LECTURA Transporte de Pacientes en Estado Crítico
LECTURA Transporte de Pacientes en Estado Crítico
LECTURA Transporte de Pacientes en Estado Crítico
Principios de Urgencias, Emergencias y Cuidados Críticos ∙ Sociedad Andaluza de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias
Transporte interhospitalario
primario como secundario, era realizado por voluntarios sin formación específica alguna.
Actualmente, casi todas las Comunidades Autónomas de España disponen de servicios de
emergencias (SAMUR, 061, etc.). De entre ellas la Comunidad Autónoma Andaluza, que desde
1992, año en el que el Servicio Andaluz de Salud crea el sistema de emergencias 061, dispone de un
sistema de emergencias médicas, el cual realiza tanto transporte primario como secundario, ya sea
en ambulancias tipo unidad de cuidados intensivos móviles (UCI-móvil), como en helicópteros, con
personal entrenado y especializado en asistencia prehospitalaria y transporte de pacientes críticos.
De igual forma, son muchos los hospitales generales que han organizado sus propios equipos de
transporte, fundamentalmente terrestres, para satisfacer sus necesidades de transporte
interhospitalario hacia los Centros de referencia.
Las indicaciones o motivos de traslado interhospitalario variarán en función de los recursos de que
dispone cada hospital y de la organización del sistema sanitario al que pertenecen. A causa del alto
coste de algunos servicios médicos, éstos son concentrados en la mayoría de los países, en
determinados hospitales que dan cobertura a un área o región geográfica. Estos servicios
especializados suelen ser referencia para pacientes con patologías como traumatismos
craneoencefálicos, quemados, cirugía cardiovascular, neonatología, etc., y son los hospitales
generales quienes transfieren a sus pacientes hasta estos centros con el objetivo de que se beneficien
de los recursos de que disponen.
De esta manera, el hospital emisor deberá tomar la decisión de transferir a un paciente hasta otro
hospital en base a la convicción de que el paciente se beneficiará de los recursos que el hospital
receptor le administrará, decisión que se realizará después de contactar con el personal médico de
este hospital y valorar conjuntamente el riesgo-beneficio que esta decisión tendrá sobre el paciente.
establecer una política que asegure un rápido y seguro transporte de los pacientes hasta una unidad
neuroquirúrgica para disminuir la morbilidad y mortalidad. Los mismos autores en 1990, publican
los resultados del estudio de 200 pacientes con traumatismo craneoencefálico trasladados
precozmente hasta su unidad. De este número de pacientes, la cantidad de ellos que presentaron
hematoma con deterioro del nivel de conciencia fue menor que en la serie realizada nueve años
antes.
En 1987 Olson y otros autores publican un trabajo basado en la evaluación del transporte de 100
pacientes hasta su servicio de urgencias y una revisión de la literatura.
Ellos encuentran problemas de estabilización hasta en 28 pacientes, y recomiendan la necesidad de
estabilizar al paciente previamente al traslado para prevenir complicaciones durante el mismo y
permita a los pacientes beneficiarse de los servicios especializados de los centros de referencia. En
1993, el Colegio Americano de Medicina Crítica en colaboración con otras sociedades, recopila
toda la experiencia publicada y establece una guía para el transporte de pacientes en estado crítico,
realizada por un grupo de expertos y en la que se recogen lo estándares a utilizar para un correcto
transporte inter e intrahospitalario de estos pacientes 10.
El transporte aéreo de pacientes en estado crítico, ya sea por traumatismo o por enfermedad
cardíaca, se utiliza con bastante frecuencia y su utilidad ha sido documentada en numerosas
publicaciones. Moylan, revisa en 1988 la historia y desarrollo del uso de helicópteros civiles como
elementos de un sistema de emergencias médicas. En esta revisión establece como el transporte
interhospitalario en medio aéreo ha ido aumentando desde 16.000 pacientes transportados en 1980
hasta 97.000 en 1987. En 1990, en los Estados Unidos fueron transportados en medio aéreo 159.027
pacientes.
PLANIFICACIÓN
La activación comprende desde que se recibe la comunicación formal del traslado hasta que se
contacta físicamente con el paciente y el personal responsable del mismo. El objetivo en esta
primera fase es dar una respuesta organizada y en el menor tiempo posible, ante la necesidad de
transferir un paciente crítico a un centro de referencia. Por Estabilización se entiende todas aquellas
actuaciones protocolizadas de soporte que se consideran necesarias realizar antes de iniciar el
traslado. Estas medidas deben efectuarse de forma rápida y eficaz. El Traslado comienza cuando se
instala al enfermo en el vehículo, y termina con la Transferencia al personal responsable en el
hospital de destino. Una vez completada la intervención se procede al regreso al hospital y
preparación del material y vehículo para una nueva activación (Reactivación).
Una de las tareas más importantes es la de mantener el vehículo en óptimas condiciones de
funcionamiento, dotación y limpieza. La revisión previa al traslado, realizada conjuntamente por el
equipo responsable (médico, enfermera y conductor), familiariza a éste con el equipamiento y evita
la improvisación durante el trayecto. La revisión debe ser rigurosa, e incluir tanto los aspectos
asistenciales como los del propio funcionamiento del vehículo. Para realizarla es conveniente
disponer de hojas de revisión. Una de ellas, debe ser cumplimentada por el conductor-camillero, y
recogerá aspectos tales como los niveles de líquidos y gases (carburante, aceite, baterías, frenos,
dirección, oxígeno, etc.), funcionamiento de los sistemas de iluminación (gálibos, interior,
antiniebla, etc.), comunicaciones (emisora, teléfono móvil, sirena, megafonía, etc.), estado de los
neumáticos, aire acondicionado, calefacción, kilometraje y limpieza (interior y exterior).
La revisión de la cabina asistencial es responsabilidad del médico y enfermera, y debe
cumplimentarse en una hoja especialmente diseñada para ello. Para que cumpla su función, debe
diseñarse de forma que sea necesario un examen exhaustivo, especialmente del equipo de soporte
vital avanzado. Una buena revisión previa de la ambulancia garantiza unos márgenes de seguridad
adecuados durante la realización del traslado.
Una vez recibida la comunicación formal del traslado, el equipo debe contactar con el personal
responsable del paciente, recibir información sobre el mismo, conocer el hospital de destino y
confirmar la disponibilidad de cama (activación).
