Horacio Silvestre Quiroga Forteza

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Horacio Silvestre Quiroga Forteza

Nació en Salto el 31 de diciembre de 1878 y murió en Buenos Aires el 19 dé febrero


de 1937. Se inicia como escritor en la Revista del Salto, muy influido en sus
creaciones primigenias por Edgar Poe. Su primer (y único) libro de versos es Los
arrecifes de coral (1901) donde también hay prosas y cuentos, un poco a la manera
del Azul... de Darío. Si poderosa es la influencia de Poe -que tal vez llegue hasta un
relato tan posterior y maduro como es El almohadón de plumas- no lo es menos la
influencia del modernismo, cuyos manierismos, desplantes y cursilerías eran poco
menos que inevitable para los jóvenes que comenzaban a escribir en los albores del
900. Inevitable es también el viaje a Paris, y de él ha quedado un Diario de viaje
póstumamente publicado (1950). Pronto, otro tipo de experiencias signará su vida y
marcara el tránsito de su adolescencia literaria a su cabal y dolida madurez. Será
ésa la experiencia de la muerte.
El 5 de marzo de 1902 Quiroga mata accidentalmente, al examinar un revólver, a su
amigo y compañero del cenáculo literario “Consistorio del Gay Saber” Federico
Ferrando. Ya había experiencias trágicas en su vida: también su padre se había
dado muerte accidentalmente, y su padrastro, Ascenso Barcos, se habla suicidado.
Pero el sino trágico de la familia Quiroga recién había comenzado. Continuaría,
años después, con el suicidio de su primera esposa, Ana María Cirés. Este sino no
dejó de actuar y ni siquiera terminará con la muerte del propio Horacio Quiroga. En
rigor, había ya comenzado mucho antes del nacimiento del propio escritor, tal vez
un mediodía de febrero de 1835, en Barranca Yaco, con el asesinato de Juan
Facundo Quiroga, con quien la familia de Horacio estaba entroncado
colateralmente.
No ha de extrañar, entonces, que sea la muerte el tema central, el motivo recurrente
en la obra de este escritor. Explícitamente mencionada con el título de su primer
gran libro de cuentos, Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), en donde el
tema se desenvuelve en distintas variaciones y llega a un refrenado, impecable
clímax en el relato A la deriva, obra maestra del género. También en El desierto
(1924) el tema planea obsesivamente y se conjuga con un importante subtema
quiroguiano: la ternura hacia los seres desvalidos, hacia los niños, particularmente.
En Los desterrados (1926), obra de plena madurez, valorado por la crítica como su
mejor libro, hay otro cuento espléndido, donde la muerte asume una forma
inesperada, cruel y elíptica: El hombre muerto. En el libro Más allá (1935) obra de su
último período creador, incluye un relato, El hijo, en que el autor, con una artesanía
que brota de su ya larga experiencia de cuentista, refracta la muerte en el cristal de
la alucinación y logra una narración que si no tiene el efecto despojado y directísimo
de A la deriva es, en cambio, un prodigio de composición literaria.
Otras obras de Horacio Quiroga: El crimen del otro (1904), Los perseguidos (1905),
Historia de un amor turbio, novela (1908), Cuentos de la selva (1918), El salvaje
(1920), Anaconda (1921) Pasado amor, novela (1929), La Gallina Degollada (1925),

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