Tema 1
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Septiembre 2.024
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TEMA I
HISTORIA DE LA IGLESIA Y TEOLOGÍA.
HISTORIOGRAFÍA
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Cf. JEDÍN, H., Manual de Historia de la Iglesia. I. Herder. Barcelona. (1980) Pg. 32
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Podemos señalar algunos de los bienes importantes que proporciona la
historia de la Iglesia:
a) Ayuda a amar a la iglesia y conocer la fe que ella guarda y
transmite. La Historia de la Iglesia muestra cómo el Pueblo de Dios
han abundado siempre los ejemplos de santidad (que haya pecados
entre los hombres de la Iglesia no constituye novedad; lo asombroso,
dada la condición humana, es precisamente lo contrario, la
constatable abundancia de frutos de santidad en todo tiempo y
lugar). De manera vivida enseña también la historia eclesiástica cómo
la iglesia ha ido formulando el dogma católico en medio de grandes
dificultades (persecuciones, herejías, intromisiones del Estado,
corrupciones morales, pecados de los propios hombres de iglesia,
etc.), y cómo pese a su debilidad humana ha anunciado a toda suerte
de gentes la palabra de Cristo haciéndoles partícipes de los tesoros de
la Redención.
b) Ayuda a profundizar en la verdad de que la humanidad está del
todo necesitada de Cristo: en este mundo y, definitivamente, para la
vida eterna. Ayuda a comprender que los hombres, sólo por su
apertura al amor de Dios manifiesto en Cristo pueden verse libres de
la esclavitud del pecado y sus tremendas consecuencias en parte muy
verificables en la historia (resentimientos, odios, venganzas, pobrezas,
miserias, escándalos, corrupciones morales de todo tipo, seducción de
mitos antihumanos y anticristianos, violencias, trágica sucesión de
guerras, etc.).
c) Contribuye a percibir los acontecimientos de manera sobrenatural.
a no separar fe y vida, como ámbitos extraños, ni a reducir a la fe a
puro compromiso ético-cívico. Ayuda a entender que el hombre está
hecho para Dios, y que si pretende desviarse de su fin se
autodestruye. Facilita que los problemas humanos no son humanos
sin más, sino de relación para con el Creador y Redentor de la
humanidad.
d) Constituye una eficaz apología de la Iglesia. Esto es evidente en lo
que respecta a sus grandes tiempos, personas y empresas heroicas, y
a la abundante profusión de signos de santidad de toda época, y a su
reiterada renovación de fuerzas no explicables sin la gracia, es
también verdad respecto a las variadísimas y graves taras de su
historia. Quizás este sea uno de los signos más impresionantes de la
presencia de Dios en la iglesia a través del Espíritu. Esta cuestión,
obviamente tan delicada, no se trata de incurrir en la desacertada
apologética de negar graves lacras o restarle importancia, o de
esconder los errores himnos, sino de situarlos todos en su contexto y
mirarlos con sentido sobrenatural. Tampoco, por otro lado, se trata
del absurdo de conceder como verdaderos aquello que no está
fundado en los hechos sino en los prejuicios antieclesiásticos.
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e) Ayuda a captar el sentido de la historia. Se trata de percibir que la
historia no es una confusa amalgama de hechos sin nexo alguno o con
causas sólo próximas, ni mera repetición cíclica con pocas variantes
de un mismo proceso histórico, ni despliegue dialéctico de la Idea o
despliegue de una permanente lucha de clases como postula en
análisis marxista sino que su clave es Cristo, hacia quien converge la
humanidad entera pese a que lo desconozca o rechace, y que mientras
no lo alcance, como expresa S. Pablo “gime hasta el presente y sufre con
dolores de parto” (Rm 8,22).
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De este modo, la historia de la iglesia es el estudio del desarrollo de una
realidad revelada desde el momento en que esta comienza su andadura y entra
en contacto con las diversas sociedades.
Una vez mostrada la realidad dogmática de la iglesia, susceptible de ser
estudiada a través de métodos teológicos (eclesiología), queda el discurrir de
esa realidad a través del tiempo en contacto con el mundo. Este aspecto, que
constituye la realidad social y visible de la iglesia, es el estudiado por la
historia. Su inicio es la venida del Espíritu Santo en Pentecostés y su final la
parusía; entre uno y otro están todas las manifestaciones de la vida de la iglesia.
Ahora bien, el modelo de iglesia revelado va revistiendo diversas formas
culturales y sociales a lo largo del tiempo. La ciencia histórica se ocupa de
descubrir, analizar y tipificar esas formas. Las diversas formas son las propias
que genera la sociedad y la cultura y a ellas ha de adecuarse la iglesia, pues
desde que ésta comienza su recorrido histórico queda sometida a sus propias
leyes estructurales. Esas formas culturales y sociales están ahí, a ellas se debe
adaptar, y de alguna manera la condicionan.
La historia de la iglesia considerada como ciencia trata de entender cómo
un modelo de iglesia revelado puede pervivir a lo largo del tiempo en contacto
con la sociedad y la cultura. Como ciencia deberá aportar una explicación y
moldear el material histórico de modo que resulte aceptablemente
comprensible. Aquí cada historiador aportará su peculiar sabiduría histórica y
elaborará una teoría acorde con su visión de los hechos. En la exposición de los
mismos deberá, ante todo, descubrir el nexo causal del progreso interno y
externo de la iglesia, analizar la relación de la institución eclesial con el entorno
social al que se dirige y sirve, mostrar la razón interna que determina el
desarrollo de los acontecimientos o desentrañar el haz de relaciones en que
muchas veces están entrelazados los hechos para descubrir aquél que es
determinante en todos ellos.
De esta manera se amplía considerablemente el objeto de la historia de la
iglesia, ya que no se trata sólo de describir la historia interna de la institución
eclesial, sino también su interrelación con la cultura y la sociedad en cada
momento.
El campo de atención de la historia de la iglesia es muy amplio e invade
el de otras ciencias eclesiásticas, de modo que una primera impresión podría
sugerir la exposición enciclopédica de unos conocimientos acerca de la iglesia.
Por otra parte, existen las ciencias auxiliares de la historia de la iglesia que se
han desgajado de ella y logrado su autonomía científica.
El método de esta disciplina no difiere del empleado por la historia en
general basado en el análisis crítico, imparcial y científico de las fuentes. Tras
una crítica de las mismas, vendrá la valoración de los hechos tratando de
descubrir su causalidad histórica y remitiendo esta valoración al carácter
revelado y dogmático de la iglesia en donde aparece su modelo.
Al hacer la historia de la iglesia, el historiador procederá al análisis de las
fuentes dadas sin otra limitación que la que se pueda dar en otros campos de la
historia, procurando hacer hablar a las fuentes con objetividad para conocer la
verdad. En segundo momento, sacará los resultados de su investigación
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mostrando su causalidad histórica, en donde tampoco encuentra ninguna
limitación. Y finalmente remitirá esa valoración al carácter dogmático de la
iglesia con el fin de contrastar sus resultados con el modelo revelado por lo que
esta actitud se mostrará siempre crítica, dado que aquel modelo quedará
siempre por encima de la realidad actuando siempre como ideal.
La valoración histórica ha de hacerse también teniendo en cuenta la
tensión escatológica en que está inmersa la vida de la iglesia. El lugar de la
iglesia es la historia, pero el concepto cristiano de historia no se agota en la vida
de la iglesia, sino que tiene un pasado y un futuro que comienza en Dios y en
Dios termina. Esto pone de relieve la importancia que tiene para el cristianismo
su concepción escatológica. El Cristo resucitado ha anticipado el final de la
historia y ha abierto un futuro de vida y esperanza para el hombre. Por lo que
toda la historia de este mundo esté en tensión hacia ese futuro de esperanza.
También la vida de la iglesia ha de contemplarse desde esta perspectiva,
dado que la misión de la iglesia es justamente hacer avanzar al mundo en la
dirección del futuro de esperanza manifestado en Cristo resucitado.
La iglesia parte de un modelo revelado por su fundador y está
encaminada a un futuro en el que Cristo aparecerá en toda su plenitud de
triunfo. Un modelo dado y un ideal al que tender. Entre ambos está la vida de
la iglesia. Ello supone que ella misma está en permanente reforma.
La historia de la humanidad, de la que la historia de la Iglesia forma
parte, es un proceso indefinido e irreversible que obliga al hombre a estar
continuamente definiendo su relación con la realidad inmanente y trascendente
y, al mismo tiempo, abandonando esa definición para dar paso a la siguiente.
Por tanto, la historia no es simplemente algo que ha sucedido, sino algo que ha
comenzado y camina hacia su fin. Cualquier acontecimiento está siempre en
proceso de cumplimiento, porque siempre pude llegar a integrarse en un
contexto de mayor plenitud.
Los hombres de cada época, a pesar de su común identidad permanente,
son siempre distintos de los de otra época anterior o posterior; por lo cual los
hombres de una determinada época no pueden extraer de una época anterior
una fórmula mágica que les solucione los problemas de propia situación. La
historia es acontecimiento, es proceso de hechos que acaecen en un mundo
dominado por el hombre; pero la historia es también narración, explicación de
cómo ha llegado a ser posible este mundo en el que viven los hombres que han
llegado ya al tercer milenio después de Cristo.
