Apuntes de Filosofia Medieval 23-24
Apuntes de Filosofia Medieval 23-24
Apuntes de Filosofia Medieval 23-24
A diferencia de lo que había ocurrido con la filosofía griega, que había centrado su reflexión en
torno a la determinación del objeto, la filosofía medieval centrará su interés en Dios.
Frente a la inicial hostilidad hacia la filosofía manifestada por algunos de los primeros padres
apologistas cristianos, sus continuadores encontrarán en la filosofía, especialmente a partir del
desarrollo del neoplatonismo de Plotino, un instrumento útil, no sólo para combatir otras religiones o
sistemas filosóficos, sino también para comprender, o intentar comprender, los misterios revelados.
Surge de ahí una asociación entre filosofía y cristianismo o, más en general, entre filosofía y religión,
que pondrá las bases de la futura filosofía medieval, entre los cristianos, los musulmanes y los judíos.
El tema fundamental de reflexión pasará a ser la divinidad, quedando subordinada la
comprensión e interpretación del mundo, del hombre, de la sociedad, etc. al conocimiento que se
APUNTES DE FILOSOFÍA MEDIEVAL Colegio Santa María del Pilar Madrid 23-24 2
pueda obtener de lo divino. La fe, que suministra las creencias a las que no se puede renunciar, tratará
de entrar en diálogo con la razón. La inicial sumisión de la razón exigida por la fe, dejará paso a una
mayor autonomía propugnada por Santo Tomás de Aquino entre otros, que conducirá, tras la crisis de
la Escolástica, a la reclamación de la independencia de la razón con la que se iniciará la filosofía
moderna.
El cristianismo y la filosofía
La relación de los primeros pensadores cristianos con la filosofía fue compleja. Mientras unos
mostraron su hostilidad hacia la filosofía, considerándola enemiga de la fe, otros vieron en la filosofía
un arma para defender con la razón sus creencias religiosas.
Las diferencias que podemos destacar entre el pensamiento griego y el cristianismo señalamos:
El planteamiento del tema de Dios; el mundo griego se limitaba a su interpretación como
inteligencia ordenadora, como causa final, o como razón cósmica, tal como aparece en Anaxágoras,
Aristóteles y los estoicos, respectivamente. Los cristianos, sin embargo, por Dios entenderán un ser
providente, preocupado por los asuntos humanos; un ser encarnado, que adopta la apariencia humana
con todas sus consecuencias; un ser creador, omnipotente, único, pero también paternal.
No menor dificultad representa la adecuación de la noción de verdad; el origen divino de la
verdad hace, para los cristianos, de su verdad, la verdad, a secas. Esta postura difícilmente se puede
reconciliar con la tendencia griega a la racionalidad y su aceptación de los límites del conocimiento.
También en el caso del hombre se parte de concepciones distintas; para los cristianos el hombre ha
sido hecho a imagen de Dios y, dotado de un alma inmortal, su cuerpo resucitará al final de los
tiempos (lo que supone una concepción lineal de la historia, opuesta a la concepción cíclica de los
griegos), uniéndose a aquélla, siendo juzgado y mereciendo una recompensa o un castigo por su
conducta (lo que supone las nociones de culpa o pecado y arrepentimiento o redención).
A pesar de
estas dificultades,
los pensadores
cristianos
encuentran con el
platonismo (y con el
neoplatonismo y
algunas teorías
estoicas) algunas
coincidencias que
les animan a
inspirarse en dicha
corriente filosófica
para justificar y
comprender su fe.
Entre ellas, merecen
destacarse el
dualismo platónico,
con la distinción de
un mundo sensible y
un mundo inteligible, y la explicación de la semejanza entre ambos a partir de las teorías de la
imitación o la participación; la existencia del demiurgo, entidad "configuradora" del mundo sensible,
lo que para los cristianos, lo acercaba a la idea de "creación"; y la idea de Bien, como fuente de toda
realidad, identificada con la idea de Uno, lo que se interpretaba como una afirmación simbólica del
monoteísmo y de la trascendencia de Dios. También respecto al hombre, la afirmación de su
composición dualista, alma y cuerpo, y la afirmación de la inmortalidad del alma se consideraron
apoyos sólidos para la defensa de las creencias cristianas.
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SAN AGUSTÍN DE HIPONA (354 - 430)
Biografía y obras
San Agustín ha dejado una obra inmensa de la que destacaremos a continuación algunos de sus
títulos más significativos:
Del libre albedrío (sobre el tema de la libertad y la gracia)
Confesiones (obra de carácter autobiográfico)
La ciudad de Dios (sobre su concepción política y de la historia)
Cuando San Agustín comienza la elaboración de su síntesis filosófica parte ya de una previa
adaptación de la filosofía al cristianismo realizada por los pensadores cristianos de siglo III,
fundamentalmente. En su obra analizará los distintos sistemas filosóficos griegos mostrando una
especial admiración por Platón, recibiendo una fuerte influencia del neoplatonismo así como del
estoicismo, del que aceptó numerosas tesis. Por el contrario el epicureísmo, el escepticismo y el
aristotelismo serán objeto de rechazo. La magnitud, la profundidad y, no obstante, la novedad de su
obra le convertirán en un pensador con una gran influencia continuada a través de los siglos en el
cristianismo.
El problema de Dios
El conocimiento
Aunque sin llegar a elaborar una teoría del conocimiento San Agustín se ocupará de establecer
las condiciones en las que se puede dar el acceso a
la verdad, según el ideal cristiano de la búsqueda
de Cristo y la sabiduría.
Distinguirá varios tipos de conocimiento: el
conocimiento sensible y el conocimiento
racional; el conocimiento racional, a su vez,
podrá ser inferior y superior. El conocimiento
sensible es el grado más bajo de conocimiento y,
aunque realizado por el alma, los sentidos son sus instrumentos; este tipo de conocimiento sólo genera
en mí opinión, doxa, tipo de conocimiento sometido a modificación, dado que versa sobre lo mudable
(puede observarse la clara dependencia platónica del pensamiento agustiniano); al depender del objeto
(mudable) y de los sentidos (los instrumentos) cualquier deficiencia en ellos se transmitirá al
conocimiento que tiene el alma de lo sensible.
El conocimiento racional, en su actividad inferior, se dirige al conocimiento de lo que hay de
universal y necesario en la realidad temporal, y es el tipo de conocimiento que podemos llamar
ciencia (como los conocimientos matemáticos). Ese tipo de conocimiento depende del alma, pero se
produce a raíz del "contacto" con la realidad sensible, siendo ésta la ocasión que permite que la razón
origine tales conocimientos universales.
El conocimiento racional, en su actividad superior, es llamado por San Agustín sabiduría; es
el auténtico conocimiento filosófico: el conocimiento de las verdades universales y necesarias, las
ideas, siguiendo a Platón. Hay, pues, una gradación del conocimiento, desde los niveles más bajos,
sensibles, hasta el nivel más elevado, lo inteligible, la idea: "Las ideas son formas arquetípicas o
esencias permanentes e inmutables de las cosas, que no han sido formadas sino que, existiendo
eternamente y de manera inmutable, se hallan contenidas en la inteligencia divina" (De ideis, 2).
Las ideas se encuentran, pues, en la mente de Dios. ¿Cómo se alcanza el conocimiento de las
ideas? Dado su alejamiento de lo sensible, realidad en la que se encuentra el hombre, las ideas sólo se
pueden conocer mediante una especial iluminación que Dios concede al alma, a la actividad superior
de la razón. El verdadero conocimiento depende, pues, de la iluminación divina, porque se refiere a las
verdades universales y necesarias, que son eternas e inmutables. Estas verdades, que están en nuestro
interior, las descubrimos en el proceso de iluminación de Dios en nuestro interior.
(Nota para el alumno: en la filosofía agustiniana el tema del pecado original hay que desarrollarlo
tanto en su antropología como en su ética)
Ética
Política y sociedad
TEXTO B
“Evodio: —Concedo que Dios ha dado al hombre la libertad. Pero dime: ¿no te parece que,
habiéndonos sido dada para poder obrar bien, no debería tener la posibilidad de pecar? Así sucede con
la justicia, que le ha sido dada al hombre para obrar el bien, ¿acaso puede alguien vivir mal en virtud
de la misma justicia? Pues igualmente, nadie podría servirse de la voluntad para pecar si ésta le hubiera
sido dada para obrar bien.
Ag: —El Señor me concederá, como lo espero, poderte contestar, o mejor dicho, que tú mismo te
contestes, iluminado interiormente por aquella verdad que es la maestra soberana y universal de todos.
Pero quiero que me digas brevemente si, teniendo como tienes por bien conocido y cierto lo que antes
te pregunté, o sea, que Dios nos ha dado la libertad, procede decir ahora que no ha debido darnos Dios
lo que confesamos que nos ha dado”.
(San Agustín, Del libre albedrío)
En este texto, Agustín de Hipona reflexiona sobre el ser humano.
Cuestiones:
1. Exponga las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas. (2,5
puntos)
“Así, pues, cuando Dios castiga al pecador, ¿qué te parece que le dice, sino estas palabras: te castigo
porque no has usado de tu libre voluntad para aquello para lo cual te la di, esto es, para obrar según la
razón? Por otra parte, si el hombre careciese del libre albedrío de la voluntad, ¿cómo podría darse
aquel bien que sublima a la propia justicia, y que consiste en condenar los pecados y premiar las
buenas acciones? Porque no sería ni pecado ni obra buena lo que se hiciera sin voluntad libre. Y, por lo
mismo, si el hombre no estuviera dotado de voluntad libre, sería injusto el castigo e injusto también el
premio. Mas por necesidad ha debido haber justicia, así en castigar como en premiar, porque éste es
uno de los bienes que proceden de Dios. Necesariamente debió, pues, dotar Dios al hombre de libre
albedrío”.
1. Exponga las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas.
El presente fragmento pertenece a la obra de San Agustín Del libre Albedrío, obra situada en
torno al siglo IV d. C y escrita en forma de diálogo (influencia de Platón y Cicerón). En la obra,
Agustín debate con su amigo Evodio sobre diversos temas especialmente relevantes de la Filosofía
Medieval: Dios, Fe-Razón, Mal, Pecado…En este fragmento concreto se trata sobre el problema de la
Libertad y el Mal. San Agustín es considerado uno de los principales representantes de la Patrística,
corriente cristiana formada por los padres de la iglesia que frente a la posterior corriente escolástica, se
basa en la interpretación platónica del cristianismo y la colaboración entre Fe y Razón.
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En el texto San Agustín reflexiona sobre la voluntad libre, concluyendo que es lo que da
sentido al orden moral. Es decir, no tendría sentido que las buenas obras fuesen “premiadas” y las
malas “castigadas” si el hombre no pudiera elegir entre unas y otras. “Si el hombre no estuviera dotado
de voluntad libre, sería injusto el castigo e injusto también el premio”. Pero puesto que Dios castiga a
aquel que elige el mal y premia a aquel que elige el bien, entonces tenemos que admitir que la libertad
existe. Dios hizo al hombre libre para que fuese responsable y merecedor de recompensa o castigo por
unos actos que solo tienen pleno sentido si surgen de la decisión libre por parte del sujeto.
El libre albedrío es un bien, algo “necesario” que permite al ser humano hacerse digno a los
ojos de Dios si elige obrar racionalmente o bien hacerse indigno si actúa de forma irracional
«Y no porque el libre albedrío sea el origen del pecado por eso se ha de creer que nos lo ha
dado Dios para pecar...hay una razón suficiente de habérnoslo dado y es que sin él no podría el
hombre vivir rectamente. Y habiéndosenos dado (el libre albedrío) para este fin, de aquí puede
entenderse por qué es justamente castigado por Dios el que usa de él para pecar, lo que no sería justo
si nos hubiera sido dado no sólo para vivir rectamente, sino también para poder pecar. ¿Cómo
podría, en efecto ser castigado el que usara de su libre voluntad para aquello que le fue dada? Así,
pues, cuando Dios castiga al pecador, ¿qué te parece que le dice sino estas palabras: te castigo
porque no has usado de tu libre voluntad para aquello para lo cual te la di, esto es, para obrar según
razón?»
