejor de los comienzos...Y empezó por perseguir con la mirada
las líneas curvas y ramificadas que formaban sus venas y que su piel tan
blanca le permitía ver, desde sus manos hasta esconderse tras la camiseta
para continuar asomando cerca de su cuello; detuvo el recorrido, absorta en
lo ajustado de la camiseta sobre sus pechos y la combinación con su piel y
sus lunares; de lo sensual pasó a lo hipnótico de sus labios. En ese momento
Paula volvió su cabeza para mirarla y la ola rozó la orilla acariciándola, en
calma; aunque la presión, la fuerza y el eco en sus entrañas rugieran y
bramaran por hacerla crecer y arrasar todo cuando encontrara.

Dolía, contener tanta mar se le hacía cada vez más difícil de conseguir,
sentía que comenzaba a resquebrajarse y por más que intentara poner
remiendos a las grietas, el agua salía a chorros; absurdo enmascarar el deseo
frente a quien lo provoca. Paula lo vio, tan claro, tan avasallador, tan
fascinante que le era imposible no dejarse atraer; anularse, dejar de ser... para
ser de ella. Tan poderoso que detenía el tiempo, apagaba las dudas y
esfumaba el miedo.

Un breve gesto de Paula le indicó que quería acercarse a su boca,


suficiente para olvidar que pretendía jugar a estirar el deseo, ahora sólo
pensaba en satisfacerlo; probarla y saborearla hasta que supiera lo que era
perder el control sobre su cuerpo y que voluntariamente le pidiera perderlo:
lentamente inclinó su cabeza, mientras su mirada pasaba de sus ojos a su
boca, de su boca a sus ojos, se aproximaba... y la esperaba. Cerraron los ojos
aturdidas por cuanto sentían, concentrando todo en sus bocas, para darlo y
tomarlo.

Rozar sus labios y respirar de nuevo, con sus pulmones y el aire de


Raquel; retener ese olor que le eriza el vello de la piel, volviendo su mundo
del revés, confundiendo su aliento con el de ella, permanecer en la suavidad
de sus labios, en su calor, en su sabor... todo un mundo por descubrir tan
solo con su boca, cuántos firmamentos podría traer el resto de su cuerpo.
Estaba dispuesta a la aventura y descubrimiento de cualquier estrella o
planeta dentro de aquel hermoso Universo; la saliva de su boca le hacía creer
más que nunca en su fuerza para adentrarse en lo desconocido, pero en
cuanto Raquel le acarició con su lengua, Paula pasó de querer ser
conquistadora a desear dejarse conquistar; como si la morena estuviera
absorbiendo toda su fuerza con aquel beso, buscando su propia lengua para
debilitarla aún más, con su roce, su movimiento y su firmeza. Gimió, el
placer que sentía con el beso la estaba doblegando; lo que hizo que la
excitación de Raquel aumentara, ni podía ni quería parar; puso la mano en
su cabeza, quería que ese beso nunca terminara, dejar su lengua enredada a
la suya y profundizar...los jadeos de ambas eran signos de aquello que salía
de sus entrañas buscando ensamblarse como dos hermosas piezas dentro de
un juego tan excitante como inesperado.

Necesitaba respirar por sí misma, detuvo su avance, lo suficiente y


necesario para que sus ojos se encontraran de nuevo, ya no se miraban como
antes, ahora se reconocían como parte de un mismo deseo, en ese momento
se permitían mostrarlo y afirmarlo a cada paso y el siguiente no fue otro que
volver a su boca combatiendo su fuerza a mordiscos, mezclados con besos,
y arribando en su cuello.

La tenía, ya la tenía... encaramada a su cuello y abatida a besos; la dejó


hacer mientras dirigió sus manos hacia el vientre de Paula y los botones de
su pantalón, los desabrochó despacio y bajó la cremallera, el profundo
suspiro de la rubia en su oído le indicó el camino, se inclinó lentamente sobre
ella, haciendo que tuviera que echarse hacia atrás en el sofá hasta terminar
tumbadas, colocando una de sus piernas entre las de Paula que se había
desprendido de su cuello y la observaba, ahora el sonrosado de sus mejillas
era una muestra inequívoca del mar de sensaciones que le invadía y el
indescifrable brillo de sus ojos una mezcla quizás de deseo y algo de miedo,
pensó Raquel, convencida de que si era el caso, le haría olvidarlo a besos...
y sin entender aún que un deseo tan intenso puede hacer huir...

Paula se estremecía y temblaba, no obedecía más ley que la del cuerpo


que la arropaba, cómo con movimientos acompasados se acoplaba al suyo,
mientras mordía su clavícula, introduciendo sus manos por entre la camiseta
de la rubia y arrastrándola a su paso hasta la altura de sus pechos; su
respiración agitada se fundió con un quejido interminable cuando su lengua
se clavó en uno de sus pezones, arrastrando su dureza y la suavidad mientras
lo presionaba levemente con su mano; después subió de nuevo hasta su
cuello a bocados, exasperada por la molestia de la ropa y quitándole la
camiseta y el sujetador en lo que a Paula se le fue un suspiro; se alzó sobre
ella para tirar de su vestido y quedarse en ropa interior y medias. Nunca
había deseado a una mujer, no al menos de una manera consciente y, de
pronto, todo el deseo se concentraba en ella; tanto que le asustaba; temió
dejarse arrastrar por esa fuerza que le nacía de los más primitivo y
emocional, abandonarse temiendo no poder volver a encontrarse, sin saber
a qué puerto la llevaría aquella mar y temiendo no saber satisfacerla. Se
encogió sobre sí misma ante la mirada atónita de Raquel, no sabía qué había
hecho mal, Paula parecía querer lo mismo que ella y de pronto...

- Raquel...- agarró una de sus manos entre las suyas, tratando de


detenerla- Perdona, yo no...No...- no sabía cómo decirle que nunca había
sentido un deseo tan intenso y que jamás pensó en que podría llegar a sentirlo
por una mujer, pero no quería ofenderla ni hacerle daño con palabras torpes.
La morena parecía tranquila, solo sus pupilas dilatadas y el movimiento
acelerado de su respiración la delataban; por un momento percibió cierta
decepción o desilusión, mientras se incorporaba de entre sus piernas para
apartarse de ella; se colocó al otro extremo del sofá, no sin antes recoger la
camiseta y devolvérsela al ver cómo la rubia se cubría los pechos con los
brazos...tocaba desavanzar. Guardó silencio esperando una explicación que
no llegaba, Paula parecía aturdida, sin saber qué decir ni qué hacer.
- Tranquila Paula, lo entiendo...- trató de quitar tensión al momento-
¿Quieres otro vaso de leche caliente? - y levantó su ceja a la vez que sonreía-
Te sienta genial...creo que hasta yo me tomaré otro...- al ver que la rubia le
devolvía la so risa, Raquel se levantó y se fue hacia su habitación, tras el
biombo, dejándola con todas sus dudas acompañándola en el sofá. No podía
moverse de ahí y sabía que lo mejor sería marcharse, si de veras quería huir
de lo que había estado a punto de suceder...la imaginó terminando de
desnudarse para cambiarse, deseó correr tras ella a su habitación, llevarla
hasta su cama, perdiendo la cordura en su boca, sin más razón que la locura
de su aroma, con sólo pensarlo le faltaba el aliento... cierta presión en el
pecho, de nuevo el miedo, ahora daba paso al pánico...

Raquel escuchó un portazo y lo supo, cerró los ojos queriendo negar lo


que estaba a punto de ver como cierto, Paula no estaba en el sofá, ni en el
resto del salón, se había marchado. Fue hacia la puerta apresuradamente, al
abrirla pudo verla atravesando el jardín en dirección al hotel, corriendo como
si le fuera la vida en ello...

Volvió a su habitación y se tumbó en la cama, no sabía cómo se sentía,


nunca antes nadie le había rechazado o se había apartado de sus besos; aún
tenía su sabor en la boca y su olor marcado en su propia piel... impotencia
por no haber podido hacerle comprender tantas cosas... en nombre del placer,
de la piel, de un suspiro. ¿Cómo era posible que Paula hubiera huido de lo
nunca vivido?...Quería comprenderlo, pero no había querido
explicarle...solo tenía su libreta y ella se lo había buscado; si para conocerla
y poder entrar en su mundo era necesario traspasar los límites de su
intimidad no podría impedírselo, ella no estaba pero tenía su cuaderno; lo
sacó del cajón de su mesita de noche y lo abrió como el que consigue
traspasar las enormes puertas de un castillo encantado.

ºººººº

Y encantada estaba dentro de aquel reino de suelos enletrados y casas


dibujadas sobre fondos blancos, a caballo de leyendas, historias y
poemas...aquella libreta era puro arte, la forma de escribir, los dibujos;
hubiera podido sentir admiración por la persona a quien perteneciera aún sin
conocerla, pero sabía quién era la autora de tanta magia y, además, se sentía
atraída por ella. ¿Cuál solía ser el resultado de unir admiración y atracción
hacia una persona?...Mejor no preguntarse tanto, ni responderse...Paula
acababa de salir corriendo de su casa...

Siguió pasando hoja tras hoja, primero una vista rápida para después
detenerse en lo que más llamaba su atención; esbozos que iban formando el
dibujo definitivo, las manos curtidas de un hombre de campo, la rueda de un
viejo molino, casas de pueblo con sus tejados, la biblioteca y sus líneas
minimalistas, todo parecía estar plasmado en aquellos pequeños folios
blancos...hasta ella y su violonchelo...se reconoció a la primera, imposible
no hacerlo, sus brazos, sus ojos; cuánta emoción contenida en aquellos
trazos, pareciera estar aguardándola para desbordarse y que ella la
absorbiera; se estaba viendo a través de sus ojos, pensar que le había estado
observando para poder dibujar las líneas de sus brazos o el iris de sus ojos...
tantas sensaciones le oprimían el pecho, necesitaba respirar.

Miró el reloj, las 00:30, era pronto y seguro que la fiesta continuaba en
el salón del hotel, quería salir de su habitación y de aquella libreta embrujada
que le hacía pensar aún más en su autora; no podría dormir a menos que
agotara su cuerpo a base de brazadas en la piscina; se puso un bañador y
ropa deportiva, trataría de no cruzarse con nadie, no tenía ganas de aguantar
a gente con alguna copa de más, ni siquiera a Fernando. Cruzó el parque
mirando hacia la ventana de la habitación donde sabía estaba la cama en la
que Paula dormiría, la luz estaba encendida y por un breve instante le pareció
que alguien le observaba desde allí, estaba segura, estaría encerrad en su
torre tratando de protegerse de la bruja malvada que pretendía llevarle a
lugares oscuros para despojarle de ropas y hasta de su piel. Y cuánta razón
tenía, si no hubiera salido corriendo de su casa se hubiera pasado la noche
intentando apoderarse da cada parte de su cuerpo...

El comportamiento de la rubia le parecía muy inmaduro y le indignaba,


huir de esa manera, después de haberle devuelto los besos. ¿Hacia qué
dirección tendría que dar el siguiente paso? ¿Atacar de nuevo, esperar en la
retaguardia o simplemente dejarlo estar? ¿Tener paciencia con ella o
perderla por completo?

Acababa de llegar a la piscina y se estaba desvistiendo, cuando el


teléfono, que colgaba en la pared cercana a los vestuarios, sonó; le resultó
muy extraño, nadie sabía que estuviera allí, a no ser…. descolgó...

- Hola....- su voz - he visto que iba en dirección a la piscina y...


bueno yo...- silencio, qué dulce e insegura, si la tuviera delante no la dejaría
terminar de hablar, la agarraría y la callaría con su boca. Tenía que intentar
controlarse o Paula correría aún más rápido lejos de ella. Quería disculparme
contigo...

- ¿Por qué?...- no podía evitarlo, le nacía provocarla.

- Bueno...es evidente... yo no tendría que haberme marchado de tu


casa de esa manera...

- Sales corriendo... y ahora te disculpas por teléfono había elegido


ser una cobarde, no le quedaba otra que tratar de tirar y tirar de la goma
elástica hasta que una de las dos soltara o se quebrara, haciendo que ambas
besaran el suelo.

- Es que... yo...ehm...- le costaba encontrar una justificación a su


forma de comportarse, no entendí por qué iba hacia adelante y hacia atrás,
no sabía si avanzar era lo correcto y retroceder lo equivocado; si cumplir sus
deseos le traería calma o aún más locura, no era fácil poder percibir un poco
de luz tras la bruma que le atraía hacia su abismo.

- Ven a la piscina, te espero... ah... y ponte bañador- y sin esperar


respuesta colgó el auricular. Se quedó dudando un momento, había sido algo
brusca y podía causar el efecto contrario al que deseaba, tener a Paula otra
vez frente a ella. Se tiró de cabeza al agua y comenzó a nadar con todas sus
fuerzas, necesita desfogar tanta tensión contenida antes de que la rubia
bajara... si es que lo hacía.

Apenas si había hecho unos largos cuando se sintió observada;


Fernando, Alberto y otros dos chicos del grupo; se estaban quitando la ropa
con gestos algo torpes para quedarse en calzoncillos, entre risas y
desequilibrios llegaron al bordillo y se tiraron sin d darlo; Raquel los
observaba desde el extremo opuesto, en cuanto tuviera oportunidad ahogaría
lentamente a su amigo, quería estar a solas con Paula y no con dos pares de
borrachos más a su alrededor. Pero no podía hacer nada, sólo intentar seguir
nadando sin que le interrumpieran; se dio cuenta de que uno de ellos ya había
comenzado a bucear hacia donde ella se encontraba, era Alberto; comenzó
a nadar a croll para pasar rápido por su lado; apenas si se habían dirigido la
palabra desde aquella noche en que durmieron juntos como resultado de la
borrachera de Raquel, así que quería evitar malentendidos a costa de las
copas de más que le tocaba a él llevar encima; pero Alberto no parecía
pensar lo mismo, la agarró por la cintura cuando llegó a su altura haciéndole
parar de golpe, sonreía orgulloso de haberla atrapado, tenía ganas de jugar.
La pegó todo lo que pudo a su cuerpo mientras Raquel trataba de zafarse de
forma suave y sin dar un espectáculo, le seguía la corriente pensando que
dejaría enseguida su juego y la soltaría para continuar nadando, pero Alberto
no parecía estar dispuesto a dejarla ir, quería su recompensa.

Estaba a punto de darle un empujón o de apretarle con todas sus fuerzas


lo que le colgaba de la entrepierna, cuando vio que Paula entraba en la
piscina; deseó que fuera la que quisiera estar entre sus brazos y en lugar de
eso, se había pasado el día alejándose de ella y de sus besos... quiso
demostrarle todo y nada, devolverle el rechazo, que viera lo que se perdía y
que podía tener otros labios... acercó su boca a la de Alberto pero de alguna
forma se arrepintió y desvió su cara para abrazarle; sabía que si lo hacía por
despecho, de nada valdría y todos podrían salir perdiendo. En otras
circunstancias y con otras personas no le hubiera importando jugar, pero lo
que fuera que sintiera por Paula no se lo permitía... se las arregló para
escabullirse del chico, por el momento...
- Alberto, mira... Paula está ahí, ve a por ella...que nade con
nosotros... - Alberto comenzó a llamar a Paula a gritos, mientras que el resto
del grupo le imitaba, todos coreaban su nombre, mientras la rubia reía
moviendo la cabeza resignada; se quitó el albornoz y se tiró a la piscina entre
aplausos y aullidos...Raquel observaba la escena sonriendo, no podía dejar
de mirarla y esperarla...

Pero Paula no parecía estar dispuesta a acercarse a la morena, eso sí, no


dejaba de mirarla disimuladamente mientras atendía a los reclamos de su
amigo; Alberto la llevaba en sus hombros o agarrada a su cuello, mientras le
sumergía la cabeza en el agua una y otra vez, entre bromas y arrumacos; al
principio, a Raquel le parecieron escenas muy tiernas pero poco a poco la
sonrisa se le fue desdibujando, costaba mirarles sin sentir esa punzada en su
pecho, viéndola tan cariñosa y entregada a otros brazos mientras que de los
suyos huía...decidió continuar con lo que había ido a hacer, nadar y nadar
hasta agotarse para no pensar.

Cuando ya parecía haber perdido la noción del tiempo y casi la fuerza


de su cuerpo, alguien, de nuevo, la paró...era Fernando, se dejó agarrar por
sus fuertes brazos para poder apoyarse en su cuello y descansar; la
respiración agitada y el corazón a trote en su pecho; estaba agotada, era lo
que quería; alzó lo suficiente la cabeza para darse cuenta de que todos la
miraban, Paula había dejado los juegos con su compañero y parecía esperar
fuera de la piscina con una toalla... ¿era para ella?. Fernando la dejó para que
subiera las escalerillas y se dejara envolver por aquella toalla y por su mirada
preocupada, la miel de sus ojos pareciera espesarse para volverse más oscura
como si los cubriera un imperceptible velo para enturbiarlos...se dejó llevar
hasta una tumbona, se tendió aliviada, mientras Paula se sentaba en la
tumbona de al lado, sin dejar de mirarla.

- ¿Estás bien?...- la inquietud se reflejaba también en su voz.

- Si...sólo algo cansada, gracias...puedes volver a la piscina con


Alberto...- no quería mostrarse de una forma tan evidente ¿o sí?, desde luego,
había resultado o vio cierto tono de reproche en esta última frase.
- Prefiero quedarme aquí...- el velo en los ojos de Paula iba
desapareciendo- ...si no te importa...- se atrevió a sonreír, levemente, lo
suficiente para que Raquel sintiera que volvía a descontrolar el ritmo de su
respiración; los párpados le pesaban, sí que había llevado su cuerpo al
agotamiento forzándolo de aquella manera, después de las copas y el cúmulo
de emociones vividas esa noche; no quería dormirse, ahora que la tenía a su
lado y pendiente de ella; pero su naturaleza era desobediente...sintió que
agarraba su mano y le susurraba- Duerme...- y soñó, que sus labios traían
calor a los suyos en el último eslabón de consciencia justo antes de entrar o
penetrar en ese otro mundo donde perdemos de vista la cadena, sin saber a
dónde nos llevará su continuidad ni en qué parte del lienzo de Dalí aparecerá
de vuelta a la realidad...

Y la realidad tiraba para traerla de vuelta, unas manos acariciaban su


pelo mientras el calor de un cuerpo abrigaba su espalda y sus piernas...abrió
los ojos lentamente, asomando a su habitación, a su cama, a unas caricias y
a la calidez...intentó adivinar de quién se trataba, sin verle y se dejó
hacer...sabía quién deseaba que fuera, pero ¿y si de nuevo terminó en los
brazos equivocados? Siguió haciéndose la dormida y colocó un brazo
lentamente sobre la cadera que se acoplaba a la suya, no tocaba piel, solo
ropa, de esa manera no podría adivinar y no quería descubrirse, que la
supiera despierta sin haber decidido qué hacer con su acompañante; en
función de quien fuera, haría una cosa u otra...” Ya lo tengo”, pensó,
mientras las caricias a su pelo se hacían intensas y las piernas se enredaban
con más fuerza a las suyas... empujó hacia atrás con su espalda buscando el
contacto con su torso y sintiendo sus pechos apretándose mientras se
acoplaba y agarraba la mano que había dejado caer en su cadera...sin duda,
tenía que ser ella...

- Paula...- susurró, mientras se volvía lentamente para confirmar sus


premisas.
Capítulo 6: Esbozo de un desnudo

Era más fácil verla a media luz, la habitación apenas iluminada por una
pequeña lámpara en la mesita de noche, no era cuestión de ver con nitidez,
sino de poner a prueba cada uno de los sentidos, de sentir con claridad... la
penumbra ayudaba a mitigar la timidez y su olor le embriagaba, la química
del dolor y el placer navegando por su cuerpo e impulsada por la ola que se
le venía encima...la mar la envolvía y la llevaba...¿para qué luchar contra lo
inevitable?.

Fernando le había vuelto a llevar en brazos hasta su cama y le había


pedido que le ayudara a ponerle un pijama y secarle un poco el pelo; la
morena dormía profundamente y Paula no sabía a dónde mirar mientras el
chico la desnudaba, hubiera sido el momento perfecto para aprenderse cada
línea de su cuerpo y guardarla en su memoria para poder evocarla una y otra
vez y tratar de dibujarla... un desnudo a carboncillo en su libreta, para
después plasmarla sobre un lienzo y tratar de encontrar el color exacto de su
piel tal y como ella lo estaba viendo...ardua tarea en la que no le importaría
pasar las horas y los días; el acto creativo tenía mucho de obsesión y de
pasión, por algo o por alguien y ella lo sabía... Después Fernando se marchó,
le pidió si podía quedarse ella con Raquel, él tenía su último día de clase a
la mañana siguiente y necesitaba descansar después de la fiesta y las copas
de más; Paula no pudo evitar sonreír y sentirse feliz por la nueva oportunidad
de quedarse a solas con ella, esperaba no volver a estropear el momento,
desde luego, no pensaba salir corriendo, entre otras cosas porque la morena
dormida y tan agotada no parecía ser una amenaza... no contaba con esa
forma en que su cuerpo le llamaba, aún en completa calma y cómo le atraía
a su proximidad, a su roce, a aspirar su olor.

Se dio una ducha y le cogió un pijama de pantalón muy cómodo... no


sabía muy bien qué hacer, si dormir a su lado o ir al sofá; si se acostaba con
ella, dormir se convertiría en un tortura, seguro que no pegaba ojo, y si se
iba al sofá estaría todo el tiempo pensando en ir a su lado... desde que la
había conocido no podía decidirse por nada, todo eran contradicciones e
inseguridades. ¡Estaba hecha un lío y harta! Se tumbó en la cama, a su lado
y todo lo alejada de ella que podía, sentía su cuerpo en tensión por la lucha
entre lo que creía que tenía que hacer y lo que realmente deseaba...como
acercarse y acariciar su pelo aún húmedo, se preocupó, tendría que habérselo
dejado envuelto en una toalla, podría tener frío , se acercó para arroparla
bien, mientras se cubría así misma y ahí estaban su aroma y el calor que
desprendía su cuerpo... no podía evitarlo o no quería...ya daba igual...se fue
pegando a ella con cada impulso de su corazón, la mano a su pelo, las piernas
enredadas a las suyas...Raquel comenzó a moverse para acoplarse a su
cuerpo; la mano en su cadera, su espalda acercándose a su pecho, Paula
acompaño sus movimientos, mano sobre mano, atrapó sus dedos...notó
como la morena se daba poco a poco la vuelta para encontrarla y cerró los
ojos...¿un último vestigio de timidez o de miedo?. Duró apenas segundos,
los que necesitó Raquel para decidirse a acercar su cara a la suya y quedarse
allí, notando su respiración acelerada , su aliento cálido y su boca tan
cerca...entornó los ojos y lo supo, estaba total e irremediablemente atrapada
por sus instintos y su razón no era otra que la de aquella boca que la esperaba.
Se atrevió a mirar sus ojos y de nuevo ese inmenso dolor placentero
abarcando todo su cuerpo, dejó escapar un breve suspiro al notar cómo la
morena se apretaba más y más contra ella, sin dejar de mirarla...

- ¿No estás cansada?- le preguntó sin saber de dónde había salido su


voz, ni para qué hablaba si lo único que tenía en mente era perderse en su
cuerpo.

- Sí....cansada de esperarte...- rozó con los dedos sus labios, la línea


de su mandíbula, bajando por su cuello, dibujando su clavícula y llegando
hasta la obertura de su pecho, sus ojos seguían el recorrido de sus
dedos...cansada de que salgas corriendo...- volvió a mirarla buscando el
permiso para lo que estaba a punto de hacer, desabrochar lentamente cada
uno de los botones que encontraba a su paso y rozando la piel que encontraba
en el camino. Paula había vuelto a cerrar los ojos como si su cuerpo, en ese
momento, pidiera concentrar todos los sentidos en el tacto, temblaba, le
faltaba la respiración, necesitaba de su boca para poder recobrar su aliento
o perderlo por completo...-...cansada de...- Raquel dudó un momento si
continuar con lo que estaba a punto de decir, quizá Paula no estuviera aún
preparada para escucharlo tan claramente- ...de desearte y no poder
tenerte...- apartó la tela del pijama de Paula lo suficiente para entrever sus
pechos y sentir una punzada entre sus piernas.

- Raquel...- Paula no podía más, agarró el pijama de Raquel y lo


subió con rapidez forzando a que la morena tuviera que quitárselo como si
fuera un jersey y quedando con su torso desnudo-... Cállate...- tapó su boca
con la suya, ya conocía su sabor, pero quería descubrirlo de nuevo,
degustarlo; el deseo, contenido durante días, desbordado en ese preciso
momento y durante todos los minutos que le quedaran a la noche, porque no
iba a dejar de colmarlo una y otra vez; quería amarla como nunca antes la
hubieran amado, conquistar lugares de su cuerpo aún sin descubrir, pero
mucho más fácil sería para Raquel, capaz de derrotarla con un beso que
nunca terminaba, cuando parecía que iba a ponerle fin, volvía a comenzar;
mientras le arrebataba el pantalón del pijama y empujaba el suyo hacia abajo
para colocarse sobre su cuerpo y hacerla gemir sólo con su roce. Raquel la
miraba, quería saber si sus caricias causaban el efecto deseado, haría lo que
hiciera falta para saciar su sed; en sus ojos había entrega, pasión, delirio y
algo más que no alcanzaba a descifrar... y sin embargo estaba convencida
que ese algo era lo que la diferenciaba del resto...Paula le sonrió, la
vergüenza había desaparecido dando paso a la complicidad de querer
quedarse en su mirada; pero su piel la llamaba, su pierna, colocada firme
entre las de la rubia, notaba el calor y la excitación y sin dejar de mirarla,
apartó un poco la tela de sus bragas para acariciar con sus dedos y, de nuevo,
besarla entre jadeos de ambas...quería que durara para siempre y, a la vez,
terminar, llegar al máximo, para volver a empezar esa espiral de placer
donde quería quedarse con ella.

- Raquel...- le susurró pegada a sus labios...- me encanta...- la


morena sabía que estaba a punto de llegar al clímax, despacio, muy despacio
la penetró con un dedo y volvió a poner todo el peso de su cuerpo sobre ella,
acelerando el ritmo, mientras mordía su cuello y notaba que ella también
llegaba, compenetrada a su cuerpo, a sus gemidos, a su sabor y a sus besos....
Se quedó sobre ella, sus pechos parecían batirse en duelo de
respiraciones, sintiendo el ritmo de sus corazones, en el aire un olor diferente
con la esencia de cada una de ellas, combinada con sexo, sudor, saliva, deseo
y calma...pero no una calma que trajera quietud, sino la calma tras la
tormenta o la que precede a la tempestad...esa que trae los vientos que alzan
las olas grandes, imponentes y hermosas...como Raquel.

Y no podía dejar de acariciar su pelo que ahora cubría y rozaba parte de


su mejilla, mientras la otra mano tocaba su espalda bajando hacia sus nalgas,
fuertes y tersas, apretándola contra su pelvis y sintiendo de nuevo ese calor
que la llevaba directa hacia el cielo o el paraíso o lo que fuera, nunca lo había
sentido tan cerca como esa noche y jamás pensó que lo fuera a encontrar en
una cama y en brazos de una mujer... que de nuevo la volvía loca con su
lengua y sus movimientos sobre ella....

