Lectura 2014 PDF
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PRESENTACIÓN
1
Consultado en la página: http://info4.juridicas.unam.mx/ijure/fed/42/1.htm?s, el día 10 de septiembre de
2008.
2
“Acciones de grupo encaminadas a la formación de lectores autónomos, y que contempla la apertura de
espacios adecuados, personal capacitado y por supuesto acervo bibliográfico”. Ley número 866 para el
fomento de la lectura y el libro para el Estado Libre y Soberano de Veracruz de Ignacio de la Llave.
Publicada en la Gaceta Oficial en día 22 de junio de 2007 y consultado en la página
http://docs.mexico.justia.com.s3.amazonaws.com/estatales/veracruz/ley-numero-866-para-el-fomento-de-
la-lectura-y-el-libro-para-el-estado-de-veracruz-de-ignacio-de-la-llave.pdf el día 10 de septiembre de
2013.
3
“Competencias comunicativas: Habilidades que han de poseerse para leer, escribir, hablar y escuchar
eficientemente. Así, leer lleva implícita la recuperación de información, interpretación, reflexión y
valoración de los textos”. Ídem.
4
Lector autónomo: Es el individuo que, con independencia, elige dónde, cómo y cuándo buscar,
organizar, valorar y utilizar, en su beneficio, información adquirida, en diversas prácticas y circunstancias
de su vida cotidiana. Ídem.
2
PROGRAMA DE LECTURA
3
PROGRAMA DE LECTURA
INTRODUCCIÓN
5
Evaluaciones PISA 2000, 2003 Y 2006. PISA es un proyecto de la OCDE que evalúa a jóvenes de 15
años de edad que estén en cualquier grado escolar a partir del primero de secundaria; se lleva a cabo cada
tres años, y evalúa las competencias necesarias para la vida actual en lectura, matemáticas y ciencias. El
desempeño de México en cuanto a las competencias evaluadas en lectura 2000, 2003 y 2006 ( puntajes
en promedio 422, 400 y 410, respectivamente) indican un retroceso significativo, seguido por una
recuperación leve, en 2006, aunque aun inferior a la de 2000.
4
PROGRAMA DE LECTURA
6
Citados por Portilla S.,Rosa I., en Ensayo de un árbol. (textos sobre educación, lectura y escritura).SEV.
Gobierno del estado de Veracruz.México,1998.
5
PROGRAMA DE LECTURA
I. Fundamentación
Leer es un acto de comunicación en el cual se establece un diálogo o
interacción con el autor del texto para construir un sentido del mismo. En dicho
proceso nos situamos como receptores activos de lo que el autor o autora ha
querido comunicar. Somos receptores activos porque para comprender el
mensaje del texto necesitamos poner en marcha tareas mentales complejas,
mucho más allá de la mera decodificación. Garrido añade, al respecto, “la
lectura ha de asumirse como el acto de comprender e interpretar
representaciones, sean de carácter lingüístico o de cualquier otra sustancia de
expresión (se leen pinturas, fotografías, gestos, señales, fórmulas, ecuaciones,
etc.).
Por lo que la lectura, se concibe actualmente, como un proceso a través del
cual el lector elabora un significado en su interacción con el texto. La
comprensión a que el lector llega durante la lectura se deriva de sus
experiencias acumuladas. La interacción entre el lector y el texto es el
fundamento de la comprensión. En este proceso de comprender, el lector
relaciona la información que el autor le presenta con la que el ya tiene, con sus
conocimientos, sus experiencias, vivencias y su cultura.
6
PROGRAMA DE LECTURA
7
PROGRAMA DE LECTURA
Uno de los elementos teóricos que han contribuido a perfilar esta novedosa
forma de entender la comprensión lectora es la noción de "esquema" y la teoría
de esquemas.
7
Carmen Lomas Pastor
"Hacer Familia" Nº 84, (Págs. 11-41). Ediciones Palabra, Madrid 2002,consultado en:
http://www.apoyolingua.com/LA%20IMPORTANCIA%20DE%20LA%20LECTURA.htm, el día 20 de septiembre de 2008
8
PROGRAMA DE LECTURA
8
En los anexos se incluye un material relevante al respecto, específicamente en: “Pautas para elaborar
trabajos escritos”.
9
PROGRAMA DE LECTURA
10
PROGRAMA DE LECTURA
11
PROGRAMA DE LECTURA
12
PROGRAMA DE LECTURA
La comprensión está influida a la vez por la habilidad oral del lector, sus
actitudes, el propósito de la lectura y su estado físico y afectivo general. El
profesor ha de tener en cuenta estos factores:
1) Leer el titulo y tratar de que infieran los alumnos ¿De qué trata el
texto? (lluvia de ideas).
2) Motivar al grupo relacionando y destacando la importancia del tema a
leer con situaciones, hechos, fenómenos, problemas,
acontecimientos que estén en relación estrecha con su situación
personal, familiar, comunidad, contexto estatal, nacional y/o
11
Consulte anexo 2 y 3 para una mejor ampliación sobre el tema
13
PROGRAMA DE LECTURA
14
PROGRAMA DE LECTURA
No se trata tanto de que los alumnos subrayen los libros sino de que se les
enseñe a subrayar, es decir, a saber qué ideas son las importantes y cuáles lo
son menos. El debate entre todos o en grupos es una metodología para realizar
esta tarea. No por ser una técnica conocida y antigua, que todos hemos
practicado y practicamos, deja de ser eficaz.
15
PROGRAMA DE LECTURA
Hacer el esquema del tema o de una pregunta es una habilidad muy importante
para mejorar el nivel de comprensión de un texto.
16
PROGRAMA DE LECTURA
Escribir poemas
1. Explorar las corrientes literarias
2. Seleccionar los poemas de vanguardia
3. Compartir la interpretación y los efectos emotivos producidos por
poemas de vanguardia
4. Invitarlos para que los estudiantes escriban poemas
5. Organizar eventos para leer los poemas de los jóvenes.
12
La lectura en voz alta es una estrategia excelente para despertar el gusto por la lectura. En el anexo 3 se
dan recomendaciones al respecto.
17
PROGRAMA DE LECTURA
13
Anexo 4
18
PROGRAMA DE LECTURA
A continuación se presenta una tabla con los elementos relevantes del trabajo
a desarrollar.
19
PROGRAMA DE LECTURA
3. Enseñanza Los Para que los Colocar A los docentes Durante todo
recíproca estudiantes jóvenes con un del centro que y en cada
más más dificultades estudia en base a su uno de los
aventajados puedan lograr nte experiencia semestres.
apoyan a sus un mejor aventaj detecta a los
compañeros desempeño en ado en alumnos más
menos las tareas o cada aventajados.
aventajados actividades. uno de
los
equipos
de
trabajo.
20
PROGRAMA DE LECTURA
Que
investiguen
las
tradiciones,
leyendas e
historias de su
comunidad.
Que
investiguen y
escriban la
historia de su
centro.
Lectura
de textos, al
final del acto a
la bandera,
que trasmitan
valores a los
jóvenes como:
solidaridad,
respeto, amor,
honradez,
amistad, etc.
Colocar
un pizarrón o
designar un
área donde se
coloquen
frases
reflexivas,
cuentos,
historias
breves que
compartir en
el centro.
21
PROGRAMA DE LECTURA
Recordemos tiene un
que a mejor significado
vocabulario hay particular
mejor para los
comprensión. términos. Es
importante
afianzar ello
con un
glosario de
términos
que surjan
en clase.
Demostrarles
cómo leer textos
específicos de
la asignatura
pues no es lo
mismo un texto
de matemáticas
que de biología
o historia.
Cómo está
estructurado
el texto.
Identificar
las ideas
claves del
texto.
La
importancia
y relación de
las tablas,
gráficas,
esquemas,
etc. Con el
texto.
Elaborar
carteles,
trípticos,
sobre temas
destacados.
Leer y
enseñarles a
subrayar
para
identificar
las ideas
centrales.
Hacer
con ellos
resúmenes,
síntesis,
esquemas,
paráfrasis.
Demostrarles la
22
PROGRAMA DE LECTURA
importancia de
tomar apuntes
de manera
organizada.
Intercambiar Reuniones Desarrollar un Elaborar un A todos los Durante todo
experiencias por lo menos trabajo calendario para docentes del y en cada
con los una vez por conjunto, dichas centro. uno de los
docentes del quincena colaborativo y reuniones en semestres.
centro. para de donde se
compartir corresponsabilid acuerden las
con los ad entre acciones a
compañeros coordinador y desarrollar de
del centro las docentes del acuerdo con las
situaciones centro. deficiencias y
más necesidades
apremiantes detectadas.
que se
detectan en Compartir los
los avances o
estudiantes deficiencias no
en cuanto a superadas con
la lectura, la los estudiantes.
expresión
oral y escrita. Compartir las
experiencias y
material.
La experiencia
compartida
permitirá que de
una zona de
desarrollo real
pasemos a una
zona de
desarrollo
potencial en
donde las
capacidades
intelectuales
supremas se
detonen.
23
PROGRAMA DE LECTURA
BIBLIOGRAFÍA
14
Consultar Anexo 5 Formato para reporte.
24
PROGRAMA DE LECTURA
11. http://lectura.dgme.sep.gob.mx/sitios/promocion.html
12. http://www.uclm.es/cepli/
13.
http://www.fil.com.mx/promotores/ponencias/ponencia.asp?rt=&id=2tp:
//www.solareditores.com/digital/tecnologias_digitales/la_ensenanza_u
niversitaria_com.php
http://www.bnjm.cu/bnjm/espanol/publicaciones/curso2_precisando.ht m
14.
15. 70
16.
17. http://www.sap.org.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=3
68&Itemid=483
18. http://www.lectura.dgme.sep.gob.mx/
19. http://www.planlectura.es/instituciones01.html
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=277
01101
20. http://www.alonsoquijano.org/
21. http://bvs.sld.cu/revistas/aci/vol12_5_04/aci10504.htm
22. http://www.rieoei.org/experiencias105.htm
23. http://www.pnte.cfnavarra.es/bibliotecasescolares
24. Proyecto para la mejora de competencias lectoras. Consultado el día 17
septiembre de 2008, en http://www.pnte.cfnavarra.es .
25. http://lectura.dgme.sep.gob.mx/documentos/CAP.5.pdf. Consultada el
día 4 de agosto de 2008.
26. http://lectura.dgme.sep.gob.mx/documentos/mem_dialped07.pdf
27. http://fumexfolec.org/
28. http://www.planlectura.es/recursos/animadores/sendas/talleres/talleresle
ctura.php?id0=5&id1=5&id2=4
25
PROGRAMA DE LECTURA
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:
ANEXOS
Anexo 1
26
PROGRAMA DE LECTURA
a) Texto argumentativo
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Material del Diplomado de PROFORDEMS, “Competencias Docentes en la Educación Media
Superior”. SEP.
27
PROGRAMA DE LECTURA
b) Resumen
c) Síntesis
28
PROGRAMA DE LECTURA
d) Paráfrasis
e) Ensayo
El ensayo debe estar sustentado con las opiniones del autor después
de haber realizado una observación, lectura o investigación acerca del
tema a desarrollar, el escrito debe reflejar el interés por defender un
punto de vista dentro del propio ensayo.
29
PROGRAMA DE LECTURA
f) Cuadro Sinóptico
30
PROGRAMA DE LECTURA
g) Cuadro Comparativo
h) Rueda de atributos
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PROGRAMA DE LECTURA
Atributo 1
11111111
1
Atributo 3
11111111
1
i) Diagrama de Flujo
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PROGRAMA DE LECTURA
Inicio/Final Decisión
Se utiliza para indicar Indica la
el inicio y el final de comparación de dos
un diagrama. datos y dependiendo
del resultado, se
toma la decisión de
continuar.
Entrada/Salida de Interacción
datos Indica que una
instrucción debe
realizarse varias
veces.
Entrada por teclado Salida impresora
Indica que la Indica la
computadora debe presentación de los
esperar a que el resultados en forma
usuario capture algún impresa.
dato que se
almacenará en una
variable.
Llamada a subrutina Salida en pantalla
Indica la llamada a Instrucción para la
un procedimiento presentación de
determinado. datos en pantalla.
Acción/proceso Conector
general Indica el enlace de
Instrucción general dos partes, dentro de
que debe realizar la la misma página.
computadora.
Flujo Conector
Indica el sentido de Indica el enlace de
ejecución de las dos partes de un
operaciones. diagrama en páginas
diferentes.
j) Mesa de tesis
IDEA PRINCIPAL
Idea Idea Idea Idea
secundaria secundaria secundaria secundaria
1 2 3 4
33
PROGRAMA DE LECTURA
k) Mapas conceptuales
34
PROGRAMA DE LECTURA
l) Mapas Mentales
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PROGRAMA DE LECTURA
36
PROGRAMA DE LECTURA
37
PROGRAMA DE LECTURA
ñ) Esquema
38
PROGRAMA DE LECTURA
Semejanzas
Diferencias Diferencias
p) Mentefacto Conceptual
39
PROGRAMA DE LECTURA
El concepto al que
pertenece el objeto
de estudio
= ≠
Concepto ¿Qué no es?
¿Qué es? general
Subclase 1 Subclase 2
En qué se
divide
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PROGRAMA DE LECTURA
Andamio cognitivo
Son elementos auxiliares externos
que brindan un soporte cognitivo.
Estas pueden ser preguntas,
sugerencias o procedimientos
propuestos a los formadores que el
asesor les plantea. Los andamios
pueden utilizarse en la recepción de
la información, en la transformación
de información, y en la producción
de la información.
41
PROGRAMA DE LECTURA
Tesis
o Wilfley, D. E. (1989). Interpersonal analyses of bulimina:
normal-weight and obese. Disertación doctoral no
publicada, University of Missouri, Columbia, EE.UU.
Artículo de periódico
o Sepúlveda, A. & Pome, S. (1998, 9 de noviembre).
Michoacán continúa siendo priísta: triunfo en la mayor
parte de curules y alcaldías. Excelsior, p. 1A.
Artículo de enciclopedia
Sitio en la Web
Notas
Todas las líneas deben ir a doble espacio y la primera línea
debe tener 5 espacios de tabulación.
42
PROGRAMA DE LECTURA
Utilizar sólo las iniciales del (de los) nombre(s) del (de los)
autor(es).
Si no hay autor, empezar la referencia con el título y después la
fecha.
Sitios Web: Si la fecha en que la página fue creada (o
actualizada) no aparece, utilice la fecha en que se accedió.
Anexo 2
Páginas Web donde puede acceder a información de interés.
http://magma.nationalgeographic.com/ngexplorer/0703/articles/spmainarticle.ht
ml
Curiosidades de la ciencia
http://www.wikiciencia.org/como-funciona/reactor-nuclear/index.ph
http://www.geocities.com/CapeCanaveral/Lab/1719/explicaciones.html#sal
http://www.ojocientifico.com/
http://ciencianet.com/
http://www.lcc.uma.es/~ppgg/html/ciencia.html
1. Ciencia y tecnología:
BBC Mundo: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/default.stm
Discovery channel: http://www.tudiscovery.com/
Artículos educativos: http://www.educar.org/SistemaSolar/
National Geographic: http://ngenespanol.com/
National Geographic Explorer:
http://magma.nationalgeographic.com/ngexplorer/0703/articles/spmainarti
cle.html
Revista de la Academia Mexicana de la Ciencia:
http://revistaciencia.amc.edu.mx/index.php?option=com_content&task=vi
ew&id=148&Itemid=50
Revista de ciencia RENA http://www.rena.edu.ve/cuartaetapa.html
Literatura: http://pagciencia.quimica.unlp.edu.ar/
http://centros5.pntic.mec.es/ies.victoria.kent/Rincon-C/rincon.htm
43
PROGRAMA DE LECTURA
http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/biblioteca/indexbiblio.htm
Lecturas: http://cvc.cervantes.es/aula/lecturas/default.htm
Libros electrónicos
http://portal.veracruz.gob.mx/portal/page?_pageid=433,3946963&_dad=portal&
_schema=PORTAL
http://www.elaleph.com/libros.cfm?item=113&style=biblioteca
Poesía http://www.poesi.as/index.htm
http://www.poesi.as/
Biografías de autores:http://www.valvanera.com/biografias.htm
Historia
Constituciones:
http://www.cervantesvirtual.com/portal/constituciones/pais.formato?pais=
Mexico
History Channel Español: http://www.historyenespanol.com/espanol/
Visión de los vencidos http://biblioweb.dgsca.unam.mx/libros/vencidos/
http://biblioweb.dgsca.unam.mx/libros/mexico/inicio.html
Museos http://www.biblioweb.dgsca.unam.mx/museos/
http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/biblioteca/indexbiblio.htm
SITIO DE INTERÉS
44
PROGRAMA DE LECTURA
BIBLIOTECAS VIRTUALES
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes : http://www.cervantesvirtual.com/
Hemeroteca:
http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/biblioteca
Anexo 3
RECOMENDACIONES PARA HACER UNA LECTURA EN VOZ ALTA*
La lectura en voz alta es una de las mejores estrategias para formar lectores. El
objetivo es contagiar el gusto por la lectura y los libros, más que buscar una
recomendaciones son útiles para que las madres o padres de familia les lean a
sus hijos, o para profesoras y profesores que deseen hacer una lectura gratuita
45
PROGRAMA DE LECTURA
Hacer una pequeña introducción. Platicar por qué le gustó esa narración
en particular, cómo llegó a sus manos, qué le hizo sentir esa lectura.
Anticipar algún dato que pueda servir de “gancho” para interesar a
quienes les va a leer.
46
PROGRAMA DE LECTURA
http://redescolar.ilce.edu.mx/educontinua/lengua_comunicacion/palabraescritor/iprincip
al/etlectura.htm
Anexo 4
Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y
son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay
quienes luchan toda la vida, esos son imprescindibles." Bertol Brech
La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno
hace están en armonía16.
Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948). Llamado
Mahatma. Político y filósofo hindú, apóstol de la no
violencia.
"Sólo sé que no sé nada"
Sócrates (470-399 a.C.). Filósofo griego, precursor
de Platón y Aritóteles, considerado uno de los más
grandes tanto de la filosofía occidental como
universal.
Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las
nubes.
Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés.
16
Consultado en http://frasesquequedan.blogspot.mx/
47
PROGRAMA DE LECTURA
�NDICE
Prefacio
La dama del abanico
El reino por un caballo
Entre la espada y la rosa
Cinco cipreses, a veces dos
Por el rumbo de la estrella
En el castillo que se va
Una voz entre los arbustos
El hombre atento
Como un collar
En noches de luna llena
Prefacio
Lo logré. Una vez más logré escribir un libro de cuentos de hadas. Y cumplida la tarea,
pienso en el cuento italiano en el que la Reina, en lugar de la tan esperada hija, da a luz
a una plantita de romero, a la que riega con leche. Mis cuentos de hadas son plantitas de
romero, nacimientos extraños, muy deseados, casi de otra naturaleza, que sólo bañados
con leche —o sangre— pueden crecer y revelar la hija que contienen.
