Abp Fiebre
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Abp Fiebre
La temperatura central es temperatura de los órganos vitales internos del cuerpo, (corazón, los
pulmones y el cerebro)
Por otro lado, una disminución de la temperatura central, o hipotermia, por exposición
prolongada al frío, alteraciones metabólicas, trauma, sepsis y uso de ciertos medicamentos.
En estos casos, la medición de la temperatura central puede requerir métodos más invasivos,
como la termometría esofágica, rectal o vesical.
En condiciones normales, la temperatura corporal se encuentra entre 35,8 y
37,2 ºC, con variaciones durante el día que hacen que esta temperatura sea
más elevada por la tarde.
Las principales fuentes de producción basal del calor son a través de la termogénesis tiroidea y la
acción de la trifosfatasa de adenosina (ATPasa) de la bomba de sodio de todas las membranas
corporales (18). La ingesta alimentaria incrementa el metabolismo oxidativo que se produce en
condiciones basales. Estos mecanismos son obligados en parte, es decir, actúan con
independencia de la temperatura ambiental, pero en determinadas circunstancias pueden actuar a
demanda si las condiciones externas así lo exigen (14).
Otro mecanismo de producción de calor es el debido al aumento del metabolismo celular por
efecto de la noradrenalina y la estimulaciónón simpática. Este mecanismo parece ser
proporcional a la cantidad de grasa parda que existe en los tejidos. El adipocito de la grasa parda,
que posee una rica inervación simpática, puede ser activado por los estímulos procedentes del
hipotálamo y transmitidos por vía simpática con producción de noradrenalina, la cual aumenta la
producción de AMP-cíclico, que a su vez activa una lipasa que desdobla los triglicéridos en
glicerol y ácidos grasos libres. Estos pueden volver a sintetizar glicéridos o bien ser oxidados con
producción de calor (20). Este mecanismo, que tiene una importancia relativa en el adulto por su
escasa cantidad de grasa parda, no es así en los recién nacidos y lactantes donde tiene una
importancia capital, ya que la grasa parda puede llegar a suponer hasta un 6% de su peso
corporal y son incapaces de desarrollar escalofríos o adoptar una postura protectora ante el frío.
El calor absorbido por la ingesta de alimentos y bebidas calientes también puede producir un
mínimo aumento de calor, lo mismo que las radiaciones captadas por el cuerpo y procedentes
fundamentalmente del sol (ultravioletas) o de lugares próximos (infrarrojos) (15).
2.4.1. Radiación.
La pérdida de calor por radiación significa pérdida de calor en forma de rayos infrarrojos, que
son ondas electromagnéticas. Es decir, existe un intercambio de energía electromagnética entre el
cuerpo y el medio ambiente u objetos más fríos y situados a distancia. La cantidad de radiación
emitida varía en relación al gradiente que se establece entre el cuerpo y el medio ambiente. Hasta
el 60% de la pérdida de calor corporal puede tener lugar por este mecanismo.
2.4.2. Convección.
Es la transferencia de calor desde el cuerpo hasta las partículas de aire o agua que entran en
contacto con él. Estas partículas se calientan al entrar en contacto con la superficie corporal y
posteriormente, cuando la abandonan, su lugar es ocupado por otras más frías que a su vez son
calentadas y así sucesivamente. La pérdida de calor es proporcional a la superficie expuesta y
puede llegar a suponer una pérdida de hasta el 12%.
2.4.3. Conducción.
2.4.4. Evaporación.
Gran parte de la señales para la detección del frío surgen en receptores térmicos periféricos
distribuídos por la piel y en la parte superior del tracto gastrointestinal. Estos receptores dan
origen a estímulos aferentes que llegan hasta el hipotálamo posterior y desde allí se activa el
mecanismo necesario para conservar el calor: vasoconstricción de la piel por aumento de la
actividad simpática y piloerección (de escasa importancia). Cuando el hipotálamo posterior no
recibe estímulos de frío cesa la vasoconstricción simpática y los vasos superficiales se relajan. Si
la temperatura es muy baja y es necesario aumentar la producción de calor, las señales
procedentes de los receptores cutáneos y medulares estimulan el "centro motor primario para el
escalofrío", situado en la porción dorsomedial del hipotálamo posterior, cerca de la pared del
tercer ventrículo, y de allí parten toda una serie de estímulos que aumentan progresivamente el
tono de los músculos estriados de todo el organismo y que cuando alcanza un nivel crítico dan
origen el escalofrío. Además, el enfriamiento del área preóptica del hipotálamo hace que el
hipotálamo aumente la secreción de la hormona liberadora de la tirotropina (TRH), ésta provoca
en la adenohipófisis una liberación de la hormona estimuladora del tiroides o tirotropina (TSH),
que a su vez aumenta la producción de tiroxina por la glándula tiroides, lo que estimula el
metabolismo celular de todo el organismo y aumenta la producción de calor (18, 19, 26).
Cuando se calienta el área preóptica, el organismo comienza de inmediato a sudar profusamente
y al mismo tiempo se produce una vasodilatación en la piel de todo el cuerpo. En consecuencia,
hay una reacción inmediata que causa pérdida de calor y ayuda al organismo a recuperar su
temperatura normal (18, 26).
También se ha descrito, que las monoaminas pueden convertirse en moduladores del termostato
hipotalámico (28). Feldberg y Myers (29), describieron en 1963 la importancia que las aminas
pueden llegar a tener en la regulación hipotalámica. Experimentos en animales han demostrado
cambios de temperatura cuando se inyectan aminas como la levodopa o la dopamina en el tercer
ventrículo, adyacente al hipotálamo (28). En las ratas, por ejemplo, inyecciones de 5-
hidroxitriptófano, dopamina, levodopa o apomorfina producen hipotermia, mientras inyecciones
de noradrenalina, adrenalina o isoproterenol producen hipertermia (30). Sin embargo las
respuestas pueden variar según la especie animal de que se trate (31). En los humanos, descensos
de los niveles dopaminérgicos pueden producir hipotermia (32, 33). Los papeles que puedan
desarrollar agentes como el 5-hidroxitriptófano, la histamina o la adrenalina está todavía por
dilucidar (34).
3. Fdhs
4. La defensa natural del organismo se basa en tres elementos: barrera externa, sistemas inespecíficos, y
respuestas antígeno-específicas. La inflamación es la respuesta inicial e inespecífica del organismo ante
estímulos mecánicos, químicos o microbianos. Es una respuesta rápida y ampliada, controlada humo- ral y
celularmente (complemento, cininas, coagula- ción y cascada fibrinolítica) y desencadenada por la
activación conjunta de fagocitos y células endotelia- les. Es una respuesta beneficiosa si el proceso infla-
matorio mantiene un equilibrio entre células y me- diadores.
Aparece vasodilatación, aumento de la permeabi- lidad vascular, activación/adhesión celular e hiper- coagulabilidad.
La vasodilatación y el incremento de la permeabilidad microvascular en el lugar de la inflamación aumentan la
disponibilidad local de nu- trientes y de oxígeno, produciendo calor, hinchazón y edema tisular. Los cambios
hemodinámicos pro- ducen los cuatro síntomas clásicos asociados a la in- flamación local: rubor (eritema), tumor
(edema), ca- lor y dolor.
La respuesta a la agresión induce cambios cardio- vasculares (aumento de la frecuencia cardíaca, de la contractilidad
y del gasto cardíaco) y neuroendocri- nos5 (liberación de catecolaminas, cortisol, hormona antidiurética, hormona de
crecimiento, glucagón e insulina). Existe atrapamiento de líquidos debido al tercer espacio, e incremento del
consumo de oxíge- no. La diferencia en la concentración arteriovenosa de oxígeno se mantiene en rangos normales
por la adaptación del aporte de oxígeno (DO2) pero, si apa- rece deuda de oxígeno, el organismo adopta rápida-
mente la vía anaerobia. Asociado al aumento en las necesidades metabólicas, se comprueba una caída en las
resistencias vasculares sistémicas. Si no aparece una segunda agresión estas alteraciones fisiológicas locales y
sistémicas persisten de tres a cinco días y desaparecen en siete-diez días, con reducción clínica del tercer espacio,
aumento de la diuresis y normali- zación del pulso y de la temperatura6.
En ocasiones, la intensidad o la repetición de la agresión provocan la pérdida del control local o la ac- tivación de
unos mecanismos de respuesta que están habitualmente quiescentes y que sobrepasan los siste- mas de control, con
una reacción sistémica exagerada que se denomina SIRS. Puede desencadenarse por una infección (virus, bacterias,
protozoos y hongos) o por una causa no infecciosa (traumatismo, reacciones autoinmunes, cirrosis o pancreatitis).
Bone7, en 1996, describe tres fases en el desarro- llo del SIRS (fig. 1). En la fase I, como respuesta a la agresión, se
liberan localmente citocinas que in- ducen la respuesta inflamatoria, reparan los tejidos y reclutan células del sistema
retículoendotelial. En la fase II, se liberan pequeñas cantidades de citocinas a la circulación para aumentar la
respuesta local. Se reclutan macrófagos y plaquetas y se generan facto- res de crecimiento. Se inicia una respuesta
de fase aguda, con disminución de los mediadores proinfla- matorios y liberación de los antagonistas endógenos.
Estos mediadores modulan la respuesta inflamatoria inicial. Esta situación se mantiene hasta completar la
cicatrización, resolver la infección y restablecer la homeostasis. Si la homeostasis no se restablece, aparece la fase
III o reacción sistémica masiva. Las citocinas activan numerosas cascadas humorales de mediadores inflamatorios
que perpetúan la activa- ción del sistema retículo endotelial, con pérdida de la integridad microcirculatoria y lesión
en órganos diversos y distantes.
5. la iebre, o pirexia, es la elevación de la temperatura corporal provocada por una desviación al alza inducida por
citocinas del nivel predeterminado del centro termorregulador del hipotálamo. No se comprende aún completamente la
utilidad de la iebre, pero se sabe que pequeñas elevaciones de la temperatura corporal parecen aumentar la función
inmunológica e inhibir el crecimiento
de patógenos. La iebre se soluciona o se “corta” cuando se elimina el
factor que provoca el aumento del nivel predeterminado. Las iebres que son reguladas por el hipotálamo habitualmente
no superan los 41 °C, lo que sugiere la presencia de un mecanismo de seguridad termostático incorporado. Las
temperaturas por encima de este nivel habitualmente son el resultado de alguna actividad superpuesta, como las
convulsiones.
Causas de la fiebre
La iebre puede ser provocada por varios microorganismos
y sustancias que en conjunto se llaman pirógenos. Muchas proteínas, productos de degradación de proteínas, y otras
sustancias, incluyendo toxinas lipopolisacáridas liberadas
de las membranas celulares de las bacterias, pueden hacer aumentar el nivel predeterminado del centro termorregulador
del hipotálamo. Algunos pirógenos pueden actuar directa e inmediatamente en el centro regulador del hipotálamo.
Otros pirógenos actúan indirectamente y tardan más tiempo en producir sus efectos.
Los pirógenos exógenos inducen a las células huésped, como los leucocitos y macrófagos, a elevar los mediadores
productores de iebre llamados pirógenos endógenos (p. ej., la interleucina-1). La fagocitosis de la bacteria y de los
productos de degradación de las bacterias presentes en la sangre conduce a la elevación de los pirógenos endógenos en
la circulación.
Se cree que estos pirógenos endógenos aumentan el nivel predeterminado del centro termorregulador del hipotálamo
mediante la acción de la prostaglandina E2. En respuesta al aumento súbito del nivel predeterminado, el hipotálamo
inicia comportamientos de producción de calor (escalofríos y vasoconstricción) que aumentan la temperatura corporal
global al nuevo nivel predeterminado, y aparece la iebre.
Conozca las claves que pueden ayudarte a identificar las causas de la fiebre.
Fiebre en trastornos no infecciosos. Muchos trastornos no infecciosos, como el infarto de miocardio, el embolismo
pulmonar y las neoplasias, producen iebre. En estas alteraciones, las células anormales o lesionadas incitan la
producción de pirógenos. Por ejemplo, el trauma y la cirugía pueden asociarse a varios días de iebre. Algunas células
malignas, como las de la leucemia y las de la enfermedad de Hodgkin, segregan patógenos.
Fiebre neurogénica. Originada en el sistema nervioso central (SNC), la iebre neurogénica habitualmente
estáprovocada por
la lesión del hipotálamo por un trauma del SNC, hemorragia intracerebral o aumento de la presión intracraneal. Las
iebres neurogénicas se caracterizan por una temperatura elevada resistente a la terapia antipirética y que no se asocia
con sudoración.
Patrones de fiebre
En la iebre intermitente, la temperatura del paciente vuelve al nivel normal al menos una vez cada 24 h. Este tipo de iebre se
asocia con sepsis por gramnegativos o grampositivos, abscesos o endocarditis infecciosa.
La segunda clave de la causa de la iebre es la relación de la frecuencia cardíaca del paciente con el nivel de elevación
Los signos y síntomas comunes de la iebre empeoran si la temperatura del paciente aumenta rápidamente o supera los 39,5
°C. Se desarrolla taquicardia y taquipnea, y el paciente empieza a deshidratarse debido a la sudoración y la pérdida de vapor
por el incremento del ritmo respiratorio.
Muchas manifestaciones de la iebre están relacionadas con el incremento del índice metabólico, el aumento de
las necesidades de oxígeno y la utilización de las proteínas corporales como fuente energética. Durante la iebre, el
cuerpo cambia del uso de la glucosa al metabolismo basado en las proteínas y la descomposición de las grasas. La iebre
prolongada causa descomposición de los depósitos de grasas endógenas. Si la descomposición es rápida, el paciente
puede desarrollar acidosis metabólica.