(SAN AGUSTÍN, Del libre albedrío)
En este texto su autor reflexiona sobre el problema de la moral.
Cuestiones
1. Exponer las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas.
2. Metafísica
La "Suma Teológica" se considera la obra cumbre de santo Tomás, quien comienza en ella su
discurso planteando el problema teológico de la existencia de Dios, pasando a continuación al
tratamiento de otras cuestiones de carácter teológico y, posteriormente, al estudio del ser creado. La
mayor parte de la metafísica tomista procede de Aristóteles, aunque también hay elementos
procedentes del platonismo agustiniano y de la filosofía árabe, como veremos a continuación.
Al igual que para Aristóteles, para Sto. Tomás la metafísica es la ciencia del "ente en cuanto
ente" y, como tal, la ciencia de las primeras causas y principios del ser. Al igual que Aristóteles
aceptará, pues, la teoría de las cuatro causas, la teoría de la sustancia y la teoría del acto y la potencia.
Pero la necesidad de conciliar el aristotelismo con el cristianismo le llevará a introducir una nueva
estructura metafísica, utilizada ya por Avicena: la de la distinción entre esencia y existencia. Además,
recurrirá a las teorías platónicas de la participación, de la causalidad ejemplar y de los grados del ser.
De Aristóteles acepta la teoría de las cuatro causas: la causa material, aquello de que ésta ha
hecha una cosa; la causa formal, lo que es una cosa; la causa eficiente, el agente que la produce; y la
causa final, el para qué de una cosa. Igualmente la sustancia es identificada con la entidad concreta y
particular,
constituida por
un compuesto
indisoluble de
materia y forma.
En cuanto tal, es
el modo
privilegiado de
ser, el sujeto en
el que existen los
accidentes, las
formas de ser
que no son sujeto
sino que se dan
en un sujeto.
Acepta, por lo
tanto, la misma
ordenación de
las categorías accidentales que Aristóteles: cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, posición,
estado, acción y pasión. ¿Es posible la existencia de sustancias que no estén compuestas de materia y
forma? Ha de serlo, si se pretende conciliar la filosofía aristotélica con la revelación, que se refiere, al
menos, a dos de ellas: los ángeles y Dios, quien es acto puro, es decir acto sin potencia porque es ya
todo lo que puede llegar a ser.
APUNTES DE FILOSOFÍA MEDIEVAL Colegio Santa María del Pilar Madrid 23-24 12
También con Aristóteles compartirá la distinción entre ser en acto y ser en potencia. Por ser en
acto se refiere, con Aristóteles, a la sustancia tal como en un momento determinado se nos presenta y
la conocemos; por ser en potencia entiende el conjunto de capacidades o posibilidades de la sustancia
para llegar a ser algo distinto de lo que actualmente es. Junto con las dos teorías anteriormente citadas
dispone santo Tomás de todas las estructuras metafísicas necesarias para dar cuenta de la realidad
física, del mundo, pero no de Dios, por lo que se verá forzado a recurrir a una nueva estructura
metafísica de procedencia no aristotélica: la de esencia y existencia.
La metafísica aristotélica conduce a una interpretación del mundo difícilmente conciliable con
el cristianismo: el mundo es eterno y está compuesto de una multiplicidad de sustancias que, en cuanto
tales, tienen la misma entidad. ¿Cómo conciliar la eternidad del mundo con la creación? La distinción
que ya había establecido Avicena entre la esencia y la existencia será la respuesta que buscará santo
Tomás: además de las estructuras anteriormente citadas, y basada especialmente en la teoría del acto y
la potencia, habrá que distinguir en cada sustancia la esencia de la existencia. La esencia está
respecto a la existencia como la potencia respecto del acto. Lo que una cosa es, su esencia, puede ser
comprendido independientemente de que esa cosa exista o no; e independientemente de su existencia o
no, la esencia se mantiene inalterable siendo lo que es.
Por ejemplo, comprendemos lo que es un hombre independientemente de que existan o no
hombres, y lo mismo con cualquier otra sustancia. La esencia sería, pues, una cierta forma de ser en
potencia: para existir tendría que ser actualizada por otra entidad que le diese la existencia, ya que
nada puede ser causa de su propia existencia. Por lo tanto, todas las cosas que existen son un
compuesto de esencia y existencia. En ese sentido son contingentes, es decir no tienen en sí mismas la
necesidad de existir, pueden existir o no existir. ¿De dónde les viene, pues, la existencia? Ha de
proceder de otra sustancia que exista eminentemente, es decir, de una sustancia cuya esencia consista
en existir y sea, por lo tanto, un ser necesario: Dios. Se establece así una distinción o jerarquía entre
los seres: los contingentes, los que reciben su existencia; y el ser necesario, aquel en que la esencia y
la existencia se identifican. Se establece pues una separación radical entre Dios y el mundo, haciendo
del mundo una realidad contingente, es decir, no necesaria, y que debe su existencia a Dios, único ser
necesario. Santo Tomás recurre a las teorías platónicas de la participación y la causalidad ejemplar:
los seres contingentes reciben la existencia de Dios, por lo que su existencia participa de alguna
manera de la existencia de Dios, el único ser necesario.
Todo nuestro conocimiento comienza con los sentidos (“Nada hay en el entendimiento que no
haya estado antes en los sentidos”); siguiendo la posición aristotélica al respecto, santo Tomás,
habiendo rechazado las Ideas o formas separadas, estará de acuerdo con los planteamientos
fundamentales del estagirita. El alma, al nacer el hombre, es una "tabula rasa" en la que no hay
contenidos impresos. Los objetos del conocimiento suscitan la actividad de los órganos de los
sentidos, sobre los que actúan, produciendo la sensación, que es un acto del compuesto humano, del
alma y del cuerpo, y no sólo del alma como pensaba Platón. Para que haya conocimiento es necesario,
pues, la acción conjunta de ambos, por lo que la posibilidad de una intuición intelectual pura, que
ponga directamente en relación el intelecto y el objeto conocido, queda descartada.
Santo Tomás seguirá la explicación del conocimiento ofrecida por Aristóteles. El objeto propio
del conocimiento intelectivo es la forma, lo universal; pero esa forma sólo puede ser captada en la
sustancia. Por lo tanto, es necesario que la sustancia, la entidad concreta e individual, sea captada
mediante los sentidos, para poder ofrecer al entendimiento su objeto propio de conocimiento. Esta
actividad primaria es realizada por los sentidos, quienes, en colaboración con la imaginación y la
memoria, producen una imagen sensible ("phantasma") de la sustancia, que sigue siendo una imagen
concreta y particular; sobre esa imagen actuará el entendimiento agente, dirigiéndose a ella para
abstraer la forma o lo universal. El proceso de abstracción consiste, pues, en separar intelectualmente
lo universal, que sólo puede ser conocido de esta manera. La consecuencia es la necesidad de tomar
como punto de partida la experiencia sensible en todo conocimiento, también en el conocimiento de las
cosas divinas.
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Al igual que para Aristóteles, pues, el objeto del verdadero conocimiento es la forma, lo
universal, y no lo particular. Por lo demás, aunque el punto de partida del conocimiento sea lo sensible,
lo corpóreo, su objeto propio es la forma, lo inmaterial. ¿Qué ocurre entonces con aquellas sustancias
no materiales? Para santo Tomás está claro: no es posible tener en esta vida un conocimiento directo
de ellas (los ángeles y Dios); el conocimiento de estas sustancias sólo se puede obtener por analogía,
en la medida en que podamos tener un conocimiento de los principios y de las causas del ser.
Por lo que respecta la existencia de Dios santo Tomás afirma taxativamente que no es una
verdad evidente para la naturaleza humana, (para la razón,) por lo que, quienes la afirmen, deberán
probarla de un modo evidente para la razón, de un modo racional, en el que no intervengan elementos
de la Revelación o de la fe.
Pero ¿qué tipo de demostración hemos de elegir? No podemos partir de la idea de Dios, ya que
eso es precisamente lo que se trata de demostrar. Tampoco podemos recurrir a la demostración "a
priori ", puesto que esta demostración parte del conocimiento de la causa, y de él llega al conocimiento
del efecto: pero Dios no tiene causa. Sólo nos queda, pues, partir del conocimiento que proporciona la
experiencia humana, de los seres que conocemos, tomados como efectos, y remontarnos, a través de
ellos, a su causa, es decir, argumentando "a posteriori".
Siendo tal la posición de Sto. Tomás comprendemos por qué criticará duramente el argumento
ontológico y rechazará su validez. El argumento de san Anselmo toma como punto de partida la idea
de Dios como ser perfecto, pero tal idea, dice Santo Tomás, procede de la fe, y no tiene por qué ser
aceptada por un no creyente. Además, el argumento de San Anselmo contiene un paso ilegítimo de lo
ideal a lo real: pensar algo como existente no quiere decir que exista en la realidad. La existencia
pensada no tiene más realidad que la de ser pensada, la de estar como tal en nuestro entendimiento,
pero no fuera de él. Para santo Tomás la única existencia indudable para nosotros es la existencia
sensible. Por ello desarrollará sus cinco pruebas de la existencia de Dios a partir siempre de la
experiencia sensible.
5. Antropología
También la concepción del ser humano en Sto. Tomás está basada en la concepción aristotélica.
Pero, al igual que ocurre con los otros aspectos de su pensamiento, ha de ser conciliada con las
creencias básicas del cristianismo: la inmortalidad del alma y la creación. El ser humano es un
compuesto sustancial de alma y cuerpo, representando el alma la forma y el cuerpo la materia de
dicha sustancia. Santo Tomás afirma la unidad hilemórfica del ser humano, que constituye una unidad
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en la que existe una única forma sustancial, el alma racional, que da forma inmediata y directamente a
la materia prima constituyendo el compuesto "hombre".
Del mismo modo que Aristóteles había concebido la existencia de una sola alma en el ser
humano, que engloba las funciones vegetativa y sensitiva, santo Tomás afirma que esa única alma es la
que regula todas las funciones del "hombre" y determina su corporeidad.
El alma se sigue concibiendo, pues, como principio vital y como principio de conocimiento,
pero se rechaza la interpretación platónica de la relación entre el alma y el cuerpo, en el sentido de
que Platón había atribuido al alma, y no al ser humano, esas funciones vitales y cognoscitivas,
mientras que la interpretación hilemórfica de santo Tomás le llevará a atribuir esas funciones al
"hombre": es el ser humano, el individuo, el que vive y conoce, el que razona y entiende, el que
imagina y siente. Todo ello es imposible sin
tener un cuerpo, por lo que éste ha de
pertenecer al "hombre" con el mismo derecho
que le pertenece el alma.
La relación del alma y el cuerpo es una
relación natural y no una situación forzada y
antinatural según la cual estaría el alma en el
cuerpo como el prisionero en la celda. No se
puede interpretar la interdependencia entre el
alma y el cuerpo como un castigo para el
alma, en contra de lo que los neoplatónicos
afirmaban, y que dio pie al desarrollo de
algunas herejías basadas o inspiradas en el
gnosticismo, como la de los cátaros. Sto.
Tomás defenderá la inmortalidad del alma
apoyándose en su inmaterialidad, (el alma es
inmaterial, luego no es corruptible, luego es
inmortal) y en el ansia de inmortalidad del
"hombre": un deseo de inmortalidad
implantado por Dios que no puede ser vano.
No obstante, dada la necesidad de
explicar la inmortalidad del alma, santo Tomás afirmará que en ella existe ciertas facultades que le
pertenecen como tal, y que no dependen para nada de su relación con el cuerpo. Tenemos una
clasificación similar a la aristotélica. No se trata de tres tipos de alma, sino de tres facultades o
potencias de la misma alma racional. En sus funciones vegetativas el alma se ocupa de todo lo
relacionado con la nutrición y el crecimiento. En sus funciones sensitivas el alma regula todo lo
relacionado con el funcionamiento de los sentidos externos, así como la imaginación y la memoria. En
sus funciones racionales santo Tomás distingue como facultades propias del alma el entendimiento
(agente y paciente) y la voluntad, con la que trata de explicar el deseo intelectual, quedando el
sensitivo explicado por las funciones sensitivas del alma.
Quizá la novedad más significativa con respecto a Aristóteles sea el tratamiento que hace santo
Tomás de la voluntad. Por su misma naturaleza la voluntad está orientada al bien en general, es decir,
la felicidad, la beatitud. ¿Quiere eso decir que el "hombre" está inevitablemente determinado en su
comportamiento? No, dice Sto. Tomás, ya que el "hombre" dispone del libre albedrío para elegir su
conducta. El libre albedrío no es algo distinto de la voluntad, sino la voluntad misma en el ejercicio de
la elección de los medios para conseguir su fin, la capacidad por la que un "hombre" es capaz de juzgar
libremente, en cuanto a la elección de los medios que le permiten alcanzar el fin de su conducta.
6. Ética
7. Política
TEXTO B
«La cuarta vía se toma de los grados que se encuentran en las cosas. Pues se encuentra en las cosas algo más y
menos bueno, y verdadero, y noble, y así otras cosas semejantes. Pero este más y este menos se dice de las cosas
en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al
máximo calor. Hay algo, por tanto, que es verísimo y óptimo y nobilísimo; y, en consecuencia, es el máximo
ser; pues las cosas que son máximamente verdaderas, son máximamente seres [...]. Pero lo que es máximamente
tal en algún género es la causa de todas las cosas que son de ese género, como el fuego, que es el máximo calor,
es causa de todos los calores [...]. Del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su ser, de su
bondad, de cualquier otra perfección, y a esto lo llamamos Dios»
(TOMÁS DE AQUINO, Suma teológica).
Cuestiones:
B.1. (2,5 puntos). Exponga las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas.
SOLUCIONES
(Documento de trabajo orientativo)
TEXTO B
«La cuarta vía [...] lo llamamos Dios»
El texto recoge una de las vías tomistas, en concreto la cuarta, para demostrar la existencia de Dios. Esta vía
tiene una estructura similar a las otras. Su punto de partida es la afirmación de que las cosas que se perciben
sensorialmente tienen perfecciones de diversos grados, esto es, unas poseen mayor perfección que otras. Ahora
bien, decir, por ejemplo, que A es más bello que B equivale a afirmar que A está más cerca de la belleza
absoluta o máxima que B. El ejemplo de Tomás es un poco distinto. Si A está más caliente que B es porque A
está más cerca del calor absoluto que B. Pero esto no tiene sentido, ya que no cabe hablar de un calor máximo
como tampoco del mayor número natural.
Ahora bien, a pesar del ejemplo utilizado, el calor, la cuarta vía se refiere no a cualquier perfección, como el
tamaño, donde es absurdo hablar de un tamaño máximo, sino solo a ciertas perfecciones, que la tradición
llamará puras, como la bondad, la verdad, la nobleza. Perfecciones que no tienen en sí mismas ninguna
limitación. Son también denominados conceptos transcendentales, y son aplicables a todo lo que es. Las
perfecciones designadas mediante los conceptos transcendentales pueden graduarse. Dicho de otro modo,
conocemos seres en que estas perfecciones están restringidas –algo es bueno, pero no completamente bueno–.
¿Cómo pasar del reconocimiento de la existencia de seres con perfecciones limitadas a la afirmación de la
existencia de la perfección absoluta correspondiente?
Es claro que ninguna perfección puede limitarse por sí misma. Tendría, entonces, que desempeñar una doble
función: ser a la vez la razón de su ser y la razón de su no ser. Por tanto, si una perfección está limitada no es
por sí misma, sino por algo distinta de ella, a saber, el sujeto que la posee. Pero si el sujeto que tiene la
perfección no es la perfección (simplemente la posee sin identificarse con ella), entonces no se la ha dado a sí
mismo, sino que la ha recibido de otro. Ese otro puede tener esa perfección o ser esa perfección. Si simplemente
la posee, a su vez, la habrá recibido de otro y, así, sucesivamente. Como esta cadena no puede ser infinita, habrá
que concluir que, si hay un ente con una perfección limitada, entonces existe necesariamente un ente que es (no
que posee sin más) esa perfección en sentido absoluto.
Como las perfecciones transcendentales son intercambiables entre sí, hay un ente que es (no que posee)
máximamente ser, máximamente verdadero, máximamente bueno, etc. Y a ese ser, todos lo llaman Dios. Luego
Dios existe.
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“Toda demostración es doble. Una, por la causa, que es absolutamente previa a cualquier cosa. Se la llama: a
causa de. Otra, por el efecto, que es lo primero con lo que nos encontramos; pues el efecto se nos presenta como
más evidente que la causa, y por el efecto llegamos a conocer la causa. Se la llama: porque. Por cualquier efecto
puede ser demostrada su causa (siempre que los efectos de la causa se nos presenten como más evidentes):
porque, como quiera que los efectos dependen de la causa, dado el efecto, necesariamente antes se ha dado la
causa. De donde se deduce que la existencia de Dios, aun cuando en sí misma no se nos presenta como evidente,
en cambio sí es demostrable por los efectos con que nos encontramos.”
1. Exponga las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas.
El presente fragmento pertenece a la Suma Teológica, obra de Santo Tomás de Aquino, autor
perteneciente a la corriente escolástica que supone la síntesis entre el cristianismo y el aristotelismo, situada en
el siglo XIII d.C. En términos filosóficos la Escolástica supuso una reinterpretación de Aristóteles a través de
textos y traducciones judías y árabes. Las categorías de Aristóteles sirvieron para una comprensión nueva del
cristianismo y asentaron una nueva etapa de desarrollo de las relaciones entre Fe y Razón (con la subordinación
última de la Razón a la Fe) y el inicio de las primeras grandes Universidades.
En el fragmento propuesto, Tomás de Aquino se plantea si es posible demostrar, o no, la existencia de
Dios. Frente a quienes mantienen que esa demostración resulta imposible, porque es un artículo de fe, porque no
conocemos la naturaleza de Dios o porque sólo podríamos demostrar su existencia partiendo de sus efectos y,
como estos son finitos, no podemos concluir de ellos la existencia de un ser infinito, como es Dios, Tomás de
Aquino considera que la clave de la cuestión está en distinguir entre dos tipos de demostraciones (“Toda
demostración es doble”): las que proceden de la causa a los efectos que produce, y las que, partiendo de los
efectos, se remontan hasta la causa que los ha producido. (como puede leerse en las primeras 3-4 líneas del
texto).
El primer tipo de demostraciones resulta aquí inviable, porque da por supuesta la existencia de aquello
que hay que demostrar. Dios, pero el segundo tipo sí puede aplicarse, porque pate de los datos que encontramos
en nuestra experiencia (recordemos aquí el empirismo de herencia aristotélica de Tomás), los cuales nos
permiten concluir la existencia de un ser superior que los ha producido, identificable con Dios (aunque su
esencia siga siendo desconocida para el limitado poder de nuestra razón finita).
La segunda [vía] es la que se deduce de la causa eficiente. Pues nos encontramos que en el mundo
sensible hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa
eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es posible
proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia;
y esta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que desaparece el efecto al quitar la causa si en el orden de
las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. Si en las causas
eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente; en consecuencia, no
habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una
causa eficiente primera. Todos la llaman Dios».
(TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica)