7.dimensión Histórica de La Doctrina Social
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A. Historia de la salvación
La doctrina social hunde sus raíces en la historia de la salvación y encuentra
su origen en la misma misión salvífica y liberadora de Jesucristo y de la Iglesia.
Ella se vincula con la experiencia de fe en la salvación y en la liberación total
del pueblo de Dios, descrita primeramente en el Génesis, en el Exodo, en los
Profetas y en los Salmos, y después, en la vida de Jesús y en las Cartas
Apostólicas.
B. Misión de Jesús
La misión de Jesús y el ejemplo de su vida han dejado claro que la verdadera
dignidad del hombre se encuentra en un espíritu liberado del mal y renovado
por la gracia redentora de Cristo. Pero el Evangelio muestra también con
abundancia de testigos que Jesús no fue indiferente ni extraño al problema de
la dignidad y de los derechos de la persona humana, ni a las necesidades de
los más débiles, de los más necesitados y de las víctimas de la injusticia. En
todo momento El ha revelado una solidaridad real con los más pobres y
desdichados; ha luchado contra la injusticia, la hipocresía, los abusos de
poder, el afán de lucro de los ricos, indiferentes a los sufrimientos de los
pobres, haciendo una enérgica llamada al rendimiento de cuantas final, cuando
volverá con gloria para juzgar a vivos y muertos.
C. Misión de la Iglesia
La Iglesia se alimenta del mismo misterio de Cristo, Evangelio encarnado, para
anunciar, como El, la Buena Nueva del Reino de Dios y llamar a los hombres a
la conversión y a la salvación. Esta misión evangelizadora de la Iglesia recibida
de Cristo constituye su característica más profunda. Pero precisamente de ella
derivan obligaciones, indicaciones y fuerzas que pueden contribuir a construir y
consolidar la comunidad de los hombres según la ley divina.
La afirmación de esta dimensión social del cristiano se hace cada día más
urgente por los cambios constantemente más amplios y profundos que se
producen en la sociedad. Ante los problemas sociales, siempre presente en las
diversas épocas de la historia, pero que en nuestro tiempo se hacen mucho
más complejos y se extienden a escala mundial, la Iglesia no puede abandonar
su reflexión ética y pastoral -en su propio campo- para iluminar y orientar con
su enseñanza social los esfuerzos y las esperanzas de los pueblos, haciendo
desde luego que los cambios, incluso radicales, exigidos por las situaciones de
miseria y de injusticia, se realicen de tal manera que favorezcan el verdadero
bien de los hombres.
A. Ambiente socio-cultural
En toda época la doctrina social, con sus principios de reflexión, sus criterios
de juicio y sus normas de acción no ha tenido, ni hubiera podido tener otra
finalidad que la de iluminar especialmente, partiendo de la fe y de la tradición
de la Iglesia, la situación real de la sociedad, sobre todo cuando en ella se
ofende la dignidad humana.
En esta perspectiva, dinámica e histórica, resulta que el verdadero carácter de
la doctrina social se determina por la correspondencia de sus indicaciones
relativas a los problemas de una situación histórica concreta con las exigencias
éticas del mensaje evangélico, que requiere una transformación profunda de la
persona y de los grupos para obtener una liberación auténtica y integral.