Una Reconfiguración Posmoderna Del Concepto...
Una Reconfiguración Posmoderna Del Concepto...
Una Reconfiguración Posmoderna Del Concepto...
ISSN: 1131-5598
ais@ucm.es
Universidad Complutense de Madrid
España
STEPHEN HAMPSHIRE
Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad Autónoma de Barcelona
StephenFrancis.Hampshire@uab.cat
Resumen:
Paralelamente al paratexto en la literatura, existen en el campo de las artes plásticas una serie de obras
que si bien no es su intención la de explicar una obra original, si que prestan hacia ésta una “atención”
particular. Atender este tipo de actitud nos ha llevado a reflexionar sobre el tipo de percepción que ha
tenido lugar para que nazcan como resultado de ello, un complejo de obras que más allá del punto de
partida, nos sitúan en una dimensión contemporánea, además de reconstruir significativamente el origi-
nal de nuevo y de otra forma.
Es prioritario en este estudio examinar como obras plásticas que se han desarrollado a partir de una
obra maestra, pueden ser leídas a modo de paratextos, lo cual supone no solamente revisar el original en
cuestión, sino reconstruir los vínculos que para cada artista en particular desde su propio campo percep-
tivo y entorno individual, han hecho posible la representación de otra obra. “Todo significa sin cesar y
varias veces” (Barthes, 2001).
Propuesta que desarrollamos a partir de la obra de Jean August Dominique Ingres (Montauban,
1780-1867). Si bien su obra no fue muy prolífica, si que lo ha sido su resonancia a través de la historia.
Palabras clave: Paratexto, repetición, interpretación.
Porta, C. y Hampshire, S., 2010: Una reconfiguración posmoderna del concepto paratexto. Arte,
Individuo y sociedad, 22.2: 9-20.
Abstract:
In the plastic arts, there are works of art that function in similar way to the “paratext” in literature. This
fact has led us to reflect on how contemporary works of art (which we understand as paratexts) allude
to a previous original (which we understand as the maintext). This textual matrix, in which secondary
works of art refer and relate back to the historical masterpieces, reveals much about how we currently
understand art.
The aim of this paper is to examine how works of art have developed from a masterpiece and can be
read in the same way as paratexts. The existence of a paratext (i.e. a contemporary work of art) means
that not only can we read the main text (i.e. a historical masterpiece) differently but we can also examine
the way in which each artist has represented elements of the original historical masterpiece in his/her
own new work of art.
“ Everything means without cessation and several times“ (Barthes, 2001).
This approach enables us to examine how we read and interpret contemporary works of art, in addi-
tion to significantly different reinterpretations of the original masterpiece.
Key words: Paratext, repetition, interpretation
Porta, C. y Hampshire, S., 2010: A posmodern reconfiguration of paratext concept. Arte, Individuo y
sociedad, 22.2: 9-20
Sumario: 1. Introducción , 2. Estudio de las obras: “Odalisk” (1958) de Robert Rauschenberg, “La
Source” (1965) de Alain Jacquet y “The Turkish Bath” (1986) de Calum Colvin como paratextos de
la obra de Ingres, 3. Conclusiones: Repensar Ingres. Referencias bibliográficas
1. Introducción.
El paratexto está constituido por todos aquellos enunciados que rodean a un texto,
esto es, autor, título, subtítulo, prefacio, críticas, etc... Su función es la de mediar el
proceso receptivo del texto original en una dirección concreta, con lo cual el paratex-
to, constituye un factor importante en el proceso de lectura y comunicación de una
determinada obra literaria o de otro género. (Genette, 1997)
Paralelamente a la literatura, en este artículo nos hemos servido del concepto “pa-
ratexto”, para la relectura de la obra de J. A. Dominique Ingres, a partir del ánalisis
de las interpretaciones un tanto críticas que otros artistas más cercanos a nuestra
generación, han elaborado a partir de la observación de las obras del pintor clásico
citado. El concepto paratexto en el ámbito artístico es notablamente diferente del des-
crito por Ganette para la literatura. Entendemos en el contexto de las artes visuales,
el paratexto como aquel prestamo respecto del original que pasa por un proceso de
trasformación a través de las obras de otros artistas, hasta ocupar un espacio signi-
ficativo fruto de las relaciones que lo componen, espacio que próximo al lenguaje
engendra la idea de secuencia o desdoblamiento que nos posibilita ver la obra de arte
desde distintos puntos de vista.
