Chained
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gratis.
Corrección
Amalur
Astartea
Moira
Perséfone
Revisión final
Hera
Diseño
Hades
Pdf y Epub/Mobi
Iris
Huitzilopochtli
Contenido
Sinopsis
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Díez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
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Sinopsis
Una vez pensé que cuando encontrara la luz que había estado buscando en
aquel largo y oscuro túnel, me daría por fin el regalo al que me había estado
aferrando.
Había escudriñado el cielo nocturno sin alegría en busca de paz, una paz
que sólo el brillo de las estrellas podía conceder.
Y me había esforzado por atrapar ese único copo de nieve mágico en medio
de una aullante tormenta de nieve.
Pero no sabía que el regalo era la siniestra oscuridad del túnel. ERA la
reserva negra de la noche más profunda y oscura lo que daría paz a mi alma
caótica. Y ERA la agitada ventisca más sombría la que estaba llena de magia.
La muerte misma.
Caged #2
Todo tiene sus maravillas, incluso la oscuridad y el silencio, y aprendo, sea
cual sea el estado en que me encuentre, a ser feliz con ello.
-Helen Keller.
Uno
Kloe
Entró en silencio, suspiró y recogió el correo de mi tapete. Sus pies hacían
ruido al deslizarse por la alfombra y entrecerré los ojos cuando abrió las cortinas y
la luz se derramó en mi salón. Al girarse, dio un respingo y jadeó cuando sus ojos
se abrieron de par en par al verme.
—Hola, Richard.
—¿Cómo entraste?
—¿Eso es todo lo que tienes? ¿Te di una llave? Inténtalo de nuevo, Richard.
¿O igualamos las probabilidades? Tú llámame Samantha y yo te llamaré Robert.
—¿Dónde está?
—No sé...
No dijo nada más. Su sangre salpicó mis preciosas cortinas color crema
cuando le metí una bala en medio de la frente.
Y luego me senté.
Y esperé.
A Anderson.
A las 10:47 pm, dos días después, Anderson entró finalmente por la puerta
principal.
Hizo una mueca cruel que hizo que mis dedos se apretaran alrededor de la
empuñadura de la pistola.
—Ohh, Kloe. —Sus ojos se posaron en la pistola que yo intentaba sujetar
con tanta desesperación, y luego volvieron a mis ojos—. Te das cuenta de que antes
de que puedas volver a respirar, puedo quitarte la pistola de la mano y metértela
en tu lindo coño hasta el punto de que me supliques que la dispare.
—¿Él te tocó?
—Porque si lo hiciera entonces cambiaría mi alma para darle vida solo para
poder matarlo de nuevo. Sin embargo, no lo haré tan rápido.
—¿Qué dijiste?
Negó.
—¿Por qué mentiste? —Su voz era tranquila y estaba restringida por el
apretón de sus dientes.
—Porque me dijiste que cuando fuera honesta contigo podría irme. No quería
ser honesta. No quería dejarte.
—¡No te me acerques! —No se detuvo, así que disparé de nuevo—. ¡Dije que
no! Lo sabías, Anderson. Me usaste.
—Un tiempo.
—¿Por qué, Anderson? ¿Por qué? No entiendo cómo puedes odiarme tanto.
—No tiene sentido —murmuró en voz baja—. ¿Por qué? No tiene sentido.
—A ver de qué estás hecha ahora. A ver lo jodidamente ruda que eres sin
una bala que te respalde.
—Creo que me gustas así. Boca abajo, debajo de mí. ¿Puedes sentir lo dura
que está mi polla, Kloe? Hmm, ¿puedes?
Pero él se rió.
Grité cuando se forzó a entrar dentro de mí. Las lágrimas me quemaron los
ojos y arañé la alfombra.
—Kloe. —Una vez más forzó mi nombre, pero esta vez lo dijo de un modo
muy diferente. El sonido rompió algo dentro de mí, la necesidad y la emoción de su
voz abrasaron cada fibra de mi ser.
Gruñendo con una ferocidad que me heló la sangre en las venas, me agarró
del cabello y tiró de mi cabeza hacia atrás.
—¡Nunca!
Cuando sentí el empuje del frío acero en mi ano, se me pusieron los ojos en
blanco y me dejé caer al suelo. Me folló, tanto con su polla como con la pistola,
cada una arrastrándome al oscuro remanso del éxtasis. El miedo intensificaba cada
sensación. La lujuria amplificaba cada una de las vibraciones que sacudían mi
cuerpo. Pecado. Libertinaje. Indulgencia. Inmoralidad. Cada una de ellas me jodió
tan fuerte como Anderson. Cada una de esas cosas me partió en dos cuando las
acepté. El orgasmo que me atravesó desgarró mis músculos, dominando mi cuerpo
con un éxtasis insoportable mientras marcaba mi corazón negro con su vileza.
Donde pertenecía.
—¿Qué te pasa? —grité mientras me lanzaba sobre él, mis puños conectando
con fuerza con su sólido pecho, su rostro furioso y sus voluminosos brazos—.
¡Estás enfermo!
—Bien —susurró.
Aquella sola palabra irrumpió en mi mente enloquecida y me quedé inmóvil,
con los puños apretados contra su pecho. El latido de mi corazón tartamudeó
mientras levantaba los ojos hacia su rostro.
—¿Bien? —Mi propia voz era tranquila, forzada, mientras tragaba contra la
bilis que me abrasaba la garganta.
—El odio mata todo por dentro, Kloe. Te come el alma hasta que sólo queda
la negrura y el vacío de la nada. Y entonces no queda nada que romper. —Dio un
largo suspiro y levantó el dedo hasta una de mis lágrimas, presionándola contra la
piel de mi mejilla—. Cuando termine esto, no quedará nada de ti, y la muerte es
mucho más fácil de esa manera.
—¿Qué?
—Sí. —Su voz era fría, su mirada aún más fría—. Quería retenerte, Kloe. —
Hizo una mueca llena de disgusto, de odio—. Él realmente te amaba. Eras su
angelito. Su princesa.
—Ahora nos tenemos el uno al otro, ángel. Te voy a cuidar bien. Mamá estaba
cansada de ti. Pero yo no. Nunca me cansaré de ti, mi dulce niña. Ahora eres mía. Y
yo soy tuyo. Estamos juntos, como debe ser. Como siempre será.
Sabía lo que quería decir. La forma en la que mamá había tenido que quererlo
para llenarnos el estómago. No pude evitar llorar cuando sus dedos empezaron a
levantarme el camisón por encima de las piernas. No quería llorar, quería ser una
niña grande por mamá, pero tenía hambre. Mucha hambre....
—¡No puedes! —Le supliqué a Anderson, cayendo de rodillas ante él—. Por
favor.
—No tengo elección, Kloe. Necesito acabar con esto. Ver cómo se le dibuja el
horror en el rostro cuando acabe con tu vida ante él. Para quitarle lo que siempre
quiso.
Mi chico me dio una patada, diciéndome que sabía que estaba allí.
Kloe sonrió, el azul de sus ojos brillaba con lágrimas de alegría. Era tan
increíblemente hermosa cuando estaba feliz. Y yo le había dado eso. Yo era quien
había llenado su vientre con lo que ansiaba, con lo que había soñado una vez.
—Te amo —susurró contra mis labios. Sus ojos estaban fijos en los míos, la
declaración de sus palabras se reflejaba en mí a través de su mirada—. Me encanta
lo que me haces, Anderson. Lo que me has dado.
—Esto.... —Pasé la navaja por más piel, observando cómo la niebla del placer
recorría su bonito rostro— ...Esto es todo lo que puedo darte, Kloe.
Mi polla se deslizó entre sus muslos cerrados y aproveché la fricción para
darme la estimulación que necesitaba. Ella se balanceó en el arnés y yo levanté sus
piernas alrededor de mi cintura, sujetándola contra mí. Su enorme vientre se
apretó contra el mío, el hilillo de sangre manchando nuestra piel en contacto, pero
eso solo aumentó mi excitación.
Kloe era mía en todos los sentidos. Y lo que llevaba dentro era mío. Por
primera vez en treinta años, algo me pertenecía.
Al penetrarla con más fuerza, una lágrima se filtró por el rabillo del ojo.
—Mi pequeña loba —gruñí mientras arremetía con más fuerza, sacudiéndola
contra las cuerdas del arnés.
—Anderson...
Puso los ojos en blanco y yo tiré de ella, cortando rápidamente las cuerdas.
Cayó sobre mí y un gemido feroz se convirtió en un grito de dolor al doblarse sobre
sí misma. Cayó de rodillas, cubriéndose el vientre con los brazos y soltando otro
horrible gemido.
—Anderson...
—¿Kloe?
—¡No!
Él había ganado.
Él había ganado.
Incluso en la muerte.
Tres
Kloe
Siete meses antes
—No tengo elección, Kloe. Necesito acabar con esto. Ver cómo se le dibuja el
horror en el rostro cuando acabe con tu vida ante él. Para quitarle lo que siempre
quiso.
—Sabes que no puedo hacer eso, Kloe. Especialmente ahora que sabes por
qué estás aquí.
—Ven.
Mis ojos se abrieron de par en par ante su contundente orden. Sin embargo,
antes de que pudiera replicar, había desaparecido por la puerta que había estado
previamente cerrada, y el sonido de sus suaves pisadas en la escalera se desvanecía
a medida que descendía.
—Siéntate.
—Entender por qué. Entender quién soy realmente. Entender quién eres tú.
Y entender por qué tengo que hacer esto.
—Esto... —La emoción fluyó por su voz y sus palabras salieron ásperas y
llenas de derrota—. Esto es mi historia. Mi vida. —Una vez más sus ojos se alzaron
hacia los míos y me pasó un vaso—. Y la sanción por tu muerte.
Cuatro
Anderson
Coloqué el primer papel en la esquina superior izquierda de la mesa.
A lo largo de mi vida había luchado por todo. Respirar, detener el dolor, tener
esperanza. Pero esto, Kloe, era mi mayor lucha. Ella gobernaba la batalla que tenía
conmigo mismo a diario. Ella apuñaló mi corazón una y otra vez con su compasión
y su dulzura. Pero sólo tenía una opción. Tenía que arruinarla. Era la única manera
de seguir adelante.
Tragó saliva pero asintió lentamente, con la mirada fija en cualquier lugar
menos en mí.
—Tú más que nadie deberías saber que no hay evidencia de que exista un
tiempo intermedio. No tengo nada, solo recuerdos. Recuerdos horribles y
sangrientos para llenar ese vacío, Kloe.
—Anderson...
—Pero —levanté un dedo para hacerla callar—, necesitaba llenar ese vacío
con algo que no fueran recuerdos aleatorios y rotos, Kloe. Que nada me persiguiera
para siempre, me ahogara, masticara mi mente con todas las mentiras y
pensamientos crueles que nunca se van.
—Así que —continué mientras nos servía más alcohol—, empecé a escarbar
en mi pasado para encontrar cualquier cosa, cualquier esperanza de que alguna
vez hubiera sido un niño normal. Con una familia que me quería. Tal vez un gran
perro peludo que hubiera sido mi mejor amigo. Demonios, incluso quizás una
hermana a la que pudiera encontrar. Cualquier cosa. Algo diminuto, lo que sea. —
Tomando otro trago de whisky, incliné la cabeza y la observé—. ¿Sabes lo que
encontré?
—Nada.
—Yo...
—Nada. Fui borrado de la tierra tan fácilmente, Kloe. A nadie le importó que
Judd Asher acabara de desaparecer. Murió ese día. Mi vida simplemente... de
repente no había sido. Nadie me lloró. Nadie se molestó en buscar demasiado. Judd
Asher se fundió en el fondo, y la nada se lo llevó.
—¿Yo?
—Si no podía llenarlo con mi vida, tal vez pudiera llenarlo con la tuya.
Necesitaba llenar ese abismo con cualquier cosa, solo para hacer que mi existencia
fuera real. Para saber que la vida seguía mientras la mía se detenía.
—No lo entiendo. —Su voz era tranquila, su confusión evidente en sus ojos
entrecerrados.
—El mundo podría haber estallado. Los alienígenas podrían haberse llevado
a todas las personas vivas de este maldito y cruel planeta, y yo no habría tenido ni
idea mientras me pudría ahí dentro. Veinte años es mucho tiempo, Kloe. Tanto
tiempo que empiezas a pensar que tal vez la nada se apoderó de todo lo demás. —
Otro trago—. Y tal vez si llenaba esa nada con tu vida, entonces tal vez la mía no
fuera tan poco importante para el mundo. Que mi existencia tenía un significado
después de todo.
Pude ver que seguía sin comprender lo que le decía. Tal vez no tenía sentido
que yo llenara el vacío en mi vida con la de otra persona, pero para mí tenía todo
el sentido del mundo. Una historia que escribir en las páginas en blanco de veintiún
años. Una letra para acompañar la pieza musical que, de otro modo, no circulaba
con fluidez desde la orquesta. Una vida para llenar una vida.
—Lo es —respondí sin mirarla—. Naciste dos años antes que yo así que, por
supuesto, vas primero.
—Tenías siete años cuando tu madre, Josie Rowan, se casó con Brian Smith.
—¿De dónde sacaste eso? —Su voz sonaba entrecortada, el horror cubría su
suave voz mientras empezaba a temblar a mi lado.
Mis ojos se deslizaron hacia los suyos cuando dejé el informe policial en el
suelo y tuve que apretar los puños.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas, mojando mis manos con su
sufrimiento mientras intentaba zafarse de mi agarre.
—¡Dime!
—¡No! —gritó mientras sus puños luchaban por conectar con cualquier parte
de mí que pudiera.
—Todo eran mentiras, Kloe. Todo mentiras que te dijiste a ti misma para
evitar que doliera. Pero el dolor es bueno. Es lo único que puede ayudarte a aceptar
la verdad.
El gemido que salió de ella rompió algo dentro de mí. Fue crudo y
desenfrenado, la devastación que había encerrado, oculta incluso para sí misma,
brotó de ella cuando abrí la parte de su mente que había encerrado y la obligué a
ver la verdad.
—¡Cállate! —gritó.
La había visto enfadada antes. La había visto furiosa. Pero esto, esto era algo
completamente diferente. Las cadenas en las que se había encerrado con candado
muchos años atrás se desintegraron y el alma real retenida como rehén por ellas
finalmente salió a la superficie. Quería que aceptara a Samantha, que permitiera
que la niña que una vez fue se liberara y sanara. Sin embargo, por un breve
instante, no estuve seguro de si finalmente la había destruido. Arruinarla como
nos había prometido a ambos.
—¡Suéltame!
—¡Suéltame!
Obligándola a retroceder acerqué mi rostro a una pulgada del suyo.
—¡No soy nadie! —gritó—. Soy una niña que solo nació para ser abusada.
Una niña criada para ser prostituida y vendida por drogas. Una niña sin corazón
ni alma. No soy nadie. ¡NADIE!
Las llamas del fuego rugían con fuerza y yo seguía tiritando, aunque
Anderson me había puesto una manta encima en algún momento de la noche.
No estaba segura de cuánto tiempo había estado fuera, pero la luz del sol
empezaba a colarse por las cortinas color crema, las salpicaduras de la sangre de
Richard proyectaban un patrón rosa claro sobre la alfombra.
Doblé el borde de la manta entre mis dedos, girándola una y otra vez hasta
que fue un grueso acordeón de material en mi agarre.
—Sí.
—Tal vez.
Anderson se deslizó por el suelo delante de mí. Sus profundos ojos verdes
me buscaron en la penumbra y el dolor y la tristeza que mostraban tan
abiertamente me hicieron apartar la mirada.
—Eras una niña pequeña. Pasaste por algo tan horrible que tu cerebro lo
bloqueó para mantenerte con vida. Sé que no conjuraste a una madre amorosa de
la nada...
—Fui débil...
—Pero lo recuerdas.
—Sí, pero estuve con Hank y Mary más de veinte años, Kloe. Eso es mucho
para bloquear. Las primeras cosas... Judd, no lo recuerdo. No siento ninguna
conexión con el niño que fui.
Me secó una lágrima perdida que rodaba por mis ojos. Era como Jekyll y
Hyde1: frío y caliente. Un segundo estaba furioso y rencoroso, y al siguiente era
tierno y tranquilizador. No podía seguirle el ritmo. Mi corazón sangraba y luego se
resecaba, mi alma se emocionaba y luego se abatía, y empezaba a cuestionarme mi
propio juicio.
—Déjala salir, Kloe —exigió Anderson, con su tono severo de nuevo una vez
más—. Tienes que permitirle a Samantha sus recuerdos o nunca encontrará la paz.
1Hace referencia a la novela psicológica de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del
doctor Jekyll y el señor Hyde donde la dualidad del bien y del mal en la humanidad es uno
de los temas principales.
surgido de la niña asustada y herida. Una nueva alma había sangrado de las
heridas de Samantha Rowan. Kloe Grant había sido creada del tormento de otra.
Había sido expulsada y empujada a una existencia sin las pesadillas de las que
había nacido.
—Escuché ese nombre una vez. —Anderson me miró con curiosidad, pero
yo continué—. Estaba... ni siquiera estoy segura de dónde estaba, pero era
pequeña. Mi madre había quedado con un hombre, creo. —La imagen revoloteó en
mi cabeza y me concentré en ella—. Estaba sentada en un escalón sucio afuera de
una casa. La gente me empujaba para entrar, la mayoría de ellos ruidosos y
animados, y recuerdo que sus risas me hacían temblar. Era una risa cruel. Incluso
entonces ya sabía que la risa procedía de gente mala. Aquel día hacía mucho calor.
—Prácticamente podía sentir el calor agobiante del sol aplastándome y tragué
saliva, intentando humedecer mi boca seca—. Una mujer empujaba un cochecito.
Estaba al otro lado de la carretera. Su hijo tiró el peluche y se le cayó a la acera.
Ella se agachó, lo recogió y se lo devolvió, y dijo: “Aquí tienes, Taza de miel”.
—Lo hizo.
—¿Estás segura? —Me preguntó en voz baja, con los ojos entrecerrados.
Nadie podrá saber nunca hasta qué punto su seguridad permitió que mi
corazón volviera a latir, que mi alma cayera de rodillas y le agradeciera. Porque, en
realidad, no estaba bien. Mi madre me había quitado tanto, pero aun así, incluso
ahora, seguía dándole mi corazón.
—A veces era simpática —Le dije con tristeza mientras las lágrimas se
deslizaban silenciosamente por mi rostro—. Recuerdo una vez, después de...
después de.... —Anderson asintió, diciéndome que entendía lo que yo no podía
expresar—. Me dio una muñeca. Era vieja y tenía el vestido roto. Tenía el cabello
rubio y corto, como si se lo hubiera cortado otra niña. Sabía que era una que tal
vez había encontrado. Pero me la dio.
—¿Todavía la tienes?
—¿Café?
—¿Té?
Todo era un poco surrealista. No hacía ni unas horas que Anderson me había
inmovilizado en el suelo debajo de él y me había follado sin contemplaciones, tanto
con su polla como con mi propia pistola, mientras un hombre muerto nos
observaba. Me había infundido un miedo que se había apoderado de mi mente y la
había aplastado bajo su crueldad. Y aquí estaba yo, tapada con una manta en mi
sofá, frente a un fuego crepitante, mientras Anderson me preparaba un té en mi
cocina.
Asentí.
—Al principio no. Me sorprendí un poco cuando descubrí que era la misma
puta que se folló a tu ex.
No sabía si estaba enfadada o triste. Mis emociones estaban por todas partes
y no podía seguir la pista.
—Ella lo es.
Inhaló bruscamente.
—Bueno, ¿no es así? —espeté, harta de sus malditos acertijos. Otra oleada
de náuseas se apoderó de mí y dejé la taza sobre la mesa—. Ya me dijiste que estoy
aquí por el juego que estás jugando con tu padre.
Mi estómago se agitaba una y otra vez y las lágrimas corrían por mi rostro
con la fuerza del malestar que me invadía.
Parecía furioso, con los ojos entrecerrados y los dientes apretados, y me eché
hacia atrás cuando de repente estaba agachado frente a mí. Sus dedos me
pellizcaron cruelmente la barbilla y me echó la cabeza hacia atrás para que mis
ojos se clavaran en los suyos.
Me quedé atónita cuando una sonrisa malvada curvó sus labios y sus ojos
brillaron de emoción.
Anderson me soltó al instante y me guió hasta la taza del inodoro. Sus dedos
agarraron mi cabello y lo apartó de mi rostro mientras con otra serie de arcadas,
me desplomaba sobre el retrete.
—No. No lo creo.
—¿Así que fue sólo el té? —Frunció el ceño, preocupado, y me puso la mano
en la frente—. No te sientes caliente.
—Estoy bien —respondí en voz baja. Incluso le dediqué una suave sonrisa
de tranquilidad—. Estoy bien.
—¿Lo estás?
Anderson tragó saliva con fuerza, haciendo una mueca de dolor al ver el
miedo que se agolpaba en mi rostro.
—No. No.
—Shh —susurró Anderson en voz baja. Asintió cuando fijé mi mirada en él,
concentrándome en la intensa mirada de sus ojos. Sonrió cuando mi respiración
empezó a regularse y mi pulso dejó de latir con fuerza en mis oídos—. Buena chica.
Asentí.
Me lamí los labios secos, intentando encontrar algo de humedad para formar
palabras.
—¿Y si...?
—Así que —murmuró en voz baja, bajando los ojos de mí—. Encárgate tú.
Es solo un procedimiento rápido ahora...
—¿Estás bromeando?
Aún podía ver la imagen del pequeño signo más en la prueba que Kloe se
había hecho hacía menos de dos horas, la cruz grabada a fuego en el fondo de mis
retinas y de mi alma. El vómito chocaba con la esperanza y no podía seguir el ritmo
fluctuante de los latidos de mi corazón.
—Pero no lo es. Todavía no. Es sólo una célula. Una mancha. No tiene
rasgos. Ni siquiera ha establecido un carácter todavía.
—Pero esta es Kloe —Me recordó en voz baja, como si lo hubiera olvidado.
Como si pudiera olvidarlo—. ¿Qué te depara el futuro con ella en él? ¿Viva?
Eso fue un giro. Kloe había depositado perfectamente una bala en el centro
de la frente del cabrón. Era extraño pensar que la chica por la que ahora vivía mi
vida había acabado con la vida de mi hermanastro, el hermanastro que no sabía
que tenía hasta hacía poco. No sentía ninguna conexión con él. No tenía ninguna
importancia para mí. Sin embargo, cuando lo había visto en casa de Kloe no había
podido resistirme a clavarle la navaja en su estómago y retorcerlo. Había visto el
parpadeo de reconocimiento en sus ojos cuando me había visto de pie junto a los
dos mientras intentaba devolver la vida a Dave, el perro al que no hacía ni unas
horas había enrollado una maldita cuerda alrededor del cuello y exprimido hasta
la última gota de vida. Solo podía pensar que había sido parte de su plan, para
acercar a Kloe a él, para hacerla dependiente de él. Sin embargo, no había contado
con mi repentina aparición. Y cuando le había dicho que me follaba a Kloe, la rabia
que había hervido en sus ojos me había devuelto una pizca del placer que me había
quitado.
Y eso era otra cosa que no tenía sentido para mí. ¿Cómo podías enamorarte
de alguien que estaba empeñado en destruirte?
A menos que rezaras por la destrucción todos los días. Y tu destructor te
concediera todo lo que anhelabas.
—¿Lo necesitas?
—¿Ahora?
—Anderson.
—Pase lo que pase, tienes que pensar en lo que realmente quieres. Sabes
que apoyaré cualquier decisión que tomes. Pero tienes que aceptar que ahora hay
dos opciones. Si tomas una sin prestarle a la otra la atención que merece, te
arrepentirás el resto de tu vida.
Todo había parecido tan fácil. Llevar a Kloe ante mi padre y ver cómo caía
de rodillas al ver cómo se le escapaba la vida a lo único que había amado. Quitarle
lo que él me había quitado a mí.
La vida tiene una forma cruel de burlarse de ti. De hacerte pagar tus
esperanzas de la forma más cruel posible.
Era el momento de decidir.
¿La nada?
¿O todo?
Siete
Kloe
La casa había estado tranquila durante demasiado tiempo. Empezaba a
pensar que me volvería loca. No había nada en lo que concentrarme más que en
mis pensamientos y en la admisión de lo que era.
Embarazada.
Una vez más, aquella solitaria palabra llevó mis manos a mi vientre, mi
corazón tartamudeando para encajar el latido extra que ahora atendía. Tenía a un
niño, un ser vivo inocente que dependía exclusivamente de mí: mi hijo. El hijo de
Anderson.
Ahora todo era diferente. En cierto modo, había aceptado el final y que
Anderson fuera quien me lo diera. Incluso había consentido en ello, en la muerte.
Sin embargo, una parte de mí la había rechazado, había luchado contra ella.
Red aguzó las orejas cuando el cerrojo se movió en su lugar en la puerta del
sótano. Una vez más me encontraba en las profundidades del infierno de Anderson.
Sin embargo, lo que él pensaba que era un castigo, no lo era. Extrañamente, me
sentía como en casa en el piso inferior. El frío me calaba hasta los huesos,
adormeciendo todo el dolor que amenazaba con volverme loca. La familiaridad de
las herramientas con las que Anderson se daba placer me hacía sentir cerca de él,
honrada de estar al tanto de sus profundos y oscuros secretos. Y la cama en la que
me sentaba solamente me traía recuerdos felices.
Sí, estaba enferma. Tal vez un poco loca. Pero era lo que era.
—Kloe.
—Lo hice.
Ninguno de los dos estaba seguro de si estaba siendo sarcástico o no, pero
Anderson siguió sonriendo.
—Yo también.
—¿De verdad?
Parpadeó.
—Hoy sí.
—No hace falta que cierres la puerta, Anderson. Sabes que siempre estaré
aquí.
Sonrió, esa sonrisa arrogante que hizo que la sangre caliente se extendiera
a mi vientre.
—Tal vez.
Bajando los ojos, fruncí el ceño ante la pregunta sin respuesta que tenía en
la cabeza.
—¿Quién sabe?
Di un respingo cuando de repente se dejó caer sobre sus rodillas frente a mí.
Su hermoso rostro estaba a la altura del mío y no deseaba otra cosa que inclinarme
hacia delante y arrastrar la punta de mi lengua por sus labios pecaminosos. Quería
apretar su labio inferior entre mis dientes y morderlo, e introducir su sangre en mi
organismo y cabalgar sobre ella.
—Te amo, Anderson Cain. Te amo, Judd Asher. Samantha Rowan siempre
te ha amado. Igual que Kloe Grant siempre lo hará.
—Fui creada para servirte, Anderson. Fui hecha de los mismos horrores del
infierno que te dieron a luz. Fuimos hechos del mismo molde. Pero, ¿qué regalo
aceptarás?
—Perdiste a tus padres siendo tan joven. ¿Me estás diciendo que le
arrebatarías eso a tu propio hijo o hija? ¿Que le quitarías a su madre?
La ira brotaba de él, sofocándome a medida que su agarre se hacía más
doloroso.
—No me conoces muy bien, Kloe. Creía que ya sabrías quién soy, qué soy.
Se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos y fijos en mí. No podía controlar
la emoción que le embargaba y sus ojos se entrecerraron cuando apreté mis
caderas contra él. La dureza de su polla me hizo temblar las rodillas.
—Estoy aquí para follarte. Para realizar cualquier acto depravado que
desees. Estoy aquí para alimentarme de tu despiadada lujuria y saciar la sed eterna
de degradación que tienes.
Pero no estaba asustada, ni mucho menos. Era liberador soltar lo que había
estado oculto bajo la Kloe artificial durante tanto tiempo. La excitación fluyó
rápidamente y Anderson frunció el ceño al ver cómo temblaba por mi cuerpo.
Robbie sonrió satisfecho mientras hacía girar una navaja larga y fina entre
sus dedos. No fue hasta que reconocí el acero brillando bajo la suave luz cuando
me di cuenta de que tal vez había mordido más de lo que podía masticar.
Pero cuando presionó suavemente la punta de la navaja contra mi piel, una
serenidad se coló en mis huesos y me hundí en las cadenas que me proporcionaban
el apoyo que mis huesos ya no podían.
—¿Qué ha pasado?
—¿Qué?
Apretó los dientes, pero lo que yo creía que era furia era lujuria. Me arrancó
la camisa del cuerpo de un tirón. Agarró la navaja de Robbie y me cortó los
pantalones como si fueran de papel, arrancándomelos de las piernas con rapidez y
eficacia hasta que me quedé en ropa interior.
Su polla estaba tan dura que cada uno de sus movimientos parecía doloroso.
El semen brillaba en la cabeza hinchada y me lamí los labios con avidez.
Robbie me agarró del cabello y me echó la cabeza hacia atrás hasta que lo
miré a él y solamente a él.
Asentí.
—Hazlo.
—Sí. —Asentí—. Sí que la tengo. Solamente te pido que, sea cual sea el dolor
que me inflijas, no le hagas daño a mi bebé, a nuestro bebé.
—Hazlo.
Anderson gritó:
—Abre —Cuando mis ojos se cerraron—. Quiero ver el dolor en tus ojos.
Robbie me folló el culo con los dedos mientras Anderson se follaba la mano.
El placer me retorció el vientre cuando Robbie me agarró de las caderas,
manteniéndome quieta, y empujó dentro de mi culo. Su polla no era tan gruesa
como la de Anderson, pero era larga. El dolor se apoderó de mi respiración cuanto
más presionaba, sus dedos clavándose más profundamente en mi carne para
mantenerme quieta de la necesidad instintiva de alejarme de él.
Sin embargo, dándome algo, me soltó las esposas de los tobillos, me sujetó
la parte posterior de los muslos y levantó mis piernas alrededor de su cintura. Su
camisa rozó mis pechos desnudos, rozando mis sensibles pezones con la áspera
tela.
—Por favor —Le supliqué cuando arremetió con más fuerza y sus uñas se
clavaron en mi piel cuanto más luchaba contra su propio orgasmo.
Mis dientes chocaron con los de Anderson cuando su boca se estrelló contra
la mía. Me mordió el labio y la sangre fluyó por nuestras bocas. El sabor del cobre
en mi lengua y la sensación del líquido caliente que se deslizaba por mi garganta
me dejaron sin aliento.
La garganta se me contrajo bajo el agarre de Anderson cuando me presionó
con el talón de la mano en la base de la garganta y me negó el aire. Ambos hombres
me follaron con fuerza, ambos me follaron con una violencia que rayaba en lo
sádico, y ambos me llenaron de tanto dolor que no pude luchar contra el placer
que me embargaba.
Una vez más, afloró su lado más suave. Le gruñó algo a Robbie que no pude
oír y me sentí transportada por la casa.
Asintió.
Una vez más me quedé perpleja ante sus diferentes estados de ánimo.
Anderson sí quería hacerme daño, hasta tal punto que sería la última persona que
verían mis ojos.
Me puse rígida y me giró para que siguiera en su regazo, pero de frente a él.
Aún estaba oscuro y me encontraba en la cama de Anderson. Me había desmayado
después de que tanto Anderson como Robbie me hubieran follado hasta dejarme
inconsciente, y cuando mi visión se aclaró no pude evitar sonreír suavemente al
ver el cabello revuelto de Anderson y el pliegue creado por una arruga en la
almohada que recorría su mejilla izquierda.
No entendía qué había dicho mal. Había sido todo lo sincera que pude,
sintiendo que era importante para él. Quizá me había equivocado. Tal vez mi
reacción a lo ocurrido la noche anterior fue “equivocada”.
Pequeñas tonterías como esta me hacían quererlo aún más, el monstruo que
residía en él acobardándose ante el tierno hombre que sabía que podía dominarlo
si se lo permitía.
—Gracias. —Tomé un sorbo, sorprendida por lo mucho que me gustaba—.
Qué rico. —Le sonreí. Me estaba mirando, con una mirada suave en sus ojos que
era un espectáculo raro. No mucha gente le veía ese lado, pero yo sabía que era él
quien nunca se lo permitía. Anderson tenía que ser duro para protegerse, para
acorazarse de los horrores que le acechaban en la vida. Igual que yo, en realidad.
Tomé otro sorbo del té caliente y lo tragué para lubricar mi garganta reseca.
Inspiró largamente por la nariz, pero lo sentí asentir detrás de mí. Me rodeó
con los brazos y me acercó el vaso a la boca.
—Bebe. Te ayudará.
Me estremecí y él rodeó mis piernas con las suyas. Sus brazos y sus piernas
me protegieron y me sentí lo bastante segura para continuar.
Tragué la bilis que me subía lentamente por la garganta y bebí otro trago
para guiarla hacia abajo.
—Te encanta hacerme gemir. —Le guiñé un ojo y su brillante sonrisa hizo
que mi corazón tartamudeara.
Gemí débilmente cuando me pasó las manos por el cabello y lo alisó con sus
largos dedos.
Él gimió cuando enfundé los dientes detrás de mis labios y penetré hasta el
fondo. La saliva me llenó la boca cuando mi garganta luchó por acomodarse a su
longitud, y sentí una fuerte arcada cuando sus manos se agarraron a mi cabello y
me agarró el cuello, empujándome hacia abajo hasta que sentí que la bilis me
cubría la boca.
—Y me dices que no eres una pequeña loba. —Soltó una risita cuando
recuperó el aliento. Su sonrisa era cegadora, la gratificación que ahora lo recorría
lo hacía relajarse y abrirse.
Me reí.
—No.
—Me lo prometiste.
—No. —Le tomé la barbilla con los dedos y la miré fijamente, apretándola
hasta que vi una mueca de dolor en sus ojos—. Asentí. Un asentimiento no es la
confirmación de una promesa.
—¿Miedo? Oh, no tengo miedo, es sólo que no estoy seguro de que compartir
historias entre nosotros vaya a cambiar nada.
—No cambiará nada, pero quiero compartir algo, lo que sea, contigo. Quiero
aprender, Anderson. Quiero entender.
—Crees que tenemos una conexión, pero no es así. Yo soy yo. Y tú eres tú.
El romance no nos unió, Kloe, ni tampoco el destino. Tienes la estúpida idea de
que todo tiene una explicación.
—¿Similitudes? —Me burlé—. ¿Quieres decir que los dos estábamos jodidos
desde niños?
—¡Basta!
—¿Que los dos éramos putas para la misma gente que se suponía que debía
criarnos?
—¡PARA!
—Acéptalo. Eres una puta, Kloe. Me lo has demostrado una y otra vez. Te
has apresurado a abrirme las piernas. Es tan fácil para mi polla deslizarse dentro
de ti.
—¿Por qué te comportas así? —sollozó, las rápidas lágrimas que corrían por
su rostro me apuñalaron el corazón y me hicieron sangrar por su dolor—. Sé que
me amas, Anderson. Sé que lo haces.
—¡Estúpida!
—¿Crees que me queda algo aquí para amarte? ¿Crees que soy siquiera
capaz de amar?
—Yo…
—¿Rob?
—No. —El tono de su voz era tan distinto al del hombre junto al que me
había despertado; era agudo, áspero y grave, un gruñido de hielo que hizo que me
dolieran los oídos. El Anderson cariñoso y suave había desaparecido, sustituido
por una personalidad que me confundía. Aún no lo conocía, pero tenía la sensación
de que no me iba a caer muy bien.
—¿No has aprendido nada? ¿No has escuchado ni una palabra de lo que te
he dicho? ¿Las cosas que te he dicho?
Sus ojos se movieron lentamente hacia mí. La fría y profunda hostilidad que
había en ellos me dejó sin aliento.
—¿Kloe?
Me giré y mis ojos se abrieron de par en par al ver al hombre que se había
colocado en la cola detrás de mí.
—¿Ben?
Me sonrió y me abrazó.
Asintió.
—¿Robbie McMahon?
—Nos hicimos amigos el año pasado. Así conocí a Jenny. A través de él.
Todo se nubló en mi visión mientras me abría paso entre la gente para salir,
mi mente daba vueltas, y cuando el aire fresco me golpeó al atravesar las puertas
principales, me apresuré a doblar una esquina y vomité lo poco que tenía en el
estómago.
Juré que había vomitado el corazón junto con toda la devastación que me
ahogaba.
Al darse cuenta, sus ojos se abrieron de par en par. Debería haber sabido
que Ben y su prometida estarían aquí, sobre todo porque era la maldita hermana
de Robbie.
—¿No pensaste que descubriría lo que has hecho? —No me importó, ni sentí,
sus dedos que ahora habían encontrado mi garganta mientras me empujaba contra
la pared para contenerme—. Le tendiste una trampa. ¿Por qué? Ben no tiene nada
que ver con esto. ¿Por qué hacerle daño?
—¿Que me calme? ¿Cómo pudiste hacer esto? Esto está mal a muchos
niveles, Anderson.
—He intentado con todas mis fuerzas encontrar al hombre bueno que vive
dentro de ti, Anderson. Pero ya ni siquiera estoy segura de que haya uno.
—No creo que nunca haya estado más claro. Y pensar que estaba empezando
a considerar meter a mi bebé en esto.
—¿De verdad crees que podría someter a un niño a esto? ¿A ti? Eres más
que malvado, Anderson. No mereces ser padre, no mereces que un niño te quiera.
Parpadeé, aliviada, incluso después de todo el dolor y la rabia que sentía por
Anderson y Robbie.
—¿Qué?
—Vete a casa. —Su pecho se hinchó—. Robbie estará bien. Tú, por el
contrario. —Sacudió suavemente la cabeza, tragó un poco de aire, se dio la vuelta
y se alejó lentamente.
—¿Me estás tomando el pelo? —Hizo una mueca de dolor cuando la ira le
atravesó el estómago. Se movió para ponerse más cómodo y me miró fijamente—.
Esto es por lo que has estado viviendo, durante tanto tiempo. Y ahora que por fin
lo tienes, ¿lo dejas escapar?
—¿Por qué? —Se calmó, suspirando y mirándome con una expresión que no
me gustó.
—Pues explícamelo.
Me froté la cara con las manos. Estaba muy cansado. El fracaso me pasaba
más factura que la lucha por la venganza. No había dormido desde que había
dejado de lado a Kloe hacía cuatro días, para matar a lo único en este mundo que
era capaz de amar. Sus palabras no podían haberme dolido más que si me hubiera
clavado una puta estaca en el corazón. Porque tenía razón. No merecía el amor de
un niño. Y la verdad fue lo que finalmente me crucificó. Traer un bebé inocente a
este maldito mundo malvado era más que irresponsable, no es que alguna vez me
importaran las responsabilidades. Sin embargo, esta sí, con todo mi corazón.
—¿Qué carajo estoy haciendo? ¿Por qué estoy tan empeñado en vengarme
cuando la venganza es lo que me persigue?
—Eres más tonto de lo que pensaba, Anderson Cain. —Resopló—. Hay dos
opciones. Una, sí, adelante. Secuestra a Kloe. Hazle daño. Hazla pagar por haberte
arrebatado el amor de tu padre. O —levantó una ceja—, acepta que esa mujer, y
tu bebé, pueden hacerte feliz. Demuéstrale a ese hijo de puta tu felicidad.
Demuéstrale que lo que hizo no pudo matarte por dentro. ¿Felicidad u odio,
Anderson? Yo sé qué carajo elegiría.
Me dejé caer contra la silla. No podía ser tan fácil. Después de todo, la
venganza no podía ser tan sencilla.
Tuve que admitir que tal vez Rob tenía razón. Mi padre había amado a Kloe,
aunque hubiera tenido una forma enfermiza de demostrarlo. Ella era la niña
perfecta que él siempre había querido. Sin embargo, ¿podría la venganza ser tan
fácil como mostrarle que Kloe me amaba? ¿Que era mía? ¿Que me había dado un
hijo? ¿Y a ella misma? Cuando todo lo que hizo fue huir de él.
Odio o felicidad.
—¿La amas?
Parpadeando, negué.
—El amor ni siquiera entra en esto. No soy capaz de toda esa puta mierda.
Rob abrió la boca, pero antes de que ninguna palabra saliera de él, Jenny,
su hermana, entró.
—Hola, chicos.
Rob sonrió, la adoración que sentía por su hermana me hizo doler aún más.
Me había perdido muchas cosas. Judd se había perdido una vida normal. La
familia. Esa palabra significaba tantas cosas diferentes. Lo que debería significar,
y lo que significaba para mí.
Sin embargo, ahora tenía que pensar en el objetivo final. ¿Qué quedaría
cuando matara a Terry? Sí, el agujero dentro de mí se llenaría, pero ¿después qué?
Ni siquiera podía imaginarme la vida después de su muerte. Cuando todo acabara,
¿qué parte de mí podría empezar por fin?
Pero entonces, tener a Kloe y a mi hijo, una familia, sólo podía llenar mi
mente de tantas cosas para el futuro. La vida. Vacaciones, Navidad. Felicidad.
Despertar cada mañana con el rostro de Kloe y la risa de mi hijo parecía intocable.
¿Pero lo era?
Doce
Kloe
Ben me sonrió cuando le pasé su bebida.
Habían pasado dos semanas desde que me alejé de Anderson, o mejor dicho,
desde que él me obligó a alejarme.
—La superarás, Ben. Puede que ahora no lo parezca, pero puedo prometerte
que estarás mejor sin ella.
—Así que, cambio de tema. Deprisa. Dime algo que me distraiga de ella.
—Juguemos a algo.
—Adelante.
—Es un juego de adivinanzas. Adivina lo que intento decirte sin que yo use
palabras.
—¡Joder! ¿Klo?
Richard había sido mi único amigo. Bueno, lo que yo creía que era un amigo.
Trudy también se había ido, y Dave también. Ahora no tenía a nadie. Y de repente
quise dejar salir todo. Retenerlo todo me estaba paralizando. Ben era el único que
alguna vez me entendería, y aunque nuestro matrimonio no había funcionado, yo
sabía que él me amaba, y yo todavía lo amaba. Siempre lo haría. Fue mi primer
amor, el hombre que me había tomado de la mano en la oscuridad y había
intentado ayudarme a salir del pozo en el que a menudo me encontraba. Aunque
no lo hubiera conseguido, no significaba que no lo quisiera por intentarlo.
—Háblame, Klo.
—No puede ser. —Volví a sentarme y di un largo trago a mi zumo, deseando
por Dios que fuera alcohol. Aunque no me iba a quedar con el bebé, no me parecía
bien ahogarlo en whisky—. La razón principal por la que te lo cuento es que
necesito que alguien me acompañe a la clínica. Me preguntaba... me preguntaba
si...
—Kloe —murmuró Ben—. Por favor, habla conmigo. Déjame ayudarte. Sea
lo que sea lo que está pasando...
—¿Y el padre?
—Sí, lo sabe. Y sabe que yo… yo voy a matar al único hijo que probablemente
tendré
Pero sabía que no era real. No podía serlo. Lo que sentíamos era necesidad
de compasión. Buscábamos apoyo y compañía, y negarnos a ver cuál era realmente
nuestra conexión sería letal.
Me aparté, pero sostuve su mano con fuerza entre las mías mientras me
secaba las lágrimas con la otra.
—Lo siento.
—Lo sé, Ben. No es por mi pasado, ni porque crea que no voy a salir adelante
sola. Hay tanto que no sabes, tanto que ni siquiera yo sé. No le encuentro sentido
a nada. Es todo tan difícil. Pero esto tampoco es culpa de mi bebé. Han pasado
tantas cosas y sé que meter a un niño en medio de todo esto está muy mal.
—Y por eso tengo que hacer esto. La inocencia es tan frágil, tan rompible. Y
prefiero morir a romper algo tan precioso.
Todo era un lío. Y aunque Ben estaba siendo duro conmigo, sabía que
solamente intentaba que todo fuera mejor. Pero nadie podría mejorar esto. Estaba
todo tan jodido que no estaba segura de salir de esto en una pieza, y eso era lo que
me asustaba. Me aterrorizaba. Si yo rompía, o Anderson cumplía su promesa de
usarme para su venganza, entonces, ¿quién tendría a mi hijo? ¿Cómo sobreviviría?
Yo no tenía a nadie y Anderson estaba demasiado destrozado para cuidar de un
niño. Sin embargo, algo en el fondo de mi mente me decía que lo cuidaría, que lo
amaría. Tanto como yo.
Un niño era nuestra redención. Una oportunidad para empezar lo que otros
habían terminado para nosotros. Un propósito para todo este amor que llevábamos
dentro.
Y eso fue lo que hicimos. Nos olvidamos de todo. Olvidamos la mierda que
era la vida.
Y bailamos.
—¿Cansada? —Se rió—. ¿Después de las largas vacaciones que has tenido?
Quise burlarme.
Enarcó una ceja y puso los ojos en blanco. Lo seguí hasta su patio personal.
Pero hoy necesitaba más estímulos visuales, así que nos adentramos en los
jardines.
Los terrenos estaban divididos en seis zonas exclusivas, cada una rodeada
por un muro, cercos o árboles. La privacidad que proporcionaba cada uno de los
jardines le costaba a la empresa una pequeña fortuna. Pero eran una parte esencial
del proceso de curación.
—Continúa.
—Te he echado de menos. Frank está bien, pero no es el mismo. —Frank era
el terapeuta que me había sustituido durante mi ausencia. Era bueno en su
trabajo, pero oír eso de Leroy me hizo sentir un poco orgullosa de mí misma—. Me
hizo darme cuenta de que si quiero mejorar, solamente tú puedes ayudarme.
—Lo que sea, pero... —Cerró los ojos y tragó saliva. Cuando me acerqué a
él, se apartó de mí y sacudió la cabeza—. Necesito hacer esto; tu compasión no
ayudará. Por favor, no lo hagas.
—De acuerdo.
Junté las palmas de las manos y las deslicé entre mis muslos, mostrándole
que no tenía intenciones de tocarlo.
Durante un largo rato se quedó sentado en silencio, observando el agua que
saltaba de la boca del gran pez de la fuente. Le permití que tuviera paciencia y me
quedé tan quieta como él.
Asintió, tragando saliva mientras se pasaba la lengua por los dientes. Tenía
la cara pálida y parecía que iba a vomitar.
—Le hice daño a alguien. —Lo dijo con tal brusquedad que no pude evitar
estremecerme. Eso no era lo que esperaba.
—Más o menos. Le debo mucho dinero a alguien. Hacer esto era la única
forma de saldar mi deuda.
—¿Esto?
Cuando sentí movimiento detrás de mí, cerré los ojos y me di cuenta de qué
significaba exactamente “esto”.
Me reí entre dientes, pateando a un lado la pila de postes que había sobre la
alfombra para que Robbie no resbalara.
—Lo soy.
Después de pasarle el café fui a recoger el correo. Red bajó trotando las
escaleras, finalmente sintió mi presencia y la de Rob y decidió que valía la pena
echar un vistazo. Fiel a su estilo, uno de sus puntos fuertes, se subió suavemente
al sofá junto a Rob y le lamió la oreja.
—Sabe deliciosa. —La fría voz de Terry llenó los altavoces pero no apareció
en el vídeo—. Su sangre tiene un aroma exquisito, ¿no crees, Judd?
Me reí.
—Siempre lo he sabido.
Parecía desconcertado.
¿Por qué había esperado? Era una pregunta que me había hecho una y otra
vez.
Ivan Moritz: Lucha agendada para dentro de 4 semanas para darte tiempo con tu mujer.
¿Qué carajo?
Estaba aburrida.
Había susurrado palabras de amor sin decir las que anhelaba escuchar.
Sabía que se sentía culpable por tomarme de la forma en que lo había hecho, traté
en vano de calmar sus preocupaciones, insistiendo una y otra vez en que había
sido mi elección.
—Ven entonces.
Ahora había una calma que se había asentado dentro de mí. Sin embargo,
había una pizca de preocupación, esta vez debido a otros factores, que se negaba
a permitir que mi mente tuviera paz.
Mis ojos se posaron en los suyos y los entrecerré, pero le hice un gesto con
la cabeza para que continuara.
—¿Quién?
—Gracias.
Él asintió, frotándose los ojos con las palmas de sus manos. Se mira peor
por la siesta, el color grisáceo de su piel hacía que sus rasgos ásperos habituales
parecieran aún más amenazantes.
Apretando los dientes por el dolor que me atravesó, me levanté y fui a poner
la tetera.
Red gimió tan pronto como abrí la puerta de la cocina y corrió a mi lado, su
nariz fría enterrándose en mi mano.
Parecía nerviosa, con las orejas aguzadas y el pelaje de la nuca rígido por la
alarma.
—¿Red?
Cada hueso de mi cuerpo crujió bajo la presión del miedo cuando ella rascó
la puerta del sótano. Ella gimió, rascándose más fuerte mientras giraba la cabeza
para mirarme y luego empujaba la puerta.
Mis pies se arrastraban por cada escalón, el miedo tiraba de cada músculo
y hacía que el movimiento fuera lento e incómodo.
Nada más que el silencio me saludó. Las oscuras profundidades de mi propio
sótano se volvieron aterradoras y extrañas, lo desconocido jugaba una mala pasada
en mi mente y aumentaba la tensión en mi cuerpo.
Los mismos pozos del infierno nunca podrían exhibir el horror que me
recibió. Ríos de sangre nunca podrían replicar una escena tan sangrienta. Y nunca
en mis propias pesadillas podría imaginar algo tan siniestro.
—¿Kloe?
Se volvió lentamente, con la cabeza girando sobre sus hombros como una
jodida película de terror. Sus ojos vacíos me encontraron.
—Hice que me lo dijera, Anderson. —El tono escalofriante de su voz hizo que
mi garganta se contrajera.
—¿Decirte que?
Sus ojos cayeron por un segundo antes de que una vez más encontraran los
míos.
—A quién. —Se estremeció y se lamió los labios, la sangre que los cubría se
corrió con la humedad—. Quién —repitió ella.
Hice una mueca cuando di un paso hacia ella, mis pies resbalaron en las
entrañas que hacían un camino hacia ella.
—No le creí.
Asentí.
El vómito me subía a toda prisa por la garganta con el olor dulce pero amargo
de toda la sangre. La cargué por la casa, y rápidamente abrí la ducha, entré al
cubículo, ambos completamente vestidos y ella cubierta con más que tela.
—Muchas cosas.
Robbie habló en voz baja desde la puerta del baño, mirándonos con cautela.
Negué.
—Esto no es tu culpa.
—Pensé que estaba muerto. Siempre había estado muerto. —dijo Kloe—.
Siempre pensé que estaba muerto.
—Y todo este tiempo, todo ese tiempo, hace tanto tiempo, ha estado
planeando cómo el destino nos arruinaría. —Volvió la cabeza y me miró— ¿Sabías
eso, Anderson? Que se conocían. Así lo conoció mi madre, por eso nos jodieron a ti
y a mí.
—¿Qué?
No pude formar palabras para cuestionarla. Quería que hablara más rápido,
que llenara las partes en blanco por mí, pero el shock me volvió estúpido.
—Dijo que mis padres y los tuyos eran mejores amigos mucho antes de que
naciéramos. —Se estremeció a pesar de que la cubrí con mis brazos y la atraje
hacia mí. El dormitorio estaba a oscuras y nos acurrucamos juntos bajo el edredón,
mi abrazo y el edredón le proporcionaban la red de seguridad que necesitaba—.
Creo que estaban conectados con una secta —murmuró, con el ceño fruncido—.
Pero no estoy segura. No pude distinguir algunas de las cosas que dijo.
—¿Entonces me vendieron por mil libras para que mi madre pudiera pagar
su deuda de drogas?
—No sé. Terry acaba de decir que se fue. No estaba muy dispuesto a hablar
en ese momento.
—¿Estupideces?
Apreté mis brazos alrededor de ella cuando la repulsión en sus ojos la hizo
estremecerse.
No le dije que la mayoría de la gente no llegaba tan lejos como ella. Sin
embargo, Kloe había pasado por tanto que nadie podía entender cuál era su estado
de ánimo ahora. Lo que debería disgustar a muchos de nosotros se estaba
convirtiendo en algo normal para Kloe. Y aunque lo que había presenciado me
había enfermado incluso a mí, estaba muy orgulloso de ella. Me demostró que
estaba lista para que la dejara. Ella sobreviviría a esto después de todo, y protegería
a nuestro bebé con su vida.
Fruncí el ceño.
—¿Encontraste qué?
—Lo que sea que había estado buscando. El estampido del trueno en medio
de la tormenta. El fuego más caliente del infierno. El epítome del pecado. Había
estado buscando luz, Anderson, esperanza en medio de la desesperanza. Para un
escape del medio del escapismo. Todo el tiempo había estado buscando lo contrario
de lo que necesitaba. Algo hizo clic cuando vi la sangre salir de Terry, del corte que
le había infligido. La pérdida de su vida me dio la mía. Su último aliento fue el
primero en mucho tiempo. ¿Tiene sentido?
—Tiene total sentido. Todos tendemos a buscar las cosas que creemos que
necesitamos, cuando todo el tiempo, si solo tuviéramos cerrados los ojos y
realmente miráramos, habríamos encontrado que lo que está dentro de nosotros
es exactamente lo que hemos estado buscando.
—Pero fuiste tú quien me abrió los ojos, Anderson. Fuiste tú quien encontró
mi corazón.
—Te amo —susurró ella—. Sé que no puedes decir lo mismo, y está bien.
Pero tienes que aprender a confiar en mí, Anderson. Soy más fuerte de lo que
piensas. Te protegería con mi vida.
No fue hasta la semana siguiente, la noche antes de mi pelea con Ivan, que
sus palabras tuvieron perfecto sentido para mí, y descubrí cuánto me amaba Kloe
Grant.
No podía contarle sobre mi trato con Ivan; la hubiera roto. Sabía que se
sentiría culpable, que era su culpa que hubiera cambiado mi vida por la de ella.
Pero la vida de mi hijo y de Kloe significaba más para mí que mi próximo aliento.
Si me quedaba sin ellos, entonces mi vida se acababa de todos modos.
No estaba nervioso por la muerte, ni mucho menos, pero estaba triste porque
ahora todo en mi vida se estaba juntando, tenía que terminar.
Las orejas de Red azotaron el aire con una repentina y fuerte ráfaga de
viento; se veía tan cómica que no pude evitar sonreír. El frío empezó a penetrar el
espesor de mi abrigo y me estremecí.
Tragué saliva y cerré los ojos con fuerza. No podía llorar, y aunque mi
corazón estaba triste por Red, sabía que estaría bien con Kloe.
Rob no estaba a la vista cuando entré, pero Kloe estaba sentada en la mesa
de la cocina. Estaba a kilómetros de distancia, con los dedos aferrados a una taza
de té frío mientras miraba al vacío.
—Hey.
—No.
—No me mientas, Kloe. Pensé que habíamos establecido esto hace mucho
tiempo.
—Sí, eso lo habíamos establecido hace un tiempo. Pero mientes, así que creo
que tengo derecho a una o dos mentiras.
—¿Disculpa que?
Empujando su silla hacia atrás, se puso de pie y se volvió hacia mí. Sus ojos
eran estrechos y duros.
—Ivan Moritz.
—¿Quién te lo dijo?
Abrí la boca para hablar pero ella negó. Tomando mi mano, me llevó a la
puerta del sótano y me jaló detrás de ella. El olor a sangre me golpeó e hice una
mueca; No pensé que el olor se iría alguna vez. Penetró el suelo, las paredes y cada
molécula de aire del lugar.
—¿Kloe?
—¿Qué diablos? No puedes hacer esto. ¡Hice un trato, Kloe! ¡Un trato que no
debería romperse!
Mi alma sufría por ella. Todo lo que siempre quiso fue ser amada. Pero una
vez más, al sentir mis emociones, negó.
—Había una razón simple para eso, Anderson. Fue porque él estaba en la
habitación conmigo.
—¿Q-qué?
Mi padre se sentó en la silla frente a mí. Como si supiera que su vida había
terminado, se había vuelto sombrío y agradable, sus brillantes ojos azules que eran
la imagen de los míos no habían dejado mi rostro en la última hora.
—Prisión.
—Entonces, dime.
Él resopló.
—Supongo que cómo fuimos hechos tu madre y yo. Nunca hiciste nada malo,
pero tampoco hiciste nada bien. Es posible que hayas adivinado que llegaste como
una pequeña sorpresa. Nunca planeamos tener hijos. Nuestro estilo de vida era
simplemente…
Tuve que cerrar los ojos para recomponerme. Anderson apretó mi mano,
animándome a calmarme.
—¿Qué le pasó a mi madre? —Sabía que había sido algo que había querido
una respuesta durante tanto tiempo, y me aferré a la respuesta de Ivan tan de
cerca como lo hizo Anderson.
—Se cayó por las escaleras y se rompió el cuello, lo creas o no.
Tanto Anderson como yo miramos con los ojos muy abiertos e Ivan levantó
las manos.
—Sí. Parece un poco dramático, pero bueno, fue solo una de esas cosas.
Estaba tan drogada como un caballo rabioso en ese momento. —Anderson se
estremeció a mi lado, la risa cruel y la actitud insensible de mi padre lo lastimaron.
El humor de Ivan me enfermó. No le importaba cualquier cosa, su desprecio me
hizo enfadarme más con él.
—Entonces, ¿por qué volver? —pregunté—. ¿Por qué, después de todos estos
años, vuelves para atormentarnos a Anderson y a mí? Teníamos nuestras vidas de
vuelta. Anderson finalmente fue libre de esos cabrones enfermos. ¿Por qué?
Por primera vez, mi padre mostró una reacción real a una de mis preguntas.
Me miró como si estuviera loca.
Antes de que pudiera decir otra palabra, Anderson voló hacia él. La silla de
Ivan cayó hacia atrás y la piel de su garganta quedó atrapada en el puño de
Anderson.
—¿Crees que la prisión fue dura, bastardo enfermo? ¡No tienes ni puta idea
de lo que significa estar encerrado! Veinte jodidos años esos cabrones me usaron y
abusaron, y por el resto de mi vida estaré encerrado dentro del odio. ¡Eso es prisión,
Ivan! No unos pocos míseros años tras las rejas con comida en el estómago, una
cama para dormir todas las noches y una hora de aire fresco en los pulmones todos
los días. Ni siquiera sabía cómo se sentía el sol en mi rostro, o qué tan dulce era el
aire fresco. ¡Tu propia hija pasó hambre durante tanto tiempo que nunca más
sentirá el estómago lleno! Tu maldito compañero enfermo la violó a los siete años.
Todos ustedes arruinaron algo tan precioso. Pero te juro que ahora haré todo lo
que esté a mi alcance para borrarte de su vida. Nunca volveré a respirar por
completo hasta que Kloe aprenda a amar quién es en realidad. Ella no es
Samantha, y por mucho que quisiera que ella también la aceptara, finalmente me
di cuenta de que Samantha murió hace mucho tiempo. Kloe nació del dolor y la
miseria de tu hija. Samantha le dio la fuerza de su alma. Ella le dio el coraje en su
espíritu y le dio el amor en su corazón. ¡Los lleva, pero por Dios, nunca más sabrá
el dolor y la destrucción que le impusiste!
Tragué saliva y me quedé quieta mientras los puños de Anderson hacían
implosión en el rostro de mi padre. Sus violentos puñetazos aplastaron el esternón
de mi padre, y su brutalidad despiadada le quitó el último aliento.
Observé. Me senté en silencio, obligando a mis ojos a ver cada pizca de ira
de Anderson. Presencié el final con el corazón lleno, el de Anderson, declarando,
diciéndome lo que siempre había sospechado. Que me amaba.
Una sonrisa se posó en mis labios cuando Samantha Rowan finalmente fue
enterrada.
Esta vez fui yo quien bañó y cuidó al hombre que le concedió la paz a mi
alma. Estaba callado y apagado, perdido en sus propios pensamientos como yo
estaba perdida en los míos.
El agua goteaba por su pecho cuando apreté la esponja sobre él. Se sentó
entre mis muslos, el calor del agua a nuestro alrededor rompiendo el frío que se
había instalado en nuestros huesos.
—Solo si lo dejas. Se han ido ahora. Todos ellos. Solo quedamos tú, yo y
nuestro hijo para dictar a dónde van nuestras vidas desde aquí.
El asintió.
Se giró, deslizándose sobre sus rodillas ante mí. El agua salpicó a nuestro
alrededor cuando me agarró y tiró de mí sobre sus muslos y directamente sobre su
polla dura.
El aire salía de mis pulmones mientras el placer corría por mis venas. Mi
cabeza cayó hacia atrás y Anderson capturó la piel de mi cuello con sus dientes.
Cuando la sangre empezó a correr por mi piel, la atrapó con la lengua y me besó
con una pasión que pronto me abrumaría.
—Te amo tanto, Anderson —susurré, rogándole que sintiera cada pedacito
de mi declaración en su alma.
No pudo cubrir el shock. Miré con ojos enormes mientras una sonrisa
tomaba su miseria y la aniquilaba.
—Sí —susurré. Ni siquiera había tenido que pensar en ello. Mi alma ya había
decidido por mí.
Su sonrisa se convirtió en la sonrisa más amplia, iluminando su hermoso
rostro. Absorbí la imagen, usándola para alimentar mi corazón.
—Y luego puedes llevarme a algún lugar cálido y tranquilo —Le informé con
una gran sonrisa—. Maldita sea, creo que nos merecemos unas vacaciones.
Se rio, asintiendo.
Perfección.
La suave luz saltó sobre su piel pálida, resaltando cada cicatriz y haciéndolos
bailar para mí. Su cuerpo suave pero completo se balanceaba en las cuerdas ante
mí, su gran vientre redondo acariciado en mis manos, mis dedos extendidos sobre
la piel estirada.
Kloe sonrió, el azul de sus ojos brillando con lágrimas de alegría. Era tan
asombrosamente hermosa cuando estaba feliz. Y yo le había dado eso. Yo fui quien
llenó su vientre con lo que ella anhelaba, lo que una vez solo había soñado.
—Te amo —susurró contra mis labios. Sus ojos estaban fijos en los míos, la
declaración de sus palabras se reflejaba en mí a través de su mirada—. Me encanta
lo que me haces, Anderson. Lo que me has dado.
Ella tomó aire, sus ojos se cerraron en éxtasis cuando pasé la punta de la
navaja entre sus pechos, cortándola con tanta delicadeza que incluso el torrente
de sangre a la superficie fue perezoso y sereno.
Kloe era mía en todos los sentidos. Y lo que ella llevaba en ella era mío. Por
primera vez en treinta años, algo me pertenecía.
Ella gritó, sus ojos se abrieron de golpe cuando conduje mi polla dentro de
ella. Sus paredes se aferraron, un acto para verificar su promesa, mientras sus
piernas se apretaban alrededor de mi cuerpo.
Hizo una mueca y tiró hacia delante, con el rostro contraído por el dolor.
Amaba el dolor; la trajo a la vida, alimentó su necesidad de retribución. La ayudó
a enterrar su pasado.
—Anderson…
Sus ojos rodaron y salí de ella, cortando rápidamente las cuerdas. Ella cayó
sobre mí, un gemido feroz se convirtió en un grito de dolor mientras se doblaba.
Cayó de rodillas, con los brazos cubriendo su vientre mientras otro horrible gemido
brotaba de ella.
—Anderson…
—¿Kloe?
—¡No!
Él había ganado.
La puerta se abrió y Robbie entró corriendo. Estaba sin aliento, con el rostro
pálido por el esfuerzo.
Negué, una vez más mirando el reloj en la pared que nunca parecía avanzar.
—Nada aún.
—Cálmate —dijo Rob—. Ella va a estar bien. Ella es dura. Es Kloe. Tiene que
ser fuerte para estar casada contigo.
Tragué saliva.
—¿Por qué no pude simplemente habérselo dicho, Rob? ¿Por qué tuve que
ser tan malditamente egoísta?
—No es egoísta tener miedo, Anderson. Kloe sabe lo que sientes por ella. Ya
sea que hayas dicho las palabras o no, ella lo sabe. Ella lo ve en ti todos los días.
Ella lo siente en la forma en que la tocas, la forma en que la tratas como la puta
princesa que es.
Sonreí. Kloe insistió en que odiaba la forma en que la cuidaba, pero veía el
amor brillando hacia mí cada vez que la levantaba en mis brazos y la subía por las
escaleras, o la forma en que se reía cuando la vestía todas las mañanas. Ella era
demasiado preciosa para darla por sentada. Ella había cambiado mi vida de
muchas maneras, cada mañana que me despertaba a su lado sentía que mi corazón
latía más fuerte y mi alma suspiraba de satisfacción.
La vida había sido cruel en todos los sentidos, pero Kloe me demostró que
todo había valido la pena. Cada minuto que había sido torturado, violado y
mutilado me había llevado a este punto, al punto en que nuestras cicatrices se
unieron y crearon un amor tan increíblemente fuerte que algunos días me
abrumaba con su intensidad.
—¿Y mi esposa?
—Me temo que su esposa entró en coma. Necesito informarle que debe
prepararse para lo peor. Sus órganos están fallando, señor Cain. Su cuerpo se está
apagando.
Una fina sábana blanca cubría su cuerpo y se veía extraña sin su gran
vientre.
Tragué saliva, deseando que sus ojos se abrieran o que sus dedos se
movieran. Cualquier tipo de reacción de ella para decirme que me escuchó.
Odiaba las lágrimas que llenaban mis mejillas, pero no podía detenerlas.
Estaban desenfrenadas y rápidas, torturándome.
—Lo siento mucho, por todo. Lo hice tan difícil. Al principio. Tienes que saber
que nunca quise lastimarte, incluso cuando te causé tanto dolor.
Estaba balbuceando, tratando de sacar todo. Pero al final, solo una cosa
realmente importaba.
Mi hermosa Kloe murió tres minutos después. Y mi alma murió junto a ella.
Veinticinco
Robbie
El olor me golpeó, tan pronto como abrí la puerta, e hice una mueca. El
correo estaba tirado en el tapete de la puerta principal y me agaché para recogerlo,
arrojándolo sobre la pequeña mesa.
Él no se movió.
Silencio.
Así que puse mis manos en puños, me estabilicé y dije la única línea que
garantizaba una reacción.
—¡Kloe, no está aquí! —Él escupió. Nunca antes había visto tanta rabia y
hostilidad en él. Brotaba de él como si sudara puro odio, repugnancia goteando de
sus poros en abundancia.
—No, no lo esta. —Me atraganté con su agarre—. Pero ella está en ese niño
pequeño que realmente necesita a su papá en este momento.
—Ella vive contigo en ese pequeño paquete de amor, Anderson. Ella murió
para darle vida. Eso no es su culpa. Tampoco es tuya, Pero es. Y jodidamente
apesta.
—Sí. Pero entonces, también podrías decir que Kloe está muerta porque
estás vivo.
Mis ojos recorrieron su ropa, mis dedos apenas la tocaban pero sentían
mucho.
Fruncí el ceño y me giré para ver qué estaba haciendo cuando salió otro
gemido de ella. Tenía la nariz metida debajo de la cama, sus patas delanteras
tratando desesperadamente de cavar algo.
Un niño y una niña estaban parados contra una pared tomados de la mano.
Ella usaba un vestido vaporoso de verano lleno de bonitas flores rosadas, y el niño
vestía pantalones cortos y una camiseta de Star Wars. La niña lucía una enorme
sonrisa y el niño tenía su rostro volteando hacia la cámara, con una gran sonrisa
propia.
Mi pulgar acarició sus sonrisas felices y sonreí con ellos. Decir que su
infancia había sido horrible y todavía se consolaban el uno con el otro y sonreían.
Su amor, incluso entonces, era prominente y cegador.
Algo pinchó mis sentidos y entrecerré los ojos en la foto. Red ladró de
sorpresa cuando salté de la cama y corrí a la oficina. Escaneo rápidamente la foto,
luego la amplí en la pantalla.
—Santa mierda.
Algo en mi cabeza hizo clic y tomé la foto del escáner. Dándole la vuelta,
como para verificar la verdad, leí las palabras en la parte de atrás.
Excepto que la foto del niño no era yo. Judd tenía ojos marrones y su cabello
rubio era casi blanco.
¿Había sabido Kloe todo el tiempo que yo no era Judd Asher? ¿Había sabido
cuando entró en la habitación del hospital que yo no era el mejor amigo que había
perdido hace tantos años?
Estaba bien envuelto en una manta azul. Su cabeza llena de cabello rubio
rojizo me dejó sin aliento.
La enfermera, percibiendo rápidamente mi resolución que se agotaba
rápidamente, colocó suavemente su mano sobre mi brazo.
—Él es una cosita tan buena. Es muy callado pero pone las caras más
graciosas. Todos nos hemos enamorado de él.
Algo tiró de mi corazón. Parecía que se parecía a su madre con las caras
graciosas entonces.
Mi labio se abrió bajo la presión de mis dientes, pero antes de que pudiera
correr, asentí brevemente.
Me condujo a una silla tan rápido que supe que también estaba debatiendo
qué tan rápido podrían correr mis pies.
Me quedé helado.
Me dolía la garganta.
Yo no correría.
Yo no correría nunca.
—Esto va a ser difícil —susurré mientras miraba la creación perfecta que
Kloe me había regalado antes de encontrar la paz—. Probablemente más para mí
que para ti. —Me reí.
—Pero, creo… Creo que estaremos bien, pequeño. —Fruncí el ceño y luego
sonreí—. Sam.
Su agarre sobre mí se fue y sentí el más leve roce de sus labios en mi mejilla
cuando me incliné para colocar un beso en la frente de Sam.
Dos semanas después, los restos de Judd Asher, de cinco años, fueron
desenterrados de los terrenos alrededor de la casa de campo de los Dawson.
Nací de Hank y Mary Dawson tres años antes de que les vendieran a Judd.
Ni siquiera estaba registrado. Yo era un desconocido. Un niño nacido de la maldad
y el libertinaje.
Kloe me había dado tanto. Una vez, todo lo que tuve fue dolor. Era todo por
lo que había vivido; todo lo que había sentido. Pero entonces ella entró en mi vida
y me mostró que había mucho más que sentir. Amar. Confianza. Dulzura.
Esperanza. Me había sacado de la jaula, me había desencadenado y me había
enseñado que está bien ser amado y devolverlo. Y al final ella me había dado su
alma. La sentí dentro de nuestro niño tantas veces en los próximos años. La forma
en que sus ojos se iluminaron y el sonido de su risa se parecía mucho a la de su
madre. Su fuerza y su coraje era un regalo que solo Kloe podía hacerle. Y la forma
en que me adoraba tanto para él como para su madre fue suficiente para llenar mi
corazón y mi alma.
Fin.
BOUND
Dos años después.
No dispuesto a permitir que nadie destruya lo único por lo que vive, la vida
de Anderson se convierte en un infierno cuando Sam enferma repentinamente. Lo
único que posee el frío y dañado corazón de Anderson se ve amenazado, y cuando
parece que la historia tiene una desagradable forma de repetirse, una vez más, un
alma inesperada da un paso al frente y lo toma de la mano.
La calma y la serenidad que sólo una mujer podía darle le fueron arrebatadas
hace dos años, y pensó que nunca volvería a sentir esa tranquilidad en su interior.
Excepto que, a veces, alguien, en algún lugar, nos ofrece retribución por
nuestros pecados. Una mano nos tiende la nuestra. Y un corazón gentil puede, y
de hecho lo hace, calmar la furia que llevamos dentro.
En medio del sufrimiento.
Viene la misericordia.
Y el castigo.
Caged #2.5
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