La Percepción Social Del Español en Estados Unidos.
La Percepción Social Del Español en Estados Unidos.
La Percepción Social Del Español en Estados Unidos.
FACULTAD DE FILOLOGÍA
Máster “La enseñanza de español como lengua extranjera”
Trabajo de Fin de Máster
Salamanca, 2019
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
FACULTAD DE FILOLOGÍA
Máster “La enseñanza de español como lengua extranjera”
Trabajo de Fin de Máster
Salamanca, 2019
Índice de contenidos
2.5. El español dentro y fuera de las aulas. Conciencia individual y conciencia colectiva
.................................................................................................................................... 20
3. Conclusión .................................................................................................................. 25
5. Anexo ......................................................................................................................... 29
1. Introducción y propósito del trabajo. La relevancia del contexto social
El objetivo de este trabajo consiste en esbozar una panorámica sobre la situación
del español en el contexto socioeconómico estadounidense de la «era Trump». Asimismo,
aspira a reflejar la importancia de adquirir conciencia lingüística y social de grupo en aras
de iniciar la lucha contra la estigmatización de hablar una lengua, como el español, en
Estados Unidos.
Fijémonos en la premisa de que «las ideas de la clase dominante son las ideas
dominantes en cada época» (Marx y Engels 1846, 33). Tales relaciones de poder, que
aluden a la lucha de clases, se antojan posibles gracias al hecho de que « le mot
accompagne et commente tout acte idéologique » (Bajtín 1929, 33). El lingüista soviético
concibió su tesis con vistas a examinar un contexto monolingüe o, más bien, no la abordó
en lo que respectaría a una sociedad multilingüe. Por ende, si bien consideraremos
ineludibles las reflexiones anteriores para estudiar las condiciones lingüísticas
estadounidenses, resultan igualmente necesarias nociones como el prestigio lingüístico,
la heterogeneidad social y otros fenómenos circundantes. Su trascendencia no se revela
casual o testimonial, ya que «sobre cualquier consideración de tipo lingüístico pueden y
suelen imponerse los factores de carácter social» (Lope Blanch 1972, 34-35) . A este
respecto, cabe señalar que autores como Lázaro Carreter (en del Valle 2006) «affirmed
the connection between intelectual competence and correct usage» en el terreno
lingüístico. Broudic (1995, 9), por su parte, colige, en relación con la última cita, la
existencia de un vínculo histórico entre « ce qui est considéré comme intellectuel et
prestigieux et une certaine langue ». Tal reflexión, a propósito de la problemática que nos
ocupa, la condensa hábilmente Moreno Fernández (2009, 201) al argüir que:
1
Así, ¿de qué manera influye el vínculo del español a una clase social determinada cuando
dibujamos la concepción de dicha lengua en EE. UU.?
2
resumidas cuentas, nos afanaremos en responder, entre otras, a estas tres preguntas
capitales: ¿qué concepción tiene la sociedad estadounidense acerca de la lengua española?
¿Cuáles son las causas de que emana dicha percepción sobre el idioma? ¿Cuán relevante
se antoja el papel de la lucha de clases al determinar la respuesta a los interrogantes
anteriores?
Junto a los datos cuantitativos que arroja esta encuesta dirigida a 106 personas
residentes en EE. UU., el 50 % con el inglés como lengua materna y el español como
lengua extranjera, y el 50 % con el español como lengua materna y un conocimiento
instrumental del inglés como lengua extranjera, conseguimos datos cualitativos mediante
entrevistas realizadas a docentes de español en EE. UU.: Jacobo Sefamí, de origen
mexicano, y Esperanza Román, de origen español, son dos profesores universitarios en
1
Agradecemos a Andrew Allorto, profesor de la South Carolina University, y a R. Fuentes, miembro del
sindicato United, de Detroit, su ayuda para difundir esta encuesta entre sus estudiantes y compañeros de
trabajo, respectivamente.
3
California y Virginia, respectivamente, a los que tuvimos la suerte de entrevistar durante
su estancia en Salamanca para participar en las actividades del Máster “La enseñanza de
español como lengua extranjera” o en las que organiza Cursos internacionales de la
Universidad de Salamanca.
2. Estado de la cuestión
Emprenderemos nuestro análisis examinando la cuestión que nos ocupa respecto
a los elementos capitales que aparecen en el índice. Consistirá en una combinación y
cotejo de fuentes bibliográficas académicas, lingüísticas, políticas y testimoniales que
urdirán paulatinamente sus conclusiones mediante el análisis materialista y dialéctico de
cada apartado.
4
monolingües: «Donald Trump ha ganado las elecciones porque la mayoría de la población
lo ha votado; esa mayoría de la población, sospecho, no tiene la riqueza lingüística del
país entre sus prioridades» (Sefamí 2019). En el ámbito pragmático, el escenario se
recrudece: «que me agredan verbalmente por hablar español en el bus empieza a no
parecerme casual» (Fuentes et al. 2019).
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Semejante circunstancia, desventajosa sin ambages para la lengua española,
encona al considerar la deficiente concepción de los programas bilingües, así como los
interrogantes que los últimos aún no han resuelto, en cuanto a metodología y objetivos
(Ibíd., 23-25). Es más, pese a la confección de dichos proyectos, ¿se eleva de algún modo
la conciencia cultural hispana? ¿Cómo enjuician los interpelados su lengua de herencia?
¿Realmente interesa a las instituciones federales estadounidenses promover el
aprendizaje y uso del español?
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persona en riesgo de exclusión social o a aquella cuyo contexto socioeconómico es
favorable? A propósito de la división sociológica entre gobernantes y gobernados, en el
apartado 2.2, la diseccionaremos más detenidamente; no obstante, cabe aclarar aquí que
toda la bibliografía que aborda la cuestión encuadra, de manera inapelable, a la población
hispana dentro de la clase trabajadora. Por consiguiente, dada la naturaleza
socioeconómica de EE. UU., el discurso monolingüe, que apadrina la clase dominante,
desbanca al bilingüe, que incluiría a la comunidad latina, representante de los oprimidos.
Reiteramos que la postura del gobierno federal en el ámbito lingüístico —y, de hecho, en
cualquier otro— resulta perfectamente lógica al considerar su esencia política, social y
económica; esto es, su base y superestructura. Por lo tanto, no se trataría de una
«negligencia a la hora de abordar el bilingüismo» o de poner más empeño promoviendo
y enseñando el español en EE. UU. (Sefamí 2019). Nuestra reflexión debe ligarse a la
dicotomía que fundamenta este párrafo: un movimiento social —o individual— que no
pone en entredicho no ya el sistema educativo, sino la infraestructura y la superestructura,
que rigen la sociedad en cuestión, no constituye un elemento revolucionario capaz de
transformar un aspecto superestructural, como es la política lingüística. En otras palabras,
por mucho ahínco con que se diseñen proyectos educativos que beneficien al español, las
autoridades de facto abortarán tajantemente su implantación. ¿Por qué? Naturalmente, no
pretenden, bajo ningún concepto, mermar la pujanza socioeconómica y política del inglés,
estandarte de su hegemonía infra y superestructural. Por lo tanto, se antoja
inadmisiblemente antidialéctico cargar sobre los hombros de comprometidos profesores,
educadores y pedagogos la responsabilidad del contexto lingüístico hispanohablante.
Configura una disidencia que, aunque elogiable, resulta manifiestamente idealista: una
iniciativa popular, incluso dentro de las instituciones, que se asiente sobre «una suma de
individualidades, y en ausencia de una cosmovisión alternativa a la dominante, puede ser
perfectamente neutralizada y fagocitada por el sistema» (Baranga en Sánchez 2018). En
definitiva, semejante movimiento social «never goes beyond what the power structure
thinks is the right voice to shout in» (Little 1967, 6). Buen ejemplo de esta cita lo
representan las leyes de los años 60 antes mencionadas, que ansiaban reconocer los
derechos lingüísticos de las minorías y difundir el bilingüismo. Empero, la propia
naturaleza del sistema las acaba subyugando a la par que impone políticas que perjudican
al oprimido (Marx y Engels 1846, 72-76). En esta tesitura, la Universidad de Texas
clausura su departamento de lenguas y las administraciones federales ponen fin a 118
programas educativos en español entre 2013 y 2016 (Sefamí 2019). En resumidas cuentas,
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«no podemos esperar que un lobo coma zanahorias, porque el problema es quién es lobo
y quién la presa» (Fuentes et al. 2019). Dicho de otro modo, plantear como solución, a la
cuestión lingüística latina, la acción dentro de un sistema que, por naturaleza, genera y
agrava el propio conflicto resulta inviable, idealista e infundadamente positivista
(Dzhugashvili 1938, 4-12). Verbigracia, según el materialismo dialéctico, sugerir un
remedio sin abordar el problema original equivale a elucubrar sobre cómo erradicar el
terrorismo internacional sin dejar de financiarlo. No obstante, quizá haya quien juzgue
nuestro raciocinio ímprobo e inconcluyente; tal vez algunos teóricos pongan en duda la
relación de causalidad entre un fenómeno y sus repercusiones, como plantea el
materialismo dialéctico: podría considerarse casual el hecho de que EE. UU. presente una
determinada infraestructura que coincida, teorética y pragmáticamente, con las
manifestaciones de su superestructura —instituciones educativas—. Bajtín (1929, 35)
rebate tal postura al argüir que:
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2005, 23). La práctica totalidad de los expertos considera dañina para el español y los
hispanos esta diglosia, si bien no todos estiman que sea posible luchar contra ella (Bills
2012, 68). Obras como Billingual Education in the 21st Century, de Ofelia García,
constituyen un esfuerzo titánico en la batalla contra el fenómeno lingüístico en cuestión.
Sin embargo, chocan de bruces contra la armadura superestructural-institucional que
mencionamos en el apartado anterior: resulta laudable el tesón con que aborda la
problemática del bilingüismo en el ámbito educativo; de hecho, nos juzgamos indignos
de criticar sus planteamientos teóricos, mas la práctica del materialismo dialéctico los
revela quiméricos. Si recurrimos a un símil, el denuedo por ofrecer la mejor perspectiva
bilingüe dentro del contexto infra y superestructural estadounidense equivaldría a hornear
un magnífico pan, con los mejores trigos, y esperar que un celíaco lo compre.
9
(Román Mendoza 2019). Ante tales ansias de prosperidad, el 74 % de los hispanos habla
español prácticamente de manera exclusiva en el ámbito doméstico (Sefamí 2019). ¿Se
trata de una nueva casualidad? ¿Por qué, entonces, a pesar de la llegada constante de
inmigrantes hispanos, el manejo de la lengua a nivel individual no deja de resentirse?
(Fairclough 2006, 76-77). Simple y llanamente, «la conexión e interdependencia de los
fenómenos de la vida social representan […] no algo fortuito, sino las leyes por las que
se rige el desarrollo de la sociedad» (Dzhugashvili 1938, 11). Pero no solo las relaciones
laborales influyen a la hora de moldear la diglosia:
Bills (2012, 68) argumenta que, dentro del contexto estadounidense, «parece que
una comunidad diglósica puede existir solamente para un grupo excesivamente
marginado, discriminado», al que se estaría aislando de «las riquezas de los Estados
Unidos». Su primera propuesta, la educación bilingüe, no nos sorprende como solución a
semejante problemática. Mas su remedio posterior se antoja interesante y casi
revolucionario: resultaría conveniente «apostar por comunidades lingüísticas más
amplias», pues una concepción comunitaria pequeña limita la percepción real sobre la
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situación de la lengua (id.) y las posibilidades de resistencia. Del mismo modo opinan
Fuentes et al. (2019): «no podemos plantearlo como una lucha individual, sino
concienciando al mayor número de hispanos posible». De hecho, según Little (1967, 6)
«when you realize you are part of the majority, you approach your problem as if odds are
on your side rather than odds are against you». De esta manera, presumiblemente,
contaríamos con mimbres de unidad popular para elevar la conciencia cultural del español
en Estados Unidos. Empero, la realidad manifiesta un escenario mucho más complejo,
desmovilizado y despolitizado, cuestión que trataremos esencialmente en el apartado 2.5.
En cualquier caso, coinciden los expertos en que se antoja capital que los hispanos
perciban su lengua «como un elemento de orgullo, como un aspecto vital», cuando menos,
igual de útil que el inglés (Sefamí 2019). En resumen, «tienen que sentir que esa es su
lengua, ver los vínculos que tiene con su vida, leer el periódico, conocer actores, políticos,
etc. hispanohablantes» (id.). Sin embargo, precisamente a causa de las relaciones de poder
socioeconómico entre el inglés y el español en EE. UU., la percepción del primero
constituye, fundamentalmente, un elemento positivo, como garante de la prosperidad
económica, mientras que el segundo, según Román Mendoza (2019), «se identifica con
lo latino, que a su vez se identifica con pobre, violador, trapicheador». Resulta
complicado construir una conciencia cultural sobre el provecho del español cuando sobre
él se ciernen semejantes representaciones. Así, nuestro análisis debe retornar al hecho de
que, pese a las tentativas y propuestas educativas, intelectuales y sociales, la circunstancia
material nos devuelve a un contexto donde, de forma difícilmente alterable:
¿Por qué, a pesar de las buenas voluntades y los esfuerzos, el español sigue
proscrito del ámbito público y laboral —más allá de su «criminalización social» (Fuentes
et al. 2019)—? ¿De dónde emana la peculiaridad sobre su uso al abrigo de la diglosia
socioeconómica que describimos? Dzhugashvili (1950, 3-7) colige que, en una sociedad
concreta rivalizan distintas posturas políticas e ideológicas que, en su mayoría, dependen
tanto política, como ideológicamente de la doctrina hegemónica; esto es, no la ponen en
entredicho. Respecto a aquellas que constituyen una amenaza material para la
infraestructura dominante —[when] you approach demanding rather than using the
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begging approach (Little 1967, 6)— la superestructura se encarga de domeñarlas a la par
que asienta represivamente los cimientos de su base (Dzhugashvili (1950, 3-7). En otras
palabras, la dicotomía infraestructura-superestructura salvaguarda la preponderancia de
la lengua de prestigio, el cual ostenta por motivos socioeconómicos. En la misma línea,
intentará socavar cualquier tentativa de establecer el idioma de la clase oprimida como
lengua de autoridad laboral, pública y social: «nunca se me ocurre platicar con otros
hispanos en español en la calle. […] Tampoco se me ocurre usar el español con un policía,
porque no quiero que asuman que soy un delincuente». «¿Quién me asegura que
preservaré mi empleo si el boss me oye platicando en español con mis workmates
hispanos?» (Fuentes et al. 2019). Como describe, igualmente, Esperanza Román
Mendoza (2019):
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describimos «contributes to the fragmentation of cultures and stimulates ethnic
fundamentalism». En ese sentido, Jacobo Sefamí (2019) relata que «una parte
significativa de la sociedad estadounidense considera incluso amenazante oír el español
en la calle». De hecho, la tendencia a negar las raíces migratorias del país gana adeptos
«y, con la aprobación estatal, pretende realizar una asimilación lingüística» (Torrente
Paternina 2013, 50). Así las cosas, el racismo, que siempre estuvo presente, vive una
época de notorio beneplácito social (Fuentes et al. 2019) si bien es cierto que existe una
defensa pública y formal de la diversidad cultural y lingüística del país (Román Mendoza
2019). Ahora bien, ¿cómo reaccionan los hispanos ante semejante polarización del
entorno sociológico (Hamel 2006, 49)? Según nuestras fuentes teóricas, los latinos se
oponen frontalmente a dicha asimilación (Moreno Fernández 2009, 204 y Sefamí 2019).
Empero, las aristas materiales, como sugieren Fuentes et al. (2019), proporcionan una
realidad social sobremanera compleja: «los recién llegados se oponen generalmente [a la
asimilación], pero más tiempo pasan aquí, más se preocupan por no parecer hispanos». A
lo que añaden: «y es normal; primero, porque evitan problemas y, segundo, porque […]
les será más simple progresar económicamente con el inglés».
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(Fuentes et al. 2019). Little (1967, 7-18) juzga que la reacción más probable, ante esta
situación, consiste en la desconfianza o la rebeldía contra la bota ideológica, política,
cultural y racial que los oprime. Tal reflexión podría aplicarse sin mayor dificultad a la
cuestión lingüística, ya que la lengua representa la « expression des relations et des luttes
sociales, véhiculant et subissant l’effet de cette lutte » (Bajtín 1929, 16).
A tenor del amplio abanico de posturas que hemos incluido hasta el momento en
el apartado 2.3, convendría abordarlo materialista y dialécticamente a modo de resumen.
Por un lado, autores como Hamel (2006, 48-49) sugieren que la globalización y el
posmodernismo han permitido el resurgir de movimientos por la defensa de las minorías
étnicas, lingüísticas y culturales. Tal perspectiva la apoyan, entre otros, Moreno
Fernández (2009, 200-204) y Villa (en Bills 2012, 69), los cuales elogian en mayor o
menor medida la pujanza del español en Estados Unidos. ¿Resulta no ya materialista y
dialéctico, sino racional esgrimir dicho argumento si tenemos en cuenta las experiencias
que relatan Fuentes et al. (2019)? Dado que los hispanos integran no solo la clase
trabajadora, sino, dentro de ella, también el colectivo inmigrante, el poder material y
espiritual de la sociedad en cuestión, como hemos observado a lo largo del trabajo, los
oprime doblemente. Lleva a cabo esta tarea gracias a armas y productos superestructurales
(Dzhugashvili 1950, 3-7), como los escritos de Huntington, Bourdieu y García Canclini
(en Hamel 2006, 49), que acusan y atacan a los latinos, como mínimo, lingüística y
culturalmente. En resumen, tales contradicciones entre lo teórico —el español representa
una lengua de gran fuerza en EE. UU., «que tiene su propio ejército» (Villa en Bills 2012,
69)— y lo práctico —los testimonios de Fuentes et al. (2019)— nos remiten al hecho de
que «no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la
conciencia» (Marx y Engels 1846, 26).
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ningún cambio real, material». Así, «esto duró muy poco» (id.). En resumidas cuentas, el
entorno globalizado y posmoderno, de polarización y confrontación (Hamel 2006, 49),
permite el florecimiento de ciertas reivindicaciones ligadas a elementos culturales,
raciales y, por supuesto, lingüísticos. Sin embargo, como viene siendo costumbre, estas
no cuestionan las estructuras socioeconómicas que vertebran la dicotomía sobre la que se
asienta el materialismo dialéctico (Dzhugashvili 1938, 4-12). De esta manera, representan
una protesta y reivindicación públicas, formales, mas no plantean amenazas materiales
que contradigan el sistema socioeconómico; esto es, la infraestructura. Así, naufragan en
el mar superestructural, ya que no reconocen ni abordan el problema de base (Baranga en
Sánchez Encinas 2018).
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Valle (2006, 39-41) plasma varios testimonios que ridiculizan las hablas hispanas al
vincular la competencia intelectual con un uso correcto de la lengua. Por ejemplo,
dilucidan que el espanglish implica una depauperación de la capacidad intelectual porque
el idioma degenera: «si se empobrece la lengua, se empobrece el pensamiento» (Carreter
en Ibíd., 39). Como colofón a dichos juicios, «[t]he sad reality is that Spanglish is
primarily the language of poor Hispanics» (Ibíd., 41). Los tres inmigrantes hispanos que
prestan sus valiosísimos testimonios a nuestro trabajo se sintieron despreciados
intelectualmente a raíz de estas declaraciones. No obstante, juzgaron que su español es
«mucho peor que [mi] castellano» (Fuentes et al. 2019). Por lo tanto, parecería que las
constantes desconsideraciones hacia el español de EE. UU. han surtido efecto en el
imaginario colectivo, hasta el punto de convertirse en una variedad estigmatizada
(Fairclough 2005, 23). Tal percepción, como señala Lope Blanch (1972, 29-31), no
constituye una novedad en absoluto.
espanglish. 1. m. Modalidad del habla de algunos grupos hispanos de los Estados Unidos
en la que se mezclan elementos léxicos y gramaticales del español y del inglés.
Las enseñanzas extraídas a lo largo de este trabajo nos permiten retornar, sin fallo,
al ámbito socioeconómico como fuente de todo juicio a propósito del español de EE. UU.
De hecho, consideramos ventajoso recordar que «en la inmensa mayoría de los casos, las
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razones de la aceptabilidad social dependen de factores extralingüísticos» (Lope Blanch
1972, 34). Estos, como venimos observando, se encuentran casi estrictamente ligados al
prestigio económico del que goza una comunidad de hablantes (Broudic 1995, 86). Por
ello, estimamos complicado que el espanglish adquiera prestigio dentro de las
condiciones materiales de existencia de la población latina; esto es, su estatus
socioeconómico (Moreno Fernández 2009, 201-202). No obstante, el contexto
globalizado, que describimos anteriormente, proporciona un marco provechoso para la
lengua «among the strategies we find in attempts to question the legitimacy of Spanglish»
(del Valle 2006, 37) aunque consista únicamente en estrategias formales e inmateriales.
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hispanos representan, como venimos demostrando, a la clase trabajadora inmigrante,
junto con otros colectivos sociales. En cuanto a la idiosincrasia sociológica latina,
supuestamente homogénea, recogemos dos consideraciones interesantes: los
nacionalistas estadounidenses la corroboran y demonizan (del Valle 2006, 37), mientras
que los propios latinos la juzgan inaceptable (Fuentes et al. 2019): «nosotros somos
venezolanos. […] Estamos orgullosos de Venezuela y de la patria grande, pero odio que
nos llamen Latino». Es más, simplemente el uso de Hispanic, Latino y otras variantes
genera polémica entre aquellos que reciben estos apelativos (Bills 2012, 69). Para
Esperanza Román Mendoza (2019), queda muy claro que esa supuesta identidad latina
existe de una manera efectista, pero no material, ya que, indudablemente, «la lengua, por
ejemplo, es un vínculo para todos los hispanos, pero no son ni tienen intención de ser una
comunidad, como hacen los negros». Continúa arguyendo que «los afroamericanos, en
cambio, sí son una comunidad con conciencia sobre la opresión que sufren por ser negros
y trabajadores». Sin embargo, los latinos «no [han] tenido un Malcolm X o una Angela
Davis» (Fuentes et al. 2019) que los lleve a percatarse de constituir un colectivo social
oprimido con rasgos que comparten desde los peruanos hasta los guatemaltecos. En
resumen, «no hay unidad popular hispana que permita enfrentar los problemas que sufren
mexicanos, dominicanos, colombianos, venezolanos…» (id.), con lo que el enemigo se
complace al observar un adversario exánime y, para colmo, dividido (Little, 1967, 6).
Incluso existen hispanos que reniegan y se avergüenzan de sus raíces culturales (Fuentes
et al. 2019), así como inmigrantes que, al progresar económicamente, militan en el Partido
Republicano y apoyan a Donald Trump para distinguirse de la comunidad latina que los
vio crecer (Román Mendoza 2019).
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hispanas de escala más amplia, que se identifique como miembro de otros niveles de la
comunidad hispanohablante (Bills 2012, 68).
«Es cierto que [a] los hispanos —no digo solo venezolanos— nos ayudaría
protestar juntos, hablar entre nosotros de nuestros problemas», porque, seguramente, «así
dejaríamos de sentirnos avergonzados por hablar español, porque tendríamos gente a
nuestra espalda que nos apoyaría a hacerlo» (Fuentes et al. 2019). En consonancia con lo
que explican nuestros confidentes hispanos, comenta Malcolm Little (1967, 6-7) que
cuando el oprimido comienza a vincularse con el resto de oprimidos, «you see that you're
the majority and this majority is waking up and rising up and becoming strong». De esta
manera, cuando entabla relaciones con el opresor, «you approach him like one who used
to be strong but is now getting weak, who used to be in a position to retaliate against you
but now is not in that position anymore» (Ibíd., 7). Probablemente las conclusiones que
Fuentes et al. (2019) han extraído representen el mejor de los ejercicios materialistas y
dialécticos. No obstante, con ánimo de demostrar, una vez más, que la unidad popular
constituye, de hecho, una amenaza material para la infraestructura (y que nuestras
deducciones no son casuales) incluimos la cita siguiente: «[t]his view of […] Latino
identity clashes with the image of the USA as a monolingual nation, that institutions such
as the US English Foundation or scholars like Huntington seem to embrace» (del Valle
2006, 37). En resumen, cualquier atisbo de unidad hispanohablante representa un arma
contra el nacionalismo estadounidense «and this is one of the things that is frightening
the white man» (Little 1967, 6).