En todo traslado de paciente en estado crítico, el transporte no se debe improvisar, y debe seguir la
regla de la estabilización previa, siguiendo un orden de prioridades y manteniendo en su entorno
todas las precauciones necesarias para garantizar su equilibrio durante todas sus fases. El propio
estado del paciente, su evolución y la necesidad inmediata o no de tratamiento especializado
determinan el tipo de medidas de estabilización que se deben aplicar, así como el tiempo a emplear
en realizarlas. Como norma general ante pacientes críticos, aquellas medidas de soporte que puedan
ser realizadas en la ambulancia, no deben retrasar la evacuación. Dividiremos la estabilización en
tres etapas: 1) Valoración general, 2) Valoración detallada y 3) Preparación. En la valoración
general se trata de conocer el estado general del paciente, patología que presenta y el soporte
asistencial que necesita con el objeto de planificar el traslado y prever las necesidades de
monitorización e intervención durante el trayecto. Para la valoración detallada y preparación, se
necesita el contacto con el personal médico y de enfermería responsables del paciente quienes
informarán del estado clínico del mismo, tratamiento que realiza, y últimos controles de constantes
vitales y analíticos. Se registrarán los parámetros de ventilación si el paciente necesita ventilación
mecánica (volumen tidal, volumen minuto, FIO2, PEEP, frecuencia respiratoria), se comprobará la
fijación del tubo endotraqueal para evitar una extubación accidental y la presión del
neumotaponamiento, la saturación arterial de oxígeno si se dispone de pulsioximetría, y si es
necesario disponer de aspirador. Se revisarán las medidas de soporte circulatorio, vías canalizadas,
tipos de catéteres (arterial, presión. etc.), así como tipo de fluidoterapia.
En las canalizaciones periféricas es preferible la fijación con venda a la oclusión con apósito simple
por motivos de seguridad durante la movilización. En los catéteres venosos centrales de varias luces
solamente se deberán colocar llaves de tres vías en aquellas por donde no pasen drogas. Estas llaves
se utilizarán para administrar medicación IV directa. Además es conveniente intercalar varias llaves
de tres pasos para facilitar la perfusión de drogas o fluidos en caso necesario. Si es portador de un
catéter de monitorización hemodinámica, mantendremos la permeabilidad de las luces proximal y
distal con jeringas heparinizadas sin pasar medicación ni fluidos a través de él. Para la
administración de fluidos es preferible utilizar envases de material plástico ya que facilitan la
perfusión a flujo elevado mediante compresión, son más manejables, producen menos ruidos en su
almacenamiento en la ambulancia y no producen daño en caso de caída accidental sobre el enfermo.
Se mantendrán las drogas que reciba el paciente siendo recomendable utilizar bombas de infusión.
En caso de que el paciente sea portador de un marcapasos transitorio, conocer el umbral de
estimulación y dependencia del paciente, asegurando su estabilidad. Se completa la valoración con
el examen del estado neurológico y si tiene necesidad de sedación. Terminada la preparación del
soporte circulatorio se pasará al control de la eliminación. Se revisarán los drenajes, sondas
vesicales y nasogástrica, fijándolas para evitar su pérdida durante el traslado. Se sustituirán las
bolsas recolectoras de orina y contenido gástricos por otras limpias para facilitar la medición
durante el traslado. La sonda vesical debe fijarse a la pierna para evitar tracciones. En la camilla se
colocará la bolsa entre las piernas del enfermo, y en la ambulancia a caída libre con su soporte
correspondiente. La sonda nasogástrica debe fijarse al tubo traqueal si lo tiene, o a la nariz.
El traslado en ambulancia comienza preparando previamente la camilla de transporte, abriendo la
válvula de vacío del colchón y moldeando éste uniformemente. Para traspasar al paciente a la
camilla debemos tener en cuenta si se trata de un politraumatizado, ya que si lo es, el traspaso se
realizará con camilla de "tijeras", que no se le retirará hasta la transferencia en el centro de destino.
Si no se trata de un politraumatizado, se hará con el método directo utilizando la sabana de abajo. El
acondicionamiento en la camilla debe hacerse manteniendo alineado el cuerpo y colocando en
posición anatómica los miembros fracturados si los tuviera. El equipo de infusión y fluidoterapia se
colocará en el palo de suero de la camilla y los equipos de monitorización y ventilación a ambos
lados, en sus soportes correspondientes, siempre bajo control visual. Una vez fijada la camilla en la
bancada de la ambulancia, se debe seguir un orden correcto de prioridades para acondicionar al
enfermo, y no se debe pasar al siguiente sin tener resuelto el anterior. Se inicia con el soporte
ventilatorio, atendiendo la conexión de oxígeno al paciente, ya sea a través de mascarilla o mediante
ventilación mecánica, comprobándose el correcto funcionamiento de la administración de oxígeno.
Los equipos de perfusión y fluidos se instalarán en los soportes adecuados para ello, verificando su
permeabilidad.
Durante el tiempo de traslado el paciente debe recibir los mismos cuidados y monitorización que
estaba recibiendo en el hospital. Como norma general, todos los pacientes críticos deben ser
monitorizados electrocardiográficamente, escogiendo una derivación que nos permita apreciar la
onda P y donde la amplitud del QRS sea la suficiente para activar de forma correcta el medidor de
frecuencia cardiaca. La monitorización respiratoria es la más problemática debido a que los
respiradores que habitualmente se usan no suelen disponer de alarmas de volumen ni presión, por lo
que el control de la ventilación sólo lo podemos ejercer mediante la observación del enfermo,
pulsioximetría y vigilancia continua de las presiones inspiratorias. Los ruidos por las vibraciones
del motor dificultan la medición de la tensión arterial tanto por el método manual como con
medición automática, por lo que su valoración debe hacerse con prudencia. En caso necesario es
conveniente disponer de un monitor con canales para presión invasiva, ya sea arterial, pulmonar o
intracraneal. Durante el traslado se debe administrar el tratamiento que se haya prescrito y aplicar
aquellas medidas o técnicas que sean necesarias para la estabilidad del paciente. Se debe mantener
durante todo el tiempo el control de las constantes vitales, parámetros de ventilación,
inmovilización de fracturas, heridas, drenajes, estado neurológico, etc... Todas las maniobras que se
realicen deben ser debidamente registradas en la hoja de traslado. Es importante mantener durante
el traslado contacto tanto con el hospital remitente como con el centro receptor, ya sea de forma
directa o a través de un centro coordinador, mediante radio o teléfono móvil, para confirmar la hora
aproximada de llegada y por si fuese necesario recibir apoyo especializado o consejos terapéuticos.
En relación al tipo de conducción que se debe hacer durante el transporte, es necesario hacer
algunas consideraciones. Algunos enfermos son especialmente sensibles a las vibraciones del
vehículo, como aquellos donde la presión intracraneal pueda estar elevada, por lo que debería
cuidarse que la conducción sea lo menos brusca posible. En otras ocasiones, la conducción tendrá
que realizarse a mayor velocidad (manteniendo los márgenes adecuados) en función de una
necesidad de intervención especializada urgente. Por último hay otro tipo de enfermos ya
estabilizados, como los isquémicos que son trasladados para la realización de alguna prueba
complementaria, en los que incluso se debería valorar el eludir el uso de sirenas y megafonía. Por
todo esto, es conveniente informar al conductor del tipo de paciente que vamos a trasladar y de la
conducción que se requiere.
Una vez en el hospital de destino se entregará al personal sanitario que se vaya a responsabilizar del
paciente toda la información disponible, documentándoles de todas las medidas establecidas,
evolución y complicaciones aparecidas durante el traslado. La transferencia termina cuando el
paciente se encuentra en la cama del hospital y el personal sanitario del centro asume su
responsabilidad.
La fase de reactivación comienza cuando se ha completado la transferencia del enfermo y se retorna
al hospital donde se realizaran tareas de reposición de material, limpieza y acondicionamiento de la
ambulancia para estar preparados para un nuevo traslado 20.
Movilizar a un paciente ya sea en medio terrestre o aéreo, conlleva unos cambios fisiológicos que el
equipo de transporte debe conocer y tener en cuenta, durante el mismo y a la hora de decidir si
traslada o no a un paciente en estado crítico.
Cualquiera que sea el medio utilizado, es importante conocer que estos cambios fisiológicos tienen
relación con el medio ambiente del transporte y las características físicas que influyen en los
pacientes trasladados. Estos factores físicos que pueden tener repercusión clínica sobre los
pacientes, están relacionados con efectos gravitacionales, vibraciones, ruidos, temperatura,
humedad y cinetosis.
Efectos gravitacionales
Los cambios de velocidad durante el transporte, ya sea por aceleración lineal o cambio de velocidad
a lo largo de una línea recta (aceleración positiva), o por desaceleración o disminución de la
velocidad (aceleración negativa) ocasionan cambios fisiológicos en el organismo durante el
transporte. La respuesta del cuerpo humano a estos cambios, consiste en el desarrollo de fuerzas de
inercia proporcionales a la masa del cuerpo. Las fuerzas de aceleración se miden como valor g
(valor de la gravedad a nivel del mar) o fuerza que actúa sobre un objeto en reposo y equivale a la
fuerza que la gravedad ejerce sobre el mismo (1 g: fuerza de la gravedad).
Las aceleraciones y desaceleraciones provocan desplazamiento de sangre o redistribución transitoria
de líquidos en sentido caudal y cefálico respectivamente. Estos desplazamientos son detectados por
los sensores orgánicos (receptores propioceptivos, baroreceptores, otolitos laberínticos) y
conducidos por el sistema nervioso a los órganos efectores. Estos cambios en los líquidos
corporales pueden ocasionar efectos peligrosos en pacientes inestables, especialmente en
cardiopatas y aquellos con presión intracraneal aumentada. La aceleración positiva de forma brusca,
como un arranque, puede causar un descenso de la tensión arterial y un aumento reaccional de la
frecuencia cardiaca.
La importancia de los efectos de la aceleración dependerá del sentido de la misma (longitudinal o de
cabeza a pie, lateral o transversal, o anterior-posterior). En el transporte en ambulancia terrestre,
Silbergleit y colaboradores, demostraron que la aceleración longitudinal es la de mayor
significación, mientras que estos mismos autores afirman que en el transporte en helicóptero tienen
mayor importancia las aceleraciones en sentido transverso y anteroposterior (tórax-espalda). La
magnitud de las fuerzas que estos autores encontraron en su estudio, osciló tanto en ambulancia
terrestre como aérea, entre 0.07g hasta 0.19g, con picos hasta de 0.83g.
Vibraciones
Las ambulancias terrestres producen con mayor o menor intensidad vibraciones mecánicas, debidas
al motor, suspensión, chasis y al propio estado de la carretera. Las vibraciones constituyen una
forma de energía transmisible al ser humano, que pueden llegar a tener efectos adversos,
especialmente a frecuencias de 4-12 Hz, y ser peligrosas a frecuencias de 14-18Hz, aunque estos
valores no suelen alcanzarse durante el transporte por tierra. Silgergleit y colaboradores encuentran
en su estudio vibraciones durante el transporte en ambulancia terrestre, de tipo difuso por debajo de
1 Hz y un rango de entre 10 y 15 Hz. El daño por vibraciones ocurre a través de un mecanismo
dependiente de la resonancia del tejido, siendo los tejidos con baja compliance como los huesos los
que tienen mayor frecuencia de resonancia (hasta 500 Hz), mientras que los de mayor compliance
tienen menor frecuencia de resonancia (cerebro de neonatos 20 Hz). Las vibraciones pueden
reducirse utilizando vehículos en buenas condiciones mecánicas, con suspensión adecuada, una
camilla flotante e inmovilizando al paciente mediante colchón de vacío.
Ruido
Es otra causa importante de cambios fisiológicos en el paciente crítico. El ruido durante el traslado
en ambulancia puede originarse por el tráfico de las calles y carreteras, material almacenado y
electromédico de la ambulancia, y especialmente por las sirenas. El ruido puede asimismo impedir
la realización de determinadas actividades dentro de la ambulancia, como auscultación del paciente,
toma de tensión arterial, y puede provocar fenómenos de ansiedad, agitación o descarga vegetativa,
de especial importancia en pacientes en estado crítico y aquellos con patología coronaria.
Temperatura
Un cuidadoso control de la temperatura en el interior de la ambulancia, permitirá evitar las
alteraciones fisiológicas que tanto la hipotermia como hipertermia producen en el organismo. La
hipotermia, frecuente en el paciente traumatizado expuesto al aire ambiente, puede provocar
colapso vascular, escalofríos y tiritona. La hipertermia produce en el organismo aumento de
sudoración con vasodilatación periférica y alteraciones metabólicas. Para evitar la aparición de estas
complicaciones, las ambulancias actuales suelen disponer de aire acondicionado regulados mediante
un termostato que mantiene una temperatura ambiente en un valor preseleccionado, asimismo se
disponen de mantas térmicas adecuadas para prevenir cambios de temperatura durante el traslado
especialmente en lactantes y ancianos tan sensibles a los cambios de temperaturas.
Cinetosis
Puede aparecer en pacientes conscientes y en el personal sanitario que realiza el transporte,
especialmente durante el traslado a través de carreteras con curvas y en mal estado. La causa
principal de cinetosis suele ser una gran sensibilidad a los estímulos en el laberinto del oído interno,
incrementada por el movimiento simultáneo en dos o más direcciones. Entre las causas no orgánicas
de enfermedad por movimiento se incluyen hipoxia, tensión emocional, olores, calor, etc. Algunos
autores recomiendan administrar escopolamina, ciclicina y dimenhidrinato a los pacientes
conscientes y a los miembros del equipo de transporte con cinetosis.