Són muchisimas las referencias que de este pintor del s. XIX, descubrimos en
obras contemporáneas, así mismo también es una constante encontrar dentro de un
mismo autor, la repetición de un tema visto de formas distintas, o representado en
diferentes registros. Al respecto hablando de J.A. Dominique Ingres, Rosalind Krauss
decía:
Podría decirse que Ingres fue un traficante de copias, ya que en lo esencial se dedicó a
realizar versión tras versión un mismo cuadro. Uno de los críticos más acérrimos que
tuvo Ingres, Théophile Silvestre, llegó a mofarse de esta práctica diciendo que Mon-
sieur Ingres se ha pasado la vida entera repitiendo, por una parte, las mismas formas y
combinando por otra, no sin insidia los tipos tradicionales de más fama con los mode-
los vivos que ha tenido a su alcance. Y el propio Ingres, con evidente narcisismo y a la
defensiva, como estuvo siempre terminó por reconocer que, ‘tal vez, reproduczo mis
propias composiciones con demasiada frecuencia’. (Krauss, 1986).
todo se puede mezclar, incluso la letra impresa, poupurri al que se une la diversidad
de materiales empleados. Como un inventario sin necesidad de coherencia entre los
objetos archivados ni motivo que les justifique estar unos al lado de otros. Contenedor
de imágenes, o como metáfora del basurero, término sugerido por Steinberg ante la
pintura de Rauschenberg, (Owens, 2001) pues lo que vemos solo son pedazos incrus-
tados, si de alguna uniformidad se puede hablar es sólo de la densidad de imágenes
que parecen en una misma superficie alcanzar cierto estado de reposo.
Lo que nos interesa no obstante, tal como hemos avanzado, es la apropiación y
desplazamiento del concepto espacio en la obra del pintor contemporáneo. El cuadro
convertido en escultura supone una reorientación por parte de Rauschenberg del cam-
po tradicional de la pintura, la cual pasa de una posición horizontal a desempeñar la
función de soporte, transformación que requiere de una actitud por parte del lector/es-
pectador distinta a la tradicional. Rosalind Krauss, ha observado como Rauschenberg
induce a una lectura sucesiva del espacio, lo cual transfiere a la obra un carácter
temporal distinto del de nuestra tradición. Ya no existe un mensaje coherente ni mo-
nológico, cohabitan siempre varias voces que hablan a tiempo lo cual imposibilita un
grado de certeza en su interpretación que dificulta descifrar de que se trata (Krauss,
1947). El texto, apunta Roland Barthes:
Craig Owens, hace alusión a este quehacer artístico como de alegoría de la con-
ciencia o del inconsciente. Notemos en este punto la referencia casi obligada a Walter
Benjamin, quien hace de la alegoría precisamente un recurso estético alternativo para
el s. XX tan válido como otro sistema de pensamiento, “Hasta ahora la estética ha
considerado a la alegoría como un recurso artístico de segunda clase. Él, Benjamín,
quería mostrar el valor artístico de ésta y aún más quería presentarla como una forma
artística particular de comprender la verdad” (Buck-Morss, 1995). Esto es, fragmen-
tos de realidad y objetos concretos y mundanos se convierten en el punto de partida
ya sea para pintar, ya para filosofar. Todo lo cual no hace sino reafirmar la idea de
desplazamiento de la bidimensionalidad característica de la pintura, hacia otra esfera
próxima a lo real. Así mismo señalaba Alan Solomon, para Rauschenberg, “La obra
de arte ha dejado de ser un mundo ilusorio o un fragmento de ese mundo, rodeado
por un marco que la separa irrevocablemente del mundo real” (Solomon, 1963). Tal
vez sea ésta la aportación de mayor envergadura para el arte contemporáneo por parte
del pintor americano, si bien cabe decir que fue objeto de escándalo por la crítica del
momento, quien consideró su obra de insólita e irreverente. Situación por otra parte
que emparenta la obra de Rauschenberg con la también calificada de descaro, referido
a la muestra de la “Odalisca” en el París del 1819.
2.2. J. A. Dominique Ingres “La Fuente” (1848) – Alain Jacquet “La Source” (1965).
Fig. 3. J. A. Dominique Ingres, La Fuente (1848). Fig. 4. Alain Jacquet, La Source (1965).
Digno de la sencillez de Grecia, la pintura (Fig. 3) encarna los cánones del clasi-
cismo, su resolución de forma serena, grande y contornos cerrados reafirman la idea
que de la belleza se tenía en la época. La joven adolescente representada simboliza
el nacimiento de una fuente escondida en un bosque. Iconografía empleada tradicio-
nalmente en la mitología para representar el nacimiento de los ríos Segun J. Eduardo
Cirlot:
El cuadro de Alain Jacquet “La Source”(1965) (Fig.4) se dirige de forma muy dis-
tinta al espectador. Si bien podemos leer también la idea de centro, la representación
de la figura femenina, bajo la máscara de la burla y un tanto déspota se aleja de la
representación clásica. Nos preguntamos si se trata esta vez de una alegoría, o mejor
de una reivindicación de lo real, no tanto con la finalidad de representarse en sí, sino
como medio que sirve tanto más que a la crítica incluso a la publicidad, es evidente
que la imagen transgrede el mundo del arte para incidir en la escena de lo político
y social. Ante el cuadro de Alain Jacquet, podemos hablar de fuentes de poder, de
dominio y por tanto también de subordinación, parodia que sin duda descubrimos
con la representación del cántaro de agua, sustituido aquí por un envase de plástico,
o contenedor de algún tipo de líquido mejor parecido al petróleo, fuente de atracción
debido al poder económico que representa, a la vez que autoridad avasalladora de los
países que de forma prepotente dominan por encima del resto. N, Heinich, apunta:
14 Arte, Individuo y Sociedad
2010, 22 (2), 9-20
Carmen Porta Salvia y Stephen Hampshire Una reconfiguración posmoderna del ...
En cuanto a la presencia femenina, tiene las mismas proporciones que las del
cuadro de Ingres, no obstante la mujer del cuadro de Alain Jacquet, ha perdido el
carácter dócil y hasta servicial que tenía la adolescente de Ingres, aquello que antes
nos miraba de forma casi ingenua ha dejado de mirarnos, lugar substraído de nuestra
lectura/observación por lo cotidiano, la venus de Alain Jacquet, apela a una imagen
de mercado y a los medios de comunicación de masas, belleza desacralizada que
despierta otro tipo de sentimiento, o mejor dicho resentimiento, podría ser venganza
o también como Lyotard nombra en sus estudios sobre la posmodernidad, de cierto
espíritu de “nostalgia” .
Fuera de los límites de la pintura Alain Jacquet, nos cuestiona como unos valores
que servían de normas hoy han dejado de serlo, pero por contra, hasta que punto otras
apreciaciones sirven de estímulo para nuestra propia manipulación, ya sea económica
ya de índole ética. La obra puede interpretarse como una crítica de género, la femi-
nidad es juzgada por sus características no de belleza sino por el poder que puede
ejercer, a la vez que debido a las connotaciones que se muestran, el cuerpo humano
podemos leerlo/percibirlo lejos de toda sublimación, como un objeto con lo cual,
desaparece la distancia entre éste y lo representado. Sin duda como señala Lyotard,
este invento “no hace sino significar activa y paródicamente el proceso constante
de disolución del oficio de pintor, incluso del oficio de artista. La pregunta estética
moderna no es: ¿qué es lo bello?, sino ¿qué sucede con el arte (y con la literatura)?”
(Lyotard, 1987). Es más el goce estético que dependía de lo percibido ha dejado el
lugar a la capacidad de interpretación a que se presta lo mostrado.
2.3. J. A. Dominique Ingres “El Baño Turco” (1862) – Calum Colvin “The Turkish
Bath” (1986).
Clásico y admirado por generaciones “El Baño Turco” (1862), (Fig.5), es un cua-
dro que muestra mujeres en distintas situaciones, tomando café, bailando, tocando el
laud, o sencillamente peinándose después del baño, Se considera una obra maestra en
la que el desnudo femenino es su tema principal. La belleza es protagonista aún y las
deformaciones anatómicas que acostumbraba su creador lo cual en ningún momento,
supuso sacrificar la voluptuosidad y la carga de erotismo supuestamente escenificado
en la atmósfera que nos sitúa la pintura.
Destaca en la obra del pintor de Glasgow la manipulación de imágenes especial-
mente las referentes a arquetipos de la pintura occidental, como en este caso “El Baño
Turco” de Ingres recreado en un espacio que el autor ha manipulado por medio de
técnicas infográficas, medio electrónico, que le posibilita la creación de un imagina-
rio personal increíble. Una fotografía de una habitación, es el escenario que alberga el
dibujo de una línea que recuerda la iconografía de Ingres, quizás sea ésta la parte más
erótica de la obra, (dos mujeres que podrían por su posición dar que hablar en cuanto
a connotaciones de homosexualidad se refiere) realidad secularizada y entremezclada
que da como resultado un significado múltiple y distinto del que tenía en un principio.
Delante del trabajo de Calum Colvin (Fig.6), hablar de proceso en construcción
es casi tan imprescindible como inherente a la obra en si, tanto la fotografía como la
pintura intervienen en orden de crear una multireferencialidad perceptiva propia de
la cultura a la que pertenecemos. Mirar, percibir, interpretar, se suceden de forma que
podríamos hablar de un “art in progress”, el significado potencial del cuadro en este
caso, crece en la medida que la fotografía deja espacio a la pintura y viceversa, disci-
plinas que aún perteneciendo a tiempos históricos distintos gozan de una relación de
permanencia, a la vez que ambas posiblemente se retroalimenten en pro de un tejido
de lecturas que abre sin duda narrativas nuevas. Desde esta perspectiva podemos
hablar más que del mensaje de una obra, de su contexto interpretativo reflejo por
otra parte de una contemporaneidad que no cabe duda, se plantea cual es la autoridad
conferida al lector El cuadro de Ingres puede ser interpretado según una fragmenta-
ción de nuestra percepción en función de planos sucesivos de luz, forma de proceder
característica del sistema renacentista y que daba por supuesto una lectura unívoca.
Contrariamente a la concepción de la obra de Colvin en donde la reiteración de citas
de un pasado y la yuxtaposición con elementos de nuestro presente, permiten ha-
blarnos de reconstrucciones que como las palabras “También pueden ser moduladas,
partidas, reemparejadas, redefinidas, co-polimerizadas unas con otras en cadenas uni-
versales que emergerán de vez en cuando, sobre largos silencios moleculares como la
parte visible de un tapiz”. (Pynchon, 1978)
Fusión entre pasado y presente que provoca realmente una obra cambiante, si los
referentes de la tradición pueden servirnos para lograr cierta identificación, también
estos sirven para dar fe de la distancia respecto de la actualidad. Extravío forzoso a
través de una repetición que adquiere cuerpo de metáfora, de metonimia u otro recur-
so literario fuente de divergencias, de descentralización y en el fondo de perdida de
una experiencia de iluminación, la que nos producía el arte llamado clásico.
Es así como el proceso de hacer y deshacer, de construcción y deconstrucción
del que habíamos hablado al principio cobra vida sin fin, transformación, podría ser
una respuesta a este tipo de formulaciones artísticas, que no dejan por otra parte de
objetualizar lo pictórico como dijo Rosalind Krauss, como “una sintaxis del doble
negativo” citada por (Calvo Serraller, 2009), esto es, de modo irónico la realidad se
muestra sin engaño y con capacidad inagotable de interrogar otras realidades, con lo
cual ver de forma nítida es muy difícil.
Así como en la literatura el paratexto es un texto que interpreta o ayuda a ver el ori-
ginal de otra forma, así en las artes visuales, ese doblarse sobre si mismo como dice
Michael Tarantino obliga al espectador a darse la vuelta (Tarantino, 1992), y en este
caso en particular, ver la obra de Ingres de otra forma. Normalmente catalogamos
sus cuadros bajo los supuestos de una belleza ideal, esto es sublimación de la figura
humana, trascendente y por ello aislada de todo contexto que pudiera distraer este
objetivo.
Haciendose Kitsch, el arte halaga el desorden que reina en el gusto del aficionado. A
falta de criterios estéticos, sigue siendo posible y útil medir el valor de las obras por la
ganancia que se puede sacar de ellas. Este realismo se acomoda a todas las tendencias,
como se adapta el capital a todas las “necesidades”, a condición de que las tendencias
y las necesidades tengan poder de compra. (Lyotard, 1987)
Extravíos los que nos muestra Colvin, que nos llevan a remirar el cuadro de Ingres.
No cabe duda que ello nos invita a una multiplicidad sin límite de formas de ver, pues
la interferencia entre el espacio y la línea en el cuadro de Colvin, incitan también a
que ante el cuadro de Ingres, el espectador deje de lado una lectura unidireccional,
guiada tal vez por un foco de luz, para sumirse en una atmósfera que cambia com-
pletamente la dimensión temporal de la lectura del cuadro. Lectura heterogénea del
cuadro, descentralizada, contraria a la idea artística de la representación de la pintura
occidental como un microcosmos. Ello nos implica atender al sutil tratamiento del
claro-oscuro en Ingres, más que tenebroso es tenue, se difumina imperceptiblemente
y crea la idea de espacio tridimensional en una sala en donde el ambiente se mezcla
con la anatomía de unas figuras resbaladizas y entremezcladas entre si. Cuerpos que
si bien están delimitados por una línea, el tratamiento de la luz, modela volúmenes en
relación con el color y provoca cambios vibracionales entre tonos cálidos y dorados.
Recorridos de lectura que pueden partir de cualquiera que sea el punto de inicio
y que nos ayudan a interpretar una vez más, las acusaciones debido a exageraciones
anatómicas tan usadas sin escrúpulos por el pintor del s. IXX, si bien llegados a este
punto, no tienen para el espectador más importancia que la de dar continuidad a la
sensación que ante el cuadro se experimenta. Todo lo cual me remite a una lectura en
donde lo sensorial prioriza, por encima de otra interpretación. Además de transferir
al espectador, la autoridad de construir ante cualesquiera que sea el fragmento del
cuadro, una unidad significativa sin necesidad de la totalidad de la obra.
Para finalizar es inevitable no pensar en la presencia del tiempo entre los cuadros
del siglo IXX y las versiones contemporáneas, paratextos que nos inducen al estudio
de la actitud del artista, al de su proceder y también a analizar las diferencias respecto
del original, lo cual nos ha proporcionado elementos fundamentales de lectura frente
al arte contemporáneo. Los más importantes:
nos de los elementos propuestos, además de notar como un tema no se agota con el
paso de los años, sino que tiene capacidad de continuar. Concluimos con la definición
de paratexto en el ámbito de las artes visuales, como el resultado de un prestamo res-
pecto del original, que sigue un proceso de transformación y ocupa un espacio signifi-
cativo fruto de las relaciones que se establecen entre los elementos que la componen,
espacio que próximo al lenguaje engendra la idea de secuencia o desdoblamiento, a
la vez que nos ayuda a ver la obra de arte desde distintos flancos.
Referencias bibliográficas: