Giammatteo, Categorías
Giammatteo, Categorías
Giammatteo, Categorías
Autores:
Hilda Albano
Paula Bonorino
Mariana Cuñarro
Emiliano De Bin
Laura Ferrari
Adalberto Ghio
Mabel Giammatteo
Natalia Giollo
Andrés Kaller
Ana Marcovecchio
Carlos Muñoz Pérez
Guillermina Pagani
Augusto Trombetta
Índice
Prólogo
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1. LAS CATEGORÍAS LINGÜÍSTICAS por Mabel Giammatteo
Esta es una obra colectiva, lo que quiere decir que además de que en su escritura han
intervenido muchas manos, hubo también muchas cabezas ocupadas en la elaboración de los
nueve capítulos que la conforman para que no solo cada uno fuera un todo coherente en sí
mismo, sino que el conjunto resultara una totalidad armónica y bien integrada. Los distintos
capítulos que la integran son el resultado de la investigación sobre las categorías lingüísticas
de un equipo de docentes investigadores de la universidad pública, cuyas proyectos han sido
realizados con subsidios de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos
Aires (UBACyT 01/Q411 (20020130100411BA)/2014-2017) y de la Agencia Nacional de
Promoción Científica y Tecnológica (PICT Tipo A 2013-0568/2014-2017).
El interés por las categorías lingüísticas surgió en las primeras reflexiones sobre el lenguaje
de los filósofos griegos y desde entonces ha sido una preocupación constante de la lingüística,
que ha considerado el tema según desde distintos enfoques y marcos teóricos. En este trabajo
hemos decidido encuadrar su tratamiento dentro de las ciencias cognitivas, que plantean que
las categorías son los moldes por los que nuestra mente capta el mundo. Esta perspectiva nos
ha permitido mostrar a cada una y al conjunto, como producto de nuestra actividad de
pensamiento y de su reflejo en el lenguaje. Las categorías gramaticalizan –es decir,
manifiestan mediante los recursos gramaticales de la lengua– aspectos que los hablantes
extraen del entorno extralingüístico. Asimismo, aunque en principio adoptamos un planteo
universalista, también prestamos especial atención a las características y modalidades
mediante las que estas categorías se expresan en español.
Esta obra ofrece una visión novedosa de un tema tradicional de la lingüística, ya que propone
un reordenamiento de las categorías en tres grupos, en función de una gradación que parte de
aquellas fuertemente vinculadas con la situación comunicativa, en la cual se encuentran el
hablante, el oyente y su entorno –deixis, persona, tiempo, modo–; continúa con las categorías
relativas a la clasificación y cuantificación de los eventos y de las entidades que participan en
él –género, número, aspecto–; y culmina con aquellas que, ubicadas en un mayor nivel de
abstracción, se encargan de la representación del evento dentro de la estructura oracional –
caso y voz–.
En cuanto al subtítulo “Entre la deixis y la subjetividad”, se debe a que las categorías
primeramente reflejan el entorno espacio-temporal, las coordenadas yo-aquí-ahora a través de
las cuales el hablante captura el mundo, pero asimismo, estos ejes de referencia se tiñen de
valoraciones subjetivas que los distintos contextos –discursivo, social, histórico-cultural, entre
otros– aportan a la producción de los infinitos mensajes que los hablantes producen. En este
sentido, las categorías no solo nos permiten informar sobre hechos ocurridos o imaginados,
sino que también brindan alternativas entre las que elegir para que así podamos ofrecer
nuestra propia visión de esos sucesos y las circunstancias que los acompañan.
Por último, como autores, pero ante todo como docentes e investigadores, queremos
manifestar que este libro ha sido concebido para llenar un área de vacancia ya que, hasta
donde sabemos, no existe en español una obra de referencia sobre el tema que ofrezca una
visión de conjunto sobre las categorías lingüísticas en general y se ocupe particularmente de
su manifestación en español. Según esperamos, entonces, nuestro objetivo es que este libro
sobre las categorías, por un lado, pueda acercar a estudiantes de grado o posgrado de áreas
vinculadas con el estudio de la lengua, la comunicación o el discurso, conceptos tradicionales
de la gramática desde una perspectiva novedosa y actualizada. Y, por el otro, que también
proporcione a todos los interesados en estos temas, una vía de acceso para comprender mejor
la naturaleza del lenguaje, lo que en última instancia, no es otra cosa que comprender una
parte importantísima de nuestra propia esencia humana.
INTRODUCCIÓN
Giammatteo, M. “Las categorías lingüísticas”. En Giammatteo, M. (Coord). 2018. Las
categorías lingüísticas: Entre la deixis y la subjetividad. Buenos Aires, Waldhuter: 13-41.
CAPÍTULO 1
LAS CATEGORÍAS LINGÜÍSTICAS por Mabel Giammatteo
1. Introducción
Las categorías son los moldes a través de los cuales nuestra mente conceptualiza el mundo. Si
no fuera por ellas, nuestro contacto con la realidad sería caótico y
El término categoría proviene de una palabra griega que significa ‘predicación’, en el sentido
filosófico de atribuir propiedades a las cosas. En el siglo IV a. C., desde la lógica, Aristóteles
1
Llamaremos variantes a los subtipos de las categorías, por ejemplo, femenino/masculino son las variantes del
género en español, y singular/plural son las que corresponden en esta lengua para la categoría de número.
2
En chateábamos, la raíz, que es un préstamo del inglés chat, va seguida de la denominada vocal temática que
marca la clase del verbo, en este caso –a porque se trata de un verbo de primera conjugación (v. nota 16.).
distinguió entre la sustancia o categoría primera, que representaba al individuo o a la clase, y
las restantes categorías que se le adjudicaban, denominadas predicamentos –cualidad,
cantidad, relación, lugar, tiempo, acción, pasión3, posición y posesión–. En la concepción
aristotélica y para sus continuadores escolásticos4, se asumía que las predicaciones realizadas
mediante las categorías manifestaban distinciones en el mundo real. Y, dado que se
consideraba también que la estructura del lenguaje reflejaba fielmente la del pensamiento, se
derivaba para los humanos la posibilidad de un conocimiento acabado de la realidad
circundante.
