Psicologia Positiva
Psicologia Positiva
Psicologia Positiva
La Psicología Positiva
Vázquez (2006) señala que es probable que en el futuro no muy lejano el estudio
del bienestar se vaya integrando al quehacer cotidiano de todos los psicólogos.
Seligman (2011), al analizar los hallazgos más importantes sobre los factores
que contribuyen al bienestar, concluye que éste tiene cinco elementos
principales, mismos que sintetiza con el acrónimo en inglés PERMA 2. En
español, lo podemos traducir como PRISMA (Tarragona, en prensa):
Positividad
Relaciones Interpersonales
Involucramiento
Sentido de vida
Metas Alcanzadas
La Positividad
Como su nombre sugiere, la positividad se refiere a experimentar emociones
positivas, más frecuentemente que las emociones negativas. Implica también un
estilo cognitivo optimista (esperar que sucedan cosas buenas). Abarca también el
tener un marco cognitivo optimista. Las buenas relaciones interpersonales son
fundamentales para la felicidad. El involucramiento se refiere a estar implicados en
nuestras actividades, concentrarnos en nuestras tareas y poner en juego nuestras
habilidades. Tener un propósito y sentido en la vida son también claves del
bienestar, como también lo es ponernos metas y alcanzarlas. A continuación, se
presentan algunas pinceladas de la evidencia sobre las contribuciones de cada
uno de estos elementos del PRISMA a la felicidad.
El segundo elemento del PRISMA, la R, tiene que ver con las relaciones.
Cristopher Peterson, a quien va dedicado este número de la revista, hizo famosa
la frase "los demás importan", que para él resumía lo más importante de la
psicología positiva. En sus cursos y conferencias, Peterson subrayaba que la
variable que más frecuentemente se correlaciona con el bienestar es la
calidad de nuestras relaciones y que cuando se ha estudiado a las personas
más felices entre las felices se ha encontrado que todas tienen buenas
relaciones interpersonales (Peterson, 2006).
El Significado
Las fortalezas de carácter son distintas de los talentos, éstos muchas veces son
automáticos (por ej. tener oído perfecto o ser muy ágil), mientras que las fortalezas
tienen que ver con nuestra voluntad (podemos decidir ser más generosos o más
prudentes). Los investigadores (Seligman, 2002; Peterson y Seligman, 2004;
Dahlsgaard, Peterson, y Seligman, 2005) proponen que las 24 fortalezas de
carácter se pueden agrupar en seis grandes virtudes:
A partir del último cuarto del siglo XX surgieron una serie de abordajes
terapéuticos que dan un lugar central al lenguaje y las historias o narrativas de los
clientes, y que conceptualizan la terapia como un proceso conversacional, no
como una forma de curación similar al tratamiento médico. Estos enfoques han
cuestionado muchas de las ideas en las que históricamente se ha basado la
práctica clínica, y han ofrecido maneras distintas de conceptualizar y ejercer la
terapia (Tarragona, 2006, en prensa b). Se les denomina terapias posmodernas,
narrativas, discursivas, conversacionales, socio-construccionistas y
postestructuralistas. La falta de un nombre que las unifique refleja que no se trata
de una sola escuela o modelo, sino de un grupo interconectado de teóricos y
terapeutas que comparten ciertas premisas filosóficas y epistemológicas. Al mismo
tiempo, los diferentes nombres subrayan un aspecto importante de cada uno de
estos enfoques: "Discursivas" y "conversacionales" sugieren que la terapia es vista
como una conversación y como un proceso lingüístico. "Narrativa" se refiere al
gran interés por la manera en la que las personas le dan significado a sus vidas a
través de historias o narraciones de su experiencia. Llamarlas terapias "socio-
construccionistas" enfatiza que el conocimiento, el significado y la identidad se
construyen a través de la interacción con otras personas. "Colaborativa" describe
la clase de relación que se establece entre terapeutas y clientes, y enfatiza que el
proceso de la terapia es una labor conjunta. Los terapeutas que no piensan que
las dificultades humanas sean manifestaciones de estructuras profundas o
subyacentes se identifican como "postestructuralistas" (Tarragona, 2008).
Stephen Friedman (1996) llama a los terapeutas que trabajan desde estas
perspectivas "terapeutas constructivos" y los describe de la siguiente manera: "Los
terapeutas constructivos: Creen en una realidad construida socialmente. Enfatizan
la naturaleza reflexiva de la relación terapéutica en la que el cliente y el terapeuta
co-construyen significados mediante el diálogo o la conversación. Se mantienen
empáticos y respetuosos ante el predicamento del cliente y creen en la capacidad
de la conversación terapéutica para liberar aquellas voces e historias que han sido
suprimidas, ignoradas o no tomadas en cuenta previamente. Se alejan de las
distinciones jerárquicas hacia una oferta de ideas más igualitaria en la que se
respetan las diferencias. Co-construyen los objetivos y negocian la dirección de la
terapia, colocando al cliente en el «asiento del conductor», como experto en sus
propios predicamentos y dilemas. Buscan y amplifican las habilidades, fortalezas y
recursos y evitan ser detectives de la patología o redificar distinciones
diagnósticas rígidas. Evitan utilizar un vocabulario de déficit y disfunción,
reemplazando la jerga de la patología (y la distancia) con el lenguaje cotidiano.
Están orientados hacia el futuro y son optimistas respecto al cambio" (Friedman,
1996, p. 450-451, traducción de la autora).