La historia de la Iglesia tiene su punto de partida en la etapa actual de la
historia de la salvación que empezó con la encarnación del Hijo de Dios. La
historia es un elemento esencial de la iglesia; lo que es la iglesia lo dirá su
historia. La historia de la iglesia es también una ciencia empírica en el más
genuino sentido de la expresión, porque su objeto es también institución
temporal compuesta y dirigida por hombres concretos, cuyo acontecer puede
ser investigado a través de las fuentes literarias y monumentales, y descrito
mediante los auxilios que presta la metodología histórica.
Eusebio de Cesarea dejó muy claro, desde el principio de su Historia
eclesiástica, cuál era el cometido que se propuso al escribirla:
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Es mi propósito consignar las sucesiones de los santos apóstoles y los
tiempos transcurridos desde nuestro Salvador hasta nosotros; el
número y magnitud de los hechos registrados por la historia
eclesiástica, y el número de los que en ella sobresalieron en el gobierno
y la presidencia de las iglesias más ilustres…
3.- HISTORIOGRAFÍA
Cuando los apóstoles empezaron a predicar el mensaje de salvación
anunciado por Jesús de Nazaret, lo hicieron en forma histórica porque narraban
a sus oyentes las maravillas que Dios había realizado en él y por él para la
humanidad. Por este motivo podemos decir que la historiografía de la Historia
de la Iglesia comienza con la predicación de los primeros apóstoles.
En el periodo post-apostólico hay autores que se ocupan, de alguna
manera, de la historia de la iglesia:
- Hegesipo († 180)
- Hipólito Romano († 235)
- Julio el Africano († 240)
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En el siglo V aparecieron simultáneamente en la iglesia oriental tres
continuadores de la obra de Eusebio:
- Sócrates († 439). Que la prolonga desde el año 307 hasta el 439.
- Sozomeno († 450). Desde el 324 hasta el 424.
- Teodoreto de Ciro († 458). Desde el año 320 hasta el 428.
- Rufino de Aquileya († 410). Tradujo al latín de forma bastante
libre la obra de Eusebio.
- Epifanio († 570). Tradujo y refundió los tres continuadores de
Eusebio, y los prolongó hasta el año 518 en la Historia Tripartita.
- San Jerónimo († 420). Refundió la Crónica de Eusebio
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- J. El († 1782) y J.S. El (†1768). Publicaciones de fuentes litúrgicas
orientales en particular Codex litúrgicos Ecclesiae universalis, en 13 vols.
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- 7) Geografía y Atlas. Como complemento sirven también las obras
que nos hablan sobre la geografía de la antigüedad y Edad Media,
para lo cual ayudan de un modo especial los atlas. Estudian las
coordenadas del espacio dentro de las cuales se desarrollan todos los
acontecimientos. 16/9/2024
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5.- EL COMENTARIO DE TEXTO HISTÓRICO
5.1.- INTRODUCCIÓN
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Arqueológicos y plásticos: cerámicas, monedas, esculturas,
monumentos, películas, vehículos, etc.
- Textos históricos: son los documentos que aparecen escritos. El
texto escrito, por su amplia naturaleza, es la fuente básica para el
conocimiento de la Historia, siendo el documento más utilizado por los
historiadores.
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5.2.1.- Examen del texto
Lo primero es la lectura atenta del texto o documento propuesto para
averiguar la naturaleza del mismo. Una vez identificado el carácter del texto
debemos pasar a la fijación de los puntos esenciales.
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5.3.- ESQUEMA GENERAL DEL COMENTARIO DE TEXTO
a) Información
b) Interpretación
c) Conclusión
3.1.- Información
Tras una lectura atenta del texto tenemos que examinar la naturaleza del
texto:
- Texto documento. Comprende un amplio abanico de textos
integrados por inscripciones, informes, memorias, cartas, crónicas,
tratados, diarios, recuerdos, relatos de viajes, etc.
- Texto de autor fuente. Grandes historiadores clásicos.
- Texto lectura. Obras de autores contemporáneos a los hechos.
- Texto narrativo. Comprende escritos en los que se recogen fastos,
anales, epopeyas, gestas, biografías, genealogías, etc.
- Texto jurídico. Textos que recogen las constituciones, decretos, leyes,
pactos o tratados.
- Textos estadísticos. Dentro de este carácter se incluyen textos de
índole comercial, demográfico, de mercados, índices de opinión,
censos, etc.
- Textos de economía. Créditos compraventa, préstamos, testamentos,
avales, etc.
- Textos de hemeroteca. Noticias, artículos, sueltos periodísticos de
agencia o reportero.
- Textos varios. Los de carácter literario, geográfico, filosófico,
teológico o religioso.
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Por esto debemos fijarnos si el texto se encuentra dentro de la historia
externa o interna de un país o países. Establecida la extensión, se debe indicar el
contorno o marco histórico del texto.
Es importante también conocer, si se puede, la autoría del texto. Nos
podemos encontrar con varios casos:
5.3.2.- Interpretación
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5.3.3.- Conclusión
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