Rapoport - Las Grandes Crisis Del Capitalismo Contemporáneo
Rapoport - Las Grandes Crisis Del Capitalismo Contemporáneo
Rapoport - Las Grandes Crisis Del Capitalismo Contemporáneo
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Mario Rapoport
Es licenciado en Economía Política
por la Universidad de Buenos Aires y
doctor en Historia por la Universidad
de París |-Sorbona. Investigador
Superior del CONICET y Profesor
Consulto de la UBA, ha publicado
numerosos libros como autor o
coautor. Entre los más recientes se
destacan: Historia económica,
política y social de la Argentina
(Emecé, 2008); Relaciones
tumultuosas. Estados Unidos y el
primer peronismo (Emecé, 2009), y
Las políticas económicas de la
Argentina. Una breve historia
(Booket, 2010). Dirige el Instituto de
Estudios Históricos, Económicos,
Sociales e Internacionales (IDEHESI)
del CONICET-UBA.
Noemí Brenta
Es licenciada en Economía por la
Universidad Argentina de la Empresa
(UADE) y doctora en Economía por la
Universidad de Buenos Alres.
Coordinadora académica e
investigadora del Instituto de Estudios
Históricos, Económicos, Sociales e
Internacionales (IDEHESI) del
CONICET-UBA, y docente en varias
universidades nacionales. Ha
publicado Argentina Atrapada.
Historia de las relaciones con el FMI,
1956-2006 (Ediciones Cooperativas,
2008), tesis doctoral que recibió el
Premio Facultad de Ciencias
Económicas UBA 2007.
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Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipló»
Capital Intelectual
Las grandes crisis del
capitalismo contemporáneo
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Rapoport, Mario
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo / Mario Rapoport y
Noemí Brenta - la ed. Buenos Aires: Capital Intelectual, 2010
368 p.; 24x17 cm - (Le Monde / Carlos Gabetta; 51)
ISBN 978-987-614-250-2
1. Economía. |. Brenta, Noemí ll. Título
CDD 330
aa RA
Notasidel Capítulo Lacan rare to mona caros ela daa de aU Eo Bios Epa aeo
Notas ec A
A modo de conclusión
La nueva gran crisis del capitalismo.
¿El eclipse de la hegemonía estadounidense?
Notas de la conclusión
Bibliografía general
Las grandes crisis del
capitalismo contemporáneo
Las sucesivas crisis, aun las locales o regionales, que afectaron a la economía
mundial y se repitieron con llamativa periodicidad en las últimas décadas del si-
glo XX y principios del XXI, no fueron hechos aislados. La crisis que estalla en
2007 se parece más bien a un tren que viene de lejos y descarrila por etapas en
el curso de una loca carrera hacia un destino incierto. El problema es que ese tren
tiene innumerables vagones donde está enganchado todo el mundo.
El modelo de la “producción de dinero a partir del dinero” resultó un fraca-
so. En el subsuelo de la crisis yacen, en capas superpuestas, una economía real
desfalleciente; una demanda —luego caída a pique— creada por un sistema crediti-
cio artificial, y un casino global acoplado a ambas llamado globalización finan-
ciera. La crisis arrancó en el sector hipotecario porque era uno de los más expues-
tos, pero se extendió como un reguero de pólvora al conjunto de la economía
norteamericana y de allí al resto del mundo. Como prestamistas de última instan-
cia, y sobre la base de los fondos de los contribuyentes, los Estados debieron co-
rrer presurosos en socorro de los gigantes caídos, socializando así las pérdidas.
Algo que antes, sin políticas redistributivas, no se había hecho con las ganancias.
Si bien ya no cabe duda de que esta crisis es la más profunda del capitalis-
mo desde la década de 1930, muchos analistas no alcanzaron a percibir la com-
plejidad del fenómeno ni su gravedad. Sin embargo, como lo indica su título, este
libro no se detendrá sólo en ella. Creemos que un recorrido histórico por las cri-
sis precedentes, comparadas con la que estalló en 2007, permite distinguir mejor
si los problemas actuales son más o menos graves que los de antes.
Cuando hablamos de crisis no hacemos referencia a todas las turbulencias fi-
nancieras, bancarias o bursátiles; que las hubo y muchas, siempre con secuelas
en la economía real. Tampoco analizaremos las anteriores al siglo XX, si bien re-
conocemos la importancia de algunas, como la Gran Depresión de 1873 a 1896.
13
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
De modo que nos ceñiremos a las que consideramos las grandes crisis del capi-
talismo contemporáneo que afectaron el funcionamiento del sistema, aunque la
extensión en el tiempo y las repercusiones de cada una de ellas son cuestiones
que dilucidaremos en el mismo texto.
En cuanto a la estructura del libro iremos de adelante para atrás, como cuan-
do pelamos una cebolla. Creemos que es la mejor forma de llegar al corazón del
problema, comenzando por explorar las capas más recientes, que son las que vi-
vimos de cerca, para adentrarnos luego en las más antiguas y profundas, que a
simple vista están ocultas pero constituyen la base para entender con mayor cla-
ridad el presente.
El primer capítulo consiste en un estudio de los problemas más generales de
los ciclos y las crisis del capitalismo, e incluye un sintético marco teórico pre-
vio. Se pone luego el acento en la comparación de las distintas crisis y sus con-
secuencias para pasar luego a describir las características específicas de la glo-
balización neoliberal, donde se incuba la crisis iniciada en 2007 y se hace una
primera aproximación a los orígenes de ésta y a su desarrollo.
En el capítulo 2, bajo el título de “El neoliberalismo y sus crisis”, se tratan
las que vienen produciéndose con llamativa frecuencia desde la dédada de 1990
y le sirven a la actual de antecedente, tanto en la periferia como en el centro.
El capítulo 3 estudia las causas y los mecanismos de la crisis de las subpri-
me, sus distintas etapas y su mundialización hasta la crisis europea de 2010. Se
examinan también los efectos de la intervención de los Estados y las soluciones
brindadas por los organismos internacionales para la recuperación de las econo-
mías afectadas.
Las diferentes crisis de las décadas de 1970 y 1980 son tratadas en el capí-
tulo 4, tomando como punto de partida las crisis del dólar y del petróleo, cuyas
consecuencias produjeron cambios estructurales en la economía mundial que se
prolongaron en el tiempo hasta los episodios de crisis más recientes.
En el capítulo 5 se retrocede en la historia para revisar la más importante,
hasta ahora, de todas las crisis del capitalismo: la de 1929. Se comienza desde
sus prolegómenos en la Primera Guerra Mundial y los desquicios de los “años
locos”, para analizar luego específicamente el crac bursátil de aquel año y la te-
rrible depresión de la década de 1930. También se estudia el experimento del
New Deal y la dramática situación europea, hasta Bretton Woods y los planes
económicos de posguerra.
A modo de conclusión se trata de responder al interrogante que se plantea a
menudo, y que ha vuelto a surgir con la crisis actual: hacia dónde va el capita-
lismo y qué papel seguirá jugando en él la superpotencia norteamericana.
15
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
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5
Capítulo 1
La teoría de los ciclos basada en los cambios tecnológicos, explica cómo la apli-
cación de descubrimientos científicos da lugar al surgimiento de nuevos tipos de
tecnologías que estimulan la inversión, la demanda y el empleo iniciando una
fase expansiva. Pero ésta finaliza cuando los mercados se saturan o se detiene el
potencial desarrollo de esas tecnologías. Se produce entonces una reversión del
ciclo con una baja de los precios, una caída de las inversiones, cierre de empre-
sas y desempleo (4).
Siguiendo los esquemas de Kondratieff —que estudió esos ciclos hasta los
años 30—, desde fines del siglo XVIII se pueden identificar cuatro ciclos econó-
micos de aproximadamente 50 años, con una fase ascendente A, de auge, y una
descendente B, depresiva o de disminución del crecimiento, de 25 años o algo
más cada una (las dos grandes depresiones de 1873-1896 y la de la década de
1930 coinciden con esta fase descendente). En la segunda posguerra se iniciaría
una nueva fase A, ascendente, que se cerraría con la crisis de la década de 1970.
Kondratieff analizó diversos indicadores económicos en términos globales, como
3. Marxistas y regulacionistas
Los análisis marxistas, como los de Ernest Mandel, Paul Sweezy, Gérard Dumé-
nil y Dominique Lévy, consideran, a su vez, como factor explicativo del ciclo
económico de larga duración la evolución de la tasa de ganancia, es decir de la
relación entre la tasa de plusvalía (valor del trabajo no remunerado del que se
apropia el capitalista) y la composición orgánica del capital (que expresa a su vez
el vínculo entre la masa de capital invertida en medios de producción y la inver-
tida en fuerza de trabajo). Los ciclos son estudiados a partir de la dinámica con-
URRACA
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0.3
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Porcentajes
ARA + ROS0OSONI
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DODIDIDIDIDIAOOOIOIAIAAAAIASS
SS
en los años 80. Pero en el largo plazo se advierte su tendencia declinante (10).
Los economistas de la teoría de la regulación —Michel Aglietta, Robert Bo-
yer, Alain Lipietz, Enrique Palazuelos, Gérard Destanne de Bernis— parten de un
análisis estructural que —según Boyer— define a “las grandes crisis como todo
episodio en el cual la dinámica económica y social entra en contradicción con el
modo de desarrollo que la impulsa”, poniendo en juego, a largo plazo, la repro-
ducción del sistema (11). Más concretamente, y de una manera muy simplifica-
da, su explicación de la crisis de las décadas de 1970 y 1980 se basa en dos ra-
zones principales vinculadas al fordismo, sistema de producción en masa que se
203
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
es endógena; en otros términos, una “inestabilidad inherente” al comportamien-
to de los actores financieros y de las empresas. En sus propias palabras: “la ines-
tabilidad es determinada por mecanismos dentro del sistema y no fuera de él;
nuestra economía no es inestable porque está impactada por petróleo, guerras o
sorpresas monetarias, sino por su [misma] naturaleza”(19). A los dos grandes
problemas del capitalismo, el desempleo y la desigualdad en la distribución de
los ingresos, Minsky les agrega un tercero: la persistente inestabilidad del capi-
talismo moderno dominado por las finanzas. La contradicción entre la presunta
racionalidad de los individuos y la irracionalidad de los mercados es un elemen-
to importante que integra este esquema explicativo.
En su análisis, Minsky distingue tres tipos de resultados en cuanto al finan-
ciamiento de las inversiones: el financiamiento cubierto, en el cual el pago de in-
tereses y de las amortizaciones se solventa por la rentabilidad esperada; el finan-
ciamiento especulativo, en el cual el rendimiento anticipado de la inversión no
cubre más que el pago de los intereses y la deuda es constantemente renovada, y,
por último, el financiamiento más riesgoso (con características delictivas), cuan-
do la supervivencia del proyecto, que ni siquiera puede responder por los intere-
ses, depende de la posibilidad de endeudarse de nuevo o vender los activos. Key-
nes —que jugaba a la Bolsa y sabía bastante del negocio financiero— decía que
cuando este tipo de mercados se desarrolla, “las actividades especulativas supe-
ran la actividad empresarial”. No cabe duda de que Minsky se respaldó en Key-
nes, pero sobre todo, en un conocimiento profundo de la crisis de 1929 y de las
políticas del New Deal, puestas en marcha antes que la Teoría General de Key-
nes tuviera alguna influencia (20).
Una variante explicativa que complementa la de Minsky es la de Harry Mag-
doff y Paul Sweezy, que señalan que el estancamiento de la inversión está estre-
chamente interrelacionado con la financiarización de la economía. Según ellos,
lo que falta en la teoría de Minsky es el reconocimiento explícito de ese hecho.
De modo que las finanzas especulativas constituyen una usina secundaria de cre-
cimiento dada la debilidad de la inversión productiva; el resultado es la acelera-
ción del proceso de endeudamiento. La búsqueda del capital monopolista para ha-
cer rentables sus plusvalores, a pesar del estancamiento de las oportunidades de
inversión en la.economía real, crea cada vez más burbujas especulativas; “la eco-
nomía no puede vivir sin financiarización [...] y no puede al final vivir con
ella” (21). De ese modo, la financiarización constituye una fuerza que contraba-
lancea el estancamiento hasta que se convierte en un boomerang desencadenan-
do la crisis.
25
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
cieros contra las fluctuaciones en las cotizaciones de títulos y productos, sobre
todo después del primer shock petrolero (25).
Sobre esa base se creó un fondo especulativo en el que intervinieron ambos
economistas, el Long Term Capital Management (LTCM), que produjo una de
las bancarrotas financieras más espectaculares en la historia de Estados Unidos.
Con 4 mil millones de dólares de fondos propios, gracias al dinero que tomaron
prestado, el LTCM disponía de 200 mil millones de dólares de títulos. La crema
de los establecimientos financieros y las grandes empresas, incluidos los bancos
centrales de China y de Italia, tenían inversiones allí. Gracias a la presión de la
Reserva Federal, un consorcio de dieciséis establecimientos financieros pudo reu-
nir en menos de 48 horas el dinero necesario para evitar la quiebra.
El aforismo de Mark Twain que encabeza la Introducción del presente libro
—TLa previsión es difícil, sobre todo cuando se refiere al porvenir”— se aplica
plenamente tanto a la fórmula de Markowitz como a la de Merton y Scholes, que
revelaron en la práctica los defectos de los mercados financieros.
En cuanto a la interpretación keynesiana de las crisis —así como las de otros
economistas importantes que escribieron sobre ellas, como Michal Kalecki o
John Kenneth Galbraith— se analizará en los apartados referidos al pensamiento
económico de otros capítulos de este libro. En conclusión, y sin agotar el tema,
para poder comprender mejor las distintas crisis que atravesó el capitalismo con-
temporáneo, incluyendo la que padece actualmente, es necesario tener en cuen-
ta las características complejas de los procesos cíclicos. Estos incluyen, además
de los aspectos puramente económicos, de corto y largo plazo, el rol cada vez
más crucial de los mercados financieros, los cambios tecnológicos y las varia-
bles estratégicas e ideológicas.
La crisis de 1929, que provocó la depresión más profunda y prolongada del capi-
talismo, tuvo diferentes orígenes. Por un lado, Europa se hallaba seriamente con-
vulsionada; en Gran Bretaña, las condiciones sobre las cuales se sustentaba el
proceso de acumulación se habían agotado coincidiendo con la declinación de su
poder financiero y comercial, mientras que el resto del continente experimenta-
ba profundos cambios con la Revolución Rusa y el surgimiento del fascismo y
del nazismo. Este último debió en parte su éxito al desafortunado Tratado de Ver-
salles, que impuso a Alemania reparaciones de guerra imposibles de pagar, lo
O
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
tre, en especial los de la Escuela Institucionalista, que tuvo gran influencia lue-
go en el gobierno de Franklin Delano Roosevelt. Estos economistas —como es el
caso de Thorstein Veblen— criticaban duramente la plutocracia de multimillona-
rios como los Rockefeller, los Morgan y los Vanderbilt. Planteaban que la desi-
gualdad en el reparto de las riquezas constituía el principal problema de la so-
ciedad estadounidense, en la llamada “larga edad de oro” (entre 1870 y 1929),
cuya persistencia podía producir una profunda crisis. En uno de sus últimos li-
bros, Paul Krugman recuerda irónicamente el título, casi catastrófico, de un ar-
tículo de The New York Times del 7 de enero de 1923 que ejemplificaba la men-
talidad de los ciudadanos más influyentes: “El crecimiento de los impuestos
amenaza el bienestar nacional” (30).
Una cuestión teórica relevante ya en esa época vuelve a actualizarse en nues-
tros días; la crítica al pensamiento económico clásico, comenzando por sus fun-
dadores. La idea de la existencia de un “orden natural” desempeñó un papel fun-
damental en el nacimiento de la economía política. Gracias a ella tomó cuerpo
la convicción de que las relaciones económicas entre los individuos están regu-
ladas por leyes objetivas, con respecto a las cuales las leyes del derecho positi-
vo, elaboradas por los propios hombres, no podían entrar en contradicción. Así,
Adam Smith vio a la sociedad como un todo orgánico, compuesto por átomos
que se articulan, interactúan y tienden a un equilibrio. El hombre, al perseguir su
propio interés individual buscando maximizar sus beneficios, es llevado —según
Smith— por “una mano invisible [...] a promover un fin que no estaba en sus in-
tenciones”: lograr “que el ingreso anual de una sociedad sea el mayor posi-
ble” (31). Con esta idea se articula la llamada Ley de Say, cuya premisa principal
es el reconocimiento de una fuerza natural propia del mercado, que asegura que
toda oferta crea su propia demanda para cualquier nivel de producción y de em-
pleo, dando por sentado la inexistencia de desequilibrios económicos permanen-
tes en el sistema.
Hasta la década de 1920, estas ideas eran los pilares de la economía de la épo-
ca. Sin embargo, con la crisis y la posterior depresión de los años 30, los argu-
mentos empíricos y teóricos contrapuestos al concepto de un orden establecido
basado en el libre funcionamiento de los mercados tomaron fuerza. Los empíri-
cos penetraron naturalmente en el conjunto de la sociedad a través del desempleo,
el derrumbe de muchas fortunas y la caída en la miseria de vastos sectores de la
población.
A su vez, desde el punto de vista teórico se comenzó a reconocer el hecho
de que la oferta no crea por sí misma su demanda y que la producción se puede
acumular como inventarios no vendidos ante la falta de compradores. Las crisis
31
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Gráfico 2 ,
EE.UU. Participación de los más ricos en el total de ingresos (%)
10 % más ricos
1 % más ricos
1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2006
Gráfico 3 Gráfico 4
Producto industrial mundial Mercado mundial de valores
110
100
33
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
dísticamente, que la actual es de menor intensidad (38). Ellos argumentan que
si bien esos resultados son válidos, lo que en realidad debe compararse son
las dos crisis a nivel mundial. Con este propósito proponen un índice de 100
para junio de 1929 y abril de 2008 (considerados puntos pico) y muestran
que la declinación del producto industrial, del mercado mundial de valores,
del volumen del comercio exterior y de otros indicadores más desagregados,
como la caída de las industrias europeas y no europeas, es semejante o ma-
yor (para los nueve meses siguientes a las fechas indicadas) en 2008 que en
1929 (39) (Gráficos 3 y 4).
Eichengreen y O“Rourke también agregan que las medidas adoptadas por
los gobiernos a fin de contrarrestar la crisis reciente fueron más rápidas que
en los años 30, pues en EE.UU. las principales políticas que hicieron frente
a las consecuencias del crac del 29 comenzaron a tomarse varios años más
tarde, en 1933. Es útil, sin embargo, como hacen los autores, realizar esta-
dística y gráficamente este tipo de análisis comparados.
35
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Gráfico 5 E
La crisis internacional de los años 70
Inflación
Capital (K)
Aumenta la liquidez mundial
Crisis del sistema Bretton Woods
Por emisión
Expansión monetaria USD e > .
Por creación de dinero bancario
Incremento de los precios del
petróleo y materiales estratégicos
37
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
las industrializadas, en la divisa estadounidense como medio de reserva y de
pago internacional, y el desarrollo de un mercado de eurodólares. Esto fue una
consecuencia del éxito norteamericano en su propósito de reconstituir la econo-
mía europea a través de la ayuda del Plan Marshall y de las inversiones de fir-
mas estadounidenses, que facilitaron un rápido proceso de recuperación del
Viejo Continente, incluyendo la creación de la Comunidad Económica Europea.
Factores que se volvieron en contra de Estados Unidos por la abundancia de dó-
lares y la valorización de las monedas locales, producto de la mayor competiti-
vidad de sus respectivas economías.
De modo tal que en el mes de agosto de 1971, frente al deterioro de la ba-
lanza de pagos y la fuga de capitales, el presidente Richard Nixon decidió sus-
pender la convertibilidad del dólar con respecto al oro. Así, por una decisión
unilateral, el gobierno de Washington dejaba de lado uno de los soportes funda-
mentales del sistema monetario de la posguerra: el patrón cambio dólar-oro, que
fue reemplazado por el patrón dólar. La sustitución del sistema de tasas de cam-
bio fijas —el otro gran eje del arreglo monetario de 1944—, por el de tasas de cam-
bio flexibles, no tardó mucho en seguir el mismo camino. Paradójicamente, Es-
tados Unidos disponía ahora de un patrón monetario propio, utilizando su poder
emisor y los ahorros del mundo denominados en dólares para financiar sus ne-
cesidades internas y externas.
A su vez, con el aumento de los precios del petróleo, en 1973, aparecieron los
petrodólares, agregándose a los eurodólares que inundaban ya Europa y creando
una gran liquidez internacional. Con el apoyo del FMI, esos dólares baratos co-
menzaron a reciclarse en los países periféricos a través de un nuevo ciclo de en-
deudamiento externo. Se procuró trasladar a la periferia la crisis del centro por
medio de un flujo de capitales en gran parte especulativos que, por la apertura in-
discriminada de mercados y políticas locales que los favorecían, obtenían altas
rentabilidades. Se generó así lo que algunos autores denominaron una “economía
internacional del endeudamiento” (40).
Esto permitió no sólo colocar excedentes financieros sino también comercia-
les, y favoreció, en América Latina, a dictaduras como las de los generales Au-
gusto Pinochet y Jorge Rafael Videla, que obtuvieron generosos financiamien-
tos. Pero a fines de 1979, en medio de una segunda crisis del petróleo por un
nuevo aumento de los precios del crudo, y para paliar la recesión que se venía en
EE.UU., la Reserva Federal elevó fuertemente sus tasas de interés. Volvió así a
atraer los capitales hacia el Norte y dejó en el Sur una crisis aparentemente in-
contenible y una abultada deuda externa. Ya estaba en marcha con Margaret That-
cher la llamada “revolución conservadora”, que al iniciarse la década de 1980 se
Las últimas tres décadas del siglo XX y los primeros años del XXI, hasta la pro-
funda crisis que se desata en 2007, forman parte de una fase del capitalismo de-
finida como de la globalización neoliberal, caracterizada por la aplicación a ni-
vel mundial de políticas orientadas al predominio de la economía de mercado; la
En el escenario internacional
* Se produjo una transformación significativa del sistema internacional, sobre
todo a partir de la caída del Muro de Berlín y la desaparición del bloque sovié-
tico, que puso fin al orden bipolar y unificó los mercados mundiales.
+ Desde el punto de vista económico y tecnológico el mundo se hizo cada vez
más multipolar, aunque prevaleció la hegemonía de Estados Unidos, en espe-
cial en lo estratégico y lo político.
En la economía mundial
+ Se acentuó la transnacionalización de las economías, el explosivo flujo de las
inversiones directas y el predominio mundial de grandes corporaciones multi-
nacionales, caracterizado por procesos de deslocalización productiva.
» Se asistió a la financiarización de la economía mundial a través de la libera-
lización de los movimientos de capitales, el auge de los mercados bursátiles y
monetarios, una preeminencia del sector financiero sobre la economía real y
fuertes actividades especulativas.
>>
1
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
<<
45
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
6. La economía de la especulación
Cuadro 1
Evolución del sector financiero en la economía mundial
47
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
mentaron la volatilidad de los mercados. Es el caso de los productos derivados,
que dan la posibilidad de comprar o vender un activo determinado (acción, di-
visa, materias primas, etc.) en una fecha futura aunque a un precio actual. Así
puede evitarse un alza brusca del precio del activo, aunque la operación resul-
ta perjudicial si ese precio baja.
Sin embargo, si un inversor quiere tener menos riesgos hay otro que los asu-
me procurando disponer del activo comprado en la fecha indicada (si se diera el
primer caso) a un precio de venta menor para beneficiarse con la diferencia. Las
posibilidades son infinitas, cualquier maniobra de este tipo introduce fuertes ele-
mentos especulativos e influye sobre los mercados. Pero, además, se agregan una
serie de riesgos: desde el riesgo del crédito, si la contraparte no está dispuesta o
en condiciones de satisfacer las cláusulas del contrato; el riesgo de liquidez, si
una transacción no puede hacerse al precio de mercado, y varios otros, incluido
también un riesgo sistémico: cuando la magnitud de las operaciones es grande y
sus propósitos fracasan pueden poner en peligro de colapso al conjunto del sis-
tema financiero (56).
Todos los grandes actores de las finanzas, desde los mismos bancos comer-
ciales y los bancos de inversión hasta los fondos propiamente especulativos (li-
gados en muchos casos a esas instituciones o a corporaciones empresarias), ope-
raron desde la década de 1980 en los mercados de derivados. Otros instrumentos,
como la transformación de los créditos bancarios o hipotecarios, a través de la
emisión de títulos (acciones, obligaciones), fueron decisivos para el estallido de
la crisis en 2007.
Al mismo tiempo, la inversión financiera basada en las políticas de desregu-
lación del sector se expandió mundialmente en las corporaciones internaciona-
les. La caída de la rentabilidad en las actividades productivas hizo que una par-
te significativa de las ganancias empresarias proviniera de sus colocaciones en
los mercados financieros. En Estados Unidos, por ejemplo, la participación de
esas operatorias en los beneficios del conjunto de las empresas, incluidas las
transnacionales, pasó del 10% al 40% entre 1948 y 2007 (57).
A este fenómeno se sumó el hecho de que a partir de mediados de la década
de 1980, los accionistas de las grandes corporaciones impusieran normas de ren-
tabilidad cada vez más elevadas para obtener mayores dividendos, creando con
ese fin, entre otras cosas, los fondos de pensión, lo que les permitió obtener una
gran masa de capitales para especular financieramente en busca de beneficios
más altos. El objetivo de las políticas de desregulación fue el de fortalecer la ren-
tabilidad del capital en general y de los accionistas en particular y no necesaria-
mente el de realizar nuevas inversiones productivas.
Gráfico 6
Sector financiero como porcentaje del PIB
en los países centrales (años 1970-2006)
Estados Unidos
Francia
49
¡tali o contemporáneo
Las grandes crisis del capitalism Í
evasión impositiva, el lavado de dinero y la actividad de organizaciones crimina-
les (59). Finalmente, como frutilla del postre, se revocó en 1999 la Glass-Steagall
Act, sancionada en 1933, que establecía que las instituciones financieras debían
separase de acuerdo a sus objetivos (de inversión, comercial o de seguros). Este
hecho, sumado a la falta de límites de la misma banca de inversión, facilitó el in-
volucramiento directo o indirecto en esas operatorias de los grandes bancos na-
cionales o transnacionales, que promovieron esa evolución y aumentaron la ines-
tabilidad “inherente” al sistema, según la definición de Minsky.
Como se muestra de manera elocuente en el Gráfico 6, en los países centra-
les la participación del sector financiero en el producto bruto casi se duplicó, en
promedio, entre 1970 y 2006, entrando así plenamente en la era de lo que Key-
nes denominaba una “economía de casino”.
25.000
20.000
15.000
10.000
5.000
modo obraron como los países en desarrollo del siglo XIX, en especial Estados
Unidos y Alemania, que también practicaron políticas proteccionistas contra el
libre comercio dominante implementado en ese entonces por el poder económi-
co e industrial británico.
Por otro lado, en las últimas décadas, a pesar de la liberalización comercial,
los países más desarrollados no abandonaron las formas proteccionistas, ahora
no arancelarias, como las subvenciones y ayudas a sus sectores productivos más
débiles —por ejemplo los agrícolas—, o como también la fijación de barreras sa-
nitarias que dificultan el comercio con los países proveedores de materias primas
y alimentos.
Pero parte de la responsabilidad también les cabe a estos últimos. Según se-
ñala una revista de economía europea, las desigualdades no sólo se deben a las
A
Crisis de las cajas Crisis mexicana
de ahorro (febrero 1989) _(diciembre 1994) Crisis argentina,
Y quiebra Enron
Crac de la Bolsa yy (diciembre 2001)
18r shock petrolero (octubre 1987) N Y AN
(octubre 1973) |. ; Al ha Quiebra Worldcom
140
Crisis de la (julio 2002) 5
Quiebra banco Franklin deuda externa de Crisis de las 200)
120 National (mayo 1974) América Latina WN tasas de cambio
(agosto 1982) europeas
100 die
rl Burbuja de la plata
80» ( 1980) Burbujas inmobiliarias (1990-1991)
Crac japonés (enero 1990)
60 ' fal
2do shock petrolero (enero 1979)
40
1970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
57
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Gráfico 9 AN
Pérdida acumulativa del producto en relación con el producto
potencial durante las desaceleraciones mundiales (en %)
E PA PET El
1974-75 1980-83 1990-93 2001-03 2008-10
MH Mundo
HE Economías avanzadas
MI Economías emergentes y en desarrollo
Fuente: FMI.
Después de ese lapso de prosperidad de la segunda mitad de los años 90, desde
los comienzos del presente siglo Estados Unidos volvió a tener problemas eco-
nómicos serios. Aun antes del atentado a las Torres Gemelas comenzaron a que-
brar varios fondos de inversión y empresas puntocom y de servicios con accio-
nes sobrevaloradas en la Bolsa o directamente vaciadas por sus dueños, como
Enron o Worldcom, en un clima especulativo que permitía todo tipo de fraudes,
comprometiendo a bancos e instituciones financieras de peso como el Citigroup.
Con la amenaza del nuevo terrorismo internacional el gobierno de George W.
Bush (h) optó por una fuga hacia adelante a través de la intervención militar en
Irak (desde marzo de 2003), acompañada por políticas internas que combinaron
rebajas de impuestos para los más pudientes con un notorio incremento de los
gastos gubernamentales en los rubros de seguridad y defensa; por ejemplo, los
gastos militares llegaron a representar el 40% de los recursos fiscales.
Gráfico 10
Endeudamiento de las familias en Gran Bretaña, Estados Unidos
y la Zona Euro (en % del ingreso disponible bruto)
Estados Unidos
KK
Fo Zona Euro
A ETA la EA 1
1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2009
61
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
tecarias de mayor envergadura de EE.UU., Fannie Mae y Freddie Mac, aunque
dejó caer a Lehman Brothers —cuyo valor ascendía a más de 600 mil millones de
dólares, la suma del PIB de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay, Perú
y Ecuador—, produciendo otro fuerte sacudón en Wall Street. La Fed también in-
tentó reanimar la demanda con continuas bajas en la tasa de interés. Pero todo
resultó inútil. Finalmente, en octubre de 2008 el Congreso estadounidense apro-
bó el monto de 700 mil millones de dólares propuesto por el presidente Bush
para el rescate de los bancos en quiebra, lo que fue reafirmado por el nuevo go-
bierno de Barack Obama que terminó apostando a más: 838 mil millones de dó-
lares para estimular la economía y ayudar a los bancos.
La crisis bancaria resultó particularmente dura. Desde su estallido, varios
centenares de bancos se declararon en quiebra en todo el país y sólo algunos
contaron con la ayuda del Estado. En 2009 quebraron 133 bancos, y la Corpo-
ración Federal de Seguros de Depósitos (FDIC), que protege a los depositantes
—aunque hasta cierto monto, sin tener en cuenta otras acreencias y sólo para los
depósitos de los bancos asegurados en ella—, señalaba hacia el fin de ese año,
que había cerca de 550 entidades en riesgo y que esta institución ya registraba
un déficit en su balance de 8.200 millones de dólares, el primero que sufría des-
de 1992. El economista Joseph Stiglitz sostuvo, a su vez, que no bastaba con la
ayuda, que lo que se necesitaba urgentemente era crear mayores regulaciones
“para restablecer la confianza en el sistema financiero” y evitar que “estalle una
nueva crisis en pocos años” (73).
Junto a la caída de bancos e instituciones financieras, comprometidos en in-
versiones O préstamos riesgosos, también tienen su parte de responsabilidad en
la crisis otros factores. Sobre todo la falta de reglas claras para la banca de inver-
sión y el aprovechamiento de paraísos fiscales y mecanismos financieros que
permiten realizar maniobras especulativas o fraudulentas, vinculadas muchas ve-
ces al accionar de mafias criminales.
Antes de salvar indiscriminadamente a los bancos quebrados, habría que re-
estructurar la arquitectura financiera internacional, ayudar a las verdaderas vícti-
mas —ahorristas, desocupados, asalariados que vieron disminuir sus ingresos,
propietarios de inmuebles, pequeñas y medianas empresas—, y sostener políticas
productivas y creadoras de empleo. El mundo globalizado se ha convertido en un
gran “corralito” del que va a ser imposible escapar con las recetas del pasado.
El sistema monetario mundial también hace agua al tener como base una divisa
cuyo único respaldo es la débil salud de la economía estadounidense. Esto ha lle-
vado a una depreciación constante del dólar en relación con sus valores históri-
cos y con respecto a otras monedas. En verdad, su primacía depende, más que de
la fuerza de la propia economía, del financiamiento de los inversores extranjeros
y, en especial, del exceso de ahorro de los países emergentes, como China, que
confiaron hasta ahora en los bonos del Tesoro de Estados Unidos o en la utiliza-
ción del dólar como moneda de reserva.
Este endeudamiento le permitió al país norteamericano mantener niveles de
consumo por encima de sus posibilidades, aunque ahora se critique ese exceso
de ahorro más aun que el exceso de endeudamiento (o el desequilibrio entre am-
bos), como una de las causas principales de la crisis.
Con los déficits comercial y fiscal más altos de su historia, el monto total de
la deuda externa estadounidense pasó de 800 mil millones de dólares en 2003 a
13.767 miles de millones a fines de diciembre de 2009, que se acerca al del PIB,
y representa más del 22% de la deuda mundial, lo que resulta, a su vez, la más
grande explosión de endeudamiento de la historia del capitalismo (74).
EE.UU. es una nación endeudada que está viviendo en buena medida con re-
cursos ajenos. La diferencia con otros países es que puede hacerlo en su propia
moneda. La emisión monetaria, la manipulación de las tasas de interés o la ven-
ta de bonos del Tesoro le permitieron, hasta el estallido de la actual crisis, lograr
sus fines. Pero los tenedores extranjeros de dólares vieron declinar su valor en
un 32% desde 2001 y comenzaron a diversificar su cartera de divisas. El dólar
comenzó a perder la confianza internacional. Los bancos centrales de los más
importantes países asiáticos iniciaron un proceso de diversificación de su carte-
ra de divisas. Rusia disminuyó su tenencia de dólares del 70% al 40%, Italia la
redujo en un 21% y Suecia la llevó del 37% al 20%. En esta dirección, el movi-
miento del dólar al euro como moneda de referencia fue una realidad: las reser-
vas de los bancos centrales extranjeros contaban en 2008 con nueve puntos por-
centuales menos en dólares con respecto al 2001 (75). La posterior caída del euro
en 2010 afectó, sin duda, esta tendencia.
El caso de China es emblemático. Por un lado, tiene una importante reserva
de dólares que representa más de dos tercios de un año de la producción de ese
país. A esta situación se suma su excesiva tenencia de bonos del Tesoro nortea-
mericano. Desde septiembre de 2008 superó a Japón como el principal tenedor
Volviendo al análisis comparado, si se miran más de cerca las tres crisis —la de
1929, la de 1970 y la actual- puede apreciarse que a largo plazo forman parte de
un mismo proceso pero que cada una de ellas marca una nueva era del capitalis-
mo moderno. En todas hay cambios tecnológicos, especulación, flujos irrestric-
tos de capitales y caída de las tasas de ganancia en la economía real. Pero se di-
ferencian en sus características. En 1929, el origen de la crisis estuvo en el auge
absurdo de la Bolsa de Valores, en la sobreproducción y las desigualdades de in-
gresos de la economía real, y la recesión subsiguiente fue acompañada de una se-
vera deflación. Los niveles de desempleo fueron los más altos que se registran
hasta ahora en el capitalismo a nivel mundial y hubo una fuerte caída del PIB,
sobre todo en Estados Unidos. La Segunda Guerra Mundial contribuyó a supe-
rar finalmente sus efectos, pero con un gran costo humano y material.
En la década de 1970 la causa radicó en la debilidad de la moneda clave y en
la baja de la tasa de rentabilidad y del ritmo de crecimiento de la productividad,
además de otros desequilibrios en las economías centrales. Su manera de mani-
festarse resultó la estanflación, mientras que su forma de resolución fue el des-
mantelamiento del Estado de Bienestar —construido en la posguerra— ejecutado
1. Cf. J. A. Estey, Tratado sobre los ciclos económicos, FCE, México, 1953.
2. Citado en Beatriz Figallo y Josefa García de Ceretto, “Historia y complejidad.
La historia del tiempo presente”, en Res Gesta, 2003, N* 41, p. 23; Edgard Morin,
Pour sortir du vingtiéme siécle, Nathan, París, 1981.
3. Ver Joseph Schumpeter, Ciclos económicos. Análisis teórico, histórico y esta-
dístico del proceso capitalista, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2002.
4. Cf. Carlota Pérez, Revoluciones tecnológicas y capital financiero. La dinámi-
ca de las grandes burbujas financieras y las épocas de bonanza, Siglo XXI, Méxi-
co, 1999:
5. Cf. Nikolai Kondratieff, “Los grandes ciclos de la vida económica” (1935), en
Gottfried Haberler (compilador), Ensayos sobre el ciclo económico, Fondo de Cultu-
ra Económica, México, 1956.
6. Ver Giovanni Arrighi, The Long Twentieth Century, Verso, Londres, 1994.
7. Paul Sweezy, Teoría del desarrollo capitalista, FCE, México, 1964, p. 173.
8. Ernest Mandel, Historia Económica, Tomo Il, Universidad Júarez, de Duran-
go, México, 2007, pp. 185-186 (es una traducción al castellano de su conocido 7rai-
té d'économie marxiste).
9. P. Sweezy (1964), pp. 197-199, 204.
69
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
10. Jaime González Martínez, “Tasa de ganancia, transformaciones y fase actual
del capitalismo”, en Trayectorias, N* 27, julio-diciembre de 2008, pp. 29-30.
11. Cf. Robert Boyer, La teoría de la regulación: un análisis crítico, Humanitas,
Buenos Aires, 1989, p. 78.
12. Cf. Héctor Guillén Romo, “La crisis financiera de los créditos Ninja”, en Ci-
clos en la historia, la economía y la sociedad, N* 35-36, 2009.
13. Cf. Michel Aglietta y Laurent Berrebi, Désordres dans le capitalisme mon-
dial, París, Odile Jacob, 2007.
14. Carlos Marx, El Capital, Crítica de la Economía Política, Tomo MI, Fondo de
Cultura Económica, México, 1968, p. 247 (pub. orig. 1897).
15. Cf. Rudolf Hilferding, El capital financiero, Tecnos, Madrid, 1963.
16. John Bellamy Foster y Fred Magdoff, The Great Financial Crisis, Monthly
Review Press, Nueva York, 2009, p. 16.
17. Ver Juan Bautista Alberdi, Estudios Económicos, Fundación Prudencio Váz-
quez y Vega, Montevideo, 1989. Otro relevante analista argentino de los ciclos eco-
nómicos y las crisis financieras fue José A. Terry, La crisis 1585-1892, Sistema ban-
cario, El Ateneo, Buenos Aires, 1893.
18. Charles P. Kindleberger, Manías, pánicos y cracs. Historia de las crisis finan-
cieras, Ariel, Barcelona, 1991, pp. 34-52.
19. Hyman Minsky, Stabilizing an Unstable Economy, McGraw-Hill, Nueva York,
2008, p. 192.
20. Cf. H. Minsky (2008), pp. 230-232 y p. 135. Ver también el análisis de Barry
Eichengreen y Richard Portes, The Anatomy of Financial Crises, NBER Working Pa-
per N* 2126, enero de 1987.
21. J. Bellamy Foster y F. Magdoff (2009), pp. 18-19, quienes toman la tesis de
un trabajo de Magdoff y Sweezy, Stagnation and Financial Explosion. Sobre la his-
toria de las crisis financieras y la financiarización de la economía capitalista desde
fines del siglo XIX un aporte reciente es el de Carlos Marichal, Nueva historia de las
grandes crisis financieras. Una perspectiva global, 1873-2008, Debate, Buenos Ai-
res, 2010.
22. Entrevista a André Orléan en L'Economie Politique, N* 43, julio-agosto de
2009, p. 37.
23. Ver el análisis de Paul Krugman en Clarín, IECO, 22/8/09. Para una crítica
exhaustiva y, al mismo tiempo, irónica de los “mercados eficientes”, ver José Gabriel
Palma, “The Revenge of the Market on the Rentiers”, Cambridge Journal of Econo-
mics, 33(4), julio de 2009 (reproducido en www.econ.cam.ac.uk).
24. Las tesis principales de Markowitz se hallan en su libro Portfolio Selection.
Efficient Diversification of Investments, Wiley and Sons, Nueva York, 1959.
25. Cf. La Documentation Francaise, Problemes économiques, N* 2637, 27-10-
99, p. 34.
26. Jean-Baptiste Say (1767-1832) es un economista francés de la Escuela Clási-
Al
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
46. United Nations Conference on Trade and Development, Trade and Develop-
ment Report, 1996, Nueva York, 1996, pág. 9.
47. Abelardo Mariña Flores, “Límites y perspectivas de la globalización neolibe-
ral”, en Revista Trayectorias, N* 27, julio-diciembre de 2008, p. 9.
48. Cf. M. Rapoport (1997), p. 14; La Documentation Francaise, Le commerce
mondial, Cahiers francais N? 299, noviembre-diciembre de 2000. Ver también traba-
jos recientes de la OMC y la UNCTAD.
49. Christian Deblock, “OMC: le declin irréversible de la réciprocité et du mul-
tilatéralisme”, en L'Economie Politique, N* 45, enero de 2010, p. 39.
50. UNCTAD, Informe sobre inversiones en el mundo. 2009. Empresas transna-
cionales, producción agrícola y desarrollo, Nueva York, 2009, pp. 11-12.
51. Frédéric F. Clairmont y John Cavanagh, “Sous les ailes du capitalisme plané-
taire”, en Maniere de Voir, N* 28, noviembre de 1995, pp. 34-35.
52. Cf. “Les chiffres de l'économie 2010”, Alternatives Economiques, Hors-Sé-
rie, N* 82, 2009. La distribución por países cambió en los últimos años, hubo una dis-
minución de las empresas estadounidenses entre las cien líderes y un aumento de las
alemanas y las británicas.
53. Cf. UNCTAD (2009).
54. John Eatwell y Lance Taylor, Finanzas globales en riesgo. Un análisis a fa-
vor de la regulación internacional, Cefidar-Siglo XXI, Buenos Aires, 2005, p. 20.
55. Cf. M. Aglietta, A. Brender y V. Coudert, Globalisation Financiere: L'Aven-
ture Obligée, Economica, París, 1990; G. J. Palma (2009).
56. H. Bourguinat (1995), pp. 32-34.
57. Según el United States Bureau of Economic Analysis (2008).
58. Dominique Plihon, £l nuevo capitalismo, Siglo XXI, México, 2003. “El pre-
cio de una acción —señala Plihon— se define como el valor actualizado de los dividen-
dos futuros de una empresa. La burbuja especulativa traduce la conexión (diferencia)
existente entre el valor bursátil y el valor económico de la empresa”, p. 57.
59. Ver sobre estos temas Julio Sevares, El imperio de las altas finanzas, Norma,
Buenos Aires, 2005.
60. Alternatives Economiques, N* 281, junio de 2009, pp. 50-51.
61. Ibidem, p. 52.
62. Cf. Michael Lind, “To have or have not. Notes on the progress of the Ameri-
can class war”, Harper's Magazine, Nueva York, junio de 1995.
63. Cf. Reginaldo Moraes, Neoliberalismo, Editora Senac, San Pablo, 2001, p. 10.
64. Cf. la versión original en inglés, Friedrich von Hayek, The Road to Serfdom,
University of Chicago Press, Chicago, 1944.
65. A. Greenspan (2008), p. 55.
66. Raúl Prebisch, Obras, 1919-1948, Tomo I, Fundación Prebisch, Bs. As., 1991,
p. 126, nota al pie 66; R. Prebisch, Apuntes de Economía Política (Dinámica Econó-
mica), Facultad de Ciencias Económicas, UBA, 1948, pp. 96 y 97.
8
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
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Capítulo 2
Durante la década de 1990 y principios del nuevo siglo el mundo asistió, como
hemos visto, a un conjunto de crisis en una serie de oleadas sucesivas, que ya an-
ticipaban los problemas de sustentabilidad del sistema, pero esta vez, en lugar de
afectar a las potencias, perjudicaron sobre todo a la periferia y a países como Ru-
sia, que si bien no son periféricos, tampoco son clave en las finanzas mundiales.
Entre 1989 y 1997 los Estados endeudados en la década de 1970 y principios
de la de 1980 reestructuraron sus deudas externas financieras, contraídas con ban-
cos comerciales y en situación irregular, convirtiéndolas en bonos que se coloca-
ron en los mercados de capitales internacionales. Este mecanismo fue conocido
como Plan Brady, en alusión a Nicholas Brady, secretario del Tesoro estadouni-
dense, que fue quien lanzó este plan canje. De esta manera los bancos limpiaron
sus balances de deudas incobrables y nació un mercado de bonos soberanos de re-
tornos elevados, cuyo riesgo se distribuyó entre una multitud de inversores. Los
Estados emisores de estos papeles también los tomaron como parte de pago en las
privatizaciones de empresas públicas.
Los bonos Brady de México, Argentina, Brasil, Costa Rica, Perú, Uruguay,
Venezuela, Bulgaria, República Dominicana, Ecuador, Costa de Marfil, Jorda-
nia, Nigeria, Panamá, Filipinas, Polonia, Rusia, Vietnam y otros países sumaron
174 mil millones de dólares, conformando un mercado de gran liquidez, sustan-
cialmente mayor que el de la mayoría de las plazas financieras. Los países que
entraron al Plan Brady firmaron acuerdos contingentes con el FMI, encargado de
gestionar su instrumentación y de supervisar su cumplimiento a través de pro-
gramas de reforma pro mercado, que habitualmente incluyeron privatizaciones,
desregulaciones, apertura comercial y financiera y, en términos generales, impli-
Brasil
México
Argentina
Venezuela
Ecuador
Perú
Panamá
Uruguay
Costa Rica
Rep. Dominicana
Latinoamérica
Polonia
Rusia
Bulgaria
Filipinas
Marruecos
Nigeria
Costa de Marfil
Croacia
Jordania
Vietnam
Eslovenia
caron reducir el tamaño del sector público y de sus funciones, según las reco-
mendaciones del Consenso de Washington (Cuadro 1).
Luego del Brady, la venta de bonos en los mercados voluntarios se convirtió
en la fuente de financiamiento principal de los países periféricos, que pasaron a
1. La crisis mexicana
Singapur
Fuente: Elaboración propia en base a Vilariño Sanz (2000).
85
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Gráfico 1 sE a
PIB de Corea del Sur, Malasia y Tailandia (1990-2009, variación %)
1997
Crisis del
Sudeste
Asiático
e
=n
En
=
Malasia
sama Tailandia
Corea
La crisis rusa, que culminó con la devaluación del rublo en 1998, se desenvolvió
en tres etapas. Durante la primera (1989-1992), Rusia llevó a cabo reformas eco-
nómicas de libre mercado bajo el asesoramiento del Fondo Monetario Interna-
cional, adoptadas debido a la gran influencia que ejercieron los países desarro-
llados y los organismos financieros internacionales. Estas reformas se pusieron
en marcha el 1 de enero de 1992.
En la segunda etapa (1992-1995) el objetivo fue lograr la estabilidad finan-
ciera a fin de acceder a créditos internacionales y ayuda externa. De acuerdo a
los criterios del FMI, entre 1995 y 1997 Rusia logró este objetivo. Sin embargo,
los modelos ortodoxos aplicados junto con la liberalización de precios, privati-
zaciones y apertura comercial súbita terminaron destruyendo el sector real de la
economía. En contrapartida, el sector financiero resultó fortalecido.
Durante estos años surgieron en Rusia cerca de 2.400 bancos comerciales
que rápidamente recibieron cuantiosos créditos externos, los que invirtieron en
comprar obligaciones gubernamentales. La viabilidad de este esquema requería
un tipo de cambio estable. Así, en julio de 1995 se inició la tercera etapa, pro-
longada hasta agosto de 1998, con la introducción de una estrecha banda de flo-
tación cambiaria —=un mecanismo similar al aplicado en México antes de la “cri-
sis del tequila”—. Desde ese momento la combinación de una serie de factores
convertiría a Rusia en un mercado altamente atractivo para las inversiones ex-
tranjeras en portafolio: tipo de cambio cuasi fijo, alto rendimiento de los instru-
mentos financieros, reducción significativa de la inflación, política monetaria y
crediticia dura. Todos los elementos necesarios para una crisis asegurada.
A partir de 1995 el flujo de inversiones extranjeras hacia Rusia se incre-
mentó notablemente. Mientras que entre 1993 y 1994 ingresaron 3.600 millo-
nes de dólares anuales, en 1995-1998 esta cifra se ubicó en 20.000 millones (5,5
veces más). En total, durante la vigencia de la banda de flotación, la inversión
extranjera en Rusia ascendió a 70.000 millones de dólares (51.400 millones de
deuda pública, 16.900 millones al sector bancario y 1.700 millones al mercado
de valores).
El impresionante incremento de las inversiones financieras se evidencia en
el aumento de las operaciones en el mercado de valores. Mientras que en 1995
éstas equivalían al 18,9% del PIB, en 1997 esta cifra se elevó a 55,5%. Pero el
96% de estas operaciones se llevaban a cabo en el mercado de las obligaciones
del gobierno. Este sostenido aumento de los préstamos externos incrementaba
aceleradamente la diferencia entre los activos y pasivos en divisas del Banco
87
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
Central, al tiempo que la fuga de capitales disminuía las reservas internaciona-
les (Cuadro 4).
El 17 de agosto de 1998 se dio a conocer el plan de acción del gobierno y
del Banco Central: ampliación de la brecha de la banda de flotación, rechazo
unilateral al pago de las obligaciones gubernamentales de corto plazo y anun-
cio de una moratoria de noventa días al pago de deudas con el exterior por par-
te de las empresas y bancos rusos. El rublo se devaluó 26,7% durante el mes de
agosto, mientras que el índice bursátil cayó un 55% y prácticamente todos los
grandes bancos comerciales entraron en crisis de liquidez. El resultado fue una
parálisis del sistema de pagos, una caída acelerada del sector real de la econo-
mía, un aumento del desempleo y una fuerte reducción en los niveles de vida de
la población.
Cuadro 4
Rusia. Indicadores económicos (1994-2002)
Deuda
externa Superávit
Tipo total comercial Déficit
Variación Inflación de [(qQX_
== 0 Mscal
Años
PIB minorista cambio Miles de millones % del
% Var. % U$S PIB
A principios de los años 90, Brasil llevaba casi una década de escaso o nulo cre-
cimiento económico, estaba inmerso en un proceso hiperinflacionario, enfrenta-
ba grandes dificultades para atender su deuda externa (U$S 122 mil millones a
fines de 1990, un monto equivalente a cuatro veces sus exportaciones) y la deu-
da interna oficial crecía explosivamente.
En junio de 1993 el presidente Itamar Franco sucesor de Collor de Mello,
que había dimitido por denuncias de corrupción— lanzó un programa de estabili-
zación acompañado de algunas reformas estructurales: el Plan Real, a implemen-
tar en tres etapas: el ajuste fiscal, la creación de una nueva unidad monetaria
(Unidad Real de Valor) y la emisión del real.
En sus primeros tramos el Plan Real apuntó a reducir el gasto público y re-
cuperar los ingresos tributarios federales. El plan de austeridad fiscal incluía
consolidar la deuda de los estados y municipios con la Unión; controlar y sanear
la banca pública estatal y federal y perfeccionar el programa de privatizaciones.
El ajuste fiscal se viabilizó a través de la creación de un fondo social de emer-
gencia, financiado con un impuesto sobre las transacciones financieras como
mecanismo transitorio, aprobado por el Congreso en diciembre de 1993, lo que
permitió obtener superávit primario en 1994 y alcanzar el equilibrio presupues-
tario en 1995. En esta etapa también se introdujo una clara separación entre las
cuentas del Tesoro y las del Banco Central, que conduciría más tarde a la inde-
pendencia de esta última institución.
El segundo tramo del plan, lanzado el 7 de diciembre de 1993, y perfeccio-
nado a través de la ley 8.880 del 27 de mayo de 1994, creó la Unidad Real de Va-
lor (URV), y previó su posterior transformación en el real, el nuevo signo mone-
tario brasileño. La URV se integró al sistema monetario nacional como patrón de
valor. El Banco Central de Brasil fijaba diariamente su cotización, con base en
la pérdida de poder adquisitivo del cruzeiro. La URV se tomó como unidad de
cuenta para denominar contratos y demás obligaciones, incluyendo las financie-
ras, y para referenciar precios, salarios y tarifas públicas. El gobierno instó a re-
negociar los contratos privados en términos de URV y eliminó los impuestos so-
bre la corrección monetaria. La URV se utilizó cada vez más como referencia de
precios y contratos, contribuyendo así a borrar la memoria inflacionaria de los
operadores. El Consejo Monetario Nacional dictó resoluciones para que las ins-
tituciones financieras efectuasen operaciones activas, pasivas y de futuro en
URY, y se estipuló una tasa referencial de actualización para la conversión de
operaciones nominadas en cruzeiros a reales.
89
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
El 30 de junio de 1994 el Congreso aprobó la ley que puso en circulación el
real a partir del 1 de julio de 1995, estableciendo las condiciones de emisión y
respaldo de la nueva moneda, de forma de garantizar su estabilidad. Para mante-
ner el ancla cambiaria, el Banco Central de Brasil fijó la paridad máxima en 1 real
igual a 1 dólar —con respaldo de 40 mil millones de dólares de reservás— pero la
oferta creciente de divisas redujo la paridad de mercado a 0,83 reales por dólar,
en octubre de 1994. Se elaboró una programación trimestral de evolución de la
base monetaria, estimando la variación de los agregados monetarios compatible
con objetivos de inflación, aunque su cumplimiento fue bastante elástico en los
primeros tiempos del real, cuando el Banco Central auxilió a entidades financie-
ras en proceso de ajuste.
Simultáneamente, en 1994 Brasil renegoció a través del Plan Brady su deu-
da externa soberana con bancos y emitió bonos por 51 mil millones de dólares,
el monto más elevado de todos los países que entraron a este plan. Así Brasil al-
canzó el estatus de mercado emergente; los capitales no tardaron en fluir como
inversión extranjera directa, deuda de los bancos, más deuda soberana en bonos
y flujos de corto plazo, que financiaron el creciente desequilibrio en cuenta co-
rriente, al tiempo que las reservas monetarias aumentaban y la moneda brasile-
ña se apreciaba.
Entre 1991 y 1995 se privatizaron las empresas controladas por la Unión en
el sector industrial, pero los programas de privatización y desregulación en otros
sectores de la economía, particularmente en la infraestructura y especialmente en
los estados, así como la reforma del sistema de seguridad social, fueron aproba-
dos en la segunda mitad de la década de 1990.
El Plan Real eliminó el financiamiento del gasto público vía expansión mo-
netaria; se decretó la independencia del Banco Central y se le prohibió expresa-
mente auxiliar al Tesoro. Se fijó como objetivo el equilibrio fiscal —y mejor to-
davía, el superávit—, se realizaron fuertes ajustes del gasto público, y en 1999 la
ley de responsabilidad fiscal formalizó ese compromiso. Los déficits públicos
debían financiarse a través de la emisión de bonos, en el mercado interno e in-
ternacional.
La apertura comercial se profundizó, a través de la eliminación progresiva de
tarifas para la mayoría de los productos intra Mercosur; la reducción para los de
origen extra Mercosur y la sujeción a las normas de la Organización Mundial del
Comercio (OMC), aunque Brasil no aceptó modificar su legislación de propie-
dad industrial, a fin de proteger el desarrollo del sector informático y de evitar
incrementos en el precio de los productos farmacéuticos.
Frente a la astringencia de capitales como consecuencia de la “crisis del te-
91
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
como San Pablo, orilló el 15%. El modelo basado en tipo de cambio cuasi fijo y
libre movilidad de capitales mostraba nuevamente su carácter cortoplacista y su
inviabilidad para sostener el crecimiento económico, y mucho menos, el desarro-
llo de un país periférico.
Pese al paquete de asistencia financiera, los ataques contra el real continua-
ron. A partir de la segunda semana de enero de 1999, la declaración de una mo-
ratoria por parte del estado de Minas Gerais (segunda economía industrial del
país) generó una ola de pánico entre los inversores internacionales y derivó en
un brusco descenso de las reservas internacionales. El Banco Central devaluó el
real en un 8,9%, alterando las bandas que regían la política cambiaria hasta en-
tonces, pero esta medida fue insuficiente. La Bolsa de San Pablo, el principal
mercado bursátil de América Latina, se desplomó y arrastró consigo a todas las
demás Bolsas del mundo. Como reacción a esa coyuntura y con la pérdida, en
una sola semana, de más de 4.000 millones de dólares, el Banco Central brasile-
ño decidió abandonar la defensa del real, inaugurando el sistema de libre flota-
ción. Al principio el tipo de cambio saltó abruptamente —de 1,2 reales por dólar
Cuadro 5
Brasil. Indicadores económicos (1991-2001)
4 Deuda Saldos
An PIB_ Inflación Cuenta externa Reservas
Variación minorista
balanza
corriente total internacionales Import. Export. comercial
% % % del PIB
Miles de millones de U$S
92,9*
110,8*
VAS7
148,2
159,2
179,9
191,6
2
225,6
216,9
2001 15 7,6 -4,2 209,9 32,9 OO 58,2 ZN
* Pública más privada, tomada de Ceres Aires Cerqueira, Dívida Externa Brasileira,
Banco Central do Brasil, 1997. Las otras cifras de deuda externa son tomadas
de los boletines anuales del BC do Brasil. Elaboración propia.
Fuentes: IBGE, Banco Central do Brasil y Fundación Getúlio Vargas.
5. La crisis turca
Cuadro 6
Turquía. Indicadores económicos (1998-2002)
Deuda
Gob.
PIB Export. Import. Cent.
Variac. Inflación — mil. mill. mil. mill. mil. mill.
% % U$S U$S U$S
6. La crisis argentina
97
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Cuadro 7
Argentina. Indicadores económicos (1991-2002)
Fuente: Elaborado con datos del Ministerio de Economía de la Nación, Dirección Nacional de
Estadísticas y Censos, FIDE.
Las crisis en los países de la periferia presentan una misma secuencia recurren-
te a lo largo de tres etapas (11).
En la primera etapa aparecen los factores que desatan una dinámica de en-
deudamiento externo de los agentes económicos nacionales. El gobierno incre-
menta la emisión de títulos de deuda en moneda nacional y en divisas (en parte
para pagar deudas anteriores), mientras que los bancos y las empresas reciben
préstamos extranjeros. Para facilitar el acceso a los recursos externos las autori-
dades liberalizan los movimientos de capitales y paralelamente, bajo los auspi-
cios del Fondo Monetario Internacional, se implementan programas basados en
una política monetaria que restringe la emisión de dinero y obliga a financiar el
déficit fiscal en el mercado de capitales, y en un régimen cambiario (con tipos
nominales fijos o bandas flotantes) que da lugar a la apreciación real de la mo-
neda nacional.
En una segunda etapa se acentúa el sobreendeudamiento externo por diver-
99
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
impulsó el crecimiento del sector, que en 1987 tenía activos por 1,5 billones de
dólares y sumaba 3.600 entidades.
Hasta comienzos de la década de 1980, las cajas de ahorro y préstamo esta-
ban sometidas al control de organismos comunales con reglas muy estrictas, pero
las tasas de interés fijas, inferiores a la inflación de aquellos años, se tornaron
negativas; los depósitos migraron en busca de mejores alternativas y las cajas se
encontraron en serios problemas. En 1980 y 1982 dos leyes (la de control mone-
tario y desregulación de las instituciones depositarias y la Garn-Saint Germain)
ampliaron la gama de operaciones activas y pasivas que podían realizar estas en-
tidades, y relajaron las normas contables, los requerimientos de capital, la super-
visión y las restricciones de funcionamiento a las que se encontraban sujetas. Por
primera vez, el gobierno explícitamente procuró aumentar las ganancias de estas
instituciones.
La desregulación de la era Reagan liberó las tasas de interés y disparó la es-
peculación. Entre 1982 y 1987 las cajas de ahorro y préstamo hicieron inversio-
nes riesgosas en rascacielos, centros turísticos y otros proyectos de dudosa ren-
tabilidad, que terminaron llevando a la quiebra a la mayoría de ellas. Sin contar
los casos de fraude, como el de Charles Keating, quien terminó con traje a rayas
tras engañar a los ahorristas a través de inversiones inmobiliarias falsas y venta
de bonos sin valor (12). Greenspan mismo, que comenta el caso en sus memorias,
se encontraba involucrado porque unos años antes había escrito una carta a los
reguladores federales declarando que bajo el liderazgo de Keating, su empresa
Lincoln se había convertido en una fuerte institución financiera que no presen-
taba riesgos previsibles. Algo por lo que luego tuvo que disculparse (13).
William Seideman, el hombre que presidía el organismo gubernamental que
controlaba los activos de las entidades en quiebra, dijo en cambio, en forma la-
pidaria: “Los sinvergiienzas y ambiciosos encontraron en ellas [en las entidades
en quiebra] el vehículo perfecto para enriquecerse. Nosotros les dimos unos in-
centivos tan perversos que si me pidieran que defendiera a esos bandidos del
“ahorro y crédito” [...] usaría como argumento la propia ley que les incitó a de-
linquir” (14).
La reforma tributaria de 1986 redujo las deducciones por inversiones en pro-
piedades, cuyos precios comenzaron a desinflarse, y acabó con el boom inmobi-
liario. Éste es uno de los factores que desencadenaron la crisis de las cajas de
ahorro y préstamo; otro —aparte de la caída de los precios del petróleo— es la de-
bilidad en que había caído el sistema concebido en sus orígenes como un medio
de acceso a la vivienda para la clase media, al abrigo de los vaivenes de la espe-
culación. Las pérdidas sobre préstamos e inversiones de estas entidades fueron
Cuadro 8
Estados Unidos. Quiebras de cajas de ahorro y préstamo (1986-1995)
Entidades Activos
quebradas Millones de dólares
16.264
LAO
96.760
135.245
129.662
78.899
44,197
6.148
137
435
519.017
Fuente: Timothy Curry y Lynn Shibut, “The Cost of the Savings and Loan Crisis: Truth and
Consequences”, Federal Deposit Insurance Corporation, FDIC Banking Review, Washington, 2000.
Ésta fue la quiebra más grande del sector financiero estadounidense desde la
Gran Depresión de la década de 1930. Entre 1986 y 1991 el número de vivien-
das nuevas construidas anualmente alcanzó su nivel más bajo desde la Segunda
Guerra Mundial, y la participación de las sociedades de ahorro y préstamo en las
hipotecas unifamiliares cayó fuertemente. Esta crisis, considerada una de las cau-
dólar
Yenes
por
105
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Cuadro 9
Japón. Indicadores económicos (1990-2003)
19998
81.847
76.014
68.476
56.294
92.411
81.228
140.446
137.483
136.214
238.850
165.196
137.824
115.818
bordeó los 500 mil millones de dólares, el 12% del producto bruto interno.
La crisis de los países del Sudeste Asiático asestó otro duro golpe a la eco-
nomía nipona, vía caída de la demanda de exportaciones, pérdida de valor de las
inversiones japonesas en esos destinos y desplome de las ganancias de las em-
presas niponas.
No obstante, a lo largo de la década de 1990 las reformas neoliberales se fue-
ron intensificando y se reforzaron en 1997, con el argumento de que el aisla-
miento relativo de Japón y la excesiva intervención estatal asfixiaban el desplie-
gue de su potencial económico. El gobierno sostenía que se trataba de sacrificios
necesarios que brindarían dulces frutos en el futuro.
El aumento del gasto público, aunque insuficiente para reactivar la demanda
de consumo y la caída de la recaudación causada por la recesión y la reducción
de impuestos —excepto sobre el valor agregado, que fue aumentado en 1997
109
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
tieron a grupos como el Citigroup, Duke Energy, Enron, Global Crossing, Halli-
burton, JP Morgan Chase, Laboratorios Merck, Merrill Lynch y WorldCom, y
dieron la pauta de que no se trataba de males circunstanciales sino estructurales.
El escándalo alcanzó también a empresas europeas, como la cadena de super-
mercados holandesa Ahold y el grupo agroalimentario italiano Parmalat.
Por otra parte, los trágicos hechos del 11-S dieron también impulso al rum-
bo militarista de la política exterior norteamericana; que en verdad ya se había
reforzado con la llegada a la Casa Blanca del equipo de Bush-Cheney-Rumsfeld-
Rice, que encarnaba los intereses del “complejo petrolero-militar”. En nombre
de la “lucha contra el terrorismo”, el gobierno norteamericano se arrogó el dere-
cho a efectuar ataques “preventivos”, enarboló razones indemostrables y puso
proa a una campaña dirigida a adecuar el mapa político de la región del Golfo
Pérsico a sus propios fines mediante la invasión de Irak y la continuación de la
guerra en Afganistán.
Cuadro 10
Gasto militar en 2008: quince principales países y mundo
Gasto militar
Estados Unidos
China
Francia
Reino Unido
Rusia
Alemania
Japón
Italia
Arabia Saudita
India
Corea del Sur
Brasil
Canadá
España
Australia
Sub total top 15
Mundo
La crisis de la década de 1970 tuvo un fuerte impacto de largo plazo sobre los
países europeos. En primer lugar, los años dorados del crecimiento de posguerra
parecían cosa del recuerdo; además, no afectaba a todos los países de la misma
manera ni con la misma intensidad, por este motivo las trayectorias nacionales
mostraron una divergencia creciente. Lograda ya la unión aduanera, el menor
crecimiento y la disparidad entre países se conjugaron para frenar primero y po-
ner en cuestión después al proceso de integración económica. A esto se añadió,
con el correr del tiempo, un creciente retraso de la Unión Europea (UE) con res-
pecto a Estados Unidos y Japón en materia de competitividad, crecimiento de la
productividad, capacidad de innovación y de atractivo como emplazamiento para
la producción.
Presionados por los grandes grupos económicos regionales y atizados por la
creciente liberalización iniciada en varios países de la región —cuyo caso más ex-
tremo fue la Gran Bretaña de Margaret Thatcher (que trataremos en el capítulo
4) los países europeos comenzaron a plantear una reestructuración del proceso
de integración como camino para sacudir la postración del continente. Así, se
113
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
iniciaron las discusiones que culminarían en la firma del Acta Única Europea
(1986) y del Tratado de Maastricht (1992). El Acta Única suponía un quiebre en
la dirección de la integración, pues avanzaba en la liberalización de los flujos de
capitales y personas, procurando construir un mercado común. El camino se re-
forzó luego en Maastricht, donde además de consolidar algunos cambios institu-
cionales y el rumbo general, se establecieron los pasos a seguir para lograr una
unión monetaria.
El relanzamiento de la integración que se procuraba con el Acta Única y con
Maastricht estaba asociado a la idea de que era necesario recuperar la competiti-
vidad perdida, retomando y ampliando de alguna manera aquella idea de Jean Jac-
ques Servan-Schreiber del “desafío americano”, que ahora también era el desafío
japonés. Para ello era preciso ampliar el tamaño de las empresas, movilizar la in-
novación tecnológica, reestructurar los procesos de trabajo y sostener la capaci-
dad empresarial para generar ganancias. En ese marco, se fue imponiendo paula-
tinamente un rumbo de cuño neoliberal, que supuso el retiro paulatino del Estado
—especialmente del Estado benefactor—, una redistribución regresiva del ingreso,
una menor presión tributaria directa, una carga impositiva mayor a los consumi-
dores y, en muchos casos, la privatización de empresas de servicios públicos.
Sobre la base de una perspectiva neoliberal, el derrotero de la integración se
trazó a partir de dos ejes, que podríamos denominar profundización y expansión.
Esta última terminó de incorporar en la década de 1990 a buena parte de la Eu-
ropa Occidental, con el ingreso, en 1995, de Austria, Finlandia y Suecia. Se tra-
taba de países con un alto grado de desarrollo relativo, con vínculos económicos
estrechos con la Unión —especialmente en el caso de Austria— y que no suponían
una alteración drástica del funcionamiento de la región. Sin embargo, el proceso
transcurrió no sin tensiones, pues una parte importante de la población de los
nuevos miembros mostraba un gran escepticismo. De hecho, Noruega también se
había candidateado, pero en el referéndum de ratificación triunfó la posición
opuesta. Junto con Suiza es uno de los dos países de Europa Occidental que no
forman parte de la Unión.
La profundización, por su parte, incluyó diferentes etapas, pero sus puntos
nodales se centraron en la creación del mercado común, la introducción de algu-
nos mecanismos de compensación regionales, el incremento de las funciones de
las instituciones europeas y la puesta en marcha del cronograma que conduciría
a la unión monetaria.
El primer paso fue la concreción del mercado común, con la liberalización
de los flujos de capitales y el libre movimiento de personas. Enmarcado en la eli-
minación de los controles de capital adoptada en numerosos países, esta medida
Cuadro 11
Reservas internacionales. Composición
a fin de cada período, en millones de dólares
2009
Concepto 2001 % ll trimestre
Reservas internacionales
de 33 países 1.569.488 100% 4.269.552
* En dólares AOS L 12% 2.680.505
* En euros 301.026 19% 1.172:759
* En otras monedas 146.031 9% 416.288
Total reservas
internacionales 2.049.878 6.801.103
Fuente: Elaborado con datos del FMI.
Un viejo poema chino escrito por el emperador Li Yu, el más grande de los poe-
tas imperiales, decía: “El pasado: ¿Cómo olvidarlo?/ El presente: ¿Cómo evadir-
Cuadro 12
China, inversión externa directa * recibida, por país de origen
Hong Kong
Islas Vírgenes (Gran Bretaña)
Corea del Sur
Japón
Singapur
Estados Unidos
Islas Caimán
Samoa Occidental
Taiwán
Mauricio
Otros
Total
129
jtalí o contemporaneo
si del capitalism
Las grandes crisis á
A partir del año 2005 las autoridades chinas revaluaron levemente el yuan
(llamado también “renminbi”), cuyo valor se había mantenido fijo desde 1994,
y en 2010 nuevamente el Banco Central de China accedió a apreciar su moneda.
Con esta medida cedía a las presiones de Estados Unidos y de otros socios co-
merciales, como la Unión Europea y Japón, que consideraban que el tipo de cam-
bio chino estaba artificialmente subvaluado, lo que le otorgaba una gran ventaja
a' las exportaciones locales. Esas revaluaciones tendían, sobre todo, a reequilibrar
el comercio con Estados Unidos, algo que no ha ocurrido, al menos hasta el pre-
sente [agosto de 2010].
La influencia de China sobre el crecimiento económico mundial ha ido en
aumento, hasta representar aproximadamente la tercera parte de esa expansión
desde la década de 1990. En cambio, la contribución de Estados Unidos al cre-
cimiento del producto bruto mundial descendió de alrededor del 25% en 1990,
al 15% desde el año 2000. Pero esta influencia va de la mano con una mayor res-
ponsabilidad en el escenario internacional y, según autores como Mingi Li, la ex-
pansión de esta gran economía podría cambiar irreversiblemente las condiciones
de la producción, distribución y consumo mundiales (39) (Cuadro 13).
Hasta ahora, la incorporación de China en la economía global sumó efectos
diversos. Por un lado, permitió aumentar la rentabilidad de las empresas occiden-
tales relocalizando todo o parte de la producción en territorio chino, y creó la
amenaza de desempleo: si los trabajadores de otros países se rehúsan a aceptar
bajos salarios, el capital podría desplazar sus plantas u oficinas a otros sitios más
baratos, como China. Por otra parte, el bajo costo de las manufacturas chinas re-
duce los precios de los bienes industriales y esto representa una mejora del bie-
nestar de los consumidores.
El problema es que el crecimiento económico de China y su transición hacia
el capitalismo ponen de manifiesto los límites y las contradicciones del modelo
neoliberal globalizador, caracterizado por la inestabilidad financiera en todas
partes, y una relación necesaria, pero de patas cortas, entre los países ricos y los
emergentes.
En los países centrales el neoliberalismo se caracteriza por una demanda de
consumidores de ingresos declinantes, que se sostiene mientras éstos puedan se-
guir endeudándose; y una demanda de inversión de las empresas, que a su vez
dependen de las compras de los consumidores y de los beneficios financieros.
Por su parte, en los países que no son centrales, como China o los del Sudeste
Asiático, la demanda de exportaciones impulsa el crecimiento, mientras que la
demanda doméstica masiva permanece debilitada, como modo de mantener los
salarios bajísimos, condición necesaria para que los productos lleguen baratos a
Fuente: Elaboración propia, con datos de la OCDE, el Banco Popular de China y la OIT.
Gráfico 3
Burbujas especulativas en Estados Unidos (1985-2009)
Y
pel
[a]
E
G=
he
[h)
nos
2
al Índice de precio
2 de viviendas
[«
(Case-Shiller) Viviendas
7Precio
Índice
137
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
sas líderes norteamericanas (índice Standard $ Poors) con relación a sus ganan-
cias promedio, un indicador usual del mercado bursátil. Por ejemplo, si el precio
de una acción de una empresa es un peso, y ésta tiene un peso de ganancia, este
ratio será 1; pero si las acciones suben a dos pesos, y la empresa sigue teniendo
un peso de ganancia, el ratio precio sobre ganancia tendrá un valor de 2; y si el
precio sigue subiendo más que las ganancias, esto sugiere una anomalía que tar-
de o temprano deberá corregirse a la baja. La otra línea del gráfico es el índice
que los economistas Case-Shiller diseñaron para medir las fluctuaciones del pre-
cio de una vivienda comparable en Estados Unidos. La figura muestra cómo una
burbuja sucedió a la otra. Si tomáramos estos mismos indicadores para todo el
siglo XX se registraría un alza similar de la Bolsa, aunque de menor cuantía, sólo
en la década de 1920, y nunca en los precios de las viviendas, excepto en ciertas
zonas como Florida y California.
En 2005 ya Krugman y el Banco de Pagos Internacionales (BPI) advertían
de la existencia de la burbuja inmobiliaria y de la necesidad de contrarrestarla.
También Malcolm D. Knight, ex director del BPI, afirmó que en el caso de las
hipotecas “los signos de una subestimación del riesgo no eran difíciles de detec-
tar”, en un artículo donde presenta los aspectos previsibles e imprevistos del co-
lapso (48). Las publicaciones del BPI desde 2005 alertaron sobre los excesos de
liquidez que ponían en peligro el sistema. Si los riesgos eran tan claros, ¿cómo
es que la Reserva Federal no hizo nada?
El economista británico Willem H. Buiter ensaya una explicación en la que
critica explícitamente a la Reserva Federal por estar bajo la influencia de los
grandes banqueros privados, no necesariamente porque las autoridades financie-
ras y monetarias fueran corruptas. Pero los banqueros centrales y los bancos man-
tienen relaciones demasiado estrechas, y los primeros interiorizan, como por ós-
mosis, los objetivos, los intereses especiales y la percepción de la realidad de las
entidades a las que se supone tienen que supervisar y regular. Las autoridades
monetarias refuerzan la idea de los bancos privados de que ellos pueden asumir
todo el riesgo posible, en la seguridad de que serán socorridos por el Estado (49).
La ausencia de intervención del banco central de EE.UU. es claramente una
falla de regulación. Un regulador independiente de esos intereses, tanto en éste
como en cualquier país, es esencial para prevenir crisis futuras.
139
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
tradores a favor de los intereses de los accionistas, ha llevado a aquéllos a asu-
mir riesgos mayores para inflar los precios de las acciones de su compañía. Por
otro lado, los supuestamente encargados de vigilar a las sociedades comerciales,
no desempeñan en realidad su papel de contra-poder sino que se vuelven cóm-
plices de los administradores, activa o pasivamente. Como el caso de las agen-
cias de calificación, que son pagadas por las mismas empresas a las que tienen
que evaluar. Esto genera fuertes conflictos de intereses y explica por qué las cali-
ficadoras usualmente no son capaces de anticipar los escándalos o las crisis finan-
cieras. Lo mismo cabe a las firmas de auditoría, como Arthur Andersen, que ase-
soró a Enron en sus operaciones fraudulentas, lo que provocó su quiebra, como se
relató páginas atrás.
El capitalismo financiero puede ser descrito como hipercapitalismo porque
brinda un poder desproporcionado a los propietarios del capital. Asimismo, agu-
diza el punto más alto de los dos males tradicionales del capitalismo: la inesta-
bilidad y la desigualdad. La inestabilidad tanto en los negocios como a nivel ma-
cro, se ilustra por la aceleración de las crisis financieras internacionales desde la
década de 1990, cuyo último episodio hasta ahora es la crisis iniciada en 2007,
aún en curso.
En cuanto a la distribución de la riqueza y de los ingresos padece una cre-
ciente desigualdad, siendo una de sus principales fuentes la movilidad interna-
cional del capital vinculada a las políticas de liberalización financiera. Gracias a
su capacidad de desplazamiento, el capital financiero somete a la competencia a
escala mundial, no sólo a las empresas sino también a los países (y sus sistemas
fiscales y sociales), y a los trabajadores, aunque la movilidad de este último fac-
tor de producción es muy baja, a diferencia de la del capital. Se genera así una
redistribución cada vez más regresiva de las rentas del capital y el trabajo en fa-
vor del primero, que debilita a los mercados de consumo y es fuente de conflic-
tos sociales y laborales.
Gráfico 4
Evolución del Coeficiente de Gini en Estados Unidos (1968-2008)
4 oy :
142 Ediciones Le Monde diplomati que «el Dipló» / Capital Intelectual
a 1947) el ingreso medio de las familias aumentaba un 116% para el 20% de los
menos ricos, y un 84% para igual fracción de los de mayor fortuna, entre 1974 y
2004, la proporción se invertía: los primeros progresaron un 2,8% mientras los
segundos un 64% (53).
Todo esto tiene poco que ver, a su vez, con los postulados teóricos de la doc-
trina neoclásica, porque la productividad del trabajo y el salario horario de 1930
a 1980 se incrementaron al mismo ritmo, mientras que entre 1980 y 2008 la pro-
ductividad superó netamente al salario. Por otro lado, la distribución funcional
de los ingresos que mide la participación de los sueldos y salarios en el PIB
(como contrapartida a la de los beneficios, rentas e intereses) cayó bruscamente
desde 1970, salvo un breve período, y también es reveladora de este proceso. Del
66% en 1960 pasó a menos del 54% en 2008 (Gráfico 5).
La polarización en el reparto de la riqueza se convirtió así, por distintas vías,
en uno de los mayores contribuyentes a la liquidez de los mercados financie-
ros (54).
La gran paradoja fue que, en los últimos tiempos, la creciente desigualdad
de ingresos, con caída en la participación de los asalariados en el ingreso total y
una disminución de los salarios reales, estuvo acompañada por el crecimiento del
consumo de esos mismos sectores (55).
Gráfico 5
Estados Unidos. Participación de sueldos y salarios en el PIB
(1960-2008, en %)
0.70
0.68
0.66 A
0.64 pS =
AN
A NAS
A ERA > A ae
0.54 =
0.52
0.50
EE TR A 0 LN MA e LA ey (150 009
8388283888%S8
-
323232328
3
Ss8¿38
7 14
Sas o 3
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
Pero si los individuos con mayor propensión a consumir recibieron cada vez
menos ingresos... ¿cómo se explica el aumento de su consumo? La respuesta
está, como ya lo señalamos, en el creciente endeudamiento de los hogares, que
alimentó los mercados financieros y las inversiones especulativas. O como afir-
man irónicamente Riccardo Bellofiori y Joseph Halevi, se creó una suerte de
“paradojal keynesianismo financiero”, en el que la demanda resulta estimulada
primariamente por los activos de una burbuja especulativa (56).
Krugman propone, para volver a condiciones más igualitarias, la actualiza-
ción de los postulados del New Deal. Más intervención del Estado a fin de ga-
rantizar un salario mínimo para todos financiado por un aumento de los impues-
tos sobre los altos ingresos.
El problema de los paraísos fiscales, utilizados para eludir impuestos y para res-
guardar operaciones turbias, apareció como tal junto con la necesidad de regular
los movimientos internacionales de capitales.
Ya en 2007, en los albores de la crisis, tres senadores demócratas —entre ellos
el futuro presidente Barak Obama-— presentaron en el Congreso estadounidense
un proyecto de ley para controlar los comportamientos fiscales dudosos, inclui-
dos los off shore. En marzo de 2009, otra presentación parlamentaria en ambos
recintos legislativos propuso sancionar a los contribuyentes vinculados con esa
clase de “paraísos”, y a los intermediarios privados, en especial a banqueros y
estudios contables y jurídicos asesores y partícipes de esas maniobras. Además
del tema de la evasión, la norma apuntaba contra las prácticas fraudulentas de
precios de transferencia de las empresas multinacionales para operaciones intra-
firma; y estableció una lista negra de 34 países que, a juicio de los legisladores,
promovían la evasión y el fraude fiscal. En este sentido, existe un consenso en
Washington entre el Congreso y el Poder Ejecutivo para punir o al menos limi-
tar estas fuentes de ilícitos financieros —incluso de redes criminales organizadas—
basados en la droga, el contrabando, el tráfico de armas o personas, etc., cuya
importancia en términos económicos se puede apreciar en el Cuadro 14.
Por su parte, en Europa, sobre todo en Francia y en Alemania, también se im-
pulsaron normas contra los bancos que funcionan en combinación con paraísos
fiscales, imponiendo requerimientos de capital más elevados para enfrentar la
inestabilidad financiera generada por esa clase de vínculos. En ocasión de un
viaje a Estados Unidos, el primer ministro británico Gordon Brown señalaba que
si bien ambos países se hallaban involucrados en la reestructuración de los ban-
1. Corrupción
2. Crímenes
* drogas
* contrabando
e tráfico de personas
* venta ¡legal de armas
* tráfico ¡legal
3. Comercial
* subfacturación
* precios de transferencia abusivos
* transacciones falsas
cos, el ahorro de todos estaría mucho más seguro si el mundo entero acordara
prohibir los sistemas bancarios paralelos y los paraísos fiscales.
En la reunión del G-20, de abril de 2009, se discutió la confección de esa lis-
ta negra de paraísos y el establecimiento de mecanismos de control sobre ellos,
aunque la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)
que reúne a las principales potencias económicas del mundo no se animaba al
tratamiento de este tipo de cuestiones por la presión de algunos de sus miembros
directamente involucrados. De todos modos, la problemática resurgió y por eso
es útil dar ejemplos de la operatoria de esos lugares, de su vinculación con la cri-
sis actual y de algunos escándalos que han provocado.
Los paraísos fiscales brindan a sus clientes un inviolable secreto comercial
y bancario, un régimen impositivo anormalmente bajo respecto al promedio de
otros países, impunidad judicial por la vía de legislaciones protectoras que per-
miten escapar a las del país de origen de los fondos, y acepta la presencia de
cualquier tipo de capitales, no siempre lícitos.
Pero ¿cómo surgieron y cuál fue su importancia en el desarrollo del capita-
lismo moderno? Nacidos primitivamente como puertos de recepción de barcos
147
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
En febrero de 2000, los ministros de Finanzas europeos decidieron, a pedido
de Alemania, dar un mandato a la Comisión Europea para que investigue en
Liechtenstein el blanqueo de capitales y la evasión fiscal. En el mismo mes un
informe de los servicios de inteligencia alemanes, dado a publicidad, denun-
ciaba la colusión entre carteles de la droga y abogados y gerentes de sociedades
locales en el lavado de dinero. En cuanto a la evasión fiscal, por esa época se
descubrían también fondos ilegales de un partido político alemán. En 2008, un
escándalo mayor iba a estallar involucrando al banco LGT, propiedad de la fa-
milia principesca, y a más de mil ricos ciudadanos alemanes —entre ellos miem-
bros destacados del empresariado alemán y personalidades políticas, artísticas y
deportivas— sospechosos de haber disimulado al fisco cerca de 4 mil millones
de euros.
Vinculado a la crisis de las subprime, en el 2007 la primera banca que cayó
por la crisis, la británica Northern Rock, que había especulado con el endeuda-
miento a corto plazo, tenía la masa de su financiamiento disimulada en su filial
Granite, situada en la isla de Jersey, un paraíso fiscal, y registrada como socie-
dad filantrópica. A su vez, la primera banca de inversión estadounidense en de-
saparecer, Bear Stearns, cayó por los riesgos tomados por fondos especulativos
invertidos en parte en Irlanda y en parte en las Islas Caimanes. Este último pa-
raíso fiscal jugó asimismo un rol importante en la crisis porque, según la GAO
(Oficina General de Cuentas) de Estados Unidos, una gran parte del sistema ban-
cario en las sombras de ese país (los SIV), estaba ligada a las Caimanes.
Al igual que los agujeros negros en el espacio, los paraísos fiscales sólo sir-
ven para ocultar y succionar riquezas legales o ilegales, ayudando a la creación
de turbulencias financieras incontrolables. Son lugares donde no se controla
nada en momentos en que el control de los capitales y productos financieros se
torna fundamental para salir de la crisis.
El presidente Barack Obama reconoce que las leyes de su país están llenas
de escapatorias que permiten a un pequeño número de individuos y empresas
abusar de la utilización de los paraísos fiscales para no pagar ningún impuesto,
y ha comenzado a tomar medidas más drásticas.
Este tipo de piratería financiera está basada en la pseudo soberanía de algunos
minúsculos o ignotos países, o en los privilegios autonómicos de Estados o terri-
torios dentro de otros. En ambos casos son simples oficinas legales para facilitar
la operatoria de los centros financieros internacionales. En su conjunto, a princi-
pios del nuevo siglo disponían de cerca de la mitad del stock mundial de dinero y
del 20% de los fondos externos de los bancos, mientras que un tercio de la rique-
za de los individuos más pudientes del mundo se movía en cuentas off shore.
151
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
52. Idem, pp. 38-39. El término la “gran compresión” es tomado por Krugman de
los historiadores económicos Claudia Goldin y Robert Margo. La “gran divergencia”
constituye la contrapartida de aquel concepto.
53. Idem ¡bidem.
54. Cf. G. Palma (2009).
55. J. Bellamy Foster y F. Magdoff (2009), pp. 129-131.
56. Idem (2009), p. 129, donde está citado el texto.
57. Cf. ATTAC, Les paradis fiscaux ou la finance sans lois, Mille et une nuits,
París, 2000.
58. Ver, entre otros, Álvaro Baeza, El oro del Tercer Reich, ABL, Burgos, 1997.
152 Edicione
¡cioness Le Monde diploma
) tique
3 «el Dipló» / Capital Intelectual
Capítulo 3
Especulación y especuladores
El apalancamiento
Veamos un ejemplo de apalancamiento: el de un inversor que dispone de un ca-
pital de 2 millones de dólares. Toma prestados 8 millones a una tasa del 5%. Re-
úne así 10 millones que lanza en una operación riesgosa que le permite obtener
un 10% de rentabilidad, o sea 1 millón. Una vez pagados los intereses de 0,4 mi-
llones, le quedan 0,6 millones, que se suman a su capital inicial de 2 millones y
hacen que la rentabilidad por capital propio sea del 30%. Sin duda si la operación
fracasa, no hay rentabilidad y el préstamo no puede devolverse.
El caso Madoff
Seguramente pocos conocen el nombre del más célebre especulador de los años
20, Charles (Carlo) Ponzi, un bostoniano de origen italiano. Bernie Madoff ba-
saba sus estafas en la llamada “pirámide de Ponzi”, que remuneraba a los prime-
ros inversores con el dinero obtenido por los nuevos reclutas, sin ninguna estra-
tegia de inversión. Madoff creaba sociedades fantasma, fondos de inversión
situados en paraísos fiscales como las Islas Caimán, las Bermudas, Singapur,
pero en sus negocios también intervenían bancos prestigiosos. Es el caso del
Crédit Suisse, el Banco Santander, el UBS, que proponían los productos Madoff
a sus clientes más ricos; mientras que otros, como el HSBC o el Royal Bank of
Scotland, prestaban sumas importantes de dinero para esos fondos, siempre, por
supuesto, en condiciones ventajosas. Madoff no prometía al principio grandes
beneficios, y se hacía confiar poco a poco los capitales de inversores que esta-
ban contentos con los originalmente obtenidos. Su red se extendía por Estados
Unidos, Europa, Medio Oriente, Asia y hasta China. Y quizás sus negocios po-
drían haber proseguido si no húbiese estallado la actual crisis financiera después
de la caída de la banca Lehman Brothers. El total de su estafa llegó a los cincuen-
ta mil millones de dólares y abarcó a instituciones y figuras del espectáculo, del
deporte, de las finanzas, millonarios y hasta universidades de las más diversas
nacionalidades.
El diario The New York Times comparó a Madoff con un psicópata, con las
mismas características de un asesino serial, calificación que lo hace curiosamen-
te una especie de Monsieur Verdoux. Muchos recordarán la genial película de
Charles Chaplin en la que interpretaba aquel inolvidable personaje, un verdade-
ro asesino serial de viudas adineradas que cometía sus crímenes con una >>
157
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
La conversión de los bancos en agentes del mercado financiero creó así un
sistema bancario fantasma de hedge funds, otros fondos especulativos, organis-
mos de créditos hipotecarios, etc. Mediante estos mecanismos e instituciones no
se colectaban depósitos, sino que se tomaban créditos para prestarlos a terceros.
Por ello, no tenían la protección ofrecida por un prestamista de última instancia,
ni dispositivos de seguros de depósitos. Se podían asumir más riesgos para obte-
ner mayores rentabilidades. Pero de esta forma crecía la vulnerabilidad del siste-
ma, ya que no existían resguardos para enfrentar un retiro masivo de fondos o la
no renovación de las líneas de créditos que los financiaban. Y eso fue lo que pasó
cuando se produjo un efecto contagio entre los distintos mercados financieros.
La cuestión es que los mismos bancos comerciales crearon esas instituciones
paralelas. En 2007 este sistema financiero de “bancos no bancos” llegó a dupli-
car con sus activos los activos totales de los cinco conglomerados bancarios más
grandes de Estados Unidos. Lo que explica por qué la crisis que comenzó ese
año puede entenderse como una crisis bancaria.
En la mayoría de los casos de los títulos hipotecarios intervenían dos agen-
cias, Fannie Mae y Freddie Mac. En un principio se titularizaban créditos suscrip-
tos por prestatarios de buen nivel económico, a los que se les otorgaba una tasa
fija por treinta años. Pero luego, el atractivo de tener mayores rentabilidades lle-
vó a los emisores a titularizar créditos más riesgosos otorgados a familias que, por
sus escasos ingresos, no podían recurrir a los establecimientos bancarios clásicos.
Estas formas operativas fueron las que dieron lugar a las llamadas hipotecas
de baja calidad o subprime. Como explica Héctor Guillén Romo, los deudores
hipotecarios eran contactados por corredores sin licencia, que no estaban some-
tidos a ningún tipo de regulación, y que luego revendían el contrato a un banco
bien establecido. “En muchos casos, [se trataba] de préstamos denominados nin-
Jas, otorgados a individuos que no disponen de ingresos (no income), ni de tra-
bajo (no job) y ni de activos (no assets)” (4).
El banco que las originaba traspasaba luego estas hipotecas a algún fondo de
inversión afiliado, limpiando esos activos riesgosos de sus balances. El fondo de
inversión se encargaba de tomarlos, empaquetarlos y dividirlos para venderlos
luego a nuevos inversores como activos respaldados por créditos hipotecarios. A
fin de hacer atractivos estos productos, el mismo fondo se comprometía a su re-
compra al precio de venta en caso de que cayera su valor de mercado. Así, a par-
tir del préstamo hipotecario de baja calidad, que era el activo original, se creaban
otros que aparecían como seguros para el inversor.
Muchos bancos adquirieron bonos colateralizados con hipotecas subprime,
que rendían una tasa más elevada que las de aquellos deudores en buena situa-
Capitalización bursátil
En miles de Evolución
Bancos millones de € en un año
Eb ICBC (China)
China Construction Bank (China)
HSBC (Reino Unido)
Bank of China (China)
JP Morgan Chase (EE.UU.)
Wells Fargo (EE.UU.)
Bank of America (EE.UU.)
Mitsubishi UFJ (Japón)
0=0N
YO
00 Santander (España)
E ¡[o) BNP Paribas (Francia)
Fuente: Bloomberg.
Cuadro 2
Estados Unidos. Evolución del endeudamiento
público y privado, interno y externo
Mill. de U$S | Mill. de U$S % del PIB | Mill. de U$S % del PIB
1.000.000 | 1.500.000 150% 600.000 60%
2.700.000 4.500.000 167% 2.100.000 18%
161
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
despegado considerablemente de la del sector productivo, no sólo en Estados
Unidos, sino también en varios países de Europa y Asia.
Mientras, la economía mundial no pudo retomar el sendero expansivo de la
posguerra. Luego de la crisis de los años 70, la creencia en un crecimiento simi-
lar al de las décadas previas, pero basado en la financiarización de la economía,
no llegó a concretarse. Más bien, la explosión del endeudamiento y los gastos
militares de los países centrales (sobre todo por parte del gobierno de Washing-
ton) apenas produjeron un crecimiento moderado, en un período en el que el sis-
tema se vio conmovido por reiteradas crisis financieras.
Como ya dijimos, esta dinámica tuvo como trasfondo en la superpotencia del
Norte una creciente desigualdad en la distribución de los ingresos. Entre 1990 y
2002, por cada dólar adicional ganado por el 90% de la población con más bajos
ingresos, el 0,01% de la franja de mayores ingresos obtuvo 18 mil. Entre 1950 y
1970, esa relación había sido de 162 a 1 (6).
También señalamos que ese incremento de la desigualdad no produjo para-
dójicamente una contracción en el consumo. Éste, en cambio, se elevó en base
al mayor endeudamiento de las familias. Así, la dinámica de crecimiento se sos-
tuvo en el gasto público, el sector financiero y el consumo de los hogares gra-
cias al sistema crediticio. Mientras tanto, los mercados financieros multiplicaban
sus ganancias dejando atrás las que surgían de las actividades productivas en
donde las inversiones no crecieron, como era de esperarse, al ritmo de las finan-
cieras. Pero hacia 2007 los hogares norteamericanos vieron cómo su situación
económica se deterioraba rápidamente, después de décadas de estancamiento del
salario real y del incremento explosivo de su endeudamiento.
Durante los últimos treinta años los excedentes económicos controlados por
corporaciones, muchos de ellos en poder de inversores institucionales, generaron
un flujo creciente de fondos dirigidos a los distintos instrumentos financieros.
Como contrapartida, sólo una pequeña parte de estos recursos se orientaron a la
economía real, en un contexto en el que las empresas tenían dificultades crecien-
tes para colocar su producción. Así, la debilidad de la inversión en activos reales
y las dificultades para vender sus productos, no hacían más que expresar las con-
diciones de sobreproducción en el centro de la economía mundial. En Estados
Unidos este fenómeno se expresó como una fuerte caída en el porcentaje de uti-
lización de la capacidad productiva industrial entre 1970 y 2007, que pasó del
85% al 78%, con una etapa intermedia de cierto repunte en la década de 1990
(82% en su momento pico).
El Gráfico 1 expresa lo que venimos señalando: el desacople creciente en-
tre los beneficios, sobre todo financieros, de las empresas, y las inversiones en
Gráfico 1
EE.UU. Beneficios e inversión neta no residencial como % del PIB
(años 1985-2005)
165
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
tos con menores gravámenes; razón por la cual, adquirieron más y más la forma
de recortes en los gastos, especialmente en los programas de seguridad social,
desarticulando el Estado de Bienestar.
Por otra parte, el único mercado con flexibilidad suficiente para los ajustes
resultó ser el laboral. Por lo tanto se asistió a una creciente flexibilización en el
régimen de empleo de los trabajadores —en Francia se intentó imponer un siste-
ma que en los dos primeros años derogaba las reglas de ruptura, que exigen es-
pecialmente una carta de despido, la enunciación de los motivos y una entrevis-
ta previa—, hubo extensiones en la jornada de trabajo y una paulatina reducción
relativa de los salarios reales horarios.
Tanto los ajustes en la seguridad social y en el mercado de trabajo, como los
recortes del gasto público condujeron en muchos países a una combinación de
caída de la demanda efectiva con una redistribución regresiva del ingreso. En la
eurozona, la participación de los salarios en el ingreso se redujo del 76,3% del
PIB en 1975 al 66,2% en 2006 (7). Los avances tecnológicos y la reorganización
de los procesos de trabajo permitieron compensar la competitividad perdida por
la revaluación del euro, pero con mercados internos en contracción, las nuevas
condiciones no impulsaron un crecimiento acorde. Por eso, el desempleo se man-
tuvo en niveles altos y presionó aun más en el sentido de un ajuste regresivo.
El panorama depresivo que describimos no acompañó, sin embargo, a toda
la vieja Unión. El crecimiento de algunos países —como muestra el Cuadro 3-—
fue más dinámico, aunque no menos complejo y problemático a largo plazo, y
estuvo vinculado, por un lado, a cuantiosos subsidios de compensación como
“países de la cohesión”, para cerrar la brecha con los más adelantados (8), y por
el otro, a tasas de inflación más altas en las últimas dos décadas.
Por consiguiente, los países que crecieron a tasas más altas lo hicieron a cos-
ta de profundizar desequilibrios más importantes que un déficit fiscal del 3,5%.
Especialmente notorio fue el déficit en la cuenta corriente, que constituía un ver-
dadero desafío a la sustentabilidad económica. En 2005, por ejemplo, el déficit
en cuenta corriente de España era del 7,4% del PIB, el de Portugal del 9,8%, el
de Grecia del 7,9% y el de Irlanda del 2,6%. A excepción de Irlanda, los demás
daban cuenta de una situación potencialmente explosiva, que no podía resolver-
se de la manera tradicional, es decir, por medio de una devaluación. De modo tal
que, tarde o temprano, los países en cuestión deberían enfrentarse a un ajuste re-
cesivo y a una caída del salario real.
Sobre la base de los problemas estructurales analizados se superpuso, desde
2008, un quiebre en la coyuntura financiera internacional, al que Europa resultó
especialmente permeable. En el plano financiero, la evolución de la economía de
Gráfico 2
Estados Unidos. Balanza por cuenta corriente (en porcentaje del PIB)
Cuadro 4
Estados Unidos. PIB, deuda externa (2009) y componentes
de la cuenta corriente del balance de pagos (2008)
Fuente: Elaborado con datos del Bureau of Economic Analysis de lEstados Unidos.
Como resultado de todo esto, la economía que representa casi una cuarta par-
te de la producción mundial ha acumulado una deuda externa que a fines de 2009
ascendía a cerca de 14 billones de dólares (trillones, según la nomenclatura nor-
teamericana), convirtiéndose en el mayor deudor planetario. Este monto equiva-
le a casi todo el producto bruto estadounidense, a siete años de exportación de
bienes y servicios de este origen, y a algo más de la quinta parte del producto
bruto mundial.
¿Cómo pudo Estados Unidos sostener ese nivel de endeudamiento? La res-
puesta es simple: a partir del ahorro acumulado en gran parte del planeta, prin-
169
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
cipalmente en los países en desarrollo. Como señala Michel Hudson, desde que
el gobierno estadounidense abandonó la relación del dólar con el oro, el nuevo
patrón dólar le permitió obtener un doble estándar: drenar recursos de otros paí-
ses sin reciprocidad, gobernando financieramente al mundo a través de su posi-
ción de deudor y no de acreedor “[...] las deudas en dólares han reemplazado al
oro como respaldo de las reservas de los bancos centrales y, hasta aquí, para la
oferta de crédito mundial [...]. Ninguna nación antes ha sido capaz de invertir
las reglas clásicas de las finanzas internacionales [...]”. EE.UU. ha llevado al
resto del mundo “a reorientar sus economías para facilitar la evolución estadou-
nidense de acreedora en deudora” (9). De ese modo, como emisor de la divisa uti-
lizada en las transacciones internacionales, puede incurrir de manera persistente
en déficits externos sin necesidad de endeudarse en otra moneda —como deben
hacerlo las demás economías del mundo— más que la propia. Así, el 80% de la
deuda externa norteamericana —unos 10,4 billones (trillones estadounidenses)—
se encuentra denominado en dólares; sólo la décima parte en moneda de otros
países. Pero continuar gozando de este privilegio, requiere que las otras econo-
Cuadro 5
OCDE. Países miembros, candidatos y vinculados.
Principales déficits y superávits en cuenta corriente (año 2008)
Miles de Miles de
millones millones
Países deficitarios de dólares Países superavitarios de dólares
Gráfico 3
Estructura del ahorro mundial (año 2007, en porcentajes *)
China
21,3% Estados
Unidos
49,2%
Italia
3,5%
Australia
Singapur dy , 3,8%
AA ON
, Emiratos Y Alemania A a
Arabes Unidos 2,2% ; y a 14,5% 0%
Kuwait 2,8% E y A
rabia h
Saudita 5,5%
Federación
de Rusia 4,4%
(*) Medidos según el saldo en cuenta corriente de la balanza de pagos de los países.
Fuente: Fondo Monetario Internacional (FMI), World Economic Outlook Database,
octubre de 2008.
171
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
La cuestión es corregir estos desequilibrios, o al menos llevarlos a una di-
mensión más manejable. Lo que ocurre es que la economía estadounidense pesa
tanto en el producto mundial, que todo ajuste fiscal y/o externo del elefante re-
percute fuertemente en el resto. Hasta ahora, la propuesta norteamericana con-
siste en sostener el déficit público, hasta tanto la economía muestre signos fir-
mes de recuperación, y en pedir a los países superavitarios, especialmente China,
que revalúen sus monedas y aumenten sus importaciones. Pero es claro que se
requiere algún tipo de consenso político, social e internacional para que el ajus-
te norteamericano se produzca, y sobre todo es necesario velar para que no se ex-
porte a la periferia.
Como el déficit estadounidense tiene su contraparte en las naciones que no
gastan internamente todos sus ahorros y éstos son absorbidos por la economía
norteamericana, se ha llegado a afirmar que ese exceso de ahorro de los países
emergentes, y de algunos otros países avanzados, ha sido uno de los factores que
están detrás de la crisis actual. Sobre todo, porque sirvió para alimentar el exce-
so de endeudamiento de aquella economía.
Muchos analistas, principalmente norteamericanos, entre ellos el actual pre-
sidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, marcaron el inicio de la crisis en
esa liquidez excesiva proveniente en gran parte de los países asiáticos. Los capi-
tales sobrantes se invertían sobre todo en Estados Unidos, cuya economía apare-
cía como sumamente atractiva (10).
Sin embargo, debemos tener en cuenta, en primer lugar, que ese dinero fue
absorbido a través de colocaciones en su mayoría poco riesgosas (como los bo-
nos del Tesoro), mucho menores en rendimiento que las distintas clases de acti-
vos de los mercados financieros; aunque hubo también inversiones en esos mer-
cados y en el sector productivo. Pero son los gobiernos de los países centrales y
sus políticas de desregulación financiera a quienes les cabe la mayor responsa-
bilidad en la generación de las burbujas que llevaron a la crisis.
En segundo lugar, dichos ahorros son pequeños en términos relativos si se
los compara con otras variables financieras relevantes. Según J. C. Palma, aun-
que contribuyeron al financiamiento de la economía estadounidense en el 2007,
el total de los ahorros asiáticos no llegaba al 1% del stock de activos financieros
mundiales, por lo que no podían tener un efecto multiplicador tal que se convir-
tieran por sí mismos en responsables de la crisis (11).
En cambio, uno de los mayores responsables del incremento de la liquidez
en los mercados financieros estadounidenses fue la gran polarización de ingre-
sos. Entre 1980 y 2006 el monto sujeto a impuestos del 1% de los mayores in-
gresos (beneficiados a su vez por grandes rebajas tributarias) fue de cerca de 2
Gráfico 4
Reservas de petróleo y concentración de CO,
Al A
1900 1925 1950 1975 2000
=()== Reservas de petróleo disponibles (%)
—F= Concentración de CO2 en la atmósfera = partes por millón (PPM)
2009.
Fuente: Rubén Vega Cantor, “Crisis Civilizatoria”, Revista Herramienta NO 41, julio de
>>
contemporaneo
/ 179
tali
Las grandes crisis del capitalismo
<< El Gráfico 4 muestra cómo las condiciones ambientales resultan afecta-
das por emisiones de carbono (C02), mientras disminuyen las reservas mundia-
les del principal producto energético.
En palabras de Michael Lówy, un filósofo brasileño que enseña en Francia,
la actual crisis económica y ecológica forma parte de una coyuntura histórica
más general: “estamos enfrentados con una crisis del presente modelo de civili-
zación. [De] la civilización occidental moderna, capitalista/industrial, basada en
la ilimitada expansión y acumulación de capital, en la mercantilización [...], en
la despiadada explotación del trabajo y la naturaleza, en el individualismo y la
competencia [...] y en la destrucción masiva del medio ambiente” (15). En este
sentido, la ruptura del equilibrio ecológico presenta un panorama amenazador
que pone en peligro la supervivencia misma de la especie humana. Un desequi-
librio que sumado a la desigualdad de ingresos, afecta a gran parte de los habi-
tantes del planeta a través del problema de la alimentación en su doble aspecto:
producción y precios. Cerca de 900 millones de personas sufren hoy de subali-
mentación crónica, de las cuales más del 90% viven en los países más atrasados.
Y si bien la producción de alimentos ha aumentado un 2% anual en los últimos
veinte años el crecimiento de la población, sobre todo en las regiones periféri-
cas, no le va a la zaga.
Por el lado de la oferta, la urbanización creciente, la degradación de los mo-
dos de producción agrícolas, los pobres rendimientos por hectárea en muchos
países, explican esta falencia. La producción de cereales, en particular, se ha
mantenido prácticamente constante desde 2004. En el caso de los granos debe
incluirse una reducción adicional por la cantidad de cultivos orientados a la pro-
ducción de biocombustibles, que restan superficie a la actividad alimentaria, y
por los efectos de la especulación financiera sobre los commodities.
Por el lado de la demanda no sólo están los pobres que no pueden alimen-
tarse: en muchos lugares el consumo se ha incrementado en forma considera-
ble. El mayor ejemplo es el de China e India, debido a la incorporación de nue-
vos asalariados urbanos que consumen cada vez más alimentos, desde soja y
trigo hasta lácteos y carnes de distinto tipo —que, a su vez, hacen necesaria una
extensión del cultivo de cereales—. La sumatoria de estos factores ha generado
el mayor incremento del valor de los alimentos desde principios de la década de
1990.
Sin dispositivos de corrección, la presión sobre los recursos naturales y del
medio ambiente pesará sobre el crecimiento futuro y frenará la productividad de
sectores como el agrícola, generando costos de reparación, y sobre la salud hu-
mana. El Informe Stern, presentado en Gran Bretaña, evalúa la amplitud de los
daños en un orden del 10% al 20% del PIB mundial en la segunda mitad del >>
181
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
años tomó características especialmente preocupantes. Según cifras de la Reser-
va Federal, la deuda de los consumidores aumentó más rápidamente que el in-
greso disponible. Era un 60% del mismo en los años 70, y en 2005 constituía el
127% de ese ingreso.
A su vez, la mayor parte de esta deuda fue contraída con garantías de activos
reales, principalmente residenciales. Esto fue posible gracias al aumento conti-
nuo en los precios de las viviendas, que posibilitó la emergencia de formas más
riesgosas de créditos hipotecarios. La economía de Estados Unidos venía inflan-
do una burbuja inmobiliaria desde 2002, cuando la Reserva Federal, con el pro-
pósito de estimular el mercado bursátil (que necesitaba salir de la explosión de
la burbuja de las puntocom), redujo las tasas de interés generando liquidez.
De esta forma, el crecimiento de los precios en el mercado inmobiliario en
los primeros años del siglo XXI implicó el acceso al crédito hipotecario con con-
diciones cada vez más laxas y menores desembolsos iniciales. Inclusive, en cier-
tas ocasiones se podía comprar una vivienda sin ningún pago inicial. En el año
2006, el 25% de los créditos acordados no comprendían devoluciones de capital
los primeros años y más de la mitad de esos créditos se otorgaron en función de
ingresos declarados por las familias, sin que tuvieran necesidad de probarlos.
Fue esta burbuja inmobiliaria la que implicó el aumento continuo de los precios
de las viviendas, el incremento del endeudamiento y su continuo refinancia-
miento (17).
Este proceso adquiría características que le imprimían un nivel de riesgo que
presagiaba un desenlace crítico. Por ejemplo, la mayoría de los préstamos hipo-
tecarios otorgados antes de 2005, cuando las tasas de interés se ubicaban en ni-
veles particularmente bajos, tenían incorporadas tasas variables, ya que de esa
forma el pago inicial era menor que con una tasa fija. Sin embargo, este tipo de
contratos implicaba un riesgo mayor, ya que cualquier aumento del interés podía
traducirse en la imposibilidad de pago por parte del deudor.
Así, este contexto propio de los años previos a la crisis, implicó que las fami-
lias de bajos ingresos se convirtieran cada vez más en sujetos de crédito, como en
los casos de los préstamos en efectivo o los créditos para la compra de automóvi-
les asegurados por el título del mismo activo (car title loans). De esta manera, este
segmento de la población, tradicionalmente sin acceso a los mercados financie-
ros, comenzó a formar parte de ellos a partir del surgimiento de nuevos activos
que canalizaron gran cantidad de recursos. Como parte de este proceso es que se
desarrollaron los créditos hipotecarios de baja calidad (subprime), que permitían
comprar el 85% del valor del inmueble, pagando una cuota superior al 55% de los
ingresos del deudor y a una bajísima tasa de interés, al menos inicialmente.
183
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Cuadro 7 e
Estados Unidos. Evolución del precio de la vivienda (2000-2009)
Índice Case-Shiller de
precios de la vivienda
Fuente: http://www.standardandpoors.com/indices/main/en/us
185
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
la caída y su consecuente nacionalización, en febrero, del banco hipotecario in-
glés Northern Rock, que en septiembre del año anterior había debido enfrentar
una severa corrida. En marzo de 2008, la quiebra de la quinta banca de inversión
norteamericana Bear Stearns fue evitada por su compra por parte de JP Dota
impulsada por el Tesoro estadounidense.
En el Gráfico 5 se pueden ver los principales bancos afectados por las hipo-
tecas de baja calidad hasta abril de 2008.
Gráfico 5 A
Mayores bancos perdedores a partir de las hipotecas subprime
entre principios de 2007 y abril de 2008
(en miles de millones de dólares)
Société Générale
Mizuho Financial
Canadian Group
Crédit Agricole
Crédit Suisse
Wachovia
IKB
Deutsche
Washington
JP Morgan
HSBC
Morgan Stanley
Bank of America
Merrill Lynch
UBS
Citigroup
187
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
el financiamiento bancario a mediano término. Tercero, los Estados debían ga-
rantizar las emisiones de las obligaciones en un horizonte de unos meses a tres
años. Si los bancos no lo podían hacer el Estado lo haría.
El 11 de octubre empezó a tomar forma la idea de un plan de acción coordi-
nado, cuando se iniciaron las habituales reuniones de otoño del FMI y el Banco
Mundial. El 12 de octubre los dirigentes europeos se comprometieron a una ac-
ción coordinada inspirada en el plan de Gordon Brown. Paulson, resistente a ello,
cedió y anunció, el día 13, el desbloqueo de 250 mil millones de euros.
Gráfico 6
Evolución de la industria en países seleccionados (año 2008)
* * *
* *
* o *<
*
ha] 3 O2
E 5 5
Mr Brasil**
E o España** o
Dd (=
S Argentina** México***
< D X Sudáfrica***
a
(*) Último dato disponible al 20 de marzo de 2009; (**) datos de enero de 2009;
(**x*) datos de diciembre de 2008.
Cuadro 8
Déficit fiscal y deuda pública de Estados Unidos
(en miles de millones de dólares)
(*) Valores proyectados por el Congressional Budget Office (CBO) del Gobierno de EE.UU.
Fuente: CBO (2009), The Budget and Economic Outlook: An Update, The Congress
of the United States, Washington DC.
189
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
que en el año fiscal 2009 cayó casi un 20%. A su vez, el gasto federal sumó 130
mil millones de dólares destinados al programa de estímulo ARRA (4merican Re-
covery and Reinvestmen t Mientras, los beneficios para desempleo crecieron
Act).
en 73 mil millones de dólares a medida que aumentaban las filas de desocupados.
También se advertía preocupación por el derrumbe de numerosos fondos de pen-
siones. En este contexto, las cifras de la economía real no eran alentadoras. Des-
de mediados de 2007 hasta septiembre de 2009 la tasa de desempleo de Estados
Unidos se duplicó y, en octubre de 2009, se ubicaba por encima del 10%.
A su vez, el producto bruto cayó cuatro trimestres consecutivos, entre el ter-
cero de 2008 y el segundo de 2009. También el consumo sufrió caídas importan-
tes, sobre todo en la segunda mitad del año 2008 (Gráfico 7).
Gráfico 7
Estados Unidos. Tasas de variación del PIB real
y del consumo privado
Fuente: BEA (2009), Gross Domestic Product, Octubre 2009, y Bureau of Economic Analysis,
US Department of Commerce.
193
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Cuadro 9
Zona euro (16 países)
Indicadores macroeconómicos de producción,
desempleo e inflación (años 2008-2009)
Países Desempleo
Eurozona
Alemania
Austria
Bélgica
Chipre
Eslovaquia
Eslovenia
España
Finlandia
Francia
Grecia
Holanda
Irlanda 3d
Italia Sa 0,8
Luxemburgo 4,1 0,0
Malta 4,7 1
Poruga
Fuente: Elaborado con datos de Eurostat.
21
195
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
bujas especulativas gigantescas. Países que hacía pocos años eran paradigmas de
los beneficios de la mundialización, de lo que había que hacer para superar de-
finitivamente el subdesarrollo, ahora se presentaban como los pigs, que debían
poner a dieta sus excesos del pasado reciente.
A este respecto, es necesario considerar que uno de los elementos que los
alentaron a entrar en la eurozona era, además de obtener subsidios de compen-
sación, acceder a tasas de interés más bajas que las que podían conseguir con sus
respectivas monedas nacionales. Las tasas reales de interés resultaban incluso
menores para esas naciones que para las de mayor desarrollo, como Alemania o
Francia, por cuanto tenían niveles de inflación más elevados.
Por otro lado, mientras que las tasas de interés del Banco Europeo conver-
gían a la baja con las alemanas, la paridad del poder adquisitivo del euro se di-
ferenciaba cada vez más entre los distintos países, de acuerdo con sus respectivas
tasas de inflación. Entre 1997 y 2009 el nivel general de precios en Grecia au-
mentó 46,4%; en Irlanda el 39,9%; y en España el 39,2%. En tanto, en Alema-
nia la inflación alcanzaba sólo un 19,2% y en Francia un 22%, como se observa
en el Gráfico 9.
Gráfico 9
Inflación acumulada en países de la eurozona (años 1997-2009)
(precios al consumidor, 1997= 100)
197
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
<< Las principales características del programa son las siguientes:
1. Acuerdo stand-by con el FMI, con una duración de tres años, bajo con-
diciones excepcionales de acceso y financiamiento de emergencia por € 30
mil millones y un desembolso inicial de €5,5 mil millones. Los países so-
cios de la zona euro aportarían 80 mil millones con un primer desembolso
de € 14,5 miles de millones.
2. Reducción del déficit fiscal al 74% del PIB en 2010, al 4% en 2011 y
al 2% en 2012 y 2013.
3. Recorte de salarios nominales, eliminación de aguinaldos, aumento de la
edad de jubilación, incremento del IVA al 23%, suba de tarifas públicas.
4. Constitución de un Fondo de Estabilidad para capitalizar el sistema ban-
cario (salvataje bancario). Mi
199
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
Cuadro 10
Deuda pública y déficit fiscal en países de la eurozona
(2010, porcentaje del PIB)
En cuanto a las medidas globales, desde noviembre del año 2008, el G-20 pare-
ció convertirse en el lugar para la coordinación de las acciones tendientes a en-
frentar la crisis. Los puntos de referencia para medir su actuación son las
diferentes reuniones que llevó a cabo en noviembre de 2008, en Washington, y
en abril y septiembre de 2009 en Londres y Pittsburgh respectivamente. Partici-
pan del G-20 los países ricos del G-8, más once naciones emergentes —entre ellas
Argentina y Brasil- y una representación de la Unión Europea. En esas reunio-
E 205
re eo
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
nes se dio la posibilidad de una discusión más amplia que la que se llevó a cabo,
por ejemplo, en Bretton Woods, donde a pesar de que asistieron 45 países sólo
EE.UU. y Gran Bretaña definieron las reglas de juego (23).
¿Pero existió en los encuentros del G-20 la intención de diseñar una nueva
arquitectura financiera internacional? La cuestión se presta a debate. Por un lado,
el salvataje del sistema bancario y el impulso al crecimiento para salir de la cri-
sis tuvieron como base el reconocimiento del apoyo fiscal de los Estados, ya en
marcha. Por otro, la supervisión y regulación financiera, así como el intento de
supresión de los paraísos fiscales, quedaron en manos de las instituciones exis-
tentes, remodeladas o reforzadas.
Las primeras decisiones pusieron sobre el tapete temas que parecían intoca-
bles antes de la crisis: el rol de los Estados, los límites de la liberalización finan-
ciera, el saneamiento de los bancos, la recuperación de los niveles de empleo y
el deseo de retornar a una economía productiva, pero no implicaron todavía una
modificación sustancial. El orden monetario permanece intocable, con el mante-
nimiento del dólar como divisa clave, pese al cada vez más declinante rol de
EE.UU. A su vez, las instituciones financieras internacionales, como el FMI, re-
forzaron su presencia sin ninguna mención a sus dudosos comportamientos en el
pasado reciente (en especial la imposición de condicionalidades y políticas de
ajuste, y su injerencia en temas que escapan completamente de su competencia),
aunque se prometió una revisión de la participación de algunos países miembros
en su gobierno. Tampoco se planteó un redimensionamiento de los mercados fi-
nancieros ni la restricción de sus rentabilidades. Menos aun una modificación
del reparto del valor agregado de las empresas entre beneficios y salarios.
La reunión del G-20 realizada en Pittsburgh tuvo, en particular, varias lectu-
ras, según la colina desde donde se mire el paisaje (24). Una surge del preámbu-
lo de su misma declaración, en el que se considera que se está pasando por una
transición crítica: de una era de irresponsabilidad a la adopción de un conjunto
de políticas, regulaciones y reformas de acuerdo a las necesidades de la econo-
mía del siglo XXI. La autocrítica es fuerte pero, en primer lugar, el G-20 no es
el G-8; la irresponsabilidad de la que se habla no alude a todos los países inte-
grantes del nuevo grupo sino a aquellos que dominaban la economía mundial
hasta la crisis, así como a los organismos económicos internacionales que los
acompañaban. Ellos impulsaron o aceptaron políticas de desregulación financie-
ra, de plena libertad de los movimientos de capital y de ausencia de reglas para
la banca de inversión, y permitieron la existencia de sitios privilegiados de colo-
cación de fondos. Los países emergentes, en cambio, fueron los que sostuvieron
en el período previo a la crisis el crecimiento económico y el comercio mundial,
207
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
a través del aumento de sus exportaciones hacia los emergentes. Pero esto supo-
ne la posibilidad de que se produzcan devaluaciones competitivas. Con China, y
un yuan también subvaluado, implicaría crear más liquidez, lo que podría contri-
buir a estimular los mercados financieros, aunque ahora estén regulados. En la
cumbre, EE.UU. y Gran Bretaña incitaron a los países con grandes excedentes
comerciales a exportar menos y consumir más. Pero éstos les respondieron que
los que deben hacer los deberes y endeudarse menos son ellos.
Una quinta lectura es que las tasas actuales de interés son muy bajas, y cual-
quier movimiento en sentido contrario en el futuro -si los bancos centrales o la
Fed adoptan políticas más rigurosas y elevan esas tasas, como ocurrió a fines de
los años 70— provocaría una crisis de la deuda mucho más formidable que la que
América Latina sufrió en 1982.
Una sexta lectura es que muchos piensan que el combate contra la pobreza en
el mundo no ha ido a la par con el salvataje de los bancos o la preocupación por
las remuneraciones de los dirigentes de empresas. Todavía no se han invertido los
33 mil millones de dólares prometidos a los países pobres hasta el 2010.
Por último, se habla de nuevo de la posibilidad de implementar la ya famo-
sa tasa Tobin, un impuesto a escala regional para controlar los movimientos de
capitales. La tasa fue propuesta en 1978 por el norteamericano James Tobin, pre-
mio en Economía del Banco de Suecia en honor a Nobel. Su objetivo principal
era tratar de detener la especulación a nivel internacional que estaba atacando en
ese momento la economía estadounidense. No hay que olvidar que se habían pro-
ducido la crisis del dólar en 1971 y la del petróleo en 1973. Tobin actuaba como
un nacionalista estadounidense; defendía los intereses de su país. Al producirse
la crisis del Sudeste Asiático en 1997 el periódico francés Le Monde diplomati-
que planteó la recuperación de la tasa Tobin para frenar el proceso de globaliza-
ción financiera, gravando y controlando la entrada y la salida de capitales. El
propósito era reunir fondos con la recaudación obtenida por la tasa para ayudar
a los países más pobres, punto que no estaba en la propuesta original. La tasa os-
cilaría, en promedio, entre el 0,5% y el 1% de las transacciones, y su primer efec-
to positivo sería el de controlar el capitalismo salvaje. Si ninguna traba está pre-
vista —decía Keynes— los capitales se desplazan “a la velocidad de una alfombra
voladora”, y esos fondos flotantes pueden así circular por el mundo y desorgani-
zar todo esquema estable: por esa razón los movimientos de capitales deben ser
regulados.
Otras cuestiones centrales del crecimiento económico, dominado hasta aho-
ra por firmas multinacionales y por las estrategias nacionales de ciertas poten-
cias, y basado en grandes desigualdades entre los países y dentro de ellos, no
209
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
lante, cuando Latinoamérica se expandía a tasas del 5% anual y más, pero esti-
mó una recuperación importante en 2010, con un incremento del 4,1% de PIB.
Esto abre un panorama optimista que contrasta con la difícil situación de EE.UU.
y Europa.
La crisis impactó inicialmente por varías vías, todas ellas vinculadas al sec-
tor externo: el debilitamiento de la demanda de exportaciones, especialmente de
manufacturas; los menores precios de los productos exportables (que habían su-
bido notablemente en el período anterior); la caída del turismo extranjero, y la
disminución de la inversión extranjera directa (26). Golpeó también a todos los
países, aunque con matices distintos en cada uno de ellos. Aquí haremos una re-
ferencia especial a Argentina, Brasil y México por la importancia de sus econo-
mías dentro del conjunto.
Como lo muestra el Cuadro 11, si comparamos esos tres países vemos que,
mientras que en 2008 el crecimiento de Argentina y Brasil fue algo más lento
pero fuertemente positivo -6,8% y 5,1% respectivamente—, la economía mexica-
na sólo se incrementó un 1,3%, cifra que implica un virtual estancamiento. En
cambio, en 2009 la producción de los tres evolucionó débil o negativamente: la
de Argentina en 0,9, la de Brasil en -0,2% y la de México en -6,5%.
Cuadro 11
América Latina y el Caribe. Argentina, Brasil y México.
Variaciones del Producto Interno Bruto (en porcentaje)
Promedio
Región / Países | 1995-2004 | 2005 | 2006 | 2007
Argentina | Brasil*
1-2007 9,8 O
!l 8,5 9,7
1 8,1 9
IV 7,5 ved
1-2008 8,4 8,5
1 8 7,8
111 7,8 7,6
IV TS 6,8
1-2009 8,4 8,9
Il 8,8 SM
Septiembre 8,8 Tot
Se advierte que la crisis castigó con más rigor a México por su mayor inte-
gración con la economía estadounidense a través de las corrientes migratorias y
de su participación en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TL-
CAN), así como de sus inversiones y vínculos financieros. La economía de Mé-
xico acusó muy directamente el impacto del derrumbe de la demanda estadou-
nidense de exportación y los menores ingresos por el turismo y las remesas de
los emigrados. También fue afectada por la salida de capitales y la contracción
del crédito.
“La caída de la economía mexicana siguió rápidamente a la de Estados Uni-
dos —dice un artículo publicado en una prestigiosa revista económica de la Uni-
versidad Nacional Autónoma de México— y hasta ahora ha sido la más profunda.
El TLCAN ha tenido como resultado indeseable un incremento de la subordina-
ción económica frente a ese país. El boom de los productos primarios permitió
crecer a América Latina, pero México fue el país que menos se benefició de este
auge”, por haber desaprovechado “los ingresos extraordinarios del petróleo para
realizar importantes inversiones en infraestructura, pero también en la ausencia
de políticas activas de fomento económico y distribución del ingreso” (27).
En este sentido, la mayor diversificación comercial de las economías brasile-
ña y argentina, su participación en un proceso de integración regional sin una
economía dominante y central, los intentos de ambos países —pese a sus diferen-
Gráfico 10
Exportaciones de Argentina, Brasil y México (en millones de dólares)
A O O EE ES 00 JO LIT E E O O a e ro E
DO DSASO
SS SA
OSI SOS%» AES SS
Fuente: Elaborado en base a datos de la CEPAL.
Cuadro 13
América Latina y el Caribe. Argentina, Brasil y México.
Inflación promedio anual (en porcentaje)
Promedio
Región / Países 1995-2004 | 2005 | 2006 | 2007 | 2008 | 2009
El lado positivo del aumento de los precios de las materias primas fue la me-
jora que experimentaron en los últimos años los términos del intercambio comer-
cial. Gracias a ello la mayoría de las naciones latinoamericanas acumularon un
colchón de reservas internacionales que les facilitó enfrentar la caída de la de-
manda de exportaciones con menor dramatismo que en crisis previas.
De todos modos, la crisis afectó los balances de pagos de las economías de
la región. Los saldos positivos en cuenta corriente, como en el caso de Argenti-
na, se estrecharon en 2008 aunque repuntaron en 2009; en el caso de Brasil se tor-
naron negativos y se mantuvieron los saldos ya deficitarios de México. Además,
la remisión de divisas principalmente hacia las casas matrices de las empresas
multinacionales, para absorber las pérdidas operativas y financieras de la crisis,
indujo a cierta inestabilidad cambiaria, que agregó un elemento de incertidumbre
al vidrioso escenario internacional y reforzó las presiones recesivas. Las salidas
de capitales, por su parte, empeoraron la situación financiera de estos países, aun-
que a fines de 2009 la situación comenzó a revertirse (Cuadro 14).
Promedio
Región / Países 1995-2004 | 2005 | 2006 | 2007
Fuente: Elaborado con datos del FMI, Perspectivas Económicas, octubre de 2009.
Las perspectivas de la región, pero en particular las de estos tres países, de-
penden en buena medida de cómo se desenvuelve la crisis en las economías más
desarrolladas, de cómo se comportan internamente las economías locales, de
cuáles son sus vinculaciones con el sistema financiero internacional y de cuál es
el grado de diversificación de su comercio exterior. Por un lado, la demanda ex-
terna tardará en recuperarse: el desempleo en los países del centro llegó en mu-
chos casos a los dos dígitos, existen tendencias proteccionistas en Estados Uni-
dos y Europa y la deuda pública de los países centrales ha alcanzado umbrales
amenazantes.
Por otro lado, los mercados internos latinoamericanos se han robustecido, en
ciertos casos de forma apreciable, aunque estén marcados todavía por la desi-
gualdad y la concentración de los ingresos; el comercio exterior entre ellos y con
Gráfico 11
Comparación entre los ciclos de EE.UU. y América del Sur (1974-2008)
-1,0
DD
a ==|====|=3
1992
D.0
LM |
Año
Sudamérica
e -
2. qn DT
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
14. Ver las publicaciones del Sovereign Wealth Fund Institute.
15. Lówy, Michael, “Ecosocialismo: hacia una nueva civilización”, Revista He-
rramienta, N* 42, octubre de 2009.
16. Stern Review: The Economics of Climate Change, The National Archives, UK
Treasury, Gran Bretaña, 2006.
17. Para conocer los distintos aspectos del proceso que llevó a la crisis, véase Ju-
lio Sevares, El estallido de la superburbuja 1 y 11, 2 volúmenes, Capital Intelectual,
Buenos Aires, 2009.
18. Cf. BEA (2009).
19. Según el FMI, la sobrevaluación del tipo de cambio efectivo en Grecia era del
20-30%.
20. Der Spiegel, 16-5-10.
21. El caso griego es muy parecido al argentino. También se llevaron a cabo pro-
gramas neoliberales, realizando “reformas estructurales”, liberando los movimientos
de capitales, desregulando los mercados financieros y privatizando activos públicos.
22. Ver los trabajos del Proyecto Franco-Argentino ECOS A03H02 “La fragmen-
tación monetaria argentina”, dirigido por Jean-Michel Servet y Mario Rapoport.
23. Para un análisis más amplio de esta cuestión ver “Le G20 va-t-1l vraiment ré-
guler la finance?”, Alternatives Economiques, N* 285, noviembre de 2009, pp. 58-66.
24. “Declaración Final de la Cumbre del G-20 en Pittsburgh”, 26-9-09, www.g
20.0rg
25. Cf. Pierre Salama, “Argentina, Brasil y México frente a la crisis mundial”,
Revista Herramienta, N* 41, julio de 2009, donde se desarrolla el tema. Ver también
FMI, Informe Económico para las Américas, Washington DC, octubre de 2009 y los
Estudios de la CEPAL.
26. Cf. CEI, “Evolución de la economía mundial”, Panorama económico interna-
cional, N? 36, noviembre de 2009.
27. R. Cordera Campos, C. Heredia Zubieta y J. E. Navarrete López, “México
frente a la crisis: hacia un nuevo curso de desarrollo”, en Economía UNAM, N* 18,
septiembre-diciembre de 2009, pp. 15-16.
28. Idem, pp. 17-18.
29. Ver Jorge Gaggero y Federico Grasso, “La reforma tributaria necesaria en Ar-
gentina: problemas estructurales, desafíos y propuestas” en R. Boyer y J. C. Neffa
(coord.), Salida de crisis y estrategias alternativas de desarrollo. La experiencia ar-
gentina, Miño y Dávila, Buenos Aires, 2007.
30. Las tasas medias móviles se confeccionaron a partir del promedio aritmético
de las tasas de crecimiento del año en curso y los cuatro anteriores, lo que permite
incorporar al análisis las tendencias históricas. Es sugestivo que aun así, las curvas
se cruzan en 1982, 1989 y 1999, reflejando de un modo bastante fiel los puntos de
inflexión reales.
Cuadro 1
Variación del costo salarial real y rentabilidad del capital
en algunos países industrializados
Variación del
costo salarial real
País 1960-73 1973-80 Variación de la rentabilidad del capital
1966-74 1974-77 1977-80
Estados Unidos -6,4 +6,4 9,3
1964-68 1968-73 1973-78
Alemania POD -6,2 -0,7
1963-70 1970-75 1975-80
+0,8 -8,8 -2,8
Francia
1963-70 1970-75 1975-78
Gráfico 1
Cambios económicos, demográficos, políticos y culturales
en los umbrales de la década de 1970
Postestructuralismo
Culturales E Da ab
Movimientos estudiantiles: Mayo de 1968, Revolución Cultural, etc.
Cuadro 2
Estados Unidos. Balanza de pagos global
(en millones de dólares, años 1968-1974)
Saldos y montos
225
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
cierta intervención oficial (1). El FMI estableció normas sobre estas fluctuacio-
nes para evitar las devaluaciones competitivas, como las de la década de 1930.
Pero, según los acuerdos de Bretton Woods, los países miembros del FMI debí-
an mantener tipos de cambio fijos, aunque ajustables dentro de ciertos límites
(10%). El Acuerdo de Jamaica de 1976 suprimió esta obligación y reconoció ofi-
cialmente la libertad de todos los países para elegir el régimen cambiario que
consideraran más adecuado. A pesar de su oposición inicial a los tipos fluctuan-
tes, el FMI terminó por aceptar que la flexibilidad cambiaria permitió a la eco-
nomía mundial superar una sucesión de acontecimientos problemáticos. No obs-
tante, los países en vías de desarrollo experimentaron nuevos problemas cuando
absorbieron los excedentes de liquidez internacional en forma de una gigantesca
deuda externa.
2)
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
preocupación para las grandes potencias, porque ponía en cuestión el modo de
desarrollo basado en la disponibilidad de materias primas baratas y abundantes.
Se generalizaron entonces, en la periferia, los movimientos de independen-
cia política y económica respecto de los países centrales, que tenían como obje-
tivo producir cambios sociales y una vía de desarrollo superadora de la pobreza.
En África y Asia, el anticolonialismo planteaba una política exterior indepen-
diente, bajo la inspiración de líderes como Léopold Senghor en Senegal y Patri-
ce Lumumba —ejecutado en 1961— en la República Democrática del Congo. El
concepto de “nación” era útil para superar las diferencias tribales y aunar fuer-
zas para luchar por la independencia respecto de las metrópolis.
En la etapa de incubación de la crisis de la década de 1970 predominaban en
Latinoamérica regímenes de facto alineados con los intereses económicos, polí-
ticos y militares norteamericanos, que favorecían a las multinacionales y perse-
guían al comunismo. Sin embargo, algunos países de la región, por impulso de
la Revolución Cubana, experimentaban procesos políticos en favor de una mayor
autodeterminación y de un cambio del orden social, que se condecía con la efer-
vescencia de aquellos años. Por ejemplo, el gobierno de Juan José Torres, en Bo-
livia, que nacionalizó La Matilde, uno de los yacimientos de zinc más grandes
del mundo en poder de un consorcio internacional, y fue derrocado en 1971 por
un golpe militar apoyado por las élites y las clases medias. O el caso de Juan Ve-
lasco Alvarado, en Perú, quien proclamando una doctrina con tintes similares a
la Tercera Posición, nacionalizó la rica actividad minera de su país y lanzó un
programa de reforma agraria, pero resultó también depuesto en 1975 por una
asonada militar. En otros países la izquierda no accedió al poder, aunque confor-
mó fuerzas políticas y, en algunos casos, emprendió la vía armada, que conside-
raba justificada por la virulencia del imperialismo. En su mayoría fueron aniqui-
lados por la represión estatal y también por grupos paramilitares.
En 1970 el líder socialista Salvador Allende triunfó en los comicios presiden-
ciales en Chile, pero fue derrocado en 1973 por las Fuerzas Armadas con el apo-
yo del gobierno estadounidense. Uno de los instrumentos del golpe fue un boicot
económico que incluyó la disminución de los precios internacionales del cobre
que venían subiendo—, un metal de importancia estratégica del cual Chile es el
primer productor y exportador mundial. En Argentina los militares debieron ne-
gociar el retorno de Perón luego de diecisiete años de proscripción. Así, el pero-
nismo ganó las elecciones en 1973 e implementó un proyecto político nacional,
en medio de agudos conflictos internos en sus mismas filas. Pero tras la muerte
de Perón, el 1 de julio de 1974, el gobierno quedó debilitado y su sucesora, Isa-
bel Martínez de Perón, fue destituida por un golpe militar el 24 de marzo de 1976.
Cuadro 3
Comisión Trilateral. Financiamiento por aportes y donantes
(años 1974-1979)
Total ENEE
Fundaciones 631295
Empresas 93.500
Individuos 125.500
Ingresos por inversiones ZOOS
Canadá 28.440
Europeos y japoneses (ASÍS
Nuevos donantes en 1976-79: Honeywell, Cargill,
Cummings Engine, Kaiser Resources, Bechtel y Weyerhauser
23)
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
cidentales, integraba el comité ejecutivo de la Comisión en 1979 el empresario
Giovanni Agnelli, cabeza de la familia propietaria de Fiat. Esto significa que el
trilateralismo influyó efectivamente en el curso que siguió la crisis de los años
70 y en su posterior devenir. l
Según las proyecciones de la Comisión Trilateral sobre lo que sería la eco-
nomía internacional de los siguientes veinte años y su propuesta con referencia
al sistema de división internacional del trabajo, los países se clasificaban en pro-
ductores de materias primas, de manufacturas de escaso valor agregado y de pro-
ductos altamente sofisticados. En este esquema, naciones como Argentina sólo
podían acceder al segundo nivel, lejos de completar el proceso de sustitución de
importaciones y de transformarse en economías industrializadas (Cuadro 3).
Cuadro 4
Actividades internacionales de la banca comercial estadounidense
Fin de año: 1960, 1970 y 1974
Concepto Le
Fuentes: J. Backman y E. Bloch (eds.), Multinational Corporations, Trade, and the Dollar, Nueva
York, 1974, p. 4; y Robert Z. Aliber, "International Banking: Growth and Regulation", Columbia
Journal of World Business, invierno de 1975, en Sklar (1980), p. 61.
233
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
A su vez, la inversión extranjera directa en Estados Unidos pasó de menos de
8 mil millones de dólares en 1962 a 26,7 mil millones en 1975, y los activos de
bancos extranjeros en la potencia del Norte aumentaron de 5 mil millones de dó-
lares en 1965 a 42 mil millones en 1974.
Un efecto de este movimiento de capitales fue la creación del mercado de eu-
rodólares, que surgió en Londres a fines de la década de 1950. Se denominó así
a los depósitos bancarios en dólares pertenecientes a agentes económicos no re-
sidentes en EE.UU. Colocados también en bancos de otros países se conserva-
ban allí o se invertían en diferentes actividades económicas. Sin control y expan-
diéndose aceleradamente, esos fondos contribuyeron a desequilibrar, junto a los
petrodólares, el sistema financiero internacional.
En tanto, la productividad del trabajo europea y japonesa se incrementó más
que la estadounidense, restando competitividad a sus productos. La balanza co-
mercial negativa y la salida de capitales por inversiones de distinto tipo alimen-
taron el déficit exterior de Estados Unidos, mientras las divisas europeas y el yen
se fortalecían y el sistema monetario internacional entraba en crisis (Cuadro 5).
La devaluación del dólar fortaleció el balance de pagos estadounidense y la
recesión de 1974-75 contrajo las importaciones y mejoró la balanza comercial,
pero esto fue transitorio. Así, la cuenta corriente mostró superávits entre 1973 y
1976, pero a partir de 1977 los déficits comerciales retornaron y desde entonces
Cuadro 5
Productividad del trabajo en la industria manufacturera en los
países más desarrollados (tasa anual promedio de crecimiento
por hora-hombre, índice 1950=100 para Estados Unidos)
239
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
6. Las guerras en Medio Oriente y la crisis del petróleo
Gráfico 2
Precios promedio del petróleo (dólares por barril)
s Internacionales.
Fuente: Elaborado en base a datos del FMI, Estadísticas Financiera
En principio, los aumentos de los precios del petróleo y materias primas atenua-
ron un poco los desequilibrios entre centro y periferia. En 1974-1975 el produc-
to bruto del mundo en desarrollo creció 5,9% y 4,5%, respectivamente; pero en
los países industrializados estas cifras fueron del 0,6% en 1974 y -0,1% en 1975,
la peor depresión desde 1929. Los mayores costos menguaron la rentabilidad em-
presarial y las inversiones, y recrudecieron la caída de la tasa de ganancia, sínto-
ma del fin del modo de crecimiento de los “Treinta Gloriosos”.
La inflación se aceleró aun más y los programas antiinflacionarios para com-
batirla comprimieron la demanda y elevaron el desempleo. A partir del año 1976
el crecimiento se reanudó, pero a tasas inferiores a las previas a la crisis. El se-
gundo shock petrolero, en 1979-1980, incrementó nuevamente la inflación y fre-
nó la producción de los países industrializados —en especial, de Estados Unidos
Cuadro 6
Inflación en países desarrollados (años 1968-1983)
Estados Reino
Año Unidos Alemania Francia Japón Unido
, 239
A
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
y el Reino Unido-, pero ya las estructuras productivas se habían reconvertido ha-
cia formas menos demandantes de energía y, por otra parte, los precios más ele-
vados de los hidrocarburos hicieron factible la explotación de nuevos yacimien-
tos (Cuadro 6).
A diferencia de la crisis de la década de 1930, la preservación de la deman-
da global, vía regulación salarial y subsidios al desempleo, amortiguó la caída
productiva, y las políticas expansivas fiscales y monetarias impulsaron el creci-
miento, luego de la caída de 1974-75. Pero la crisis era algo más que una corta
recesión. La caída de la producción industrial se prolongó, derivando en el fin del
pleno empleo. Industrias como la siderurgia, la textil, la automotriz, comenzaron
a trasladarse hacia países asiáticos, en busca de menores costos.
Los tipos de cambio fluctuantes facilitaron el ajuste para enfrentar los défi-
cits de pagos internacionales por las subas de los precios de las materias primas
importadas, y para suavizar el impacto de estos desequilibrios sobre la produc-
ción y el empleo. La depresión de 1974-75 hubiera sido mucho más grave bajo
un sistema de tipos de cambio fijo. El balance de pagos se ajustó a un ritmo re-
lativamente lento, a causa del enorme volumen de recursos financieros disponi-
ble en los mercados privados. Pero, a la vez, los tipos de cambio flexibles desan-
claron la inflación.
Las importaciones de petróleo del área de la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos, que reúne a las naciones económica-
mente avanzadas) aumentaron en 1974 en 70.000 millones de dólares, pero el de-
terioro de la balanza por cuenta corriente fue de poco más de la mitad de esta can-
tidad debido al aumento de las compras de los países petroleros y del déficit del
resto del mundo que no producía petróleo. La recesión de 1975 redujo las impor-
taciones del mundo desarrollado, lo cual, unido al gran incremento de las ventas
de la OPEP, hizo que casi desapareciera el déficit, que retornó con la recupera-
ción de 1976. Entre 1974 y 1976, el endeudamiento externo de los países no pro-
ductores de petróleo (según cálculos de la OCDE) ascendió a más de 175.000 mi-
llones de dólares. Los bancos privados reciclaron cerca de 100.000 millones de
dólares de esos fondos hacia los países deficitarios.
El segundo shock petrolero implicó graves consecuencias sobre el crecimién-
to y la inflación mundiales. Esta última persistió en niveles elevados hasta 1982
en casi todos los países desarrollados y abrió paso a las políticas conservadoras
que se extendieron como una mancha de petróleo en casi todo el planeta. Mien-
tras tanto los países periféricos se endeudaron aceleradamente al absorber los
nuevos excedentes de capital.
241
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Los exportadores de petróleo acumularon nuevamente cuantiosos superá-
vits en divisas a partir de esta segunda explosión de los precios del fluido, que
se reciclaron nuevamente a los países en desarrollo.
Así fue cómo, en 1979-80, la deuda externa en el Cono Sur creció acelera-
damente. Pero ya no se trataba de dinero barato, porque la Reserva Federal y
otros bancos centrales de países industrializados habían aumentado las tasas de
interés internacionales a dos dígitos.
Cuadro 7
Producción de petróleo en países de la OPEP (años 1979-1991)
(como % de la producción mundial de petróleo)
Total OPEP
a) Argentina
243
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
milar. La junta militar que asumió todos los poderes públicos a partir del golpe
de Estado del 24 de marzo conformó un nuevo modelo económico caracteriza-
do por la acumulación rentística y financiera, una inserción internacional basa-
da primordialmente en la exportación de materias primas agropecuarias, la de-
sindustrialización, el endeudamiento externo y el disciplinamiento social (4).
La dictadura militar se propuso restablecer la hegemonía del mercado en la
asignación de recursos y abrir súbitamente la competencia de los productos na-
cionales con los extranjeros, aunque ello dañara seriamente a la industria local.
En una primera etapa, de 1976 a 1978, se implementó un plan de ajuste ortodo-
xo, con devaluación, liberación de precios, congelamiento de salarios, facilida-
des para las importaciones, cese de la promoción de exportaciones industriales y
desregulación financiera. El terrorismo de Estado impidió toda resistencia social
a la transformación regresiva de la economía. Las élites agropecuarias, los gran-
des grupos económicos y financieros locales, y los intermediarios de las finan-
zas y el comercio internacionales fueron los beneficiarios inmediatos y a largo
plazo de estas políticas.
En esta cuestión fue de vital importancia la reforma financiera de 1977, que
ubicó al sector en una posición hegemónica en términos de absorción y asigna-
ción de recursos. El nuevo Régimen de Entidades Financieras inició un rumbo
cuyo norte apuntaba a la liberalización del mercado interno y a una mayor vincu-
lación con los mercados internacionales. La reforma se desplegó en dos frentes
complementarios; por una parte liberalizaba de la manera más radical los flujos
de capitales con el exterior, mientras que, por otro, flexibilizaba a ultranza la ope-
ratoria de las entidades privadas —nacionales y extranjeras— en el mercado domés-
tico, y al mismo tiempo establecía una garantía irrestricta sobre los depósitos.
Esto inducía al público a colocar sus ahorros en las entidades que ofrecían mayo-
res tasas de interés, independientemente de su grado de solvencia y liquidez. La
cantidad de bancos creció exageradamente: pasó de 110 entidades en junio de
1977 a 219 a fines de 1979; además, se autorizó la apertura de 1.197 sucursales
financieras, mientras el PIB per cápita estaba virtualmente estancado (5).
Otra etapa comenzó en diciembre de 1978, con la aplicación de la “tablita
cambiaria”, que consistía en devaluaciones programadas inferiores a la inflación,
que apreciaron el peso, agravaron el cierre de las industrias nacionales —imposi-
bilitadas de competir con los productos importados— e impulsaron una gran sa-
lida de divisas, a causa de los déficits comerciales y de servicios, como así tam-
bién por los intereses pagados al capital extranjero y por el turismo al exterior.
Estos déficits se cubrieron con ingresos de capitales, la mayoría en concepto de
préstamos al sector público y, en menor medida, a las empresas privadas.
245
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
fuerte apoyo recibido desde el plano político-castrense y de los principales gru-
pos económicos, así como a un contexto internacional favorable.
Esa suerte de consenso comenzó a desmoronarse en 1980, cuando diversos
acontecimientos trocaron el contexto favorable por otro crecientemente adverso.
En primer lugar, la cuestión de la sucesión presidencial abría las primeras grie-
tas en la conducción militar y permitía el surgimiento de tímidos cuestionamien-
tos hacia la política seguida hasta entonces, en el marco de una creciente lucha
interna por el poder. Pero lo que más afectó al programa fue el súbito viraje del
contexto internacional por los nuevos lineamientos económicos impulsados por
EE.UU., que provocaron una fuerte alza en las tasas de interés, alterando radical-
mente los mercados financieros mundiales; el crédito internacional se tornó, en-
tonces, caro y escaso. La importancia de los flujos financieros era fundamental
para Argentina, debido al incipiente déficit comercial y al saldo negativo de la
cuenta corriente, sobre la que comenzaron a pesar cada vez más los pagos de in-
tereses de la deuda contraída en los últimos años, multiplicados ahora por el alza
de las tasas de interés internacionales y las dificultades para conseguir fondos
frescos.
Simultáneamente, las fuentes genuinas de divisas del país comenzaron a de-
teriorarse, ya que, luego de varios años consecutivos favorables, los términos
del intercambio volvieron a ser desfavorables. El nuevo contexto puso a Argen-
tina en una situación delicada, aproximándola progresivamente a la cesación de
pagos. La hipotética situación de estrangulamiento financiero provocó una “cri-
sis de confianza”, que se agudizó con las dificultades de algunos grupos eco-
nómicos y la disminución de la garantía oficial para los depósitos en diciembre
de 1979;
El detonante para que la compleja situación se transformara en una verdade-
ra crisis se produjo en marzo de 1980, cuando el mayor banco local privado, el
Banco de Intercambio Regional (BIR), cerró en forma repentina sus puertas, se-
guido inmediatamente por otros tres grandes bancos y algunos más de tamaño
pequeño. Su liquidación afectó a más de 350.000 pequeños y medianos ahorris-
tas, cuyos depósitos ascendían al 12,7% del total del sistema bancario y al 21%
del de la banca privada. Ese acontecimiento dio lugar a una fuerte fuga de depó-
sitos convertidos en dólares ante el riesgo de devaluación. El gobierno intentó
restablecer la tranquilidad reinstaurando la garantía plena de los depósitos, me-
dida que desnudaba la debilidad del sistema financiero y no contribuía demasia-
do a devolver la confianza. Las reservas de divisas del gobierno descendieron en
1980 en casi 2.800 millones de dólares, a pesar de que el endeudamiento públi-
co creció en casi 4.500 millones.
247
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
ducción, teniendo en cuenta que la inflación de ese año fue del 100%. Las ele-
vadas tasas de interés, la devaluación del peso y la caída del salario real desplo-
maron el producto bruto un -5,4% en 1981 y -3,2% en 1982, de modo que entre
1976 y 1983 el crecimiento resultó insignificante.
Especial mención merece el papel del Estado en la ayuda a las grandes em-
presas privadas endeudadas en los años previos, muchas de las cuales se veían
agobiadas por los pasivos. En junio, se estableció un sistema de seguros de cam-
bio que cubría el repago de créditos obtenidos en el exterior por el sector priva-
do, siempre que se extendiera el plazo de su vencimiento por más de un año y me-
dio. El sistema consistía en el mantenimiento del tipo de cambio vigente en ese
momento por parte del BCRA, con una prima de garantía, fijada para el primer
semestre en el 40% del tipo de cambio fijado por dicho banco y, posteriormente,
establecida sobre la base de la evolución de los precios mayoristas deducida la in-
flación internacional. Se asistía así a un proceso de estatización de la deuda ex-
terna privada, sin contraprestación alguna por parte de este último sector.
En su esquema comercial, Argentina reeditaba temporalmente una relación
triangular como la observada en las décadas de 1920 y 1930 con EE.UU. y Gran
Bretaña y en las de 1950 y 1960 con EE.UU. y la CEE. Ahora, los vértices del
triángulo involucraban a la URSS y Estados Unidos, los rivales de la Guerra Fría.
Es que la superpotencia de Occidente permanecía como el principal proveedor y
su comercio con Argentina continuaba mostrando un fuerte desbalance. En el
nuevo triángulo comercial, los saldos negativos con EE.UU., que entre 1979 y
1983 fueron de 4.100 millones de dólares, fueron más que compensados con el
saldo de las ventas a la URSS, que resultó cerca del doble a favor, 8.079 millo-
nes de dólares. Este último país absorbió en ese período entre un 20% y un 30%
de las exportaciones argentinas (7).
En 1980 las dos superpotencias se encontraban en un período de confronta-
ción política y económica, uno de cuyos momentos más álgidos tuvo lugar por
el bloqueo comercial decretado por el presidente estadounidense James Carter
para castigar a Moscú por la invasión a Afganistán, al que Argentina no adhirió.
En este caso, la relación triangular condujo a notorias tensiones políticas. La dic-
tadura anticomunista argentina mostró así el rostro pragmático de la élite agro-
exportadora, bien representada por Martínez de Hoz, que velaba por sus propios
intereses vinculados al mercado soviético.
En lo referente al conjunto del comercio exterior, puede constatarse que los
estímulos para exportar, las restricciones al consumo y el ajuste imperante du-
rante los primeros años del régimen militar habían permitido superar el gran dé-
ficit comercial de 1975 y transformarlo en superávit. Sin embargo, esto se revir-
Cuadro 8
Argentina. Algunos indicadores económicos (1976-1983)
Deuda
externa Saldo de la
total Tipo de balanza
PIB Inflación miles de Déficit cambio | comercial
variación IPC var. millones fiscal real en millones
Años % % de dólares | % del PIB |1990=100 | de dólares
663 y 669.
Fuentes: Ministerio de Economía, INDEC y Rapoport (2008), pp. 660,
“ú 249
itali o contemporaneo
Las grandes crisis del capitalism
b) Chile
231
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
anual de los primeros diez años de democracia), con caídas del -12% en 1975 y
de -14% en 1982. Las reformas libremercadistas llevaron a concentrar radical-
mente la riqueza, disminuir el poder de negociación de los trabajadores al minar
su base en las industrias tradicionales y el Estado, y remover la mayor parte de
las garantías sociales. En 1989, último año de la dictadura, un 44% de las fami-
lias se hallaban por debajo de la línea de pobreza.
Cuadro 9 y
Chile. Algunos indicadores económicos (años 1973-1983)
- Millones de dólares
PIB Inflación —
variación IPC var. Balanza
% Desempleo comercial
Fuente: Vylder, Stefan de, “Chile 1973-1987: Los vaivenes de un modelo”, en Economía y
política durante el gobierno militar en Chile, 1973-1987, Roberto García (comp.), FCE, México,
1989, p. 98.
c) Uruguay
S So : Da Parteipación :
PIB Inflación | tasa de |. extema | asalariados
variación minorista | desempleo | en miles de | en Ingreso
% variación % | % | millones U$S | Bruto%
Fuente: En base a datos del FMI y de Joseph Ramos, Política económica neoliberal
en países del Cono Sur de América Latina, 1974-1983, FCE, 1989, pp. 37-38.
acuerdo con el FMI, que disminuyó el producto bruto un 10% en 1982 y 5,3%
en 1983. Si bien el acuerdo se firmó a comienzos de 1983, la aplicación de me-
didas previas al convenio se realizó en el trimestre anterior, como es habitual.
Así, el desempleo alcanzó al 15,5 de la población activa, la participación de los
asalariados en el ingreso descendió un 20% en 1983. A esta altura, la deuda ex-
terna representaba tres veces las exportaciones.
255
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
teveen, director gerente del Fondo, en octubre de 1976 en la reunión anual con-
junta del FMI y el Banco Mundial, celebrada en Filipinas. Con el tiempo, éste
sería el antecedente de una práctica generalizada de la comunidad financiera in-
ternacional: exigir a los países interesados en renegociar o contratar préstamos el
haber establecido en forma previa un acuerdo con el Fondo; es decir, haberse
comprometido a aplicar las políticas económicas recomendadas por la institu-
ción. Cabe mencionar que, en la misma oportunidad, el representante del orga-
nismo internacional se refirió al hecho de que la acumulación de deuda de cor-
to y mediano plazo, resultado del financiamiento reciente, había comenzado ya
a afectar la solvencia crediticia de algunos prestatarios y a crear la posibilidad de
dificultades económicas y financieras (9).
Sin embargo, sus palabras no eran una advertencia a deudores y prestamis-
tas acerca de las funestas consecuencias que su irresponsabilidad podría provo-
car, sino una justificación de la mayor injerencia que el FMI pretendía en la vida
económica de los países miembros, la que fue aceptada en la ciudad de Kings-
ton, Jamaica, a principios de 1976, con motivo de la discusión de un nuevo régi-
men cambiario. Limitada estatutariamente a la orientación, “firme supervisión”
y vigilancia de las políticas cambiarias, la intervención del Fondo terminó por
abarcar prácticamente todas las áreas económicas, y aun las sociales y políticas,
en los países en desarrollo.
Cuando a fines de la década de 1970 y principios de la siguiente, para com-
batir la inflación en Estados Unidos la Reserva Federal elevó sus tasas de inte-
rés, volvió a atraer los capitales hacia el Norte y dejó en el Sur una crisis formi-
dable de endeudamiento externo.
La deuda externa de los países en desarrollo no exportadores de petróleo cre-
ció de 130,1 mil millones de dólares en 1973 a 612,4 mil millones en 1984, pero
América Latina atrajo la mayor parte de los recursos reciclados hacia el Tercer
Mundo. Hacia 1983 la deuda exterior latinoamericana, de 350 mil millones de
dólares, era casi la mitad de la del mundo en desarrollo. Veinte de los treinta y
cuatro países de la región se encontraron en problemas para atender su deuda ex-
terna. En menos de una década la deuda externa se multiplicó en términos abso-
lutos, y también como proporción de la producción y de las exportaciones, fuen-
tes de los recursos reales y de las divisas para transferir a los acreedores.
En este proceso global de endeudamiento cabe a la principal potencia mun-
dial mucha responsabilidad. Al respecto, afirma Kindleberger: “Veamos [...] la
ingente deuda externa de los países en vías de desarrollo, agravada no sólo
desde que tuvo lugar el aumento en el precio del petróleo sino [...] cuando los
bancos multinacionales, henchidos de dólares creados mediante algún grave
Cuadro 11
Tasas de interés a corto plazo en Estados Unidos Ema 1977-1982)
257
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Cuadro 12
Hiperinflaciones en América Latina ]
Índice de precios minoristas, variación interanual, en porcentajes
23)
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
con frecuencia los cambios monetarios tuvieron un origen independiente; no han
sido un simple reflejo de cambios en la actividad económica” (12).
De este modo el monetarismo sostiene, apoyándose en los postulados neo-
clásicos, que la estabilidad macroeconómica se logra por mecanismos automáti-
cos, dejando actuar a las fuerzas del mercado, sobre las cuales la política econó-
mica no puede influir ni corregir. Las políticas discrecionales de tipo keynesiano
estarían condenadas al fracaso y sólo aumentarían la inestabilidad del sistema.
El desempleo, por su parte, tendería a su tasa “natural”, concepto que vino a re-
emplazar al pleno empleo. Vinculada a factores institucionales y de estructura,
esta tasa natural (que supone un nivel de desempleo permanente) es postulada
como el equilibrio de largo plazo único y óptimo del sistema.
Avanzando en la misma línea, la “revolución de las expectativas” inspirada
por Robert Lucas estableció que no existe una elección posible entre inflación y
desempleo, ni siquiera temporaria, a través de la hipótesis de las “expectativas
racionales”. El conjunto de los agentes dispone de distintas visiones económicas
del futuro, donde el optimismo de unos será compensado por el pesimismo de
otros, “que no son constantes y dependen a su vez de las funciones de reacción
de las autoridades”. De esa forma no se pueden medir los efectos de los cambios
en las políticas económicas (13). Teniendo en cuenta que esas expectativas incor-
poran cualquier regla de política monetaria que el gobierno decida seguir, la po-
lítica monetaria es “superneutral”
(14).
La tasa natural de desempleo y la racionalidad de los agentes económicos,
quienes todo el tiempo maximizan su utilidad y sus beneficios, implican el equi-
librio de los mercados y la incapacidad de las políticas económicas para afectar
las variables reales incluso en el corto plazo, tal como lo plantean los economis-
tas Thomas Sargent y Neil Wallace. En síntesis, toda política económica (o espe-
cificamente monetaria) tendiente a disminuir los niveles de desempleo está con-
denada al fracaso y sólo produce efectos inflacionarios.
Las medidas orientadas a conseguir el equilibrio externo también se enmar-
can en visiones similares. En este terreno, el desarrollo teórico más saliente fue
el ya mencionado enfoque monetario del balance de pagos, que se desarrolló en
las décadas de 1950 y 1960 en el Departamento de Estudios Económicos del
FMI, encabezado por Jacques Polak, y fue utilizado desde entonces por dicho or-
ganismo (con algunos cambios no sustanciales) para elaborar recomendaciones
de política y establecer condicionalidades en los programas a países que enfren-
tan crisis de balance de pagos. En consonancia con las teorías centradas en la tasa
natural de desempleo, ese enfoque, cuya lógica se describe más arriba para el
caso argentino, supone que existe una tendencia automática al equilibrio externo.
261
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
énfasis en que los impuestos de los sectores de altos ingresos deben reducirse
para incentivar la inversión mientras que los niveles de gasto del Estado de Bie-
nestar resultan, en cambio, excesivos y hay que acotarlos. 4) La idea de que las
políticas de redistribución de ingresos tienen una eficacia muy limitada y son
contrarias a los intereses de los trabajadores y de los pobres.
Se buscaba así aumentar el ahorro y la inversión a través de una nueva con-
cepción del sistema tributario y del gasto público. Los importantes déficits fis-
cales, el creciente endeudamiento de los Estados, el escaso o nulo crecimiento
económico y el deterioro del nivel de vida de las poblaciones donde esos princi-
pios fueron aplicados demostraron su ineficacia y su carácter regresivo.
La crisis económica que padece hoy el mundo conlleva consigo la responsa-
bilidad intelectual de estas teorías, a las que el Banco de Suecia, con sus premios
en honor a Alfred Nobel (no concebidos por el donante) contribuyó a darles un
espaldarazo: entre 1969 y 2009 más del 75% de los premiados tiene nacionali-
dad estadounidense y en su mayoría expresan esta corriente de pensamiento, que
proviene de la Escuela de Chicago o es cercana a ella. En cambio, Michal Ka-
lecki, Richard Kahn, Nicholas Kaldor, Joan Robinson y Piero Sraffa brillan en-
tre los no premiados —al igual que los casos de Jorge Luis Borges, Franz Kafka
o Marcel Proust en Literatura—, aunque los nombres de Joseph Stigliz, Paul
Krugman, Amartya Sen, y algunos otros, rompieron con su elección la monoto-
nía ortodoxa (15).
6. El Thatcherismo y la Reaganomics
Cuadro 13
Reino Unido. Indicadores macroeconómicos (años 1979-1990)
Resultado Miles de
PIB real Inflación Desempleo fiscal millones
Años ' var. % % % S/PEA % del PIB_ | de dólares | % del PIB
263
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Thatcher implementó una profunda reforma financiera; su programa “big
bang” liberalizó, entre otros, el mercado de valores y reformó completamente la
ley de divisas, devolviendo a Londres su peso como centro de las finanzas inter-
nacionales. Pero esas acciones, a diferencia de los viejos tiempos, no se acompa-
ñaron de un liderazgo en las inversiones y el comercio, sino más bien se mantu-
vieron en la pura crematística de formación de grandes burbujas. Éstas terminaron
estallando y obligaron años más tarde al gobierno británico a absorber los gran-
des bancos quebrados y nacionalizar los costos de las políticas emprendidas por
la “Dama de Hierro”.
La política de Reagan se basó, a su vez, en la reducción de impuestos direc-
tos a las empresas y a las personas, el ofertismo, la desregulación financiera, y
el rearme de Estados Unidos. Durante su mandato, el gasto bélico aumentó un
35%, decretó a la Unión Soviética el “eje del mal”; lanzó la iniciativa de Defen-
sa Estratégica, conocida como “Guerra de las Galaxias”, y dispuso intervencio-
nes militares directas en el Tercer Mundo.
Luego de la recesión de 1982, inducida desde la Reserva Federal mediante
el alza de la tasa de interés desde fines de la década anterior, la producción cre-
ció sostenidamente —todavía se discute si debido a la reducción de impuestos o
al fuerte gasto público—, la inflación se moderó y el desempleo cedió paulatina-
mente. Pero el déficit fiscal trepó a más del 5% del producto, y la cuenta corrien-
te del balance de pagos pasó de un superávit moderado a un rojo importante y
creciente. La deuda pública estadounidense se triplicó y los pasivos externos se
acumularon. Un país no emisor de moneda internacional no tendría más remedio
que ajustar tarde o temprano sus cuentas públicas y sus intercambios con el res-
to del mundo. Pero Estados Unidos puede estirar sus desequilibrios, aunque és-
tos no son neutrales para la economía mundial.
La desregulación del sistema financiero estadounidense es el mayor legado
de Reagan. La ley Garn-St. Germain de Instituciones Depositarias, de 1982, po-
sibilitó agigantar la deuda pública y también un crecimiento desmesurado de la
deuda privada. Esta desregulación financiera terminó con las restricciones que
limitaban la capacidad de las familias de comprar viviendas si no se hacía un
aporte significativo de dinero ahorrado previamente. En 1970 los norteamerica-
nos guardaban alrededor del 10% de su ingreso, pero desde la desregulación re-
aganiana ese ahorro prácticamente se eliminó. La economía se tornó mucho más
vulnerable al estallido de burbujas y al aumento del desempleo; y las deudas im-
pagas amenazaban con derrumbar todo el sistema (Cuadro 14).
La idea implícita era compensar la caída de las tasas de ganancia de las em-
presas debido a la existencia del Estado de Bienestar, forzando una transferencia
Pdo E 5,03
-1,9 -4,8 -5,53
4,5 -5,6 -38,68
EZ -4,8 -94,32
4,1 e
3,5 TA TL
3,4 -4,3 | -160,66
4,L tel ica Dd id
3,5 39 -99,49
Fuente: Elaborado en base a datos del FMI.
regresiva de ingresos. Ésta se concretó cuando las alícuotas más elevadas del im-
puesto a la renta disminuyeron del 70% al 28% en siete años. Al mismo tiempo,
en 1983, para cubrir la brecha de financiamiento de la seguridad social, aumen-
taron los impuestos al trabajo y otros tipos de tasas que recaían sobre los secto-
res medios y los de menores ingresos, y se redujeron o eliminaron deducciones
de impuestos que favorecían especialmente a las clases medias.
La inestabilidad financiera no tardó en llegar. En 1987 la Reserva Federal
aumentó las tasas de interés para frenar la exuberancia de los mercados, y desa-
tó una ola de ventas de papeles y caídas de valores, conocida como “lunes ne-
gro”. A partir de entonces, las burbujas especulativas se sucedieron una tras otra,
cada vez más globales.
267
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
te tan optimista? [...] Parece, más bien, que existe la formación de una burbuja
[...] especulativa, porque está marcada justamente por una desconexión innega-
ble de los fundamentos de la economía” (17). Una advertencia que fue inútil: si
bien el crac del 87 pasó de largo sin dejar secuelas profundas, la actual crisis fi-
nanciera mundial demuestra que no fue un accidente en la historia traumática del
capitalismo contemporáneo, cuya orientación se vincula desde fines del siglo
XX más a la especulación que a la producción.
269
mporáneo
Las grandes crisis del capitalismo conte
Capítulo 5
273
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
Gráfico 1
Distribución del comercio mundial en 1913
Europa y URSS
59% América
22%
Gráfico 2
Distribución del comercio mundial en 1920
Europa y URSS
49%
América
32%
El impacto de la Primera Guerra Mundial fue importante también para los paí-
ses periféricos. El retroceso del capital inglés en muchas regiones y el avance del
estadounidense se convertirían en un dato clave de la década siguiente. A su vez,
durante los años de conflicto, ante las necesidades de los países en guerra y la
merma de su producción, se incrementaron las posibilidades para las exportacio-
nes de los países productores de bienes primarios. Esto benefició a los países la-
tinoamericanos, que vieron incrementar sus ingresos en divisas.
Las necesidades de la guerra favorecieron también la colocación de manu-
facturas, por lo que se creó una oportunidad para muchos países. De ese modo,
los años que se extienden entre 1914 y 1918 vieron desarrollarse en muchas re-
giones periféricas ciertos brotes de industrialización. En América Latina, un in-
cipiente proceso de sustitución de importaciones de manufacturas comenzó a
gestarse ante las necesidades de consumo de bienes que antes se importaban.
Sin embargo, la consecuencia más importante de la Primera Guerra Mundial
sobre una región periférica, fue lo ocurrido en Rusia. En 1917 estalló en aquel
país una revolución que iba intentar cambiar la forma de organización, tanto po-
lítica, como social y económica, de la sociedad capitalista existente. Al mismo
tiempo, la Revolución Rusa y la consecuente conformación de la Unión Soviéti-
ca se convertirían en un elemento crucial para un cambio significativo en las re-
275
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
laciones internacionales a lo largo del siglo XX. Hacia comienzos del siglo, Ru-
sia se caracterizaba, sobre todo, por sus rasgos contradictorios. Se trataba de un
país atrasado, pero con pretensiones territoriales imperialistas y amplias masas
de campesinos muy pobres. A estos actores se sumaron los nuevos y crecientes
sectores urbanos —obreros, clases medias— protagonistas de la revolución de
1905 que, si bien fracasó, dio origen a los primeros soviets (asambleas de obre-
ros y campesinos). Advertido el gobierno zarista, en los años siguientes intentó
llevar adelante una modernización de la economía a partir de un régimen suma-
mente represivo liderado por el primer ministro Piotr Stolypin.
Pero ese proceso se vio interrumpido por la entrada de Rusia en la Primera
Guerra Mundial, en la cual sufrió una serie de sucesivas derrotas. En el frente
militar se fue creando así un clima propicio entre obreros y campesinos para lle-
var adelante una revolución mucho más organizada que la de 1905. Ésta tuvo lu-
gar en febrero de 1917 y puso fin al imperio zarista y a la participación de Ru-
sia en el conflicto bélico. Entre febrero y octubre de ese año se sucedieron
huelgas, insurrecciones armadas, confiscaciones de fábricas y tierras; el caos do-
minaba mientras los soviets mantenían un poder paralelo al del gobierno provi-
sional, encabezado por Alexandr Kerensky, que representaba a una coalición
burguesa.
En ese período, los bolcheviques —fracción del Partido Socialdemócrata, li-
derada por Lenin, que se iba a transformar en Partido Comunista— fueron adqui-
riendo un poder creciente entre los trabajadores y campesinos. Finalmente, en
octubre de ese año, el gobierno provisional fue derrocado y el Congreso de los
Soviets nombró a Lenin como jefe de gobierno de Rusia. Las primeras reformas
del nuevo régimen incluyeron la expropiación de tierras a los terratenientes y el
traspaso de las mismas del Estado a los campesinos, formando sobre todo coo-
perativas agrarias llamadas koljós y sovjós (estas últimas dependían directamen-
te del Estado). El programa bolchevique incluía también la nacionalización del
comercio exterior, de la banca, de las grandes empresas, de los comercios mayo-
ristas y del transporte.
Pero ese programa condujo a una guerra civil que se extendió hasta 1921.
Así, entre 1918 y 1921 la economía se organizó a partir de un comunismo de
guerra, en donde la industria se militarizó en medio de fuertes racionamientos
ante la escasez de alimentos y otros productos básicos. En este período, ante la
destrucción que había generado la participación de Rusia en la Primera Guerra
Mundial y el caos de la revolución y la guerra civil, la economía del país se vio
inmersa en un colapso generalizado, debatiéndose entre la vuelta al zarismo o el
triunfo definitivo del gobierno comunista.
27H
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
materia de reparaciones fijadas por el Comité fueron peores. Se estableció que
Alemania, en diferentes plazos, debía abonar 6.600 millones de libras o 132.000
marcos-oro. Tras una ponderada evaluación de la consistencia del aparato pro-
ductivo alemán después de la guerra, y la pérdida de territorio, Keynes estimó
que, aun bajo la improbable hipótesis de un pago diferido a treinta años, Alema-
nia no estaría en condiciones de abonar más de 2.000 millones de libras esterli-
nas. Las reparaciones impuestas a Alemania, en tanto sustraían capitales a las in-
versiones necesarias para restaurar la base productiva, tornaban ilusoria la
posibilidad de tener una balanza comercial que allegara los recursos para cum-
plimentar los pagos.
En su primer libro, Las consecuencias económicas de la paz, de 1919, Key-
nes se oponía a las medidas impuestas en el Tratado de Versalles señalando: “La
política de degradar a Alemania a la servidumbre de toda una generación, de de-
gradar la vida de millones de seres humanos [era] odiosa y repulsiva, y aun cuan-
do fuese posible, aun cuando nos haga enriquecer [...] nada autoriza a las nacio-
nes a hacer recaer sobre los hijos de sus enemigos las perversidades de sus
padres o gobernantes” (5). La llegada del nazismo al poder, en 1933, fue un re-
sultado, entre otras cosas, de ese error que imponía a Alemania sacrificios impo-
sibles de cumplir.
a a A
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo 279
Cuadro 1 :
Precios al por mayor y tipo de cambio en Alemania
Fuente: Thomas J. Sargent, “Interpreting economic time series”, en Journal of Political Economy,
Vol. 89, N* 2, 1981, pp. 213-248.
283
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
sobre todo en Alemania, un proceso deflacionario que se agravaría con la multi-
plicación de medidas defensivas aplicadas por los diferentes países (9).
Si bien existía el Gold Exchange Standard las inversiones de capitales que
atravesaban las fronteras estatales asumieron un carácter cada vez más especula-
tivo y de corto plazo. Al movilizarse entre las plazas financieras del mundo, en
búsqueda de una mayor rentabilidad, los capitales especulativos ejercieron una
peligrosa presión sobre las reservas de oro y las otras divisas (10). Se convirtie-
ron así en uno de los principales desencadenantes de la crisis de 1929. El sistema
internacional de pagos de posguerra fue generando desequilibrios, sobre todo
porque Estados Unidos era al mismo tiempo el principal exportador de mercan-
cías y de capitales, mientras que poderosos intereses sectoriales del país del norte
no permitían una apertura del mercado a la importación de bienes de otros paí-
ses, como todavía ocurre hoy con los productos agropecuarios (Cuadro 2).
Cuadro 2
Excedentes comerciales de Estados Unidos (años 1921-1928)
(en millones de dólares)
21122
SO
842
130%
103%
826
Or
LS
Fuente: Historical Statistics of the United States.
La década de 1920 fue para una parte de los estadounidenses de gran prosperl-
dad. Mientras Europa luchaba por fortalecerse, Estados Unidos —que había finan-
ciado la guerra— respaldó la reconstrucción y pujó por la vuelta a la estabilidad
monetaria del Viejo Continente. Su producción industrial creció enormemente
y con ella las posibilidades de que los sectores empresariales obtuvieran ga-
nancias.
En estas condiciones, el republicano Calvin Coolidge, trigésimo presidente
de Estados Unidos, describía el clima que acompañaba la creciente prosperidad
de su país en la década de 1920 a partir de la frase “El negocio de América son
los negocios”. Y para mantenerlo propicio, e inspirado en el laissez faire, consi-
deró conveniente seguir protegiendo al quehacer empresario y profundizar el
rumbo instalado por su antecesor y correligionario Warren Harding en favor de
la mínima intervención del Estado en la actividad privada.
Un personaje clave del período fue Andrew Mellon, que se mantuvo al fren-
te de la Secretaría del Tesoro desde 1921 hasta 1932 acompañando las gestiones
de Harding, Coolidge y Herbert Hoover. Hábil financista, Mellon, a partir de su
sólido posicionamiento en la banca y las finanzas había extendido sus intereses
a sectores industriales como la producción de aluminio, petróleo, acero, astille-
285
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
ros, etc. Como funcionario público consideraba que el gobierno era tan solo un
negocio que “puede y debe manejarse bajo los principios de los negocios”.
Por otra parte, Mellon estaba convencido de que los impuestos a las corpo-
raciones, además de desincentivar las inversiones en sectores productivos, eran
moralmente erróneos. Como funcionario dispuso la rebaja de los impuestos fe-
derales en cuatro oportunidades. En una de ellas, en 1925, un opositor observó
que “el mismo señor Mellon obtiene una reducción personal mayor que la de to-
dos los contribuyentes del estado de Nebraska reunidos” (11).
Cuando no podía reducir impuestos, Mellon recurría entre bambalinas a otro
arbitrio: los reembolsos. Recién en 1930, a través de la Cámara de Representan-
tes, el público se anotició de que en sus primeros ocho años al frente de la Teso-
rería, el secretario repartió 3.500 millones de dólares en forma de reembolsos en
efectivo y reducciones. Sólo entre 1927 y 1930 las protestas del Congreso lo obli-
garon a suspender dicha práctica que, entre otras, había favorecido a las propias
empresas de Mellon.
Es obvio que estas bonificaciones a la riqueza merecieron el beneplácito de
los ricos y del sector financiero. Muchas empresas en lugar de destinar los aho-
rros impositivos a la formación de capital los distribuyeron entre los accionistas
en un período en que los dividendos se incrementaron en el 65%. Atraídos por
estos dividendos, numerosos inversores, que colocaban sus dólares en bonos
manteniendo carteras de bajo valor para evitar los impuestos, se pasaron al mer-
cado accionario y contribuyeron a la escalada alcista.
A pesar de este desvío del capital, las empresas industriales se vieron favore-
cidas por una masiva venta de bienes de consumo. Si bien, en términos relativos,
los salarios reales se fueron retrasando, el consumo recibió un doble estímulo: el
crédito y la publicidad. Hacia 1929 se estimaba que más del 85% de los muebles,
el 80% de los fonógrafos, el 75% de los lavarropas y más del 50% de los apara-
tos de radio, máquinas de coser y otros artículos eran de propiedad de los con-
sumidores y de las empresas que financiaban el consumo. La voluminosa masa
crediticia que llevó a un enloquecido ritmo de compras no tardó en constituirse
en un gravamen para el futuro. En lo que respecta a la publicidad, los medios
aguijoneaban a los consumidores para que con las compras elevaran su posición
social. Nuevos métodos con fundamentos en la psicología buscaban persuadir,
exhortar o intimidar al consumidor para vencer su resistencia y crearle la nece-
sidad de consumir.
Hacia 1929 la política de premiar a los ricos había provocado, entre otros
efectos, una mayor concentración de la riqueza. La Comisión Federal de Comer-
cio informaba que 60.000 familias en la cúpula de la pirámide social sumaban
287
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
largo del siglo XX. En 1919, Carlo Ponzi creó en Estados Unidos la empresa Se-
curities Exchange Company, que vendía cupones que prometían ganancias del
50% en 45 días y del 100% en 90 días. En los primeros meses el negocio funcio-
nó de manera impresionante, ya que las suculentas rentabilidades prometidas
atraían inversores de todo tipo, lo que permitía pagar las ganancias ofrecidas sin
problemas. Sin embargo, pronto se descubrió que Ponzi no invertía lo recibido
en la empresa, sino que simplemente pagaba sus deudas emitiendo nuevos cupo-
nes, es decir, nueva deuda. A partir de una investigación, esta situación salió a la
luz generándose una crisis de confianza que le impidió seguir colocando cupo-
nes. Ponzi fue acusado de fraude y en noviembre de 1920 condenado a cinco
años de prisión. Desde entonces, el esquema de financiamiento, en el que los flu-
jos de caja no permiten pagar el capital ni los intereses de la deuda y que tienen
como única forma de hacer frente a los compromisos previos contraer nueva deu-
da, recibe el nombre de esquema Ponzi.
A medida que se fueron agotando las posibilidades de aumentar los benefi-
cios en la economía real, una masa cada vez más importante de recursos fluyó
hacia la Bolsa de Nueva York. Mientras avanzaba la década de 1920, el creci-
miento de los precios en el mercado bursátil fue constante y cada vez mayor. En
1922, el índice bursátil Dow Jones no llegaba a los 100 puntos. En 1926 superó
los 150 puntos y en los años que siguieron el incremento fue espectacular. En
septiembre de 1929 tocó el máximo de 285 puntos y no volvió a ese nivel hasta
la década de 1950.
Pero la Bolsa de Valores no fue el único escenario de especulación en la se-
gunda parte de la década; otros ámbitos lo constituyeron el mercado inmobilia-
rio y la industria de la construcción. Varios factores habían contribuido a esti-
mular la edificación residencial: por un lado, la falta de viviendas originada por
la guerra; por otro, el alto valor de los alquileres a lo largo del período; final-
mente, la baratura del costo de los materiales empleados. Esta situación no tar-
dó en ser aprovechada dando lugar a la expansión tanto de la construcción resi-
dencial como de la comercial e industrial. Los años 20 vieron emerger los grandes
rascacielos en Manhattan y Chicago y procesos de urbanización en los estados
de California y Florida.
Fue precisamente Florida el escenario de una fiebre especulativa en bienes
inmuebles que no tenía parangón en Estados Unidos en los anteriores noventa
años. Según John K. Galbraith, muchos norteamericanos “necesitaban creer que
toda la península se vería pronto poblada por los sacerdotes de la fiesta perpe-
tua y los adoradores del sol de una nueva y notable era de molicie”. Dentro de
la clase media se especulaba con que las playas y los pantanos de la región ex-
E >
. L 289
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
con la garantía de futuras construcciones, quedaron impagos, ya sea por falta de
recursos comunales o por la quiebra de los emprendimientos urbanizadores.
Lo curioso es que el inefable Ponzi reapareció durante la burbuja especula-
tiva en Florida. Allí “descubrió” unos terrenos cerca de Jacksonville y aprove-
chando el boom de precios vendía parcelas en superficies menores a la media
hectárea con un pago inicial del 10% obtenido por los adquirentes con créditos
bancarios. Esas parcelas se colocaban inmediatamente a los valores ascendentes
de mercado y cambiaban de mano con una rapidez increíble. Los compradores
no tenían la menor intención de vivir en ellas. Su propósito era venderlas con el
mayor beneficio posible, mientras que los intereses que se debían a los bancos
para obtener ese 10% inicial se pagaban fácilmente. Por lo menos, hasta que los
terrenos perdían valor y los últimos de la cadena se daban cuenta de que no po-
dían vender a nadie ni tomar más deudas, y debían resignarse a “vivir sobre el
pantano”. Empleaban también, a su modo, el efecto del apalancamiento, típico
de las burbujas especulativas (14).
En definitiva, Carlo Ponzi y sus negocios fraudulentos no son más que la ex-
presión de una época en la cual este tipo de operaciones eran viables. Y si bien
este personaje fue considerado un delincuente y condenado por estos negocios,
su forma de proceder en Florida fue similar a la de muchas empresas inmobilia-
rias. Más aun, las sociedades de inversión y los reputados bancos comerciales no
tuvieron en la segunda mitad de la década de 1920 un comportamiento muy dis-
tinto al de la empresa de Ponzi, la Securities Exchange Company.
El auge especulativo se verificó sobre todo en Wall Street, donde la Bolsa de
Valores —hasta ese entonces instrumento para la expansión de las empresas— se
transformó en un fin en sí misma. Si hasta avanzada la década los valores emiti-
dos y vendidos expresaban el crecimiento económico, a partir de 1928 se funda-
mentaron en la confianza en una prosperidad sin fin, mientras el comportamien-
to de los inversores privilegiaba la valorización financiera en detrimento de la
valorización productiva del capital. De esta manera, la naturaleza del auge había
cambiando.
En forma breve y sostenida la Bolsa se fue escindiendo del sector producti-
vo; era difícil seguir sosteniendo que el crecimiento en el precio de las acciones
era un reflejo del crecimiento de los beneficios en la economía real. Las mismas
corporaciones industriales canalizaron sus recursos dentro de la corriente espe-
culativa en lugar de orientarlos en su propia expansión: en la segunda mitad del
decenio los rendimientos en el mercado de dinero parecían más seguros que la
inversión en nuevas plantas. Así numerosas empresas (Electric Bond and Share,
Bethlehem Steel Corp, Standard Oil of New Jersey, Chrysler Corp, entre otras)
291
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
circulación. En este quehacer especulativo se destacó Goldman, Sachs and Com-
pany, que patrocinó la Trading Corporation, un consorcio cuyas acciones se vendie-
ron al público a 104 dólares el título. Poco después aumentaron a 222,50 dólares y,
según Galbraith, el “valor que representaba esta cifra era de aproximadamente el
doble del de todos los títulos, caja y otros activos en poder de la Trading Corpora-
tion” (15).
Esas sociedades poseían paquetes de acciones de diferentes empresas y emi-
tían títulos propios. Éstos formaban parte de los paquetes de otros holdings que
también cotizaban en la Bolsa. Montados unos sobre otros, constituían una pirá-
mide que se derrumbó estrepitosamente con el estallido de la crisis. A su vez, los
bancos comerciales organizaron filiales que vendían acciones y obligaciones al
público y se dedicaban a especular por cuenta propia.
Las sociedades de inversión empleaban también, a su modo, el principio del
apalancamiento. En su constitución, los holdings emitían obligaciones, acciones
preferentes y acciones ordinarias, las dos primeras con un rendimiento fijo. Si la
sociedad partía de un capital en acciones de 150 millones dividido en tercios por
tipos de acción, y ese capital estaba colocado en la compra de acciones ordina-
rias que daban un rendimiento del 50%, los activos en ese momento valdrían 225
millones, pero los dos tercios de obligaciones y acciones preferentes propias se-
guirían valiendo 100 millones; por lo tanto, los 125 millones restantes equival-
drían al valor de las acciones ordinarias de la sociedad. Éstas habrían aumenta-
do así de 50 a 125 millones, o sea el 150%, no el 50%, si se considerasen todos
los activos de la sociedad (16).
Por otra parte, entre dos y doce sociedades para la negociación de valores
captaban la mayoría de las inversiones importantes. Si antes de la guerra una sus-
cripción de más de un millón de dólares —considerada cuantiosa— podía efectuar-
la una sola sociedad, en la década de 1920 para colocar 20 ó 30 millones se recu-
rría a ellas no sólo para compartir los riesgos sino para reunir el capital necesario.
Hacia 1929, había más de 400.000 personas ocupadas en actividades finan-
cieras. Sus sueldos eran equivalentes al total de salarios abonados por la agricul-
tura y la minería sumadas. Los corredores, mediante compras al margen, obtení-
an préstamos para adquirir nuevas acciones casi al 90% en el momento de la
compra, y con la expectativa del alza incesante en el mercado de valores. Entre
1925 y 1929 el precio de las acciones subió a un ritmo mucho mayor que el co-
rrespondiente al ingreso nacional estadounidense. Mientras permanecieron estas
condiciones, tanto el pago de intereses a los agentes bursátiles como la ganancia
de los inversionistas se mantuvieron preservados.
Cálculos conservadores estimaban en 3.000.000 de personas —el 8% de la
295
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
bury, en el cual sobresalían la escritora Virginia Woolf y el mejor analista de la
sociedad victoriana, Litton Strachey.
Keynes, profesor en Cambridge fue, además, un exitoso jugador en la Bolsa
de Valores; de sus escritos periodísticos y ensayos publicados en los años 20 y
30, y recogidos en su mayoría en el libro Essays in Persuasion (Ensayos de per-
suasión), pueden extraerse las principales enseñanzas sobre política económica
vigentes en la época anterior a la crisis y durante los primeros años de ésta (19).
Él hubiese preferido llamar a esos escritos “Ensayos de profecía y persuasión”,
porque tuvieron más éxito como adelanto de lo que sucedió después que como
un medio para influir en la opinión pública.
En ellos, el economista británico advierte, ya desde principios de la década
de 1920, una posible crisis económica de continuar las políticas ortodoxas enton-
ces en curso. A su vez, cuando estalla la crisis trata de desentrañar sus principa-
les mecanismos sin utilizar todavía un marco teórico previo. El libro abarca un
amplio panorama, se tratan allí los temas políticos y económicos más preocupan-
tes de su época: el Tratado de Paz de Versalles (al que dedicó una obra anterior
ya mencionada), las deudas de la guerra, las políticas de deflación, el retorno al
patrón oro y los intentos de tener un presupuesto equilibrado en medio de una re-
cesión económica.
El primer eje de la crítica de Keynes es la libertad de los mercados, en un
momento en que la opinión indiscutida en los ámbitos políticos y académicos en-
tendía que un orden social deseable implicaba dejar a los individuos actuar libre-
mente siguiendo sus propios intereses. Se había llegado a creer, como señala
Keynes en uno de esos ensayos, “The end of laissez faire” (1926), que el interés
general y el particular siempre terminaban coincidiendo.
La doctrina del laissez faire, junto con la concepción del Estado como una
institución corrupta (herencia de los siglos XVIII y XIX), suponía no sólo no in-
tervenir en las decisiones de los individuos sino también evitar cualquier acción
estatal por sobre sus funciones mínimas, lo que podía causar resultados no de-
seados. El dogma predominante entre los economistas consistía en que las fuer-
zas del mercado aseguraban por sí solas el equilibrio y la plena ocupación de los
factores productivos.
Para Keynes esa concepción, basada en el pensamiento neoclásico, no era
correcta, ni en la teoría ni en la realidad. El final del /aissez faire, a través de una
participación activa del Estado, daría la posibilidad de mejorar el modo de vida
de la gente solucionando los problemas generados por el sistema capitalista.
Un segundo eje del análisis estaba centrado en el retorno al patrón oro y la
cuestión del tipo de cambio deseable. En el artículo “The economic consequen-
297
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
traordinarias como la de Alemania” (p. 75). En efecto, en un mundo empobreci-
do “es peor provocar desocupación que frustrar al rentista en sus esperanzas”,
aunque ambos “son males a evitar” (p.75).
Testigo privilegiado de la crisis, Keynes considera en su artículo “The great
slump of 1930” (“La gran crisis de 1930”), escrito el mismo año, que una de las
causas principales del colapso es la falta de la inversión en los mercados inter-
nacionales, al haber sido afectadas las ganancias de los empresarios en todos los
países (20).
Uno de los motivos del debilitamiento de la inversión era, para él, el merca-
do de crédito, debido a las altas tasas de interés, la elevada especulación y el mie-
do de los hombres de negocios a endeudarse por las expectativas desfavorables
sobre la evolución del comercio mundial. La recuperación de la actividad econó-
mica debía apoyarse —según Keynes— en la reconstrucción del mercado de crédi-
to internacional de largo plazo, que dependía fundamentalmente de la acción
conjunta de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Esto permitiría incremen-
tar el comercio (afectado por el proteccionismo), mejorar los precios y restaurar
la confianza.
Otro elemento esencial (al que dedica un artículo en 1931) era la necesaria
salida del patrón oro, que se iría produciendo en la mayor parte de los países du-
rante los primeros años de la depresión. Muchas de las ideas y objetivos enun-
ciados, que hacían hincapié en la necesidad de lograr un consenso internacional
para abordar los problemas económicos del mundo, van a estar presentes más
tarde en la gestación de los organismos internacionales de posguerra (Fondo Mo-
netario Internacional y Banco Mundial) durante la Conferencia de Bretton Wo-
ods de 1944, última actividad pública importante del economista británico antes
de su fallecimiento. Allí Keynes, jefe de la delegación de su país, fue uno de los
principales protagonistas al presentar un plan sobre el sistema monetario y finan-
ciero mundial alternativo al propuesto por Estados Unidos.
En Economy (1931) volvió a criticar las políticas gubernamentales británicas
para salir de la crisis, que pretendían reducir los déficits público y del comercio
mediante una baja de salarios. Contrariamente al objetivo buscado, Keynes ad-
vertía que la reducción en los ingresos de los asalariados llevaría a pérdidas y a
una parálisis aun mayor de la economía. El remedio, insistía, no era reducir el
déficit público sino redireccionar los gastos para incentivar la producción. Para
Keynes, la solución —en plena crisis- no debería de ninguna manera afectar los
ingresos de las personas por sobre los principios de la justicia social, como el de
“discriminar contra los trabajadores estatales [por ejemplo profesores y maes-
tros], porque ellos pueden ser alcanzados más fácilmente [...]. Al menos habría
299
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
esos años “extremistas e imprudentes”, revolucionarían el pensamiento econó-
mico y fundamentarían el Estado de Bienestar, que predominará en la mayoría
de los países industrializados en los treinta años dorados que siguieron a la Se-
gunda Guerra Mundial. Porque lo importante para avanzar en el entendimiento
de épocas cambiantes es, usando palabras del propio Keynes, “parecer heterodo-
xos, molestos, peligrosos y desobedientes [...]. En el campo económico esto sig-
nifica, ante todo, que debemos encontrar nuevas políticas y nuevos instrumentos
para adaptar y controlar el funcionamiento de las fuerzas económicas” (p. 306).
B) El crac de 1929
En 1929, voces aisladas pronosticaban un desplome del mercado, pero los anun-
cios bajistas no eran bienvenidos y se consideraban parte de una conspiración
para destruir el American way of life. Los expertos financieros y la gente de Wall
Street descartaban la posibilidad de crisis como las de 1873, 1893 o 1907. Se
creía que el liderazgo existente en el sector financiero, las políticas de la Reser-
va Federal, la potencialidad económica del país y el aprendizaje de las lecciones
del pasado resultaban factores suficientes para neutralizar otra crisis. Sin embar-
go, desde junio, la producción de acero venía disminuyendo de la misma mane-
ra que el volumen transportado por ferrocarril, y la industria de la construcción,
en descenso desde hacía varios años, se derrumbaba. En general, los índices de
producción industrial iniciaban una curva descendente.
A principios de septiembre, el alza de los valores accionarios alcanzó su ni-
vel más alto, comenzando a partir de allí una tendencia bajista, aunque con bre-
ves interrupciones. Desde entonces se multiplicaron las ventas, hasta que el jue-
ves 24 de octubre el pánico se hizo presente con la venta de 6.500.000 títulos.
Posteriormente se supo que un poderoso consorcio de banqueros —convocados
por JP Morgan— dispuestos a sostener el mercado había provocado una suba de
precios para luego vender todos sus valores. La ley de la oferta y la demanda que
parecía gobernar los valores en la Bolsa cedió lugar a la mano visible de perso-
nas poderosas dispuestas a salvar la propia ropa.
De todos modos, no se logró evitar el “martes negro” del 29 de octubre. Ese
día se negociaron más de 16 millones de acciones, y el índice bursátil del Times
descendió 43 puntos, pulverizando las ganancias de los doce meses anteriores.
301
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Gráfico 3
Índice bursátil. 1921-1931 (base 100 en 1935-1936)
gocios financieros. En una fase de crecimiento del ciclo económico, los agentes
y las instituciones financieras pasaban de posiciones cubiertas a posiciones cada
vez más frágiles en términos financieros. Todo en el marco de una visión toda-
vía dominada por el laissez faire en materia de intervención en los mercados. Por
lo tanto, la ausencia de regulación y control de las actividades financieras per-
mitía el florecimiento de toda clase de negocios con el objetivo de satisfacer la
sed de los clientes por obtener beneficios fáciles.
Sin embargo, el desenfreno especulativo que llevó al colapso de la Bolsa de
Nueva York, es apenas un elemento que permite comprender la profundidad de
la caída de los precios de los activos financieros. La política de la Reserva Fede-
ral, que no hizo más que alimentar la burbuja con continuas expansiones de la li-
quidez que facilitaban las condiciones en el mercado de créditos, es otro elemento
a tener en cuenta. Esta política permitía a los bancos acceder a dinero barato, con
303
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
de la política económica. En este caso, la que llevó adelante la Reserva Federal,
generando primero condiciones de alta liquidez, antes de 1928, y luego medidas
contractivas, de disminución de la oferta monetaria, especialmente entre 1929 y
1930, que habrían sido fundamentales en el desencadenamiento de la recesión.
Tal es la posición de Milton Friedman y Anna Schwartz, quienes sostienen que
la política de la Fed debería haber sido la opuesta (21).
En cambio, para economistas keynesianos, como Peter Temin, el fenómeno
monetario no tuvo la importancia que le concedían aquellos autores, pues las ta-
sas de interés descendieron notablemente tras el crac, mientras que la oferta mo-
netaria aumentó sin que eso influyera para poner fin a la depresión. Temin con-
cluye afirmando que no existía “prueba alguna de que el dinero ocasionara la
depresión” ni de que pudiera ayudar a salir de ella. Fueron los cambios autóno-
mos en el consumo y la inversión los responsables, o sea, razones vinculadas a
la economía real. Charles P. Kindleberger agrega al debate entre monetaristas y
keynesianos “la inestabilidad del crédito y la fragilidad del sistema bancario”,
sobre todo a través de préstamos que resultaron incobrables por los precios en
descenso, poniendo de relieve la teoría de Hyman Minsky, de la que ya hablamos
en el primer capítulo (22).
Otros economistas, críticos de las posturas neoclásicas, también se suman a
la idea de los errores de política económica como el factor explicativo funda-
mental, pero a causa del mantenimiento forzado del equilibrio presupuestario,
sobre todo en el gobierno de Herbert Hoover, y la fe inconmovible de los orto-
doxos en la autorregulación de los mercados (23).
Los autores marxistas ponen el acento en las características de la economía
real e intentan explicaciones de largo plazo. Paul Baran y Paul Sweezy, por ejem-
plo, consideran que la crisis de los años 30 es un resultado normal del capitalis-
mo en su fase monopólica, que conduce a la caída del consumo y a la depresión.
“Lo que fue inevitable bajo las condiciones de la época es que la economía se
hundiera, lenta o rápidamente, en un estado de profundo estancamiento” del cual
pudo salir sólo con el shock producido por la Segunda Guerra Mundial. La cri-
sis no constituyó un desvío o una deformación del modo de producción capita-
lista sino la tendencia propia del sistema, que se manifiesta a través de la sobre-
producción o el subconsumo (24).
Para la escuela regulacionista francesa, las causas también estarían en la eco-
nomía real. En la década de 1920 se habría producido un desfasaje entre la pro-
ducción y el consumo masivo. La estructura productiva encontró nuevas formas
de organizar la producción que le permitió alcanzar niveles en escalas inéditas,
pero no se ampliaron igualmente las posibilidades de consumo. Por lo tanto, a
Cuadro 3
Los efectos de la crisis en Europa
307
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
de la economía mundiales, pero la posición de Estados Unidos no permitió que
se llegara a un acuerdo (27).
El presidente Franklin Delano Roosevelt, que comenzaba en esos momen-
tos a aplicar su programa económico —el New Deal- se negó a comprometerse
al mantenimiento de la paridad del dólar. De hecho, tenía ya decidida su inmi-
nente devaluación. Así, cada país aplicó medidas económicas propias en un am-
biente de general desconfianza.
En cuanto a los países de la periferia, se vieron seriamente afectados por la
caída de los precios internacionales de las materias primas y los alimentos y por
la contracción del comercio mundial. A finales de 1932 el valor del comercio in-
ternacional era menos del 35% del correspondiente a 1929. Pero la baja genera-
lizada de precios fue más intensa en los bienes primarios, afectando los términos
de intercambio de los que exportaban ese tipo de productos, perjudicados tam-
bién por las medidas proteccionistas que impusieron al sector agrícola los países
industrializados.
En América Latina, tomando un índice base 100 en 1929, las exportaciones
cayeron a 70,5 en 1932 y los términos del intercambio (relación entre los precios
de los productos de exportación e importación) a 71,4. En Asia pasó algo pare-
cido: de un índice de 100 en 1929, las exportaciones bajaron a 77,2 en 1932 y
los términos del intercambio a 84,2 (28).
Los países abastecedores de productos agrícolas, como Canadá, Argentina y
los de Europa Central, resultaron particularmente afectados por el brusco des-
censo de la demanda de sus bienes exportables. En general, en la periferia se pro-
curó defender los mercados de la competencia extranjera elevando las barreras
arancelarias y desarrollando procesos de industrialización en base a la amplia-
ción de los mercados internos. También se declararon moratorias de las deudas
externas.
Una vez que se produjo el crac de la Bolsa de Nueva York, la primera medida que
tomó el gobierno de Herbert Hoover fue una reducción de impuestos. Los recor-
tes fueron importantes, pero sobre tasas que ya eran significativamente bajas, por
lo que no tuvieron un impacto relevante en la economía real. Por lo demás, las
medidas aplicadas fueron de corte ortodoxo. La intención era mantener la con-
fianza en los negocios mientras todavía se creía en el mecanismo autorregulador
Cuadro 4
Índices de producción industrial y agrícola en Estados Unidos
(1929 = 100)
A
1930 78 85
1931 59 67
1932 46 58
1933 52 49
1934 62 69
309
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
A principios de 1933 muchos estados de la Unión habían cerrado los bancos por
disposiciones legales ante la gravedad de la situación.
Es común que cuando se produce el estallido de una burbuja bursátil el sis-
tema bancario se vea afectado. Sin embargo, según Galbraith, la propia estruc-
tura bancaria de Estados Unidos favoreció el desarrollo del pánico financiero y
la caída de bancos, convirtiéndose en uno de los factores que explican la mag-
nitud de la depresión que siguió al colapso bursátil. Cuando un banco quebraba,
los activos de los demás quedaban inmovilizados, lo que incrementaba el deseo
de los depositantes de retirar el dinero. Una quiebra llevaba entonces a la si-
guiente. En definitiva, la forma en que estaba estructurado el sistema bancario,
no sólo no contribuía al control del pánico sino que lo exacerbaba.
Así, cuando en 1932 el Partido Demócrata ganó las elecciones y Roosevelt
fue elegido presidente para asumir en marzo del año siguiente, la situación se
presentaba en extremo complicada para la economía norteamericana.
C) La Gran Depresión
El momento más grave de la Gran Depresión se produjo entre 1929 y 1933 con
una seria caída del PIB, de la inversión, del consumo de bienes durables, de los
precios y del empleo. La depresión vino acompañada de la deflación de precios.
En los Cuadros 5 y 6 podemos ver el descenso de todos los indicadores econó-
micos en ese período y sus vicisitudes posteriores.
La Gran Depresión se prolongó —con alternativas variables— durante diez
años. En 1933 el PIB se desplomó a un tercio de lo que era en 1929 y el desem-
pleo llegó a casi trece millones de personas, equivalente a uno por cada cuatro
miembros de la población económicamente activa.
La política económica adoptada por el gobierno norteamericano, luego de la
reducción impositiva dispuesta por el presidente Hoover, no hizo otra cosa que
empeorar la situación. La necesidad de preservar el equilibrio presupuestario fue
respaldada no sólo por los republicanos sino por la oposición demócrata. Ese ob-
jetivo significaba que no podían incrementarse los gastos públicos para fortale-
cer el poder de compra de los consumidores y paliar las consecuencias de la
catástrofe social. Asimismo, era obvio que no habría nuevas reducciones de im-
puestos. Por otra parte, el presupuesto equilibrado era una fórmula doctrinaria no
sujeta a reflexión.
Inversión
Consumo Consumo - Inversión bruta
PIB_ debienes debienes Servicios bruta privada en
durables no durables privada % de PNB
103,1 iZ Dll 30,3 14,5 14,0
90,4 7,2 34,0 28,7 10,6 Y
75,8 dE 29,0 26,0 6,8 8,9
58,0 3,6 2 ZE, 222 3,4 5,8
55,6 E) Pa 20,1 3,0 Dl
65,1 4,2 26,7 20,4 4,1 6,2
AZ Dl 295 2175 jas fea)
82,5 6,3 32,9 22,8 2 8,7
90,4 6,9 3972 24,4 9,2 10,1
84,7 57 34,0 24,3 7A 8,7
339) 25,0 ES) 9,8
3/40 26,0 11,0 11,0
Fuente: Historical Statistics of the U.S. Colonial Time to 1970, Bureau of the Census.
Cuadro 6
Estados Unidos. Evolución de los precios y de la desocupación
24 Desocupados
Evolución
de precios En miles En % de la PEA
51,3 1.950
50,0 4.340
45,6 8.020
40,9 12.060
38,8 12.830
40,1 11.340
41,1 10.610
41,5 9.030
43,0 7.700
42,2 10.390
41,6 9.480
42,0 8.120
311
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
Esto sucedía en medio de una profunda deflación y tras un formidable creci-
miento de las reservas de oro. Una premisa similar frenaba los esfuerzos para re-
ducir las tasas de interés, estimular la expansión del crédito y facilitar la obten-
ción de dinero.
También se desechó la posibilidad de desplegar una política monetaria activa.
Por lo tanto se descartó la idea de devaluar el dólar dado que tal medida constituía
una violación de las reglas del patrón oro. Estas consideraciones formaban parte
del credo común de los partidos políticos y del dogma adverso a toda intervención
estatal. El mismo Roosevelt, futuro presidente, en un discurso pronunciado cuan-
do finalizaba su campaña electoral, en 1932, resaltaba como parte del programa
demócrata su creencia en “una moneda fuerte y resguardada de todo azar”.
Sin embargo, a partir de 1933 la situación comenzó a mejorar por las medi-
das heterodoxas, de fuerte intervencionismo estatal, implementadas por la nueva
administración demócrata a través del New Deal, incluyendo una devaluación del
dólar. La recuperación de los años siguientes fue, sin embargo, inestable. La tasa
de desempleo, luego de descender hasta ubicarse por debajo del 15%, volvió a
subir nuevamente y en 1940 la desocupación era todavía apreciable. El PIB, por
su parte, recién logró recuperar el nivel de 1929 once años después, luego de su-
frir una nueva recesión en 1937-38. La inversión también se recuperó de mane-
ra notable hacia el final de la década con la producción para la guerra.
313
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
fueron medidas estrictamente keynesianas, la primera etapa del New Deal, im-
plicó el fin de la forma de hacer política económica basada en el pensamiento
liberal de no intervención del Estado en la economía.
Una de las leyes centrales del New Deal fue la National Industrial Recovery
Act -NIRA- (ley de Recuperación Industrial Nacional) del 16 de junio de 1933
que, entre otras cosas, otorgaba el derecho a los trabajadores de sindicalizarse y
de negociar convenios colectivos. Por esta ley se creó la National Recovery Ad-
ministration -NRA-— (Administración de Recuperación Nacional), organismo gu-
bernamental de regulación que puso en práctica el control directo de los precios;
además, controlaría la producción de las industrias, y regularía las horas máxi-
mas de trabajo y los salarios mínimos, en acuerdo con patrones y sindicatos. Otra
medida importante que llevó a cabo la NRA fue la aplicación de un conjunto de
códigos para garantizar una competencia leal entre las empresas de los distintos
sectores.
En el marco de la teoría ortodoxa predominante en ese entonces, los precios
no eran controlados; de todos modos, los grandes oligopolios los reducían dismi-
nuyendo los costos, principalmente a través de los salarios, lo que ocasionaba una
nueva reducción de las ventas. Se intentó a través del control de precios y de la
fijación de salarios mínimos evitar esta espiral descendente de precios-salarios.
Procurando dar una respuesta al problema agrario se dictó la ley de Ajuste
Agrícola "AAA— que, junto con la NRA, fueron los pilares del New Deal. La ca-
ída de los precios de los productos agrícolas, y la crítica situación del campo en
general, no empezaron con la Gran Depresión, pero se agudizaron con ella. Esta
situación provocó un aumento de la producción para paliar la merma de los in-
gresos, lo que produjo un efecto contrario al deseado. Junto a las nuevas medi-
das se inició en esos años una política de subsidios agrícolas que aún continúa
en el siglo XXI.
En cuanto al sector industrial, por la ley de Recuperación Industrial Nacio-
nal se creó la Public Works Administration —-PWA-— (Administración de Obras
Públicas). Este programa, que debía controlar la puesta en marcha de la política
de grandes obras públicas, estaba destinado a fomentar el empleo. Esta medida
fue bien recibida tanto por sindicatos de trabajadores como por empresarios.
Se implementaron, a su vez, diversas medidas destinadas a crear empleos
mediante inversiones o ayuda pública. El 18 de mayo de 1933 se aprobó el pro-
yecto de la Autoridad del Valle del Tennessee, con el fin de generar y distribuir
energía hidroeléctrica en una gran región del sur del país y transformar las con-
diciones de su agricultura, lo que requería la realización de grandes obras de in-
fraestructura. Esta iniciativa —la más importante desde el punto de vista de la
315
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
ticíclicas no estaban todavía legitimadas en el plano teórico y fueron pocos los
gobiernos que se decidieron por políticas vigorosas y decididas de gasto público
y déficit presupuestario antes de 1936.
Suecia fue uno de los países que se adelantó al keynesianismo. Ya en 1933
impulsó un amplio programa de obras públicas, generando un gran déficit pre-
supuestario financiado con préstamos amortizables a lo largo de cuatro años. En
cambio, después de 1935, cuando la economía había ingresado en una senda de
recuperación, el gasto en obras públicas se redujo fuertemente y fueron amorti-
zados los préstamos contraídos previamente. De esta manera la política de inter-
vención estatal resultó claramente contracíclica, como recomendaba Keynes en
su obra de 1936.
Puede considerarse a 1935 como el año de inicio de la segunda etapa del New
Deal, más radical y favorable para los trabajadores que la primera. El presiden-
te estaba decepcionado por la declaración de inconstitucionalidad de medidas
centrales de su gobierno, como la NIRA o la AAA, no obstante el hecho de que
la producción industrial había aumentado gracias a ella un 22% entre 1933 y
1935 y que se notaban mejoras en la situación agrícola. Además, habían apare-
cido grupos que expresaban el descontento de parte de la población y demanda-
ban nuevas medidas para alcanzar la anhelada recuperación.
Se iniciaron entonces intensas sesiones legislativas para tratar las iniciativas
más audaces de la administración. Así se creó, durante ese período (1935), uno
de los mayores organismos de la presidencia de Roosevelt: Works Progress Ad-
ministration —WPA— (Administración de Ejecución de Obras), que tenía como
objetivo proporcionar trabajo y renta a los desocupados. En ocho años, el proyec-
to empleó a 8.500.000 personas.
Otras medidas clave de esta segunda etapa fueron la ley Wagner y la ley de
Seguridad Social, ambas de 1935. La primera, de relaciones laborales, otorgaba
derechos de sindicalización a los trabajadores, procedimientos de negociación
colectiva y el derecho de huelga; la segunda establecía pensiones de vejez y viu-
dez, subsidios de desempleo y seguros por incapacidad.
La ley de Seguridad Social tuvo muchos detractores entre los hombres de ne-
gocios estadounidenses. La Asociación Nacional de Fabricantes declaró que esa
ley establecería la “dominación definitiva del socialismo sobre la vida y la in-
dustria”. Una opinión que hubiera hecho revolver en su tumba al canciller con-
217
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
no, que difundían el asesor económico del presidente, Lauchlin Currie, y el pro-
fesor Alvin Hansen, entre muchos otros economistas.
De ese modo en 1938 el gasto público aumentó en un 50%, pero hacia 1939
el tema se discutía menos porque la atención de la opinión pública comenzó a
centrarse principalmente en la política exterior y en la defensa nacional. La ela-
boración de la legislación estrictamente ligada al New Deal había concluido,
aunque su aplicación amplió de modo definitivo el papel del gobierno federal,
especialmente en lo referente a la planeación económica, el empleo y la seguri-
dad social y las inversiones públicas.
Proporcionó, además, al gobierno federal un mayor control sobre la oferta
monetaria y los criterios de la Reserva Federal, además de una nueva perspectiva
sobre las consecuencias económicas de su propio sistema de impuestos, présta-
mos y gastos, lo que permitió plantear políticas anticíclicas y reducir los efectos
negativos de posteriores épocas de recesión. Por otro lado, los sectores favora-
bles a esta legislación, reunidos en torno al Partido Demócrata con el nombre de
Coalición del New Deal, triunfaron en las elecciones de los años siguientes per-
mitiendo renovar su mandato presidencial en 1940 y en 1944 al propio Roose-
velt e, incluso, de alguna manera, la elección de su sucesor desde 1945 (debido
a la muerte del presidente), Harry S. Truman, en 1948. En verdad, el sector más
progresista de la coalición, encabezado por el que había sido vicepresidente en-
tre 1940 y 1944, Henry Wallace, quedó desplazado de la conducción y se enfren-
taría posteriormente a Truman —de posiciones mucho más conservadoras— en
esas mismas elecciones de 1948, liderando un nuevo partido, con el apoyo de los
comunistas, que no obtuvo muchos votos (33).
El balance del New Deal continúa siendo discutido en el mundo académico
estadounidense. Sin embargo, existen pocas dudas de que no consiguió una recu-
peración económica completa de su país —lo que terminaría por lograr el esfuer-
zo productivo de la Segunda Guerra Mundial- y que representó, en cambio, un
punto de inflexión en la historia económica, política y social de Estados Unidos
por su orientación más progresista, diferente de la de los gobiernos que lo prece-
dieron y sucedieron.
Cuadro 7
Variación de la producción industrial y del PIB entre 1929 y 1938
Cuadro 8
Tasas de desempleo en Gran Bretaña y Alemania (1929-1935, en %)
319
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
Las tasas de desempleo sufrieron, a su vez, en Gran Bretaña y Alemania un
aumento significativo hasta 1933 para luego ir descendiendo (Cuadro 8).
En varios países la recuperación comenzó en 1932, pero fue en 1933 cuan-
do ese proceso tomó fuerza. Sin embargo se continuaron experimentando retro-
cesos. La recuperación fue continua hasta 1937/38, cuando se interrumpió, al
igual que en Estados Unidos, para retomar luego un curso ascendente con el im-
pulso de la guerra. De todas formas, al final de la década el desempleo era toda-
vía alto, mientras que no se había alcanzando el nivel de actividad de antes de la
depresión.
Veamos la situación particular en los tres países principales: Gran Bretaña,
Alemania y Francia. En septiembre de 1931 Gran Bretaña decidió el abandono
del patrón oro. A partir de esta decisión, la libra esterlina ingresó en un esquema
de flotación, mientras la política británica se caracterizó por el dinero barato y el
proteccionismo. Más allá de estas medidas, la crisis económica no generó nin-
gún tipo particular de políticas expansivas. No se produjo un aumento del gasto
público y los gobiernos no impulsaron ningún plan de obra pública, ni de gene-
ración de empleos; más bien se limitaron a incentivar la actividad privada, por
eso las facilidades para el acceso al crédito y el acento en el proteccionismo.
A pesar de esas políticas poco activas, la recuperación en Gran Bretaña fue
importante y sostenida. Uno de los sectores que más contribuyó a ese comporta-
miento fue el de la construcción, que tuvo un andar dinámico en la década de
1930. Entre 1933 y 1938 el PIB creció en un 25,8%. El desempleo, sin embar-
go, se mantuvo en niveles altos. Hay que tener en cuenta que la economía britá-
nica se encontraba en pleno retroceso desde los años 20, y se enfrentaba a pro-
blemas estructurales que excedían las consecuencias de la Gran Depresión.
La recuperación tuvo dos elementos principales; en primer término, el soste-
nimiento del mercado interno, pese a que las políticas económicas tuvieron un
marcado signo ortodoxo. Frente al informe del Comité May, reunido para exami-
nar la situación de las finanzas públicas, Keynes señalaba irónicamente que “es
el documento más idiota que haya tenido la mala suerte de leer”. En segundo lu-
gar, ayudo también el repliegue del sector externo sobre el Commonwealth aban-
donando el libre comercio y volviendo al sistema de preferencias imperiales en la
Conferenciade Ottawa, en 1932. Se conformó así una zona de la libra esterlina,
después de su devaluación, que permitió superar en parte las limitaciones exter-
nas. Durante un tiempo las entradas de capitales superaron a las salidas y el co-
mercio se restableció por el intercambio preferencial con colonias y ex colonias.
Alemania fue uno de los países europeos que más intensamente sufrió la de-
presión a principios de la década de 1930, pero también el que más v1gorosamen-
52
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
New Deal. Siguiendo los debates de algunos de los principales hacedores de la
política económica y de intelectuales de la época, se puede advertir la presencia
de distintas corrientes heterodoxas que comenzaron a prevalecer en esos años.