Las categorías de “ser”, “significar” y “comprender” eran congruentes entre sí; y esta
correspondencia de los tres conjuntos fue arbitrada para justificar la asociación íntima e
indisoluble de la filosofía, la gramática y la lógica. (Lyons 1968: 284).
Desde el punto de vista del lenguaje, cada una de las partes de la oración establecidas por la
gramática tradicional5 –sustantivo, verbo, adjetivo, etc.– representaba a las cosas de un ‘modo
esencial’, o sea mediante sus propiedades inherentes, y de un ‘modo accidental’, es decir,
según sus propiedades relacionales; estas últimas eran dadas a entender por sus diferentes
“accidentes morfológicos” –género, número, tiempo, etc.–, expresados por las desinencias
flexionales de las palabras.
3
‘Acción’ y ‘pasión’ hacen referencia a las dos subcategorías de ‘activo’ y ‘pasivo’, relacionadas con la
categoría de voz, que se trata, junto con el caso, en el cap. 9 de este libro.
4
La escolástica fue la corriente filosófica dominante en la Edad Media. Se basó en los postulados de la filosofía
clásica para explicar los conceptos del cristianismo.
5
Con la denominación de gramática tradicional hacemos referencia a las teorías sobre el lenguaje basadas en los
estudios de los gramáticos griegos y latinos. Estos planteos se mantuvieron vigentes hasta la primera mitad del
siglo XX, en que surge la gramática estructural.
siglos más tarde Bosque (1990)–, tales como preposiciones y conjunciones.
Con ligeras variantes, las clasificaciones posteriores proceden de la de Aristarco, hecha en el
siglo II a. C. y transmitida por los gramáticos alejandrinos6 (ss. III a. C.-II d. C.), y oscilan
entre ocho y diez clases de palabras. Así, por ejemplo, en la famosa gramática de Dionisio el
Tracio (s. II a. C.), figura una lista con ocho clases: nombre, verbo, participio, preposición,
conjunción, artículo, adverbio y pronombre.
En opinión de Bosque (1990), en todas estas gramáticas las definiciones de las clases de
palabras7 estaban basadas “en una extraña mezcla de criterios” (op. cit: 23) amalgamados de
una manera imprecisa y poco consistente. De este modo, según la preminencia de uno u otro
factor, las clasificaciones resultantes podían variar considerablemente. Aristóteles, por
ejemplo, había colocado el adjetivo junto con los verbos por la función común de predicación;
pero gramáticos posteriores lo incluyeron con el nombre porque, al igual que este último, el
adjetivo manifiesta género, número y caso.
Por otra parte, dado que consideraban que las clases de palabras eran universales, los
gramáticos latinos adaptaron las clasificaciones de los alejandrinos a su lengua; sin embargo,
al advertir que, a diferencia del griego, el latín no posee artículo, decidieron incorporar la
interjección a la lista para mantener la misma cantidad de clases de palabras.
Al dar validez universal tanto a la existencia de las categorías como a su manifestación por
medios formales determinados, por lo general flexionales, la gramática tradicional no solo
reconoció un cierto número de clases de palabras para todas las lenguas, sino que también
supuso la misma relación entre las distintas clases y las categorías que manifestaban. De este
modo, por un lado, género, número y caso se identificaban con el sustantivo y el adjetivo, y
tiempo y modo, con el verbo. Esta correlación entre clases de palabras y categorías se
encuentra también en los principales gramáticos alejandrinos –Aristarco (s. III a. C.), Dionisio
de Tracia (s. II a. C.) y Apolonio Díscolo (s. II d. C.)–, de quienes la tomaron los romanos
6
Según Kristeva (1999:121),
En Alejandría, centro de libros y de desciframiento de viejos textos, fue donde se desarrolló una
verdadera gramática en tanto que estudio especializado, directamente orientado al lenguaje en cuanto que
objeto organizado en sí, cortando los vínculos que la ligaban a la filosofía y a la lógica.
7
La historia de la clasificación de las palabras en un nivel introductorio se puede consultar en Bosque 1990: §§
2.1 y 2.2; presentaciones más detalladas son Robins (1967 [2000]) o Lyons (1968). También la Gramática de
Alcina Franch y Blecua (1975) trae una “Introducción histórica y teórica” en la que trata el tema y Auroux
(1998) lo incluye en un apéndice denominado “Cronología de la reflexión lingüística”.
Donato (s. IV) y Prisciano (s. V), hasta que, al ser finalmente transmitida a las gramáticas
romances, quedó ya instalada en la tradición occidental.
No obstante, aunque al principio se aceptaba que las clases identificadas para las lenguas
clásicas eran universales, con el correr del tiempo y con el conocimiento de lenguas de muy
diversos orígenes, se fue admitiendo que no en todas existen las mismas clases. Asimismo,
tampoco las categorías morfológicas que se usaban para distinguir cada clase parecen
manifestarse universalmente de la misma manera. Así, por citar algunos ejemplos, mientras en
las lenguas romances los nombres sólo pueden expresar género –niñ-o / niñ-a– y número –pez
/ pec-es–, en algunas otras, como griego, latín, alemán o ruso, los nombres también expresan
caso, que es la categoría encargada de manifestar la función sintáctica de la palabra8 –lat. ros-
a (caso nominativo para la función de sujeto) / rosa-m (caso acusativo para la función de
objeto)–. Otras lenguas, en cambio, tienen menos variación: el inglés no tiene género
morfológico para los nombres –teacher (maestro-a)–, que solo flexionan en número
–teacher-s (maestro-s-a-s)– y en japonés, los nombres no manifiestan ni género ni número
–sensei (maestro-a-os-as)–. En esta última lengua una de las categorías morfológicas más
tradicionalmente unida al verbo, el tiempo, puede también manifestarse en algunas clases de
adjetivos –kirei (lindo) / kirei-deshita (era lindo)–; en ruso, por su parte, el verbo, además de
sus categorías propias, también concuerda en género con el sujeto –dal / dal-a / dal-o (dio
(él)/dio (ella)/dio (ello)).
En la actualidad se reconoce que no existen asociaciones constantes entre clases de palabras y
categorías morfológicas, de modo que estas correlaciones deben ser planteadas
individualmente para cada lengua. Asimismo, tampoco las clases de palabras son universales,
aunque posiblemente en todas las lenguas existan al menos dos categorías básicas sobre las
que se articula la oración, más o menos semejantes a nombre y verbo.
Por otra parte, según veremos, no solo no existe una asociación constante y universal entre
clases de palabras y categorías, sino que además de la tradicional manifestación flexional, las
categorías se valen de otros recursos para su expresión en las lenguas.
En las diferentes lenguas, las categorías –es decir los significados que cada una de ellas
transmite– pueden manifestarse por otros medios no morfológicos, como los sintácticos y los
8
Este tema se amplía y debate en el capítulo 9, dedicado al caso.
léxicos. Al respecto, en español durante mucho tiempo se discutió acerca de la existencia de
una voz pasiva porque, a diferencia de lo que sucedía en las lenguas clásicas, como por
ejemplo el latín, que opone una expresión morfológica de voz activa –amo (yo amo)– a otra
de pasiva –amor (soy amado)–, el español carece de pasiva morfológica. Sin embargo, la voz
pasiva tiene en nuestra lengua una manifestación sintáctica que se expresa a través de una
forma perifrástica formada por el verbo ser y un participio concordado con el sujeto –soy
amado/a–9.
También puede suceder que una categoría no tenga expresión en una lengua, como ocurre,
también en español, con el caso, que no tiene en la actualidad manifestación morfológica en
los nombres y su expresión ha quedado restringida al área de los pronombres personales –por
ejemplo Yo (nominativo) / me (acusativo/ dativo) / mí (oblicuo)10–. Cuando una categoría no
tiene manifestación en una lengua determinada se dice que está encubierta o implícita (ingl.
covert), por oposición a las que son manifiestas o explícitas (ingl. overt).
Así como una categoría puede no tener manifestación en una lengua, o bien tener una
expresión reducida, como ocurre con el caso en español, también puede suceder que una
misma categoría adopte más de un recurso para su expresión, incluso en una misma lengua.
Así, por ejemplo, sucede con el género en español, que puede expresarse tanto
morfológicamente, o sea dentro de la estructura de la palabra, como en niñ-o / niñ-a; como
sintácticamente, a través de un contraste como el que se da entre el dentista / la dentista–; o
incluso puede hacerlo léxicamente, por un cambio de palabra, como en toro / vaca. Y lo
mismo sucede con el aspecto11, que puede manifestar su oposición básica,
perfectivo/imperfectivo, morfológicamente –cantó (aspecto perfectivo, que presenta al evento
sin mostrar su desarrollo interno) / cantaba (aspecto imperfectivo, que tiene en cuenta el
transcurso o desarrollo del evento)–. Pero el aspecto también puede expresarse mediante
recursos sintácticos como las perífrasis, que indican distintas fases del desarrollo del evento
–empezó a cantar (aspecto inceptivo) / terminó de cantar (aspecto culminativo) / está
cantando (aspecto progresivo)/ etc.–; o bien léxicamente, mediante los significados que
transmiten los verbos a través de su raíz: así, mientras entrar, abrir o descubrir indican
acciones puntuales; dormir, estudiar o jugar refieren eventos durativos.
9
El latín también utilizaba una construcción perifrástica para los tiempos de perfectum –amatus sum (he sido
amado)–.
10
El nominativo es el caso que corresponde a la función sujeto –Yo canto muy bien–; el acusativo, a la de objeto
directo –Me vio en la fiesta–; el dativo, a la de objeto indirecto –Me regalaron un piano–; y el oblicuo, también
llamado terminal o prepositivo, es el que se emplea después de preposiciones –Lo trajo para mí–.
11
La categoría de aspecto y sus variantes se tratan en el capítulo 8.
3. El enfoque cognitivo
Mientras en la concepción tradicional aristotélica cada categoría era considerada una especie
de recipiente que se llenaba con un conjunto de propiedades “necesarias y suficientes”, que
servían para caracterizarla e identificar sus miembros; en años más recientes, algunos estudios
empíricos hechos desde la psicología cognitiva, entre los que destacan los de Rosch (1973 y
1978), han alertado acerca de algunas falacias de esta interpretación. Estos experimentos han
puesto de manifiesto que los miembros de las categorías no tienen todos el mismo estatuto, es
decir, que existen mejores y peores ejemplos de cada una y que, a diferencia de lo que
sostenía la tradición aristotélica, las categorías no son absolutamente independientes ni del
sujeto que efectúa la categorización, ni de determinados factores socio-culturales, ni tampoco
de la manera particular en que la mente realiza la categorización, es decir, de los esquemas
mentales mediante los que se organiza la experiencia. En este sentido, Jackendoff (1983: 24)
sostiene que
[…] quizás el resultado general más significativo de la escuela de psicología de Gestalt (ver
Wertheimer (1923), Kohler (1929), Kofka (1935)) fue su demostración de la extensión hasta la
cual la percepción es el resultado de la interacción entre el input del medio ambiente y
principios activos en la mente que imponen estructura sobre ese input. (Traducción nuestra).
En esta nueva perspectiva ya no se sostiene que percibamos el mundo tal cual es (v. §2.2),
sino que lo que concebimos es una construcción de él, moldeada por nuestras capacidades
cognitivas, a la que Jackendoff (1983) denomina el “mundo proyectado”. En cuanto a la
categorización, para este autor, en primer lugar, los juicios que formulamos, si bien se
producen por mecanismos automáticos de los que no somos conscientes, no son
absolutamente mecánicos, sino que se hacen creativamente, en el sentido de que responden a
reglas que vamos aplicando según los casos. En segundo lugar, y en contra del principio
lógico de bivalencia12, Jackendoff sostiene que nuestros juicios de categorización responden
al esquema sí / no / no seguro, lo cual muestra que la estructura interna de las categorías y
conceptos lexicales por los que estas se expresan no puede responder exclusivamente a un
conjunto de condiciones “necesarias y suficientes”. En tercer lugar, no son raras las instancias
en que no podemos hablar de verdad o falsedad absoluta, dado que se reconocen múltiples
casos dominados por características graduales, que han conducido a los estudiosos a adoptar
un concepto como el de “límite difuso”, que proviene de la teoría matemática de los conjuntos
12
Según el principio de bivalencia de la lógica clásica, una proposición solo puede ser verdadera o falsa, no
existen valores intermedios de verdad.
difusos (fuzzy sets), desarrollada por el matemático Zadeh (1965) y popularizada en
lingüística por Lakoff (1972).
Junto con estos planteos, también debe considerarse el hecho de que ciertos atributos pueden
estar ausentes en algunos miembros de una categoría, lo que generalmente interpretamos
como excepciones. Este tema ya había sido considerado por Wittgenstein (1953) quien, al
estudiar el significado de la palabra inglesa game (juego), reconoció que no se encuentra una
característica común a todos los miembros de la clase, que van desde juegos de salón, que
involucran habilidad, como el ajedrez, hasta competencias deportivas como el fútbol,
incluyendo otros casos donde no existe competencia, como la ronda infantil. Para explicar
esta amplitud en el interior de una misma categoría, Wittgenstein recurre al concepto de
“parecido de familia”, según el cual los distintos miembros de una clase, de modo semejante a
como los miembros de una familia comparten características - color de ojos, estatura, tono de
voz, etc.–, también poseen propiedades comunes, aunque no necesariamente todos tengan las
mismas.
Frente a este panorama, en apariencia caótico, la respuesta de Jackendoff es que la
propiedades que deben ser consideradas son de tres tipos: 1) necesarias, como por ejemplo, el
concepto de “color”, que es indispensable para describir un término como rojo; 2) graduales,
que “especifican un valor focal o central” y permiten, por ejemplo, definir las tonalidades de
un color; y 3) típicas, que son todas aquellas que, como las rayas en los tigres o el color rojo
en las manzanas, son características, pero pueden faltar, lo cual posibilita dar cuenta de los
casos marginales y de las excepciones.
¿Cómo se conjugan los distintos tipos de propiedades? En la línea de las reglas de buena
formación propuestas por el psicólogo gestáltico Wertheimer (1923), Jackendoff propone
reconocer sistemas de reglas de preferencia, que seleccionan entre las opciones posibles
estableciendo una estructura por defecto, que responde a la jerarquía de saliencia o
prominencia entre las propiedades. Cuando todas las posibilidades favoritas se conjugan,
estamos frente a un estereotipo de la categoría –una manzana roja, por ejemplo. Al reunir la
mayor cantidad de opciones preferidas, estos casos son los que mejor se comprenden y
recuerdan. En esta concepción, los estereotipos surgen “como un fenómeno emergente del
máximo refuerzo entre las reglas de preferencia” (Jackendoff 1983:136). Si se inscriben en un
marco/ guión (frame/script) de referencia, las reglas de preferencia permiten reponer valores
por defecto a partir de lo que resulta más esperable para un determinado caso. Así, al hablar
de un tigre, por defecto vamos a pensar en un animal “[…] de pelaje amarillento y con listas
oscuras en el lomo y la cola […]” y, al igual que el DRAE en la definición que acabamos de
transcribir, no vamos a tener en cuenta que, aunque sean minoritarios, también existen tigres
blancos.
Las características expuestas hacen que los hablantes intuitivamente puedan reconocer la
pertenencia de los elementos a una clase y distinguir, en consecuencia, entre miembros
centrales y periféricos. Por tanto, una conceptualización amplia como la que estamos
presentando permite considerar que las categorías no son cerradas, sino que exhiben una
estructura con límites borrosos, donde es posible ubicar los casos marginales o dudosos.
Ahora bien, ¿qué nos dice la perspectiva cognitiva esbozada respecto de las categorías
lingüísticas? En principio, las categorías lingüísticas responden a las características generales
de la categorización que acabamos de presentar. Desde este enfoque, oposiciones del tipo de
‘objeto’ frente a ‘evento’ / ‘estado’ / ’actividad’, ‘masculino’ versus ‘femenino’ o ‘ahora’ /
’antes’ / ‘después’, constituyen puntos de referencia cognitivos mediante los cuales
conceptualizamos algún aspecto de la realidad o del mundo y lo manifestamos
lingüísticamente.
Las categorías lingüísticas, tanto las mayores, como las clases de palabras, o las menores,
como sus “accidentes” o categorías gramaticales, también se interpretan mejor desde una
concepción que no reclame uniformidad absoluta entre sus miembros y permita distinguir
entre casos centrales y periféricos. Para la categoría “nombre”, por ejemplo, sustantivos como
mesa, libro o zapato serán mejores representantes que felicidad o producción, que aunque
tienen algunas de las características morfosintácticas de la clase, no se corresponden con su
significado prototípico relacionado con “nombrar personas, animales u objetos”. Desde el
punto de vista cognitivo, esto implica que los primeros –mesa, libro, etc.–, en tanto responden
mejor al sistema de preferencias elaborado por la lengua para la clase, serán más fácilmente
percibidos como miembros por los hablantes, mientras que los segundos –felicidad,
producción–, que son de tipo abstracto, seguramente presentarán más dificultad para su
reconocimiento e inclusión. Al mismo tiempo, palabras que pueden considerarse a caballo
entre dos clases, como terminal –la terminal de ómnibus (sustantivo) / una enfermedad
terminal (adjetivo) o cantar –A mí me gusta cantar (verbo) / El cantar de los cantares
(sustantivo)–, también resultan más problemáticas para clasificar.
Así concebidas, internamente las categorías lingüísticas no solo se forman con miembros
centrales o focales, sino que también muestran efectos de gradación, asimetrías y marcación:
un miembro es tomado como neutro o no marcado –por ejemplo, el masculino en el género,
que se considera que puede tener un uso genérico, como cuando decimos Los leones (tanto
machos como hembras) viven en la sabana africana; mientras que el otro miembro, por
defecto, se emplea solo cuando es necesario ser más específico: Las leonas (solo las hembras)
están preñadas13.
Hasta ahora hemos asumido la existencia de las categorías presentadas en la introducción (v.
§1). No obstante, creemos, ha llegado el punto en que resulta necesario justificar la lista
presentada. ¿Son solo esas las categorías pertinentes o existen más y las hemos dejado de lado
solo porque no tienen manifestación morfológica en español?
Para identificar las categorías más extendidas, Bybee (1985) se vale de una muestra de
cincuenta lenguas representativas de los idiomas del mundo, que había sido recogida por
motivos independientes por Perkins (1980) y reunía lenguas no emparentadas genéticamente
ni pertenecientes a la misma área geográfica o cultural. Una vez examinados los datos, la
autora sostiene (1985: 13):
Cuando uno pasa incidentalmente revista a las lenguas del mundo, queda impresionado por el
hecho de que las mismas categorías flexionales u otras muy similares aparecen en una lengua
tras otra. Los sistemas verbales muy comúnmente flexionan en aspecto y/o tiempo, modo, y
persona y concordancia en número con el sujeto. Algo menos frecuentemente, parece, se
encuentra flexión para causativos, negación, voz y concordancia de objeto. Para los nombres,
número, género, y otros tipos de clasificadores, caso y a veces deixis se expresan flexivamente.
Estas listas no son exhaustivas, por supuesto, pero el hecho de que es posible armar una lista
relativamente corta de elementos semánticos a menudo expresados flexionalmente indica que
debe haber algunos principios generales que gobiernan la expresión flexional (Traducción
nuestra).
Según la mencionada autora, los principios que rigen la existencia de las categorías flexivas
son dos: relevancia y generalidad. Para ser relevante, un contenido semántico debe afectar
directamente o modificar a otro contenido. Para Bybee, además, la relevancia depende de la
prominencia cognitiva o cultural. Así, por ejemplo el aspecto, que “representa las diferentes
maneras de considerar la constitución temporal interna de una acción o estado”, según la
clásica definición de Comrie (1976: 3), es más relevante para el verbo que el número, que
13
Para los cuestionamientos a este valor genérico del masculino, v. capítulo 6 dedicado a la categoría de género,
especialmente §5.2.11 y §5.2.1.2.
solo indica la cantidad de personas que realizan la acción o estado. Para la autora, este
diferente grado de relevancia entre el aspecto y el número también se refleja en el orden de
estos elementos en la estructura de la palabra. Por eso, según hemos visto en chateábamos (v.
§1), la desinencia –ba que marca aspecto (además de tiempo y modo) está más cerca de la raíz
chat-; es más interna que la desinencia de número (y persona) –mos. El número, en cambio, es
relevante para los nombres, ya que las entidades que estos describen (al menos en la categoría
focal, de los sustantivos comunes y concretos) son esencialmente discretas y contables.
En cuanto al principio de generalidad, Bybee plantea que “una categoría flexional debe ser
aplicable a todas las raíces de la categoría semántica y sintáctica apropiada y debe ocurrir en
el contexto sintáctico apropiado” (op. cit: 17). Para ser suficientemente general y aplicable a
todas las raíces de una clase de palabra dada, el contenido de la categoría debe ser mínimo, así
por ejemplo, el número solo indica cantidad de entidades afectadas: uno (singular), más de
uno (plural), dos (dual), etc.; el tiempo, por su parte, solo señala si un evento sucedió antes,
durante o después del momento de habla o acto del coloquio. Si el contenido de una categoría
fuera muy específico no se podría atribuir a todos los miembros. Así, la persona es una
categoría que se aplica a todos los verbos y aquellos que no admiten ser conjugados en todas
las personas, como los verbos impersonales –llover, granizar, acontecer–, se consideran
defectivos, es decir que constituyen casos periféricos o marginales, las “excepciones” de la
teoría clásica; y del mismo modo se consideran defectivos aquellos sustantivos que no varían
en número y están fijados ya sea en singular, como cenit, o en plural, como víveres o nupcias.
Según plantea Bybee, esta generalidad de los contenidos transmitidos por las categorías es la
que lleva diacrónicamente a estos elementos a reducirse tanto fonológica como
semánticamente hasta convertirse en elementos desinenciales. Por otra parte, para que este
proceso ocurra, el significado que la categoría transmite debe ser “suficientemente útil
comunicativamente para asegurar una gran frecuencia de ocurrencia” (l. c.). Al tener un valor
muy general y no idiosincrásico, el significado que manifiesta la categoría es fácilmente
comprendido por los hablantes, que no vacilan en aplicar productivamente el proceso. De
modo que cada nuevo verbo creado en español será conjugado en todos los tiempos y a cada
nuevo sustantivo, se le asignará la flexión en número, excepto que pertenezcan a algún
subgrupo marginal, al que no corresponda aplicar dichas categorías. De estas características se
deriva que las categorías flexionales son obligatorias y que su significado debe ser predecible.
4.2. El significado de las categorías
Más allá de los dos principios generales anteriormente presentados, que rigen la existencia de
las categorías en las lenguas, ¿cómo podemos acercarnos a lo que cada una de ellas
particularmente transmite? ¿Es posible identificar algún significado que englobe todos los
sentidos en que es usada una categoría determinada en las distintas lenguas, de modo tal que
permita definirla en un sentido universal? Al respecto, Smith (1991: 22) sostiene que “los
sistemas aspectuales de las diferentes lenguas son asombrosamente similares –aunque, ...,
también varían en formas sutiles y no sutiles”, lo cual, creemos, puede hacerse extensivo y
aplicarse al resto de las categorías. Por eso, no obstante las semejanzas, siempre ha sido
sumamente difícil para los especialistas ponerse de acuerdo en cuanto al significado básico o
central de cada categoría, no solo en diferentes lenguas, sino incluso dentro de la misma.
Con mayor o menor grado de complejidad, casi todas las categorías lingüísticas poseen más
de un significado, entre los cuales no siempre es sencillo establecer conexiones. Sin embargo,
si aplicamos una perspectiva cognitiva, muchas de estas cuestiones se vuelven más
comprensibles. Desde este enfoque, no es necesario que las categorías posean un solo
significado compartido por todos sus miembros. Por el contrario, se acepta que todas ellas
están constituidas por conglomerados de significados y que lo que determina que una
manifestación corresponda a una categoría dada es que exprese ciertos significados centrales
que se consideran típicos de la categoría, aunque no necesariamente todos los esperados.
Las categorías se organizan en sistemas con subcategorías contrastantes: femenino /
masculino, singular / plural, anterior /simultáneo / posterior, etc. Además, como ya hemos
visto, las lenguas no solo recurren a distintos medios para expresar las categorías, sino que
también, en cada una de ellas, el conjunto de significados y oposiciones presentes se combina
según reglas de preferencia distintas, de modo que, aunque todos pueden ser encuadrados
dentro de las posibilidades que ofrece el repertorio universal, los sistemas resultan específicos
de cada lengua. En cuanto a las oposiciones, tampoco todas las lenguas manifiestan las
mismas, así mientras en español las dos variantes del género son femenino y masculino, las
lenguas clásicas y también otras, como el ruso o el alemán, cuentan también con un género
neutro; y ciertas lenguas africanas, americanas y australianas poseen complejos sistemas de
género que contemplan varias subcategorías, en parte vinculadas con la oposición semántica
‘animado’/ ‘-animado’14 y, en parte relacionadas con “propiedades salientes de la entidad
denotada como su forma y tamaño” (Katamba 1993: 235).
Aun cuando dos lenguas puedan expresar los mismos significados respecto de una categoría,
es posible que los articulen en forma diferente, ya que cada manifestación puede llegar a
sumar significados “aditivos”, cuya combinación con los significados principales varía de
lengua a lengua. Así, por ejemplo, mientras en español es posible hacer una aseveración
neutra en indicativo –El agua hierve a los 100°C–, en otras lenguas no existe tal posibilidad,
ya que el modo de la aseveración siempre suma alguna otra calificación, que lo convierte en
no objetivo (Lyons 1977).
Incluso dentro de una misma lengua, no todas las formas manifiestan o reúnen los valores de
la misma manera. Así, en español, mientras las formas simples pueden ser, según el caso,
imperfectivas o perfectivas y las compuestas manifiestan aspecto perfecto (el evento se
muestra concluido y en sus resultados); las correspondientes formas progresivas –formadas
por el auxiliar estar y el verbo principal en gerundio– suman a los valores aspectuales de las
formas simples y de las compuestas, el significado adicional de ‘actualidad’ o ‘acción
efectivamente realizada’15–estoy / estaba / estuve / estaré / he estado/ etc. cantando-. Otro
ejemplo de significado “aditivo” puede ser el del pretérito anterior del español –hube
cantado– que, al significado temporal de ‘anterioridad’, propio de las formas compuestas,
añade el valor de ‘inmediato o cercano’, referido al pasado16.
Todas estas cuestiones hacen que la caracterización y también la diferenciación entre
categorías sea una tarea sumamente compleja. Por tanto, aunque el concepto de cada
categoría, definido sobre la base no de uno, sino de un conjunto de significados, básicos y
derivados o principales y secundarios, sea universal, los sistemas que estas categorías
conforman deben ser especificados para cada lengua, es decir, constituyen un verdadero
“parámetro de variación”17.
14
Los rasgos semánticos que componen las palabras se colocan convencionalmente entre comillas simples. El
guión delante de un rasgo semántico indica un valor negativo, así ‘-animado’ se lee ‘no animado’.
15
El rasgo de ‘actualidad’ se opone al de ‘virtualidad’ propio de los tiempos simples, que pueden incluso referir
a un evento no efectivamente realizado: Voy al cine los jueves, pero este jueves me quedé en casa (cf.Estuve
cantando, pero no canté).
16
Para mayores detalles respecto de este tiempo prácticamente en desuso en la actualidad, cf. Cap. 4: §4.3.
17 En la teoría de Principios y parámetros (Chomsky: 1981) se distingue entre los principios, que tienen validez
universal y dan cuenta de la facultad humana del lenguaje; y los parámetros, que representan las variables de
realización de los principios en las distintas lenguas y son los responsables de las diferencias entre ellas.
5. La manifestación flexional de las categorías
Dada la preminencia que le damos en nuestra selección de categorías a aquellas que tienen
manifestación flexional, en este apartado vamos a introducir algunos conceptos básicos que
nos permitirán comprender mejor este aspecto de las categorías.
Veamos ahora qué funciones cumplen los sufijos de flexión. Ya vimos que no cambian la
palabra sino que simplemente ofrecen otra forma de ella, que se considera “una variante”.
Dentro de las clases de palabras, algunas, como los sustantivos, los verbos y los adjetivos, son
variables, mientras que otras, como las preposiciones y las conjunciones, son invariables. ¿Por
qué, entonces, algunas palabras varían? Podemos partir de un ejemplo como (3):
(3) El pasajero llegó a la estación.
Cuando queremos hacer referencia a varios pasajeros, no podemos decir:
De las categorías flexionales reconocidas por Bybee en su estudio, las presentes en español
son las siguientes: el género, que se manifiesta en el nombre y en el adjetivo; el número, que
se da en el nombre y en el verbo; el caso, con manifestación solo en el pronombre; la persona,
también en el pronombre y en el verbo; y el tiempo, el aspecto y el modo, solo en el verbo.
Asimismo, en este libro también trataremos la deixis como significado que remite a la
situación comunicativa y está presente en las categorías de tiempo y persona; así como
también, junto con el caso nos ocuparemos de la voz, ya que ambas son categorías
íntimamente relacionadas en español.
Género Tiempo
Caso Modo
Aspecto
Persona Persona
Número Número
Tabla 1
Tabla 2
Sin embargo, esta clasificación tampoco evita las superposiciones. Así, aunque en la esfera
nominal tanto el género como el número son categorías inherentes o propias del nombre,
ambas se incluyen con las de concordancia cuando marcan la vinculación entre el nombre y el
adjetivo o algún determinativo (6)-(7):
El enfoque que se propone en este libro busca vincular el sentido y funcionamiento lingüístico
de las categorías con sus orígenes discursivos. Así es posible, creemos, hacer extensiva a
todas las categorías, la afirmación de Hopper (1982: 4) respecto del aspecto:
En cuanto a sus funciones, se derivan de su uso discursivo, que aporta una función central en
cierto sentido universal y un conjunto de funciones aditivas que no son universales, aunque
algunas pueden ser comunes y… representan extensiones semánticas gramaticalizadas de la
función discursiva.
En relación con estos planteos, consideramos que estas categorías gramaticalizan –es decir,
manifiestan mediante los recursos gramaticales de la lengua– aspectos que los hablantes
extraen de la situación extralingüística. La clasificación que aquí se propone tiene en cuenta la
vinculación estrecha de las categorías con la situación comunicativa, la cual está en el origen
de la conceptualización que hace el hablante de la realidad y que luego transmite
lingüísticamente.
La Tabla 3 muestra el reordenamiento de las categorías que proponemos en función de una
gradación que parte de aquellas fuertemente vinculadas con la situación comunicativa, en la
cual se encuentran el hablante, el oyente y su entorno; pasa por las categorías relativas a la
determinación –clasificación y cuantificación– de las entidades y eventos sobre los que gira la
comunicación; y culmina en aquellas que, ubicadas en un mayor nivel de abstracción, se
encargan de la representación del evento en la estructura oracional.
CATEGORÍAS GRAMATICALES
Tabla 3
(15) Un grupo de científicos argentinos está trabajando en una vacuna contra el mal de
Chagas,
esta oración constituye una afirmación y por lo tanto, se presenta en modo indicativo, con lo
cual el hablante está manifestando algo que corresponde a la realidad. Ahora, si alguien
dijera:
(16) Me gustaría/ Ojalá que la vacuna contra el mal de Chagas estuviera pronto a
disposición de los afectados por la enfermedad,
al emitir un deseo, el hablante, en (16), ya no se ubica en el plano de la realidad fáctica sino
en el de otra realidad virtual o posible, que pertenece, en este caso, al plano de su
intencionalidad. Este desplazamiento mental se logra, lingüísticamente, mediante el uso de
otra forma del modo indicativo, el condicional, o con el agregado de una adverbio modal
como ojalá en la oración principal y con el empleo del subjuntivo en la subordinada. Los
modos verbales y otros recursos de la modalidad permiten la instalación de la situación en una
realidad alternativa a la que efectivamente ocurre en el mundo percibido. Entonces, el modo
tiene que ver con el grado de realidad que le adjudicamos a un evento. No obstante, a pesar de
ubicarla con las categorías de la situación comunicativa, el modo, que tiene una vinculación
menos estrecha con ella, no se considera deíctico. No hace un señalamiento a la situación
comunicativa directo como el que realizan la persona y el tiempo, aunque sí es una categoría
vinculada, a través del hablante y su posicionamiento frente al evento que transmite, a la
situación comunicativa.
Buena parte de lo que los hablantes conciben en sus intercambios se plasma lingüísticamente
en la oración. Así, del contexto de situación que enmarca al coloquio pasamos a la
reproducción de la situación o evento dentro de la estructura oracional. Según se advierte,
entonces, en las categorías vamos reconociendo un proceso de abstracción. El primer grupo
está conformado por categorías como persona, tiempo y modo, que tienen su raíz en la
situación comunicativa y cuya vinculación con ella es evidente. Las categorías del evento
–género, número y aspecto– ya presentan un mayor grado de abstracción, en tanto nos hacen
considerar a las entidades y a los eventos, en sí mismos, fuera de la situación, para
clasificarlos o cuantificarlos. En cuanto al caso, tiene un grado de abstracción mayor aún, ya
que está mucho más alejado de la situación comunicativa y claramente vinculado con su
forma de representación en la oración. El caso está relacionado con la manifestación oracional
de los papeles temáticos que cumplen los participantes y enlaza los aspectos semánticos de
nuestra configuración mental del evento con su funcionamiento sintáctico o de un modo más
abstracto aún, da cuenta de la relación que guardan los sintagmas nominales de la oración
entre sí o con el verbo22. Este señalamiento se realiza en el contexto oracional mediante
distintos recursos, que van desde marcas morfológicas, como las desinencias nominales del
latín (19), el uso de preposiciones (20) o el orden de palabras (21), entre otros:
(19) Flavi-a Petr-um amat.
(caso Nom. morfológico. Función Sujeto) (caso Ac. morfológico. Función OD)
(20) Pedro ama a Flavia.
(caso Nom, posicional. Función Sujeto) (caso Acus preposicional. Función OD).
(21) Flavia loves Peter.
(caso Nom. posicional. Función.Sujeto) (caso Ac. posicional. Función OD)
Asimismo, junto con el caso, también incluimos en este grupo a otra categoría que en el
español no tiene manifestación morfológica: la voz / diátesis23. Ambos conceptos están
estrechamente relacionados con la forma en que el evento es representado oracionalmente. La
diátesis se refiere a “los distintos modos de concebir las relaciones entre el predicado y el
conjunto de sus argumentos” (García-Miguel 1995: 107). Por tanto, recibe el nombre de
diátesis cada una de las construcciones gramaticales que permite expresar de manera diversa
los argumentos de un verbo24, por lo que se habla de distintas diátesis o de alternancias de
diátesis (Rodríguez Ramalle 2005). El ejemplo más conocido de alternancia es el que se da
entre la voz activa y la pasiva (22), que en español puede expresarse tanto mediante la
perífrasis formada por el verbo ser más un participio concordado con el sujeto (22b) como
con la llamada pasiva con se (22c). Ambas pasivas se orientan a promover al argumento Tema
/ Paciente a la posición oracional más prominente: la de sujeto, y a demover al Agente a una
posición periférica (22b) o directamente a eliminarlo (22c). Pero también existen otras
“alternancias” o formas de manifestar la relación entre un predicado y sus argumentos, entre
las que podemos mencionar, por ejemplo, la diátesis antipasiva, que demueve el Tema/
Paciente de su función de OD y lo elimina o relega a una función de modificación, que en
español suele expresarse mediante una construcción preposicional (23), o bien la diátesis
22
En el capítulo 9: §2.1, se amplían las perspectivas para la interpretación de esta categoría.
23
Más específicamente el término latino voz (vox) se utiliza para hacer referencia a la manifestación de la
diátesis en la morfología verbal, sin embargo, en este libro se ha optado por utilizar ambos términos, latino –
voz– y griego –diátesis–, indistintamente. (v. Cap. 9).
24
Los argumentos del verbo representan los distintos participantes que intervienen en el desarrollo del evento.
Por ejemplo, un verbo como leer, involucra dos argumentos: alguien (Agente) que lee algo (Tema); hablar, sólo
pide uno: el que habla (Agente); y poner exige tres: alguien (Agente) pone algo (Tema) en algún lugar
(Locativo).
media anticausativa, en la que un verbo transitivo (24 a) pasa a expresar un proceso (24b) al
eliminarse toda referencia a un agente o causa de su realización.
(22) a) El profesor explicó el problema a los estudiantes. Díatesis activa (Ag25, Tema26).
b) El problema fue explicado a los estudiantes (por el profesor)27. Diátesis pasiva
(Tema, Ag).
c) El problema se explicó en clase por el profesor28. Diátesis pasiva con se (Tema,
Ag).
(23) a) Juan encontró a su primo. Diátesis activa (Ag, Pac).
b) Juan se encontró con su primo. Diátesis antipasiva (Ag, Comitativo29).
(24) a) La profesora abrió la puerta. (Ag, Tema)
b) La puerta se abrió. (Tema)
Las alternancias manifiestan diferentes posibilidades –puntos de vista– para dar cuenta en la
estructura oracional de una situación extralingüística determinada y, en ese sentido, permiten
al hablante “construir” distintas representaciones del evento en función de sus intereses
comunicativos. Así, mediante el uso de una u otra estructura –activa, pasiva, media, entre
otras–, el hablante puede tanto focalizar, es decir, destacar algún participante determinado, o
por el contrario, sacarlo de escena, desfocalizarlo, e incluso eliminarlo.
(25) a) El uso excesivo agotó los recursos de la región. (Se destaca la Causa).
b) Los recursos de la región se agotaron por el uso excesivo. (Se destaca el Tema).
c) Los recursos de la región se agotaron (solos). (Se elimina la Causa y se sugiere una
lectura de proceso según la cual el agotamiento de los recursos se produjo “naturalmente”).
Por último, no está de más destacar que detrás de la manifestación lingüística de la situación
comunicativa y de sus participantes, de los eventos que suceden, así como las entidades que
25
El argumento Agente representa al participante que voluntariamente causa y realiza una acción, como Juan en
Juan estudia mucho. El agente es típicamente ‘animado’. Cuando el causante de la acción no tiene el rasgo
‘animado’ se identifica como Causa o Fuerza, como la inundación en La inundación anegó la ciudad; o como
Instrumento –el medio u objeto empleado para realizar la acción–, como Luis cortó el pan con el cuchillo.
Convencionalmente, el papel temático que se enlaza con la función sujeto se subraya.
26
El argumento Tema representa el objeto efectuado, afectado o trasladado, cuya existencia o posición se
predica, como el libro en Esteban lee un libro. Cuando es ‘animado’ algunos autores utilizan la denominación de
Paciente, como Juan en Pedro saludó a Juan.
27
Los argumentos opcionales u omisibles se colocan convencionalmente entre paréntesis.
28
El asterisco señala que en la pasiva con se, en líneas generales, no se admite el argumento Agente.
29
El argumento Comitativo o Sociativo representa al participante que acompaña en la realización de un evento,
como María en Juan baila con María.
intervienen y las maneras en que las lenguas representan los hechos en la que hemos
denominado la escena oracional, siempre está el hablante. La presentación que este hace de
los sucesos está atravesada por diversos contextos –discursivo, social, histórico-cultural, entre
otros– que traspasan su hic et nunc, a partir de los cuales, sirviéndose de las categorías que le
provee la lengua, presenta los sucesos desde una perspectiva determinada, que puede ser más
o menos subjetiva. Así “[t]odas las conceptualizaciones relacionadas con la perspectiva son el
resultado de ‘nuestro estar en el mundo’ en una determinada localización y de una
determinada manera” (Croft y Cruse 2008: 92) tanto como de contemplar la situación
presentada desde un determinado punto de vista. De este modo, en toda comunicación, junto
con unos hechos definidos siempre estamos transmitiendo nuestra propia visión de ellos, y las
categorías colaboran para que podamos hacerlo, ya que brindan alternativas entre las que
podemos elegir para hacer nuestra presentación lingüística de los sucesos ocurridos o
imaginados sobre los que queremos hablar.
Referencias bibliográficas