VEHICULOS DE TRANSPORTE
Cada hospital en función de sus necesidades determinará el tipo de vehículo (ambulancia terrestre,
helicóptero, avión) que utilizará para el transporte de sus pacientes. Se recomienda disponer en
zonas rurales alejadas de los hospitales regionales de transporte terrestre y aéreo, mientras que en
áreas urbanas tantas el transporte terrestre como el aéreo suelen estar más fácilmente disponibles.
Las características técnicas, y las ventajas y desventajas de uno u otro medio podemos examinarlas
a continuación.
Ambulancia terrestre
La principal ventaja de la ambulancia terrestre es su rápida disponibilidad en el medio hospitalario,
la capacidad de ofrecer un servicio directo desde un hospital hasta otro sin necesidad de cambios
intermedios, el poder utilizarse con casi todas las condiciones climáticas y su bajo coste y
mantenimiento.
Actualmente, se disponen de vehículos fabricados especialmente para el transporte de pacientes
críticos. La terminología empleada en España para clasificar a las ambulancias asistenciales, las
divide en ambulancias medicalizables (asistibles) y ambulancias medicalizadas (asistidas). Las
medicalizadas son por sus características técnicas las ideales para el transporte interhospitalario de
pacientes críticos.
El material listado en el presente texto corresponde a los requisitos técnicos para las
ambulancias de traslado interhospitalario de la Consejería de Salud de la Comunidad
Autónoma Andaluza emanados en el año 1991.
Básicamente los requisitos mínimos que debe cumplir una ambulancia medicalizada son los
siguientes:
Características generales: ambulancia tipo furgón, con techo sobreelevado, motor exterior a
cabina, puertas posteriores de doble hoja, cristales de seguridad, puerta lateral de acceso al módulo
asistencial.
Prestaciones: potencia mínima de 70-90 CV, autonomía de marcha de al menos 450 km circulando
a 90 km/hora de velocidad media. Frenos, amortiguación, rotulación, señalización, iluminación,
sistema eléctrico, espejos retrovisores, que garanticen la seguridad del vehículo.
Habitáculo del conductor: requiere un mínimo de dos asientos, piloto indicador de puertas
abiertas, tacómetro registrador, climatización independiente, sistema de comunicación por
radiofonía y/o teléfono móvil, interfono para comunicar con la cabina asistencial, aislamiento
acústico y material de seguridad (baliza, casco, extintor).
Módulo asistencial: separada de la cabina del conductor, con una longitud interior de al menos 3
metros, anchura interior de 1.6 metros y una altura interior de 1.80 metros. Los revestimientos
internos serán antideslizantes, continuos, fijos, impermeables, ignífugos, fácilmente lavables y
resistentes a los desinfectantes actuales. Elementos de soporte sin superficies afiladas o cortantes.
Climatización independiente, intercomunicador de manos libres, dos asientos abatibles. Iluminación
ambiental (500 lux) y luces orientables, fría o halógena de al menos 13.8 voltios (1000 lux) para la
realización de técnicas.
Dotación: porta camilla o bancada dotada de movimientos de elevación, descenso, laterales y
posición de Trendelemburg y de Fowler de hasta 30 grados. Dejará espacio para una segunda
camilla abatible situada a la derecha. Entre ambas camillas debe haber espacio suficiente (30-45
cm) para atender a dos enfermos. Mueble compartimento que incluirá cajonera dotada de 7 cajones
amplios, con un sistema sencillo de abrir, pero que evite la apertura espontánea durante la marcha.
Los cajones pueden identificarse con los siguientes colores:
Azul (2). Soporte respiratorio
Rojo (1). Soporte Cardiocirculatorio (adultos)
Amarillo (1). Soporte Cardiocirculatorio (niños)
Verde (2). Material quirúrgico
Naranja (1). Material diverso
Tablero de trabajo (encimera), para preparar medicación y/o material de curas. Lavabo con grifo
correspondiente, bomba eléctrica y depósito de agua de 20-30 litros situado debajo del mismo y
depósito de aguas residuales. Dispensadores de jabón, toallas, soporte para soluciones antisépticas,
papelera, contenedores de biocontaminado. Casilleros para medicación (en número de 50) y
material de infusión (en número de 8), empotrados en el lateral derecho junto a la pared de la cabina
de conducción. Estantes para sondas, vías centrales, etc., que irán empotrados en la pared lateral
izquierda, a la altura de la cabecera, en número de 4, de altura variable y colocada en posición
vertical. Soportes para almacenamiento de fluidoterapia y contenedor para sondas de aspiración que
irán instalados en una pared lateral. Barra para apoyo del personal, soporte para fluidoterapia,
colocados en el techo a la altura de la cabecera, en número de 4-5 con medidas de fijación de
seguridad. Soportes para material asistencial (respirador, aspirador, monitor), esfigmomanómetro de
pared, camilla de tijeras y tablero dorsal.
Equipamiento: el equipo sanitario necesario en las ambulancias medicalizables se compone de lo
siguiente:
Soporte respiratorio:
o Equipo de aspiración: aspirador eléctrico portátil y otro de pedal, sondas de
aspiración (varios números), conexiones en T e Y.
o Equipo de ventilación y oxigenoterapia: caudalímetros (2) que permitan un flujo de
al menos 15 l/min y vasos humificadores; resucitador manual con máscara de adulto
y pediátrico con reservorio; válvula de PEEP; tubos en T; ventimask (adultos y
pediátricos); dos juegos de cánulas oro faríngeas de Guedel de varios tamaños 1, 3,
5; gafas nasales; alargadoras de oxígeno; respirador con circuito externo completo.
o Rasuradoras
o Guantes de látex
o Paños verdes estériles
o Mascarillas asépticas desechables
Higiene:
o Contenedor de biocontaminado
o Cuña y botella de plástico
o Bolsas de plástico
Lencería:
o Mantas
o Sábanas
o Almohada pequeña
o Sábanas isotérmicas
Fluidoterapia:
o Sueros fisiológico
o Suero glucosado al 10%
o Suero bicarbonatado 1 Molar
o Expansores plasmáticos
o Suero salino hipertónico
o Solución osmótica al 20%
Medicación:
o Comprimidos: analgésicos (acetilsalicílico, paracetamol); tranquilizantes
(benzodiacepinas); antieméticos (metoclopramida); espasmolíticos; vasoactivos
(nitroglicerina, nifedipina); antihistamínicos (astemizol)
o Inyectables: analgésicos mayores (cloruro mórfico, dolantina, pentazocina);
antagonistas de analgésicos mayores (naloxona); sedantes y relajantes
(benzodiacepinas); drogas vasoactivas (adrenalina, dopamina, dobutamina);
vasodilatadores (nitroglicerina, nitroprusiato); cardiotónicos (digoxina);
broncodilatadores; antieméticos; diuréticos (furosemida); vagolíticos (atropina);
antiarrítmicos (adenosina, verapamil, lidocaína, amiodarona), corticoides
(metilprednisolona), anestésicos locales; insulina rápida
Ambulancia aérea
Aunque en este mismo capítulo abordaremos con mayor amplitud todo lo relacionado con el
transporte aéreo, podemos a modo de introducción comentar que existe una amplia gama de
modelos, tipos y configuraciones de los vehículos para transporte aéreo. Decidirse a utilizar unos u
otros va a depender de las necesidades de cada sistema de transporte.
Básicamente, los medios de transporte aéreo se dividen en aviones (presurizados y no presurizados)
y helicópteros (ligeros, medios y pesados).
1. Aviones sanitarios:
Los aviones presurizados son aquellos que mantienen la presión atmosférica en el interior del
aparato sin cambios con respecto a la existente a nivel del mar. Los no presurizados son aquellos
cuya presión atmosférica en el interior desciende con la altitud.
El uso de aviones sanitarios se reserva para traslados interhospitalarios de larga distancia mayores
de 300 km, donde los aviones proporcionan una velocidad alta, menos ruidos, presurización de la
cabina y control de la temperatura ambiental. Para vuelos de 300-500 km se suelen utilizar el avión
a turbo propulsión con capacidad para aterrizar en pistas cortas y con cabina presurizada. Para
distancias mayores suele utilizarse el avión tipo jet.
El coste de los traslados en aviones es sustancialmente mayor que el realizado por ambulancias
terrestres o helicópteros.
2. Helicóptero:
Existe gran variedad de tipos de helicópteros sanitarios. Por su capacidad de carga los podemos
clasificar en, ligeros (1-2 camillas), medios (6 camillas) y pesados (24 camillas). El uso del
helicóptero estará indicado en distancias menores de 300 km, cuando el transporte requiera gran
velocidad, en situaciones de rescate en alta montaña, lugares inaccesibles y en el mar. Su máxima
utilidad se encuentra en el transporte primario no urbano (accidentes de tráfico) y en el transporte
secundario de pacientes críticos. Su uso está limitado por los inconvenientes que presentan el alto
nivel de ruidos, la necesidad de condiciones meteorológicas óptimas, no presurización de la cabina,
alto coste de mantenimiento y la necesidad de contar con una infraestructura hospitalaria para el
aterrizaje del aparato, lo que provoca traslados adicionales y pérdidas de tiempo cunado no se
dispone de helipuerto.
El material sanitario a utilizar, básicamente tiene la misma composición del que se utiliza en el
transporte por ambulancia terrestre, aunque adecuándolo a las posibilidades físicas de cada
vehículo.
Monitor
Con la tecnología disponible actualmente es conveniente el disponer de un monitor de ECG portátil
con al menos dos canales de presión, que permitan la monitorización continua de frecuencia
cardiaca, tensión arterial invasiva, ritmo cardiaco y si es necesario, presiones pulmonares y presión
intracraneal. El monitor debe disponer de una batería propia de al menos dos horas de autonomía y
auto recargable al conectarse a una fuente de energía en el lugar de destino. Se disponen
actualmente de monitores que cumplen estas condiciones, que además incorporan otras funciones
como saturación de oxígeno y presión arterial no invasiva, son de tamaño y peso reducidos,
fácilmente manejables y con una resolución de pantalla que permiten visualizar los datos a una
distancia de hasta varios metros.
Respirador
Aunque en la literatura publicada sobre transporte con soporte ventilatorio hay quienes abogan por
el uso de la ventilación manual, existen una mayoría de trabajos que opinan que siempre que se
disponga de un respirador portátil es preferible su uso, ya que es más fácil el determinar el volumen
tidal administrado, la frecuencia respiratoria y la existencia de alarmas que permiten una mayor
seguridad en la ventilación.
Básicamente un respirador de transporte debe tener además de tamaño y peso adecuados (entre 2 y
3 kg.), ser sólidos y con controles y mandos en el mismo plano. Deben tener capacidad de operar en
modalidad de ventilación controlada (CVM) y siendo deseable aunque no necesario el que disponga
de modalidad en ventilación asistida (AVM) e intermitente (IMV). Debe disponer de controles
independientes de frecuencia respiratoria (Fr), volumen minuto (Vm) y al menos dos posibilidades
de fracción inspiratoria de oxígeno (FIO2), al 100% y 50%, aunque en pacientes adultos no es
imprescindible y una FIO2 del 100% puede ser suficiente siempre con el inconveniente del gran
consumo de oxígeno que esto conlleva. Puede tener, bien como dispositivo integrado en el
respirador o mediante válvula independiente que se incorpora a la salida espiratoria del circuito, la
posibilidad de disponer de PEEP Es deseable aunque no necesario el contar con un sistema de
alarmas de baja presión o desconexión y de alta presión o insuflación excesiva. Las fuentes de
energía pueden ser neumáticas o electrónicas. Es preferible utilizar una fuente de oxígeno, las
cuales podrán ser de distinto tamaño en función de las necesidades de ventilación y del tiempo de
traslado, teniendo en cuenta que con 200 bar a un caudal de 12 litros minuto la duración de la
bombona es de aproximadamente 90 minutos, aunque lo deseable es el contar con una fuente de
oxígeno capaz de suministrar al menos durante dos horas una FIO2 del 100% a un caudal de 25
litros minuto. Si la alimentación es por batería, tiene que haber un indicador de baja batería que
avise cuando sólo quede energía para una hora. Una valoración de las características técnicas y
prestaciones de varios respiradores de transportes se pueden encontrar en los trabajos de Branson y
Herrera. Algunos autores propugnan el uso de respiradores con mayores prestaciones que los
portátiles, Link y otros autores, sostienen que el uso de respiradores portátiles no son satisfactorios,
especialmente en pacientes con pobre función pulmonar y establecen la conveniencia de utilizar los
mismos respiradores que en la UCI para lo cual incorporan a su equipo de transporte unas fuentes
de energía independientes, dos acumuladores y dos transformadores, capaces de alimentar a un
Servo 900 y mantener de esta forma los mismos parámetros y modos de ventilación que en UCI.
Pulsioxímetro
Hoy en día se ha convertido en un elemento imprescindible durante el traslado de pacientes críticos,
especialmente cuando éstos requieren ventilación asistida, debido a la gran cantidad de información
que pueden suministrar sobre el estado del mismo, alertando al personal médico de los cambios en
la ventilación del paciente de forma precoz, aún antes de que aparezcan manifestaciones clínicas e
indicando la eficacia de la administración de oxígeno.
Aunque los actuales monitores de transporte suelen incorporar pulsioxímetros, éstos pueden
individualmente ser utilizados por el equipo de traslado. Las características que deben cumplir son
similares a las de otros materiales de transporte como ser de tamaño y peso reducidos, disponer de
batería propia y ser relativamente insensibles a los movimientos.
Bombas de infusión
La administración de fármacos en bombas de infusión deben ser mantenidos durante el traslado,
especialmente si son drogas vasoactivas. Las actuales bombas de infusión permiten su transporte y
suelen tener una autonomía de varias horas siendo auto recargable al conectarlas a una fuente de
electricidad, son de tamaño reducido y disponen de alarmas que alertan de problemas que surjan
durante la infusión.
Equipo auxiliar
Siempre es conveniente el disponer de un balón de ventilación con bolsa reservorio y capacidad de
conexión a una fuente de oxígeno, a veces como método de ventilación durante el traslado o para
determinados momentos durante el mismo como cambios de cama, paso a través de puertas, etc.
Un desfibrilador debe ser incluido en el equipo de transporte cuando se trata de pacientes con
inestabilidad cardiaca. El desfibrilador puede estar incluido en el equipo de monitorización o ser
independiente para lo cual debe ser de tamaño reducido, con poco peso y disponer de baterías que
permitan su uso ambulatorio.
El uso de un aspirador portátil no suele ser necesario, salvo casos excepcionales, ya que en caso de
pacientes con tubo de drenaje torácico se puede utilizar un sello de agua y en casi todos los lugares
de destino suele haber equipos de aspiración de pared.
Un set de emergencia que disponga de tubos endotraqueales, laringoscopio y drogas que puedan ser
necesitadas en caso de emergencia, debe estar siempre disponible y formar parte del material de
transporte.
TRANSPORTE INTRAHOSPITALARIO
Aunque el desarrollo tecnológico de los últimos años ha permitido una gran autonomía de trabajo
dentro de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), la misma sofisticación de las nuevas
tecnologías hace que muchos medios diagnósticos no puedan ser trasladados hasta la propia cama
del paciente y por tanto siga siendo necesario el transporte de pacientes en estado crítico,
especialmente para la realización de pruebas diagnósticas.
El transporte intrahospitalario de pacientes críticos, definido como el movimiento de pacientes en
situación crítica dentro del propio hospital, puede originarse desde distintas áreas del mismo.
Aunque con mayor frecuencia son los pacientes ingresados en UCI los que suelen ser movilizados
por distintos motivos fuera de la unidad, también debemos considerar el transporte que de este tipo
de pacientes se origina desde urgencias y quirófano hasta la propia UCI.
Las razones para movilizar a un paciente en estado crítico desde una UCI pueden ser múltiples, pero
fundamentalmente las indicaciones principales suelen ser el traslado a quirófano y la realización de
pruebas diagnósticas, especialmente la realización de tomografía computarizada, ecografías, scan de
ventilación/perfusión, angiografías y resonancia magnética.
Del transporte intrahospitalario existen menos referencias bibliográficas que del interhospitalario, y
aunque en los últimos años han aparecido algunos trabajos, se trata siempre de estudios que
analizan aspectos muy concretos del mismo y generalmente con series reducidas de enfermos.
Entre la bibliografía destacan los trabajos de Waddell, que encuentra hasta un 20% de
complicaciones en pacientes procedentes de cuidados intensivos durante el transporte
intrahospitalario. Indeck y colaboradores, comunican que hasta un 68% de todos los pacientes
transportados en su estudio (103) experimentan cambios fisiológicos de más de cinco minutos de
duración durante el trayecto. Ehrenwerth y otros autores han mostrado que mientras que la
frecuencia de incidencias durante el transporte es moderada (50%), la severidad de éstas es baja.
Smith y colaboradores, encuentran hasta un 60% de complicaciones (extubaciones accidentales,
desconexión del respirador, desconexión de electrodos del monitor, interrupción en la
administración de drogas vasoactivas, etc.) en traslados para procedimientos programados y un 40%
en traslados urgentes. Insel y otros autores, encuentran hasta un 13% de morbilidad en pacientes pos
operados transportados desde quirófano a UCI.
Uno de los retos más importantes de la movilización de pacientes en estado crítico es la gran
diversidad de patologías que se pueden trasladar y la variabilidad clínica que pueden presentar los
pacientes a trasladar. De esta forma, dado que este procedimiento no es inocuo ni falto de
complicaciones, es necesario antes de indicar la realización de un procedimiento que lleve implícito
un desplazamiento de un paciente, el valorar el beneficio a obtener y el riesgo que conlleva el
traslado para el paciente. Indeck y col, documentan en su trabajo, como el 76% de los transportes
realizados de pacientes ingresados en UCI para pruebas diagnósticas no resultaron en cambios en la
terapéutica del paciente. Asimismo, destaca la importancia que pueda tener la pérdida de personal
médico y especialmente de enfermería en la propia UCI durante el tiempo que dure el transporte,
más aún si éste es prolongado y la UCI cuenta con un reducido número de enfermeras.
Está ampliamente aceptado que el factor fundamental para evitar la aparición de complicaciones
que deriven en un aumento de la morbilidad y mortalidad es una adecuada planificación, consistente
en:
1) estabilización previa del enfermo,
2) valoración de peligros potenciales y de las necesidades individuales,
3) necesidad de monitorización,
4) preparación del material y
5) mantenimiento de la vigilancia clínica y tratamiento instaurado en UCI.
La dinámica del transporte intrahospitalario es muy similar en líneas generales a la del transporte
interhospitalario, aunque existen tres claras diferencias:
a) Se trata normalmente de enfermos ya conocidos que podrán ser trasladados, en la mayoría
de los casos, por el propio personal de UCI.
b) El tiempo de traslado es menor, lo que disminuye de manera proporcional los riesgos, y
c) La capacidad y rapidez de intervención terapéutica es mayor al no salir el paciente del
propio hospital.
Durante el transporte intrahospitalario, independiente de la razón del mismo, el objetivo es ofrecer
los cuidados, monitorización, tratamiento y capacidad de intervención que se tienen en una UCI.
Para ello en base a las necesidades individuales de cada paciente se dispondrá del personal y
material adecuados para cada transporte.
Es importante asimismo tener definidas las distintas fases de realización del transporte
intrahospitalario. Podemos dividir a éste en tres fases:
Fase de preparación
En esta fase se determina una vez conocidos el lugar, la distancia y el tiempo de traslado, las
necesidades de material y de personal, así como valorar las posibles complicaciones que puedan
aparecer. Se preparará el material a utilizar, revisando su correcto funcionamiento, estado de las
baterías, comprobación de botellas de oxígeno, respirador de transporte y equipo auxiliar
(laringoscopio, tubos endotraqueales, etc.). Durante esta fase la atención clínica se centrará en la
estabilización del paciente previamente al traslado, tomando constantes vitales, asegurando una
tensión arterial estable, gases arteriales correctos, especialmente si se encuentra en ventilación
mecánica. Los pacientes que dispongan de monitorización de la presión intracraneal (PIC) es
conveniente el mantenerla estable al menos durante dos horas previas al traslado. Igualmente
durante esta fase se asegurarán las líneas venosas, el tubo endotraqueal si lo tuviera, sondas,
drenajes, y se acondicionará la camilla de transporte, aunque siempre que sea posible se utilizará la
propia del paciente evitando así cambios de cama propicios para causar complicaciones asociadas
con el cambio de cama tales como pérdida de la vía aérea, de vías venosas, etc. Asimismo en esta
fase se abrirá la hoja de traslado, donde se recogerán los datos del paciente, nombres del personal
encargados de realizar el traslado, destino y motivos del mismo, así como se anotarán las constantes
vitales previas al traslado.
Fase de transporte
Se tendrán protocolizados para esta fase los controles a realizar al paciente en función del grupo a
que pertenezcan, monitorizando de forma seriada (es aconsejable cada 15 minutos) los signos
vitales (frecuencia cardiaca, tensión arterial, ritmo cardiaco), parámetros de ventilación, saturación
de oxígeno y nivel de conciencia, teniendo en cuenta que la calidad de los cuidados ofrecidos
durante el traslado tiene un claro impacto sobre la aparición de complicaciones y el pronóstico. Es
necesario mantener una correcta coordinación durante el transporte para facilitar el acceso al lugar
de destino, controlando los ascensores a utilizar , siendo más prácticos los que funcionan mediante
llave, y estar en contacto con el lugar de destino para que estén preparados para la llegada del
paciente, evitando esperas innecesarias que podrían causar complicaciones. Los objetivos de esta
fase son el de mantener una vigilancia óptima del paciente, realizando una valoración seriada
previamente establecida y un soporte adecuado de los sistemas orgánicos en función de las
necesidades de cada paciente.
Fase de regreso
Una vez de vuelta el paciente a la UCI, se volverán a realizar controles de constantes vitales y si
estuviese conectado a un respirador es conveniente monitorizar los parámetros de ventilación y
realizar gasometría para valorar la situación actual del paciente. Se revisarán las vías, drenajes,
sondas, tubo endotraqueal, bombas de infusión, conexión a monitor de pared, etc., dejando al
paciente correctamente instalado en su box. Se terminarán de rellenar los datos de la gráfica de
transporte, anotando las incidencias que hubiesen ocurrido durante el mismo.
Cardiovasculares
Los cambios cardiovasculares asociados al transporte de pacientes críticos han sido estudiados por
diversos autores, aunque sin resultados comparables debido a la diferente metodología empleada y
la variedad de pacientes estudiados.
Taylor y colaboradores describen su experiencia en el transporte de 50 pacientes con enfermedad
cardiaca aguda. Cuarenta y dos de los 50 pacientes desarrollaron arritmias durante el transporte y de
ellas en 22 pacientes fueron consideradas graves, requiriendo tratamiento inmediato. Ellos
concluyen que la monitorización de ECG es esencial en estos pacientes y especulan sobre la
posibilidad de que la movilización de los pacientes, por si misma pueda predisponer a la aparición
de arritmias.
Insel y otros autores estudian los cambios cardiovasculares en 37 pacientes transportados a una UCI
después de cirugía mayor general o vascular, cirugía cardiaca o endarterectomía carotidea.
Realizaron controles desde 30 minutos antes del transporte hasta 30 minutos después de la llegada a
su destino. Durante este periodo de tiempo la presión arterial sistólica y frecuencia cardíaca
aumentaron significativamente sólo en pacientes pos operados de cirugía mayor general/vascular o
endarterectomía carotidea. Estos cambios fueron atribuidos a la anestesia inhalatoria recibida por
los pacientes (isoflurano más óxido nitroso), considerando que el acto físico de transportar y
movilizar a los pacientes no fue el responsable de los cambios en la presión arterial sistólica y
frecuencia cardiaca. Concluyen que el transporte por sí mismo tiene poco impacto en la
hemodinámica de los pacientes.
Hurst, y otros autores estudian prospectivamente las complicaciones aparecidas durante 100
transportes realizados de un grupo de 81 pacientes, comparándolos con un grupo control en la UCI.
Encuentran cambios fisiológicos en el 66% de los transportes con un total de 85 cambios,
demostrando igualmente que los pacientes en la UCI sufrieron cambios fisiológicos en un 60%
durante el mismo tiempo con un total de 79 cambios. Estos resultados sugieren a los autores que los
cambios que aparecen durante el transporte en su mayor parte se deben a la propia severidad de la
enfermedad y no al transporte en sí mismo.
Indeck y Hurst, muestran en sus trabajos la relación directa que existe entre el nivel de
monitorización y la detección de complicaciones. A mayor grado de monitorización más frecuentes
alteraciones fisiológicas pueden ser descubiertas, lo cual también puede originar mayor grado de
intervención y corrección precoz.
Indeck y colaboradores en la evaluación de 103 transportes documentan hasta un total de 113
cambios importantes que requirieron intervención durante el traslado. Establecen, como hemos
comentado anteriormente, que el nivel de monitorización es esencial para descubrir las
complicaciones durante el transporte y que éste debe acercarse al máximo al ofrecido en UCI.
Determinan que muchos de los cambios ocurridos en los pacientes no pueden ser explicados
fácilmente, ya que los pacientes pueden tener alteraciones en la presión arterial por discontinuidad
en la infusión de drogas de forma accidental o por cambios en la posición corporal durante el
transporte, y cambios en la frecuencia cardiaca y respiratoria como resultado de ansiedad, dolor o
sedación.
Es por tanto todavía necesario realizar nuevos trabajos que estudien si el transporte tiene por sí
mismo un impacto significativo en la producción de alteraciones cardiovasculares. Los trabajos
hasta ahora realizados concluyen que el transporte por sí mismo no causa alteraciones significativas
y que aunque los cambios fisiológicos son frecuentes durante éste, son también frecuentes en los
pacientes ingresados en la UCI, y esto sugiere que es la propia gravedad de la enfermedad la que
juega el papel principal más que el propio movimiento del enfermo.
Respiratorias
Una situación verdaderamente comprometida durante el tratamiento del paciente crítico es el
transporte de un paciente sometido a ventilación mecánica. Debido a que una inadecuada
ventilación puede causar hipoxemia y cambios en el equilibrio acido-base, la ventilación juega un
papel importante en la aparición de complicaciones durante el traslado. Son varios los autores que
han estudiado los cambios hemodinámicos y respiratorios en pacientes sometidos a ventilación,
tanto manual como mecánica durante el transporte intrahospitalario.
Braman y colaboradores realizaron un estudio prospectivo de 36 pacientes durante el transporte en
ventilación mecánica. En los primeros 20 transportes los pacientes recibieron ventilación manual a
través de bolsa y los 16 restantes mediante respirador portátil. De los primeros 20 traslados en
ventilación manual, en 15 hubo cambios clínicamente significativos comparados con la situación
basal, en 10 pacientes hiperventilación con alcalosis, hipercapnia en 4 pacientes e hipotensión en 5
pacientes. En el grupo en ventilación mecánica 7 pacientes tuvieron complicaciones significativas, 6
con cambios en gases arteriales, 2 con hipotensión, 1 acidosis respiratoria y 1 con alcalosis
respiratoria con arritmia (RIVA).
Comparado el grupo manual con el grupo con respirador hay en este último menos cambios con
respecto al estado basal de los pacientes en cuanto a pH y pCO2. Este estudio demuestra que
cuando los pacientes en ventilación mecánica son transportados mediante ventilación manual, los
cambios en los gases arteriales son frecuentes a pesar de que la ventilación manual fue realizada por
personal entrenado. La hiperventilación, causada tanto por ventilación manual como por un
respirador, puede provocar atrapamiento aéreo e hiperinsuflación pulmonar y aumento de la presión
intratorácica causando disminución del retorno venoso al corazón lo cual provoca hipotensión
sistémica. La alcalosis aumenta la irritabilidad cardiaca y predispone a alteraciones del ritmo
cardiaco, y la acidosis tiene efecto depresor miocárdico y puede ser también arritmogénica.
Concluyen los autores que una correcta monitorización del volumen tidal, volumen minuto y CO2
espirado pueden evitar la aparición de complicaciones, siendo recomendable el uso de respirador.
Gervais y colaboradores estudian tres modos de ventilación durante el transporte de 30 pacientes
conectados a ventilación mecánica usando los gases sanguíneos para compararlos. Diez pacientes
ventilados manualmente, 10 ventilados con respirador portátil con volumen minuto igual al
suministrado en UCI y 10 ventilados manualmente controlando el flujo espiratorio con un
espirómetro. Ellos determinan que la ventilación manual durante el transporte sin controlar el
volumen minuto conduce a hiperventilación con hipocapnia, que la ventilación con respirador
portátil (Oxylog), no consigue ofrecer el volumen minuto previamente establecido, este respirador
siempre excedía el volumen prescrito provocando hiperventilación, y que la ventilación ya sea
manual o mediante respirador con control del volumen minuto espirado mantiene los gases
sanguíneos en niveles adecuados.
Weg y Haas, realizaron un estudio para determinar si la ventilación manual durante el transporte
intrahospitalario de los pacientes ventilados mecánicamente en UCI causan alteraciones en los gases
sanguíneos y/o anomalías hemodinámicas. Fueron estudiados 20 pacientes y concluyen que no hubo
diferencias en las complicaciones entre los dos grupos, afirmando a diferencia de Braman que la
Neurológicas
La mayoría de los pacientes que mueren por traumatismo craneal lo hacen por daño isquémico
cerebral, generalmente causado por daño secundario como consecuencia de hipotensión, hipoxemia
e hipertensión intracraneal. El transporte intrahospitalario de pacientes con daño intracraneal se
hace más importante durante la fase inicial, especialmente en el trayecto desde el área de urgencias
a la sala de radiología para realizar tomografías computarizadas u otras exploraciones radiológicas,
o en el traslado desde urgencias a UCI o quirófano.
Andrews y otros autores, estudian el daño secundario durante el transporte intrahospitalario de 50
pacientes con traumatismo craneal, 35 transportados desde UCI y 15 desde urgencias. De los 50
pacientes estudiados 26 tenían una escala de Glasgow (GSC) de menos de ocho, 14 un GSC entre 9-
12 y 10 un trauma craneal menor asociado a otras lesiones. Las variables fisiológicas fueron
monitorizadas cada minuto en las cuatro horas antes del transporte (solo en el grupo de UCI),
durante el traslado y cuatro horas después del traslado. Los resultados obtenidos muestran que
durante 18 traslados desde UCI aparecieron 20 complicaciones (51% de los transportes)
(hipertensión arterial, hipertensión intracraneal, hipoxia e hipotensión); previamente al traslado
habían recogido 45complicaciones en 21 pacientes (60% de los transportes) y 58 alteraciones
después de 23 traslados (66% de los transportes). El número de pacientes transportados que
sufrieron complicaciones durante o después del traslado no fue significativamente mayor que los
que padecieron complicaciones previas al transporte.
Las complicaciones aparecidas durante el transporte desde urgencias fueron 7 en 7 pacientes (47%
de los pacientes) y 34 alteraciones en 12 pacientes dentro de las cuatro horas después del transporte
(80% de los pacientes). En ambos grupos la proporción de pacientes que sufren daño secundario
durante el transporte fue similar (51% UCI y 47% urgencias). Después del transporte la proporción
de pacientes trasladados desde urgencias con alteraciones (80%) fue mayor que la de los trasladados
desde UCI (66%) a pesar de similar índice de severidad. Esta diferencia la achacan a una posible
inadecuada resucitación de los pacientes en urgencias previamente al traslado, (infusión de líquidos,
Podemos concluir junto con Link que cuando el transporte intrahospitalario lo realiza un equipo
entrenado y especializado en el movimiento de pacientes, con una buena monitorización, las
posibles complicaciones que puedan aparecer durante el mismo se pueden prevenir, mientras que
una monitorización inadecuada favorece la aparición de complicaciones. De igual forma aunque
queda establecido que durante el transporte son frecuentes la aparición de accidentes
(desconexiones, pérdidas de electrodos...) éstos son de poca importancia no afectando a los
pacientes. Especial atención hay que tener durante el transporte de pacientes en ventilación
mecánica, ya que suelen ser los de mayor complejidad y donde pueden aparecer complicaciones
más graves.
En definitiva, la decisión de transferir a un paciente desde la seguridad de la UCI hasta otra
dependencia del hospital, debe ser realizada de acuerdo a un planteamiento estricto, valorando el
riesgo/beneficio, y teniendo en cuenta si esta decisión tendrá un efecto positivo en la evolución del
paciente.