ºººººº

La buscó entre sueños pero no la encontraba, le costaba horrores abrir


los párpados; palpó con su mano las sábanas por el lado donde tendría que
estar ella, nada, no le quedaba otra que intentar abrir los ojos... la luz entraba
por el amplio ventanal desde el que hace unos días espiaba a Raquel y la
veía durmiendo en la cama donde ella ahora despertaba, qué cosas tenía la
vida o puede que estuviera todo preparado en algún lugar del Universo para
que sus energías confluyeran en ese mismo tiempo y espacio...¿desde
cuándo creía ella en esas teorías?...Aunque, bien pensando, muchos de sus
esquemas se estaban derrumbando a causa de una morena …”¡Dios!”. Se
tapó la cara con ambas manos, comenzaba a recordar detalles de lo que había
sucedido durante la noche y el calor subió a sus mejillas mientras una sonrisa
aparecía en sus labios pretendiendo quedarse ...su olor estaba en sus manos,
se mordió el labio recordando su vientre, sus piernas, la locura de sus
labios... alzó la cabeza y apoyó los codos en el colchón para incorporarse,
estaba desnuda bajo el edredón de plumas, miró en derredor y trató de
concentrarse para ver si escuchaba algún ruido dentro de la casa que le
indicara si ella estaba cerca...silencio... miró el reloj que había sobre la
mesita de noche, casi media mañana...
- ¿Y ahora qué hago?...- se preguntó en voz alta. Salió de la cama
buscando el pijama que llevaba puesto antes de que Raquel se lo quitara de
aquella manera tan....de nuevo la sonrisa...mejor no intentar encontrar las
palabras porque para eso tendría que acudir a los recuerdos y desmenuzarlos,
algo que le resultaba imposible sin que su cuerpo reaccionara... y la morena
no estaba para poder calmar ese deseo que le nacía de las entrañas...- ¿Dónde
estará?...- seguía hablando en voz alta mientras salía hacia el salón con los
brazos en jarra sobre la cintura, de pronto sintió un aguijonazo en el
estómago al pensar si no se habría arrepentido de lo sucedido y por eso no
había querido despertar junto a ella, para no tener que verla ni hablarle... de
nuevo la inseguridad... si Raquel aparecía no sabría qué decirle ni cómo
comportarse, lo que le recordó que a penas la conocía y que si no volviera a
verla tendría más detalles de su cuerpo y de su piel que de quién era...sintió
inquietud, tenía que pensar y llegar a un acuerdo consigo misma antes de
volver a verla, al día siguiente se marchaba de aquel hotel y de su vida...
mejor no seguir con ese juego o lo que estuvieran haciendo, empezaba a
sentir cierta adicción a las sensaciones y emociones que le despertaba y no
le importaba abusar de esa droga durante un día y una noche más, que
corriera por su cuerpo hasta perderse aunque después de marcharse tendría
que volver a encontrarse y eso sí le asustaba...algo le decía que ya nada sería
igual...

De nuevo el pánico...se vistió aprisa, temiendo que la morena apareciera


en cualquier momento; se dirigió hacia el ventanal de la habitación, ni
siquiera iba a salir por la puerta, no quería que la vieran, justo antes de volver
a correr miró hacia la cama, aún no se había marchado y ya el anhelo se le
clavaba en el alma...

Conforme se acercaba al hotel, mirando con disimulo en todas


direcciones, comenzó a escuchar esa forma de hacer música inconfundible
de su chelo y recordó que Fernando le había pedido que volviera a tocarlo
en su última clase y a ella que asistiera, lo había olvidado... eso decía algo
de Raquel...cumplía con su palabra, a pesar de que se habría despertado
agotada, ahí estaba tocando en la clase de su amigo; quizás esa fuera la única
razón por la que no estaba a su lado al despertar... se acercó hacia su música
y se quedó a verla tocar tras la cristalera, qué hermosa era, incluso con las
ojeras marcadas por el cansancio... y qué capacidad de abstraerse de lo que
le rodeaba y fundirse con su instrumento; podría estar todo el día mirándola
completamente ensimismada... fue a apoyarse en el cristal y... ¡ plaffff ! …
no había cristal, justo ese ventanal estaba abierto...Paula dio de bruces contra
el suelo acompañando la caída con un enorme grito...

La música cesó y sin atreverse a levantar la mirada del suelo, se dio


cuenta que alguien llegaba a su lado y le preguntaba si se encontraba bien...
ella sólo pensaba “por favor, que nadie me mire...”; se levantó como si nada,
con las orejas completamente rojas, sacudiéndose la ropa y levantando la
mano a modo de disculpa se dio media vuelta para escapar de todas aquellas
miradas entre sorprendidas y divertidas... no sin antes darse cuenta de que
Raquel cubría su boca con la palma de su mano tratando de contener su risa
y la miraba con esa picardía que le derretía...

No paraba de resoplar pensando en el ridículo que acababa de hacer


cuando vio que Alberto iba tras ella... se dio la vuelta para esperarle porque
lo único que quería era esconderse entre sus brazos mientras escuchaba las
carcajadas de su amigo.

Al tenerle entre los brazos recordó que le había engañado, había pasado
la noche con la mujer que le traía loco desde que llegaron a ese hotel y ni tan
siquiera le había podido confesar que a ella también le atraía... le cogió de la
mano, no sin antes darle un beso en los labios, le quería con locura y había
llegado el momento de sincerarse con él, contarle lo sucedido y atenerse a
las consecuencias, primero era su amigo...aunque la noche anterior, mientras
Raquel la abrazaba, ni lo recordara...otro de los motivos por los que tenía
tanto miedo a lo que la morena le hacía sentir...todo parecía dejar de existir
cuando estaba con ella... ¿ pero cómo contarle algo que ni ella misma
entendía?.

Hacía un sol espléndido esa mañana; se había colocado unas gafas de


sol que tenía en el despacho, aparte de lo molesto de la luz en los ojos, no
quería perder detalle de todos y cada uno de los pasos de Paula; llevaba un
buen rato hablando con Alberto, la vio besarle en los labios y abrazarle,
después pasearon por el jardín y acabaron sentándose en su mesa favorita...
Raquel había vuelto a su casa, cargada con su violonchelo, y sin dejar de
mirar a los dos amigos en la distancia; hubiera deseado que la rubia aún
estuviera en su cama para volver a enredarse en sus brazos y, en cambio, el
tiempo de la rubia era de él... ¿qué estaba pasando...?. Se sentó en su porche,
mientras tomaba un buen tazón de leche con café, la falta de sueño y el
agotamiento de la noche anterior comenzaban a hacer mella en su cuerpo,
aparte de la energía que perdía cada vez que tocaba su instrumento, lo
entregaba y daba todo en esos momentos, se vaciaba... ahora tocaba volver
a llenarse. Acompañó la leche con unas galletas, eso ayudaría...

Vio como Alberto abrazaba a su amiga mientras ella escondía la cara


en su cuello, después volvieron a besarse en los labios...Raquel no daba
crédito, no los había visto besarse de aquella manera en todos los días que
llevaban allí... Paula se quedó sola, sentada en el parque, esperó, sabía que
miraría en su dirección y así lo hizo...se levantó, parecía insegura de qué
camino tomar... “que venga hacia mí, por favor, que venga hacia mí...”- se
repetía Raquel, pero la rubia dio media vuelta y caminó en dirección al hotel,
tras Alberto...

Llamó por teléfono a Fernando, no quería que la molestaran en todo el


día, había decidido meterse en la cama y desaparecer arropada con su olor,
aún permanecía en la habitación e impregnaba sus sábanas. Necesitaba
dormir, entre los recuerdos de la noche anterior y los sueños que estuvieran
por venir...

Sólo un par de horas después abrió los ojos, se sentía descansada, estiró
todo su cuerpo, de nuevo su aroma...tenía que hacer algo, las cosas no podían
quedar así... cogió el teléfono, llamaría a su habitación, esperó un tono, dos...
nadie contestaba. El día pasaba y lo único que quería era estar con ella... de
pronto, recordó que el grupo se iba por la tarde a la ciudad, última tarde de
compras o de relax antes del regreso a sus casas, a la mañana siguiente se
marcharían y en pocos días un nuevo grupo llegaría... se encogió sobre sí
misma, abrazando la almohada... ¿Y Paula?
Entonces lo advirtió, alguien la observaba desde el jardín, agazapado
tras el ventanal de su dormitorio, se quedó paralizada de miedo durante unos
segundos, sin saber cómo reaccionar; su instinto de supervivencia le dijo que
siguiera comportándose de una forma natural, así que controló su impulso
de salir corriendo y se levantó tranquilamente de la cama para dirigirse hacia
el cuarto de baño y salir del ángulo de visión del intruso, una vez cerrada la
puerta, se dio cuenta que si abría la ventana del baño podría ver de quién se
trataba y, con suerte si no hacía ruido, ni lo notaría... muy lentamente giró la
manivela y entornó la ventana un poco, lo suficiente para ver... no se lo podía
creer...

Cerró la ventana, se puso el albornoz sobre el pijama y salió, como si


nada, del baño, dirigiéndose al salón mientras tarareaba; tras el biombo no
podría ver cómo abría la puerta principal de la casa para salir al jardín... y
eso hizo, rodeó la casa, su intención no era otra que cazar al cazador...y allí
estaba, a solo unos pasos de ella, intentó poner cara de circunstancia, pero la
sonrisa se le escapaba...la presa sólo ansiaba devorarla...

- ¿No sería mejor si entraras?...

Se levantó de un salto, sorprendida y con el corazón a mil, era su voz,


era ella, la había descubierto, se quería evaporar, diluir, aupar encima del
tejado, cualquier cosa menos tener que dar la vuelta para mirarla; no hizo
falta, Raquel se adelantó para colocarse frente a ella, con esa sonrisa irónica
y pícara que solo ella era capaz de esbozar y al verla tan avergonzada, se
acercó aún más a ella, quería atraparla con sus garras y clavar sus
colmillos...se pegó a ella todo lo que pudo sin llegar al abrazo, transpiraba
deseo, su boca la buscaba y ella seguía sin poder mirarla...

- Paula...- no podía resistirse a esa voz ronca y sugerente que ponía


en los “momentos”, alzó la mirada hasta sus labios, que se movían para
hablar- ¿Quieres pasar lo que queda del día...- se detuvo para darle un leve
beso- ... y la noche conmigo?
- Qué vergüenza...no sé qué estarás pensando de mí...- Paula dio un
paso atrás aturdida y aún azorada por la situación en la que acababa de ser
descubierta, a punto de dejarse llevar por los labios de Raquel pensó que
tenía que darle una explicación, pero la morena sólo parecía querer encontrar
respuestas en su boca; puso las manos en su cintura y volvió a atraerla, no la
dejaría marchar ni se apartaría un solo segundo de ella en las horas que le
quedaban al día...

- ¿Quieres saber lo que pienso de ti?...- susurró a su oído para


continuar marcando con su aliento la línea de su cuello, sin rozarlo, Paula
sentía la caricia de su calor, mientras aspiraba su olor...- Me encanta estar
así contigo y estoy deseando que entremos para besarte...- sus labios
mordieron suavemente la comisura de sus labios, mientras la apretaba aún
más a su cuerpo. Paula suspiraba- aunque creo que no voy a poder esperar...-
sus manos se colaron dentro del jersey, arañando suavemente con sus uñas
la piel de su espalda.

- Raquel, espera...- Paula trató de apartarse quiero darte una


explicación...- la morena bajó los brazos aguardando un momento más
oportuno, no podía dejar de desear estar pegada a su piel.

- Vale... pero me la das dentro de casa...- levantó una de sus manos


ofreciéndosela, Paula sonrió, se dejaría llevar de su mano a donde fuera...-
¿Has comido?

- No... - le encantaba la sensación que tenía al ir de su mano, era tan


nuevo todo lo que sentía a su lado, como si a cada paso que daba la morena
trajera aventuras por descubrir-... esa es parte de la explicación que quería
darte...- entraron en la casa y justo al cerrar la puerta Raquel se volvió hacia
ella para escucharla, sin soltar su mano y haciendo que Paula no tuviera más
remedio que apoyarse en la pared, mientras tragaba saliva con dificultad; si
la morena seguía acercándose de esa manera no podría terminar de hablar;
sus labios eran perfectos para perder las ganas de hablar y dedicarse a
acariciarlos, mimarlos y morderlos todo el día, sin necesidad de palabras
diría mucho más. Pero se había empeñado en hablar...- Vine para ver si
querías comer conmigo, pero Fernando me había dicho que ibas a
descansar...así que miré por tu ventana por si dormías para no
despertarte...Raquel la miraba muy atenta-...por eso me has encontrado de
esa manera...- terminó con una amplia sonrisa, triunfante por haber podido
decir lo que quería, por fin.

- ¿Y acababas de asomarte a mi ventana y justo he despertado y te


he visto?- preguntó incrédula.

- Uhm...no...- El color de las mejillas de Paula comenzaba a cambiar,


Raquel la había pillado, claro- llevaba un rato...ya sabes...por si
despertabas...- no podía decirle que ya lo había hecho en otra ocasión, ni que
lo hacía porque le encantaba observarla sin que lo advirtiera, aún no tenía
confianza para confesarle algo así, tampoco para llamar a su puerta y decirle
que deseaba volver a meterse en la cama con ella.

- Vale... ya me has dado tu explicación...Gracias...se acercó un poco


más.

- De nada...-ahora eran las manos de Paula las que se apoyaban en


la cintura de Raquel atrayéndola- Y a tu pregunta... la respuesta es...-
escondió la boca en su cuello a la vez que desanudaba el cinturón del
albornoz de la morena e introducía sus manos levantando el pijama lo
suficiente para poder rozar y acariciar esa piel que no paraba de llamarla,
marcó su vientre y dibujó un camino con las yemas de sus dedos hasta el
arco de sus pechos; escuchaba su respiración fuerte, quería el gemido...-

Sí...me encantaría pasar el día y la noche contigo...mordió su cuello,


sintiéndola temblar y llegó el jadeo mientras acariciaba sus pezones con las
palmas de las manos, sin prisa pero sin tregua, la tenía entregada y no había
hecho más que empezar... buscó su boca con ansia y necesidad para
quedarse...

Raquel recuperó la fuerza con la llegada de su boca, la fuerza para


arrancar, apartar y dejar caer todo lo que se interpusiera entre sus pieles,
mientras la empujaba hacia el sofá, sentándose y colocando a Paula sobre
ella; la premura por poseerla, hizo que se adentrara en ella inesperadamente,
haciendo que se apartara de su beso para agarrarse fuerte a su espalda y
gritar...la morena la miraba para intuir lo que deseaba y supo que tenía que
seguir, mientras sentía cómo la mano de Paula se abría paso entre sus
piernas, de la misma manera, de igual a igual... sus movimientos, su olor, su
sabor le llevaban a la locura y no le importaría quedarse en esa sinrazón
siempre que ella le acompañara...

Cayó sobre su hombro, rendida ante tanto placer, abandonada a sus


brazos y a lo que con ella quisiera hacer... Raquel también jadeaba en su
oído y comenzó a acariciarle la espalda en señal de intimidad y complicidad,
estaba a gusto con ella acurrucada; buscó la manta del sofá y la
tapó...mientras respondía a la sonrisa de Paula.

- ¿De qué te ríes?...- veía sus ojos muy de cerca...

- No me imaginaba que fueras tan atenta y cariñosa...

- ¿Y cómo creías que era?...- Raquel siguió su juego, le encantaba


ver esa sonrisa perfecta que tenía.

- Estúpida y engreída....jajajaja

- Vaya...eso me lo dicen a menudo...tendrás que probar a decirme


algo diferente...- contestó mientras comenzaba a hacerle cosquillas,
provocando que Paula tratara de zafarse de sus brazos.

- Pero si apenas te conozco...

- Tienes todo el día de hoy para conocerme...-Raquel se levantó del


sofá, llevándose la manta con ella...- hasta entonces dejaré de ser atenta y
cariñosa...
- Ehhhhhhhhh- Paula protestó, pero la morena ya corría hacia su
habitación; se quedó un momento a solas, tratando de reconocer esa
sensación que tenía clavada en el pecho, sin conseguirlo, le inquietaba no
tenerlo bajo control, pero el deseo de estar junto a Raquel le superaba; fue
en su busca, estaba tumbada en la cama, de costado y desnuda... era
sencillamente preciosa...su semblante era serio, pensativo... ¿se daría cuenta
de lo sensual que podía llegar a ser?...

- Ven...- imposible no obedecerla, mientras se acercaba vio su


libreta sobre la mesa de noche y la cogió...

- Puedo...me gustaría...- de nuevo no sabía cómo decirle lo que


quería, ella acostumbrada a dar conferencias y clases maestras sobre Historia
de la vida y costumbres de otros... se quedaba sin palabras, en su día a día,
frente a una morena...- hacer un esbozo y dibujarte así...

- ¿Desnuda?- Raquel sonrió pícara- Uhmmm...claro; me encantará


que algún día me recuerdes de esta manera...alzó su mano para que Paula la
tomara y poder tirar de ella para que se tumbara a su lado, necesitaba besarla
y volver a perderse dentro de ella con todos y cada uno de sus sabores...
Paula advirtió lo que venía si dejaba que la besara, así que le dio un beso
rápido y saltó de la cama, dejándola plantada y con la boca abierta.

- Lo sé, lo sé... te prometo que no tardaré pero tengo que hacerlo, no


te muevas por favor...- al ver que Raquel iba a protestar, trató de calmarla-
shssssss, en cuanto termine no me volveré a apartar de ti ni un solo
momento....

Desencajó su lápiz, unido a la libreta y comenzó la transformación...

ºººººº

Se hubiera sentido intimidada por su forma de mirarla si ella misma no


reconociera el estado de concentración en el que se está sumergido durante
el acto creativo, fijas tu atención en lo que deseas crear y lo demás se
mantiene a distancia o desaparece; incluso el manejo del espacio y el tiempo
es distinto, parece que pueda ser controlado hasta el punto de dejar de
preocupar; haces lo que quieres hacer y lo haces con fervor y adoración, el
resto no importa...

Y sentía cómo Paula la estaba creando cada vez que la contemplaba;


había comenzado con un esbozo general, después se detuvo en pies y manos
y el resto de su cuerpo, el brillo de sus ojos se hacía más intenso en
determinadas zonas, podía reconocer el deseo hasta el punto de llegar a
sentirse acariciada por sus miradas o por alguna mueca de sus labios o al
alzar la mano en el aire tratando de encuadrar alguna línea concreta para,
finalmente, detenerse en su rostro; su cuello, su boca, sus ojos... había estado
reprimiendo sus ganas de arrebatarle ese lápiz y dar por terminado el posado,
el juego de miradas era insufrible ahora que sabía lo que podía tener entre
sus brazos y aunque al día le quedaban aún muchas horas, no le parecían
suficientes para todo lo que faltaba por hacer...

Ahora Paula dibujaba sus ojos... toda esa orilla de arena acariciando la
ola, ¿o es el mar el que descansa en la orilla de su incesante ir y venir?... en
todo caso abría grietas en su pecho... ¿o sería Cupido lanzando sus invisibles
flechas? A este paso le haría morir... porque no podía quedarse en esa mirada
sin que todo su cuerpo reaccionara y ya no quería disimular ni esconder lo
que estaba sintiendo, dejaría que Paula lo reconociera...no tenía nada que
perder... y mucho que ganar.

Primero, las sonrisas algo cohibidas, para dar paso a un breve instante
de calma y tanteos; después ese dolor que te encoje el alma cuando sabes
que estás ante algo muy grande, tanto que necesitas acallarlo, quitarle
relevancia en cierta forma porque da miedo... toda esa mar en su ojos y el
agua tan transparente, se veía todo y apetecía adentrarse en el abismo de sus
profundidades... se lo estaba diciendo, no había dibujo ni pintura que
sustituyera los momentos por compartir...la ola acariciaba los ojos de Paula
empapándolos; soltó el lápiz y el cuaderno y fue a buscarla, envolviéndola
en sus brazos; se colocó sobre ella, sólo dejaría de mirarla para perderse en
su boca...esperó un poco más para besarla, sabía que al hacerlo se entregaría
como nunca antes y que daría color y vida a cada trazo de su dibujo... no
supo por qué, pero eso beso fue muy distinto a los anteriores; no era
momento de preguntas, ya vendrían después...

Acariciaba su pelo, Raquel había dejado la cabeza apoyada sobre su


vientre y se había quedado dormida...Paula iba y venía del sueño,
no queriendo dejar pasar los minutos sin ser consciente de todo lo que
rodeaba a la morena; su estómago rugió, miró el reloj, casi las seis de la tarde
y aún no había comido, sólo una fruta antes de ir a buscar a Raquel y ésta
sólo parecía querer morder su piel y su carne... se rio en silencio...qué
ocurrencia, pero es que era insaciable...” Me encanta” quiso pensar, pero no
pudo evitar que saliera también por su boca...

- ¿Qué te encanta? - la morena se movió sobre su vientre mientras


despertaba y subía hasta llegar a la altura de su cara...las dos sonreían de tal
manera que cualquier observador externo hubiera comprendido a la primera
lo que entre ellas estaba sucediendo; pero no era momento de pensar y
comprender para ellas, sí lo era de hacer, ser, actuar...

- Eh...digo que me encantaría...- una cosa era pensar lo que sentía y


otra muy distinta decirlo en voz alta delante de la persona que se lo hacía
sentir, aunque esa sonrisa siguiera ahí y fuera correspondida -... comer algo...

- Uhm...cierto...- Raquel se abrazó aún más fuerte, dejando su boca


junto a la suya-...no hemos comido...

- Raquel...jajajaja... ¿no vas a darme de comer?...

- Llamaré al hotel que nos lo preparen....- Raquel se incorporó para


alcanzar el teléfono de su mesita de noche...- ¿Quieres algo en especial?...

- ¿No tienes nada en tu frigorífico?...

- Nunca cocino...creo que hay algo de fruta; chocolate también te


puedo ofrecer, me lo mandan de Italia, Suiza... ¡buenísimo!- la cara de Paula
era un poema, acababa de descubrir algo que la morena no hacía, cocinar-
Mejor llamo al restaurante...-Mientras daba las indicaciones por teléfono, la
rubia se levantó de la cama para ir al baño, necesitaba una ducha. “Le
mandan el chocolate de otros países...”- se dijo en voz baja... ¿Qué decía eso
sobre la morena? No había dejado de hacer el amor con ella desde la noche
pasada y seguía sin saber apenas nada...sólo que besaba genial...volvió a
sonreír...su boca y cualquier parte de su cuerpo...” Basta Paula- se regañó así
misma por no ser capaz de pensar en otra cosa que no fuera...ejem... ¿qué
más?”...que tocaba el violonchelo, pintaba y se ocupaba del hotel y, en
ocasiones, vestía uniforme de empleada, aunque se comportara como una
jefa que tenía casa en el mismo recinto del hotel, el resto de empleados se
marchaban por la noche a la ciudad para volver al día siguiente, sólo
Fernando permanecía en el hotel después de la cena, de hecho parecía vivir
allí. Era obvio que los dos amigos se ocupaban de todo... ¿Y cómo era
posible que el chico no estuviera completamente enamorado de semejante
mujer? Ella en dos semanas había caído en sus brazos, increíble y aún más
lo era que deseara seguir deslizándose por su cuerpo sabiendo lo breve que
era la línea de tiempo que las separaría o precisamente por ello, quizás todo
se potenciara a sabiendas de lo leve que sería el tiempo compartido... sintió
ese vacío en su estómago, pesaba y dolía y no por falta de comida. Se
encogió un poco sobre sí misma y metió la cabeza debajo de la ducha antes
de sentir, de nuevo, sus brazos rodeándola por la espalda.

- ¿Estás bien? - sus labios pegados a su oreja y su cuerpo a la espera


de una respuesta...

- Si...sólo que mi estómago pide llenarse... ¿ya viene la comida?-


intentó mantenerse apartada de Raquel, prosiguiendo con la ducha, pero la
morena no quería darse por enterada.

- En 20 minutos... crema de calabaza y pollo con verduras...está en


el menú de esta noche, lo que tarden en calentarlo y prepararlo para traer...-
acercó aún más su cuerpo, sus manos se hacían paso entre la espuma del gel
en dirección al vientre y el pecho de Paula y su lengua, sin previo aviso,
comenzó a recorrer su oreja...- Sé que te gusta...
- Sí...mucho...- contestó sintiendo cómo las fuerzas le iban
flaqueando - ¿Por qué lo sabes?

- Lo comiste la semana pasada...y vi cómo disfrutabas... - mordió su


oreja mientras introducía la mano entre sus piernas...Paula no pudo más,
tenía que parar todo aquel deseo que cubría su piel con una espesa capa de
miel, adhiriendo sus cuerpos; cuanto más la probaba más le costaba apartarse
de ella...¿y mañana? ¿Qué haría con toda esa miel? - ...entonces yo ya te
observaba...- Paula detuvo el avance de su mano y se dio la vuelta para poder
mirarla de frente, Raquel insistió tratando de amarrar su boca, tuvo que
inclinar un poco su cabeza hacia atrás para no dejarse atrapar, dejando que
los labios de la morena besaran el aire. Entonces miró directamente a sus
ojos y pudo ver que estaban llenos de interrogantes y el primero en llegar
buscando respuesta...- ¿Por qué?- dio un paso hacia atrás, tendría que aplazar
la necesidad de calmar su deseo de ella, la soltó.

- ¿Por qué te observaba? - comenzó a enjabonarse sin apartar los


ojos de su mirada-...Pues...no sé...- ni tan siquiera ella había resuelto el
enigma-...quiero decir que...me sentía atraída por ti...- sonrió y se atrevió a
robarle un beso fugaz, tratando de disimular la timidez de un momento
nuevo para ellas- … no podía dejar de mirarte siempre que tenía ocasión...-
volvió a dar un paso hacia adelante, entre la broma y la seducción quería
traerla de nuevo a sus brazos, imposible darle un no por respuesta, Paula le
colocó los brazos alrededor del cuello, mientras encajaba sus piernas entre
las de ella. Escuchar en voz alta ese “ atraída por ti” le bastaba por el
momento, era evidente después de las horas pasadas juntas, pero nada como
oírlo de su boca acompañado de esa mirada tan sensual y de un “no podía
dejar de mirarte”...

- Uhm... ya ves que fácil es contentarme...- la besó queriendo


quedarse, sólo una última confesión, necesitaba hacerla antes de
abandonarse a sus labios...- Yo tampoco podía dejar de mirarte...- le susurró
entre suspiros-...te dibujaba en mi cuaderno...tus brazos, tu pelo, tu boca...-
y mientras lo decía acariciaba cada parte del cuerpo mencionada.
- Lo sé... lo sé...- Raquel necesitaba apoderarse ya de su
cuerpo...pero Paula de nuevo se detuvo...

- ¿Lo sabes?...- la miraba extrañada-¿Sabes que te dibujaba? -la


morena no podía creerlo, era evidente.

- Paula... tu libreta...- en cuanto lo dijo, impaciente porque se dejara


arrastrar, se dio cuenta, acababa de reconocer su falta. Ahora la rubia sí que
deshacía el abrazo con mirada acusadora.

- ¿Has leído mi libreta?...- al ver cómo Raquel bajaba sus brazos y


su cabeza reconociendo el delito, salió de la ducha, un puñal en la espalda
hubiera dolido menos.--...Tú... tú...- fue detrás de ella que ya se cubría el
cuerpo con una toalla para salir del baño...- ¿Cómo has podido inmiscuirte
así en mi vida?

- Paula espera... yo...- la cogió por el brazo para detenerla, la furia


bañaba también sus ojos; la hizo temblar, además del frío, ella seguía
desnuda y mojada-... escúchame por favor...- buscó las palabras apropiadas
y precisas para explicar su error- yo ...ansiaba saber de ti y tú... no...parecías
querer estar “así” conmigo- lo dijo señalando el momento y la ocasión.