La metáfora narrativa y la analogía de texto son muy útiles para hablar de las
vidas humanas. Los creadores de la terapia narrativa, White y Epston (1989),
influidos por el trabajo del sociólogo Ervin Goffman y el antropólogo Clifford
Geertz, proponen que los mapas o analogías que usamos para darle sentido a
nuestro mundo determinan cómo entendemos los eventos y las acciones que
tomamos. Si los terapeutas trabajan con analogías provenientes de las ciencias
físicas, pueden pensar en las personas y sus relaciones como máquinas
complejas; sus problemas pueden entenderse en términos de descomposturas o
daños, y las soluciones como reparaciones o correcciones. Mientras que si
tomamos analogías de la biología, podemos ver a las personas y las
organizaciones sociales como "cuasi-organismos", entenderemos sus problemas
como síntomas y veremos la solución como una curación. White y Epston (1989)
prefieren usar una analogía de texto para guiar su trabajo como terapeutas. Desde
esta perspectiva, los problemas pueden ser interpretados como ciertos tipos de
historias y sus soluciones pueden encontrarse en la autoría de historias
alternativas diferentes.
Nuestras narrativas personales son fluidas y se desarrollan en el contexto de
nuestras relaciones interpersonales y los intercambios lingüísticos con otras
personas. Esta fluidez de nuestras historias e identidades es una de las premisas
centrales de las terapias narrativas, ya que señalan el terreno en el que podemos
incidir cómo terapeutas e implica que hay posibilidades de construir diferentes
historias sobre las experiencias de los clientes.
Interés en lo que funciona bien. Una característica que distingue a estas de las
terapias tradicionales es el énfasis en lo que está funcionando bien en las vidas de
las personas y en lo que los clientes consideran importante y valioso. Los
terapeutas narrativos exploran los propósitos, valores, sueños, esperanzas y
compromisos de los clientes así como las veces cuando éstos han tenido
influencia sobre el problema que los inquieta (White, 2004). Los terapeutas que
practican la terapia centrada en soluciones enfatizan la construcción de soluciones
(De Jong y Kim Berg, 2002) y los recursos de los clientes (O'Hanlon y Wiener-
Davis, 2003). En la terapia colaborativa, Harlene Anderson (2006) dice que su
conceptualización del lenguaje como fluido y potencialmente transformador le
permite tener una actitud esperanzada en la terapia: "apreciar que los seres
humanos son resilientes, que cada persona tiene contribuciones y potenciales, y
que la gente valora, persigue y trata de alcanzar vidas y relaciones más sanas y
exitosas" (p. 11).
Una vez expuestas las bases de la psicología positiva y las terapias constructivas,
se expondrá cómo estos dos ámbitos se pueden integrar y potenciar mutuamente.
En la terapia centrada en soluciones (De Jong y Kim Berg, 2002) como el nombre
lo indica, la terapeuta sólo averigua sobre el problema lo suficiente para que el
cliente se sienta escuchado y entendido, pero la mayor parte del trabajo tiene que
ver con establecer metas específicas y explorar las soluciones al problema. Los
terapeutas a veces empiezan las sesiones preguntando: "¿Qué ha ido mejor
desde que nos vimos?" para conocer las pequeñas mejorías que los clientes
pueden estar experimentando. Se le presta mucha atención a las excepciones, a
aquellas ocasiones en las que el problema es menor, menos intenso o inexistente,
por escasas que sean. Cuando no ha habido mejoría se pregunta qué ha hecho la
persona para no empeorar; el énfasis siempre es en lo positivo.
«Suponte que mientras estás durmiendo esta noche y toda la casa está en
silencio, ocurre un milagro. El milagro es que el problema que te trajo aquí se
soluciona. Pero como estabas dormido no sabes que el milagro ha sucedido. Así
que, cuando te despiertes mañana en la mañana, ¿qué será diferente que te haría
darte cuenta de que hubo un milagro y que el problema que te trajo aquí se ha
solucionado?» (De Shazer en De Jong y Kim Berg, 2002, p. 85).6
Esta pregunta invita al cliente a imaginar cómo serán las cosas cuando estén
mejor, y en su respuesta está la clave para la solución.
En todas las terapias constructivas los terapeutas tratan de evitar usar un lenguaje
complicado y prefieren usar un lenguaje cotidiano. Harlene Anderson (1997) ha
hecho especial énfasis en esto en la terapia colaborativa. Al alejarnos de la "jerga"
psicológica, nos distanciamos también de las visiones centradas en lo
disfuncional.
Otro punto en que coinciden las terapias constructivas y la psicología positiva tiene
que ver con los valores. Éstos constituyen una de las áreas de estudio de la
psicología positiva (Peterson, 2006). En la terapia narrativa se exploran los
valores del cliente y cómo se relacionan con sus "identidades preferidas", es
decir cómo prefiere conducirse en su vida y de qué manera esto se relaciona con
lo que valora. En su definición de la terapia narrativa, Alice Morgan (2000) señala
que ésta supone que las personas tienen muchas habilidades, creencias, valores y
compromisos que les pueden ayudar a cambiar su relación con los problemas.
Una herramienta que a veces se utiliza en la terapia narrativa es la de "tomar
una postura" (statement of position) (White, 2007), en la que se le pide a la
persona que evalúe los efectos del problema y por qué los considera negativos en
su vida (o positivos, pero si es un problema generalmente sus efectos son
negativos). Una vez que ha justificado por qué los ve así, generalmente se hace
explícito lo que valora.