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El capitalismo

América frente a las transformaciones en Europa


Durante el siglo XVI, la irrupción de los conquistadores y colonizadores europeos alteró de manera decisiva la historia
de las sociedades americanas. La colonización modificó, entre otras cosas, la forma de ocupar el espacio geográfico
americano, que fue reorganizado de acuerdo con las necesidades económicas y políticas de las potencias europeas. La
transformación de la realidad americana fue resultado de dos procesos relacionados entre sí. Por una parte, antes de
que los europeos supieran acerca de la existencia de América, en Europa se expandía el capitalismo comercial. El
capitalismo es un sistema económico que se caracteriza por la competencia entre empresas o individuos que poseen
dinero y propiedades, y compran y venden sus productos en el mercado. En el siglo XVI, el interés de los empresarios
capitalistas se concentró en el comercio. Eso hizo que, gradualmente, las regiones del mundo se conectaran unas con
otras, los mercados se ampliaran y las economías de los países se integraran a un sistema internacional de
intercambios. Por otra parte, cuando los europeos llegaron a América y empezaron a extraer sus riquezas, necesitaron
organizar las colonias, es decir, crear un orden colonial. Con esa finalidad, delimitaron el territorio, introdujeron
instituciones para el gobierno y la administración, y definieron cómo explotar los recursos. De este modo, la economía
de América pronto fue incorporada a un sistema económico mundial que provocó nuevas transformaciones en la
realidad americana. Tanto las actividades económicas como las pautas sociales, jurídicas y políticas coloniales
debieron readecuarse a las necesidades del sistema capitalista mundial.

El origen del sistema mundo capitalista


A partir del siglo XV y, en especial, durante el siglo XVI, el capitalismo comercial comenzó a expandirse, sobre todo, en
las ciudades-Estado italianas, como Génova o Venecia. Sin embargo, luego de 1600, las redes de comercio
internacional fueron controladas por las grandes compañías mercantiles holandesas. La actividad comercial y
económica europea trascendió los límites nacionales y continentales, y se formó el llamado sistema mundo capitalista.
Esta expresión fue propuesta en 1974 por el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein para
definir la fase más avanzada del capitalismo mercantil. Se refiere a un conjunto de relaciones económicas –de
producción y comercio– que integró todos los espacios geográficos, superando las fronteras políticas.
El nacimiento del sistema mundo
“A fines del siglo XV y principios del XVI, nació lo que podríamos llamar una economía-mundo europea.
Era un tipo de sistema social que el mundo en realidad no había conocido anteriormente, y que constituye el
carácter distintivo del moderno sistema mundial. Es una entidad económica pero no política, al contrario de
los imperios, las ciudades Estado y las naciones-Estado. [...] Es un sistema 'mundial', no porque incluya a la
totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier unidad política jurídicamente definida. Y es una
'economía mundo' debido a que el vínculo básico entre las partes del sistema es económico, aunque esté
reforzado en cierta medida por vínculos culturales y eventualmente por arreglos políticos.”

Características del sistema mundo


En el sistema mundo capitalista, las naciones y las regiones se organizaron de acuerdo con una jerarquía en la que
algunos países ocuparon una posición central y dominante, y los otros, un rol subordinado y dependiente. De este
modo, se dio una relación en la que unos países se denominaron centrales, y los otros, periféricos.
El centro estaba conformado por los países que tenían poder de decisión económica y política, que incorporaban
innovaciones tecnológicas y concentraban la riqueza. Entre los siglos XV y XVII, estos países fueron las potencias
europeas. Durante el siglo XIX, se sumó Estados Unidos y, en la segunda mitad del siglo XX, Japón.
La periferia estaba integrada por las regiones que producían alimentos y materias primas –metales preciosos o
combustibles, por ejemplo–, y proveían mano de obra de bajo costo. El objetivo fundamental del sistema mundo
capitalista fue acumular capital en forma de dinero, tierras o bienes muebles e inmuebles, como instalaciones
industriales, bancos y ferrocarriles. De esta manera, la relación que se estableció entre las partes constitutivas del
sistema mundo –por ejemplo, entre países centrales y países periféricos– fue principalmente económica. Sin embargo,
estuvo reforzada por intercambios culturales, acuerdos políticos e imposiciones jurídicas.

Los ciclos económicos


Históricamente, en el proceso de acumulación de capital, existieron ciclos económicos, es decir, períodos en los que la
actividad económica mundial se organizó en torno de la explotación de una determinada materia prima o un grupo de
materias primas: el azúcar, el oro, los cereales y los cueros, entre otras. Cada ciclo tuvo dos etapas: al comienzo, un
período de expansión económica, y, luego, uno de contracción, en el que la actividad declinó hasta que fue
reemplazada por otra. Un ciclo económico podía originarse a partir del cambio de las pautas de consumo de la
población, como sucedió, por ejemplo, cuando se popularizó el consumo de tabaco en Europa, después del siglo XVII.
A su vez, el comienzo de cada ciclo económico estuvo asociado a un proceso de innovación tecnológica que permitió
aprovechar las materias primas de otro modo. La sucesión de los ciclos económicos dependió, además, de la
competencia existente entre los países centrales por conseguir la supremacía económica en el ámbito mundial.

La división internacional del trabajo


Desde tiempos remotos, las sociedades humanas adoptaron diversos tipos de organización con el fin de realizar las
actividades económicas. Para ello, asignaron roles a los individuos y los grupos sociales, de modo que pudieran
aprovechar mejor el trabajo y aumentar la producción de bienes y servicios.
La primera división del trabajo que conocemos fue la separación de roles entre los varones –que salían a cazar y,
luego, a trabajar– y las mujeres –que se ocupaban de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Esta organización
se llamó división sexual del trabajo. Luego, se distinguieron los grupos de acuerdo con la tarea que cada uno
realizaba: por ejemplo, la agricultura, el gobierno, la guerra o el comercio. Esta distinción se llamó división social del
trabajo. En el siglo XVI, Cuando se formaron los imperios coloniales y se desarrolló el sistema mundo capitalista, se
estableció una división internacional del trabajo. Este concepto se usa para describir la situación en la que algunos
países y regiones producen materias primas, y otros se dedican a elaborar manufacturas o bienes industriales. Se trata
de una forma de la división espacial del trabajo, ya que las manufacturas eran elaboradas en los países centrales o
dominantes –las metrópolis–, y las materias primas, en las regiones periféricas, subordinadas a las metrópolis –las
colonias. Las potencias europeas, que eran los centros de decisión económica y política, se insertaron, de este modo,
en el sistema mundo capitalista como productoras de manufacturas. A su vez, controlaban el proceso económico
mundial, poder que les permitió obligar a ciertas regiones coloniales a especializarse en la producción de una materia
prima determinada. Por ejemplo, cuando a partir del siglo XVI se difundió el consumo de azúcar en Europa, extensas
regiones del Caribe y del nordeste del Brasil se orientaron al cultivo de la caña de azúcar y su procesamiento. Los
territorios coloniales de África, Asia y América fueron incorporados en la economía mundial como proveedores de
materias primas. Los bienes primarios que las colonias extraían y producían eran los que las metrópolis requerían en
función de su producción manufacturera –por ejemplo, cueros o algodón, para fabricar calzados o textiles o su
consumo en el caso del azúcar.

La desigualdad entre el centro y la periferia


Como los conceptos de centro y periferia, la idea de que los términos de intercambio favorecen a los países más
desarrollados fue elaborada en el siglo XX por un grupo de economistas latinoamericanos liderados por el argentino
Raúl Prebisch, cuya línea de pensamiento se conoció como desarrollismo. Según explicaban estos investigadores, la
división internacional del trabajo impedía el desarrollo de los países proveedores de materias primas, porque, en el
transcurso del tiempo, los productos primarios perdían valor relativo frente a los bienes industrializados. Es decir, se
daba una situación de deterioro de los términos de intercambio.

La desigualdad económica y tecnológica


La división internacional del trabajo favoreció el desarrollo económico de las metrópolis y perjudicó a las colonias.
Por un lado, los términos de intercambio* favorecieron a los países centrales. Esto ocurría porque las manufacturas
metropolitanas tenían más valor que las materias primas y los alimentos. Por lo tanto, al comprar productos
manufacturados y vender materias primas, las colonias transfirieron parte de la riqueza a las metrópolis.
Por otro lado, como los países centrales lideraron el proceso de innovación técnica –es decir, la incorporación de
nuevas tecnologías y métodos productivos– y controlaron el proceso económico mundial, las colonias quedaron en
situación de dependencia tecnológica. De este modo, se amplió la brecha entre el centro y la periferia.
En el proceso productivo, las ganancias podían estar limitadas por el valor de la fuerza de trabajo, es decir, el gasto
que implicaba pagar o mantener a los trabajadores. Por ese motivo, durante la época colonial, los europeos se
proveyeron de fuerza de trabajo gratuita o de muy bajo costo, explotando a los indígenas y a los esclavos africanos.

El puerto y el interior
La distinción entre centro y periferia del sistema mundo capitalista se reprodujo en la organización espacial de las
colonias. Así, las ciudades-puerto se desarrollaron mucho más que las ciudades mediterráneas y, con el transcurso del
tiempo, se destacaron como centros políticos, comerciales y administrativos. Además, las ciudades del interior de los
territorios coloniales que se relacionaron con los puertos crecieron más rápidamente que los centros urbanos que
quedaron al margen de las rutas comerciales. Esta brecha entre las ciudades portuarias y las del interior se incrementó
luego de la época colonial, debido a que, gradualmente, los puertos se beneficiaron de sus vínculos comerciales con
los países centrales. En muchos casos, además, los países europeos y Estados Unidos invirtieron en infraestructura –
construcción de ferrocarriles o telégrafos*– a partir de las ciudades puerto, para facilitar la exportación de materias
primas.
Actividad:
a) ¿Qué es el capitalismo?
b) ¿Qué es el sistema mundo capitalista?
c) América-Europa: ¿Cuál era centro y cuál periferia y por qué?
d) ¿La relación entre los países centro y los de la periferia, era solo económica? Justifica tu respuesta.
e) Nombra los elementos presentes en un ciclo.
f) A partir del siglo XVI, qué características tenía la división internacional del trabajo? Construye un cuadro
comparativo.
g) ¿Por qué salían beneficiadas las metrópolis y perjudicadas las colonias?
h) ¿Por qué eran importantes las ciudades puertos?

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