- ¿Esa es tu excusa?...- la rubia comenzó a vestirse, siguiendo el


rastro de ropa que habían dejado por el salón, ante la mirada atónita de
Raquel; sabía que no había hecho lo correcto, pero estaba siendo sincera y
mostrando el motivo, el deseo irrefrenable por saber de ella. Le tiró la toalla,
su intención era que se tapara, pero también parecería un desprecio y aun así
no le importó, ella también quería clavarle lanzas. Se fue hacia la puerta y
cogió, por último, su abrigo...sabía que al salir tendría mucho frío, ya era de
noche, llevaba el pelo mojado y un nudo en la garganta que casi le ahoga
cuando se volvió a mirarla una última vez... y antes de cerrar la puerta, su
voz...

- Paula, espera…
ºººººº

Se daba cuenta, a cada paso que daba más difícil sería volver a ella y a
esas horas que les quedaban; la indignación y el enfado la alejaban de aquella
casa, pero en alguna parte, ahora silenciada de su cabeza, una voz pujaba por
hacerse oír y pedía que desande lo andado y regresara a aquella casa... en
algún momento tendría que escuchar...de pronto, se dio cuenta - ¡Mierda!-
La dichosa libreta seguía en poder de Raquel; se giró para volver, pero solo
dio dos pasos para detenerse... el puñal en la espalda se abría paso hacia el
pecho...la rabia y el orgullo mantenían a raya el dolor, ¿quién se había creído
que era la engreída esa?. Haciendo lo que le daba la gana, apoderándose de
algo que no le pertenecía para adentrarse en su mundo, lo que plasmaba en
aquellos folios era íntimo y personal, sólo había dejado que traspasaran las
tapas un par de personas; Alberto, ante quien cedió tras su curiosidad casi
morbosa y su compañero Ces, de quien buscaba consejo profesional para
ciertos detalles de investigación histórica, le apasionaban sus cuadernos y
sus dibujos, siempre le animaba a hacer algún tipo de exposición con ellos.
Nadie, nunca, había sido capaz de arrebatarle algo tan suyo de la manera en
que lo había hecho Raquel, sin su permiso y aún a sabiendas de lo que hacía.

- Y ha tenido que ser ella...y ahora...- murmuró. Ojalá no hubiera


tenido que enterarse hasta que ese día y su noche hubieran transcurrido, por
un momento, abandonó su ira y deseó poder volver a ese instante en que lo
supo, para borrarlo, quitar aquella pregunta de esa escena y que el día diera
paso a la noche y a la continuidad de todo lo que estaba sintiendo entre sus
brazos....- Maldita sea...- de nuevo la tormenta impidiendo oír cualquier otro
sonido. Se marchó hacia el hotel, estaría sola, probablemente el grupo no
volvería de la ciudad hasta la cena, aún faltaba una hora, solo quedarían los
empleados; se cruzó con uno de ellos en recepción, al pedir la llave de su
habitación, se encerraría hasta que volviera Alberto... acababa de encender
la luz de su habitación cuando el teléfono comenzó a sonar; o la llamaban
de recepción o… ¿sería ella?... Ni su nombre quería pronunciar...la única
forma de saberlo era descolgar el auricular y así lo hizo.

- Paula...- no la dejó continuar.


- ¿Puedes dejarme tranquila?... -quería colgar, pero el tono de su voz
le impedía soltar el aparato.

- No estás siendo justa, no entiendo por qué no aceptas mis


disculpas...- prefería no contestar a eso, estaba intentando controlar su
enfado para no ponerse a gritar y decir cosas que igual podían doler, guardó
silencio y Raquel lo tomó como una oportunidad para volver a intentarlo-
Paula... dime qué puedo hacer...yo...vuelve a mi casa y hablamos, por
favor...

- No...ahora sólo quiero estar tranquila, no quiero hablar contigo, ni


quiero nada de ti ¿entiendes?- lanzando todo esto se desinfló de tanta presión
contenida, pero el silencio de Raquel le hizo pensar que igual se había
pasado.

- Creo que tu reacción está siendo desproporcionada - por fin habló,


pero el tono de su voz se había endurecido; ahí estaba su altanería, la niña
no admitía un no por respuesta.- Y sinceramente... sé que no está bien lo que
hice, pero no me arrepiento de haberlo hecho, porque ¡esa libreta dice mucho
más de ti de lo que has sido capaz de contarme en dos semanas!

- Vaya... ¿ y lo dices tú?...- esta sí que era buena Pues ya ves... tanto
interés para llevarme a la cama... ya lo has conseguido - más que decirlo, lo
escupió- y por cierto, quiero mi libreta ¿ la puedes dejar en recepción metida
en un sobre? No quisiera que nadie más sintiera el impulso de conocerme
mejor de esa manera... - aguardó, esperaba el contraataque de la morena,
pero no llegó, en vez de eso, distancia y aparente indiferencia.

- Si eso es lo que quieres...- después colgó, dejándola con la palabra


en la boca y aún más indignada. Decididamente era una engreída... se quitó
los zapatos y se tumbó en la cama tratando de hacer respiraciones para
controlar las ganas de volver a descolgar el teléfono y decirle, como mínimo,
que era una niñata...lo estaba consiguiendo, pero no entendía que le vinieran
a la mente imágenes de todo aquel día junto a ella y lo que no esperaba eran
aquellos golpes que llamaban a su puerta y al abrir, verla con aquella mirada
de felina dispuesta a lo que fuera con tal de conseguir lo que había venido a
buscar.

Empujó lo suficiente la puerta para poder entrar y se dio la vuelta para


encararla.

- ¿Te he invitado a entrar? - Paula se aferraba a su ira para no


sentirse desprotegida ante la fuerza arrolladora de la morena.

- Es la confianza que da el habernos pasado el día revolcándonos en


mi cama...-después alzó la mano, enseñándole a la rubia su libreta,
desafiante.

- Eso ha sido...- ni miraba el cuaderno, ahora era lo que menos le


importaba.

- ¿Vulgar?...

- Innecesario Raquel...- la situación se le hizo insoportable, no


quería discutir de esa manera; aún no había cerrado la puerta de la
habitación, así que lo hizo y después pasó junto a la morena tratando de no
rozarla; demasiadas emociones extremas en un mismo día y la causante de
todas ellas seguía reclamando su atención. Se sentó en la cama algo mareada;
no había comido nada y dormido muy poco, era suficiente por hoy... no
podía más.

Raquel se colocó en la cama de Alberto, frente a ella, había notado


cómo palidecía.

- Paula... ¿te encuentras mal?

- No... sólo necesito comer algo, descansar un poco...- al ver la


mirada de preocupación de la morena, decidió dar por zanjado el tema, de
momento y a su manera- ... y recuperar mi libreta...
- Está hecho...- descolgó el auricular del teléfono y pidió que
subieran a esa habitación la cena que había pedido para su casa, al colgar y
ver que la miraba con cara de sorpresa, sonrió- uy perdón, me olvidé
preguntarte... ¿quieres cenar conmigo?- ahí estaba esa sonrisa pícara ante la
que era imposible hacerse la dura y no responderle.

- Ya lo has decidido tú todo... así que...

- Exacto, quítate el jersey y descansa en la cama...se sentó junto a


ella con la excusa de ayudarla, cuando se quedó en camiseta interior, puso
la libreta en su regazo, mientras le pedía de nuevo disculpas con los ojos... y
con la boca.- Lo siento...- qué poco tenía que durarle el enfado por muchas
razones que tuviera, empezaba a pensar que tenía un serio problema...esa
mujer, además de engreída era adorable...y su mano en vez de coger por fin
el cuaderno por el que había peleado con ella, se dirigió hacia su cara para
acariciar la línea de su mandíbula y su boca; y lo hubiera hecho si no fuera
porque la cena llamaba a la puerta, haciendo que su mano se quedara en la
intención y ella con las ganas de tocar esos labios. Raquel fue a recibir la
camarera, el olor de la comida ya les levantó el ánimo y alivió el mal humor,
aunque decidió que no le podía ser tan fácil a la morena que se olvidara de
lo que había hecho, por mucho que los minutos pasaran empujados por las
manillas del reloj...

Y su amigo, sin quererlo, le ayudó a conseguir esa distancia que


pretendía; entrando en la habitación justo cuando la camarera se marchaba.
Venía contento de su excursión a la ciudad con el grupo, pero se sintió algo
incómodo al ver a las chicas juntas y dispuestas a cenar en la habitación; aún
le molestaba, en cierta forma, lo que había entre ellas; por inesperado y por
sentirte algo tonto ante la situación. No sabía cómo comportarse, ni qué decir
ni hacer, tampoco a qué atenerse, era psicólogo sí, pero ante todo hombre y
al gallito del corral las gallinas no le hacían caso. Después de saludar y ser
correspondido, se disculpó para marcharse...

- No os preocupéis chicas, me marcho a cenar, así vosotras estáis


solas...
- Alberto espera, cuéntanos un poco hombre...- Paula notó lo que
sucedía y aquella también era su habitación-... llevo sin verte todo el día y te
echo mucho de menos...- le dijo la rubia mimosa, abriendo sus brazos; el
chico enseguida acudió a abrazarla riendo. Ahora era Raquel la que se sentía
fuera de lugar, sentía celos de todo lo que Alberto conocía y a ella se le
escapaba...Esa cena que tanto quería compartir con Paula como si de su
primera cita se tratara, para entre plato y plato, hablar sobre ellas, se hacía
de nuevo lejana y quería pedirle algo, pero no se había atrevido en todo el
día por más que hubieran compartido besos, saliva y piel... se levantó para
marcharse.

- Cenad vosotros, yo bajaré al restaurante...- Alberto trató de


impedirlo, pero ella ya caminaba hacia la puerta. No pasa nada, en serio...haz
que coma, no ha probado bocado en todo el día...descansad, mañana os
espera un largo viaje...- agarró el pomo de la puerta y la miró, estaba seria
pero parecía aliviada...-Buenas noches... lanzó la despedida hacia ella,
esperando que la recogiera y se diera cuenta de la brevedad del tiempo y de
lo eterno que podía llegar a ser un momento en su ausencia...

ºººººº

Y así era, en cuanto cerró la puerta y dejó de verla...ya la esperaba...no


eran mariposas las que bailaban en su estómago, sino las tantas palabras no
dichas ni compartidas con ella; letras sueltas, formando palabras... para
decir, pensar, dar, experimentar, sentir...y que ahora se arremolinaban
inquietas, dudosas, aturdidas... esperando la serenidad necesaria y la valentía
para afrontar la verdad.

¿Había sido aquella una despedida por parte de Raquel? Sus ojos, aún
fijos en la puerta cerrada, se humedecieron; es lo que tiene la mar que te cala
hasta el último hueso. Ahora sólo deseaba dejarse mecer y llevar por sus
aguas, cuando hasta hace un momento pretendía contenerlas para no dejarse
arrastrar del todo...la contradicción de un sentimiento que ni tan siquiera es
uno, son tantos...y centrados en una única persona...
- ¿Qué ha sido eso? - Alberto le cogió la mano y cuando vio sus ojos
se acercó para acunarla entre sus brazos.- ¿Ya os habéis despedido?

- No lo sé...eso parece...- Paula se aferró a su camisa.

- ¿Vuestra primera discusión? - se apartó un poco para sonreírle y


tratar de quitar el tremendismo que su amiga le daba a la situación.

- Era ella la que tenía mi libreta y... ¡la ha leído!...dijo pretendiendo


justificar su comportamiento.

- ¡Por el amor de Dios! - se levantó con las manos en la cabeza,


exagerando sus gestos- Raquel, cómo has osado hacer semejante cosa... -
dijo clamando al cielo y como si la morena pudiera escucharle- las libretas
de Paula son intocables, no traspasables, in...- hubiera seguido si la rubia no
le hubiera callado la boca poniendo su mano sobre ella mientras reía.

- Cállate ya...Alberto... - con la otra mano tiraba de la manga de su


camisa... Lo sé, soy muy... muy... mis libretas son... quiero decir que yo...-
de nuevo no encontraba las palabras para definirse.

- Tú y tus libretas sois inseparables e inescrutables...no compartes lo


que hay en ellas, al igual que no expresas lo hay dentro de ti...- se puso serio.

- Eso no es verdad...tú me conoces...- la rubia volvió a su cama.

- Paula, ¿qué sientes por Raquel?... - la pregunta le pilló


desprevenida, intentaba componer palabras para dar salida a sus
pensamientos y contarle a Alberto, pero no podía.

- No lo sé...esto es tan... tan distinto...- bajó la cabeza rendida ante


la evidencia, su amigo tenía razón, era incapaz de expresar sus sentimientos,
decirlos, contarlos.

- ¿Distinto? Porque es una mujer...- trataba de sonsacarle...


- No y si...eso es lo que menos me importa, la verdad...es por lo que
siento estando con ella...- la lágrimas volvieron a aparecer mostrando lo
angustiado del momento -nunca antes me había sentido de esta manera...

- Hey, hey...- volvió a abrazarla- ¿Y ella? ¿Crees que le ocurre lo


mismo?

- No lo sé... creo que sí...porque cuando estamos juntas


es...es...increíble- ahora sonreía tímida, iba de un extremo a otro, lo que
indicaba lo confuso del momento en el que se encontraba por maravilloso
que fuera.

- Uhmmmm... espera que me lo estoy imaginando....- recibió un


puñetazo en pleno estómago- ayyyy jajajajaja, para....- le cogió la cara entre
las manos para que atendiera bien lo que iba a decirle- Ve detrás de esa
morenaza, no quiero volver a verte el pelo hasta mañana... ¿entendido?...

- No, no, no... -Alberto la cogió de la mano y empujó de ella hasta


la puerta- Espera, esto tengo que pensarlo...no sé si es mejor dejarlo tal y
como está, de lo contrario tendré que volver a separarme de ella mañana y...
es difícil...

- Cariño, si tan increíble es cuando estáis juntas... no lo dejes pasar,


mañana ya se verá....- abrió la puerta, la empujó suavemente fuera de la
habitación y cerró, dejando a Paula con la boca completamente desencajada
y antes de que pudiera mover un solo músculo, volvió a abrirla- Toma, tu
libreta, ya sé que sois inseparables... se la colocó en la mano, le guiñó un ojo
y volvió a cerrar.

“Esto es ridículo.” - pensó, guardándola en uno de los bolsillos traseros


del pantalón...ni se había podido cambiar de ropa.

- Y aún no he comido nada...


Dos opciones ante sí, volver a entrar en la habitación ignorando las
reprimendas de su amigo o bajar las escaleras para encontrarse con ella;
respiró profundamente, la suerte estaba echada… incluso mucho antes de lo
que imaginaba...

Se sentó en el último escalón de la escalera o el primero de la bajada


hacia la otra planta; pensaba lo que le diría cuando estuviera frente a ella,
¿qué podía pasar si era sincera?... con todas sus contradicciones y certezas...
¿era el momento? ¿Demasiado precipitado decirle que deseaba que
continuara en su vida? Volver a su rutina diaria y dejar de pensar en ella se
le hacía inimaginable...ni aunque quisiera, podría dejar de recordar su sabor,
su aroma, su forma de reír y de mirarla con completa entrega, su voz...si
acababa de marcharse de su habitación, en lo que parecía una despedida
definitiva y se le salía el alma de cuajo; aún no podía poner nombre a lo que
sentía en su presencia pero sí a lo que le traía su ausencia, alzó la vista hacía
el gran ventanal por el que Alberto la invitó a mirar el primer día, era de
noche, pero podía recordar todos y cada uno de los colores de aquel lienzo
de vida; un gran símil de lo que serían sus días sin ella, vacíos de aquella
mezcla única de colores, podría recordarla siempre, pero no la tendría.

- ¿Cómo me he podido meter en este lío?- no le importó increpar al


aire, nadie la oiría y si lo hacían, que le trajeran respuestas, les estaría
eternamente agradecida...
Capítulo 7: El retrato de la madre

Parecía estar escuchando todas y cada una de las voces de sus


antepasados reclamándola tras la puerta de su despacho, la que abría
directamente hacia el ala del hotel donde habían habitado tres generaciones
Hartman; allí había pasado su infancia antes de comenzar a viajar por casi
todo el mundo, primero en compañía de su madre, después sola... aquel fue
el primer hotel que levantó su propio abuelo, era constructor , a cargo de un
tercero, y quedó tan prendado del resultado que se prometió a sí mismo
comprarlo algún día; tras ese construyó otro en Suiza, dos en Italia, uno en
Francia... por muchos hoteles que tuviera a su cargo nunca dejó su oficio,
nunca dejó de hacer con sus propias manos por más que supiera interpretar
los planos de un arquitecto; después su hijo continuó su camino, de hacedor
y sumando hoteles en otros países y el propio, hasta llegar a ella que prefirió
elegir el mundo del arte y la música; su padre sabía que Raquel no seguiría
construyendo hoteles, estaba muy orgulloso del talento artístico de su hija,
pero aunque nunca se lo dijera de una forma clara ella intuía lo que su padre
esperaba; que se casara con alguien capaz de encargarse de su legado y traer
al mundo una nueva generación de Hartman... no es que le fuera la vida en
ello, siempre pensó que pasaría sus últimos días rodeado de sus nietos a
quienes se encargaría de ir inculcando el amor por esas construcciones y las
historias vividas en ellas.

También Raquel había imaginado así su vida, su futuro, ni siquiera se


había planteado que pudiera ser de otra manera; viajando por el mundo como
concertista y el resto del tiempo ligada a su familia, a sus abuelos los
adoraba, eran todo un ejemplo para ella, admiraba la fuerza de su padre para
conseguir sus sueños y su madre era el gran apoyo en su vida. Por eso cuando
se fue...se sintió incapaz de continuar sus conciertos, ya nadie le sostenía y
levantaba el brazo para frotar el arco contra las cuerdas de su chelo... los
auditorios comenzaron a parecerle tan grandes y llenos de gente
desconocida...hacía años que su madre había dejado de acompañarla en sus
viajes; pero siempre imaginó sus ojos llenos de amor y aliento mirándola en
el instante previo...el día en que murió, Raquel se encontraba en Praga, había
terminado su concierto y llovía... no recordaba haberse sentido tan sola en
toda su vida, sólo era comparable a la memoria de su infancia y el día que
tuvo la certeza de que Ella se había marchado para no volver; esa otra figura
de mujer que dejó espacio a la madre que en ese momento perdía.

Ella… como si no supiera su nombre. ¿Cuándo decidió no volver a


pronunciarlo?

Tuvo que dejar de tocar su chelo, durante meses la música sólo sonó en
su cabeza....y ahora su corazón bombeaba sangre agitado, como si estuviera
a punto de dar el concierto de su vida no ante cientos de personas...sólo una
la estaba mirando y la escucharía... ¿sabría hacerle llegar el contenido de esa
partitura y que sintiera lo mismo que ella experimentaba al tocarla?

Iba a levantarse para ir hacia la puerta que la separaba de su hogar


familiar ahora vacío, pero el teléfono del despacho sonó, Fernando, desde
recepción le avisaba, Paula estaba preguntando por ella, la esperaría allí
sentada frente a la mesa del despacho que ni tan siquiera le pertenecía, era
de su padre; una habitación neutral para intentar no perder la cabeza en
cuanto la viera, necesitaba hablarle y escuchar, tratar de mantener una
distancia prudencial y las manos quietas u olvidaría su propósito en cuanto
la sintiera accesible.

Y allí estaba... entró algo cohibida, sin saber qué hacer con sus manos
y ruborizándose al ver cómo la miraba; intentaba no ser tan transparente pero
era evidente que no lo estaba consiguiendo y que Paula hacía un esfuerzo
enorme por mantener su mirada mientras se acercaba a la mesa.

- Impones ahí sentada...- ante la sonrisa de Raquel supo que de


nuevo la desafiaba. Esperó junto a la mesa, sin saber muy bien qué hacer,
aguardó el siguiente paso por parte de la morena-... ¿Puedo preguntarte algo?

- Lo que quieras...- Raquel se echó hacia atrás en su sillón giratorio,


en un gesto de apertura total y confianza, Paula decidió dar un paso más y
acercarse a su lado mientras se apoyaba sobre la mesa....- ¿Cuál es tu cargo
en este hotel? Porque hay momentos en que pareces una empleada más y
otros, como éste...diría que eres la jefa...

- Bueno...más o menos...- Raquel sonreía - procuro trabajar como el


que más pero en realidad soy...- lo pensó un poco y carraspeó, lo que no pasó
desapercibido para la rubia- ...la directora del hotel, por el momento...

- Vaya... te ha costado decirlo....- tenerla tan cerca le hacía desear


continuar aquella conversación entre sus brazos, en realidad, se estaba
muriendo por besarla y acurrucarse en su cuello...- ¿Y no tenéis ninguna
política de empresa que desaconseje que un empleado o directivo del hotel
se líe con uno de sus huéspedes durante su estancia en el mismo?...

- Bajo su propia responsabilidad y no en horario de trabajo...- en


realidad Raquel no tenía ni idea sobre algo así, de esas cosas se ocupaba su
padre, pero le siguió la corriente puesto que tenía su lógica.

- ¿Cuándo terminas tu turno?- los ojos de la rubia mostraban lo


inevitable y sus labios humedecidos lo carnal del deseo.

- Acabo de terminarlo... - la cogió de la mano y tiró de ella, haciendo


que se sentara en su regazo, mientras la silla se inclinaba hacia atrás; Paula
apoyó la cara en su hombro, llenándose de su aroma y sin poder apartar la
mirada de sus labios...- Paula, tenemos que hablar y quería que lo hiciéramos
en seguida...

- Después... -la cogió por la barbilla- ...Creo que hablaremos más


tranquilas y destensadas cuando... cuando...- no pudo terminar, la morena
estaba completamente de acuerdo.

- Cuando hagamos el amor...- perderse en su boca fue lo más fácil


del mundo, lo complicado fue desenredarse para acabar tendidas sobre el
suelo de parqué sin importarles nada más que el placer del otro cuerpo y del
suyo propio.
ºººººº

- Dios mío... ¡qué día!..- Paula se tapaba la cara con ambas manos,
intentando ocultar la sonrisa de alelada que tenía y, a la vez, tratando de dar
sosiego a sus párpados, notaba cómo Raquel no dejaba de mirarla y le daba
tanto miedo tirarse de cabeza en ese mar... - Me tienes completamente
agotada- dejó asomar sus ojos para encararla-. ¡Y muerta de hambre!

- ¿No has cenado nada de lo que han llevado a tu habitación?...- qué


sensual le parecía su voz ante casi cualquier situación, volvía a mirarle la
boca embobada-... yo tampoco he podido probar bocado...espera....- empezó
a abrocharse la blusa y colocarse la falda, después recogió su pelo, algo
despeinado en una coleta.

- ¿Dónde vas?...- se incorporó, recomponiendo su ropa


apresuradamente, no quería separarse de ella.

- Voy a asaltar la cocina... ¿quieres venir y cenamos en el restaurante


con todos?...- al ver el gesto de fastidio que hacía Paula, continuó- o cenamos
aquí y luego vamos paseando hasta mi casa...

- Te espero aquí...- la agarró por la cintura para susurrar en su oído-


No tardes...- Raquel le contestó acercando sus labios a los de ella para
rozarlos, después salió del despacho. ¿Cuántas puertas habían cerrado entre
ellas durante ese día? ¿Las mismas que habían abierto?

Qué extraña sensación cuando se alejaba, como si en cualquier


momento fuera posible no volver a verla. Respiró hondo y distrajo su mente
observando el despacho de Raquel, no parecía de ella, muebles demasiado
sobrios, la disposición de los mismos y lo recargado del lugar, con objetos,
figuras, cuadros, fotografías por doquier, no tenían nada que ver con lo que
parecía gustarle a la morena, nada en común con su casa. “Ser curiosa es uno
de los requisitos imprescindibles para ser una buena observadora...”,
pensaba mientras trataba de captar cada detalle del lugar y todo lo que
contenía, incluidas sus tres puertas...cerradas. Por una acababa de salir la
morena, la otra imaginaba y pudo comprobar que daba al baño y una tercera
que estaba a punto de abrir...para encontrarse con el pasillo de lo que parecía
un hogar, nada que ver con el hotel, aunque formara parte del mismo
edificio, dudó un segundo o dos, sabía que nadie le había invitado a entrar
pero le empujaba un deseo irrefrenable por saber... de todo cuanto rodeaba
a la morena. “Es lo mismo que le ha pasado a ella con mi libreta...donde las
dan las toman”.

Al final del pasillo dos cosas captaron su atención inmediata, la cola de


un piano blanco y un enorme lienzo colgado en la pared frontal; parecía un
retrato de Raquel, pero no lo era, el color de los ojos de la mujer pintada no
era el mismo, parecían negros como el azabache, el contorno de su figura y
sus brazos desnudos también marcaban diferencias, el cuerpo de Raquel era
más delgado y musculoso, estaba tan segura como las horas sumadas
recorriéndolo con sus ojos y sus manos, además se podía observar que no
era una pintura actual o no lo parecía. Y las semejanzas eran tantas que
impresionaba, era un retrato magnífico...a punto estaba de alzar su mano
para rozar la tela a la altura de los labios pintados cuando el remordimiento
le heló la mano en el camino, miró esos ojos negros, no podían estar tan
faltos de vida por muy oscuros que fueran, el pintor había errado en ese
detalle tan esencial, no supo dibujarle el alma...

- Era...- su voz la pilló desprevenida.

- ¿Tu madre?- se apartó del cuadro algo preocupada, sabiendo que


Raquel la había descubierto y que probablemente se enfadara- El parecido
es asombroso…la morena estaba apoyada en el marco de la puerta por la que
Paula había entrado, no podía distinguir su mirada, una sombra le cubría la
cara.

Sólo unos segundos de un silencio alarmante, como si se estuviera


desgarrando el espacio entre ellas y un abismo las lanzara en direcciones
diferentes.
- ¿Cenamos?- por el tono de su voz parecía seria y molesta y dicho
esto se dio la vuelta para regresar al despacho. Volvió a mirar la pintura antes
de salir y cerrar la puerta, de alguna forma supo que la imagen de la madre
se erigía como un muro en su memoria, separada del resto…

Paula fue tras ella. Intentaba aparentar normalidad, pero la sombra que
antes le impedía ver su cara parecía haber dejado cierto toque de misterio a
su gesto y a su mirada fría, allí había algo más que no dejaba salir. Deseó
abrazarla, pedirle que le contara...no era el momento.

- Lo siento...yo...- se acercó y se sentó junto a ella en un sofá, frente


al que había una mesa sobre la que había colocado distintos envases con la
comida-...no tenía que haber entrado en casa de tus padres…

- No importa...- era evidente lo incongruente entre lo que decía y el


tono en que lo hacía-...tranquila...

Cenaron hablando de lo rica que estaba la comida, del grupo...Paula


esperaba el momento de volver a sentirse tan cerca de ella para atreverse a
contarle, si de por sí le costaba hablar sobre lo que sentía, después de lo
sucedido se le hacía cuesta arriba. Minutos antes había llegado a un acuerdo
consigo misma sobre cómo comenzaría la conversación, pero ahora no lo
recordaba, estaba en blanco como cualquiera de las hojas por escribir de su
cuaderno...mentalmente se animaba, se decía una y otra vez, “ahora,
vamos...”, la morena poco a poco había vuelto a sonreír y a mirarla de esa
forma que la desarmaba, sabía que si no daba el paso pronto, la ola de nuevo
se alzaría sobre ella para cubrirla de besos y espuma. Y no se equivocaba;
con el postre, mousse de chocolate, la mar comenzó a ponerse brava...

- Es casero... lo hace Emi, nuestra cocinera favorita...cogió una


cuchara y con ella un trozo de mousse y cuando parecía que iba a comérselo
cambió la dirección para llevarlo hasta la boca de Paula- Pruébalo, es muy
suave pero te deja un sabor intenso...como tú...- la intención que estaba
dando a lo que decía enfatizaba cada letra y la potenciaba. La rubia abrió la
boca para saborearlo, quedando un poco sobre su labio inferior, antes de que
pudiera limpiarlo, la morena ya había acercado sus labios y la besaba, de qué
forma...cómo era posible que sus besos la debilitaran de aquella manera y, a
la vez, le dieran esa fuerza que le hacía responder al beso más y más, con
necesidad y ansia; qué poco tiempo habían necesitado para entender que era
puro deseo, irrefrenable e incontrolable, pero Paula se resistía a pensar que
fuera sólo eso, quería más y lo quería ya... detuvo el beso entre gemidos.

- Raquel, para o...

- Uhmmmm... que bien suena esa “o”....- la morena volvía a


inclinarse sobre ella. Sabía que tenía que parar, pero era verla y querer
tenerla entre sus brazos.

- Me debes un paseo hasta tu casa...- se levantó arrastrando a Raquel


de la mano.

- Hecho...- la siguió sabiendo que al abrir aquella puerta le soltaría


la mano y tendría que aguantarse las ganas de tocarla hasta llegar a su casa.
Salieron por una puerta lateral para evitar encontrarse con alguien, les
apetecía compartir el tiempo que les quedaba a solas, nadie más...

Andaban despacio tratando de adaptar sus pasos para caminar al mismo


tiempo, la una junto a la otra, como la noche anterior, antes de que sus
cuerpos se rozaran y bajo el mismo cielo estrellado o ¿era distinto? Ellas sí
estaban diferentes y se sentían cambiadas, por haber conocido a la otra y ese
deseo que las transformaba.

- Raquel...

- Paula....- cada vez que la llamara, con su nombre respondería; notó


como a la rubia le costaba articular palabra y trató de ayudarla a dar el paso-
Puedes decirme lo que quieras... - su voz era cálida y su mirada sincera… te
escucho...
- Yo quería... me gustaría...- respiró agitada, ya comenzaba a
ruborizarse sin remedio-...Raquel yo...creo que...- la morena aguardaba
puesto que Paula había detenido el paso y pretendía mirarla sin conseguirlo,
de pronto pareció recabar la fuerza necesaria para decir lo que ni ella misma
esperaba-... me he enamorado de ti..

ºººººº

La cara de Raquel no hacía más que reflejar su propia incredulidad,


estaba tan perpleja como ella misma por lo que acababan de oír. Paula a su
propia voz diciendo algo en lo que ni tan siquiera había pensado, la
conclusión a todo cuanto había sentido durante esos días se había precipitado
de su boca, sin vuelta atrás... ¿por qué había dicho eso? “¡Señor! Qué manera
de meter la pata... ¿Y ahora cómo salgo de ésta?”.

- No no no no...Raquel...- tartamudeando no sería muy convincente,


pero es que ni ella sabía lo que iba a decir, la declaración que acababa de
hacer era demasiado fuerte cualquier cosa que dijera, después de aquello no
tendría el más mínimo sentido...- Yo no quería decir eso...

- ¿No querías decir que te has enamorado de mí?...- Raquel no la


estaba ayudando, por mucho que su sonrisa irónica hubiera vuelto a su cara.

- Raquel...- Paula pareció dejar de respirar y de pronto resopló - lo


que iba a decirte es que me gustaría que siguiéramos en contacto, que
continuaras en mi vida a partir de mañana... de una forma u otra... pero ha
salido “eso”...- trató de hacer una gracia en un momento inapropiado - ya
ves...no sé cómo...

- ¿Te has dejado llevar por el día tan maravilloso que hemos pasado
juntas?- ahora ya no sonreía, estaba tranquila y hablaba segura- ... No pasa
nada...- se acercó un poco más a ella - y respira por favor...vamos...te
enseñaré mi lugar preferido...- la agarró de su brazo y se dejó llevar, seguía
preocupada por lo que había dicho y por sentirse tan descontrolada junto a
la morena. Había sentido su corazón latir tan aprisa que ahora parecía
dormido.

Caminaron bajo las estrellas un buen trecho, Paula no se atrevía a decir


ni una sola palabra más; pero empezaba a inquietarse por alejarse tanto del
hotel, ya no era todo pradera, cruzaban a través de un bosque con árboles
enormes.

- Raquel... ¿oyes?- se sobresaltó al escuchar un ruido- Nos están


siguiendo... ¡esto estará lleno de animales!

- Paula... vengo aquí desde niña y nunca me atacó ninguno...no


hagas tanto ruido, ya queda nada...- la cogió de la mano para que la siguiera
y casi choca con su espalda cuando la morena, pocos metros después, paró.-
... ya estamos...

Una luna enorme acariciaba con su reflejo el agua de un lago que no


parecía tener fin, el miedo se esfumó por completo, Raquel la acercó hasta
la orilla y allí estaba su imagen reflejada en aquellas aguas calmas.

- Alarga la mano...así...- Raquel levantó el brazo hacia la imagen de


la luna en el agua, colocándolo de tal manera que su propio reflejo parecía
tocarla...- ¿ves? Paula la imitó. Allí estaban abrazadas y tocando la luna con
sus manos. ¿Qué más se podía pedir?
Demasiado bonito para ser cierto, algo cayó sobre el agua, deformando
la ficción ¿o era una premonición?

Ellas estaban pendientes la una de la otra como para fijarse en señales


de futuros inciertos. Se abrazó a ella con fuerza, era su forma de decirle que
quería sentir aquel momento como irrepetible, marcarlo en su piel a golpes
de sensaciones...Raquel se apartó un poco.

- Si no hiciera tanto frío te quitaría la ropa...

- Jajajaja... Raquel que sutileza la tuya...- ambas rieron.


- Me encantaría bañarme contigo en este lago y con esta Luna...-
Paula no podía dejar de mirarla, ella le parecía mucho más hermosa que la
Luna, el lago o cualquier otra cosa...

- Lo haremos...- le rozó los labios con sus dedos.

- ¿Lo prometes? - no le gustaban las promesas, qué pregunta era esa,


ni que fueran adolescentes o niñas que hacían pactos de sangre; pero, en ese
momento, de boca de la morena respondería cualquier pregunta que le
hiciera. Y más si acompañaba su voz con esa mirada llena de anhelo.

- Lo prometo...- la besó para calmar la duda que acompaña a toda


promesa-...cuando haga menos frío...

Nunca imaginó que el frío se instalaría entre ellas a modo de distancia


y lejanía y que del calor no le quedaría más que el recuerdo de aquel día.
Aún no entendía lo que había sucedido, imposible encontrar respuestas
cuando no te las dan y ha de ser una misma quien desencaje los segundos de
aquel puzzle para removerlos una y otra vez en su cabeza tratando de volver
a encajarlos y comprender en qué segundo exacto algo dejó de ser perfecto,
si es que alguna vez lo había sido...al menos, lo pareció...

Muchas veces despertaba angustiada durante la noche, preguntándose


si no había sido un mal sueño y ella una invención de su mente a la que
aferrarse por no saber cómo vivir su vida; la inventó y se enamoró de su
creación... no, no había sido un sueño, ella era real, tan real como la última
noche que pasaron juntas, amándose con rabia y pasión y, tratando de calmar
la desolación de saber que la noche terminaría, con ternura y caricias...
cuando no la amaba, la miraba, entregándose de tal forma que no había
lógica que se resistiera a reconocer que tenía que ser más que química, lo
que sucedía entre ellas se escapaba a su razón; los cuerpos agotados
continuaban tratando de apoderarse el uno del otro, venciendo la batalla al
sueño, sin querer que la inconsciencia les restara segundos por compartir...lo
habían apostado todo, sin darse cuenta, a una jugada...cara o cruz... cuerpo
o alma...salió cara. ¿Y el alma?

El alma se la llevó la mar, arrastrada por tanto azul...una y mil veces se


arrepintió por no haber sido capaz de controlar aquellas palabras que salieron
directas desde sus entrañas a su boca, con el tiempo se dio cuenta tanto de
lo precipitado de la ocasión para decirlas como de la verdad que contenían.
Pero esa noche mientras Raquel desabrochaba su blusa y saboreaba su piel
no había advertido su frialdad, ni su falsedad cuando al colocar su mano en
su vientre dibujando formas, le pedía al oído “Dímelo otra vez...” y paraba
el recorrido de sus caricias para volver a susurrarle...”Dímelo...”, hasta
conseguir que se abandonara y le entregara el alma en un último
suspiro...Cuánto dado y cuánto vacío... y aun así, la esperaba...
Capítulo 8: Un inciso: ¿Quién es Ella?

El mar rompe contra los acantilados rocosos, tierra y piedra ascienden


metros y metros, como una mole enorme hacia el cielo y, de pronto, un
horizonte de verdes te recibe...el conjunto de elementos cambia y también la
escena. ¿Y los personajes?

Un caserón del siglo S XIX, restaurado, se levanta acogedor entre tanta


naturaleza y soledad; las vallas de piedras delimitan las tierras y dibujan los
campos, que aun así pueden ser cruzados a través sin ningún problema.

Dos mujeres sentadas en el porche, abrigadas por mantas sobre sus


piernas; aunque era verano, el fresco y la humedad calaban los huesos.

- Tienes que comer un poco más- la voz de su amiga la devuelve al


presente, se empeñaba en tratarla como a una niña a pesar de su más que
evidente avanzada edad, pero Dolores se había asignado el rol de protectora;
ella la dejaba, nunca llegaba a ponerse pesada y sabía que le hacía sentir bien
tener ese papel que cumplir entre las dos.

- En un par de horas es la merienda, me apetece más…Dolores no


insistió, la notaba preocupada.

- ¿Has tenido noticias?

- Si… pero no creo que quiera venir a verme.

- Pues ve tú a donde esté…

- No puedo imponer mi presencia Dolores, ya lo hemos hablado


otras veces.- Si no quiere verme…

- Seguirás siendo una mártir lo que te queda de vida… una lástima.


- Déjalo estar Dolores, por favor…

- Es lo que siempre hago amiga…no me dejas otra opción…-


Dolores sabía que así era, no conseguiría avanzar por ese camino, pero había
intentado abordar el tema de tantas maneras desde que lo supo, sin conseguir
nada más que leves conversaciones donde terminaba por guardarse lo que
realmente quería decir, sabía el daño que podía hacer a esa mujer. Y
callaba…Pero la vida se les pasaba…a ambas…

La imagen de su amiga el día que llegó, caminando con una maleta


negra de cuero y muy usada; por lo que era el sendero de entrada a su casa,
ahora asfaltado. Lánguida y triste, sola y perdida, aunque supiera
perfectamente a donde la llevaba ese camino; a donde quería estar, no se
imaginaba en ningún otro lugar después de lo que acababa de hacer, ¿a dónde
podría ir?

A cada paso que dada pensaba si no sería más fácil dejarse caer por el
acantilado con su maleta de cuero desgastada, tan trillada como ella misma,
rozada, desgastada, sin cuidar; qué importaba que fuera piel de calidad, qué
más daba que un día ella misma hubiera sido bella, la negrura lo apagaba;
salía de sus ojos para solapar y ensombrecer toda la luz; ¿era negro el color
de la maleta o era ella la que la veía así? ¿Volvería a distinguir algún día los
colores?

Como el azul…

Seguiría adelante… la vida era eso. No sabía si finalmente encontraría


la anhelada paz, pero había tomado una decisión y no daría marcha atrás.

Los días de música, conciertos, notas en su cabeza… los días junto a


ella…habían terminado; ese era el acuerdo, había dado su palabra y vendido
su alma… intentaría encontrar la forma de vivir con ello y sin ella…
Capítulo 9: Un lienzo y el Diablo

- Es una pintura al óleo, medidas del lienzo uno por un metro y


medio; forma parte de la exposición de la autora pero, como ve, no tiene
numeración ni título... no está a la venta...lo siento...- la galerista atendía con
cortesía el reclamo de aquel apuesto hombre, alto y rubio, elegantemente
vestido.

- ¿Y por qué lo expone si no está a la venta?...aquel hombre estaba


convencido de que todo en esta vida tiene un precio y creía que a golpe de
talonario podría dar la vuelta a cada negativa.

- Sr....- empezaba a perder la paciencia con esos aires de seguridad


baratos que se gastaba el susodicho.

- Heidorn... Ronnie Heidorn, del bufete de abogados V&H y estoy


aquí en nombre de uno de mis clientes... ¿podría hablar con la pintora? - la
adversidad le crecía.

- Sr. Heidorn...la pintora de este lienzo ha dejado sus obras en manos


de esta galería para no tener que ocuparse ella de esos pormenores, ya sabe,
es una artista y yo su representante en estos momentos... y se ha dejado
convencer para exponer esta pintura porque consideramos que es
representativa de su enorme calidad pero, como le he dicho, no está a la
venta...- demasiadas explicaciones para el pinta gaitas ese, con tal de
quitárselo de encima de una vez, era claro que no estaba interesado en otro
cuadro que no fuera aquel y su único cometido, comprarlo.

- Un momento, por favor...- se apartó a un lado de la galería mientras


sacaba de su chaqueta un teléfono último modelo; la galerista le observó no
parecía tan soberbio hablando con su cliente; en ese momento, alguien más
se acercó para preguntar sobre el cuadro era imposible pasar frente a él y no
detenerse ante aquella gama de colores que daban vida a una piel. El tal
Ronnie Heidorn terminó su conversación telefónica y, sin ningún tipo de
cortesía, interrumpió la explicación que ella daba a aquella persona
interesada en la misma pintura.

- Bien...tengo un mensaje de mi cliente para el suyo...- le entregó su


tarjeta- Quiere ese cuadro...y le aseguro que puede ser muy persistente...lo
tendrá...

- Caballero se lo diré a mi cliente, pero no veo como el suyo puede


obligar a vender... - en su larga experiencia se había encontrado con
semejante situación.

- Sólo dígale a la pintora que se ponga en contacto conmigo, quizás


entonces se lo piense mejor...- y dicho esto dio media vuelta y salió de la
galería, cogiendo uno de los folletos de promoción de la autora.
Precisamente la única pintura que no se vendía aparecía como reclamo en la
portada...

ºººººº

Mezclaba el pigmento de color con el aceite de linaza, le gustaba hacer


sus propias pinturas para conseguir el tono adecuado y preciso, así como la
textura, más espesa o diluida; se había mudado recientemente a un almacén
habilitado como estudio y vivienda, por fuera estaba lleno de pintadas y
grafitis artísticos y por dentro de sus propias pinturas, no le faltaba color a
su entorno y eso que el espacio lo compartía con pocos muebles y las cajas
de la mudanza, aún llenas de sus cosas. Era el lugar más impersonal en el
que había vivido, neutro, no pensaba decorarlo, sólo lo imprescindible como
si estuviera de paso, en ningún momento sintió que fuera a quedarse, lo único
que necesitaba era crear; sacar lo que fuera que llevara dentro, vaciarse una
y otra vez en cada acto creativo, en cada lienzo.

Recordó la propuesta de ese abogado, Heidorn, le había ofrecido dinero


suficiente como para poder pedir una excedencia de su trabajo durante un
par de años, tendría tiempo para la que se estaba perfilando como su otra
profesión, no sólo era su pasión, había empezado a vender algunos cuadros
y cuadernos de viaje; pero no lo suficiente como para poder vivir de ello,
además nunca pensó en dejar la Biblioteca por más que el desorden le ganara
la batalla desde hace un tiempo, su necesidad de controlar se había ido al
extremo opuesto, al igual que un exceso de responsabilidad te puede llevar
a la irresponsabilidad más absoluta.

Y ahora... un montón de dinero por un lienzo y tenía que ser


precisamente el único del que no se quería desprender... el diablo le estaba
tentando, qué le importaba si su alma ya la había entregado, qué más podía
llevarse... “A ella...” se contestaba recordando su forma en el lienzo y como
la había creado a partir de los bocetos en su libreta, su dibujo de aquel día se
había convertido en una hermosa pintura que tardó meses en terminar,
hurgando cada detalle de su piel en sus recuerdos, convirtiéndose en
obsesivo plasmar lo que sus ojos percibieron aquel día...tuvo que darse por
rendida, le faltaba algo, “¿quizás vida...?”, se preguntaba con amarga ironía
y sonreía sin remedio...

Ese cuadro se había convertido es una especie de tortura placentera


mientras lo realizaba por la necesidad de sacar esa imagen e imprimirla en
una tela que ella misma cortó montando un bastidor, en un improvisado
lienzo, decidió hacerlo como catarsis pero una vez terminado se dio
cuenta...no sólo no había conseguido deshacerse de ella en su memoria sino
que ahora podía quedarse mirándola durante horas y hasta esperar que se
moviera y se levantara de aquella cama para ir a su lado o tal vez
recomponerse a sí misma de pinceladas al óleo y colarse en la pintura junto
a ella...tal era su estado febril en ocasiones que finalmente había cedido a
dejarla ir; primero la encerró bajo llave, en su anterior piso, no queriendo
verla y después dejó que la llevaran a sus exposiciones...verla le absorbía la
vida, tanto como se la daba...

Cuántas situaciones inesperadas desde que se cruzó en su vida, más que


suficientes para inclinar la balanza hacia la impostura y el
descontrol...manejar los hilos como si fueras una cometa para después
cortarlos y dejarla a capricho del viento.

Alguien parecía querer traerla de regreso a la tierra y hacer que se


desprendiera de su locura a cambio de dinero. El cliente del Sr. Heidorn.
¿Quería el cuadro a cualquier precio? Vaya formas...No podía, no quería que
la imagen de ella durante ese día fuera a manos de otra persona; lo que ese
cuadro representaba sólo les pertenecía a las dos, a nadie más podría
entregárselo...una extraña sensación se coló por algún poro de su piel para
quedarse en ella y empujarla a la inquietud y la premura por saber; pondría
una condición antes de dejarse tentar por el Diablo, conocer al comprador
en persona, solo entonces decidiría si venderlo o no...

ººººº

Los pasos atenuados, hubiera deseado poder flotar sobre el suelo y


hacerse invisible; tenía un papel que jugar en aquella historia y trataría de
hacerlo lo mejor posible aunque lo que deseara fuera desenmascararse, dejar
desnuda la verdad y terminar por recomponer todas las piezas de aquel
enorme enredo.

Ahí estaba ella. Ni un ciego tiene tal ausencia de color, si tuviera que
elegir un color que la definiera sería el gris tornándose oscuro y todas sus
tonalidades intermedias y extremas; en un lado blanco al otro negro; hasta
su pelo se había oscurecido un poco y estaba más delgada...le producía una
gran ternura verla, con ese halo reflexivo y lunático, mirándose los pies al
caminar, como si de esa forma pudiera no sentirse tan perdida en ese camino
que parecía hacer cada día.

Dos días ya y un ruego...seguirla. Fue incapaz de negarse a sabiendas d


estar avivando un fuego y quizás una locura. No habría hecho las cosas de
esa manera, las hubiera afrontado cara a cara; de una forma madura...pero
era incapaz de negarle nada; aun creyendo que no era lo correcto. Sacó su
cámara, se había parado ante el cristal de la ventana de una cafetería y
pegaba la frente al mismo, levantó la mano a modo de saludo hacia alguien
y después entró, con el objetivo de la cámara y mientras hacía fotografías
pudo reconocer al hombre con el que ya se había citado el día anterior; le
besó en los labios mientras él caballerosamente le colocaba la silla para
sentarse, ambos sonreían. Esa imagen quedó congelada y embotellada dentro
de aquel negativo, lista para revelar; esperaba que fuera el detonante que
terminara con aquel desvarío... aunque fuera una terapia de lo más extrema.
Ahora tan solo le quedaba dar un último paso...se dispuso a guardar la
cámara, empezaba a hacer calor, el final de la primavera se acercaba y se
estaba asfixiando no tanto por la ropa que llevaba como por lo que estaba
haciendo... lo decidió en un segundo, el plan iba a cambiar, quería recobrar
el color e intentar darlo, pintar sonrisas en sus caras aunque para ello primero
tuviera que tirar de sus manos y forzar el roce por más que quisieran
apartarlas.

Por la mañana se encargaría de los negativos de la cámara, la luz


terminaría con esos dos días de sombras y grises; decidido entró en la
cafetería y se dirigió hacia la mesa en la que se encontraban las dos personas
a las que acababa de fotografiar, sólo una era su objetivo y no le vio venir
hasta que estuvo junto a la mesa. Se quedó clavada a la silla por la sorpresa
del encuentro y los recuerdos que le acompañaban, aunque no tuvo más
remedio que reaccionar ante su mirada amable...

- Paula... ¿no vas a saludarme?- extendió su mano esperando su


respuesta, acompañándola de su mejor sonrisa

- ¡Fernando!...- se levantó y le abrazó como si con él pudiera


recobrar el calor de lo vivido; supo que había hecho lo correcto, se aferraba
a él como quien quiere quedarse o que le lleven de vuelta... “Eso intento, eso
intento...”, pensó y se lo hubiera dicho si la voz del otro ocupante de la mesa
no les hubiera interrumpido.

- Ces Sanz...- se presentó a sí mismo, mientras se levantaba y


alargaba su mano; haciendo que Fernando tuviera que deshacer el abrazo,
las mejillas de Paula estaban completamente rojas por el cúmulo de
emociones. Se disculpó con Ces y le pidió a Fernando que se sentara con
ellos.

- No, no quiero interrumpir...hablamos otro día Paula, estaremos


aquí una semana más- lo hizo con toda la intención, usar el plural, porque la
quería poner sobre aviso.
- Pero, al menos, siéntate con nosotros un poco- Fernando accedió y
Ces pidió una copa de vino para él. -¿Has dicho... estaremos?- preguntaba
con miedo a saber pero ansiosa por conocer la respuesta.

- Si, ya sabes...- su mirada lo dijo todo antes de que pronunciara su


nombre...- Raquel... también está en Barcelona...-no pudo mantener sus ojos,
ni los de Ces, así que optó por alisar las arrugas que encontraba en el mantel,
las palmas acariciaban la tela, mantener sus manos ocupadas y que no se
notara el desbarajuste de pensamientos y sensaciones pasadas y presentes.
Como la de su mano rozando la piel de su espalda después de hacer el amor
en el sofá o cómo le susurraba al oído, “Dímelo...”, la última noche, y sus
ojos... todo ese azul...”tan frío y helado y tan falso”... recordar esto la hizo
sobreponerse para poder continuar con aquella conversación tomando cierta
distancia, aún dolía y cómo...y supo que Ces lo había intuido, conocía la
historia y aun así había accedido a conformarse con lo que Paula pudiera
darle, la espera del que ama y no es correspondido de la misma manera;
sabiendo que lo compartido tiene una inminente fecha de caducidad y aun
así vive y se sostiene mintiéndose así mismo, encontrando justificación en
cada gesto y detalle que Paula le entregara, excusando la aplastante verdad
y dejando pasar los días...sabiendo que ella vivía su propia espera... incluso
cuando estaban en la cama y veía su mirada perdida al terminar de hacer el
amor; sabía que disfrutaba con él, pero también que le comparaba, lo hacía
sin querer hacerlo ni poder evitarlo...

Le vio levantarse y supo que se marchaba para que pudiera hablar con
Fernando; Ces se retiraba, ella tendría que hacer frente a sus demonios como
un ángel vengador; alzar su espada y cortar las cabezas de todas esas
serpientes que rodeaban su cuerpo y la inmovilizaban... de todas esas
excusas que la paralizaban. No movió ni un músculo para evitar que se
marchara o por ir tras él, la necesidad de afrontar lo inesperado le superaba.

Y ahí estaba, sola frente a Fernando, muerta de miedo por lo que


pudieran traer sus palabras o por volver a escuchar su nombre...se perdería
por completo si la dejara acercarse, le volvería a arrancar la piel a jirones...
quería quedarse en las aguas calmas que Ces le trajera, huir de esa mar
embravecida y traicionera, de tanta pasión sin fondo...

- Así que Ces es tu... ¿novio?- quiso confirmar la aparente evidencia.

- Eso parece...- Paula sonrió, no le sacaría información tan


fácilmente, sabía que Fernando le contaría la conversación a su amiga,
aunque sólo fuera por lo que ella creía una simple coincidencia.

- Vale...- se quedó pensativo, pero continuó- entonces no sé si


tendría que contarte...imagino que para ti Raquel ya es pasado...

- ¿Contarme?...- pretendió que no se notara su sonrisa nerviosa y


como en un instante quedó congelada en su cara, la preocupación en la
mirada de Fernando le hizo apartar la máscara tras la que quería protegerse
- ... ¿ella está bien?- sin darse cuenta le había agarrado la mano con fuerza
mientras esperaba una respuesta, él aprovechó para subirla hacia su boca y
darle un beso en el dorso, tratando de tranquilizarla. Ese gesto fue suficiente
para convencerlo de que continuaría con su plan recién ingeniado y con un
único fin, dejarlas desnudas la una frente a la otra sin más remedio que
mostrarse, reconocerse y dejar de ocultarse...

- Paula...puedes decir su nombre, tranquila que no aparecerá de


pronto surgida de la nada como en un truco de magia...- la chica bajo su
mirada sintiendo descubierto uno de sus temores, el de volver a verla -
Raquel está bien, pero...- escuchó su fuerte suspiro ya sin disimulo-... creo
que hay cosas que tienes que saber...

ºººººº

Las puertas del ascensor se cerraron para comenzar a elevarse, al


mismo tiempo que su estómago parecía estar siendo impulsado hacia su
boca; apoyaron el lienzo en vertical, lo largo hacia el techo de la cabina, no
era excesivamente grande así que no hubo ningún problema para
transportarlo, se ocuparon personalmente; la furgoneta de la galería y la
ayuda de Sophie, su galerista, fue suficiente; ella se encargó de cerrar las
condiciones de la venta que no eran otras que una suma considerable de
dinero en un cheque nominativo y la entrega del cuadro por parte de la autora
al comprador.

Y allí estaban, lienzo y autora, tan inseparables hasta el final, a punto


de deshacerse de él para siempre, de venderlo por un puñado de euros y ni
tan siquiera le importaba; lo que realmente le preocupaba era a quién
encontraría al entregarlo... sabía dónde estaba, ese ascensor no subía hacia
el cielo sino más bien hasta la última planta de un hotel donde se hallaban
sus miedos. La confesión del chico sobre el comprador de la pintura fue
decisiva para que ahora estuviera ahí.

Cuando las puertas se abrieron, encontró la sonrisa amable de Fernando


y por simple asociación se ruborizó, como si él conociera y reconociera
todos y cada uno de los pensamientos que intentaba ocultar; se abrazó a él
queriendo contagiarse de su calma, la necesitaba; en respuesta Fernando
soltó el abrazo para agarrarle la mano y guiarle el camino, tirando de ella
con suavidad pero decidido... se negaba a pensar que pudiera haber marcha
atrás, ya se había desandado demasiado camino.

Se notaba que esa planta del hotel era para uso personal, no pudo
observar mucho más, en ese momento los detalles de la decoración y
distribución del lugar donde se encontraba era lo que menos llamaba su
atención; el pasillo que estaban recorriendo se le hacía interminable.
Fernando había cogido con la otra mano el lienzo y Sophie les seguía; Paula
sólo quería diluirse y convertirse en una mancha húmeda en el suelo para
pasar desapercibida, con sólo intuir su presencia, saber que estaba cerca, se
anularon todos sus propósitos de serenidad y capacidad de
autocontrol...repasaba recuerdos rápidamente para aferrarse a alguno que le
devolviera la calma, ojalá pudiera convertirse en piedra o simplemente tener
la posibilidad de odiarla o, mejor aún, que el estar frente a ella le fuera
indiferente...
- Fernando... - una empleada del hotel con traje de falda y chaqueta
les sonreía con cordialidad, mientras les indicaba con una mano que podían
pasar a otra habitación- Pasen... les está esperando- Paula se dio cuenta de
que habían entrado a una especie de sala oficina circular con la mesa de la
que parecía la secretaría en el centro y que albergaba, al menos, cuatro
puertas más. Fernando se dirigió hacia una de ellas y la abrió sin
contemplaciones antes de que le diera tiempo a inhalar un poco del aire que
le faltaba a sus pulmones, empujándola hacia adentro y soltando su mano.

- ¡Buenos días Gerard!- un hombre de edad avanzada agarraba un


palo de golf y lo agitaba en el aire, llevaba metidos los bajos de sus
pantalones por dentro de los calcetines y se había arremangado la camisa
azul por encima de los codos- Aquí tienes a Paula Martin y su pintura...-
detuvo su palo y lo colocó cual un bastón mientras arrugaba sus ojos para
tratar de ver en la corta distancia, Paula se preguntó cómo era posible que
viera donde meter la bola de golf y no la viera a ella... se encontraban en la
terraza más enorme que hubiera visto jamás y junto a un improvisado campo
de golf artificial, bordeado por largas redes para que las pelotas no salieran
despedidas hacia la calle. Supo enseguida de quien se trataba, Gerard
Hatmann, el dueño del hotel y el padre de Raquel. La primera vez que supo
de él fue en las Hemerotecas, periódicos y revistas donde aparecía su imagen
o algún artículo sobre sus logros en el sector hotelero; después del silencio
de su hija, había pasado muchas horas y días tratando de saber más sobre
Raquel y no le quedó otra opción que investigar por su cuenta, trabajaba en
una Biblioteca y tenía mucha información a su alcance...casi todo lo que
sabía sobre ella lo sacó de algún artículo o en Internet, nunca imaginó que
fuera tan relativamente conocida en el mundo de la música desde niña y que
quedara constancia de sus conciertos con distintas orquestas durante años;
tampoco imaginó que sería la única forma de seguir sus pasos y saber de su
vida por reseñas de sociedad y fechas de futuros conciertos; así supo que
había vuelto a hacer una gira por Europa y otros continentes, un espectáculo
alternativo y multimedia, una especie de fusión entre música, danza,
actuación y efectos visuales junto a otros compañeros y con unas críticas
magníficas. Nada que ver con su anterior trabajo, sólo en que seguía tocando
su chelo y además cantaba, bailaba y actuaba. Vio cómo su aspecto se fue
transformando, en principio se cortó el pelo, al tiempo se dejó melena y lo
tiñó a mechas rubias, adelgazó aún más y su forma de vestir variaba al son
de su físico; igual aparecía elegante con un vestido negro de gala y el pelo
recogido que con combinaciones de ropa imposibles de imaginar en otra
persona que no fuera ella. Y tan lejos... siempre tan lejos.

A quien tenía frente a ella era a su padre, había heredado su mar. Raquel
tenía el físico de su madre pero el color de ojos de su padre, ese azul que
rasgaba cada pensamiento que le acompañara impidiéndole pensar con
coherencia.

- Encantado de conocerla, Srta. Martin...- había caminado hacia ella


y le extendía su mano, Paula la estrechó con firmeza tratando de disimular
cómo temblaba todo su cuerpo y cohibida ante su mirada, aunque no tuviera
que ver con la de su hija, ese hombre no parecía conocer la altivez ni la
soberbia; quizás los años trajeron la paz y serenidad que a su hija le faltaba.

- Igualmente, Sr. Hartman…- apenas si le salía la voz. Gerard le


sonrió.

- Por favor, tutéame y llámame Gerard... eres amiga de Fernando y


de mi hija, así que nada de formalismos entre nosotros... ¿juegas al golf?

- Pues... no, yo no...- antes de que pudiera continuar Fernando


intervino.

- Gerard no todo el mundo le ve la gracia a ese deporte...- levantó en


alto el lienzo para recordarle el motivo de la reunión, Sophie se había
quedado rezagada a la espera del momento de la entrega tanto del cheque
como del cuadro; Paula le había pedido que estuviera presente como apoyo
y manera de guardar la distancia que necesitaba y creyendo que a quien
encontraría sería a la hija y no al padre. ¿Quién estaba comprando la pintura?
¿Sabía Gerard que la mujer desnuda en el cuadro era su hija? ¿Dónde estaba
Raquel? Demasiadas preguntas para tanta inquietud, imposible no mostrarla,
su mirada se escapaba hacia otros lugares de la gran terraza queriendo
encontrar un signo, una señal. Escuchó como rasgaban el papel del
envoltorio y quitaban las hojas de plástico acolchadas que protegían el
lienzo, luego lo dejó apoyado en un sillón de la terraza, mientras Fernando,
Gerard y Sophie se quedaban observándolo en silencio, Paula no veía nada,
sabía que Raquel aparecería en cualquier momento y la esperaba...su
corazón a mil o diez mil, mientras a su alrededor todo parecía transcurrir a
un ritmo lento y amortiguado, como quien se mueve y mira bajo el agua...

- Magnífico...Paula tienes un gran talento- la voz de Gerard la trajo


de vuelta- entiendo que mi hija quiera esta pintura a cualquier precio...-sacó
un cheque del bolsillo del pantalón para entregárselo pero Sophie se
adelantó, sabía que a Paula no le gustaría tener que cogerlo y mirar los
detalles de la cantidad, nunca quería hacerlo y menos con ese cuadro- Por
cierto, Fernando ¿dónde se ha metido Raquel esta mañana? Pensé que estaría
presente cuando Paula viniera...

- Estoy aquí papá- escuchó su voz, después el golpe de la puerta al


cerrarse y los pasos a su espalda, podía notar como se movía sigilosamente
mientras se acercaba y todos menos ella la miraban, no es que no quisiera,
simplemente no podía mover ni un sólo músculo; falta de oxígeno o exceso
de sensación, pero sabía que estaba a punto de hacer el ridículo cuando, de
pronto, Raquel se colocó frente a ella y con una gran sonrisa la abrazó; Paula
sintió como ardían sus mejillas mientras sus brazos respondían de una forma
automática para devolver el abrazo, en un acto reflejo de cortesía. Fue el
abrazo más frío y superficial que nunca le hubiera dado, duró un instante o
eso es lo que a Paula le pareció, el tiempo preciso para salvar la situación
del reencuentro frente a otros, sin más intención que dar y demostrar sólo lo
justo y necesario. Después se apartó y la miró a los ojos, un mar helado,
imposible nadar en esas aguas...quizás reflejarse en ese hielo hizo que el frío
también llegara a su propio corazón, pero aquella mirada le hizo volver a
recobrar las fuerzas perdidas por el camino y retomar el control sobre sus
propios actos.

- Me alegra volverte a ver Paula...- lo dijo apartando sus ojos y


acercándose junto a su padre; llevaba lo que parecía el uniforme del hotel,
falda y blusa, y el pelo recogido en una coleta tirante, lo que le daba un
aspecto serio y distante, volvía a tenerlo largo y moreno tal y como la
conoció.- Estás... distinta.- Fernando se colocó junto a ella para observar lo
que sus ojos veían.

- Cierto...- dijo pensativo- estás más delgada, tienes el pelo algo


menos rubio, te has convertido en pintora...

- Todo verdadero...- Paula le sonreía, sin dejar de mirar a Raquel,


aguardando su próxima reacción. Gerard había entregado el cheque a Sophie
que aún lo sostenía en su mano, la morena lo miró y después se dirigió hacia
el cuadro. Paula no pudo evitar la reacción inmediata de contemplar cómo
movía sus caderas y sus piernas.

- Así que ya es mío...

- Tus deseos son órdenes para mí, hija...- Gerard la siguió y la rodeó
con el brazo para darle un sonoro beso. De hecho, me parece tan bueno que
he pensado en proponerle algo a Paula...

- ¿Quieres que haga tu desnudo papá?...- el comentario de Raquel


hizo que todos rieran la ocurrencia...- Aún estás de muy buen ver...- le abrazó
con todas sus fuerzas y dejó apoyada la cabeza en su pecho, Gerard era
mucho más alto que ella. Paula sintió una punzada en el estómago al verla
tan cariñosa, no podía bajar la guardia...

- Uhm...no se me había ocurrido - le acariciaba el pelo y reía- Paula


ven querida...- Gerard abrió los brazos también hacia ella, al ver la cara de
sorpresa de la rubia Fernando acudió a su rescate, agarrándola y llevándola
hacia los brazos del padre de Raquel, que seguía sin soltar a su hija y aún le
quedó espacio para cobijarlos a los dos. Paula quedó apoyada en la espalda
de la morena y entre el padre y Fernando, que abrazaban fuerte, sus cuerpos
quedaron cada vez más pegados, trayendo su olor y el desgarro de su piel,
junto con las sensaciones y recuerdos que despertaban. Sus ojos se clavaron
en su perfil perfecto, la línea de su nariz y de su boca...Raquel entornaba los
ojos, como queriendo retener sólo con su cuerpo cada roce. La voz del padre
le hizo romper el abrazo.

- Ya basta papá, Paula no te conoce apenas y ya le vas dando


abrazos, ¿qué pensará de ti?

- Paula Martin... ¿qué piensas sobre este viejo? Gerard se señalaba,


mientras les soltaba a todos y la rubia volvía junto a Sophie que parecía estar
pasándoselo en grande.

- Papá...-Raquel no sabía hacia dónde mirar, así que volvió a


quedarse prendada del cuadro hasta que escuchó como Paula comenzaba a
responderle y poco a poco se volvió a mirarla.

- Pues creo que es usted un hombre encantador, a quién no le importa


mostrar su afecto y hacer lo que esté en sus manos por amor...- todos
escuchaban atentamente-...ese gesto de abrazar a una perfecta desconocida
porque sabe que trae entre sus manos algo que su hija quiere y por lo que no
le ha importado pagar una cantidad importante de dinero...y todo para
colmar el “capricho” de alguien a quien ama por encima de sí mismo.- no
pudo evitar remarcar con cierto desdén esa palabra, algo que no pasó
desapercibido para ninguno de los presentes.

- No es un capricho...- Raquel parecía indefensa en ese momento,


sin saber qué más podía decir. Su padre se acercó a ella y volvió a pasarle el
brazo por los hombros.

- Paula... es pintura no es un simple “capricho” para mi hija...tú y tu


cuadro habéis conseguido traerla de vuelta...al ver la cara de asombro de su
propia hija, continuó- has hecho que Raquel quiera parar en un mismo sitio
después de casi dos años de girar por el mundo, no sé exactamente el motivo,
pero no importa...por eso he pensado en proponerte algo que no es más que
puro egoísmo por mi parte... ¿harías un retrato de Raquel?
- ¡Papa! Ya tengo un retrato...- dijo soltándose de él insegura ante
algo que no esperaba y señalando el cuadro que acababa de comprar.

- Si Raquel, pero es un desnudo... ¿no pretenderás que lo cuelgue en


Santander junto al retrato de tu madre? Además... soy tu padre y, aunque
reconozco el arte, no me acabo de hacer a la idea de tener que estar
contemplada esta pintura de mi hija desnuda...

- Tú no tienes porqué mirarlo ¡es para mí!... - Raquel miraba algo


cohibida hacia Paula, que permanecía en silencio, sin saber qué
decir...¿cómo decirle al padre, educadamente, que no podía permanecer
mucho tiempo junto a su hija y que sólo pensar en tener que hacer su retrato
le volvía el mundo del revés?.- Además has puesto a Paula en un
compromiso...ella no querrá hacerlo, tendrá otros proyectos...

- Lo pensaré...- ni ella misma esperaba escuchar su propia voz, pero


el deseo de salir de allí corriendo le podía y no halló mejor manera que
posponer la respuesta a dicha petición, ni un sí ni un no... Escapar
quedándose en el limbo de su indecisión... ahora Raquel la miraba de una
forma que le resultaba familiar ¿podría alguna vez volver a descifrar lo que
contenía aquella mirada?

ºººººº

- ¿Nuestra Raquel? ¿En Barcelona?- Alberto no disimulaba su


sorpresa, todo lo contrario la exageraba; había notado que Paula venía a
contarle algo importante desde el comienzo de su conversación, ese leve
temblor casi imperceptible en el sonido de su voz le mostraba la inseguridad
de su amiga, la inquietud enmascarada bajo su aparente tranquilidad;
seguido del aquel rubor que la delataba. - Wowww, esta es mi segunda
oportunidad de ir a por ella... ¿sigue estando tan buena?- si pretendía
provocar y hacerla reaccionar lo iba a conseguir.

- ¡Alberto!... No empieces, estoy intentando contarte lo que pasó...-


le molestaba sobremanera que le hablara en aquellos términos sobre la
morena y no quería saber por qué, le hervía la piel y punto. Pero Alberto no
se lo estaba poniendo fácil.

- Vale, pero escúchame tú...tenemos que reunirnos de nuevo con ella


y con Fernando, claro...y si a ti ella ya no te importa, yo podría volver a
intentarlo...

- Me voy... ha sido un error venir a hablar contigo...- Paula estaba


realmente enfadada, no podía creer que su amigo siguiera pensando en
acostarse con Raquel, no, sabiendo toda la historia entre ellas. - Alberto
corrió tras ella riendo, maldita la gracia, pensó la rubia. Eres un capullo, no
me cansaré de decírtelo- se volvió hacia él aireada, antes de sentir su abrazo.

- Perdona, pero es que me lo pones muy fácil para picarte...- la miró


a los ojos a punto de decir su verdad-... sigues completamente colgada por
ella.... ¿es eso lo que vienes a decirme?

- ¡No!- Paula se apartó de su abrazo como si la llevara el diablo- lo


que quiero es que te calles de una vez y escuches...- abría las manos como
clamando al cielo, Alberto se dio cuenta de que era momento de guardar
silencio. Se sentó en el sofá de su despacho y esperó a que su amiga se
tranquilizara.

- No y si...Alberto...- se paró a respirar con fuerza, como si le costara


lo que estaba a punto de decir -es evidente que aún siento y que no he dejado
de sentir ni un solo día desde que la conocí... - se sentó junto a él en el sofá
- Y es un problema porque... yo estoy con otra persona a quien quiero...

- Ces...- ahora Alberto la miraba con comprensión- pero si aún


sientes...

- Sé lo que me vas a decir Alberto, que si aún siento algo por Raquel
no tendría que mentir a Ces y nunca lo he hecho, él conoce lo que hubo entre
nosotras y sabe que de alguna forma aún sigue en mí...- agachó la cabeza- lo
que no he podido decirle es cómo me sentí el otro día al verla y que no puedo
dejar de pensar en la oferta de su padre de hacerle un retrato porque así
podría volver a pasar tiempo con ella...

- ¿Y si Raquel vuelve a desaparecer?- su amigo parecía llevar una


conversación alternativa.- ¿Seguirás pintándola, pensándola y soñando con
ella... al lado de Ces?

Paula se cubrió la cara con las manos, era demasiado para su cabeza,
estaba completamente desbordada por la situación y, sin poder contener el
llanto apareció para enturbiar aún más su visión.

- Cariño, lo siento... sé que soy muy brusco a veces... pero creo que
si no afrontas lo que sientes ahora y la posibilidad de entender lo que pasó
entre vosotras, siempre te quedará esa duda, ese dolor y ese amor
frustrado...- Alberto le limpió la lágrimas con sus manos -¿Crees que Raquel
aún siente algo por ti?

- Pues verás...- Paula se recompuso un poco tratando de explicar


todo lo acontecido durante esos días, comenzando por el principio, su
conversación con Fernando, cómo le reveló que la persona interesada en
comprar el cuadro no era otra que la protagonista del mismo y la forma...
¿Quién era ahora el cazador y quién la presa?
Capítulo 10: Lluvia de deseos

Dormitaba en su cama, el sonido del timbre de la puerta le acababa de


despertar de su siesta. Trataba de descansar todos los días después de comer
unos 15 o 20 minutos, le era más que suficiente para reponer y continuar el
día. Miró el reloj, volvería a llegar tarde al gimnasio...en esas ocasiones el
videoportero le parecía el mejor de los inventos, dependiendo de quién fuera
abriría o esperaría a que se marchara.

No veía su cara de frente, parecía estar mirándose los pies, pero la


hubiera reconocido de todas las posturas posibles. Esperaba verla, pero aún
no había tenido el valor de tomar una decisión , la posponía deseando que
ocurriera algo como lo que estaba sucediendo, encontrarla llamando a la
puerta de su casa... abrió sin contestar, Raquel levantó la cabeza y miró hacia
el video-portero; antes de abrir la puerta Paula ya temblaba...sabía que
cualquier cosa que dijera o hiciera podría cambiar el transcurso de los
acontecimientos y de su propia vida...como cuando enredó las piernas a las
suyas aquella primera noche, aún podía revivir en su memoria cada roce y
la sensación que le acompañara...pero Raquel decidió desenredarse y ella no
pudo hacer nada.

- Hola...- aún con la puerta abierta parecía dudar si podía o no entrar.

- Pasa Raquel- de nuevo la formalidad de su nombre para imprimir


la mera cortesía y distancia entre ellas, no quería que advirtiera que le
importaba aquella visita más de lo preciso- Estaba a punto de cambiarme
para ir al gimnasio...- le dio la espalda dejando que la morena se decidiera a
entrar y cerrar la puerta.

- ¿Qué deporte haces?- avanzaba hacia el centro del almacén-


vivienda sin poder disimular su sorpresa ante lo que veía; Paula se volvió
hacia ella incrédula y algo indignada, ¿ahora le importaba lo que hacía?,
respiró para serenarse, nada de reproches, tenía que controlar sus ganas de
gritarle y escupirle cómo se había sentido en los dos últimos años.
- Ahora estoy haciendo Kick Boxing... llevo más o menos un año -
subió al altillo dormitorio, desde el que aún podía verse cada uno de sus
pasos, incluso el gran tamaño de su cama; tenía un armario enorme sin
puertas, con la ropa perfectamente colocada en perchas y cajas, en eso no
había cambiado nada su necesidad de orden y simpleza, aunque su ropa
tuviesen otros colores y no fueran tan escogidas y parecidas entre sí. Metió
algunas prendas en una mochila y extendió una especie de biombo para
poder cambiarse la ropa que llevaba puesta en intimidad. Y para poder
resoplar y tratar de recuperar el aire perdido sin que Raquel lo advirtiera,
estaba tan nerviosa por tenerla de nuevo a su lado que no sabía ni cómo
comportarse ni qué decirle...sólo podía pensar en lo preciosa que estaba y en
tratar de controlar esa ansiedad que la dominaba. ¿Cómo reprochar a alguien
con quién sólo había compartido ilusión y pasión durante un día y dos
noches?...

- Wowwww...intentaré que no te enfades conmigo...- si pretendía


hacer una gracia con aquello iba lista- la esperaba con las manos a la espalda
y sin saber muy bien cómo encajar en aquella situación, se le notaba que
también estaba tensa, pero ella no lo disimulaba o no conseguía hacerlo.
Paula bajó la escalera ya preparada para salir con su mochila, se detuvo
frente a ella.

- Lo siento, pero tengo que irme o llegaré tarde...y mi entrenador


personal me matará literalmente...- era cierto, Erick era muy estricto con los
horarios y los entrenamientos, pero a la vez, era mentira, porque Paula se
había escabullido en más de una ocasión de alguna de sus clases y tampoco
era para tanto. Se dio cuenta que sus deseos de no llegar tarde a su
entrenamiento se debían más a las ganas de huir de Raquel, así que se armó
de valor- ¿Quieres venir?- La propuesta las pilló por sorpresa a ambas, la
morena sonrió aliviada y, en cierta forma, parecía ilusionada.

- Claro... pero me tendrás que dejar ropa de deporte... me gustaría


probarlo- y ahí estaba esa mirada zalamera y provocadora - ¿te importa?
- Para nada...- Paula se dio la vuelta para ir a por ropa para Raquel y
no pudo evitar ocultarle aquella sonrisa que se dibujaba en su labios- ¿Estás
segura?...Lo más probable es que Erick nos ponga a pelear entre nosotras...
- la ponía sobre aviso.

- Uhmm...Eso suena bien...- no podía evitarlo, le nacía hacer la


broma para ver su reacción, ni aunque hubiera puesto un par de años de
tiempo y distancia entre ellas podría disimular su deseo de jugar y de
atraerla. Paula no se iba a dejar engatusar tan fácilmente esta vez.

- Ya me lo dirás después de probar...mis golpes.- Paula abrió la


puerta y esperó a que la morena saliera, no sin antes cerrar por un instante
los ojos abrumada por su aroma, exactamente el mismo, ni siquiera había
cambiado su perfume. Las ganas de entrenar se acrecentaron y aún más
sabiendo quién sería su contrincante...

Mientras golpeaba el saco... la miraba...no conseguía sacar toda la


tensión que la consumía...

Erick le había colocado las vendas negras en los puños y le enseñaba


cómo tenía que golpear y mover las piernas; se veía la elasticidad en el
cuerpo de Raquel, practicaba baile y artes marciales varias; buscaba la
armonía hasta en el movimiento, expresar con su cuerpo lo que no podía
contar con palabras...y lo conseguía del tal manera que Paula no podía dejar
de mirarla... Raquel le devolvía alguna que otra mirada, desafiante, cómo
no...esperaba el momento de colocarse frente a ella y poder tocarla aunque
fuera a golpes y así poder quitarle a sacudidas esa arrogancia que le deshacía
el orgullo y le quemaba la piel.

Su entrenador le hizo un gesto indicándole que podía comenzar el


cuerpo a cuerpo; Paula se acercó y fue directa hacia donde estaba colocada
la equipación del gimnasio para coger el protector de cabeza, las espinilleras
y los guantes para Raquel...
- Paula... - Erick la llamó- para un primer enfrentamiento y siendo
amigas no considero necesaria tanta protección; quítate la tuya y estaréis en
igualdad de condiciones...

- ¿Igualdad de condiciones? - Raquel sonreía- Eso es


imposible...Paula ya lleva un año entrenando y yo...

- Tú has practicado artes marciales Raquel...- Paula le devolvía la


sonrisa por el momento....

- Te prometo que no las usaré...- Raquel se colocó en posición, los


puños levantados y una pierna delante de la otra, mientras levantaba su ceja-
... siempre y cuando no las necesite...

- Ya...- Paula imitó su postura pero más desafiante y sin aguardar


alzó una pierna directa a las de Raquel, haciendo que se inclinara hacia atrás
a punto estuvo de caer- Eres una bravucona...y no me creo tus promesas...-
bajó los puños mientras bailaba con los pies alrededor de la morena,
aguardando que volviera a colocarse.

Erick comenzó a arrepentirse de la decisión tomada, tendrían que


haberse colocado la protección; tenía la sensación de que iban a volar más
golpes y patadas de las que hubiera esperado. Aun así se limitó a seguir
observando, también era analizable en estos combates la capacidad de
autocontrol de los participantes, saber cuándo tenían que parar o continuar.
Paula iba bien, pero la notaba especialmente tensa, por alguna razón aquella
chica que la acompañaba le estaba haciendo perder su excelente nivel de
control en cada una de sus patadas, empezaba a imprimir más fuerza de la
que debía sabiendo que su oponente era una principiante. Estaba claro que
quería desequilibrar a golpes hasta derrotarla y que la morena no estaba
desplegando por el momento sus técnicas en artes marciales...

Paula no había necesitado usar los puños, seguía empujando y


golpeando con sus piernas sólo para desestabilizar; quería que Raquel
reaccionara y que aquello se convirtiera en un verdadero cuerpo a cuerpo;
pero la morena estaba siendo paciente y tratando de usar sólo las técnicas
recién aprendidas antes de comenzar... no dejaba de mirarla y sonreír
intentando bromear con sus caídas y sus torpes golpes esquivados por Paula;
la rubia le correspondía en risas mientras le propinaba una y otra patada,
pero su rabia iba in crescendo poco a poco, como gota a gota se puede colmar
una enorme bañera y hacerla rebosar, dos años de gotas eran más que
suficientes... empezó a usar los puños, dejando sólo marcas rojas sobre ella
cada vez que rozaba su piel, la estaba avisando, quería que se defendiera y,
sin previo aviso, la sonrisa se le desdibujó de la cara, se quedó tal cual
clavada en el suelo, con los brazos en forma de cruz y apoyada sólo sobre
una pierna, era una postura clara de Tai Chi o cualquier otra técnica marcial,
parecía un águila a punto de alzar el vuelo y fue precisamente lo que hizo,
dejó su mirada fija en la de Paula y desde ese momento, la rubia fue incapaz
de acertar ni uno solo de sus golpes, Raquel los esquivaba, ágil y veloz se
escabullía como un relámpago... ya ninguna de las dos sonreía... la tensión
aumentaba entre ellas, hasta el punto que la morena tuvo que pasar de la
simple defensa al ataque al ver que Paula no dejaba de avanzar e intentar
tocarla y golpearla con puños y piernas, así que al esquivar una de sus
piernas la agarró en el aire y tiró de la rubia haciendo que diera de bruces en
el suelo.

Paula gritó tanto por el impacto en la espalda como por lo inesperado


del ataque. Raquel se arrepintió en seguida y se inclinó para ver cómo estaba.
Erick decidió poner fin al enfrentamiento, pero Paula se le adelantó y
perdiendo por completo las formas y la técnica abofeteó en plena cara a la
morena con todas sus fuerzas.

- Serás...- ahora Raquel se echó sobre ella con ganas de venganza,


parecía la pelea de dos adolescentes en plena calle, se agarraban del pelo, de
las manos...

- Srtas. por favor... ¡Paula, Raquel!- No hacían caso al entrenador


que no daba crédito a lo que estaba viendo.
- Suéltame Raquel o...- notaba su cuerpo sobre el de ella
inmovilizándola, así que tirando de su pelo decidió darle un bocado en el
hombro, clavando sus dientes hasta que la escuchó quejarse. Entonces
aprovechó su debilidad para invertir la posición, ahora era ella la que
sujetaba a la morena y echaba todo su peso sobre ella y sin esperar que
Raquel se la devolviera, en esta ocasión le mordió en el pecho cerca de la
clavícula, pero esa forma de morder era muy distinta, chupaba y acariciaba
con su lengua. Paula empezó a aflojar su fuerza mientras sentía cómo la boca
de la morena irradiaba placer desde un solo punto de su piel y su carne al
resto de su cuerpo y para rematar la faena se permitió colocar su pierna entre
las de la rubia para rozar, antes de que la voz del entrenador las devolviera
a la situación en las que ellas mismas se habían metido.

Raquel aflojo sus brazos y dejó de morder, Paula se hizo a un lado,


manteniéndose sentada en el suelo...

- Lo siento...- la morena se disculpó primero, mirándola desolada a


los ojos.

- Ha sido culpa mía...- Paula bajaba la mirada, le dolía más el placer


que había sentido de nuevo entre sus brazos que todos y cada uno de los
golpes recibidos y dados...

ºººººº

La ropa de deporte usada, la excusa para volver a llamar a su puerta y


sonreír tan adentro... los sentidos se potenciaban a su lado tanto como se
nublaba su juicio hasta convertirse en medio idiota y casi no poder articular
palabra, de su aparente seguridad no quedaba ni el adjetivo. Intentaba
serenarse abstrayéndose en su música, sostenerse en cada nota, apoyarse y
enredarse en cada una de las líneas de su pentagrama imaginario; sin
conseguirlo. Estar frente a la puerta de su casa de nuevo tratando de enviar
una simple orden a los dedos de su mano para pulsar el timbre y que te
paralice una y otra vez el no saber qué decir, ni qué hacer... tanto tiempo
acumulando palabras y que te falte el aliento y el valor para pronunciarlas y
contarlas... ¿y si no quieren ser oídas?
La tarde anterior se habían separado al salir del gimnasio, como si
ambas quisieran huir y no enfrentarse al porqué de cada golpe dado y todo
lo sentido; el entrenador había intentado quitar tensión a lo sucedido, les
había pedido hacer un ejercicio en el que tenían que sentarse en el suelo
una frente a la otra y mirarse durante un tiempo, en silencio, sólo estar, ser
conscientes la una de la otra , él no sabía cuánto dolía, pretendió aliviar lo
sucedido entre ellas pero lo único que consiguió fue acrecentar el miedo a
mostrar lo que sentían, por muy cerca que estuvieran sus cuerpos se sentían
tan lejos...

¿Cómo volver a mirar en sus ojos y empaparse de su miel? Que su


mirada dejara de vagar inquieta y se quedara, profunda y confiada; en
principio, eso le bastaba aunque lo que más esperara fuera quebrarla de
deseo y tornarla enamorada. Qué largo camino por recorrer, tan imposible
se le hacía en esos momentos... y estaba ese chico, Ces, su novio. ¿Qué
derecho tenía ella a inmiscuirse ahora en su vida? ¿Qué podía esperar?...
“Todo”, pensó y eso fue suficiente para levantar su dedo hacia el portero y
llamar, imaginarla en otros brazos le dio la rabia suficiente y cuando la
puerta se abrió respiró con fuerza, ya se volvió una vez atrás, ahora sólo le
quedaba avanzar hacia ella, convencerla...no tenía ni idea de cómo lo haría
ni un plan a seguir; sólo estar y que Paula se dejara acompañar...

- Hola...- Paula la esperaba tras la puerta, indecisa, levantó la bolsa


que traía del hombro - Te traigo la ropa de deporte que me dejaste ayer...-
entró y le entregó la bolsa

- No hacía falta...- la rubia parecía inquieta.

- La han lavado y secado en el hotel así que no quedarán restos... ni


de tu saliva ni de mi sangre- Raquel estaba muy seria.

- ¿Cómo? - la miró sorprendida por el comentario.

- El bocado que me diste...- comenzó a levantar una ceja.

- ¿Te hice sangre? - Paula abría los ojos como platos


- Es broma Paula...solo me has dejado una marca y un moratón

- Jajajaja... Ah...uf....- se había asustado de veras- Yo también tengo


un morado - dijo inocente tocándose la parte alta de su pecho y
arrepintiéndose enseguida por haberlo mencionado, se había pasado un buen
rato esa mañana mirándose en el espejo y reviviendo cada sensación, hasta
que enfadada consigo misma se había puesto un jersey, negándose a volver
a mirar aquella marca.

- ¡Ha!.. Podría decirte que me arrepiento, pero no... te lo mereces-


se sentía cómoda con aquella conversación cargada de dobles sentidos
porque notaba cómo Paula comenzaba a ruborizarse y perder el control y eso
significaba que aún podía causar ciertas reacciones en ella. La rubia caminó
hacia la isla de la cocina y se colocó tras ella como si necesitara delimitar el
espacio y, a la vez, le sirviera de apoyo. Raquel la siguió- Es lo mínimo que
pude hacer...después de tener tus piernas y tus manos por todo mi cuerpo...-
la burla era evidente, la morena era incorregible...

- Ya...- ahora Paula estaba dispuesta a seguirle el juego - Te refieres


a mis patadas y a mis puños, claro...

- Uhmmm...- de nuevo esa ceja en alto y la media sonrisa - Claro,


claro...

La sonrisa amplia y si cera de la rubia le cogió cada fibra nerviosa, las


exprimió y luego las puso a secar, ahí estaba todo músculo, carne y piel, con
los pensamientos alborotados y la garganta seca. De pronto, lo único que se
le ocurría era hacer ironía de sí misma, jugaba a querer enamorar y aún más
se enamoraba...

- ¿Quieres tomar algo? Zumo, café, té...- sabía que la estaba


invitando a quedarse unos minutos más, no sólo era una pregunta educada.

- Un té estaría genial...gracias.- sus ojos se pegaron a su cuerpo


cuando la rubia se volvió hacia la cocina para preparar las bebidas; era su
momento para poder observar sin disimulos, cuánto había deseado poder
mirarla, tenía que disfrutar de esos momentos, para poder desgranarlos y
entenderlos como parte de un todo, el todo; tratar de contener el anhelo de
estar en sus brazos y en su boca, eso llegaría después, si conseguía
convencerla... veía como el rubor la invadía, no podía disimularlo, era
probable que es tuviera notando su mirada recorrer todo su cuerpo. Decidió
dar una tregua al momento, le superaba su curiosidad por aquel lugar donde
Paula había decidido llevar su trabajo y su hogar, era tan... tan...no podía
describirlo, simplemente era ella, lo que se mostraba podía calificarse tanto
de impersonal como de caótico y, a la vez, lleno de vida en la expresión de
sus pinturas, colores y formas que te abstraían y removían cada principio.

Paula notó cómo curioseaba y se detenía en cada detalle como si tratara


de descifrar un sentido más allá de la disposición de cada pieza de su
almacén, loft o lo que fuera; sabía cuánto apreciaba lo hermoso, no es que
lo hubiera dicho alguna vez, sólo que parecía entrar en un estado de
concentración que dejaba a la rubia sin saber cómo comportarse, ni que fuera
sonámbula y temiera despertarla. Cogió una bandeja para el té y lo depositó
en la mesa frente al sofá, tendrían que sentarse juntas sí o sí, no tenía orejeros
ni nada parecido; pero el sofá era amplio y ella se mantuvo en un extremo.
Se sentó junto a ella guardando las distancias, era lo que quería y ella no
forzaría nada.

- ¿Qué haces aquí Raquel?- la llamó “Raquel”, tocaba empezar,


marcaba claramente las distancias.

- Ya te lo he dicho...- al ver que la rubia ponía cara de intentar


recordar.- Ya sabes... la ropa de deporte.

- Ah bueno...pero yo me refería al verdadero motivo por el que has


querido volver a verme- Vaya, no se andaba por las ramas, ¿lo siguiente sería
una discusión donde predominaran los reproches?

- ¿De veras quieres saberlo?...- tampoco ella pensaba divagar mucho


más, si había que ir directa al grano, iría a por todas. Notó cómo la valentía
estuvo a punto de escaparse entre los dedos de su contendiente, Paula dudó
ante la pregunta.

- Sí...- contestó, las miradas de ambas vagaban tratando de no


encontrarse, evitando la sinceridad de sus palabras.

- No... No creo que quieras...

- Raquel...- la rubia reclamaba claridad con tan sólo la forma de


pronunciar su nombre. Pero era impensable contarle la verdad tan pronta,
contraproducente, podría causar el efecto contrario al deseado y que Paula
la echara de su casa sin vuelta atrás o se riera en su cara. Por más que quisiera
soltar a bocajarro un...”Quiero meterme contigo en tu cama y no salir de
ahí...”-no podía decirlo así, no era exactamente eso lo que deseaba.

- Cuando dejes de sentarte al otro extremo del sofá...

- ¿Y dónde quieres que me siente? -Paula sonreía ante el comentario


de la more a.

- Conmigo...a mi lado...entonces te diré para qué he venido...

- Raquel no quiero juegos contigo, ¿me oyes?... ya tuve suficiente...-


la rubia se levantó del sofá algo alterada. Si no vas a decirme lo que quieres
me gustaría que te marcharas...- ni ella misma sabía por qué había dicho
aquello.

- Paula...- ahora Raquel también se levantaba, por un momento


ambas se quedaron frente a frente, esperando la reacción de la otra- ¿Quieres
que hablemos de lo que pasó?

- No...- de nuevo retroceder, reclamaba sinceridad y, de un paso


atrás, se escondía tras dudas y contradicciones; quería claridad pero se
tornaba difuminada como muchos de sus esbozos a lápiz y carbón - no sé a
qué te refieres...le dio la espalda y caminó, por tener algo que hacer, hacia la
cocina...- mejor lo dejamos estar... sólo que... no sé qué haces aquí en mi
casa después de dos años, la verdad...Raquel no respondía y Paula se afanaba
en recoger y limpiar la encimera de la cocina, movimientos repetitivos para
calmar su inquietud por lo que estaba por llegar, lo notaba...ese mar de nuevo
se contenía, tenía que intentar conseguir que esas compuertas se abrieran
poco a poco para dejarse flotar en sus aguas y que no la arrastraran,
avasallando todo a su paso.

- Paula...- no esperaba escuchar su voz tan cerca, en algún momento


Raquel había acortado la distancia entre ellas para colocarse a su espalda. Se
giró sobresaltada, ojala dejara de repetir su nombre, ¿no sabía decir otra
cosa?- Cabe la posibilidad de que me eches de tu casa y de tu vida... y no
quiero que eso suceda- lo que daría por poder perderse en esa mirada y
dejarse llevar, sabiendo que estaba a salvo y que sea lo que fuera que
encontrara no la podría dañar. Raquel la volvía loca en cualquiera de sus
sentidos posibles...- pero te diré algo... una mínima parte de lo que quiero...-
se acercó un poco más, las piernas de la rubia empezaron a flaquear, pero
mantuvo su mirada a duras penas- Ahora mismo sólo me apartaría de ti para
ir hasta la puerta de tu casa y cerrarla con llave...

- ¿Quieres encerrarme en mi casa?- la rubia estaba perpleja por la


respuesta, no sabía si tomarlo a broma o enfadarse de veras.

- Yo me quedaría dentro... contigo...- no había medias sonrisas, ni


cejas alzadas, tampoco el brillo en sus ojos indicaba ni la broma ni la ironía.
Raquel había dicho aquello completamente seria... y Paula se daba cuenta de
lo fácil que habría sido levantar su mano y atraerla para romper la distancia
y calmar ese dolor físico que causa la proximidad de lo deseado. Lo vio
claro, si todo en ella clamaba por la mujer que tenía a su alcance en ese
preciso momento, ¿por qué no satisfacerlo? ¿Por qué apartarlo y seguir
reprimiendo lo evidente? Se armó de valor para no mentirse. Estaba Ces y
también ese miedo atroz a perderse por completo entre los brazos de esa
hermosa mujer. ¿Y si todo se resumía a esa parte que quiere devorar,
estremecerse y alcanzar placer a cada momento? Podía intentar saciarse de
ella, no estaba enamorada de Ces, él y ella lo sabían ¿qué más podía perder?
…¿Y a quién le importaba?... Primero, tendría que resolver algunos asuntos;
pero nada le impedía constatar el hecho de que sentía placer con la idea y
seguir el juego.

- Raquel...- dejó su mirada en los labios de la morena estoy


convencida de que eres capaz de ser mucho más clara con respecto a tus
deseos...- cuando volvió a mirar sus ojos notó una sombra de duda en el azul,
parecía asombrada y algo asustada con el rumbo que estaba tomando la
conversación, sin saber cómo torear el temporal que arreciaba. Esa mujer,
además de preciosa estaba acostumbrada a conseguir todo cuanto quería y
no sería ella quien se lo negara... - Te lo volveré a preguntar...- se acercó a
ella un poco más, dejando que su mirada expresara todo cuanto no diría, aún
no...- ¿Qué quieres de mí?...

Raquel hizo ruido al tragar, le costaba tanto como controlar su


respiración desbocada. ¿Qué estaba pasando? Había estado provocando a
Paula como una forma de hacerla reaccionar pero no había esperado esa
respuesta tan inmediata. La rubia esperaba...

- Quiero...- se acercó para murmurar en su oído-... una cena


contigo...- después se apartó lentamente mientras le sostenía la mirada, ahora
sí que estaba ese brillo burlón y esa media sonrisa que desarmaba. Subió sus
manos hacia la camiseta de la rubia e hizo como que le alisaba las arrugas.

- ¿Una cena?- “¿Quién era ahora la sorprendida?”

ºººººº

Aceptó. Cómo no... quedaron para la noche siguiente, a eso de las siete,
en su hotel.

Raquel la esperaba en la cocina del hotel, ataviada con un gorro de


cocina y delantal, feliz y divertida reía mientras seguía las indicaciones del
cocinero...hizo las presentaciones y la invitó a que ayudara...
- Estoy haciendo un pan francés, con nueces y pasas...quiero que lo
pruebes...- le entregó un delantal y un gorro, tenía que llevarlos puestos o no
se podría estar en la cocina y ella quería quedarse donde la morena estuviera.

- No puedes parar quieta... - la veía hacer la masa mientras


incrustaba nueces y pasas y espolvoreaba la harina, se lavó las manos y no
pudo evitar e impulso de aplastar la masa que Raquel preparaba.

- Ehhhhhhh...- la respuesta le vino en forma de polvo blanco


cubriéndole la cara.

- Uy perdón... realmente tengo muy poca puntería... iba para...-


Raquel ponía cara de no haber roto un plato mientras señalaba lo que tenía
entre las manos.
- Ya...pues me confundiste con la masa...

- Ahora tendré que amasarte...jajajaja- Se colocó de lado y levantó


las manos hacia la cara de la rubia

- ¡Ha!...que más quisieras...- rieron a gusto sus propios comentarios,


mientras se apoyaban la una en la otra, hombro con hombro, además de la
complicidad del momento había una necesidad de cercanía y proximidad;
como si todo cuanto no eran capaces de pronunciar lo compensaran con el
lenguaje no verbal.

Nunca imaginó que hacer un pan pudiera estar tan cargado de


sensualidad, la forma de moldear la masa a su antojo mientras enterraba los
dedos en la harina, el roce de la piel de sus brazos mientras la morena le
indicaba cómo mezclar los huevos, cómo dejaron que sus manos se
encontraran una y otra vez con la excusa de dar la forma adecuada al pan;
Raquel decidió hacer bollitos pequeños en vez de un pan grande y acariciaba
con sus dedos las palmas de las manos de Paula mientras le indicaba cómo
apretar adecuadamente la masa. Cualquier momento propiciaba un toque, un
suspiro contenido o una mirada sugerente; no estaban solas en la cocina,
había cuatro cocineros más, muy atareados, a los que decidieron dejar
tranquilos. Metieron los panecillos en el horno.

- Es hora de subir... en unos 20 minutos estarán listos y los


comeremos para cenar. Igual es un poco tarde para ti, ¿no?

- Normalmente a esta hora ya he cenado... pero no me importa...- “...


esperar si estoy contigo”, quería añadir, era obvio que no lo diría. Subieron
por un ascensor privado a la última planta, Paula se encontró pensando que
nunca en su vida había tenido privilegios de ningún tipo ni accesos
exclusivos y, en cambio, junto a la morena tenía la impresión de tener al
alcance de su mano cualquier cosa que se le antojara; entre la gran cantidad
de dinero que había pagado su padre por su desnudo y las ganas de dejarlo
todo y tirarlo por la borda que sentía cada vez que respiraba el perfume de
la hija, casi se notaba flotar, sabiéndose más libre que nunca y olvidando
cuánto puede encadenarte el deseo y apresarte un amor y ni tan siquiera darte
cuenta hasta que ya no hay remedio. En esos momentos, y desde el instante
en que la conoció, sólo había querido atarse a sus piernas y acurrucarse con
su piel, quedarse allí escondida del mundo, recuperando las horas vividas
sin ella.

Durante los pocos segundos que tuvieron que compartir el cubículo del
ascensor Raquel parecía muy inquieta y nerviosa, se frotaba las manos en la
falda y evitaba mirar a la rubia. Paula vio el largo pasillo que recorrió hacía
dos días para entregar el cuadro, pero la morena se dirigió hacia la derecha
por otro pasillo, la siguió sin poder evitar mirar sus piernas y su forma de
andar. Entraron en un pequeño ático, la distribución parecida a la de su casa
en Santander, no había muros, sólo los que delimitaban el baño y la amplia
terraza. Había una mesa redonda, que seguramente habría preparado el
servicio del hotel, con velas encendidas y una cubitera con una botella de
vino en uno de los laterales. La morena bajó un poco la intensidad de la luz
y después se dirigió al equipo de música, los acordes de un piano y una suave
voz, acústico, no reconoció a la cantante...
- ¿Te importa si me doy una ducha rápida y me cambio, mientras
traen la cena?...- se había colocado a su lado en un abrir y cerrar de ojos.-
¿Tú quieres ducharte? Nos hemos puesto perdidas con el pan...- sonreía y
Paula se derretía- Te puedo dejar ropa...

- Estaría bien...- sus mejillas ardían, el recuerdo de ellas dos en la


ducha enjabonándose, acudió veloz para quedarse. Desvió la mirada, como
si la morena fuera a descubrir sus pensamientos

- Pasa tu primero...- le indicó sonriendo- ...luego veremos la ropa


que nos ponemos... dentro del baño hay una puerta directa al ropero.

- No... Tú primero...- las dos señalaban la puerta del baño.

- De ninguna manera...eres mi invitada y tengo la obligación de


atenderte y mimarte durante tu estancia en mi hotel...- el cuerpo le pidió
acercarse a la rubia lo suficiente como para convencerla de que lo mejor
sería ir lo más rápido posible hacia el baño.

- Tengo una extraña sensación de dejà vú...- Paula se separó y cerró


la puerta tras ella, dejando a Raquel sonriendo como una tonta, en una clara
referencia al tiempo compartido juntas en el otro hotel. Miró hacia la mesa
y las velas, decidió bajar un poco más la luz. Todo estaba saliendo tal y como
había esperado...

“Sí Paula, es como si ya lo hubiéramos vivido...sólo que ahora mis


intenciones son otras...”. El teléfono de la rubia sonó, miró la pantalla con
curiosidad, Ces...saber que Paula tenía a alguien en su vida la mantenía
quieta, como una intrusa a quien regalara los segundos que le sobraban...
tendría que avanzar conformándose con la situación, armarse de paciencia
y saber esperar. Deseaba encontrar la forma de poder hacerlo, que su
naturaleza impaciente no la hiciera ir tras ella hasta atraparla, disfrutar de
sus momentos juntas, que quisiera acompañarla y quedarse, sin huidas a
ninguna parte, ni apresuramientos... ni más allá de sí mismas.
Notó la preocupación en su mirada, como el reflejo de una enorme
sombra en sus ojos claros; trató de disimular, pero no sabía que Raquel había
visto el nombre de quien llamaba; intentó ignorar la llamada, más tarde la
devolvería, pero Ces se había interpuesto entre ellas, sin saberlo, el chico
cobró la forma de todo lo no hablado, de lo no compartido, él parecía lo real
y ellas sólo un espejismo...qué poco se conocían y qué necesario era
enamorarse de quien se es y no de la bruma de quien deseas que se sea...lo
vio tan claro que su cuerpo empezó a notar una pura agonía, ¿cómo
convencer a su piel para abandonar el anhelo inmediato de la otra piel? ¿Era
realmente necesario contenerse para conocerse?

Paula se disculpó y salió a la terraza para contestar la llamada. Raquel


dejó escapar un aullido casi en un suspiro: ”¡¡Dios!!”, quería gritarlo, sentía
celos y angustia por igual, qué le estaría contando a su maldito chico y por
qué ella , toda seguridad para según qué cosas, no sabía qué carajo hacer.
Sería tan fácil salir tras Paula a ese balcón, coger su teléfono y tirarlo al
vacío, abrazarla para inclinarla hasta el suelo y arrastrarse sobre ella y con
ella; le subiría su propio vestido, el que la rubia había escogido de su ropero,
la obligaría a mantener los brazos cruzados sobre su cabeza, agarrándola por
las muñecas y con la mano libre le bajaría el tanga, llevaba toda la noche
notándolo tras el vestido, para dejar su mano completamente abierta y quieta
sobre lo que la tira de tela tapaba, presionando levemente, esperando a que
fuera ella la que se moviera y le pidiera y suplicara; con su boca haría lo
mismo, dejaría sus labios rozando los de ella, absorbiendo el calor de su
aliento y aguardando; sabía que Paula no tardaría en desesperarse y que ella
misma acariciaría al mismo ritmo ambos labios, los que acercaría a su boca
y los que atraparían sus dedos y se colaría en ella, penetrando tan hondo y
tan dentro como le fuera posible y no soltaría sus brazos hasta que gritara su
nombre...

- ¿Raquel?...- la rubia volvió a entrar abrazándose para darse calor,


la noche era fresca- ..¿Estás bien?
- Ehm...ah...estaba pensando... - cogió su copa de vino y casi se tomó
el contenido de un trago, mientras Paula se sentaba de nuevo frente a ella,
lista para comenzar a cenar.

- ¿Cenamos? Esto tiene una pinta deliciosa...para comérselo


entero...Uhm...

- Estoy de acuerdo...- Raquel no apartaba la vista de ella. Sería tan


fácil...pero quería más, quería lo difícil. Sabía que su cuerpo se enamoró del
cuerpo de Paula aquellas dos semanas que compartieron y, sobre todo, los
últimos días y que había sentido su necesidad todos esos meses sin verse
hasta convertirse en casi una obsesión; pero lo quería todo, quería el amor y
algo le decía...que estaba en ella.- ¿Todo bien?- preguntó mirando el
teléfono- Tenía miedo de que entraras y suspendieras nuestra cena...

- Por nada del mundo...- intentó sonreír, pero se le notó demasiado


el esfuerzo- Era mi... - la miró y de pronto parecía costarle tragar - ...mi...

- ¿Tu novio? - Raquel quiso ayudar por más que le repugnara


pronunciar esa palabra.

- ¿Quéeee? Noooooooooooo... no, no... él no es mi...- ya estaba


aquel color por toda la cara y las orejas de Paula - Él es... Ces, estamos, pero
no es mi... no es...

- ¿Qué demonios de nombre es Ces? - la morena no pudo disimular


cierto desprecio en sus palabras, por mucho que la pregunta fuera envuelta
en una fantástica e incongruente sonrisa- No lo había oído en mi vida...

- Uhm... yo tampoco...- volvió a untar paté en su carne y se llevó un


trozo a la boca, mejor no seguir hablando, pero tenía que hacer una última
pregunta sobre el tema- ¿Y tú estás con alguien?-

- No...aunque ya me gustaría...- Raquel puso una mirada nostálgica


y algo melodramática.
- ¿Si? Y... ¿qué te lo impide?- Paula sabía que se estaba metiendo en
algún lio sin saber a ciencia cierta de qué tipo; pero si estaban manteniendo
una conversación, qué menos que seguirla...

- Tiene pareja...- un brillo extraño se quedó en sus ojos y Paula sintió


que era el momento de derivar la charla hacia otros derroteros. Por esa noche
ya tenían información suficiente...

Y Ces...estaba enfadado con ella, normal, no le había llamado en toda


la semana, ni quedado con él y se acababa de enterar de que estaba cenando
con Raquel. Ya se estaba guardando demasiadas cosas y muchas por aclarar,
tanto con Ces como con Raquel.

¿Y si simplemente probaba con comenzar? ¿Tan difícil le resultaba


sentarse cara a cara y hablar? Ahora mismo, Raquel estaba frente a
ella...pero era tan guapa...y la ponía tan nerviosa... que le resultaba imposible
hablar de lo que sentía sin… sin...”¡¡Dios!!”

ºººººº

“Te atraeré hacia mí como un halo infinito, engullendo cada segundo


en este espacio atemporal donde nos encontramos; las muescas del
engranaje parecen atascadas, eternizando el mismo instante... tú...”

- Hay cosas que nunca cambian...- la voz de Raquel le hizo levantar


la mirada de su cuaderno. Las palabras se habían ido acumulando en su
cabeza durante la cena y pujaban por salir, se repetía una y otra vez el
comienzo del párrafo como si estuviera taponando la salida del resto “Te
atraeré hacia mí como un halo infinito”... tenía que escribirlo y así poder
continuar.

- Uhm...me ha venido algo...- dijo señalando su cabeza con el lápiz,


mientras sonreía algo cohibida.
- Y es genial que no cambien...- Raquel se sentó en el sofá junto a
ella, alargando una copa con algún licor hacia la rubia. La cena había
terminado y ninguna de las dos quería poner fin a esa noche, no de
momento.- Creo que una de las formas en las más te he recordado ha sido
con tu libreta, dibujando, escribiendo en ella...

- ¿Sí?- la sonrisa se le tornaba pícara sin intención; Raquel la había


imaginado...la morena la miraba de reojo como tanteando el terreno para su
siguiente estocada.

- ¿Quieres saber cuáles son las otras formas...?- a punto estuvo Paula
de dar el sí como respuesta, pero no se atrevió a seguir con aquel juego en
el que la morena parecía divertirse mucho.

- No sé si atreverme...- bajó la mirada a su copa, ¿notaria Raquel el


mínimo temblor de sus manos?

- Hazlo...- acompañando cada letra, se giró hacia sus ojos de miel y


subió sus piernas al sofá para sentarse levemente sobre ellas, estaría más
cómoda y algo más próxima... en un breve instante se preguntó cómo era
posible que, con solo mirarla, así tan cerca, su corazón se arrugara como si
Paula tuviera el poder de estrecharlo en su puño, apretarlo y soltarlo,
rítmicamente, en su mano y al compás de su propio latido para darle la
calidez de sentirse sostenido, arropado y acariciado. - Igual te sorprendo...-
sonreía, las dos lo hacían, inevitable muestra de cuánto les gustaba a ambas
su proximidad; a pesar de los nervios, de la inseguridad, de la inquietud, de
todo lo que no se decían...se sentían a gusto, cómo si esa sensación sólo se
lo pudieran conceder la una a la otra, ¿por qué no lo habían podido sentir
con nadie más? ¿Qué ley de la naturaleza o de la ciencia explica algo así?
¿Sólo era cuestión de química? ¿Sus hormonas dispuestas a fundirse y
confundirse en oleadas de placer a través de sus sentidos?... ¿Cómo sería
entregarse por completo a aquella locura? ¿Cuánta serenidad le traería
recibir a esa mujer entre sus brazos para cobijarla siempre que ella quisiera?
Demasiadas preguntas... y la fina piel de Paula brillaba sobre su rubor.
- Vale... me atreveré un poquito...- se humedeció los labios,
preparándose para hablar y sin darse cuenta del efecto que ese gesto podía
causar en Raquel que se removió en el sofá tratando de distraerse de sus
labios...Cómo...- parecía imposible que Paula le fuera a mantener, de nuevo,
la mirada y esa era una de las formas en que la imaginaba; sus ojos fijos en
los de ella y enturbiados de oscuro, la sombra del mar sobre la arena,
empapando y acariciando en su avance, mientras la abraza o la amaba le
entregaba todas y cada una de sus miradas eternas; no sería ella quien le
pusiera fin a lo eterno...ni siquiera quería hacerlo. Miraba a la rubia que
intentaba desatascar sus pensamientos de su timidez para decir una frase
completa antes de que terminara la noche...¡¡¡Ya está!!! No lo aguanto
más...pensó la morena incapaz de contenerse y sin dejar que Paula terminara
lo que tuviera que decir... cogió la copa de sus manos y la dejó sobre la mesa
junto a la suya, sin dejarse intimidar por la mirada de sorpresa y sin darle
tiempo a reaccionar se colocó de rodillas frente a la rubia, sobre el sofá, y se
inclinó sobre ella hasta tumbarla , sosteniéndose sobre sus brazos y
esperando alguna señal por parte de la rubia para poder acoplarse sobre ella
y no tener que retirarse. Ahí está...ya la tengo...aún es más preciosa de cómo
la recordaba; sus ojos se oscurecen y brillan bajo sus párpados entornados
y no pestañea...me mira fijamente y no aparta la mirada...

- Raquel...- susurró Paula- qué estás haciendo...

- Estoy respondiendo a tu pregunta...- le costaba respirar tan cerca


de sus labios, el deseo contenido asfixia-...la que no has podido terminar de
hacer... esa mirada también me ha acompañado en mis sueños.

“Solo tendría que acercarme a sus labios, rozarlos, sentir su calor


bañando los míos para dar el salto mortal y caída libre sin otro apoyo que
su cuerpo, aferrarlo como si me fuera la vida en ello... ¿Por qué no lo hago?
¿Acaso tan sólo me conformo con esa mirada? Estar así, a escasos
centímetros de fundirme en su cuerpo y aguardo...un breve destello de
confianza en sus ojos, un saber que después de encajar nuestros cuerpos
todo será distinto a como fue, que mi necesidad sea la suya, que beber de
mi aliento le cree tanto deseo de poseer como tranquilidad y cordura. La
contradicción de cada cual desordenando lo que nos empeñamos en ordenar
de forma metódica, dando forma a momentos de extasiada pasión y evasión,
dando, recibiendo, amando...”.

- Tranquila Paula que no te voy a comer...Tienes unos ojos muy


bonitos, ya te lo habrán dicho antes seguro...- Raquel se apartó tratando de
disfrazar su atrevimiento en forma de broma, le dio un pellizco en la mejilla
a Paula y le guiñó un ojo antes de levantarse y desviar su mirada. Se sentía
embriagada, como si flotara, después de haber inhalado su aroma y haber
tenido que ordenar a su cuerpo que frenara su avance y controlara su deseo.

- Pero qué...- Paula estaba completamente impactada y absorbida


por el momento, lo que menos podía esperar de esa escena es que la morena
se levantara y se alejara como estaba haciendo; ella en cambio continuaba
tumbada en el sofá y, como de costumbre, incapaz de terminar una frase
dirigida a Raquel.-... no sé qué haces... cómo puedes...- se incorporó porque
empezaba a sentirse ridícula e impotente. ¿Cuándo podría dirigir los hilos
de esa descontrolada cometa que siempre fue su relación con Raquel?

¿Cómo dirigir lo que no sabes hacia dónde va? Raquel se volvió con
cierta brusquedad, había vuelto a rellenar su copa de licor y su mirada la
dejaba aún más atada al sofá.

- Paula... si no me dices ahora mismo lo que sea que quieras decirme


tendré que hacer algo para romper esa timidez tuya...- esperó por si la rubia
concluía, pero al ver que ni se movía avanzó de nuevo hacia ella y se
arrodilló junto a sus piernas, le dio a beber de su propio vaso, Paula lo aceptó
y dio un largo trago antes de devolvérselo. - Ahora respira profundo, eso
es...- esperó pacientemente con su media sonrisa-... pero tampoco te pases
que puedes hiperventilar y faltaba que te me desmayes aquí...aunque yo
estaría encantada así podría llevarte en mis brazos hasta mi cama...- la cara
de la rubia era un poema, finalmente acabaron riendo las dos a carcajadas. -
¿Me lo dirás?

- Si...- qué mirada tan tierna tenía Paula, la hacía querer acurrucarla
y protegerla, incluso de sí misma...
- ¿Cuándo?...-Raquel sonreía abiertamente.

- Ahora...- Paula le devolvió la sonrisa.

- Vale...

- Raquel...- las dos se miraron de nuevo, no podían dejar de reír-


para o no podré decirte nada...- sin darse cuenta había apoyado las manos en
los hombros de la morena que se había inclinado un poco hacia ella y, como
si fuera lo más natural del mundo, sus dedos se enredaron cogiendo un
mechón de su pelo. Mirándose en sus ojos supo claro lo que quería en ese
momento- Me gustaría darte un abrazo...- y sin aguardar respuesta ni más
esperas la atrajo hacia sí misma tirando levemente de su pelo y rodeándola
con sus brazos- … y que me lo devolvieras...ese perfume sobre su piel la
podía volver loca, se le colaba en los espacios entre cada uno de sus átomos,
porque somos muchas cosas y también somos nada, estamos compuestos
también de huecos por rellenar. Vacío entre materia. ¿Qué no se colaría por
ahí todo lo que no podemos entender, desmenuzar y desgranar? Como ese
dolor que te encoge el pecho cuando eres feliz, tan feliz como en ese
momento, siendo más consciente que nunca de tu propio cuerpo al sostener
el otro cuerpo, apretando hasta más no poder. Raquel la rodeó por la cintura
y la atrajo, quedando su cintura entre sus piernas y su cara enterrada en el
cuello de Paula. Podían no decirse nada, no saber hablar entre ellas o no
haber descubierto lo sinceras que podían llegar a ser sin dañarse o lastimarse,
sin miedo al dolor, al abandono, a no ser correspondidas, a tantas cosas...
pero sus cuerpos se entendían de esa manera única, como nunca antes habían
sentido, lo descubrieron aquellos días en el hotel rural, lo intuyeron al
abrazar a otros cuerpos sin que aquello volviera a ocurrir y lo constataron
en ese contacto después de años de no sentirse... si eso no era magia, ¿qué
era?.

Ambas suspiraron, de alivio, tanta tensión acumulada y un solo instante


para hacerla desaparecer, lo difícil sería separarse de aquel abrazo, que el
propio cuerpo fuera suficiente.
- ¿Era esto lo que querías decirme y tanto te costaba? - susurró
Raquel al oído de Paula, dejando que sus labios rozaran el lóbulo.

- No... Jajajaja...ha sido un impulso.- Paula acarició su pelo antes de


comenzar a apartarse sin ser capaz de levantar su mirada y descubrir por
completo sus sentimientos a Raquel.

- Uhm.... me encantan tus impulsos...- sonreía mientras retiraba el


flequillo de la rubia a un lado- pero estoy segura de que cuando te decidas a
hablarme también me gustará escuchar lo que digas...

- Todo llegará...- seguían tan cerca- eres la única persona a la que


me cuesta tanto hablarle, normalmente es todo lo contrario...

- ¿Por qué crees que es?- Raquel se sentó en el suelo doblando sus
piernas y apoyando sus manos sobre las rodillas de la rubia; pero Paula se
dejó caer del sofá para acabar sentada frente a ella y casi a punto de volver
a abrazarla, se frenó, pero cogió una de sus manos, no quería soltar del todo
su contacto.

- Es evidente...me pones muy nerviosa y... y...

- Paulaaaaaaaaa, suéltalo...- se acercó y le dio un suave beso en la


mejilla como para darle la confianza que le faltaba.

- Es que no sé qué es todo esto, ni lo que quieres de mí después de


todo este tiempo... me siento como si tratara de seguirte haciendo equilibrios
sobre un hilo invisible, tú te mueves y yo te imito, pero no veo por dónde
voy y me angustia...

- Pero me sigues...

- Sí, aunque preferiría que caminásemos juntas y saber por dónde


vamos...- se atrevió a mantener su mirada, ese azul que tanto le daba el
aliento como se lo quitaba.
- No pienses mucho la respuesta...hagamos una lluvia de ideas sobre
lo que no dudarías ni un momento en hacer…-Raquel la sacaba de su
aturdimiento sin previo aviso, aparecía y se colaba en su mundo, la aferraba
para traerla de vuelta o se quedaba con ella, aguardando agazapada- ¿Y tus
notitas de colores?

- ¿Mis post-it?

- A ver si coincidimos en algo en esta lluvia loca y sea lo que


sea...tendremos que hacerlo realidad.- iremos apuntando ideas en ellos y a
ver qué sale…

- Pero…

- Paula…-la miraba severa- ni se te ocurra preguntar para qué….-


ambas sonrieron, era justo lo que la rubia iba a decir... ¿hay que buscarle
sentido a todo lo que hacemos?

Tuvieron la genial idea de no decir en voz alta las ideas que le surgían,
irían colocando las notitas de colores, con cada una de ellas, en sus propios
cuerpos, para que la otra pudiera leerlas, como si los deseos se hicieran
hueco a través de los poros de la piel y se materializaran para cubrir sus
cuerpos de colores. El color tan presente en sus vidas...y la música…

Fue una experiencia llena de momentos divertidos y de coincidencias


extraordinarias, que no sabían que compartían, como el deseo inconfesado
de amarse sin miedos, que ninguna fue capaz de plasmar en sus respectivas
notas, aunque se advirtiera en cada mirada y en cada gesto; y la maravillosa
idea de viajar en caravana por Europa.

- Me he pasado la vida viajando por el mundo, de concierto en


concierto, pero nunca he podido saborear los sitios por los que pasaba; sus
montañas, los pueblos, los cielos, la gente...quiero olvidarme del tiempo y
fundirme con el espacio allá a donde vaya.

- A mí siempre me pareció una idea loca que nunca me atrevería a


realizar, siempre he sido un poco ratón de biblioteca…- tampoco tuvo valor
para confesar que no imaginaba encontrar a alguien con quien sentirse capaz
de cumplir sus sueños.

- ¿Y por dónde te gustaría empezar?- Raquel sonreía ilusionada.

- Uhmm...no tengo que pensarlo mucho… Italia….-Una sombra


nubló el azul de sus ojos, pero Raquel recuperó enseguida el brillo de su
mirada.

- ¡Estoy deseando recorrer el país donde surgió el famoso estuco


veneciano!- su sonrisa diluyó cualquier atisbo de duda.

- ¿Cómo?- Paula se quedó pasmada, de todo lo que la morena


pudiera haber dicho era algo que no esperaba. Notó cierto nerviosismo como
cuando se dice cualquier cosa con tal de no soltar lo que realmente te pasa
por la cabeza.

- ¿Te pasa algo Raquel?

Intentó dibujar una sonrisa que se quedó en el intento. -Claro, tú no


sabrás nada…- se masajeó el puente de la nariz suavemente con sus dedos,
era evidente su inquietud- Estoy pensando… ¿podrías quedarte aquí unos
días?
Capítulo 11: La casa por el tejado

“Todo este trozo de cielo es mío, todo lo que mis ojos alcanzan a ver...
con sus nubes multiformas y sus aves de paso; la estela de algún avión, sus
distintos tonos de azul... lo pienso mientras el sol me calienta la piel y la
arena me acuna entre sus granos, me siento parte de toda esta inmensidad,
estoy fuera y soy dentro... su voz se cuela en mi encantamiento o es por su
culpa que ando en las nubes todo el tiempo... me incorporo y la veo
empapada de ese otro infinito azul, queriendo que acuda a su lado, desde que
llegamos hace unos días no me ha dejado un instante, a veces se mantiene a
distancia pero no deja de observarme y me reclama, es como si me
necesitase...”

Paula alzó la vista hacia el mar mientras sentía la caída, en cascada, de


las letras hacia su estómago, ese enorme pozo que necesitaba colmarse de
palabras para calmar sus aguas...Raquel le hacía gestos con los brazos desde
el mar, nadaba alejándose de la orilla, pero se había detenido para pedirle
que la acompañara y la esperaba. Dejó su cuaderno debajo de la toalla,
protegido de los rayos del sol y de los golpes de viento y ella misma salió
corriendo para zambullirse en el agua, desprotegiendo su alma. Mientras
nadaba hacia la morena un recuerdo se asomó, impactante e inquietante, tal
cual lo sintió en su momento al ver el retrato de la madre de Raquel y sus
ojos tan negros y vacíos; y, sobre todo, la reacción hermética de su hija
cuando la descubrió contemplándolo. Esa Raquel no había vuelto a aparecer,
pero era un eslabón por anclar en su historia. Tan parecida a Raquel y tan
distinta...y además, saber de la madre le haría conocer más a la hija, su
historia, de dónde venía...Raquel nunca parecía dispuesta a hacer preguntas
sobre el pasado de Paula, como si temiera abrir la caja de los recuerdos
propios y tener que desempolvar y remover lo vivido. ¿Cómo había
conseguido pasar días sin rozar su piel tan llena de presente y sin traer la
memoria de historias pasadas? Tanto la piel como la mente tienen leyendas
para contar y se sostienen en quienes las escuchan, se transmiten, se
transforman.
Desde que estaba en el hotel, el trabajo había reclamado a la morena y
Paula había pasado los días tumbada en la playa dorando su blanca piel,
escribiendo, haciendo esbozos, buscándola con la mirada por doquier,
deseando que llegara la hora de volver a verla. Sus habitaciones estaban en
lados extremos del alargado apartamento y separadas por el salón, su padre
quiso que todas las habitaciones del hotel miraran al mar; decidió construir
una piscina rectangular que siguiera toda la línea frontal, donde poder
practicar natación hasta agotarse para después quedarse quieto mirando el
mar...se imaginaba a una pequeña morena de piel tostada por el sol tratando
de seguir la línea de espuma que dejara su padre en cada brazada y cómo el
paso del tiempo le hacía remarcar la misma línea de burbujas blancas aunque
fuera otra agua y otra Raquel distinta, adolescente y ya adulta. De todas ellas
se quedaba con todas, las imaginadas y la real; porque para eso somos como
somos, pero también como los otros nos ven.

Quería conocerla y no sabía si sería posible amarla más de lo que ya lo


hacía... aunque lo callara para tratar de contenerlo. Pareciera que entre ellas
existiera algún acuerdo invisible de no invadir el espacio físico de la otra,
por más que la intimidad aumentara y se empeñara en empujarlas más y más,
haciendo casi insoportable permanecer en la misma habitación sin sentir el
dolor físico de la separación. La memoria de la piel pedía caricias a la otra
piel.

Cada noche esperaba que Raquel apareciera en la puerta de su


habitación, se conformaba con solo dormir a su lado, era tal la necesidad de
sentirla y respirarla; desear que fuera la morena la que diera el paso, la
estuviera atormentando y mientras tanto lo que fuera que crecía dentro de
ella la absorbía por completo. Qué distinto a lo que nunca antes hubiera
sentido y qué injusto por Ces el haberse conformado a su cariño mientras
trataba de huir intentando volver a levantar lo devastado sabiendo que el
huracán aún no ha perdido su fuerza y volverá a arrasar con todo a su paso.

Y qué más le daba, mirar por doquier, conformando los elementos de


su nuevo atrezo. Le quedaba tanto por saber, descubrirse en ese otro
escenario de luz, sonrisas y miradas furtivas. Y tenía tanto miedo a sentirse
de nuevo rechazada por mostrarse… la morena ya se alejó una vez, cómo
confiar que no volvería a hacerlo. Era a Raquel a quién le correspondía
entregarse, esperaría….

De momento había encontrado un hueco en su sendero, donde cobijarse


de sus propios pensamientos; un remanso momentáneo de paz, donde todo
transcurría a un ritmo más lento.

Comenzó a hacer el esbozo en su libreta y cada línea le traía más y más


la calma y la pasión del que crea algo de la nada o del todo, dando forma
como si acariciara e irguiendo todo un mundo ante su mirada. Como un loco
que diera vida a sus alucinaciones, con sus propias manos, para que todos
los demás también las puedan ver.

Se detuvo en un momento de su exaltación, para respirar profundamente


y dejó su mano libre recogiendo palabras.

“Esa mirada me lleva a los mil y un escondites tras los que se esconde
su alma, es tan vulnerable como poderosa, sólo que el desconocimiento se
empeña en echar el telón a cada instante y ya se sabe que en la oscuridad
nada se ve ni tan siquiera tu sombra.”

El negro de los ojos de su madre avanza como una bruma sobre su azul.
Me cuesta tanto explicar este miedo a volver a perderla, es como si todo lo
que conozco sobre Raquel desapareciera tras ese velo y apareciera esa otra,
poderosa, tras cada recoveco.

Amo a una y temo a otra…”

Esa mujer viene hacia mí, me pide que la encuentre mientras avanza,
paso a paso hasta tocarme. Su piel fría me sobresalta. Me despierto con sus
ojos negros clavados en cada pensamiento, no entiendo qué pasa, cómo se
me ha colado en el día y en el sueño. Quizás mi amor no resuelto o no del
todo correspondido me obsesione y absorba e intente buscar las respuestas
que no me da la hija en la madre.

Si fuera tan sencillo como decir lo que siento… pero ya lo hice y el azul
se hizo ausencia. Siento que he de callar y esperar a desvelar el misterio que
encierra su alma. Pero esperar me está encogiendo y arrugando como una
pasa, sin jugo, lista para masticar o pisotear dejando apenas una mancha, un
pequeño rastro tras la pista de un diminuto grano de arena arrastrado por un
infinito mar.

ºººººº

Comenzar la casa por el tejado… eso es lo que habían hecho, tocaba


construir el resto…a tientas y a tantos, saber que algo sostiene esas tejas, sin
poder verlo, ¿no es eso fe?

Se habían quedado dormidas en el sofá del salón, mientras planeaban y


cerraban cosas para su inminente viaje en caravana. La libreta de Paula sería
perfecta para anotarlo todo, aunque Raquel lo haría en su tableta electrónica,
para sincronizar con los móviles y el portátil. Muchos viajeros habían dejado
su huella en blogs para viajar en autocaravana por todo el mundo,
fotografías, mapas señalizados, hoteles rurales, camping, lugares que ni
pensaban podían existir, precios. Era fabuloso, todo al alcance de varios clic
de ratón. Aún tenían mucho que atar, habían decidido dejar el viaje abierto
para hacer lo que les fuera apeteciendo pero querían llevar más o menos las
cosas claras sobre las posibles rutas y alternativas.

De alguna forma el destino o lo que fuese las había unido de aquella


manera y la locura de conquistarse caminaba a su lado y viajaría con ellas.
Esa sería la mayor aventura. Reconocer un gesto, comprender una mirada,
los distintos tonos de la voz…saber hacia dónde se dirigían juntas…

Paula le acariciaba suavemente el pelo a Raquel mientras dormitaba, en


ese estado le parecía de lo más natural hacerlo, notaba sus músculos
completamente destensados; la cabeza en su hombro, como aquella noche
que la morena había bebido y volvían en coche al hotel; en esta ocasión sólo
dormía; rozó su pelo con sus labios para dejar un suave beso y aspirar su
olor. La ternura ayudando a construir los cimientos, junto con la pasión…
no se había olvidado de ella, no podría, su cuerpo reaccionaba, incluso antes
que sus pensamientos. Como en ese momento, su olor trajo un mar de
confusión o de certeza, no sabía exactamente; inmediato, impactando y
explosionando sensaciones por doquier. Raquel tuvo que notarlo, como si la
energía de ambas se adelantasen a sus propios cuerpos, porque su respuesta
no se dejó esperar y levantó sus labios hacia los suyos sin pausa y sin piedad
alguna. ¿Por qué habría de tenerla si estaba claro lo que ambas querían y
callaban?

No podían contener más esa maraña de sensaciones y sentimientos, tan


confusa, como cierta. Tocaba volver a perderse en sus brazos.

Y ahí estaban sus labios, donde siempre deseó, como tenía que ser; si
había un antes o un después no importaba, el ahora se hacía más eterno que
nunca, vivir era aquello, seguro que muchas sensaciones más, pero sin duda,
esos labios en los suyos ya habían aventurado ese momento.

Sentía dolor físico por el deseo tanto tiempo contenido y el ansia por el
otro cuerpo se hacía, a cada segundo, de ese beso eterno, más desenfrenada.
Llegaron otros muchos besos, parecían volver a mantener una lucha, como
aquella en el gimnasio, se agarraban, se mordían, forcejeaban por tener el
poder; los suspiros comenzaron a tornarse quejidos que por momentos
parecían rozar la desesperación.

Raquel la retuvo contra su voluntad, ya no podía continuar con aquello,


hizo un nudo con sus piernas que la dejó inmóvil de pies a cabeza, ella y sus
mañas orientales; así que la obligó a parar porque más que todo eso, más que
la fuerza física, más que lo avasallador del deseo, más que cada una de las
sensaciones contenidas y cada una de sus ausencias…un brillo de alegría se
adivinaba a través de sus pupilas; el saber que ambas eran ganadoras de todas
aquellas luchas y batallas, porque todo lo que habían vivido las había llevado
a ese preciso instante que era donde ambas querían estar.
¿Estaría marcado en sus genes la intuición o adivinación de esa
sensación? ¿Su camino estaba predeterminado a sentir aquello? Qué más
daba…sentir era más que suficiente.

Cómo explicar esa amalgama de vida…porque se sentía más viva que


nunca, incluidos aquellos días en el hotel donde se conocieron y desearon;
esto era diferente, se estaban descubriendo, aceptando, ensamblando
pensamientos y sensaciones, sintiendo encajar o dar sentido a cada uno de
los elementos de aquel atrezo que cambiaba continuamente en función de
cada una de las escenas que componían aquel encuentro o la historia de cómo
dos personas se encuentran y cómo trascurren sus vidas a partir de ese
momento; cómo confluyen y se bifurcan sus caminos una y otra vez, hacia
dónde evolucionan sus argumentos y qué ocurre con sus sentimientos.

ºººººº

Cada día un lugar, un cielo distinto… fotografías e imágenes


acumuladas. Nunca se había sentido tan libre y no porque pasaran los días
viviendo en una caravana, a ruedas sobre caminos y asfalto, atravesando
países, bordeando un mismo mar…el Mediterráneo. España, Francia,
Italia…

Sin trabajo al que acudir, sus libretas enseguida se llenaban de historias


y bocetos; preguntaba a los lugareños, recogía costumbres a lápiz, nombres
curiosos de sitios; nubes, horizontes, palabras en catalán, francés, italiano y
todas y cada una de las poses de Raquel; con cada uno de sus bocetos sobre
ella se podría crear una historia animada.

Raquel componía, se levantaba n medio de la noche, después de hacer


el amor, o salía apresurada del agua tras el baño en un río o en el mismo mar
que rondaban; veía sus notas y corría a plasmarlas. A menudo, Paula
esperaba a que regresara y, si tardaba, iba tras ella para encontrarla
absorbida; en esos momentos, podía observarla a su antojo porque Raquel
no se daba cuenta de nada o no lo parecía.
Sabía que estaba viviendo uno de esos momentos que jamás podría
olvidar y trataba de sentir y memorizar cada instante. Más que un viaje a
través de miles de kilómetros era un descubrimiento a dos, un recorrido hacia
ese otro mundo interior tan desconocido, incluso, para uno mismo.

Era como si se desdoblara en sí misma y se dejaba ir a ese otro lado que


parecía habitarla. “¿A dónde te vas Raquel?”, pensaba, mientras la seguía
mirando a distancia, le dejaba ese espacio para ser esa extraña a la que aún
no había sido presentada. Ansiaba conocerla, saber en qué lugar se
agazapaba, qué notas musicales le acompañaban, que algún día quisiera
interpretarle esa sinfonía que no paraba de componer en su cabeza y que aún
desconocía.

Los momentos de ausencias y negruras de Raquel se hacían más


frecuentes al pasar tiempo junto a ella, no se atrevía a decirle o preguntarle,
quería que fuera la morena quien le contara, no invadir esa parte de ella que
se le escapaba. Parecía especialmente inquieta, como si a cada kilómetro lo
que fuera que la perturbara se hiciera más y más presente.

Sin querer había escuchado una parte de una conversación telefónica,


supo que hablaba con Gerard y se refería continuamente a alguien
llamándola en tercera persona, Ella, y no precisamente con tono agradable,
sino todo lo contrario. Tenía que haberse alejado del lugar antes de seguir
escuchando, pero esa referencia a una mujer y que afectaba tanto a Raquel,
la dejó clavada en el mismo lugar el tiempo suficiente para que la inquietud
de la morena volara hasta donde se encontraba, en forma de sonidos para
pronunciar las palabras que se le colaron por los oídos y se le clavaron como
dudas afiladas como dagas.

- Papá…sé que estoy cerca de donde vive, pero… me da mucho miedo


verla, no sé lo que siento por Ella…

Suficiente para alejarse y no seguir escuchando… ¿Quién era Ella?


Esa misma tarde estaban sentadas sobre la cama de la caravana, conocer
sus cuerpos al milímetro y procurarse el mayor placer era una obsesión para
ambas, simplemente lo necesitaban y lo saciaban; sin complicaciones, pros
ni contras, ya habían pasado demasiado tiempo separadas o próximas sin
atreverse a dar el paso. Raquel la abrazaba por la espalda, a la vez que se
apoyaba en ella y le rozaba la piel de los brazos con las yemas de sus dedos.

Paula dejó salir su pensamiento tal y como le vino, parecía haber


entrado en una especie de calma, y no le ponía trabas a lo que se le venía a
la cabeza. Y fueron los ojos negros de la madre de Raquel.

- Si no te importa, algún día me gustaría intentar pintar a tu madre…-


el silencio se espesó, notó cierta tensión en los músculos de la morena.-Paula
reaccionó enseguida y comenzó a acariciar las manos de Raquel para que
continuara con lo que estaba haciendo.- ¿Buscaste alguna de sus fotografías?
Me gustaría verlas…

- Si…cogí algunas…Son de antes de…

- ¿De que muriera?...Paula se arrepintió de haber dicho aquellas


palabras. Raquel se apartó de ella

- Paula…aún no sabes, claro…estás confundida-se volvió para mirar


a Raquel de frente, estaba seria pero serena, se miraba las manos como si lo
que iba a decir le costara.

- Raquel, si no quieres hablar de ello ahora, lo entiendo…

La morena inclinó la cabeza y respiró profundamente, el silencio


parecía alargarse mientras veía cómo se daba un leve masaje justo en el
punto entre los ojos y el comienzo del tabique nasal, los párpados cerrados.
Paula supo lo difícil que estaba siendo que formara las palabras necesarias
para comenzar a destapar o descubrir ese otro lado que le ocultaba.
- No, verás…el caso es que…el retrato que viste…no es el de mi
madre muerta….

- ¿Cómo?...

- La que murió era mi madre en todos los sentidos…se llamaba


María, algún día te hablaré sobre ella, la segunda esposa de mi padre, la que
estuvo a mi lado tantos años… pero la del retrato no es ella- abrió los ojos,
la sombra de su propia mano los hacía parecer negros-…la de esa
pintura…es mi verdadera madre y ella… aún vive…

La mandíbula de Paula estaba desencajada por la sorpresa, como a nadie


se le había ocurrido hablarle de un detalle tan sumamente importante; la
madre de Raquel estaba viva

- A veces tengo tantas ganas de verla, darle un abrazo y olvidarme


de todo, preguntarle… pero sencillamente no he podido… no puedo….creo
que si abriera la boca sería para reprocharle que se marchara y no quiero
hacerlo…

Podía sentir la congoja de Raquel, la inquietud, el miedo, pensar que no


fue suficiente para que su madre se quedara.

- Así que se marchó…y te…

- Me abandonó, lo puedes decir, aunque técnicamente me dejó con


mi padre, mucho más estable emocionalmente y económicamente, parece
ser que estuvieron de acuerdo ambos en que ella se marchase y yo me
quedara con él… mi padre le dio una gran cantidad de dinero a cambio de
que renunciara a mí, no legalmente, nunca dieron ese paso, no hizo falta, mi
madre firmó un documento privado y jamás me ha reclamado.

- ¿Nunca has querido preguntarle por qué?


- Puedes preguntarle tú si quieres… no estamos lejos de donde
vive… yo aún no lo sé. No he vuelto a verla y no he preguntado el motivo,
mi padre me dijo que hicieron lo mejor para mí, que ella no estaba bien- se
señaló la cabeza- y no podía criarme en ese estado.- Paula aguardó a que
continuara, Raquel parecía necesitar contarle aquello. Así que Ella, era su
madre…- Yo… a veces pienso… que soy como ella… que llevo conmigo lo
que sea que ella tuviera; sé que tendría que haberle preguntado a mi padre
lo que le ocurre y así salir de dudas, él no sabe que me siento así, pero en
casa, simplemente, se dejó de hablar de ella, lo único que parecía permanecer
y que nadie tocó fue su retrato…

- Cariño tú no estás enferma…-retiró un mechón de pelo de su cara


y cogió su mano, para apartarla de su cara, prefería sus ojos de color azul.

- Paula…no me conoces…quiero decir…que hemos convivido poco


juntas…me imagino que ya te darás cuenta y por eso quiero pedirte, de
antemano, que me disculpes si hago algo que puedas no entender; me
encierro mucho en mí misma o desaparezco, nunca he tenido una relación
estable por este motivo y porque no he llegado a encontrarle sentido a
convivir con otra persona…hasta ahora…contigo quiero intentarlo… si tú…
es decir… si…

- Sí, quiero….- la sonrisa de Paula podía abarcarlo todo, llenar la


habitación, rebotar y adentrarse en el alma de Raquel; a pesar de lo que las
palabras de la morena pudieran contener sólo podía pensar en que quería lo
mismo que ella, pasar todo el tiempo que pudiera a su lado, compartir sus
vidas. Acercó su frente a la de Raquel y miró en sus ojos, el brillo de la
emoción se contagió de una a la otra, sin saber quién fue la primera. Qué
bonito vivir esos momentos.

Raquel rozó sus labios con los dedos.

- ¿Recuerdas cuando me dijiste que te habías enamorado de mí?

El dolor ensombreció sus ojos al recordarlo


- Desapareciste.

- Si, a eso me refiero…me asusté, no quería volver a sentir que


necesitaba a alguien y…creí que sería lo mejor para ti…

- Igual tu madre pensó lo mismo con respecto a ti…

- Es posible… por eso digo que creo que me parezco a ella en


muchos aspectos, no solo físicamente.

- Lo iremos viendo Raquel, ahora toca afrontar algo de lo que no


hemos podido desprendernos. – La abrazó, colocando sus piernas sobre su
cintura y apretándola para intentar sentir su pulso en cada latido. Después
susurró a su oído- Y me gustaría conocer a tu madre…y pintarla si tengo
ocasión… ¿Has querido venir a Italia por ella?

- En parte si…-carraspeó algo inquieta- te la presentaré…- sonrió


irónicamente- le diré que eres mi novia.

Ambas soltaron una carcajada a la vez, la situación les parecía de lo más


irrisoria.
Capítulo 12: ¿Por qué lloramos?

Nadie habla de la tristeza, el poeta, la poetisa, las películas, los libros…


pero en casa y en la calle todos la obvian; ella misma intenta repetir una
frase, una y otra vez, en su cabeza, para aferrarse a ella y no soltar las manos
que la absorben al abismo, ese lugar de oscuros pasadizos, donde ve a la
gente como sombras sin poder ponerles rostros, ella misma no se reconoce;
como si el negro de sus ojos chorreara un líquido espeso hacia dentro y
saliera por sus pies adhiriéndola al suelo, cada paso es un suplicio; intenta
agarrarla, es pequeña, se dice que podrá con ella, aunque tenga que
desgarrarse la piel en cada intento, la quiere con ella, luchará con todas esas
sombras, con la espesura que la clava en el suelo. La niña la mira, va vestida
de blanco, sonríe y confía en que irá a por ella.

Le rompe los ojos en miles de lágrimas; quiere bañar toda esa negrura,
limpiarse para ella; que la vea feliz y abrazarla entre sus brazos.

La espera, pero el desespero la inmoviliza y una sombra la agarra para


llevársela…la ve marchar y no puede hacer nada, sólo deshacerse en esa
oscuridad.

Nadie habla en casa de la depresión, de la desesperación, de la


culpabilidad añadida por no poder ser feliz teniendo una hija que es un cielo,
un portento en la música y un marido maravilloso, una vida llena de lujo, un
don al piano…

Intenta disimular, pero cree que ya todos lo notan, todos pueden ver sus
cambios de humor, sus pasiones llevadas al extremo y sus caídas al infierno;
de momento, no son tan evidentes, cíclicas, había dicho el psiquiatra que le
había recomendado el médico de la familia; puede llevar una vida hasta
cierto punto normalizada, siempre y cuando no se disparen los
episodios…de momento, estaba consiguiendo engañarles, así que podría
controlar, no sería necesario que la ingresaran, separarse de su hija, de su
marido, de su hogar…era un deber, pero llegaba a sentir hastío, le molestaba
su hija y despreciaba a su marido. Oía su voz llamándola y quería correr;
sabía que la amaba con toda su alma y aún más culpable se sentía. No quería
estar ahí, pero lo controlaría, todos esos pensamientos obsesivos, la frase que
se repetía una y otra vez en la cabeza…”Lo puedo hacer, lo puedo hacer, lo
puedo hacer…”. Intentaba enmascarar al resto, someter sus deseos de
marcharse, abandonar a todos, o de terminar con su vida…

Pero, a veces, simplemente, no se puede…y el demonio te absorbe


dejándote desnuda en medio de la nada. Aferrarse a la vida, a costa de todos,
era su derecho el de intentar escabullirse de esos pensamientos. ¿Qué vida
le habría dado a su hija?

¿Era huir?...Correr hasta sangrar los pies, l día que se marchó así lo
hizo, con la bata de casa y gritando; no veía ningún monstruo, ni fuera de
ella ni dentro, era ella quién se sentía sucia y esa frase que se repetía se había
revuelto contra ella, cada letra parecía gritarle, cambiar de posición para
formar otras palabras terroríficas “Huye, huye, huye…”

Así lo hizo… la encontraron en un gran charco enfangado, con el barro


oscuro adherido a su piel, como en su sueño; se la llevaron y tras evaluar su
estado, la ingresaron en un hospital psiquiátrico, a la espera de poder
identificarla; no llevaba documentación; no recordaba nada de los días
posteriores, sólo dormía, drogada, le hablaban y preguntaban su nombre…a
quién le importaba, no lo diría a nadie, de esa manera, podría intentar
esconderse, desaparecer para ser otra e intentar vivir una vida a escondidas
de sí misma. ¿Sería posible?

No sabía cuántos días llevaba dormida, despertares intermitentes le


hacían captar algunas palabras, voces, el mismo lugar blanco inmaculado,
una mujer, un hombre… decían que venían a buscarla, que la habían
localizado.

Tendría que conseguir despertar lo suficiente para volver a escapar. Ella


ya era otra, no volvería atrás. Pero los brazos y las piernas no respondían,
lloraba desesperada, inmovilizada, su vida era una agonía.
Eduard estaba sentado a su lado, la cabeza inclinada sobre el pecho y
los codos apoyados en su cama, cerca de ella, parecía rezar o, más bien,
suplicar. Pobre Eduard, no merecía esta vida de locura, cualquier otra mujer
le haría feliz, ella no, ya no podía. Hablaría con él, llegaría a un acuerdo…le
dejaría vivir en paz, a él y a ella…las lágrimas no la redimían, pero
aligeraban el dolor de su pecho…

- Eduard…- le costaba hablar, sus primeras palabras después de una


eternidad dormida. Su marido levantó la mirada ilusionado de volver a oírla-
… ¿Por qué el cuerpo expulsa agua en forma de lágrimas cuando se está
triste, cuando algo duele o se está inmensamente feliz? ¿Sólo con emociones
extremas?...

- No lo sé cariño… no…- la cara de su hombre era un poema, aún


no se había acostumbrado a sus rarezas, a sus cambios de humor, sus
preguntas fuera de lugar- Se lo preguntaremos al médico cuando venga, él
lo sabrá.

- Gracias amor…- ahora él también lloraba, le sonrió- ¿Por qué me


amabas tanto? No puedo entenderlo…

- Porque eres la mujer más increíble que he conocido en toda mi vida


y, además, hermosa…y porque me has dado una hija que es un ángel….

- Gerard, tenemos que hablar…- esa ausencia que tanto temía


empezaba a nublar su mirada, esos ojos tan negros como el abismo al que se
veía empujado, sabía lo que ella iba a decir y no querría escucharlo jamás.-
Ha llegado el momento…

Definitivamente, le preguntaría al médico porqué lloramos cuando la


desolación se cuela a sus anchas comprimiendo al corazón.

ºººººº
La residencia de Dolores era una clínica de descanso para mujeres de
clase alta que estaban allí voluntariamente, hospedadas para vivir el tiempo
que fuera necesario o quisieran; alejadas de sus vidas cotidianas y familiares.
Dolores era psiquiatra, toda su vida había pasado consulta privada y en
instituciones públicas, pero quiso retirarse y seguir apoyando de alguna
forma a esas mujeres que viven de forma tan ajena sus vidas, además
escribía, las historias de sus clientas le apasionaban; las recogía de forma
anónima y, por supuesto, hasta cierto punto novelada; hacía ficción con la
realidad, según le gustaba decir.

Era española pero pasó su vida de estudiante en Alemania y


posteriormente la profesional en Italia, para una mujer de su época había
sido todo un triunfo y un hito; en más de una ocasión habían querido escribir
sobre ella. Pero se negaba, ella misma escribía su autobiografía; nadie mejor
ni peor para contarla.

Quiso retirarse pronto para escribir y disfrutar de sus largos paseos por
el campo y el mar, aquel lugar que escogió para hacer su residencia-clínica
le pareció el ideal para pasar el resto de sus días, acompañada de todas esas
vidas de mujeres que iban y venían, porque muchas de ellas sólo pasaban
temporadas y después volvían a sus vidas, cuando tenían recaídas o querían
pasar un tiempo en aquel enclave, rodeadas de prados verdes, acantilados y
mar y disfrutando de la compañía de otras mujeres con las que podían hablar
sin tapujos de lo que sentían, sin temor a no ser comprendidas y rechazadas;
las terapias de grupo eran debates o simples reuniones para hacer algún tipo
de tarea o manualidad, cocina, jardinería, pintar, coser, leer, incluso una
especie de taller de escritura, donde ellas mismas escribían sus historias en
tercera persona, noveladas; era uno de los grupos preferidos de Dolores, la
escritura o soltar lo que sentías dentro intentando alejarte de ello, como si
fueras un personaje de un cuento o relato le parecía una de las mejores
terapias.

Una tarde, después de semanas, sin apenas reaccionar a su entorno, Ella


se sentó al piano, respiró profundamente y desapareció de sí misma, cerró
sus párpados y se convirtió en música.
Alzar las manos e intercalar caricias en blancos y negros. Sus dedos
parecían tener vida propia, se fundían con el aire y las teclas. Olvidarse de
lo oscuro para crear, parando el tiempo y olvidando el espacio.

Al salir de aquel trance, se encontró rodeada de las mujeres que allí


residían; absortas, emocionadas. Bien sabía ella que causaba esas
reacciones; se dio cuenta de que a todas las unía un mismo aire en calma,
lleno de serenidad. Se notaba cuánto sufrían aquellas mujeres y saber que
acababa de regalarles aquel momento de paz, la hizo sentir bien consigo
misma, después de tanto tiempo que ya ni podía recordarlo. Sonrió con cierta
timidez, y todas reaccionaron como si se viera reflejada en todas y cada una
de ellas.

Dolores pensó que había surgido la magia; no le costó que volviera a


tocar casi cada semana y que aquel se convirtiera en sí mismo en un grupo
de terapia, tanto para las que hacían música como para las que la escuchaban.
Ella se encargó del grupo, suficiente para comenzar a aferrarse a cada día y
a abrir su alma; más que con palabras ella contaba con música…

- Olvidarte de ti hizo que te encontraras…- le decía Dolores.

Su adaptación al lugar fue lenta, al principio, apenas se relacionaba con


otras mujeres y no hacía por participar en los grupos o hablar en las sesiones
individuales. Sus ojos parecían dos cuencos inertes y sin esperanza, sin
atisbo de ilusión o ganas de vivir.

El lugar fue recomendado por el amable médico que le regaló el libro


sobre cómo se ha de llorar; el acuerdo firmado en la misma habitación del
hospital, al que acudió el abogado de la familia, ella misma insistió en que
quedara constancia del mismo, como si temiera que de no hacerlo pudiera
echarse atrás. Eduard insistía en que se recuperaría y volvería a casa, pero
ella había tomado una determinación, en su manía enfermiza se veía incapaz
de ser madre y esposa y quería alejarse por y para siempre. Si no sabía que
en ese sentido sería libre lo que le quedara de vida era como firmar un
acuerdo en un trozo de servilleta, inválido y meramente temporal. Que
cualquier decisión que tomara a partir de ese momento con respecto a su
vida, incluso el hecho de continuar con ella, solo le correspondiera a su
persona.

Y dar libertad a Gerard, que le quedara claro que se había terminado


cualquier posibilidad de continuar una vida matrimonial con ella o que fuera
a volver recuperarla.

Su hija sería mucho más feliz de esa manera.

¿Y por qué estando tan convencida no podía dejar de llorar?...

Comenzó a contarle a Dolores las instrucciones del relato de Cortázar


y así fue como comenzó a salir de sí misma…las había memorizado en su
obsesión de aferrarse a frases o palabras para no perder el hilo a su vida.

“La función u origen de las lágrimas todavía está siendo investigada. En la medicina
hipocrática y medieval, las lágrimas fueron asociadas con los humores del cuerpo, y se veía el
llanto como una purga de humores excesos del cerebro. Hace más de un siglo Darwin dijo que el
llanto fue usado para atraer atención, en particular fue usado por los niños. Dijo que las lágrimas
actúan como una bandera roja para señalar el estrés. Psicólogos y bioquímicos dicen que se trata
de una reacción fisiológica para liberar estrés…entre otras cosas…

A falta de motivo cierto, Señora, me he tomado el atrevimiento de traer un extracto del


famoso escritor argentino Julio Cortázar en su libro de cuentos "instrucciones" escribió así sobre
el llanto:
Instrucciones para Llorar: "Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta
de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa
con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general
del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues
el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la
imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer
en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de
Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro
usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra
la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos". - J.
Cortázar”.
Le hizo sonreír después de tanto tiempo… ese médico le regaló el libro
y lo llevaba con ella en esa maleta de cuero el día que Dolores la vio aparecer
por el sendero que llevaba a su casa.
Capítulo 13: Encuentros sobre azules

Ir contando lo cotidiano en un cuaderno, pero como contar un amor, la


ternura, la pasión, los silencios, lo dicho, una caricia… ¿Cómo se escribe
sobre una caricia? No se puede contar un amor describiendo una sola de sus
caricias…

Le contaba o leía sus reflexiones a la morena y ambas reían, se


emocionaban, discutían acaloradamente o simplemente respondía con un
beso o un abrazo.

No habían vuelto a hablar de ella, pero a medida que se acercaban a


Livorno, el lugar donde su madre residía, los silencios se alargaban. Paula
había tomado la decisión de comportarse como lo que era dentro de aquella
escena que se avecinaba, un personaje secundario, hacer, ver y callar era su
misión. Intentaría captar el alma o la esencia de la mirada de aquella mujer,
algo que el pintor no pudo hacer en aquel retrato; igual simplemente pintó
lo que vio, un pozo de vacío, un hueco donde sólo se veía el fondo negro; le
tocaba comprobarlo, quizás los años hubieran traído algo de calor y empatía
a esa mirada.

Ahora creía comprender por qué asociaba su inquietud respecto a


Raquel con su madre y esos ojos negros y profundos; pareciera que tuviera
que prepararse para lo que se avecinaba; esa cierta intuición que nos conecta
con lo desconocido o con lo aún no vivido.

Le gustaría conocer su historia, pero tenía que mantenerse al margen;


las protagonistas serían madre e hija o eso pretendía sin darse cuenta que en
más de una ocasión los secundarios son decisivos en las tramas. Aparecen
como para despistar o dar apoyo al protagonista o al argumento y la sorpresa
asoma de entre sus mangas; como verdaderos magos de la ficción dan un
giro cuando menos lo esperas o atan los cabos sueltos.
La misma madre de Raquel había estado presente en la historia, pero de
una forma secundaria, su figura y el retrato, sus ojos negros y, aquí
estaba...haciéndose protagonista de la única forma que no esperaba; había
dado por hecho que la madre muerta era ella, la del retrato, y no la segunda
esposa de Eduard.

ºººººº

Raquel repetía sus notas musicales, las combinaba y se perdía en su


mundo de sonidos silenciosos, sólo ella los escuchaba.

La luna era tan enorme y estaba tan llena, se reflejaba en el mar


sabiéndose la preferida de la noche; se desnudó y se metió en el mar.

- Ven conmigo Paula…- la dejó en la orilla…La misma Luna estaba


ahí para poder cumplir una promesa. Nadar desnudas bajo su luz. - Tenemos
que cumplir esa promesa… ¿recuerdas?

- Sí…- se desnudó, sin importarle si alguien más podría verla, se


sentía tan diferente, lo que te va sucediendo te cambia irremediablemente,
hasta la Luna, aunque no lo pareciera.

Se fue metiendo en el agua, estaba templada, casi caliente; sus sentidos


alerta, notaba cómo el líquido acariciaba sus muslos, su estómago, su pecho;
echó la cabeza hacia atrás para empapar su pelo. No quería olvidar ni una
sola de las sensaciones que estaba experimentando su cuerpo, como si el
ritmo de sus pensamientos se hubiera calmado para ser más consciente de
sus sensaciones y de lo que la rodeaba. Un estado similar a cuando creaba,
escribía o pintaba, pero siendo consciente de sí misma y de Raquel, con una
claridad tan absoluta; de su proximidad física, de la afinidad de sus almas,
del camino que estaban recorriendo juntas y de que, de una u otra manera,
eso las transformaba a ambas.

- ¿Te gustaría ser madre?- Raquel la miraba a los ojos, tan seria…no
esperaba esa pregunta, nunca sintió que fuera el momento para serlo.
- No sé, la verdad…no es algo que me haya planteado y eso que
tengo ya mis añitos. ¿Y tú?

- Yo…no sé…aunque siempre pensé que sería uno de mis roles, a


mi padre le encantaría tener nietos…

- Ah…- sintió una punzada de inquietud- ¿Y si yo me lo planteara?

- Serías una madre fantástica…-Raquel sonrió con dulzura.

- Tú también…- Paula se acercó aún más a ella y la besó en la


comisura de los labios- que no te quepa ninguna duda.

- ¿Tendrías un bebé conmigo?- la morena la agarró por la cintura


bajo el agua.

- Sí- lo soltó sin dudarlo ni un segundo, ambas se quedaron


sorprendidas y en silencio, ahora no podían verse las caras, puesto que Paula
la abrazaba y apoyaba la cabeza en su hombro.- He pasado de no pensarlo
nunca en serio, a saber que quiero hacerlo contigo.

- Y qué prefieres… ¿niño o niña?

- Una morenaza de ojos azules como tú…- le mordió la oreja.

- Jajaja eso será difícil, yo no te la puedo hacer...

- Es verdad…- se quedaron en silencio- pero cabe la posibilidad…


si la que te quedas preñada eres tú…

Las carcajadas resonaron por todo el espacio, mientras una nube se


interponía entre ellas y la luna, haciendo que pareciera que les guiñara un
ojo.
Cuando sientes esa complicidad tan enorme con otra persona que hasta
se pueden soltar los miedos sin esperar que te rechacen, sabiéndote aceptada
y amada; parece que todo conspire y acompañe en el camino para dar nuevas
oportunidades y empujarte a vivir. No es aferrarte a esa persona, es
entregarte sin reservas y saberte acompañada en ese viaje que emprendes
junto a ella.

- Mañana llegaremos…

- Lo sé…

- ¿Sabe que vas a verla?

- No sé si mi padre se lo ha dicho.

- Todo irá bien…- cogió su mano para sacarla del agua, era hora de
descansar.

ºººººº

Aquel sendero que un día hacía ya treinta años hiciera la madre, hoy lo
hacía la hija; caminaba sola y con cierta inseguridad hacia la puerta, Dolores
la reconoció en seguida; de tal madre… tal hija. Su corazón se disparó a mil,
había deseado tanto que aquel momento llegara, sentía que quería a esa
chica, tantas fotografías y cartas enviadas por Eduard para que siguiera la
vida de su hija, aunque, la mayoría, no fueran contestadas; incluso, en una
ocasión, convenció a su amiga para ir a escucharla a uno de sus conciertos,
era en Roma, fueron a pasar el fin de semana, de la residencia se ocuparían
sus otras empleadas. Se negó a ir a ver a su hija tras el concierto, solo se
atrevió a observarla mientras salía por la puerta trasera del teatro, reservada
a empleados y concertistas. ¿Qué podría decirle?
Después de aquello no volvió a intentarlo y tuvo una especie de recaída
hacia sí misma; se encerró en su cuarto durante días.

De esas caídas o recaídas no solía hablar, la desesperación puede


enmudecerte o hacerte decir lo que no quieres, así que callaba. Era mucho
más fácil saber lo que le ocurría en esos momentos o la interpretación que
ella misma hacía al salir, a través de conversaciones y referencias indirectas
a esa otra parte de ella.

Dolores estaba convencida de que todos tenemos diferentes Yos, no


sólo uno y que la Conciencia o el Alma o como cada cual quisiera llamarle,
se ocupaba de integrarlos o mantenerlos bajo cierto control; sólo que a veces
se iban muy a los extremos y era tan difícil mantener orden, incluso nos
pasamos la vida sin advertir que podemos dirigir nuestra propia obra de
teatro y no dejar, como hacían la mayoría, que sus propios yos la escribieran,
reaccionando a lo externo y a lo caótico.

En esta ocasión, era Raquel la que entraba en escena; era ella la que iba
a verla. ¿Cómo reaccionaría su amiga?

No pudo evitarlo, en cuanto se acercó al porche la abrazó con tanta


ternura que la chica se quedó muy sorprendida, no conocía a esa mujer de
nada.

- Qué buenos recibimientos hacen en este lugar- comentó Raquel


algo cohibida.

- Perdona…creo que opinas lo mismo que una de las residentes y


además te pareces mucho a ella.

- Sí…busco a…

- Laura…lo sé… te esperábamos antes o después… Ven conmigo-


comenzó a andar en dirección opuesta a la casa si no me equivoco estará
junto al acantilado. Le gusta ir allí cuando tiene un rato libre…de normal me
ayuda en la residencia…- al ver que la chica la miraba algo incrédula se
presentó- Perdona no me he presentado, soy Dolores Ventura, la propietaria
de este lugar; Laura me ayuda con las terapias y con las otras mujeres que
vienen al lugar.

Parecía sorprendida al saber que su madre trabajaba y no era más que


una residente del lugar.

- Ah… yo he venido con una amiga, me espera en aquella caravana-


señaló hacia la entrada de la finca -¿tardaremos en llegar a donde está…ella?

- Pues… si quieres te lo puedo señalar y yo voy a recibir a tu amiga.

- Voy con usted y vamos todas juntas si no le importa -era evidente


que la chica prefería estar acompañada en ese primer encuentro, así fueron
juntas en busca de Paula.

ºººººº

No podía dejar de mirar aquel paisaje, era espectacular; invitaba a


contemplarlo ensimismada; te mantenía en paz. Hay lugares que te pueden
desquiciar y otros traerte la paz. No sólo podía ser una reacción a lo que te
sucede por dentro, al igual que reaccionamos ante las personas también lo
hacemos ante los lugares o las cosas.

Estaba sentada en un tronco de árbol en una cima del acantilado, a


escasos metros del precipicio, la mar en calma aparente y el atardecer
haciendo mágico el momento. Presintió que estaba siendo observada y
volvió la cabeza para confirmar su intuición, tres personas se acercaban a lo
lejos, por sus figuras parecían mujeres; estaba convencida que una de ellas
sería Dolores y seguramente dos de las residentes. Sin darse mucha cuenta,
adormecida por el momento de relajación en el que se encontraba, jugó a
intentar averiguar, con los ojos entornados, de quienes se trataba; cuanto más
se acercaban más difícil se le hacía, no podía reconocerlas; eran muy
jóvenes, sin saber por qué, el corazón reaccionó primero, se iba encogiendo,
algo parecido al miedo empezó a paralizarla justo antes de saber de forma
clara de quién se trataba una de las figuras que aún no podía distinguir con
nitidez.

Sería más fácil si en ese justo momento pudiera transformarse en la


parte del tronco que le faltaba a aquel inmenso árbol cortado; mutarse para
no tener que enfrentarse con ella, verla y no saber cómo explicarle o qué
decirle. Tantas veces había pensado en aquel instante y de tantas formas y
maneras se había sucedido; los vestidos, las posiciones de ellas, los lugares
donde se encontraban, los estados de ánimo, las palabras dichas. Pero el real
llegaba a su encuentro, iba a suceder y es lo que tiene la vida que viene con
etiquetas de sorpresas añadidas. Nunca imaginó que Dolores y esa chica
desconocida estarían en aquella escena.

El encuentro o reencuentro después de treinta años.

De pronto, no podía esperar más, aún faltaban unos metros y se levantó


para ir al encuentro de ellas, aunque sólo pensara en una.

Un paso, otro más…tantos pasos dados, pensando en ella, y ahora,


estaba a sólo unos pocos más de poder ver la mujer en la que se había
convertido.

La prensa, internet, los vídeos, las fotografías…nada como poder


recomponer sus pensamientos sobre ella para darles forma y tenerla a su
alcance.

Ahora sabía cuál era su papel en esta otra historia… pintar el lienzo de
aquel encuentro; el fondo sería un remolino de nubes y azules de cielo y mar
y, la imagen principal, la del abrazo entre dos mujeres; apenas se verían sus
rostros, difuminados por sus melenas fundidas por el viento, el gesto
principal, el abrazo, los secundarios, dando emoción a la escena, la posición
de las manos sobre los hombros y espaldas, las posturas de ambas, rendidas
a la emoción y, a la vez, inmensamente fuertes.
La magnífica historia de dos mujeres, Laura y Raquel, contenida tras
aquel abrazo…aunque nadie vería a esas otras personas que conformaban la
historia, los amigos, Eduard, Dolores, ella misma… todo un mundo, tantas
vidas tras una imagen.

Comienzas el viaje con un propósito o sin rumbo fijo y acabas formando


parte de historias que se entretejen con la tuya, en unas eres el protagonista,
en otras sólo un secundario…no sabía exactamente a dónde las llevaría aquel
encuentro con la madre ausente, ya no parecía importar el negro de sus ojos
ni la inquietud que le acompañara, sólo eran interpretaciones, la verdad
estaba frente a ella y ahora esos ojos estaban cerrados por la emoción; al
igual que tampoco veía el azul que tanto amaba de los ojos de Raquel…ahora
los azules eran otros, los del fondo de su lienzo.

Encuentros sobre azules.

Ese sería su título…el hilo que entretejía sus vidas desde el principio.

Tendría que comenzar un nuevo cuaderno para contar la historia que


estaba por llegar tras aquel abrazo.

FIN.

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