Especialmente se puso en duda la ley de Say, que afirmaba que, a través del
mercado, toda oferta crea su propia demanda cualesquiera fueren los niveles de
producción y empleo. O, en palabras del mismo Say: “Se ve pues, que el solo he-
cho de la producción de un bien crea, en ese instante, un mercado para otros bie-
nes” (40). De allí se desprende un segundo supuesto. Según los economistas neo-
clásicos, la parte del ingreso ahorrado (no gastado en bienes de consumo) se
destina a la inversión, en tanto que la demanda futura se satisface mediante la in-
versión presente. Por consiguiente, no se concibe la posibilidad de depresiones
permanentes: lo que no se destina al consumo actual se invierte para producir bie-
nes que se consumirán en el futuro.
Las críticas provenientes del pensamiento económico heterodoxo partían del
principio de que había, en verdad, una contradicción entre el interés de cada in-
dividuo y el interés de todos; que ambos no coincidían en la práctica (41). Como
señala Marx, criticando la existencia de un presunto “equilibrio” entre compra-
dores y vendedores: “El carácter general de la metamorfosis de las mercancías
—que lleva implícita tanto la disociación de la compra y la venta como su uni-
dad—, lejos de excluir la posibilidad de que el mercado se halle abarrotado de
mercancías en general, conlleva inherente, por el contrario, esa posibilidad” (42).
Años más tarde, Keynes expresaría una idea parecida en su Teoría General
tomando los conceptos de la economía neoclásica: resultaba una falacia suponer
la existencia de “un eslabón que liga las decisiones de abstenerse del consumo
presente con las que proveen al consumo futuro, siendo que los motivos que de-
terminan las segundas no se relacionan en forma simple con los que determinan
las primeras” (43).
En síntesis, el incumplimiento de la ley de Say ya estaba presente en los es-
critos económicos de Marx, no obstante fue necesario que la crítica saliera desde
las propias entrañas de la economía ortodoxa, de la mano de Keynes, para que to-
mara fuerza suficiente como para causar una revolución en el mundo de las ideas.
¿Qué debería entonces hacerse ante una depresión tan profunda? Según los
economistas ortodoxos, la sola existencia de las condiciones de libre mercado lle-
varía al restablecimiento del equilibrio; toda intromisión de la política económi-
ca en una dirección contraria a garantizar el laissez faire perpetuaría la crisis.
En opinión de Alan Sweezy, un economista formado en esa época (y herma-
no del más conocido marxista Paul Sweezy), “el concepto de ciclo de negocios
dominaba el pensamiento de economistas y empresarios. Estrechamente vincu-
329
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
Ya fuera que se la considerara como instrumento coyuntural o como de más
largo alcance, la planificación económica fue discutida por una gran cantidad de
académicos, muchos de los cuales participaron en el gobierno de Roosevelt,
quien se rodeó de profesores universitarios (economistas, abogados, politólo-
gos), actitud que constituía una novedad —y un escándalo para muchos— en Was-
hington, dado que la costumbre era que sólo hombres de negocios y políticos
fueran consultados o colaboraran con el gobierno. Algunos de esos académicos,
integrantes del llamado Brain Trust (Trust de cerebros), que asesoraban directa-
mente al presidente, habían tenido una activa participación en los debates teóri-
cos impulsados por la depresión. Coincidían con Roosevelt en la capacidad de la
intervención gubernamental para organizar y regular a los sectores económicos
como un medio para salir de la recesión.
“La brecha en la ortodoxia clásica que representaron estos economistas
—dice Galbraith— fue un factor favorable en la evolución hacia el Estado de Bie-
nestar”, que se manifestaría en esos años con la sanción de las leyes de relacio-
nes de trabajo y de seguridad social. Fueron Veblen, Richard Commons y otros
economistas institucionalistas los que introdujeron en Estados Unidos las ideas
principales sobre políticas de redistribución de ingresos. Y fue, sobre todo, por
el accionar de los más jóvenes economistas que integraban esas nuevas corrien-
tes de pensamiento (no eran keynesianos aunque algunos luego lo devinieron) —y
que entraron en malón desde el ámbito universitario a trabajar en el gobierno de
Roosevelt—, que la palabra “profesor” adquirió para muchos una connotación
oprobiosa, como la de “desviado sexual”, señala Galbraith (47).
El representante más conocido de la corriente institucionalista que llegó a al-
tos cargos en la administración de Roosevelt fue Rexford Tugwell, uno de los tres
miembros primigenios del Brain Trust, nombrado luego subsecretario de Agri-
cultura. Desde este lugar trabajó junto a un ardiente newdealer, Henry A. Walla-
ce, secretario de esa área entonces y más tarde vicepresidente. Tugwell era un se-
vero crítico del laissez faire; en su visión, la libertad de mercado permitía a los
empresarios aumentar sus ganancias no sólo con su actividad productiva sino
también mediante conductas especulativas, provocando incertidumbre. Opinaba
que la industria cumplía ante todo una función social, lo que implicaba “una
fuerte responsabilidad en la provisión de los productos necesarios [para la socie-
dad)” (48).
Tugwell exhortaba a la reorganización y revisión de las instituciones existen-
tes bajo nuevos principios inspirados en la planificación de la economía. El go-
bierno debería ajustar la producción al consumo a través del control de los pre-
cios y de los márgenes de ganancias y, como primer paso, asegurar una adecuada
337
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
cuando Roosevelt llega al poder dice Galbraith— la situación económica era tan
desesperada que los medios industriales y financieros lo reciben como un ángel
salvador”. Pero cuando comenzó la recuperación, los esfuerzos del presidente a
favor de los desocupados y los granjeros, su tendencia a no adherir a la ortodo-
xia económica, sus denuncias a la hipocresía del gran capital suscitaron “la de-
saprobación y hasta el temor del establishment. Roosevelt se había transformado
en “un traidor a su clase?” (69). El drama de este hombre tullido, comandando un
país en bancarrota y jaqueado por esos factores de poder, que en un principio lo-
graron derogar sus principales leyes de gobierno, y el de las esperanzas y desa-
fios de los jóvenes economistas que lo apoyaban, está admirablemente narrado
en las memorias de Galbraith.
Para enmarcar teóricamente a los economistas del New Deal es necesario refe-
rirse a los dos economistas heterodoxos más importantes de su época, el prime-
ro de ellos el más relevante del siglo XX —John Maynard Keynes— y el segundo,
precursor de una corriente de pensamiento avanzado —Michal Kalecki—.
Las bases teóricas de las ideas de Keynes, a quien ya nos referimos para des-
cribir algunos de sus trabajos previos, fueron desarrolladas en su obra maestra
La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, publicada en 1936. Sólo
dos años antes de esa publicación, el economista inglés había intentado conven-
cer al presidente de Estados Unidos, aunque sin éxito inmediato, de la efectivi-
dad de un incremento del gasto público para salir de la crisis.
En línea con lo expuesto en sus trabajos de la década de 1920, Keynes argu-
menta en la Zeoría General que no existe un mecanismo automático por el cual
el ingreso nacional genere su propia demanda garantizando el empleo y el uso
total de la capacidad productiva, así como tampoco las fuerzas del mercado pue-
den hacer retornar la economía a una situación de equilibrio con pleno empleo
en el caso de que se haya alejado del mismo. Para Keynes, es la inversión, no el
ahorro, la variable que interesa más en la determinación del ingreso nacional y
su cuantía depende de lo que denomina demanda efectiva.
“El bosquejo de nuestra teoría —dice— puede explicarse así: cuando aumenta
la ocupación aumenta también el ingreso real de la comunidad; la psicología de
ésta es tal que cuando el ingreso real aumenta, el consumo total crece, pero no
tanto como el ingreso” (70). Esto ocurre si la propensión al consumo es menor
que la necesaria para alcanzar la plena ocupación, siendo esta propensión la re-
339
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Según la teoría vigente en su época, un aumento del ahorro provoca una dismi-
nución de la tasa de interés incentivando la inversión y compensando la reduc-
ción de la demanda inicial. Sin embargo —para el economista inglés—, la tasa de
interés refleja la preferencia por la tenencia de activos menos líquidos y no el
precio por ahorrar. De esta manera, Keynes deshace el vínculo entre la inversión
y el ahorro, pues una disminución del gasto en consumo no incrementa necesa-
riamente la inversión, aun con el estímulo de una baja en las tasas de interés.
Sin la ley de Say, ni la “mano invisible” de Adam Smith, y desacreditada la
reducción de los salarios y de las tasas de interés como instrumentos para salir
de la recesión, los desequilibrios entre la oferta y la demanda deben ser supera-
dos mediante la intervención del Estado a través de la creación de una mayor ca-
pacidad de consumo. Keynes recomendaba a los gobiernos impulsar la demanda
de la economía mediante el gasto público para reducir el desempleo y recuperar
la senda de crecimiento. El mayor gasto no debía financiarse reduciendo el in-
greso de la economía (por ejemplo, con mayores impuestos) sino aumentado el
déficit. De allí que, durante los períodos de recesión económica (cuando el aho-
rro es mayor que la inversión) el gobierno debe realizar inversiones públicas aun
a costa de tener que sostener un déficit fiscal.
Como resultado de la necesidad de políticas gubernamentales para paliar la
recesión, el Estado, más allá de garantizar los servicios públicos mínimos, se
transforma —según las ideas keynesianas— en un actor decisivo del sistema eco-
nómico y social, dado que su intervención pasa a ser crucial en la determinación
del ingreso nacional. En términos económicos, un incremento inicial del gasto
público promueve a la larga la recuperación de la renta nacional, debido a que
ésta se convierte en ingresos de sus perceptores estimulando sucesivos gastos en
nuevos consumos e inversiones; esto crea nuevos ingresos que, a su vez, se vuel-
ven a consumir, repitiendo el proceso inicial.
El profundo cambio que se produce en el pensamiento económico de los
años 30 va a permitir comprender de una manera distinta la problemática de las
crisis del capitalismo y de las políticas económicas necesarias para superarlas,
creando a su vez los fundamentos de la macroeconomía. Por otra parte, tal como
sucede muchas veces en descubrimientos científicos o en inventos que se tradu-
cen en innovaciones tecnológicas significativas, en las ciencias económicas y so-
ciales puede darse también el caso de una paternidad simultánea, o casi simultá-
nea, de ideas que representan un punto de inflexión decisivo en la construcción
teórica existente. Algo que ocurre en este caso. En forma casi paralela al pensa-
miento que Keynes da a conocer y revoluciona la ciencia económica se formula
el de otro economista mucho menos notorio de origen polaco, Michal Kalecki.
341
Las grandes crisis del capitalismo contemporaneo
cionales. Era una manera de retornar al pleno empleo ante la disminución de la
demanda de los trabajadores y del resto de la población afectada por la desocu-
pación. Pero Kalecki reconocía que el consumo de esos sectores cambia muy
poco a lo largo del ciclo económico, y todo depende de la inversión, que los em-
presarios retrasan ante la caída de la rentabilidad y la acumulación dde stocks.
Surge así la demostración de que las crisis son un resultado del funcionamiento
del propio capitalismo. La solución según Kalecki— está en la intervención del
Estado, aunque advierte que esa intervención, incluso para salvar al sistema, no
es necesariamente bien vista por sus presuntos beneficiarios. Esto se verificó en
la práctica en la época del New Deal de Roosevelt, muchas de cuyas medidas de
política económica fueron resistidas y hasta forzadas a ser abandonadas, como
ya lo hemos señalado (74).
Kalecki creía que, incluso en épocas de crisis, los empresarios, y sobre todo
las grandes corporaciones, consideran que el desempleo es parte integrante de un
régimen capitalista normal, y que aunque el gobierno lleve adelante una política
de gastos para recuperar la senda de crecimiento en una depresión, al alcanzar el
auge debía volver a practicar políticas ortodoxas.
En cuanto a sus colegas economistas, Kalecki advierte que si bien la mayo-
ría de ellos “conviene ahora en que el empleo pleno puede lograrse mediante el
gasto gubernamental, no ocurría así ni siquiera en el pasado reciente”. Entre los
oponentes a esta doctrina se encuentran prominentes “expertos económicos” es-
trechamente conectados con la banca y la industria. Esto sugiere que hay un fon-
do político en la oposición a la doctrina del pleno empleo a pesar de que los ar-
gumentos utilizados sean económicos. “Ello no quiere decir que quienes los
utilizan no crean en su economía, por pobres que tales argumentos sean —señala
Kalecki—. Pero la ignorancia obstinada suele ser una manifestación de motivos
políticos subyacentes” (75).
Según Kalecki, el crecimiento económico se manifiesta de manera oscilan-
te: las decisiones de inversión dependen del ahorro interno de las empresas, ne-
cesario para financiar la nueva inversión sin recurrir al crédito; del nivel de in-
greso de la economía, y de la variación de ese nivel. Esto significa que si la
economía está creciendo, los empresarios deciden invertir más porque la deman-
da es mayory, en consecuencia, sus ventas y sus ganancias aumentarán. De ma-
nera similar a Keynes, el economista polaco considera que existe un mecanismo
multiplicador del gasto, dado que la demanda en bienes de inversión pasa a tra-
vés de los sectores de la economía como demanda de insumos e ingreso de los
trabajadores estimulando, asimismo, una nueva ronda de demanda. Como resul-
tado, las empresas venden más de lo previsto, obtienen más ganancias, por lo
343
Las grandes crisis del capitalismo contempordneo
es falso “[...] el supuesto de que un gobierno mantendrá la ocupación plena en
una economía capitalista si supiera cómo hacerlo” (77).
Tres razones fundamentan su explicación. La primera es que, en una econo-
mía de libre mercado, el empleo depende de la inversión privada y, por lo tanto,
del “estado de confianza”, y esto les da a las corporaciones un gran poder para
imponer condiciones al gobierno; en particular, presionando para evitar los défi-
cits presupuestarios, pues cualquier perturbación en ese “estado de confianza”
podría producir un deterioro en la economía. La segunda razón es que los empre-
sarios tienen aversión a que el gobierno interfiera a través de la inversión públi-
ca o de subsidios en ciertos bienes de consumo o servicios públicos (por ejem-
plo, educación, salud, transporte, etc.) dado que compiten con la provisión del
sector privado. O lo que es peor, los hombres de negocios temen que “[...] el go-
bierno pueda sentirse tentado, con el tiempo, a nacionalizar los transportes o em-
presas de servicios públicos para conquistar una nueva esfera donde poder reali-
zar inversiones” (78). La tercera razón, que el pleno empleo volvería inefectivo el
despido como medida para disciplinar a los trabajadores quienes podrían recla-
mar mejoras salariales y sociales. De ese modo, las políticas económicas destina-
das a mantener el pleno empleo provocarían cambios sociales y políticos no de-
seados para ciertos grupos económicos.
En realidad, si bien las políticas gubernamentales de estímulo a la demanda
destinadas a incentivar el empleo y la producción benefician a los empresarios,
éstos “[...] aprecian más la “disciplina de las fábricas” y la “estabilidad política”
que las ganancias mismas. Su instinto de clase les advierte que una ocupación
plena duradera es [...] enfermiza desde su punto de vista, y que el desempleo es
parte integrante del sistema capitalista normal” (79). Por consiguiente, mientras
que el gobierno lleve adelante en una fase depresiva una política de gastos para
recuperar la senda de crecimiento, al alcanzar el auge debería volver a aplicar po-
líticas ortodoxas presionado por los “líderes empresarios”, quienes forman un
“[...] bloque entre los intereses de los grandes negocios y de los rentistas” causan-
do una nueva recesión, con el objetivo de equilibrar el presupuesto público (80).
No debe confundirse a Kalecki con los teóricos que consideran a las ganan-
cias como el principal determinante de la inversión y, por consiguiente, del pro-
ducto y el empleo; pues si bien acepta la idea de que la mayor rentabilidad cons-
tituye un impulso para la inversión, lo importante es que esa producción pueda
venderse. “Es cierto —sostiene— que el incremento de la rentabilidad estimula la
inversión, pero este estímulo no surtirá efectos porque los empresarios retrasarán
la decisión de invertir hasta estar convencidos de que [ese incremento] va a ser
permanente” (81).
345
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
ducto ignorando o relegando la incidencia de las variables monetarias sobre el
ingreso. Desde su visión, los mecanismos de transmisión monetarios con rela-
ción al producto dominan empíricamente sobre los mecanismos reales. Conse-
cuentemente, deben priorizarse las políticas monetarias de estabilización de pre-
cios en base a reglas estrictas de manejo de la cantidad de moneda para evitar la
discrecionalidad de las autoridades gubernamentales (84).
1. Fred Block, Los orígenes del desorden económico mundial, Fondo de Cultura
Económica, México, 1989, pp. 34-35.
2. Ver The Problem of International Investment, The Royal Institute of Internatio-
nal Affairs, Londres, 1937.
3. Benjamín Coriat, El tallery el cronómetro, Siglo XXI, México, 1994, pp.
43-51.
4. Robert Lekachman, La era de Keynes, Alianza Editorial, Madrid, 1970, p. 40.
5. Cf. John M. Keynes, The Economic Consequences of Peace, Macmillan, Lon-
dres, 1919.
6. R. Lekachman (1970), p. 43.
7. Charles Dawes, autor del plan, fue vicepresidente de Estados Unidos entre
1925y 1929.
8. Charles P. Kindleberger (1985), p. 63.
9. Cf. Alfred Eckes Jr., Opening America's Market, The University of North Ca-
rolina Press, Chapell Hill, 1995.
10. Cf. Barry Eichengreen, Golden Fetters: The Gold Standard and the Great De-
pression, 1919-1939, Oxford University Press, 1992.
11. Arthur M. Schlesinger, Jr., La era de Roosevelt. La crisis del orden antiguo,
1919-1933, UTEHA, México, 1968, p. 58. Mellon llegó a tener una de las coleccio-
nes de arte más importantes de su país, que hoy el público puede ver en la National
Gallery of Art de Washington DC (un impresionante museo pictórico), que Mellon
fundó y al cual donó sus pinturas y otras obras artísticas. En los últimos años de su
vida fue investigado por fraude fiscal y, aunque resultó exonerado en 1935, las reba-
jas de impuestos que promovió durante su cargo de secretario del Tesoro le facilita-
ron sin duda la compra de su colección. Paradójicamente, una importante parte de ella
fue adquirida en una subasta realizada por la “subversiva” Rusia soviética, que pro-
curaba obtener recursos rematando valiosos objetos de la herencia zarista.
12. John K. Galbraith, El crac del 29, Ariel, Barcelona, 1976, pp. 34-35.
13. Frederick Lewis Allen, 4penas ayer, Eudeba, Buenos Aires, 1964, pp. 326-333.
14. Con el 10% del valor de la propiedad obtenido generalmente por un préstamo
bancario con un interés del 5%, se compraba el 100% de una parcela que se vendía
inmediatamente a un valor mayor que el de compra, de forma tal de poder devolver
el préstamo bancario y obtener una rentabilidad.
15. J. K. Galbraith (1976), p. 102.
16. Idem, pp. 97-98.
17. John K. Galbraith, “¿Quién era Thorstein Veblen?”, en Anales de un liberal
impenitente, Gedisa, Barcelona, 1982, pp. 147-171.
347
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
18. Eric Roll, Historia de las doctrinas económicas, Fondo de Cultura Económi-
ca, México, 1967, pp. 402-417.
19. John M. Keynes, The Collected Writings of John Maynard Keynes: Essays In
Persuasion, Vol. YX, Macmillan, Londres, 1972. Todas las citas que figuran en este
texto corresponden a ese libro, salvo en un caso en que hemos usado una traducción
propia publicada recientemente. Desde el punto de vista teórico su primer libro im-
portante es el Treatise on Money (Tratado sobre el dinero), publicado en 1930.
20. Cf. John M. Keynes, “La gran crisis de 1930” en Ciclos en la historia, la eco-
nomía y la sociedad, N* 35-36, 2009 (orig. 1930).
21. Cf. M. Friedman y A. Schwartz (1963).
22. Charles P. Kindleberger (1991), pp. 98-105.
23. Cf. William J. Barber, From New Era to New Deal: Herbert Hoover, The Eco-
nomists and American Economic Policy, 1921-1933, Cambridge University Press, 1935.
24. Cf. Paul Baran y Paul Sweezy, El capital monopolista: un ensayo sobre la
economía estadounidense y el orden social, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1966,
pp. 189-194.
25. Ver los trabajos de Michel Aglietta, Regulación y crisis del capitalismo, Siglo
XXI, México, 1979; J. Mazier, M. Basle y J. F. Vidal, Ouand les crises durent..., Eco-
nomica, París, 1984.
26. Robert A. Gordon, “Exhaustion of investment opportunities”, en R. FE Him-
melberg (1968), pp. 104-110.
27. El economista argentino Raúl Prebisch participó en la Conferencia como ex-
perto y dejó una semblanza crítica de ella. Ver R. Prebisch, “La Conferencia Econó-
mica y la crisis mundial”, en Raúl Prebisch, Obras, 1919-1948, Tomo II (1991-1993).
28. Cf. Angus Maddison, The World Economy in the 20h Century, OCDE, Lon-
dres, 1991.
29. Mario Rapoport y Florencia Médici, “Corazones de izquierda, bolsillos de de-
recha. El New Deal, el origen del FMI y el fin de la Gran Alianza en la posguerra”,
en Desarrollo Económico, N* 184, enero-marzo de 2007, p. 7.
30. Para un panorama general del gobierno de Roosevelt y el New Deal, ver Da-
vid M. Kennedy, Entre el miedo y la libertad. Los EE.UU.: de la Gran Depresión al
fin de la Segunda Guerra Mundial (1929-1945), Edhasa, Madrid, 2005, y Pablo Poz-
zi y Fabrio Nigra (comp.), Huellas imperiales. Historia de los Estados Unidos de
América 1929-2000, Imago Mundi, 2003.
31. John K. Galbraith, Historia de la economía, Ariel, Buenos Aires, 1991, pp.
236-237.
32. Miller Center of Public Affairs, Franklin D. Roosevelt Speeches, en
http://millercenter. virginia.edu/scripps/diglibrary/prezspeeches/roosevelt/fdr_1935_
0428.html
33. Ver Karl M. Schmidt, HenryA. Wallace, Quixotic Crusade 1948, Siracuse
University Press, 1960; John C. Culver y John Hyde, American Dreamer: A Life of
“á 349
¡tali, smo contemporaneo
Las grandes crisis del capitali
50. J. K. Galbraith (1993), pp. 226-228.
51. Adolf A. Berle Jr. y Gardiner Means, The Modern Corporation and Private
Property, MacMillan, Nueva York, 1932.
52. Extracto de un discurso de Franklin Delano Roosevelt pronunciado en su
campaña presidencial de 1932 y reproducido en R. F. Himmelberg, ed. (1968), p. 41.
53. P T. Ellsworth, H. D. White y L. B. Currie, Memorando, Cambridge, Mass.,
enero de 1932, en Revista de Economía Institucional, Bogotá, Vol. 8, N? 14, Primer
Semestre de 2006, pp. 237-253.
54. Matías Vernengo, “A Hands-off Central Banker? Marriner S. Eccles and the
Federal Reserve Policy, 1934-1951”, Working Paper, N* 2006-04, University of Utah,
Department of Economics, pp. 3-4.
55. R. J. Sandilans, The Life and Political Economy of Lauchlin Currie. New De-
aler, Presidential Adviser and Development Economist, Duke University Press, Dur-
ham, 1990, p. 53.
56. /dem, pp. 95-96.
57. Robert Skidelsky, John Maynard Keynes. The Economist As Savior, 1920-
1937, Penguin Books, Nueva York, 1992. Skidelsky (1992), p. 506. La referencia a
la importancia del libro de Currie está en John K. Galbraith, El dinero, Ed. Orbis,
1988, p. 264.
58. Galbraith viajó a Washington en 1940 para encargarse del control de precios
durante la guerra, “respondiendo al llamado que me había hecho Lauchlin Currie”.
J. K. Galbraith (2006), p. 111.
59. R. B. Craig (2004), pp. 36-40.
60. Ver M. Rapoport y F. Médici (2007).
61. Alvin Hansen, “Secular Stagnation”, en R. F. Himmelberg, ed. (1968), p. 52.
62. Idem ibidem.
63. J. K. Galbraith (2006), pp. 170-171.
64. John K. Galbraith, Historia de la Economía, Ariel, Buenos Aires, 1993, pp,
223-224.
65. John K. Galbraith, American Capitalism, Transaction Publishers, New Bruns-
wick, 1993, p. 112.
66. Idem, p. 128.
67. J. K. Galbraith (1976), p. 27.
68. Idem, pp. 80-107.
69. J. K. Galbraith (2006), p. 45.
70. J. M. Keynes (1943), p. 38.
71. Idem, p. 39.
72. Idem, p. 29.
73. Michal Kalecki, Ensayos escogidos sobre dinámica de la economía capitalis-
ta, FCE, México, 1984, p. 176.
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Las grandes crisis del capitalismo contemporáne
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A modo de conclusión
Tanto la presente crisis, como las dos grandes crisis anteriores del siglo XX —la
de los años 30 y la de los 70— tienen un denominador común. Se trata de episo-
dios que abarcan la fase del capitalismo caracterizada por la hegemonía de Esta-
dos Unidos y que se desencadenaron en ese mismo país. Las tres crisis analiza-
das en este libro se iniciaron allí, expresando desequilibrios fundamentales en la
economía del país del Norte que, por diferentes mecanismos, se transmitieron al
resto del mundo.
La primera de ellas, la crisis que estalló en 1929 y continuó con la Depresión
de los años 30, se produjo cuando Estados Unidos comenzaba a consolidarse
como la potencia más importante del mundo capitalista, y fue la resultante de la
acumulación extrema de riqueza y pobreza, la celebración frenética del fin de la
hoguera bélica, el desarrollo de una sociedad de consumo para unos y de ideas
revolucionarias para otros, y la búsqueda de la ganancia fácil a través de la espe-
culación financiera o del crimen organizado. El actual descalabro, que guarda en
lo económico importantes similitudes con aquél, constituyó la culminación de un
largo período de deterioro en la distribución de los ingresos, de drásticas políti-
cas de desregulación de los mercados, de predominio de la esfera financiera so-
bre la productiva y de un excesivo endeudamiento público y privado; procesos
que surgieron o se extendieron bajo la forma de una aparente resolución de la cri-
sis que se produjo, en distintas instancias, en la década de 1970.
Los fundamentos de la organización de la economía y de la sociedad de los
últimos cuarenta años parecen ahora ponerse en jaque con los presentes aconte-
cimientos, e incluso hay quienes hablan ya de una crisis más profunda aun: una
crisis de civilización.
Sin embargo, con el fin de los paradigmas keynesianos y el auge ideológico
del neoliberalismo, el estudio de las crisis del capitalismo se había dejado de
355
Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
potencia, es que ninguno de los otros países (o regiones) que podrían rivalizar
con él -la Unión Europea, Japón, China o Rusia— está en condiciones políticas,
militares y/o económicas de reemplazar en el corto plazo su dominio. A nivel mi-
litar la supremacía estadounidense es evidente: en medio de la crisis, el Congre-
so norteamericano votó un presupuesto en este rubro, para 2009, que ascendía a
más de 600.000 millones de dólares, lo cual equivale al presupuesto militar del
resto de los 190 países que integran la ONU, o —en otros términos igualmente
contundentes— a cerca del 50% del presupuesto militar mundial.
También se afirma que la crisis del dólar de 1971 terminó beneficiando eco-
nómicamente a la superpotencia del Norte, porque la ayudó a recuperar su ini-
ciativa monetaria, mientras que, en 1972, daba también un paso importante des-
de un punto de vista geopolítico y económico al reanudar relaciones comerciales
con la República Popular China. Un viraje que se completó con el retiro de Viet-
nam, en 1975 (obligado en este caso por la derrota militar) y el establecimiento
de lazos diplomáticos con Beijing en 1979.
Estos episodios, interpretados por muchos analistas como el comienzo de la
decadencia norteamericana —crisis financiera y energética mediante— para otros,
no lo fueron. En cambio, comenzó entonces la “gran transformación” geopolíti-
ca del sistema mundial, que aún continúa, asumiendo EE.UU. y China la consti-
tución de un nuevo eje dinámico de la economía internacional. De este modo, el
proyecto imperial norteamericano fue renovado a plena conciencia, o impulsado
por circunstancias críticas —según como se lo interprete— en el mismo momento
en que, para muchos, se iniciaba la declinación de su hegemonía (6).
La segunda opción, la de la declinación de Estados Unidos, tiene también
sus partidarios, sobre todo después de los atentados del 11 de septiembre y de la
invasión a Irak, donde los límites del poder militar estadounidense se hicieron
más transparentes. Si a esto le agregamos la crisis financiera, la idea de un “si-
glo XXI norteamericano global”, que estaba detrás del Consenso de Washington
y de la caída del Muro de Berlín, parece ya desvanecerse. Comenzaron a adver-
tirse más claramente los desajustes de la economía norteamericana, que incluyen
la caída del mismo dólar, y también el fracaso del intervencionismo militar de
carácter presuntamente “preventivo”.
Al mismo tiempo, el sistema económico mundial se sostiene por el desarrollo
chino y de otras naciones emergentes, que resultan indispensables para EE.UU.
como una forma de sostener su endeudamiento externo. Según Giovanni Arrighi,
“la consecuencia indeseada más importante de la aventura iraquí ha sido la conso-
lidación de la tendencia al “recentramiento” de la economía global hacia el Este de
Asia, y dentro de ella, hacia China” (7).
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Bibliografía
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Las grandes crisis del capitalismo contemporáneo
Se terminó de imprimir en el mes de septiembre de 2010
en los Talleres Gráficos Nuevo Offset, Viel 1444,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
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Conferencias del
El capitalismo contemporáneo ha vivido reiteradas crisis de
distinta envergadura en los últimos cuarenta años. La que estalla
en 2007 es la de mayor gravedad desde la década de 1930. El
mito de los “mercados racionales” y, su corolario, el de la
“producción de dinero por medio del dinero” se derrumbaron de
golpe, poniendo al descubierto las falencias de la economía real y
la fragilidad de un casino global llamado eufemíisticamente
globalización financiera. La crisis arrancó en el sector hipotecario
porque era uno de los más expuestos, pero se extendió como un
reguero de pólvora al conjunto de la economía estadounidense y
de allí al resto del mundo. Como prestamistas de última instancia,
y sobre la base de los fondos de los contribuyentes, los Estados
debieron correr presurosos en socorro de los bancos y empresas
caídos, socializando las pérdidas.
Pero como lo indica su título, este libro no se circunscribe al
cataclismo económico de nuestros días sino que indaga
lúcidamente en otros precedentes fundamentales, como los de los
años treinta y setenta del siglo XX. Las crisis del capitalismo
siempre trajeron consigo cambios sociales y políticos traumáticos.
Así lo explican los autores en esta obra ampliamente
documentada, que tiene la cualidad de estar escrita de una
manera sencilla y apasionante, apta para todo lector interesado
en desentrañar los grandes acontecimientos que dibujan el perfil
de nuestra época y, en buena medida, del futuro.
CAPITAL
INTELECTUAL