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los designios de la lucha de clases: quienes ostentan una posición socioeconómica
favorable perciben la realidad de forma antagónica a la de aquellos más castigados por la
infra y superestructura de un estado en concreto (Marx y Engels 1846, 25-27). No en
vano, los primeros tienden a situar « l’idéologie dans la conscience » (Bajtín 1929, 27);
esto es, coligen que la percepción sobre un aspecto o fenómeno de la sociedad no depende
del contexto social, sino de la conciencia individual. En cambio, la clase trabajadora, pese
a la sugestión de la hegemónica (Marx y Engels 1846, 26-33), apuesta por considerar el
mundo concibiendo que sus juicios nacen al abrigo de « un groupe organisé au cours de
ses relations sociales » (Bajtín 1929, 30).
21
American nationality.». En el ámbito universitario, advertimos opiniones diversas: 21
totalmente en desacuerdo, 19 en desacuerdo, 10 parcialmente en desacuerdo, 1 de acuerdo
y 2 muy de acuerdo. Respecto a los inmigrantes latinos, 51 se posicionaron totalmente en
desacuerdo y 2, en desacuerdo. Percibimos, por ende, una oposición frontal a la cita en
cuestión por parte de los asalariados, mientras que algunos estudiantes adoptan posturas
más conciliadoras. A propósito de la pregunta seis, «¿Considera que la población hispana
en EE. UU. se niega a aprender y hablar en inglés?», si bien apreciamos ciertas
diferencias, estas no parecen reseñables. La cuestión 7, en cambio, se antoja
investigativamente elocuente: al preguntarles «¿En alguna ocasión ha participado o ha
sido testigo de un conflicto originado por la no comprensión entre un hablante de inglés
y un inmigrante que desconoce dicha lengua?», observamos reacciones dispares: 32
estudiantes responden afirmativamente, mientras que solo 11 trabajadores hacen lo
mismo. Esta última línea parece seguir la sección ocho, si bien no de modo tan expresivo.
Material y dialécticamente, las preguntas desde la cuarta a la octava bien podrían
explicarse mediante una sentencia de Marx y Engels que ya incluimos en este trabajo:
«no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia».
De la misma manera podría interpretarse la sección 10, mientras que la novena denota un
cierto acercamiento entre universitarios y asalariados.
A propósito de la pregunta 11, «¿Cree que el español dejaría de usarse en EE. UU.
si el inglés adquiriese el estatus de lengua oficial?», la mayoría de los estudiantes y
trabajadores se inclina por una respuesta negativa. No obstante, 21 alumnos consideran
esta premisa posible frente a solo 9 asalariados. Respecto a la cuestión 12, los resultados
parecerían casi similares; empero, juzgamos ineludible subrayar una curiosidad: mientras
que tres estudiantes opinaron que el inglés dejaría de usarse si sigue creciendo el número
de hablantes de español en EE. UU., ningún trabajador señaló esta respuesta.
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cada clase social ha reflejado en la encuesta la conciencia de la que presumiblemente
haría gala. No obstante, si bien las respuestas a las preguntas que recopila el cuestionario
resultan razonablemente concluyentes, estimamos inapelable confirmar nuestras
sospechas. Ello se debe a que el alcance y la relevancia del cuestionario se revelan, cuando
menos, limitados al considerar que tan solo incluye los juicios de 106 personas.
Así, comencemos nuestro debate dialéctico: tanto Sefamí (2019), como Álvarez
(2019) y Fuentes et al. (2019) reconocen que la mayoría de la población hispana en EE.
UU. no disfruta de unas condiciones socioeconómicas favorables. No obstante, según
Álvarez, «eso no tiene demasiado que ver con la situación del español en EE. UU. […]
porque en la universidad el idioma sí está bien considerado». A propósito de la
trascendencia de la lengua española en el mundo universitario, Sefamí coincide en que,
dentro del ámbito educativo, recibe más apoyo que fuera de él. Empero, señala igualmente
que «a pesar de haber salido de la recesión, la situación laboral de los profesionales del
español no mejora». En esa línea, Fuentes et al. discuten que no exista una correlación
entre el nivel socioeconómico de un colectivo concreto y la concepción sobre su lengua:
«si emigrasen a México millones de estadounidenses pobres, ¿qué lengua sería la
privilegiada? Sin ninguna duda, el español». Asimismo, admiten que «el español está bien
considerado en la universidad», pero «eso concierne a un porcentaje muy pequeño de
hispanos». Sefamí aporta un dato interesante al sugerir que el gobierno federal de EE.
UU. apuesta por las STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) en lugar
de promocionar el aprendizaje de lenguas extranjeras. Álvarez considera que la
administración Trump ha tomado una decisión acertada al respecto, «pues mejora el
futuro de los estudiantes, que encontrarán trabajo más fácilmente». Román Mendoza
(2019), en cambio, arguye que «esta estrategia beneficia al empresario, que busca un
perfil de trabajadores de conocimientos automáticos, no de reflexión». Al fin y al cabo,
según Krupskaya (en Sánchez Encinas 2018), la política educativa de un sistema
capitalista se basa en crear los trabajadores más convenientes y provechosos para la clase
explotadora. Por lo tanto, «de ninguna forma interesa a mi jefe que lea a Luis Sepúlveda,
porque, con hacer mi trabajo es suficiente; y que no me vea trabajar y hablar en
español…» (Fuentes et al. 2019).
Sobre cómo mejorar la percepción social del español en EE. UU. fuera de las
aulas, cada entrevistado proporciona opiniones estrechamente ligadas a sus condiciones
materiales de existencia; esto es, su marco socioeconómico y experiencia: vida y
23
conciencia. Así, Jacobo Sefamí, director de la Escuela de español de Middlebury College,
sostiene que «hay que hacer lobbying, […] presionar para que el español avance en la
medida en que cada uno pueda». H. F. Álvarez, estudiante de Derecho en de la
Universidad de Oakland, arguye que «es importante que hispanos famosos inspiren a los
menos afortunados con el objetivo de sentirse más orgullosos de su cultura y su lengua».
Asimismo, considera que «los hispanos con poder económico tienen que promocionar el
español en las universidades». Para Fuentes et al., trabajadores de una empresa de
alimentación en Michigan, «está claro que, por mucho que mejore la situación del español
en la universidad, casi todos los latinos estamos muy lejos de esos círculos». Así,
consideran que «la colaboración, el trabajo colectivo, las reivindicaciones y protestas de
todos los inmigrantes hispanos» representan el único camino fructífero para la defensa de
su lengua y culturas. Parecería que, nuevamente, « la conscience individuelle ne peut rien
expliquer, mais au contraire elle doit être expliquée elle-même à partir du milieu
idéologique et social ».
24
3. Conclusión
Al redactar las conclusiones de nuestra investigación, advertimos, con júbilo y, al
mismo tiempo, inquietud, que las premisas que enunciamos, al inicio de la misma,
concuerdan impecablemente con el diagnóstico materialista y dialéctico de la situación.
El entusiasmo subyace a la ratificación de que dicha corriente filosófica y analítica se
revela, de nuevo, como la máxima expresión de realismo y ciencia a la hora de abordar
un fenómeno socioeconómico, lingüístico e ideológico. El desasosiego, empero, obedece
al hecho de que la virtud primordial de nuestro encauzamiento no consiste en comprender
«las leyes del mundo objetivo para estar en condiciones de interpretarlo, sino en aplicar
el conocimiento de esas leyes para transformar activamente el mundo». Esta sentencia,
que pronunciara un incendiario teórico en los albores de la revolución china, plasma la, a
priori, impotencia de nuestro trabajo: hemos demostrado que las condiciones materiales
de existencia de la población hispana determinan, en grado sumo, la concepción social a
propósito del español en Estados Unidos. Esta resulta despectiva y destila racismo a
consecuencia de dichas circunstancias socioeconómicas, que ubican a los latinos en el
extremo más hostigado de la cuerda tensa que representa la lucha de clases. Verbigracia,
el opresor, lingüísticamente hablando, margina y criminaliza al oprimido, a la par que
aspira a extirpar toda conciencia de sumisión de dicha clase social al argüir que la lucha
individual o dentro del sistema constituye la única vía para combatir tal avasallamiento.
He aquí, impertérritas y realistas, las conclusiones teóricas de nuestro examen materialista
y dialéctico. Mas no nos vanagloriemos, pues en modo alguno deducir transforma activa
y materialmente el mundo: los hispanos continúan bajo el yugo que labra la clase
hegemónica estadounidense, la cual promueve el posmodernismo y la globalización como
método único de protesta. Bien sabe que dicha postura, despolitizada y súbdita del
capitalismo, jamás perturbará su opulencia socioeconómica. En definitiva, las ilaciones
de nuestra minúscula investigación designan el problema, apuntan a su raíz y denuncian
a sus bienhechores, mas no alteran, por sí solas, la correlación de fuerzas ni el contexto
socioeconómico estadounidense. ¿O tal vez sí?
25
una falta de interés radical a propósito de la toma de conciencia sobre la opresión que
sufren por pertenecer a una clase social concreta. Igualmente, enjuiciaban con recelo
cualquier planteamiento que implicase una reflexión ideológica y política. No obstante,
cuanto más profundo se hincaban las raíces de la descripción material que trazábamos,
acerca de su realidad socioeconómica, más interés manifestaban respecto a los postulados
de la lucha obrera, de Malcolm Little, de la unidad popular. Resulta subrayable que estas
tres personas militen actualmente «de forma activa y material» —matizan ellos— en un
sindicato de trabajadores al que animan a afiliarse a todos sus familiares y conocidos.
Asimismo, reconocen la toma de conciencia, sobre la vejación que rapiña sus derechos
lingüísticos, como un elemento clave para mejorar sus condiciones materiales de
existencia. De igual modo, conciben que la unidad popular «de todos los hispanos
trabajadores y oprimidos» —concretan orgullosamente— constituye el camino único para
luchar por sus derechos y librarse del yugo socioeconómico que aprieta sus cuellos. Se
trata de una transformación ideológica notable si consideramos que, hace apenas unos
meses, renegaban decididamente de la etiqueta hispana: «seguimos siendo venezolanos,
pero también hispanos, porque una cosa no excluye la otra, [sino que] nos hace más
fuertes». Evidentemente, distante se encuentra la transformación activa y material de su
contexto socioeconómico, pues lejos están tres personas de extender por toda su clase la
conciencia cultural y de opresión. Sin embargo, como dilucidó el revolucionario que
citamos en el párrafo anterior, cuando las condiciones históricas son las adecuadas, «una
sola chispa puede incendiar toda la pradera». De ahí la relevancia subyacente a la toma
de conciencia unitaria, a la cohesión de fuerzas y a la lucha coordinada. De ahí la
conveniencia de abordar la cuestión del español en EE. UU desde el punto de vista del
oprimido y no del acomodado.
26
4. Referencias bibliográficas
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una lengua, editado por José del Valle, 1 en español, 287-99. Madrid: Aluvión
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febrero-junio de 2019.
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27
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Estados Unidos: el caso de los Estados fronterizos con México». Cuadernos de
Lingüística Hispánica, 2013.
Sefamí, Jacobo. Entrevista por Pedro Antonio Sánchez Encinas, 18 de febrero de 2019.
28
5. Anexo
A. Edad.
36-50 3 36-50 2
26-35 5 26-35 4
18-25 44 18-25 45
0 10 20 30 40 50 0 10 20 30 40 50
B. Lengua materna.
Italiano 1
Español 1
Inglés 51 Español 53
0 20 40 60 0 20 40 60
No 1 No 10
Sí 52 Sí 43
0 20 40 60 0 10 20 30 40 50
29
2. ¿Qué opina sobre la educación bilingüe?
Me es indiferente Me es indiferente
La considero La considero
31 40
imprescindible imprescindible
0 10 20 30 40 0 10 20 30 40 50
3. EE. UU., según su constitución, carece de lengua oficial. ¿Opina que resultaría
positivo para EE. UU. contar con una sola lengua oficial en todos sus estados?
No 43 No 45
Sí 10 Sí 8
0 10 20 30 40 50 0 10 20 30 40 50
4. ¿Conoce alguna ley en EE. UU., federal o de su estado sobre el uso de idiomas?
No 40 No 49
Sí 13 Sí 4
0 10 20 30 40 50 0 20 40 60
30
5. Señale su opinión sobre la afirmación siguiente: “We have room for but one
language in this country, and that is the English language, for we intend to see that
the crucible turns our people out as Americans, of American nationality.”
En desacuerdo 19 En desacuerdo 2
Parcialmente en Parcialmente en
10
desacuerdo desacuerdo
De acuerdo 1 De acuerdo
0 5 10 15 20 25 0 20 40 60
No 44
No 36
Sí 17 Sí 9
0 10 20 30 40 0 10 20 30 40 50
31
7. ¿En alguna ocasión ha participado o ha sido testigo de un conflicto originado por
la no comprensión entre un hablante de inglés y un inmigrante que desconoce
dicha lengua?
No 42
No 21
Sí 32 Sí 11
0 10 20 30 40 0 10 20 30 40 50
0 5 10 15 20 0 10 20 30 40
32
9. ¿Considera positivo el aprendizaje obligatorio de la lengua inglesa para la
integración de la población inmigrante en EE. UU.?
No 14
No 21
Sí 32 Sí 39
0 10 20 30 40 0 10 20 30 40 50
En desacuerdo 14 En desacuerdo
Parcialmente en Parcialmente en
11 5
desacuerdo desacuerdo
De acuerdo 14 De acuerdo 10
0 5 10 15 0 10 20 30 40
33
11. ¿Cree que el español dejaría de usarse en EE. UU. si el inglés adquiriese el
estatus de lengua oficial?
0 5 10 15 0 5 10 15 20 25
12. ¿Cree que el inglés dejaría de usarse en EE. UU. si avanza el número de
hablantes de español por la población inmigrante?
0 5 10 15 20 25 0 5 10 15 20 25
34