48
PROGRAMA DE LECTURA
Entonces sé que va a ser necesario esperar. Pero, sólo por ansiedad, insisto todavía,
llamo, imploro. No sirve de nada. Mientras más trato de inventarle un destino al cuento,
más mecánico me parece ese destino, lejano de la emoción. Y estoy obligada a
rechazarlo.
Muchos años pueden pasar sin que el beso o la espada despierten a la Bella. Así ocurrió,
por ejemplo, con el cuento "Como un collar". Cuando la princesa que miraba sólo hacia
adentro surgió, yo estaba trabajando en el libro Doce reyes y la joven en el laberinto del
viento. ¡Con qué emoción la recibí! Excesivo, tal vez, porque la ingrata se estancó a la
mitad del camino, y no hubo modo de convencerla para proseguir. Terminé el libro sin
ella. Pero viviéndola en mí, así por la mitad, me angustiaba tanto que, en aquel mismo
año del 81, llegué a presentarla en una mesa redonda sobre procesos de creación, y
nuevamente en una conferencia para alumnos de la UFRJ. Quién sabe, el personaje
insistía en aparecer.
Fue, hasta hoy lo sé, una falta de respeto al personaje. Es probable que a eso se deba el
silencio de casi diez años. Pero aprendí la lección. Y ella me perdonó, al regresar en este
nuevo libro.
De igual manera hay historias que van adelante de mí, que maduran cuando yo estoy
verde todavía. Entonces son ellas las que necesitan esperar. Como "Por el rumbo de la
estrella", cuento escrito al mismo tiempo que "Una idea toda azul". Ya estaba
terminado, y yo no estaba segura, dudaba. Lo dejé fuera de aquel libro. Y ya estaba ahí,
listo. Lo dejé fuera del segundo. Sólo ahora lo alcancé, sólo ahora supe que ya no había
nada qué agregar. Y tengo que hacer penitencia por la arrogancia de mis juicios, que se
creyeron más sabios que la propia creación.
Mis cuentos de hadas son plantas de romero. Y si por un instante les falta la leche,
entonces las hojas se secan y refugian en el invierno. Pero yo espero; y espero,
excavando la tierra, porque conozco la primavera que me invade cuando un día, de
repente, comienzan de nuevo a brotar.
49
PROGRAMA DE LECTURA
Era una dama de kimono que vivía en la plegada superficie de un abanico de papel. No
vivía sola. Posada atrás de ella, una garza hundía su larga pata de coral en el agua de un
lago. Mientras en el rincón de la izquierda, volaba otra garza.
Sin lluvia o nieve que viniesen a alterar el paisaje, sin frutos que sustituyesen a las
flores del durazno, la dama y sus garzas parecían detenidas en el tiempo. Pero no lo
estaban. El tiempo pasaba en el abanico, aunque a su modo. Pues cada vez que su
dueño, un viejo mandarín, lo cerraba con un golpe seco, anochecía entre los dobleces.
La dama entonces se dormía. Dormían las garzas. Y hasta los nenúfares del lago parecía
que reposaban sus pétalos sobre el agua. Solamente el volcán, al fondo, continuaba
soltando una columna de humo.
Sin embargo, bastaba que el mandarín abriera otra vez el abanico para que todos
despertasen. Las olas del lago brillaban como si algún viento las empujase desde las
montañas. Volaba la garza sin salirse del espacio. La dama de largos cabellos tocaba el
instrumento que tenía sobre las rodillas, tañendo las cuerdas con sus pálidos dedos.
¡Qué acalorado era aquel mandarín! Cada instante, ¡rraac!, abría el abanico, abriendo
con él los ojos de la dama y sus garzas.
50
PROGRAMA DE LECTURA
Y así habría sido por muchos años, si el mandarín, henchido de amor por su más
reciente concubina y deseando cubrirla de presentes, no le hubiera dado el abanico de
regalo.
La esposa tenía modales muy diferentes. Todo, en ella era despacio. Para ella, el calor
no era un tormento. Del abanico, más que la brisa, disfrutaba el pausado gesto con que
lo movía, acariciando el aire y su cuello. Casi no lo cerraba. Por encima, su mirada era
lanzada con disimulo. Tras él, murmuraba secretos a los oídos de las otras concubinas,
escondía sonrisas y besos. Y muchas veces, descansando su mano sobre la mesa o en su
regazo, se olvidaba de cerrarlo.
Con ella, los días se volvieron largos, a veces larguísimos para la dama del kimono.
Tocaba su instrumento, miraba a sus aladas compañeras, y así se distraía. Sin embargo,
las garzas, sin nada que hacer, sin poder pescar, tejer su nido, o aparearse, comenzaron a
encontrar el cielo de papel cada vez más limitado, y el horizonte de más allá, cada vez
más tentador.
Y llegó un día en que la garza del rincón de la izquierda, aquella que desde siempre
mantenía sus alas abiertas, las movió levemente, después con más fuerza, y aleteando
libre, al fin, voló fuera del abanico.
Durante aquel día y en los que siguieron, la dama esperó a que regresara, tocando su
dulce música. Pero la garza no volvió. Y el rincón izquierdo del abanico siguió vacío,
sin que ni siquiera un pequeño rastro perdido recordara la antigua presencia.
Pero el tiempo se fue, poco a poco. Ahora sola, la garza del lago ya no tenía motivo para
continuar ahí, con la pata sumergida en el agua. Y en una tarde caliente en que la
concubina se abanicaba con pereza, la garza estiró al fin la otra pata, irguió el cuello,
desdoblando las alas que desde siempre habían permanecido cerradas. Como una corola
tocada por el viento, se estremecieron sus plumas blancas. Y la garza abrió su vuelo,
abandonando el abanico.
Sin un gesto, la dama vio partir a su última amiga. No lloró, porque las lágrimas no se
permiten en los abanicos de papel. Pero las pálidas manos dejaron de tañer las cuerdas.
Y en su regazo, enmudeció el instrumento.
Muchos y muchos años de silencio pasaron después de esto. Muchas y muchas personas
poseyeron el abanico.
51
PROGRAMA DE LECTURA
En casa, limpias las varitas, arreglado el papel con poco pegamento, el artista sintió el
deseo de agregar alguna cosa al regalo, enriquecerlo con su amor y su talento. Tomó la
caja de pinturas, se inclinó sobre el abanico, y con cuidado, aprovechando el espacio en
el rincón izquierdo, pintó una garza en pleno vuelo, con las alas abiertas. Sin embargo,
ocupado todo aquel rincón, algo estaba faltando del otro lado, el más cercano a la dama.
Sumergió el pincel en el color blanco, y tocó levemente la punta en el color rosa. Y
luego surgió otra garza, de alas cerradas, con una pata de coral hundida en el agua del
lago.
Y había quedado tan lindo, que ella no quiso encerrarlo en el cajón. Cuidando de no
herir el papel, lo colgó abierto en la pared delante de su cama.
Aquella noche, todavía lo miró con arrobamiento antes de dormir. Después apagó la luz
y cerró los ojos.
Duerme la dueña del abanico, duerme la casa. Pero en la superficie del papel humea un
volcán, mientras una dama de kimono les toca a sus garzas la muy suave música de un
instrumento de cuerdas.
52
PROGRAMA DE LECTURA
Era brillante, gallardo, más blanco que un mantel al sol. Y mucho más precioso. Era el
caballo del Rey. Precioso, no solamente por su belleza, sino porque sólo se alimentaba
de monedas de oro.
En bien de la verdad, a poco de que el caballo fue regalado al Rey, el Ministro se había
dado, durante algún tiempo, el trabajo de volver discretamente a la cuadra algunas horas
después de las comidas. Armado, de una varita y cuidando de no perder su noble
postura, removía el humeante estiércol para certificar que ninguna moneda había sido
devuelta por los caballares intestinos. Pronto, sin embargo, se dio cuenta de la inutilidad
de su proceder. El oro que entraba no salía. Todo era consumido en el oscuro misterio
del vientre, asegurando tal vez el resplandor del pelaje, el brillo de los ojos y, quién
sabe, hasta lo amarillento de los dientes.
Grandes eran los cofres del Rey. Un cesto de monedas, por lo menos, no hacía
diferencia. Ni diez. Mientras tanto, un cesto hoy, un cesto mañana, durante semanas y
meses llenos de hoy y mañanas, comenzaron a hacerse sentir. Y llegó el día en que,
habiendo agotado todos los otros recursos, el Gran Ministro se vio obligado a avisarle a
53
PROGRAMA DE LECTURA
su majestad que, para satisfacer el apetito del caballo, en breve sería necesario vender la
corona.
Y sin dudarlo, decretó un nuevo impuesto, el Impuesto del Caballo, para ser pagado
diariamente por todos los ciudadanos.
Con las contribuciones del pueblo, se llenó algún tiempo el comedero. Pero así como
había sucedido con los cofres reales, también los pequeños cofres domésticos, los
calcetines, los fondos de colchón y los cochinitos de barro poco a poco se vaciaron.
Pero el Rey, para no dar a demostrar su ignorancia, dio las órdenes pertinentes para que
se procediese con la operación sugerida.
Bajo las órdenes del Gran Ministro, se amarró a la cola del caballo una larga cuerda,
cuya punta fue metida por su trasero, empujada con gentil fineza, hasta que comenzase a
hacerle cosquillas en la garganta. Y en cuanto el pobrecito abrió la boca para librarse de
la molestia, unas ansiosas manos removieron ahí dentro y tomaron la punta de la cuerda
que asomaba.
Y ahí estaba un caballo que, siendo el mismo, era el contrario de lo que había sido.
Faltaba comprobar los resultados. Los pajes trajeron cestos llenos de estiércol, que
vaciaron uno a uno en el comedero. El caballo se aproximó y olfateó muy bien. Luego,
bajo la ansiosa mirada del Rey, se fue comiendo poco a poco el contenido, tragándoselo
todo entre sus dientes amarillos.
Aquella tarde, nadie movió un pie fuera de la caballeriza. Escondida tras la espalda, el
Gran Ministro, aseguraba una varita. Pero no fue necesaria. Cuando finalmente, la cola
del caballo se levantó levemente, fue para arrojar sobre la paja una cascada tintineante
de monedas de oro.
54
PROGRAMA DE LECTURA
Así, todos los días, el tintinear del oro pasó a escucharse en las bóvedas de la caballería.
Las monedas caían, y eran pasadas rápidamente de la paja a los cofres reales, que en
poco tiempo se llenaron, se hincharon, se desbordaron por completo.
Pero a pesar de tanta alegría, el Rey no parecía tan feliz. Andaba pensativo por los
pasillos, y era visto, a veces, bajando a la caballería, donde permanecía largo tiempo, sin
sonreír. Mientras las monedas caían, el Rey meditaba en que su caballo ya no era más
un lindo caballo. Estaba feo, casi asqueroso. El blanco pelaje, ahora por dentro, no se
veía. Por fuera, sólo se apreciaba la piel roja, como con babas. Ya no era un caballo del
que un rey pudiese enorgullecerse, ni montura adecuada para pasear en los días de
desfile o procesión.
Fue así que la caballeriza real, aromada con sándalo, recibió al nuevo caballo alazán,
venido de tierras distantes. Raro no sólo por su belleza y noble porte, sino también
porque sólo se alimentaba de piedras preciosas.
55
PROGRAMA DE LECTURA
Cuando regresó a su cuarto, la Princesa lloró más lágrimas de las que pensaba que tenía
para llorar. Acurrucada en la cama, entre sollozos, imploró a su cuerpo y a su mente que
le ayudasen a encontrar una solución para escapar de la decisión de su padre. Al final,
agotada, se durmió.
Pasó sus dedos lentamente entre los sedosos cabellos. Y ya extendía su mano buscando
las tijeras, cuando finalmente lo comprendió. Aquella era la solución. Podía venir a
buscarla el novio. Podía venir con sus soldados, sus ovejas y sus monedas. Pero cuando
la viese, ya no la querría más. Ni él, ni cualquier otro que el Rey escogiera.
Sin embargo, aunque se salvara la hija, se perdía la alianza del padre, que preso de
horror y de furia frente a la barbada joven, y alegando que la vergüenza caería sobre el
reino a causa de tal rareza, le ordenó abandonar el palacio inmediatamente.
La Princesa hizo un atado pequeño con sus joyas, escogió un vestido de terciopelo color
sangre, y sin despedirse, atravesó el puente levadizo, pasando al otro lado del foso.
Atrás quedaba todo lo que había sido suyo, y por delante estaba aquello que le era
desconocido.
56
PROGRAMA DE LECTURA
En la primera aldea donde llegó, después de mucho caminar, se ofreció de casa en casa
como sirvienta. Sin embargo, nadie quiso aceptarla porque, con aquella barba, les
parecía evidente que era hombre.
En la segunda aldea, esperando tener más suerte, se ofreció como sirviente. Pero nadie
quiso aceptarla porque, con aquel cuerpo, estaban seguros de que era mujer.
Cansada, pero todavía con esperanzas, al ver de lejos las casas de una tercera aldea, la
Princesa pidió un cuchillo prestado a un pastor y se rasuró la barba. Sin embargo, a
punto de entrar a la aldea, ya la barba había crecido otra vez, más ensortijada, brillante y
rojiza que antes.
Entonces, ya sin pedir nada, la Princesa vendió sus joyas a un armero, a cambio de una
coraza, una espada y un yelmo. Y quitándose el anillo que había sido de su madre, lo
vendió a un mercader, a cambio de un caballo.
Ahora, debajo de la coraza, nadie vería su cuerpo, debajo del yelmo, nadie vería su
barba. Montada a caballo, empuñando su espada, ya no sería más ni hombre ni mujer.
Sería un guerrero.
Y en valiente guerrero se convirtió a medida que servía a los señores de los castillos,
manejando diestramente sus armas. En poco tiempo, no había quien la superase en los
torneos, ni la venciese en las batallas. La fama de su valor se extendió por todas partes e
iba delante de ella. Ni siquiera necesitaba presentarse frente a los muros de las ciudades
y castillos. La coraza hablaba más que el nombre.
Poco se demoraba en cada lugar. Luchaba cumpliendo con su trato y su deber, se batía
con lealtad por el Señor. Sin embargo, sus victorias atraían las miradas de la Corte, y
pronto los murmullos comenzaban a recorrer los pasillos. ¿Quién era aquel caballero,
osado y gentil, que nunca se quitaba sus vestidos de guerra? ¿Por qué no participaba de
las fiestas, ni le cantaba a sus damas?
Cuando las preguntas se hacían en voz alta, ella sabía que había llegado la hora de
partir. Al amanecer, montaba en su caballo y dejaba el castillo, sin romper el misterio
con el que había llegado.
Únicamente estando sola, cabalgando en el campo, osaba levantar la visera para que el
viento le refrescase el rostro, acariciando sus rizos. Pero la bajaba en cuanto veía
agitarse en la distancia las banderas de alguna torre.
Así, de castillo en castillo, había llegado a uno gobernado por un joven Rey. Y ya había
pasado algún tiempo desde su llegada.
Desde el día en que la había observado, parada frente a la gran puerta, erguida la
cabeza, ofreciendo su espada, él había demostrado preferirla a los otros guerreros. Era a
su lado donde la quería en las batallas, a ella la llamaba para los ejercicios en la sala de
armas, era su compañía predilecta, su mejor consejero. Con el tiempo, más de una vez
uno había salvado la vida del otro. Y parecía natural, como el fluir de los días, que sus
vidas transcurriesen juntas.
57
PROGRAMA DE LECTURA
Muchos días pasaron en que intentando escapar de lo que sentía, el Rey evitaba verla. Y
otros tantos en que percibiendo, que eso no la apartaba de su recuerdo, la mandaba
llamar, para arrepentirse en seguida y pedirle que se retirase.
Por fin, como nada de eso calmaba su tormento, ordenó que viniese a su presencia. Y
con voz grave, le dijo que hacía mucho tiempo que toleraba a su lado un caballero con
el rostro siempre cubierto, pero que ya no podía confiar en alguien que se escondía tras
el hierro. Que se quitase el yelmo y mostrase el rostro. O tenía cinco días para dejar el
castillo.
Aquel día no osó salir de la habitación para que el perfume no la denunciara, pues era
tan intenso, que ella misma se sentía embriagada de primavera. Y se preguntaba de qué
servía haber cambiado su barba por flores, cuando mirando, el escudo con atención, le
pareció que algunas rosas perdían su rojizo vigor, tomándose más oscuras que el vino.
De hecho, al amanecer, había pétalos en su almohada.
Una tras otra, las rosas se marchitaron, cayendo los pétalos lentamente, sin que ningún
botón viniese a sustituir las flores que se iban. Poco después, apareció la rosada piel
hasta que no hubo flor alguna. Sólo un rostro de mujer.
Había llegado el quinto día. La Princesa soltó sus cabellos, vistió su vestido color
sangre. Y arrastrando la cola de terciopelo, descendió las escaleras que la llevarían hasta
el Rey, mientras un perfume de rosas se derramaba por el castillo.
58
PROGRAMA DE LECTURA
No era un hombre rico. Tampoco era un hombre pobre. Era un hombre, solamente. Y
este hombre tuvo un sueño.
Soñó que un pájaro se posaba en su ventana y le decía: "Hay un tesoro esperando por ti
en la ciudad de los cinco cipreses". Pero cuando el hombre abrió la boca, para preguntar
qué ciudad era esa, espantó al pájaro y al sueño. Entonces se despertó.
Durante algunos días indagó con quienes se encontraba si sabían algo al respecto de una
ciudad con cinco cipreses, pero nadie sabía nada de ese lugar. Entonces, como si aún
estuviese oyendo la clara voz del pájaro, vendió sus pocos bienes, puso su dinero en una
alforja de cuero que se colocó en el cuello y, montando su caballo, partió.
Escogió la dirección del sol poniente, diciéndose a sí mismo que mientras anduviese
con el sol, los días durarían más, y así tendría más tiempo para buscar. Y acompañando
al sol subió montañas, atravesó llanuras, cruzó lagos y ríos.
Pero él había soñado con ese pájaro y continuó la búsqueda. Y he aquí que un día,
cuando el sol comenzaba a acariciarle la espalda, vio allá a lo lejos, levantándose como
torres entre la bruma del horizonte, las negras siluetas de cinco cipreses.
59
PROGRAMA DE LECTURA
Bajo el jalón involuntario de la brida, el caballo se estremeció. Sin embargo, tras sentir
las espuelas, se lanzó al galope. Y galoparon, galoparon, galoparon.
Durmió tan profundamente, que no despertó cuando llegó otro caballero, se apeó, y se
aproximó a él. Pero tan profundamente, que ni siquiera sintió cuando éste tocó la alforja
de cuero que llevaba al cuello, todavía llena de dinero. Y así adormilado, ¿cómo iba a
percibir que se trataba de un temible bandido?
No se dio cuenta de nada. Ni siquiera cuando el otro sacó su espada para sostenerla por
un instante en lo alto, y con las dos manos, bajarla súbitamente, decapitándolo en el
acto.
Casi sonriendo, el forajido abrió la bolsa y contó el dinero; después, dejando a los
perros el ensangrentado cuerpo, agarró la cabeza por los cabellos y la arrojó al pozo.
Y en el pozo la cabeza se fue sumergiendo lentamente hasta llegar al fondo, donde los
ojos abiertos ya no podían ver un enmohecido cofre, de cuyas grietas escapaban joyas y
monedas, para perderse en la verdosa oscuridad.
Pero como un cuento es sólo un cuento, que yo cuento, pues recuento y transformo en
otro cuento.
No era un hombre rico. Tampoco era un hombre pobre. Solamente era un hombre. Y
este hombre tuvo un sueño.
Soñó que un pájaro se posaba en su ventana y le decía: "Hay un tesoro esperando por ti
en la ciudad de los cinco cipreses". Pero cuando el hombre abrió la boca para preguntar
en dónde quedaba esa ciudad, espantó al pájaro y el sueño levantó el vuelo.
Preguntó inútilmente a todos los que conocía si podían darle noticias de la misteriosa
ciudad. Nadie había oído hablar de ella, y lo más que hacían era sacudir la cabeza y
encogerse de hombros. Así, dándose cuenta de que si continuaba donde estaba jamás
llegaría a donde tenía que ir, vendió su casa y su huerta, vendió la ropa que no llevaba
puesta, colocó el dinero en una alforja de cuero, se la colgó del cuello y partió.
Escogió la dirección del sol naciente, diciéndose a sí mismo que ver el sol surgir de
todas las mañanas sería como si una fortuna también estuviese surgiendo para él. Y a la
par que el sol, se levantó al otro día para recorrer llanuras, subir montañas, atravesar
lagos y ríos.
60
PROGRAMA DE LECTURA
Sin embargo, el pájaro le había hablado en su sueño. Por eso continuó la búsqueda. Y he
aquí que una mañana, cuando el sol le tocaba el rostro, con sus dedos todavía tibios, vio
recortarse en el horizonte unas siluetas negras y altas como torres, rígidas siluetas de
cipreses. Apenas podía verlas, sumergidas en la ofuscante luz que amenazaba a lo lejos
como una neblina. Aún así, su corazón pareció lanzarse sobre ellos, y el caballo se
estremeció bajo el tirón involuntario de la rienda.
—Esta no es la ciudad que busco —dijo decepcionado, como si alguien pudiese oírlo.
No pudo saber que el día anterior una tempestad había azotado la ciudad. Ni que un
certero rayo había abatido el quinto ciprés.
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PROGRAMA DE LECTURA
Habiendo muerto su padre, ya no había ninguna razón para que continuaran viviendo en
la isla; así lo decidieron los siete hermanos.
Muy pronto, centenares de aves revolotearon en círculos y gritos, cimbrados sus nidos
por el hacha que estremecía los troncos. Centenares de conejos se habían escondido en
sus madrigueras, huyendo de las trampas en que otros conejos ya se debatían.
—Esperaremos la luna llena —dijo el mayor de los siete, después que lijaron los remos.
Pero, faltando todavía para que llegara la hora, los otros se encargaron de embarcar las
pocas cosas que llevarían. Agua en las jarras, frutas en los cestos, carnes y pescados en
planchas saladas.
Todo estaba listo, cuando en el oscuro hilván de la noche con el mar, una enorme luna
comenzó a salir; en pocos instantes, y achatada bajo el peso del cielo, fue alzándose,
cada vez más clara.
—Tú, que eres el menor de todos y el más ligero, permanecerás en el timón —dijo el
mayor de los hermanos al más pequeño, mientras empujaban el barco hacia el agua. Y
señalando en el cielo una estrella tan brillante como la luna, le ordenó que hacia allá
dirigiese la proa, sin abandonarla nunca con los ojos.
Vencidas las primeras olas y dejado atrás donde ellas rompen, va el barco sobre el
líquido espejo. Plaf, plaf, se sumergen los remos de los seis hermanos, agitando el brillo
sin romperlo. Y el séptimo, va allá atrás, en silencio.
Va el barco, siempre de frente. No hay veredas en el mar. El camino recto dibujado por
la mano que asegura el timón aparece solamente en la estela que deja el navío cuando
pasa. Y rápido se extingue.
62
PROGRAMA DE LECTURA
De día, cuando la luz quema y el sol deslumbra, duermen los hermanos acostados en el
fondo del barco. De noche reman. Una, dos, muchas noches.
Noche a noche, roturando el cielo, la luna gasta su curva y se hace finita. Cuanto menor
es la luna, más intensa brilla la estrella para el muchacho.
Más intensa y más bonita. Más bonita y más mirada. Más mirada y más amada.
—¡Tan lejos de mí! —suspira el muchacho, confundiendo su lamento con el beso del
agua contra el casco—. ¡Tan difícil de alcanzar!
Inútilmente busca en la oscuridad caminos que lo lleven a la estrella, intenta romper con
la quilla la ruta secreta del cielo, la línea que en el horizonte los separa.
Plaf, plaf, se sumergen los remos de los seis hermanos. Pero en esa noche más negra
que las otras, un soplo gime sobre el agua. Es el viento. El mar, cansado de ser plano
como el campo, se hincha como montes y cuevas, yergue su espalda, y estira sus
blancos dedos de espuma.
Huye el barco, ¿o es llevado? Reman los hermanos, ¿o se aferran a los remos? El barco
salta, gira, se arquea, se detiene en lo alto de una ola, se despeña y se empina
nuevamente. Las maderas rechinan, retumba la tempestad.
Los ojos del muchacho, ardiendo por la sal, han perdido la estrella. La busca entre las
nubes, en el cielo revuelto con el mar. Y ya no sabe qué está arriba y qué abajo.
Se quiebra la noche. Salta un rayo. El joven se cubre los ojos con la mano, pero cuando
la baja, allá está de nuevo su alegría, clara y limpia estrella brillando en el cielo.
La osamenta del barco gime en la subida. Como un inmenso árbol, la ola abre su copa.
Más y más suben los hermanos en su nido de pieles hasta que llegan a lo alto, donde
brilla la espuma, casi nube. Nunca el muchacho estuvo tan cerca de su amada. Nunca le
pareció tan bonita como ahora. Por primera vez, la mano olvida el timón. Se levanta casi
tocando la estrella, los brazos extendidos, las piernas enredadas de mar. Y entonces
tiene la impresión de que ella se agacha, llevándolo más allá de la oscuridad, más allá
del viento, más allá de la tempestad.
Perdido el timonel, navegan para siempre los hermanos sin posibilidad de llegar. Lejos
está la tierra firme. Y lejos, allá lejos, están las estrellas.
En el castillo que se va
63
PROGRAMA DE LECTURA
En su castillo de aire vivía el Rey de Nada. No tenía paredes aquel castillo, no tenía
tejado. Pero así, transparente, era bello y delicado como ningún otro.
Ahora, después de una tempestad que lo había sacudido llevándolo encima de las
montañas, reposaba el castillo entre las flores de un valle. Las damas salían a pasear
tiñendo los pastos con sus largos trajes, ligeros como suspiros; los caballeros disputaban
torneos de imaginación, mientras los niños de la corte inventaban juegos con manzanas
recién arrancadas de las ramas.
No lejos del valle, sin embargo, ejercía su poder un temible rey, llamado Rac. Al
pronunciar su nombre todos bajaban la voz y la mirada. Feroz, había tomado muchos
reinos a la fuerza. Guerrero, había vencido en todas las guerras. A fuego y hierro
ampliaba cada vez más sus dominios, sus riquezas y el número de sus súbditos. Así,
despierto o durmiendo, soñaba volverse algún día, el Rey de Todo.
Bastó, por lo tanto, que sus espías le trajesen noticias de la existencia de un nuevo
castillo, para que sus ojos se encendiesen de codicia.
—¡Que mis embajadores partan inmediatamente hacia allá llevando una declaración de
guerra! —ordenó.
Fueron los embajadores con sus lujosas vestiduras de terciopelo. Y en sus vestiduras, un
poco arrugadas, regresaron, cuando ya el Rey Rac se preparaba para la batalla.
64
PROGRAMA DE LECTURA
El Rey Rac nunca había recibido tal insulto, nunca había encontrado un monarca tan
esquivo. Pero dispuesto a hacer la guerra, quisiera o no quisiera el otro, partió de
inmediato a la cabeza de su ejército.
Al amanecer llegaron al valle. Los caballos resoplaban pisoteando las flores, tenían
escudos y corazas, sus armas brillaban desenvainadas. Y cuando el Rey de Nada
apareció en la puerta de su diáfano castillo acompañado de algunos miembros de su
corte, se adelantó sin apearse, el Rey Rac.
—Porque todo lo que puedo ver me pertenece. Y mío es también todo aquello que la
mirada no alcanza a ver —respondió el Rey Rac desde lo alto de su caballo—. Sin
embargo, en medio de todo lo que conquisté, existen ahora este palacio y esta corte que
no son míos. Por eso es necesario que yo los posea.
—Pero todo esto que estás viendo —dijo el pequeño Rey abriendo los brazos— es
Nada. Sólo la Nada es lo que me pertenece.
Y el soplo de aquellas bocas abiertas, el eco de todas aquellas risas, hizo ondear los
cortinajes, movió los inexistentes torreones, las ausentes paredes. Como un navío que
levanta sus velas, el castillo entero comenzó a flotar, partiendo dulcemente hacia nuevos
horizontes.
Debajo de las patas de los caballos, los pastos se enlamaban. El ejército envainó sus
espadas, recogió sus lanzas. Impotente, el Rey Rac vio que la victoria se alejaba. A
causa de aquel Nada, de aquel castillo impalpable que se iba en el regazo del viento,
nunca más sería el Rey de Todo. Su sueño se había perdido para siempre. Furioso,
espoleó al caballo y partió al galope. A lo lejos, ligeras como un tintinear de cristales, se
oían aún las risas de la corte.
65
PROGRAMA DE LECTURA
Eran tan pocos en aquella cuadrilla de saltimbanquis, que cuando la joven actriz
renunció para casarse con un comerciante, no tuvieron otra persona para que ocupara su
lugar.
En la noche, encendidas las velas, comenzado el espectáculo, ¡qué bella parecía! Tan
bella, que a pesar de no decir ni hacer nada, el público no tuvo ojos para nadie más.
Había, entre ese público, un grupo de nobles caballeros que habiendo pasado por la
plaza a la hora exacta en que el espectáculo se realizaba, se habían detenido para asistir.
Y es probable, que volviendo al palacio, les contasen a todos de su fascinación por
aquella joven de rara belleza y dulce silencio. Al día siguiente, el Rey, que buscaba una
gentil esposa desde hacía mucho, daba órdenes para que se preparara un carruaje y un
paje, con el mandato de buscar a la joven, que a partir de ese instante, deseaba para
novia.
Salió el carruaje, y apareció el paje delante de las tiendas de los saltimbanquis, que
después de escuchar la lectura del pergamino real, se miraron asustados. ¿Quién tendría
el valor de contrariar un deseo tan poderoso y mandarle decir al Rey que la bella joven
era sólo una muñeca? Era mejor que lo descubriese por sí mismo.
Arreglaron la muñeca, peinaron sus rizos y, con la misma gracia con que la habían
colocado en el escenario, la sentaron sobre los cojines del carruaje. El fuete sonó, y
partieron veloces dejando en el aire una nube de polvo.
66
PROGRAMA DE LECTURA
Bebieron un buen tarro de cerveza. Se bebieron otro. Allá afuera, el sol se abatía sobre
el carruaje. Y en el calor sofocante, el bello rostro de cera comenzó a derretirse. Se le
alargó la nariz, se le aflojaron las mejillas y las comisuras de la boca. Hasta la frente se
le cayó.
Fue así, que cuando el carruaje llegó finalmente al palacio, y el Rey en persona, muy
sonriente, abrió la puerta para recibir a su futura esposa, no se encontró con la linda
joven que esperaba, sino con una mujer feona, nariguda y pasmada como burro.
Ni siquiera la saludó. Irritado, azotó la puerta y diciéndole al paje que no le había traído
la joven encomendada, pero sí a su hermana más fea, ordenó que se la llevasen de
regreso y trajesen la que había escogido.
Partió nuevamente el carruaje, nuevamente el paje les comunicó la orden del Rey a los
saltimbanquis. Y éstos, sin entender lo que había sucedido, recogieron la muñeca y
pidieron una noche de plazo para preparar dignamente a la novia de Su Majestad.
Y galopa y galopa, bamboleándose, otra vez al cochero le dio una gran sed, y al pasar
frente a la posada, decidió detenerse para refrescarse la garganta. Por segunda vez, el
paje le preguntó a la doncella si deseaba tomar algo fresco, y como en la primera
ocasión, no habiendo obtenido respuesta, la dejó sola y se fue a beber con el cochero.
Se bebieron un tarro de cerveza. Y otro. Allá afuera el sol caía sobre el carruaje, el
rostro de cera se aflojaba y escurría en el sofocante calor. Pero era tan grande la sed y
tan buena la cerveza, que los dos tomaron otro tarro, y ya que estaban bebiendo,
aprovecharon para comerse una tajada de jamón.
Con esto, se tardaron más de lo que pretendían. Y al darse cuenta del atraso,
rápidamente subieron al pescante y recomenzaron el viaje sin siquiera revisar el estado
de su pasajera. Si hubiesen visto, habrían tenido la misma asustada impresión que tuvo
el Rey al abrir la puerta, con mucha cortesía. Desplomada sobre los cojines, no estaba la
joven, sino una vieja con el rostro todo arrugado, en donde las cejas descendían por
encima de los ojos, los ojos desaparecían bajo los párpados, y la nariz le colgaba casi
hasta la barbilla.
La furia del Rey pareció no tener límites. No les bastaba con haberle traído a la
hermana, ¡he aquí que ahora le traían a la abuela! ¡Bola de asnos! ¡Que fuesen
inmediatamente a reparar el error! ¡Y si apreciaban sus cabezas que no regresaran sin
cumplir el mandato!
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PROGRAMA DE LECTURA
Los saltimbanquis no podían creer que el carruaje estuviese otra vez frente a sus tiendas.
Y todavía más difícil de creer fue el estado en que encontraron a la linda muñeca de
cera. Pero no había forma de negarse. Otra vez pidieron una noche de plazo. ¡De nuevo
compusieron el rostro! Y la muñeca fue dulcemente sentada en los cojines.
Sonó el fuete. Y galopa, bamboleándose, aquella polvareda fue dando lugar a una
terrible sed. Cuando el letrero de la posada apareció en una curva del camino, el cochero
no dudó, era la hora de detenerse...
Esta vez, sin embargo, mientras bebían y presumían con los otros viajeros de que
estaban llevando a la novia del Rey, fueron oídos por la linda hija del posadero. Ella,
llena de curiosidad, se deslizó hasta el carruaje y, primero a distancia, después cada vez
más cerca, espió hacia adentro, intentando ver a aquella que sería la Reina.
La joven era bastante más lista que el paje, porque le bastó mirar a la muñeca para saber
del engaño que estaba ocurriendo. Y engaño por engaño, tuvo una audaz idea. Sin ser
vista, arrastró a la muñeca hacia atrás de un establo, cambió sus ropas por las de ella,
cubrió con la peluca de rizos sus propios cabellos y, de inmediato, se sentó sobre los
cojines.
Apenas a tiempo. Ya los dos bribones salían de la posada, y pronto las patas de los
caballos levantaban el polvo, llevando el carruaje rumbo a palacio.
Cuánta alegría, en esta ocasión, tuvo el recibimiento del Rey. Sí, los nobles caballeros,
habían dicho la verdad, ahí estaba la más bella de las jóvenes. La más delicada. La más
silenciosa. Ahí estaba la esposa que tanto había buscado.
Y la corte, encantada con una joven tan discreta, comenzó los preparativos para la gran
fiesta de la boda.
Y sucedió que una mañana, pasando junto al muro que por fuera ni se notaba por tantas
hierbas y arbustos que lo cubrían, el Rey escuchó un poco de conversación con una
ardilla. Que era una ardilla, él no podía saberlo. Pero pronto supo que aquella voz le
transmitía un dulce bienestar, siendo la más agradable de cuantas jamás había
escuchado.
68
PROGRAMA DE LECTURA
Al principio se interesaba solamente por el sonido. Sin embargo, con el pasar del
tiempo, comenzó a fijarse en las palabras, sorprendiéndose con la belleza y el acierto de
aquellos discursos que parecían brotar de entre los árboles.
Casi sin sentir, comenzó a dirigirle, preguntas, a motivarla para que platicaran. Pero
ella, pensando que se trataba de una trampa para comprobar su capacidad de callar, se
abstenía de responder, o si lo hacía, era apenas con un brevísimo, sí o un rápido no.
El Rey se irritaba con tanta obstinación. La joven se irritaba con tanta insistencia. Y por
la noche, en su cuarto, empapaba la almohada con sus lágrimas, preguntándose cómo
podía ser tan infeliz, si era la novia del Rey.
Ahora todos trabajaban únicamente para apresurar la fiesta. Los ebanistas martillaban y
serruchaban armando los tablados de las danzas, las costureras no tenían tiempo ni de
soltar sus agujas, los floristas entrelazaban guirnaldas. Y rápido los cocineros
comenzaron a matar a los lechones, a descuartizar las piezas de caza, a asar, hervir,
preparar las enormes viandas. Hasta que todo quedó listo, y amaneció el tan esperado
día.
Repicaron las campanas, sonaron las trompetas. La novia con sus largos velos y el
novio con su gran manto, dejaron sus aposentos, cada uno acompañado de su séquito.
Debieron haberse encontrado solamente, en la catedral, pero quiso la suerte que antes de
salir del palacio se encontrasen uno con otro a la mitad de un corredor.
Poco importaba que ella dijera que no quería casarse con é1, que ya no aguantaba más,
que estaba cansada de fingir, que necesitaba hablar y ser oída. Poco importaba que las
lágrimas le llenasen los ojos y que los cortesanos escuchasen, espantados. Sólo
importaba el sonido de aquella voz, al fin reconocida, voz tan dulce a sus oídos, y que él
sabía capaz de otras muchas palabras.
En la calle, la multitud que esperaba hacía tiempo, vio finalmente un temblor de plumas
avanzando bajo la gran puerta del palacio y un ondular de estandartes. Las madres
levantaron a sus hijos pequeños para que pudiesen mirar, los hombres se quitaron los
sombreros para agitarlos en lo alto. Y bajo los vivas del pueblo, los novios salieron
sonrientes, a la cabeza del cortejo.
69
PROGRAMA DE LECTURA
El hombre atento
Por más que revisaba en su memoria, aquel hombre no encontraba en su vida un solo
momento en que no hubiese estado atento. Atento a todo, plenamente, abiertos los
sentidos como si el cuerpo fuese la puerta de entrada al mundo.
No dormía. Apenas probaba bocado. Los ojos siempre despiertos, veían lo que sucedía
frente a él y parecían ver con igual claridad lo que pasaba detrás, y de la misma manera,
lo que estaba lejos de ellos. Su nariz percibía todos los aromas, descifraba todos los
perfumes. Sus oídos distinguían los componentes del silencio, tan bien como los del
barullo.
Sentado en una almohada, así prestaba atención, seguro de que en cuanto tuviese
conocimiento de todo lo que ocurría, podría saber la organización del mundo. Inmóvil,
sin permitir que ninguna perturbadora distracción intentase traspasar su vigilancia con
una brecha donde pudiese entrar el desorden.
Y pasados tantos años en idéntica posición, llegó una tarde en que escuchó pasos en la
calle, aproximándose a su casa. Como eran muy suaves, supo, que eran pasos de un
viejo. Porque se arrastraban lentos, supo que el viejo estaba cansado. Porque nunca los
70
PROGRAMA DE LECTURA
había oído antes, supo que venía de lejos. Y cuando finalmente se detuvieron los pasos
frente a su puerta, se preparó para oír los toquidos.
Toc toc, resonaron los golpes en los aposentos. Abrieron los criados, dejando que un
viejo entrase con su olor a polvareda y con el calor del sol todavía guardado en los
pliegues de sus ropas. Que se refrescase, le dijeron trayéndole una jarra y un tazón.
Justamente se llevaba el viajero el agua a los labios cuando vio al Hombre Atento, que
inmóvil en la penumbra, como si ignorase su llegada, se mantenía entregado a su tarea,
con los ojos abiertos sin pestañear.
Se aproximó el viajero. El hombre lo miraba, sin dejar de ver más allá y más acá de él,
sin dejar que su presencia agitara la transparencia de su concentración. El hombre lo
miraba, mudo.
Se apartó hacia un lado y los ojos del Hombre no lo acompañaron. Se apartó hacia el
otro, y los ojos continuaron fijos hacia el frente. Pero cuando el viajero tomó un
ciempiés de una maceta, le bastó al Hombre Atento oírlo caminar sobre aquella mano,
para saber que le faltaba una pata. Y cuando retirándose hasta el jardín, el viajero le
trajo un camaleón, le bastó ver su color para saber en qué rama había permanecido
acostado.
Entonces el viajero tomó un espejo de cobre y lo colocó frente a la mirada del Hombre
Atento.
En la lustrosa superficie, un rostro pálido como la luna, descolorido por largas sombras,
encaró al Hombre Atento. Pero no le bastó al Hombre Atento mirar los ojos en las
profundas ojeras y sus blancas sienes, para reconocerse. Pues hacía tantos años que no
se veía, que había olvidado su rostro. Y ahora, frente a aquel reflejo, se sorprendía que
fuese el suyo, a tal grado, que necesitó levantar su mano para tocarse, asegurándose de
que en efecto, la mano que se erguía en el espejo era la misma que le alisaba la barba.
Prestando atención al mundo, había dejado de prestarse atención a sí mismo. Nunca más
se había visto, ni siquiera reflejado en el agua. Nunca más se había acariciado la piel.
No se había preocupado de contar el tiempo. Pero el tiempo había transcurrido a pesar
suyo, y el rostro que creía juvenil ya no existía.
Ahí estaba la brecha, nunca presentida, por donde el desorden habría entrado en el
mundo, si él se hubiera controlado tan sólo por un minuto.
Con una voz que hacía tantos años que no oía, el Hombre pidió a los criados que le
trajesen un peine. Extendió sus delgados dedos hacia el marfil, y después, por primera
ocasión en su vida, se distrajo. Cerrados sus ojos, dejó que la sombra de una sonrisa le
tocase su gesto, e inclinando su cabeza hacia atrás, peinó largamente los cabellos que le
caían por sus hombros.
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PROGRAMA DE LECTURA
Como un collar
Es ciega, decían todos. Pero la Princesa no era ciega. Desde el día de su nacimiento no
había abierto los ojos. No porque no pudiese, sino porque no sentía necesidad. Desde el
primer momento había visto tantas cosas bonitas detrás de sus párpados cerrados que
nunca se le había ocurrido levantarlos. Era como si la ventana de sus ojos hubiera sido
volteada hacia adentro, y recargada en esa ventana, se pasase los días entretenida. Pero
eso no lo sabían los otros.
A lo largo de sus primeros años, los mejores médicos del reino fueron llamados para
que la examinaran. Intentaron con pomadas, le recetaron pociones, le recomendaron un
cambio de aires, le prescribieron baños fríos, le exigieron baños calientes. Sin embargo,
como no se conseguía curar aquello que no estaba enfermo, se cansaron de luchar contra
su propia ignorancia y, declarando el caso como único en la ciencia médica, se
desinteresaron de él.
A partir de entonces, la Princesa vivió tranquila, cada vez más descubriendo aquel
mundo sólo suyo, queriendo descubrir más y más.
Y mientras acumulaba por dentro su tesoro, otro tesoro se hacía por fuera, pues todos
los años, desde que había nacido, su padre le daba el mismo, precioso, regalo de
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PROGRAMA DE LECTURA
cumpleaños. La ceremonia era siempre igual. Las campanas del reino repicaban
festejando la fecha. Y el Rey y la Reina, acompañados de los cortesanos, entraban en los
aposentos de la Princesa. Siguiendo al Rey, un paje con una almohada de terciopelo
color sangre, y sobre ella, como pequeña luna translúcida y luminosa, una perla, que el
Rey cogía entre sus dedos y, para admiración de la corte, la depositaba en la palma de la
mano de su hija.
—Cuando cumplas quince años —decía abrazándola en cada ocasión—, mandaré hacer
con ellas el más lindo collar del que jamás haya habido noticias.
Fue una mañana de invierno del decimoquinto año, cuando la Princesa, que calentaba
sus manos en el brasero, escuchó un ligero golpe en la ventana.
Silencio. Otro golpe seco, como si a una rama la hubiera tocado el viento; pero no había
árboles cerca de la ventana, ni hacía viento. Y el golpeteo seguía.
La Princesa fue hasta la ventana y la abrió. Antes que sus manos comenzasen a tantear,
un suave piquito fue a encontrarlas y suaves plumas las rozaron. Un ave que ella no
sabría describir, cantó, puso su cabecita entre los dedos y comenzó a picotear el mármol
de la cornisa cubierta de nieve.
—¡Pobrecita! —pensó la Princesa—. Sufriendo en este frío y sin tener nada que comer.
Se afligía, sin saber qué darle. Pero de repente, con un sobresalto de alegría, se acordó
de las perlas, todos aquellos granos que su padre le había dado.
Sin vacilar, fue hasta la cajita de caoba, sacó una perla, y en la palma de su. mano, así
como la recibió de su padre, se la ofreció al palomo.
Un toque con el pico y se ausentó el ligero peso de la mano. Pronto el aletear de alas y
un súbito viento en el rostro le dijeron también a la Princesa que su visitante se había
marchado.
Pero pasados algunos días, en una tarde en que el viento aullaba entre las grietas,
nuevamente unos toquiditos en la ventana parecieron llamarla. Ella recibió entre las
manos a su dulce amigo y le dio una perla para que comiera, y entre un aletear de
plumas, el ave se fue.
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No fue la última. Durante aquel mes, y todavía en el otro, el palomo fue a visitar a la
Princesa. En cada ocasión se llevaba una perla. Y cada vez demoraba más sus visitas.
De esta forma, la caja de caoba ya estaba vacía la mañana en que las campanas
repicaron y la Princesa se acordó súbitamente de que era su cumpleaños. No tardaron
mucho el Rey, la Reina y los cortesanos en entrar en sus aposentos. Y sobre la
almohada, una perla.
Pero en esta ocasión, después de colocarla en la mano de la hija, el Rey, en voz alta, le
pidió las otras catorce, pues ya era la hora de mandar hacer el collar al joyero real.
Cerrados los párpados sobre su secreto, mintió por primera vez. Pidió a su padre que
regresara en tres días pues no recordaba donde había guardado la cajita, y seguramente
tardaría para encontrarla.
El padre, pensando en las limitaciones de su hija para encontrar los objetos, aceptó, y
salió con toda la corte.
En cuanto quedó solita, la Princesa abrió la ventana. Pero llamar no le sirvió de nada.
De nada le sirvió aplaudir. Ningún rumor de alas perturbó el silencio.
Entonces una lágrima rodó lenta bajo los párpados cerrados, después otra, y otra.
Todavía tibias sobre las pestañas, rápido se enfriaron en el viento frío del invierno,
cayendo heladas por su rostro, hasta que se congelaron poco antes de alcanzar la
cornisa.
Fueron las congeladas lágrimas lo que ella encontró, recorriendo el mármol con sus
dedos. Pero las sintió tan redondas y lisas que las confundió con las perlas y se alborozó
de alegría, segura de que su amigo le había devuelto los preciosos granos.
Pero cuando en tres días el Rey recibió la caja, no encontró en ella nada más que un
charquito de agua mojando la seda.
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gritos a su Ministro, ordenándole que los arqueros reales cazaran al palomo, y que le
daría un valioso premio a quien le trajese las catorce perlas.
Se envolvió en un chal blanco de lana y abrió la puerta de vidrio que daba al jardín. Por
primera vez, era necesario mirar. Lentamente, sin asustarse ni sorprenderse, abrió los
ojos. Frente a ella, todo era apenas una larga curva de nieve, que deslumbraba, pero que
en algún lugar escondía un palomo.
Descendió los pocos escalones y comenzó a caminar. A veces se detenía, frotaba sus
manos, aplaudía. La nieve apagaba sus llamados. Hundiéndose, tropezando, arrastrando
chal y vestido, se alejó del palacio. Tal vez ahora ya estuviese en el campo. Pasó por
una cerca de espinos. Adelante, veía algunos arbustos. Llegó a un pequeño bosque. Los
negros árboles agitaban en el viento las descarnadas ramas. Nuevamente la Princesa
batió palmas. Pero en esta ocasión, un rumor conocido se hizo escuchar. He aquí que
entre lo negro y lo blanco, un bello palomo cenizo se acercó volando para posarse en su
mano extendida.
Sacó la flecha de la aljaba, tensó la cuerda. El palomo posó sus patitas de lacre en los
dedos que lo esperaban, todavía batió sus alas para equilibrarse. Con un silbido de
serpiente, lo alcanzó la saeta.
Tiemblan en el viento las negras ramas. Caída sobre la nieve, deshecho el capullo del
chal, la Princesa cierra lentamente los ojos que había tardado tanto en abrir. Pero por la
herida en el pecho del palomo rueda una perla, después otra y otra más. Catorce perlas
escurren como gotas sobre el blanco regazo de la Princesa y preciosas, se anidan
alrededor de su cuello. Como un collar.
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Hubo un tiempo en que la Luna era sólo llena, siempre redonda, visible, igual. Y en ese
tiempo hubo una noche en que, avanzando en el cielo, ella se vio de repente reflejada
allá abajo, en el agua tranquila de un pozo. Se encontró tan linda, que no importando la
distancia, se quiso ver más de cerca. Y desviándose de su camino, se aproximó, se
recargó en el borde de la oscuridad, se agachó más, hasta que... ¡¡¡Tchibum!!! Sin saber
cómo, se cayó al fondo.
La noche se hizo negra como nunca. Callaron los sapos, enmudecieron los grillos.
Prisionera por primera vez, la Luna fue obligada a esperar la llegada del día.
Y así, presa entre las paredes limosas del pozo, un pastor la sorprendió cuando llegó a la
mañana siguiente para dar de beber a sus ovejas. Al principio no pudo creerlo. Miró
hacia el cielo, buscó entre las nubes. Solamente brillaba el sol. Volvió a mirar hacia
abajo. No había engaño posible. Redonda y blanca, la Luna parecía una boya en el agua,
como una yema en la clara.
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¿Qué hacer para sacarla de ahí? Despacio, cuidando de no atinarle, el pastor bajó la
cubeta. Esperó a que llegara al fondo, después la balanceó ligeramente y comenzó a
jalar la cuerda. Intentaba pescar a la Luna. Pero la cubeta era pequeña, el asa se atoraba,
y la Luna, mojada, escurría como un pez. Veces y más veces intentó el pastor, sin
resultado. Cuanto más insistía, más nervioso se quedaba. Y entre más nervios, más
difícil se ponía la pesca.
Por fin, desconsolado, se sentó. Alrededor, las ovejas pastaban, ajenas a su esfuerzo. El
sol ya había avanzado mucho. Cuando la tarde llegase a su fin, no se podría hacer más
pero era necesario liberar a la Luna para que iluminase la noche.
Rodeó el pozo con los brazos, respiró hondo, y jaló con tanta fuerza que, de un jalón,
consiguió ponerlo boca abajo. Se derramó toda el agua, oscura como un río. Y en medio
del agua, estaba la Luna rodando por el pasto.
Rodó y rodó hasta que se detuvo frente al hocico de una oveja, que viéndola tan blanca
y lisa, la engulló de una sola vez.
En vano el pastor sacudió a la oveja, en vano la levantó de las patas traseras para
obligarla a vomitar a la Luna. Lo que había engullido, engullido guardó. El pastor no
tuvo otro remedio que juntar su rebaño y volver al redil.
Sin embargo, en la noche, atrancada la puerta, apagado el farol, el pastor se dio cuenta
de que el redil continuaba iluminado. Era la oveja comelona que brillaba, con la luz de
la barriga traspasando piel y lana.
Ladraba el perro, se agitaban las otras ovejas. Nadie iba a poder dormir con aquella luz.
El pastor agarró a la oveja, se la echó a la espalda, y se la llevó a otro lugar. Y después
de arrojarla a la paja, regresó, atrancando la puerta del redil finalmente oscuro. Con el
silencio, se dispuso a dormir.
Ahora, con la oveja y la Luna en la barriga, era el lobo el que brillaba. Pero sin saberlo,
seguro de que se confundía en la oscuridad, continuó sus andanzas. Y andando, se
aproximó a una aldea.
Más que el aullido, fue la extraña claridad lo que alertó al cazador. Hacía tiempo que
recorría los bosques detrás de ese asesino de rebaños. He aquí que ahora lo tenía a su
alcance. Levantó el fusil. Por más que se agazapase el enlunado lobo era un blanco fácil.
De nada le sirvieron el tronco de árbol y las ramas de arbusto. Bastó un tiro, y ya estaba
muerto y estirado.
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La luminosa piel fue un mejor trofeo de lo que el cazador había esperado. Pero, en
cuanto rasgó la barriga del lobo con su cuchillo, se apagó la piel. La luna, una vez más,
rodó blanca sobre el pasto.
Blanca, redonda y húmeda, fue fácil para el cazador confundirla con un queso. Y
anticipando la alegría de las cuatro hijas que dormían en casa, la guardó en su morral.
Se comieron todo. No quedó nada en los platos. Y con sus pedazos de Luna en la
barriga bajo sus camisolas blancas, se fueron a jugar al lado de la casa.
Aquel día jugaron, volvieron a jugar al día siguiente. No sabían que la Noche, cansada
de la oscuridad, había decidido llevarse de regreso a la Luna.
Al tercer día, las niñas saltaban la cuerda en el pasto, cuando un águila blanca fue
descendiendo en círculos desde lo alto. Una veloz bajada, las garras clavadas en la ropa
de la mayor, y allá se la lleva hacia el cielo. Luego, bajó una cigüeña blanca y agitando
sus grandes alas, agarró a la segunda con el pico, subiendo con ella hacia el azul.
Descendió una gaviota blanca para buscar a la tercera. Y una paloma blanca se llevó
cargando a la más chiquita.
El águila voló, voló, voló. La cigüeña voló, voló, voló. Y voló la gaviota. Y la paloma
voló. Hasta que llegaron al gran manto de la noche, donde, abriendo garras y picos,
depositaron a las hermanas.
Allí viven ellas hasta hoy, turnándose para iluminar la oscuridad. Hay noches en que la
mayor se queda despierta, mientras duermen las otras. Hay noches en que la pequeña
está en vigilancia, o la de en medio. Y hasta existen noches en que todas duermen
abrazadas, y la única luz visible es la de las estrellas. Pero las noches más bonitas son
aquellas en que las cuatro se quedan despiertas, y como en aquel lejano día, juegan a la
ronda, girando y tomadas de la mano en el cielo. Es cuando, mirando desde aquí abajo,
vemos a la Luna completa, redonda, llena. Como era antiguamente.
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http://colegios.pereiraeduca.gov.co/instituciones/galeriadigital/Espanol/_Literatura/Doc
_web/Libreria%20infantil1/sites/rincon/trabajos_ilce/esparosa/sec_3.html. TOMADO
EL DÍA 20 DE MAYO DE 2012
Marina Colasanti
Biografía
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PROGRAMA DE LECTURA
Cuentos
J. Bucay
DARSE CUENTA
Este cuento está inspirado en un poema de un monje tibetano, Rimpoche, y
que reescribí según mi propia manera de decir, para mostrar una característica
más de nosotros, los humanos.
Me levanto una mañana, salgo de mi casa, hay un pozo en la vereda, no lo
veo, y me caigo en él.
Día siguiente... salgo de mi casa, me olvido que hay un pozo en la vereda, y
vuelvo a caer en él.
Tercer día, salgo de mi casa tratando de acordarme que hay un pozo en la
vereda, sin embargo no lo recuerdo, y caigo en él.
Cuarto día, salgo de mi casa tratando de acordarme del pozo en la vereda, lo
recuerdo, y a pesar de eso, no veo el pozo y caigo en él.
Quinto día, salgo de mi casa, recuerdo que tengo que tener presente el pozo
en la vereda y camino mirando el piso, y lo veo y a pesar de verlo, caigo en él.
Sexto día, salgo de mi casa, recuerdo el pozo en la vereda, voy buscándolo
con la vista, lo veo, intento saltarlo, pero caigo en él.
Séptimo día, salgo de mi casa veo el pozo, tomo carrera, salto, rozo con la
puntas de mis pies el borde del otro lado, pero no es suficiente y caigo en él.
Octavo día, salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, salto, llego al otro
lado!
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido, que festejo dando saltos de
alegría... y al hacerlo, caigo otra vez en el pozo.
Noveno día, salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, lo salto, y sigo mi
camino.
Décimo día, me doy cuenta recién hoy que es más cómodo caminar... por la
vereda de enfrente.
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PROGRAMA DE LECTURA
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PROGRAMA DE LECTURA
CODICIA
Cavando para montar un cerco que separara mi terreno de el de mis vecinos,
me encontré enterrado en el jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro.
A mí no me interesó por la riqueza, sino por lo extraño del hallazgo.
Nunca he sido ambicioso y no me importan demasiado los bienes materiales...
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PROGRAMA DE LECTURA
CEREMONIA DEL TE
Te encuentro...
Te escucho...
Te hablo...
Te abrazo...
Te beso...
Te tengo...
Te aprieto...
Te atrapo...
Te absorbo...
Te asfixio...
¿Te quiero?
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PROGRAMA DE LECTURA
ANIMARSE A VOLAR
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PROGRAMA DE LECTURA
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